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Nietzsche:
LA EDUCACIÓN COMO FORMACIÓN DEL GUSTO
Diana C. Carrizosa Moog
Resumen
En Nietzsche, los problemas de la educación y, en particular, los interrogantes sobre la "enseñanza" de la filosofía,
derivan en el fin auténtico de la educación: la formación del gusto. Esta está vinculada con la adquisición de la propia
autonomía y el ejercicio de la propia elección, contra la pseudocültura, la profesionalización, la especialización, la
erudición y la "educación formal y clásica". En relación con el lenguaje, la formación del buen gusto tiene que ver con
la del individuo, mediante la disciplina, como lector, escritor y "espíritu clásico", lo que permite tomar en serio la
lengua materna, desbordando, entre otros aspectos, el poliglotismo y la óptica del lenguaje como objeto.
Abstract
According to Nietzsche the problems of education, and particularly the questions about the "teaching" of philosophy are
resolved in the development of pleasure. This has to do with the acquisition of self-autonomy and the practice of self
choice. It is against pseudo-culture, professionnalization, specialization, erudition, and “classic formal education".
Regarding language, the development of pleasure is related to the training of man as a reader, writer, and as a "classic
spirit" through discipline. This allows him to value his mother tongue, fostering, among other aspects, polyglotism
and the conception of language as a means.
Résumé
Chez Nietzsche les problèmes de l'éducation et, en particulier, les questionnements sur “l'enseignement"de la philosophie
mènent au but authentique de l'éducation: la formation du goût. Celle-ci est liée à l'acquisition d'autonomie et à
l'exercice du choix, contre la pseudo-culture, la professionnalisation, la spécialisation, l'érudition et “l'éducation formelle
et classique". Quant au langage, la formation du bon goût dépend de celle de l'individu, par la discipline, comme
lecteur, écrivain et "esprit classique", ce qui lui permet de valoriser sa langue maternelle, en dépassant, parmi d'autres
aspects, le polyglottisme et la perception du langage comme object.
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Nietzsche:
La educación como formación del gusto
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uede nombrarse a la educación como público y pensador privado. Esta oposición,
uno de los problemas que ocuparon elaborada apasionadamente en el ideal de
con fuerza al pensamiento de Schopenhauer como educador, coincide con la dis
Nietzsche. Además de algunas de las tinción entre filósofo y erudito contenida en
enseñanzas de Zaratustra y múltiples frag las conferencias, cuyo tiempo es el del profun
mentos dispersos en La gaya ciencia, Humano, do silencio que antecede al estallido, y que
demasiado humano y El crepúsculo de los ídolos, acaso influyera para que la sexta conferencia
dos textos desarrollan de manera explícita y nunca fuese dada. Dos años más tarde, en
extensa este tema: las cinco conferencias so 1874, Schopenhauer como educador se abre a un
bre El porvenir de nuestros establecimientos de en tono ya abiertamente intempestivo, y mucho
señanza y la "Consideración Intempestiva" ti tiempo después reconocerá Nietzsche que en
tulada Schopenhauer como educador. Aunque sus líneas «está inscrita mi historia más ínti
desde una perspectiva cronológica puedan ma, mi devenir». El ideal atribuido a
calificarse estos textos como pertenecientes al Schopenhauer, filósofo explosivo, hablaba ya,
período "de juventud", en ellos se anuncian en el fondo, del "filósofo-dinamita": de
ideas fundamentales que no abandonarán las "Nietzsche como educador" (1985, "Las intem
posteriores elaboraciones de Nietzsche. pestivas", 77-78).
Ambos textos emergieron en una atmósfera Los dos textos contienen una aproximación
compleja. El porvenir de nuestros establecimien crítica a las conflictivas relaciones entre Esta
tos de enseñanza data del año 1872. Justo al fi do, educación y cultura, capacitación y forma
nalizar el año anterior, ha salido a la luz el pri ción, así como a los sentidos del conocimiento
mer libro de Nietzsche, El nacimiento de la tra y la erudición, y a los problemas de la especia-
gedia. Rechazado inicialmente con un prolon lización y la profesionalización. En cuanto a la
gado y grave silencio, y luego con el estruen enseñanza de la filosofía, se deja adivinar un
do que se atreve a interrumpirlo,1 delata ya el conjunto de cuestiones fundamentales: la fi
abismo que Nietzsche percibe entre profesor losofía, ¿es enseñable?; si lo es, ¿de qué mane-
1. Mediante la dura crítica del filólogo Ulrich von Wilamowitz-Móllendorf, acompañada por la exigencia de que
«Nietzsche baje de la cátedra, desde la que se debe enseñar la ciencia». (En: Nietzsche, 1973,8; el texto es citado en
la Introducción de Andrés Sánchez Pascual).
ra se enseña filosofía?; si no lo es, ¿por qué y mo como unicum. Pues si bien ningún azar
cómo se la ha enseñado? ¿Qué implica la filo repetirá las características de cada individuo,
sofía convertida en profesión? ¿Cuáles son las sí hay en cambio fuerzas que contribuyen a
diferencias entre el filósofo y el profesor de disolver su singularidad en aquella masa uni
filosofía? ¿Qué valor tiene la educación filosó forme que Nietzsche llama «el vecino, que exi
fica? ge la mentira convencional», el "rebaño"
(1959b, 173). No basta entonces al alma joven
Todos estos temas, inagotables en un artículo, con ser lo que es, sino que, fiel al oráculo
se dejan agrupar bajo una sola perspectiva, pindàrico, debe también llegar a serlo. Esta re
que indica el fin de la auténtica educación: la afirmación del carácter único constituye jus
formación del gusto. En el pensamiento de tamente su formación, en el sentido original del
Nietzsche el problema del gusto -por la mis verbo "bilden": grabar, plasmar, imprimir una
ma vía que el concepto de arte- desborda de forma, delinear una figura.
finitivamente el ámbito de una teoría estética.
