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HOMBRE, Y MUNDO A72
A LA LUZ DE,L CREADOR

LUIS MARÍA ARMENDARIZ

rI
ULiii¡ñoo,
VII

iDE DÓNDE PROVIENE


EL MAL DE LA CREACIÓN?

Si el hombre y el mundo son obra de <<un sr¡lo Dios Pa-


dre todopoderoso» y han sido convocados po, Él a la feli-
cidad, ¿de dónde proviene el mal que hay en ellos y los
aflige?, ¿encaja en ese marco creacional que venimos tra-
zando o lo hace saltarP Parecería que no pueden coexistir
Dios Padre y el mal y, por ello, que la existencia indiscuti-
ble de éste invalidala teoría de un mundo salido de las
manos de Aquél.
Es verdad que no hemos afrontado aún expresamente
esta cuestión, tan antigua como el hombre, pero sí hemos
tenido presente en lo que antecede la realidad del mal y
ha contribuido incluso a configurar la misma idea de crea-
ción y de Creador. En efecto, en el capítulo I se vio que en
la Biblia la nada no era simplernente vacío de ser, pura
inocencia de posibilidades abiertas, sino el cúrnulo de re-
sistencias al designio y ala actuación de Dios. Eso hacía
que el Creador fuese no sólo el que llama la nada a ser
sino el que da vida a los muertos, es decir a todas las vícti-
mas de la degeneración física y moral, de las violencias de
la naturaleza y de la historia. Por eso el <<bara>> divino des-
cribía un hecho incesante, la victoria c«¡ntinua de Dios so-
bre esas dos formas de no-ser: la nada y el mal.
Resultaba asimismo que el origen de todo no fue, sin
más, <<paradisíaco>>. Y no sólo porque únicamente al final
se llevará a cabo el proyecto de creación (cap. III), sino
porque ya desde el comienzo la acechan la des-integra-
ción y la muerte (cap. VI).
No es que con esto se acalle la <<cuestión del mal», pero
es suficiente para empezar ahora a abordarla diciendo que
240 H Ol\,t tt RL, Y Mt INI)( ) A L A t.t IZ l)t,tt. ClRI.tAl)(] R ¿DE DÓNDE PROVTENE EL MAL UU t,n (lRl,tt;lÓNP 241

a la fey teología cristianas el mal no les coge de sorpresa, to como del aliento, eso significa una herida en lo hondo,
que ellas no reflejan un estadio de ingenuidad, previa a su que puede llegar hasta las raíces mismas de su existencia y
descubrimiento. Conviven con la experiencia de él y so- cuestionarla a una con el conjunto de la realidad, dado
breviven a ella. Y, po. su condición salaffica, tienden ade- que él es no sólo parte del mundo, sino pregunta por el
más a superarlo. todo y caja de resonancia universal.
Así empezamos a adentrarnos, dentro de los reducidos 3) Por eso es preciso dejar constancia, desde este mo-
límites que le puede conceder este libro, en ese tema ina- mento, de una tercera diferencia de males: la que se da en-
gotable'. Antes que nada parece procedente (y más tratán- tre los que afectan a cada hombre y los que tienen lugar en
dose de un término tan polisémico como el de mal y de el resto del mundo viviente.
una realidad tan turbadora como la que designa) precisar Es cierto, hablando de los primeros, que al individuo
a qué clase de mal nos referimos. que los padece se le puede recordar la particularidad de su
mal e invitar a que reconozca que el universo no se agota
en é1, animándole a aquel grado de serenidad que consiste
1. Drvsns,ts cr.ASES DE MAr. en dejar que el ser total exista sin que se anegue en el pe-
queño vaso que cada uno es2. Pero iguahnente se puede
1) Aunque una postura «maximalista» podría conside- apelar a su universalidad y a su grandeza de alma e incitar-
rarlo en bloque y rechazarlo en todas sus fbrmas, es obli- le a que, aun cuando a él no le toque, haga libremente suya
gado reconocer que hay males «llevaderos», males que «se la pena de los demás. En tal caso el mal que anida en su co-
explican>>, que incluso «valen la pena>> (!) por el bien que razón se hará indeciblemente vasto y lacerante, y tenderá a
inmediatamente (o aun a largo plazo) procuran. Todo desaparecer la diferencia entre el mal de uno y el de todos.
aprendizaje, cualquier fbrma de crecirniento, en particular En ambos casos puede tener lugar aquella crisis de
la admisión de lo otro y los otros a la propia vida, conlle- sentido de que hablábamos y eue, si se cree en Dios, so-
van varias pero inevitables formas de quebranto. Pero en mete al mismo tiempo a juicio el poder,la bondad y aun la
tales casos éste queda compensado. Es el preci<-r de la su- existencia del Autor de esa realidad doliente. Muy en es-
pervivencia y futuro del individuo. No llegan por eso a pecial cuando el mal alcanza cierto grado de desme.sura
plantear su razón de ser y, menos aún, la de la existencia. que parece excluir toda comprensión y compensación. Es
Se consideran connaturales a ésta, al lnenos en una con- entonces sobre todo cuando, lejos de encajar en la teoría
cepciírn adulta, no narcisista, de 1o humano. de la creación, amenaza col hacerla saltar. Se va convir-
2) Más desgarradores e insoportables resultan aquellos tiendo en tópico el dicho de que hay que pensar a Dios (y
males que, a la par que duelen, «extrañan» porque no se también al hombre, habría que añadir) después de Ausch-
les descubre sentido. Para el hombre, que vive de éste tan- witz y ver qué queda del antiguo paradigma.

I Iixistc rrna retl¿rccirin algo rrrás arrr¡rlia <lc cste ca¡rítrrLr cn L. M. Arrnerrclhriz,
«,;Puetlerr coexistir L)ios y el rrral?», (irraderrros tle'l'eología l)cttsto, Ir."lf), r lis lo r¡ue, rlesirrtegratkr etilrrrtlrigicanrerte (l.a.sstn), alttrlrbrarí¿r olrtolírgica-
[Jrriversitlad tle Deusto (l]ilbao 1f)f)ti). nrcrrte (segrin I leitlcggcr) cl térrrino gcrlrlalr() (hla.sstnht:it (seruridad).
c) 19 HOMBRIi Y MUNDO A LA LI]Z I)EL CREADOR
(.DE DóNDE pRovrENE EL MAL o¡ le cRr,aclóNl 243

Esa condensación de mal, unida a veces a la dificultad


4) Más frecuente ha sido otra clasificación de los ma-
<le señalarculpables (y más en la despersonalizada maraña
les: la que los distingue enfísicosrprocedentes de la natu-
de las actuales estructuras sociales), es lo que hace que
raleza, y morales, que tienen su origen en la libertad' En
rnuchos sobrevuelen esas distinciones, y lo que se podría
sentido similar se habla de desgracia y de culpa respecti-
cargar a la cuenta del hombre, y apunten de inmediato
vamente. Son distinciones que conviene retener porque,
con el dedo a Dios. Thl vez porque en todo caso cabe pre-
aunque parezcan gravitar de manera igualmente dolorosa
guntar cómo ha hecho Él un mundo en el que pueden su-
sobre el que los padece, constituyen realidades diferentes
ceder tales cosas y en el que a la libertad humana se le
que, en el segundo caso, se podrían evitar ¡ al menos, se
otorga semejante capacidad de oprimir, herir y aniquilar.
pueden explicar señalando con el dedo al culpable, ate-
Un análisis teológico deberá ser más riguroso y volverá
,rrrarr.lo asi aquel agravante de extrañeza que empeoraba
a marcar diferencias dentro del complejo mundo del mal.
el mal. Por otro lado tampoco revierten de inmediato en
En concreto la ya señalada entre el mal moral, cuya consi-
Dios.
deración remitimos al capítulo siguiente, y elmalfísico,
5) Entre esos males que provienen de la libertad hu-
del que nos ocupamos preferentemente ahora sin olvidar
mana es también corriente y necesario establecer diferen-
ni por un momento que éste último puede y suele ser cau-
cias entre los que recaen sobre el mismo que directa o in-
sado muchas veces por el mal moral de otros y que, en
directamente los causa y aquellos otros cuyas víctimas son
cualquier caso, al ser padecido humanamente, se reviste
inocentes. Lo que estos últimos males pudieran tener de
de conciencia y libertad y desemboca en actitudes mora-
explicación, y así de alivio (intelectual), lo pagan con el
les. Por eso, y para hacernos eco de esa complejidad ¡ so-
sentimiento de injusticia que los vuelve especialmente in-
bre todo, de ese grito informe, de esa pena global del
tolerables. Entre las víctimas inocentes descuellan los in-
mundo y del reto que plantea a quienes creemos que Dios
defensos ¡ entre ellos, los niñosrr. Y aunque se pudie-ra
está al origen último de éste, es conveniente dejar desfilar
pensar que éstos padecen menos que los adultos por falta
ante los ojos la serie de nombres (¡y d" rostros!) que vie-
á. cor,cierrcia, la de estos últimos bien puede acoger en sí
nen al recuerdo cuando se habla del problema del mal:
el dolor de aquéllos en virtud de ese alma universal de la
dolor, hambre, injusticia, explotación, violencia, guerras,
que lrablábamos y que, en bien y en mal, catacteriza al
catástrofes naturales, frustración, tristeza, angustia, ten-
hombre.
dencias destructivas y autodestructivas, deterioro, enfer-
medad, v ejez, muerte...
I 'l'arrto el dii,'rlogo elrtre Ivátr y Aliosclra Karamazov en la rtovela tle Dos- Para no hacer interminable la lista y no silenciar otras
t0icwsk¡.,,.,,, .1 qtre se rla etltre el irtcreyerrte ltietrx y el religioso Petlelottx formas de mal no menos hirientesa, baste con señalar que
ct l,al)r,st,c,l. Cnnrrs, sort citas obliga<las en estc l)urrto' I'rtctlerr verse eIl el se da lo que podríamos llamar una no-id.entidad entre el
."pítul,, rlrrc a «l,ir fe en la creacitin y la cxllericrrcia rlel rnal» detlica.J.1,. Rrriz
'I'errac (Sarrtalrtlcr l9ti6), 160'
.1" l, t'"¡,, cl st'[tologírt tlr: I.o. t,rt:ar:iórt., Sal
Más recicrrte cs cl csturlio r¡rre a la l)rotesta cle Ivárr Kararnazor' )', st¡l¡re totlo,
a la tlel Dr. ll"icrrx corrsagra (i. Neuhatrs, «La tcodicca',iAbatt<lotto o ¡rulsrr 'I D. Cuypers nrenciorra el dolor de «los sin...»: «sin-trabaio, sin-techo, sin-de-
21 t:Lanutr tlc Ltt títr ra,Verbo Divirro (Estella
¡rara la fei)», en.J. B. Metz (Dir.), reclro, sin-voz, sin-papeles», «L'actualité religieuse», n."16.3 (lgg8),22.
199(i), 4f1-6u.
244 HOI\,IBRE Y MUNI]O AI,ALI]Z D!]L (]RI]ADOR iDE DONDE PROVIENE lll- MAL oP t-,t CR¡lClÓul 245

