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DERECHO DEL CONSUMIDOR PRIMER PARCIAL

EVOLUCIÓN HISTÓRICA.

Ley 24240. Se sanciona en el año 1993 la Ley de Defensa del Consumidor 24.240, aunque vetada parcialmente en sus
partes esenciales (acceso gratuito a la justicia, responsabilidad solidaria de la cadena de fabricación y comercialización de
bienes y servicios), algunas de las cuales fueron luego restablecidas mediante ley 24.999 en el año 1998 y posteriormente
modificada por la ley 26.361.

Art 42 CN. En el año 1994 la Constitución es enriquecida mediante la consagración de otros derechos (art. 42), como el
derecho a gozar de un ambiente sano y equilibrado, a la seguridad, a la protección de los consumidores, etc.,
introduciendo el amparo como instrumento procesal para su concreción, etc. La protección de los consumidores tiene hoy
el rango o naturaleza de principio general del derecho.

¨Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud,
seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato
equitativo y digno.

Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la
competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la
calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. 

La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de
los servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y
usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control.¨

De este artículo surgen los distintos principios que rigen al derecho de los consumidores, los cuales son:

• Protección de la vida, la salud, seguridad e intereses económicos.

En cuanto a los intereses económicos, la configuración normativa de este derecho no se refiere al patrimonio, sino a la
protección del patrimonio. Conforme con ello, no se trata de que el patrimonio no sufra disminuciones, porque ello
inhibiría al consumidor de asumir obligaciones, ni tampoco significa que no puede ser sometido a una ejecución judicial.

• Protección contra toda publicidad engañosa y abusiva que brinden los medios de comunicación.

• Educación, divulgación sobre el consumo adecuado de los productos y servicios que puedan garantizar el libre acceso al
contratar.

El acceso a la educación se vincula con la formación ciudadana y es clave, sobre todo en las sociedades menos
desarrolladas: consumidores educados, serán consumidores que ejercitarán sus derechos.

Se acepta este derecho de modo específico en dos aspectos centrales: — Disponiendo que exista una educación sobre el
consumo en los planes educativos (art. 60, ley 24.240). — Disponiendo la difusión de los derechos de los consumidores,
sobre todo para la prevención de riesgos (art. 61, ley 24.240). 

• Información clara y adecuada a la hora de seleccionar un servicio.

• Reparación de los daños y su prevención que el producto le haya ocasionado.

• Acceso a los órganos administrativos y judiciales, este acceso es gratuito.

Estos derechos se refieren a los aspectos vinculados a la efectividad de los derechos sustanciales. Pueden mencionarse: 

- Derecho a la jurisdicción. El consumidor tiene derecho a una jurisdicción que pueda ser efectiva, y por ello especial. Una
manifestación de este aspecto es la nulidad de las cláusulas de prórroga de jurisdicción, que privan al consumidor de este
derecho. 

- Derecho a la eficacia. "El derecho de acceso a la solución de conflictos supone, como primera medida, la recepción de
asesoramiento y asistencia, la facilitación del acceso a la justicia, y a la participación en instancias conciliadoras y en
procedimientos judiciales y administrativos rápidos y eficaces". Se trata aquí de la remoción de los obstáculos materiales y
formales que dificultan la efectividad, como los altos costos y el principio de gratuidad, la acumulación de procesos y la
fuerza expansiva de la cosa juzgada.

• Facilidades para defender sus derechos.

Ley 26.361. Con la sanción de esta ley en el año 2008 se modifica el concepto de consumidor, ampliándose, al considerar
también consumidor a quien contrata a titulo gratuito, e incorporando la figura del tercero expuesto (BY STANDER), la cual
surge primeramente en el fallo Mosca de la CSJN.

Resumen fallo Mosca.

Hechos. Hugo Arnaldo Mosca inicia demanda contra la Asociación del Fútbol Argentino, el Club Atlético Lanús y la
Provincia de Buenos Aires.  Manifiesta que trabajaba como chofer, motivo por el cual el 30 de noviembre de 1996 trasladó
a fotógrafos del diario "Clarín" hasta la sede del Club Atlético Lanús.

Los simpatizantes de Lanús comenzaran a arrojar todo tipo de objetos, donde fue alcanzado por un elemento contundente
en el rostro a la altura del ojo izquierdo, lo que le provocó una importante herida que le ocasionó una progresiva
disminución de su visión, la que se fue agravando posteriormente.

Decisión.

• Policía bonaerense. El tribunal tuvo en cuenta que el daño no fue consecuencia directa del accionar de los agentes
policiales y eximió de responsabilidad a la provincia. El mero hecho de que el Estado ejerza el poder de policía no resulta
suficiente para atribuirle responsabilidad si el agente policial no participó del hecho dañoso. La policía es responsable por
su acción negligente, no por su omisión.

• Club Lanús. El club sostuvo que el hecho no ocurrió dentro del estadio, sino afuera. La Corte rechazó este argumento,
porque el daño se produjo "con ocasión" del partido.

La CSJN sostuvo que: Cabe considerar también el derecho a la seguridad previsto en el art. 42 de la Constitución Nacional,
que se refiere a la relación de consumo, que abarca no sólo a los contratos, sino a los actos unilaterales como la oferta a
sujetos indeterminados, que es precisamente el caso que se presenta en autos. De tal modo, la seguridad debe ser
garantizada en el período precontractual y en la situaciones de riesgo creadas por los comportamientos unilaterales,
respecto de sujetos no contratantes.

Cada norma debe ser interpretada conforme a su época, y en este sentido, cuando ocurre un evento dañoso en un
espectáculo masivo, en un aeropuerto, o en un supermercado, será difícil discriminar entre quienes compraron y quienes
no lo hicieron, o entre quienes estaban adentro del lugar, en la entrada, o en los pasos previos. Por esta razón es que el
deber de indemnidad abarca toda la relación de consumo, incluyendo hechos jurídicos, actos unilaterales, o bilaterales.

Que no cabe interpretar que la protección de la seguridad prevista en el art. 42 de la Constitución Nacional tenga un
propósito meramente declarativo, sino que, por el contrario, es correcta la hermenéutica orientada hacia el goce directo y
efectivo por parte de sus titulares.

Por lo expuesto, cabe admitir la responsabilidad del club organizador del espectáculo al no haber adoptado las medidas
razonables para evitar daños a las personas que estaban en las inmediaciones del estadio, por acciones provenientes de
quienes asistían al mismo.

• AFA. La Corte también responsabilizó a la AFA, porque esta entidad tiene atribuciones de organización del torneo, de
control y se beneficia con el mismo. Su condición de entidad organizadora surge de su reglamento, porque programa los
encuentros. Tiene facultades de control sobre las condiciones que deben reunir los estadios, la venta de entradas, la
designación de los árbitros y la verificación de las medidas de seguridad. Y, además, obtiene un provecho económico, al
percibir un porcentaje sobre la recaudación bruta de los partidos así como del producido de la televisación.

La idea de que los organizadores se ocupan sólo del deporte y sus ganancias, mientras que la seguridad es un asunto del
Estado, es insostenible en términos constitucionales. La seguridad es un derecho que tienen los consumidores y usuarios
(art. 42, Constitución Nacional) que está a cargo de quienes desarrollan la prestación o la organizan bajo su control,
porque no es razonable participar en los beneficios trasladando las pérdidas. Esta antigua regla jurídica que nace en el
derecho romano, es consistente en términos de racionalidad económica, porque este tipo de externalidades negativas
deben ser soportadas por quien las genera y no por el resto de la sociedad.

En el presente caso, se trata de la seguridad, entendida como un valor que debe guiar la conducta del Estado así como a
los organizadores de actividades que, directa o indirectamente se vinculen con la vida o la salud de las personas. La
incorporación de este vocablo en el art. 42 de la Constitución, es una decisión valorativa que obliga a la sociedad toda a
desempeñar conductas encaminadas al cuidado de lo más valioso que existe en ella: la vida y la salud de sus habitantes,
ricos o pobres, poderosos o débiles, ancianos o adolescentes, expertos o profanos.

Quedando el art 1 redactado de la siguiente manera: La presente ley tiene por objeto la defensa del consumidor o usuario,
entendiéndose por tal a toda persona física o jurídica que adquiere o utiliza bienes o servicios en forma gratuita u oneroso
mediante un contrato de consumo [contrato de consumo] como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo
familiar o social. Queda comprendida la adquisición de derechos en tiempos compartidos, clubes de campo, cementerios
privados y figuras afines.

Se considera asimismo consumidor o usuario a quien, sin ser parte de una relación de consumo, como consecuencia o en
ocasión de ella adquiere o utiliza bienes o servicios [ocasión del consumo] como destinatario final, en beneficio propio o de
su grupo familiar o social, y a quien de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo [expuesto].

CCCN. Sin embargo, la ley 26361 se modifica en el año 2015 con la sanción del CCCN, la cual en el Anexo 2 punto 3.1 de la
ley 26994 redacta el artículo de otra manera:

Art. 1092 y art. 1 actualizado: “Se considera consumidor a la persona humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma
gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.

Queda equiparado al consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo como consecuencia o en ocasión de ella,
adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su
grupo familiar o social".

Como podemos apreciar es similar al artículo de la ley 26.361, salvo que ha eliminado al "expuesto", lo cual como
señaláramos precedentemente es un retroceso. Incluso algunos autores lo consideran inconstitucional, teniendo en
cuenta también que la doctrina y la jurisprudencia lo siguen considerando como consumidor hoy en dìa. Tambièn se
incorporan los contratos de consumo.

De todas maneras, paras las cuestiones de prácticas abusivas e información y publicidad el art. 1096 dispone que las
normas de esas secciones son aplicables a todas las personas expuestas a las prácticas comerciales, determinables o no,
sean consumidores o sujetos equiparados conforme a lo dispuesto en el art. 1092.

Toda la regulación sobre los derechos de los consumidores en el CCCN se incluyó en su última reforma ya que en el Código
Velezano no estaba regulado.

Ley 26993. Esta ley fue sancionada en el 2014 con el objeto de crear el servicio de conciliación previa en las relaciones de
consumo (COPREC). El cual actúa a nivel nacional pero con sede en CABA y demás dependencias. Es un sistema gratuito
para el consumidor, para así poder resolver en el ámbito administrativo los conflictos.

Leyes complementarias. El derecho del consumidor es integral y atraviesa muchísimos ámbitos del derecho, es por esto
que también lo comprenden una serie de leyes como la ley de lealtad comercial y defensa de la competencia, que lo
complementan y lo involucran. Así lo dispone el art. 3 de la LCD.

La normativa del consumidor tiene carácter estatutario por estar integrada no sólo por la regulación constitucional, el
Código y la Ley de Defensa del Consumidor, sino también por todas aquellas normas que resulten aplicables a la relación
jurídica de consumo, conforme lo establece el artículo 3° de la ley 24.240. Precisamente, al estipularse la obligatoriedad
de integrar todas las normas que puedan resultar aplicables a las relaciones de consumo, surge claramente la intención
del legislador de crear una cobertura amplia y completa para el consumidor, habilitando la posibilidad de tomar preceptos
ajenos al Código o a la Ley de Defensa del Consumidor ya sea para cubrir situaciones no contempladas, ya sea para otorgar
una respuesta más favorable para el consumidor, la cual puede encontrarse en normas que emerjan de diversas fuentes.

CONSUMIDOR.

