Sunteți pe pagina 1din 382

ISSN 0120-4165 Tarifa Postal Reducida Servicios Postales Nacionales S.A. N.

º 2017-433, 4-72 vence 31 de diciembre de 2017

Dossier
Territorios y
construcción de paz
Doscientos Seis

• Cuarta etapa
Junio 2016 •
206
206
Doscientos Seis

Dossier •Cuartaetapa
Junio 2016 •
Territorios y
construcción de paz
Controversia 206

Cuarta etapa - N.º 206 - Junio 2016 Francisco Leal Buitrago


Universidad de los Andes, Colombia
Centro de Investigación y Educación Popular/
Programa por la Paz (CINEP/PPP) Jenny Pearce
Escuela Nacional Sindical (ENS) Universidad de Bradford, Inglaterra
Confiar
Margarita López
DIRECTOR Centros de estudios del desarrollo de
Mauricio Archila N. Universidad Central, Venzuela
CINEP/PPP
Pilar Riaño Alcalá
University of British Columbia, Canadá
EDITOR ESPECIAL NÚMERO 206
Víctor Barrera Rodolfo Arango Rivadeneira
CINEP/PPP Universidad Nacional, Colombia

COMITÉ EDITORIAL COLABORAN EN ESTE NÚMERO


Mauricio Archila Lorena Carrillo González
Carlos Duarte Kelly Jiménez Archila
Ingrid Bolívar Ronald Edward Villamil Carvajal
Manuel Ramiro Muñoz Fernán González, S.J.
Sergio Coronado Charles Larratt-Smith
Carlos Del Cairo Andrés Aponte
Fernán González S.J. Javier Benavides
Ernesto Montenegro Julie Mena Ortega
Alejandro Angulo, S.J.
COMITÉ CIENTÍFICO Andrés Dávila Ladrón De Guevara
Alejandro Grimson Estefanía Ciro
Instituto Nacional de Altos Estudios Sociales de
la Universidad Nacional San Martín, Argentina COORDINACIÓN EDITORIAL
Leonardo Parra Rojas
Angela Stienen
Universidad de Berna, Suiza DISEÑO DE CARÁTULA
Juan David Botero
Carlos Figueroa Ibarra
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades IMPRESIÓN Y ACABADOS
de la Benemérita Universidad Autónoma de Panamericana Formas e Impresos S.A.
Puebla, México

Clara Inés García ISSN Impreso: 0120-4165


Instituto de Estudios Regionales (Iner), Carrera 5 N.º 33 B - 02
Colombia
Teléfono: 2456181
David Recondo www.cinep.org.co/controversia.htm
Centro de Estudios e Investigaciones controversia@cinep.org.co
Internacionales de la Fundación Nacional de Bogotá, D.C.
Ciencias Políticas, Francia Colombia
Índice
7 Presentación
Por Víctor Barrera

Dossier
“Territorios y construcción de paz”

15 Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?


elementos para pensar la paz territorial de un escenario de transición
Por Fernán González, S.J.

63 “Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:


Experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia.
Una mirada a la región de El Pato
Por Lorena Carrillo González

97 Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:


desafíos territoriales ante una eventual implementación de los Acuerdos
de La Habana
Por Andrés Aponte y Javier Benavides

151 Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño


Por Ronald Edward Villamil Carvajal

207 State Expansion, Insurgent Resistance, and Territorial Control in Arauca


2002-2010
Por Charles Larratt-Smith

255 Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes


Por Kelly Jiménez

293 Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra


Por Julie Mena Ortega

327 Reseñas

351 Resúmenes de artículos

365 Colaboradores

371 Revista Controversia


Instrucciones para los autores
7

Presentación
Dossier: “Territorios y construcción de paz”
Víctor Barrera1

D
e acuerdo con la estructura general del proceso de negociación
entre el Gobierno nacional y las Farc-EP, luego de la firma del
nuevo acuerdo final en diciembre de 2016 se inició la etapa de
construcción de una paz estable y duradera contemplada a diez años
y orientada a trabajar en los territorios más fuertemente afectados por
el conflicto armado (Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2016,
p.2). Se asume, entonces, que estamos en el momento en que debería
comenzar a materializarse aquello que el alto comisionado para la paz,
Sergio Jaramillo, denominó paz territorial, entendida como una apues-
ta para superar la lógica de fragmentación, considerada por él nuestra
“enfermedad histórica”. De esta forma, imponer una lógica de inclusión
e integración a través de la participación masiva de la sociedad, el es-
tablecimiento de nuevas reglas de juego basadas en derechos y la con-
solidación de una alianza entre comunidades y Estado ha sido la hoja
de ruta planteada desde el discurso del Gobierno nacional (Jaramillo,
2013, p5).

No obstante, los primeros pasos de la implementación de los acuerdos


han dado cuenta de la enorme brecha entre el discurso oficial de la paz
territorial y las prácticas concretas que esperamos nos conduzcan a
ella. Las dificultades para el establecimiento de las zonas veredales de
transición y normalización, la conflictividad social que ha desatado la
puesta en marcha de los planes de sustitución de cultivos de uso ilícito,
la persistencia del paramilitarismo y de otros grupos armados ilegales
y el déficit de legitimidad del acuerdo de paz son algunos de los princi-
pales desafíos que, en el corto y mediano plazos, Gobierno y sociedad

1
Politólogo, investigador del Cinep y editor invitado para coordinar el dossier.
8 Controversia 206

deberán superar para sentar unas bases sólidas del tránsito de la guerra
a la paz.

Con el ánimo de contribuir a que esta brecha entre discurso y prácti-


cas disminuya, en esta edición de la revista Controversia reunimos una
serie de artículos y reseñas que esperamos enriquezcan la reflexión
acerca de la posibilidad de iniciar procesos de construcción de paz de
“abajo hacia arriba”, respondiendo a las características propias de los
territorios y orientados a la integración e inclusión nacional. Vistos en
conjunto, estos artículos permiten una aproximación más habilitante
de la posibilidad de una paz territorial al reconocer tanto las potencia-
lidades y capacidades que existen en las regiones y localidades del país
como las dramáticas consecuencias que ha tenido el conflicto armado.

El artículo de Fernán González, S. J., que abre este número, recoge las
reflexiones recientes del equipo de investigación que lidera en el Cinep
y los resultados previos del grupo de Odecofi. A partir de estos insu-
mos, propone una visión general de lo que él considera debería ser la
implementación de los acuerdos en clave de paz territorial y discute con
dos concepciones en tensión que han circulado en el debate público. En
este sentido, insiste en la necesidad de tener en cuenta las variaciones
de los desenlaces del conflicto armado y del proceso general de forma-
ción estatal en las regiones y localidades de acuerdo a los micromotivos
que han permitido tanto la reproducción de la violencia a nivel subna-
cional como la consolidación de otro tipo de regulaciones sociales más
allá del ámbito estatal.

Los textos que le siguen corresponden a un análisis más profundo de


algunos de los aspectos mencionados por González e ilustran con pre-
cisión la diversidad de situaciones regionales a las que ha dado lugar
el conflicto armado en Colombia según los diferentes niveles de control
territorial de las Farc, las afectaciones del paramilitarismo o las políticas
que ha puesto en marcha el Estado para recuperar territorios con pre-
sencia de grupos insurgentes.
Presentación 9

Así, el artículo de Lorena Carrillo nos presenta un relato histórico y et-


nográfico de la forma en que comunidades y guerrilla han interactuado
cotidianamente en una región que en los medios de comunicación y el
discurso público nacional ha sido representada como una “zona roja” y
“fariana”: la comunidad de El Pato (San Vicente del Caguán). En con-
travía de estas apreciaciones, Carrillo evidencia la autonomía de las co-
munidades campesinas, su impresionante capacidad de actuar colectiva-
mente y la forma en que emergen y evolucionan normas comunitarias
como una coproducción entre agentes civiles y armados que, de ninguna
forma, implica la instrumentalización de los pobladores por parte de la
guerrilla de las Farc.

Por su parte, el artículo de Andrés Aponte y Javier Benavides, al igual


que el de Julie Mena de la sección “Voz de la base”, se pregunta por
las posibilidades de la paz en el municipio de Tumaco, Nariño, uno de
los escenarios más críticos para el posconflicto. Mientras que Aponte y
Benavides realizan un análisis sociohistórico para explicar la inserción
particular de las Farc en una región con unas condiciones distintas a
aquellas donde esta guerrilla había tenido una presencia histórica, Mena
presenta una reflexión en lenguaje de crónica sobre las consecuencias
que, en materia de violencia y acceso a la tierra, ha tenido el desarrollo
de la agroindustria de la palma de aceite.

Para complementar la visión territorial de los artículos anteriores, Ro-


nald Villamil y Charles Larratt-Smith abordan otras temáticas y actores
en distintas regiones del país y períodos temporales. Villamil analiza el
accionar de una modalidad particular de paramilitarismo que denomi-
na “redes paramilitares” en los municipios de Segovia y Remedios entre
1982 y 1997. Además de su contribución analítica, el escrito constituye
una pieza de memoria y esclarecimiento fundamental acerca de lo suce-
dido en esta subregión y la responsabilidad que tuvo la Fuerza Pública en
todo el proceso de violencia que terminó por desarticular las iniciativas
organizativas, los movimientos cívicos y los partidos políticos que apos-
taban por una transformación regional a finales de la década de 1980.
10 Controversia 206

A su vez, el artículo de Charles Larratt-Smith muestra los efectos dife-


renciados que tuvo la implementación de la política de recuperación
del territorio durante los dos períodos presidenciales de Álvaro Uribe
Vélez (2002-2010) en dos subregiones con historias distintas a pesar
de ubicarse en una misma unidad político-administrativa. La evidencia
presentada por el autor al comparar la zona plana (municipios de Tame
y Arauca) con el piedemonte (subregión del Sarare) en el departamento
de Arauca constituye un elemento adicional en favor de la necesidad de
contar con un enfoque diferencial para atender los problemas subregio-
nales que, en un contexto de construcción de paz, debería superar la
orientación exclusivamente contrainsurgente y militar.

Además de estos textos, de manera consistente con la convocatoria


abierta de esta edición, se decidió incluir un artículo adicional que si
bien no trata específicamente de asuntos territoriales, aborda una pro-
blemática que genera bastante controversia en el país: el reclutamien-
to forzado de niños, niñas y adolescentes. Kelly Jiménez aborda esta
temática desde una perspectiva normativa, presenta su relación con
otras modalidades de reclutamiento y retoma líneas de debate que ya
están abiertas en la sociedad colombiana acerca de la pertinencia de
reconocer la doble condición de este grupo etario en tanto víctima y
victimario.

Al final, se presentan tres reseñas elaboradas, respectivamente, por Ale-


jandro Angulo, S. J., Andrés Dávila y Estefanía Ciro, de libros publica-
dos recientemente relacionados con los temas que ocupan esta edición.

En resumen, esperamos que el conjunto de artículos aquí reunidos sea,


ante todo, oportuno y estimulante. Oportuno, en el sentido que se publi-
ca en una coyuntura fundamental para el país donde muchísimas cosas
están en juego, entre ellas la capacidad de aprender de los territorios y
de las comunidades que han logrado vivir y reinventarse en muy distin-
tas condiciones de conflicto y violencia. Y estimulante, en la medida que
busca enriquecer el debate de ideas que actualmente ha tenido lugar en
Presentación 11

distintos ámbitos alrededor de la paz territorial, identificando claves de


futuro en nuestro pasado que puedan dar lugar a nuevas formas de re-
solver la conflictividad social en un proceso de fortalecimiento continúo
y simultáneo del Estado y la sociedad.

Quiero agradecer, para finalizar esta presentación, a todos los autores


que aportaron a esta edición y, especialmente, a los evaluadores que
revisaron con juicio cada una de las versiones preliminares de los artí-
culos y aportaron comentarios críticos fundamentales para mejorar la
calidad y pertinencia de cada uno de ellos, agradecimientos que hago
extensivos a Mauricio Archila, editor general de la revista, y a Leonardo
Parra, cuyo seguimiento al proceso editorial de este número fue clave.

Referencias
Jaramillo, Sergio (2013, marzo 23). La Paz Territorial. Conferencia dictada en
la Universidad de Harvard. Recuperado de http://www.altocomisionado-
paralapaz.gov.co/Prensa/Discursos/Documents/La_Paz_Territorial_ver-
sion_final.pdf

Oficina del Alto Comisionado para la Paz (2016). El Acuerdo Final de Paz.
La oportunidad para construir paz. Recuperado de http://www.altocomi-
sionadoparalapaz.gov.co/herramientas/Documents/Nuevo_enterese_ver-
sion_6_Sep_final_web.pdf
Dossier
Territorios y
construcción de paz
G
1.
¿Gobernabilidades híbridas o
gobernanza institucionalizada
en Colombia?
Elementos para pensar la paz
territorial en un escenario de
transición
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 17

¿Gobernabilidades híbridas o
gobernanza institucionalizada
en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un
escenario de transición1
Por Fernán E. González2

Introducción
De los órdenes regulatorios no estatales a la paz
territorial en Colombia: elementos preliminares
para la discusión

E
n el momento actual de las negociaciones de La Habana existe
un consenso casi generalizado sobre la necesidad de construir
la paz desde las regiones, subregiones, localidades y sublocali-
dades, para así responder de manera diferenciada a ciertos problemas
y situaciones. En ese sentido, las negociaciones actuales representan
una posible ventana de oportunidades para enfrentar problemas nunca
solucionados del todo en la sociedad colombiana. Ambas ideas han
sido presentadas reiteradamente por Sergio Jaramillo, el comisionado
de paz, que ha insistido en la necesidad de “una lógica de inclusión
e integración territorial, basada en una nueva alianza entre el Estado

1
Artículo recibido en febrero de 2016.
Artículo aprobado en mayo de 2016.
2
Historiador y politólogo, investigador del Cinep/PPP.
18 Controversia 206

y las comunidades para construir conjuntamente institucionalidad en


el territorio. “Institucionalidad” entendida nuevamente no sólo como
la presencia de unas entidades estatales, sino como el establecimiento
conjunto de unas prácticas y normas que regulen la vida pública y pro-
duzcan bienestar (Jaramillo, 2014).

Sin embargo, hay maneras muy diferentes de concebir qué se entien-


de por paz territorial y cómo implementar localmente los eventuales
acuerdos. Para algunos, se trata de “llevar” el Estado a las regiones,
para irlas introduciendo en la lógica tecnocrática de la burocracia del
Estado central por medio de mecanismos formales de participación
que no tienen en cuenta las dinámicas locales sino que solo preten-
den “socializar” las decisiones tomadas desde el centro. Para otros, se
trataría de “profundizar” la descentralización administrativa y fiscal,
consagrada en la reforma constitucional de 1991, por medio del traslado
de responsabilidades y recursos a las autoridades locales y regionales,
con un mínimo control y supervisión desde el Estado central, lo que
terminaría fortaleciendo el clientelismo de los gamonales locales y re-
gionales. Mientras que algunos piensan que se trataría de fortalecer la
autonomía de las organizaciones de la denominada sociedad civil de
las localidades y regiones, sin mayor intervención de las autoridades y
poderes informales existentes de hecho en localidades y regiones, que
son descalificados como esencialmente corruptos. Esto traería consigo
el peligro de organizaciones paralelas al Estado, una especie de paraes-
tados de corte anarquista.

Por eso, la paz territorial no puede consistir en la imposición de un


modelo despolitizado de prácticas de “Buen Gobierno”, inspiradas en
un modelo normativo abstraído de experiencias de países considerados
modernos y aplicado desde el centro de manera indiferenciada. Esta
mentalidad centralizante parece asumir que el conflicto subnacional es
un simple reflejo del conflicto del orden nacional. Por eso, supone que
el acuerdo logrado en las cúpulas centrales puede trasladarse automáti-
camente a los ámbitos regionales y locales.
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 19

Por el contrario, como ha mostrado Stathis Kalyvas (2006) con su ba-


lance de las guerras civiles a lo largo de la historia, hay que entender
esos conflictos como resultado de la interacción de tensiones estructu-
rales del ámbito nacional en el largo plazo- las escisiones maestras- con
micro motivaciones del orden regional y local, que se refuerzan mu-
tuamente. De ahí la necesidad de recuperar la vida política realmente
existente en el nivel local, presente en los movimientos y organizacio-
nes sociales, los poderes y administraciones locales y los órdenes regu-
latorios no estatales, algunos de ellos con interacciones concretas con
actores armados ilegales.

Por eso, siguiendo la insistencia de Kalyvas (2006) en las micro mo-


tivaciones de los conflictos, la concreción de la idea de paz territorial
tendría que partir de dos supuestos: en primer lugar, la necesidad de
una aproximación diferenciada, desagregada, despolarizada y desideo-
logizada de la realidad de municipios, veredas, regiones y subregiones
afectadas por el conflicto armado, para responder a algo obvio: la diver-
sidad de situaciones obliga a buscar diferentes soluciones. Y en segun-
do lugar, el hecho de que la precariedad o ausencia de las instituciones
estatales no significa necesariamente ausencia de orden y regulación
social porque la existencia de órdenes regulatorios de la sociedad o co-
munidad pueden suplir esa carencia.

Así Paul Oquist (1978) mostró, en la Violencia de los años cincuen-


ta, mostró cómo los poderes locales de orden clientelista en la Cos-
ta Caribe o en la población de Aguadas mantuvieron a sus regiones
y localidades casi inmunes a la violencia. Por su parte, María Teresa
Uribe (2001) caracterizó como “territorialidades bélicas” a las zonas
donde se configuraban órdenes sociales que disputaban la soberanía
del Estado, que quedaba “en vilo”, según sus palabras. Por su parte,
Daniel Pécaut (2001) se refiere de manera más compleja el concepto de
precariedad del Estado como la dificultad de la sociedad colombiana
de tramitar sus tensiones por medio de la regulación estatal. Y Mary
Roldán (1989,1992), muestra, en el caso de la violencia en Antioquia,
20 Controversia 206

la relativa autonomía de formas organizativas locales y su capacidad


de impedir la imposición violenta de autoridades designadas por el go-
bierno departamental, al lado de la alta concentración de los hechos
violentos en las zonas periféricas del departamento.

Esos órdenes regulatorios hacen evidente la existencia de un importante


potencial democratizador, el cual, según Bauer (2016) que desmiente
la opinión generalizada de que el conflicto armado y el déficit estatal
destruyen el capital social (Bauer, Blattman, Chytilova, Henrich, Miguel,
Mitts, 2016). Pero, esos órdenes no son homogéneos sino que pueden
ser protoestatales, paraestatales o contraestatales según el caso; algunos
de ellos pueden ser bastante autónomos tanto frente a las autoridades
locales como al control de la guerrilla, al lado de otros, bastante me-
nos autónomos, mientras que otros pueden asumir posiciones diferentes
frente a unos u otros, según el momento o las circunstancias.

Esas diferentes situaciones, como ha señalado repetidamente Ana Ma-


ría Arjona (2008 y 2014), varían desde la coerción hasta la resistencia,
pasando por la adhesión, cooptación, coerción, sumisión, alianza, resi-
liencia o negociación, según la fortaleza o debilidad de la cohesión y de
las instituciones comunales. Además, esas actitudes no son estáticas ni
inmutables sino que se van modificando a lo largo del tiempo según las
cambiantes coyunturas, al tiempo que van construyendo instituciones
informales que concretan órdenes regulatorios de las comunidades-.

Una mirada de conjunto sobre las investigaciones


del CINEP y ODECOFI
Estos supuestos sobre las complejas relaciones entre los actores ar-
mados y las poblaciones en cuyo territorio operan son confirmados
ampliamente por los resultados de las investigaciones del CINEP3 y

3
CINEP es la sigla del Centro de Investigación y Educación Popular.
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 21

ODECOFI4, que muestran cómo la Violencia nunca afectó de manera


homogénea y simultánea la totalidad del territorio y de la población de
Colombia, sino de modo diferenciado en el espacio y el tiempo, según
las condiciones previas de las regiones: las modalidades y temporali-
dades de la ocupación, organización y configuración sociales de sus
territorios, el momento y la manera de su interrelación con el conjunto
de la vida económica y política de la Nación. Y consiguientemente, la
manera y el momento de interacción entre las regiones y el conjunto de
la nación hacen que la presencia reguladora de las instituciones estata-
les sea igualmente diferenciada según las particularidades de regiones,
subregiones, localidades y sublocalidades y los momentos en que esas
regiones se articulaban económica y políticamente al conjunto de la
nación (González, Bolívar y Vásquez, 2003).

Así, había contextos regionales que resultaban favorables al nacimiento


y la expansión de las FARC, como las regiones de colonización cam-
pesina periférica o las regiones en rápido pero desigual crecimiento,
mientras que otras se mostraban más proclives al surgimiento y expan-
sión de los grupos paramilitares, como eran las regiones vinculadas
económicamente a las haciendas latifundistas, con mayor jerarquiza-
ción social y económica, que se articulaban a la vida política nacional
por medio de las redes de los gamonales tradicionales y sus respectivas
clientelas.

Estos contrastes explicaban, según nosotros, el desarrollo en contravía


de los grupos guerrilleros y paramilitares: las guerrillas nacían en las
regiones periféricas para expandirse de ahí hacia las regiones más inte-
gradas mientras que los paramilitares surgían en zonas relativamente
más integradas para expandirse de ahí hacia zonas periféricas. Esas di-

ODECOFI es la sigla del Observatorio Colombiano para el desarrollo integral, la


4

convivencia ciudadana y el fortalecimiento institucional de regiones afectadas


por el conflicto armado, que fue seleccionado por COLCIENCIAS como centro de
excelencia en ciencias sociales, para el período 1999-2014.
22 Controversia 206

ferentes situaciones regionales y la expansión en contravía de los actores


armados ilegales hacían evidente que los conflictos armados estaban re-
lacionados con los procesos de integración y territorial que conllevaba la
formación presencia del Estado, cuyas relaciones con las regiones, como
señala González y compañía (2003), con las regiones no eran homogé-
neas sino diferenciadas en el espacio y el tiempo, tal como ocurría con
los hechos violentos (González, Bolívar y Vásquez, 2003).

Esta primera aproximación se hizo luego más compleja con la configu-


ración de ODECOFI, ya que la alianza con otros grupos de investigación,
de distintas regiones y disciplinas, nos hicieron capaces de realizar una
visión comparada de regiones severamente afectadas por el conflicto ar-
mado, que contrastaba la relación de los actores armados con las pobla-
ciones de las macrorregiones del Suroccidente (Vásquez, Vargas, y Restre-
po, 2011) y Nororiente del país (Gutiérrez, 2012), las regiones de Córdoba
(Aponte, 2014), Sucre y Putumayo y las subregiones del Oriente y Urabá
en Antioquia (García & Aramburo, 2011). Y permitía detectar las diferen-
tes situaciones de las regiones en los diferentes momentos del conflicto:
el fundacional, el expansivo y el del repliegue de los grupos guerrilleros.
Ese mapa contrastado se enmarcaba luego en una visión de conjunto
de la vida política (González, J.I., 2014) y algunos aspectos de la vida
económica, que buscaba contextualizar esos desarrollos regionales en
una interpretación de largo plazo de la historia colombiana, basada en la
interacción continua y cambiante de varias escalas y polos de poder: la
nación, las regiones y subregiones.

Esas comparaciones nos fueron llevando a la necesidad de una mirada


más dinámica de esas situaciones regionales y subregionales, que tien-
den a verse como estáticas, para analizar dónde y cuándo tienen éxito
los diferentes grupos armados (Farc, EPL, ELN y AUC) y explicar por
qué, por ejemplo, la decisión y planeación sistemática de Carlos Castaño
para expandirse hacia el Magdalena Medio y conquistar militarmente a
Barrancabermeja logra su cometido (García, 2006), mientras que sus in-
tentos de penetrar en El Caguán fracasan estruendosamente (Vásquez,
2015).
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 23

En el caso del departamento de Córdoba, se hace evidente que los pa-


ramilitares logran controlar fácilmente la zona costera y las sabanas
mientras que encuentran dificultades para establecerse en el sur del
departamento en los límites con Antioquia y Chocó (Aponte, 2014).
Y, en el caso contrario, son claras las dificultades de las guerrillas del
las Farc y el EPL para insertarse en la zona plana de Córdoba, Sucre y
Cesar (Aponte, 2015; Porras, 2014;Barrera, 2014), mientras el ELN logra
seguir resistiendo en el sur de Bolívar (Vásquez, 2006). En el nororiente
el éxito paramilitar en Cúcuta contrasta con su fracaso en el Catatumbo
(Aponte, 2012).

El énfasis de estos estudios tendía a privilegiar el análisis de las condi-


ciones sociales de las regiones donde se insertaban los actores armados
ilegales prestando menor atención a la decisión voluntaria y estratégica
de los actores, basados en sus percepciones y análisis, influenciados
por sus enfoques teóricos y concepciones ideológicas. Pero también se
pasaba por alto el carácter dinámico de las interacciones entre actores
y estructuras sociales, sin prestar suficiente atención a las transfor-
maciones sociales, económicas y políticas que se estaban presentando
tanto en las regiones como en los actores armados mismos: el modelo
de inserción social de las Farc, producto de las condiciones sociales de
las regiones de colonización campesina donde se originó, no encuentra
la misma respuesta en regiones más integradas política y económica-
mente al conjunto de la nación, como sucede en los departamentos de
la Costa Caribe, así se trate de una inclusión política de tipo clientelista
y de estructuras sociales de corte hacendatario, a pesar de las tensiones
con los grupos campesinos expulsados por la consolidación de esas
haciendas. Esas diferencias hacen que las regiones intermedias entre la
Costa Caribe y el mundo andino hayan sido particularmente conflicti-
vas.

Por otra parte, tampoco es estática la relación de los grupos guerrilleros


con la población civil: así, la necesidad de mayores recursos económi-
cos para financiar la expansión de las Farc desde su situación periférica
24 Controversia 206

hacia zonas más integradas hace que los comandantes vayan adoptando
medidas más depredadoras y exigentes, que sobrepasan las capacidades
de pago de las poblaciones para los niveles de contribución que las po-
blaciones acostumbraban a pagar a los grupos a cambio de sus labores
de protección y regulación social. Por su parte, también las comunidades
rurales han modificado sus condiciones originales de sociabilidad, por el
surgimiento de elites locales, que evidenciaban ya cierta jerarquización
social y alguna mayor concentración de la propiedad y los ingresos, al lado
de una mayor integración de sus territorios a la vida económica del país,
por el aumento o mejora de las comunicaciones y otras políticas del orden
nacional. Estos cambios, de mayor aumento de extorsiones y secuestros
al lado de transformaciones de las comunidades, hicieron insostenible la
inicial relación de coexistencia y adaptación de las poblaciones rurales
frente a la guerrilla y facilitaron la organización o el apoyo a los grupos
paramilitares.

Esas transformaciones de los contextos y los agentes se hicieron evidentes


en los estudios de caso de las investigaciones posteriores, una financiada
por la Unión Europea sobre las diferencias regionales del problema agra-
rio (VV.AA. 2014), y otra, más reciente, financiada por el KTF del Banco
Mundial, que pretendía analizar las potencialidades de las organizaciones
sociales existentes en zonas afectadas por el conflicto armado (González,
Castañeda, Barrera, 2016). Para esos estudios se seleccionaron los casos
de El Caguán, Cartagena del Chairá, La Macarena y Tumaco con el fin de
contrastar diferentes procesos y situaciones que se presentan al interior de
unas regiones asociadas generalmente con el conflicto armado y el narco-
tráfico pero que evidencian cómo esas relaciones se producen en diferen-
tes momentos y con modalidades diferentes. Se buscaba así ilustrar distin-
tas tendencias de las interacciones entre las Farc y las poblaciones civiles,
para sugerir la necesidad de afrontar la diversidad de retos que pueden
presentarse en la coyuntura de la aplicación de los acuerdos de La Habana.

Esta diversidad de retos debe partir de la caracterización de diferentes mo-


dalidades de presencia e inserción de las Farc en los territorios, ya que en
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 25

varias regiones del país las Farc han sido capaces de construir un orden
contra-estatal en el cual la guerrilla hace parte de la construcción socio-
espacial del territorio. En otras regiones la guerrilla ha disputado, con
mayor o menor éxito, con el Estado y las élites locales y regionales la
regulación social y política de la vida cotidiana. Finalmente, como bien
anota Vásquez (2011), hay otras regiones en las que su accionar ha sido
totalmente ajeno a la experiencia social de los pobladores y a su confi-
guración socioespacial.

Los desafíos de los órdenes regulatorios de las


comunidades a las instituciones del Estado
Obviamente, la existencia de estos órdenes sociales plantea diferen-
tes desafíos para las instituciones estatales, según sean protoestatales,
paraestatales o contraestatales, que obligan a las agencias estatales de
carácter nacional, departamental, municipal y submunicipal a buscar
diferentes soluciones para los distintos problemas.

Por eso, en primer lugar habría que caracterizar de manera diferenciada


la situación de las regiones, subregiones, localidades y sublocalidades
según la interacción que hayan tenido o no con las instituciones estata-
les, el grado y momento de inserción de los grupos armados ilegales y el
grado de autonomía de los poderes locales y regionales con respecto al
Estado central. Y, por otra parte, caracterizar, igualmente, la naturaleza
y el alcance de la cobertura de las instituciones locales en el territorio,
que a veces se reduce a la cabecera municipal y las veredas de sus al-
rededores.

Luego, en segundo lugar habría que diferenciar la situación de los gran-


des centros urbanos, sus zonas rurales de influencia y sus comuni-
caciones internas de los problemas de las ciudades intermedias, más
afectadas directamente por la extorsión de las guerrillas cercanas y por
la continua llegada de poblaciones expulsadas de las zonas afectadas
directamente por la violencia.
26 Controversia 206

Pero, dentro de las zonas más directamente afectadas por el conflicto


armado habría que distinguir las áreas donde se presenta cierta com-
petencia por el control del territorio entre actores armados, ilegales o
no, tanto de las zonas tradicionales de refugio de los actores armados
como de las zonas de su reciente implantación. Estas situaciones traen
consigo diferentes relaciones con la población: en el primer caso, se
presentan varias modalidades de coexistencia social mientras que en
el segundo, puede predominar el elemento coercitivo y de ocupación
militar.

De ahí la necesidad de distinguir los diversos momentos y distintos


tipos de relacionamiento de los actores armados con la población civil.
Así que, más concretamente, habría que diferenciar zonas donde la in-
serción de los grupos guerrilleros acompaña la configuración social de
los territorios, como es el caso de la colonización campesina periférica
del momento fundacional de las Farc, de zonas donde la presencia de
las Farc es más reciente y de carácter predominante militar, como es
el caso del andén del Pacífico Nariñense. Esas diferencias aparecen
claramente en las diferentes dinámicas del poblamiento en los casos
seleccionados para nuestro estudio, que hacen que los legados de la
violencia varíen de región a región, lo mismo que las capacidades loca-
les para la construcción de paz.

Las diferencias del poblamiento de la Macarena, San


Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá y Tumaco
La necesidad de contrastar estas diversas situaciones llevó al equipo in-
vestigador a escoger tres estudios de caso, que, a pesar de ser asociadas
indistintamente con la presencia de las Farc, ilustran diferentes modos
de relacionarse de las poblaciones, según los momentos y modalidades
de la inserción de las Farc en sus territorios5. Incluso, en El Caguán y


5
En esta sección se retoman los hallazgos de un estudio financiado por el Fondo
Coreano para las Transiciones a través del Banco Mundial y elaborado por un
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 27

La Macarena, que hicieron parte de la zona desmilitarizada durante los


diálogos del Caguán, se presentan notables diferencias.

El contraste entre las sublocalidades en El Caguán y


La Macarena
En El Caguán, las Farc emergen de manera endógena pero no homogé-
neamente: en el medio y bajo Caguán, especialmente El Pato y Balsillas
adonde llegaron las llamadas columnas de marcha, su presencia tuvo
una orientación político-militar. Sin embargo, no lograron controlar todo
el territorio porque se encontraron con una economía ganadera consoli-
dada en el piedemonte, resultado de una colonización previa de campe-
sinos del Huila, que sentó las bases materiales para el surgimiento de
una elite política local para irse proyectando a la vida departamental e
integrando paulatinamente a la política y la economía nacional. En cam-
bio, en contraste con el piedemonte ganadero donde se ubica el casco
urbano, las zonas campesinas del medio y bajo Caguán y los llanos del
Yarí recibieron a los colonos expulsados por el fracaso de la colonización
dirigida por el Estado, que encontrarían en los cultivos de coca la solu-
ción a su precaria situación (Barrera & Vásquez, 2016; Vásquez, 2015).

Esos contrastes convierten este territorio en objeto de la disputa tanto


militar como política: se presentan enfrentamientos armados en el área
rural periférica, como los bombardeos de El Pato en la lucha contra las
consideradas “repúblicas independientes”, al lado de la competencia
electoral con el partido liberal, que había monopolizado la intermedia-
ción con el Estado central. A esto se añade la ubicación estratégica del
municipio, situado entre los departamentos de Huila, Caquetá y Meta,
en una zona contigua a la región andina y al valle del Magdalena, que
lo constituye en un corredor militar desde donde las Farc ha buscado

equipo de investigadores del CINEP. En adelante: CINEP (2016) “Gobernabilidades


híbridas y potencialidades de las organizaciones sociales de base en tres municipios
colombianos. Principales hallazgos de un estudio comparado”.
28 Controversia 206

asediar áreas más integradas, pero también como una de sus zonas de
aprovisionamiento y descanso cuando el Estado toma la iniciativa militar
(Barrera & Vásquez, 2016;Vásquez, 2015).

En cambio, La Macarena, a pesar de ser contigua a San Vicente del Ca-


guán e igualmente producto de procesos de colonización campesina, pre-
senta diferencias notables en su ocupación territorial, porque la volatili-
dad de las bonanzas (cauchera, maderera, marimbera), la precariedad de
sus economías de caza y pesca y las condiciones del suelo poco propicias
para cultivos campesinos por demasiada acidez, junto con las tensiones
entre colonización y las medidas jurídicas de conservación ambiental,
dificultaban la fijación de los colonos a su territorio, como. Como resul-
tado de todo esto, La Macarena tuvo un comportamiento muy marginal
frente a las dinámicas políticas y económicas del resto del país, incluso
con respecto al conflicto armado, porque las dificultades geográficas para
su acceso hacían que fuera considerada solo como segunda opción para
los campesinos que no habían logrado insertarse en condiciones más
favorables (Rincón, 2014; Rincón & Carvajal, 2016).

Por eso, solo en los años ochenta, y especialmente a finales de los


noventa, la colonización espontánea comenzó a consolidarse, aunque,
desde los años cincuenta la Violencia bipartidista había empezado a
cooptar empujar hacia ella campesinos provenientes del Caquetá y San-
tander. Esa oleada de colonización fue debida al impulso de nuevos
ciclos de la explotación maderera y cocalera, al lado de una economía
ganadera que todavía no había logrado consolidarse de manera homo-
génea en todo el municipio. Esa economía ganadera se beneficiaba de
la acumulación producida por la coca cuando la intervención de las
Farc en su mercado redujo el área cultivada6: así, los campesinos coca-
leros se fueron reconvirtiendo en ganaderos o “ganaderos sin ganado,

6
Aunque la presencia de la fuerza pública tuvo un papel disuasivo en la proliferación
de este cultivo, los factores determinantes que incidieron en la dramática reducción
de las áreas sembradas en este municipio estuvieron relacionadas con los enormes
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 29

que ofrecían sus tierras a inversionistas externos bajo la modalidad de


aumento (SINCHI, 2007: 15).

Pero este asentamiento reciente presentaba diferencias internas, que


se reflejaban en distintas actitudes políticas: los caqueteños afines al
partido liberal se ubicaron al occidente del casco urbano donde desa-
rrollaron un modelo ganadero de doble propósito, más conectado con
las dinámicas del piedemonte de San Vicente del Caguán, ligados a
Florencia y Neiva; los santandereanos se ubicaron en el casco urbano
y las veredas más cercanas con identidades políticas afines al partido
conservador; y, al oriente del municipio, en las zonas altas y medias
del río Guayabero, se ubicaron pobladores de origen diverso, dedicados
predominantemente a la ganadería de engorde, con poco rendimiento
económico por su menor desarrollo tecnológico (Vásquez, 2015; Barrera
& Vásquez, 2016).

Estas condiciones llevaron a altos niveles de informalidad en la tenen-


cia de la tierra, pues muchos de los predios están localizados en zonas
de protección ambiental o nunca fueron registrados. Sin embargo, esta
informalidad no es obstáculo para el mercado de tierras, el intercambio
de propiedades o el arrendamiento de las mismas, como lo demuestran
los contratos de compraventa de mejoras y de propiedades y el arren-
damiento de tierras.

La complejidad social de Tumaco


Finalmente, el caso de Tumaco refleja una dinámica totalmente distinta
de las anteriores, ya que su historia es producto de territorialidades pro-

costos de transporte y la decisión de las Farc de convertirse en el único comprador


terminó incidiendo en la calidad y el precio de la pasta básica de coca. En términos
de comercialización, la guerrilla empezó a comprar fiada la mercancía pagando
con vales a los productores o recibiendo la pasta en consignación. A juicio de los
pobladores, esta situación desestimuló la venta y en consecuencia el cultivo.
30 Controversia 206

ducidas por poblamientos distintos que llevan a un entorno multiétnico


y una vida política vinculada tradicionalmente al clientelismo de fami-
lias de corte gamonalicio, que empieza a modificarse recientemente
por una mayor integración vial y social al conjunto del país (Rodríguez,
2015; Aponte & Benavides, 2016; Hoffman, 2007).

Allí se encontraba una ocupación individual de la tierra por parte de


blancos y mestizos provenientes de Barbacoas, donde declinaba la ex-
plotación minera, con una ocupación colectiva de afrodescendientes
que buscaba alternativas a la minería en la explotación de la tagua.
Se fue configurando una elite liberal en el casco urbano, basada en
relaciones clientelistas y redes de parentesco, en un territorio bastante
aislado del conjunto del país, pero cuya geografía lo convertía en un
escenario muy favorable para el contrabando y el tráfico de la droga,
por estar travesado por importantes ríos, que conectan al municipio
con la región y que desembocan en el Pacífico por múltiples brazos con
abundantes manglares (Aponte & Benavides, 2016;Oslender, 2008;Pre-
ciado, 2014).

Este aislamiento se fue modificando gradualmente por los ciclos extrac-


tivos de la madera, palma aceitera y coca, que llevaron a nuevas diná-
micas de apropiación territorial y exacerbaron los conflictos por la tie-
rra con las declaratorias de baldíos de zonas previamente ocupadas por
comunidades negras, adjudicadas ahora a empresas extranjeras y del
resto del país. Se generó así un doble movimiento de migración interna:
las nuevas oportunidades laborales atrajeron una migración voluntaria
que aumentó el peso demográfico de la cabecera municipal, sin que
desparecieran las conexiones con la periferia rural, gracias a los lazos
de parentesco de las familias extensas; por otra parte, las dinámicas de
apropiación territorial produjeron una migración forzada de la pobla-
ción campesina de afrodescendientes que se vio obligada a abandonar
sus tierras y al modo colectivo de su explotación. Esto, como bien ano-
tan Aponte y Benavides (2016), con las consiguientes tensiones entre
las empresas extractivas y las comunidades campesinas.
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 31

Este proyecto de inserción acelerada al desarrollo y la política nacional


representaba una inserción de la región al conflicto armado del país
junto con una mayor fragmentación social: la legislación favorable a
las minorías del país amplió los mecanismos de voz de las comuni-
dades negras para reclamar sus territorios colectivos por medio de los
Consejos Comunitarios. Territoriales, mientras que la terminación de la
carretera entre Tumaco y Pasto significó, después de 45 años de esfuer-
zos, la integración de la región al resto del país. Al tiempo, las reformas
descentralizadoras dieron mayores recursos a la administración local
al mismo tiempo que distintos planes de desarrollo nacional buscaban
transformar al Pacífico en una zona estratégica para el desarrollo del
país (Rodríguez, 2015; Aponte & Benavides, 2016).

Esa mayor integración territorial enmarcó la llegada del tercer ciclo eco-
nómico: la coca, que ofrecía una opción viable en un contexto de des-
empleo y pobreza para contingentes de colonos cocaleros provenientes
de departamentos como Putumayo, Caquetá y Guaviare, en su mayoría
alentados por las Farc. Se generaron así nuevos patrones de ocupación
del territorio que entraron en conflicto con las demandas históricas de
las comunidades negras y sus territorios colectivos y alteraban algunas
de las prácticas culturales de las comunidades negras (Aponte & Bena-
vides, 2016).

La diferente inserción de los territorios en el


conflicto armado
Estas condiciones particulares de Tumaco hicieron que la presencia de
las Farc fue allí de carácter exógeno y tardío (en la segunda mitad de
los noventa), en condiciones muy diversas a las que las Farc encontra-
ban en zonas de colonización campesina mestiza en el mundo andino
(Aponte y Benavides, 2016). Es evidente el contraste con El Caguán,
cuya historia se remonta a la época de la Violencia bipartidista, cuando
la ofensiva militar del gobierno de Rojas Pinilla en Villarrica y Sumapaz
empujó a las llamadas columnas de marcha, orientadas por el partido
32 Controversia 206

comunista hacia las zonas del Pato y Balsillas, donde expulsaron a las
guerrillas liberales y donde sufrieron el bombardeo de la ofensiva con-
tra las “Repúblicas independientes”, que sirvió como ocasión para el
surgimiento de las Farc en 1964 – (Vásquez, 2015).

La presencia societaria de las Farc en las zonas de


colonización andina
Pero, a pesar de esta vieja historia, solo hasta bien entrada la década
de 1970 y principios de la década de 1980, las Farc decidieron expan-
dirse desde sus zonas históricas como El Pato y El Guayabero hacia el
piedemonte de San Vicente de Caguán, para seguir luego hacia las lla-
nuras amazónicas del Yarí, al oriente del municipio y después hacia el
medio y bajo Caguán, que corresponde hoy al municipio de Cartagena
del Chairá. Esta expansión fue el resultado del agotamiento de la colo-
nización dirigida en el departamento de Caquetá, combinado con las
nuevas acciones militares en El Pato emprendidas durante el gobierno
de Julio César Turbay en 1980 (Vásquez, 2015).

Allí, las Farc habían consolidado una retaguardia y se había conforma-


do una comunidad campesina con procesos organizativos, identidades
políticas y formas de regulación social y económica que escapaban al
dominio estatal y de los partidos políticos tradicionales. Y encontraron,
en los ochenta, en la bonanza de la coca recursos para financiar su
expansión, a pesar de su resistencia inicial al cultivo, que terminaron
aceptando porque proporcionaban una alternativa rentable a los colo-
nos, que se habían visto forzados a emigrar al agotarse la frontera agra-
ria en el piedemonte. Con esto, las pretensiones de control y expansión
de este grupo quedaron supeditadas a las dinámicas nacionales de la
guerra y la paz mientras que el territorio se convirtió en el terreno de la
disputa militar con la fuerza pública. En cambio, la actividad de grupos
paramilitares fue bastante residual pues la mayoría de los hechos vio-
lentos, tanto de acciones bélicas como de violaciones al DIH, se repartió
entre el ejército y las Farc (Barrera & Vásquez, 2016; Vásquez, 2015).
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 33

Por esa situación, el territorio fue un escenario importante para los in-
tentos de paz de Betancur (1982-1986) y Pastrana (1998-2002), bajo
cuyos gobiernos se hacían evidentes los cambiantes patrones de rela-
cionamiento de las Farc con la población civil y la política local, que
oscilaban entre el diálogo y la violencia, que se incrementó cuando el
fracaso del intento de paz de Betancur en los años ochenta condujo a
una oleada de violencia contra los miembros de la Unión Patriótica y
los liberales turbayistas. Sin embargo, este ciclo se desescaló cuando los
frentes XIV y XV de las Farc, comandados por Iván Márquez, lograran
un acuerdo con los líderes del liberalismo y conservatismo (Barrera &
Vásquez, 2016; Vásquez, 2015).