Que la educación debe procurar individuos Irreductible a una teoría estética, tampoco
cabalmente formados significa que debe con podría comprenderse el concepto de gusto
quistar, para cada individuo particular y más como una propiedad natural o una mera in
allá de toda convención, su propia autonomía: clinación, lo que no impide que, una vez for
«no un buen gusto, no un mal gusto, sino mi mado, el gusto se comporte tan fluidamente
gusto» (1983, "III - Del espíritu de la pesadez", como los sentidos en sus impresiones de acep
272). Lo cual no debe entenderse como una tación o rechazo, complacencia o repugnan
incitación a la mera espontaneidad o, en tér cia. Tal fluidez se traduce como conquista de
minos de Hegel, como una sujeción a la tira la libertad, y el gusto libre sigue su propia ley.
nía de la inmediatez, sino, por el contrario, La formulación más general de ésta es sugeri
como el logro de una difícil y cuidadosa da por las preguntas que el alma joven ha de
autodisciplina. hacerse a sí misma: se trata de discernir, dife
renciar, distinguir. La selectividad exige no ser
El gusto en tanto sello absolutamente propio "tolerante", no decir sí en bloque, saber decir
revela la creencia de Nietzsche en el indivi no. Este juego de la afirmación y la negación
duo como unicum: «En el fondo, todo hombre hace que el gusto se comprenda, no como una
sabe perfectamente que no está más que una facultad espiritual, tampoco como un sentido
vez sobre la tierra en un ejemplar único, y que físico, sino como toda una relación de fuerzas
ningún azar, por singular que sea, reunirá por en lo que Zaratustra llama el "sí-mismo" (1983,
segunda vez, en una sola unidad, los elemen "I - De los despreciad ores del cuerpo", 60-62).
tos múltiples y curiosamente combinados de De éste brota la capacidad de decir sí y no fren
su personalidad» (1959b, 173). Pero sólo se al te a la totalidad de la existencia: lo noble y lo
canza la soberanía de la propia unicidad me bajo, lo bello y lo bárbaro, lo placentero y lo
diante el trabajo que, al modo del escultor, se doloroso, lo saludable y lo enfermo. Por ello
realice sobre estos «elementos múltiples y cu compete al gusto, dentro del ejercicio general
riosamente combinados». La clave se abre en de la elección, la función específica del instin
las preguntas que el alma joven debe hacerse to de autodefensa: bien educado, el gusto dis
a sí misma: «¿Qué es lo que has amado hasta cierne lo que debilita de lo que fortalece.
ahora verdaderamente? ¿Qué es lo que te ha
atraído, lo que te ha dominado y hecho feliz Desde una óptica tal del gusto, cada uno de
al mismo tiempo?» (1959b, 176). Seguir el sen los temas sobre la educación antes referidos
dero inexistente de estos interrogantes equi puede plantearse como un problema de sobe
vale a empezar a formarse a sí mismo en el ranía. Así por ejemplo, y en abierta polémica
gusto, esto es, a iniciar la recreación de sí mis contra Hegel, resulta de mal gusto una
cultura cuyo fin sea servir al Estado. No sólo de haber hecho de la reacción un hábito: en
se halla sometido el individuo a un ideal «hu efecto, el docto sólo puede pensar entre libros,
mano, demasiado humano», sino que la cul se encuentre o no rodeado de ellos. El buen
tura, y con ella su principal instrumento, la gusto, por el contrario, permite presentir una
educación, dejan de ser fines para reducirse a nueva imagen del conocimiento, que
la función de medios. A esta degeneración da Nietzsche hace surgir de la distinción entre
Nietzsche el nombre de "pseudocultura" Y sophia-sabiduría y episteme-ciencia: «La sophia
precisamente constituye uno de sus inventos contiene en sí lo selectivo, aquello que posee
el fenómeno de la profesionalización, enten paladar: mientras que la ciencia, que carece de
dida como una capacitación del individuo que, semejante paladar refinado, se arroja sobre
a la vez que le permite "ser útil", "servir", le todas las cosas dignas de ser sabidas» (1988a,
regala la posibilidad de "sobrevivir". Por tal "1: David Strauss, el confesor y el escritor",
amalgama de intereses se desvirtúa comple 159).
