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El Príncipe Chaucato: Tradición iqueña

e imaginación creativa.
José Vásquez Peña

Resulta casi imposible que elementos tan dispares como


la tradición y la imaginación se enlacen, se conjuguen en
un texto literario; la tradición casi siempre se entronca
con un estilo directo de relato, diríase, una copia de la
realidad; la imaginación permite dar saltos en el tiempo y
en el espacio, produciendo una realidad textual desasida
del contexto verosímil, creíble.
Esta primera reflexión nos introduce por los diversos
caminos que transita El Príncipe Chaucato,(1) en aquellos
predios mágicos, en aquel país muy lejano, de las
dunas/de los vinos y lagunas/del pallar y de los mangos;
aquel país que a mitad de la travesía, gracias a los efectos
derivados del manejo de la ambigüedad en el relato, se
nos aparece como Ica, envuelta, cual mágico paisaje, en
metáforas y simbolismo. Emerge como Ica transformada

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por la imaginación y la creatividad, sin perder el sustrato
tradicional.
Los invito, caros lectores, a emprender y encandilarnos
con la travesía que representa El Príncipe Chaucato.
Descifremos, haciendo acopio (también) de imaginación,
los misterios y secretos que encarna el personaje que de
real (el príncipe Val del Omar, en clarísima alusión a
Abraham Valdelomar) se convierte en el encantado
Príncipe Chaucato, un chaucato que desde todos los
lugarcitos (por pequeños y por omnímodos) de la
campiña iqueña, fisgonea la eternidad, agarrando con
aletazos mágicos al tiempo y al espacio que ya perdieron
su condición de presente, y que a través del relato desde
el pasado se proyectan al panorama inmortal de la
literatura iqueña.
Demos el primer paso.
¿Un viaje en alfombra mágica? Sí, tal vez por traslación
de espacios: de la antigua Persia a estos lares; quizá, por
permuta de tiempos (de antaño a hogaño), o más
exactamente (por situarnos en el plano de la creación

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literaria) haciendo uso de la ruptura del tiempo, Nelly
Soto Solsol, nos fascina inaugurando el poema (o relato)
con un príncipe vestido de blanco orgullo/con su carita
de grana/y su afilada nariz, viajando desde ¿dónde
jamás? en alfombra voladora, desde aquellos desiertos
(¿los de Bagdad y Aladino?) calcinados por el tiempo,
hasta estos desiertos y estas dunas, que sin dejar de ser
encantados nos rodean diariamente, insuflándonos su
calidez proverbial. ¿Alfombra voladora? ¿Raro, no? No
común. En literatura, nada es raro. Démosle a la autora la
licencia para crear su atmósfera narrativa. Al final, lo
importante es el resultado estético del relato.
Puntualicemos: Hemos venido utilizando,
indistintamente, los términos poema o relato para
calificar el texto que comentamos. La razón es la
siguiente: la trama del mismo es un viaje y ello implica
un relato; en todo caso, si es un poema, lo será con
profundo contenido narrativo - épico.
Continuemos el viaje.

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El príncipe val del Omar, viaja preguntándose
incesantemente, ¿Cuándo, cuándo llegaré? Destacamos
el buen uso de la reiteración del adverbio de tiempo:
cuándo. La sonoridad de esta construcción sirve de
enlace, de hilo enhebrador, de estrofas, en gran parte del
poema; sirve, además de motivación permanente para que
el lector se solace y responda con el personaje narrador:
Voy al país de las dunas/de los vinos y lagunas, e
internalice los símbolos propios de la tierra iqueña y
acceda a la pasión telúrica, establezca el apego a la
querencia a través del cariño por el iqueño intemporal,
por su idiosincrasia; por su paisaje (natural y cultural),
por su flora, por su fauna
El relato está colmado de metáforas y simbolismos
iqueños, anotamos algunos:
No seas loca paraca
No me muerdas
Con tu boca
Desdentada y piriloca
Tu cuerpo parece embudo

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Que va cantando rum,rum,
Este diálogo se produce cuando el personaje poemático
encara al viento: Suelta mi alfombra/paraca/ quieres
hacerme caer/ para matar mis anhelos de ser val del
Omar.
He aquí otra definición metafórica de la duna que
embelesa, que encanta.
¿Qué es lo que ven mis ojos?
Un inmenso chocolate
bañado en leche y arena
con su perfilada cresta
que levanta polvareda
El final de la III Estrofa, nos ofrece una significativa
evocación del desaparecido paisaje iqueño. Desfilan, en
ese afán: el médano (duna macho) Saraja; la Victoria,
Orovilca, la Huega, y la aún subsistente Huacachina.
Existe una intencionalidad manifiesta de manejar el
pasado iqueño como un eje importante en la formación de
la personalidad de los niños y jóvenes iqueños porque

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para ellos, esencialmente, va dirigido este mágico
poemario.
El misterio que brota de las creencias y leyendas iqueñas
se desliza cuando el personaje (el príncipe Val del Omar),
describe: hay una palmera viva/que tiene siete
cabezas/doce ojazos que me miran/con racimos hechos
de oro; y cuando se produce el encuentro del príncipe
con la bruja más famosa del pasado cachichano: Soy ¡ Ña
Manonga! Querido/ la princesa que tu buscas/la mal
llamada hechicera/hechicera de Cachiche. Al final del
encuentro, la bruja lanza un hechizo/ Zas, zas,/y lo
convierte en chaucato.
Convertido en Chaucato, ante la insistencia de la bruja
para que emigre del lugar, Omar, responde:
Ica es mi tierra
Señores,
jamás emigraré
toda mi sangre
está aquí,
cuando los frutos brotan

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mis conciertos matutinos
son trinos de algarabía
Esta historia, culmina con una invitación de El Príncipe
Chaucato, (el encantado Val del Omar) para que
habitemos y nos divirtamos en esas tierras de prodigio
donde
El silabeo del viento
lleva el eco pastoril
de los sauces soñadores
de los cinamomos nuevos
de los eucaliptos
a mi nido cual canción
para decir con orgullo
Soy el pájaro cantor
príncipe de las campiñas
Y enamorado hasta el cuello
que lleva por nombre
Omar
¡Acostumbrado a chauchar!

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Invitación hacia los predios de la identidad cultural
iqueña que debe ser rescatada del olvido y la desidia y
relanzada como un objetivo prioritario en los planes y
programas educativos en todos los niveles y modalidades
de la Educación regional.
La sólida literatura infantil iqueña se ve fortalecida con
esta obra que trasunta un diáfano sentimiento de amor
telúrico.
Accedamos a esa invitación e incursionemos en ese
increíble mundo textual. Vivamos y recreemos el espíritu
de la iqueñidad para dejarla como invalorable legado a
nuestros descendientes como una muestra del inmenso
cariño por la tierra iqueña.

SOTO SOLSOL, Nelly. El Príncipe Chaucato. Editorial Latina. Ica, 2010.

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