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SIGNIFICADOS DE CIUDAD

  Jairo Chaparro Valderrama


 
La Ciudad
 
Mirar, sentir y pensar la ciudad en sus múltiples e inagotables facetas, articulando los retazos
temáticos y territoriales a visiones globales espaciales y temporales de la urbe, es quizás el
escenario de trabajo más importante que tienen hoy las ciencias sociales para aportar a la
construcción de conocimiento sobre lo urbano. Desde luego, ese escenario está atravesado por el
infinito río de las interacciones entre las personas y de éstas con el entorno y las demás especies
vivas.
 
La ciudad puede ser mirada y vivida, aún desde las ciencias sociales, de muy diversas maneras. 
Como bien cultural que acumula y recrea tradiciones, costumbres, formas de relación y sirve de
supermercado de productos culturales y hace las veces de libro de memorias. Como bien social   
que ha desarrollado una alta capacidad de producir y poner en circulación bienes y servicios tanto
públicos como privados, los cuales dan soporte a la existencia y reproducción de los seres
humanos. Como  bien físico  que comporta una determinada distribución de espacios,
infraestructuras y mobiliarios en torno a la cual se desarrolla la tensión entre el recinto de lo
público y el de lo privado. Como bien ambiental  que configura microclimas, sistemas de aguas,
tipos de aire, niveles de iluminación variables, tensiones entre zonas verdes y duras y relaciones
específicas con el entorno natural. Y también como Patrimonio en todos los campos mencionados,
cuando los bienes urbanos se cargan de significados para los ciudadanos.
 
Pero, qué hace que esos significados aparezcan?. En primer lugar, el carácter simbólico de los
bienes urbanos, esto es, cuando éstos se constituyen en espejos del alma colectiva y en imanes
que condensan sentimientos y valoraciones compartidas. En segundo lugar  , el uso adecuado a las
características y finalidades del bien, el cual confiere mayor carga de  significados constructivos a
una escultura o una fachada restaurada,  que los parques-basurero o los andenes-parqueadero,
para poner ejemplos relativamente benignos de las heridas urbanas. El uso adecuado resulta de
gran importancia también porque lo que no se usa no se preserva y el deterioro no es solo físico
sino también de significados. En tercer lugar,  la memoria recreada de los bienes urbanos, esto es,
la tradición siempre renovada y no la nostalgia sumergida en imágenes estáticas.
 
Ahora bien, los bienes urbanos viven y se manifiestan en espacios abiertos como la calle, la plaza,
el centro comercial, el río, el cerro y el parque;  en recintos colectivos como la escuela, la iglesia, la
tienda, el auditorio, el restaurante y el bus; en medios como la televisión, la radio y la red mundial
de computadores. El tipo de comportamientos e interacciones que las personas de una ciudad
establecen en estos espacios, recintos y medios, nos revelan la fisonomía y la personalidad de la
ciudad y nos brindan respuestas a preguntas como : cuáles son los grupos sociales de la ciudad?,
cómo es su organización espacial?, cómo es su gobierno?, qué sentidos de pertenencia tiene?, qué
niveles de solidaridad ha desarrollado?, es democrática?, cómo se resuelve la tensión vehículos -
peatones?, y la tensión público - privado?, es una ciudad  con historia?, tiene valores
patrimoniales?. Es decir, el análisis del fluir de la vida diaria en los espacios, recintos y medios de
uso común, se convierte en termómetro fundamental para diagnosticar y comprender los
múltiples aspectos de la vida urbana.
 
En efecto, es posible explicar en buena medida los comportamientos y actitudes de los grupos
ciudadanos, analizando la distribución y características de los espacios públicos, ya que éstos
condicionan las formas de ser de las personas. Por ejemplo, el tipo de relaciones que se establecen
entre grupos poblacionales y territorios, pueden ser desentrañadas en parte si observamos las
articulaciones y rupturas entre espacios públicos. Las conexiones e influencias mutuas entre vida
escolar, barrial y familiar, para poner un caso,  han sido ampliamente trabajadas. Por su parte, las
visiones que tienen los habitantes de la ciudad, pueden ser leídas desde los lenguajes y contenidos
televisivos.
 
De ahí que resulte altamente dificultoso para las ciencias sociales comprender la ciudad sin
reparar en estos espacios, recintos y medios y sin tener en cuenta los aportes del urbanismo.
 
Pasando a otro aspecto, tenemos que la ciudad es dinámico nido de memorias. Cuando se rompen
los hilos de continuidad y las bisagras de relacionamiento entre las distintas memorias que han
tenido presencia en la ciudad, es inevitable que la urbe y los bienes que la conforman sufran
deterioro. Más aún, los procesos de cambio de la vida urbana adquieren sentido y proyección
histórica,  cuando asumen niveles de continuidad con las memorias de la ciudad y las recrean de
cara al presente y el futuro. Es constatable que las ciudades sin memoria se destruyen a sí mismas
y tienden a comportarse de forma más o menos caníbal  con sus propias herencias.
 