tamente el sentido originario de "Beruf', tér
mino usual para designar el oficio o la profe Al lado de tales asuntos, a grandes rasgos
sión, pero de suyo comprensible como voca enunciados, existe uno en el que el pensamien
ción: "vocere" y “berufen": llamar. En vez de es to de Nietzsche concentró una atención espe
cuchar el llamado de su propia voz, el indivi cial. La segunda conferencia lo anuncia bajo
duo sufre el apremio de una exigencia exter la forma de un imperativo: «¡Tomad en serio
na, proveniente del mundo "de la acción". Si vuestro idioma!» (1951, 253). Los institutos
guiendo la línea de esta crítica, aparece igual educativos a los que se dirige Nietzsche, los
mente la especialización como renuncia a sí institutos gimnasiales (que podemos traducir
mismo. Al requerir una concentración de to como una culminación humanística de la Edu
das las fuerzas, aquella "fidelidad en peque cación Secundaria), al invertir gran parte de
ño" que Marx viera en la división del trabajo, sus esfuerzos en la enseñanza de la gramática
la especialización lleva al individuo a su es y la ortografía, al lado de ciencias como la filo
tancamiento y opresión. La imagen del joro logía y la lingüística, bien podían escuchar de
bado -«todo especialista tiene su joroba» mala gana este llamado. Pero es precisamente
(1988b, "V-336 Ante un libro docto", 291)- ilus en el camino de tal enseñanza donde, a los ojos
tra perfectamente esta atmósfera confinada, a de Nietzsche, reside el gran problema, al ser
la que opone Nietzsche la viva movilidad de recorrido bajo la forma de una investigación lin
la imagen de un sistema solar: en éste la fuer güística. La gramática, que etimológicamente
za central no ejerce una acción destructora remite al "arte de escribir", y cuya virtud con
sobre las demás fuerzas, sino que se hace ley siste en comprender al lenguaje en sus funcio
de su mecánica superior (1959,178). No basta nes, articulaciones y relaciones internas,
ría entonces con superar al ilustrado parcial devino instrucción para analizarlo mecánica
en favor de lo que ha dado en llamarse "cultu mente. Paralelamente la ortografía, la "recta
ra general". La simple superposición o acumu escritura", sólo pensable y practicable al inte
lación de los saberes tan sólo puede ofrecer rior del espíritu de la lengua, se hizo fijación
una colección muerta, desprovista de una au de la regla y obediencia ciega a su autoridad.
téntica dinámica, además de traer otra suerte Y aunque en principio se podría esperar de la
de servidumbre: la erudición. Aunque la rela filología y la lingüística el rescate de estas vi
ción de fuerzas acontezca en el erudito de siones, al aportar una explicación del por qué
modo inverso a como lo hace en el especialis de las reglas, su saber se juega igualmente en
ta -no como concentración sino como despil una óptica exterior al lenguaje, a la vez históri
farro-, ambos evidencian igualmente una au ca e historizante. La razón de este común
sencia de soberanía. En el caso específico de la modo de proceder reside en la forma misma
erudición, ésta se traduce como la debilidad de la investigación que, como figura moderna,
sino también el pensar». La lectura, como nue el espíritu de la inocencia. Trabajo, obediencia
va actividad de todos y para todos, apareció y oposición se convierten en virtudes que sir
bajo las formas del "tiempo libre", la informa ven a un principio superior: el de la creación.
ción de actualidad o, en el mejor de los casos, La lectura del niño retorna al silencio, mas no
el adorno intelectual. Su mayor virtud, la de al silencio dócil del camello, sino al silencio
ser instancia para la interiorización formadora, generoso y elocuente de quien, por haber ejer
se vio desplazada por un poder antitético: el cido la lectura como arte, tiene algo que entre
de procurar la evasión, el olvido de sí. Y resul gar, y sabe que «debe callarse cuando su obra
ta claro que si algo puede haber de mal gusto, empieza a hablar» (1959a, Vol. 4, 70).
es justamente este olvido.
Las virtudes del lector dan por supuesto su
Pueden leerse las tres transformaciones del espí campo de acción: el texto. Pero no podrían
ritu, con las cuales Zaratustra inicia sus dis pensarse las tres transformaciones en el encuen
cursos, a la luz de una teoría de la lectura como tro con cualquier texto, indiscriminadamente,
formación. La figura del camello, que encarna como si aportaran un canon general de lectu
la paciencia, la obediencia y la fortaleza para ra. La pregunta es clara: ¿A qué texto se aplica
llevar cargas, indica el primer momento nece la actividad del buen lector? Y la respuesta no
sario del leer: el trabajo sobre el texto en aras lo es menos: A un buen texto. Mas, ¿a quién le
de su comprensión. En una breve advertencia es dado decidir sobre la bondad del texto?,
que introduce sus conferencias, Nietzsche ¿qué voz podrá afirmar su carácter apreciable
anuncia el tipo de lector que espera, y la pri o despreciable? Precisamente el buen gusto,
mera de las exigencias es la de leer con tran también para quien lee, se verifica en la capa
quilidad. Más tarde dirá de este lector que, por cidad de distinguir lo digno de lo indigno, lo
«ser casi vaca y, en todo caso no "hombre mo bello de lo artificioso, lo leve de lo insulso, lo
derno"», es el que todavía puede darse el lujo profundo de lo oscuro, lo serio de lo gris. Pero
de ejercer la lectura como arte: "el rumiar" no se trata, en esta formación individual, de
(1992, Prólogo, 26). Rumiar: tener la costum un orden lógico de pasos a seguir, donde pri
bre de pensar mientras se lee, e incluso, ya le mero deba darse la conquista del gusto que
jos el libro de las manos, seguir meditando garantice un acceso selectivo a los textos, para
sobre lo leído. Tras haber asimilado, puede sur luego, sobre "tierra firme", entregarse al duro
gir la segunda figura, a la que ya le es dado aprendizaje de la lectura. Tal separación resulta
abrir un campo de libertad. El león pugna por imposible: sólo accediendo a un encuentro
separarse de lo que mansamente ha cargado, hondo con los textos se aprenderá a distinguir
y de este impulso hace crítica: distanciamien- la calidad de sus sonidos, texturas, olores y
to, toma de posición, oposición, capacidad de matices -sólo caminando en ellos se empezará
sopesar lo leído. Pero, aún la acción como a saber de su levedad o de su peso-. Depurar
sucedánea de la reacción, el león no lleva has la sensación que provocan hace que poco a
ta el final el acto lector y permanece como algo poco se tenga una medida de lo que el propio
a ser superado. Es la figura del niño, creador gusto tiene para decir sobre ellos.
