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El poder ciudadano

Maria de Lourdes Lara

El Nuevo Día, 2 de marzo de 2018.


Fuente: https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/elpoderciudadano
-columna-2403233/

Solo la especie humana tiene la capacidad y la posibilidad de


ser ciudadano o ciudadana de una comunidad, región, país o del mismo
planeta. Esto, porque la condición misma de ciudadanía se fundamenta
en el acuerdo de vivir en un espacio común, decidir y/o delegar la ges-
tión de lo público en relaciones de poder. En resumen, el ejercicio de la
ciudadanía, es el ejercicio de la política.

Un ciudadano se concibe, desde la ética y la práctica, como una


persona (ser humano) que tiene derechos, responsabilidades y que
vive y participa activamente en la comunidad y sociedad que lo circun-
da, independientemente de su lugar de origen, etnia, género, condición
social, edad, creencias u otras condiciones externas. Es ciudadano,
por razón de ser humano y como parte de una comunidad humana y
planetaria. No lo define un orden legal o jurídico, por lo que tiene de-
recho a participar como actor político en las acciones o decisiones que
se toman en su comunidad o país. En fin, la ciudadanía es la condición
política que nos permite participar de nuestro propio destino.

Podemos ejercerla de manera defensiva, cuando reclamamos,


demandamos o exigimos la protección de derechos amenazados o
violados. Las protestas, las marchas y hasta las huelgas pueden ser
ejemplos. Pero también podemos ejercerla de manera propositiva,
cuando participamos de acciones de reforma política y/o normativa
para eliminar injusticias o para ampliar las condiciones de equidad
social. Los ejemplos más recientes son los diseños participativos de
leyes, la reforma de educación superior, o la creación de proyectos de
microrredes para lograr una energía sostenible poshuracán María. Lo
ideal sería que tengamos la capacidad y los saberes para ejercerla de
manera defensiva y propositiva, como ciudadanos activos y demo-
cráticos. En Puerto Rico conocemos y practicamos más la defensiva y
tendemos a delegar en el Estado la propositiva, pero ambas son res-
ponsabilidad de nuestro ser ciudadano.

Cuando lo hacemos en el espacio de la comunidad, vamos cono-


ciendo, acordando, respetando y actuando sobre las normas internas
y externas que afectan la convivencia. Para lograr esta convivencia
se requiere educación política. La literatura plantea que la educación
política se alcanza cuando la ciudadanía sabe y sabe hacer. Esto es, se
informa, se capacita y se compromete con los otros sobre lo que es
mejor en este espacio común. Busca conocer los derechos humanos
fundamentales, comprende la constitución política y la estructura del
Estado, cuenta con los mecanismos, procedimientos e instancias de
participación democrática, maneja la organización, estructura y senti-
do de la gobernanza y reacciona desde estrategias y mecanismos para
el manejo de conflictos.

Para lograr una ciudadanía desde la práctica y no solo desde el


discurso retórico, desde un pasaporte o una ley que se acuerda en un
pequeño grupo, las personas debemos conocer, comprender, practicar,
convivir y participar activamente en nuestras decisiones de cada día. Y
como decía Dewey, “que la educación despierte en cada ciudadano la
iniciativa y la disposición por los intereses de la colectividad, para con-
vertir al ciudadano en un actor motivado y capaz de incidir en los pro-
cesos sociales y políticos y de esta manera ir superando la pasividad, la
indiferencia, y la manipulación de intereses, que terminan imponiendo
la lógica del mercado y del capital, sobre cualquier otra consideración
de solidaridad y bien común”.

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