Además de este arreglo circunstancial, las FARC modificaron su relación


con la política local para posicionarse como veedores de lo público por
medio de la intimidación y puesta en marcha de campañas anticorrup-
ción, que se concretó en el secuestro y enjuiciamiento de siete conce-
jales por malos manejos administrativos y en el asesinato de varios
funcionarios públicos. Además, desarrollaron actividades encaminadas
a sabotear los procesos electorales que alcanzarían su punto más crítico
en los comicios de 1997 cuando varios candidatos renunciaron y mu-
chos de sus pobladores decidieron no votar por temor a las represalias
(Barrera & Vásquez, 2016; Vásquez, 2015).

Durante el tiempo del despeje, los índices de violencia disminuyeron


por la retirada de la Fuerza Pública de la zona de distensión y la presen-
cia permanente de las Farc, incluso, en el casco urbano del municipio.
Sin embargo, se mantuvieron las presiones e intimidaciones en con-
tra de políticos locales y funcionarios públicos. Sin embargo, también
se evidenciaron los límites del control de las Farc sobre la población,
cuando este grupo instauró oficinas para recibir las quejas de la ciu-
dadanía y creó una policía cívica. Además, ejercía presión para conse-
guir inversión estatal para la provisión de bienes públicos y colaboraba
con la fiscalía poniendo a su disposición a quienes la guerrilla retenía
o capturaba por haber cometido distintos crímenes. Sin embargo, sus
34 Controversia 206

orientaciones no eran necesariamente acatadas, sino que a veces tuvie-


ron que ajustarse por reclamos de la población civil e incluso fueron a
veces desafiadas soterradamente, como en la elección, en 2000, de un
candidato distinto al de las simpatías de las Farc-.

Y, al finalizar la zona de despeje, se intensificaron los hechos violentos


con las consiguientes ofensivas estatales bajo el Plan Colombia y la po-
lítica de seguridad democrática del gobierno de Uribe Vélez, al tiempo
que se deterioraban las condiciones de seguridad de los pobladores,
que quedaron sumidos en la incertidumbre, porque la intervención de
la fuerza pública dislocó los arreglos locales que habían permitido a
la población lograr una tensa convivencia con las Farc. Sin embargo,
el vacío de poder dejado por la retirada de las Farc del casco urbano
y de las veredas más cercanas fue suplido por las comunidades para
garantizar cierta predictibilidad en las interacciones cotidianas (Barrera
& Vásquez, 2016).

Inserción tardía de la guerrilla y fragmentación de


la soberanía en La Macarena
En contraste con la presencia histórica tradicional de las Farc en algu-
nas zonas del Caguán, la inserción de este grupo en La Macarena fue
tardía y esporádica, a pesar de su cercanía con varios nichos históricos
del grupo. Además, su llegada no obedeció a causas endógenas ni logró
insertarse del todo con la problemática de los colonos., aunque logró
cierto control de algunas de sus zonas rurales. Esto trajo como conse-
cuencia cierta fragmentación de la soberanía, donde se contrastaba una
presencia precaria del Estado en el casco urbano y las veredas cercanas
con la inserción de las guerrillas en las veredas más periféricas donde
ejercía funciones de protección y regulación social de los campesinos
colonos (Rincón & Carvajal, 2016; Rincón, 2014).

Sin embargo, este tipo de relaciones se modificó cuando las apuestas


estratégicas de la guerrilla en el nivel nacional impusieron a la guerrilla
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 35

estabilizada en La Macarena unas lógicas diferentes de las relaciones socie-


tarias establecidas en sus nichos fundacionales. Así, aunque la presencia
de este grupo databa de la segunda mitad de los setentas y mostraba cierta
intención de regular algunos aspectos básicos de la vida social, su influjo
real se limitaba a las zonas de los Llanos del Yarí, con una lógica semejante
a la de San Vicente del Caguán. En cambio, en la segunda mitad de los
noventa, la presencia de las Farc se enmarca en su estrategia de expansión
territorial hacia el sur, a partir de su núcleo histórico de La Uribe, que da
lugar a la inserción de ll frente 27 a las partes altas y medias del rio Guaya-
bero entre 1982 y 1984, en el marco de los diálogos de paz con el gobierno
Betancur colonos (Rincón & Carvajal, 2016; Rincón, 2014).

Pero, solo al finalizar la década del ochenta y durante la primera mitad de


la década del noventa, las Farc se presentan como ejército de forma simul-
tánea en distintas zonas de la localidad (Los Llanos del Yarí, la parte baja
del Guayabero y en sectores del Lozada–Guayabero). Esto se dio como
resultado de la ocupación y bombardeo de Casa Verde por parte de las
Fuerzas Militares en 1990 y la implementación de la octava conferencia de
las Farc, en 1993, la cual buscó desarrollar y profundizar los planteamien-
tos de la 7ª conferencia realizada en 1982 relacionada con sus ánimos de
expansión y copamiento de nuevos espacios.

Por esa tardía presencia de las Farc y la situación periférica del municipio
con respecto a la guerra, el conflicto puede caracterizarse en La Macarena
como de baja intensidad, con una creciente actividad de la fuerza pública
en combates contra las Farc e infracciones al DIH contra la seguridad de
los pobladores, que superaba ligeramente a las acciones de las Farc. Ob-
viamente, estas dinámicas se modificaban según las diferentes políticas
de seguridad, por ejemplo, con la ruptura de los diálogos del presidente
Betancur con las Farc y el fin de la zona de distensión en 2001 colonos
(Rincón & Carvajal, 2016; Rincón, 2014).

Una de esas políticas fue la de la consolidación territorial, que esco-


gió, en 2007, a este municipio como piloto del esfuerzo para añadir un
36 Controversia 206

componente social a la recuperación militar de su territorio. Esto produjo


una reducción drástica de los homicidios comunes desde 2008, pero las
observaciones en campo y las entrevistas con los pobladores mostraron
algunas limitaciones de esas políticas por su concentración en el cas-
co urbano y las veredas cercanas, donde las Farc solo ejercieron alguna
presencia ocasional y la mentalidad contrainsurgente de las autoridades
militares, que llevó a prescindir tanto de la administración local como de
las organizaciones sociales y aumentar la brecha entre el casco urbano
y las zonas rurales más lejanas, con el consiguiente aumento de la estig-
matización de sus pobladores. A esto se añadían las exigencias adminis-
trativas para la contratación pública con el Estado poco adecuadas para
la organización comunitaria colonos (Rincón & Carvajal, 2016; Rincón,
2014).

El hecho de la inserción tardía de las Farc y su falta de vínculos históricos


con los inicios de la colonización, marcaron una gran diferencia en las re-
laciones de la comunidad con la insurgencia, que se redujeron a una inte-
racción basada en lógicas de protección y supervivencia. Las vicisitudes
que ha enfrentado esta guerrilla para conectarse con las problemáticas
del colono en este municipio se hicieron manifiestas en los dos ciclos de
la economía cocalera: en el primer ciclo, localizados en los llanos del Yarí
y algunos puntos ubicados en las riberas de los ríos Lozada y Guayabero,
las Farc pudieron configurarse como un agente armado que defendía a
los colonos cocaleros de la explotación de los grandes narcotraficantes
pero su interés en mantener un corredor que atravesara La Macarena
para conectarse con sus zonas históricas impidió que consolidaran vín-
culos más profundos con la población. Pero, en el segundo ciclo, locali-
zados en las riberas de los ríos Lozada y Guayabero, las Farc sufrieron un
nuevo revés al tratar de convertirse en el único comprador de la coca sin
compensación para los cultivadores, lo que generó el descontento de los
colonos. Sin embargo, esto no impidió que las Farc ejercieran control de
distintos aspectos de la vida rural, aunque con la mediación de las orga-
nizaciones comunitarias, que fueron logrando cierta autonomía colonos
(Rincón & Carvajal, 2016; Rincón, 2014).
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 37

Esta autonomía fue reconocida, por el entonces comandante Jorge Bri-


ceño, que dejó en manos de los comités de conciliación de las juntas de
acción comunal la regulación de algunos aspectos básicos de la vida co-
munitaria. Antes, las Farc resolvían conflictos entre vecinos e imponían
sanciones en caso de hurto, consumo de drogas o “traición”, al tiempo
que cobraban tributos y regulaban la economía local, el manejo de los
recursos naturales y el uso del suelo. Además, regulaban las actividades
comunitarias de trabajo para necesidades colectivas, como la construc-
ción y arreglo de la infraestructura vial, fiscalizaban la administración
local y expulsaban a los funcionarios del ámbito nacional del Estado.
Sin embargo, en lo militar las Farc seguían patrullando el territorio y
reclutando seguidores, al tiempo que prohibía, autorizaba o regulaba la
circulación de la población, la extracción de recursos y los transportes
colonos (Rincón & Carvajal, 2016; Rincón, 2014).

Este tipo de relaciones, centradas en cierta regulación de la vida social


y algún tipo de tributación, que reflejarían un cierto orden protoestatal,
contrastan con la situación de Tumaco, donde las Farc no hicieron parte
de la configuración social, sino que su presencia tuvo un carácter más
depredador y militar. Esto se explica, en términos de Ana María Arjona
(Arjona, 2008 y 2014), por los límites que las organizaciones comunales
previamente existentes representaban para el accionar de las Farc.

Las dinámicas comunales de Tumaco y la presencia


militar de las Farc
Esta situación hacía que las Farc se encontraran con una realidad en-
teramente distinta de su experiencia social, que los obligó a adoptar
una actitud predominantemente militar, centrada en la disputa por las
rentas derivadas de la coca, que no lograron trasformar en un poder po-
lítico y social. Su presencia se inicia a comienzos de los ochenta con la
creación del frente 29, desdoblado del frente 8, que tenía una presencia
histórica en la zona andina del Cauca., en seguimiento de la decisión de
la VII Conferencia. Inicialmente, esta llegada no representó altos niveles
38 Controversia 206

de confrontación con la fuerza pública ni impactó a la población civil, ya


que la zona no tenía mayor valor estratégico sino que se reducía a ser un
área de tránsito y reposo (Aponte & Benavides, 2016; Rodríguez, 2015;
Vicepresidencia, 2009).

Pero esta situación se modificó en la segunda mitad de los noventa por-


que la decisión de la VIII Conferencia de adoptar una actitud más ofen-
siva significó el relevo de los comandantes tradicionales de los frentes,
acompañado tanto por la expansión de los cultivos de coca como por la
llegada de un nuevo grupo poblacional de productores de coca, raspachi-
nes y traficantes, junto con grupos guerrilleros que huían de la ofensiva
del ejército en sus zonas históricas del Caquetá, Putumayo y Meta. A esto
se agregaba, según García (2013) y Rodríguez (2015), la necesidad de
buscar una salida al Pacífico, ya que los paramilitares habían bloqueado
la salida al Caribe por el Urabá antioqueño.

La combinación de estos factores transformó el accionar de las Farc en


Tumaco, que se convirtió en un escenario muy favorable para las diferen-
tes etapas de la economía cocalera, dadas las buenas condiciones para
el cultivo, la instalación de laboratorios y las facilidades para la comer-
cialización que representaban los numerosos afluentes de los ríos que
desembocaban en el océano, que terminaron configurando un cluster
cocalero que abarataba costos de producción y comercialización.

Así, la coca se convirtió en el eje del conflicto armado en Tumaco y sus


alrededores por parte de diversos grupos armados, que adoptaban una
lógica depredadora, de carácter más militar que político y social. Esto
explica la alta intensidad del conflicto y los patrones de victimización
contra la población civil, cuyo principal actor han sido las Farc, con algu-
na presencia del paramilitarismo tradicional, representado en el Bloque
Libertadores del Sur adscrito al Bloque Central Bolívar y el accionar es-
pontáneo de los grupos que sobrevinieron luego de su desmovilización
(Los Rastrojos). Y la presencia en aumento de las fuerzas estatales de
seguridad (Aponte & Benavides, 2016).
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 39

Esta escalada violenta se inicia desde 1997 pero se concentra especial-


mente en los años posteriores al 2008 y mucho más en el 2013, que
contrasta con el comportamiento del resto del país donde los indicadores
del conflicto armado habían registrado una disminución relativamente
sostenida. Por otra parte, este despliegue del accionar militar tenía como
contrapartida la incapacidad de las Farc para insertarse social y política-
mente en una región con unas características demográficas y culturales
ajenas a su histórica capacidad de conectarse con las problemáticas agra-
rias de las zonas de colonización mestiza.

En ese sentido, los intentos de las Farc de imponer unas prácticas y nor-
mas, que funcionaban en el mundo andino, chocaban con las tradiciones
y prácticas culturales de las comunidades negras y llevaban al asesinato
o del desplazamiento de sus líderes, que oscilaban entre el pragmatismo
para sobrevivir y la resistencia parcial e integral que demandaba auto-
nomía frente al grupo armado. Esas prácticas eran el adoctrinamiento
de las cátedras bolivarianas, las restricciones a la movilidad, la presión
para salir a bloqueos y marchas sobre la carretera Pasto-Tumaco, ejercer
actividades de veeduría sobre las administraciones locales, incidir en los
procesos electorales y en los asuntos y discusiones internas de los Conse-
jos Comunitarios, el establecimiento de multas, sanciones y extorsiones
y la promoción de un modelo de desarrollo rural que hunde sus raíces en
la propiedad individual de la tierra (Aponte & Benavides, 2016).

Además, la promoción de procesos alternativos de organización de juntas


de acción comunal, basados en los colonos cocaleros provenientes del
mundo andino, chocaba con los consejos comunitarios de la población
negra y los resguardos indígenas, ubicados al margen de la carretera que
va de Pasto a Tumaco como Tangareal, Espriella Candelilla, Llorente, La
Guayacana y San Juan de la Costa. Por eso, las presiones y amenazas de
las Farc para incidir en los resultados electorales no tuvieron éxito en los
comicios de octubre de 2015, los que nuevamente evidenciaba su inca-
pacidad para traducir su capacidad bélica en poder político (Aponte &
Benavides, 2016; La Silla Vacía, 2013).
40 Controversia 206

El papel de las organizaciones sociales y


comunitarias
El recorrido anterior por las complejas relaciones de las comunidades
con las Farc introduce la necesidad de considerar la importancia de
las organizaciones e instituciones, formales e informales, para la im-
plementación de los eventuales acuerdos de La Habana. Sin embargo,
estas organizaciones distan mucho de ser homogéneas, como se ha
visto anteriormente por el contraste de la situación de las organiza-
ciones comunitarias de Tumaco con las juntas de acción comunal del
mundo andino del Caguán y La Macarena, donde las juntas constituyen
la instancia básica de organización social de la población rural, ya
que establecen normas comunitarias, cobran impuestos, proporcionan
bienes públicos básicos (puestos de salud, escuelas y carreteras) y son
las depositarias por ley consuetudinaria de atribuciones como darle le-
gitimidad a la posesión de predios rurales, resolver conflictos vecinales,
etc (González, Castañeda & Barrera, 2016).

Así, en El Caguán, actualmente existen, según la secretaría de desarro-


llo comunitario del municipio, 337 juntas de acción comunal legalmen-
te constituidas, que cubren casi la totalidad de las veredas agregadas y
se agrupan en la asociación de juntas del municipio (ASOJUNTAS), que
es una organización de segundo nivel, para lograr una incidencia más
amplia. Aunque se presentan diferencias en sus capacidades organizati-
vas según la división urbano/rural y sus identidades políticas, las juntas
comunales se han consolidado gracias a los vínculos de reciprocidad y
solidaridad creados por procesos compartidos de colonización, las buenas
condiciones de una economía ganadera que involucra a medianos pro-
pietarios y una conexión vial inter-veredal. Pues, como bien dice Carillo
(2016), estos pacos determinaron aceptable han sido las bases simbólicas
y materiales de estas dinámicas organizativas.

Pero, incluso la estigmatización y la represión estatal terminaron re-


forzando los lazos internos entre sus miembros, lo mismo que los
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 41

aprendizajes logrados durante la desmilitarización como las apuestas lo-


cales de desarrollo gestionadas conjuntamente entre la guerrilla, el Estado
y los cooperantes externos y la consecución de un status legal para mu-
chas organizaciones y el establecimiento de convenios solidarios con las
administraciones locales para la gestión conjunta de obras, con recursos
públicos y aportes de las comunidades con mano de obra.

Además de la asociación de juntas, existen otras organizaciones de segun-


do nivel en El Caguán, tales como la asociación campesina ambiental del
Lozada-Guayabero (ASCAL- G), la asociación Municipal de Colonos de El
Pato (Amcop), la Asociación Ambiental del Bajo Pato, (Asabp), centradas
todas en la preservación del medio ambiente y el control a la deforesta-
ción. Junto a estas también se encontraba la Asociación Ambiental Tron-
cales-Guacamayas (Asoatrog), dedicada a la provisión de infraestructura
básica, con vínculos históricos con el liberalismo turbayista; la Asociación
de Juntas de Campo Hermoso (Asocampo), la Corporación para el Desa-
rrollo del Yarí (Corpoadyarí), la Corporación para el Desarrollo Veredal
Minas Blancas-Picachos (Corpomip), más vinculadas a la promoción del
desarrollo local; la sociación de juntas en pro del desarrollo de la región,
ASOREGIONAL, las asociación de pequeños productores de la Cristalina
del Lozada, ASOPEPROC (Barrera & Vásquez, 2016; Carrillo,2016).

En La Macarena también se presenta este tipo de organizaciones, que


han logrado gestionar respuestas a varias de sus necesidades más apre-
miantes, pero no han logrado desarrollar todo su potencial, debido a las
estigmatizaciones que dificultan a algunos hacerse miembros de las juntas
y a la falta de correspondencia de la oferta estatal con las demandas de los
pobladores porque promueve la creación de organizaciones sociales de
otro tipo, en un contexto económico muy inestable y enormes costos de
desplazamiento que a veces hace inviable la conexión entre las veredas y
de éstas con el casco urbano (Rincón & Carvajal, 2016).

Estos condicionamientos hacen que los niveles de institucionalización y ca-


pacidad de incidencia de las juntas de La Macarena presenten importantes
42 Controversia 206

diferencias. En el 2002, existían en este municipio 156 veredas legalmente


constituidas y 227 Juntas de Acción Comunal distribuidas de la siguiente
forma: 8 JAC pertenecientes al casco urbano; 131 a los corregimientos,
inspecciones de policía y veredas; 57 eran JAC en proceso de actualiza-
ción y 31 JAC nuevas. Pero su fortaleza organizativa no es homogénea
pues las juntas de las veredas más periféricas, como las de los Llanos del
Yarí y el interfluvio Lozada– Guayabero parecen más efectivas que las
del casco urbano y la zona oriental, que reciben más beneficios de las
agencias estatales encargadas del plan de consolidación y de los políticos
locales (Rincón & Carvajal, 2016).

Pero es de notar que el número de juntas y de afiliados ha venido dismi-


nuyendo en los últimos años en La Macarena, en parte porque muchas de
las juntas del Yarí, que mantienen su fortaleza, están inscritas en San Vi-
cente del Caguán, debido a los fuertes lazos socioculturales y políticos de
sus pobladores con el Caquetá en el contexto de la falta de claridad de los
límites con el municipio de La Macarena. Y, además de estos factores, el
actual debilitamiento de las organizaciones comunitarias de La Macarena
se puede explicar por la inestabilidad de la economía local, la estigmatiza-
ción de algunas juntas por supuestos nexos con la guerrilla, la dispersión
de la población rural, agravada por los altos costos del transporte con
otras veredas y el casco municipal. Pero, al lado de estas condiciones in-
ternas, los programas promovidos por el Estado han tendido a fragmentar
las lógicas colectivas al privilegiar el apoyo a los individuos aislados y a
las organizaciones de tipo productivo.

Estas políticas han llevado al surgimiento de una dinámica organizativa


más gremial que política, asociada a la oferta del Estado en materia de
protección ambiental y el componente social del Plan de Consolidación:
las nuevas organizaciones no hacen la gestión territorial tradicional de
las juntas sino que buscan adaptarse a los requisitos estatales para el
acceso a recursos públicos, lo que coloca a sus líderes bajo la vigilancia
de las Farc, que consideran a estas iniciativas como parte de la estrate-
gia contrainsurgente del Estado (Rincón & Carvajal, 2016).
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 43

Ejemplo de esas nuevas organizaciones es la agremiación de producto-


res agropecuarios de La Macarena, AGAPAN, con 26 asociaciones de 70
veredas y 532 socios–, creada en 2007 para percibir y gestionar recursos
de los programas sociales del Estado, financiados por Acción Social de
la presidencia, la secretaría departamental de agricultura y la alcaldía
municipal. A diferencia de las cuotas de los miembros de las Juntas, los
socios solo deben cancelar un valor casi simbólico para el mantenimiento
y gestión de la asociación. Otra de esas organizaciones es la asociación
de productores de lámina de caucho, ASOPROLACA, constituida en 2002,
para aprovechar las plantaciones apoyadas con recursos del Plante en
los años noventa, que habían quedado abandonadas, ahora recuperadas
gracias al apoyo de Agroparques, el Sena, el plan de consolidación y la
Misión País Rural. En 2003, se constituyó ASOAGROPAZ, para dinamizar
la transición a actividades lícitas como la ganadería en zonas que habían
sido objeto de la erradicación forzosa de los narcocultivos. Y en la par-
te norte del municipio, se formó la Asociación campesina ambiental de
los parques Tinigua y La Macarena, a partir de ASCAL-G, surgida desde
1998, que agrupaba habitantes de las veredas Villanueva baja, Brisas del
Guayabero, El Tapir, Alto y Bajo Raudal, en los márgenes del río Guaya-
bero, pero que debió transformarse por las dificultades surgidas por el fin
del despeje, ampliando su cobertura a los individuos de la zona y no solo
a los pobladores de sus veredas, pero sin lograr el dinamismo del que
gozó anteriormente (Rincón & Carvajal, 2016; Rincón, 2014).

A diferencia de lo ocurrido en El Caguán y La Macarena, las prácticas


organizativas en Tumaco son muy anteriores a los procesos violentos del
mundo andino de la segunda mitad del siglo XX, pero, paradójicamente,
su institucionalización reciente y el impacto del conflicto armado han
disminuido su dinamismo tradicional al generar tanto divisiones internas
como enfrentamientos con otras concepciones del territorio y de la orga-
nización (Aponte &Benavides, 2016).

En ese sentido, la institucionalización de las formas organizativas tradi-


cionales como los Consejos Comunitarios ha representado una creciente
44 Controversia 206

burocratización de sus miembros y la monopolización de algunos de los


liderazgos. Esto ha generado tensiones internas al interior del proceso
de las comunidades negras, como la creación de Recompas (la Red de
Consejos Comunitarios del Pacífico Sur) que aglomera a los que no se
sentían representados en el capítulo regional, el Palenque Nariño. A
esto se añade la victimización contra los líderes comunitarios y las pre-
tensiones de las Farc de incidir en su política interna, que han generado
nuevas divisiones y afectado sus procesos de democracia interna. Esto
ha llevado a que algunos miembros de las comunidades negras, contra-
riando la ley de propiedad colectiva, han vendido o arrendado tierras a
los colonos cocaleros.

Además, la desarticulación de los procesos de las comunidades negras


y las divisiones de sus líderes han limitado la participación de estas for-
mas organizativas, que han sido penetradas por las prácticas clientelis-
tas tradicionales y las aventuras electorales de algunos de sus dirigentes
por fuera de la dinámica de la organización (Rosero, 2012).

Sin embargo, la larga experiencia de movilización y protesta social se evi-


dencia en la información disponible en la base de movilización social del
CINEP, en Tumaco se han presentado 111 eventos desde 1975, con un au-
mento impresionante hacia el año 2014. La mayoría de estas movilizacio-
nes ha sido protagonizada, en su orden, por pobladores urbanos (36%),
asalariados (24%) y campesinos (15%) cuyos reclamos han girado en
torno a motivos como el incumplimiento de los acuerdos con las au-
toridades, la exigencia de derechos (particularmente al de la vida y la
integridad física) y las protestas en contra de ciertas políticas guberna-
mentales (Aponte &Benavides, 2016).

Esta capacidad de acción colectiva organizada responde al proceso de


comunidades negras cuyo capítulo en la región, el Palenque Nariño, se
potenció gracias a la coyuntura nacional de reivindicación de esta po-
blación y el apoyo de intelectuales, jóvenes urbanos, líderes de distintas
organizaciones campesinas y el vigor del movimiento cívico hacia finales
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 45

de 1980. Esta presión “desde abajo” contribuyó a que el Gobierno nacio-


nal promulgara la Ley 70 de 1993 y, posteriormente, el decreto 1745 de
1995 en los que formalmente se reconoció el derecho colectivo sobre el
territorio y reglamentó la figura de los Consejos Comunitarios como la
instancia básica para su garantía7. Esta institucionalización se expresó en
el surgimiento de muchos consejos comunitarios que cubrían casi todas
las veredas de la periferia rural (Hoffman, 2007; Oslender, 2008; Restre-
po, 1998).

Entre 1975 y 2014, se presentaron innumerables eventos de protesta


social, que fueron cambiando de motivaciones como reflejo del cambio
de la situación del municipio. Así, en 1977 fueron tomadas por sus em-
pleados las oficinas de Mademar, empresa maderera que era la principal
fuente de empleo del puerto, por sus trabajadores cuando los dueños
se escaparon de Tumaco, sin cancelar sus deudas y dejando sin empleo
a 800 trabajadores directos y 3000 indirectos; el paro cívico de 1988,
liderado por el comité cívico, para protestar por la falta de agua y luz
durante un mes (Aponte &Benavides, 2016).

Sin embargo, desde los noventa empezaron a descender las demandas


por servicios públicos aunque en 1995, se presentó el bloqueo de la ca-
rretera Pasto y Tumaco durante 11 días, cuando campesinos, indígenas y
afrocolombianos de 12 municipios de la costa y del piedemonte se movi-
lizaron para reclamar que se terminara de construir la carretera a Pasto,

7
Mientras que el procedimiento consiste en la realización de una primera
asamblea en el territorio, con apoyo del IGAC y otras instituciones así como de
organizaciones de comunidades negras, como primer gesto para poner en marcha
el proceso de adjudicación y estudio, donde se presenta la solicitud formal al
Instituto Colombiano de la Reforma Agraria – INCORA (ahora Incoder), que
contenga: una descripción física del territorio que se pretende titular, antecedentes
etno-históricos, descripción demográfica del territorio y finalmente las prácticas
tradicionales de producción (Articulo 5 ley 70 capitulo 3 1993) tomado de Castillo,
(2007; 308). Proceso que diferentes impulsores gestaron y que repercutieron en
un auge del movimiento negro en Tumaco como en otras regiones del Pacífico
colombiano.
46 Controversia 206

salud, educación (y colegios interculturales), interconexión eléctrica


Tumaco-Pasto y medioambiente, Para algunos autores, como Hoffmann
(2008) este paro y el de 1988, tenían como trasfondo una reivindica-
ción fundamental de los pobladores: ser reconocidos como parte de la
sociedad nacional.

En contraste con esta reivindicación identitaria, a partir de 2003 las


movilizaciones giran en torno a los derechos humanos para denunciar
las violaciones de las Farc contra el DIH, cuyos atentados contra la
infraestructura eléctrica y el transporte intermunicipal golpeaba movi-
lizan para reclamar el derecho a la vida. Y a partir del 2011, predomi-
nan las marchas por la paz y contra la oleada de violencia en Tumaco,
asociadas a la protesta contra los macroproyectos de palma aceitera y
camaroneras (Aponte &Benavides, 2016).

La necesidad de políticas diferenciadas según los


casos regionales
Este recorrido comparado por las dinámicas del poblamiento y la inser-
ción des actores armados en Tumaco, El Caguán y La Macarena obliga
a pensar en la necesidad de diferentes estilos de intervención estatal
de acuerdo a los diferentes modos de presencia y actividad de las Farc.
Estas diferencias han llevado a Teófilo Vásquez, en su tesis de maestría
en Geografía, a rechazar los estereotipos dominantes que tienden a aso-
ciar al Caguán y La Macarena con el dominio guerrillero, tal vez por
haber sido escogido como parte de la zona desmilitarizada durante los
diálogos de El Caguán (Vásquez, 2015).

En contraste con la dualidad territorial de San Vicente del Caguán y


Cartagena del Chairá, donde se contraponen los poblamientos y la or-
ganización social del piedemonte y del bajo y medio Caguán, la región
de la Macarena representa el caso de un territorio configurado en torno
a la presencia social y militar de las Farc, pero donde la comunidad em-
pieza a escindirse con la expansión de la influencia de las autoridades
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 47

estatales en el casco urbano de la población y de las veredas cercanas.


Esas veredas se consideran ya “consolidadas” gracias a las organizacio-
nes creadas por el impacto de una mayor presencia de las instituciones
del Estado central, que se concretaba por medio de los planes de con-
solidación pero también por las políticas de protección ambiental, que
traen consigo una nueva dinámica social en las organizaciones comu-
nitarias, incluidas algunas cercanas a las Farc. Esa dinámica de organi-
zación comunitaria se refleja en la importancia de las Juntas de Acción
Comunal, como muestran los estudios de John Jairo Rincón y Camila
Carvajal (2016).

Esta relación de las organizaciones comunitarias con las Farc es muy di-
ferente de lo que ocurre en Tumaco, donde la lógica nacional de expan-
sión guerrillera no tiene nada ver con la configuración social, política
y económica de la subregión sino que se enfrenta con las tres jurisdic-
ciones claves en el terreno sub-local: consejos comunitarios, resguardos
indígenas y corregimientos especiales que reúnen y organizan distintas
veredas (Aponte &Benavides, 2016).

La necesidad de un acercamiento diferenciado a las


regiones y localidades
Esta comparación de los procesos de poblamiento permite ilustrar el con-
traste, señalado en varios trabajos por Teófilo Vásquez (2015,2016), entre
territorios configurados por el conflicto, territorios en disputa y territorios
vinculados militarmente al conflicto por su situación estratégica. Y explica
también las diferencias en las situaciones de las localidades frente al nar-
cocultivo y la inserción en el circuito económico de la coca.

Estas diferencias hacen necesario un acercamiento diferenciado a la hete-


rogeneidad interna de los municipios y un enfoque desideologizado, que
supere la mentalidad contrainsurgente que supere las estigmatizaciones
de las comunidades según sus adhesiones políticas, supuesta o reales,
para considerar las diferencias espaciales internas de las localidades, que
48 Controversia 206

reflejan procesos diferentes de poblamiento, configuración social y de-


sarrollo económico. Y rreconstruir la confianza entre las comunidades,
de éstas respecto al Estado y de los funcionarios estales y ellas, para
aprovechar el acumulado de experiencias de resistencia y acción crea-
tiva de los civiles en contextos violentos. Muchas de ellas se expresan
en las Juntas de Acción Comunal como las instancias organizativas idó-
neas desde las cuales se deben iniciar los eslabonamientos básicos de
la construcción de paz y Estado de “abajo hacia arriba”, para fortalecer
la institucionalidad local y sublocal, representada en corregimientos y
veredas, como la unidad territorial básica desde la cual iniciar este tipo
de ejercicios (González, Guzmán y Barrera, 2015).

Los análisis de los casos estudiados muestran la necesidad de recono-


cer y tener en cuenta la existencia de órdenes regulatorios no estatales,
construidos por las comunidades, en algunos casos con algún grado de
participación de los grupos guerrilleros o paramilitares, que varía bas-
tante según el tipo y momento de la interrelación de esos grupos con
las comunidades. Así, nuestra experiencia investigativa ha evidenciado
que la ausencia o precariedad de las instituciones estatales no significa
ausencia de orden ni de regulación social. Pero no significa, necesaria-
mente, que estas autoridades comunales sean instrumentos del control
de los grupos armados ya que poseen grados muy diferentes de auto-
nomía frente a los actores armados, según la situación particular de su
área, el grado de cohesión social previamente existente y la fortaleza
conseguida por sus instituciones informales (Arjona, 2008, 2014).

Por eso, cualquier esfuerzo de reconstrucción de la institucionalidad


estatal en el nivel local debe partir del reconocimiento de los sistemas
locales de autoridad, para potenciarlos o articularlos con las autorida-
des y poderes locales o irlos introduciendo gradualmente en un marco
democrático y civilista en el caso de los órdenes construidos o depen-
dientes de los actores armados.

Así, según la interrelación concreta de las comunidades locales con los


actores armados, habría que civilizar las interacciones de los actores
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 49

armados con la población civil transformando, en las zonas militar-


mente controladas por ellos, su relación autoritaria en una relación
democrática de respeto a las diferencias. Sin embargo, esta necesidad
de democratización interna debería aplicarse también a las estructu-
ras comunales y clientelistas, que pueden encubrir también actitudes
autoritarias.

En casos de mayor autonomía de las comunidades frente a los actores


armados, bastaría con integrar, articular, regular y armonizar esos órde-
nes locales no estatales con las administraciones y poderes existentes en
las localidades, los funcionarios de las agencias del Estado central y las
organizaciones sociales que existan en esos ámbitos. Lo que supondría la
superación de las mutuas estigmatizaciones de unos y otros, que expresan
las polarizaciones existentes, la mentalidad contrainsurgente de las fuerzas
estatales de seguridad, la lectura ideologizante de las diferencias entre las
comunidades, que reflejan procesos diversos de poblamiento y configura-
ción social que deben ser tenidos en cuenta.

Por eso, la dimensión territorial de la paz responde a la necesidad de ajus-


tar gradualmente la implementación de los puntos acordados en La
Habana a las condiciones locales concretas de las comunidades. Por
eso, el país debería irse preparando para aceptar la necesidad de tran-
siciones diferenciadas de paz según las condiciones territoriales de
los sistemas de autoridad y regulación reconocidos en las diferentes
zonas(González, Guzmán y Barrera, 2015; González, Castañeda y Ba-
rrera, 2016). Como ha señalado Albert Hirschmann (Hirschmann, 1963
y 1964, 1971 y 1973), una secuencia continuada de ajustes graduales de
corte reformista puede producir un efecto acumulativo de transforma-
ciones más profundas que las de un cambio revolucionario.
50 Controversia 206

¿Gobernabilidades híbridas o institucionalización


de la gobernanza para la construcción del Estado
colombiano?
En ese sentido, algunas de las investigaciones recientes del CINEP han
insinuado la posibilidad de aplicar a Colombia la propuesta de Edward
Gibson (2006) sobre la interdependencia entre el Estado central y algu-
nos autoritarismos subnacionales en algunas naciones del continente,
al quejarse de la poca atención que los analistas suelen prestar a la
existencia de enclaves autoritarios en países relativamente democráti-
cos, por privilegiar la consideración de las naciones y sus instituciones
como todos homogéneos. En sentido similar, Carlos Gervasoni (2011)
propone la idea de “configuraciones locales híbridas”, para distinguir
matices y grados de democracia en las provincias argentinas, pero sin
caracterizar a estas unidades subnacionales como del todo autoritarias.

Esta hibridez de los regímenes democráticos concretos puede encon-


trarse también en los países africanos analizados por Katherine Boone
(Boone, 2003:1-10), que muestra la manera como líderes reformistas e
incluso revolucionarios terminaron negociando con las elites regionales
tradicionales después de la descolonización. En el fondo, todos estos
acercamientos coinciden con una idea sobre la que insiste repetidamen-
te Michael Mann: que la centralización estatal no suprime sino que ar-
ticula de manera diferente los poderes regionales y locales previamente
existentes, cuyas luchas y facciones terminan moldeando la forma del
Estado central (Mann, 1997: 37).

Otros comentaristas de esta hibridez del Estado colombiano han sugeri-


do utilizar más bien el término de “gobernanza”, que se distinguiría de
la gobernabilidad entendida como la capacidad del gobierno para res-
ponder eficazmente a los problemas sociales; en cambio, la gobernanza
se referiría a la interacción entre gobernantes y gobernados y al equili-
brio entre el Estado y la sociedad civil realmente existente (González F
y Launay, C., 2010).
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 51

Sin embargo, la propuesta de gobernabilidades híbridas supondría com-


binar la institucionalidad estatal con formas regulatorias, que pueden
ser autoritarias, clientelistas o comunitaria, que tienen algún grado de
legitimidad o aceptación por parte de las poblaciones. Esto implicaría
reconocer la posibilidad de que actores no estatales, incluso armados,
y políticos de corte clientelista contribuyan de alguna manera al for-
talecimiento de la institucionalidad estatal, tal como se combinan go-
biernos locales autoritarios con estados centrales más democráticos y
tecnocráticos, en los casos estudiados por Gibson, Gervasoni y Boone.
En cierto sentido, integraría formas protoestatales, contraestatales y pa-
raestatales en la lógica abstracta e impersonal del Estado.

Pero, por otra parte, la experiencia de regulaciones de tipo comunitario,


más cercanas a la interacción con las comunidades del estilo de la go-
bernanza, permitiría introducir mejoras a la gobernabilidad del orden
local al permitir a la lógica estatal funcionar en el nivel submunicipal
de las veredas. Al tiempo, la institucionalización de estas prácticas de
regulación comunitaria permitiría proyectar la lógica de gobernanza en
los gobiernos locales para ir superando la tradicional mentalidad anti-
política de algunos actores sociales de esos niveles. En ese sentido, la
hibridez entre autoritarismo, comunitarismo y clientelismo superaría
la contradicción entre gobernabilidad y gobernanza, para hacer que el
Estado local responda efectivamente a las peticiones del nivel sublocal
y supere el estilo tecnocrático de la burocracia del nivel central, muy
lejano de la comprensión de las particularidades locales y sublocales.

En ese sentido, esta hibridez entre regulaciones estatales y no estatales


es recogida de alguna manera por nuestro concepto de presencia dife-
renciada del Estado, que responde a la manera gradual como se van
articulando los poderes locales y regionales con la lógica del Estado
central. El carácter gradual y secuencial de este proceso implica un cier-
to reconocimiento de diferentes fuentes de autoridad, que poseen cierto
grado de legitimidad porque responden a la necesidad de regulación
social que tienen las comunidades en territorios donde las instituciones
52 Controversia 206

estatales no operan, o lo hacen débilmente. Pero trae consigo la nece-


sidad de crear una estrategia secuencial de integración gradual de esos
órdenes locales a la institucionalidad estatal, que debe apoyarse en esos
órdenes en vez de estigmatizarlos como aliados o colaboradores de la
guerrilla o como organizaciones contraestatales de estilo anarquista.

Esto supone la superación de la contradicción entre el imperio de la


ley impersonal y las formas más personalizadas de los poderes loca-
les, sean ilegales o no, para reconocer como “embriones de Estado” o
formas protoestatales a los poderes gamonalicios o a los “señores de
la guerra”, basados en una fiscalidad primitiva. Estas formas fiscales
primitivas de los actores armados, basados en la extorsión a cambio de
protección y regulación, lo mismo que las representadas por las con-
tribuciones de las poblaciones a las Juntas comunales, deben ir siendo
reconocidas, asimiladas y reemplazadas por la instituciones estatales,
que, deben, como retribución, asumir las funciones que cumplían esos
órdenes. Estos embriones de Estado o formas protoestatales pueden
ayudar a compensar el exceso de despersonalización y despolitización
de la aplicación impersonal y burocratizada de la ley, como hacen los
sistemas clientelistas. Pero también hace necesario introducir límites al
excesivo particularismo de esos manejos personalizados por medio de
la aplicación de la norma abstracta y los mecanismos burocráticos.

Hacia la recuperación gradual de la Política en el


nivel local
La recuperación de la vida política local no se puede realizar de la noche
a la mañana sino que supone etapas diferentes: en primer lugar, hay que
empezar por un análisis diferenciado de las organizaciones de la sociedad
civil realmente existente, que permita detectar sus limitaciones y posibili-
dades para el fortalecimiento de la institucionalidad local. Entre ellas, hay
que tener en cuenta la fortaleza de las instituciones informales existentes
antes de la inserción de los actores armados porque de ellas depende el
grado de autonomía y la capacidad de maniobra de las organizaciones
comunales.
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 53

Por otra parte, es necesario focalizar de manera diferenciada la pre-


sencia de las Farc en relación con las comunidades, su momento de
inserción y su cambiante relacionamiento con las instituciones in-
formales que se van creando en los territorios. Para ello, conviene
distinguir los territorios que son escenario de sus acciones violentas,
donde se presentan enfrentamientos por el control de la zona o actos
extorsivos de sus comunidades, con los sitios de presencia histórica y
sus áreas de refugio.

Finalmente, hay que realizar un diagnóstico de la institucionalidad es-


tatal realmente existente en los territorios, tanto de las autoridades y
poderes locales como de los agentes del Estado central que operan en
ellos, para detectar su grado de cobertura del conjunto del territorio y
sus relaciones con los órdenes regulatorios no estatales.

A partir de este triple diagnóstico, se podría elaborar una tipología


muy diferenciada de los municipios, diferenciando tanto la cabecera
municipal de las veredas como las veredas más integradas a la admi-
nistración local de las más periféricas y menos integradas.

Y, de acuerdo a esta tipología, ir elaborando estrategias adecuadas a


las diferentes situaciones: donde las organizaciones sociales de las
veredas y corregimientos son bastante autónomas frente a los actores
armados pero muy lejanas frente a la administración local ubicada
en la cabecera, habría que crear mecanismos que mejoren la repre-
sentación política de las zonas marginales. En cambio, donde hay
polarizaciones entre cabecera y veredas, o entre veredas integradas y
periféricas, por las estigmatizaciones mutuas de unos y otros, había
que crear mecanismos de integración, como laboratorios de encuen-
tro, que permitan buscar formas de cooperación intermunicipal y de
una cultura de tolerancia que lleve a la aceptación simbólica tanto de
los mandos medios y combatientes de las Farc como de los pobladores
de las veredas que les son, real o supuestamente afines.
54 Controversia 206

Más complicada sería la estrategia de reconciliación en zonas contro-


ladas o influidas por los actores armados, porque aquí la democratización
pasaría por superar las actitudes autoritarias de los jefes de los grupos ar-
mados, que tendrían tanto que aprender a respetar a los diferentes como a
construir, conjuntamente con ellos, soluciones colectivas a los problemas
comunes. Esto obligaría a diseñar e implementar procesos pedagógicos
que promuevan una cultura de paz y tolerancia, que facilite el respeto por
los actores minoritarios y el paso de la certidumbre que dan las armas a la
incertidumbre, que es esencial al juego político concreto.