por excelencia, la que consuma la lectura, pues
ésta sólo puede concebirse desde un princi El lector en formación pareciera hallarse aban
pio activo: el niño, por fin, habita su mundo. donado en un círculo: para aprender a leer
La libertad de su construcción ha necesitado bien ha de escoger lo que lee, para aprender a
del olvido, que no nombra una simple escogerlo ha de leer bien. Es en este punto
amnesia, una especie de tabla rasa, sino la sa donde se deja oír la insistencia de Nietzsche:
lud propia del creador. Recordar lo que se ha aunque intransferible, el gusto debe ser for
vivido, saber que se ha sido camello y león, y mado, lo cual significa para el joven el acom
saber lo que el camello y león, saben, pero con pañamiento de un guía. «Hay necesidad de
educadores que estén educados ellos mismos, [...] trataría por ello de una entrega irrestricta a los
probados por la palabra y el silencio» (1980, buenos textos, tal y como creen hacerlo los eru
"Lo que los alemanes están perdiendo", 81). ditos y los doctos, sino de saber medir la in
Tales educadores pueden aparecer bajo la fi tensidad de la lectura. Es acá cuando la eco
gura cercana del maestro u ocultos bajo la del nomía se torna principio superior, al decidir
profesor, o bien pueden ejercer su influjo des sobre la vida y la creación. Prescribe leer sola
de la distancia, tal y como sucedió a Nietzsche mente cuando el mundo no nos llama a la ex
con Schopenhauer. En cualquier caso, su ras periencia y cuando el cerebro no se halla en
go común viene dado por la comprensión que estado de pensar. Desterrar los libros cuando
tienen de su propia tarea: no la de impartir la vida irrumpe, y sobre todo, como regla pe
conocimiento, sino la de quien, justamente por rentoria, durante el tiempo de creación. Pues
ser el que es, actúa como faro. sacrificar por amor a la lectura las propias vi
vencias y las propias ideas hace que la vida se
Una vez formado, el gusto lector conocerá y empobrezca y que el pensamiento pierda su
seguirá dos principios esenciales: el de selecti flexibilidad y fecundidad: «naturalezas bien
vidad y el de economía. Ambos deben expre dotadas, con una constitución rica y libre, ya a
sar un principio superior, el de la negación los treinta años "leídas hasta la ruina", reduci
subordinada a la afirmación. Se hace regla no das a puras cerillas, a las que es necesario fro
leer todo, sino únicamente aquello que activa. tar para que den chispas» (1985, 50).
La selectividad exige, no sólo saber distinguir,
aceptar y rechazar, sino la inclinación a decir
no lo menos posible: distancia con respecto a
aquello que habría de ser negado necesaria 2. El escritor de buen gusto
mente, búsqueda preeminente de ocasiones
afirmativas en los textos. Decir no con dema De todo lo escrito yo amo sólo aquello
siada frecuencia es hacer de sí mismo erizo, que alguien escribe con su sangre
volverse sólo reactivo al precio de perder la Zaratustra
capacidad para la acción: «tener púas es una
dilapidación, incluso un lujo doble cuando Escribir: no un simple poner algo por escrito
somos dueños de no tener púas, sino manos para uno mismo o para otro, sino crear algo
abiertas [...]» (1985, "Por qué soy tan inteligen para un lector. Esta definición contiene la exi
te", 50). gencia de compensar con el estilo lo que en el
lenguaje oral se hace de gesto y entonación.
