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Marcos 12,13-17 – Lo del César

Texto del evangelio Mc 12,13-17 – Lo del César


13. Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna
palabra.
14. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por
nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con
franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o
dejamos de pagar?»
15. Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tientan?
Tráiganme un denario, que lo vea.»
16. Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le
dijeron: «Del César.»
17. Jesús les dijo: «Lo del César, devuélvanselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se
maravillaban de él.

Reflexión: Mc 12,13-17
¿Qué es lo que quiere decir el Señor con esta respuesta que muchos interpretamos
como la santificación del dinero y con esta, todo lo que proviene de él, como si
existieran dos mundos paralelos, que no tienen nada que hacer el uno con el otro?
Bien pensado, efectivamente devela dos mundos distintos, pero no paralelos, sino
opuesto y excluyentes, que es muy diferente. Y es que, no se puede servir a dos
señores, como dirá en otro pasaje Jesucristo: o estamos con Dios o con el Dinero.
Dicho de otro modo, lo que es del Cesar, es decir, el dinero, no tiene nada que ver
con nosotros. No es que el Señor esté diciendo, como pretendemos, que hemos de
llevar dos cuentas paralelas, en dos bolsillos o cajones diferentes, una para las cosas
de Dios y otra para las del Cesar, justificando de este modo que demos al Cesar lo
que es suyo, sin por eso afectar aquello que corresponde a Dios o a nosotros y que
por lo tanto no tenemos por qué dárselo. No es que el Señor diga que está bien que
le demos al Cesar lo que pide, sino que eso no nos corresponde, no nos debe
interesar, que se lo lleve si quiere, nosotros estamos dedicados a otra cosa; nosotros
tenemos otros intereses distintos, que son en los que merecen nuestra
atención. «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron:
«Del César.» Jesús les dijo: « Lo del César, devuélvanselo al César, y lo
de Dios, a Dios.»

Recordemos que el Cesar es un usurpador, representante de un estado u


organización política que domina el mundo de aquel entonces, bajo cuyo yugo se
encuentra Israel, obligada a pagar impuestos por la simple razón de la fuerza.
Tiempos políticamente distintos a los actuales, en los que posiblemente no vemos
muchos estados ocupados y obligados a servir a otros. ¿Es esto real o más bien
aparente? El mundo se ha sofisticado muchísimo y ahora posiblemente no
encontramos demasiadas relaciones evidentemente dominantes y déspotas como
las de entonces. Sin embargo la economía ha llevado a muchos países en el mundo
a usar el Dólar o el Euro como moneda corriente y en ninguna de estas monedas
fuertes podemos ver nuestros rostros, sino los de representantes de los países
poderosos. No pagamos impuestos directamente a ellos, como en aquel entonces
estaba obligado Israel a hacer con Roma, pero es indudable que la presencia de
estas monedas en nuestras economías representa el dominio comercial e industrial
que ejercen, por el cual gran parte de las utilidades de nuestras transacciones
comerciales van a abultar sus arcas, en desmedro de las nuestras. El mundo está
organizado de tal manera que ellos sean cada vez más ricos, mientras nosotros
somos cada vez más pobres. Estos son hechos; lo demás son especulaciones y
teorías que nos hacen abrigar esperanzas, pero que no se cristalizarán mientras
sigamos el mismo modelo en el que el capital, el dinero es lo primero.  «¿De
quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.»
Jesús les dijo: « Lo del César, devuélvanselo al César, y lo de Dios, a
Dios.»

Entonces, ¿qué nos diría Jesús hoy? Pues probablemente nos repetiría lo mismos.
No se empeñen tanto en el dinero, que no nos pertenece, que no es la razón por la
que vivimos y somos, y preocúpense más bien por sus cosas, que son las cosas de
Dios. Dejemos el dinero para el dueño del mismo, para quien lo posee, para quien
vive obsesionado por él, al extremo que lleva su foto impresa en cada billete.
Nosotros preocupémonos por las cosas de Dios. No son dos cuentas paralelas, sino
opuestas. No se puede pretender atender a ambas, no con la eficiencia y dedicación
que requieren, así que tenemos que decidir. O nos ocupamos del dinero, o nos
ocupamos de Dios. Alguien dirá que esto es una exageración, porque no podemos
prescindir del dinero y en el extremo incluso dirá que posiblemente podemos
prescindir de Dios, mas no del dinero, porque siempre se requiere algo de dinero.
¿Es esto cierto? ¿Estamos de acuerdo? ¿Es así como pensamos? Entonces, en
última instancia ¿el dinero vale más? Cuidado con lo que respondemos.
Meditemos. No demos una respuesta mecánica. Reflexionemos y defendamos las
conclusiones a las que llegamos. Argumentemos. «¿De quién es esta imagen y
la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: « Lo del
César, devuélvanselo al César, y lo de Dios, a Dios.»

