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¿Un código de

ética?
Roberto Peñaranda Gómez
Módulo I – Lección 8
Lección ocho: ¿un código de ética?

Valores profesionales y valores institucionales

La comunidades, corporaciones o instituciones, en estricto sentido no tienen ética,


puesto que no son seres humanos dotados de razón. Pero están constituidas por seres
humanos que sí lo están. Y también tienen un telos, una finalidad práctica y pretenden
actuar para conseguirlo. Pero en realidad quienes actúan son los seres humanos que las
componen.

El funcionamiento de las instituciones está reglado: es un asunto de derecho, de normas


jurídicas. Y las normas jurídicas se caracterizan por su obligatoriedad, deben ser
cumplidas aún contra la voluntad de quien debe cumplirlas. ¿Qué tiene que ver entonces
la ética al interior de una corporación? ¿Puede una institución imponer una postura ética
a sus integrantes? ¿Dónde queda la autonomía de las personas que la conforman?

El pragmatismo que caracteriza nuestra cultura, nuestra forma de vida, hace necesario
que las cosas funcionen, que resuelvan problemas, que se logren objetivos. Los roles al
interior de las instituciones son cada vez más complejos y generan dificultades no
solamente técnicas sino también éticas. En esa complejidad profesional o institucional, a
veces no es posible determinar si una acción en particular puede llegar a tener
implicaciones éticas o no1.

Por otra parte, la complejidad de la sociedad y el rápido cambio al que están sometidas,
generan desorientación en el aspecto ético. De alguna manera las opciones de
comportamiento no resultan tan claras al interior de las instituciones y en relación con el
puesto que se ocupen a su interior. En otras palabras, nos encontramos ante un dilema
ético difícil, es decir, de aquellos que necesitan reflexión. Y es aquí en donde aparece la
importancia de una ética institucional: como un mecanismo orientador de la toma de
decisiones de sus integrantes.

Porqué un código de ética

Un código de ética no es una norma jurídica, es decir, no se trata de un reglamento que


se pueda hacer cumplir sancionando al infractor. Los códigos de ética son un mecanismo
orientador, son la materia prima de la reflexión ética de quienes conforman una
institución en relación con ella, no un mecanismo coercitivo.

1
Al respecto, Atienza, Manuel, Ética Judicial: ¿por qué no un código deontológico para jueces?, en
“Jueces para la Democracia”, número 46, marzo de 2003.
¿Para qué sirve entonces un código de ética?

En primer lugar, como ya dijimos, para resolver las dudas sobre el comportamiento como
miembro de una institución. Pero también para avalar determinados comportamientos
de los integrantes, para que éstos no se muestren como arbitrarios. Cuando ejerzo un
rol al interior de una organización, lo hago en función de su telos, no del mío.

Por otra parte, un código de ética establece unos parámetros de lo que se considera un
buen miembro de la institución, ayuda a distinguir entre los buenos y los malos
integrantes. Estos parámetros se muestran en forma de valores institucionales, es decir,
de valores que definen la actividad de una institución en su sentido moral. Y aquí
hablamos de moral por cuanto de trata de las relaciones entre los integrantes de un
grupo, en este caso del que conforman los integrantes de una institución, y de éste grupo
en relación con el entorno, tanto social como institucional.

Una postura ética contribuye a potenciar la legitimidad de la institución, haciendo


explícita su preocupación por delinear ciertos comportamientos a su interior.
Comportamientos que la sociedad reclama y apoya.

Un código de ética ayuda, también, a fortalecer aquellas voluntades débiles o


desorientadas, dotándolas de una orientación definida, en acuerdo con los propósitos
institucionales.

Bajo los anteriores parámetros, en las próximas lecciones estudiaremos el Código de


Ética y Buen Gobierno de la Universidad Distrital.

¿Cuál es el telos de una universidad?

Aunque parece fácil responder que la finalidad de una universidad es la enseñanza, las
particularidades que se desprenden de esa finalidad primaria pueden tener
manifestaciones diversas en cuanto a los valores que decida adoptar y, en consecuencia,
en las actividades que necesita incentivar o desestimular.

Por ejemplo, algunos podrían entender que el telos fundamental, si no el único, de una
universidad es la excelencia académica. Si así lo entendiéramos, las actividades de una
universidad deberían estar dirigidas, como un todo, a construir conocimiento, atrayendo
las mejores cabezas y procurando un ambiente de investigación estricto. Si así fuera, el
único criterio que se debería utilizar para la admisión de nuevos alumnos tendría que ser
el de sus méritos académicos.

Pero si consideramos que una universidad debe servir para contribuir al logro de ciertos
propósitos sociales, los criterios de admisión podrían variar. Así, por ejemplo, si
consideramos que una universidad debe formar líderes sociales, los criterios de admisión
deberían incluir la capacidad de liderazgo y no simplemente los méritos académicos. Si
consideramos que una universidad debe garantizar un ambiente de diversidad, en los
criterios de admisión deberían establecerse aspectos raciales, culturales y territoriales. Si
consideramos que una universidad debe propugnar por la democratización del
conocimiento, debería incorporar acciones afirmativas entre sus criterios de selección,
con el fin de incorporar minorías excluidas o rezagadas de la vida social.

En suma, determinar la finalidad de una institución como la universitaria necesariamente


impacta en las acciones que vaya a emprender, en los criterios de admisión y
permanencia, en la clase de formación y en los medios a utilizar para llegar a cumplir sus
objetivos. La identificación concreta de la misión de una universidad será entonces un
derrotero a seguir que impacta las acciones de la universidad, como la conducta de sus
miembros.