Pero, incluso en estas áreas, habría que distinguir entre las zonas donde la
guerrilla ha ejercido tradicionalmente formas aceptadas de regulación so-
cial y las áreas de reciente inserción, donde su control ha sido de tipo más
coercitivo. En las zonas históricas, la seguridad aportada por la guerrilla
y la participación de la comunidad pueden reforzarse mutuamente pero
habría que pensar en la transición hacia el fortalecimiento de la institu-
cionalidad estatal. En cambio, en las regiones de reciente inserción habría
que garantizar primero la seguridad y la convivencia para generar luego
los mecanismos de participación. Y, por supuesto, habría que considerar
el problema de cómo suplir la regulación que la guerrilla ha desempeña-
do, tanto como justicia de primera instancia como justicia de apelación o
de aplicación coercitiva de las determinaciones de la justicia comunitaria.
Estas situaciones apuntarían a un problema más profundo: la necesidad
de articular los diferentes órdenes regulatorios para que el reconocimien-
to de ellos no conduzca a una mayor dispersión de la autoridad en estas
regiones, cuya constitución ya tiende al traslapamiento y descoordina-
ción de las jurisdicciones que en ellos coexisten: comunidades indígenas
y afrocolombianas, resguardos y municipios, juntas de acción comunal
de campesinos mestizos con variadas relaciones con las autoridades lo-
cales y actores armados.

Todo ello supone la creación de condiciones locales para un proceso efec-


tivo de desarme, desmovilización y reincorporación (DDR), que permita
afrontar los eventuales conflictos que se van a derivar del tránsito de las
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 55

Farc de las armas a la Política. Sin embargo, no se parte de cero sino que
hay experiencias pasadas que pueden ser aprovechables como el Plan de
desarrollo Caguán-Sunciyas, que fue elaborado conjuntamente por los
jefes guerrilleros y los líderes sociales durante el despeje del Caguán en
los años ochenta. O los acuerdos logrados entre los campesinos cocale-
ros y el Estado, resultado de las marchas cocaleras de 1996 en Caquetá,
Putumayo y Guaviare.

Obviamente, estas estrategias de paz territorial tienen necesariamente un


carácter transicional pues suponen unos objetivos de más largo plazo,
como la revaluación del papel de la economía campesina, un plan inte-
gral de desarrollo rural, la ampliación de la representación política de las
comunidades campesinas para una democracia rural más inclusiva y el
fortalecimiento de la institucionalidad del nivel subnacional. La revalua-
ción de la economía campesina dentro del modelo mixto de desarrollo
rural, donde coexistiría con la agricultura y ganadería de tipo latifundis-
ta, tradicional o moderno, implicaría tanto el cierre no conflictivo de la
frontera agraria como la superación de las tensiones sociales de las zonas
de colonización periférica donde se insertaron exitosamente los grupos
guerrilleros y los cultivos de uso ilícito.

Esto podría llevar a una reforma tributaria de tipo estructural, basada en


un catastro moderno y una formalización de la propiedad de la tierra,
lo mismo que a un replanteamiento del ordenamiento territorial actual-
mente vigente, que toque las relaciones entre nación, región, subregión,
localidad y sublocalidad. Y que replantee la manera como se ha llevado
a cabo la descentralización consagrada en la Constitución de 1991.

Bibliografía
Aponte, A, F, (2012). Territorio y conflicto en el Oriente colombiano. (González
F, ed.). Bogotá: Odecofi, Cinep/PPP, Colciencias.

___________. (2014). Armar la hacienda: territorio, poder y conflicto en Córdo-


ba, 1958-2012. En Conflicto y Territorio en la Costa Caribe. Bogotá: Odecofi,
Cinep/PPP, Colciencias.
56 Controversia 206

___________. (2015). Ganaderos, barones regionales y paramilitares. Hacienda,


poder y violencia en las sabanas del antiguo Estado de Bolívar 1980-2014.
Tesis para obtener el grado de maestro en Sociología. París: Escuela de Altos
Estudios en Ciencias Sociales (EHESS).

Aponte, A. y Benavides, J. (2016). Entre ríos y coca: organizaciones sociales,


territorio y política en Tumaco. Mimeo

Arjona, A.M, 2008, Grupos Armados, comunidades y órdenes locales: Interac-


ciones complejas. En González,F. Hacia la reconstrucción del país. Desarro-
llo, territorio y política en regiones afectadas por el conflicto armado. Bogotá:
Odecofi, Cinep/PPP, Colciencias.

Arjona, A.M, 2008, One National war, multiple local orders: an inquiry into unit
of analysis of war and post-war interventions. FICIC Publications, (2).

Arjona, A.M, (2014, febrero) War time institutions: a research agenda. HiCN
Working Paper 169. pp.2-5.

Barrera, V. (2014). Las vicisitudes de la integración. Trayectorias de desarrollo


y conflicto armado en el Cesar. En Territorio y conflicto en la Costa Caribe.
Bogotá: Odecofi, Cinep/PPP.

Bauer, M. et al. (2016, junio) Can war foster cooperation? En Nber working paper
series. Working paper 22312. National Bureau of Economic Research. Dispo-
nible en: http://www.nber.org/papers/w22312

Boone, K, (2003), Political topographies of the African State. Territorial authority


and institutional change, Cambridge University Press, Cambridge,

Castillo, Luís (2007). Etnicidad y nación. Cali: Universidad del Valle.

Carrillo, (2016). “¡Juntos pero no revueltos!” (O de cómo se ha concertado la


regulación social en medio de la guerra) El caso de la región del Pato, San
Vicente del Caguán, Colombia”. Tesis para optar al grado de maestra en cien-
cias sociales en el área de estudios rurales. México: Colegio de Michoacán.

Cinep/PPP. (2016) Gobernabilidades híbridas y potencialidades de las organiza-


ciones sociales de base en tres municipios colombianos. Principales hallaz-
gos de un estudio comparado. Bogotá: Cinep/PPP.

García, C.I. y Aramburo, C.I. (2011). Geografías de la guerra, el poder y la


resistencia. Bogotá: Odecofi, Iner y Colciencias.
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 57

García, M.C. (2006). “Barrancabermeja: ciudad en permanente disputa”. En


Archila, M. y Bolívar I. Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena
Medio 1990-2001. Bogotá: Cinep y Colciencias.

García, P. (2011). “La paz perdida. Territorios colectivos, palma africana y con-
flicto armado en el Pacífico colombiano”. Tesis para obtener el título de
Doctora en investigación en Ciencias Sociales con especialización en Cien-
cia Política. Flacso, Mimeo.

Gervasoni, C. (2011, julio). “Democracia, autoritarismo e hibridez en las pro-


vincias argentinas: la medición y causa de los regímenes subnacionales”.
En Journal of democracy, #1. pp.75-91.

Gibson; E. (2006). “Autoritarismos subnacionales: estrategias de control políti-


co en regímenes democráticos”. En Desafíos, #14. pp.204-237.

González, F. (2014). Poder y violencia en Colombia. Bogotá: Cinep/PPP,


Odecofi.

González, F., Bolívar, I. y Vásquez, T. (2003). Violencia política en Colombia:


De la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep/PPP.

González, F, Launa y Gama, C. (2010) Gobernanza y conflicto en Colombia.


Interacción entre gobernantes y gobernados en un contexto violento. Bo-
gotá: Cinep/PPP, IRG.

González, F., Guzmán, T. y Barrera, V. (2015). Estrategias para la construcción


de paz territorial en Colombia. Elementos para la discusión. Documento
Ocasional (79). Bogotá: Cinep/PPP.

González, F.; Castañeda, D.; Barrera Víctor (2016). Potencialidades para la paz
de las organizaciones sociales y comunitarias en tres municipios afectados
por el conflicto armado. Documento

Ocasional #81. Bogotá: Cinep/PPP.

González, J.I et al. (2014) Circuitos, centralidades y estándar de vida. Un ensa-


yo de geografía económica. Bogotá: Cinep/PPP, Odecofi.

Gutiérrez, O. (2010, diciembre). Entre la negociación y la guerra: El conflicto


armado en el Oriente y el Nororiente de Colombia (1988-1991). En Contro-
versia, (195). Bogotá: Cinep/PPP.
58 Controversia 206

Gutiérrez, O. J. (2012). La Configuración Espacial Una Visión Histórica y Socio-


lógica. En González F. (Ed.). Conflicto y Territorio en el Oriente Colombiano.
Bogotá: Cinep/PPP, Colciencias.

Jaramillo, S. (2014). La Paz Territorial. Alto Comisionado para la Paz. Recupe-


rado de: http://www.interaktive-demokratie.org/files/downloads/La-Paz-
Territorial.pdf

La Silla Vacía (2013). “Tumaco o la paradoja de las Farc: muestran fortaleza


pero generan más rechazo”. Disponible en: http://lasillavacia.com/historia/
tumaco-o-la-paradoja-de-las-Farc-muestran-fortaleza-pero-generan-mas-re-
chazo-45910

Mann, M. 1997, Las fuentes del poder social. El desarrollo de las clases y los
Estados nacionales, 1760- 1914. Barcelona: Alianza Editorial.

Hirschmann, A. (1963). Journeys toward Progress: Studies of Economic policy-


making in Latin America, Twentieth Century Fund, New York. En Ruta hacia
el progreso. Madrid: Aguilar.

Hirschmann, A. (1973). Desarrollo y América Latina. Obstinación por la espe-


ranza. México: FCE.

Hoffmann, O. (2007). Comunidades negras en el pacífico colombiano. Innova-


ciones y dinámicas étnicas. Quito: Ediciones Abya-Yala.

Kalyvas. S., (2006). Logic of violence in Civil War. New York: Cambridge Uni-
versity.

Oquist, P. (1978). Violencia, política y conflicto en Colombia. Bogotá: Instituto


de Estudios Colombianos, Biblioteca del Banco Popular.

Oslender, U. (2008). Comunidades negras y espacio en el Pacífico Colombiano.


Hacia un giro geográfico en el estudio de los movimientos sociales. Bogotá:
Universidad del Cauca, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Insti-
tuto Colombiano de Antropología e Historia.

Parkinson, S. E. (2013). “Organizing rebellion: Rethinking high-risk mobilization


and social networks in war”. En American Political Science Review, 107(03),
418-432.

Pécaut, D. (2001). Orden y Violencia: Evolución Socio-política de Colombia entre


1930 y 1953. Bogotá: Editorial Norma.
¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colombia?
Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transición 59

_______. (2001). Presente, pasado y futuro de la violencia. En Guerra contra la


Sociedad. Bogotá: Editorial Planeta.

Porras, Eduardo (2014). Conflictos, violencias y resistencia en los Montes de


María. Un análisis de temporalidad extendida. En Conflicto y territorio en
el Caribe Colombiano. Bogotá: Cinep/PPP, Odecofi.

Preciado, J. (2014). La trasformación del poder político en Tumaco. En Sismo


comunicaciones. Pasto.

Rincón J.J. (2014) Colonos, Campesinos e institucionalidad local. Poblamiento


y estructuración socio espacial del municipio de La Macarena, Meta. 1950
– 2012. Manuscrito inédito, CINEP, Bogotá. .

Rincón J.J. y Carvajal, C. (2016). Hallazgos preliminares. Primer documento de


trabajo inédito. Bogotá: Cinep/PPP.

Rodríguez, J. D. (2015). Génesis, actores y dinámicas de la violencia política en


el Pacífico nariñense. Bogotá: Cinep/PPP, Odecofi.

Roldán, M. (1989). Guerrillas, contrachusma y caudillos durante la violencia


en Antioquia: 1949-1953. En Revista de Estudios Sociales FAES, #4.

Roldán, M. (2002). A sangre y fuego: la violencia en Antioquia, Colombia 1946-


1953. Bogotá: ICANH, Fondo de promoción de la Ciencia y Tecnología.

Rosero, E. (2012). Continuidades y discontinuidades del clientelismo y del fa-


milismo en la forma de hacer política en Tumaco. En Sociedad y Economía,
(22), pp. 231-260.

Sinchi (2007). Construyendo agenda para el departamento de Caquetá́: Una


construcción colectiva para el desarrollo sostenible de la Amazonía colom-
biana. Bogotá: Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi).

Uribe, M.T. (2001). Las soberanías en disputa: ¿conflicto de identidades o de


derechos? En Nación, ciudadano y soberano. Medellín: Corporación Re-
gión.

Vásquez, T. (2006). Dinámicas, tendencias e interacciones de los actores ar-


mados en el Magdalena Medio, 1990–2001. En Archila, M. et al. Conflicto,
poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990–2001 Bogotá: Cinep/
PPP.
60 Controversia 206

__________. (2015). Territorios, conflicto armado y política en el Caquetá:


1900-2010. Bogotá: Ediciones Uniandes.

__________. (2016). Esbozo para una explicación espacial y territorial del con-
flicto armado colombiano, 1990-2014. Mimeo.

Vásquez, T., Vargas, A. y Restrepo, J. (2011). Una vieja guerra en un nuevo


contexto: Conflicto y territorio en el sur de Colombia. Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana.

VV.AA. (2014) Hacia la reconstrucción del país. El problema agrario, el con-


flicto armado y el desarrollo político. Inédito: Informe de Investigación del
Cinep/PPP, DPS-UE.

Vicepresidencia (2009). Dinámica reciente de la violencia en la Costa Pacífica


nariñense y caucana y su incidencia sobre las comunidades afrocolom-
bianas. Observatorio de Derechos Humanos y DIH Programa Presidencial
de Derechos Humanos y DIH. Disponible en: http://www.acnur.org/t3/
uploads/pics/2774.pdf?view=1

Wood, E. (2008). The social process of Civil War: The wartime transformation
of social networks. En Annual Review of political science.
62 Controversia 206

Y
2.
“Ya no vamos a poder
dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales
de cara al actual proceso
de paz en Colombia. Una
mirada a la región de
El Pato
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 65
Una mirada a la región de El Pato

“Ya no vamos a poder dejar las puertas


abiertas”: experiencias territoriales de
cara al actual proceso
de paz en Colombia.
Una mirada a la región de El Pato
Y bien pronto, lo que era solo un pueblo de guerrilleros liberales,
se convirtió en un centro de colonización marxista.
(Camilo López. El Tiempo, 18 de mayo de 1964*)

Por Lorena Carrillo González**

Introducción

E
l Pato es una de las zonas de colonización más importantes para
la historia del movimiento social y campesino de Colombia, una
región montañosa del municipio de San Vicente del Caguán, en
el sur del país, en la que convergen la Amazonía occidental, la región
andina y varios hitos que definieron tanto el desarrollo histórico como
la versión contemporánea de la guerra civil. Fue una de las señaladas
“repúblicas independientes” en 1961, bombardeada por la Fuerza Pú-
blica, casi un año después de que lo hubiera sido la región de Marque-
talia, en 1965. Allí se realizaron fuertes operativos militares a lo largo

* Artículo recibido en enero de 2016.


Artículo aprobado en abril de 2016.
** Socióloga de La Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Derechos
Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Universidad Externado de
Colombia.
66 Controversia 206

de la década de los ochenta; también se dio el llamado “Despeje” y la


respectiva retoma hecha al municipio de San Vicente del Caguán, una
vez rotos los diálogos entre el Gobierno de Andrés Pastrana y las Fuer-
zas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, Farc-EP,
en el año 2002. Hoy, la región de El Pato es una de las primeras Zonas
de Reserva Campesina1 constituidas en el país; esto ha hecho que en
ocasiones los estigmas que recaen sobre los colonos y campesinos de
este territorio lleguen al punto de tildarlos de terroristas2.

Desde aquellos bombardeos, la región ha sufrido, quizá como pocas,


todos y cada uno de los cincuenta y dos años de la confrontación arma-
da, que empezara con el ataque a Marquetalia, y sus habitantes, quizá
como pocos, han sufrido un tiempo igual de estigmas y señalamientos.
Por más de medio siglo la guerra ha sido la cotidianidad en esta región,
y las convivencias entre miembros de la insurgencia y comunidades
campesinas han sido inevitables. Presento aquí una mirada etnográfica3
de la vida cotidiana en esta región y de las complejas relaciones que

1
Las zonas de reserva campesina (ZRC) son creadas a partir de una figura jurídica
de organización territorial, reconocidas legalmente mediante la Ley 160 de 1994,
que fue fruto de constantes luchas y movilizaciones ocurridas durante varios
años para que se les reconociera a las campesinas y los campesinos el acceso
a la propiedad de zonas baldías colonizadas desde mediados del siglo XX. La
creación de las ZRC tiene como antecedentes las luchas campesinas frente a la
alta concentración de la propiedad de la tierra en Colombia, el uso de la tierra
destinado prioritariamente a la ganadería y las grandes zonas de colonización, la
mayoría de ellas aún se encuentran sin formalización de la propiedad. Las ZRC se
proponen “Fomentar y estabilizar la economía campesina, superar las causas de
los conflictos sociales que las afecten y, en general, crear las condiciones para el
logro de la paz y la justicia social en las áreas respectivas” (Decreto 1777 de 1996,
artículo 1°).
2
Véase, por ejemplo, las declaraciones del expresidente Álvaro Uribe Vélez al
respecto. “Uribe dice que zonas de reserva campesina son emporios del terrorismo”
(Saldarriaga, 2013).
3
Construida en mis siete años de experiencia profesional, académica y de vida
cotidiana en la región del Caguán, así como en los seis meses de trabajo de campo
realizados específicamente en El Pato en el marco de mi investigación de maestría.
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 67
Una mirada a la región de El Pato

se tejen entre miembros de una de las estructuras más beligerantes de


las Farc, la columna Teófilo Forero Castro, y los habitantes de la re-
gión, con el ánimo de superar las miradas dicotómicas y, en ocasiones
utilitaristas, que se han generalizado en Colombia sobre las relaciones
entre insurgencia y comunidades campesinas. Lo anterior para mostrar
que, además de una coerción dada por el uso de la violencia política,
también se han presentado ejercicios de concertación, no exentos de
tensiones, en los que campesinos y campesinas participan activamente
en la construcción y regulación de un orden social. Para analizar las
condiciones de ese orden, me enfoco en la construcción de las normas
de convivencia comunitaria en la región de El Pato.

La existencia de un temor generalizado en esta zona del país por lo


que pasará una vez se firmen los Acuerdos de La Habana me permitió
orientar la mirada hacia la forma como la construcción y la aplicación
de una normatividad comunitaria expresan aspectos del ordenamiento,
la cotidianidad y las relaciones que existen entre insurgencia y campe-
sinos. El artículo está dividido en tres partes: en la primera, hago un
breve esbozo de las rupturas y continuidades presentes en los análisis
sobre la guerra en Colombia; en la segunda, presento a la región de El
Pato, tomando como puntos de referencia los acontecimientos que han
marcado el territorio desde los discursos de la prensa y los testimonios
de quienes los experimentaron; por último, mediante unas viñetas et-
nográficas, muestro la forma en la que se han construido unas normas
de convivencia comunitarias en la región, pues me permiten ilustrar las
relaciones sostenidas entre los habitantes y los miembros de la insur-
gencia. Las conclusiones se enfocan en la importancia de reconocer las
experiencias territoriales construidas en medio de la guerra como uno
de los puntos de partida que garantizarían la futura implementación
local de los Acuerdos de La Habana y en la necesidad de detenerse en
ellas, pues a partir de la firma de dichos acuerdos estas relaciones y
experiencias también tendrán que transitar y transformarse.
68 Controversia 206

Las continuidades y rupturas entre los imaginarios


de la guerra y sus experiencias
Así hemos vivido, nos da miedo lo que se venga.
No sabemos vivir sin el conflicto… ha sido nuestro seguro.
Doña Lucy, habitante de la región de El Pato

En más de medio siglo de guerra civil en Colombia, esta no ha se ha


desarrollado de forma homogénea a lo largo y ancho del país ni se ha
llevado a cabo en territorios vacíos (Vásquez, 2015). Pese a llevar ya
cincuenta y dos años, la guerra y la violencia del conflicto han sido
apenas un titular de prensa o una nota en un noticiero para muchos
colombianos. Algo, en todo caso, ajeno. Algo que ha afectado de forma
directa solo a una parte de la población ubicada lejos de los grandes
centros urbanos del país. En este sentido, el director del Centro Nacio-
nal de Memoria Histórica (Sanchez, 2013), en el prólogo del informe
¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad, señala que:

La violencia de la desaparición forzada, la violencia sobre el líder sindi-


cal perseguido, la violencia del desplazamiento forzado, la del campesino
amenazado y despojado de su tierra, la de la violencia sexual y tantas
otras suelen quedar marginadas de la esfera pública, se viven en medio de
profundas y dolorosas soledades. En suma, la cotidianización de la violen-
cia, por un lado, y la ruralidad y el anonimato en el plano nacional de la
inmensa mayoría de víctimas, por el otro, han dado lugar a una actitud si
no de pasividad, sí de indiferencia, alimentada, además, por una cómoda
percepción de estabilidad política y económica (p.14).

A su vez, Michael Reed resume en su columna Conocer la guerra para


querer la paz las continuidades y rupturas sobre la forma en la que las
y los colombianos nos hemos relacionado con la guerra:

Para la mayoría de los pobladores urbanos que se oponen al proceso de paz,


la guerra es un dato abstracto y alejado de su realidad. Para esas personas,
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 69
Una mirada a la región de El Pato

la guerra es un tema de película o un eje de retórica política; no es mie-


do, pérdida ni muerte. Para ellos, la guerra es enemistad racionalizada,
odio enquistado y aborrecimiento refinado. Gran parte del país urbano,
especialmente el privilegiado, no sabe lo que es vivir bajo el dominio de
la guerra. Claro que la guerra está presente como referente popular, pero
la Colombia urbana privilegiada está aislada de la coerción y el pavor de
la beligerancia. Como idea, todos interiorizamos que vivimos en guerra;
pero como experiencia, la guerra les toca particularmente a unos —a los
marginados, a los del campo—. El problema de la divergencia entre idea
y experiencia es que, para esa población urbana, la guerra es normal: ahí
ha estado hace décadas y en lo urbano todo sigue igual. Por lo tanto, para
ellos, no hay mayores incentivos para acabarla (2015).

Las comunidades campesinas y rurales del país son entonces las que
han vivido con mayor rigor la guerra como experiencia, cuya enorme
complejidad y crudeza se expresa en el alto número de víctimas4, los
múltiples actores que intervienen, la aparente ausencia de acciones ar-
madas en ciertos puntos frente a la desproporción de las mismas en
otros y en los cambios en las estrategias militares a lo largo de los
años, entre otros aspectos. Sin embargo, estas no son sus únicas conse-
cuencias. Medio siglo de confrontación armada ha propiciado también
transformaciones sociales en las que ciertas dinámicas y prácticas se
han ido legitimando e institucionalizando en varios territorios, también
ha permeado y moldeado distintas esferas de la vida rural y ha posi-
bilitado una naturalización y manipulación de la violencia política por

4
El informe del Centro Nacional de Memoria Histórica Basta Ya indica que en
Colombia la guerra ha ocasionado la muerte de por lo menos 220 mil personas.
Según cifras del Instituto Colombiano de Medicina Legal y de Ciencias Forenses,
entre 1990 y 2013 se reportan más de 78 mil personas desaparecidas. Las cifras de
la Unidad de Atención Integral a Victimas no son más alentadoras, ya registran
8.040.748 víctimas del conflicto armado con corte al mes de abril de 2016, lo
equivalente al 16 % de la población total. De ese gran número de víctimas, datos de
la misma unidad señalan que el 85 % corresponden a víctimas de desplazamiento
forzado, la mayor parte de ellas provenientes de los diversos territorios rurales.
70 Controversia 206

parte de campesinas y campesinos (Espinosa, 2010; González, 2015).


Así, en varias zonas de Colombia la guerra no se ha insertado en la vida
de sus habitantes, sino que ha sido parte de ella, y vivir en medio de
esta ha sido la única vida que generaciones enteras han conocido. Por
ello, comprenderla nos obliga a ir más allá de los análisis militares, de
las afectaciones a las víctimas, de la búsqueda de responsables y de las
sanciones penales; nos obliga a ir más allá de una concepción totaliza-
dora de la guerra en términos de eliminación y destrucción, para plan-
tear la posibilidad de que en medio de ella también han coexistido otro
tipo de experiencias constructivas que involucran relaciones complejas
entre combatientes y no combatientes.

En febrero de 2016, diversos medios de comunicación en Colombia5 ta-


charon de “escandaloso” que miembros de la delegación de paz de la
guerrilla se hubiesen reunido con habitantes de una zona del norte del
país, llamada Conejo, a socializar los avances de los diálogos en Cuba:
era inconcebible que miembros de las Farc estuvieran “entre la población
civil”. Esta situación me permite plantear la necesidad de problematizar
la forma en la que parte del país urbano ha concebido las relaciones
guerrilla-población y lo que en el día a día acontece entre ellos, concep-
ciones que tienen eco en algunas corrientes académicas que abordan
los procesos de control y orden local en territorios en disputa (también
llamados bélicos) como parte de una estrategia político-militar premedi-
tada de la insurgencia a la que me referiré más adelante6.

La población campesina en medio de la guerra suele ser analizada, se-


gún Kalyvas (2010), desde varios sesgos. Uno en particular es la lectura
urbana de la realidad rural, que desconoce no solo particularidades,

5
Véase, por ejemplo: “Escándalo por presencia de jefes de las Farc en La Guajira”
(Revista Semana, 2016); “El conejo de las Farc” (El Espectador, 2016).
6
Resaltan dentro de esta corriente los trabajos del historiador Mario Aguilera sobre
la justicia guerrillera y la conformación de contrapoderes (2014); así como los de
María Teresa Uribe sobre soberanías superpuestas (1999); los de Ariel Ávila sobre
seguridad y posconflicto (2015), entre otros.
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 71
Una mirada a la región de El Pato

sino también implicaciones de la relación dinámica entre zonas rurales


y el desarrollo de la guerra civil. Ahora bien, desde un enfoque jurídico,
las poblaciones rurales son vistas a menudo como víctimas de múltiples
violencias (Sanchez, 2013), como población civil que debe ser sujeta
de protección de acuerdo con estándares normativos internacionales
(Comité Internacional de la Cruz Roja, 1949) o como colaboradores de
una de las partes, engañados, coaccionados o en ocasiones por volun-
tad propia (Kalyvas, 2010). Son pocos los abordajes que se hacen desde
una mirada cotidiana7 que permita analizar cómo transcurre la vida
campesina en medio de la guerra y que ayuden a comprender que los
campesinos y las campesinas no han permanecido estáticos ni se han
paralizado ante la guerra y sus actores. Igualmente, un análisis de la
cotidianidad en territorios donde la guerrilla ejerce presencia implica
tomar en cuenta que esta ha mantenido una serie de relaciones con sus
habitantes durante décadas. En este orden de ideas, para comprender
la forma en que la naturaleza de ciertos órdenes locales involucra com-
plejas relaciones entre la insurgencia y las comunidades rurales se debe
observar la forma en que dichos procesos han derivado en la articula-
ción de mecanismos de seguridad, protección ambiental y resolución
de conflictos.


7
Certeau se refiere a maneras de hacer, a las prácticas; a resaltar esa historia muda
(2000). Para este caso, esas maneras de hacer y esas prácticas se traducen en una
manera de vivir en el día a día en medio de la guerra. Por su parte, Ágnes Heller
(1987) señala que la vida cotidiana debe analizarse en términos de una relativa
continuidad en la que se crean las posibilidades de la reproducción social, para
este caso se trata de una reproducción social marcada por la guerra.
72 Controversia 206

El Pato: entre estigmas y realidades


En varios casos el villano que despierta el dormido espíritu cooperativo
de un grupo no es algún individuo corrompido, sino ese
antiquísimo agresor: el Estado.
Albert O. Hirschman. El avance en colectividad.

La región de El Pato está ubicada en el municipio de San Vicente del Ca-


guán, al sur de Colombia, entre el piedemonte amazónico y las estriba-
ciones de la cordillera Oriental. Está compuesta por veintiséis veredas
que en la actualidad reúnen a cerca de seis mil personas, en algo más
de cien mil hectáreas. El Pato huele a frijol, café, lulo, fresa, tomate de
árbol; es una región ubicada en medio de imponentes montañas y un
valle que resguarda las mejores tierras del departamento del Caquetá;
se pinta de diversos verdes, reflejo de la variedad de sus climas y culti-
vos, y del predominio de la economía campesina.

870000,000000 890000,000000 910000,000000 930000,000000 950000,000000

Villavieja
Aipe Baraya Colombia
830000,000000

830000,000000

Tello

Neiva
810000,000000

810000,000000

Palermo
PARQUE NACIONAL NATURAL Uribe CONVENCIONES
Sustraccion

RESERVA FORESTAL PROTECTORA Veredas_ZRC

Rivera NACIONAL
SUPERFICIE_DE_AREA
790000,000000

790000,000000

MUNICIPIOS

Campo Alegre TÍITULO


MAPA DETERMINANTES
AMBIENTALES
Y SUSTRACCIÓN

Algeciras San Vicente del Caguan


770000,000000

770000,000000

ASOCIACIÓN MUNICIPAL DE COLONOS DEL PATO


AMCOP
Reserva Forestal de la Amazonía ZONA DE RESERVA CAMPESINA
DEL VALLE DE BALSILLAS Y EL RIO PATO

CAQUETA - SAN VICENTE DEL CAGUAN

02.7050. 400 10.80016.20021.600


Meters
750000,000000

750000,000000

La Macarena
Puerto Rico ESCALA NÚMERICA

1:500.000

El Doncello
El Paujil
870000,000000 890000,000000 910000,000000 930000,000000 950000,000000

Fuente: Equipo técnico Asociación Municipal de Colonos de El Pato,


Plan de Desarrollo sostenible
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 73
Una mirada a la región de El Pato

El Pato es también un ícono en la historia de la actual guerra en Colom-


bia, pues fue parte del proceso de constitución de las Farc. En mayo de
2016, se cumplieron cincuenta y dos años del hito fundacional de esta
guerrilla: los bombardeos ocurridos en mayo de 1964 en la región de
Marquetalia, al sur del departamento del Tolima.

El ataque a una comunidad campesina de sobrevivientes de la guerra


civil de mediados de siglo XX, conocida en Colombia como “La Vio-
lencia”, obligó a quienes hasta ese entonces se habían organizado en
comités de autodefensa campesina con orientaciones del Partido Co-
munista a conformarse en guerrilla (González, 1992). Después de Mar-
quetalia vino el bombardeo a las regiones de El Pato, Guayabero y Rio-
chiquito entre 1965 y 1966. Tales bombardeos indiscriminados a estas
regiones —tildadas como “Repúblicas Independientes” por Álvaro Gó-
mez Hurtado, entonces senador del Partido Conservador, en un debate
en el Senado de la República en 1961 (Palacios, 2012)— se ejecutaron
como parte de la implementación de planes militares diseñados desde
Estados Unidos para contrarrestar en América Latina la influencia de la
Revolución cubana8 y propiciaron que, en 1966 oficialmente, las Farc

8
Al respecto, señala Eduardo Pizarro Leóngomez (2004) que: “Uno de los debates
más agudos en la historiografía colombiana ha girado en torno a la denominación
exacta de este plan militar. ¿Se llamó Plan Laso o Lazo? Aun cuando el debate
gira en apariencia en torno a una letra (s o z), las implicaciones son obviamente
más profundas. Para las Fuerzas Armadas, el proyecto fue elaborado por la propia
institución castrense y se denominó Plan Lazo, dado que se trataba de ‘enlazar’, de
llevar a cabo un cerco militar para desactivar las regiones de influencia comunista.
Esta postura ha sido defendida con pasión por el general Álvaro Valencia Tovar,
uno de los protagonistas de la toma de Marquetalia. Para sus críticos, en especial
de izquierda, el proyecto se llamó, por el contrario, Plan Laso (en razón de su
denominación en inglés, Latin American Security Operation) debido a que el
ataque a Marquetalia se habría inscrito en un proyecto contrarrevolucionario
global para toda América Latina agenciado desde Washington […] hubo en efecto
un plan Laso para América Latina diseñado en Washington en el marco de la
política de contrainsurgencia posrevolución cubana que impulsó el gobierno
de John F. Kennedy con la Alianza para el Progreso. Este proyecto global se
‘españolizó’ bajo el nombre de Lazo en la también llamada Operación Soberanía
74 Controversia 206

fueran constituidas. Al Pato llegaron en la década del cincuenta familias


desplazadas de la llamada Violencia con un carácter especial: eran las
familias sobrevivientes de la guerra de Villarica, ocurrida en esa región
del departamento de Tolima entre 1954 y 1955. Estas familias llegaron
en columnas de marcha (González, 1992) al mando de José A. Casta-
ñeda, conocido como el “Mayor Richard”, uno de los llamados guerri-
lleros comunes separados del liberalismo y vinculados a una estructura
armada con orientaciones del partido comunista, tras las amnistías de
mitad del siglo XX. La llegada de “los de Villarica” significó una gran
alegría para la primera generación de colonos de El Pato, quienes re-
cuerdan que:

La llegada de las comisiones de Villarica fue un gran alivio para nosotros,


porque ya ellos llegaron con unas ideas muy diferentes y para nosotros que
estábamos escondidos y refugiados en la montaña, que no podíamos hacer
de comer de día para que no nos ubicaran y nos bombardearan, fue una
gran noticia que llegaran los tolimenses, entonces todo el mundo se alegró
de saber que venía una organización mucho más avanzada, con mejores
ideas, que venían haciéndose respetar… en esas llegó Richard9.

Los hechos de 1965 son conocidos por la gente de El Pato como La mar-
cha de la muerte, pues tras los bombardeos y la incursión del ejército, un
número indeterminado de personas murieron en la selva mientras huían
y dejaban la región prácticamente desolada. En las memorias de varios
de los colonos están presentes quienes murieron “por comer pepas de
monte”, ahogados en el río o por falta de alimentos. Don Armando, un
campesino nacido en El Pato, hijo de la primera colonización que se dio
en la región, vivió los hechos de 1965 cuando era aún muy joven. Al res-
pecto recuerda:

contra Marquetalia y el resto de los enclaves comunistas. En otras palabras, Laso


con ‘s’ fue el diseño estratégico elaborado por los expertos del Departamento de
Defensa en Washington y Lazo con ‘z’ fue la adaptación táctica en el terreno de
batalla realizada por el Estado Mayor del Ejército Nacional”.
9
Entrevista con don Armando. Región de El Pato (2016)..
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 75
Una mirada a la región de El Pato

Ese tiempo fue el más terrible: 60, 64, 65, que fue cuando la primera repre-
sión. Siempre pintando esta zona como una republiqueta, como una repú-
blica independiente llena de bandoleros, en ese tiempo le llamaban, con
una represión muy fuerte, muy macabra […] llegaban los chulavitas a una
casa, si había animales todo lo mataban, si había una casa la quemaban,
plataneras, cafeteras, todo lo destrozaban […] Yo esa época sí no quisiera
recordarla, nosotros salimos todos por la arremetida de la violencia […]
La marcha de la muerte fue lo más horripilante en esta zona, algunos se
envenenaron por comer fruta, otros muriéndose de hambre salieron a otra
parte y los cogió el Ejército los humilló hizo lo que quiso con ellos10.

Por aquellos años de exaltación de la Guerra Fría y de un nuevo orden


mundial, los bombardeos a El Pato fueron acompañados por la circula-
ción de narraciones en los principales diarios de circulación nacional ten-
dientes a justificar tal operación militar y a reproducir en un plano local
la lucha global entre comunismo y capitalismo. Así, el corresponsal en
Neiva del periódico El Tiempo retrató La marcha de la muerte como una
consecuencia del adoctrinamiento comunista en la región:

Solamente conociendo la férrea organización que los jefes comunistas im-


pusieron en El Pato puede explicarse aquella marcha de campesinos y la
enmontada de los otros. “Los jefes” los saturaron de odio y de miedo a la
autoridad legítima. En las escuelas marxistas que funcionaban en el centro
y bajo Pato se les enseñaba el catecismo comunista en sus expresiones de
violencia, y en las conferencias de asistencia obligada, que ideólogos como
Ezequiel Gallo dictaban, se les escogía las metas de la inmediata revolu-
ción colombiana. En los puestos de patrullaje se encuentra acumulada una
cantidad asombrosa de literatura comunista hallada en “la casa sindical”
situada en el centro Pato, en el “cuartel general” y en la casa que fue de
Richard […] en cada casita campesina se han encontrado […] verdaderas
colecciones de La Voz Proletaria era de obligación comprarla y leerla y oírla
leer (1965).

10
Entrevista con don Armando. Región de El Pato (2015).
76 Controversia 206

Lo acontecido en 1965 se ha convertido en un referente para explicar


lo que sucedió en 1980, ante el bombardeo al aeropuerto de la vereda
Las Perlas, ubicado en la zona del bajo Pato, y una nueva incursión de
la Fuerza Pública: la respuesta de los campesinos no fue huir hacia la
selva y esconderse, sino salir a protestar a la ciudad de Neiva, capital
del departamento del Huila, en lo que llamaron la Marcha por la vida
para contrarrestar a aquella Marcha de la muerte. Al respecto, don Ma-
nuel comenta:

Retomando la historia del 65, cuando los cogieron por sorpresa los des-
embarcos y la penetración de la Fuerza Pública, pues la gente no tuvo esa
precaución de la unidad, es decir, el temor de la guerra los hizo coger cada
quien… en el sitio que estaba por ahí agarró para esconderse; en esa época
fue mucha la gente que murió de hambre, envenenados con pepas, gente
que se venía a las sementeras a conseguir comida para llevarle a sus hijos
y su esposa donde la tenían guardada en el monte, y el Ejército los estaba
esperando y los mataban, como matar cualquier animal. Pues esa historia
hizo que tan pronto descubrieran eso [el nuevo ingreso de la Fuerza Públi-
ca en 1980] la gente se organizara11.

Doña Aleida, campesina colona que arribó a la región a finales de los


años setenta, narra su participación en la Marcha por la vida, en la
que cerca de dos mil colonos de la región caminaron por cerca de dos
semanas hasta completar por espesas selvas, imponentes montañas e
improvisadas trochas los 150 kilómetros que los separaban de la ciudad
de Neiva:

Fue terrible, para mí fue terrible […] cuando llegó la salida del ochenta yo
ya tenía hartas gallinas, me tocó dejarlas. El comentario de los soldados
era que iban a volver a entrar y que no iban a tener preferencia con nadie
porque aquí todos eran guerrilleros, que aquí no se distinguía entre la po-
blación civil y los guerrilleros, entonces que iban a disparar […] Eso fue un

11
Entrevista con don Manuel. Región de El Pato (2015).
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 77
Una mirada a la región de El Pato

28 de agosto cuando salimos […]. El patrón llevaba una costalada de ropa,


las niñas con una ollita, yo con mi hijo a la espalda que ya iba a cumplir
un añito, me tocó cargarlo así todo el camino hasta Neiva […] a nosotros
nos tocó duro, yo llevaba mis hijas: iban pequeñas, a una la llevaba en
brazos, la otra tenía diez años, la otra iba a cumplir ocho, la otra tenía cin-
co y la otra cuatro. Y el que llevaba en la espalda. Yo ya iba enferma, con
una diarrea que yo no me aguantaba, nos tocó coger camino como a las
nueve de la noche […] salimos los de El Pato que éramos los amenazados
supuestamente porque éramos todos guerrilleros12.

El ejército, sin embargo, sostuvo que dicha marcha fue organizada por
la guerrilla, y al igual que en 1965, la movilización campesina fue expli-
cada en términos de la presión hecha por la insurgencia:

El Gobierno denunció ayer que el éxodo de 1.200 colonos desde la región


de El Pato está dirigido por elementos extremistas, en un esfuerzo por
detener la intervención del Ejército “en una zona que desde hace 14 años
era exclusiva para ellos” […] El presidente Julio César Turbay Ayala reitero
desde San Andrés que la paz podrá retornar a esa región si las guerrillas se
acogen a la amnistía propuesta por el Gobierno (Mahecha, 1980).

El suceso es narrado de la siguiente manera por el que en la actuali-


dad es el máximo comandante de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri,
“Timochenko”, en una entrevista realizada por Alfredo Molano para el
periódico El Espectador:

—¿Cómo escogió un seudónimo tan raro?


—Uno no podía usar el seudónimo de otra persona. Ensayé varios nombres,
pero todos tenían dueño, hasta que me encontré con «Martín Villa», que aca-
baba de llegar de la Unión Soviética y me dijo: «Pues póngase Timobich Ti-
mochenko, su profesor de marxismo». Era un nombre que nadie podía tener.
Ya bautizado salí para El Pato, a un comando que había en el río Coreguaje.

12
Entrevista con doña Aleida. Región de El Pato (2015).
78 Controversia 206

—¿Su primer combate?


—No lo recuerdo bien. Pero el que se me quedó fue el asalto a una patrulla
del Ejército donde quedaron siete soldados heridos y trece rendidos. Fue una
pelea de tres horas en que combatieron muy duro. Curamos a los heridos —
yo era enfermero— y después con ropa de civil los dejamos libres. Llegaron
a La Uribe en calzoncillos diciendo que así los habíamos mandado. Falso.
Temían que les cobraran los fusiles. Eso dio lugar a un bombardeo de la zona
de El Pato, de donde salió una marcha de protesta que se tomó el estadio de
Neiva (Molano, 2015).

La Marcha por la vida tuvo repercusiones internacionales. En su in-


forme sobre la situación de derechos humanos en Colombia (1981), la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos —CIDH— registra así
el hecho:

Con fecha 12 de septiembre de 1980, la Comisión recibió la siguiente de-


nuncia: Han arribado a Neiva capital departamento Huila tres mil campe-
sinos de la región El Pato. El éxodo se inició día 27 agosto ante bombardeo
aéreo y otras operaciones militares. Órganos legislativos como Concejo
Neiva [sic] se han pronunciado unánimemente contra nuevos actos repre-
sión población civil [sic] exigiendo desmilitarización regiones agrarias y
plenas garantías para los campesinos.

La respuesta del Gobierno no se hace esperar y a la solicitud de la CIDH


replica el informe mediante una comunicación enviada en octubre de
1980, de la siguiente manera:

No es cierto que tres mil campesinos hubieran abandonado la región de El


Pato como producto de bombardeos aéreos u otro tipo de operaciones mili-
tares. Se ha presentado un éxodo de campesinos provocado por elementos
subversivos pertenecientes a las Farc, con el propósito de entorpecer la
acción de la fuerza pública que estaba desarrollando en áreas vecinas a raíz
de los graves hechos realizados por esa organización delictiva el 18 de agos-
to pasado, en los cuales dieron muerte a tres soldados del Ejército Nacional
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 79
Una mirada a la región de El Pato

[…] El señor Presidente de la República y varios de los señores Ministros


tuvieron la oportunidad de recibir una delegación de aproximadamente
ochenta campesinos que se decían procedentes de El Pato, con el propósito
de analizar la situación presentada. Durante esta reunión el Gobierno puso
de presente que los verdaderos responsables de la intranquilidad en esa
región eran los miembros de las Farc y procedió a la lectura de los nombres
de 103 campesinos a quienes, en forma criminal y violatoria de todos los
derechos humanos, dio muerte tal organización subversiva. Como hecho
curioso, cabe anotar que, a dicha reunión solo acudieron ocho campesinos
que realmente provenían de la región de El Pato; los 72 restantes fueron
reclutados de zonas vecinas a esta capital mediante engañosa maniobra
de algunos dirigentes del Partido Comunista (Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, 1981).