Esta relación del sí y el no, a su vez, ha de so El vínculo escribir-crear implica una relación
meterse a una economía, según la cual no sólo preeminente con el lenguaje: el escritor, en vez
debe evitarse al máximo la reacción frente a de simplemente utilizarlo, lo pone en escena.
los textos, sino incluso fomentar la capacidad Y es propiamente esta puesta en escena lo que
de no-leer. El saber no-leer, que ya antes recibe el nombre de estilo. Desde su etimolo
Schopenhauer elevara a la categoría de arte, gía -stulow: punzón para escribir sobre las ta
alberga bajo una negación aparente una afir blas enceradas-, el estilo nos remite directa
mación en dos sentidos. Primero, se trata de mente a la práctica de la escritura. Pero tam
no caer -ni siquiera como pasatiempo o por bién otros ámbitos a lo largo de la historia han
curiosidad- en malas lecturas, destinadas al acogido el concepto, comprendido en térmi
"gran público", pues para leer lo bueno es ne nos generales como "manera de". El rasgo pri
cesario no leer lo malo. A favor de ello se pro mero del estilo se definé^así por la norma-
nuncian tanto el argumento del tiempo como tividad de la que surge: la "manera de"no pue
el del riesgo contenido en la mala lectura, que de ser cualquier manera, ya que esto señalaría
opera como veneno intelectual. Pero no se justamente lo contrario, la falta de estilo.
Requisitos que se legitiman como tales hasta Esta relación indisoluble, cuyos términos sólo
estatuirse como previamente conocidos deci puede distinguir artificialmente la razón, im
den sobre la correcta manera, lo cual es fácil plica que no puede haber gozo de las formas
de verificar en la retórica antigua, donde el independiente del acceso al contenido. —La
estilo se rige por las reglas específicas de los comprensión depende del estilo, que ahora se
géneros. perfila como legibilidad en un alto sentido.
Cuando Nietzsche afirma que el buen gusto,
No obstante, y también desde su inicio, el con para quien escribe, es auspiciado por la plena
cepto de estilo excede la normatividad pura comprensión de lo que escribe, afirma a la vez
mente exterior para constituir una instancia que el escritor de buen gusto es un escritor con
privilegiada del "uso personal". Surge así una estilo. Situar al joven en el camino hacia la con
comprensión que hace de él criterio de uni secución de su estilo es una tarea que necesa
dad, aquello que permite reconocer una mis riamente debe partir del principio de la com
ma voluntad creadora bajo diversas obras. La prensión: ésta es siempre lingüística, y no un
célebre afirmación de Buffon, «El estilo es el acto de otro orden que por añadidura se re
hombre», halla un eco de menor peligrosidad vista de palabras. En consecuencia, la forma
en la siguiente reflexión de Goethe: se logra el ción para el estilo tiene que empezar en el te
estilo cuando se es capaz de dejar la imitación rreno de las palabras y, concretamente, en la
-exigida tanto por el aprendizaje como por el compleja geografía de la lengua materna. Lo
amor al modelo de maestría- para hacerse un cual pareciera una obviedad, pero su enun
lenguaje propio. El problema reside en lo que ciación para Nietzsche, enfrentado a los mé
aquí pueda significar "propio" pues se estaría todos pedagógicos de los institutos
tentado a presumir una "pureza" expresiva del gimnasiales, se hace crucial, a la vez como de
sujeto, contaminada por el contacto con otros. nuncia de lo vigente y como heraldo de una
Sólo que el estilo, lo más propio entre lo pro nueva dirección para el porvenir.
pio, surge solamente en el afuera, en la exte
rioridad del encuentro con los estilos leídos, y El primer problema a enfrentar es el del
es por ello a la vez lo más impersonal. La ma poliglotismo, cada vez más apreciado por las
durez de estilo, si llega a tenérsela, no indica instituciones educativas como medio para es
una cautelosa toma de distancia en favor del tar «a la altura de los tiempos». Además de esta
afianzamiento de la identidad: todo lo contra utilidad inmediata, Schopenhauer encuentra
rio, se trata de una nueva construcción en el en él un auténtico instrumento para la forma
terreno mismo de los estilos, cuyo último re ción del espíritu: el aprendizaje de varias len
galo consiste en la capacidad de habitar en guas aumenta la flexibilidad del pensamiento
medio de ellos sin el peso de su normatividad y amplía los puntos de vista, pues en cada una
ejemplar. Sólo los estilos liberan el estilo. Y éste de ellas se comprende el mundo de diferente
no es más que tal liberación, activada como manera. Nietzsche, que en todo utilitarismo
nueva libertad: no la de un sujeto redimido, sino percibe un signo de lo bajo, no deja de mos
la de un lenguaje conquistado. Libertad refe trarse igualmente adverso ante la más eleva
rida sólo a la lengua, pues es sólo dentro de la da apreciación de Schopenhauer: el poliglo
lengua donde se obedece, combate y recrea la tismo llena la cabeza de palabras, no de ideas,
lengua. y da así la ilusión de poseer capacidades cuan
do se carece de conocimientos de fondo. Pero
Nueva potencia expresiva del lenguaje, el es lo más grave es que constituye el «hachazo a
tilo es usualmente identificado con la forma: las raíces [...] déla lengua materna» (1959a, Vol.
lo primero que deja ver es el cómo, o, con ma 3, 214). En el hecho de que los griegos y los
yor exactitud, en el estilo -y únicamente en franceses, pueblos que han producido los más
él- el qué viene cabalmente dado por el cómo. grandes artistas del estilo, evitaran toda intro
misión de lenguas extranjeras, halla Nietzsche condición para el bien-decir se hace necesaria
un argumento ejemplar de la necesidad de una la gramática, sino también -y ésta sería la ta
concentración en la propia lengua. Sólo tras rea más alta-, como iniciación para un nuevo
haberse hecho auténtico ciudadano de una decir.
