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Cultura y Religión

Emilio del Barco

Las religiones dan forma a las culturas y sus leyes. Somos, siempre, hijos de
nuestros padres. Por mucho que nos empeñemos en distanciarnos de ellos,
tenemos un punto de partida, inevitable, que nos fijará el recorrido posterior. No
venimos de la nada, ni vamos hacia ella. Siempre huiremos de algo, e iremos hacia
algo. Busquemos lo que busquemos. El anhelo de conseguir vidas paralelas, es algo
utópico. Original e imitación siempre son diferentes. En sus principios y fines. Al
original no le costó demasiado ser como fue. Su tendencia natural lo iba formando.
El imitador tiene dos tareas en una: dejar de ser quien es, y convertirse en otro, o
pretenderlo. Eso no es más que forzar la naturaleza. Lo ideal sería que cada cual
pretendiese ser él mismo. Optimizando sus propias cualidades. Valoro más la
felicidad de las personas, que se realizan en sí mismas, que el cumplimiento de
normas impuestas y metas fijadas. La rigidez de principios, que encontramos en la
sociedad, conduce al rompimiento de las reglas. No podemos exigir a todos los
mismos esfuerzos. Es bueno que haya fluidez individual. Y libertad de
pensamiento. Las sociedades demasiado uniformes, conducen sólo al
estancamiento del saber y las costumbres.

Las épocas de crisis crean el deseo de buscar protección. Y, entonces, llega la


primavera de los bocazas, los salvadores, los igualitarios, los fascistas y populistas.
No vivimos en una época de excepción, los ciclos se repiten; sólo cambian los
protagonistas, y sus escenarios, no el argumento. Contra el desorden, predican
mano dura. Contra la 'inmoralidad', mano dura. Contra los inquietos, mano dura. Lo
sorprendente es que encuentren quienes crean en ellos. Cuando la mejor política
debería estar basada en el amor, en la reflexión, en la libertad de pensar
individualmente, aunque el beneficio esté dirigido a la comunidad. Hay quien aún
confía en el poder seductor del palo y tentetieso. El poder político nunca puede
estar basado en la prohibición, en el temor al inspector de Hacienda y el
cumplimiento estricto de las reglas establecidas. Pues, entonces, se convierte en un
poder represor, manipulador, deformador, destructor. Nunca el temor fue creativo.
Primero hay que facilitar el desarrollo de las buenas tendencias. Y no igualar a
todos por su talla uniforme, cortando las cabezas de quienes sobresalgan. La
creación es función del amor `por lo creado y la libertad creativa.

El bien común no puede implicar la anulación de los derechos individuales. Las


doctrinas totalitarias, que basan su culminación en el tratamiento uniforme de la
sociedad, no han dejado nunca una herencia de respeto y protección del individuo,
sino la consagración de la mediocridad autoritaria. Hay que echarse a temblar
cuando los políticos decisorios sólo muestran interés por las cifras
macroeconómicas de la comunidad. En esos momentos, ni se acuerdan de los
individuos que la sustentan. No puede haber individuos felices en una sociedad
que sólo valora los resultados totales. Cuando llegan a la meta, la felicidad se les
quedó por el camino. Emilio del Barco. 28/08/10. emiliodelbarco@hotmail.com

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