Dios es anterior que todo, incluso anterior que la vida, ¿cómo no habría de ser
anterior al dinero, que es una creación humana? ¿Qué ha ocurrido con el dinero
para que tenga tanto poder, al extremo de nublar nuestra razón? Lo que pasa es
que el dinero se ha entronizado como el valor por antonomasia. Todo se mide en
función del dinero. Incluso los americanos han acuñado la frase: time is money,
razonamiento que lleva implícita la afirmación blasfema que el Dinero es más
importante que Dios, porque si algo vale en la vida, es su desarrollo en el tiempo,
pero si el tiempo que se pierde o se aprovecha equivale a dinero ganado o perdido,
entonces, con una buena cantidad de dinero, aparentemente, podemos comprar
todo el tiempo que queramos, lo cual sabemos que no es cierto, porque nadie ni con
todo el oro del mundo puede adquirir un segundo más para su vida. Si esto e cierto,
entonces el tiempo no es lo más importante, sino la vida y esta solo la puede dar o
quitar Dios. Por lo tanto, si somos razonables antes que servir al dinero y
organizarnos en función de él, debíamos servir a Dios y a la vida y organizarnos
entorno a ellos, dejando al Cesar lo que le corresponde, porque ni es nuestro, y ni
nos interesa.  «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le
dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: « Lo del César, devuélvanselo al
César, y lo de Dios, a Dios.»

¿Qué debemos hacer? Empezar a liberarnos. Dejar de seguir obsesionados por el


dinero y empezar a ocuparnos de los hombres, de las personas, de nuestro prójimo,
de Dios. Se trata de una revolución pacífica que debemos empezar a seguir, si
queremos ser felices. El otro camino, tarde o temprano, solo nos llevará a la
perdición. Es momento de cambiar y el cambio ha de ser radical. No podemos estar
con medias tintas. Por eso el Señor nos dice que hay que nacer de nuevo, no
volviendo al vientre materno, sino dejándonos bautizar por el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, a fin de proceder como Dios nos manda.  «¿De quién es esta
imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo:
« Lo del César, devuélvanselo al César, y lo de Dios, a Dios.»

Oremos:
Padre Santo, no permitas que nos dejemos seducir por el dinero y las
riquezas, que corrompen nuestras almas y nuestros corazones, antes
bien, que nos entreguemos plenamente a tu seguimiento, olvidándonos

Marcos 12,18-
de nosotros y de toda riqueza…Te lo pedimo

27 – serán como ángeles


Texto del evangelio Mc 12, 18-27 – serán como
ángeles
18. Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le
preguntaban:
19. «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja
mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a
su hermano.
20. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar
descendencia;
21. también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo
mismo.
22. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la
mujer.
23. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los
siete la tuvieron por mujer.»
24. Jesús les contestó: «¿No están en un error precisamente por esto, por no
entender las Escrituras ni el poder de Dios?
25. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas
marido, sino que serán como ángeles en los cielos.
26. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en
lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el
Dios de Jacob?
27. No es un Dios de muertos, sino de vivos. Están en un gran error.»

Reflexión: Mc 12, 18-27


Una y otra vez tratamos de poner trampas al Señor, para ver si podemos hacerlo
caer en contradicción. Muchos se dedican a eso como deporte. Están
constantemente buscando hacernos caer en algo, para justificar su falta de fe o su
mal proceder. Claro, si el Señor se equivoca en algo, sería señal que pudiera estar
equivocado también en otras cosas y entonces mejor no aferrarse a su seguimiento,
pues como todos, finalmente nos defraudará. Pero la verdad es que el Señor no
defrauda; que es coherente y que jamás encontraremos contradicción. Tal vez no
lleguemos a entenderlo del todo, porque pudiera ser que estamos tratando de
ajustarlo a nuestros conceptos o a nuestra conveniencia y las cosas no funcionan
así. No es Jesucristo quien debe ajustarse a lo que creemos o a lo que tenemos por
aceptable, por razonable o por bueno. Somos nosotros los que debemos aprender
de Él y seguirlo. No es nuestra interpretación la correcta, sino lo que es verdad
concreta y objetivamente. Jamás encontraremos justificación en Jesús a nuestro
relativismo moral, porque la Verdad es una, nos guste o no, se adecue a nuestro
parecer o no. Esto es algo que nos cuesta creer, cuando nos falta humildad, cuando
por soberbia pretendemos interpretar a Jesús y hacerle decir lo que nos gusta, lo
que nos agrada, lo que tenemos por conveniente y por lógico. Pues cuando
resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido,
sino que serán como ángeles en los cielos.