patria lingüística, es lícito al espíritu empezar
a viajar a los universos de otras lenguas. Ejercitarse en la propia lengua es, ante todo,
un acto de obediencia formadora. La "libertad
Aceptada la necesidad de un estudio intensi académica", en contraste, constituye el «peca
vo de la lengua materna, surge el problema do original pedagógico contra el espíritu»
de cómo formar al joven en y para ella. Los ins (1951, 255). Este consiste en el método de tra
titutos gimnasiales incurren en dos graves bajo escrito que desarrollan los institutos
errores pedagógicos. Por un lado, tratan a la gimnasiales: un mundo de serias cuestiones-
lengua materna como si fuese una lengua sobre historia, religión, filosofía, arte o moral
muerta, a partir de inacabables referencias eru es abandonado al alumno, en un momento en
ditas sobre su nacimiento y desarrollo. Por el que lo individual sólo puede expresarse con
otro, aquello que sí se hace fundamental para torpeza. Esta primera producción, caracteriza
el buen uso de la lengua, el conocimiento de da por los excesos de forma y pensamiento,
su orden, del espíritu de sus reglas, es sólo nace del vértigo ante el grave llamado al ca
aplicado con todo rigor en el caso de las len rácter personal, pero especialmente de la falta
guas clásicas, aquellas efectivamente cataloga de fuerzas para contenerlo. Antes de dar por
das como "muertas". Al arribar a su patria lin sentada la independencia del juicio, se debe
güística, por el contrario, el joven respira ali empezar a formarla. La "libertad de expresión"
viado, como si se liberara de un peso, para tra no es entendida por Nietzsche como un dere
tarla tan mal como permite la ausencia de re cho sino como algo a conquistar, y no deja de
glas. A ambas deficiencias contesta Nietzsche ser lamentable que, convertida legalmente en
con un único imperativo: la "instrucción prác derecho, no pueda apelarse a éste por no dis
tica". En vez de indisciplina y exceso de saber poner de los medios más apropiados. Para que
filológico, un efectivo ejercitarse en la propia sus discípulos dejen de ser "Hefestos litera
lengua. A pesar de que «no vamos a desemba rios", el maestro debe obligarles a «expresar
razarnos de Dios porque continuamos creyen un mismo pensamiento en varias formas, es
do en la gramática» (1980, "La razón en filoso cogiendo la más elegante», y no descansar
fía", 49), es inevitable tener que conocerla pri «hasta que los más torpes lleguen a sentir un
mero, hasta dominarla, para luego, acaso, lo sagrado horror ante el lenguaje y los más lis
grar sustraerse a ella. Sólo en el terreno de la tos un noble entusiasmo por el bien decir»
gramática puede empezar a librarse el comba (1951, 253). Sólo mediante esta dura discipli
te contra la gramática. Mientras se la ignore, na, cuyo drama se da en la tensión entre un
nunca se podrá llegar a la intuición de su po orden necesario -la lengua, sus leyes, su
der, y se estará condenado a ser un espíritu normatividad- y el ámbito de lo posible -la
inconscientemente gramatical. Se sabrá que en expresión individual-, irá emergiendo lenta
«el rayo brilla», "el rayo" corresponde al suje mente en el joven el estilo. Su maestría reside
to y "brilla" al predicado, pero se desconocerá en llevar el propio idioma a la máxima altura
el abismo que tal expresión dibuja con rela de que es capaz (Nietzsche mismo habría he
ción a la vida, pues realmente el rayo es inse cho hablar al alemán en una forma que le era
parable de su brillar. Lo "sublime", "la tela de desconocida), logro que nada tienejque ver con
araña" son creaciones de este lenguaje cerra la "palabra bella", sino con la unidad dinámica:
do sobre sí mismo, al que, en favor de la vida, la reunión de palabras donde cada una es ne
sólo puede superarse desde el conocimiento cesaria y, «como sonoridad, como lugar, como
profundo de sus fundamentos. No sólo como concepto, derrama su fuerza a derecha e
izquierda y sobre el conjunto» (1980, "Lo que búsqueda de normas o modelos. Desde la cum
debo a los antiguos", 130). Estilo como ley de bre que genera este impulso de negación, la
economía del lenguaje: un mínimo en la exten Antigüedad llega a ser nombrada con la fór
sión y el número de signos, que logre un máxi mula de la mayor maestría en el arte de la sín
mo en la energía de los mismos. tesis para expresar la distancia: como la etapa
del "todavía-no". Nietzsche reconoce en este
«[...] pocos saben que quizá de muchos miles modo de valorar, una tergiversación de la idea
apenas hay uno que tenga derecho a escribir» de madurez en la formación: ésta consiste, cier
(1951, 257): pocos saben lo que significa escri tamente, en una liberación de la tutela del pro
bir. Sólo el soberano, el escritor de buen gusto, fesor, pero no en la altiva independencia del
conoce por sí mismo la verdad de Zaratustra pasado, que sólo puede formar siervos del pre
y sabe que no es cosa fácil el arte de escribir sente.
