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A propósito de la película Alexander: entre el mito, la historia y su legado.

Alejandro Bancalari Molina*

Un nuevo filme de índole histórico, más precisamente bélico, llegó a las salas de
cines del país. Se trata de Alexander, del director Oliver Stone, quien a manera de biografía,
narra y explica la vida y, de manera especial, la obra conquistadora de Alejandro de
Macedonia. Si bien, el filme no ha generado polémica y debate en demasía, como otras
películas de mismo género; es relevante destacar como personajes y aspectos de la historia
antigua grecorromana están presentes, en nuestro tiempo, en la mente de muchos cineastas
y directores y, por cierto, del público común.

Alejandro Magno es, sin duda, uno de los personajes más sorprendentes y más
estudiado por la historiografía universal. Su figura, su obra y su fuerte y extraña
personalidad unida a un carisma peculiar, lo transformaron en un verdadero mito y
arquetipo para la civilización cristiano-occidental, en un militar victorioso, en un unificador
de pueblos y en un héroe viviente para el mundo clásico.

Desde el punto de vista histórico y a partir del filme Alexander, estimamos


interesante abordar las siguientes interrogantes: cuál fue, en realidad, la relevancia de
Alejandro el grande: en qué consistió su atracción e imán; por qué el deseo e ímpetu
desenfrenado por conquistar y civilizar territorios inmensos y lejanos donde el hombre
griego y europeo no había llegado. En fin, cuál fue su legado y herencia en los doce años
(334–323 a. de C.) de su empresa militar.

I.– Valorización de las fuentes: Los innumerables escritos, estudios e interpretaciones de


Alejandro provienen desde la misma época helenística (siglos IV–I a. de C).
Lamentablemente, las fuentes primarias sobre su figura y acciones se han perdido y sólo
nos quedan los historiadores secundarios (a través de pequeños fragmentos directos),

*
Doctor en Historia por la Universidad de Pisa (Italia). Profesor de Historia Antigua, Universidad de
Concepción.

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quienes vivieron, aproximadamente, cuatro siglos después del conquistador macedónico.
De aquí surgen entonces, las diversas interpretaciones en torno a Alejandro. En efecto, la
cultura latina y griega ofrecen visiones opuestas, pero constantes de la figura del héroe
macedónico; mientras los griegos lo celebraban como campeón del helenismo, los romanos
buscaban de manera denodada redimensionarlo o de representarlo como el prototipo del
tirano. En el fondo, la representación y reinterpretación del insigne macedónico en calidad
de político–soberano, militar–conquistador y como persona, constituyó una antinomia,
canalizada en dos vertientes: el buen–mal Alejandro. En esta doble corriente; la positiva y
de admiración lo concibe como un ser digno de emulación por sus triunfos militares, gran
conquistador, buen soberano, por su valentía y carisma personal y dotado de valores
morales. En contraposición, la corriente negativa de hostilidad, lo retrata por su
personalismo, ambición, autocracia y tiranía, además, de una valorización degenerativa en
el plano moral–virtuoso.

Si tomamos dos ejemplos de fuentes e interpretaciones positivas, nos encontramos


con la descripción que realiza Arriano (siglo II d. de C.), señalando: “no hay nadie entre
griegos y bárbaros que hayan realizado proezas tan extraordinarias, tanto por el número,
como por su grandeza” (Anábasis, I, 12, 1–5). Alejandro fue visualizado, entonces, como
un “héroe sobrehumano” y era, en cierta medida, la atmósfera que se respiraba, pues altos
jefes y emperadores (imitatio Alexandri) se enaltecían y se adornaban con los triunfos y la
gloria de éste. La imagen positiva de Alejandro por parte de Arriano, presentada en su
obra, no sólo aborda el plano del conquistador y del militar victorioso, sino más bien, el del
hombre con sus dotes y virtudes morales.

Por su parte, Plutarco (siglo II d. de C.), consigna un excelente retrato psicológico y


de las peculiaridades de la vida de Alejandro y en su obra: Sobre el destino de Alejandro;
describe al macedónico de una manera brillante, como el prototipo de héroe conquistador
que transmite el progreso y la civilización a los pueblos bárbaros, y que por sus
realizaciones educativas, es en verdad un “filósofo”.

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II.– Un imperio mundial: Por la magnitud y lo extenso del territorio, desde la península
balcánica hasta la India. Ya Droysen, en su clásica obra Alejandro Magno, a mediados del
siglo XIX, señalaba que: “Alejandro creó la primera unidad universal que encontramos en
la historia”. ¿Cómo se presenta esta realidad? Uno de los propósitos claros de la
expedición alejandrina a Asia fue recuperar la libertad de las poleis griegas en la costa del
Asia Menor. Después de la victoria sobre Dario III en la batalla de Gaugamela en el 331 a.
de C., Alejandro viene proclamado rey de Asia y envió a los griegos una magnilocuente
proclama, sentenciando que todas las tiranías habían sido abolidas e inaugurando un
período de autonomía. De esta manera, a partir del 330 a. de C. fue rey del imperio persa,
de Macedonia, y las poleis de la costa asiática liberadas entraron a formar parte de su
imperio. En el fondo, Alejandro en la titulatura e ideología oficial llegó a ser un ilimitado
basileus universal, conquistador y rey del mundo.