Hay dos factores que perjudican notablemente la memoria urbana. En primer lugar, la no
retroalimentación entre élites políticas y académicas, por una parte y culturas populares, por la
otra [1] . En segundo lugar, la pretensión de “innovar, ser original y hacer algo distinto”, que está
soportada casi siempre sobre la ignorancia de lo ya hecho  y en una incapacidad para valorar la
tradición. Recordemos que los movimientos y obras culturales perdurables se basan por lo general
en la recreación de la tradición.

Para resumir diríamos entonces que la ciudad es un conjunto de bienes organizados de


conformidad a una traza urbana, que adquieren distintos significados según los usos de que sean
objeto, la carga simbólica que tengan, la memoria que alberguen y los imaginarios construidos con
relación a ellos desde los medios de comunicación.

 Cultura Urbana

Hoy en día la cultura urbana, es decir los elementos que median y dan determinadas cargas de
valor a las relaciones citadinas,  se construye en tres escenarios básicos: la familia, los espacios
comunes y los medios de comunicación. Como hemos dicho varias veces, tales elementos
mediadores pueden ser catalogados para efectos metodológicos en códigos (elementos de uso
preferencial en la comunicación cotidiana ya sean verbales, gestuales o gráficos), símbolos
(elementos físicos, naturales o humanos que obran como espejos del alma colectiva e imanes de 
sentimientos compartidos) e imaginarios  (representaciones de algo que fue, es o queremos que
sea). Por tanto, la cultura urbana propia de cada territorio, de cada grupo social, de cada persona
o de cada ciudad,  estaría dada por el repertorio de estos elementos mediadores, asociados por lo
general a valoraciones socialmente aceptadas o rechazadas y que explican actitudes y
comportamientos humanos. Sobra decir que estamos hablando de fenómenos dinámicos, es decir,
sumergidos en procesos de cambio y continuidad, interacción y conflicto.
 
En unos casos se ha definido la cultura urbana como un conjunto de normas y comportamientos
que asumen la diversidad, aceptan la diferencia, abogan por la tolerancia y la democracia,
acudiendo a la polis griega como modelo fundacional de esta cultura. En otros casos se ha
ejemplificado el deber ser de la cultura urbana a partir de ciudades europeas y en menor medida
norteamericanas.  Más próximas han sido las reflexiones que colocan como referente Ciudad de
México, Buenos Aires o Montevideo. Pero, otra forma de abordar el asunto, no necesariamente en
conflicto con alguna de las anteriores, ha sido la de poner el acento no en los referentes históricos
o internacionales, sino en desentrañar las características y motivos de  los comportamientos y
tipos de relaciones que existen en nuestras ciudades, para reelaborar eventualmente y a partir de
allí, un “deber ser” mas factible y mas propio. De esta manera volvemos al concepto de cultura
urbana como lo que existe en una ciudad dada en términos de relaciones,  independientemente
de si se acerca o se aleja de un determinado modelo establecido.
 
Seguramente lo mas equilibrado y científico, estaría en articular lo histórico, la experiencia
internacional y el análisis específico y no dogmatizado de lo que son nuestras ciudades. Pero aún
en ese contexto, a nuestro modo de ver,  lo más relevante en la actualidad para las ciencias
sociales está en la elaboración de retratos del alma colectiva que revelen las múltiples culturas
urbanas que hacen la fisonomía de las ciudades. Tales retratos, deberían ser uno de los soportes
estratégicos de la planeación y la gestión del desarrollo urbano. 
 
El intercambio cultural como estrategia
 
Si la cultura urbana está configurada por múltiples formas de relacionamiento (sociales,
territoriales, generacionales, históricas, etc.), parece ser importante la aproximación y el
encuentro entre ellas a fin de contrarrestar la fragmentación de significados colectivos con
relación a los bienes urbanos. Cierto nivel de fragmentación de territorios,  grupos sociales, flujos
vehiculares y peatonales, es propio de la vida urbana,  además de saludable. Pero cuando esa
fragmentación es de sentidos generales  con relación a los bienes urbanos y está acompañada del
rechazo y la estigmatización mutua, se torna urgente incrementar la capacidad de reconocimiento
y comprensión de los fragmentos ajenos y la mirada crítica sobre el propio. Trataremos de
responder esquemáticamente a la pregunta de cómo lograr este intercambio cultural en el caso de
Bogotá.
[1] En Bogotá un elemento constante hasta hace muy poco fue la distancia, el desprecio y la
incomprensión,  por parte de las élites,  de las culturas populares. Aclaremos que para nosotros el
concepto de élite está desprovisto de toda carga negativa y que consideramos indispensable su
existencia para cualquier proceso de construcción social.

