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personalidad”
El Problema
Esta breve descripción puede bastar para indicar el tipo de cambio para el cual
estamos considerando las condiciones previas. Además sugiere los modos en que
se puede determinar este criterio de cambio (ver “Psychotherapy and personality
change” Rogers. Chicago, 1954).
Las Condiciones
1. Una Relación
La primera condición señala que debe darse una mínima relación, un contacto
psicológico. Estoy hipotetizando que un cambio positivo significativo de
personalidad no ocurre si no es en una relación. Esto es, por supuesto, una
hipótesis y puede ser rechazada.
La primera condición del cambio terapéutico es tan simple, que tal vez debería
considerársela un supuesto o una precondición para destacarla de la que siguen.
Sin ella, sin embargo, los ítems restantes no tendrían sentido y ese es el motivo
por el que se la incluye.
Otro caso lo constituiría la madre que desarrolla vagas enfermedades cada vez
que su único hijo hace planes para dejar la casa. Su deseo real es asirse a su
única fuente de satisfacción. Percibir esto conscientemente sería inconsciente
con su visión de sí, la de una buena madre. La enfermedad, no obstante, es
consistente con su concepto de sí, siendo la experiencia simbolizada de esta
manera distorsionada. Así, nuevamente hay una incongruencia básica entre el
“self” tal como es percibido (en este caso como una madre enferma necesitada de
atención) y la experiencia real (en este caso, el deseo de asirse a su hijo).
Cuando el individuo no se percata de dicha incongruencia en sí, está solamente
vulnerable a la posibilidad de ansiedad y desorganización. Podría ocurrir alguna
experiencia tan repentinamente o tan manifiestamente, que la incongruencia no
pudiera ser negada. Por consiguiente, la persona se encuentra vulnerable a tal
posibilidad.
No es necesario (ni posible) que el terapeuta sea un ejemplar que exhiba este
grado de integración. O de integridad, en cada aspecto de su vida. Es suficiente
que sea cuidadosamente el mismo en esta hora de su relación, que él sea quién
realmente es en ese momento.
Debe quedar en claro que esto incluye el que debe ser él mismo, aún en aspectos
que no son considerados como ideales para la psicoterapia. Su experiencia puede
ser: “tengo miedo a este cliente”, o “mi atención será tan ofuscada por mis
propios problemas que apenas puedo escucharlo”. Si el terapeuta no está
negando estos sentimientos, sino que puede libremente “ser ellos”, entonces la
condición que hemos postulado se ha logrado.
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CHODORKOFF (Self perception, perceptual defense and adjustment.” . J Abnorm. Soc. Psychol, 1954, 49, 508-
512) la ha definido como una especie de cuociente, hecho por un clínico que elige los mismos ítems
autoreferentes independientemente, basando su elección en la apreciación que ha obtenido del sujeto gracias a
los test proyectivos.
Nos llevaría muy lejos considerar algo tan complicado como el grado hasta el
cual el terapeuta abiertamente comunica esta realidad en sí mismo al cliente.
Ciertamente que no es el objetivo del terapeuta expresar o manifestar sus
propios sentimientos, pero – en primer lugar – no debe engañar al cliente ni
engañarse a sí mismo. En ocasiones él puede necesitar expresar algunos de sus
sentimientos (ya sea al cliente o aun colega o supervisor), si ellos están en la línea
de las dos condiciones siguientes (4 y 5).
Tal como las dos condiciones previas, esta cuarta es también asunto de grado, lo
que se pone inmediatamente de manifiesto si tratamos de definirla en términos
de operaciones específicas de investigación. Uno de tales métodos para obtener la
definición sería considerar el tipo de cuociente para la relación descrita en la
condición 3. Cuando los ítems que expresan la aceptación positiva incondicional
son elegidos como característicos de la relación, tanto por el terapeuta como por
los observadores, se podría decir que hay “aceptación positiva incondicional”.
Tales ítems podrían incluir afirmaciones de este tipo: “no siento repulsión a nada
de lo que dice el cliente”, “no siento aprobación ni desaprobación hacia el cliente
y sus afirmaciones: simplemente aceptación”: “acojo cálidamente al cliente, con
sus debilidades y problemas, como con sus potencialidades” etc. Cuando tanto el
terapeuta como los observadores perciban estos ítems como características o,
sus opuestos como no característicos de la relación, se puede decir que se ha
logrado la cuarta condición.
5. Empatía
Sentir la rabia, el miedo o la confusión del paciente como si fuera propio, aún sin
que la propia rabia, miedo o confusión se mezcla en ello, es la condición que
estamos tratando de describir. Cuando el mundo del paciente está así de claro
para el terapeuta, y se mueve en el libremente, entonces él podrá tanto
comunicar su comprensión de aquello que es claramente conocido para el
paciente, como también de aquello que no tiene clara consciencia. Un cliente
describió así este segundo aspecto: “A cada momento yo, en una confusión de
sentimiento y pensamiento, atornillado en una tela de araña de muchas líneas
divergentes de movimiento, con impulsos de distintas partes de mi, y sintiendo
demasiado y extremadamente el sentimiento de su presencia – súbitamente, así
como un rayo de sol abriéndose camino a través de las nubes y marañas de
follaje para esparcir un círculo de luz en un camino confuso del bosque, vino
algún comentario de Ud. (fue).... claridad, un cambio adicional del cuadro, una
puesta en su lugar; después la consecuencia ... la sensación de avanzar, la
relajación. Estos fueron rayos de luz.
Aún existiría otra manera de medir, la empatía por jueces entrenados en medir la
profundidad y precisión de la empatía del terapeuta, sobre la base de escuchar
entrevistas grabadas.
ALGUNOS COMENTARIOS
Hasta este punto el esfuerzo ha sido hecho para presentar, breve y factiblemente,
las condiciones que he llegado a considerar como esenciales para el cambio
psicoterapéutico. No he tratado de dar un contexto teórico de estas condiciones,
ni de explicar lo que según yo sería la dinámica de su efectividad. Ese material
explicatorio estará disponible, al lector que se interese, en el documento recién
mencionado.
Solo la condición uno es dicotomizable (está presente o no) y el resto de las cinco
ocurren en grado variable, cada una en su continuo. Si esto es cierto, otra
hipótesis sigue, y parece que esta sería la más fácilmente de probar:
En el tiempo presente, estas hipótesis pueden ser sólo postuladas en esta forma
general, lo que implica que todas las condiciones tienen el mismo peso. Estudios
empíricos no durarán de hacer posible mucho más refinamiento de esta
hipótesis.
Podría ser, por ejemplo, que si la angustia es alta en el paciente, entonces las
otras condiciones son menos importantes, o si una consideración positiva
incondicional es alta. (como en el cariño de madre por su hijo), entonces
probablemente un grado modesto de empatía es suficiente. Pero, hasta el
momento, podemos sólo especular sobre tales posibilidades.
ALGUNAS IMPLICACIONES
Omisiones significativas
Si hay algún rasgo sorprendente en la formulación que ha sido dado como las
condiciones necesarias para la terapia, probablemente está en los elementos que
han sido omitidos.
Por este gran peso de la opinión clínica en el sentido contrario, es que con cierto
“susto y temblor” yo adelanto el concepto que las condiciones esenciales en
psicoterapia existen en una configuración simple, aunque el cliente o paciente
pueda usarlo muy diferentemente.
RESUMEN