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Exégesis Bíblica: LOS TRABAJADORES DE LA VIÑA

Leer Mt. 19,27 – 20,16


https://www.youtube.com/watch?v=6dy-7fTSGUQ

MATEO 19-20. EL CONTEXTO

- La segunda mitad del capítulo 19 provee el contexto necesario para entender la primera mitad del
capítulo 20. Ambos pasajes enfatizan que las reglas con las que el reino de los cielos opera son muy
diferentes de las de este mundo. Ambas tienen que ver con la recompensa para el discipulado que se
sacrifica.

- En Mt. 19,16-22, un joven rico viene a Jesús preguntando “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener
la vida eterna?” Cuando Jesús le dice que venda sus posesiones y las dé a los pobres, ese hombre se
aleja tristemente porque tenía muchas posesiones.

- Pedro, que estaba observando este intercambio, hace notar que los discípulos ya han abandonado
todo y han seguido a Jesús. ¿Cuál será su recompensa? La respuesta de Jesús es bastante generosa:
los Doce se sentarán en doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel. Pero la recompensa no
estará limitada a los Doce. “Y cualquiera que dejare casas, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó
madre, ó mujer, ó hijos, ó tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida
eterna.” Esto no disminuye la recompensa para los Doce, pero sí la extiende a otras personas que la
merecen. Debió sorprender a los Doce escuchar que muchos otros también compartirían esa
recompensa.

- Jesús dice “Pero muchos que ahora son primeros, serán últimos y muchos que ahora son últimos,
será primeros” (19,30) y después relata la parábola de los obreros de la viña. Su conclusión en esta
parábola es “Así los últimos serán los primeros; y los que ahora son primeros, serán últimos” (20,16),
poniendo en medio la parábola con esta paradoja que explica su significado.

- Esto no es lo último que escucharemos sobre la ambición de los discípulos. Poco después de la
parábola de los obreros de la viña, la madre de Jacobo y Juan llega a Jesús para pedirle un lugar
especial para sus hijos en el reino, una petición que Jesús dice que no es suya conceder (20,20-23).

- Y, por supuesto, la petición de Jacobo y Juan no fue el fin de la ambición eclesiástica. ¿Existe acaso
uno de nosotros cuyo corazón no lata fuerte por tener un reconocimiento o un puesto más grande
como miembros de la sociedad, del trabajo o de la iglesia? ¿Cuántos integrantes de la parroquia no
aspiran a ser conocidos como alguien importante dentro de su grupo, para controlar la política y la
práctica de dicho grupo, o simplemente para decidir sobre cosas que al final son solo vanidad? El
dinero, el poder y la posición siguen siendo el nombre del juego en muchos corazones cristianos.

- Jesús invierte completamente esas ambiciones. Después de leer la parábola, ya no nos atrevemos a
ver hacia abajo a quienes no tienen un título en la Iglesia, o a aquellos que más recientemente se
han acercado a Cristo, quizás un catequista nuevo, alguien más joven o a aquellos con un
entendimiento menos refinado, o a aquellos cuyas opiniones son menos influyentes, o a aquellos
hermanos de alguna parroquia más pequeña, o a aquellos cuyo talento para la música o la predica es
menos inspiradora, o aquellos que dan menos dinero. ¿Hemos alcanzado una posición alta o logrado
mucho por Cristo? ¿Tenemos una buena razón para sentirnos un poco orgullosos? Jesús nos
advierte: “Los primeros serán últimos, y los últimos serán primeros.”

- Esta parábola, entonces, es parte de la respuesta de Jesús a Pedro, que comienza en Mt. 19, 28. El
mensaje de la parábola puede resumirse en esta afirmación: El principio operativo del reino de
los cielos no es el mérito, sino la gracia. (Ver Ef. 2,8-9: “Porque por gracia ustedes han sido
salvados por medio de la fe… no por obras, para que nadie se gloríe”), pero muchos creyentes
asumen que nos ganamos las bendiciones de Dios por nuestras obras, aparte de la gracia de Dios.