 1. El problema

 
Hay al menos dos grandes ciudades : la que podemos ver como globalidad (Bogotá) y la que se
vive desde los  espacios propios de cada sector geográfico (el barrrio, el edificio, el conjunto
cerrado o un conjunto de barrios), de cada grupo social (los arquitectos, los recicladores, los
rockeros, los industriales) o de cada lugar según su función (el centro, la calle de los botones y las
telas, las zonas de ventas artesanales, las zonas  industriales, el centro comercial, los centros
universitarios,...).
 
Al mirar la ciudad como globalidad desde una perspectiva histórico-cultural, encontramos unos
factores estructurales - crónicos. Ellos son:
 
·     El abismo cultural entre la ciudad formal-institucional y la vida cotidiana de las mayorías que
configuran la ciudad real. Ejemplos: los escritores y los ciudadanos en su mayoría no saben y no les
importa en que localidad viven, los funcionarios públicos por lo general ignoran  la dinámica social
y las formas de relacionarse de los habitantes, algunos funcionarios públicos se desvelan por hacer
cumplir la ley,  mientras que lo natural y lo lícito para la mayoría de los habitantes es vivir al
margen de unas normas que ignoran o que conocen fragmentariamente y se les antojan absurdas
y contraevidentes.
 
·     El predominio en el desarrollo de la ciudad y en la forma de asumirla,  de los intereses, los
discursos y las miradas privadas con relación a lo público, aún para analizar problemas públicos. El
ciudadano común, los grupos políticos, el urbanizador, el industrial, no acostumbran utilizar, 
como lo esencial, argumentos públicos para debatir problemas públicos. Cuando más se utilizan
rótulos a manera de argumentos de interés general. El predominio de lo privado en la vida
cotidiana y en la historia de la ciudad es lo que realmente la ha gobernado, apareciendo la
administración pública como un esfuerzo tardío que trata de enderezar lo que se ha torcido 20 o
30 años atrás.
 
·     Los estigmas, el rechazo y las exclusiones, han sido la norma en las relaciones entre los
sectores sociales y territoriales, entre ciertos grupos de ciudadanos y los funcionarios, entre
algunos profesores  y los estudiantes, entre una generación y otra. 
 
Estos factores estructurales producen consecuencias como las siguientes:
 
 Los programas de desarrollo y los procesos de participación no logran sumergirse son facilidad
en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad y por el contrario, enfrentan con cierta
regularidad oposición,  incomprensión o apatía ciudadanas. A veces, cuando logran algún
éxito, este es pasajero y no permanece en el inconsciente colectivo. Lo anterior también tiene
que ver con el hecho de que la elaboración y ejecución de los programas y proyectos no
involucran con frecuencia los códigos, símbolos e imaginarios de los habitantes y por tanto no
los convocan.
 
 A nivel general o macro no hay sentido de pertenencia, ni apropiación de la ciudad como un
todo, lo cual limita notablemente los procesos de planeación y gestión, resultando muy difícil
generar amplios procesos colectivos sustentados en discursos públicos.
 
 No hay disposición a la colaboración entre sectores sociales diferentes, lo cual limita las
posibilidades de ir más allá de pequeños y parciales logros en términos sociales.
 
 En parcelas de la ciudad cotidiana, en las micro-ciudades territoriales, sociales y funcionales,
hay espacios en los cuales se desarrollan movimientos - acciones ciudadanas que afirman lo
que se niega a nivel global: sentidos de pertenencia y niveles de apropiación que se viven a
través del parque, la iglesia, la tienda, los personajes, las actividades culturales, el equipo de
fútbol, ciertos eventos, algunos discursos colectivos,  etc. Y esa es una reserva cultural de la
ciudad, quizás la más clara de todas.
 2. La propuesta  
 
Una estrategia posible sería entonces la de consolidar las reservas culturales (el barrio, la calle, el
sector, el centro comercial, el gremio) para colocarlas en situación de diálogo,  proponiéndoles
miradas de ciudad.  No se trata de una sumatoria de identidades sino de un entrelazamiento de
ellas, que sirva de soporte a un diálogo de deseos, símbolos y códigos, finalmente a un diálogo de
valoraciones y de lo socialmente aceptable o rechazable, diálogo que relativizaría a su vez el peso
específico de las identidades parciales y podría ayudar a generar colectivamente pertenencias y
apropiaciones más amplias desde una perspectiva de zona  y de ciudad.
 
