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TEMA 1: LENGUAJE Y COMUNICACIÓN.

COMPETENCIA LINGÜÍSTICA Y
COMPETENCIA COMUNICATIVA.

1. LA LENGUA COMO SISTEMA Y COMO INSTRUMENTO DE COMUNICACIÓN

Los estudios científicos de la lengua arrancan con la aparición, en 1916, del Curso de
lingüística general de Ferdinand de Saussure. Alejándose de la lingüística normativa y de las
tendencias comparatistas del XIX, el libro de Saussure sienta las bases de lo que será toda la
lingüística posterior. No prescribe cómo debiera ser la lengua, sino que describe su
funcionamiento a partir de algunas premisas fundamentales: establece la diferencia sustancial
entre lengua (langue) y habla (parole), entendida la una como un código sistémico y la otra,
como sus realizaciones efectivas, como las variantes concretas del repertorio que constituye
cualquier lengua; afirma la interrelación necesaria entre los elementos del sistema que
constituye la lengua, y la doble articulación de ese sistema de signos en un eje sintagmático, o de
combinación, y un eje paradigmático, o de selección. Saussure parte de considerar el signo
lingüístico como elemento central del sistema, y establece su existencia como entidad con dos
planos simultáneos de significante y significado, a la vez que esboza su papel como entidad
psíquica, organizadora del pensamiento. Veámoslo más en detalle.

1.1. Los elementos del sistema de la lengua

Un sistema es un conjunto de unidades interrelacionadas entre sí, donde cada una de sus
partes se define por el valor que adquiere en relación con las otras y con respecto a la totalidad
del conjunto.
La importancia del Curso de lingüística general de Saussure radica, sobre todo, en haber
entendido la necesidad del estudio de la lengua en tanto sistema, atendiendo no solo a cada una
de las partes constituyentes del sistema de la lengua, sino sobre todo a la relación entre ellas.
Hasta entonces, los estudios lingüísticos consistían en una serie de prácticas filológicas que
daban preeminencia a una perspectiva histórica, que hacía hincapié en la comparación entre
lenguas distintas y en las realizaciones históricas de las lenguas concretas. Saussure, en cambio,
da un giro copernicano a los estudios del lenguaje cuando propone una visión sincrónica de la
lengua, que fuera capaz de describir las reglas que organizan la relación entre los elementos que
constituye en la totalidad del sistema. Saussure sentaba así las bases de lo que luego será el
estructuralismo. Aunque muchos de los conceptos del Curso de lingüística general han sido

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ampliados o modificados, el fondo de su trabajo mantiene una extraordinaria vigencia. En cierto


sentido, puede decirse que estudiamos la lengua desde una perspectiva saussureana.

1.2. El signo lingüístico

El signo lingüístico es el elemento central del sistema que constituye la lengua, tiene
características propias que lo diferencian esencialmente de otros tipos de signos. Saussure
establece el concepto moderno de signo lingüístico en su obra Curso de Lingüística General.
En primer lugar, define al signo lingüístico como una entidad psíquica de dos caras en la que
se unen un significante (imagen acústica) y un significado (concepto).
Saussure hace hincapié en el carácter arbitrario del signo lingüístico: el lazo que un
significante y significado es convencional. No hay ninguna necesidad física o natural que obligue
a unir determinados sonidos a determinados significados.
Fue el lingüista noruego Hjelmslev quien, retomando a Saussure, propuso el esquema
definitivo del signo lingüístico. Hjelmslev nombró las dos caras del signo con términos diferentes:
Saussure Hjelmslev
Significante Expresión

Significado Contenido

Hjelmslev distinguió también dos realidades diferentes dentro del contenido,


Expresión
Contenido relativo Contenido Absoluto

que a su vez se corresponden con los diferentes planos del lenguaje, y que tienen su equivalencia
en los sistemas que integran el sistema de la lengua: el sistema fonológico, el morfológico, el
léxico y el sintáctico. Dentro de cada uno de esos sistemas los elementos que lo conforman se
ordenan a su vez en subsistemas:
Fonética/fonología
morfología/sintaxis lexicología/sintaxis

Correspondiéndose con esos dos planos del signo, podemos establecer dos niveles o
articulaciones en todo signo lingüístico:
 Primera articulación: los monemas (morfemas y lexemas). Tienen la posibilidad de distinguir
palabras, y poseen expresión y contenido.