ser y la historia; que el anhelo profundo de plenitud y di- ésta se volverá contra el destino. Hacerle valerosamente
cha creaturales, filiales y fraternas, es un anhelo contraria- fiente será el aval de un humanismo trágico pero noble.
do; que la vocación real de gracia choca con una historia En cualquier caso para biólogos, psicólogos, sociólogos o
real de des-gracia. Tal contrariedad básica se echa de ver filósofos ateos o agnísticos el mal no tiene por qué revestir
en las tres dimensiones que configuran al hombre, en la el carácter de enigma con que se presenta al creyente5.
triple relación a sí mismo, a los otros y al cosmos. El «se- Cabe preguntarse sin embargo si, aun desvinculado de
ñor del mundo» está con frecuencia sometido al capricho la idea de Dios, el mal no sigue extrañando radicalmente
y amenaza de la naturaleza. El <<homo faber>> elabora una al hombre en fbrma de contradicción flagrante con lo que
técnica tan útil y admirable como despersonalizadora y siente y espera ser6. Y no vale de mucho invocar la razón
absorbente . El <<homo politicus» arrastra en su organiza- de que ello se debe a lo desbocado y sin límite de la ima-
ción fbrmas de injusticia, opresión y explotación increí- ginación y del deseo. Porque cabe seguir preguntando por
bles que no sabe con frecuencia cómo desmontar. Ni la qué son ambos así de ilimitados en la proyección del bien.
célula familiar le aísla de los conflictos sino que le expone Reducirlos a lo que «la vida da de sí» podría tal vez des-
a otros más dolorosos, y el mismo amor está amagado de montar la extrañ.eza, pero ¿es justo que el hombre pague
recltazo y desencanto. Gravita además sobre el hombre la por ese des-encanto la renuncia a la infinitud de su anhelo
culpabilidad, la pena por las oportunidades perdidas y y de sí mismo?
por el mal irreparable hecho a otros y la pre-ocupación La fe cristiana no transita por ese atajo. Es cierto que
por la muerte. precisamente la idea de creación recuerda y cultiva la
conciencia de contingencia y finitud, como dijimos y segui-
remos recordando. Pero mantiene también que ese «barro>>
2. El- MAL EN EL HoRIZoNTE DEL CRPaloR es alentado por el Espíritu de Dios, interpelado por su Pa-
labra, encarado con el Padre. Más aún, que ha sido integra-
Cuando tras esa serie de rostros se descorre el de Dios, do, por medio del Hijo, en el torrente de la vida trinitaria.
la pregunta por el mal, lejos de acallarse, se exacerba. La Aplicando al mal en general lo que el Vaticano II dice del
extrafeza,y con ella el dolor, se disparan sin límite- ¿Cómo mal moral, el creyente afirma que la revelación «da cuenta a
pueden coexistir juntos la pena de los hijos y la omnipo-
tencia del Padre?
<<Coram Deo>>, emplazado ante Dios, es como el mal re- Véase la connrnicacirin de I. Sotekr en el XVIII Firro del heclro religioso, rle-
sulta verdaderamente enigmático, inexplicable. Si no exis- dicado totlo él a «lll errigrna del mal» y recogida err «Iglesia Viva», n."'.175-
176 (1995), 1l:l-137. Figura asimisrno err M. F'raijó-J. Masía,Cri.slianismo e
te Dios, queda reducido a una serie de contratiempos o Ilu,strnción, LIPCO (Madritl I995), 215-239.
abusos más o menos dolorosos e inevitables. Son gajes de «Por Cristo y en Cristo se ilumirra el enigrn:r tlel dolrr y de la mrrertc, <1rre,
la condición humana y de su inserción en un mundo so- lirera cle su evangelio, rros a¡rlasta>>, CS 22. «Si rxr hubiera Dios...el dolor se-
metido a la férrea ley del azar y de la necesidad, con el ría mrrclro más dokrroso de lo que ya es. Sería rrna palabra riltima y absurcla
de la existencia humarra, y el hornbrc po<lría consi<lerarse realmente clesgra-
caos como ingrediente. Esta «explicación>> los hará men- ciado y víctima tle un <Icstint¡ trágico e irnpcrsonal»,.J. Morales, El, mi.sl¿¡'i.o
talmente soportables y desactivará la protesta. A 1o más dc l,n. creadón, Eurrsa (Parnplona 199,1), 2tt3.
246 HOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR
c.DE DÓNDE PROVIENE Flt, MAt, DU LA CREACIÓN? 247

una de la vocación sublime y de la profunda miseria que en relación con lo divino (cap. II). En no pocos de ellos es
los hombres experimentan» (GS 13). Nos resistimos por la materia, como lo más alejado ontológicamente del Bien,
ello a reducir el mal reduciendo al hombre y rebajando su lo que deteriora cuanto se compone de ella o cae en ella.
condición de imagen e hljo de Dios. La solución cristiana Pero más que estos intentos de compaginar la existen-
es más difícil y compleja: consiste en situar al hombre, su cia del mal con la de Dios (o los dioses), de los que habla-
mundo y el mal, tal como ellos son, <<cora?n. Deo>>7 . remos enseguida, ha llegado hasta nosotros, sin duda por-
que reverdece en cada tiempo, el argumento de Epicuro
que niega esa conciliaci6ny que es obligado recordar: «O
3. Frr-osor'Ía v nal. CoNrRe Dros v A FAVoR DE DIos
Dios quiere suprimir el mal y no puede, o puede y no
No sólo la teología cristiana procede así. También la fi- quiere, o ni puede ni quiere, o quiere y puede. Si quiere y
losofía griega y la religión oriental emplazan el mal, si no no puede es impotente, lo cual no cuadra a Dios. Si puede
en el marco de un creacionismo estricto, sí en relación y no quiere es envidioso, lo que le es igualmente ajeno. Si
con los poderes divinos que hay en el mundo, y en debate ni quiere ni puede es envidioso e impotente y por tanto
primigenio con el bien o, mejor, con el Bien con mayúscu- no es Dios. Si quiere y puede, y esto es lo único que le co-
la cuando éste o el Uno son la fórmula suprema del Sers. rresponde, ¿de dónde vienen los males y por qué Él no
No podemos hacernos aquí eco de toda la larga y variada los suprirne?»e.
serie de interpretaciones que, entre monismos y dualis- Según el autor cristiano (Lactancio) que nos ha trasmi-
mos metafísicos de diverso signo, intentan explicar el mal tido el fragmento de Epicuro, «este argumento suele per-
turbar a la mayoría de los filósofos que defienden la provi-
dencia divina y los lleva casi a conf'esar, muy a pesar suyo,
7 «Es verdad que el mal puede y debe ser estudiado err sí mismo, filosófica-
que Dios no se cuida para nada del mundo, que es lo que
mente, cara a cara, ya que es el mal del lxrmbre. Pero rto es ninguna distrac-
ante todo pretende Epicuro»r'). Él po. su parte afirma que
ción, ningún olvido ni evasión, sino todo lo contrario, mirarlo de cara a
Dios, <<coram Deo>>. Qrtizís sea solarnente errtonces, por haber llegado hasta este argumento que califica de temible (formidolosum) ca-
allí, cuando se ve mejor qué es el mal para el hombre», A. Gesché, Dios para rece de fuerza si se tiene en cuenta, cosa que no hicieron
pensarl. El l[al. EL Ho'n¿árr, Sígueme (Salamanca 1995), 20. Por eso es lógi-
Epicuro y los estoicos, que Dios al hacer al hombre a su
co, y srrgererrte a la vez, que el autor clesglose ese <<cordln Deo>> ett <<eo'ntra
Derurt>>, <lpro Deo>>, <<in Deo>>, <<ad Deum>> y <<eum Deo>>, ibíd.r 20-47 . Véase el
imagen le transmite la sabiduría y los bienes que ésta com-
cornentario de O. González de Cardedal en «Saber leer. Revista crítica de li- porta) entre ellos (además del conocimiento de Dios y la
bros», abril 1996, ti-g.
8 Este arranque filosófico no debería inducir a pensar que redactamos un capí-
tulr de filosofía de la religión o que preterrdemos primariamente validar ante
el f'orcr de larazón la respuesta teórico-práctica de la f'e cristiana al problema
" <<l)r:rts,i.nqnit (Epi.urrtr,.s), a,u,t tntl,l l,ol,l¿tt: nttlu rt'nonfotcst o.ttt potest rt n.on.
zu.l,l, au,! n.cqu.e tu.l,t n«¡uc ltott:st, aut ct znt.l.t et Pok:sl.. lji unlt d non [ott:.st,
del mal. Ése se.ía, si lo hemos entendido bien, el intento deJ. A. Estrada en
im.b¿ci.llus rst, quoi i.n. Dt:nn¿ no'n «dil; si ltotc.sf. t:t run ztult, ínztidu,s, quod
La inrposible tcotlicea, Trotta (Madrid 1997). Nosotros partimos de la fe y se-
a.eqru: al.ir:nnru cst a Dco; si n.eqne uu,l,l ncqu.c ltottst, tt i.ntiiu.s rt itn.lteríllus
guirernos arguyendo desde ella. Otra cosa es que lo hagamos escuchando an-
tt.sf ii¿:otlttc nrr Dtn.s; .sí et ct ltol.est, qu.ol solurn Dro t:onztt:rtit, u'ndt trgo
uu.l,Í,
tes lo que larazól ha dicho al respecto y en diálogo con ella. Sólo así la res-
su.nt n¿o.l¿t a.tLt t:tLr i.l[,c rutn. tol.lit?», Lactarrtius, Dt i.ra D¿i l.t]1, SC, n. 2álf),
puesta cristiarra no sonará a precipitada ni ajena a la irrquietud humana en
Ccrf (Paris I 9t32), I 58- l 59.
asunt() tan urtiversal. tt' Ibíd.,¡rarr. 22.
248 HOMI]RIi Y MIINDO A LA I,UZ DEL (]READOR ,iDE DONDE rRCIVIENE t t, MAL Dri LA CRFIACIa)N? 249

inmortalidad que de él deriva) la distinción teórica y prác- rnal. Ahí, en ese final, sin salidas de emergencia, se sitúa el
tica entre el bien y el mal. Aquella sabiduría, como bien cristianismo. Lo que sucede es que esa última pregunta
mayor, supone la existencia del mal y tiende a su supera- puede concluir en la negación de Dios, y así cerrarse como
ción11. cuestión, como quería Epicuro y repite el ateísmo, o seguir
A pesar de la seguridad de Lactancio no parece que su abierta, dirigida a ese mismo Dios en quien se cree. En
argumentación haya desvirtuado la de Epicuro que va des- efecto, la lógica conclusiva d.e la razón p,r.d. ser interrum-
montando una tras otra todas las posibilidades de concer- ¡rida por el grito del que cree en Dios a pesar del mal. No
tar la realidad de Dios con la del mal y pretende persuadir es que el cristiano deje de pensar, pero lo hace a partir de
a los humanos de que de un Dios (o dioses) así no tendría
ese grito dirigido a Dios. Y eso, pensarlo desde Dios, es
tampoco el hombre por qué preocuparse en demasía. pensarlo hasta el final, tanto a él como a Dios mismora.
Llama sin embargo la atención que, al cabo de muchos Es verdad que para que se abra esa encrucijada decisiva
siglos, algunos retomen una de esas fases del raciocinio en el problema del mal, es menester que esa fe no consista
en una relación a Dios rutinaria o puramente racional y vi-
que parecían inviables a Epicuro y sugieran la verosimili-
tud de un Dios a quien en virtud de toda la herenciajudeo- vencialmente nula o débil. En tal caso ese problema se
planteará en términos de requisitoria de la razón a Dios. Si,
cristiana siguen considerando como Amor, pero a quien el
ingente dolor de la historia reciente obligaría, después de por el contrario, Éste está vital y positivamen te afianzaclo
en el alma, la protesta se invertirá en apuesta por Dios con-
Auschwitz, a pensar como impotenter2. En esta impotencia
tra el mal. Dos actitudes tan diferentes como pueden serlo,
consistiría su hínosis, más r-¡ menos radical y libre'n.
aun tratándose de hermanos, Iván y Alioscha Karamazov.
Volveremos más tarde sobre esta idea, pero advirtamos
Lo que en el fbndo se dirime es cuál de las dos experien-
desde ahora que existe el peligro de que esa solución aca-
cias se somete a la otra: la de Dios al mal o viceyersa.
be con el problema del mal acabando con la integridad de
Para afrontar honestamente el mal desde la fe en Dios
Dios, como otras lo hacían con la del hombre. Por eso es
es preciso acoger el eco dela increencia.Para no pocos, en
pref'erible reconocer al texto pagano su contundencia, ce-
efecto, el <<corant Deo>> se ha traducido en <<contra Deum>>.
garse con él esa escapatoria y seguirlo hasta el final donde
quedan enfrentados sin remisión ni concesiones Dios y el El mal acaba siendo el gran argumento contra Dios (GS
19), la «roca del ateísmo>>r5. Conclusión que) por fiecuen-
te, no deja de ser un tanto singular ya que al tiempo que
llrr cl parr. 1.5 lra llcgatLr a tlecir rlttc «si rrrt lray Inal algtttttt... tlttcrIará sirr niega desde el mal a Dios indica que se le daba por exis-
lrateria la sal¡itl uría» (tol.l rtu r o¡n n i.¡ tn t f r r i a. sa f it n i.a t:).
t. tente. Más que negarlo se le reprocha que no exista para
I [..f <rnas, Dt:r Ootl.r:shtgrifl'nar,h. A¡tsrhnitz. Eiru, .iiidi.stht: Jli¿¿z¿¿" Srrlrr-
kanrp (Frarrkfirrt IflltT). Sin sacar csa rttisrrta conclttsitírt, ¡rero sí tlrttlatltlrr
tlc qrrc lrrreda consirlcra se teologíir [a tltre lrablc rlc I)ios silt el,rcar cs:r tlt- r{ Es la i<lca d.rni.arte del libr. de A. (}csclré citarlo e, la n.ta 7 y de la serie
tást«rle y corrsiderárrtlosc a sí nrisrtto colrlo l)ertelrecicrltc a rttta ¡¡ertcracititt
qtre inarrgura, cf. el ¡lrírlogo.
«rles¡rués tlc kr tle Auschwitz»,.1. 13. Metz, «tIIr Irablar <lc Dios, serrsiblc a la t5 Fórmula de G. I3uchner citada
tcotlicea>>, cn Cluntot l.t: l.a. li.¿rttt. (cf. rrota 3),7-28. y comerrtarla ¡ror.f. Moltnrattt,,Iiirridutl
(hnrcrrta y critica csa tcsis de.fonas.f. l'..fossua, «¡lte¡rettsar a I)ios tleslluós 1 Rci'no dc Dios, Sí¡4ueme (Salarnanca lg83),63ss. Ver cl an:ílisis de G.
Nerrhaus, «La teotlicea...». 37 -48.
rle Auschu-itzi'»" crr «llazrirr v I,'c»,2211 (199(i), (i5-73.
250 HOMI]R¡], Y MTINDO A LA LLIZ DEI, (]READOR
dDE DÓNDE PROVIENE EL MAL DI,] LA CREACION? 25I