Desde luego, ello sería insuficiente y debería complementarse con programas metropolitanos
dirigidos a los tres grandes escenarios donde se forja la cultura urbana.
De alguna manera lo que esta estrategia propone es descubrir la ciudad a través de una
exploración profunda de sus barrios, sus zonas y sectores sociales, para encontrar allí algunas de
las claves que puedan propiciar el reencuentro con lo que somos y lo que queremos llegar a ser. Lo
anterior significa asumir que, en buena medida,  las respuestas están en nosotros mismos, en
nuestra historia y en los procesos de las micro - ciudades.

3. Contenidos
 
3.1. Herramienta de apoyo
 
Para poner a andar esta estrategia, tendríamos que dotarnos de una herramienta de apoyo, que
sirva como soporte y referente de los procesos de participación y los proyectos de desarrollo : una
mapificación cultural de Bogotá por barrios, zonas de uso y sectores sociales que identifique los
elementos que median las relaciones de los habitantes con los bienes urbanos, con sus semejantes
y  consigo mismos como grupos o comunidades. Esto es, identificar los códigos, símbolos e
imaginarios que operan en cada sector micro de la ciudad, colocándolos sobre planos
acompañados de un texto explicativo.
 
3.2. Líneas de acción
 
3.2.1. Afianzar las identidades parciales o micro a través de intervenciones ciudadanas orientadas
a:
 
*     Preservar la  memoria colectiva (v.gr. un programa de investigaciones profesionales sobre la
historia, la vida, el patrimonio y la simbología de los barrios, las zonas según usos y los sectores
sociales, que produzca materiales escritos, radiales  y visuales a ser reciclados en la escuela, la
familia y la organización vecinal o gremial)
 
*     Exaltar y mejorar los símbolos colectivos (v.gr. rescate del patrimonio barrial o sectorial y
construcción de nuevos monumentos a esta misma escala)
 
*     Mantener, embellecer y mejorar el espacio público a partir de procesos de diseño y
construcción que coloquen en diálogo a pobladores, técnicos e investigadores (v.gr., las vías, los
parques, las zonas verdes, los andenes, las canchas deportivas, las edificaciones importantes)
 
*     Ocupar y apropiar el espacio público a través de acciones colectivas de tipo horizontal en las
que el habitante es protagonistas, origen y fin (v.gr. fiestas, carnavales, bazares...)
 
3.2.2. Entrelazar las identidades parciales, a través de programas que permitan :
 
*     Articular la planeación barrial, sectorial y gremial con la local y distrital, propiciando el diálogo
de ciudadanos, técnicos y especialistas.
 
*     Encuentros de barrios y sectores en torno a proyectos compartidos. 
 
*     Actividades promocionales de tipo general (v.g.r., campañas como  Mi Barrio es una Nota,
Sopas Rapers, Como Mi Negocio No Hay Dos,....)
 
*     Propiciar el encuentro y el reconocimiento entre sectores sociales diferentes (Expediciones
urbanas, Visitas de doble vía, Restituir los Carnavales de la ciudad) .
 
3.2.3. Contextualizar las micro-ciudades en la ciudad global
 
Como ya se dijo todo lo anterior debe estar contextualizado y reforzado con programas macros
orientados a :
  e
¨  Mejorar las relaciones y afectos familiares
¨  Mejorar la calidad de las relaciones escolares
¨  Cualificar el diseño y los usos del espacio público
¨ Crear estilos y temáticas alternativas, altamente comercializables,  en los medios de
comunicación, que en el terreno de los exitosos lenguajes y formatos privados (dramatizados,
comedias, documentales de personajes, ...), jueguen con el balón de lo público.
 
Para algunos de estos programas macro debería pensarse en continuar y generalizar experiencias
exitosas que se han desarrollado en las direcciones señaladas o en otras similares.
 
Quizás por medio de una estrategia como la señalada podamos propiciar procesos de más largo
aliento,  cuyos depositarios y protagonistas  sean los ciudadanos y no la administración del
momento. Procesos que nos orienten con persistencia y continuidad hacia una ciudad donde los
abismos culturales  entre la ciudad formal y la ciudad real  sean más reducidos, en la que los
argumentos públicos impregnen la vida cotidiana y en la que cada grupo poblacional no vea a
otros sectores sociales o geográficos como una amenaza o como algo despreciable.
 
Analizar las micro-ciudades para articularlas a la ciudad global y sus posibles elementos
estructurantes, es entonces un terreno sumamente fértil que convoca con vehemencia a las
ciencias sociales y les ofrece la posibilidad de construir intercambios ciertos con otras ramas del
saber, a fin de resignificar la vida urbana.

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/sociologia/signi/2p.htm

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