La grandeza y manía conquistadora de Alejandro y el éxito, la gloria, la fama y el


triunfo (a la manera del héroe homérico) lo hizo concebir un gran imperio universal, más
amplio aún del anexado. En Babilonia, hizo los preparativos para su expedición a la
península arábica con el propósito de circunnavegar el sur de Arabia y encontrar otra ruta
marina a Egipto. Sin embargo, para muchos estudiosos ésta debía constituir el punto de
partida para su gran expedición al occidente. El objetivo final era, sin duda, Roma. Ahora
bien, el plan trazado por Alejandro consistía en atravesar y conquistar, desde Arabia, toda
la costa norte de Africa hasta las columnas de Hércules y de ahí penetrar por Hispania y
Galia hasta Roma. Lo que nunca se concretó.

III.– La política del mestizaje y el principio de la homonoia: Uno de los pilares en la


conformación de la comunidad alejandrina fue el proceso de mestización entre griegos,
macedonios y persas. No existe en Alejandro una postura que llamaríamos, hoy en día,
xenófoba. Éste se casó tres veces; significativo y simbólico fueron los descomunales
matrimonios mixtos en Susa, de unos 10.000 soldados macedonios con asiáticas de
diferentes etnias y pueblos. Las bodas colectivas de Susa simbolizan una estrecha
vinculación y alianza entre la aristocracia macedónica y la elite persa, este es uno de los
elementos que Alejandro considera clave para el mantenimiento de sus dominios y la

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concreción de su imperio mixto. Más aun, el conquistador tuvo en mente el proyecto de un
traslado de hombres de Asia a Europa y viceversa, procurando una mestización ecuménica.

Por otra parte, la igualdad y la esperanza de fundir razas en una especie de


“fraternidad humana”, estaba por encima de nacionalismos y le permitió la colaboración y
la igualdad de derechos entre conquistadores y conquistados. Este principio de humanidad
es resaltado, por parte, de la historiografía como uno de los hechos relevantes de la obra del
Alejandro, buscando la homonoia, es decir, una armonía, unión, fraternidad e igualdad
entre los pueblos y por una comunidad conjunta de macedonios y persas, terminando, en
cierta medida, con la diferenciación odiosa entre helenos y bárbaros.

IV.– Desarrollo económico y cultural: Un gran logro y creación de Alejandro en el


campo económico–monetario ha sido revalorizado por la historiografía actual, originando
una especie de economía de libre mercado, un tráfico comercial, una red de interconexión
vial y una circulación en un vasto sector de la ecúmene. Según Hammond (Alejandro
Magno, rey, general y estadista, 1992), “la habilidad con la que Alejandro transformó la
economía de Asia en ese sistema de intercambios comerciales que los griegos habían
inventado y que llamamos capitalismo, y en tan corto de tiempo en que lo logró, es una de
las más preclaras pruebas de su genio”.

Culturalmente hablando, la labor helenizadora de Alejandro en el oriente, fue


enorme: las costumbres y las creencias griegas encontraron eco en las fundaciones de
nuevas ciudades y entre los mismos persas. Expandió el heleno como cultura y lengua
común y universal: la koiné.

V.– Grandeza política: ecumenicidad y globalidad: en su imperio universal y en la


grandeza política de Alejandro (a pesar de su prematura muerte a los 32 años) se
concretaron y tomaron efecto sus ideas y ambiciones. Desarrolló una nueva visión de la
ecúmene y del kosmos; no más pueblos o estados separados, todos ciudadanos y miembros
unidos entre sí, en un cosmopolitismo alejandrino. Será, justamente, Diógenes el cínico,

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quien utiliza por primera vez la palabra cosmopolites como “ciudadano del mundo” (VI, 63,
72)

El imperio alejandrino de cultura “mundial”, además de preparar el camino al


cristianismo preparó la vía al imperio romano, y conformó una especie de primer esbozo de
entidad globalizada adelantándose así al orbis Romanus del siglo II y III d. de C. como una
communitas globalizada. El mito de su persona y como militar, su política integracionista
y su vasto imperio pasó casi íntegramente a Roma, donde fue constantemente imitado en
sus acciones y propósitos. De esta forma, no es anacrónico señalar, sino apegado a la
realidad, que el imperio y la obra de Alejandro Magno constituyeron la primera unidad
globalizadora de la historia. Un extenso imperio universal con una economía, una
interconexión vial, una ecumenicidad cultural y unos principios políticos y de homonoia
hicieron de la empresa conquistadora y unificadora del macedonio, una comunidad
supranacional. Fusionó el occidente con el oriente generando la eclosión de un “nuevo
mundo”, o mejor dicho, “otro mundo” interrelacionado y, ciertamente, globalizado.
Alejandro, además, de libertador, conquistador y déspota, fue un soñador, precursor y
visionario.

El filme, sin duda, redimensiona, exagera y deforma, sin fundamentación, en las


fuentes la heterosexualidad de Alejandro y, en especial, su homosexualidad por su
entrañable amigo Hefestión y por el eunuco Bagoas. Esa relación, amistad y camaradería
entre hombres, era propia de sociedades de guerreros, al mejor estilo de los héroes
homéricos. Las costumbres y valores morales de aquella época eran muy distintas a las de
nuestro tiempo. Sin embargo, no se describe en ningún documento la supuesta
homosexualidad - como la vemos hoy - de Alejandro. De la misma forma, su vinculación
con su madre Olimpia es discutible, ésta aparece en el filme como una mujer
extremadamente dominante y en una relación casi enfermiza con su hijo a quien siempre le
deseó lo mejor. En suma, la cinta Alexander, fuera de estas distorsiones señaladas y otras
menores, es una buena aproximación a la vida, obra y hazañas del conquistador
macedónico.

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