que pueda ayudarnos. Se ha dicho que se trata de una rluce a pensar en una razón universal que regula y con-
cree'ncia dece'pcionadat" qlue en el fond-o niega no tanto a cierta el mundo, en un Dios que ,, prorid.r.iu ."_
Dios, cuanto una idea que se tenía cle É1. Se podría inclu- conduce al bien los lados negativos"or,
del ser.
so argüir que se está presuponiendo aquello mismo que se
niega. Pero es mejor, envez de cebarse en esta posible in-
- Esta apelación a la existencia y transparencia del bien
ha de acompañar: por ingenua y clescomprornetida que
coherencia, prestar oídos a ese ateísmo porque, aparte po- parezca, toda reflexión sobre el mal, so pena de que ésta
sibles intereses en liberarse de Dios (que en principio y se convierta a su vez en ideología. Entre los teóricos del
corno veremos en el capítulo siguiente no hay que excluir bien destacan los diversos géneros de «optirnistas» que
y tal vez figuraban en el «epicureísmo» inicial), obedece afirman, y no sólo ni necesariamente al umpa.o d. coyr.r_
en buena medida a la toma de conciencia de la intensidad turas psicológicas favorables, que el bien es originaria-
y universalidad clel dolor clel mundo. Y no hay ilógica, ni mente más fuerte que el mal o, en todo caso, llevi las cle
siquiera lógica, que valga para descalificar esa pena. Ese ganar. Los más importantes e influyentes sistemas filosófr_
desengaño y aun ese ateísmo suponen por un lado una cos serían de este parecer.
alta idea de Dio.s, a la que con pesar (o quizás con alivio) Platón, fundador con Aristóteles cle la metafísica occi_
se renuncia: ¡ por otro, una proximitlad insobornable aL dental, piensa que sólo el mundo perfecto e invariable de
que padece el mal. Es una buena situación para acercarse las ideas, presidido e iluminado a su vez por la supericlea
también intelectualmente al problema y es equiparable, y superesencia del Bien, es el verdaderamente real. El mal
menos en esa exclusión de Dios, a la que adopta el creyen- queda así emparentado con lo transitorio y últimamente
te. Ella le obliga en todo caso a reconsiclerat en qué Dios inconsistente. De é1, lo mismo que de la materia en que
cree. toma cuerpo, podrá liberarse el alma para conseguir aque_
No es que la increencia sea la única salida filosófica al lla pura contemplación (theoria) cle las .re,lciur-pe.fe.tur,
problema. Porque tampoco la del mal es la única expe- invariables-
iierr.ia radical humana. Tanto o más lo es la del bientT' Aristdteles no participa del dualismo residual de su
Por eso, y ya desde los presocráticos, se estima que el bien maestro. También ¡rara él la rnateria es la raíz del mal,
existente, en particular el orden admirable del cosmos, in- pero no por sí rnisma, ya que es matriz de la florma y parti_
cipa de la bondad cle ésta, sino por la priuación je otras
formas de las que sería capaz y a las q.re tiencle. Sólo así
I(j A. Oesché, Dios para pensar...,20-23.
es causa, aunque indirecta y accidental, del malr8.
r7 Arrnt¡ue se etrnlarca ert rrrt elr q¡e
lrlatrtear¡ierltg me¡gs filosrilico q¡e aquél
«le monre¡tg rros n)¡venlos) y ell ¡Ita cosrtrolo¡gía <liferelte a la tle los llensii-
El ¿stoicism¿ entiende asimismo que Ia uniclad y el bien
tlores qrre ensegui<la vallos a evocar, sca perrnitido aducir lo que escribe un resumen el uniyerso. Pero no es tanto la contemplición de
autor r;o(lerru): «Sc ¡abla del problenra rlel mal. Qrrizás se rlebcría, 1r.r l. las ideas cuanto el esfuerzo de la voluntacl lo que realiza
me¡xrs al principio, hablar del problenra t¡ nristerio del bien. Porque es un
nrilagro que ert esta ntittúscul¿r cortcetltraci<itr de rlrateria, <lerrtro del espa-
cio, haya surgido y se clesarrolle tal plenitud dc vida, belleza, es¡ríritu, corro-
cinricrtt<t, Iirrrtasía ,v tuerzirs creatloras, bon¿latl y antrrr», J' B' Ilygerr, «Das '* vóarc cl arrálisis <1rrc <le esas tc.rías rre pratrírr y Aristritcrcs rracc A. D. serti-
Biise>>, etr'fRE VII I 981,1 1. llangcs,El. ltnúlctna.drl,nutl (his/oria),EpliliA (Matlrirl l96l), ll7ss, l2ftss.
252 HOMIJRE Y MTINDO ALALIIZ DEL CREADOR ..Du oóNDu pRovIEN¡t EL MAL u¡: la cRlitcttiN'r, 253

esa síntesis. Es la virtud la que trae consigo la serenidad firmaba la presunción filosófica de una bondad primigenia
(ataraxia) y la felicidad. Pero éstas sólo se logran cuando a salvo de cualquier avatar histórico.
la mente humana, chispa de la razón que anima y ordena A eso se añade el dato complementario, pero altamente
el mundo, se identif,rca con ésta. Hay w <<pater panton>> significativo, de que en ese mismo relato genesíaco el mal
que con su providencía (pronoia) cuida de todo, aunque no encuentra lugar ni tiene estatuto propio; no forma par-
aquella alma universal, planificadora del mundo, está tam- te de las estructuras originales que resultan del <<bara>>
bién sometida al destino. creador. Aparecerá luego, pero como por sorpresa, sin
Heredero, entre otras, de esas dos grandes corrientes, que se le haya asignado origen2a. ¿O estará presente ya en
el neopl.atonismo hace del Uno el principio de todo' De el caos (tohuwaboju) que configura la tierra naciente (Gn
É1, o po. caída del alma cósmica o por una serie de ema- 1,2)? Ese caos parece en todo caso ser propiedad de ésta,
naciones escalonadas, surge, como lo último en ser y lo no de Dios, ni menos aún designar otro poder divino ene-
más alejado del Uno, el mundo de lo transitorio. Con este migo. En ninguna de estas hipótesis planta cara a Dios,
pensar aflora la idea, que tendrá gran futuro, de que el mal pone a prueba su poder o le marca límites. Es un desafío
es sólo carencia de bien y de serre. Es una de las persuasio- que el Creador se lanza a sí mismo.
nes que el neoplatonismo trasvasará a la teología cristiana El hecho de que Isaías25, algunos salmos exílicos26 y el
..,urráo, a través de pensadores de la talla de Orígenes20, libro de Job27 retomen el tema del dragón primordial no
Agustín2r y Gregorio de Nisa22, se incorpore a ella' viene a contradecir el dominio de Dios que refleja Gn 1,
sino a dramatizarlo, en consonancia con la misma situa-
ción agónica que vivía el pueblo o el individuo y de la que
4- Lt Brgt-t,t Y EL oRIGEN DEL MAL El les va salvando. Es muy posible por otro lado que esos
rasgos mitológicos sean los restos de aquel proceso por el
La entrada del neoplatonismo en la fe significa ante que la figura de Jahvé acabó por integrar, purificándola, la
todo su encuentro con la idea bíblica de creación. Si ésta de otros dioses (El, Baal) y sus formas de crear (cap. I).
suponía una convulsión de las ideas helénicas de Dios y Pero tampoco en esos pasajes queda lugar para un poder
de su relación con el mundo, comportaba por otro lado la que limite el deJahvé Creador. La fórmula <<creatio ex nihi-
solemne y reiterada afirmación de que, a los ojos del Crea- lo» representa la traducción en lenguaje filosófico, de la
dor, «todo es bueno y aún muy bueno>>2't, con la que con- negación bíblica de otros poderes creadores.
Es cierto que la protología bíblica no concluye en el
capítulo I del Génesis. En los siguientes el mal tiene mu-
r1) Plotino, Eníalts 8,1,2; l),2,5. Ilrra visirin gkrbal dcl Problerrra <lel r»al err la cho peso y lugar. Pero no es ya Dios sino el hombre el que
Iilosofía griega yltc<le verse en.f ' A. Estra<la, La im'fosiltlt"',91-109'
[)c I'rint i pi ís, I1,9,2 (GC]S'V,t 66).
«lirr talrt6 qrre (las c¡sas) s0tt, ell tarlto s¡n |ttettas' l'ttcg¡, cttalest¡ttiera tlttc
:r Cl. A. (lesclré, I)ios paru
ellas seatt, sotr llttettas, Y el nral, cttytl origerl bttscaba, Iltl e" sttstatteir. l)r'r(ltle) frusar...,5l-53.
ll¡
si firer¿rsttstarrcia,seríattttbren»,ConfitsiorLcs7,\2,18 (OSAIl,r1955,345)' :t0,7;51,f)-10.
l(,
Oraf io (l«.t«:heli,r:u na.gn.a,6-7 (P(l '+5,26-31). 71,12ssi 77. I 2ss; 89,(iss.
(ln I ,I0.1 2.18.21 .25.:il . ¿)
3,E;7,12 40.25...
2s4 HOMBRE Y MUNDO AI,ALI]Z DI]L CREADOR ¡DE D(iNDE pttovllrNE I,L MAL DE l,A CREACIóN? 2Ss

