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Finalización del tratamiento

Docente: Psic. Abel Fernández

Natalia Ramos

natyramos777@gmail.com
El mundo actual en el que vivimos nos va sumergiendo en la velocidad de su rutina,
de su ideología de productividad. Nos involucra en un afán desmedido de eficacia y
eficiencia, moviéndonos a conseguir el fin deseado con el menor gasto de recursos
y tiempo.

La preponderancia del factor temporal se ha convertido en ganancia, de repente, “el


tiempo es oro” y el decurso normal de las cosas se aceleran para acompasar los
ritmos que la actualidad demanda. Por lo que esta ideología no solo afecta los
procesos productivos económicos materiales, sino que modifica en consecuencia y
en pos de ella, los modos de relacionamiento, de lenguaje, de ser y estar en el
mundo.

Este escenario nos plantea un dilema ético y practico del quehacer psicológico como
psicoterapeutas. Nos pone a cuestionarnos nuestros métodos y formas, nuestros
tiempos y metas. Encontramos una realidad que nos demanda inmediatez en una
labor que no se caracteriza por ello.
En el transcurso se buscan alternativas, posibilidades, estrategias que logren la
reducción temporal y la eficacia del tratamiento. Parafraseando a M. Viñar (2002),
en este escenario actual, se instala una lógica normalizante en pos de la salud,
donde se pretende silenciar el padecimiento suprimiendo el síntoma. Surge aquí la
pregunta, si esto no estaría moviéndose solo en la superficie del conflicto, del
padecer. Derivando, de este modo, en el cuestionamiento de la verdadera eficacia
de estas medidas con el paso del tiempo.
Este planteo nos lleva a introducirnos en temas importantes para la psicoterapia
psicoanalítica. La salud y su lugar en las metas del análisis; y la relevancia de la
profundidad del mismo para el éxito analítico. En cuanto a esto Viñar plantea:
“Lo esencial y central del empeño, no es la salud como armonía y
equilibrio, sino como reformulación del conflicto psíquico (…) Donde
el conflicto psíquico, en perpetua reformulación, no logra apagar los
síntomas, sino modificar la textura del sujeto hacia una desadaptación
más creativa, menos atrapada en la estereotipia del síntoma y más
proclive a su en la elaboración sublimatoria.” (M.Viñar. p.34. 2002)

Escenario que nos lleva a interrogarnos sobre la finalización de un proceso


terapéutico. La terminación de un tratamiento se ve atravesada por diversas aristas,
por lo que la finalización del análisis se podría entender, como resultado de la
conjunción de distintas variables, (las expectativas y demandas del sujeto, del
analista, el encuadre, el conflicto pulsional, la estructura psíquica, las resistencia y
defensas, la trasferencia y contratransferencia, las interpretaciones, la escucha etc.)
es decir, la configuración del campo dinámico que involucra a la pareja analítica y

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el trabajo realizado en él. El final de un proceso analítico, de este modo, es
construido mediante todos estos aspectos, por lo que su terminación depende de
ellos.

El proceso de culminación terapéutico se ve acorralado entre estas dos realidades:


una demanda inherente del análisis, la cual lleva su tiempo y profundización para
lograr un cambio, y la demanda del mundo actual que busca la eficiencia en los
procesos terapéuticos (éxito en menor tiempo posible). Por lo que la adecuación del
Psicoanálisis como terapia se ve cuestionada y en desventaja ante las otras
posibilidades.

Freud en su texto Análisis Terminable e Interminable (1937) nos plantea los


obstáculos que pueden llegar a haber en la praxis analítica, y como estos prolongan
(inclusive de manera indefinida) la terminación del proceso.

Strachey expone la postura de que el texto de Freud nos presenta un dejo de


pesimismo en cuanto a la eficacia terapéutica del psicoanálisis, centrando
nuevamente el cuestionamiento sobre la meta de nuestro quehacer, y el dilema
salud y enfermedad. Freud mismo, en textos anteriores, en la 34ª conferencia de
1933, nos plantea que el Psicoanálisis como terapia sería una entre las demás
(aunque primus inter pares), pero su interés en darla a conocer es por lo que ella
implica.

