> S IGLO XXI
¢ GRABACIONES
José Luis
Temes
“En España la evolución musical
es, más bien, una involución en
ciertos sentidos”
Casi siempre hay un motivo de actualidad para acercarse a conversar con el director de orquesta José Luis Temes. En esta ocasión además es
doble. Por un lado, hace escasas semanas celebró sus primeros 100 discos, cifra que, si las condiciones del mercado lo permiten, fácilmente
crecerá en una decena, ya que son once los trabajos que ya tiene grabados a la espera de ver la luz. Por otro lado, el maestro madrileño
alumbró, días antes del confinamiento por la crisis del coronavirus, su último trabajo, consagrado a la compositora segoviana María de
Pablos, una extraviada de nuestro patrimonio musical que, gracias a su empeño, hoy lo es un poco menos.
Recientemente cerca de un centenar de
Premios Nacionales suscribieron una carta
abierta a los políticos con competencia en
materia cultural planteando una serie de
medidas y exigencias en medio de la crisis
sanitaria actual. Usted, que fue merecedor
del mismo en 2008, no la firmó. ¿Por qué?
Comparto el contenido de la carta, pero
me pareció absolutamente inoportuno el
momento en el que se redactó y que fue
enviada. Justamente el día en que me la
remitieron venía de hablar con familias que
tienen enfermos con coronavirus... Mire, una
de las claves de la clase médica en estos
momentos es precisamente que se ha olvidado
de todas las reivindicaciones. Si ellos lo han
hecho en esta situación, ¿cómo no vamos a ser
capaces de hacerlo los creadores?
Días antes de que se decretara el estado
de alarma pudo presentar su último disco,
que hace el centenar, dedicado a la
compositora segoviana María de Pablos.
¿Cómo llegó a ella?
En efecto, fue lo último que hice cuando
todos éramos libres. Llegar hasta María de
Pablos fue una suma de pequeñas
circunstancias; entre ellas, enterarme de que el
Ministerio de Cultura había adquirido su
legado y que, en su ciudad, le habían dedicado
una calle. Vi las partituras y rápidamente me di
cuenta de que había mucha música ahí que
merecía salir a la luz.
Su empeño por rescatar el patrimonio
musical español es absolutamente
encomiable. Sin embargo, más allá del
disco, las posibilidades de que estas
músicas se interpreten son siempre muy
escasas.
Todo proyecto tiene sus ilusiones y sus
limitaciones. A mí me hace muy feliz llevar
tantos años dedicado a devolver piezas
58 SCHERZO
extraviadas del gran puzle que es la música
española. Lo peor es luchar contra las entidades
que tienen como objetivo la recuperación del
patrimonio musical. Ya ve, qué gran paradoja.
El ochenta por ciento del trabajo se dedica
siempre a pelear con ellas. Si aceptas esa
contienda, adelante. Pero debes saber que
tienes al enemigo en casa. Todo van a ser
dificultades y problemas.
¿Problemas como por ejemplo?
El más rocambolesco de todos lo viví hace
poco, con la aparición del disco con la ópera
Selene, de Tomás Marco. Fue un absoluto
calvario. Los emolumentos de los cantantes
eran de 800 euros y los míos, por dirigirla,
1.000 euros. Las ayudas que nos concedieron al
final fueron tan ridículas que, entre todos,
acordamos llevar adelante el proyecto gratis.
Pero con lo que yo no contaba es que, por esta
ocurrencia, nos sancionaran y fuéramos
“No me canso, no voy a dejar de luchar, tengo 63 años y, simplemente,
sé lo que hay y a lo que me enfrento ante cada nueva empresa”
acusados de hacer un disco que cuesta un
dinero que no pudimos justificar. Claro, no lo
pudimos justificar porque no lo gastamos. Pero
como lo hicimos así y, además, pusimos el
disco en el mercado, pues tuvimos que pagar
una multa de 1.400 euros. Fue una cosa de
locos. Otro asunto que también tengo reciente
fue a cuenta del álbum que dediqué a María
Rodrigo, Becqueriana. Buena parte de mi
esfuerzo fue pegarme contra el Auditorio
Nacional de Música de Madrid. La misma
mañana del concierto, me prohibieron que
unos chicos bailaran en el escenario aduciendo
peregrinos argumentos y problemas que, a
tiempo, podrían haberse solucionado.
Marta G. Brea
Con más de cien discos a sus espaldas,
¿se arrepiente de alguno?
No. Cada uno de ellos representa una
aventura, son todos muy diferentes. Cuando he
grabado a compositores que se exiliaron en
América, ha sido una odisea acceder a las
partituras; si se trataba de maestros de capilla,
debí bucear en muchos archivos eclesiásticos...