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 Segunda articulación: los fonemas. Tienen la posibilidad de diferenciar palabras, pero solo
poseen expresión; adquieren significado solo como elementos que conforman elementos de
la primera articulación.
Otra característica que desempeña un papel fundamental con relación al sistema de la
lengua, y que señalaba Saussure, es su carácter lineal: todo el material sonoro se ordena
sucesivamente, ya que es imposible emitir dos sonidos simultáneamente.
En sincronía, el signo lingüístico es inmutable, permanente, ningún individuo puede alterar
la relación entre el significado y el significante sin que ello origine incomunicación. También es
arbitrario, no depende de ningún hablante. En diacronía, el signo lingüístico es mutable: la
lengua es una entidad viva, cambiante, de manera que el signo, mediante hechos del habla
aceptados por la comunidad durante un periodo de tiempo considerable puede variar la relación
entre el significado y el significante.
Por último, el signo lingüístico es discreto y discontinuo: los signos están delimitados entre sí
con precisión y funcionan por presencia o ausencia global, es decir, como una unidad cuyos
límites están definidos por los límites de otros signos.

1.3. Combinación y selección

La lengua está formada por un conjunto de unidades perfectamente organizadas e


interrelacionadas entre sí, de tal modo que unas dependen de otras. Una unidad lingüística no
tiene valor aisladamente. Solo cuando la consideramos dentro del conjunto del que forma parte
adquiere plena significación. Es por esta razón por lo que se afirma que una unidad tiene un valor
relativo, no absoluto: no es nada por sí sola; lo que sea, nacerá de su diferencia con respecto a
otras unidades.
El sistema de la lengua se organiza en dos ejes: un eje de la combinación, que corresponde al
sintagma, y un eje de selección o asociación, que corresponde al paradigma.
El sintagma es una combinación de signos que tiene como base la extensión; en el lenguaje
articulado esta extensión es lineal e irreversible (es la llamada “cadena hablada”), y otro tanto
ocurre con su representación gráfica en la escritura; como dos elementos no pueden ser
pronunciados al mismo tiempo, cada término adquiere su valor por contraste con el término que
lo precede y el que lo sigue: en la cadena de palabras, en el discurso, los términos establecen
entre ellos relaciones in praesentia. Se habla de relaciones sintagmáticas para referirse a

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aquellas que se establecen entre elementos efectivamente presentes en el discurso, siempre y


cuando se establezcan entre unidades del mismo nivel. En una frase como “Elena es una chica
simpática», cada una de las palabras que la componen establece relaciones sintagmáticas con las
otras; lo mismo ocurre, a otro nivel, entre los morfemas que componen el monema “chica”.
En un segundo eje, que Saussure llama de asociación, seleccionamos qué signo usar (por
ejemplo, “chica” en vez de “niña” o “mujer” o “señora”. Se trata aquí de relaciones in absentia;
las relaciones paradigmáticas son aquellas que se establecen entre un elemento efectivamente
presente en el discurso y otro u otros ausentes, pero que pudiesen estar en lugar del presente,
siempre y cuando estas relaciones se establezcan entre unidades del mismo nivel.

1.4. La lengua como instrumento de comunicación

Hay comunicación siempre que un individuo (ser humano, animal u objeto) establece con
otro u otros un contacto que le permite transmitir una determinada información. Lo que sí es
exclusivo del hombre es el tipo especial de comunicación que permite un sistema como el de la
lengua.
Un acto comunicativo, esto es, el contacto entre individuos que comparten un código, por
elemental que este sea, puede responder a diversas finalidades, que por lo general suelen
mezclarse: transmisión de información, intento de influir en los otros, manifestación de los
propios estados o pensamientos, realización de actos… Los elementos que intervienen en el
proceso comunicativo son los siguientes:
a) Emisor: Es el punto de origen del mensaje. El emisor es quien lo construye, seleccionando del
sistema los signos necesarios para transmitir información.
b) Referente: la realidad extralingüística a la que se refiere el mensaje
c) Código: Es el conjunto o sistema de equivalencias que convencionalmente establecen el
transmisor y el receptor. Sirve como regulador tanto de la codificación como de la decodificación
del mensaje. Todo código se presenta como un inventario de unidades entre las que se
seleccionan aquellas que permiten estructurar mensajes. Los códigos se regulan internamente
guiados por dos objetivos: un código es mejor que otro cuando un menor costo permite mayor
información asegurada.
d) Mensaje: resultado de la codificación, que contiene la información o conjunto de
informaciones que se transmiten.