La marcha de la muerte y la marcha por la vida han sido acontecimien-


tos en los que el problema de la identificación al que se refiere Kalyvas13
ha sido llevado al límite en la región; tanto en 1965 como en 1980 des-
aparecen las singularidades, las motivaciones, las vivencias personales,
las identidades campesinas. Todos son implícitamente relacionados en
un inicio con el enemigo comunista, posteriormente con el otro, el gue-
rrillero, y en la actualidad con el terrorista, lo que los lleva a “merecer”
sanciones, investigaciones, juicios y castigos.

13
Dado el carácter irregular que la guerra en Colombia ha tomado, es importante
señalar aquí que una de las principales dificultades para los ejércitos de ambas
partes consiste en identificar al que es amigo o enemigo; señala al respecto Stathis
Kalyvas (2010) que: “Más que inexistentes, los límites que separan a dos (o más)
partes en una guerra irregular son difusos y fluidos […] la fragmentación del
espacio refleja el hecho de que la guerra irregular altera la soberanía de un modo
fundamental. En su núcleo se encuentra el colapso del monopolio de la violencia
por medio de un desafío armado de base territorial […] los combatientes irregulares
y los espías y los agentes de cualquiera de las dos partes se esconden entre la
población civil. Este rasgo de la guerra irregular, al que puede denominarse como
<el problema de la identificación> […] daña, ante todo, a los que detentan el
poder: son sus oponentes, los que, al ser más débiles, se esconden” (pp.133-135).
80 Controversia 206

Estos acontecimientos me permiten ilustrar que para los habitantes de


la región las operaciones e incursiones militares de alto nivel, conse-
cuencia de la identificación que se ha hecho de esta como un “baluarte
guerrillero”, han sido significativas para su proceso organizativo y de
cohesión social, pues no solo han tratado de organizarse, sino de ajus-
tarse en medio de la guerra14 y de los señalamientos que han hecho
históricamente de ellos como “guerrilleros”. Expondré a continuación
cómo vivir en una zona con presencia de la insurgencia no significa
necesariamente vivir bajo un control armado.

Algunos trozos de cotidianidad


En la vereda Agualimpia se presentó un problema en 201015: la asam-
blea de socios de la Junta de Acción Comunal había autorizado a un
jornalero a que sembrara comida en una finca abandonada, acordaron
que el jornalero pagara un arriendo y que ese dinero iría a un fondo
para las necesidades comunitarias. A los dos años, en una asamblea
ordinaria, don Elías, en tono autoritario, les dijo a las y los vecinos de
la vereda que la guerrilla lo había autorizado a él a reclamar el dinero
del arriendo recogido de esa finca porque él la había comprado. Las
personas se molestaron por la intervención y el tono. “A usted nadie le
va a entregar nada y dígale a la guerrilla que nos mande llamar, porque
si no se saben las normas de la región nosotros sí se las llevamos pa’
que se las aprendan”, respondió tajante la presidenta de la Junta. En
las narrativas de algunos pobladores también está presente el momento
en el que un comandante había ordenado que se le vendiera el frijol
cosechado en la región a un solo comprador:

14
La idea es tomada de Darío Fajardo Montaña, en su conferencia sobre desarrollo
agrario y zonas de reserva campesina en la asamblea de la Asociación Nacional de
Zonas de Reserva Campesina, en San Isidro, Valle, el 26 de febrero de 2016.
15
Este caso hace parte de la documentación que he venido realizando en la región
durante mis estancias de trabajo de campo en 2015 y 2016.
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 81
Una mirada a la región de El Pato

Al principio le vendíamos solo a él. Pero ya cuando tuvimos oportunidad


de ir a hablar, fuimos una comitiva como de veinte a pedirle al coman-
dante que quitara esa regla, que nos estaba perjudicando en los precios.
Y sí, se dio cuenta de la embarrada y la echó pa’tras. Pero eso es por la
organización y la unión. Si se va a reclamar, reclamamos todos, si se va
uno solo pierde, pero ya que vayan veinte, treinta… eso es otro cuento16.

En la región está prohibida la tala de árboles, sin embargo, se comenzó


a escuchar el rumor de que el comandante de la zona había autorizado
la tumba de una hectárea para la siembra de comida. La directiva de
la organización social que reúne a toda la gente de la región se mostró
contrariada por el rumor y decidió “enviar razón” para que la guerrilla
les atendiera y les explicara. Al cabo de unos días, después de pregun-
tarles qué había pasado, me contaron:

A veces el mando desconoce lo que pasa en la región. Por allá una gente
fue a decirle que los dejara tumbar para sembrar comida, pero eso es men-
tira. Aquí en una hectárea de ladera es difícil lo que usted puede sembrar,
eso era para dejar potrero, uno ya se conoce a su gente. Le explicamos eso
al comandante y además le recordamos que en las normas eso está prohibi-
do. Nos dio la razón y tuvo que mandar el mensaje a la gente aclarándoles
que las normas prohibían hacer esas tumbas17.

Estos trozos de cotidianidad invitan a relativizar algunas concepciones


que señalan que las Farc-EP “definen” de manera unilateral e impositi-
va el orden que funciona en regiones en las que cuentan con presencia
histórica (cf. Uribe, 1999), así como la forma en la que allí se resuelven
los problemas comunitarios, señalándolos como un ejercicio punitivo
de justicia guerrillera (cf. Aguilera, 2014). Sin desconocer que en varias
regiones del país han sido las Farc-EP las que definen la solución de

16
Entrevista a doña Amanda. Región de El Pato (2016).
17
Conversación con Andrés. Región de El Pato (2015).
82 Controversia 206

problemas, las sanciones y varios asuntos comunitarios, la experiencia


en El Pato ha sido otra. Allí sus habitantes no han sido espectadores
pasivos de lo que decidan o no miembros de este grupo guerrillero, al
contrario, han participado activamente en la construcción de un orden
local en medio de la guerra. De acuerdo con Vásquez (2015) el desa-
rrollo de la guerra ha configurado tres tipos de trayectorias regionales:
la de territorios estructurados por la guerra, la de territorios en disputa
y la de territorios integrados. María Victoria Uribe (1999) menciona a
su vez que existen territorios diferenciados en el país que han trazado
fronteras en su interior:

Estas fronteras, más simbólicas que reales, cumplieron una función fun-
damental: definir un adentro y un afuera, construyendo, de esta manera,
una territorialidad bélica en el interior de la cual operaron otros mandatos
y autoridades, nuevas normas y prohibiciones que fueron perfilando los
órdenes alternativos con pretensiones soberanas (p.27).

Aunque son muchos los análisis realizados respecto a las disputas te-
rritoriales y a las soberanías superpuestas, resulta curioso que pocos
de ellos se aborden incluyendo a las campesinas y los campesinos que
habitan en estos márgenes como copartícipes de esos ordenes alterna-
tivos. Los territorios bélicos, los territorios en disputa (para algunos
académicos), las repúblicas independientes (para algunos sectores del
estado y de la opinión pública) o los emporios del terrorismo (para
sectores radicales de tendencia de derecha) han sido identificados en
función de la guerra. De ellos se tiene la idea de que son sometidos a las
armas y a las decisiones que miembros de la guerrilla toman, y que son
ellos quienes “definen” el orden alternativo que allí funciona. Resalta
dentro de dichos análisis los que realiza Mario Aguilera (2001, 2014) en
los que se refiere al ejercicio de justicia que se hace en dichos territorios
desde las insurgencias como uno de justicia guerrillera.

Se trata de una justicia que pretende contraponerse deliberadamente a la


justicia ofrecida por el Estado, no tanto como hemos dicho, con una oferta
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 83
Una mirada a la región de El Pato

de normas nuevas, sino ofreciendo un servicio barato y eficiente; intención


que aprovecha las dificultades de acceso a la justicia en muchas zonas del
país en diversos momentos de nuestra historia reciente. Esa contraoferta de
justicia insurgente se aprecia con el examen de las formas de contrapoder,
especialmente con el análisis del contrapoder de resistencia […] y de los
contrapoderes nacionales y de frente de los grupos guerrilleros […] en esa
mirada se hace más notorio que se trata de una justicia de guerra, de un
instrumento de intimidación y de propaganda política; por eso la prepon-
derancia de la sanción penal o punitiva de la intervención de la justicia
guerrillera […] (pp.124-125).

Sin embargo, considero que este concepto de justicia guerrillera debe


ser relativizado. Pese a que Aguilera señale que “las prácticas judicia-
les de la guerrilla han variado a lo largo del conflicto armado, debido
a los rasgos diferentes de cada fase de la confrontación, a las distintas
formas de contrapoderes, a las cambiantes estrategias de guerra y a
las transformaciones de los grupos guerrilleros” (2014, p.124), deja de
lado, e incluso subordina, a las campesinas y los campesinos y le da
una prioridad y una centralidad a la guerrilla en la impartición de jus-
ticia, que si bien corresponde a determinados momentos y territorios,
no puede ser tomado como modelo. El caso de la región de El Pato es
un ejemplo de ello y va en sintonía con otros estudios realizados en
distintas zonas de influencia de las Farc-EP que también debaten el mo-
delo de justicia guerrillera de Aguilera (Espinosa, González, & Ramirez,
2012). De conformidad con lo anterior, la regulación de la vida cotidia-
na en El Pato no ha sido unilateral, impuesta ni estática.

El municipio de San Vicente del Caguán no ha sido un territorio con


potestad única de las Farc-EP, sino que de acuerdo con la clasificación
de Vásquez (2015) es un territorio en disputa:

Allí el proceso de construcción territorial y la configuración social, política


y económica es anterior a la inserción del conflicto armado, y por ende,
los grupos armados no logran tener una inserción efectiva en los conflictos
sociales, económicos y políticos previamente existentes (p.8).
84 Controversia 206

En este territorio la confrontación se materializa a través de distintas es-


trategias que incluyen, entre otros, inversiones económicas, dinámicas
militares y ejercicios de resistencia. Por ello, contrario al lugar común
que supondría que la presencia histórica de la insurgencia equivale
al control total del territorio, en El Pato lo que ha venido sucediendo,
de acuerdo con las narrativas de campesinos y campesinas, ha sido
más bien un ejercicio conjunto de regulación en el que se presentan
tensiones, contradicciones, negociaciones, concertaciones y en algunas
situaciones imposiciones; en él, habitantes de la región no han sido es-
pectadores sino coparticipes, desde accidentados procesos que intentan
construir autonomías respecto de la insurgencia y del estado.

“Aquí nos podemos corregir nosotros mismos”


A Macondo llegó Apolinar Moscote a dar órdenes con decretos porque
lo habían nombrado corregidor de ese pueblo. En esas José Arcadio
Buendía le dijo: “En este pueblo no mandamos con papeles. Y para que
lo sepa de una vez, no necesitamos ningún corregidor porque aquí no
hay nada que corregir”. Lo mismo pasa en El Pato, según Esnéider, hijo
de una pareja colona. La historia de la novela Cien años de soledad vino
a cuento cuando me explicó que allá son ellos mismos los que se pue-
den corregir, sin necesidad de corregidor, sea este en forma de guerrilla
o de policía. En El Pato, la cotidianidad se ha regulado durante poco
menos de quince años a partir de las normas de Convivencia Comuni-
taria, una suerte de código civil compuesto por treinta y ocho puntos en
los que se contemplan todos los posibles problemas que se puedan pre-
sentar y las formas para proceder en cada caso. Las normas tratan des-
de engaños por hechicerías, peleas, violencia contra la mujer, hasta los
casos de homicidio y violación. Cada vereda (aldea campesina) o case-
río (centro poblado) tiene una pequeña directiva denominada Junta de
Acción Comunal compuesta por habitantes del sector; cada junta debe
contar con un comité de convivencia y conciliación, o concilio, como se
le conoce popularmente. “Al concilio va lo mejor de la vereda”, dice la
gente cuando pregunto quiénes lo conforman. Son estos los encargados
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 85
Una mirada a la región de El Pato

de la resolución de los problemas bajo un enfoque conciliador. A los


comités de conciliación llegan todo tipo de solicitudes de intervención,
por ejemplo, el caso de David Cantillo18, quien escribe al comité:

Me dirijo a ustedes para solicitarles me colaboren con un pequeño proble-


ma que es lo siguiente: el día 11 de octubre del presente año siendo las 5:15
p. m. tenía mi moto parqueada en frente de las casetas del pasaje Los Colo-
nos cuando una vaca que traía el señor Tulio Castro la tumbó y le dañó el
tanque chupándolo, le despegó las aletas del tanque y le raspó la cola. Les
pido colaboración para que se me pague los daños ocasionados a la moto.

Cuando un problema no se puede resolver en el concilio de la junta


pasa a una segunda instancia: el concilio de la Asociación Municipal de
Colonos de El Pato (Amcop, que reúne a los habitantes de los veintisiete
poblados de la región). Si en esta segunda instancia tampoco se puede
resolver el problema, se deja a consideración de las personas involu-
cradas el paso a la tercera instancia, que bien puede ser una institución
oficial o miembros de la Comisión de Organización de la columna Teó-
filo Forero Castro de las Farc-EP, que hacen presencia en la región. Si
se decide acudir a la guerrilla, se debe llevar una carta en la que conste
que el problema ha pasado por las dos instancias anteriores y que no
ha podido ser resuelto. Si las personas se acercan a la guerrilla sin tener
ese documento, “los devuelven”. Inclusive, si las personas acuden a la
guerrilla cuando un problema ya ha sido resuelto por el concilio, y por
“culpa de los involucrados el comandante los manda llamar, los del pro-
blema tienen que pagarles los viáticos y los días de trabajo al concilio
por el irrespeto y el tiempo que les hacen perder”19.

18
Los casos aquí mencionados fueron documentados a partir de la revisión de
archivos de las Juntas y los Comités de Conciliación de la región de El Pato durante
el trabajo de campo realizado en marzo de 2016.
19
Conversación con doña Vilma. Región de El Pato (2016).
86 Controversia 206

Habitantes y guerrilleros coinciden en que se intenta respaldar lo que


ha decidido el concilio y la junta previamente, pues tienen autonomía
y “buen juicio”, y en palabras de un miembro de la comisión de orga-
nización de la guerrilla, en esa instancia también se busca conciliar;
sin embargo, a veces el conducto del concilio no funciona, según un
comandante,

por el temor, por no metersen [sic] en problemas, porque el vecino no le


coja rabia, porque la vecina no le coja rabia, entonces dicen “no, yo en
este chicharrón no me meto y botémoselo allá a la gente de arriba, para
que ellos sean los que resuelvan”. Nosotros siempre hemos creído de esta
parte, primero que pasen por las Juntas de Acción Comunal, por los comi-
tés conciliadores y por todos los mecanismos legales que existen, porque
para eso precisamente son las normas de convivencia. Pero vuelvo y repito,
ellos no hacen el ejercicio muchas de las veces porque tienen temor a algún
compañero en especial, porque no se dejan corregir, porque no aceptan las
normas, porque son reacios a cumplir [...] Nunca desde esta parte se ha
impuesto en la resolución de los problemas, se trata es de conciliar20.

Pese a que en algunas ocasiones no funciona el concilio, en la región


la participación directa de la guerrilla en la resolución de conflictos es
cada vez menor. Ha pasado de ser más que una última instancia de de-
finición a un “respaldo por si acaso”. Una conciliadora me comentaba
que en El Pato la gente “acata” lo que el concilio defina, porque “son
más suaves”. También hay un elemento relevante para comprender por
qué no es necesariamente la amenaza de las armas la que hace que la
gente cumpla: en la región existe un fondo social, lo maneja la asocia-
ción y en las cosechas cada quien aporta el 1% de su venta. El fondo
hace pequeños préstamos con muy bajos intereses para las campesinas
y los campesinos, usualmente para poder sembrar café y fríjol. Del
buen comportamiento comunitario y de estar a paz y salvo depende

20
Entrevista al comandante “Daneiro”, Comisión Organizativa Columna Teófilo
Forero Castro. Región de El Pato (2015).
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 87
Una mirada a la región de El Pato

que el préstamo se haga, y como los concilios y las juntas se encargan


de certificar o no a la persona que pida el préstamo, intentan no meter-
se en problemas o pagar la respectiva sanción. Es importante, entonces,
mantener un buen “prontuario comunitario”.

Aunque por ley en Colombia todas las juntas de Acción Comunal de


zonas rurales y urbanas deben contar con un comité de conciliación,
son pocas las regiones del país en donde estas efectivamente funcionan.
Si bien algunos autores apuntan a que el funcionamiento de las juntas
depende de qué tanto estén respaldadas por las guerrillas como estrate-
gia de “instrumentalización” de una “institucionalidad paralela” (Avila
& Castro León, 2015) o como parte de su ejercicio de construcción de
contrapoder (Aguilera, 2014), no solo mi trabajo de campo sino mi ex-
periencia laboral en la región del Caguán me lleva a tomar distancia
de estas concepciones según las cuales la guerrilla instrumentaliza a
las juntas y los concilios. Lo que he venido narrando aquí, así como el
testimonio del comandante, permite ver que detrás de la resolución de
conflictos coexisten razones estratégicas y cotidianas para explicar por
qué la insurgencia interviene en dicho proceso.

En El Pato, la participación activa y vinculante de las comunidades tan-


to en la construcción de las normas como en las decisiones que se to-
men y en su efectivo cumplimiento es clave para debatir una supuesta
instrumentalización por parte de la guerrilla y resaltar la construcción
conjunta de un orden local. Las normas de convivencia fueron creadas
en asambleas comunitarias y socializaciones, de común acuerdo con
miembros de las Farc-EP, en un proceso que duró varios meses entre el
2001 y el 2002. Las narrativas de campesinos y campesinas señalan que
este comenzó cuando miembros de la guerrilla enviaron una propuesta
de normas a la comunidad:

Aquí llegó una propuesta primero de unas normas de convivencia que


venían de allá… pero eso era un código militar. ¡Claro! Teníamos la posi-
bilidad de hacer propuestas y cada comunidad tenía que ajustar eso a las
88 Controversia 206

condiciones de las zonas. Se dieron varios debates y malos entendidos,


pero ahí las fuimos haciendo21.

Antes de socializar con todas las comunidades dichas normas, se esco-


gieron unos habitantes de la región para ir haciendo los aportes nece-
sarios; directivos de junta, profesores y “gente de buen espíritu” fueron
los encargados de hacer los primeros aportes, de recoger las sugeren-
cias surgidas en las asambleas comunitarias y de elaborar un documen-
to final que resultó demasiado grande, “un mamotreto”, que dificultaba
su aprendizaje y apropiación por parte de las comunidades. De modo
que las normas se empezaron a reducir, consolidándolas en los treinta
y ocho puntos que existen en la actualidad. Un docente que hizo parte
de ese proceso me contaba:

Al principio era prohibición, sanción; prohibición, sanción. Después el gru-


po dijo que eso no era solo prohibir y sancionar, sino también educar. Ahí
comenzamos a organizar las faltas leves y graves, lo que lleva un manual.
Y se definía con la gente en reuniones qué sanciones: “que vaya y trabaje
dos días, que limpie el cementerio”. Nos apoyábamos en la organización de
la JAC, en los comités de conciliación. Ellos eran los que tenían el manual
y cuando había el problema ese manual era la biblia22.

En la tipología de problemas de la región se contemplan los normales,


es decir, los asuntos comunitarios y los problemas de la guerra, en otras
palabras, los derivados de la confrontación armada (por ejemplo, la pro-
hibición del tránsito por determinados lugares a determinadas horas, o
el tratamiento de los casos de supuestos informantes del ejército). Los
problemas normales se resuelven vía el comité de conciliación, mien-
tras que los problemas de guerra son asunto exclusivo de la guerrilla. El
tratamiento de los problemas normales se rastrea en la región desde la
llegada de las columnas de marcha con el mayor Richard: a finales de

21
Conversación colectiva con don Manuel, Miguel y Juan. Región de El Pato (2016).
22
Conversación con el profesor Uriel. Florencia, Caquetá (2016).
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 89
Una mirada a la región de El Pato

los años cincuenta e inicios de los sesenta había un “Estado Mayor” y


dentro de él un encargado de resolver los conflictos (Centro Nacional de
Memoria Histórica, 2014); a inicios de los años ochenta eran los comités
de Radio del Partido Comunista Colombiano los encargados de dicha
labor, luego hacia finales de la década intervino directamente la guerri-
lla. A inicios de los años noventa era una triada: el inspector de policía,
la directiva de la junta de Acción Comunal y miembros de la comisión
de organización de las Farc-EP. A finales de la misma década es ya un
sistema que se basa en los comités de conciliación y que incluye a la
guerrilla como última instancia. Al preguntarles a habitantes de la zona
por qué acuden a las normas comunitarias para solucionar sus proble-
mas, me comentaban que el sistema comunitario era mucho más ágil,
menos demorado, menos burocrático e incluso gratuito:

Nosotros no acudimos a otras autoridades, no nos entregan nada que sea


satisfactorio para nosotros, no miramos la necesidad de acudir, porque
prácticamente no confiamos… porque es que nunca actúan de la mejor
manera, de la manera que tiene que ser correcta, se dejan comprar. Prácti-
camente estas son regiones donde nunca la autoridad ni fiscalía [vienen],
por acá no se ven sino cuando llegan a capturar a alguno porque supues-
tamente es guerrillero, como me pasó a mí, de resto no hacen presencia23.

Varias veces preguntaba por qué esas normas se cumplían, qué era lo
que hacía que se respetaran. Diferentes personas me decían que era
porque se habían construido entre todos y todos las conocían y se ha-
bían comprometido a respetarlas:

—Hay un acta. Si usted llega por primera vez se las leen [las normas] y si
no le gusta puede irse. Así de sencillo.
—¿Así haya comprado finca? [pregunté]
—Es que (si) usted es forastera, lo primero que tiene que preguntar es

23
Entrevista con don Carlos. Región de El Pato (2015).
90 Controversia 206

cuándo hay reunión de junta, ahí se para y dice “lo que pasa es que vengo
a comprarle la finca a fulano, yo quiero saber cómo es”.
—¿Y si uno no sabe que hay que hacer eso?
—No, es que por aquí usted no puede no saber24.

Ese “por aquí usted no puede no saber” implica que en dicha región
hay otras prácticas y otras regulaciones, propias de una región rural,
pero aún más de una región rural en guerra. Transacciones “simples”
como la compra de una finca, implican una serie de mecanismos que
se han ido regularizando con el paso de los años, que funcionan y que
los que son de allí “conocen”, mecanismos que dejan ver las precau-
ciones que se toman para “no dejar entrar a cualquiera” a la región y
que responden a los miedos y las desconfianzas que la dinámica de la
guerra ha implantado.

Algunas conclusiones
En la construcción de estas normas se expresan algunos aspectos de las
relaciones guerrilla/población, y considero que esas normas son parte
de un orden local construido en medio de la guerra, pues además de
las normas de convivencia, están las normas ambientales y los meca-
nismos de seguridad. Para un periodo de eventual transición a partir de
la firma de los Acuerdos de La Habana, ese orden tendrá también que
transitar y transformarse. Varias de las personas de la región de El Pato
están especialmente preocupadas porque ya no saben “quién” les podrá
garantizar su “seguridad”. En la región son escasos los robos, no existen
homicidios desde hace cuatro años y las lesiones personales tienen que
ver usualmente con peleas de borrachos. “Ya no vamos a poder dejar
las puertas abiertas”, se lamentan algunos habitantes al hacer referen-
cia a que si la guerrilla no está puede que los robos y la llegada de gente
“extraña” aumente; el temor de los habitantes tiene que ver entonces
con que la forma en la que han regulado su cotidianidad va a cambiar,

24
Entrevista con doña Amanda. Región de El Pato (2015).
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 91
Una mirada a la región de El Pato

y, paradójicamente, aquellos guerrilleros y guerrilleras que para el país


urbano son la mayor fuente de amenazas, para ellos son también refe-
rente de seguridad25.

Sostengo entonces que desconocer estas construcciones sociales y estas


relaciones, al igual que el lugar que ocupa la guerrilla en el orden local,
podría ser un riesgo para la efectiva implementación territorial de los
Acuerdos de La Habana26. Como la guerra no se ha limitado a la violen-
cia, los planes y programas que se diseñen para el posconflicto en esta
y otras regiones, así como los proyectos de cooperación internacional,
deben tener en cuenta que no “llegan” a territorios vacíos a llevar la

25
Es necesario aclarar aquí que con ello no desconozco que miembros de las Farc
sean responsables también de violaciones a los derechos humanos al interior de la
comunidad y que existan personas que piensen lo contrario, sin embargo, aunque
pueda haber disenso, el temor a lo que va a pasar ante una posible ausencia de
la insurgencia en la región es mayoritario. Ahora bien, la afirmación “la mayor
fuente de amenaza” está soportada en que la columna Teófilo Forero Castro de las
Farc, que, según la división interna de esa guerrilla en frentes de guerra, columnas
y bloques, tiene su área de operaciones a lo largo de la cordillera oriental, donde
se sitúa la región de El Pato, es considerada un cuerpo élite de la guerrilla, una de
las estructuras más fuertes en el campo militar y una de las más “sanguinarias”
(Verdad Abierta, 2016).
26
Respecto a las formas de la posible implementación de los acuerdos, a finales de
noviembre de 2015 la delegación de paz de la guerrilla emitió un comunicado público
sobre los Territorios Especiales para la Construcción de la Paz (Terrepaz), en los
que según estos: “La normalización territorial en relación con la transformación de
las Farc y su tránsito hacia organización abierta, se fundamentará en la definición
de zonas geográficas organizadas de manera excepcional y extraordinaria como
“Territorios especiales para la construcción de la paz (Terrepaz)”, que tendrán
un régimen especial y extraordinario, protegido constitucionalmente y en cuyo
desarrollo legal se contemplarán regulaciones específicas sobre la organización
política, económica, social, ambiental y de seguridad integral, participativa,
autogestionaria y comunitaria, así como las concernientes a las medidas y acciones
reparativas en desarrollo de la justicia restaurativa. La normalización territorial
hará parte integral del “Plan Nacional para el fin del conflicto, la reconciliación
nacional y la construcción de la paz estable y duradera (Planpaz)” (2015). La
propuesta causó todo tipo de reacciones y reavivó, una vez más, los señalamientos
sobre las repúblicas independientes.
92 Controversia 206

institucionalidad del estado; tampoco aterrizan en tierra de nadie, don-


de hay que construir desde cero. La experiencia de El Pato puede ser
útil para comprender la guerra más allá de la violencia y para visibilizar
que, pese a las hostilidades y las confrontaciones, en cincuenta años
también se ha aprendido a vivir y se ha construido. Para muchos habi-
tantes, si se omiten estos aspectos de su cotidianidad en el diseño de
“lo que se viene”, se puede correr el riesgo de repetir la experiencia del
2002, “cuando el ejército bombardeó puentes y carreteras construidos
por la guerrilla, supuestamente porque los había construido la guerri-
lla [sic], pese a que todos transitábamos por ahí y todos los hicimos.
Las carreteras nos servían a todos; lo mismo que las normas”. Uno de
los retos que se viene con la implementación territorial será reconocer
estas experiencias y ponerlas a dialogar con los contenidos de los acuer-
dos. Negar lo construido y el papel activo de las comunidades puede
entorpecer los procesos de organización social y comunitaria, en lugar
de fortalecerlos y potencializarlos. De esto también depende que en
Colombia se consolide una paz estable y duradera.

Referencias
Aguilera, Mario (2001). Justicia guerrillera y población civil. En Boaventura De
Souza Santos y Mauricio García Villegas (coords.), El caleidoscopio de las
justicias en Colombia. Análisis socio-jurídico. Tomo II. Bogotá: Colciencias;
Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH; Universidad de
Coimbra-CES; Universidad de Los Andes; Universidad Nacional de Colom-
bia; Siglo del Hombre Editores.

Aguilera, Mario (2014). Contrapoder y Justicia Guerrillera. Fragmentación políti-


ca y orden insurgente en Colombia (1992-2003). Bogotá: Instituto de Estudios
Políticos y Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de Colombia.

Andrés (26 de agosto de 2015). Uno ya se acostumbra a oír los tiros. (L. Carrillo
González, entrevistador).

Ávila, Ariel y Castro León, Juan Diego (2015). Los retos en convivencia, admi-
nistración de justicia y seguridad rural en el posconflicto. Friedrich Ebert
Stiftung. Cuaderno de análisis.
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 93
Una mirada a la región de El Pato

Centro Nacional de Memoria Histórica (2014). Guerrilla y Población Civil. Tra-


yectoria de las Farc 1949-2013. Bogotá: Centro Nacional de Memoria His-
tórica.

Certeau, Michel (2000). La invención de lo cotidiano. México, D. F: Universi-


dad Iberoamericana, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Oc-
cidente A.C.

Comandante Daneiro (4 de septiembre de 2015). Se trata es de conciliar. (L.


Carrillo González, entrevistador).

Comisión Interamericana de Derechos Humanos (1981). Informe sobre la situa-


ción de los Derechos Humanos en la República de Colombia. Washington.
Recuperado de http://www.cidh.org/countryrep/Colombia81sp/Indice.
htm

Comité Internacional de la Cruz Roja (1949). IV. Convenio de Ginebra relativo


a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra, 1949.
Recuperado de https://www.icrc.org/spa/resources/documents/treaty/
treaty-gc-4-5tdkyk.htm

Corresponsal Justicia (1965, abril 25). La situación en la región de El Pato. El


Tiempo, p. 6.

Delegación de paz de las Farc-EP (2015, noviembre 24). Territorios especiales para
la construcción de la paz. Recuperado de http://www.pazfarc-ep.org/no-
ticias-comunicados-documentos-farc-ep/delegacion-de-paz-farc-ep/3191-
propuesta-quinta-sobre-el-%E2%80%9Cfindel-conflicto%E2%80%9D-re-
ferida-a-la-definicion-de-territorios-especiales-para-la-construccion-de-la-
paz-terrepaz

Don Armando (2015, agosto 23). Esa época fue terrible. (L. Carrillo González,
entrevistador).

Don Armando (2016, febrero 21). Llegaron los tolimenses. (L. Carrillo Gonzá-
lez, entrevistador).

Don Carlos (2015, agosto 20). Aquí nadie viene por venir. (L. Carrillo González,
entrevistador).

Don Manuel (28 de julio de 2015). Todo es por la unidad. (L. Carrillo González,
entrevistador).
94 Controversia 206

Don Miguel, Juan y don Manuel (2016, febrero 22). Conversación colectiva. (L.
Carrillo González, entrevistador).

Doña Aleida (2015, agosto 13). Yo ya tenía mis gallinas. (L. Carrillo González,
entrevistador).

Doña Amanda (2015, julio29-30). Usted no puede no saber. (L. Carrillo González,
entrevistador).

Doña Amanda (2016, febrero 18). La guerrilla significa familia. (L. Carrillo Gon-
zález, entrevistador).

El Espectador (2016, febrero 19). El conejo de las Farc. El Espectador. Recupe-


rado de http://www.elespectador.com/opinion/editorial/el-conejo-de-farc-
articulo-617601

Espinosa, Nicolás (2010). Política de vida y muerte. Bogotá: Instituto Colombiano


de Antropología e Historia, ICANH.

Espinosa, Nicolás; González, María y Ramírez, Érika (2012). Justicia comuni-


taria en los llanos del Yarí, Caquetá. La justicia ¿al margen de qué? Ciudad
Paz-ando, 5(2), 127-148.

González, José Jairo (1992). El estigma de las repúblicas independientes. Bogotá:


Cinep.

Marín González, Keren (2015). Entre vecinos: lógicas de la victimización hori-


zontal en la guerra en Colombia. Estudio de caso Sierra de La Macarena
200-2014 (Tesis de grado para optar al título de Politóloga). Universidad de
Antioquia, Programa de Ciencia Política, Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas, Medellín.

Heller, Àgnes (1987). Sociología de la vida cotidiana. Barcelona: Ediciones Pe-


nínsula.

Hirschman, Albert (1986). El avance en colectividad. México: Fondo de Cultura


Económica.

Kalyvas, Stathes (2010). La lógica de la violencia en la guerra civil. Madrid: Akal.

Martínez M., Fernán (1980, septiembre 8). Éxodo de campesinos de El Pato está
dirigido por guerrillas: Ejército. El Tiempo, pp. 1A, 5A.
“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”:
experiencias territoriales de cara al actual proceso de paz en Colombia. 95
Una mirada a la región de El Pato

Molano, Alfredo (2015, octubre 3). “Uribe, no pierda esta oportunidad de recon-
ciliación”: ‘Timochenko’. El Espectador. Recuperado de http://www.elespec-
tador.com/noticias/politica/uribe-no-pierda-esta-oportunidad-dereconcilia-
cion-timo-articulo-590513

Palacios, Marco (2012). Violencia pública en Colombia, 1958-2010. Bogotá: Fon-


do de Cultura Económica.

Pizarro Leóngomez, Eduardo (2004, mayo 9). Marquetalia: el mito fundacional


de las FARC. UN Periódico. Recuperado de http://historico.unperiodico.unal.
edu.co/ediciones/57/03.htm

Profesor Uriel (2016, marzo 11). Prohibición, sanción. (L. Carrillo González, en-
trevistador).

Reed, Michael (2015, noviembre 11). Conocer la guerra para querer la paz. El Co-
lombiano. Recuperado de http://www.elcolombiano.com/conocer-laguerra-
para-querer-la-paz-EY3199237

Revista Semana. (2016, febrero 18). Escándalo por presencia de jefes de las Farc
en La Guajira. Semana. Recuperado de http://www.semana.com/nacion/
articulo/ivan-marquez-y-joaquin-gomez-en-la-guajira-gobierno-rechaza-su-
presencia/461059

Saldarriaga, León (2013, julio 13). Uribe dice que zonas de reserva campesinas
son emporios del terrorismo. El Colombiano.

Sánchez, Gonzalo (dir.) (2013). ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dig-
nidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica.

Uribe de Hincapié, María Victoria (1999). Las soberanías en disputa: ¿conflicto


de identidades o de derechos? Revista de Estudios Políticos, (15), 23-45.

Vásquez, Teófilo (2015). Territorios, conflicto armado y política en el Caquetá:


1900-2010. Bogotá: Universidad de Los Andes.

Verdad Abierta. (2016, abril 28). ¿En qué está la columna móvil Teófilo Forero
de las Farc? verdadabierta.com. Recuperado de http://www.verdadabierta.
com/procesos-de-paz/farc/6256-en-que-esta-la-columna-movil-teofilo-fore-
ro-de-las-farc
96 Controversia 206

L
3.
Las Farc y las organizaciones
comunitarias en San
Andrés de Tumaco: desafíos
territoriales ante una eventual
implementación de los
Acuerdos de La Habana
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 99
Acuerdos de La Habana

Las Farc y las organizaciones


comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual
implementación de los Acuerdos
de La Habana*1
Por Andrés Aponte** y Javier Benavides***

Introducción

E
n la última década la costa Pacífica nariñense, y con gran acento
Tumaco, ha tomado protagonismo en los medios nacionales a
cuenta de los procesos violentos que ha experimentado: voladu-
ras de oleoductos, grandes extensiones de cultivos de uso ilícito y su
tráfico ilegal, amenazas y asesinatos a líderes sociales, combates entre
los distintos actores armados (Farc-EP, ELN, Fuerza Pública, paramili-
tares y los ahora denominados Grupos Armados Posdesmovilización
-GAPD-); entre otros sucesos que, además de convertirse en las imá-
genes más recientes de la región, ilustran un fenómeno particular: la
inserción tardía y cruenta del conflicto armado en un lugar que “había
estado tan olvidado por el resto del país que ni la violencia le había
llegado”, según cuenta un poblador entrevistado por Agudelo (2005,
p.11).

* Artículo recibido en febrero de 2016.


Artículo aprobado en abril de 2016.
** Politólogo e historiador, master en sociología. Actualmente es investigador del
Cinep/PPP.
*** Politólogo e historiador de la Pontificia Universidad Javeriana, maestrante en
Ciencia Política en la Universidad de los Andes.
1
Agradecemos la minuciosa lectura y comentarios de Daniela Monroy, pasante del
equipo Conflicto y Estado del CINEP.
100 Controversia 206

Más allá de los estereotipos, la “huella” que ha dejado el conflicto ar-


mado en la región ha sido contundente, pues hoy en día se asocia a un
lugar sin ley ni orden e inundado por la coca y las balas. Así las cosas,
un acercamiento al caso de Tumaco puede resultar fundamental para
comprender la relación entre pobladores locales y grupos armados en
zonas donde los segundos no hacen parte de los procesos endógenos,
lo cual les ha generado dificultades para vincular sus discursos y sus
prácticas al no compaginarse con las de los habitantes locales.

Se hace fundamental entonces tener en cuenta –como premisa orienta-


dora– que el conflicto armado en Colombia se ha desarrollado de ma-
nera diferenciada a lo largo del espacio y el tiempo (González, Bolívar y
Vásquez, 2003), ya que la inserción de los grupos armados, sus formas
de control territorial, de extracción de recursos, etc., se encuentran liga-
das a los procesos previos de configuración regional. Lo anterior impli-
ca que en una eventual implementación de los Acuerdos con las Farc-EP
y de la llamada Paz territorial se hace imprescindible tener en cuenta
estas heterogeneidades (González, Guzmán y Barrera, 2015).

Como se mencionó anteriormente, la inserción de las lógicas del con-


flicto armado en la región Pacífica nariñense no se encuentra asociada
a las tensiones del mundo andino (Aponte y Benavides, 2016; Vásquez,
Vargas y Restrepo, 2011). Tumaco y el resto de esta zona se integran en
la década del noventa a la geografía armada del país por cuenta de las
decisiones estratégicas de los actores: la coca se convirtió en el principal
motor para su persistencia y para el escalamiento de la confrontación.
En este orden de ideas, el presente artículo se propone ponderar los
retos, condicionantes y posibilidades que enfrenta el proceso de imple-
mentación de los Acuerdos de la Habana en un escenario de inserción
reciente del conflicto, caracterizado por su marcado acento militarista y
atravesado por la economía de la coca.

En consonancia con lo anterior, a lo largo del texto se pretenden re-


saltar dos aspectos nodales para comprender un posible escenario de
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 101
Acuerdos de La Habana

posconflicto en su dimensión territorial. Por un lado, —retomando la


premisa guía— la necesidad de introducir la noción de transiciones di-
ferenciadas (Barrera, 2016; González, Castañeda y Barrera, 2016), que
se asocia no solo a las capacidades dispares de un actor armado para
regular e intervenir en un contexto dado, sino también a la imperiosa
necesidad de construir un diseño institucional para la paz que contem-
ple las formas variadas y cambiantes que tiene un grupo armado para
interceder en la vida cotidiana, política y económica de un territorio
determinado, pues estas varían de acuerdo al momento histórico y tam-
bién dependiendo de si es un área de reciente expansión, de retaguardia
histórica o de disputa.

Por otro lado, nos distanciamos de aquellas perspectivas que ven a los
pobladores locales y las formas organizativas de la denominada socie-
dad civil como simples actores pasivos del conflicto que únicamente se
someten al influjo y vaivén de las armas. Por el contrario, con la expe-
riencia de San Andrés de Tumaco queda en evidencia que la gente no
solo resiste, también se adapta, negocia y aprende. Es decir que la que
la historia pesa, y mucho.

Los tumaqueños, y en general los pobladores del Pacífico nariñense,


se caracterizan por ser una sociedad multiétnica, con territorialidades
producidas por poblamientos diversos, lo cual le ha impedido a las
Farc-EP influir de forma amplia en la vida comunitaria a la vez que ha
dado a las pobladores locales herramientas y elementos para defen-
der y fortalecer sus procesos organizativas endógenos. Al lado de los
efectos negativos que ha tenido el conflicto armado sobre los procesos
organizativos, resaltados por otros estudios –anomia, desarticulación,
ruptura, asesinatos y exilio de líderes, preferencias por medidas auto-
ritarias, etc., (Arjona, Cárdenas, Ibáñez, Justino y Martínez, 2016) –,
hay también “legados positivos” en medio de este preocupante saldo
de violencia letal que poco han sido resaltados y que pueden ser claves
para la coyuntura venidera.
102 Controversia 206

Es importante señalar que en este artículo el lente se posa casi exclusi-


vamente sobre las Farc-EP, pues este grupo nos interesa por varios fac-
tores. En primer lugar, están aquellos de orden nacional y coyunturales,
que ya esbozamos más atrás; en segundo lugar, en el plano regional y
local cuentan los motivos de su inserción en la zona, asociados a aspec-
tos militares (Seguridad Democrática y el Plan Colombia) y económicos
(introducción de los diversos eslabones de la economía de la coca) que
a su vez están relacionados con la escala maestra de la guerra (Kalyvas,
2006); finalmente, nos interesa por el gran protagonismo militar y la
posición “hegemónica” que han tomado en el municipio de Tumaco y
en la región en general.

Para desarrollar los puntos esbozados, y como camino para motivar la


discusión a propósito de los desafíos territoriales de la paz en zonas
fuertemente golpeadas por el conflicto armado, el siguiente artículo se
organiza en cuatro grandes apartados: el primero, interesado en las
dinámicas de poblamiento y configuración regional que nos explicarán
las formas de organización social presentes, las actividades económicas
dominantes, así como los mecanismos de intermediación política, de
regulación y de inserción a la vida nacional, etc. Estos factores tienen
relevancia respecto a las formas y modalidades en que los actores arma-
dos se insertan y asientan en un territorio determinado, pues estos, al
igual que los estados (Mann, 1992, 2006; González, 2014), no se asien-
tan sobre espacios vacíos. De ahí que comprender los procesos socio-
históricos de la región permite explicar los mecanismos de regulación
social y las fronteras porosas entre Estado y sociedad en la vida local.

En segunda instancia, se propone un panorama general de las princi-


pales lógicas y dinámicas del conflicto armado en la región, enfatizan-
do en el caso de las Farc-EP, en el que remarcamos no solamente su
momento de inserción, sino también las apuestas y resultados de su
expansión al municipio de San Andrés de Tumaco. En tercer lugar, se
hace una aproximación general de aquellas formas organizativas so-
ciales y comunitarias, sus momentos de auge y su interacción con los
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 103
Acuerdos de La Habana

procesos violentos, para con ello brindar –a manera de conclusión– una


serie de elementos a tener en cuenta en el proceso de proyección de los
acuerdos de paz de La Habana en este territorio. En esta vía, haremos
una serie de recomendaciones que, más que conclusiones, pretenden
ser una hoja de ruta para señalar los diversos procesos o elementos
que pueden resultar explosivos o habilitantes para los acuerdos de La
Habana en los años venideros2.

