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Cultura escolar, desigualdades escolares y reproducción social – Lahire

Lahire se propone discutir con las teorías estructural-funcionalistas de la reproducción.


Cita los textos de Baudelot y Establet y el famoso de Bourdieu y Passeron. Lo que
plantea el autor es que la crítica ejercida por estos teóricos debe ser inscripta en un
momento determinado de la historia, no es posible universalizar esa crítica. Durante la
década de 1970 esos teóricos discutían contra tres discursos fuertemente instalados
en esa época: el de la escuela democrática (la escuela trata igual a todo el mundo), el
de la meritocracia, y el de la ideología del don (los talentos están natural y
desigualmente distribuidos). Esos teóricos señalaron que la institución escolar
funcionaba como un espacio reproductor de las desigualdades de las posiciones
sociales. Su debilidad fue no haberse preguntado por las condiciones históricas que le
dieron determinado valor a los títulos escolares.
Lahire señala que si bien hay una crítica de esos principios, los teóricos críticos
compartían (o no cuestionaron) una creencia sobre la escuela, la de que esta podría
ser (o debería ser) menos desigualitaria. Había una fe compartida en la capacidad
democratizadora de la escuela.
El nodo central del texto de Lahire radica en la necesidad de ejercer una reflexividad
en torno a las condiciones históricas que generan que una relación social sea desigual
y no, simplemente, diferente. La desigualdad está dada por el grado de interés que se
genere en torno a un determinado bien o servicio. El acceso y la selectividad de la
escuela fueron considerados desiguales una vez que se constató que el acceso a los
diplomas que otorga la institución servía para obtener un mejor trabajo o una mejor
posición social.

En lugar de medir sin reflexividad las distancias entre grupos sociales, clases sociales o categorías
sociales, y convertir automáticamente toda diferencia en desigualdad, el sociólogo debe tener como
objeto la génesis de tales creencias colectivas, los procesos de legitimación, deslegitimación o
relegitimación de los diferentes tipos de bienes, actividades o saberes, y, al fin de cuentas, las luchas por
la definición social de “las cosas que cuentan”, de “lo que tiene valor”. Resumiendo, de lo que constituye
“capital” ante los ojos del mayor número de individuos.

El texto de Lahire hace pensar en la actualidad: ¿qué valor se le asigna a la escuela


hoy en día? ¿Sigue siendo el diploma un capital, en términos de un bien deseable por
el conjunto de la sociedad? ¿Qué ocurre frente a la inflación de los títulos secundarios,
su devaluación y el interés generado en la sociedad?

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