El consumidor es toda persona natural o jurídica (hombres – mujeres – entidades – instituciones – empresas) que, en
virtud de un acto jurídico oneroso o gratuito, adquieren, disfrutan o utilizan bienes, o servicios como destinatarios finales
y no con fines comerciales (drciae intermediación), ni industriales (de transformación). Con la reforma introducida por la
ley 26.361, aquellos sujetos que sin ser parte de una relación de consumo, como consecuencia o en ocasión de ella,
también se los considera consumidores o usuarios.

La palabra consumidor debe ser utilizada con un sentido muy amplio. Antes, la expresión consumidor aparecía tomada
desde el punto de vista puramente económico, hoy la gratuidad no es ajena sino normada expresamente. En cuanto a la
expresión usuario, según Farina, es empleada por la ley para referirse a quien contrata un servicio. De modo que bien se
puede decir que en la ley la palabra consumidor se refiere en forma muy amplia a todo aquel que adquiere una cosa en
general para su consumo o uso; en tanto que usuario es quien utiliza servicios sin ser comprador de bienes.

Con la reforma de la ley 26361, a diferencia del sistema anterior, el legislador propuso abarcar una mayor cantidad de
situaciones a las hasta ahora previstas. Esta misma razón eliminó los objetos previstos en el art.1 original, recordemos que
se contemplaban: a) La adquisición o locación de cosas muebles; b) la prestación de servicios, y c) la adquisición de
inmuebles nuevos destinados a vivienda, incluso los lotes de terreno adquiridos con el mismo fin, cuando la oferta sea
pública y dirigida a personas indeterminadas. Estos objetos fueron excluidos a fin de ampliar los nexos de consumo, sin
límite, entre consumidores y proveedores, o usuarios y prestadores. Es decir, el art. 1 original limitaba el ámbito de
aplicación de la ley a cierto objeto descripto en el art.

Categorías de consumidor (clase).

• Consumidor en sentido estricto. Es quien adquiere bienes o servicios con un destino final sea a título oneroso o gratuito.

Por otro lado, si un consumidor es cesionario de un contrato de consumo, mantiene la titularidad como tal, ya que se
produce la cesión de la posición contractual". Alguien compra un tiempo compartido a otro consumidor, o un vehículo, o
una computadora; la primera relación es de consumo; en cambio, respecto de la segunda, se puede pensar que es un
contrato entre consumidores y no hay protección. Entendemos que la posición contractual es cesible y por lo tanto el
cesionario tiene todas las facultades de obrar.

• Consumidor que utiliza bienes o servicios con un destino final sin ser parte de ese contrato de consumo. Este supuesto
comprende a quien, sin celebrar un contrato, utiliza el bien, siendo parte de una relación de consumo. En esta categoría
entra el usuario no contratante y los beneficiarios que integran el grupo familiar o social.

• Sucesor particular de los bienes adquiridos por el contrato originario.

Estos sujetos, sin ser parte de una relación de consumo, adquieren o utilizan bienes o servicios como consecuencia o en
ocasión de una relación de consumo. La inclusión de esta categoría supone que el legislador quiso ampliar el ámbito de
protección y por lo tanto debemos interpretar que no se trata de consumidores contratantes, ni de usuarios, ni de
beneficiarios, porque ya están tutelados conforme se mencionó en los puntos anteriores. Esta categoría presupone que
alguien celebró una relación de consumo y que luego otra persona adquiere o usa ese bien o servicio. Es decir, se trata de
relaciones entre consumidores, que ahora están incluidas en el ámbito de tutela, pero se debe acreditar un nexo causal:
"consecuencia o en ocasión". P

•Tercero expuesto. Es incorporado por la modificación hecha por la ley 26361. Es un sujeto expuesto a una relación de
consumo, se lo considera consumidor pero no forma parte de esta relación de consumo.

La razón por la cual se incluye a estos, determinados o no, es que permite el ataque preventivo de las prácticas
comerciales abusivas.

Debe interpretarse que se trata de personas que están expuestas, sin tener la finalidad de consumir, incluyendo a las
víctimas de un daño derivado de productos, de publicidades, de prácticas comerciales. En estos casos la relación de
consumo es un hecho lícito o ilícito que está vinculado causalmente con un daño sufrido por una persona. 

Se asimila a la figura del “bystander” del derecho anglosajón y se eliminó con la reforma del CCCN.

Consumidor empresario. La aplicación de la Ley de Defensa del Consumidor a la contratación interempresarial es hoy
cuestionada, ya que la Ley de Defensa del Consumidor excluye del ámbito de su protección al consumidor industrial,
fabricante, profesional o revendedor que contrató con el propósito de que el bien o servicio objeto del negocio continúe
su vida económica en actividades de fabricación, producción, distribución y comercialización. La protección quedaría
limitada exclusivamente a los consumidores y usuarios que contratan a título oneroso para su consumo final o beneficio
propio o de su grupo familiar o social.

La discusión al respecto gira en torno a si es posible que las normas protectorias de los consumidores se expanda hacia
otros sujetos de derecho, que si bien no realizan actos típicos de consumo se encuentran en estado de inferioridad frente
a su contratante, como lo son las pequeñas y medianas empresas frente a las grandes empresas.

La mediana o pequeña empresa se encuentra cada vez más expuesta al aprovechamiento de la situación dominante de
estos grupos que buscan así maximizar sus beneficios abusando de ese mayor poder económico. 
Regla de exclusión. Los empresarios han sido tradicionalmente excluidos de la noción de consumidor, porque no usan los
bienes para el consumo final, sino para aplicarlos al proceso productivo. Este tema ha provocado discusiones porque hay
supuestos dudosos, en los que el destino puede ser tanto privado como empresarial.

El problema que se plantea es de gran relevancia. La empresa es normalmente proveedora de clientes, entre los cuales se
encuentran otras empresas, sean personas físicas o jurídicas. Estas últimas pueden adquirir o utilizar esos productos o
servicios para integrarlos al proceso de producción o no. Este distingo es bastante difícil de establecer en muchos casos, si
la ley no establece una regla precisa. En este sentido pueden darse distintas hipótesis:

• Integración inmediata y total en el proceso productivo. Una empresa contrata bienes o servicios para integrarlos al
proceso de producción con la finalidad de dar una prestación a terceros. Este supuesto está claramente excluido en la
mayoría de las legislaciones de protección del consumidor.

• Integración mediata. Una empresa contrata sobre bienes o servicios que importan una utilización final, pero
mediatamente integran la prestación a terceros. Es el Caso de los insumos, o la compra de un equipo de computación, o
contratación un servicio de comidas, que se agotan con la utilización, pero son adquiridos o utilizados en tanto sirven para
dar una prestación a terceros.

Según una opinión se trata de actos de comercio por conexión, porque están vinculados a la comercialización y al destino
empresarial, y por lo tanto quedan excluidos de la relación de consumo, aunque exista un agotamiento con el uso. Para
otra posición, si hay agotamiento con el uso, quedan incluidos en la protección porque se trata de consumidores no
profesionales respecto de esos bienes específicos.

• Integración parcial. Una empresa adquiere un bien que integra al proceso productivo I en forma parcial, ya que también
lo usa para otras finalidades: una computadora que se usa en la empresa y en la casa del empresario, un vehículo que se
adquiere para el gerente y también se lo destina a usos particulares.

En estos casos hay distintos criterios para determinar si se trata de un consumidor o no. El criterio subjetivo determina si
es o no consumidor dependiendo de, si se trata de una persona que habitualmente es consumidor o habitualmente es
comerciante, porque en el primer caso se presume la relación de consumo. El criterio objetivo se relaciona con el uso que
se le da a la cosa, es decir, no se relaciona con la actividad previa del consumidor, sino con la actividad posterior; no se
relaciona con "su actividad", sino con el destino del bien o servicio en el caso concreto, y lo que se analiza es el "destino
principal (criterio usado en el fallo HP).

En el régimen actual son, como regla general, actos de consumo, salvo que se pruebe lo contrario. Anteriormente era a la
inversa, porque, como regla, eran actos excluidos y había que probar su inclusión, pero ahora, al haberse eliminado la
excepción, quedan dentro de la regla inclusiva. La prueba para excluirlos puede basarse en que no son actos mixtos, sino
comerciales, y en que hay ánimo de lucro respecto del acto de que se trate.

• No integración al proceso productivo. Una empresa contrata bienes de consumo, sin darle ningún destino, ni siquiera
mediato, para la prestación a terceros. En este caso, puede haber una relación de consumo.

Consumidor individual y colectivo. Entendemos que consumidores son tanto las personas físicas como las jurídicas, así
como las individuales o colectivas. En este último caso, es posible sustentar la viabilidad de acciones cuyos titulares sean
grupos organizados (bienes colectivos) o individuos con intereses individuales homogéneos. Éste es el criterio que
consagra la ley 26.361 y el fallo "Halabi" de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

PROVEEDOR.

Según el art. 2 de la ley 24240 dispone que proveedor: Es la persona física o jurídica de naturaleza pública o privada, que
desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de producción, montaje, creación, construcción,
transformación, importación, concesión de marca, distribución y comercialización de bienes y servicios, destinados a
consumidores o usuarios. Todo proveedor está obligado al cumplimiento de la presente ley.

No están comprendidos en esta ley los servicios de profesionales liberales que requieran para su ejercicio título
universitario y matrícula otorgada por colegios profesionales reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello,
pero sí la publicidad que se haga de su ofrecimiento. Ante la presentación de denuncias, que no se vincularen con la
publicidad de los servicios, presentadas por los usuarios y 13 consumidores, la autoridad de aplicación de esta ley
informará al denunciante sobre el ente que controle la respectiva matrícula a los efectos de su tramitación.

El proveedor es aquél que interviene en el mercado de manera tal de hacer llegar al consumidor su producto o servicio, ya
sea en su etapa de elaboración, distribución o comercialización.
Estado como proveedor. La norma al referirse de los proveedores habla de sujetos públicos o privados. Así cuando el
Estado se constituya en prestador de un servicio de salud, educación, etc. Podrá ser considerado como proveedor y ser
pasible de la aplicación de la Ley. Esto tienda a equilibrar las desigualdades entre ciudadanos.

RELACION DE CONSUMO.

La relación de consumo determina el ámbito de aplicación del derecho el consumidor, razón por la cual la legislación
establece los contornos de la misma, quedando establecido que es “el vínculo jurídico entre un proveedor y un
consumidor", según el art. 3 de la LCD y el 1092 del CCCN. La noción de relación de consumo es actual, ya que antes
estaba asociada al contrato de consumo, por lo tanto ahora es más amplia, ya que puede comprender a cualquier relación
jurídica y no solo a los contratos.

Este vínculo jurídico, cuya fuente es el artículo 42 de la Constitución Nacional, resulta de una definición normativa y su
extensión surgirá de los límites que la legislación fije, debiendo establecerse "de modo que abarque todas las situaciones
en que el sujeto es protegido: antes, durante y después de contratar; cuando es dañado por un ilícito extracontractual, o
cuando es sometido a una práctica del mercado; cuando actúa individualmente o cuando lo hace colectivamente. Siendo
la relación de consumo el elemento que decide el ámbito de aplicación del Derecho del Consumidor, debe comprender
todas las situaciones posibles

El art. 1093 define al contrato de consumo: Contrato de consumo es el celebrado entre un consumidor o usuario final con
una persona humana o jurídica que actúe profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o
prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o servicios por
parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social.

El contrato de consumo no está definido en la LDC y tiene los mismos elementos que cualquier contrato (aunque son una
categoría diferenciada): sujeto, objeto, causa, forma y consentimiento.