I. Poblamiento y configuración de Tumaco: entre


ríos, palma y coca
San Andrés de Tumaco es un municipio del departamento de Nariño
ubicado en el extremo suroccidental de Colombia, en la región del Pací-
fico nariñense. Es el municipio de mayor extensión del departamento3 y
se encuentra a 300 km de la capital departamental, San Juan de Pasto.
Está situado en una subregión atravesada por importantes y numerosas
cuencas fluviales4, entre las que se encuentran algunos de los ríos que
2
Como fuentes de este artículo se emplean una revisión crítica de los diferentes
estudios acerca de la historia social y política de Tumaco y el Pacífico nariñense,
entrevistas e intercambios realizados en el segundo semestre de 2015 y el primero
de 2016, así como acercamientos recientes con líderes comunitarios de Tumaco,
Barbacoas y Francisco Pizarro.
El interés fundamental de las entrevistas e intercambios fue conocer las
percepciones e impactos del conflicto en los Consejos Comunitarios. Aunque
somos conscientes de la necesidad de enriquecer el abordaje de otras miradas,
por ejemplo aquella de los colonos cocaleros, no fue posible el acercamiento
por la coyuntura de seguridad en algunas zonas rurales. En ese sentido, esta es
una primer entrada con miras a lograr conocer el fenómeno en su complejidad:
poder complementar este estudio con las otras miradas de sectores organizados y
comunitarios de Tumaco es un asunto a desarrollar en próximas investigaciones.
3
Representa el 12 % del territorio del departamento de Nariño. “La población total
en el Municipio de Tumaco asciende a 163.102 habitantes, distribuidos para la
zona rural en 76.197 habitantes en un área de 360.172,938 Hectáreas, para una
densidad de 0.23 hab/ha; y, para la zona urbana 86.905 habitantes en un área de
1.375,359 hectáreas para una densidad de 61 hab/ha” (Alcaldía, 2015, 13).
4
Vale resaltar los ríos Alcabí, Chagüí, Guiza, Mataje, Mejicano, Mira, Nulpe, Patía,
Pulgandé, Rosario y San Juan.
104 Controversia 206

desembocan en el océano Pacífico, así como abundantes bosques tropi-


cales. Limita al norte con el municipio de Francisco Pizarro, al sur con la
provincia de Esmeraldas (Ecuador), al este con los municipios de Rober-
to Payán y Barbacoas y al oeste con el océano Pacífico. Las actividades
económicas de sus pobladores, que tienen graves precariedades sociales
y económicas, se basan en la agricultura5, la pesca, la actividad forestal,
el turismo (Alcaldía, 2015) la palma y, más recientemente, la economía
cocalera.

El municipio de Tumaco presenta, a grandes rasgos, una dinámica de po-


blamiento y configuración marginal atada a diferentes ciclos extractivos
nacionales, como el oro, la tagua, el caucho, la madera y la palma, hasta
llegar a los cultivos de coca. La presencia estatal ha sido históricamente
precaria, lo que ha redundado en la emergencia de procesos sociales
de organización de las comunidades autónomos –mas no autárquicos–
en torno al gobierno del territorio (Hoffmann, 2007) y al margen de
las directrices del Estado y del bipartidismo tradicional. Esta situación
contrasta con la de algunas zonas del país, como es el caso de Caquetá,
Meta y Magdalena medio, entre otras, cuyos procesos de poblamiento
y colonización se presentaron vinculados a las problemáticas de acceso
y uso de la tierra propias del mundo andino (Vásquez, 2015; Vásquez,
Vargas, Restrepo, 2011), a veces dirigidas por el Estado y el bipartidismo
y otras veces “apoyados” por contingentes de gente armada (Molano,
2014; Jaramillo, Cubides y Mora, 1989; González, 1992).

Bajo esta idea central, más allá de la remota presencia de pequeñas


comunidades indígenas (telembíes, barbacoas, sindaguas e iscuandés),
el proceso de poblamiento en Tumaco tuvo como punto de arranque
la economía minera con mano de obra esclava que se desarrolló en la
Colonia (siglo XVIII), con epicentro en Barbacoas e Iscuandé (Moore,
1993), y que se extendió hasta el siglo XIX, pues con la manumisión de

5
Según la página web del municipio, en Tumaco se produce el 100 % de la palma
africana, el 92 % del cacao y el 51 % del coco del departamento de Nariño.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 105
Acuerdos de La Habana

los esclavos de las cuadrillas mineras se fueron poblando poco a poco


las zonas más apartadas del Pacífico nariñense. No obstante, no fue
sino con el auge de la tagua que Tumaco se tornó un centro poblado
de importancia y empezó a jugar un papel preponderante en la región
(Escobedo y Palacio, como se citaron en Rodríguez, 2015).

Su configuración como epicentro regional llevó consigo una dinámica


dual de poblamiento: por un lado la población afro-liberta, distribuida a
lo largo de las cuencas y subcuencas de los principales ríos (Mira, Meji-
cano, Rosario, entre otros), los cuales no eran solo las vías de transporte
y comunicación sino que originaron dentro de los pobladores un “sen-
tido de lugar”, de representación del espacio y el territorio (Oslender,
2007); y por otro lado la población blanca y mestiza (la élite regional),
usualmente proveniente de los centros andinos, la cual se concentró en
la parte urbana y estaba atada a las lógicas comerciales del mercado
internacional (tagua y algunos productos maderables como el caucho)
(Rodríguez, 2015; Laurent, 2008; Leal; 2005).

La importancia de esta actividad económica radica en que produjo un


aumento poblacional y la consolidación de una élite comercial y políti-
ca desde finales del XIX, conformada por antiguos miembros de la élite
barbacoana, como las familias Manzi, Delgado o Escrucería (Rodríguez;
2015; Helfrich, 2000; Preciado, 2014), que se entrecruzaron y lograron
unificar y solidificar una élite económica y política para el Pacífico nari-
ñense bajo un sistema clientelista-paternalista que tuvo como mejor ex-
presión a Samuel Alberto Escrucería, ‘El Beto’, y todo su clan familiar.

Los Escrucería, a la cabeza de ‘El Beto’, detentaron el monopolio de la


intermediación política durante buena parte del siglo XX aprovechando
la contradicción existente entre serranos (mundo andino nariñense) y
costeros (mundo pacífico). También integraron a la vida política a los
habitantes rurales por medio de una lógica clientelista que perdura has-
ta el día de hoy y que significó la delegación del poder administrativo y
regulador del Estado central y regional sobre su persona. No en vano,
106 Controversia 206

[Al Beto] la clase política de la sierra lo escuchaba, no tanto por que quisie-
ra, sino simplemente porque necesitaban sus votos o le temían. En Bogotá
lo protegían porque era el representante del Partido Liberal en una región
en donde el Estado no hacía presencia. Era el señor de la costa, él era el
Estado en la Costa. (Oviedo, 2009, como se citó en Preciado, 2014, p.13).

Con el fin del boom de la tagua y el caucho, entre los años cuarenta y
setenta se fue transitando a una nueva actividad: la extracción madere-
ra. Su importancia radica en que produjo un impulso “modernizador”,
así como cambios importantes en la estructura socioeconómica y en
los hábitos de consumo de la región; también dinamizó un crecimiento
demográfico sustancial (Gráfica 1) y abonó al surgimiento de tensiones
y expresiones sociales que se mantienen hoy en día (Restrepo, 1999).
El principal antecedente para este auge maderero es la Ley 2 de 1959,
que declaró baldío a un gran conglomerado de tierras del Pacífico co-
lombiano que anteriormente estaban catalogadas como Zona de Reser-
va Forestal −ZRF−, lo cual desconoció y ocultó la presencia histórica
de comunidades rurales afro e indígenas en la zona (Hoffman, 2007;
Restrepo 1999).

Así, se dio una migración “voluntaria” y forzada de campesinos en bus-


ca de oportunidades hacia los principales centros urbanos, Barbacoas,
Iscuandé y mayoritariamente Tumaco, pero también emergió una con-
flictividad social a cuenta de la llegada de las empresas de explotación
de madera y la expulsión de las comunidades negras de sus territorios
(Rodríguez, 2014)6. Este proceso abrió la puerta a un periodo de vigorosa

6
A ello hay que sumar el impacto ambiental y social de la extracción maderera, que
la llevó al fracaso. El primero inició a fines de los años setenta, en zonas del norte
de la región del Pacífico nariñense, a raíz del grave impacto por la construcción del
Canal Naranjo, que unía los ríos Patía y Saquiangua, y produjo una fuerte reacción
por parte de las diferentes comunidades rurales afectadas por esta medida. El
segundo, producido por las precarias condiciones laborales y la debacle de la
industria maderera, que junto a otros fenómenos como el terremoto del 79 produce
una crisis social sin precedentes (Oviedo, 2009).
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 107
Acuerdos de La Habana

organización y movilización social urbana, que junto a las anteriores


reivindicaciones tendría como expresión culmen el movimiento cívico
de los ochenta y el ‘Tumacazo’7 en 1989 (Oviedo, 2009).

Gráfica 1. Censos de San Andrés de Tumaco 1905-2005


180.000  

160.000  

140.000  

120.000  

100.000  

80.000  

60.000  

40.000  

20.000  

0  
1905   1912   1938   1951   1964   1973   1985   1993   2005  

POBLACIÓN  TOTAL  (Sin  dis=nción)     CABECERA   RESTO  

Fuente: Dane. Elaboración propia

A finales de la década de los ochenta culminó el auge de la extracción


maderera e inició la introducción de la palma. Esta agroindustria agu-
dizó los conflictos por la tierra entre los habitantes rurales y los empre-
sarios regionales, ya que los territorios ancestrales de las comunidades
negras se vieron afectados por la expansión de este monocultivo. No
en vano, en la década de los noventa, favorecido por la legislación na-
cional, el cultivo de la palma llegó a comprender el 46 % del territorio
de Tumaco (García, 2011; Rodríguez, 2015; Quiroga y Yunis, 2012) bajo
diversas modalidades: la compra de tierras, la presión –por medio de
amenazas y desplazamiento− a los pobladores rurales y vías de hecho
con el arribo paramilitar (Anexos: Gráfica 4). En el año 2004 la enferme-
dad del cogollo atacó el 90 % de los cultivos de la zona, por lo cual en la

7
Se le denomina así a una revuelta popular en la ciudad de Tumaco por cuenta del
incumplimiento del gobierno por la prestación de energía eléctrica.
108 Controversia 206

actualidad se encuentran un poco diezmados los cultivos (Rocha, como


lo citó Rodríguez, 2015); pero, según cuentan los pobladores, los recla-
mos por la afectación de los territorios colectivos son persistentes hasta
el día de hoy (Conversación con líderes de Tumaco, Francisco Pizarro y
Barbacoas; entrevistado 12).

En la década del noventa continuaron y emergieron nuevos procesos y


lógicas que se entrelazaron de forma contingente, que fueron integrando
más a Tumaco a la vida nacional. No obstante, este movimiento se dio
de forma traumática y conflictiva, situación que explica la emergencia
de un contexto complejo y explosivo. En este orden de ideas, señalamos,
en primer lugar, un mayor interés por parte del Estado de integrar vía
institucionalización del desarrollo la macrorregión Pacífica, a cuenta de
sus riquezas naturales y su importancia geoestratégica (Agudelo, 2005;
Castillo, 2007). Esta postura generó una presencia caótica de la maqui-
naria estatal, de organizaciones de cooperación y no gubernamentales,
al implementar contradictoriamente diferentes proyectos productivos,
de conservación ambiental, de participación y de racionalización institu-
cional en pleno reajuste del modelo económico (Quiroga y Yunis, 2012).

En segunda instancia, y atado a lo anterior, la Constitución de 1991 y la


descentralización política y administrativa potenciaron la competencia
política local, en pleno desgaste y agotamiento del clan Escrucería, mas
no de las formas de hacer política. Así, las autonomías en materia admi-
nistrativa y presupuestal hicieron de la Alcaldía un botín para gamona-
les históricos y emergentes8, con lo cual se abrió la posibilidad para que
estos intentaran construir su propia red y monopolizar la intermediación
política con el nivel nacional y regional, entablando acuerdos con los

8
Por gamonales históricos entendemos a aquellos asentados por décadas en
la política tumaqueña, primordialmente herederos o parte de la maquinaria
construida por el clan Escrucería. Por el contrario, cuando se hace referencia a los
“emergentes” nos referimos a aquellos políticos, medianos jefes locales, líderes
sociales y comunitarios, entre otros actores, que emergen en la competencia
política con la debacle de los Escrucería.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 109
Acuerdos de La Habana

actores armados si lo veían necesario (Aponte y Benavides, 2015). Esto


explica la intensa competencia electoral que ha experimentado el muni-
cipio en los últimos años (Preciado, 2014; Helfrich, 2000; Rosero, 2012).

Además, como tercer factor, la nueva constitución y el reconocimiento


de la multiculturalidad dentro del Estado, así como la puesta en marcha
de la Ley 70 de 1993, construyeron todo un modelo de territorialidad
colectiva afro –los Consejos Comunitarios− inspirado en la experien-
cia indígena (Castillo, 2007), el cual se convirtió en una estructura de
oportunidad política para la titulación colectiva de tierras y el fortaleci-
miento de los procesos comunitarios afro.

No obstante, esos procesos organizativos que se van configurando con


la promulgación de la Ley 70, así como la vida económica y política lo-
cal, empezaron a verse afectados por la inserción de las dinámicas del
conflicto armado y de la economía de la coca. Esto inauguró el nuevo
ciclo económico cocalero y cocainero, el cual se convirtió en el activo
principal de la expansión y desarrollo del conflicto armado en la región
(García, 2011). En efecto, este proceso se potenció por tres factores:
las ventajas geográficas que brinda la zona, el traslado de cultivos del
bajo Putumayo por las fumigaciones y la puesta en marcha del Plan
Colombia (Ramírez, 2001; Torres, 2012; Vásquez, Vargas y Restrepo,
2011), y las “herencias” del narcotráfico en la zona —especialmente del
Cartel de Cali—, que significaron una relación de las élites políticas con
la criminalidad (Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011). De ahí el aumento
sostenido en el tiempo de la extensión de los cultivos de coca, así como
la edificación de todo un clúster cocalero.

Estos factores, además de dinamizar e intensificar la disputa entre los


actores armados, dieron lugar a un nuevo fenómeno de poblamiento
(Gráfica 1): la colonización colono-cocalera de tipo mestizo atada a esta
economía, la cual ha modificado y afectado las formas de apropiación
territorial y los distintos procesos organizativos, preponderantemente
afro y bajo la figura de los Consejos Comunitarios.
110 Controversia 206

Como corolario, en este periodo la región pasó de ser una zona de refu-
gio y descanso para las guerrillas a convertirse en un territorio central
en la escala nacional de la guerra, rompiendo con una relativa “vida
pacífica”. Esta integración conflictiva y traumática complejizó y trans-
formó los procesos de organización social y de apropiación territorial,
pues la oferta institucional y su manera de ser aprehendida en lo local
generó tensiones por cuenta de formas yuxtapuestas de territorializa-
ción y organización comunitaria (Aponte y Benavides, 2016). Así se
constituyó una “geometría del poder variable” (Hoffman 2002, 2007;
Rivas, 1999); es decir que en un mismo territorio se traslapan el marco
institucional con formas endógenas de regulación y organización cam-
biantes en el tiempo y en el espacio9.

En ese orden de ideas, a continuación se sugiere una tipología que da


cuenta de los mecanismos y dispositivos de organización que han teni-
do lugar en Tumaco10. Partiendo de lo construido por Hoffman (2002)11,
señalamos los principales mecanismos y formas organizativas propias
de ese proceso socio-histórico y sugerimos un nuevo tipo, asociado a la
dinámica del conflicto armado y los procesos derivados de este:

• Mecanismo fluvial-ribereño: echa raíces en el poblamiento inicial, carac-


terizado por la fundación de poblados y veredas a lo largo de los ríos. Por
su carácter, construyó formas flexibles de propiedad individual y espacios
de usufructo común. La estructura de poder y autoridad se fundamenta en

9
En el trabajo de Hoffman serán catalogados como dispositivos espaciales. Para
afectos de este trabajo las denominaremos como jurisdicciones o estatutos
informales, dado el énfasis en entender no solamente su ubicación y presentación
espacial, sino su dimensión política y de regulación social y comunitaria.
10
No obstante esto no quiere decir que se han presentado rupturas entre uno y otro.
Todo lo contrario, estos se han transformado y trastocado en el tiempo, y son
precisamente los que permiten entender la riqueza y complejidad que hay en al
área de estudio.
11
En el cúmulo de sus trabajos Hoffman habla de dispositivos socio-espaciales. En
el presente texto preferimos asumir la definición de mecanismos que se encuentra
acorde al trabajo.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 111
Acuerdos de La Habana

el prestigio y el parentesco asociado a las familias fundadoras de los pobla-


dos (Hoffman, 2007), lo cual dio lugar a la constitución de múltiples “jefes
políticos micro locales” (Rivas, 1999) que integraron inicialmente la locali-
dad a las redes del Partido Liberal y sirvieron como base para la hegemonía
de los Escrucería (Hoffman, 2002, 2007; Rivas, 1999). Estas autoridades
tradicionales se han visto afectadas con los procesos de modernización, la
oferta institucional reciente y los grupos armados.

• Mecanismos y actores “modernizantes”: fruto de los primeros asomos de


ordenamiento y de modernización desde el centro, emergieron nuevas figu-
ras y formas de participación y administración local (corregimientos y sus
respectivos corregidores, las JAC, entre otras), que en un principio fueron
mecanismos para que las comunidades de los ríos usaran como puente de
comunicación con “el exterior”, pero que terminaron trastocando ciertos
ámbitos de la vida comunitaria por la emergencia de nuevos liderazgos12.

• Mecanismos de organización social institucionalizada: se trata de for-


mas organizativas apropiadas a través de una oferta institucional caótica
del Estado (década 90), en donde se asimilaron y reinventaron formas de
organización de los pobladores bajo el discurso afro, siendo los Consejos
Comunitarios su mayor expresión. Más allá de sus limitantes, dificultades
e incapacidades, han sido una nueva forma de gestionar, dividir y repre-
sentar el espacio (Hoffman, 2007)13. Dentro de estos mecanismos se en-
cuentran también otras formas organizativas (cooperativas, asociaciones,
fondos, etc.) relacionadas con proyectos productivos, sociales o culturales

12
Son ejemplo de ello las obras de caminos, anteriormente desarrolladas en mingas
(Hoffman, 2007), que pasaron a estar bajo la tutela de las JAC y la negociación
con el municipio, que ya no se hacía a partir de la representación o figura de las
autoridades de los viejos, en los ríos, sino que fue reglamentada y desarrollada por
los corregidores.
13
Esta nueva oferta institucional asimilada y reglamentada por el Estado reconoce
los derechos colectivos a diferentes territorios de los ríos, con autoridades
reglamentadas por la ley: juntas de gobierno y asambleas de pobladores.
112 Controversia 206

en el territorio, los cuales tiene legitimidad local fluctuante y muchas veces


dependiente de los recursos a disposición (Hoffman, 2007).

• Mecanismo colono-cocalero: formas organizativas fruto del arribo reciente


de contingentes poblacionales de colonos mestizos14 ligados principalmen-
te a la economía de la coca. Son el resultado de la presencia y regulación de
facto de las Farc-EP y reflejan la entrada en contradicción de dos órdenes
sociales: uno étnico-territorial (a la cabeza de los Consejos Comunitarios)
y otro colono-cocalero, representado en asociaciones o juntas de colonos
que no solo coinciden con las jurisdicciones de los Consejos Comunitarios,
sino que muchas veces han cuestionado su autoridad y legitimidad a la
hora de establecer los mecanismos internos de regulación social, la misma
conformación de las juntas, la capacidad de movilidad de los habitantes
locales, etc.

II. Organizaciones sociales y comunitarias en el


entramado local
Además de la inserción tardía del conflicto armado en su territorio, otra
de las principales características de la sociedad tumaqueña ha sido una
doble condición de clientelismo exacerbado y de permeabilidad de la
política sobre la vida social y cultural local. Este asunto, lejos de ser
contradictorio, devela otras formas de expresión política, espontáneas u
organizadas, que hacen parte de una tradición de movilización y orga-
nización social importante impulsada desde los años setenta, la cual es
fundamental para entender las posibilidades y vicisitudes que enfrenta
un escenario de transición y de posconflicto en la región, aunque ha
encontrado serias dificultades para insertarse en el poder local.

14
En su mayoría compuesta por contingentes poblacionales de Putumayo, Caquetá
y Huila, entre otros.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 113
Acuerdos de La Habana

Gráfica 2.
Evolución de la movilización social en San Andrés de Tumaco
1975-2014

12
Número mov. sociales

0
1975 1985 1995 2005 2015
Año donde ocurrió el hecho

Fuente: Cinep/PPP. 2015

Como antecedentes e influencias es posible señalar cuatro grandes pro-


cesos claves en la historia social y política del municipio y la región.
En primer lugar se dio la experiencia agraria y sindical de las década
del setenta y el ochenta, que estuvo asociada a conflictos por la tierra
y conflictos laborales de los diferentes ciclos extractivos que menciona-
mos. En segundo lugar, y atado a lo anterior, se desarrolló el movimiento
cívico, que se convirtió en protagonista principal de las movilziaciones
de los años ochenta y noventa al señalar el abandono estatal en medio
de una crisis social sin precendentes. Este movimiento, que también fue
un actor importante en el marco del desgaste del betismo, tuvo como
hito fundamental el ‘Tumacazo’ en 1988 (Oviedo, 2009; Hoffman, 1999).

En tercer lugar, aparecieron nuevos actores étnico-territoriales con la pro-


mulgación de la Ley 70 de 1993 y su implementación con la puesta en
114 Controversia 206

marcha del Decreto 1745 de 1995. En este proceso, a partir de la oferta


institucional emergió el Palenque Nariño, capítulo del Proceso de Co-
munidades Negras y principal expresión organizativa que cuenta con el
apoyo de actores de la cooperación, la Iglesia y algunos estamentos del
Estado que lideraron el proceso de titulación colectiva. Dicho proceso
ha estado atravesado por vicisitudes, pero significó a todas luces una
ventana de oportunidad política para que las comunidades rurales cono-
cieran y se apropiaran de la Ley. En este orden de ideas, se comprende
que desde los años noventa, y hasta el 2005, las organizaciones sociales
tumaqueñas buscaron leer, apropiarse, asimilar y coordinar organizativa-
mente la nueva legislación estatal (Hoffman 2007; Oslender, 2007).

En cuarto lugar, es importante a las movilizaciones por parte de las


comunidades y personas afectadas por el conflicto armado en la última
década15 (2005-2014), que evidencia un nuevo punto de inflexión en la
movilización relacionado esta vez con los impactos de la guerra a cuen-
ta de asesinatos selectivos por parte de paramilitares y de las Farc-EP,
de tal forma que conjugan su rechazo a la guerra con la exigencia de de-
rechos. Por último, vale la pena resaltar también las movilizaciones de
sectores campesinos y cocaleros en el ámbito rural asociadas a los cole-
tazos del Paro Nacional Agrario, que tuvieron como repertorio la toma
de carreteras, experiencia que tiene poca relación con los repertorios de
protesta que estas comunidades han emprendido habitualmente16.

15
De igual forma, también es importante resaltar en este periodo una participación
intermitente de sectores campesinos, sindicales y estudiantiles. No obstante, si
observamos los motivos principales así como las coyunturas que activan ciclos
más activos de movilización, son los actores arriba nombrados los que en su
mayoría capitalizan la movilización social.
16
Un dirigente del Alto Mira nos expresaba: “A veces nos han obligado a salir a
marchar a tomar carreteras, pero nosotros no sabemos hacer eso, nunca lo hemos
hecho. Es más, en qué carreteras íbamos si nuestras carreteras son los ríos”
(Entrevista 12).
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 115
Acuerdos de La Habana

La heterogeneidad del mundo social y comunitario


tumaqueño.
Estos procesos de movilización y organización social, que han sido
cambiantes en el tiempo, en sus formas y repertorios, implican que
en la actualidad existen diferentes actores sociales y comunitarios en
la vida local. Así las cosas, encontramos:organizaciones étnico terri-
toriales (Consejos Comunitarios), resguardos indígenas, asociaciones
de campesinos, Juntas de Acción Comunal, procesos organizativos
relacionados con proyectos productivos, organizaciones culturales y
asociaciones de jóvenes, personas afectadas por el conflicto armado,
etc. Estas experiencias organizativas muchas veces se solapan entre sí
y sus miembros se mueven en varias de ellas, lo cual pone de relieve
la complejidad del asunto y lo caótico que puede resultar la oferta
institucional y la acción de la cooperación internacional. No en vano
se han generado tensiones y disputas entre las diversas formas orga-
nizativas.

Tumaco cuenta con diecisiete resguardos indígenas, aglutinados en


una organización de segundo nivel: Unipa. Estos suman aproxima-
damente 11.199 habitantes, de los cuales el 99,3 % se localiza en la
zona más alta del municipio, en el extremo oriental y nororiental, y el
1,27 % restante cerca de la carretera. Algunos de estos resguardos son
compartidos con los municipios de Barbacoas, Mallama o Ricaurte
(Concejo Municipal, 2013).

Asimismo, desde los años sesenta al día de hoy se encuentran regis-


tradas más de 450 Juntas de Acción Comunal, lo cual da cuenta de
una importante organización que tuvo protagonismo en la moviliza-
ción social del municipio. Sin embargo, tal y como denota el trabajo
de Kaplan (2001), Tumaco tiene una menor densidad de juntas en
comparación al Pacífico norte y a otras zonas del país con un impul-
so mayor de las JAC. En la actualidad las Juntas del municipio son
116 Controversia 206

organismos construidos a lo largo de los corregimientos especiales de


carretera y en los diferentes barrios de las cinco comunas del casco
urbano17.

Las JAC son distintas a aquellos organismos producto de la coloni-


zación cocalera que hemos denominado juntas o asociaciones cam-
pesinas y de colonos, muchas veces soslayadas y yuxtapuestas en
territorios de jurisdicción de los Consejos Comunitarios o Resguardos
Indígenas. Esto se da sobre todo en las zonas de carretera: Tangareal,
Espriella, Candelillas, Llorente, La Guayacana y San Juan de la Costa,
son los corregimientos más representativos.

Por último, en este panorama variopinto hay que resaltar los Conse-
jos Comunitarios, que están agrupados en Recompas, organización de
segundo nivel que al día de hoy suma dieciséis Consejos, los cuales
están repartidos a lo largo y ancho del municipio. Cada uno de estos
Consejos, según sean su proceso de configuración y sus miembros,
tiene sus particularidades y un tipo de relación propio con el centro
municipal. La tabla a continuación pone de relieve que el asunto de
los Consejos Comunitarios está rodeado de experiencias muy disimi-
les en cuanto a potencial de familias que agremian, territorio y rela-
ción con la vida urbana.

17
Se encuentra pendiente un ejercicio para ubicar y definir cuáles de esas 450 JAC
registradas realmente existen en la actualidad.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 117
Acuerdos de La Habana

Tabla 1. Distribución Poblacional de los territorios colectivos


afrocolombianos de Tumaco

Consejo Comunitario Área (Hectáreas) Población Cantidad de veredas


Acapa18 94.400 9.000 32

Bajo Mira Frontera 46.681 8.029 53

Alto Mira Frontera 28.000 7.677 42

Unión río Chagüí 27.215 7.231 27

Unión río Rosario 10.648 6.840 15

Cortina Verde Mandela 1.204 5

Rescate Las Varas 15.000 5.948 15

Veredas Unidas un bien común 13.170 1.309 3

Río Mejicano 13.274 2.918 4

Río Tablón Salado 3.115 1.028 5

Unión vereda del río Caunapí 5.000 1.500 14

Río Gualajo 2.775 712 4

Tablón Dulce 1.600 750 1

Imbilipi del Carmen 2.783 381 1

La Nupa 183 351 1

Fuente: Acuerdo No. 19. Ajustes a Plan de Desarrollo de la administración Municipal


de San Andrés de Tumaco 2012-2015 (Noviembre de 2013).

18
Comparte área con el municipio de Francisco Pizarro y Mosquera.
118 Controversia 206

El movimiento de comunidades negras en Tumaco: de la


reinvención a la impotencia
El movimiento de las comunidades negras en Tumaco, atado a las trans-
formaciones y reconocimientos de la Constitución del 91 y en conso-
nancia con experiencias similares en otras regiones del país, atravesó
durante la década de los noventa todo un proceso de reconocimiento,
asimilación y reinvención que le permitió potenciarse como un actor
en la política nacional, con gran repercusión e incidencia en lo local
(Castillo, 2007; Agudelo, 2005). No obstante, a pesar de sus logros y
apuestas, en la práctica tuvo –y ha tenido– que enfrentar serios retos
internos, así como aquellos asociados a los impactos de la dinámica del
conflicto armado y de la violencia generalizada en algunos territorios.

Siguiendo a Agudelo (2005) y Castillo (2007), el proceso inicialmente


enfrentó varios avatares, como por ejemplo la indefinición del marco
que reglamentara y concretara los parámetros y mecanismos de partici-
pación de las comunidades negras. Esto retrasó el proceso, pero, aun en
medio de incertidumbres, se dieron las primeras apuestas e iniciativas
de socialización y organización a lo largo de ríos emblemáticos a cargo
de Palenque Nariño, capítulo territorial del Proceso de Comunidades
Negras19. Esta organización contó, además, con el apoyo y la partici-
pación de intelectuales, jóvenes urbanos y dirigentes provenientes de
organizaciones campesinas, de educación popular y movimiento cívico,
así como con un fuerte apoyo de distintas ONG y la Iglesia (Agier y
Hoffman, 1999).

19
En medio de confusiones y debates en torno a la reglamentación y la titulación
colectiva afro, tal y como lo evidencian Castillo (2007) y Agudelo (2005), tras
arduos debates se reproduce el modelo de los Resguardos; algo clave para entender
el proceso mismo de conformación, pero también para alejarse de las posturas
que idealizan los Consejos Comunitarios sin entenderlos como construcciones
históricamente dadas.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 119
Acuerdos de La Habana

A partir de la Ley 70 del 93 y el Decreto 1745 del 95, que reglamentó


el proceso de constitución y las formas organizativas de los Consejos
Comunitarios, en el Pacífico nariñense hubo un boom del discurso ne-
gro y unos mayores niveles de organización y movilización social, pero
este proceso se materializó a un ritmo más lento si se compara, por
ejemplo, con distintas zonas del Chocó. Lo anterior se explica a causa
de que solamente se aprobó la organización de Consejos en los luga-
res más recónditos del departamento y en zonas que no representaban
riesgo de conflicto. En ese sentido, en Tumaco hubo serias dificultades
para desarrollar Consejos Comunitarios en zonas clave para la dinámi-
ca palmera y aquellas fuertemente impactadas por el conflicto armado
debido a la presión que estos actores ejercieron sobre el proceso mismo
de titulación (Hoffman, 1999).

Posteriormente, aunque en algunas zonas del Mira y del norte y centro


del municipio se dieron titulaciones colectivas, la situación se tornó
más complicada con la entrada de los actores armados, quienes empe-
zaron a torpedear los procesos organizativos20 a través de amenazas,
así como el exilio y homicidios de líderes21. Esto tuvo como corolario la
emergencia de rencillas internas entorno a la conducción del proceso y
a los manejos financieros (Entrevistado 7), dando lugar, a comienzos de
2003, a una fragmentación de Palenque Nariño y la posterior fundación
de la Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur −Recompas−,
para recomponer el trabajo de base disuelto en las discusiones inter-
nas y con el impacto mismo del conflicto armado, especialmente, para
aquel momento, de los paramilitares.

20
Recordemos pues que en este periodo se da el asesinato de varios líderes de los
consejos comunitarios del Alto y Bajo Mira, amenazas a otros dirigentes y el
asesinato de la hermana Yolanda Cerón en 2001.
21
En entrevista con una exparticipante del proceso de Palenque y hoy miembro
del PCN en Tumaco, nos expresaba que esta situación en la que los diferentes
dirigentes que enarbolaron todo el proceso de titulación en sus territorios empiezan
a ser amenazados y asesinados, algunos aprovecharon este “vacío de poder” para
denigrar de ellos y así hacerse con la conducción del proceso.
120 Controversia 206

Con las dificultades del caso, el proceso se ha concentrado en mayor


medida en hacer socioeconómicamente sostenible el proyecto de los
Consejos Comunitarios y brindar cierto tipo de soluciones a la gente
ante las dificultades de gobernabilidad del territorio a cuenta del con-
flicto armado y de los problemas internos de legitimidad, burocratiza-
ción y arraigo y conexión de los dirigentes y las lógicas locales.

En síntesis, los Consejos Comunitarios son una figura organizacional


ambigua (Oslender, 2007) que brinda nuevas oportunidades de expre-
sión política autónoma dentro de una legislación que por primera vez
reconoce los derechos −y obligaciones− a la tierra; pero en dicho
proceso de reconocimiento, los territorios se encuentran mediados o
atravesados no solo por las diferentes agencias del Estado (Oslender,
2007), sino también por intereses económicos legales e ilegales y las
lógicas del conflicto armado, factores que resultan claves para entender
el impacto y desarrollo diferenciado de los Consejos Comunitarios en
Tumaco.

III. Organizaciones comunitarias y guerrilla. Más


allá de la sumisión y maleabilidad. 1984-2015
Como resaltamos al inicio, la forma en que se insertaron las lógicas y
dinámicas del conflicto armado en Tumaco y el Pacífico nariñense se di-
ferencia de otras regiones porque esta área no fue inicialmente estraté-
gica ni estuvo ligada a las problemáticas y tensiones del mundo andino
que dieron origen al actual conflicto armado; es decir, su origen no es
endógeno y se explica más por los desenlaces y las apuestas estratégi-
cas de los actores armados en la escala nacional. Así, nuestra posición
contrasta con la de quienes atribuyen que las causas de la violencia en
la región son producto únicamente del olvido histórico, la corrupción y
la clase política local, ya que estos factores son anteriores a la inserción
del conflicto armado y, además, difícilmente logran explicar los factores
desencadenantes y la persistencia de la violencia política en el Pacífico
nariñense (Rodríguez, 2015; Benavides, 2016).
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 121
Acuerdos de La Habana

En ese sentido, la tardía inserción del conflicto armado se debió a dos


hechos: (1) los fallidos diálogos del Caguán y la recuperación militar
de la zona despejada, que redundaron en que las Farc-EP desplazaran
su pie de fuerza para evadir la presión militar; y (2) como resultado del
anterior evento, la administración de Uribe no solo continuó la apuesta
de recuperación militar sino que la profundizó, lo cual generó el des-
plazamiento y fortalecimiento de esta guerrilla en esta zona del país
(Aponte y Benavides, 2016).

Por otro lado, si bien las Farc-EP se enfrentaron con otros actores que le
cuestionaron su control territorial, dígase Estado, paramilitares o GAPD
(Anexos: Gráficas 5, 6 y 7), lo cual generó importantes oleadas de vio-
lencia, resulta de vital importancia preguntarse el porqué de su éxito en
la zona y por su capacidad adaptación y acomodamiento a las diversas
dinámicas y procesos que han tenido lugar en el tiempo y espacio en el
área de estudio. Una pista que rastrea este artículo es que esta posibili-
dad se ha visto en gran parte habilitada por su capacidad de incidencia
en espacios de la vida comunitaria –casi siempre por medio de las ar-
mas–, regulando la vida cotidiana de los pobladores, la forma de hacer
política y su articulación con el nivel municipal, regional y nacional. En
esta medida, este apartado se centra en la relación e influencia de esta
guerrilla sobre dichos ámbitos22.

Así, los aspectos que nos interesa explorar para mostrar de qué ma-
nera las apuestas militares y políticas de esta guerrilla han afectado

22
En cuanto a la relación entre guerrilla y población civil nos distanciamos de las dos
explicaciones clásicas por considerarlas insuficientes: tanto aquellas que aluden
a que esta relación atravesada por la coacción y la represión armada, deja a las
comunidades en un papel de sometimiento extremo, minimizando su agencia;
como también de aquellas que ven en esta relación la construcción de un “poder
dual” –o un contrapoder– que disputa la jurisdicción del Estado (Aguilera, 2014).
Dichas posicione obvian, como se ha dicho, el carácter dinámico de esta relación
en el tiempo y, sobre todo, se desprenden de las particularidades regionales de
cada experiencia de inserción guerrillera.
122 Controversia 206

el contexto local, tornándolo en extremo complejo, son: la forma y los


motivantes de su inserción tardía, el desarrollo de sus estructuras ar-
madas y la relación que entablaron con los poderes, las organizaciones
sociales y los pobladores locales23. Tal es el caso de la contraposición
del modelo étnico territorial vs. las juntas de colonos, donde se contra-
ponen diversas jurisdicciones, ideas de desarrollo, de organización y
formas de hacer e incidir políticamente.

Génesis guerrillera: de área de refugio a zona estratégica,


1984-1996.
La inserción de las Farc-EP al Pacífico nariñense se ciñe, al igual que
en muchas otras zonas del territorio nacional, a su Séptima Confe-
rencia. Originalmente, incursionaron por medio del Frente VIII24, des-
de la región andina del vecino departamento del Cauca, en un típi-
co movimiento expansivo apalancado desde las zonas interiores del
país (Agudelo, 2001). Al inicio se instalaron en el norte de Nariño
(1983-1984), para luego extenderse por la zona del piedemonte has-
ta el litoral pacífico utilizando los ríos Patía, Telembí y el Mira (Ro-
dríguez, 2015; Vicepresidencia, 2009): primero consolidaron su pre-
sencia en el piedemonte nariñense25 y luego se expandieron al valle
del río Guaitira, los municipios de la Costa y el piedemonte sur26.

23
Se parte de la idea de que la relación entre Farc-EP y población civil no es en
ningún momento plana y lineal, sino de encuentros y desencuentros en los que
estos se topan, cooperan o se enfrentan; algo que a todas luces contribuye a
entender las posibilidades y limitaciones que tienen los pobladores tumaqueños
y sus organizaciones sociales para incidir en la política local frente a un eventual
contexto de posconflicto.
24
Este frente hace parte del Comando Conjunto Central de Occidente o el Bloque
Occidental, el cual está compuesto por los Frentes VI, VIII, XXIX, XXX y LX.
25
Principalmente en los municipios de Leiva, La Llanada, Sotomayor, Policarpa,
Cumbitara y Barbacoas.
26
Acá están presentes los municipios de El Rosario, Mallama, Olaya Herera, Ricaurte,
Samananiego, Sandoná, Mercaderes y Tumaco.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 123
Acuerdos de La Habana

Inicialmente la presencia de las Farc-EP no representó grandes niveles


de confrontación con el Estado u otras fuerzas, ya que esta zona era uti-
lizada más como punto de tránsito y de reposo que como territorios es-
tratégicos militares o de extracción de recursos (Vicepresidencia, 2009;
Agudelo, 2001 y 2005). De ahí la poca actividad militar que se registró
entre 1991 y 1996 (Echandía, 1998) en contraste con otras regiones del
país y su denominativo de “remanso de paz” en medio de la guerra.

Lo anterior no significó que los grupos armados no incidieran en la


vida comunitaria y política de las zonas donde tenían presencia. Las
Farc-EP intentaron influir en las instancias políticas de los gobiernos lo-
cales; aprovechando la debilidad institucional terciaron y dieron trámite
a conflictos por tierras o entre familias; y realizaron foros y asambleas
en las que remarcaban el abandono estatal y su despreocupación por la
gente27 (García, 2011).

De esta manera buscaron articular su discurso político general28 con


el de las poblaciones locales29. No obstante, los cortocircuitos fueron
evidentes, no solo porque esta guerrilla desconocía las problemáticas
históricas (Agudelo, 2005), sino también porque se dedicó a replicar
la experiencia colona de zonas del sur del país sin tener en cuenta las
particularidades del territorio. Por este motivo desconocieron o desacre-
ditaron a las autoridades tradicionales, hecho que impidió crear unos
lazos orgánicos y estables y que, a la postre, explica las limitaciones en
su capacidad de reclutamiento y control territorial, pues sus acciones es-
tuvieron siempre ligadas al poder de las armas (Agudelo, 2005 y 2001).

27
Por ejemplo, el Frente XXIX logró tener influencia política en diversas localidades
en las que hizo presencia de la mano de actores del movimiento cívico, tuvo una
participación representativa en el poder local por medio de la Unión Patriótica −
UP−.
28
Por ejemplo la lucha de clases, la necesidad de una revolución para cambiar la
idea de Estado y sociedad o la necesidad de una reforma agraria, etc.
29
Para el caso de las comunidades negras: la discriminación racial, la recuperación
de la memoria esclavista, valoración de la cultura propia, el derecho a la tierra, etc.
124 Controversia 206

En efecto, esta es la génesis de las tensiones entre las Farc-EP y los Con-
sejos Comunitarios. No obstante, durante este periodo no se produjo
ningún punto de inflexión, pues ni las Farc habían iniciado una extrac-
ción de recursos sistemática ni sus comandantes habían sido relevados,
por lo cual el lado militarista no se mostraba tan marcado (Anexos:
Gráficas 5, 6 y 7).

Del remanso de paz a la integración a las lógicas y


dinámicas nacionales del conflicto armado, 1997-2007
El año de 1997 marcó un punto de quiebre, ya que las Farc-EP aposta-
ron por aumentar su asedio y presión militar sobre diversas áreas del
territorio nacional; hecho que tuvo su correlato en Tumaco y la región:
se produjo la toma del casco urbano de Ricaurte por parte del Frente
XXIX y la toma del Cerro de Patascoy30 (Anexos: Gráficas 5, 6 y 7),
en los límites de Nariño y Putumayo (García, 2011; Vázquez, Vargas
y Restrepo, 2011; Aponte y Benavides, 2016; Rodríguez, 2015). De ese
momento en adelante, Tumaco se fue insertando de forma gradual y
sostenida a la geografía nacional de la guerra, tanto por los recursos a
disposición como por su ventajosa ubicación.

Dicha tendencia se confirmó con el fracaso de los diálogos del Caguán


y con el intento del Estado de retomar el control militar del área des-
pejada. Así, las Farc reforzaron su presencia en el Pacífico nariñense
y Tumaco para evadir la presión militar y con el objeto de consolidar
corredores de movilidad desde Caquetá, pasando por el Huila, Tolima,
Cauca y Nariño31 (Vicepresidencia, 2009; Agudelo, 2005, Vásquez, 2015;
González, Bolívar y Vásquez, 2003). Esto se dio como respuesta a la

30
En este hecho veintidós soldados resultaron muertos y dieciocho tomados como
prisioneros de guerra.
31
Uno de los corredores era el que buscaba conectar el departamento del Caquetá
con la costa del Pacífico nariñense, atravesando los departamentos de Huila,
Tolima y Cauca. Y otro, que no se materializó, iría a lo largo de toda la región del
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 125
Acuerdos de La Habana

pérdida de presencia y acceso al mar de las Farc-EP en el golfo de Urabá


con el avance paramilitar en esta zona del país (García, 2011; Suárez,
2007: Ronderos, 2014). En este orden de ideas y como consecuencia de
lo expuesto, en el 2002 se conformaron las Columnas Daniel Aldana y
Mariscal Sucre.

Este reposicionamiento no solo residió en consideraciones militares,


también les permitió concatenar los diversos eslabones de la coca al
darse el traslado de los cultivos de otras zonas del país32 por las cam-
pañas de fumigación (Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011; Torres, 2012)
(Gráfica 2). Igualmente, esta ascendencia en el plano militar se tradujo
en mayores pretensiones de la guerrilla de incidir en la vida política
tumaqueña bajo una directriz concreta: interceder y “controlar” activa-
mente la vida política local haciendo rendir cuentas a los gobernantes e
interviniendo en la pasada contienda electoral33 (García, 2011).