En fin, infinitas historias. Y no me canso, no
voy a dejar de luchar, tengo 63 años y,
simplemente, sé lo que hay y a lo que me
enfrento ante cada nueva empresa.
¿Ante alguno estuvo a punto de tirar la
toalla?
Resultó muy complejo sacar a la luz el
disco dedicado al compositor gaditano José
Muñoz Molleda. Cuando él murió, en 1988, al
poco tiempo lo hizo su mujer. Y al no tener
hijos ni familiares cercanos, todo su legado
quedó encerrado en el piso madrileño que
tenían en la calle Altamirano, muy cerca de la
Plaza de España. No hubo manera humana de
acceder a la casa por razones legales; todo
fueron impedimentos. A pesar de ello,
pudimos grabar algunas de las obras que
teníamos disponibles.
¿Cuántos discos tiene pendientes de
salir a la luz?
Un cuádruple álbum con todas las
sinfonías de Carles Baguer, grabado con la
Orquesta de Castilla y León; otra caja con todo
el corpus sinfónico de Miguel Marqués, con la
Orquesta de Málaga; y también discos
dedicados a la obra de Facundo de la Viña,
Conrado del Campo y Francisco Calés.
> SIGLO X XI
¿Ha habido algún trabajo que haya
hecho sin excesivo entusiasmo?
En mis discos, que son lo mejor que tengo,
no hay nada hecho sin pasión. Claro, que si
haces una integral va a haber obras menores al
lado de otras mucho más notables. Pero jamás
he grabado una música porque tuviera que
hacerla. Si decides defender y poner en el atril
una determinada partitura, has de hacerlo
como si tuvieras delante La consagración de la
primavera.
¿No haber ostentado nunca la
titularidad de una orquesta le ha permitido
una mayor libertad para desarrollar sus
intereses?
No, en absoluto. Si alguna vez alguien me
hubiera ofrecido la titularidad de una orquesta,
me habría permitido hacer cosas que, de otra
forma, me han resultado imposibles.
Hace unos años comenzó a volver su
mirada hacia la música del último Barroco
y el primer Clasicismo. ¿A qué obedeció
ese giro?
La razón la encontré en los cursos
asturianos de La Granda, unas sesiones de
debate y reflexión muy en el espíritu de Severo
Ochoa. Me invitaron dos veces a dar una
conferencia y, en una de las ocasiones, alguien
habló allí de Manrique de Lara y de otros
compositores que nadie sabía cómo sonaban.
Entonces, yo quise hacer eso realidad. Hay todo
un tramo en el Preclasicismo que se puede
interpretar en la línea del último segmento de
la música barroca o en el primero de la música
clásica. Por ejemplo, cuando grabé las sinfonías
de Ramón Garay lo hice sin bajo continuo.
Tomé esa opción porque hay muchas
opiniones de musicólogos que apuntan a que
esas obras representan el inicio de un nuevo
periodo, en el que todas las voces de la orquesta
llevan desarrollados los acordes. Temí críticas
demoledoras, pero el mundo de la música
antigua fue magnánimo.
Viendo sus últimos proyectos, podría
pensarse que, de alguna forma, su
dedicación a la música contemporánea, de
la que usted ha sido un ferviente defensor,
se ha relajado. ¿A qué se debe?
No es que yo haya abandonado la música
contemporánea, es que ella me ha abandonado
a mí. Mire, yo no soy un director de fama y, si
alguien me llama y yo le propongo hacer alguna
obra de Francisco Guerrero o de José Manuel
López López, no me dan opciones, todo van a
ser excusas. Pero, en general, piense una cosa:
por desgracia hay en España hoy mucha menos
música contemporánea que hace unos años.
Cayó el Centró para la Difusión de la Música
Contemporánea, eliminaron el Festival de
Alicante, cerramos el Grupo Círculo, murió
Musicadhoy, etc... En la única orquesta que me
llama con asiduidad, la Joven Orquesta
Sinfónica de Cantabria, siempre programo a un
compositor actual. Hemos hecho a José Luis
Turina, Xavier Montsalvatge, Tomás Marco,
Santiago Lanchares...
Hace algunos años, en otra entrevista,
me confesó que uno de sus compositores
de cabecera era Pierre Boulez. ¿Sigue
siéndolo?
No hay razón para hacer un podio, pero
jamás voy a negar la fuerza que ha tenido y
tiene la música de Boulez, que transmite una
luz enorme, apabullante... Sigo suscribiendo
aquello que le dije. Boulez pertenece a esa
generación que han pasado por encima los
programadores españoles. ¿Cuándo en nuestro
país se toca a Xenakis, Ligeti, Stockhausen...?