Fundamento de la protección del consumidor. Catalogar y definir las relaciones de consumo surge de la finalidad
protectoria y reguladora que tiene el derecho del consumo. Por lo tanto, surge la noción de consumidor, que se relaciona
con el acto de consumo, y no específicamente con la calidad de acreedor o deudor en una obligación o con un contrato en
particular. Engloba a una cantidad de contratos disímiles, de actos jurídicos unilaterales y de hechos jurídicos (relación de
consumo).

El principio en favor del consumidor, toma en cuenta específicamente la posición de debilidad estructural en el mercado.
En el caso de favor debitoris, se tomaba en cuenta una falla coyuntural del mercado, la situación en la cual un deudor es
débil por circunstancias del caso. En el Derecho del consumidor, el elemento activante surge de una posición permanente,
no del sujeto sino del rol socialmente definido.

La protección consumeril asume una asimetría del mercado real. La vulnerabilidad del consumidor es la que justifica la
aplicación del principio protectorio constitucional. Y se persigue mediante la imposición de una serie de obligaciones
irrenunciables a los proveedores, restricción de la capacidad del consumidor para algunos actos y la creación de
presunciones e imperativos legales.

Debe ponerse en evidencia que, en definitiva, se trata de asegurar la autonomía de la voluntad real, mediante normas
generales que tratan de neutralizar las fallas de mercado.

Lo que se pretende con este orden público es proteger a una de las partes restableciendo el equilibrio contractual. Sus
características son: — Se constata que hay una "falla estructural en el mercado", y se ayuda a corregirla". — Lo que
interesa son las situaciones de poder, 'y no la existencia, de formularios prerredactados. - Se pretende asegurar una
igualdad de oportunidades para que las partes puedan expresar su consentimiento, suprimiendo las distancias económico-
sociales. — La intervención tiene vocación de permanencia; no es coyuntural o transitoria; tiende a durar aunque no sea
inmutable. — No es una intervención que distorsiona la autonomía, sino que la mejora permitiendo que los contratantes
se expresen en un pie de igualdad.

El Derecho del consumidor es un área del Derecho protectorio, de base constitucional, que tiene manifestaciones en todos
los ámbitos sobre la base de un orden público que se impone en las relaciones jurídicas, tanto para proteger como para
ordenar la sociedad a partir de principios de socialidad.

Vulnerable es un sujeto que es débil frente a otro en una relación jurídica, y por ello necesita protección del Derecho. Es
una situación de riesgo especial en la vida privada. Las asimetrías se dan en diferentes campos: económica, sobre la
información, jurídica, sobre el comercio electrónico, técnica, etc. La ley busca equilibrarlas.
La existencia de fuertes estructuras de poder a las que el consumidor debe enfrentarse, explica su subordinación
estructural al mercado. Tal débil posición en el mercado obedece al hecho de que éste adquiere los valores de uso no para
transformarlo —como lo hacen los empresarios— en valores de cambio, sino para satisfacer sus necesidades individuales
o familiares, de modo que al no ser un reproductor activo de valores de cambio no está en situación de poder ejercer un
poder de mercado, ni de organizar un contrapoder en el mismo.

La falta de información impide realizar libremente sus elecciones, la publicidad inductiva crea deseos constantes, la
aparición de nuevos métodos agresivos de venta, la contratación por adhesión, y los agrupamientos empresarios,
producen un permanente traslado de riesgos económicos y plantean un escenario que impone la necesidad de nuevas
respuestas.

Principio protectorio. Este principio protectorio se ve plasmado en el art. 1094 CCyC: Las normas que regulan las
relaciones de consumo deben ser aplicadas e interpretadas conforme con el principio de protección del consumidor y el de
acceso al consumo sustentable.

En caso de duda sobre la interpretación de este Código o las leyes especiales, prevalece la más favorable al consumidor.

De este artículo surgen tres principios:

• Principio protectorio. Entendiéndose que las normas deben ser interpretadas y aplicadas de acuerdo a la protección del
consumidor, esto se da por la situación de desventaja en que se encuentra el consumidor.

Pueden darse situaciones en las que el ordenamiento jurídico contemple más de una respuesta normativa para
determinado presupuesto de hecho, planteándose una superposición y generándose un problema de interpretación.
Precisamente, y por aplicación de una correcta hermenéutica constitucional, el legislador previó la prevalencia del criterio
interpretativo más favorable para el consumidor.

Esto se complementa con el art. 43 de la CN que en su párrafo segundo dispone: Podrán interponer esta acción contra
cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y
al consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las
asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos y formas de su
organización.

• Acceso al consumo sustentable. Es la interrelación del derecho que tiene el consumidor con las necesidades básicas y el
derecho ambiental.

La norma que tutela el ambiente en la Constitución (art. 41 y 43 CN) define un derecho de incidencia colectiva y obliga a
ejercer todos los derechos individuales evitando el abuso respecto del ambiente. Ello implica la función ambiental de los
derechos individuales, entre los que se encuentra el consumo.

El artículo consagra entonces una cláusula general importantísima, porque cuando se tiene que proteger el derecho
individual de acceso al consumo, se debe también encontrar un límite armónico en la sustentabilidad de los ecosistemas.

La protección se basa en el derecho a bienes fundamentales que el individuo necesita para desempeñarse mínimamente
en sociedad: libertad, trabajo, vivienda, educación, salud. Es una "prerrogativa primaria de los consumidores, frente a los
empresarios y al propio Estado, pues es menester, previo a todo, que los gobiernos garanticen a todos los sectores de la
población, su participación en el mercado”.

• Criterio de prelación normativa. La finalidad que persigue el microsistema de protección de los consumidores es el de
crear una cobertura amplia y completa, habilitando la posibilidad de tomar preceptos ajenos a la propia ley específica y
posibilitando una integración de todas las normas y principios del derecho privado patrimonial que sean aplicables a las
relaciones de consumo.

Art. 963 CCYCN: Cuando concurren disposiciones de este Código y de alguna ley especial, las normas se aplican con el
siguiente orden de prelación: a) normas indisponibles de la ley especial y de este Código; b) normas particulares del
contrato; c) normas supletorias de la ley especial; d) normas supletorias de este Código.

Por último podemos verlo plasmado en el art. 7 CCYCN en su último párrafo: Las nuevas leyes supletorias no son
aplicables a los contratos en curso de ejecución, con excepción de las normas más favorables al consumidor en las
relaciones de consumo.

ETAPA PRECONTRACTUAL
Hay una postura que sostiene que en la relación de consumo hay tres fuentes principales para la aplicación del Derecho
del consumidor: I. Cuando el consumidor, contrató la compra de un bien o de un servicio (acto jurídico contractual); 2.
cuando el consumidor sufrió un daño (acto dañoso de consumo); 3. cuando hay tratos previos, que pueden terminar en un
contrato o, sin arribar a ese vínculo, causar un daño, como ocurre con la publicidad, o la discriminación.

Las tratativas previas abarcan los siguientes fenómenos: 1. Prácticas comerciales y marketing; 2. situaciones monopólicas
que crean mercados cautivos; 3. discriminación; 4. la publicidad; 5. el deber de informar, y 6. lar tratativas
precontractuales y la oferta.

Por otro lado, hay quienes tienen una postura más restrictiva, determinando que hay relación de consumo únicamente
cuando se celebró un contrato de por medio, pero que los potenciales consumidores están protegidos por la ley en la
etapa previa a la contratación pero sin el perfeccionamiento de una relación de consumo.

Más allá de esta diferenciación de posturas, lo cierto es que el modelo de "oferta-aceptación" del contrato clásico está
elaborado sobre la base de un contratante interesado en la adquisición de un bien que no posee: alguien desea comprar
una cosa o un bien y realiza una oferta que la otra parte acepta o no. Este esquema tiene como presupuesto que la
demanda de los bienes y servicios es la que crea la necesidad de ellos, y por lo tanto la oferta se adapta a ella. Este
procedimiento cambió sustancialmente en la sociedad de consumo, y por ello muda también el modelo legal. La demanda
es creada por la publicidad, el marketing, los atractivos como el sorteo, la conexión entre bienes de distinta naturaleza, la
creación de situaciones jurídicas de cautividad. El consumidor, en muchos casos, no compra porque necesita ni es la
necesidad la que crea la oferta; es a la inversa, la oferta crea la necesidad.

Este cambio sustantivo, hace que el Derecho se ocupe de la regulación de los tratos previos en forma extensa, y de la
redefinición del bien jurídico protegido. Igualmente, en las relaciones de consumo hay muy pocas tratativas, ya que el
consumidor suele adherir a esquemas predispuestos por el oferente y hay muy poca negociación previa. Por lo que el bien
jurídico protegido no es la negociación, como ocurre en el Derecho contractual en general, sino la confianza creada en el
consumidor.

Las denominadas tratativas previas o preliminares, que constituían la base del contrato de negociación individual, han sido
suplantadas por la publicidad que constituye una herramienta de la que se vale la empresa para colocar su producto en el
mercado y concluir negocios jurídicos masivos a través de la metodología por adhesión.

Oferta. Dispone el art. 7° de la LCD que “La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la
emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de finalización (limitación
cuantitativa), así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones (limitación cualitativa).

La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios similares a los empleados
para hacerla conocer.

La no efectivización de la oferta será considerada negativa o restricción injustificada de venta, pasible de las sanciones
previstas en el artículo 47 de esta ley”.

La oferta es una proposición unilateral que una persona dirige a otra con la finalidad de celebrar un contrato. Solo habrá
oferta cuando el contrato pueda quedar perfeccionado con la sola aceptación de la otra parte. Por lo que debe
distinguírsela de la invitación a oír ofertas o la promesa unilateral de contrato.

Por otro lado, hay que distinguir la oferta de las prácticas comerciales, como lo es el marketing o la publicidad, que no
necesariamente inducen a la celebración de un contrato, pero si son tenidas en cuenta por la ley porque pueden violar
deberes genéricos como la no discriminación, prohibiciones, trato inequitativo, etc.

El art. en cuestión refiere a la oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, estableciendo consecuencias
distintas a las clásicas contempladas en el derecho común, que exigen que sean dirigidas a personas determinadas o
determinables. Asimismo, en el derecho común si la oferta no reúne los elementos sustanciales del contrato no puede ser
considerada tal. Sin embargo, en el derecho del consumidor debe entenderse que si lo que faltan son elementos referidos
a las limitaciones, condiciones, etc, que no hacen a la existencia de un contrato, sino a la compresión del consumidor, si
habrá oferta y con incumplimiento del deber de informar, de lo contrario (no considerarla oferta) se estaría premiando al
proveedor incumplidor al no quedar este obligado frente a los consumidores potenciales.

Se trata por esta vía de proteger la confianza que los usuarios depositan en los datos consignados públicamente desde la
oferta misma, en tanto generan razonables expectativas, con lo cual aparece una necesidad de protección jurídica, que en
el derecho alemán se la define como la "defensa del interés de confianza". Esta confianza comienza a formarse a través de
los actos promotores de la contratación, respondiendo luego el consumidor a los estímulos publicitarios, accediendo a la
contratación.

Ello fundamenta la exigibilidad o cumplimiento de la oferta publicitaria, como lo dispone la Ley de Defensa del
Consumidor, art. 8°, al consagrar el principio de la fuerza vinculante de la publicidad, lo cual implica que las informaciones
vertidas a través de la publicidad comprometen a su responsable a brindar aquello que ofrece, tal cual como lo ha
publicitado y presentado a los posibles usuarios y consumidores.