“Les dije que el psicoanálisis se inició como una terapia, pero no quise
recomendarlo al interés de ustedes en calidad de tal, sino por su
contenido de verdad, por las informaciones que nos brinda sobre lo
que toca más de cerca al hombre: su propio ser; también, por los
nexos que descubre entre los más diferentes quehaceres humanos.”
(Freud. 1933. P 145)

Lo anteriormente expuesto nos lleva a centrarnos en las dificultades y obstáculos


que se le presentan al Psicoanálisis en su praxis terapéutica. Freud expone que
factores constitutivos, fisiológicos, pueden obstaculizar el proceso terapéutico, al
igual como conflictos pulsionales y defensivos se convierten en tropiezo para un
culminar exitoso en el análisis.

Es interesante las preguntas que se hace en el correr del texto, las cuales
tomaremos como punta pie para desglosarlas y pensarlas.

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¿Qué implica finalización o terminación de un tratamiento? El concepto
“terminación”, trae consigo la meta del análisis terapéutico y el éxito o no de este.
Freud plantea dos condiciones para la finalización exitosa:

“(…) la primera, que el paciente ya no padezca a causa de sus


síntomas y haya superado sus angustias así como sus inhibiciones, y
la segunda, que el analista juzgue haber hecho consciente en el
enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de lo incomprensible,
eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa temer que
se repitan los procesos patológicos en cuestión. (Freud. 1937.p.222)

Lo expuesto en estos puntos conlleva una posibilidad de terminación, pero de


manera implícita una exigencia. Es decir, al mencionar que ya no haya lugar para la
duda sobre una posible recaída de esos procesos patológicos, dejamos de lado
aspectos externos y otras diversas variables que pueden ejercer influencia en
nuestro estado psíquico. Pero Freud plantea que, de ser así, ya no se hablaría de
un análisis terminado, sino de uno imperfecto.

Lo que nos lleva a preguntarnos si es posible que se pueda hablar de una


terminación definitiva. Postura mucho más ambiciosa. Estaríamos hablando de un
análisis capaz de producir cambios tan profundos y efectivos en el sujeto, que este
no necesite nuevamente de un proceso terapéutico. Perspectiva que nos posiciona
en un lugar peligroso al negar los diferentes acontecimientos futuros que puedan
influir en el individuo y lo desencadenante que estos puedan llegar a ser frente a
mecanismos patológicos del psiquismo.

Freud en la conferencia 34ª (1933) planteaba la posibilidad de que el en el análisis


no hubieran surgido todas las predisposiciones patológicas del sujeto y se lo hubiera
dado por exitoso al tratamiento1, dando a entender que en ese intermedio el
paciente estuvo sano. Ante este planteo, nos cuestionamos, ¿la terminación dada
en su momento fue efectiva o tan solo fue un punto y aparte en el proceso? ¿O
estaríamos hablando que el éxito depende del origen de estas reacciones
patológicas? Es decir, si es una recaída por las repeticiones de mecanismos ya
tratados, ¿hablaríamos de un análisis imperfecto? y si son mecanismos nuevos ante
los traumas, ¿sería un análisis exitoso debido a que estas innovaciones defensivas
ante los traumas no surgieron en el análisis, por ende, no fueron tratadas al no ser
actuales?

1
Freud. (1933) pág. 144-145

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Influyen dos factores en las perturbaciones neuróticas, el constitucional y el
accidental. La conjunción de ambos o el predominio de uno sobre otro afectarán la
culminación del análisis. Aquí encontramos la influencia de los traumas, la
intensidad pulsional y las alteraciones del yo. El valor cuantitativo toma relevancia
en este planteo, ya que las perturbaciones tratarían de un conflicto entre la robustez
del yo y la robustez de la pulsión2, donde el alcance de una va en detrimento de la
otra.