MATEO 20, 1-16. LA PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA

- Esta parábola es similar a la parábola del hijo pródigo y su hermano mayor (Lucas 15). En ambas
parábolas, se muestra la gracia que se le da a la persona que menos la merece y ofende a
quienes piensan que ellos sí la merecen. Sin embargo, el hijo pródigo es tan atrayente que nos
roba el corazón. Cuando leemos esa parábola nos alegramos de la misericordia que se le mostró al
pródigo que regresaba y nos ofende el enojo del hermano mayor.

- No es así con la parábola de los obreros. Compartimos el enojo de los trabajadores que estuvieron
laborando todo el día.  ¡No queremos estar a la par! ¡Queremos estar arriba! No queremos la
misericordia (que Dios nos da gratuitamente), sino que queremos justicia (lo que nos
hemos ganado) y ADEMÁS la misericordia. Si Dios distribuye la misericordia a todos por igual,
nosotros que trabajamos todo el día iremos adelante de aquellos que llegaron al final. Nosotros
recibiremos lo que nos hemos ganado además de un generoso bono. La ironía, por supuesto, es que
lo poquito que hemos ganado no tiene ninguna consecuencia cuando lo comparamos al bono de la
gracia de Dios.

MATEO 20, 1-8. EL REINO DE LOS CIELOS ES SEMEJANTE A…

- Esta parábola comienza magníficamente bien. El dueño de una viña sale temprano en la mañana
para contratar obreros que trabajen para él. Aunque tiene un mayordomo (v. 8), va personalmente a
la plaza. Contrata a quienes están disponibles para trabajar después de asegurar un acuerdo sobre
una paga justa, y ellos se van a trabajar.

- Durante el transcurso del día hace cuatro viajes adicionales a la plaza para contratar obreros. Hace
su segundo viaje alrededor de las nueve (griego = peri triten horan, la tercera hora). El día judío
comenzaba al amanecer y se dividía en doce horas, el largo de las horas variaba de acuerdo con la
estación del año. La tercera hora corresponde a las 9:00 a.m. de nuestro tiempo, aunque la medición
del tiempo era imprecisa. Hace viajes adicionales a la sexta y novena hora (medio día y 3:00 p.m.), y
hace su último viaje a la hora undécima (5:00 p.m.).

- La atención del señor de la viña no parece estar concentrada en la urgencia de la cosecha, sino en la
necesidad de los trabajadores. En su viaje final, les pregunta a los trabajadores “¿Por qué están aquí
todo el día sin trabajar?” Cuando le contestan que nadie los ha contratado, entonces los manda a su
viña.

- Estos trabajadores son bastante vulnerables. El salario diario de un trabajador apenas pone pan en la
mesa para la familia, así que un día sin empleo se traduce en una verdadera dificultad. Tal vez el
señor de la viña interviene porque, desde su perspectiva, ve a los niños que no tendrían nada para
comer si su padre no encuentra empleo.

- Presumiblemente, los trabajadores más motivados van a la plaza temprano para encontrar empleo.
Aquellos que llegan más tarde probablemente no comparten el entusiasmo por el trabajo de los
tempraneros. La mayoría de los contratistas no se preocuparían con los que llegan tarde a menos
que estuvieran desesperados. Este señor, sin embargo, contrata a todos los que ve. El momento en
que los contrata es un momento lleno de gracia. El hacendado podría haberles pagado de acuerdo a
cuánto trabajaron, pero eligió pagarles de acuerdo a sus necesidades, no según las horas trabajadas.
Pagó según la gracia, no según la deuda.

- Quienes fueron contratados en la mañana tienen un contrato claro. Se les pagará un denario, el
salario normal por un día de trabajo. A quienes fueron contratados a las nueve, doce del día, y tres
de la tarde, el dueño les promete pagar solamente lo que es justo. Para quienes fueron contratados a
las cinco de la tarde, no se menciona nada sobre el dinero.