Pero dicha normativa establece que sólo las precisiones formuladas por la publicidad integran la oferta del contrato. Una
parte de la doctrina sostiene que no sólo las precisiones realizadas por el oferente resultan vinculantes, porque la
publicidad, como medio de comunicación, siempre algo expresa o sugiere, generando en su receptor determinadas
representaciones mentales que conforman, como lo señala la doctrina alemana, el marco funcional del contrato (v.gr.
fotografías que muestran quirófanos equipados con aparatología de última generación que induce la expectativa de una
atención médica eficiente y de excelencia adecuada a los últimos avances científicos).

Avala esta postura el hecho de que el art. 7° de la misma norma impone al oferente la obligación de incluir en la oferta las
modalidades, condiciones o limitaciones de ésta. Por ende, si faltan algunos de estos requisitos y si consideramos también
el principio in dubio pro consumidor del art. 3°, debe entenderse la integración de toda la publicidad al contrato en
resguardo de la buena fe y de la confianza generada.

Por lo tanto, en el Derecho del consumidor hay una "completividad ampliada", porque hay requisitos que exceden a los
necesarios para la configuración de una propuesta de contrato y se extienden hacia la obtención de la comprensión por
parte del consumidor. Ello acontece porque se exigen deberes informativos al ofertante, encaminados a facilitar el
entendimiento.

A ello se le debe agregar que la oferta trasciende también la voluntad expresada en la declaración, porque todas las
precisiones efectuadas en la publicidad terminan formando parte de ella. Es un fenómeno de heterointegración. Es decir,
Puede haber una oferta mediante una declaración de voluntad y, por otro lado, publicidad que tenga elementos
importantes para la oferta, y en este caso ambos se complementan.

Publicidad. Es la promoción del producto que el proveedor quiere dar a conocer al consumidor. Es toda forma de
comunicación realizada en el marco de una actividad comercial, industrial, artesanal o liberal con el fin de promover el
suministro de bienes o la prestación de servicios, incluidos los bienes inmuebles, los derechos y las obligaciones, la que
por el hecho de enmarcarse en una actividad comercial posibilita establecer limitaciones para los emisores de mensajes
publicitarios, sin caer en limitaciones a la libertad de expresión, lo que sería calificado de inconstitucional. Tiene que ser
clara y precisa, esto es por la asimetría que existe entre proveedor y consumidor.

Ningún producto podría ingresar al mercado sin una publicidad que lo promocione eficazmente. Es que, mucho antes que
el producto, el mensaje del producto llega al consumidor, las cosas se hacen necesarias, incluso, antes de que existan. Lo
que sí existe es el deseo, y saciarse con la compra de un bien. En verdad lo que se consume es una necesidad falsificada
por los sistemas de comercialización que despliegan las grandes corporaciones.

Efectos (art. 8 LDC). Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u otros medios de
difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente.

En los casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de compras telefónicas, por catálogos
o por correos, publicados por cualquier medio de comunicación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de CUIT del
oferente.

En cuanto al segundo párrafo quiere decir que cuando la publicidad sea por otros medios que no me permitan el contacto
directo con el proveedor, el proveedor tiene que destinar sus datos y esto a los efectos de la responsabilidad, de poder
identificarlo para exigir el cumplimiento de la prestación y de los eventuales daños que pueda ocasionar.

Tipos de publicidad. Art. 1101 CCYCN. Está contenido en este artículo, distinguiendo tres tipos de esta:

•Engañosa. Que contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que induzcan o puedan inducir a error al consumidor,
cuando recaigan sobre elementos esenciales del producto o servicio.  

Este inciso tiene que ver con la ley de lealtad comercial. Lo lleva a realizar actos que le generan un perjuicio. Hay un
elemento subjetivo que es la intención del engaño. No tiene que efectivamente haberle producido el daño, basta con la
intención de dañar. El parámetro de engañosa de la publicidad, debe pasar más que por la intención del emisor, por la
objetiva idoneidad  que posee aquél para producir en el consumidor una falsa creencia, inducirlo a un dato equivocado u
error e inclinarlo a una elección económicamente perjudicial para él.

Se entiende por publicidad engañosa a aquellas publicidades que tienen la capacidad de generar en el consumidor un
estado de error o confusión respecto del producto que va a consumir. Ese error, que lo va a perjudicar, puede actuar en
diversas direcciones. Puede haberse generado una conciencia equivocada respecto a las bondades del producto. También
es probable que, aun pagando un precio menor por el producto, el mismo resulte de ser una calidad despreciable, o de
una durabilidad muy inferior, o de prestaciones distintas a las que se pensó que iba a obtener. Asimismo, el error puede
derivarse de una verdad a medias, o del ocultamiento de una información completa que de haber sido conocida,
seguramente, hubiera evitado la formación del contrato.

En la mayoría de los casos, la confusión que genera en la conciencia del individuo una publicidad engañosa está
íntimamente relacionada con el ocultamiento de la información que la ley exige que el proveedor de bienes y servicios le
suministre al usuario, conforme lo establece el art. 42 CN y el art. 4 LDC. En otras palabras existe una estrecha conexión
entre la publicidad y la infracción del art. 4 LDC, esa relación permite deducir que el usuario afectado tenga una doble vía
de acción legal. Por un lado, la que surge del art. 9 ley 22802 y por el otro, la que establece la LDC. Esta afinidad entre la
publicidad falsa y la información defectuosa, son antitéticas: la sola presencia de una, anula a la otra: la publicidad
engañosa, deroga la información eficiente.

La publicidad engañosa vicia a todos estos elementos; una publicidad falsa anula el acto humano voluntario; destruye el
consentimiento contractual sin el cual, ese acuerdo de voluntades son pura ficción. Los actos jurídicos llevados a cabo con
una voluntad viciada o coaccionada son nulos, no producen efectos, es decir, obligación alguna. Para el estatuto de los
consumidores, si el vicio de la voluntad procede de una publicidad engañosa, estamos frente a una infracción de la LDC
que, una vez comprobada, genera un daño resarcible que puede ser reclamado por el usuario afectado en sede
administrativa o judicial o en ambas sedes simultáneamente. Además la infracción se perfecciona por la simple existencia
de la propaganda falsa. El otro principio que viola este tipo de publicidad es el de buena fe (art. 9 CCYCN). 

•Comparativa. Efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que conduzcan a error al
consumidor.

En este caso se exige un resultado. Se hace cuando el proveedor está resaltando su producto introduciéndose en el
producto de otro proveedor.

Es un elemento que no constituye ilicitud en sí misma pero puede ocasionar un daño, y el consiguiente deber de reparar
del agente dañador. Principalmente afecta a la lealtad comercial debida entre proveedores; no obstante también puede
perjudicar al consumidor incitándolo a tomar decisiones erróneas para su salud, su seguridad o sus bienes.

Puede serlo de manera explícita cuando se menciona directamente al producto competidor o implícita cuando se
menciona al producto indirectamente pero ineludible.

Entre los argumentos a favor de este tipo de publicidad es el estímulo favorable que provoca la competencia entre
proveedores de bienes y servicios similares. Las dificultades comienzan al momento de trazar la línea que separa la
comparación lícita, de aquella que no lo es por ser o parasitaria, o apropiadora o denigrante para el competidor y
engañosa y confusa para el consumidor. En Argentina, si bien al principio se creía que era una forma de menoscabo a la
lealtad comercial y por tanto, era una actividad mercantil ilícita, con el correr de los tiempos esto cambio, ya que en
general se acepta la legalidad de la publicidad comparativa en la medida que contenga datos ciertos, que se acepte la
titularidad ajena de la marca sobre la que se basa la comparación, y que no sea humillante para su rival. Si no engaña al
usuario, no explota de manera parasitaria a otra marca, ni maltrata a la marca o al producto o al fabricante competidor, es
lícita. 

Según Lorenzzeti, esta clase de propagandas, en definitiva, benefician al consumidor y las relaciones de consumo, porque
le permite acceder a más información al tiempo que obliga a una competencia más intensa entre proveedores de bienes y
servicios.

• Abusiva. Sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su
salud o seguridad.

En este caso se divide en dos subtipos: 

1). Discriminatoria que implica la violación al derecho de igualdad constitucional.

2). Inducir al consumidor a comportarse de manera perjudicial para sí.


Los derechos fundamentales determinan el estatuto jurídico de los ciudadanos tanto en su relación con el Estado como en
sus relaciones mutuas, teniendo, por lo tanto como fin fundamental tutelar la libertad, autonomía y seguridad de las
personas no sólo frente al poder estatal, sino, también, frente a los abusos procedentes de los demás ciudadanos. De ahí
que toda actividad procedente tanto de los poderes públicos como de los particulares ha de respetar estos valores y
derechos fundamentales reconocidos en la Constitución. De esta manera, "el fundamento de la ilicitud de esta publicidad
contraria a la dignidad de la persona y a los valores y derechos reconocidos en la Constitución.

Acciones. El art. 10 bis LDC dispone: El incumplimiento de la oferta o del contrato por el proveedor, salvo caso fortuito o
fuerza mayor, faculta al consumidor, a su libre elección a:

a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre que ello fuera posible;

b) Aceptar otro producto o prestación de servicio equivalente;

c) Rescindir el contrato con derecho a la restitución de lo pagado, sin perjuicio de los efectos producidos, considerando la
integridad del contrato.

Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios que correspondan.

Asimismo, el Código Civil y Comercial de la Nación establece: Art. 1102: Los consumidores afectados o quienes resulten
legalmente legitimados pueden solicitar al juez: la cesación de la publicidad ilícita, la publicación, a cargo del demandado,
de anuncios rectificatorios y, en su caso, de la sentencia condenatoria. 

Un segundo análisis se vincula con los daños que derivan no ya de la adquisición del producto, sino de la sola transmisión
del anuncio publicitario, siendo en este caso la publicidad una causal autónoma de responsabilidad. 

Los intereses en juego cobran aquí una dimensión social, de allí entonces la importancia de los mecanismos procesales
preventivos que posibilitan el inicio de las acciones colectivas tendientes a obtener la cesación de la publicidad irregular
(arts. 52 a 54, ley 24.240). Ello, sin perjuicio de las acciones resarcitorias, cuya legitimación es siempre individual.

En cuanto a la empresa anunciante, la agencia publicitaria y el protagonista del mensaje, son participantes activos en la
creación y transmisión del mensaje, ellos contribuyen al éxito del anuncio y adquieren una responsabilidad por sus
efectos. La discusión se centra en el factor de atribución aplicable. 

ETAPA CONTRACTUAL

El art. 1093 del CCCN define al contrato de consumo: Contrato de consumo es el celebrado entre un consumidor o usuario
final con una persona humana o jurídica que actúe profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes
o prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o servicios por
parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social.

Si bien el Derecho del Consumidor regula las relaciones de consumo, muchas de ellas se desenvuelven dentro de vínculos
de naturaleza contractuales, los cuales, por sus particularidades, merecen un tratamiento específico.

El contrato de consumo no es considerado una especie o tipo de contrato en particular, sino que ya conforma una
verdadera categoría de contratos, que atraviesa transversalmente todo el universo de los contratos. De esta manera un
mismo acuerdo puede ser considerado como contrato de consumo —o no serio—, dependiendo de su encuadramiento
dentro de dicha categoría.