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e) Canal: medio físico por el que circula el mensaje.


f) Receptor: sujeto que descodifica y recibe el mensaje.
g) Contexto: conjunto de factores y circunstancias en las que se produce el mensaje, por lo
general presentes tanto para el emisor como para el receptor. Podemos distinguir varios tipos de
contextos. Los más importantes son los siguientes:
Contexto lingüístico: lo que precede o sigue a un enunciado condiciona su interpretación; de
hecho, interpretamos siempre con arreglo a lo que acompaña cada enunciado.
Contexto situacional: aquellas circunstancias espaciales y temporales en las que se produce el
acto comunicativo.
Contexto sociohistórico: relativo a la época en la que se producen los mensajes.
h) Ruido: perturbaciones que alteran la información, por lo general no previsibles. En casi todos
los procesos comunicativos hay presencia de ruido.
i) Redundancia: elementos de repetición que aparecen en un mensaje y que sirven, entre otras
cosas, para combatir el ruido. Las redundancias pueden ser de dos tipos: Redundancias que
dependen del propio código (la concordancia entre el sujeto y la marca de persona en el verbo).
Redundancias que dependen de la voluntad del emisor (la repetición o el énfasis en una
determinada idea mediante su reformulación en el mensaje).
La respuesta activa, en forma de mensaje, del receptor determina si la comunicación es
unilateral o bilateral. Es importante hacer notar que siempre, incluso cuando el receptor de un
mensaje no responde activamente a él, la comunicación supone la participación de ambas
partes, siquiera sea por compartir un código común.
En la comunicación unilateral un emisor emite un mensaje que el receptor percibe, pero
ante el que no responde con otro mensaje dirigido al emisor original. Por ejemplo, cuando
leemos un texto o vemos una película, por lo general no respondemos con otro mensaje
equivalente, aunque ese mensaje (lo que leemos o vemos) active en nosotros una gran cantidad
de respuestas internas. En esos casos, “dialogamos” con el mensaje, no con el emisor.
En la comunicación bilateral, en cambio, un emisor emite un mensaje que percibe el
receptor, quien, posteriormente, se convierte en emisor de un nuevo mensaje, que captará el
antiguo emisor, ahora como receptor. Este es el caso habitual en la comunicación humana, del
que cualquier diálogo es ejemplo.
Las funciones del lenguaje humano, además de vehículo de transmisión del pensamiento e
instrumento de comunicación, pueden clasificarse según el elemento de la comunicación que

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prime en un determinado mensaje. Por lo general, esas funciones suelen amalgamarse en la


comunicación. Las principales serían las siguientes:
 Función referencial (centrada en el referente); está presente casi en cualquier tipo de
mensaje y sirve para informar sobre cualquier aspecto extralingüístico, sea del mundo real o
imaginario, concreto o abstracto. Por ejemplo: “Mañana es viernes”.
 Función expresiva o emotiva (centrada en el emisor): el mensaje transmite el estado
emocional del emisor, lo que siente o padece es más importante que aquello a lo que se
refiere lo que dice; en sentido amplio, revela algo sobre quien habla (como su nivel
sociocultural, su estado de ánimo o su disposición hacia el interlocutor). La función expresiva
es indisociable de la comunicación misma, porque por lo general cualquier mensaje, aparte de
su función referencial, dice algo sobre la persona que lo emite.
 Función apelativa o conativa (centrada en el receptor): el emisor busca conseguir una
reacción del receptor. Cuando preguntamos, pedimos u ordenamos algo, prima la dimensión
apelativa de la comunicación. Muchas veces está muy ligada a la función expresiva o emotiva.
Piénsese, por ejemplo, en frases como “Escúchame, por favor” o “Bésame”: para conseguir la
respuesta que busca, el emisor revela cosas sobre sí mismo, muestra sus emociones o deseos.
 Función fática (centrada en el canal): el mensaje busca comprobar que el canal de
comunicación sigue abierto, que hay comunicación; no tiene contenido informativo. Es el
caso, por ejemplo, de una pregunta como “¿Sigues ahí?” en una conversación por chat.
Muchas veces la función fática es menos evidente, y se manifiesta a través de
comportamientos de cortesía o previstos en una determinada situación comunicativa.
 Función poética (centrada en el mensaje): cómo se formula el mensaje es tanto o más
importante que lo que se formula en él: es la función propia del lenguaje literario, por
ejemplo, pero no es exclusiva de él. La función poética está asociada a la dimensión estética, y
los elementos que pueden intervenir en esta función pueden ser muy distintos. Muchas veces
la importancia del mensaje o su función apelativa o expresiva (nos importa que el receptor lo
reciba de determinada manera, que vea determinadas cosas de nosotros) condicionan la
forma del mensaje de una manera poética.
 Función metalingüística (centrada en el Código): la lengua se toma a sí misma como
referente; utilizamos la lengua para hablar de la lengua.
La relación entre la lengua como medio de comunicación y su condición de sistema es
esencial: es precisamente la existencia de la doble articulación del lenguaje humano lo que

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permite formular a través de él todo tipo de enunciados y garantiza un número infinito de


mensajes posibles, desde los mensajes más “simples” (Pásame la sal) hasta mensajes
“complejos” como una novela o un poema.