Nunca o prácticamente nunca.
¿Qué obra le gustaría dirigir y sabe que
no lo hará?
Ahí va: La Pasión según San Mateo de Bach.
Es algo que me temo que nunca haré porque,
además, la han acaparado para sí los
historicistas. Pero permítame que eche de
menos aquella grabación tan romántica que
hizo Rafael Frühbeck de Burgos.
Su trayectoria, tan intensa e inagotable
como esforzada, está plagada de desafíos.
¿Cuándo asumió que estaba llamado a ser
un director de orquesta en permanente
trinchera?
No me gusta demasiado ese término tan
belicoso. Verá, yo creo en todo lo que hago y
asumo que mis músicas, las que han centrado
mi vida, no son las que los gestores demandan.
¿En qué momento lo supe? Lo he sabido
siempre. Ahora bien, en épocas en las que las
decisiones musicales las tomaban personas que
sabían más, lo pasé mejor. El mayor problema
de la música española es que cuatro de cada
cinco personas de las que depende la música
pueden ser estupendas, pero no están
cualificadas. Si yo les afirmo, por ejemplo, que
no se puede seguir manteniendo a Guerrero en
el olvido, estos gestores de los que le hablo
tendrán que ir a Wikipedia. En España la
evolución musical es, más bien, una involución
en ciertos sentidos. Se hizo tanto en décadas
pasadas que hoy seguimos viviendo de aquella
inercia.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Este verano, si la situación lo permite, cosa
que está difícil, volveré a Cantabria para dirigir
música de la compositora Beatriz Arzamendi.
Y, en diciembre, estaré al frente de la ORTVE
con un programa centrado en obras de
Santiago Lanchares y Salvador Brotons. Y sigo
adelante con el gran proyecto audiovisual que
es Luz, del que ya han salido nueve capítulos.
En ellos se pone en relación transversalmente
una gran obra sinfónica española con algún
aspecto importante de nuestra cultura. Hemos
emparentado a José Luis Turina con Fernando
Zóbel y la generación de arte abstracto de
Cuenca, a Molleda la hilamos con el pionero del
cine mudo Segundo de Chomón; la música de
María Teresa Prieto se vinculó con un
homenaje a los ancianos de la España vaciada...
Es un proyecto apasionante y que, cuando
encuentre crédito o patrocinador, habrá de
cristalizar en una página web o un buen
espacio documental.
Ismael G. Cabral
MAYO 2 02 0
DÚO VITAL / LANCHARES / MARCO:
Benedicta. Cantos de Ziryab. Escorial
Joven Orquesta Sinfónica de Cantabria,
Camerata Coral de la Universidad de
Cantabria. Director: José Luis Temes
CEZANNE 065 (1 CD)
Es difícil ponderar la importancia de la labor
discográfica de José Luis Temes a lo largo de las
últimas décadas en beneficio de la recuperación
de repertorios inéditos de los dos últimos siglos
de la música española y como impulsor de la
nueva creación. Llega ahora a nuestras manos la
enésima muestra de esta infatigable actividad,
en la que ofrece el ‘bautismo’ fonográfico de la
Joven Orquesta Sinfónica de Cantabria.
En toma de sonido vívida y con una
prestación de conjunto muy notable, Temes
dirige con brío un variado programa,
encabezado por la primera referencia absoluta
del poema sinfónico-coral Benedicta,
compuesto por Arturo Dúo Vital en 1956. En él,
el relato legendario de la invención de la
imagen mariana de Aránzazu discurre entre
tintes heroicos y devotos, y hace gala de un
modernismo de buena ley, imaginativo
tratamiento coral y sentido dramático del
manejo armónico, en una obra que resiste bien,
e incluso excede, la comparación con otras
músicas hispanas de su tiempo.
Tampoco guarda secretos para Temes la
música de Tomás Marco, a la que ha prestado
muy frecuente atención; apenas difundida la
versión discográfica alternativa disponible
(Classic World Sound, 2009), la grabación de
Escorial (1974) rescata una composición pionera
en el ámbito español en su tratamiento
tímbrico de materiales ‘minimalistas’ y en la
propuesta de atmósferas de contradictorio
estatismo y calidad ritual. Y el salto a la estricta
contemporaneidad se produce con los cuatro
Cantos de Ziryab (2017) de Santiago Lanchares,
una inteligente reflexión sobre los tópicos
rítmicos y melódicos del imaginario sonoro
andalusí, de nítida orquestación; a partir de
ellos, Temes estrenó en 2019 el audiovisual
El mismo cielo, integrado en su proyecto LUZ:
la vertiente más actual y renovadora de la
incansable inquietud del director madrileño...
Germán Gan Quesada
SCHERZO 59