Texto Waldo Sobrino. En el CCCN los “principios generales” (o disposiciones generales) de los contratos se encuentran
basados en los contratos paritarios, y luego se hacen ciertas consideraciones sobre los contratos de adhesión y los
contratos de consumo, que son —según rezan los Fundamentos— “...fragmentación del tipo general...”. El maestro Carlos
Ghersi y gran parte de la doctrina critican las fallas metodológicas del Código Civil y Comercial, dado que se establecieron
los “principios generales” de los contratos, como el “consentimiento” (art. 958), la libertad para fijar el contenido del
contrato (art. 959), etc., basándose en un contrato que casi no existe (contrato paritario).

Existen tres mitos de la vieja concepción económica: — la actitud racional de los consumidores, — el consentimiento de
los adherentes, — la libertad y autonomía de la voluntad de las partes para establecer el contenido de los contratos.

Pues bien estos tres mitos han sido derribados, de manera tal que: — la actitud racional de los consumidores: no es un
principio general científicamente válido, — el consentimiento de los adherentes: no es fundado, ni lógico, — la libertad y
autonomía de la voluntad de las partes para establecer el contenido de los contratos: no existe.
Pilares de los contratos. Existen cuatro pilares del contrato:

• Consensualismo. El contrato se caracteriza por el consentimiento que brindan las partes para realizar el acuerdo.

El contrato de adhesión no es un tipo general de contrato, sino que es una “...modalidad de consentimiento...”, donde
existe una gradación menor de la autonomía de la voluntad y de la libertad para fijar el contenido del contrato.

Según este autor, no existe consentimiento del consumidor, sino apenas un mero asentimiento

• Autonomía de la voluntad. Las partes son libres para establecer el contenido del contrato.

En los contratos de consumo, ora en los contratos de adhesión, la persona física no tiene ninguna alternativa de
negociación ni de modificación de las pautas del contrato.

Como consecuencia de ello, resulta harto evidente la absoluta inaplicabilidad del art. 958 del Cód. Civ. y Com., dado que
en los contratos de adhesión y contratos de consumo no se aplica el segundo pilar de los contratos, ya que no existe
absolutamente ninguna libertad ni autonomía de la voluntad para establecer el contenido.

Todo el sistema debe girar en derredor del art. 1118 del Cód. Civ. y Com. Ello es así, dado que esta norma, establece que
las cláusulas negociadas individualmente y aprobadas expresamente pueden ser declaradas abusivas por el juez. Nótese la
trascendencia del art. 1118 donde reconoce que no existe la autonomía de la voluntad en los vínculos de consumo, dado
que aun en los casos en que el consumidor hubiera dado su pseudoconsentimiento (que nosotros decimos que es apenas
un mero asentimiento), dichos hipotéticos acuerdos pueden ser dejados sin efecto por el juez.

• Fuerza obligatoria del contrato.

En los contratos de consumo no sólo se aplican las pautas tuitivas de los contratos de adhesión (arts. 988, 989 y
complementarios), sino que se profundiza la protección por medio del art. 1118, que establece que pueden no ser
obligatorios los vínculos de consumo, aunque hubieran sido negociados individualmente y aprobados expresamente.

Teniendo a la vista lo antes expuesto, resulta clara la inaplicabilidad del art. 959 del Cód. Civ. y Com., de forma tal que a
los contratos de consumo no se le aplica el tercer pilar de los contratos, ya que sus cláusulas pueden no ser obligatorias.

Todo lo que figure en un vínculo de consumo, en los casos en que exista algún conflicto entre las partes no se debe partir
de que son obligatorias las cláusulas que el consumidor impugne. En efecto, todas las cláusulas, antes de poder ser
exigibles, deben pasar en forma previa por el “control de legalidad” por parte del juez (arts. 1118, 989, 988, 9, 12, 1743,
etc.), de manera que, además de los pertinentes controles de constitucionalidad y de convencionalidad, también deberá
realizarse un “control de legalidad”

• Efecto relativo de los contratos. Se determina que los contratos sólo obligan y benefician a las partes de aquéllos.

Uno de los artículos más importantes de la Ley de Defensa del Consumidor, como es el art. 40, actúa como adalid de la
desaparición del efecto relativo de los contratos, al determinar la responsabilidad de toda la cadena de comercialización.

Atento a lo antes desarrollado, deviene evidente que el cuarto pilar de los contratos referido a los efectos relativos de los
contratos no tiene absolutamente ninguna aplicación en los contratos de consumo.

¿Existe contrato de consumo? Si el contrato de “consumo” es una “especie” del “contrato”, que es su “género”; es que,
por una cuestión de lógica básica, la “especie” (contrato de “consumo”) tiene que tener las mismas características básicas
e indispensables que el “género”. Sin embargo, en el caso de los “contratos de consumo” (que sería la especie), éstos no
comparten absolutamente ninguno de los cuatros pilares del contrato (que es el género). Por ello nos preguntamos:
¿existe el contrato de consumo?

Sobrino entiende que no existe el “contrato” de consumo. En realidad se tendría que denominar “vínculo de consumo”, y
no desde el punto de vista formal, sino de fondo.

Sentado lo antes expuesto, cuando se deba analizar un “vínculo de consumo” (y no un “contrato” de consumo), no
debemos principiar aplicando las “Disposiciones generales” de los “Contratos en general” (arts. 957 a 965), sino que
tenemos que utilizar otras normas legales.

Contenido del documento de venta. Está regulado el art. 10 LDC: En el documento que se extienda por la venta de cosas
muebles o inmuebles, sin perjuicio de la información exigida por otras leyes o normas, deberá constar:
a) La descripción y especificación del bien. b) Nombre y domicilio del vendedor. c) Nombre y domicilio del fabricante,
distribuidor o importador cuando correspondiere. d) La mención de las características de la garantía conforme a lo
establecido en esta ley. e) Plazos y condiciones de entrega. f) El precio y condiciones de pago. g) Los costos adicionales,
especificando precio final a pagar por el adquirente.

La redacción debe ser hecha en idioma castellano, en forma completa, clara y fácilmente legible, sin reenvíos a textos o
documentos que no se entreguen previa o simultáneamente. Cuando se incluyan cláusulas adicionales a las aquí indicadas
o exigibles en virtud de lo previsto en esta ley, aquellas deberán ser escritas en letra destacada y suscritas por ambas
partes.

Deben redactarse tantos ejemplares como partes integren la relación contractual y suscribirse a un solo efecto. Un
ejemplar original debe ser entregado al consumidor.

La reglamentación establecerá modalidades más simples cuando la índole del bien objeto de la contratación así lo
determine, siempre que asegure la finalidad perseguida en esta ley.

A su vez se relaciona con el art. 985 CCYCN: Requisitos. Las cláusulas generales predispuestas deben ser comprensibles y
autosuficientes. La redacción debe ser clara, completa y fácilmente legible.

Se tienen por no convenidas aquellas que efectúan un reenvío a textos o documentos que no se facilitan a la contraparte
del predisponente, previa o simultáneamente a la conclusión del contrato.

La presente disposición es aplicable a la contratación telefónica, electrónica o similares.

Modalidades de los contratos de consumo.

Contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales. Art. 1104 CCCN. Está comprendido en la categoría de
contrato celebrado fuera de los establecimientos comerciales del proveedor el que resulta de una oferta o propuesta
sobre un bien o servicio concluido en el domicilio o lugar de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de
correspondencia, los que resultan de una convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del proveedor o a otro
sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea total o parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un
premio u obsequio.

Similar redacción tiene el art. 32 de la LCD.

Contratos celebrados a distancia. Art. 1105 CCCN. Contratos celebrados a distancia son aquellos concluidos entre un
proveedor y un consumidor con el uso exclusivo de medios de comunicación a distancia, entendiéndose por tales los que
pueden ser utilizados sin la presencia física simultánea de las partes contratantes. En especial, se consideran los medios
postales, electrónicos, telecomunicaciones, así como servicios de radio, televisión o prensa.

Similar redacción tiene el art. 33 de la LCD.

Art. 1106: Siempre que en este Código o en leyes especiales se exija que el contrato conste por escrito, este requisito se
debe entender satisfecho si el contrato con el consumidor o usuario contiene un soporte electrónico u otra tecnología
similar.

Art. 1107: Si las partes se valen de técnicas de comunicación electrónica o similares para la celebración de un contrato de
consumo a distancia, el proveedor debe informar al consumidor, además del contenido mínimo del contrato y la facultad
de revocar, todos los datos necesarios para utilizar correctamente el medio elegido, para comprender los riesgos
derivados de su empleo, y para tener absolutamente claro quién asume esos riesgos.

Art. 1108: Las ofertas de contratación por medios electrónicos o similares deben tener vigencia durante el período que fije
el oferente o, en su defecto, durante todo el tiempo que permanezcan accesibles al destinatario. El oferente debe
confirmar por vía electrónica y sin demora la llegada de la aceptación.

Lugar de cumplimiento. Art. 1109. En los contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales, a distancia, y
con utilización de medios electrónicos o similares, se considera lugar de cumplimiento aquel en el que el consumidor
recibió o debió recibir la prestación. Ese lugar fija la jurisdicción aplicable a los conflictos derivados del contrato. La
cláusula de prórroga de jurisdicción se tiene por no escrita.

Revocación. Art.1110. En los contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales y a distancia, el consumidor
tiene el derecho irrenunciable de revocar la aceptación dentro de los diez días computados a partir de la celebración del
contrato.
Si la aceptación es posterior a la entrega del bien, el plazo debe comenzar a correr desde que esta última se produce.

Si el plazo vence en día inhábil, se prorroga hasta el primer día hábil siguiente.

Las cláusulas, pactos o cualquier modalidad aceptada por el consumidor durante este período que tengan por resultado la
imposibilidad de ejercer el derecho de revocación se tienen por no escritos.

Art. 1111. Deber de informar. El proveedor debe informar al consumidor sobre la facultad de revocación mediante su
inclusión en caracteres destacados en todo documento que presenta al consumidor en la etapa de negociaciones o en el
documento que instrumenta el contrato concluido, ubicada como disposición inmediatamente anterior a la firma del
consumidor o usuario. El derecho de revocación no se extingue si el consumidor no ha sido informado debidamente sobre
su derecho.

Art. 1112. Forma y plazo para notificar la revocación. La revocación debe ser notificada al proveedor por escrito o medios
electrónicos o similares, o mediante la devolución de la cosa dentro del plazo de diez días computados conforme a lo
previsto en el artículo 1110.

Art. 1113.- Efectos del ejercicio del derecho de revocación. Si el derecho de revocar es ejercido en tiempo y forma por el
consumidor, las partes quedan liberadas de sus obligaciones correspectivas y deben restituirse recíproca y
simultáneamente las prestaciones que han cumplido.

Art. 1114.- Imposibilidad de devolución. La imposibilidad de devolver la prestación objeto del contrato no priva al
consumidor de su derecho a revocar. Si la imposibilidad le es imputable, debe pagar al proveedor el valor de mercado que
la prestación tiene al momento del ejercicio del derecho a revocar, excepto que dicho valor sea superior al precio de
adquisición, en cuyo caso la obligación queda limitada a este último.

Art. 1115.- Gastos. El ejercicio del derecho de revocación no debe implicar gasto alguno para el consumidor. En particular,
el consumidor no tiene que reembolsar cantidad alguna por la disminución del valor de la cosa que sea consecuencia de su
uso conforme a lo pactado o a su propia naturaleza, y tiene derecho al reembolso de los gastos necesarios y útiles que
realizó en ella.