3. COMPETENCIA LINGÜÍSTICA

Cuando se habla de competencia lingüística y de competencia comunicativa, nos estamos


refiriendo al conjunto de conocimientos y habilidades que le permiten a un hablante usar la
lengua atendiendo a una u otra de esas dos dimensiones del lenguaje (o a ambas: la competencia
comunicativa incluye en sí misma la competencia lingüística). El objeto de estudio, si bien sigue
siendo la lengua, se desplaza hacia los hablantes y su capacidad de comunicarse usando una
lengua determinada. El surgimiento de ambos conceptos está asociado a la gramática
generativa, que tuvo su principal impulsor al lingüista norteamericano Noam Chomsky.
La competencia lingüística (o competencia gramatical) es el conjunto de conocimientos que
permiten al hablante de una lengua comprender y producir una cantidad, potencialmente
infinita, de oraciones gramaticalmente correctas -es decir, enunciados que respeten las reglas de
la gramática de dicha lengua en todos sus niveles (vocabulario, formación de palabras y
oraciones, pronunciación y semántica)-, con una cantidad finita de elementos. Se define como el
conocimiento implícito que un hablante posee sobre su propia lengua, el cual le permite no solo
codificar mensajes que respeten las reglas de la gramática, sino también comprenderlos y emitir
juicios sobre su gramaticalidad. La competencia lingüística atañe principalmente al conocimiento
y al manejo eficaz del sistema de la lengua por un determinado hablante.
El concepto, aunque se desarrolló en extenso en la década de los sesenta y los setenta, fue
propuesto por Chomsky en su libro Estructuras sintácticas (1957), y constituye un concepto
fundamental en la gramática generativa. La distinción de la gramática generativa entre
competencia y actuación (la actuación es el empleo concreto que hace de su competencia un
hablante) se ha tomado en ocasiones como equivalente de la que hizo Ferdinand de Saussure
entre lengua y habla.
Por eso es importante advertir que estas dos parejas de nociones no tienen ninguna relación
entre sí; la competencia es por completo individual, mientras que la lengua es social, un código
compartido. A su vez, competencia y actuación pueden existir con relativa independencia -la
actuación de un hablante se puede ver afectada sin que se afecte por ello su competencia-,

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mientras que los conceptos de lengua y habla no son independientes: no hay habla sin lengua, ni
viceversa.

4. COMPETENCIA COMUNICATIVA

Por competencia comunicativa se entiende el conjunto de habilidades y capacidades de una


persona para conducirse de manera eficaz y apropiada en una determinada comunidad de habla;
ello implica respetar un conjunto de reglas que incluye tanto las de la gramática y los otros
niveles de la descripción lingüística (léxico, fonética, semántica) como las reglas de uso de la
lengua, relacionadas con el contexto sociohistórico y cultural en el que tiene lugar la
comunicación. Es decir, la competencia comunicativa comprende un conjunto de habilidades o
competencias, entre las que se cuenta la propia competencia lingüística. Hymes propone cuatro
criterios para describir las formas de comunicación, cuya aplicación a una determinada expresión
ha de permitir establecer si esta:
 es formalmente posible, y en qué medida lo es. Es decir, si sigue las reglas de la gramática de
la lengua como con la cultura de la comunidad de habla;
 es factible, y en qué medida lo es, atendiendo a los medios de actuación disponibles. Es decir,
si las condiciones normales de una persona (en cuanto a memoria, percepción, etc.) permiten
emitirla, recibirla y procesarla satisfactoriamente;
 es apropiada, y en qué medida lo es, en la situación en la que se utiliza. Es decir, si se adapta a
las variables que pueden darse en distintas situaciones de comunicación;
 se da en la realidad, y en qué medida se da. Es decir, si una expresión posible formalmente,
factible y apropiada, es usada de hecho por los miembros de la comunidad de habla.
De ese modo, la competencia lingüística, que correspondería al primero de los cuatro
criterios, queda integrada en una competencia más amplia. M. Canale (1983) describe la
competencia comunicativa como un conjunto de 4 competencias interrelacionadas: la
competencia lingüística, la competencia sociolingüística, la competencia discursiva y la
competencia estratégica.
Jan Van Ek (1986), retomando en buena medida a Hymes, añade a ese conjunto de
competencias la competencia sociocultural y la competencia social.

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