Todo el razonamiento de los saduceos, para tratar de encontrar una fragilidad en la


promesa de Jesús, según la cual hemos de resucitar para vivir eternamente. Los
saduceos parten de un principio equivocado, de una creencia errada. Conforme a su
lógica, a su imaginación y a lo que consideran razonable, tendríamos que resucitar
“mecánicamente” tal y como éramos, con el mismo aspecto, las mismas
inclinaciones, los mismos gustos y el mismo estado. Y Jesús nunca ha dicho tal
cosa. Es más, hemos de tomar este texto precisamente, para hacer notar lo que a
este respecto nos revela el Señor. Son solo seis palabras pero que nos deben bastar
para marcar la diferencia. Dice el Señor: serán como ángeles en el cielo. Tendremos
que remitirnos a otros escritos seguramente para entender de modo más específico
y detallado lo que esto significa, pero también podríamos conformarnos con saber
que será distinto, que la resurrección y la vida eterna no será una prolongación de
la vida que dejamos y que conocemos, sino distinta, como los ángeles en el cielo. A
nosotros nos basta esta aclaración, porque conociendo el amor de Dios por
nosotros y su promesa de salvarnos de la muerte, no tenemos duda que será mejor
y no, necesariamente, parecida en nada a la que tuvimos aquí en la tierra. Será
distinta; será mejor. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos
tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los
cielos.

Con esto último nos debía bastar, pues siendo hijos de un Dios que es Amor y que
supo darnos un mundo tan magnífico para esta vida efímera, cuando más sabrá
darnos cuando finalmente lleguemos al cielo a vivir eternamente. Nada de lo que
podamos imaginar lo igualará y ni si quiera se acercará, a no ser la vida de los
ángeles, que la desconocemos por completo. Si hemos sido felices alguna vez, si
hemos gozado de consuelo, satisfacción, amor y alegría alguna vez, podemos tener
una referencia de lo que puede ser aquello. Si como dijo Einstein, la luz es la
sombra de Dios, podríamos decir con justicia que lo mejor que hayamos podido
tener en esta vida, no será ni la sombra de lo que alcanzaremos en el cielo, cuando
resucitemos y vivamos eternamente. Es ocioso ponernos a especular, pensando en
mejores relaciones con nuestra familia, con nuestros hermanos o con nuestra
pareja, porque todo allá será completamente distinto. No tiene por qué ser como lo
queremos o imaginamos. Bástenos saber que seremos muy felices, más que lo que
nunca pudimos alcanzar a ser aquí y viviremos en este estado armonioso,
equilibrado, pleno, total, eternamente. Pues cuando resuciten de entre los
muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como
ángeles en los cielos.

Si tuviéramos un poco de fe, nos abandonaríamos por completo a este horizonte.


No escatimaríamos esfuerzo ni sacrificio alguno con tal de alcanzarlo. Si ello
demanda pasar a segundo plano, servir antes que ser servido, pues lo haríamos con
muchísimo gusto y con creces. Es esta voluntad para obrar de este modo, con total
desprendimiento, la que quiere suscitar Jesús en nosotros. No se trata de acumular
dinero, ni riquezas, ni poder, porque lo que habremos de tener será infinitamente
superior. Esto es lo que hemos de creer. Esto es lo que hemos de alcanzar. No
aflojemos. Perseveremos hasta el fin. Y no nos dejemos engatusar por
razonamientos mundanos, porque las promesas de Cristo tienen que ver con otra
vida, con la vida eterna en el cielo, en la que seremos como ángeles, viviendo de
algún modo todos juntos, porque nuestro Pare Dios es un Dios de vivos. Pues
cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas
marido, sino que serán como ángeles en los cielos.

Oremos:
Padre Santo, no permitas que caigamos en discusiones ociosas respecto a cómo
será la vida en los cielos; bástenos saber que seremos como ángeles. Que
aprendamos a dar prioridad al amor en nuestras vidas. Que hagamos del amor lo
primero y lo último. Que encontremos en el amor nuestra plenitud…Te lo pedimos
por nuestro Señor Jesucristo…Amén.
s por nuestro Señor Jesucristo…Amén.

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