Gráfica 3. Hectáreas de Coca en Tumaco, 2001- 2014


10.000
9.000
8.000
7.000
6.000
5.000
4.000
3.000
2.000
1.000
0
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014

SAN ANDRÉS DE TUMACO


Fuente: Simci. Elaboración propia

Pacífico, desde el Urabá hasta Tumaco, pasando por los puertos de Buenaventura
y Guapi en el Cauca y el Valle del Cauca.
32
Guaviare, Meta, Caquetá y, especialmente, Putumayo.
33
Las Farc pretendieron que los diversos políticos aspirantes y electos “representaran”
sus intereses y visiones de sociedad. No en vano, una representante por la
126 Controversia 206

Esta actitud de las Farc-EP a la ofensiva les significó la intensificación


de recursos obtenidos de extorsiones y secuestros y la puesta en mar-
cha de acciones que torpedearon la vida cotidiana de la población en
general, como por ejemplo bloqueos de la carretera Pasto-Tumaco, y
sobre todo de las élites económicas locales (comerciantes y palmeros).
La guerrilla culpó a los comerciantes del poco éxito de las moviliza-
ciones locales, por lo cual puso un mayor énfasis en el lado militar de
la organización. Esto coincidió con la llegada de nuevos comandantes
que acentuaron el ala militarista (Rodríguez, 2015). Todo lo anterior
no solo rompió con los débiles “acumulados históricos”, sino que tam-
bién explica la invitación que hicieron tanto los comerciantes como los
palmeros a la entrada del proyecto paramilitar en la región, a lo que se
sumó una reacomodamiento del narcotráfico en la zona (CNMH, 2016)
(Anexos: Gráficas 5, 6 y 7).

Aunque se trata de un asunto en discusión, la llegada del paramilitaris-


mo al Pacífico nariñense, y en específico a Tumaco, se ha intentado ex-
plicar cómo una reacción de élites vulnerables que “queriendo acabar
un mal terminaron trayendo uno peor”, como afirmó un entrevistado
a Rodríguez (2015, p.49). Esta idea enfatiza en la perspectiva contrain-
surgente del proyecto paramilitar, pero obvia los reacomodos y nuevos
incentivos del narcotráfico en la región.

En ese orden de ideas y superando el antagonismo no muy realista entre


política-criminalidad, es decir, más allá de la discusión entre si el pro-
yecto paramilitar en el Pacífico nariñense fue contrainsurgente o simple-
mente motivado por el narcotráfico, sugerimos como elemento funda-
mental comprender que la experiencia ‘para’ en el territorio encontró un
terreno fértil que coayudó a su inserción y expansión, caracterizado por

circunscripción especial de Comunidades Negras denunció al Frente XXIX de


las Farc por retener más de cuarenta personas, entre ellas alcaldes, concejales y
candidatos a diversas corporaciones públicas, para supuestamente incidir en las
elecciones locales de finales de octubre de ese año.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 127
Acuerdos de La Habana

uno factores de tipo estructural y de la vida sociopolítica tumaqueña


(i a iii) y otros factores más coyunturales, que involucran igualmente
decisiones de los actores (iv y v):

i) Las ventajas geográficas que brinda la zona: esteros, manglares y zo-


nas de difícil acceso permiten la expansión de la siembra y el estable-
cimiento de plantas de procesamiento.
ii) La existencia de rutas a causa de una tradición de contrabando, eco-
nomías sumergidas y otras prácticas ilegales, las cuales fueron aprove-
chadas (Laurent, 2008, p.74; Vargas, 2003).
iii) Una precaria presencia estatal y un vacío de poder que es llenado por
el poder privado con un manejo patrimonial y personalista, que tiene
además conexiones con actividades ilegales, específicamente con el
Cartel de Cali.
iv) El asedio de la guerrilla de las Farc-EP a comerciantes y élites locales.
v) La transformación de la economía cocalera en la región, ya que al
iniciar su auge el Cartel de Cali es golpeado contundentemente, lo
que rompe con el monopolio de esta estructura sobre la zona y abre
las posibilidades a nuevos competidores en la disputa por el negocio
(Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011;Vargas, 2003).

Así, el Bloque Libertadores del Sur34 entró a disputarle el control territo-


rial y la regulación sobre los diversos eslabones de la coca a la guerrilla35.
El arribo paramilitar (1999), que inicialmente hizo presencia en Tumaco
y la zona de la carretera que comunica este municipio con Pasto, se
expresó, al igual que en otras zonas del país, en la elaboración de listas
negras de supuestos colaboradores de la guerrilla, así como en algunas
acciones de “limpieza social” y el consiguiente desplazamiento de la po-

34
Adscrito al Bloque Central Bolívar.
35
Es decir, con cultivos, laboratorios, rutas y puertos de embarque para el mercado
internacional. Esto tuvo que ver, según Castaño, con una estrategia nacional que
buscó acabar con la insurgencia en Colombia, sobre todo la de las Farc-EP, por lo
que era necesario quitarles el control sobre su principal fuente de recursos: la coca
(González et. al., 2011; Aponte, 2015).
128 Controversia 206

blación (Tabla 1 y Anexos: Tabla 3 y Gráficas 5, 6 y 7). Se registró enton-


ces un nuevo punto de inflexión, pues la disputa por el control territorial
en Tumaco y el Pacífico nariñense, facilitada por una precaria presencia
estatal, estuvo ligada al control y un orden de extracción de los recursos
a disposición (García, 2011; Agudelo, 2005; Vicepresidencia, 2009).

Tabla 2. Comparativo de Acciones bélicas e Infracciones al DIH


entre actores armados.
Acciones bélicas Infracciones al DIH Total hechos
Actor
Absolutos % Absolutos % Absolutos %

FARC 127 92.02 122 40.6 249 56.8


FF.AA. 88 63.7 63 21 151 34.5
Otras guerrillas 4 2.8 4 1.3 8 1.8
Paramilitares 8 5.7 77 26.6 85 19.5
Sin información 3 2.1 35 11.6 38 8.6
ACUMULADO* 138* 300* 438*

Fuente: Cinep. Elaboración propia

Ahora, sin duda alguna estas disputas territoriales afectaron el proceso


organizativo de las comunidades y aplicabilidad de la Ley 70 de 1993,
pues no solo se expandieron los cultivos de coca (Gráfica 2), sino que
también se dieron procesos de desplazamiento, victimización de los ha-
bitantes y limitaciones de movilidad (Anexos: Tabla 3). Igualmente, se
afectó la constitución de los Concejos Comunitarios, se retardaron los
procesos de titulación, se alteraron las formas de producción tradicio-
nales, etc. (Vicepresidencia, 2009; Aponte y Benavides, 2015). En suma,
para estos años emerge un nuevo orden social derivado del cambio en la
estructura de propiedad de la tierra, de la presencia del conflicto y de la
articulación de los actores armados con la coca (García, 2011; Aponte y
Benavides, 2016).

Por otro lado, la introducción de los cultivos de coca se dio de forma


contingente y no prevista por cuenta de la campaña de erradicación (Plan
Colombia), lo cual incentivó el traslado de los cultivos y, con ellos, la
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 129
Acuerdos de La Habana

migración de contingentes poblacionales ligados a esta economía (Ro-


dríguez, 2015; Vásquez, 2011; Aponte y Benavides, 2016). Inicialmente,
estos cultivos fueron introducidos a la región por los ríos Patía y Tel-
embí y a Tumaco por la parte alta del Mira y sus afluentes. Al cabo de
un par de años se asentaron de forma consistente en todos los muni-
cipios del Pacífico nariñense hasta el sur del departamento del Cauca
(Vicepresidencia, 2009). De ahí la configuración de un clúster36 y una
ventana de oportunidad para que las Farc-EP fortalecieran su aparato
armado y ganaran “el apoyo” de ciertos pobladores hacia su organiza-
ción (Rodríguez, 2015).

La importancia de este suceso radica en que no solo se alteraron las


formas de consumo, sino que más importante aún fue el cambio en los
patrones de apropiación territorial, pues se empezó a generar una ten-
sión entre los territorios colectivos y los campesinos colono-cocaleros37
por la compra por parte de los segundo de predios individuales en los
territorios colectivos que estaban en proceso de titulación (Vicepresi-
dencia, 2009). Esto no solo cuestionaba la unidad de las comunidades,
también empezó a plantear problemas jurídicos por la carácter “ilegal”
de estas ventas. De ahí en adelante se registraron conflictos entre los
nativos que habían vendido y aquellos que no lo hicieron, y entre los
extraños que compraron o arrendaron con aquellos que no lo han he-
cho (Vicepresidencia, 2009).

36
Las ventajas geográficas del territorio y la introducción de laboratorios y
cristalizadores que permitían el rápido embarque del cargamento hacia el mercado
internacional por la gran cantidad de afluentes que desembocan en el mar pacífico
explican su configuración.
37
La llegada de estos contingentes poblacionales se vio impulsado por dos elementos
que se reforzaron mutuamente. Por un lado, tuvo lugar el retorno de nativos
migrantes que se habían vinculado con anterioridad a ciertos eslabones de la
economía de la coca (en Guaviare, Putumayo, entre otras zonas), bien sea como
cultivadores o como raspachines, recolectores de hoja, etc. Y por otro, se produjo
la llegada de comerciantes que incentivaron los cultivos al repartir semillas,
financiarlos y garantizar la compra del producto (Vicepresidencia, 2009).
130 Controversia 206

Estos cambios y dinámicas evidenciaron que la coca llegó para quedar-


se y que, si bien no todos los pobladores cambiaron de cultivos porque
quisieron −el influjo de las armas fue importante−, hubo condicio-
nes estructurales que facilitaron la difusión y consolidación de la coca;
hecho que se reforzó porque los programas de sustitución (tanto del
gobierno como de las ONG) no correspondían a las tradiciones pro-
ductivas y de consumo de los pobladores o porque los programas pro-
movidos, como el cultivo de cacao, no contaban con la infraestructura
necesaria ni un mercado estable. Esta situación contrasta notablemente
con la coca, pues se tiene acceso fácilmente a las semillas, a los insu-
mos y la demanda garantiza la compra del producto (Vicepresidencia,
2009; Aponte y Benavides, 2016).

De ahí que no deba extrañar que las Farc-EP lograran un mayor juego
en la vida comunitaria y política: en las zonas rurales establecieron
un régimen contributivo, el cual manejaban a su parecer38 (Vicepresi-
dencia, 2009); influyeron y obstaculizaron ciertos procesos organizati-
vos al interceder en la dinámica de los Consejos; e impusieron ciertas
normas y parámetros de regulación39. Pero esto no es todo, pues como
estrategia paralela de erosión y desconocimiento de los Consejos Co-
munitarios impulsaron procesos organizativos paralelos no integrados
por nativos, como las asociaciones de los ríos Mira, Nulpe y Mataje
(Vicepresidencia, 2009; Aponte y Benavides, 2016).

38
Por ejemplo, con los fondos recaudados una comunidad les propuso que destinaran
el 50 % del recaudo para vías, escuelas y otras necesidades, pero la agrupación
se negó argumentando necesidades militares. También intentaron poner en la
dirección de estos procesos a personas afines o simplemente desconocieron la
potestad de las Juntas de los Consejos Comunitarios (Aponte y Benavides, 2015).
39
Tal es el caso de las Farc-EP en las zonas del Alto Mira, el Nulpe, el Mataje, la Balsa
y Palamí. Su presión sobre las autoridades llevó a que estas dejaran de reunirse
e incluso alguno se vieron en el a necesidad de desplazarse. Pero las Farc-EP no
fue la única organización, también los paramilitares desplazaron varios líderes
comunitarios y dirigentes que decidieron abandonar la región por la difusión de
listas negras (Agudelo, 2001).
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 131
Acuerdos de La Habana

El continuismo ‘fariano’: la organización social entre las


armas y la política, 2007-2015
Las dinámicas anteriormente descritas se acentuaron en los últimos
años debido a los siguientes factores: (1) el proyecto paramilitar, al
igual que en otras zonas del país (Catatumbo, Sucre, Valle del Cauca,
etc.), solo logró establecer y consolidar su presencia en el casco urbano
y en el corregimiento de Llorente, pero nunca tuvo la posibilidad de
regular y ni siquiera insertarse en los espacios rurales40 (Aponte, 2012
y 2015; CNMH, 2014; Rodríguez, 2015); (2) el control ‘fariano’ en la
parte rural fue poco cuestionado y se afianzó con el tiempo; y (3) con
la desmovilización de las AUC tuvo lugar un proceso de rearme mate-
rializado en el ingreso de las Águilas Negras y los Rastrojos, pero estos
grupos no lograron asentarse en el territorio por su forma de actuar, lo
cual terminó desgastando su relación con los pobladores locales (Entre-
vistado 1 y 2).

En este orden de ideas, estos factores le permitieron a la guerrilla recu-


perar sus espacios perdidos y regresar a las partes urbanas de Llorente
y, sobre todo, Tumaco y consolidar su presencia en lo rural. Lo anterior
estuvo enmarcado en la Operación “Renacer” (Entrevistado 2; Rodrí-
guez, 2015; CNMH, 2014a), la cual significó un aumento exponencial
de la responsabilidad de esta guerrilla en violaciones al DIH y acciones
bélicas, como puede verse en la Tabla 1.

Se profundizaron entonces las tensiones generadas por la coloniza-


ción campesino-cocalera, enmarcada en este afianzamiento ‘fariano’,
ya que fue apuntalando sus propios mecanismos de regulación en
contraposición a las formas tradicionales de los Consejos. ¿En qué

40
Si se estudian y analizan otros casos del territorio nacional, se hace evidente la
imperiosa presencia de una sociedad sedimentada y jerarquizada de forma clara
para que los paramilitares puedan no solo insertarse exitosamente sino también
imponer un orden y control territorial (CNMH, 2016; Gutiérrez y Barón, 2006).
132 Controversia 206

consistió la situación?, ¿cuáles han sido las estrategias? y ¿cómo se ha


visto afectada la organización social?

En el ámbito político, las Farc-EP continuaron impartiendo “la cáte-


dra bolivariana, pues las otras formas de desarrollo disque hacen parte
de la dominación y que la deben dejar por eso, así se han opuesto a
Recompas” (Entrevistado 3). También se inmiscuyeron en los asuntos
internos de los Consejos, como los mecanismos de democracia interna
y el derecho a denunciar. Igualmente, hay quienes dicen que presiona-
ron a la gente a marchar so pena de recibir una multa de 500.000 pesos
si no lo hacían41, y que se encargaban de impartir justicia en algunas
situaciones; por ejemplo, “si robas una ganilla, te matan, te destierran
o cortan la mano”42 (Entrevistado 4).

Esto no quiere decir que la presencia ‘fariana’ haya sido homogénea en


todo el territorio. Por el contrario, esta se ubicaba principalmente en
la zona rural (Alto Mira y Frontera), en la cabecera municipal y sobre
el eje de la carretera de Pasto-Tumaco, no solo a cuenta de una menor
presencia de la Fuerza Pública, sino también porque es en estos luga-
res está su base social. De ahí su intención de influir por medio de las
armas en los Consejos Comunitarios al tomarse “la vocería en temas
sensibles, como la salud”. Este hecho se vio facilitado por “los diálogos
de la Habana, [porque] ellos nunca han tenido lo que se llama el apoyo
de la sociedad civil. Ellos crearon unas Juntas con sus líderes formados
por ellos y los sacan a la calle a protestar, sobre todo en la zona de ca-
rretera: Guayacana y Llorente” (Entrevistados 6 y 8).

Pareciera ser que esta estrategia y apuesta de injerencia de la vida po-


lítica local y sub-local, estaba enmarcada en las apuestas políticas de

41
Este entrevistado dijo que esta fue una de las órdenes del grupo armado para el
reciente Paro Agrario Nacional.
42
Si bien consideramos que esta expresión puede ser exagerada, sí da cuenta de las
formas y capacidades de regulación de las Farc en este zona del país.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 133
Acuerdos de La Habana

las Farc-EP de cara a su futura desmovilización e inclusión al juego


democrático. Este aspecto ha generado una percepción de “preocupa-
ción porque los Concejos han visto su autonomía recortada. Algunas
autoridades sostienen que se vienen presentando casos de presión y de
uso de vías de hecho, para hacer marchas y bloqueos (Entrevistado 6).
Y esta estrategia se intensificó por el contexto electoral y su posible des-
movilización, están impulsando sus candidatos en la parte rural para
concejo, alcaldías, asambleas” (Entrevistados 6 y 8).

La anterior cita revela la magnitud y dimensión de su influencia, pero


también las posibilidades de los pobladores locales frente al grupo ar-
mado. Sin duda alguna, la zona rural es la de mayor influencia ‘fariana’
al ordenar y regular varios aspectos de la vida comunitaria, lo cual
adquirió un viso de normalidad: “quien más regula a la población es
las Farc. Esto es considerado lo más normal. [Por eso] el Concejo Co-
munitario tiene que disputarle la resolución y trámites de los conflictos
locales” (Entrevistado 3). Igualmente, establecieron controles al despla-
zamiento de las personas: en algunos Consejos sus miembros les tenían
que pedir permiso “para la entrada de plata, para apoyar un político,
salir de la zona, etc.” (Entrevistados 5 y 8).

Pero esta capacidad de “regulación” en el escenario rural (veredas y


corregimientos) se torna porosa de acuerdo a los pobladores y el tipo
de organización presente. Así, las comunidades que tienen una mayor
tradición de organización y una estructura más sedimentada tuvieron
mayor capacidad de resistir y negociar; hecho que matiza la idea de que
todos los pobladores locales iban al vaivén de las directrices ‘farianas’
o que todas las organizaciones sociales son producto de las Farc-EP. Al-
gunos Consejos lograron adaptarse, negociar y mantener cierto margen
de maniobra al fragor de las armas, logrando acomodarse o negociando
las directrices impuestas:

los miembros [del Consejo]) no siguen al pie de la letra las órdenes, hay
una reticencia, se les enfrentan porque ellos no son mandaderos. Una vez
134 Controversia 206

montaron dos presidentes. Uno está muerto y el otro preso, la gente le toca
acomodarse por la intimidación de las armas. Lo que quiero mostrar es que
el dominio del territorio de las Farc no quiere decir que dominan la política
y los procesos organizativos o los Consejos. (Entrevistado 3)

En efecto, para los Consejos Comunitarios hay temas que entran en lo


no negociable, como el medio ambiente o la educación: “Puede que las
Farc tengan injerencia en algunas vainas, pero (…) el tema ambiental
entra en lo no negociable, pero en algunas otras zonas sí; se meten en
temas de los problemas familiares, el tema de los linderos, etc. (…) eso
depende mucho de la zona, del Consejo, etc.” (Entrevistados 3 y 8).

Estos matices, capacidades de contestación y negociación de las comu-


nidades locales no solo muestran la imposibilidad de este grupo arma-
do para incidir plenamente en todos los ámbitos de la vida cotidiana
y de consolidar una verdadera base social; también dan cuenta de las
relaciones complejas que se entretejen entre guerrilla y población y, en
cierta medida, explican por qué las Farc-EP debía recurrir a los sectores
de los colonos cocaleros.

No por nada, impulsaron procesos organizativos paralelos buscando


aprovechar las vicisitudes, burocratización y pérdida de impulso re-
ciente de los Consejos Comunitarios y, de paso, arrebatarles el mono-
polio de la interlocución con el Estado en todas sus escalas y con las
agencias de cooperación. Ahora, lo interesante de este asunto es que la
estrategia guerrillera ha hecho uso de la institucionalidad: a través de
las JAC han promovido nuevas formas de apropiación territorial y de
desarrollo rural que terminan por contraponer dos modelos de desarro-
llo, intermediación política, etc. Ahora, ¿cuál es la estrategia ycómo la
han desarrollado?

Para uno de los entrevistados, las Farc-EP han utilizado esta estrategia
por su imposibilidad de incidir en los Consejos Comunitarios (Entre-
vistado 4), pues se ha respaldado en las armas y ha creado fuertes
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 135
Acuerdos de La Habana

tensiones con estos. Pero lo más grave es que la idea de propiedad de


ambos no solo es distinta sino que ha afectado la misma territorialidad
de los Consejos y sus jurisdicciones a raíz de la compra individual en
detrimento de la propiedad colectiva (Entrevistados 5 y 8).

Así, al tradicional binomio identificado por González, Bolívar y Vás-


quez (2003), que contrapone el modelo de desarrollo rural impulsado
por los paramilitares con el de las Farc-EP43, se le ha sumado, en este
contexto local, una nueva contraposición: la del modelo de desarrollo
rural étnico institucionalizado44 basado en la propiedad colectiva versus
la economía campesina colonococalera de propiedad individual. Esta
situación se refleja en que “las dos poblaciones [tanto colonos como
afros], por su lado, exigen sus derechos de propiedad” (Entrevistado 6).
Así, estos “dos tipos de propiedad reconocidas por el Estado, generan,
(…) sin duda alguna, un conflicto específico. Volviendo el tema una
cuestión sensible en el ámbito local” (Entrevistado 3).

En esta vía, consideramos que estas nuevas dinámicas y procesos com-


plejizan en extremo un escenario que de por sí ya tenía diversos ingre-
dientes y componentes. La compleja y variopinta legislación que recono-
ce distintas jurisdicciones y formas de apropiación territorial45 compleji-
za las tensiones por la forma de entender y organizar el territorio. A esto
se le suman las tensiones generadas entre autoridades tradicionales y la

43
En el primero, se promueve e impulsa un modelo de desarrollo rural intensivo y
extensivo de la agricultura; mientras que en el segundo se promociona un modelo
agrario basado en la pequeña propiedad y la economía campesina.
44
Que tiene toda una serie de complejidades internas: el mundo de la titulación
colectiva de los Consejos Comunitarios no se ha encontrado exento de discusiones
en torno al lugar que tiene la propiedad individual en estos territorios, así
como el lugar y la reglamentación de los cultivos de palma o las camaroneras
allí asentadas. Esto se profundiza con la indecisión institucional, es decir, la
ausencia de mecanismos reglamentados por la ley para solucionar este tipo de
conflictividades sobre la propiedad y el uso de la tierra en estos territorios.
45
Por ejemplo Consejos Comunitarios, Resguardos Indígenas y Juntas de Acción
Comunal y Local.
136 Controversia 206

nueva institucionalidad representada en los entes organizativos étnicote-


rritoriales, así como entre los pobladores negros y los propietarios de las
plantaciones de palma e, incluso, entre las mismas comunidades que se
disputan espacios de poder y representación en el proceso de titulación
(Agudelo, 2005; Agier y Hoffmann, 1999).

A todo lo anterior se le agrega además el arribo de narcotraficantes, que


igualmente impulsan su idea de región con proyectos mineros, pesqueros
y turísticos hacia la zona central (Agudelo, 2001), y la reivindicación de
zonas de resguardos indígenas, que también se solapan con los Consejos
y las JAC, lo cual genera grandes competencias por la titulación sobre la
misma área (Agudelo, 2001). Finalmente, debemos añadir las tensiones
entre las JAC y los Consejos.

Por eso, algunos pobladores se han mostrado escépticos frente a los


Acuerdos de la Habana porque creen que las Farc-EP no van a dejar de
ejercer la justicia que ellos han impuesto y delegarla sobre las comuni-
dades y las autoridades locales (Entrevistado 3); a lo que agregan que el
espacio dejado por la guerrilla puede ser copado por otro actor armado,
sobre todo teniendo como referente el fallido proceso de desmovilización
paramilitar, que, como ya se mencionó, en Tumaco se tradujo en la inser-
ción de las denominadas Águilas Negras y posteriormente los Rastrojos.

En líneas generales, lo resaltado en este apartado da cuenta de que Tu-


maco cuenta con los componentes necesarios para que un actor paraes-
tatal se apropie de la economía de la coca y, con ello, del control sobre
elementos específicos de la vida en el territorio, ya que la coca no solo ha
representado una forma de subsistencia para las bases colonas cercanas
a las Farc-EP, sino también por la misma condición de la población local.
Los índices sociales y económicos hacen que los tumaqueños se enrolen
en esta actividad para satisfacer sus necesidades y aspiraciones.

Así, a las causas objetivas hay que sumar la posición estratégica del
lugar y el interés de los narcos por el municipio: “Esta zona es una
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 137
Acuerdos de La Habana

zona particular porque es estratégica para el narcotráfico. Ellos, los nar-


cos, van a seguir utilizando las rutas después de la salida de las Farc”
(Entrevistado 5). Algo que sin duda planteará un entorno hostil para
el proceso de implementación de lo acordado en La Habana y podría
conllevar a nuevos ciclos de conflictividades en la zona. Muestra de lo
anterior son los recientes sucesos en la región, ya que mientras se fir-
maba el Acuerdo de paz en La Habana, la situación de seguridad se fue
alterando tanto por disidencias de milicianos de las Farc-EP no compro-
metidos con la desmovilización e interesados en la economía cocalera
y cocainera, como por los ajustes de cuentas que ha desarrollado esta
organización a los sectores disidentes que cada vez más se van acercan-
do a las estructuras de los grupos posdesmovilización en la zona (La
Silla Vacía, 2016 y 2016a).

IV. Conclusiones: la necesidad de una intervención


diferenciada en el posconflicto
El caso de San Andrés de Tumaco refleja cómo una inserción exógena
del conflicto armado, por asuntos de tipo estructural (pobreza, mar-
ginalidad, etc.), se ha convertido en un elemento estructurante de la
vida social y política de la región. Finalmente, para resaltar y concretar
algunos de los aspectos ya retratados, y a manera de conclusión, en
este apartado se brindan una serie de recomendaciones para la posible
acción tanto del Estado central como de organismos de cooperación
internacional frente al contexto de posacuerdo y de implementación de
lo acordado en La Habana. En este orden de ideas, y teniendo en cuenta
los patrones de poblamiento, la forma de hacer y de intermediar en po-
lítica, el carácter, las posibilidades y los problemas de los pobladores de
esta zona, proponemos las recomendaciones expuestas a continuación.

- Atender eficazmente los reciclajes y resquemores de la guerra.


Quizá uno de los asuntos que requiere una intervención inmediata
tiene que ver con los asuntos relacionados con la lógica del conflicto
138 Controversia 206

armado y su impacto en la vida comunitaria, en la organización y la


movilización. En primer lugar, es necesario tener en cuenta el desafío
que plantean los GAPD y el posible reciclaje de la guerra en Tumaco a
causa de algunos legados armados (experiencia armada, vinculación de
forma remunerada, conocimiento de todas las cadenas del narcotráfico,
etc.); y en segunda instancia —en el plano comunitario—, se deben
considerar los posibles revanchismos que se pueden presentar entre
comunidades negras y colonos y ex combatientes de las Farc-EP con la
firma de la paz.

Allí es fundamental abandonar discursos señaladores que planteen una


asociación simple de estos contingentes de colonos con la guerrilla,
porque esto no solo puede estigmatizar a estas poblaciones, sino acre-
centar la violencia. De lo que se trata entonces es de orientar meca-
nismos locales de reconciliación que desactiven una posible reacción
violenta de las comunidades negras contra estas poblaciones que, de
una u otra manera, y a pesar de estar a veces refugiadas bajo las ar-
mas, no han hecho parte de la confrontación de manera directa y ya
tienen cierta vida en el territorio. En este sentido, es necesario no solo
garantizar y clarificar el inestable régimen de propiedad rural existente
(Gutiérrez, 2014), sino también sanear e incorporar las nuevas formas
de propiedad, así como proteger los resguardos y territorios colectivos
ya constituidos.

- Comprender e incorporar el poder local a la institucionalidad.


En primer lugar, para dilucidar los retos y posibilidades de cara al pos-
conflicto, es fundamental entender la geometría variable del poder en el
nivel más local; algo muchas veces olvidado por los agentes externos al
territorio (Estado, ONG y hasta las mismas guerrillas en sus intentos de
inserción). Esto significa que en el caso de Tumaco, en un espacio como
las veredas y corregimientos, hay diversos formas de regulación y de
sociabilidad que se encuentran atadas a los procesos de configuración
regional, a los territorios colectivos, a ciertas estructuras clientelistas,
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 139
Acuerdos de La Habana

a autoridades más tradicionales y a ordenes sociales construidos por


la guerrilla. Es decir, este es un espacio en el que convergen distintas
pautas y cánones de comportamiento que deben ser entendidos e in-
corporados.

Ahora, por lo variopinta que es la sociedad civil tumaqueña, no es


posible decir, por ejemplo, que se trata de una serie de actores con lógi-
cas anti-estatales o que son actores homogéneos; por el contrario, hay
diferentes expresiones de la sociedad en el ámbito rural y en el ámbito
urbano. En ese sentido, construir una nueva instancia o un nuevo me-
canismo puede generar traumatismos en esa geometría del poder. Hay
que proponer y construir a partir de los acumulados que se tienen, sus
diferencias sublocales y sus posibilidades y dificultades en este escena-
rio de transición.

- En el ejercicio de la política, centralizar y promover nuevos


liderazgos.
Uno de los grandes riesgos que corre la implementación de los acuerdos
es que los posibles beneficios de los programas del posconflicto se que-
den en las redes clientelares y en los gamonales de turno. Para ello es
fundamental buscar medidas e incentivos que centralicen la inversión
social y otros servicios y que promuevan una mayor democratización.
En ese sentido, los acuerdos sobre participación política en La Habana
abren una ventana de oportunidad y pueden influenciar positivamente
a la experiencia de las organizaciones sociales o aquellas lejanas a las
lógicas clientelistas en la vida política. Es fundamental rodear su puesta
en marcha y ajustar la institucionalidad a las condiciones políticas lo-
cales, ya que muchas veces, por diversas coyunturas, estas organizacio-
nes son relegadas del ejercicio y disputa por el poder o se han visto en
la necesidad de tranzar con los gamonales tradicionales para tener cier-
tas posibilidades de éxito; situación que compromete seriamente sus
expectativas y objetivos a la hora de gobernar y tener independencia.
140 Controversia 206

- Revitalizar los Consejos Comunitarios y catapultarlos como actores


de la transición.
El movimiento de las comunidades negras atraviesa por una etapa en
la que enfrenta dificultades prácticas por cuenta de su viabilidad como
proyecto socioeconómico, los impactos de la guerra, así como por sus
debilidades y conflictos internos. No obstante, son el actor de mayor
relevancia y agencia sobre el territorio, no solo en cuanto a su gestión
sino también como articulador, integrador y organizador de las comu-
nidades. Por esto es fundamental reimpulsar y apuntalar la figura de los
Consejos Comunitarios en su poder de gestión, pero también como en-
tidades concretas en el territorio; repolitizar su dinámica en un sentido
positivo; y potenciar sus atribuciones administrativas y de resolución
de conflictos en el territorio, golpeada por la corrupción, las disputas
internas y el conflicto.

- Propiciar canales eficaces, realistas y propositivos de los actores de


la sociedad civil.
Uno de los principales retos de cara a la implementación de lo acordado
tiene que ver con propiciar una interlocución mucho más sistemática y
concreta entre las autoridades municipales y estas expresiones de la de-
nominada sociedad civil. Es fundamental desligarse de desconfianzas
mutuas y entender las organizaciones comunitarias y sociales como la
posibilidad de que el Estado llegue más allá de lo militar a estas zonas.
Algo que, además de contribuir a las condiciones y abrir la puerta a un
proceso democratizador, significa insertar a estas poblaciones rurales y
de los ríos, sin que ello signifique una pérdida de sus tradiciones o de
sus acumulados históricos.

En esta vía, es necesario potenciar de manera realista mecanismos de


coordinación entre las diferentes expresiones de la sociedad civil y su
interlocución con el Estado local más allá de lo formal, aprovechando el
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 141
Acuerdos de La Habana

conocimiento, la legitimidad y los acumulados de estos procesos en el


territorio. Este es el camino para verdaderamente contribuir en el mejo-
ramiento de la calidad de vida de estas poblaciones, con un gran déficit
en cuanto a derechos sociales y económicos y una afectación negativa
a cuenta del conflicto armado (Anexos: Gráfica 5 y Tabla 3).

Anexos
Gráfica 4. Titulación de Baldíos en San André deTumaco, 1900-2012.
2004 - 2012

1995 - 2003
1989 - 1994

1983 - 1988

1974 - 1982

1960 - 1973

1901 - 1959
0 10.000 20.000 30.000 40.000 50.000

PREDIOS HECTÁREAS

Gráfica 5. Hechos del conflicto Municipio de Tumaco


(Nariño) 1991-2014
80  

70  

60  

50  

40  

30  

20  

10  

0  
1991  
1992  
1993  
1994  
1995  
1996  
1997  
1998  
1999  
2000  
2001  
2002  
2003  
2004  
2005  
2006  
2007  
2008  
2009  
2010  
2011  
2012  
2013  
2014  

Acciones  Bélicas   Infracciones  al  DIH  

Fuente: SIG-Cinep. Elaboración propia.


142 Controversia 206

Gráfica 6.
Acciones bélicas por actor - Tumaco 1991-2014
30  

25  

20  

15  

10  

5  

0  
1991  
1992  
1993  
1994  
1995  
1996  
1997  
1998  
1999  
2000  
2001  
2002  
2003  
2004  
2005  
2006  
2007  
2008  
2009  
2010  
2011  
2012  
2013  
2014  
FARC   FUERZA  PÚBLICA   PARAMILITARES  

Fuente: SIG-Cinep. Elaboración propia.

Gráfica 7.
Infracciones al DIH por actor - Tumaco 1991-2014
45  

40  

35  

30  

25  

20  

15  

10  

5  

0  
1995  

1996  

1998  

1999  

2000  

2005  

2006  

2008  

2009  

2010  
1991  

1992  

1993  

1994  

1997  

2001  

2002  

2003  

2004  

2007  

2011  

2012  

FARC   FUERZA  PÚBLICA   PARAMILITARES  

Fuente: SIG-Cinep. Elaboración propia.


Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 143
Acuerdos de La Habana

Tabla 3. Desplazamiento por municipios en Nariño, 1999-2015.

Municipio 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015

San Andrés de Tumaco 360 680 3168 6149 8281 10176 ### 16843 22849 33875 48715 61503 76866 89629 104070 119907 IE+05

El Charco 84 195 1209 4356 4695 5595 8430 9396 34864 36428 38265 39517 41102 41925 42714 43417 43603

Barbacoas 222 330 1531 2757 3892 4522 6703 10453 12255 17407 19740 21414 22890 24289 25327 26657 26982

Policarpa 158 200 296 662 1476 2289 3267 7816 10570 14666 15757 16774 18241 20260 21200 22287 22405

Pasto 423 820 1467 7187 7727 8162 8594 9209 9900 10249 10501 10643 11008 11464 11818 12082 12128

Olaya Herrera 45 110 978 1649 1836 1970 2250 3098 3979 6420 8408 10491 11803 13216 14459 15311 15418

Santa Bárbara 25 79 3377 3654 3757 3818 4057 4657 6916 7269 7672 8283 8823 9671 10162 10467 10499

Roberto Payán 46 55 143 302 702 834 1526 1888 3179 5808 6592 8314 9077 11148 11869 12216 12301

Cumbitara 33 68 101 220 336 697 1043 2735 5681 7139 7680 8148 8983 9548 9988 10473 10685

Samaniego 83 118 257 504 637 827 1044 1287 2034 5287 6552 7357 8428 9661 10831 12219 12714

Fuente: OCHA. Elaboración propia.

Entrevistas
• Entrevistado 1. Taxista de la ciudad de Tumaco. Realizada en julio 27
de 2015.
• Entrevistado 2. Miembro de Pastoral Social. Realizada en julio 27 de
2015.
• Entrevistado 3. Antiguo miembro de Recompas y experto en temas de
Justicia tradicional. Realizada en julio 28 de 2015.
• Entrevistado 4. Abogado local. Realizada en julio 29 de 2015.
• Entrevistado 5. Funcionario de la Unidad para la Atención y Repara-
ción Integral a las Víctimas. Realizada en julio 29 de 2015.
• Entrevistado 6. Secretario de Gobierno del municipio de Tumaco. Rea-
lizada en julio 30 de 2015.
• Entrevistado 7. Líder afro. Realizada en octubre 29 de 2015.
• Entrevistado 8. Miembro del Consejo Comunitario del Alto Mira y
Frontera. Realizada en octubre 30 de 2015.
• Conversación con líderes de Tumaco, Francisco Pizarro y Barbacoas.
Realizada en abril 18 de 2016.
144 Controversia 206

Bibliografía

Agudelo, C. E., Hoffman, O., y Rivas, N. (1999). Hacer política en el pacífico


Sur: algunas aproximaciones. Documento de Trabajo no. 39. CIDSE. Cali:
Universidad del Valle. Recuperado de http://bibliotecavirtual.clacso.org.
ar/ar/libros/colombia/cidse/Documento39.pdf

Agudelo, C. (2005). Retos del multiculturalismo en Colombia. Política, inclu-


sión y exclusión de poblaciones negras. IRD, ICANH y IEPRI. Medellín: La
carreta editores.

Aguilera, M. (2014). Contrapoder y justicia guerrillera. Fragmentación política


y orden insurgente en Colombia (1952-2003). Bogotá: IEPRI, Universidad
Nacional de Colombia.

Alcaldía Tumaco. Descripción geográfica del municipio. Recuperado de http://


www.tumaco-narino.gov.co/index.shtml

Aponte, A. (2012). Cúcuta y el Catatumbo: entre la integración y la marginali-


zación. En F. González (ed.). Conflicto y territorio en el Oriente colombia-
no. Bogotá: Odecofi, Cinep/PPP y Colciencias.

Aponte, A. (2015). Ganaderos, barones regionales y paramilitares: Hacienda,


poder y violencia en las Sabanas de Bolívar, 1980-2014 (tesis para obtener
el grado de maestro en Sociología General). Escuelas de Altos Estudios en
Ciencias Sociales (EHESS), París.

Aponte, A., y Benavides, J. (2015). Entre ríos y coca: organizaciones sociales,


territorio y política en Sán Andrés de Tumaco. Documento de trabajo del
Proyecto Organizaciones sociales y gobernabilidad local en el posconflicto.
Bogotá: Cinep/PPP y Banco Mundial.

Arjona, A., Cárdenas, J. C., Ibáñez, A. M., Justino, P., y Martínez, U. (2015).
The legacies of Wartime Institutions on citizens Preferences for the rule of
Law. Documento inédito.

Barrera, V. (2016). Potencialidades y limitaciones de las organizaciones so-


ciales de base. Los casos de La Macarena, San Vicente del Caguán y San
Andrés de Tumaco. Documento informe para la construcción de paz terri-
torial. Banco Mundial. Documento inédito.
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 145
Acuerdos de La Habana

Benavides, J. (2016). De la crítica de las armas a las armas de la crítica. Acerca-


miento historiográfico al informe de la CHCV (trabajo de grado para optar
por el título de Historiador). Pontifica Universidad Javeriana, Bogotá.

Castillo, L. (2007). Etnicidad y nación. Cali: Universidad del Valle.

Centro Nacional de Memoria Histórica (2014). Patrones y campesinos: tierra,


poder y violencia en el Valle del Cauca. 1960-2012. Bogotá: Publicaciones
Semana y Taurus.

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2014a). Guerrilla y Población Civil.


Trayectoria de la Farc 1949-2013. Bogotá: CNMH.

Concejo Municipal de Tumaco. (2013). Acuerdo 019 Por medio del cual se
hacen unos ajustes al Plan de Desarrollo de la Administración Municipal
de Tumaco 2012-2015. Recuperado de http://www.tumaco-narino.gov.co/
index.shtml?apc=kbxx--1368885&sh_itm=82048bc2ecfdb6f98166535c37
29d328&add_disc=1

Echandía, C. (1998). Indagación sobre el grado de concentración de la activi-


dad armada en el conflicto interno armado. Bogotá: CEDE, Universidad de
los Andes.

García, P. (2011). La paz perdida. Territorios colectivos, palma africana y con-


flicto armado en el Pacífico colombiano (tesis para obtener el título de Doc-
tora en investigación en Ciencias Sociales con especialización en Ciencia
Política). FLACSO.

González, F., Bolívar, I., y Vásquez, T. (2003). Violencia política en Colombia:


de la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep.

González, F. (2014). Poder y violencia en Colombia. Bogotá: Cinep.

González, F., Guzmán, T., y Barrera, V. (2015). Estrategias para la construcción


de paz territorial en Colombia. Elementos para la discusión. Documento
Ocasional n° 79. Bogotá: Cinep.

Fernán González, Dorly Castañeda & Víctor Barrera (2017). Potencialidades


para la paz de las organizaciones sociales y comunitarias en tres muni-
cipios afectados por el conflicto armado DO n.°81 - Febrero del 2017 •
Bogotá:CINEP
146 Controversia 206

González, J. J. (1992). Espacios de exclusión: el estigma de las Repúblicas


independientes 1955-1965. Bogotá: Cinep.

Gutiérrez, F. (2014). El Orangután con saco leva. Cien años de democracia y


represión en Colombia (1910-2010). Bogotá: IEPRI, Universidad Nacional
de Colombia y Debate.

Helfrich-Bernal, L. (2000). Elecciones: entre gamonalismo y civismo. El caso


de Tumaco en la costa Pacífica. Territorios (4), 39-51.

Hoffmann, O. (2007). Comunidades negras en el Pacífico colombiano. Innova-


ciones y dinámicas étnicas. Quito: IFEA-IRD y Ediciones Abya-Yala.

Hoffmann, O. (1999). Sociedades y espacios en el litoral pacífico sur colombia-


no. En M. Agier, M. Álvarez, O. Hoffmann, y E. Restrepo. Tumaco: ciudad,
historia, identidad y cultura (pp.15-53). Bogotá: ICAN, IRD y Universidad
del Valle.

Jaramillo, J., Mora, L., y Cubides, F. (1989). Colonización, coca y guerrilla.


Bogotá: Alianza Editorial.

Kalyvas, S. (2006). The logic of violence in civil war. Cambridge: Cambridge


University Press.

Kaplan, O. 2011. “Civilian Autonomy in Civil War”. Doctoral thesis, Stanford:


Stanford University.

La Silla Vacía. (31 de octubre de 2016). “Don Y”, el disidente de las Farc que
azota a Tumaco. Recuperado de http://lasillavacia.com/historia/don-y-el-
disidente-de-las-Farc-que-azota-tumaco-58539

La Silla Vacía. (16 de noviembre de 2016). Las Farc mataron a “Don Y”. Recu-
perado de http://lasillavacia.com/historia/las-Farc-mataron-don-y-58754

Leal León, C. (2005). Un puerto en la selva. Naturaleza y raza en la creación de


la ciudad de Tumaco, 1860-1940. En Historia Crítica (30), 39-65.

Mann, M. (1992). Las Fuentes del poder Social. Tomo II. Madrid: Alianza Edi-
torial.

Mann, M. (2006). El poder autónomo del Estado: sus orígenes, mecanismos y


resultados. En Revista Académica de Relaciones Internacionales (5).
Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco:
desafíos territoriales ante una eventual implementación de los 147
Acuerdos de La Habana

Molano, A. (2014). Selva Adentro. Una historia oral de la colonización del


Guaviare. Bogotá: Penguin Random House.

Moore, B. Jr. (2002). Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia.


El señor y el campesino en la formación del mundo moderno. Barcelona:
Ediciones Península.

Oslender, U. (2008). Comunidades negras y espacio en el Pacífico Colombiano.