t,nfermedad y la muerte) son consecuencia del pecado,


lo introduce y propaga hasta el punto de poner en peligro
r:omo yimos en el capítulo anterior.
Allí se señalarán algu-
la misma creación (diluvio). Aun en tal caso el mal no
rros límites teológicos a esa explicación del mal.
plantea a Dios problemas de competencia. Al contrario, le
muestra capaz de re-crear.
Existe, es cierto, en la Escritura otra línea de pensa-
rniento que atribuye a Dios mismo la causa del mai,,o o el
Con esto el mal no queda en absoluto minimizado.
Mucho menos aún si se tiene en cuenta la frgura enigmáti-
lrecho
{: q". yengan, sobre el pecador como castigo:il o
sobre el bueno como prueba y purificacióni2, catásírofes
ca de la serpiente que hace su aparición ya en el Génesis
físicas o históricas. Aunque fundamentalmente centrada en
como ser enemigo de Dios e instigador al mal. Pero tam-
cl ámbito moral, la pregunta por el mal no cesa de apuntar
bién ella es creatura de Dios (3,1)'* y está condenada a ser
últimamente a Dios, aun sin tener en cuenta la que ya fo.-
vencida por el hombre (3,15). Es cierto que eso anuncia
rnulamos antes: ¿por qué creó Dios un mundo con ese
una lucha de por vida y a muerte entre los dos. Y así ella
rnargen de libertadP
reaparecerá como «el Adversario>>, y con este nombre (Sa-
tán) personalizará y condensará ala vez la enorme poten-
cia del mal en la historia y la oposición al Reino de Dios
que anuncia y trae Jesús. Así también: / en clara corres- 5. Flr,osor'Ía cRlstrauA y pRoBLEMA DEL MAL
pondencia con este pasaje del Génesis, esa serpiente anti-
Esa doble herencia helénica y bíblica ya a dar lugar a
gua figurará en el relato final de la historia (Ap 12,9) y
será definitivamente vencida (20.2.10).
una filosofía cristiana con la que grandes pensadores=cre-
Al mismo tiempo que la fe niega que sea equiparable al yentes van a hacer frente durante siglos al problema del
de Dios, reconoce el enorme poder del mal. Sin embargo,
mal y a las tendencias dualistas y fatalistas, alimentadas
tanto en el caso del hombre como en el de Satán, el mal por las religiones orientales. Tendencias que lastran aque-
estáya básicamente emplazado en un ámbito nueYo, no llos mismos sistemas filosóficos <<optimistas», antes men-
cosmológico, sino personal, el marco de la libertad crea- c,ionados, y que reaparecen en los mayores antagonistas
da. Esta es otra de las modif,rcaciones fundamentales que de la primera teología cristiana: el gnosticis-o y .l mani-
sufre el problema cuando se sitúa no simplemente <<clram queísmo. Ello la impulsa a ponderar el bien y a privar de
Deo>>, sino ante el Dios bíblico, el de la interpelación y la
respaldos ontológicos al mal.
Alianza. Para la Biblia el mal que contradice la voluntad Orígenes, que contra los Marcionitas defiende la bon-
de Dios es, ante todo, el mal moral, el pecado. De ahí tam- dad del Creador, abre paso a la idea de que Éste no crea el
bién la tendencia a su personalización en el maligno2!'.
De ahí asimismo la propensión de la Biblia, que pasará 3\t Is 45,71Lanr 3,.3ii; Am li,6; Prov 16,4... Véasc el trabaio de.f..Iiebolle, «La
luego a la teología, a considerar que todos los males físi- otra te.dicea bíl¡lica: lll r.al qrre ¡rr.cecle de Dios», e, «El enigrna clel mal»
(cl. n.ta 5), 139-149, t¡uien rlescrrbre por toclo el Antigu. Testament. tra-
cos (condensados por Gn 3,16-19 en el dolor, la pena, la zas del debate, de algún urodo inacalado, del rnonoteísmo.jrrdío corr
el¡rro_
blenra clel mal.
I'
Jr 6,9; l0,l 0; 16,10.
21'
u Sal ti6,10;.fr 25,11\ 26.13...
Mt 6,lll;.frr 17,15 y lnsstn.
256 IIOMITRE Y MI'NI)O A I,A LLIZ DEI, CREADOR
iDI.r Da)NDE PROVIENE r.r,t, T,IAL DE LA CREACTÓN? 257

mal, pero tampoco 1o impide. Con el fin de poner a prue- Su doctrina ulterior consistirá en afirmar que el mal es
ba al hombre y dar margen a Su propia paciencia c<¡n los sólo decadencia, corrupción de una realidad buenaiT y, por
pecadores en orden a la conversión de éstos, Dios permite ello,privación de bie.n3\. Sólo puede tener cabida en éste y
que en su creación haya «poderes malignos y contrarios» testimonia a la contra ese bien que le subyace. El auténtico
a ella'r:'. mal es el moral; el físico, en cuanto pena por el pecado, es
Este razonamiento prenderá en el pensarniento y espi- bueno y justo; a los inocentes les sirve de purificación o tes-
ritualidad cristianas y, aunque difícilmente resiste a la ob- timonia su unidad de destino con los pecadores por causa
jección de que si lo permite pudiendo impedirlo, Dios no del pecado original']!'. Los males de la naturaleza no humana
queda exculpado, el recurso a esa permisión divina sigue encuentran su explicaciórr en Ia limitación de las creaturas
siendo inevitable de una u otra manera si se mantiene el inl'eriores, cada una de las cuales sirve escalonadarnente a la
poder creador de Dios. estructura global y a la armonía del conjunto, hecha de con-
Grcgorio de Nisa traslada el problema al hombre. Dios trastesat). A la cuestión límite de por qué Dios perrnite el pe-
lo crea aun a sabiendas de que hará el mal'ra. Aparece así cado, responde Agustín aludiendo a la dignidad de la liber-
uno de los argumentos más repetidos luego. Utra lectura tady a la capacidad de Dios de sacar de los males bienesal.
tendencialmente personal de la realidad, como la que es- En medio de estas consideraciones metafísicas no falta
tamos intentando, ha de concetrtrarlo asimismo ahí. Obli- una ref'erencia al misterio cristológico cuando afirma que
ga también a hacerlo el creciente poder que el hombre va Dios permitió que Satán tentara a Adán, aun a sabiendas
adquiriendo sobre el mundo y las grandes victorias que de la caída cle éste, con el fin de que el hombre, ayudado
sobre el mal físico está en condiciones de obtener. por su descendiente (Cristo) obtuviera un triunfo más
Agustín, convertido clel maniqueísmo al platonismo y de glorioso sobre aquéI12. Con ello la temática del mal y de la
aquél y éste a la fe cristiana, vivió apasionadamente el pro-
blerna y apuntó salidas que marcaron el pensamiento occi-
r7 «El nral no es ()tra cosir que la corrrrpción del rnodo, <le la belleza y <lel or-
dental. Se han hecho clásicas su perplejidad inicial («bus-
rlcrr rratrrales>>. Dt: la nufuralct tld l¡it n 1 (OSA III, rt 9(i3, 77(i).
caba el origen del mal y no hallaba su solución»)n5, sus rs n.AI¿¡r¿ t.r/ rrgt n«l.utn ni.si prit'ttio honi». Ríltlit:a al u¿h'crsario d¡: la lq "¡ t.o.s
tormentos y gemidos, sus interminables preguntas que pa- |trofctas,I,7 (OSA XXXVIII, 1990,61{5-6ti6). l)c e sta caracterizacirirt del mal
recen prolongar sin fin la última que formulaba Epicuro, rro llal¡ría r¡ue colrcluir r¡ue es banal r¡ ilto{ensiv,,. Véase, por el cotttralio, lo
rlrre dice <[c los innumcrables y ¡renosos rrralcs <lue abrurnan l¿ existcrl:ia hrr-
pero que se plantean en diálogo con Dios y desde una fe
rrrarra, /.a (liufud lt: Dior, XXII.22-2.3 (OSA XVII,'1965r,745-752\.
cristológica y eclesial en la que, aun siendo entonces él sólo r" La Cíttlud, dt Dios, XXll,22 (il,í¿.,715-752).
catecúmeno, su «ánimo se iba embebiendo más y más»'r6. t" Oonf¿síoncsVII,13,19(OSAll,rl955,.345-34(i);Dcl.anaturalczudt:LbirrL,
ti,l6 (()sA rlll, 77(i, 7ti4).
tt La Cinlad dr: I)ios, XXll,l (r¿ríd.. til)l-fif,t2); En.chirítLion. I I (Pt, 1(),236).
I'ara urra visiírn del ¡rerrsamiertto global tle Agrrstín solrre el mal. cf. A. D.
'i\ Dr PrittriPiis. lll,2,7 (GCS,V,255). Sertillarrges, El ltrohlrn«....2,51-25lt;.). A. l)stratla. ln |n.posibl,r..."1l1-
il Orati.o Culecht'ti.cu rnagna 8,3 (PG 45,37 BC). 125. Asimisrno Ia bibliogralía r¡ue sobre el terua aporta F-. Moriones, ÉJzr'ftj-
i5 <<Quatrrbnnt,¡tnlenutlxnt.ctnonrratrxitrts>>,Confcsiottcs VII,7,l1(OSAII, I
r í tl iu.'[.h ni, B AC, (M a d rirl 1 96 I ), I 69.
tn lo gi. r urn. S a n ú i Au.gu.s l. í
'jt955.335).
': Lu (liud«i d,t Dios,XlY.27 (ihíi., 115). La trarhrcción castellarra del «al¡
rb lbí¿.. Vll,5,7 (íbíL.,329; retoco la tratlucciírn). I

¿itt.s sttn.i'n,e adiul.o>> no parece strficiente . I

ii
,l
258 HoMBRF] Y MT]NDO A I,A LIIZ DEL CREADOR ..oR oóN»u, pRovrENE EL MAL rB l-,r cR¡;nc¡óNl 259