- La Torá (Levítico 19,13 y Deuteronomio 24,5) requiere que al trabajador se le pague al final del día.

MATEO 20,9-12. LOS PRIMEROS PENSARON QUE HABÍAN DE RECIBIR MÁS

- La sorpresa viene al final del día. El dueño de la viña instruye al mayordomo que les pague primero a
los que llegaron al último, y así se hace. Notemos la correspondencia de esta acción con la
declaración sobre los primeros/últimos y los últimos/primeros de 19,30 y 20,16. Aquellos que fueron
contratados a las cinco de la tarde se les da un denario – el salario completo de un día — aunque
solamente trabajaron una hora. Los que habían trabajado todo el día no se quejan. Lo que perciben
es generosidad, y apenas pueden esperar a ver cuál será su salario.

- Sin embargo, cuando su tiempo llega, los que habían trabajado todo el día reciben un denario, el
salario de un día, de acuerdo a como se les había contratado. Es en ese momento que se quejan. Su
queja no es que ellos debían recibir más dinero, sino que el dueño ha igualado a los que llegaron casi
al final del día con ellos. Ellos compitieron duro en un mundo competitivo, y al final esperaban estar
adelante de aquellos que no lo habían hecho. Se levantaron temprano y trabajaron bajo el calor del
día, y se enojan cuando se les pone a la misma altura con los despreciables que llegaron a las cinco
de la tarde. “¡No es JUSTO!” ¡Nosotros lo acordamos!

- La elite religiosa (incluyendo a Pedro y los Doce, ver 19,27) necesita entender que los discípulos
ordinarios recibirán una medida completa de gracia. También necesitan entenderse a sí mismos
como recipientes de la gracia. Pero “¡qué difícil es que la doctrina del mérito muera! ¡Qué orgullosos
nos sentimos de nuestras ‘obras’! ¡Qué poco amamos al pecador!”.
- Pero tal vez la historia de Jesús es más justa de lo que a primera vista parece. Si han pasado un
tiempo desempleados o en un lugar para conseguir empleo esperando que se diga su nombre,
entonces ustedes saben cómo mata a esto el espíritu. ¡Es mejor estar sudando bajo el sol, pero con
empleo!

- ¿Es mejor vivir la mayoría de la vida sin Cristo – sin fe, sin oración, sin esperanza — y solamente
pagar el costo del discipulado en los últimos días de la vida? ¿Acaso aquellos que han encontrado a
Cristo cuando están a punto de morir han logrado un mejor “trato”? Decir, que sí a estas preguntas,
entonces quiere decir que realmente no valoramos nuestra relación con Cristo, o que solamente la
valoramos por la olla de oro que vamos a encontrar al final del arco iris más que por la misma
relación. Tal discipulado sería como valorar una obra de arte solamente por lo que cuesta ¡y de esta
manera se pierde todo el propósito!

- Una parte del problema para aceptar la gracia en esta parábola surge de nuestra experiencia en un
mundo donde prevalece la escasez. Algunos argumentan que no habría tal escasez, si tan solo
distribuyéramos los bienes de manera igual, de esa manera habría suficiente para todos. Eso puede
ser cierto, dependiendo de cómo definimos suficiente. Si los bienes fueran distribuidos de manera
igualitaria, probablemente todos tendríamos lo que verdaderamente necesitamos, pero de seguro no
todo lo que quisiéramos. Sería posible satisfacer el hambre de todos, pero no sus anhelos. En algún
punto, la vida es un juego de marcadores a cero. Ni tú ni yo podemos poseer el mismo pedazo de
tierra. O es tuyo o es mío. Para que yo lo tenga, tú debes renunciar a él. Acostumbrados a vivir con la
realidad de la escasez, es difícil para nosotros (1) regocijarnos por la buena fortuna de nuestro
prójimo, y (2) pasar de la manera-de-pensar-de-este-mundo, a la forma-de-pensar-del-reino.