Hacia un giro geográfico en el estudio de los movimientos sociales. Colom-
bia: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Universidad Colegio
Mayor de Cundinamarca y Universidad del Cauca.

Oviedo, R. (2009). Relatos, revueltas y desventuras de la gente entintada del


Pacífico Sur. Tumaco: Universidad de Nariño.

Preciado, J. J. (2014). La trasformación del poder político en Tumaco. Pasto: E


sismo comunicaciones.

Quiroga, D., y Yunis, J. (2012). Orden social y violencia política en el andén


pacífico nariñense. Documento de Trabajo del equipo Violencia Política y
Formación del Estado del Cinep. Documento inédito.

Restrepo, E. (1999). Hacia la periodización de la historia de Tumaco. En M.


Agier, M. Álvarez, O. Hoffmann y Restrepo (eds.), Tumaco haciendo ciu-
dad (pp. 64-67). Cali: ICANIRD y Universidad del Valle.

Rodríguez, J. D. (2015). Génesis, actores y dinámicas de la violencia política en


el Pacífico nariñense. Bogotá: Cinep/PPP y Odecofi.

Ronderos, M. T. (2014). Guerras recicladas. Una historia periodística del para-


militarismo en Colombia. Bogotá: Aguilar.

Rosero, E. (2012). Continuidades y discontinuidades del clientelismo y del fa-


milismo en la forma de hacer política en Tumaco. En Sociedad y Economía
(22), 231- 260.

Vargas, R. (2003), Drogas, conflicto armado y desarrollo alternativo: una pers-


pectiva desde el sur de Colombia. Bogotá: Acción Andina.

Vásquez, T., Vargas, A., y Restrepo, J. (2011). Una vieja guerra en un nuevo
contexto. Conflicto y territorio en el sur de Colombia. Bogotá: Cinep/PPP
y Odecofi.
148 Controversia 206

Vicepresidencia y Observatorio de Derechos Humanos y DIH del Programa


Presidencial de Derechos Humanos y DIH. (2009). Dinámica reciente de la
violencia en la Costa Pacífica nariñense y caucana y su incidencia sobre las
comunidades afrocolombianas. Recuperado de: http://www.acnur.org/t3/
uploads/pics/2774.pdf?view=1
L
4.
Las alianzas o redes
paramilitares del Alto
Nordeste antioqueño
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 153

Las alianzas o redes paramilitares


del Alto Nordeste antioqueño*

Por Ronald Edward Villamil Carvajal1

En memoria de las víctimas y sobrevivientes


del Nordeste antioqueño

E
n el presente artículo se analiza una modalidad particular del fenó-
meno paramilitar en Colombia, las alianzas o redes paramilitares,
comprendidas como empresas criminales de carácter funcional,
cambiante y coyuntural para la planeación, coordinación y ejecución de
modalidades extremas y recurrentes de violencia contra la población ci-
vil. Estas redes o alianzas paramilitares fueron articuladas y promovidas
por integrantes de la Fuerza Pública, políticos regionales, integrantes de
grupos armados ilegales y determinadores de graves infracciones al DIH
y los DD. HH., especialmente en las décadas de 1980 y 1990 en varias
regiones del país. Como se desarrollará a lo largo del texto, las alianzas
o redes paramilitares se diferencian de los modelos de “autodefensa”,
“comando o ejército privado” y “estructura paramilitar” en la medida
en que no perduraron con posterioridad a la ejecución de la acción cri-
minal, no presentaron una estructura político-militar implantada territo-
rialmente, no contaron con una legitimación política, social y económica
para proyectarse a largo plazo. En este sentido, el análisis de dichas
redes o alianzas paramilitares permitirá ampliar la comprensión acerca
del proceso de conformación, expansión y consolidación de las estruc-
turas paramilitares que se agruparon desde 1998 en la confederación

* Artículo recibido en febrero de 2016.


Artículo aprobado en mayo de 2016.
1
Asesor e investigador Centro Nacional de Memoria Histórica.
154 Controversia 206

de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Se toma como estudio


de caso el proceso de violencia política ocurrido entre los años 1982 y
1997 en el Alto Nordeste antioqueño, conformado por los municipios
de Remedios y Segovia, paradigmático de esta trayectoria particular del
fenómeno paramilitar (CNMH, 2014) (ver cartograma 1).

Cartograma N.o 1. Localización Alto Nordeste Antioqueño, Remedios y Segovia


Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 155

1. La violencia política contemporánea en el Alto


Nordeste antioqueño
El proceso de violencia vivido en la región fue una guerra de masacres.
Entre 1982 y 1997 se registró la ocurrencia de catorce eventos de este
tipo contra la población civil, perpetrados por múltiples actores del con-
flicto armado —grupos paramilitares, grupos guerrilleros e integrantes
de la Fuerza Pública—, lo que dio como resultado 147 víctimas fatales
(ver tabla 1). Cuatro de estas acciones representan coyunturas críticas,
en tanto ilustran la naturaleza de la violencia que distingue el periodo:
el exterminio de la izquierda social y política por medio de modalidades
de victimización (asesinatos selectivos, masacres, desapariciones, des-
plazamiento), agenciadas por redes o alianzas paramilitares de carácter
funcional, cambiante y coyuntural.

Tabla 1. Masacres en el Alto Nordeste antioqueño, Remedios


y Segovia (1982-1997)
Nº Día Mes Año Lugar de ocurrencia Víctimas Perpetrador(es)
1 18 7 1982 Vereda Cañaveral, Remedios 7 fatales Fuerza Pública (Ejército)
20 fatales,
2 4 8 1983 Veredas Cañaveral y Manila, Remedios Fuerza Pública (Ejército)
desplazamiento forzado
3 16 3 1986 Corregimiento Fraguas (Machuca), Segovia 5 fatales Fuerza Pública (Ejército)
4 11 11 1988 Zona Urbana, Segovia y La Cruzada 46 fatales, 60 lesionadas Grupos paramilitares
5 12 3 1989 Corregimiento Santa Isabel, Remedios 5 fatales Grupos paramilitares
6 19 8 1991 Zona Urbana, Segovia 6 fatales Fuerza Pública (Policía)
7 30 9 1991 Zona Urbana, Segovia 6 fatales Fuerza Pública (Policía)
8 1 8 1992 Zona Urbana, Segovia 4 fatales Guerrilla (ELN)
9 19 11 1992 Vereda Martaná, Remedios 10 fatales Fuerza Pública (Ejército)
10 27 2 1993 Sitio Matuntuna, Segovia 5 fatales Fuerza Pública (Ejército)
14 fatales, 2 desaparecidas,
11 22 4 1996 Zona Urbana, Segovia Grupos paramilitares
12 lesionadas
12 9 3 1997 Vereda Cañaveral, Remedios 6 fatales Fuerza Pública (Ejército)
13 29 5 1997 Zona Urbana, Remedios 4 fatales Grupos paramilitares
Sitio Las Negras,Remedios y Sitio Marmajito, 7 fatales,
14 2 8 1997 Grupos paramilitares
Segovia 1 lesionada
Fuentes: Cinep. Banco de Datos de Violencia Política; CERAC. Base de Datos sobre Conflicto
Armado Colombiano; CNMH. Observatorio Nacional de Memoria y Conflicto.
156 Controversia 206

La primera es la masacre de Cañaveral y Altos de Manila del municipio


de Remedios, ocurrida entre el 4 y el 12 de agosto de 1983. Se recupera-
ron los restos de 20 personas: 17 hombres y 3 mujeres, de los cuales 4
eran menores de edad y 2 adultos mayores. Una persona herida logró so-
brevivir, y los demás habitantes de la región se desplazaron forzadamen-
te hacia la cabecera municipal de Segovia. Algunas de las víctimas fata-
les eran militantes y simpatizantes del Partido Comunista Colombiano
(PCC) y del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (Moir).
Antecedió a la masacre una serie de asesinatos selectivos, desaparicio-
nes forzadas y dos masacres en zonas rurales de Remedios y Amalfi,
entre junio y diciembre de 1982. Luego, unos asesinatos selectivos con-
figuran los hechos posteriores, entre agosto y noviembre de 1983, en
zonas urbanas de Remedios y Segovia. Esta masacre fue perpetrada por
un grupo armado conformado por efectivos del Batallón de Infantería
n.º 42 Batalla de Bomboná de Segovia y por civiles al servicio de Fidel
Castaño Gil. En los crímenes, los victimarios utilizaron armas cortopun-
zantes y despojaron a las víctimas de sus pertenencias. Muchos de los
cuerpos sin vida fueron arrojados a las aguas de los ríos Manila, Tamar
y Mulatos, y otros enterrados en fosas que posteriormente no pudieron
ser ubicadas, por lo cual nunca se pudo establecer el número exacto de
víctimas fatales.

La segunda se conoce como “La masacre de Segovia”, la cual fue per-


petrada en las cabeceras municipales de Segovia y del corregimiento
La Cruzada de Remedios el 11 de noviembre de 1988. Por su número
de víctimas se constituyó en la primera gran masacre de la historia del
conflicto armado contemporáneo cometida en un casco urbano. Fue-
ron asesinadas 46 personas: 36 hombres y 10 mujeres, de los cuales 4
eran menores de edad y uno era adulto mayor. Otras 60 más resultaron
heridas. Las víctimas fatales tenían diferentes ocupaciones y adscrip-
ciones políticas; varias de ellas eran simpatizantes y militantes de la
Unión Patriótica (UP), de los partidos Liberal y Conservador, de las
juntas cívicas, del Movimiento Cívico y de las organizaciones sindi-
cales y comunitarias de la región. Esta masacre estuvo antecedida por
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 157

un conjunto de acciones terroristas contra la población civil de muy


diversa índole, las cuales facilitaron la realización de la acción violenta,
entre las que sobresalen la simulación de combates en la plaza princi-
pal, la utilización de propaganda (pasquines, boletines y grafitis), las
amenazas a las autoridades civiles locales pertenecientes a la UP y las
acciones arbitrarias contra varios habitantes de la región. “La masa-
cre de Segovia” fue cometida por un comando paramilitar proveniente
del Magdalena Medio, el cual se movilizó en camperos y llevó a cabo
una operación bélica en ambos cascos urbanos, que incluyó asesinatos
selectivos e indiscriminados, utilizando para ello armamento de largo
alcance y granadas de fragmentación. Efectivos del Batallón de Infan-
tería n.º 42 Batalla de Bomboná y del XII Distrito de Policía de Segovia
llevaron a cabo varias de las acciones terroristas previas a la masacre y
participaron de su planeación. Además, omitieron su deber de proteger
a la población durante los ataques.

La tercera masacre cometida en la zona urbana de Segovia el 22 de abril


de 1996 es conocida como “La masacre de los Billares” o “La masacre
de La Paz y El Tigrito”. En esa ocasión fueron asesinados 14 hombres —
entre ellos 2 menores de edad— y resultaron heridas otras 13 personas.
Otros 2 hombres, un adulto y un menor, fueron desaparecidos. Las víc-
timas fatales y desaparecidas eran mineros, comerciantes, trabajadores
informales y estudiantes de la región. Una serie de anuncios (boletines
y grafitis), amenazas y hostigamientos contra la población civil pre-
cedieron la realización del hecho violento. Esta masacre fue perpetra-
da por un grupo armado proveniente de Medellín, el cual se movilizó
en vehículos prestados para apoyo al Ejército y de servicio particular.
Atacaron dos salones de billares: “Villa Flay”, ubicado en el barrio La
Paz, y “El Paraíso”, ubicado en el barrio José Antonio Galán, también
conocido como El Tigrito. Efectivos del Batallón de Contraguerrilla n.º
47 Héroes de Tacines de Segovia participaron en los hechos previos, en
la planeación y en la realización de la masacre en calidad de coautores.
Tanto la Policía como el Ejército omitieron su deber de proteger a la
población durante la realización de los ataques.
158 Controversia 206

La cuarta masacre emblemática ocurrió en Remedios, en la madrugada


del 2 de agosto de 1997, donde fueron asesinadas 7 personas —2 muje-
res y 5 hombres—, entre ellas dos miembros de la Junta Cívica de Re-
medios, el exalcalde de Remedios Carlos Enrique Rojo Uribe (UP, 1988-
1990 y UP-Movimiento Cívico Popular, 1992-1994) y el profesor Luis
Alberto Lopera Múnera, miembro del Comité de Derechos Humanos y
presidente de la Junta Cívica de Remedios. El grupo victimario incur-
sionó en la cabecera municipal, sacó de sus viviendas a las víctimas y
las obligó a realizar un recorrido por el pueblo antes de ser asesinadas.
En el sector Las Negras, jurisdicción de Remedios, murieron cinco per-
sonas y otra sobrevivió al lograr huir. Los cuerpos de las otras dos víc-
timas fueron hallados en el sector Marmajito del municipio de Segovia.
A pesar de que la región había sido declarada “zona especial de orden
público” desde mayo de 1996, la Fuerza Pública omitió su deber de pro-
teger a la población durante la realización de los anteriores crímenes.
Esta masacre fue el corolario de una serie de asesinatos selectivos ocu-
rridos en Remedios y Segovia durante el año 1997, perpetrados por el
autodenominado comando paramilitar Grupo de Autodefensas del Nor-
deste (GAN). La Fiscalía General de la Nación, a través de un informe
adelantado por el Cuerpo Técnico de Investigación, describió cómo los
integrantes del comando paramilitar se movilizaban libremente —in-
cluso en coordinación con la Fuerza Pública— por los dos municipios,
llegando a tener dos bases de operaciones ubicadas en el área urbana
de Segovia: la primera en el barrio La Paz y la segunda en el barrio
José Antonio Galán o El Tigrito, barrios en los que ocurrió la masacre
del 22 de abril de 1996. Así mismo, determinó que desde enero hasta
septiembre de 1997 fueron asesinadas por el comando paramilitar 170
personas. Estos crímenes fueron precedidos por una serie de anuncios
y amenazas (boletines y grafitis) dirigidas a la población civil, particu-
larmente a los líderes sociales y políticos de la región (Fiscalía General
de la Nación, 1997).

El mecanismo de terror característico del proceso de violencia en el Alto


Nordeste ilustra que para la comisión de cada masacre fue necesario
una alta rotación de operadores criminales (perpetradores, financiadores
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 159

y determinadores) con el fin de llevar a cabo acciones expedicionarias


agenciadas por estructuras criminales sin asiento en el territorio. Los in-
tegrantes de la Fuerza Pública de la región son los únicos que no solo
no cambiaron entre los operadores criminales, sino que además tenían
asiento en el territorio, actuando como nodo de conexión entre los ope-
radores criminales. La rotación de los estos últimos y la pervivencia de
integrantes de la Fuerza Pública permitió que cada ataque respondiera
a intereses de diversa índole, desde el control de los escenarios de con-
trol político y la estrategia contrainsurgente, pasando por las venganzas
personales, hasta el lucro económico, motivos que muchas veces no se
articularon con las dinámicas de la región (excepto el interés contrainsur-
gente), y que, además, fueron efímeros porque sus actores no pervivieron
duraderamente en el tiempo. Con base en lo anterior, las infracciones al
DIH y los DD. HH. presentadas en el Alto Nordeste en el periodo 1982-
1997, no obedecen al accionar de grupos o estructuras ilegales autóno-
mas, endógenas e implantadas territorialmente; por el contrario, se trata
de acciones violentas agenciadas por redes o alianzas paramilitares de
carácter funcional, cambiante y coyuntural.

Otra característica del proceso de violencia consistió en que se registró


un exterminio sistemático de la izquierda social y política en esta mis-
ma época, incluyendo el Partido Comunista, el Moir, la UP, las juntas
cívicas, el Movimiento Cívico, los sindicatos, el Comité de Derechos
Humanos y todos aquellos que hicieron parte de la movilización po-
pular. De las 347 víctimas fatales del período, 103 eran gestores de la
movilización social y política. Entre estos, 49 eran líderes comunitarios,
24 sindicalistas, 8 autoridades políticas (alcaldes y concejales) y 5 de-
fensores de derechos humanos; las otras 51 eran militantes: 33 de la UP,
8 del PC, 5 del Partido Liberal, 4 del Moir y 1 del Partido Conservador.
Se trató de una guerra por el control institucional, político y social, mas
no de una disputa por el domino del territorio y sus recursos.

El éxito social y político de la izquierda en el Alto Nordeste antioqueño


derivó de su capacidad de adaptación a los cambios sociales registrados
160 Controversia 206

en la región por la bonanza aurífera, canalizando con la movilización


popular y la participación política las demandas sociales emergentes,
muchas de ellas relacionadas con la provisión de bienes públicos. En
consecuencia, la izquierda tuvo la habilidad de aprovechar los espacios
de apertura política derivados del proceso de paz del gobierno Betancur
(1982-1986) y de reformas democráticas como la descentralización po-
lítica y administrativa de los años 80, visibilizándose como alternativa
política capaz de canalizar el desgaste y la crisis de legitimidad de los
partidos políticos tradicionales. El exterminio de la izquierda social y
política en la región se corresponde con una percepción de amenaza
derivada de su éxito político y social que, en un contexto latinoameri-
cano con nuevas revoluciones comunistas exitosas y otras en tránsito
(Nicaragua y El Salvador), exacerbó la ideología anticomunista profun-
damente arraigada en la Fuerza Pública y radicalizó la combinación de
todas las formas de lucha en la guerrilla.

Otro rasgo característico del proceso de violencia en la región men-


cionada consistió en que la guerra no cesó, sino que cambió después
de 1997. Quince masacres con 211 víctimas fatales entre 1998 y 2012
—incluida la tragedia de Machuca (104 víctimas fatales), en octubre de
1998— se constituyen en marcadores de la degradación de la guerra
en la región (Ver tabla 2). Esta nueva etapa del conflicto armado se
distinguió por la implantación de ejércitos y estructuras paramilitares
en el territorio, quienes hasta la actualidad centran sus esfuerzos en la
disputa, dominio y control del mismo a las guerrillas (Farc y ELN).

Dentro de esta nueva coyuntura, un nuevo ingrediente confirió al terri-


torio relevancia estratégica para los actores armados del conflicto ar-
mado: la aparición y expansión de cultivos ilícitos, con la llegada del
Bloque Metro de las AUC en 1999. El narcotráfico enfrentó a bloques
de las AUC (bloque Metro y bloque Central Bolívar), y luego de la des-
movilización del bloque Central Bolívar, hegemónico en la región entre
2002 y 2006, la competencia por el territorio se ha tornado fragmentada
y desorganizada. Facciones paramilitares rearmadas del bloque Central
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 161

Bolívar compiten con nuevos actores criminales vinculados con el nar-


cotráfico como Los Rastrojos, Los Paisas y Los Urabeños. La situación
en la actualidad es aún más inestable por el retorno de la guerrilla de
las Farc y la crisis social desencadenada por la venta de la histórica
empresa minera Frontino Gold Mines (FGM). La alta informalidad de
la economía minera en un contexto de bonanza minera nacional hace
más apetecible a la región por las rentas que pueden extraer de estas los
actores armados (Defensoría del Pueblo, 2012; Drost, 2015).

Tabla 2. Masacres en el Alto Nordeste antioqueño,


Remedios y Segovia (1998-2012)

Nº Día Mes Año Lugar de Ocurrencia Víctimas Perpetrador(es)

Veredas El Costeñal, La Ceiba y La Virgen, Grupos


1 8 4 1998 5 fatales
Remedios paramilitares

104 fatales,
2 18 10 1998 Corregimiento Fraguas (Machuca), Segovia 45 lesionadas, Guerrilla (ELN)
desplazamiento forzado

Veredas San Antonio, Oca, San Alejo y El Hundidor, Grupos


3 5 11 1998 10 fatales
Remedios Paramilitares

4 27 7 2000 Vereda La Sonadora, Remedios 6 fatales Grupo no identificado

5 27 8 2000 Vereda La Arenera, Remedios 4 fatales Grupos paramilitares

6 13 9 2000 Vereda Belén, Remedios 4 fatales Grupos paramilitares

Vereda Cañaveral, Remedios y Vereda El Aporriado,


7 29 10 2000 8 fatales Grupos paramilitares
Segovia

8 12 2 2001 Corregimiento Fraguas (Machuca), Segovia 7 fatales Grupos paramilitares

Fuerza Pública (Ejército) -


9 7 7 2001 Vereda Cañaveral, Remedios 18 fatales
Grupos paramilitares

10 9 8 2002 Zona Rural, Segovia 24 fatales Fuerza Pública (Ejército)

11 19 7 2004 Vereda Santa Lucía, Remedios 4 fatales Grupo no identificado

12 6 9 2007 Zona Urbana, Segovia 4 fatales Grupos paramilitares


162 Controversia 206

13 1 11 2008 Zona Rural, Segovia 4 fatales Fuerza Pública (Ejército)

14 19 12 2011 Vereda San Mateo, Remedios 4 fatales Grupos paramilitares

15 6 6 2012 Vereda Martaná, Remedios 5 fatales Grupos paramilitares

Fuentes: Cinep. Banco de Datos de Violencia Política; CERAC. Base de Datos sobre Conflicto
Armado Colombiano; CNMH. Observatorio Nacional de Memoria y Conflicto.

Por otra parte, el proceso de violencia política desarrollado en el Alto


Nordeste generó daños e impactos individuales y colectivos de profun-
da afectación, sobre los cuales aún se espera atención institucional para
la reparación integral y la no repetición. Sobresale el perjuicio ocasio-
nado a las posibilidades de profundización democrática; la negación
del ejercicio de la ciudadanía en una periferia históricamente excluida;
la distorsión de una construcción estatal moderna; la renuncia de las
identidades políticas de los sobrevivientes; la estigmatización y crimi-
nalización del derecho a la protesta, la participación y la oposición polí-
tica. Este daño a la democracia se hizo manifiesto en la proscripción del
derecho a reclamar, a oponerse, a organizarse social y políticamente; en
la aniquilación de minorías y mayorías políticas ideológicamente ubica-
das en la oposición; en el ataque a gobiernos locales elegidos democrá-
ticamente; en el bloqueo a la posibilidad de tramitar institucionalmente
el cambio social con proyectos políticos alternativos elegidos demo-
cráticamente; en el desconocimiento de la voluntad del constituyente
primario manifestada en las urnas y en el cierre del espacio público.

En este orden de ideas, las iniciativas regionales de memoria fueron


silenciadas y suprimidas por la Fuerza Pública, pero mientras pudieron
expresarse, fueron una prolongación de la lucha de la izquierda social
y política por reivindicar sus proyectos políticos y su alternativa de so-
ciedad. La memoria se convirtió en la continuación de la política por
otros medios hasta que fue objeto de silenciamiento. En la actualidad,
las memorias emergentes, que sustituyen a las memorias suprimidas en
la región, se distinguen por su despolitización y la invisibilización de
los victimarios.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 163

Otro impacto sobresaliente consiste en la limitada actuación de las ins-


tituciones judiciales y disciplinarias en los niveles local, regional y na-
cional, lo cual configuró un escenario de impunidad generalizada. En
las cuatro masacres emblemáticas del proceso de violencia en la región
se registraron denuncias sobre acción y omisión de la Fuerza Pública;
no obstante, se evidencian actuaciones parciales y limitadas de la jus-
ticia que no han permitido la satisfacción oportuna del derecho de las
víctimas a la justicia, la verdad, la reparación y la no repetición. En el
campo penal, para las masacres de 1988 y 1996 se profirieron senten-
cias condenatorias, mientras que la impunidad es un factor compartido
en las masacres de 1983 y 1997. Cuando la justicia penal ordinaria
falló contra los determinadores, financiadores y perpetradores (1988
y 1996), los procesos penales se demoraron en proferir sus primeras
sentencias: en el caso de 1988, las víctimas tuvieron que esperar casi
dieciséis años, y en el caso de 1996 pasaron once años para que una
parte de sus reclamaciones les fuera satisfecha en algún grado. Por otro
lado, las actuaciones del campo disciplinario respecto a las faltas de
los miembros de la Fuerza Pública en la masacre de 1988 no se ajus-
taron a la gravedad de los hechos, mientras que no hubo ningún fallo
en relación con los hechos de 1983, 1996 y 1997. Asimismo, la justicia
penal militar no profirió fallo alguno por la actuación de efectivos de la
Fuerza Pública (acción u omisión) en las cuatro masacres. En conjunto,
existen carencias en la investigación y en las decisiones judiciales que
afectan el adecuado reconocimiento y restablecimiento de los derechos
vulnerados. Se requieren, entonces, medidas adicionales de justicia y
reparación en función de los daños e impactos generados.

2. Caracterización de las alianzas o redes


paramilitares
Las cuatro masacres emblemáticas que articulan el proceso de violen-
cia política en el Alto Nordeste antioqueño entre 1982 y 1997 presen-
taron un patrón común: fueron planeadas, coordinadas y perpetradas
por una serie de alianzas o redes paramilitares de carácter funcional,
164 Controversia 206

cambiante y coyuntural, las cuales constituyen una modalidad particu-


lar del fenómeno paramilitar desarrollado en virtud de las caracterís-
ticas geoestratégicas del territorio (enclave minero), las interacciones
entre sectores políticos locales (élites regionales), instancias del Estado
regional (Fuerza Pública) y actores armados ilegales (narcotraficantes y
paramilitares) que las promovieron e impulsaron, las disputas y tensio-
nes políticas e ideológicas que motivaron la concreción de las acciones
violentas (ascenso de la izquierda democrática en la región, especial-
mente la UP), y la recurrencia a modalidades, prácticas y repertorios de
violencia específicos (masacre, asesinato selectivo, desaparición, des-
plazamiento, tortura, amenaza) para alcanzar sus objetivos (entre ellos,
la guerra contrainsurgente y la eliminación sistemática de la izquierda
democrática).

Se trató de redes o alianzas funcionales, ya que múltiples actores con


motivaciones, recursos y tareas diferenciadas convergieron para ata-
car a un mismo objetivo o territorio. Además, su conformación es
producto de la unión de intereses entre militares y civiles derivados
de la dinámica de la guerra. Para la Fuerza Pública predominó el inte-
rés contrainsurgente, mientras que para los civiles las venganzas por
acciones de la guerrilla (depredación económica, como en el caso del
secuestro y muerte del padre de Fidel Castaño en la masacre de 1983;
regulación social, como en el caso del asesinato de los familiares los
hermanos Ruiz Villa, perpetradores de la masacre de 1988, acusados
de ser delincuentes y expendedores de droga, así como el destierro
de delincuentes locales que después actuaron como perpetradores de
la masacre de 1996; persecución política, como en el caso de la reta-
liación del político regional César Pérez García por el atentado que le
hizo la guerrilla el 6 de marzo de 1988), las reacciones a los cambios
en el poder político local (el éxito de la UP en las elecciones de 1986 y
1988, que desplazó del poder local a la facción liberal de César Pérez
García), los cambios de lealtades dentro de la guerra (la presencia
de exguerrilleros y desertores en la masacre de 1996) y el lucro eco-
nómico (sicarios contratados en Medellín para la perpetración de la
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 165

masacre de 1996 o de los colaboradores de la Fuerza Pública que inter-


vinieron en cada una de las masacres).

Fueron redes o alianzas cambiantes, en tanto su composición interna


registró una rotación de sus integrantes, en particular de los perpetra-
dores. En este sentido, para la masacre de Remedios de agosto de 1983
se presentó una acción conjunta entre efectivos del batallón Bomboná
de Segovia y empleados de Fidel Castaño, presentada en su momento
como acción de la etiqueta paramilitar Muerte a Secuestradores (MAS);
en la “masacre de Segovia” de noviembre de 1988 existió una alianza
compuesta por miembros de la Fuerza Pública y un comando de las
Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, promovida por Fidel
Castaño y por César Pérez García, la cual fue presentada como acción
del supuesto grupo paramilitar Muerte a Revolucionarios del Nordeste
(MRN); en el caso de la “masacre de los Billares” de abril de 1996, se
coordinó una operación conjunta entre el capitán Rodrigo Cañas Fore-
ro del batallón Héroes de Tacines de Segovia con delincuentes locales
que habían sido desterrados por la guerrilla, desertores de la guerrilla
y sicarios contratados en Medellín, la cual fue presentada como acción
del supuesto grupo paramilitar Dignidad Antioqueña; y la masacre de
Remedios en agosto de 1997 fue perpetrada por el comando paramilitar
Grupo de Autodefensas del Nordeste (GAN).

Por último, se trató de redes o alianzas coyunturales porque ninguna


perduró en el tiempo y no transmutó en la constitución de un comando,
ejército o estructura paramilitar emplazada en el territorio, sino hasta la
aparición del GAN como grupo armado de mediana duración y relativa
autonomía en el año 1997, producto del interés sectorial de una parte
del comercio, el cual se articuló con el esfuerzo contrainsurgente de la
Fuerza Pública. Sin embargo, ni siquiera este último guardó relación
con la conformación de una estructura político-militar autónoma y en-
dógena, ni mucho menos con una franquicia de las Autodefensas Cam-
pesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) o de las Autodefensas Campesinas
del Magdalena Medio (ACMM). De hecho, una vez el GAN realizó su
166 Controversia 206

operación de exterminio en 1997, fue desarticulado a través de algunas


capturas y asesinatos selectivos de sus miembros, así como con el exilio
o relocalización de sus cabecillas (CNMH, 2014, pp.152 y 154).

De esta manera, cada una de las cuatro masacres emblemáticas del


período 1982-1997 respondió al accionar de alianzas o redes paramili-
tares particulares de carácter funcional, cambiante y coyuntural. En su
momento, cada acción violenta se significó como agenciamiento de es-
tructuras armadas ilegales supuestamente implantadas en el territorio,
con el fin de crear confusión y distorsionar la responsabilidad penal,
disciplinaria y política de los determinadores de los hechos violentos.
Esta particular forma del accionar del fenómeno paramilitar en el Alto
Nordeste, en la cual actores, prácticas, repertorios y objetivos están en
constante transformación, operó como una compleja sucesión de ac-
ciones criminales violatorias del DIH y los DD. HH. que respondían a
diversos intereses y motivaciones, entre ellas, la exacerbación ideológi-
ca y las tensiones por la hegemonía de proyectos políticos antagónicos,
el carácter contrainsurgente de la confrontación militar entre Fuerza
Pública y guerrillas, y la disputa por los recursos de la economía de en-
clave minero. Se trató, además, de acciones criminales que violaron el
principio de distinción entre combatientes y población civil, desde los
actores hasta los objetivos. En cuanto a los actores, porque se trató de
operaciones combinadas entre combatientes y civiles. Y respecto a los
objetivos, porque fueron ataques contra la población civil y no contra
combatientes.

Otro aspecto distintivo de las redes o alianzas paramilitares en el Alto


Nordeste estriba en que no fueron agenciadas por estructuras armadas
ilegales autónomas, endógenas y asentadas en el territorio; por el con-
trario, se trató de prácticas o empresas criminales ad hoc que se confor-
maron para cada ataque y que se agotaron allí mismo. Lo particular de
estas alianzas o redes paramilitares es que los integrantes de la Fuerza
Pública (Ejército y Policía) son los únicos con asiento permanente en el
territorio y no cambiaron en la composición interna de las mismas. A
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 167

eso debe agregarse que en cada empresa criminal convergieron intere-


ses de naturaleza variada que no necesariamente se articularon con la
región, excepto por el interés contrainsurgente, que pervivió entre los
ataques por la presencia de integrantes de las FF. MM. en el territorio.
El nodo de conexión entre los miembros de la alianza paramilitar fue la
Fuerza Pública y la principal motivación fue la acción contrainsurgente,
a la cual se iban agregando subsidiariamente otros intereses como las
venganzas personales, el favorecimiento político o el lucro económico.

Este particular rol de los integrantes de la Fuerza Pública de la región,


en tanto articuladores de las redes o alianzas paramilitares, fue probado
por la investigación penal y disciplinaria. Al respecto, otro de los rasgos
distintivos del mecanismo de terror de las masacres perpetradas en el
Alto Nordeste consistió en el recurso a la propaganda utilizada antes y
después de su realización, con el propósito de significar políticamente
el hecho y no confundirlo con otro tipo de violencia (Ver fotografías 3
a 16). En este sentido, el autodenominado Muerte a Revolucionarios
del Nordeste (MRN) no irrumpió con la masacre del 11 de noviembre
de 1988, sino que lo hizo previamente con propaganda y operaciones
selectivas desde 1986, perviviendo incluso aún después, hasta 1990. La
investigación penal probó que la propaganda del MRN fue producida y
distribuida por efectivos de la Fuerza Pública, con el agravante de que
se realizó desde las instalaciones del batallón Bombona de Segovia y
con recursos públicos (Juzgado 4º de Ejecución de Penas de Bogotá,
1988). Por lo tanto, el MRN nunca existió como comando paramilitar
autónomo y emplazado territorialmente, por el contrario, se trató de
una práctica criminal orgánica de la Fuerza Pública. Este mismo patrón
criminal se presentó con Dignidad Antioqueña en la masacre del 22 de
abril de 1996, en donde la investigación penal también demostró la par-
ticipación del capitán Rodrigo Antonio Cañas Forero en la preparación,
coordinación y perpetración del ataque (Fiscalía General de la Nación,
1996). De la misma manera, las FF. MM. aparecen a su vez implicadas
no solo en los hechos centrales de la masacre de Cañaveral y Manila en
agosto de 1983, sino en los eventos previos y posteriores con masacres
168 Controversia 206

y asesinatos selectivos (Juzgado 17º de Instrucción Criminal de Antio-


quia, 1983; Juzgado 28º Penal del Circuito de Medellín, 1983; Procura-
duría General de la Nación, 1983a,b).

Por otra parte, la dinámica de las alianzas o redes paramilitares en el


Alto Nordeste es irregular y presenta dos coyunturas importantes en-
tre 1986-1990 y 1996-1998. Las características cualitativas de los hitos
de victimización revelan que el escalamiento de la actividad contrain-
surgente corresponde a estos dos momentos diferenciados: el primero,
relacionado con los cambios propios de la política local, guiados por el
proceso de descentralización política y administrativa y sus consecuen-
cias en la correlación de fuerzas en los municipios; el segundo, un pro-
ceso decidido de implantación territorial de estructuras paramilitares
como estrategia de control militar.

De este modo, las redes o alianzas paramilitares pasan por una serie de
etapas distintas, en tanto los principales hitos de victimización —masa-
cres de 1983, 1988, 1996 y 1997— ilustran los cambios y continuidades
que se presentaron en la transformación de las empresas criminales
entre los determinadores, los financiadores y los perpetradores. Estos
evidencian un proceso complejo en la conformación del actor armado,
así como la concreción de modalidades y repertorios de violencia que
no siguen precisamente los modelos descritos para otras regiones del
país (Cinep, 2004; Medina, 1990). En este sentido, la trayectoria de las
alianzas o redes paramilitares en el Alto Nordeste fue distinto al de las
estructuras paramilitares del Magdalena Medio o de Córdoba y Urabá;
tampoco se trató de una extensión de estas últimas, por constituirse la
zona como corredor territorial entre ambas regiones, o por involucrar
en ciertos momentos a Fidel Castaño y Henry Pérez.

Es así como la trayectoria del Alto Nordeste permite observar una evo-
lución particular del fenómeno paramilitar en Colombia, la cual debe
distinguirse del paramilitarismo de la autodefensa o de la conformación
de un ejército privado, antecedentes de las estructuras confederadas
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 169

en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Por tanto, lo que se


manifiesta como paramilitarismo en esta región entre 1982 y 1997 es
la cristalización a largo plazo de una estrategia criminal y de guerra,
flexible y funcional, ligada especialmente al agenciamiento de las FF.
MM., la cual evoluciona con los cambios políticos y sociales y la con-
frontación armada en la región, mas no en la constitución de un ejército
privado endógeno y autónomo en el territorio en función de intereses u
objetivos de múltiples actores.

En este orden de ideas, durante el período 1982-1997, las redes o alian-


zas paramilitares en el Alto Nordeste se rotularon y significaron como
accionar de los autodenominados Muerte a Secuestradores (MAS) –
Macetos - Tiznados entre 1982 y 1985; Muerte a Revolucionarios del
Nordeste (MRN) - Los Realistas - Los Borradores entre 1986 y 1990;
Autodefensas del Nordeste Antioqueño (ANA) – Fuerza del Pueblo en
Acción (FPA) entre 1991 y 1994; Muerte a Comunistas y Guerrilleros
(Macogue) – Dignidad Antioqueña entre 1995 y 1996; y Grupo de Au-
todefensas del Nordeste (GAN) en 1997. La pervivencia de la Fuerza
Pública detrás de las etiquetas de los perpetradores de las masacres
y demás modalidades de violencia constituyó un recurso para lograr
posicionar en la opinión pública la sensación de que los ataques eran
agenciados por otros actores, para evadir su responsabilidad judicial y
disciplinaria por acción u omisión y para posicionar una verdad y me-
moria tergiversadas sobre los hechos.

Sin embargo, como ya se anotó, esto no quiere decir que hayan existido
diez diferentes grupos paramilitares o de autodefensa (estructuras polí-
tico-militares), sucesivos o simultáneos, como responsables de la acti-
vidad contrainsurgente y la violencia política; tampoco se trató de diez
nombres para una misma estructura paramilitar estable asentada en la
región durante las décadas de los ochenta y noventa. Por el contrario, la
forma como se presentó el mecanismo de terror (recurrencia a las gran-
des masacres) reafirma una trayectoria particular del paramilitarismo
en la región. Esta fue caracterizada a finales de la década de los ochenta
170 Controversia 206

por Uprimny y Vargas como “alianzas funcionales” entre diversos acto-


res sociales, políticos y militares, las cuales generaron resultados más
complejos que la conformación de ejércitos privados o, por lo menos,
comandos permanentes (Uprimny y Vargas, 1990, pp.131-133). En el
caso del Alto Nordeste, se trató de alianzas o redes paramilitares fun-
cionales, cambiantes y coyunturales que se transformaron en el tiempo
hasta 1997, incluyendo actores, prácticas, objetivos y modalidades de
victimización.

En consecuencia, las etiquetas no reflejan una pluralidad de estructuras


paramilitares que se suceden con asiento en el territorio; más bien, se
inscriben en una estrategia de la Fuerza Pública de la región orientada
a la pervivencia y continuidad de las redes o alianzas paramilitares,
tanto en las acciones violentas como en el imaginario colectivo, sobre
la base de la utilización del terror como mecanismo de coacción. La
presencia invariable de la Fuerza Pública en las empresas criminales
responsables de la perpetración de las masacres, sumada a la prolifera-
ción de etiquetas paramilitares, a la recurrencia a acciones violatorias
del DIH y los DD. HH. sobre la población civil y a la inexistencia de
estructuras paramilitares implantadas en el territorio, permiten concluir
que las alianzas o redes paramilitares en el Alto Nordeste fueron parte
del repertorio de tácticas contrainsurgentes y de guerra sucia agencia-
das por la Fuerza Pública de la región. No fueron hechos aislados, sino
prácticas generalizadas y sistemáticas. Sobre este aspecto es importante
considerar que altos mandos de las FF. MM. fueron procesados penal
y disciplinariamente por sus actuaciones irregulares en la zona. El te-
niente coronel Alejandro Londoño Tamayo, comandante del batallón
Bomboná de Segovia, y el coronel Hernando Navas Rubio, jefe de in-
teligencia de la XIV Brigada del Ejército Nacional, fueron vinculados a
la investigación penal por la “masacre de Segovia” de 1988, siendo el
primero condenado por terrorismo (acciones y propaganda del MRN),
mientras que el segundo fue vinculado con base en el testimonio de
Alonso de Jesús Baquero, alias “Vladimir”, que lo sindicó de instigar
y planear la masacre (Juzgado 4º de Ejecución de Penas de Bogotá,
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 171

1988). Por otra parte, el capitán Rodrigo Cañas Forero fue procesado y
condenado como coautor de la “masacre de los Billares” de 1996 (Fisca-
lía General de la Nación, 1996), y el mayor Alejandro Álvarez, segundo
comandante del batallón Bomboná de Puerto Berrio, fue identificado
como miembro del MAS en la investigación de la Procuraduría Gene-
ral de la Nación en 1983 (Procuraduría General de la Nación, 1983-a).
Los hechos son relevantes porque relacionan a altos mandos de la XIV
Brigada del Ejército Nacional con las alianzas o redes paramilitares de
la región.

3. Las alianzas o redes paramilitares como


estrategia de guerra
El inicio de la década de los ochenta llevó consigo cambios importantes
en las FF. MM. a nivel nacional, en sus relaciones con el poder civil y
en su organización territorial. La política de paz del gobierno Betancur
(1982-1986) pretendió la subordinación de las FF. MM. al poder civil
en el manejo del orden público como condición institucional para ade-
lantar el proceso de negociación con grupos armados ilegales (Ramírez
y Restrepo, 1989). No obstante, se encontró con la resistencia de un
cuerpo que había consolidado su autonomía durante el gobierno Tur-
bay (1978-1982), cuya subordinación al poder civil se había reducido
drásticamente producto de la implementación del Estatuto de Seguri-
dad Nacional (Leal, 1984) y que se encontraba en la búsqueda de un
espacio de participación en la vida política del país, situación visible en
coyunturas críticas como la toma del Palacio de Justicia (Dávila, 1998).

Las tensiones entre el poder militar y el poder civil crecieron cuando


el Ministerio Público intentó vigilar las prácticas de contrainsurgencia,
especialmente las operaciones encubiertas violatorias de los DD. HH. y
la delegación del monopolio de la fuerza a grupos de civiles (Jiménez,
1986; 1987). La respuesta de las FF. MM., en clara muestra de insubor-
dinación del poder militar al civil, consistió en desarrollar un espíritu
de cuerpo al que recurría para evadir, e incluso retar, las acusaciones
172 Controversia 206

públicas y los procesos penales y disciplinarios iniciados en su contra,


continuando a su vez con las prácticas irregulares. El resultado fue la
configuración de una autonomía clandestina en el manejo del orden
público (Dávila, 1998, pp.153-163).

Este espíritu de cuerpo comprendió diversos elementos tales como: el


reclamo de su estatus como institución especializada en el uso de la
fuerza con una idoneidad indiscutible; una politización agresiva con su
propia agenda y opinión sobre el conflicto armado, el tratamiento a la
guerrilla, la protesta social y el manejo del orden público; la oposición al
control político acompañada de la autoprotección irrestricta del perso-
nal. Además, incluyó una dimensión simbólica con la consolidación de
lo que Leal denominaría la “ideología militar de la subversión” (1984).
Se trató de un discurso conservador (moralista y católico), universalista
y simplificador (capitalismo vs. comunismo): “dentro de la ideología
castrense de la subversión, generalizada internacionalmente pero muy
particularizada por el Frente Nacional, cualquier oposición al régimen
se identificaba con el comunismo y este, automáticamente, constituía
el peligro más grande para la ‘soberanía nacional’” (Leal, 1984, p.293).