Art. 1116.- Excepciones al derecho de revocar. Excepto pacto en contrario, el derecho de revocar no es aplicable a los
siguientes contratos:

a) los referidos a productos confeccionados conforme a las especificaciones suministradas por el consumidor o claramente
personalizados o que, por su naturaleza, no pueden ser devueltos o puedan deteriorarse con rapidez;

b) los de suministro de grabaciones sonoras o de video, de discos y de programas informáticos que han sido decodificados
por el consumidor, así como de ficheros informáticos, suministrados por vía electrónica, susceptibles de ser descargados o
reproducidos con carácter inmediato para su uso permanente;

c) los de suministro de prensa diaria, publicaciones periódicas y revistas.

CONTRATOS DE ADHESIÓN Y CLÁUSULAS ABUSIVAS.

En los contratos de consumo aparece una nueva clase de contratación, en la que una de las partes propone, o bien
impone de manera unilateral, ciertas condiciones generales que forman el contenido predispuesto del contrato, a las
cuales la otra parte se limita simplemente a adherir. Es lícito, pero puede contener cláusulas abusivas, las cuales no lo son.

Esta técnica requiere que exista: 1. Predisposición: que una de las partes redacte las cláusulas, antes de ponerse en
contacto con la otra. Esta redacción puede ser efectuada por un tercero, como cuando se hace un contrato en base a un
modelo standard que provee una cámara empresarial. 2. Generalidad: que la redacción sea con alcance general, es decir,
para muchos contratos. 3. Rigidez: es decir que sus cláusulas se establecen en bloque, sin posibilidad de discutirlas en
forma particularizada.

Es importante que el Estado regule este tipo de contratos, para evitar la injusticia a la que puede verse sometido un
ciudadano cuando se ve compelido a contratar, sin otra alternativa, mas que nada para satisfacer necesidades básicas,
donde deba someterse totalmente a las cláusulas predispuestas por el oferente. Es aquí donde el orden jurídico debe
asistirlo dotándolo de los remedos hábiles para frustrar todo intento de abuso, restaurando el equilibrio que debe existir
en los contratantes.
existen dos herramientas fundamentales utilizadas por las empresas para la maximización de la tasa de beneficio "el
contrato por adhesión" que reduce los costes de transacción e información y "las cláusulas abusivas" que las coloca en una
situación de poder transfiriendo los riesgos económicos a la parte más débil.

Concepto contrato de adhesión. El contrato se celebra por adhesión cuando la redacción de sus cláusulas corresponde a
una sola de las partes, mientras que la otra se limita a aceptarlas o rechazarlas, sin poder modificarlas.

La predisposición es una técnica del oferente, mientras tanto que la adhesión es una característica del aceptante. La
predisposición se vincula a la oferta y la adhesión a la aceptación.

Art. 984 CCCN: El contrato por adhesión es aquel mediante el cual uno de los contratantes adhiere a cláusulas generales
predispuestas unilateralmente, por la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su redacción.

Aquí algunos opinan que los consumidores no dan su consentimiento, en efecto, se trata de un asentimiento, dado que el
adherente y/o el consumidor tienen una muy limitada idea de lo que quieren y no tienen absolutamente ninguna
participación ni posibilidad de negociación.

El art.38 de la LCD establece requisitos cuando nos encontramos en presencia de un contrato de adhesión: Todas las
personas físicas o jurídicas, de naturaleza pública y privada, que presten servicios o comercialicen bienes a consumidores o
usuarios mediante la celebración de contratos de adhesión, deben publicar en su sitio web un ejemplar del modelo de
contrato a suscribir.

Asimismo deben entregar sin cargo y con antelación a la contratación, en sus locales comerciales, un ejemplar del modelo
del contrato a suscribir a todo consumidor o usuario que así lo solicite. En dichos locales se exhibirá un cartel en lugar
visible con la siguiente leyenda: “Se encuentra a su disposición un ejemplar del modelo de contrato que propone la
empresa a suscribir al momento de la contratación.

Cláusulas abusivas. El tema está abordado en el capítulo de contratos de adhesión del CCCN, en el capítulo de contratos
de consumo y en la LCD. La protección del consumidor ante las cláusulas abusivas, las cuales deben ser impugnadas, se
basa en el art. 42 de la CN.

El art. 1119 del CCCN define a las cláusulas abusivas: Es abusiva la cláusula que, habiendo sido o no negociada
individualmente, tiene por objeto o por efecto provocar un desequilibrio significativo entre los derechos y las obligaciones
de las partes, en perjuicio del consumidor.

Y el 1120 la situación jurídica abusiva: Se considera que existe una situación jurídica abusiva cuando el mismo resultado se
alcanza a través de la predisposición de una pluralidad de actos jurídicos conexos.

Este concepto se complementa con el resto del articulado que determina y define distintos supuestos de cláusulas
abusivas, provenientes tanto del CCCN y de la LCD.

El art. 988 dispone: En los contratos previstos en esta sección, se deben tener por no escritas:

a) las cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente;

b) las que importan renuncia o restricción a los derechos del adherente, o amplían derechos del predisponente que
resultan de normas supletorias;

c) las que por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles.

El último inciso trata de las cláusulas sorpresivas, las cuales son una especie de cláusula abusiva, y se trata de cláusulas tan
insólitas que el adherente no imaginaba que integrarían el contenido del contrato. Se trata de aquellas cuestiones que
están por fuera de las expectativas o creencias razonables del consumidor.

Por otro lado, el art. 37 de la LCD dispone: Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no convenidas:

a).Las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños. Significa imponer ventajas
abusivas en favor del proveedor. Ej: cargos excesivamente gravosos, tornar ilusorios los derechos del adquirente,
condiciones complejas de garantía, pagos supletorios para la entrega, etc.

Asimismo, se prohibió que se establezcan montos máximos de indemnización hacia los damnificados.

b) Las cláusulas que importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen los derechos de la otra
parte. Obstaculiza al proveedor a limitar el haz de derechos del consumidor. La renuncia es un acto unilateral por la cual
se abdica de los medios que la ley le provee a un sujeto para defender sus intereses, y en el marco del derecho del
consumidor, son nulas.

c) Las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la prueba en perjuicio del
consumidor. Este inciso no implica que la carga de la prueba se le imponga en todos los casos al proveedor, lo que impide
es que se altere el sistema de prueba ya establecido, el que depende del factor de responsabilidad de que se trate y que
se rige por la carga dinámica de la prueba.

La interpretación del contrato se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando existan dudas sobre los
alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa. En este párrafo reitera lo que establece el 1094 del CCCN
y el art. 3 in fine de la LCD.

Es prácticamente idéntico al CCCN, con la diferencia de que no contempla las cláusulas sorpresivas, pero si incorpora
como abusivas aquellas que invierten la carga de la prueba, en perjuicio del consumidor. Lo cierto es que de la norma
surge la importancia de la tarea de los órganos de aplicación y del juez, por cuanto es necesario intervenir en la cláusula
abusiva y neutralizarla de manera que se persiga la mayor equidad posible en el desarrollo de las relaciones jurídicas.

El art. 37 de la ley y el CCCN establecen un sistema abierto de cláusulas facilitando así la discrecionalidad judicial y una
mayor amplitud en cuanto a su aplicación ya que resulta adaptable a distintas formulaciones, esta lista de cláusulas es
meramente enunciativa y no taxativa como ya lo ha sostenido la doctrina y la jurisprudencia al interpretarlo, en razón de
que las prácticas empresariales abusivas van variando de manera constante acorde a los nuevos condicionantes,
demostrando un poder de creatividad ilimitado.

Dentro del CCCN también encontramos el art. 1099, el cual dispone que están prohibidas las prácticas que limitan la
libertad de contratar del consumidor, en especial, las que subordinan la provisión de productos o servicios a la adquisición
simultánea de otros, y otras similares que persigan el mismo objetivo. Las prácticas que limiten la libertad de contratar
forman parte del catálogo de conductas abusivas que el proveedor tiene prohibidas. Se apunta a evitar que en función de
una decisión determinada se obtenga una ventaja adicional injustificada y no querida.

Un artículo interesante del código es el 1118, que dispone que: Las cláusulas incorporadas a un contrato de consumo
pueden ser declaradas abusivas aun cuando sean negociadas individualmente o aprobadas expresamente por el
consumidor. La norma que aquí se anota se ocupa de reforzar la protección del consumidor, al no diferenciar entre
cláusula abusiva negociada o no negociada.

El art. 1121 estable los límites a la declaración de abusiva a las cláusulas: No pueden ser declaradas abusivas: a) las
cláusulas relativas a la relación entre el precio y el bien o el servicio procurado; b) las que reflejan disposiciones vigentes en
tratados internacionales o en normas legales imperativas.

Rol de la autoridad de aplicación y de los jueces. El art. 38 dispone en su primer párrafo: La autoridad de aplicación
vigilará que los contratos de adhesión o similares, no contengan cláusulas de las previstas en el artículo anterior (el art.
37). La misma atribución se ejercerá respecto de las cláusulas uniformes, generales o estandarizadas de los contratos
hechos en formularios, reproducidos en serie y en general, cuando dichas cláusulas hayan sido redactadas unilateralmente
por el proveedor de la cosa o servicio, sin que la contraparte tuviere posibilidades de discutir su contenido.

Por su parte, el art. 989 dispone: La aprobación administrativa de las cláusulas generales no obsta a su control judicial.
Cuando el juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si no puede subsistir sin
comprometer su finalidad.

Se complementa con el art. 1122: El control judicial de las cláusulas abusivas se rige, sin perjuicio de lo dispuesto en la ley
especial, por las siguientes reglas: a) la aprobación administrativa de los contratos o de sus cláusulas no obsta al control;
b) las cláusulas abusivas se tienen por no convenidas; c) si el juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente
lo debe integrar, si no puede subsistir sin comprometer su finalidad; d) cuando se prueba una situación jurídica abusiva
derivada de contratos conexos, el juez debe aplicar lo dispuesto en el artículo 1075 (autoriza a la extinción por la
frustración de la finalidad económica común de los contratos conexos).

DERECHO DE INFORMACIÓN

Es un principio constitucional que surge del art. 42 de la CN (los consumidores y usuarios tienen, en la relación de
consumo, derecho a una información adecuada y veraz), asimismo se encuentra regulada en el CCYCN y la LCD.

Lo efectivo en el plano socioeconómico sería que el consumidor esté adecuadamente informado al celebrar un contrato,
superando la brecha informativa, a lo que podemos agregar desde el punto de vista normativo que el deber de
información es el deber jurídico obligacional que incumbe al poseedor de la información vinculada con una relación
jurídica o con la cosa involucrada en la prestación, o atinente a actividades susceptibles de causar daños a terceros o a uno
de los contratantes, derivados de dicha información, y cuyo contenido es el de poner en conocimiento de la otra parte una
cantidad de datos suficientes como para evitar los daños o inferioridad negocial que pueda generarse en la otra parte si no
son suministrados. Por todo esto la información debe ser cierta y detallada, clara y se deben conocer las condiciones de su
comercialización y cualquier circunstancia relevante para el contrato.

El art. 1100 dispone: El proveedor está obligado a suministrar información al, consumidor en forma cierta y detallada,
respecto de todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, las condiciones de su
comercialización y toda otra circunstancia relevante para el contrato. La información debe ser siempre gratuita para el
consumidor y proporcionada con la claridad necesaria que permita su comprensión.

Y el art. 4 de la LCD: El proveedor está obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara y detallada todo lo
relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las condiciones de su comercialización.