- La verdad es que no podemos “ganarnos” nada de Dios separados de su gracia. Como dijo Jesús en
otro pasaje, cuando hayamos hecho todo lo que se nos ha ordenado hacer, deberíamos decir:
“Siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho” (Lc. 17,10). Dios no está
comprometido por nuestra causa, ni merecemos sus bendiciones. Más bien, todas las bendiciones
nos llegan “en Cristo”, es decir, por su gracia.

- Dios, sin embargo, no solo es generoso con su gracia; Él también es soberano al dispensarla. La
gracia, por definición, debe ser soberana. El dueño del viñedo lo expresó de esta manera: “¿No me es
lícito hacer lo que quiero con lo que es mío?”.

- Casi antes del inicio del pasaje bíblico del Evangelio, Jesús dijo “Y cualquiera que dejare casas, ó
hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó tierras, por mi nombre, recibirá cien
veces tanto, y heredará la vida eterna.” La recompensa final de un seguidor fiel es la vida eterna, de
eso no hay escasez. El reino de los cielos no es un juego a ceros. Cuando Jesús ofrece la vida eterna
a los que menos la merecen, no toma nada de lo que les pertenece a aquellos que más la merecen.
En el reino de Dios, todos podemos tener “una mansión más allá del sol”. No hay necesidad de una
competencia espiritual, porque nuestra recompensa ya es tan buena como puede ser. Esa es una
lección muy dura de aprender para la gente competitiva.

MATEO 20:13-15. ¿ES MALO TU OJO, PORQUE YO SOY BUENO?

- La respuesta del dueño a los que habían trabajado todo el día es que no les ha hecho ningún mal,
sino que les ha pagado lo acordado. Entonces pregunta, “¿No me es lícito a mí hacer lo que
quiero con lo mío? o ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno?” (griego: ho ophthalmos sou
poneros estin hoti ego agathos eimi, ¿es tu ojo malo porque soy bueno?). Estas dos preguntas van
dirigidas al corazón de la parábola.

- La respuesta, por supuesto, es que quienes habían trabajado todo el día tenían envidia. Ellos habían
pagado el precio de “madrugar” – se levantaron al despuntar el día y trabajaron bajo el calor del sol
— pero ahora el dueño de la viña los hace a todos iguales. Irónicamente, los que habían llegado más
tarde sacan la mayor ventaja, porque reciben el pago completo de un día por una hora de trabajo; en
ese sentido, ellos son los que se “madrugan”. Si los trabajadores que llegaron desde temprano
hubieran conocido las reglas desde el principio del día, hubieran esperado hasta las cinco de la tarde
para ir a la plaza; pero nadie les explicó que las reglas serían diferentes ese día. ¡No es JUSTO! Esa es
la queja de Jonás, y del hermano mayor del pródigo, y de los fariseos, y de nosotros quizás.

- Los obreros que habían trabajado todo el día negociaron su salario. Nosotros también negociamos
con Dios –le explicamos lo que queremos— para sacar un buen “trato” de ahí. Si no creen esto,
simplemente examinen cuidadosamente el contenido de sus oraciones. Al especificar los detalles,
esperamos asegurar que Dios no fallará para satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo, “en
nuestras pequeñas mentes hacemos un corto circuito en la gracia de Dios, para poder obtener lo que
hemos puesto en el ‘trato’” (ver también Romanos 4,4-5).
MATEO 20,16. LOS PRIMEROS SERÁN ÚLTIMOS

- Jesús termina la parábola tal como la comenzó (19,30), diciéndonos lo que la parábola realmente
significa: los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Esta es la Gran Inversión.
“Los últimos se convierten en primeros por la gracia; los primeros se convierten en los últimos por su
ambición”

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