providencia inician un giro significativo, aunque insatis- sirnplicidad divina,lleva consigo que Dios permita la con-
factorio, como luego diremosa'3. rlcnación de unos, en quienes se manifiesta su poder, y la
Tomás de Aquino seguirá, con otros grandes escolás- salvación de otros, en quienes brilla su misericordialo. Ex-
ticos, la estela de Agustín enriqueciéndola con la ontolo- cesivo precio para una teoría. Esa metafísica de la bondad
gía aristotélica y aliviando con la ponderación de las <<cau- rle Dios no se ha empapado sufrcientemente de revelación
sas segundas» el peso de la responsabilidad divina sobre t ristiana.
el malaa. Uno de sus argumentos, dirigido a no creyentes, Este reproche puede hacerse extensivo a otros nombres
señalará un hito en la historia del problema que nos ocu- ilustres que hemos rnencionado. Han destacado el carácter
pa. «Si hay mal es que existe Dios». Es la inversión radical ¡rersonal del Creador, pero lo han pensado preferentemen-
del razonamiento de Epicuro y desconcierta a todo ateís- te como Sumo Bien y Suma Verdad. Esto, imprescindible
mo que se afirma sobre la existencia del mal. Lo explica crrtonces y siempre, obnubilaba la libertad del Creador y
así: «Pues no se daría el mal si no existiese un orden del su designio concreto sobre la creación, con lo que tam-
bien, en cuya privación consiste el mal. Y tal orden del lrién se oscurecía el carácter abierto y en devenir de ésta.
bien no existiría a su vez si no existiese Dios»a5. Aquí el El marco de una metafísica y de una estética de la crea-
<<contra Deum>> se convierte en <<pro Deo>>. Alguien dirá ción no se abren suficientemente a una perspectiva salvífi-
que seguimos en el neoplatonismo, que concibe el mal ca o a una <<estética teológica», que diría von BalthasaraT.
como privación de bien, pero aquí se trata sobre todo del Por eso hemos hablado deunafilosofía cristianaas.
contraste entre el mal y el bien. A través de él y de su es-
cándalo, Dios mismo se hace presente en el fondo del mal
y de su experiencia y dolor. Estamos aún lejos de referen- 6. Er MAL EN LA t'tlosoFí¡. pclscrusrm¡¡a
cias cristológicas y de lo que hoy nos dice esta expresión
Es difícil decir cuándo, en el Occidente, una filosofía ya
(«Dios se hace presente en el mal»), pero en todo caso el
no es cristiana. Nos referimos, en cualquier caso a aquélla
bien, y Dios en é1, son el ámbito y la condición de posibi-
lidad de la captación del mal y de su dolor.
Por otro lado ese neoplatonismo cristianizado delata r" J.'/[. Lr1.2]1.a.5 arl ll.
en el mismo Tomás de Aquino sus límites y aun su horror. '' (]ui"r, ¡rone lrruclro érrfasis en la tlistincirin entrc llna «teología estética» y
urra <<estética teolírgica», portluc clla rlccide si es la estética err gerreral, o l:r
La visión armónica del mundo, en el que el mal cumple la tlrre Dios ostenta al rcvclarsc, el patrrlrr <le una teokrgía que se articrrla bajo
función de contraste y realce del bien y en el que, dada la la categoría rlc Ia bcllcza, t¡rrc cs la qtre él tles¡rliega ell sll nrornlnlerrtal obra
multiplicidad inherente a la creaturidad, sólo una globali- ()l,orio qne l)()r eso lleva conro subtítukr «tJlra estética tcoligica». Ct'. Ck¡-
ria, I-VII, I,lncuentnr (Marlritl I 9¡J5-l g|g).
dad (completio uniuersi) puede reflejar en lo creado la r" Sirr rregar ¡xrr ello cn morlo al¡¡rrrro r¡rre sus aut()res sean tarnbién grarrrles
terilogos, crninultcs cn el rec¡rrisito de lrn,sttt' rlesrle la fe (f iit:s t¡ttat:rtns in-
trllu:tu.nt) o rlesrlc una razrín ilr¡rlinatla por ella (ntti.o lil.t: i.l,l.u.strofa),y ca-
{rr Y conro lamenta W. Pannerrberg, Tbologíu Sistenática. II, UPCO (Madrid paccs <lc hacer Írente cr¡r éxito al ¡ranteísrno y tlrralisrno rnctafísicos. Otra
199tj), 181-1u2. Véase todo el cap. «F'e err la cre¿rcir'rn y teotlicea», l7l¡-187. cos¿r es si su itlea tle creacitirr estí arlecrrarlamerrtc abicrta ¡rrlr rlerrtro al ¡rro-
11 Cf. S.c.G. lIl,77. yecto cristolírgico y escatokigico r¡re seirorea <le heclrr¡ la accirirr creadora
15 lbíd., ill,71. tle Dios. Il"enritilrros a lo rliclro crr cl ca1l. II.
260 HOMBRIi Y MI-INDO A LA LUZ DEL CREADoR d.DE D(iNDE PROVIT,TNE Er, r\,rAL DE LA CREACI(iN]' 26I

que, a dif'erencia de la anterior, se ha emancipado de la tu- l,,s inmediatas a Dios del problema del mal y sitúa éste en la
tela de la fe y retorna a un planteamiento del mal puramen- r¡¡isrna realidad creada y hace de ésta el objeto de análisis.
te filosófico, aunque con reminiscencias cristianas. Es lo l',rrtre nosotros Torres Queiruga ha hecho suya esta teoríay
que sucede con la Ilustración. Se abre así un nuevo capítu- l,r Ira llevado a cabo con infatigable insistencia. No cabe
lo muy a tener en cuenta. En la Escritura el mal no cuestio- l)('nsar que Dios pudiera haber hecho otro mundo que éste
na a óios ni el creyente tiene que justificar a Éste're. Es ,lcl r¡ue forrnamos parte. Pudo síno haber creado. Ése es el
Dios quien.justifica al hombre. Cuando la fb se debilita tie- nrirrgen de su libertad. Pero si crea no puede hacer un mun-
ne lugar un auténtico proceso contra Dios- Se le sienta en ,1. sin mal, como tampoco un círculo cuadradosl.
el banquillo, en concreto por el terremoto de Lisboa, y al- N<¡ resulta fácilmente asimilable ni filosófica ni científi-
gunos se creen llamados a «justificar a Dios» (teodicea). lrrnrente esta teoría que chirría también teológicamente,
Leibniz, autor del término, intenta esa justificación ex- ,urrr reconociendo que la omnipotencia de Dios no es abs-
plicando el mal a partir de la limitación ontológica de la lr tcta y da en sí margen a la finitud de la creación (cap. XI).
realidad creada. Emplazado de nuevo en la zona más alta Sc le ha respondido que la equiparación al círculo cuadra-
del mundo, es decir la humana, el argumento cobra verosi- rlo no es correcta52, gue la contingencia, característica de
militud. En efecto, en el hombre la tendencia al bien convi- lir finitud, es precisamente la que permite concebir otros
ye con la in-estabilidad y de-cadencia morales. La finitud rnundos posibles, y gue, de hecho, habrá un mundo fini-
pasa así a ser una tercera fbrma de mal, el «mal metafísico>>. lo, el escatológico, en el que no se dé el mal5n. No es que
bio. qr"du cle este moclo a salvo de toda acusación. Él 'ltrrres
Queiruga quede sin palabra ante esta dificultad,
sólo puede hacer lo que no es en sí mismo contradictorio, irunque la considere «fbrmidable>>5r, pero subsiste el resa-
como sería una creación perfecta (divina). Más aún, sólo l¡io de un racionalismo excesivo. Aparte las razones ique-
puede hacer lo mejor y de hecho este mundo sería el mejor rla lugar en esta teoría para el clamor a Dios por el mal,
de los posibles. Con ello pone Leibniz coto por un lado al ¡rara el diálogo .or. Él «desde lo hondo»P Además hay que
nominalismo, que desligando voluntad y conocimiento di- admitir que este mundo pudo realmente ser diferente en
vinos reconoce a Dios la capacidad de lo contradictorio, y cuanto que Dios pudo no vincularlo, aunque lo hizo, a un
por otro a una voluntad divina abstracta, in-definida5o.
Pero además, y esto señala para algunos el gran paso
adelante, y la verdadera ilustración en este punto, desliga a «El nral incvitablc», err «til errigrna del mal» (cf. rrota 5), ll7-6f). Err la nota,l
rle csc trabaio crlrnera el elcnco rle strs aportaciones arrteriores al terna.
,tl (ll-.f.Mrrguerza, «l,a ¡rrofcsirilr tle fc <lcl irrcrcyerrte. Urr esbozo tle (anti)
el «t)l errigma rlel nral» (cf. rrota 5). 21, rluicn tlistingrre eltre la
teorlicea>>,
11'
«Cbnro el.fob <le la últinla lrora, el creyetrtc cree y anla a Dios sin rrecesi<la<l clara contradir:torierlad lrigica tle ull caso y la irn¡rrobabilitlatl fáctica tlel
tle exlllicarse las cartsas y cl origcrr rlel rrral y t[c sus <lcsgracias. Iil creycrrtc otr()-
lo es <<a ¡resar tlel nral» y «a canrbio tlc rratla»,.f.'Iiel¡olle (cf. nota 30), l4tt' Ii,. Sclrillel¡eeckx, Cristo y lo.s r:ri.slíanos, Oristiarrrlarl (Marlri<l 19|i2), 7l 1,

Accrca rlel «sigrrificarlo relativarrretrte nrargirral» tle la tcotlicea si sc ace¡rta la 8t8.


fe cristiarra, segúrr afirrrraría W. I'artrteltberg, véase el «rttrelttarit¡ irl rcs¡rectrl Atlenrás <le la cita tle rxrta 50, c|. Cn:o ¡:n Dio.y llttln: (Sal'lcrrac l9¡16), 145-
<le M. l'raijti, «lll errignra tltl lral» (cl. rrota,5). ltl-tt8- I4f); «!l,t nral irrevitable» (cf. rrota 50), 5f)ss; «Mal y omni¡rotencia: tlel flrrtasrna
"' (lf. W. Partrtcttbcrg, '[i:ologírt... II, ]lJ'1-l ¡t6. abstracto al corrr¡rrorniso rlc anror», elr «lLazrirr y Ft».211(i (1997),:t99-421.
262 tIoMBRE Y MTINDO ALALUZ DF]I., T]RI'ADOR
(rDlr r)ÓND¡r pRovtENE EL t,tAL DE LA CREACIÓN? 263

proyecto de encarnación, lo cual lo altera hondamente en (lué el mundo es como es) y no simplemente caótico, que
su ser y en la vivencia del bien y del mal. , s lo que pasmaba a Einstein5o. iEr que porque llegáse-
Otra visión del mal como inherente no ya al mundo nros a descubrir la ley cósmica que lo regula todo (preten-
sino a Dios mismo o, si se prefiere, a un mundo que es el sirin no poco utópica, según los mismos científrcos) sería
destino de Dios, es la de Hegel. De este modo el mal y la ,'lla capaz de producir el mundo, o no hace sino explicar
misma muerte están en Dios. Por ellas ha de pasar el Ab- .l que existe?57.
soluto para, en lo radicalmente distinto de sí, llegar a sí Una vez más lo que parecía una solución no hace sino
mismo. Se preguntan no pocos conraz6n si, a pesar de su :rlrrir una nueya y más compleja pregunta al Creador. A no
sustrato cristiano, esta divinización del mal no es en reali- ser, como en otros intentos, que se recorte la realidad de
dad su depotenciación total al quedar últimamente absor- liste y se vea .t Él rólo el nombre mayúsculo de la reali-
bido, nimbado, y no permanecer como alteridad resisten- rlad o quede sometido al destino que decían los antiguos
te y pregunta incesantel5. ,, al segundo principio de la termodinámica al que aluden
los modernos.
Sigue además vigente la cuestión de la desmesura del
7. o'Uil,t Expr,rc^clóN ctENTÍFrcAP rrral y de la radical extrañeza que produce, ya menciona-
rlas, y que parecen romper ese marco de frnitud que expli-
La contingencia, la finitud, adquieren en nuestros días caría el mal y de algún modo le vería sentido. ¡'No se trata
connotaciones científicas y se concretan en la materiali- rnás bien de un «contrasentido>> como se ha definido el
dad y corporeidad de mundo y hombre, sujetos a la ley de holocausto de Auschwitz?
la entropía, a la interdependencia con el resto del univer-
so, a la lucha por la superviviencia, al azar y a la necesi-
dad, al caos que, en forma de estructuras más o menos fl. EN EL ATRro DEL MrsrERro
«disipativas» (Prigogine), juega un papel tan importante
en la configuración de la realidad. ¿Desbanca la naturale- 1) Antes de entrarya de lleno y directamente en la teo-
za a Dios,la física a la teología) como explicación del mal logía cristiana del mal parece necesario reconocer méritos
del mundo?: ¿se le impone al Creador la estructura de la e insuficiencias de este largo e inconcluso debate del pen-
materia o esta misma se atiene a leyes más o menos esta- samiento humano y cristiano a cuyas fases más salientes
dísticas, más o menos escrutables pero que reclaman la
pregunta de su por qué y de su cognoscibilidad? Más allá 5r' «Ertcuentra usted
curioso rlue yo considere la cornprerrsibilidad del rrnrr-
de la física sobrevive la inquietud, últimamente metafísica, <1o...cotntr un nilagro o (:onu) un etc¡'no nt.isf.¿r'it¡. Pues bien, n ltri,ori. se tle-
que sigue preguntando por qué hay ser y no nada y por bería esperar urr murrtlo caírtico que no puede tle rrirrgurra manera ser cal)ta-
do por el pensamierrto>>, Lcttrcs a Ma'urice Íiolouinc, Clauthier Villars (Paris
1956). La carta cs dcl 30-3-19r.t2.
57 CI. las obscrvaciones filosófico-teokigicas
55 Cf deJ. L. Ruiz de la Per-ra a las teo-
. A. D. Sortillarrges, El. proltlrna....,311-344;.1. A. I.)strarla, L« inlto.sí- rías cle P. Davies, R. Dawkins y S. W. IJawkirrg en Crri.ri.rl apoLogía dc kt.fc,
bl¿....224-239. Sal Terrae (Santantler 1995), 1 t5-154.
il
¿DE D(iNDE
pRovrENE EL MAL DE LA cREACrrÓN'p 265
264 HoMI]RI] Y MUNDO A LA I,UZ Dt']L CREADOR