con sangre. Pues «la sangre es espíritu»: obe
diencia, disciplina, lucha, creación. Pero no sólo en la negación de la Antigüedad,
sino igualmente en su afirmación, detecta
Nietzsche la enfermedad moderna. El segun
do problema que interpela su pensamiento es
3. El espíritu clásico el de la investigación como único camino ha
cia los clásicos. Imbuida en el mismo elemen
Lo "clásico" es a la vez un concepto normati to negativo, la investigación sólo puede pro
vo e histórico. Al primer aspecto corresponde curar un acercamiento que nazca de él: una
su definición popularizada, aquella que, en afirmación como sucedánea de la negación.
apreciación al cumplimiento perfecto del esti Esta se expresa en la no-aceptación de mode
lo, lo nombra como «lo digno de ser imitado». los que no hayan sido previamente cuestiona
Pero esta definición olvida el otro aspecto, la dos ("investigados"), en la repulsa a la "fe cie
relación de lo clásico con el tiempo. Según ésta, ga" exigida por la vieja autoridad. Auténtica
clásico no es sólo lo que cada época histórica emisaria de la libertad y la razón, la investiga
define para sí misma como tal, sino una reali ción es el único medio seguro de aproximarse
dad que rebasa los límites y se destaca de lo al pasado. A los ojos de Nietzsche, su efecto
efímero. Instancia privilegiada, se percibe lo en el campo de la filología es el de una gran
clásico de modo inmediato, pero con la con erudición, mientras que en filosofía crea una
ciencia de lo imperecedero, como un presente comprensión extraña del espíritu de la Anti
intemporal simultáneo a cualquier presente. güedad: "ingenuidad", "belleza", "vida plena",
Lo clásico es así un producto histórico que a la "serenidad".
vez tiene el poder de hablar a la eternidad.
Ante estos conceptos, nacidos del mismo sue
Desde el aspecto normativo del concepto, lo de optimismo, benevolencia y moderna su
Nietzsche enfrenta dos problemas. El prime perioridad, ya El nacimiento de la tragedia deja
ro, de orden general, se incluye en la crítica ver una rotunda desconfianza: no hablan de
que su pensamiento arremete contra la Mo los griegos sino de la debilidad de los moder
dernidad. Al comprenderse a sí misma bajo el nos. Acceder a los griegos de manera docta sólo
signo ascendente del progreso, esta época es ofrece su versión domesticada. Nietzsche afir
más que todos los tiempos y a la vez inicio, ma, en contraposición, haber hallado otro ac
culminación transmutada en aurora. El hom ceso a la Antigüedad: noLun concepto, cual
bre moderno, en consecuencia, se hace un quier concepto, acompañado de su teoría, sino
hombre "actual", que debe resolver sus pro una intuición, la de lo trágico. Contra la inge
blemas sin la colaboración activa del pasado, nuidad y la serenidad del ánimo, una sabidu
pues éste ha dejado de ser un referente en la ría profunda del dolor y una extraña valentía
frente a la realidad. Contra la entereza moral, superposición, se hace lícito afirmar la «alian
un dominio de sí, una necesidad y capacidad za de la erudición con la barbarie del gusto»
de ser fuerte, de llevar la vida hasta el final. (1951,260). Como si los griegos, en cuanto grie
Contra la sobriedad ideal de la belleza, una gos, estuviesen muertos, la investigación lle
demasía de fuerza al afirmar la vida hasta san ga a ellos artificialmente, cargada de doctos jui
tificar el dolor como dolor de creación. En fin, cios modernos. El resultado es completamen
contra el espíritu moderno, Dionisos y el pesi te previsible: ve en los clásicos precisamente
mismo de la fortaleza. Para llegar a la Antigüe lo que introdujo en ellos. Pero esto no desvir
dad debe evitarse todo camino de la "moral" túa la fuerza de la Antigüedad, y por mucho
y de la "razón". Hegel, el más alto conocedor que la investigación quiera enderezar sus rui
de estos caminos, reprocha a los románticos nas, éstas, tan pronto han sufrido la acción de
su nostálgica contemplación de paraísos per las palancas, vuelven a caer para aplastar al
didos: si bien es cierto que, de ser lícita la año erudito. Tan sólo que él seguirá ignorando que
ranza, ésta habría de referirse al mundo anti «morir aplastado por una columna no es una
guo, todo compromiso espiritual debe centrar muerte trágica» (1951,274).
se en el presente. Es imprescindible para el
joven en formación iniciarse en la Antigüedad, El único puente natural hacia la Antigüedad
pero sin olvidar que los clásicos, por ser pasa se atraviesa fortaleciéndose en el lenguaje por
do, sólo pueden ser ejemplares de manera li la disciplina, cuya base la afianzan los clásicos
mitada. De esta manera Hegel hace énfasis en nacionales. Gracias al comprometido contac
el aspecto histórico de lo clásico como argu to con ellos, el joven estará en condiciones de
mento para su limitación, mientras que reconocer el valor de los antiguos clásicos.