En el correr de la vida existen reforzamientos pulsionales, tanto accidentales como


biológicos, dependerá de la madurez del yo para poder enfrentarlos. Por lo que el
proceso terapéutico deberá apuntar a que el yo alcance cierto grado de madurez,
para no recurrir a métodos primitivos defensivos, creados en sus primeras etapas.
Sino que el yo pueda enfrentar todo posible reforzamiento pulsional con una solidez
mayor, haciendo una revisión de esos mecanismos. “La rectificación, con
posterioridad {nachtrdglich}, del proceso represivo originario, la cual pone término
al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la
terapia analítica.” (Freud. 1937. p.230)

Por lo que la finalización exitosa sería llegar a este logro, y en consecuencia domar
ese refuerzo pulsional. ¿Pero qué sucede en las recaídas? Se nos plantea que la
transformación nunca es total, sino parcial, que siempre existen residuos, lo que
provocaría que ante refuerzos pulsionales el yo vuelva a debilitarse cayendo
nuevamente en esos mecanismos patológicos. ¿Pero es posible prever este
escenario? Freud nos expone la importancia de que el conflicto sea actual para
poder ejercer un cambio en él, ya que si el paciente no se siente aludido por la
prevención de posibles perturbaciones futuras no se logrará ninguna modificación.
Lo que nos muestra una limitación en nuestro quehacer y por ende en el alcance
del éxito terapéutico. ¿Qué terminación definitiva de un proceso se podría alcanzar
si no podemos cubrir todas las posibles perturbaciones latentes que no se han
manifestado?

En el proceso surgen resistencias que obstaculizan la finalización del tratamiento.


Por ejemplo, el arraigo defensivo del yo, el cual al profundizar en el análisis este se
defiende contra él, ya que lo percibe como peligro. El yo se resiste a continuar. A su
vez Freud plantea una resistencia propia del desarrollo psicosexual de los sujetos.
La envidia del pene y la protesta masculina. Estas se vuelven resistencias en el
proceso terapéutico por su contenido y actualización en la situación analítica. El
hombre se resiste a someterse al padre por temor a una feminización de su ser y
en última instancia, temor a la castración. De igual modo lo vivencia en el análisis

2
Freud. 1937c. pág 228

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con el terapeuta, por lo que esta resistencia obstaculiza e inclusive frena el proceso
analítico. En el caso de la mujer, la envidia al pene implica el deseo que se le otorgue
aquello preciado, lo cual conlleva una tristeza en la resignación de que no lo
obtendrá, trasladando esta situación al análisis, sabiendo que de ante mano no
obtendrá aquello tan preciado, la cura.

Este tipo de resistencias y los modos de actuar ante la salud y enfermedad nos
llevaría a pensar en un nivel más profundo, ¿qué es aquello que impulsa de fondo
estas actitudes resistenciales? Dicha indagación nos revela el accionar de las
pulsiones primordiales y desmezcla de las mismas. La conjunción de Eros y Tánatos
enmarcada en el proceso terapéutico, daría sentido a los enlaces y desenlaces
libidinales, las resistencias y el posicionamiento ante la cura.

Por lo que podemos concluir que la finalización del tratamiento psicoanalítico es


constituida e influenciada por diversos aspectos. Aunque el contexto sociocultural
demande cierta velocidad y eficiencia en los procesos terapéuticos, no podemos
apresurar el transito del análisis. La profundización es la clave para llegar a la
conflictiva psíquica. Acompasar los tiempos propios del proceso con las distintas
demandas que lo atraviesan, se vuelve una construcción única, singular y delicada.
Las limitaciones y obstáculos con los que se enfrenta no solo son externos, sino
internos y estructurales. Por lo que “La eficacia terapéutica del psicoanálisis
permanece reducida por una serie de factores sustantivos y de difícil manejo.”
(Freud.1933. p.142) Depende pues de nosotros, el poder vislumbrarlos y trabajar en
consecuencia con ellos.

5
Bibliografía
- Freud (1937c) Análisis terminable e interminable. T. XXIII. Ed. Amorrortu.

- Freud (1933) 34ª conferencia. Esclarecimientos, aplicaciones,


orientaciones. T. XXII. Ed. Amorrortu.

- M. Viñar (2002) Sobre encuadre y proceso analítico en la actualidad. RUP


96, 2002

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