4) El recurso a Dios suele estar también tarado por


hemos asistido. A él debemos una serie de razones y pre- rrna idea previa que se tiene de Ét. nlrti error era mi Dios»5s.
cisiones que han sobrevivido a la erosión del tiempo y han I,ls otro modo sutil de querer controlarlo. Se trata en par-
impregnado la sensibilidad de muchas personas procu- ticular de las ideas de omnipotencia y de bondad, como se
,a.rdol.t en ocasiones alguna explicación y aun alivio de vio. Tienen que ser sometidas a crisis5e. No basta con re-
sus males. Só1o por eso merecerían reconocimiento'
r;onocerle con el Credo como «Padre todopoderoso»
Por otro lado no han acabado con el problema' Algu-
rnientras no se tenga en cuenta que es Dios, misterio in-
nas han podido encresparlo y resultar ofensivas para los
sondable, y no se le deje ser tal y dar su propia versión de
pacientes cuando, en aras de esa explicación inevitable-
la paternidad y del poder, como hacíaJesús a través de su
mente buscada por la mente humana, desoyen el dolor
invocación, vida y muerte (cap. IV)(r0.
real de la historia o no le prestan la atención suficiente' Si
Esto, que pone límites a la teorización, no los pone al
de verdad lo hicieran tenderían a enmudecer como le
clamor ni a la pregunta, como tarnbién se echa de ver en el
acontece a quien se acerca a una pena abismal' Y es ver-
caso de Jesús. Más adelante diremos (cap. IX) qué res-
clad que en este asunto del mal, cuanto más se adentre la
pondió Agustín a quienes preguntaban por qué hizo Dios
teología en é1, más lugar y valor ha de conceder al silencio
cl mundo, pero ya cuando empezó a abordar esta cuestión
en el que una y otra Yez recaeÍárr sus palabras' Pero no
confiesa que lo hacía mal porque «allí estaban tus oídos y
para instalarse allí. Aun «quedándose sin palabra» ha de
no lo sabía»6r. No era una pregunta abierta a unos oídos a
it."r.rr. a hablar de nuevo, si de verdad es teo-Logía' su vez abiertos, sino un debate de razones con razones.
2) Las teorías sobre el mal se montan además con fre-
cuencia sobre una pretensión desmedida: la de dar cuenta .lnb yJesús preguntan (¡y con qué pasión!), pero su grito
no recae sobre quien lo profiere, y no es blasfemo porque
cabal de un todo del que forma parte el que piensa; la de
ni maldicen a Dios ni le obligan a responder. El mismo
intentar sobrevolar aquel abismo en el que está inmerso'
rnal se convierte en diálogo abierto entre el hombre y
Ilusión sobrehumana. Lo humano es <<clamar desde lo
Dios. En ese diálogo el hombre está a la altura tanto de su
hondo», gemir no sólo en nombre propio sino en el de
pena (nada rebajada por razones) como de su interlocu-
todo el mundo. Cierto que eso es ya un modo de emerger
tor. Es de verdad «imagen de Dios».
de aquello por lo que se pregunta; pero sin desarraigarse
de allí. Por eso es pregunta pero no respuesta'
5) Únicarnente a través de esa serie de salvedades y
purificaciones se sitúa al hombre <<coram Dco>> en vez de
3) Si, reconociendo ese límite, el hombre lanza al cielo
su pregunta y su queja, no puede hacerlo pretendiendo y
aun exigiendo que desde arriba se las devuelvan contesta- '" Agustírr, Oon.ft.;ion.r.s lV,7,l2 (OS^ II, rrl995, 2(X)).

das. Sería un modo entre ingenuo y perverso de rnanipular '' Cf.1,. M. Arrrrerr«láriz, «(irco cn I)ios Patlrc'lir<lo¡rorleroso.'l'rcs firrrnas <lc
la ont tripotencia <l ivi rra», err «Sal'l.errae», 7 ( I 998), ?t6?t -?t7,1.
a Dios y forzarle a que forme El mismo parte de ese mun- "{' Lo crral rlo <lerivaba elr la arbitrarie<larl. sirrri crr r¡lra arrténtica sirrrbiosis rle
do que pregunta, a que sea su clave secreta de sentido' Esa orrrrri¡roterrcia y borrrlarl, arrrrrlrrc sólo se rcconocía corrlo tal «rleslrrrés rlc ha-

.e*iger.1a está viciada y el grito mal orientado' Sólo se ber visto a l)ios», corno confiesa.Job (.12,5), y.lesús err su rlllcrtc v rcsrlrrcc-

p..á. dirigir al mayor que el mundo, al Tianscendente, "t Ootftsiunt,.t VIl,7,l I

dejando así la pregunta abierta a su libre respuesta'


266 HOMBRE Y MLINDo A LA LIIZ DEL CREADOR
iDE DóNDE pRovrENE EL MAL o¡, r,a cn¡acróNl 267

quedar enredado en ru idea cle Dios. Pero más decisivo rrrrrndo, ni un desplazamiento a zonas imperturbables de
aún para una teología cristiana es que la pregunta se dirija por su-
l:r f'e sólo accesibles a los creyentes. Menos aún da
no al Dios delaraz6n, ni siquiera purificada, sino al de la ¡rrresta la existencia del mal o lo consagra como terreno
revelación. Ni basta para ello con que al «Dios de los filó- .rlronado de la salvación. Como dijimos, ésta no es sólo ni
sofos y de los sabios» se le añada el título de Padre. Vimos ¡,rimariamente liberación de mal (redención), sino, ante
en el capítulo IV a qué deformaciones está expuesto este todo, consumación del bien que hay en la creación. Ésta,
nombre y qué honda convulsión padece cuando lo pro- l)or su parte, tampoco es pura materia prima de la salva-
nuncia y vive Jesús. Hay que dar por eso lugar a que Dios « ión, sino realidad consistente y valiosa en sí misma. Por
Padre se revele a sí mismo en la historia de la salvación ¡ (iso en la creación misma avanza ya Dios una respuesta al
muy en particular, en la encarnación de su Hijo. Es ese ¡rroblema del mal.
Dios el que creó el mundo, cosa que no tuvieron en cuen-
ta los filósofos y sólo a medias los teólogos (cap. II). Es Él
el que tiene sus oídos abiertos al clamor del mundo. l).I. La respuesta del Dios Creador
1. Ya en la primera página de la Biblia el creador emi-
9. ANrr Er, DIos Paonp CRBaooR te con insistencia un juicio positivo y aun muy positivo
sobre su creación62. Puesto en boca del mismo que la hace
Esa respuesta de Dios habrá que buscarla en la triple y descifra en su originariedad radical, ese juicio no podrá
modulación creadora, saLuífica 1t consuntadora de su Pala- ser desmentido por mal alguno, ni siquiera por el más
bra. En efecto, a diferencia de la teodicea y de una metafísi- agresivo, el pecado. Lo veremos en el capítulo siguiente y
ca cristiana, la teología, al hablar de la creación, no la aísla lo pone ya de manifiesto todo el proceso salvífico que
del designio salvífico del que procede y en el que culmina. opera sobre esa base de bondad, la restablece y consuma.
Es en la salvación donde supo, o terminó de saber, el hecho Se trata ciertamente de un veredicto divino (cap. I),
y verdad de la creación. Por eso la pregunta teológica deci- pero es legítimo y aun obligado contrastarlo con nuestra
siva en el problema del mal se formulará asi; ¿es la creación, experiencia y, aunque ésta no sea la última instancia, pre-
a pesar del mal que acumula, soporte uálido de un proyecto guntarnos si no es verdad que en el mundo y en el hombre
de mundo 1 de hombre como el que Dios lleua a cabo en la Iray tanta luz, tanta verdad, tanta promesa y aun tanta ple-
historia que narran el Antiguo 2 el Nueao Testamento? nitud presentida como para darle la razón a Dios y asentir
a su dictamen63. ¿No damos también nosotros un s/básico
Una teología basada en la revelación afirma asimismo
que la creación únicamente a su final será lo que es 1 dará
cumplida cuenta de sí. Es al Hacedor de esa creación do- Gn l,l 0.1 2. I tt.21.25.31.
blemente abierta, a la salvación y al futuro (cap. III), a «Err el nrundo de la f'e ¿no hay tarrta luz, tarrta alegría, tarrto ailror, tanto cs-
quien el creyente dirige la pregunta por el mal. lrlentltrr que cabe decir: todo esto se ex¡rlica des<le una hz ubsolrtttt,..rarut
cuando no conrprenclamos córno puede existir esta tiniebla y esta nrrlirlarl
Este doble presupuesto teológico no es una evasiva o nrrestra habierrrlo una plenitud inlinita?», K. Rahner, ¿Crccs en Dios?, Tarr-
un aplazanriento indefinido del tema del d.olor actual del ms (Madrid 1971), 1.9.
268 HON,IBRI.] Y MLINDo ALALIIZ DEI, CRF]ADOIt n»n oónrln pRovtltNI,l ¡l- MAt, rrri l,,t c¡litcróNt 269

a la realidad por la conf\anza fundamental que, a pesar de La creaturidad no elimina la contingencia y ésta se tra-
todo, despierta en nosotros?u'. iNo es el bien lo que está tluce en no tener por qué ser y, en el hombre, en no saber
implantado en el corazón humano como anhelo primor- los últimos porqués de sí y del mundo. Pero es una contin-
dial, y en su mente como horizonte de comprensión y, por gencia en diálogo con el Creador y eso la altera de raíz por-
consiguiente como capacidad de percibir, gustar y aun in- clue la convierte en acelttada, agradecida 1t esperanzada. En
fl,ni¡izar los bienes particularesP ¿No se dan hondas expe- ef'ecto, una finitud no asumida puede dar lugar al más pro-
riencias de sentido y felicidad que realimentan nuestra fundo y desgarrador de los dolores, a una «enfermedad
creencia fundamental en el bienP ¿No nos dolerá tanto el mortal>>, que dice Kierkegaard. Es cierto que hay quienes
mal, como indicaba Tomás, porque extraña y contraría ese dicen asumirla sin tragedia, en diálogo únicamente consigo
bien de fbndo que es tanto más evocado cuanto más cla- mismos. Aceptación quizá serena, pero de algo irreparable
morosa y acerba es la contrariedad? y por ello muda, sin salida ni esperarrza. Vivida en cambio
2) Si la creación da cuenta de la existencia del bien y como creaturidad estricta, <<coram Deo>>, inicia al hombre
de su preponderancia sobre el mal, no acaba con la pre- no sólo en una radical, aunque difícil, serenidad, sino en
gunta por la existencia y virulencia de éste, sino que la re- una actitud de agradecimiento, por la que reconoce que él
lanza: ¿no podría haberse dado una creación sin mezcla mismo y el mundo son dones del Creador, y en un talante
de mal o, al menos, sin tanto malP Es una pregunta que de esperanza porque presiente que en esos dones se garan-
forma parte del diálogo entre el hombre y Dios y seguire- tiza una superación fütura de toda forma de mal y se em-
mos dirigiendo al Creador hasta que El diga su última pa- piezaya a comunicar Dios mismo como don absoluto.
1abra65. Es verdad que, aun vivida como creaturidad, la finitud
Sin embargo ya la primera, aquélla por la que existen se traduce a su vez, dada la estructura corpóreo-material
las cosas («dijo y fueron hechas»), empieza a iluminar ese del mundo y del hombre, en el hecho de que el gozo de
enigma. Lo hace al recordarle al mundo que aquella fini- existir y crecer comporta la pena del agotamiento y de la
tud constitutiva de la que se ha hablado es, en último tér- extinción, la inmersión en el ciclo evolutivo en el que el
mino, síntoma de creaturidad. Aun elevada al trato e inti- dolor y la muerte son condiciones de la vida. No es posi-
midad con Dios y alentada por su Espíritu, aun acogida al ble saber lo que esto significa en el ámbito de lo infrahu-
regazo trinitario de amor infrnito, la creatura nunca deja mano. En el hornbre esos lírnites representan una de las
atrás su finitud. Al contrario se hace más consciente que fuentes más profundas de pesar y una provocación a la
nunca de ella porque aquella elevación, aun hondamente protesta. La conciencia de creaturidad reconoce también
anhelada, es y le sabe a indebida, a gracia (cap. V). en esos límites el exponente máximo de su condición fini-
ta, pero los vive err diálogo con el Creador, en el recuerdo
de otros momentos de vida y plenitud creaturales y en el
(' I
LI. Kiing, ¿; lJx istt I ) i o:?, ( lristiantlatl (Matlrid 1 97 9), 7 7 5 -7 82. presentimiento de qrr. É1, el sin-límite , acabará siendo el
ti5 R. (irartlilri corrlésaba, ya
¡rróxinro a su lnrrerte, rlue elr el nrisnro.jrrit:io final regazo definitivo de todo.
Jrregrrntaría: «.'¡ror qrré. oh l)ios, los tcrribles y tortlrosos carnirros tle la sal-
vacirirr" cl rlolor rlc Lrs inocentes, la cttllra?» [citarlo por F]. Biser. I n.loltrel.a- 3. La finitud se refleja además en pertenencia a un
I it,n ¡rul Vrriinlrrnn.g(l'arlerborrr I 979). 132-lJ:i]. único mundo en el que cada cual ha de compartir conlos
270 HOMITR[, Y MI]NDo A LA LLIZ DEI, CRF]ADOR ¡DE DÓNDE pRovIENE EL MAL It¡t l,,q canA<I<iNi, 27 I