La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada en soporte físico, con claridad necesaria que
permita su comprensión. Solo se podrá suplantar la comunicación en soporte físico si el consumidor o usuario optase de
forma expresa por utilizar cualquier otro medio alternativo de comunicación que el proveedor ponga a disposición.

La información está dentro de la publicidad ya que la publicidad tiene la información del producto que el consumidor
quiere.

El proveedor tiene el monopolio de la información ya que es quien "crea" el bien o servicio a ser ofrecido, además de
establecer las condiciones de comercialización. En virtud de ello, para posibilitar que el consumidor puede tomar su
decisión de manera absolutamente consciente.

Solo sobre la base  de la información proporcionada por el proveedor, el destinatario final puede tomar su decisión de
contratar, al no participar de ningún aspecto de la concepción y puesta en el mercado de los bienes y servicios. El
consumidor tiene en su falta de conocimiento uno de los aspectos más vulnerables por lo que las relaciones entre
profesionales y consumidores entrañan un desequilibrio que suele generar inequidad y dado que no es una situación que
haya de resolverse por sí sola, corresponde la intervención del Estado para que ello no suceda.

Oportunidad en que debe brindarse la información. El deber de información no sólo es fundamental en la etapa
precontractual sino también durante la ejecución del contrato.

En el primer supuesto, la información debe versar sobre todas aquellas circunstancias que refieren a la prestación en sí y a
las condiciones económicas y jurídicas de adquisición del producto o contratación del servicio, lo que tiende a facilitar la
emisión de un consentimiento esclarecido informado y, por tanto, plenamente eficaz.

En el segundo caso se presenta como un efecto del contrato perfeccionado que apunta a que el consumidor o usuario
pueda hacer valer sus derechos. Por ende, cuando se esté en conocimiento de la peligrosidad de un bien o servicio,
deberá comunicarse inmediatamente tal circunstancia. 

Cómo debe informarse. El alcance y contenido de la información debida al consumidor debe siempre modularse sobre la
base del consumidor concreto que participa en la relación o contrato de consumo y, además, con especial consideración a
la naturaleza y finalidad del contrato. Son éstos, parámetros de los que no se puede prescindir para determinar el
contenido y la modalidad del deber de información al consumidor.

En efecto, el cumplimiento del deber no se satisface con una mera comunicación de datos, sino que implica el empleo de
una modalidad con una razonable aptitud para que la información transmitida sea comprendida por el destinatario, o sea,
como dice el precepto que se comenta, proporcionada con la claridad necesaria que permita su comprensión. 

Cosas Deficientes Usadas o Reconstituidas. Art. 9 LCD. Cuando se ofrezcan en forma pública a consumidores potenciales
indeterminados cosas que presenten alguna deficiencia, que sean usadas o reconstituidas debe indicarse las circunstancia
en forma precisa y notoria.

Responsabilidad por falta de información. Admitida la existencia de un deber legal de informar, su ausencia o su
cumplimiento defectuoso son de por sí violatorios de tal obligación. Constituye un nuevo factor objetivo de atribución
autónomo de responsabilidad.

Por su parte, el art. 37 en su último párrafo dispone: en caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa
previa a la conclusión del contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la legislación de defensa de
la competencia o de lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o la de una o
más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial, simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera necesario.

TRATO DIGNO.

Las relaciones de consumo están signadas por un régimen tuitivo que apunta a establecer un cierto equilibrio en el vínculo
que por su naturaleza resulta ser genéticamente desigual. Pero no sólo se trata de establecer derechos y obligaciones para
los intervinientes, sino también de garantizar que durante su decurso se brinde un marco de respeto hacia el consumidor
que no lo coloque en situaciones colisionantes con su dignidad. Cabe recordar que en el derecho de los consumidores, el
trato digno aparece expresamente protegido con rango supralegal (art. 42 de la CN, “Los consumidores y usuarios de
bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo a condiciones de trato equitativo y digno”).

La protección persigue custodiar la forma en que el contratante será tratado ya que la existencia del derecho a la dignidad
humana es uno de los principios fundamentales del hombre que debe ser tutelado por cualquier Estado moderno, y una
de sus más eficaces funciones es la de poner límite a eventuales excesos de proveedores de bienes y/o servicios básicos.
Los consumidores suelen estar más expuestos a estas prácticas, por la situación de inferioridad en que se encuentran.

En la LCD está regulado en el art. 8 bis: Los proveedores deberán garantizar condiciones de atención y trato digno y
equitativo a los consumidores y usuarios. Deberán abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en
situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias.

No podrán ejercer sobre los consumidores extranjeros diferenciación alguna sobre precios, calidades técnicas o
comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre los bienes y servicios que comercialice. Cualquier excepción a lo
señalado deberá ser autorizada por la autoridad de aplicación en razones de interés general debidamente fundadas.

En los reclamos extrajudiciales de deudas, deberán abstenerse de utilizar cualquier medio que le otorgue la apariencia de
reclamo judicial.

Tales conductas, además de las sanciones previstas en la presente ley, podrán ser pasibles de la multa civil establecida en
el artículo 52 bis de la presente norma, sin perjuicio de otros resarcimientos que correspondieren al consumidor, siendo
ambas penalidades extensivas solidariamente a quien actuare en nombre del proveedor.

El artículo 1097 contiene tres preceptos estrechamente vinculados:

• Los proveedores deben garantizar condiciones de atención y trato digno a los consumidores y usuarios.

• La dignidad de la persona debe ser respetada conforme a los criterios generales que surgen de los tratados de derechos
humanos.

De manera de brindar al intérprete claras premisas acerca del standard mínimo que debe brindar el proveedor, se hace
referencia a los "criterios generales que surgen de los tratados de derechos humanos", de los que surgen nociones como
dignidad, no discriminación, entre otros.

• Los proveedores deben abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en situaciones
vergonzantes, vejatorias o intimidatorias.

"Vergonzante" es todo aquello que puede resultar deshonroso, humillante, perturbador. Se trata de evitar situaciones que
pongan al consumidor en vergüenza, ridículo, absurdo o incomodidad. "Vejatorio" alude a conductas del proveedor
representativas de maltratos, persecuciones, perjuicios o padecimientos. "Intimidatorio" refiere a comportamientos que
infunden temor.

Claro está, la calificación de abusiva depende de las circunstancias del caso y de cómo se llevan adelante ciertas prácticas
comerciales. El Código sigue el consejo de la doctrina, no entra en el casuismo. Es por esto que tiene componentes
subjetivos, ya que si corresponde o no será determinado según las circunstancias de cada caso en particular.

Y el art. 1098 dispone: Los proveedores deben dar a los consumidores un trato equitativo y no discriminatorio. No pueden
establecer diferencias basadas en pautas contrarias a la garantía constitucional de igualdad, en especial, la de la
nacionalidad de los consumidores.

Los consumidores, como personas amparadas por las garantías constitucionales, tienen derecho a ser tratados de manera
equivalente, por primar el principio de igualdad ante la ley. No sólo importa que el proveedor cumpla con las obligaciones
a su cargo de manera fiel, sino que será necesario además que se relacione con los destinatarios de los bienes y servicios
que coloca en el mercado de forma de no producir diferencias entre ellos.
Debe hacerse notar que a pesar de establecer el precepto un claro principio general, se hace hincapié en una suerte de
supuesto específico de trato inequitativo como ser el que se funda en la nacionalidad de los consumidores. Si bien ello no
es más que una manifestación de las prácticas vedadas por el ordenamiento, no es menos cierto que constituye un
accionar habitual en el marco de las relaciones de consumo, en donde su puesta de resalto no hace más que reafirmar su
total y absoluta invalidez.

Por último, el legislador ha decidido establecer una pluralidad de sujetos solidariamente responsables en el polo pasivo de
la relación de consumo, tal como lo dispone el art. 8 bis en su parte final.

OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD.

A raíz de las nuevas fuentes de daños en gran escala que fue generando el impacto de la Revolución Industrial, los juristas
comenzaron a comprender que era preciso terminar con el principio según el cual ¨no hay responsabilidad sin culpa¨ e
introducir en el sistema diversos supuestos de responsabilidad objetiva, como forma de favorecer el resarcimiento de las
víctimas.

La obligación de seguridad era una poderosa herramienta en ese sentido, porque permitía sostener que, frente a cualquier
daño a las persona del contratante, éste quedaba liberado de probar la culpa del deudor y se veía beneficiado por su
¨presunción de culpa¨ que solo podía ser enervada por la prueba del caso fortuito. La obligación de seguridad aparecía así
como un deber que los jueces ¨descubrían¨ tácitamente incorporado al contrato en virtud del principio de la buena fe.

En definitiva, aquel crédito de indemnidad era una suerte de extrapolación a la sede contractual del deber general de no
dañar característico de la responsabilidad extracontractual, solo que ahora ese deber se convertía en una obligación
específica que era asumida por el deudor en favor de determinado acreedor.

Sin embargo, la obligación de seguridad así concebida no pasaba de ser una creación pretoriana sin sustento en los textos
legales lo que sin duda generaba incertidumbre en base al régimen aplicable. No estaba claro, por caso, si la obligación de
seguridad debía considerarse tácitamente incluida en todos los contratos, o únicamente en aquellos que implican riesgos
para la persona o los bienes del acreedor; si era de medios o de resultado, o qué vinculación debía existir entre el daño y
la prestación principal para poder entender que ese deber de protección del acreedor había sido incumplido.

Todos estos problemas encuentran solución en la versión superadora de la obligación de seguridad que importó su
inclusión en las relaciones de consumo. La misma entra en una nueva etapa.

El art 5 de la LDC el cual establece: ¨ Las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados
en condiciones previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los
consumidores o usuarios.¨; y luego el art. 42 CN con la reforma de 1994, incorporaron expresamente una obligación de
seguridad a todas las relaciones de consumo.

En el derecho de consumo tiene sustento constitucional y legal, por lo que pasa a ser una obligación expresa, inserta por la
ley en toda relación de consumo. Esto importa un relevante contraste con la situación anterior, porque no solo no es
posible decir que ese deber de protección existe en algunos contratos, sino que, incluso, ahora hay obligación de
seguridad fuera de la órbita estrictamente contractual, ya que ahora también abarca la etapa precontractual y un ámbito
temporal y espacial amplio.

Por otra parte, la actual regulación del instituto pone fin a otra polémica consistente en dilucidar si la obligación de
seguridad es de medios o de resultados ya que hoy en día con el art. 5 LDC impone una obligación de seguridad de
resultado en todos los casos, pues importa poner en cabeza del proveedor una garantía de inocuidad respecto de la
persona y los bienes. El incumplimiento de tal genera responsabilidad objetiva al proveedor.

Asimismo, la obligación de seguridad se ve complementada por el art. 40 LDC el cual establece que si el daño resulta del
vicio o riesgo de la cosa o de la prestación de servicios la legitimación pasiva se amplía a todos los sujetos de la cadena de
comercialización y producción del producto o servicio, quienes responden objetivamente y en forma concurrente, sin
perjuicio de las acciones de regreso que puedan corresponder una vez indemnizada la víctima.

RESPONSABILIDAD.

Implica que todo aquel que comete un daño debe responder por él, tal como dispone el art. 1716, que establece el deber
de reparar el daño causado. Si se vulneran ciertos principios hay responsabilidad civil y eventualmente penal. Estos son:

• Buena fe, art. 9 CCYCN.


• Pacta sunt servanda. Los pactos celebrados entre las partes deben ser cumplidos conforme a lo estipulado por éstas y
por la ley.

