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¿Quienes somos para juzgar?

DovBer Pinson es renombrado en pensamiento judío y misticismo y es autor de «reencarnación y


judaísmo, el viaje del alma».
Un gran Rebe, con veintenas de devotos seguidores, que eran ellos mismos grandes estudiosos,
hizo amistad una vez con un hombre simple, ignorante y sin importancia, dispensándole gran honor
y afecto. Esto asombró a muchos de sus seguidores y finalmente un jasid, un sabio y recto hombre,
se aproximó al Rebe y le preguntó acerca de su conducta. El Rebe no respondió.

Unos días después el Rebe le pidió a ese jasid, un comerciante en diamantes de gran experiencia,
que le trajera muestras de su mercadería para verlas. El jasid vino, como le fuera pedido, con las
piedras más exquisitas. Procedió a mostrar los diamantes y dijo el valor de cada uno: «este vale
100 rublos; este 500» Extrayendo un diamante del extremo de su exhibidor proclamó «¡Este está
valuado en 2000 rublos!» El Rebe se encogió de hombros y le dijo a su jasid: «Con todo respeto. El
diamante de 500 rublos se ve exactamente igual al de 2000, sino más brillante y hermoso». El
mercader contestó: «Modestamente Rebe, para apreciar verdaderamente el valor de un diamante
uno debe ser un experto» El Rebe le sonrió ampliamente «Si, tienes razón. Y para apreciar
verdaderamente la calidad de un alma y ¡uno también debe ser un experto!»

Cuando miramos a otra persona vemos sus cualidades superficiales externas. Ocultos debajo de
sus rasgos físicos hay capas y capas de espiritualidad. El alma es más multifacética que el más
precioso de los diamantes: dentro de ella están contenidos buenos actos e inspiraciones, siglos de
encarnaciones, y capa tras capa de logros. Cada encarnación ha contribuido con el alma, cada una
dejó al alma más elevada y completa.
Dentro de cada uno de nosotros descansa un alma más compleja de lo que podemos posiblemente
imaginar. Nuestro presente es una personificación de vidas y experiencias pasadas; nuestra alma
contiene multitudes de generaciones. Cada encarnación ha traído al alma a otro nivel
de ‘shlemut’  (perfeccionamiento). El alma dentro de nosotros es únicamente nuestra. Cada
encarnación tiene su propósito y su misión únicos, que nos define y es solo nuestra. Paralelamente
con la importancia y magnitud de esta meta están las luchas y desafíos en la búsqueda de logros
del alma.
En nuestras vidas esto nos lleva a la habilidad de dar la bienvenida y apreciar nuestros desafíos, y
a tratar con ellos como la verdadera razón de nuestra existencia. Cuanto más grande es la lucha,
más gratificante es el logro. Esta es la manera para que una persona se adapte al espíritu y la vida
espiritual.

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