otros los recursos del cosmos, los espacios vitales y la su posibilidad al menos) en un mundo finito, histórico,
propia vida. Ésta se configura así, en buena medida, como compartido. Pero también el camino de su superación.
«lucha por la existencia>>, como tensión inevitable entre el Eso no conduce a concluir que la creación tuyo que re-
con-vivir y el sobre-vivir. Supuesta la tendencia de la rea- vestir necesariamente esta forma de mundo. Dijimos ya
lidad a una creciente autonomía, esa tensión amenaza con ¡ror qué no. Aun reconociendo que el Dios que quiere una
inclinarse hacia el segundo de los polos, y la emergencia creación abierta, creciente, dialogante y libre, se impone a
del yo conlleva la tentación de des-vincularse del resto y sí mismo ciertos límites, parece más sensato (no menos
ab-solutizarse. audaz) mantener con la Biblia y el Vaticano I la libertad
Thmpoco podemos saber, si no es por remota analogía, radical divina no sólo de crear o no crear, sino de crear
cómo esa tensión, patente en todos los ámbitos de la vida, este mundo u otro (cap. II y XI).Esto equivale a mantener
se experimenta en la prehumana. Volvemos a hacer inevi- abierta, en diálogo .or, É1, la pregunta: ipor qué elegiste,
tablemente una lectura humana de una estructura cósmi- Señor, este mundo con su dificultad para el bien y su tre-
ca, y no sin fundamento, si es verdad que representamos rnendo coeficiente de mal?
la forma más alta de ser (cap. XIV). Pues bien, ella revela 4. Ala espera de la respuesta de Dios, la que la creatu-
que a mayor autonomía, mayor posibilidad de mal. Elimi- ra dará entretanto (porque sin alguna no puede vivir),
nar ésta sería limitar aquélla. Éste es uno de los argumen- consistirá, además del empeño por hacer frente al mal, del
tos más socorridos en la explicación del mal. Teológica- que luego hablaremos, en vivir a una la doble verdad de la
mente se expresa en la afirmación de que si Dios quiere grandeza y de la limitación de la creaci6n, y en alabar a
crear un mundo dotado de creciente autonomía (cap. XI y Dios por ellas. Es el reto supremo que el mal le lanza al
XII), un mundo a su imagen y semejanza, lo expone al mal hombre, no sólo a Dios. Un reto que muchos han acepta-
y otorga a éste una gran beligerancia, al tiempo que pone do a la estela de Jesús, manteniendo la fe en medio de la
límites a su propia intervención divina. contradicción. El resultado ha sido una vida que, aun a
La teología de la creación airade que esa posibilidad de pesar del mal, se entiende a sí misma y al mundo entero
mal se materializa cuando el individuo cede a la tentación conro un hirnno al Creador (cap. IX). El pueblo de Dios y
de ab-solutizarse (en el doble sentido de endiosarse y des- la humanidad en general se honran con tales hombres que
vincularse de los otros). Al hacerlo no sólo dañará a éstos, eran también con frecuencia grandes pacientes. En esa
sino que fracasará él mismo («quien quiera salvar su vida alabanza a Dios en y por la creaturidad ¿no transciende ya
la perderá»). Lo propio de la flrnitud creatural es autolimi- ahora de alguna manera la creatura sus límites, como ya
tarse conjugando el sobre-vivir con el con-yivir. Puede in- dijimos, y empieza a tomar parte en la gloria incorruptible
cluso el individuo llegar a dar su vida por los otros. La fe de Dios?tit'.
le asegura que en esa pasión y muerte encontrará su forma
más alta de vida («quien pierda su vida por mí y por el
"t' <<Pr)r esoirlaban a l)ios irrclrrso crrantLr llasan (err su trarrsitoricdad; in..ihrcnt
evangelio la salvará», Mc 8,35). En el hombre, ápice de la Vcrgchtn), ya (11¡e eso es ¡rropio rlc su lirritrrd. En tanto cn cuanto la criatrrra
creación, podemos así vislumbrar el por qué del mal (de alinna la existencia firrita tlrrc lc ha sidr¡ tlarla. vive su ser no conro algo tlrre
979 HOMI}RIi Y MI]NDO A I,A I,UZ DEL CITIIAI)oR ¡DI,] DÓNDE PR0VIENII II]I, MAL DE LA CRIiACIÓN? 273

Dela muertery de su doble versión creatural como pa- nrismo se quiso rodear preferenternente de aquéllos en
sión y como acción, se habló ya en el capítulo anterior. r¡uienes el mal, en todas sus formas físicas y morales, había
Irecho presa de modo especialmente cruel.
2. Si Cristo es el primogénito de la creación y el ver-
9.2. La respuesta del Dio.s Padre rladero Adán (cap. I), la lógica cristiana exige que la pre-
flunta por el rnal se localice primariamente en él ¡ muy en
1.
Retomamos ahora la lógica salvífica y trirritaria que llarticular, en su crucifixión. Él -ir^o la hizo suya en ese
preside la creación y abordamos directamente la pregunta trance. Y de hecho el mal y su dolor y su extrañezarlain-
que ya antes llamamos decisiva: ies la creación, a pesar .justicia, la violencia, la soledad, la muerte llegaron en la
del mal que acumula, soporte válido del proyecto de mun- cruz al límite. ¿Qué sucedió allí con el mal? No se tradujo
do que Dios lleva a cabo en la historia que narran el Anti- en argumento contra Dios, sino en pregunta y en abando-
guo y el Nuevo Testamento? Pues bien, cuando Dios no en las manos de Aquél que le abandonaba.
acompañó a su pueblo en la esclavitud, el desierto, el exi- El mal fue además, en ese trance) aprendizaje de.finiti-
lio, en los reiterados fracasos históricos y éticos, y cuando uo de solidaridad humana y de filiación divina. Lo refleja
envió a su Hijo al mundo para que como primogénito de manera solemne la carta a los Hebreos. Porque «debía
compartiera en todo menos en el pecado la suerte de sus parecerse en todo a sus hermanos)) (2117), hubo de «ma-
hermanos, no sólo asistió al drama del dolor del mundo, durar en el dolor» (2,10). Así «aprendió padeciendo a
sino que hizo sulo ese dolor. obedecer» (5,8). Por eso en esa cruz que ejemplifica y de
No seríajusto silenciar, como demasiadas veces se hace, algún modo resume el dolor físico y moral del rnundo y
que también hizo suyo el gozo de sus hijos y el esplendor de la historia6s, los creyentes han vislumbrado sumisión
de la naturaleza. Fue también una historia de admiración y y solidaridad hasta el final. La muerte ha resultado ser lu-
agradecimiento la que Dios suscitó y acompañó y en la que gar de un amor hasta la muerte, amor en trance de muer-
el Hijo tomó parte. Pero es evidente que en ella el mal jugó te. Por eso no aborrecen esa cruz ni quisieran borrarla
un papel importante, hasta el punto de que uno de los ras- de la historia, sino que la yeneran con estremecimiento.
gos característicos de la intervención salvadora de Dios y El sobre-viyir no ha sido err este caso a costa del con-vi-
de su Mesías fue la liberación y rescate del mal (reden- vir. Todo lo contrario. Así ha quedado rota la lógica del
ción)67. La pobreza, el dolor, la injusticia poblaban la his- mal.
toria y asediaron al Hijo de Dios desde la cuna ala cruz. El Algo de eso debió de decir el resucitado a los suyos
cuando, abriéndoles los ojos y las Escrituras, «les explicó
se firrrtla cn sí ruisnro, sino er¡nro algo r¡rrc agra<lecer. Pcro al rl¿rr gracias:r por qué tenía que padecer»6r). Es verdad que tampoco esto
I)ios ¡ror srr ¡rropia existerrcia, ilrcltrso err srr ¡rnr¡rio ¡rasar (transitorierlarl),
la criatttra sc utte, ttt/ts allá tle su firritrrtl, corr la volrrrrtarl ctcrlla tlel crearlor
y entrr n ¡rartici¡rar crr la cterra sabirlrrría rle L)ios», W- Parrrrerrberg, 7lzlo,
gít... ll,lE7. (l,os ¡rarérrtesis sorr nríos). (is
Sitr qtrt csto tltticra rlccir tlrre totlos cstos rlolorcs los ¡ratlcciri é1. I.ls «¡rrirrro-
"7 l)rre<le verse L. M. Arlnerrtl¿íriz, «l,a rctlencirin: síntcsis rle liLcrtad y l)crte- gérrito tle elttre los nluertos)) (Col 1.lU) yr¡ror lo rrrisrno, rrr cl íuricr¡ nruerto.
rrcncia», err «lLazón y lie», 2lli (19¡t7),355-370. r"t I lch 24,27 -!)2.41-ilt.
274 IIOMI]R}] Y MTINDO A LA LIIZ DI|I, CREADOR
dDE DÓNDr,r PROVIENE EL MAl, o¡: t,,t CRge<;l(lNt 275

