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Reflexión: Mc 12,13-17
¿Qué es lo que quiere decir el Señor con esta respuesta que muchos interpretamos
como la santificación del dinero y con esta, todo lo que proviene de él, como si
existieran dos mundos paralelos, que no tienen nada que hacer el uno con el otro?
Bien pensado, efectivamente devela dos mundos distintos, pero no paralelos, sino
opuesto y excluyentes, que es muy diferente. Y es que, no se puede servir a dos
señores, como dirá en otro pasaje Jesucristo: o estamos con Dios o con el Dinero.
Dicho de otro modo, lo que es del Cesar, es decir, el dinero, no tiene nada que ver
con nosotros. No es que el Señor esté diciendo, como pretendemos, que hemos de
llevar dos cuentas paralelas, en dos bolsillos o cajones diferentes, una para las cosas
de Dios y otra para las del Cesar, justificando de este modo que demos al Cesar lo
que es suyo, sin por eso afectar aquello que corresponde a Dios o a nosotros y que
por lo tanto no tenemos por qué dárselo. No es que el Señor diga que está bien que
le demos al Cesar lo que pide, sino que eso no nos corresponde, no nos debe
interesar, que se lo lleve si quiere, nosotros estamos dedicados a otra cosa; nosotros
tenemos otros intereses distintos, que son en los que merecen nuestra
atención. «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron:
«Del César.» Jesús les dijo: « Lo del César, devuélvanselo al César, y lo
de Dios, a Dios.»
Entonces, ¿qué nos diría Jesús hoy? Pues probablemente nos repetiría lo mismos.
No se empeñen tanto en el dinero, que no nos pertenece, que no es la razón por la
que vivimos y somos, y preocúpense más bien por sus cosas, que son las cosas de
Dios. Dejemos el dinero para el dueño del mismo, para quien lo posee, para quien
vive obsesionado por él, al extremo que lleva su foto impresa en cada billete.
Nosotros preocupémonos por las cosas de Dios. No son dos cuentas paralelas, sino
opuestas. No se puede pretender atender a ambas, no con la eficiencia y dedicación
que requieren, así que tenemos que decidir. O nos ocupamos del dinero, o nos
ocupamos de Dios. Alguien dirá que esto es una exageración, porque no podemos
prescindir del dinero y en el extremo incluso dirá que posiblemente podemos
prescindir de Dios, mas no del dinero, porque siempre se requiere algo de dinero.
¿Es esto cierto? ¿Estamos de acuerdo? ¿Es así como pensamos? Entonces, en
última instancia ¿el dinero vale más? Cuidado con lo que respondemos.
Meditemos. No demos una respuesta mecánica. Reflexionemos y defendamos las
conclusiones a las que llegamos. Argumentemos. «¿De quién es esta imagen y
la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: « Lo del
César, devuélvanselo al César, y lo de Dios, a Dios.»
Dios es anterior que todo, incluso anterior que la vida, ¿cómo no habría de ser
anterior al dinero, que es una creación humana? ¿Qué ha ocurrido con el dinero
para que tenga tanto poder, al extremo de nublar nuestra razón? Lo que pasa es
que el dinero se ha entronizado como el valor por antonomasia. Todo se mide en
función del dinero. Incluso los americanos han acuñado la frase: time is money,
razonamiento que lleva implícita la afirmación blasfema que el Dinero es más
importante que Dios, porque si algo vale en la vida, es su desarrollo en el tiempo,
pero si el tiempo que se pierde o se aprovecha equivale a dinero ganado o perdido,
entonces, con una buena cantidad de dinero, aparentemente, podemos comprar
todo el tiempo que queramos, lo cual sabemos que no es cierto, porque nadie ni con
todo el oro del mundo puede adquirir un segundo más para su vida. Si esto e cierto,
entonces el tiempo no es lo más importante, sino la vida y esta solo la puede dar o
quitar Dios. Por lo tanto, si somos razonables antes que servir al dinero y
organizarnos en función de él, debíamos servir a Dios y a la vida y organizarnos
entorno a ellos, dejando al Cesar lo que le corresponde, porque ni es nuestro, y ni
nos interesa. «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le
dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: « Lo del César, devuélvanselo al
César, y lo de Dios, a Dios.»
Oremos:
Padre Santo, no permitas que nos dejemos seducir por el dinero y las
riquezas, que corrompen nuestras almas y nuestros corazones, antes
bien, que nos entreguemos plenamente a tu seguimiento, olvidándonos
Marcos 12,18-
de nosotros y de toda riqueza…Te lo pedimo
Con esto último nos debía bastar, pues siendo hijos de un Dios que es Amor y que
supo darnos un mundo tan magnífico para esta vida efímera, cuando más sabrá
darnos cuando finalmente lleguemos al cielo a vivir eternamente. Nada de lo que
podamos imaginar lo igualará y ni si quiera se acercará, a no ser la vida de los
ángeles, que la desconocemos por completo. Si hemos sido felices alguna vez, si
hemos gozado de consuelo, satisfacción, amor y alegría alguna vez, podemos tener
una referencia de lo que puede ser aquello. Si como dijo Einstein, la luz es la
sombra de Dios, podríamos decir con justicia que lo mejor que hayamos podido
tener en esta vida, no será ni la sombra de lo que alcanzaremos en el cielo, cuando
resucitemos y vivamos eternamente. Es ocioso ponernos a especular, pensando en
mejores relaciones con nuestra familia, con nuestros hermanos o con nuestra
pareja, porque todo allá será completamente distinto. No tiene por qué ser como lo
queremos o imaginamos. Bástenos saber que seremos muy felices, más que lo que
nunca pudimos alcanzar a ser aquí y viviremos en este estado armonioso,
equilibrado, pleno, total, eternamente. Pues cuando resuciten de entre los
muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como
ángeles en los cielos.
Oremos:
Padre Santo, no permitas que caigamos en discusiones ociosas respecto a cómo
será la vida en los cielos; bástenos saber que seremos como ángeles. Que
aprendamos a dar prioridad al amor en nuestras vidas. Que hagamos del amor lo
primero y lo último. Que encontremos en el amor nuestra plenitud…Te lo pedimos
por nuestro Señor Jesucristo…Amén.
s por nuestro Señor Jesucristo…Amén.