El telos de la Universidad Distrital

La misión de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas se enuncia de la siguiente


manera:

La misión de la Universidad Distrital “Francisco José de Caldas” es la


democratización del acceso al conocimiento para garantizar, a nombre de la
sociedad y con participación de Estado, el derecho social a una Educación Superior
con criterio de excelencia, equidad y competitividad mediante la generación y
difusión de saberes y conocimientos con autonomía y vocación hacia el desarrollo
sociocultural para contribuir fundamentalmente al progreso de la Ciudad – Región
de Bogotá y el país

Vamos por partes:

1. La democratización del acceso al conocimiento. Esto quiere decir que la actividad de


la UD debe concentrarse en lograr el acceso al conocimiento de sectores
tradicionalmente excluidos del mismo. Si esto es así, debe establecer criterios de
admisión y permanencia que tengan en cuenta las condiciones de inclusión-exclusión de
sus potenciales miembros. Podría guiar también los criterios para establecer sedes en
determinados entornos, o extender coberturas a lugares tradicionalmente excluidos, o
incluir modalidades que permitan la accesibilidad de ciertos actores, con el fin de cumplir
con el principio de democratización del conocimiento del que parte. Debería incorporar
acciones afirmativas dirigidas a segmentos especiales de la población. Los valores
privilegiados serían entonces la inclusión, la igualdad y el reconocimiento de la
diversidad.

2. Garantizar el derecho social a una educación superior. A diferencia del punto anterior,
este fin se circunscribe al tema de la educación superior, no al conocimiento en general.
Si la educación superior es un derecho social, corresponde, para el logro de este fin,
incorporar criterios de admisión que tengan en cuenta la demanda social, y sus
características, al momento de establecer sus prioridades de acción, el sentido de sus
contenidos y las herramientas para desarrollarlo.
3. Una educación superior con criterio de excelencia. Este fin incorpora valores como el
respeto al mérito académico, la asignación de reconocimientos ante la creación de nuevo
conocimiento y la honestidad intelectual.

4. Una educación superior con criterio de equidad. Entendiendo la equidad como un


criterio de justicia en un caso concreto (ver lección siete), la persecución de este fin
implica la adopción de valores como dar a cada uno lo que se merece, imparcialidad y
respeto por las diferencias.

5. Una educación superior con criterio de competitividad. Este fin implica reconocer las
virtudes de los competidores y potenciar las propias para intervenir en una eventual
competencia para el logro de los fines vitales y sociales.

6. A nombre de la sociedad y con participación del Estado. Con esta proposición, se pone
en evidencia que el carácter estatal de la universidad le impone unos valores específicos
que la diferencian de las universidades privadas. En este punto, la UD se propone como
instrumento de una voluntad social con la que comparte objetivos y reconoce el carácter
político (en sentido lato) de su accionar.

7. Generación y difusión de saberes y conocimientos con autonomía. La persecución de


este fin implica la adopción de valores como la libertad de cátedra e investigación, la
imparcialidad en el oficio de la enseñanza, la honestidad intelectual y el apego a la
veracidad.

8. Vocación hacia el desarrollo sociocultural. Implica el reconocimiento de unos valores


sociales y culturales que entiende incorporados a su finalidad como institución y al
reconocimiento de la necesidad de promoción y fortalecimiento de esos valores.

9. Contribuir al progreso de la ciudad-región Bogotá y del país. Se entiende en términos


de desarrollo económico. Así, el objeto de la acción de la UD no se circunscribe a
proporcionar herramientas de desarrollo personal, sino que toma en cuenta que su
actividad debe redundar en mejores condiciones materiales de vida para una región en
particular, en la cual centra su atención. Este fin implica la necesidad de conocer la
demanda de los sectores productivos existentes y la proyección de su actividad hacia su
satisfacción.

En este simple ejercicio podemos ver cómo, necesariamente, el telos de una institución
determina qué valores debe promover y estimular entre sus integrantes. Por eso decimos
que la actividad de una institución es eminentemente teleológica.

Los valores adoptados por una institución determinada, pueden entrar en tensión y
convertirse en aparentemente contradictorios: ¿Qué sucede si la autonomía choca con la
demanda empresarial? ¿Qué sucede si la necesidad de adoptar acciones afirmativas en
favor de grupos discriminados entra en contradicción con el criterio de excelencia
académica? ¿O si la orientación política del Estado choca con la libertad de cátedra?

La respuesta a estos interrogantes debe ser el fruto de la reflexión y la ponderación por


parte de los diferentes estamentos de la Universidad. Pero recordemos que se trataría de
un ejercicio de la razón práctica, es decir, de aquella que desemboca en la toma de
decisiones de acción. Y al tratarse de acciones colectivas, comprometen el
comportamiento de todos sus integrantes, no basta la reflexión íntima sino el debate
argumentativo. Con mayor o menor acento, estos valores se aplicarán al rol que cada
uno desempeña.

Más allá de los reglamentos y de las sanciones, la adopción de valores éticos es la


introducción en la vida institucional cotidiana de aquellos viejos principios de
universalidad, respeto por la vida humana, ejercicio de la libertad y materialización de la
justicia que hemos tenido la oportunidad de ver durante el desarrollo de este módulo.

Pero ojo, los valores sobre los que se delibera deben ser valores comunes, aquellos que
contribuyen al logro del telos de la UD. No se trata de formar el carácter moral de cada
uno de sus integrantes. Si bien es un deber moral contribuir al logro de los fines
institucionales, no lo es el tener que compartir el credo religioso, la posición política, la
afición deportiva, o cualquier otro valor personal de las directivas, o los docentes, o los
estudiantes. Ni siquiera los que adoptan las mayorías.

Veamos, entonces, si todo esto se ve reflejado, y de qué manera, en el Código de Ética y


Buen Gobierno de la Universidad Distrital.

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