• Principio general de no dañar, orientado también a su prevención y no agravamiento. Esto surge del art. 1710 CCYCN  el
cual establece: Toda persona tiene el deber, en cuanto de ella dependa, de: a) evitar causar un daño no justificado; b)
adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar que se produzca un daño, o
disminuir su magnitud; si tales medidas evitan o disminuyen la magnitud de un daño del cual un tercero sería responsable,
tiene derecho a que éste le reembolse el valor de los gastos en que incurrió, conforme a las reglas del enriquecimiento sin
causa; c) no agravar el daño, si ya se produjo.

En cuanto al derecho de los consumidores y usuarios, el art. 42 también orienta a la prevención del mismo. La obligación
de seguridad en la relación de consumo, en cuanto mandato constitucional expreso y operativo, impone el deber de
prevención, por lo que el prestador debe adoptar las medidas acordes y conducentes para evitarlos y "las mínimas
medidas de seguridad a su alcance para evitar daños previsibles o evitables". O sea debe "evitar la producción del
accidente" no sólo durante la ejecución del contrato, sino también en el período precontractual.

• Mayor responsabilidad por dolo.

Para que exista responsabilidad civil es necesario que se conjuguen cuatro presupuestos:

Antijuricidad. Se encuentra regulada en el art. 1717 y establece que es cualquier acción u omisión que causa un daño a
otro es antijurídica si no está justificada. Se trata de la contrariedad entre un hecho y el ordenamiento jurídico
considerado en su totalidad

Se configura por la existencia de un hecho (positivo o de omisión) que causa daño a otro. La excepción a esa regla está
constituida por aquellos casos en los que existe un permiso legal para dañar. Es decir, Está justificado el hecho que causa
un daño:

a) en ejercicio regular de un derecho. El límite es el abuso del derecho.

b) en legítima defensa propia o de terceros, por un medio racionalmente proporcionado, frente a una agresión actual o
inminente, ilícita y no provocada; el tercero que no fue agresor ilegítimo y sufre daños como consecuencia de un hecho
realizado en legítima defensa tiene derecho a obtener una reparación plena.

c) para evitar un mal, actual o inminente, de otro modo inevitable, que amenaza al agente o a un tercero, si el peligro no
se origina en un hecho suyo; el hecho se halla justificado únicamente si el mal que se evita es mayor que el que se causa.
En este caso, el damnificado tiene derecho a ser indemnizado en la medida en que el juez lo considere equitativo.

No son un numerus clausus; el Código se ha limitado a regular las más importantes, pero ello no obsta a que en un caso
concreto los jueces puedan valorar la existencia de alguna otra no mencionada en los artículos citados.

Factor de atribución. Se encuentra regulado en el art. 1721, el cual establece: La atribución de un daño al responsable
puede basarse en factores objetivos o subjetivos. En ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa.

Objetivo. Se encuentra regulado en el at. 1722, el cual establece: El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del
agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el responsable se libera demostrando la
causa ajena, excepto disposición legal en contrario.

La culpa del agente es indiferente, y se prescinde de ella, por lo que la obligación de reparar se efectúa con abstracción de
la imputación subjetiva. Para eximirse de responsabilidad es insuficiente probar que se actuó sin culpa o que se obró con
la diligencia debida porque la exoneración opera en el ámbito de la causalidad.

En la responsabilidad objetiva nos encontramos ante el incumplimiento de obligaciones de resultados, es decir, que de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado
determinado.

En el Código los factores objetivos comprenden: el riesgo, la garantía, la equidad, el abuso del derecho y el exceso de la
normal tolerancia entre vecinos, y responsabilidad contractual objetiva.

La teoría del riego sucede cuando una persona responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, o de las
actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las circunstancias de su
realización.
Dentro de la teoría del riego, es necesario que el riego de la cosa sea creado, es decir, se considera la introducción de la
cosa, riesgosa o no por su naturaleza; o el desarrollo de una actividad riesgosa o peligrosa, con aptitud de dañar. Y la
comprensión del riesgo provecho pone los daños a cargo de quien obtiene ventajas de la realización de cierta actividad.

Eximentes. Operan en el ámbito de la causalidad adecuada ya que la ruptura total o parcial entre el resultado dañoso y el
hecho ilícito exonera al responsable —también total o parcialmente— del deber de resarcir. Y esa causa ajena puede ser:

• El hecho (no sólo la culpa) del damnificado. La responsabilidad puede ser excluida o limitada por la incidencia del hecho
del damnificado en la producción del daño, excepto que la ley o el contrato dispongan que debe tratarse de su culpa, de
su dolo, o de cualquier otra circunstancia especial. Debe ser imprevisible o inevitable.

• El hecho (no sólo la culpa) de un tercero por el que el sindicado como responsable no debe responder. Para eximir de
responsabilidad, total o parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe responder debe reunir los caracteres
del caso fortuito.

• El caso fortuito o fuerza mayor. Es el hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido
ser evitado. Exime de responsabilidad, excepto disposición en contrario.

Esto se relaciona con que el deudor de una obligación queda eximido del cumplimiento, y no es responsable, si la
obligación se ha extinguido por imposibilidad de cumplimiento objetiva y absoluta no imputable al obligado.

Sujetos responsables. El dueño y el guardián son responsables concurrentes del daño causado por las cosas. Se considera
guardián a quien ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o a quien obtiene un provecho de
ella. El dueño y el guardián no responden si prueban que la cosa fue usada en contra de su voluntad expresa o presunta.
En caso de actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se sirve u obtiene provecho de ella, por sí o por
terceros, excepto lo dispuesto por la legislación especial.

Subjetivo. Se encuentra regulado en el art.1724, el cual establece: Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo.

• La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las
personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión.

La imprudencia es la conducta positiva, la acción que se ejecutó de manera precipitada, no adecuada, prematura o
irreflexiva. Importa falta de previsión o de precaución: se hace más de lo que se debe. En la negligencia no se toman las
debidas precauciones; es la conducta omisiva de la actividad que hubiera evitado el resultado; se hace menos de lo que se
debe o no hizo lo que se debía hacer. La impericia importa desconocer las reglas propias del arte, ciencia o profesión; se
actúa con incapacidad técnica, apartándose del estándar del comportamiento medio del buen profesional.

• El dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos.

En este caso media voluntariedad en el agente que ejecuta el hecho por acción u omisión y que es merecedor de un juicio
de reproche.

Daño. Hay daño cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por
objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva.

Relación de causalidad. Son reparables las consecuencias dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho
productor del daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles.

Hay dos extremos: determinar quién debe considerarse jurídicamente como el autor de un daño (autoría), y cuáles de las
consecuencias del hecho dañoso deben ser reparadas (extensión del resarcimiento).

El Código adopta la teoría de la "causalidad adecuada" y parte de la base de que sólo puede considerarse jurídicamente
"causa" de un resultado aquel hecho que, de acuerdo a lo que suele suceder, en función de las reglas de la experiencia,
produce normalmente aquel resultado, es decir, lo que acontece según el curso normal y ordinario de las cosas. No basta,
entonces, con que entre ambos extremos (hecho y resultado) medie una relación causal desde el punto de vista físico,
sino que es preciso, además, que el resultado aparezca como una consecuencia previsible del hecho. Esta previsibilidad se
mide en abstracto, teniendo en cuenta no lo que efectivamente previó o pudo prever el agente (cuestión ésta conectada,
en todo caso, con los factores subjetivos de atribución), sino lo que habría previsto un "hombre medio" (una persona de
previsión normal) puesto hipotéticamente en el momento del hecho.

Las reglas sobre la relación de causalidad permiten ligar, por un lado, el hecho ilícito con un determinado resultado, que
consiste en la lesión o afectación de cierto bien. Por otro lado, establecen un vínculo entre este segundo elemento (la
lesión a un bien) y las consecuencias que derivan de él, que son, en puridad, las que deben ser objeto de reparación. Por
ende, sólo serán resarcibles las consecuencias que estén en relación causal adecuada con el hecho.

Derecho del consumidor. La responsabilidad en materia de defensa del consumidor es objetiva y solidaria. Para los daños
causados al consumidor y usuario por productos, la Ley 24.240 de Defensa del Consumidor (modificada por el nuevo
Código) prevé la responsabilidad objetiva (art. 40: el daño al consumidor resulta del vicio o riesgo de la cosa o de la
prestación del servicio, responderán el productor, el fabricante, el importador, el distribuidor, el proveedor, el vendedor y
quien haya puesto su marca en la cosa o servicio. El transportista responderá por los daños ocasionados a la cosa con
motivo o en ocasión del servicio. La responsabilidad es solidaria, sin perjuicio de las acciones de repetición que
correspondan. Sólo se liberará total o parcialmente quien demuestre que la causa del daño le ha sido ajena .) y un deber de
seguridad porque "las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones
previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o
usuarios" (arts. 50 y 6°).

El bien jurídico tutelado es la confianza que el consumidor deposita en que se le brindará un bien o un servicio eficiente,
confiable, seguro y de acuerdo a la expectativa que objetivamente genera.

Su aplicación no queda limitada únicamente al plano de ejecución de las obligaciones, sino que se expande a todo el
negocio jurídico desde que se configuran y ejecutan comportamientos concretos para alcanzar el resultado previsto,
atrapando así todo el íter negocial, desde la etapa preliminar o pre-contractual de formación del contrato, e incluso con
posterioridad, como obligación postcontractual

PRESCRIPCIÓN.

En el art. 50 de la LDC se regula lo atinente a la prescripción:  Las sanciones emergentes de la presente ley prescriben en el
término de TRES (3) años.  La prescripción se interrumpe por la comisión de nuevas infracciones o por el inicio de las
actuaciones administrativas.

A su vez, en el CCYCN se regula la prescripción de plazos genéricos en el art. 2560: El plazo de la prescripción es de cinco
años, excepto que esté previsto uno diferente en la legislación local.

Pero también contiene plazos especiales.

• Plazo de prescripción de dos años. Prescriben a los dos años: a) el pedido de declaración de nulidad relativa y de revisión
de actos jurídicos; b) el reclamo de derecho común de daños derivados de accidentes y enfermedades del trabajo; c) el
reclamo de todo lo que se devenga por años o plazos periódicos más cortos, excepto que se trate del reintegro de un
capital en cuotas; d) el reclamo de los daños derivados del contrato de transporte de personas o cosas; e) el pedido de
revocación de la donación por ingratitud o del legado por indignidad; f) el pedido de declaración de inoponibilidad nacido
del fraude.

• Plazo de prescripción de un año. Prescriben al año: a) el reclamo por vicios redhibitorios; b) las acciones posesorias; c) el
reclamo contra el constructor por responsabilidad por ruina total o parcial, sea por vicio de construcción, del suelo o de
mala calidad de los materiales, siempre que se trate de obras destinadas a larga duración. El plazo se cuenta desde que se
produjo la ruina; d) los reclamos procedentes de cualquier documento endosable o al portador, cuyo plazo comienza a
correr desde el día del vencimiento de la obligación; e) los reclamos a los otros obligados por repetición de lo pagado en
concepto de alimentos; f) la acción autónoma de revisión de la cosa juzgada.

Sin perjuicio de ello hay que tener en cuenta el orden de prelación explicado anteriormente en el art. 1094 y 963 CCYCN y
3 LDC donde siempre se aplica la norma más favorable al consumidor. Es decir, que frente a la puja de los arts, se aplica el
art. 50 LDC.

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