Nietzsche, bajo la siguiente premisa, saca todo Despiertos sus sentidos para percibir el cuida
el provecho de su aspecto normativo: «Toda do con que ese mundo trata el lenguaje, se
formación clásica tiene un solo punto de par entregará con entusiasta respeto a su estudio
tida sano y natural: la adquisición de hábitos ejemplar. Nietzsche ve en la imitación del es
serios y rigurosos en el uso de la lengua ma tilo de los antiguos, con su rigor gramatical, el
terna» (1951, 260-261). medio óptimo de preparar al joven para la
expresión acabada de los pensamientos en la
Como es imposible llegar a la Antigüedad propia lengua: al enseñarle el arte de escuchar,
«dando un salto en el vacío», la aproximación medir, sopesar, somete todo manejo capricho
debe iniciarse con un trabajo arduo sobre el so del idioma.
lenguaje de los clásicos propios, auténticos
conocedores y veneradores de los clásicos de Pero no sólo en la imitación reside el valor de
la Antigüedad. Es necesario ponerse a la sal lo clásico para la formación: el camello ha de
vaguarda de estos guías, que iluminan la fu transformarse aún en león, y el león en niño.
sión de horizontes, el "lenguaje común". A los Porque Nietzsche supo ver que lo clásico no
faros se les sigue: sólo en virtud de la obedien es tal a causa de "su" verdad, sino de su infini
cia a los modelos, y al maestro que sabe reco ta potencia de renovación, pudo también in
nocerlos, se podrá liberar la propia individua troducir una positiva ampliación a su concep
lidad. En la formación es imposible hablar de to: clásico no es únicamente lo digno de ser
sumisión, tan sólo de un activo querer-obedecer. imitado; es, también, si se tiene la fuerza para
Por ello, cuando obedece a quien reconoce ello, lo que merece ser continuado. Con esta
como superior, el joven ya ejecuta un acto de nueva perspectiva, sobrepasa-la que Hegel
gusto, mientras que en la investigación sólo estableciera para el aspecto histórico del con
podría delatar aquello que le es opuesto: no la cepto. Mientras Hegel se mantiene en la rela
ausencia de gusto, sino su "barbarie". Carac ción pasado-presente, con un definitivo pri
terizada por el abigarramiento, la pesadez y la vilegio del presente, Nietzsche introduce un
nuevo movimiento: la proyección hacia el fu damente» (Kant) - «una promesa de felicidad»
turo. (Stendhal) (1991,121). Su resuelta inclinación
por la segunda se comprende desde el "cam
Estar a la altura de los clásicos significa conti po semántico" de la misma: "promesa" y "feli
nuar sus tareas. No se les honra con la cons cidad" involucran una diversidad de afectos,
trucción de bellos conceptos sobre sus ruinas, entre los cuales se pueden nombrar dos como
sino haciendo de sí una morada para el espíri básicos: el deseo y la afirmación. La voluntad.
tu de sus búsquedas. El problema del erudito Al desinterés exigido por Kant para el juicio
consiste en su miopía: ve a los clásicos, no de gusto, opone Nietzsche una definición que
como los más audaces indagadores, sino como le hace provenir de la múltiple intervención
dignos descubridores. En consecuencia, apren del sujeto. Y si para Kant tal juicio no aporta
de y -lo que es más grave- enseña sus pre conocimiento alguno sobre el objeto,
suntos descubrimientos, sus "resultados", que Nietzsche lo reconoce como expresión del au
no pasan de ser otros que los conocidos de téntico conocimiento, precisamente por evitar
antemano. El erudito empolva lo que toca, y todo "desinterés". Separar la voluntad del co
si al joven le toca en suerte como profesor, no nocimiento, suspender los afectos -si esto fue
tendrá otra opción que dejarse cubrir de pol ra posible-, equivale a castrar el intelecto. No
vo mientras su propio espíritu permanece puede existir «la selectividad que opera
inalterado. La desvinculación de los antiguos desinteresadamente», sino como una no-defi-
con su propia vida le hace aprenderlos a la nición de selectividad, ya que ésta es expre
fuerza, con el único efecto de olvidarlos -de sión del sujeto mismo, como fuerza, como ca
"sacudírselos"- tan pronto como puede. Por pacidad para decir sí y no. Mientras el concep
el contrario, la madurez en la formación clási to hermano del "desinterés", la "objetividad",
ca consiste en saber hablar con ellos y en poder implica tener todas las puertas abiertas y por
enfrentarlos desde la inminencia de sus pro ello tener que reaccionar, el gusto nombra un
blemas. El "último discípulo del filósofo poder reaccionar y no-reaccionar. Si a algo el
Dionisos", con su nueva filosofía trágica, es un buen gusto dice no, es en primera instancia a
caso ejemplar de la consumación de esta estos conceptos, pues representan cabalmen
tarea. te su antítesis: la debilidad. Como formación
del gusto, la formación clásica se propone abo
Como separadas por un abismo, ubica lir todo "desinterés" y "objetividad", para cum
Nietzsche frente a frente dos definiciones de plir así con su última tarea: la de conocer los
lo bello: «aquello que agrada desinteresa clásicos.
Referencias bibliográficas
_______ (1959a). "Humano, demasiado humano". En: Obras completas. Vols. 3 y 4. Buenos Aires:
Aguilar.
_______ (1959b). "Schopenhauer como educador". En : Obras completas. Vol. 2. Buenos Aires:
Aguilar.