acalla la pregunta: ipor qué había en el mundo tanto do- De esta presencia com-pasiva de Dios en el mal de la
lor con el que el Mesías hubo de solidarizarse?, ¿por qué , r'cación, que resuena con fuerza en una parte de la teolo-
hay tantos otros crucificados con los que él tenía que ser ría reciente'", se vienen haciendo una serie de lecturas ra-
co-crucificado, y no sólo ellos con él? ,licales que podrían ) una vez más, sacrificar la misma divi-
3. En ese hombre la Palabra por la que Dios hizo el rridad de Dios a la aclaración del problema del mal. Por
mundo se hizo Ella misma mundo y entró en las coordena- t,so hay que mirar con lupa tanto la fórmula «Dios está en
das de la historia. En virtud de esto el sí radical del Crea- .'l mal>> como la inversa «El mal está en Dios». Porque si
dor a su creación se intensifica al infinito ya que es, aun- l)ir¡s se abisma en el mal, y no es al mismo tiempo supe-
que en libre dilatación, el mismo sÍ absoluto que el Padre r ior a é1, se anegará con nosotros y no podrá salvarnos.
da eternamente al Hijo (cap. IV). Es la vibración de fondo, Mucho menos si el mal forma ya de antemano parte del
la aurora divina en que amanece a diario la creación. Pero rnismo DiosTr. Un mal divinizado se torna absoluto e irre-
ese Hljo, envez de inundarla de inmediato de su gloria, se rnisiblemente negro e irreparable.
abaja y hace suyos los límites y el mal de ella. Ahí tiene lu- Por eso, si hay que mantener que «la pregunta por el
gar el ocultamiento y aun el eclipse (Gólgota) de aquella l)ios que está con los que sufren es la pregunta acerca de
aurlra,. Esto agrava de rechazo la pequeñez y el mal del la compasión de Dios en el sentido estricto de la palabra,
mundo, los hace de alguna manera más clamorosos y do- es decir, la pregunta por la identifrcación de Dios con el
lientes porque contrastan con la promesa ilimitada de di- rlolor y el morir del hombre))72, es necesario resituar ese
cha que aquella aurora irradia por todo. Sin embargo, aun clolor en la libre uoluntad de Dios de hacerse aulnerable a
en la debilidad de esa encarnación hemos reconocido la pena de la naturaleza y de la historia y no en una peren-
aquella gloria y hemos conocido el nueyo e insospechado toriedad de su propio ser. Thl libertad le permite, en esa
esplendor de aquella misma humillación que no es sino rnisma inmersión en el mal, permanecer superior a é1, y
amor y solidaridad <<hasta el extremo» (Jn 13,1). hace que su acompañamiento del hombre esté lleno de
4. Algo queda en todo caso fuera de duda: Dios no es promesas. Dicho en un lenguaje más rigurosamente teoló-
extraño ni exterior al mal, sino que se adentra en é1. Y gico, es necesario considerar trinitaria 1 cristológicamen'
esto nos lleva a asomarnos de nuevo al misterio trinitario. f¿ ese dolor de Dios, es decir pensarlo en la diferencia, y
Cuando, como Hijo eterno que es del Padre Creador,
asume Jesús de lleno la historia doliente del mundo, la 7" S. tlel C)ura, «El "suliir¡riento" de Dios en el translirrrtkr tle la pregunta por
interioriza en el corazón de la Trinidad, allí mismo de el nral. Plarrteanrientos teolírgicos actuales», en RET 5l (1990), 331-373.
donde Dios había querido que brotase (cap. IV). Eso Sobre el terna rlel «dokrr tle Dios» se había rnanil'esta<lo ya ert 1f)ll1 la Conri-
quiere decir que, de una manera que no podemos ni vis- sión'I'eolílgica Intcrnaciorral en su docunrertto «'l'eología-Cristokrgía-Alrtro-
pología», Docutt¿cnft¡s (1969-1996), BAC (Madrirl 199¡t), 243-26'1, cspec.
lumbrar, no sólo Jesús, ni siquiera sólo el Hijo, sino tam- 259-263.
bién el Padre y el Espíritu se hacen verdaderamente car- 7' Véanse l¿rs insinrraciorres al res¡rccto <lc ll". l"ranco, «EI errigma clel ntal», err
go del mal del mundo y cargan con é1. El mal lo padecen «Iglesia Viva» (cf. nota 5), l5l-159.
7r W.Kas¡rer,El,Díostlc.fe.ntctrslo,Síguelne(Salarnancal9tt5), 192. ll.etr¡cola
a una el mundo y Dios. El <<coram Deo>> se transforma así
traduccirirr del original alemárt: Der ()ott .'lesu Christi, ()riinewald (Mainz
en el <<cum Deo>>. l e¡t2), 204.
276 HOI\4I]Rt,] Y M1]NDo A LA LI]Z DEI, CREADOR iDE DONDFI PROVIENE EL MAL DII LA CRItA(llÓN? 277

no sólo en la unidad, entre el Padre y el Hijo y en la distin- se encarga de él1 le hace frente. En eso consiste ante todo
ción sin separación entre las dos naturalezas de CristoTr'. su actividad redentora-salvadora.Jesús no sólo anunció el
Con estas matizaciones se puede afirmar que cuando la Reino, sino que hizo que llegase al mundo su Reino y se
creación «grita desde lo hondo a Dios>> (Sal 130) encuen- hiciera efectivo en la superación del temor, el dolor, la so-
tra al Hljo de Dios gritando junto a ellaTa y que ambos cla- ledad,la alienación, la explotación,la muerte. Toda la vida
mores suben juntos hasta el Padre y le afectan también a rle Jesús fue una lucha en nombre de Dios, una lucha del
Él o.r, lo hondo». Algo alocadamente se podría incluso rnismo Dios en su Hijo, en contra del mal. Cuando el
pensar que el Padre sufre porque en la cruz se queda sin hombre dirige a Dios la inagotable pregunta por el mal, lo
el Hijo y sin los hijos, es decir en un trance correspondien- encuentra a su lado combatiéndolo. El <<cyram Deo>> cr¡n-
te al de éstos cuando el mal oscurecía a Dios, y el Hijo y cluye en Ltn <<ctlm Deo contra malum>>) que es exactamente
los hijos pensaban quedarse sin Padre. La misma contra- lo inverso del <<cum maLo contra Deum>>.
riedad radical embargaría a ambos. La pregunta por el mal De esta consideración, una de las más recurrentes en el
se dirige en todo caso a un Dios que lo padece. ¡rensamiento teológico actual, deriva a las inmediatas la
El hecho y la memoria de la resurrección no anulan ese invitación al hombre, imagen de ese Dios, a acompañarle
momento ni deberían abreviar precipitadamente ese cre- en esa campaña. Al problema del mal se le hace f'rente ha-
púsculo de la gloria. Mientras sigan alzándose cruces en la ciendo frente al mal. No es que así se acabe con el proble-
historia algo «falta a la pasión de Cristo» (Col 1,24) que ma porque tampoco se acaba de momento con el mal, so-
«seguirá en agonía hasta el fin del mundo>>75. La resurrec- bre todo mientras el hombre siga inventando nuevas y más
ción del primogénito y la esperanza que suscita no pueden sofisticadas fbrmas de destrucción e insolidaridad. Pero
ni deben hacer olvidar ese tiempo inmediatamente largo aunque se con-virtiese del todo y aunque el mal físico y el
ni los rostros dolientes que lo llenan. En ellos sigue viva y rnoral cesasen un día, flotaría en el aire el grito de todas
lacerante la pregunta por el mal. las víctimas de la historia pasada. A ese clamor, e incluso a
5. La palabra de salvación da además otra respuesta al ese par de ensoñaciones nobles pero utópicas que acaba-
mal. La palabra de Dios es c.ficaz, crea lo que dice (Gn 1). mos de enunciar, sólo puede hacerles frente una tercera
Dios no sólo se hace cargo del mal y carga con é1. Además palabra de Dios.

7rJ
Esta lcctrrra estrictanrerrte «calcerlorrense>>, tltre ltace )' propngna K. Rallncr.
les parccc insuficierrte a Lrs herecleros <le la tratlición «neot:alcctlonense». 9.3. La últin¿a palabra del Padre Creador
Of . Amar a Jcsús. Anru.r al, hcrnutno, Sal'l'errae (Santan([er l9fti]), 7(iss.
'l-anrbién
.1. I3. Metz, aun nranilcstarrrkr srr res¡reto ¡ror los teólogos ilustres
qllc ycn crimo el dokrr hunranr¡ es asunli<Lr en la historia trinitaria <lc l)ios,
Hasta aquí apenas hernos introduciclo la resurrección
rehtisa esa lirrrna <le hablar. (lf. El. rl.aLn.or dr la t.icrta, Verbo Divirto (Estella de Cristo en el problema del rnal76. 4'Creemos en verdad
r e96), 20-23.
Tr l,lste s¿rlmo se oliccc a los ojos tlcl que visita crr.ferusalérr el lrrgar rlonrle se
7" ll¡r torno a clla acabará certtrarttlo sll triltalniellt() tlel
su¡rone qrre.fesús estt¡vo ¡rreso la noche anterior a str ¡rasirirr y tlorrtle, err tal ¡rroblerna tlcl tnal, sc-
caso, él tarrrbién l¡ llabría rezado. grirr lo vive el cristianisrno. M. l'raijri en «El enigrna rlel nral» (cl. nota 5).
75 13. I'ascal, l'cnsantiurlos,I.]rl. l]rrrnschvicg, rr." 5,rril. 113-137.
278 I IOMBRE Y MI-INDO A I,A I,UZ I)F],L CREADOR dDE DóNDFr
pROVTENE EL MAL Dn r,A cn¡ecrtiNl 279

que al que se había solidarizado por amor con todo el mal Ésta es también la última respuesta que la teología cris-
del mundo Dios no sólo le dio la razón sino que no le dejó tiana puede ofrecer al problema del mal. A las grandes,
en poder de la muerte, síntesis del mal,, y lo adentró en su inacabables historias del mal, la fe les hace frente contan-
propia vida y gloria eternasP ¿Creemos también que todos rlo y cantando la historia de la vida, muerte y resurrección
aquellos con quienes él se solidarizó, y que comparten su rleJesús, creída, celebrada y prolongada por los suyos. Es
muerte, tendrán también parte en su dicha? En tal caso la respuesta que nos darán «al caer de la tarde», justo
estamos empezando a escuchar en esa misma fe en la resu- cuando, al tiempo que nos hablan y convencen del amor,
rrección la respuesta al problema del mal77. No de boca de nos examinarán de é178.
la razón, sino del Creador.
El hombre ha querido, con la mejor voluntad y con una
presunción excesiva, explicar el mal y justificar a Dios. 9.4. Entretanto...
Esta teo-dicea fracasó. Sólo vale la explicación y autojusti-
ficación que Dios dio ya en la resurrección de Cristo y Hasta que llega ese final, y sin que podamos ni quera-
sancionará definitiva y solemnemente ante la creación en- rnos dejar de preguntar por qué todo tuvo que ser tan difí-
tera. Entonces quedará concluyentemente refrendado aquel cil, al creyente le toca vivir de esa fe, activar su solidari-
sí inaugural a su creación y ésta lo respaldará desde la ex- dad, atisbar con la esperanza ese futuro, y seguir mirando
periencia de toda la historia: «Grandes y maravillosas son <le frente y de cerca el mal en el rostro del crucificado y de

tus obras, Señor, Dios todopoderoso, justos y verdaderos todos los crucificados de la tierra. En ese acercamiento
tus caminos... Todas las naciones vendrán y se postrarán des-interesado, des-instalador, al otro apunta ya la victoria
ante ti, porque han quedado de manifiesto tus justos de- del amor sobre la muerte.
signios» (Ap 15,3-4). Así como la lglesia, aun afianzada en la resurrección,
Dios mismo explicará por qué es grande y maravillosa no deja de eyocar cada año la pasión del Señor y de actua-
su creación a pesar del mal. Acabará con las preguntas y
lizarla en cada eucaristía, así el creyente, junto a la espe-
ranza de que todo mal será vencido, vivirá de la memoria
acal¡ará con el mal: «Enjugará toda lágrima de sus ojos y no
habráya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas» (21,4). cle la pasión del mundo. Deberá prolongar la lucha de
La última palabra de Dios sobre el mal es su propia Pa-
Dios contra el mal con todos los recursos del amor, de la
inteligencia y de la naturaleza (que tomará así parte en la
labra eterna que, después de amanecer en el mundo como
aurora y de entenebrecerse con todo el dolor de él y de la
victoria sobre el mal). Pero no dejará de abrir también los
ojos de par en par al bien que impregna la realidad en vir-
historia y de asumirlos en sí, se abandona con toda la
tud del triple sí del Creador a su creación.
creación en las manos del Padre para que Lazca ur,a nueva
aurora indefectible en la que «Dios sea todo en todo>>.

r' «A la t¿rr<le te exarninar¿írr crr el arnor»,.lualr de la C,ntz, [)i.ch.o.s lr: luz y dc


17 Ahí [o enrplaza.f. P.Jossua, «lJl rnal», en P. Eichcr (Ed.), en Dit:ci.onat"io dc ultlr) rt. 59 .'/rttut. ie la Crttz, llAC (Madrit l, I 9(i0),
, ett Viia y ob rtts dc vtrt.
ronteptos l.eológitos II, Herder (Barcelona I 990), I 6-25. I t:10.

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