El conjunto incluyó una autorrepresentación misional como organismo


salvador de la patria, la verdadera nación y el ordenamiento social tra-
dicional, de pureza como cuerpo y de la justeza de sus acciones. Dicha
representación fue antepuesta a la protección y sustento del ordena-
miento jurídico del Estado. Este componente simbólico cobró especial
importancia en la segunda mitad de la década de los ochenta en el Alto
Nordeste, cuando la Fuerza Pública se incorporó a la disputa político-
ideológica en el espacio público regional como complemento de las re-
des o alianzas paramilitares en el esfuerzo contrainsurgente. La reorga-
nización territorial de las FF. MM., en el marco de la estrategia nacional
contrainsurgente, se concretó con la conformación de la XIV Brigada.
Esto significó la permanencia a largo plazo de una misma unidad del
Ejército nacional en las regiones del Magdalena Medio, Bajo Cauca y
Nordeste antioqueño durante aquella década.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 173

De esta manera, la estrategia contrainsurgente aplicada por las FF. MM.,


en tensión con la política civil del gobierno Betancur, se guio por una
ideología anticomunista anclada en un discurso propio de la Guerra
Fría, que perduró incluso hasta bien entrada la década de los noventa,
tiempo después del derrumbe del bloque socialista en todo el mundo.
De manera particular, la estrategia contrainsurgente en el marco de la
Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) representó a la población civil
de una forma dual, como objeto de disputa con la fuerza guerrillera y
como agente activo del conflicto: “el habitante, dentro de este campo
de batalla, se encuentra en el centro del conflicto […] es el elemento
más estable. Quiéranlo o no, los dos campos están obligados a hacerlo
partícipe en el combate; en cierta forma se ha convertido en un com-
batiente” (Manual de Contrainsurgencia de las FF. MM., 1963, p.34).
En esta lógica, la construcción del adversario dentro de la propia po-
blación, el “enemigo interno”, tenía como consecuencia una distinción
de lealtades básica de amigo o enemigo: la población civil debía optar
por uno de los bandos en contienda, si es que no había elegido previa-
mente a la implantación de la Fuerza Pública. De hecho, los manuales
del Ejército Nacional de la época consideraban sospechoso cualquier
reclamo de neutralidad por parte de individuos o comunidades (Manual
de Contrainsurgencia de las FF. MM., 1963). De forma complementaria,
dentro de la DSN toda organización popular o cualquier reclamo u opo-
sición al establecimiento y al ejercicio de su dominación institucional se
interpretó como la penetración del comunismo en el organismo social,
una manifestación de la elección del bando contrario por parte de la
población civil.

Este conjunto de elementos redujo la complejidad y capacidad de res-


puesta institucional sobre el conflicto social y armado: “el límite entre
amigos y enemigos está en el seno mismo de la nación […] se trata a
menudo de una frontera ideológica inmaterial” (Manual de Contrain-
surgencia de las FF. MM., 1963), y lo simplificó en la consideración de
que la guerrilla estaba conformada por “población civil insurgente y
grupo armado” (NCOS, 1995, p.18). De este modo, en una región como
174 Controversia 206

el Alto Nordeste con una dinámica de cambio político y social, presen-


cia histórica del ELN y las Farc, y una movilización popular de grandes
proporciones, amplios sectores de la población civil fueron representa-
dos como “el enemigo”. Se desarrolló, entonces, un proceso generaliza-
do de estigmatización de la movilización popular y una criminalización
de la protesta social, el cual convergió en la aguda victimización carac-
terística del período.

Por otra parte, durante las décadas de los ochenta y noventa se imple-
mentaron diversas prácticas de violencia dentro del repertorio de la
guerra contrainsurgente. Gran parte de estas violaban los DD. HH. y el
DIH, por ello se les denominó en su conjunto guerra sucia. Entre las
modalidades de victimización recurrentes sobresalieron la amenaza, la
tortura, la desaparición forzada, los asesinatos selectivos o ejecuciones
extrajudiciales, las masacres y el desplazamiento forzado. Simultánea-
mente, surgieron y se consolidaron nuevas formas de organización de
los actores armados: grupos, comandos, ejércitos o estructuras parami-
litares, grupos de autodefensa, ejércitos privados, bandas sicariales y
grupos de limpieza social (Dávila, 1998; Leal, 2006). Estos agenciaron
un modelo de represión que tuvo como objetivo la victimización de la
población civil sobre la confrontación con los grupos guerrilleros.

Lo anterior se tradujo en un cambio en la forma de operación contrain-


surgente con el escalamiento de la represión por parte de las FF. MM. en
el Alto Nordeste, que incluyó operaciones encubiertas con utilización
de nuevos actores: población civil como guías y la conformación de
redes o alianzas con sectores civiles, algunos vinculados al narcotrá-
fico, e integrantes de grupos armados ilegales (guerrilla, paramilitares
y autodefensas), en la materialización de empresas criminales. Estas
prácticas se reprodujeron tanto en el Magdalena Medio como en el Alto
Nordeste antioqueño. El cambio de gobierno en 1986 y la ruptura de
las negociaciones con las Farc en 1987 resintonizaron al poder civil y
militar en el privilegio de la solución militar al conflicto armado, por lo
menos hasta 1989, y en el endurecimiento de la criminalización de la
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 175

organización y protesta popular a través de su manejo como problema


de orden público (Uprimny y Vargas, 1990).

En este contexto, tanto los grupos paramilitares como de autodefensa


fueron promovidos activamente por las FF. MM. como parte de la estra-
tegia contrainsurgente. Esta cesión del monopolio de la fuerza por parte
del Estado se derivó de una interpretación particular del ordenamiento
jurídico, específicamente del “Decreto de estado de sitio 3398 de 1965,
convertido en norma permanente por medio de la Ley 48 de 1968”
(Uprimny y Vargas, 1990, p.116), la cual estaba ligada a la necesidad de
involucrar a la sociedad civil en el restablecimiento del orden público
alterado por la guerrilla, así como al privilegio de la defensa patrimonial
como parte esencial del orden social.

Estos nuevos actores armados ilegales se ubicaron en un amplio rango


de autonomía de la fuerza pública: desde la pertenencia orgánica (MRN
y Dignidad Antioqueña) hasta la autonomía total. Las diferencias de-
pendieron de su origen y de las alianzas entre la Fuerza Pública y los
civiles que se establecieron en cada uno de los contextos locales y re-
gionales, determinados por las especificidades de sus arreglos sociales
y productivos, así como por la presencia de actores particulares como
narcotraficantes o esmeralderos con grandes capitales y en búsqueda
de lugares de privilegio en las estructuras sociales regionales (Dávi-
la, 1998; Uprimny y Vargas, 1990; Cinep, 2004). La conformación de
los nuevos actores y su relación con la Fuerza Pública complejizó las
prácticas de guerra sucia, que bien podían ser acciones encubiertas de
la Fuerza Pública, acciones combinadas entre Fuerza Pública y grupos
paramilitares o de autodefensa, o acciones autónomas de los grupos
paramilitares con la omisión de la Fuerza Pública.

Una comparación entre las trayectorias regionales muestra las dife-


rencias socioterritoriales del fenómeno. Las investigaciones regionales
muestran cómo los desarrollos paramilitares del Magdalena Medio, de
Córdoba y Urabá tienen elementos comunes tanto en su conformación
176 Controversia 206

militar como en la relación con la población civil, especialmente con la


estructura social local y regional. Se trata de dos versiones de un mo-
delo que puede ser denominado como “paramilitarismo-autodefensa”.
Militarmente, son grupos que en principio fueron conformados por ci-
viles armados, quienes patrullaban con o sin la compañía de la Fuerza
Pública. La tropa estaba compuesta por personal que era pago y dedica-
ba buena parte de su tiempo, si no por completo, a la actividad militar.
Se trató de perpetradores entrenados o por lo menos armados por la
Fuerza Pública y que luego construyeron sus propias escuelas de entre-
namiento y compraron su propio armamento. Estos grupos presentaron
un emplazamiento territorial permanente con bases establecidas y con-
formaron internamente una estructura jerárquica castrense.

Este tipo de desarrollo paramilitar es posible porque socialmente el gru-


po armado ilegal responde a los intereses de élites locales o regionales.
Son estos grupos sociales quienes toman la decisión de “autodefender-
se” (Medina, 1990, p.184). Estas élites están conformadas por persona-
jes reconocidos, establecidos y emergentes de las estructuras sociales y
políticas locales y regionales, constituidas principalmente por propieta-
rios de tierras, ganaderos y comerciantes (entre los cuales hay narcotra-
ficantes), los cuales sostienen económicamente la empresa paramilitar
y proporcionan los líderes militares y políticos. Además, como expre-
sión de la estructura social regional, construyen proyectos políticos y
socioeconómicos, conformando incluso “comunidades imaginadas” a
niveles regional y local como ha señalado Romero (2003). A este tipo
de desarrollo corresponden los casos de las Autodefensas Campesinas
del Magdalena Medio (ACMM) y Acdegam, o las Autodefensas Campe-
sinas de Córdoba y Urabá (ACCU) y Funpazcor (Reyes, 2009; Gutiérrez
y Barón, 2005 y 2006).

En el caso del Alto Nordeste, la explosión demográfica generada por la


bonanza aurífera, la conversión del oro en eje de la economía regional,
la organización y funcionamiento de la economía aurífera, con una
alta prevalencia de la informalidad y con relaciones dinámicas con la
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 177

formalidad agenciada por la Frontino Gold Mines (FGM) —que pasó de


ser empresa privada y extranjera a empresa estatal por un concordato
que sucedió a una declaración de quiebra a finales de los años seten-
ta—, dio lugar a una estructura social altamente indiferenciada, que no
permitió la constitución de élites locales con capacidad para apoyar y
sostener una estructura paramilitar asentada en el territorio.

Es por esto que ninguna de las diez etiquetas paramilitares que hicieron
presencia en la región se encuadra en el modelo de paramilitarismo-au-
todefensa previamente descrito. Por el contrario, la experiencia del Alto
Nordeste es emblemática de la recurrencia a la masacre como mecanis-
mo de terror; en cada ataque se presentaron diferencias en la confor-
mación de la alianza o red paramilitar (determinadores, financiadores,
perpetradores), el objetivo específico de cada acción, su significación
política y la selección de las víctimas. De ahí que el MAS (del Alto Nor-
deste), el MRN o Dignidad Antioqueña, e incluso el GAN, no encajen
en el modelo de autodefensa. En contraposición, los diversos nombres
de las alianzas o redes paramilitares del período 1982-1997 funcionaron
como categoría de significación de la violencia política, o si se prefiere,
como etiqueta de identificación pública del victimario. Respondieron a
la necesidad de comprender la acción violenta de una forma particular,
significándola políticamente para que no fuera confundida con otro tipo
de violencia. Igualmente, hicieron las veces de distractores para gene-
rar una imagen pública de actor singular que enmascara la naturaleza
de las alianzas y, particularmente, difumina la participación directa y
recurrente, por acción u omisión, de la Fuerza Pública en el proceso de
victimización.

En consecuencia, el conjunto de la victimización en el Alto Nordeste


se caracteriza por el accionar de alianzas o redes paramilitares, de-
bido a la imposibilidad para la conformación de un ejército privado
endógeno y permanente en la región, en concordancia con las carac-
terísticas del enclave de minería aurífera y los cambios sociales de
las décadas de los ochenta y noventa que produjeron una estructura
178 Controversia 206

social considerablemente indiferenciada, en la cual no se conformaron


élites con capacidad de armarse para defender su propiedad o intereses
y proyectarse políticamente. Solamente hasta que la interacción entre
milicias y comerciantes durante la primera mitad de la década de los
noventa alteró las relaciones previas entre guerrillas, comerciantes y
FF. MM. se generaron las condiciones sociales para la implantación
transitoria de un comando paramilitar durante el período 1996-1997,
en el que aparece el GAN. Sin embargo, esto no guardó relación con la
conformación de una estructura autónoma endógena, ni una franqui-
cia de las ACCU o de las ACMM. De hecho, una vez el GAN realizó su
operación de exterminio en 1997, fue desarticulado a través de algunas
capturas y asesinatos selectivos de sus miembros y con el exilio o relo-
calización de las cabezas de la estructura (Equipo Nizkor y Derechos
Human Rights, 2000).

Ante este panorama, las alianzas o redes paramilitares en el Alto Nor-


deste se constituyeron como uno de los repertorios de la estrategia con-
trainsurgente de las FF. MM., cuyo modelo no es una réplica ni una pro-
longación de la experiencia del Magdalena Medio, Córdoba o Urabá. En
el caso de la XIV Brigada, sus mandos definieron la estrategia regional,
dispusieron de la tropa y realizaron las alianzas con civiles, financiado-
res, perpetradores y políticos regionales. Fue en esa instancia en la que
se definieron algunas de las operaciones más importantes (masacres de
1988 y 1996), mientras que en la escala local, las bases prestaron dispo-
sición logística y personal, y es desde donde se decidieron y realizaron
las acciones de baja intensidad como la propaganda, el hostigamiento,
las amenazas, la tortura y parte de los asesinatos selectivos.

4. Las formas de las alianzas o redes paramilitares


4.1 El modelo MAS
En el Alto Nordeste antioqueño, el MAS no fue una estructura autóno-
ma, diferenciada y emplazada territorialmente; se trató de un rotulo
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 179

usado indistintamente para realizar operaciones encubiertas o como


distractor de las mismas. La masacre de agosto de 1983 en zona rural
de Remedios, así como sus hechos previos y posteriores, muestra un
primer escenario en el cual la identificación que se hizo, y se continúa
haciendo, del grupo perpetrador incluye nombres como MAS, Masetos
y Tiznados. Estas etiquetas coinciden con los primeros nombres del
paramilitarismo en el Magdalena Medio.

No obstante, este hito presenta algunas especificidades. En principio,


es necesario tener en cuenta que la disposición de la tropa militar de la
región para la realización de operaciones encubiertas o con civiles se
constituyó en un hecho denunciado públicamente por la Procuraduría
General de la Nación (Procuraduría General de la Nación, 1983a; Ana-
les del Congreso, 1983). Sobre los hechos de Remedios y Segovia entre
1982 y 1983, el entonces procurador Carlos Jiménez Gómez denunció
en el Senado:

En Segovia me contaron de crímenes horrendos cometidos en perjuicio


de familias del núcleo local, que ni siquiera habían sido denunciados […]
Cuando emprendimos por voluntad del señor presidente la investigación
de las actividades de la “justicia privada”, así llamada y que se conoció y
bautizó con la sigla Muerte a Secuestradores, MAS, yo entendí que era im-
posible en absoluto abarcar en unos cuantos folios ese fenómeno envolven-
te y asfixiante de la vida nacional. Hicimos unas cuantas investigaciones,
pero todo aquello era parvo y limitado, y cuando encontramos unos casos
concretos los dijimos públicamente. La opinión pública reaccionó con sor-
presa, diciendo que el procurador estaba loco […] Hace poco andando por
Remedios y Segovia, en reunión con notables, con el párroco, el alcalde, los
concejales y los principales de la plaza, oí decir que los pueblos estaban
desmoralizados, que la gente no quería salir a la calle, que los bandidos
estaban apoderados del lugar, yo pregunté ¿por qué?, porque hay una im-
punidad aterradora. Si aquí hubo un genocidio, hubo un grupo que anduvo
por unas cañadas y en una sola parte mató más de 20, ¿en dónde están
enterrados? Unos los tiraron al río, y otros están enterrados en un lugar que
180 Controversia 206

aquí alguien sabe. Fuimos a buscarlos y desenterramos más de seis cadá-


veres, mujeres de 85 años, niños de 10 años, asesinados a machete, uno
de ellos con una lesión en su parietal de 10 por 16 milímetros (Anales del
Congreso, 1983, p.1663).

De igual manera, la misma institución concluyó como resultado de una


sonada investigación que militares activos del batallón Bomboná de
Puerto Berrío y de Segovia eran parte de la estructura orgánica del MAS.
En efecto, en otro informe institucional la Procuraduría General de la
Nación señaló al mayor Alejandro Álvarez Henao (segundo comandan-
te del batallón), al capitán Guillermo Visbal Lazcano, a los sargentos
Jorge Cordero Bedoya y José Edimburgo Díaz, y a los cabos José Ca-
margo Serrano y Ciro Bohórquez como integrantes del MAS adscritos
al batallón Bomboná de Puerto Berrío; mientras que al sargento José
Aníbal Rodríguez y a los cabos Carlos Alberto Jurado Solano y Julio
César Arango Arango los vinculó como integrantes del MAS adscritos
al batallón Bomboná de Segovia (Procuraduría General de la Nación,
1983b).

Adicionalmente, las investigaciones penales y disciplinarias iniciadas


con ocasión de lo ocurrido en Remedios y Segovia en 1982 y 1983 de-
mostraron que integrantes activos del batallón Bomboná de Segovia
fueron parte del grupo de perpetradores que cometieron los crímenes.
Con fundamento en las pruebas obtenidas por el respectivo juzgado de
instrucción criminal, donde además de las denuncias y declaraciones
de sobrevivientes y testigos se halló evidencia procesal material de uso
privativo del Ejército Nacional (brazaletes, cartuchos, pertrechos), fue
vinculado al proceso el capitán Jorge Eliécer Valbuena Barriga por los
delitos de homicidio múltiple agravado, tentativa de homicidio y hurto
calificado (Juzgado 17º de Instrucción Criminal de Antioquia, 1983,
f.283; Juzgado 28º Penal del Circuito de Medellín, 1983, ff.37-38). Al
dictarse medida de aseguramiento en su contra, el 28 de enero de 1984
el comandante de la IV Brigada promovió colisión de competencia, la
cual se trabó ante la decisión del Juzgado 4º Superior de reafirmar
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 181

su competencia. El 24 de febrero de 1984, el Tribunal Disciplinario de


Bogotá, al decidir la colisión, otorgó la competencia al comandante de
la IV Brigada. La instrucción fue asignada al Juzgado 50º de Instruc-
ción Penal Militar, con lo cual el proceso penal se sobreseyó generando
una total impunidad hasta la actualidad. No obstante, al proceso penal
militar fueron vinculados, además del capitán Valbuena Barriga, el te-
niente Ramiro Gilberto Pastas Tufino y varios suboficiales (el sargento
viceprimero José Tito Ramírez Ordoñez; los sargentos segundos Octa-
vio de Jesús Echeverry Jaramillo, Marcelino Trejos Trejos, Dagoberto
Gutiérrez León, César Augusto Jiménez Ruíz; los cabos primeros Rubén
Darío Montoya Velázquez, Vicente Antonio Peña Lopera, Jesús Malte
Tutalcho) adscritos al batallón Bomboná de Segovia por los delitos de
homicidio múltiple agravado y tentativa de homicidio, entre otros. El
30 de abril de 1997, el juez militar de conocimiento decidió cesar todo
procedimiento a favor de todos los vinculados, decisión que fue confir-
mada por el Tribunal Superior Militar el 25 de marzo de 1998 (Juzgado
8º Penal Militar de Brigadas, Libro Radicador de Sumarios, Tomo Nº
25, Radicado Nº 22.435, f.209).

Por otra parte, la emergencia de las actuaciones del MAS tiene carac-
terísticas regionales diferenciadas. Mientras en el Magdalena Medio a
la tropa se le señaló como “los mismos ganaderos o terratenientes”,
en el caso del ciclo de victimización 1982-1983 en Remedios y Segovia
se trató de una red o alianza paramilitar compuesta por efectivos del
Ejército Nacional más guías y colaboradores civiles, parte de los cuales
eran trabajadores de Fidel Castaño Gil:

Así como los acontecimientos en 1983, cuando se hizo una masacre de gran-
des proporciones y con características semejantes a la presente [la de 1988
en Segovia], la investigación culminó con la orden de captura para Fidel Cas-
taño y el capitán del ejército Jorge Eliecer Valbuena Barriga, las cuales nunca
se llevaron a efecto […]. Por la historia de su presencia en este municipio
desde hace alrededor de diez años, Fidel Castaño primero como cantinero
en el bar “El Minero”, luego sorpresivamente como mafioso, terrateniente y
182 Controversia 206

persona de mucho dinero, conocemos la historia de su padre quien falleció


sin entregárselo por parte de la guerrilla [Farc] y persona por la cual él pago
mucho dinero y se comenta que sigue obstinado en esa venganza […].
Entonces, Fidel Castaño era de esta región cuando ocurrió eso [masacre
de 1983 en Remedios], pero también eso se lo sindican al ejército. En esa
época el capitán Valbuena Barriga era el que dirigía la cosa, hubo muchas
investigaciones y los comentarios eran que Fidel Castaño le había pagado
un dinero para “raspar” con la región de Cañaveral, a raíz del secuestro de
su papá que murió por allá, según comentan (Juzgado 4º de Ejecución de
Penas de Bogotá, Expediente Penal 7583 de 1988, cdno.2, ff.268-273).

Adicionalmente, ambos procesos fueron articulados dentro de la estra-


tegia contrainsurgente de la fuerza pública en cada región. En el Nor-
deste Antioqueño los asesinatos de simpatizantes, militantes y líderes
políticos del Moir y el PC fueron presentados como “subversivos dados
de baja en combates con tropas del Batallón Bomboná” (La Patria, 21
de julio de 1982, p.12; El Tiempo, 20 de julio de 1982, p.3; Uribe y
Vásquez, 1995). En el caso del Magdalena Medio se le llamó la “fumi-
gación”:

Las acciones combinadas del Ejército y las fuerzas paramilitares se hicieron


acompañar de bombardeos y asesinatos de pobladores según los testimo-
nios de los habitantes de las zonas limítrofes e interior de Puerto Boyacá;
[…] los bombardeos y las acciones de los organismos paramilitares y el
control del ejército creó un estado de terror entre la población. En los pri-
meros días de agosto de 1983 se realizaron operativos conjuntos en esta
región (Medina, 1990, p.178). Al finalizar el año de 1982 y durante la
mayor parte de 1983 los campesinos de la región comenzaron a denunciar
ante las autoridades la presencia de grupos paramilitares en Puerto Boyacá
y sus zonas de influencia en Santander y Cundinamarca, estos los descri-
bían como grupos de civiles armados cometiendo al amparo de las Fuerzas
Militares atropellos y asesinatos con la población bajo el señalamiento de
hacer parte de grupos guerrilleros o auxiliares de los mismos, la cantidad
de muertes que se producen en el período comprendido entre mediados de
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 183

1982 y 1983 conmueve profundamente a los sectores democráticos de la


población y a la iglesia del Magdalena Medio, que había de soportar tam-
bién amenazas y asesinatos (Medina, 1990, p.185).

De la misma manera, la documentación y los testimonios acopiados por


el CNMH en este caso (2014, cap.1), dan cuenta del evento como una
expedición punitiva cuyo objetivo es la venganza de Fidel Castaño por
la muerte de su padre (Jesús Castaño) durante su secuestro por parte
de las Farc. En los testimonios se señaló a Fidel Castaño como finan-
ciador de la operación, de quien se dice pagó en su bar “El Minero” de
Segovia, a cada uno de los hombres que participaron de la matanza,
mientras que se señaló la coparticipación de Oscar López, conocido
como “Relámpago”, quien junto con la empresa minera Frontino Gold
Mines facilitaron los vehículos que transportaron a los victimarios. Ló-
pez era el dueño de un entable y descrito como amigo de los militares,
lo cual habla de individuos en la sociedad de Segovia involucrados en
el proceso contrainsurgente.

De esta forma, la alianza o red paramilitar que se establece en este caso


incluyó la financiación de un civil (Fidel Castaño, para la época, narco-
traficante en ascenso) y un conjunto de especialistas en violencia que
provino de las FF. MM. Fueron usadas armas blancas y contundentes
en la mayor parte de la masacre. Los testimonios y la documentación
acopiada por el CNMH señalaron que las armas blancas estaban nue-
vas, así que probablemente Castaño las proporcionó: “Fue un hecho
particular: muy pocos fueron muertos a bala. Muchos fueron muertos
a cuchillo o machete, degollados, decapitados, descuartizados, muertos
a garrote o ahorcados” (CNMH, 2014, p.58) (ver fotografías 1 y 2). A
los especialistas en violencia se les sumaron los guías y colaboradores,
parte de los cuales eran los trabajadores de las fincas de los Castaño e
informantes coaccionados, quienes tenían supuestos vínculos con las
Farc, o por lo menos eran conocedores de sus movimientos locales,
como en el caso de Conrado Ramírez (CNMH, 2014, cap.1).
184 Controversia 206

Fotografía 1. Caricatura alusiva Fotografía 2. Cruz con los nombres de


a la masacre de Cañaveral y Manila. las víctimas de la masacre de Cañaveral
Fuente: El Tiempo, 22 de octubre y Manila, elaborada por la Parroquia
de 1983. de Segovia.
Fuente: Archivo particular.

En este caso, el actor armado se presentó como tropa diferenciada, re-


sultado de una red o alianza paramilitar entre una familia reconocida de
la región y efectivos de la Fuerza Pública. La propulsión de la acción fue
la venganza de los Castaño y, en ese sentido, se trató de un comando
reunido para una expedición punitiva por encargo. Por su parte, las FF.
MM. reaccionaron airadamente ante las denuncias y procesos penales
y disciplinarios abiertos en su contra. Los altos mandos militares de
la XIV Brigada presentaron lo ocurrido como resultado de operaciones
militares contra las guerrillas. El procurador delegado para las FF. MM.,
general Nelson Mejía Henao, afirmó: “Lo que yo aseguro de antemano
es que las Fuerzas Armadas no cometen, ni cometerán, ni han cometido
nunca, este tipo de atrocidades. Estoy seguro de que estas denuncias
se inscriben dentro de la campaña que se viene adelantando para des-
acreditar a los militares” (Revista Semana, 5 diciembre 1983, p.79).
No obstante, la táctica contrainsurgente de alianzas con la población
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 185

civil que permitieran operaciones irregulares o de guerra sucia fue par-


te del repertorio de coerción con el cual contó la XIV Brigada durante
los ochentas y noventas y, por tanto, no fue un caso aislado, sino que
representó un conjunto de relaciones flexibles y fluctuantes cuyas ma-
nifestaciones violentas dependían de la coincidencia de intereses entre
las partes.

4.2 El modelo MRN


La ausencia de élites o de un conjunto de propietarios organizados para
defender su posición en un orden patrimonial y con capacidad para
proyectar políticamente su autodefensa contrainsurgente generó que las
FF. MM. en el Alto Nordeste asumieran el liderazgo del proyecto políti-
co durante las décadas de los ochentas y noventas. En este sentido, el
autodenominado Muerte a Revolucionarios del Nordeste (MRN), fue la
cristalización de una alianza o red paramilitar que sirvió para ocultar
las tareas de la guerra sucia y las operaciones encubiertas de la Fuerza
Pública, para proyectarse políticamente y disputarse el espacio públi-
co, para darle sentido a la violencia contra la izquierda democrática.
En consecuencia, desde 1986 hasta 1990, en la región se desplegó un
conjunto de prácticas comunicativas o propaganda (grafitis, amenazas,
panfletos, boletines) suscrito por el MRN.

Los panfletos, los boletines, los grafitis previos y posteriores a la ma-


sacre del 11 de noviembre de 1988, son prácticamente un dispositivo
pedagógico contrainsurgente y anticomunista de alto contenido ideo-
lógico (ver fotografías 3 a 8). La propaganda fue un elemento caracte-
rístico del mecanismo de terror implementado en la región, es decir, la
masacre como modalidad de violencia recurrente. En la mayoría de los
casos, cada masacre fue antecedida por esta serie de dispositivos para
significar los hechos violentos y generar una versión de los mismos por
parte de los determinadores. Adicionalmente, en el caso de la “masacre
de Segovia” de 1988, las amenazas a concejales, alcaldes y funcionarios
de las alcaldías locales de la UP en Remedios y Segovia, por medio de
186 Controversia 206

pasquines y sufragios, tienen un alto nivel de sofisticación, consideran-


do al otro como interlocutor en una discusión ideológica importante,
siendo la amenaza una declaración de principios (Ver fotografías 9 a
16).

Comparativamente con el caso del Magdalena Medio (Puerto Boyacá),


este dispositivo pedagógico se dispuso a través de la publicación del
periódico Puerto Rojo, pero este órgano que reproducía los textos de
los altos mandos de las FF. MM. producidos dentro del discurso de
la Doctrina de Seguridad Nacional y la legitimación de la autodefensa
tenía detrás el apoyo de las élites que conformaron Acdegam y Morena
(Medina, 1990).

Para la masacre del 11 de noviembre de 1988, el paramilitarismo como


actor armado muestra una faceta distinta con la aparición del MRN en
1986. Las nuevas condiciones de este paramilitarismo tienen que ver
con su desarrollo en el Magdalena Medio, particularmente en Puerto
Boyacá. Esto implicó que los perpetradores fueran especialistas en vio-
lencia sin ser miembros activos de las FF. MM.; en efecto, se trató de
un comando privado, un grupo entrenado ya en escuelas como 01 y
El Tecal (Departamento Administrativo de Seguridad, 1989). Además,
existen nuevas condiciones para la red o alianza paramilitar entre la
fuerza pública de la región, los ya establecidos empresarios privados
de violencia Henry Pérez y Fidel Castaño, y élites políticas locales que
percibieron como amenaza a sus intereses el ascenso de la UP, especial-
mente el caso de César Pérez García (Corte Suprema de Justicia, 2013).
Esta nueva alianza paramilitar se expresó en el objetivo último de la
acción, especialmente porque se trató de una masacre dirigida políti-
camente hacia la izquierda democrática; no se trató de una venganza
como en 1982-1983, sino que el objetivo último de la empresa criminal
era modificar la política local y regional. Esto determinó la naturaleza
del actor armado, es decir, el MRN no existió como comando armado di-
ferenciable con personal permanente tal como se conocerían las ACCU
o los posteriores bloques de las AUC.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 187

Así, el MRN, Los Realistas o Los Borradores, más que grupo arma-
do permanente, se constituyó como una forma compleja de operación
conjunta entre la Fuerza Pública y los paramilitares de Henry Pérez del
Magdalena Medio —con la intermediación de Fidel Castaño y César
Pérez García como determinadores— por lo menos para la planeación
y ejecución de la “masacre de Segovia” de 1988. Como la política era
el objetivo, la competencia por el espacio público a través de la propa-
ganda era fundamental. Por lo tanto, integrantes del Ejército y la Policía
(base del batallón Bomboná y Distrito de Policía de Segovia) se encar-
garon de pintar grafitis y de elaborar y repartir panfletos y boletines, así
como de ambientar la masacre a través de hostigamientos y amenazas
a la población, la realización de falsas tomas guerrilleras (simulaciones
de combates), el envío por correo certificado de amenazas (pasquines y
sufragios) a los funcionarios públicos de la UP y la concreción de parte
de la inteligencia para la operación. Sumado a esto, la XIV Brigada brin-
dó el apoyo logístico necesario para la realización de la masacre inclu-
yendo la omisión de su deber constitucional de proteger a la población
durante los ataques, la manipulación de sus propios puestos de control
ubicados en las vías de comunicación para la eficaz entrada y salida del
territorio del comando perpetrador, y el préstamo de armamento de alto
poder como fusiles, granadas y ametralladoras M-60 para la ejecución
de los crímenes (Juzgado 4º de Ejecución de Penas de Bogotá, 1988;
Procuraduría General de la Nación, 1988a,b,c,d).

Por su parte, los especialistas en violencia que perpetraron la masacre


pertenecían a las estructuras paramilitares del Magdalena Medio. Henry
Pérez dispuso a su Grupo Especial, bajo el comando de Alonso de Je-
sús Baquero, “Vladimir”, para realizar la matazón, y su pago siguió la
lógica de las relaciones internas de los empresarios Henry Pérez y Fidel
Castaño (Juzgado 4º de Ejecución de Penas de Bogotá, 1988, cdno.11,
ff.192-207). En este caso, el comando era mayoritariamente ajeno a la
región, aunque incluyó a personal proveniente de la misma (los her-
manos Carlos Mario y Marco Antonio Ruíz Villa, conocidos como Los
Yeyos, los exagentes de Policía Francisco Antonio de Jesús Monsalve y
188 Controversia 206

Benjamín Marín Castro, y el comerciante José Otoniel Uribe). Este gru-


po entró y salió de la zona urbana (Segovia, La Cruzada) en un breve
lapso, modalidad que se repetiría en la masacre de 1996, pero que fue
distinta al caso de 1983, en la cual la tropa permaneció en su base debi-
do a las características de los especialistas en violencia.

En este orden de ideas, el MRN no fue un grupo armado permanente


ni emplazado territorialmente, sino que se trató de la materialización
de una alianza o red paramilitar para concretar al menos dos objetivos:
la modificación del escenario político local y regional, y la legitimación
de acciones militares encubiertas de carácter contrainsurgente. Los mi-
litares y policías de la región (batallón Bomboná y estación de policía
de Segovia) en conjunto con civiles y especialistas en violencia, fue-
ron quienes articularon y materializaron las acciones de intimidación,
amenaza, hostigamiento y terrorismo que protagonizó el MRN antes,
durante y después de la masacre del 11 de noviembre de 1988 (Juzgado
4º de Ejecución de Penas de Bogotá, 1988).

Como resultado de la investigación penal, varios miembros de la Fuer-


za Pública de la región fueron juzgados y sentenciados por el delito de
terrorismo (hechos previos y posteriores de la masacre). Se trata de los
oficiales del Ejército nacional teniente coronel Alejandro Londoño Ta-
mayo, mayor Marco Hernando Báez Garzón, capitán Hugo Alberto Va-
lencia Vivas y teniente Edgardo Alfonso Hernández Navarro, adscritos
al batallón Bomboná con base en Segovia de la XIV Brigada, así como
al capitán de la Policía Nacional Jorge Eliécer Chacón Lasso, adscrito
al XII Distrito de Policía de Segovia (Corte Suprema de Justicia, 2001).
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 189

Fotografías 3, 4 y 5. Grafitis pintados en la falsa toma guerrillera del 26 de octubre de 1988 en


Segovia. Fuente: Expediente Penal 7583 de 1988.
190 Controversia 206

Fotografía 6. Carta abierta Nº 2 al Pueblo Fotografía 7. Único fin… Elección popular


del Nordeste. Habla el MRN. de alcaldes (boletín del MRN).
Fuente: Archivo particular, abril de 1987. Fuente: Expediente penal 7583 de 1988,
junio de 1987.

Fotografía 8. La voz de la verdad (boletín


del MRN).
Fuente: Expediente penal 7583 de 1988,
octubre de 1988.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 191

Fotografías 9, 10, 11 y 12. Sufragio con amenazas del MRN


dirigidas a los concejales de la Unión Patriótica de Segovia.
Fuente: Expediente penal 7583 de 1988, octubre de 1988.
192 Controversia 206

Fotografías 13, 14, 15 y 16. Sufragio con amenazas del MRN dirigidas a funcionarios
de las alcaldías locales de Remedios y Segovia.
Fuente: Archivo de la Fiscalía de Segovia, octubre de 1988.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 193

4.3 El modelo Dignidad Antioqueña


La masacre del 11 de noviembre de 1988 movió los cimientos del Alto
Nordeste, no solo de la población civil, también de la guerrilla. El ELN
se sintió agredido en su territorio y lanzó un furibundo llamado a la
autodefensa, con volante incluido, esto significó la organización militar
de la guerrilla en el casco urbano (Fiscalía General de la Nación, 1996;
CNMH, 2014, cap.2). La constitución de las milicias en la región fue
un proceso desastroso militar y políticamente, especialmente porque al
armar a un grupo de jóvenes, principalmente varones, apelando a un
sentido de autodefensa del terruño y la familia, resultó muy complejo
su efectivo control, pues rápidamente se trastornó en una situación
inmanejable y que respondió a múltiples intereses. La posibilidad de
obtener recursos económicos y el nuevo estatus que brinda la fuerza
dentro de los pares es incontrolable en una sociedad productivamente
poco diversificada, estructuralmente poco diferenciada y en constante
cambio por los ritmos de la economía aurífera. Rápidamente, el proceso
se salió de las manos y el control de ciertas unidades de milicias fue
imposible cuando estas empezaron a perseguir sus propios objetivos.
Las demostraciones gratuitas de fuerza, la resolución de problemas in-
terpersonales con mano propia y la bandolerización fueron problemas
que se desbordaron.

La exacción económica a los comerciantes y mineros en los cascos ur-


banos se incrementó indiscriminadamente, afectando lo que el Partido
Comunista solía llamar las “alianzas tácticas de clase”: “llevar por la
buena a los pequeños y medianos propietarios” (Diario de campo).
Además, el comportamiento de las milicias rompió con la implanta-
ción previa de la guerrilla y su rol de regulador social rápido y confia-
ble. Este proceso contradictorio hizo que el ELN recogiera la milicia y
la reestructurara haciendo una depuración; sin embargo, parte de los
exmilicianos formaron bandas delincuenciales complejizando el orden
público y presionando especialmente al comercio y la minería con la
extorsión y el robo.
194 Controversia 206

Esta presión se mezcló de forma lamentable con la crisis productiva


de la economía aurífera y la consecuente movilización social. Hacia
1991, el auge del oro estuvo en descenso y la restricción a la circulación
de dinamita tuvo a la minería informal en ascuas; la crisis minera se
reflejó en la disminución de las ganancias del comercio, y mientras la
protesta social entre 1991 y 1993 se enfocó en el problema de la minería
independiente, el comercio en crisis comenzó a resentir los paros cívi-
cos como situaciones de pérdida económica. Esta situación es relevante
porque le cayó como anillo al dedo a la Fuerza Pública para fortalecer
su interpretación de la organización popular como guerrilleros de civil.

Lo interesante es que en todo el pico de la crisis, Cesar Pérez García —


uno de los determinadores de la “masacre de Segovia” de 1988 (Corte
Suprema de Justicia, 2013)— encontró un espacio en la puja electoral
y ubicó a Abelardo Herrera en la alcaldía de Segovia (1994-1996); ade-
más, se sumó la presencia en la región del capitán Rodrigo Antonio
Cañas Forero del Batallón de Contraguerrilla n.º 47 Héroes de Tacines.
Cañas hizo desde 1995 en Segovia y Remedios lo que en 1983 hizo el
general García Echeverri en el Magdalena Medio: ubicar a los sectores
afectados por la exacción de la guerrilla y comenzar un proceso de orga-
nización, o por lo menos de compromiso sectorial, con la acción contra-
insurgente a partir de la motivación de la defensa patrimonial. De esta
manera, la dinámica societal del conflicto armado terminó moldeando
líneas de diferenciación en el Alto Nordeste: una mezcla extraña entre
un resultado no previsto por parte de la guerrilla y de la agencia volun-
taria de las FF. MM.

Es así como la nueva alianza o red paramilitar que se configura en este


escenario incluyó integrantes activos de la Fuerza Pública de la región en
calidad de promotores y articuladores de la misma, el apoyo financiero de
algunos sectores sociales y económicos golpeados por la depredación de
las milicias —especialmente comerciantes y mineros— y un grupo arma-
do conformado por delincuentes locales que habían sido desterrados por
la guerrilla, desertores de la misma o sicarios contratados en Medellín.
La ejecución de la principal acción criminal, la masacre de Segovia de
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 195

1996, se presentó en su momento como acción de los supuestos ejércitos


paramilitares Dignidad Antioqueña y Macogue.

En este contexto, la masacre de 1996 presenta una lógica similar a la de


1988, en términos tanto del modus operandi como de las características
de los perpetradores. Se trató de un comando privado que llegó de Me-
dellín, fue apoyado logísticamente en las bases de los batallones Héroes
de Tacines y Bomboná de Segovia y posteriormente salió de la región.
Dentro de su personal existía gente de la región, como el caso de Rodrigo
de Jesús Salazar Álvarez, alias “Rellena” (informante de la IV Brigada),
Alberto Álvarez Molina, alias “el Burro”, y Arturo Zapata Gallego, alias
“Toto”; este último, excombatiente de las Farc. La utilización de civiles
especialistas en violencia formados en la guerrilla y cooptados para la
operación contrainsurgente es un hecho manifiesto en la “masacre de los
Billares” (Fiscalía General de la Nación, 1996).

Para perpetrar la masacre, el capitán Cañas siguió el mismo modelo uti-


lizado por “Vladimir” en el caso de 1988. Utilizó sicarios contratados
desde Medellín y, como parte de los guías y gatilleros, a gente de Segovia;
unos habían sido exiliados por el ELN en el proceso de desmovilización
de las milicias, otros eran cuadros de las Farc que habían tenido proble-
mas con el ELN o dentro de esa misma organización. De igual manera
está presente el recurso a la propaganda para condicionar el alcance pos-
terior del hecho violento (Ver fotografías 17, 18 y 19).

Así mismo, la lógica del mecanismo implementado por la acción violenta


fue más territorial-militar y menos política, pues se trató de penetrar en
un territorio que se consideraba como del enemigo, para posteriormente
implantarse en él. En efecto, tanto en La Paz como en El Tigrito, barrios
donde ocurrió la masacre, tendrán su base, posteriormente, comandos
paramilitares.

Como resultado de la investigación penal, el capitán Rodrigo Antonio


Cañas Forero, para la época adscrito al Batallón de Contraguerrilla n.º
47 Héroes de Tacines, con base en Segovia, fue juzgado y sentenciado
196 Controversia 206

como coautor de la masacre por los delitos de homicidios múltiples


agravados, unos consumados y otros tentados (Corte Suprema de Jus-
ticia, 2003).

Fotografía. 17. Grafiti pintado en Segovia en octubre de 1996.


Fuente: Expediente Penal 085-3674 de 1996.

Fotografía 18. Boletín suscrito por Fotografía 19. Boletín suscrito por Dignidad
Macogue. Fuente: Expediente Penal Antioqueña. Fuente: Expediente Penal
085-3674 de 1996, octubre de 1995. 085-3674 de 1996, abril de 1996.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 197

4.4 El modelo GAN


Lo que inició el capitán Cañas en 1995 lo capitalizó la Fuerza Pública
en 1997, al lograr conformar e implantar el primer comando paramilitar
en el Alto Nordeste Antioqueño. Quince años pasaron desde que la XIV
Brigada conformó los primeros comandos paramilitares en Puerto Bo-
yacá, para poder reunir un grupo de civiles armados que operaron con-
juntamente con las FF. MM. y se encargaron de las tareas de la guerra
sucia o de las operaciones ilegales: el hostigamiento, las amenazas, las
desapariciones forzadas, los asesinatos selectivos y las masacres. Como
típico comando paramilitar de la época, el GAN basó su operación en el
cobro por seguridad a comerciantes, mineros, hacendados y ganaderos;
el aporte fue voluntario en algunos casos y coaccionado en otros. El ma-
yor volumen de recursos lo recuperaban de Segovia, donde el comercio
era más grande y fuerte (Fiscalía General de la Nación, 1997).

Fotografías 20 y 21. Boletines suscritos por el GAN.


Fuente: Archivo de la Personería Municipal de Segovia, primer semestre de 1997.
198 Controversia 206

Se trató de una estructura paramilitar ligada a la Fuerza Pública con


financiación local y un objetivo claro: no era la derrota militar de la
fuerza guerrillera de la cual supuestamente se encargaba las FF. MM.,
sino la eliminación de “personas simpatizantes, integrantes o colabora-
dores de la guerrilla, movimientos sindicales, movimientos cívicos, gru-
pos de Derechos Humanos y presidentes de juntas de acción comunal”
(Procuraduría General de la Nación, 1997, cdno.2, f.100). El GAN era
el comando encargado del exterminio político y de lo político. Su legiti-
midad no radica más en lo ideológico como en 1988, ni en lo territorial
como en 1996: se trata de la restitución del orden público y la defensa
patrimonial (ver fotografías 20 y 21).

El comando paramilitar operó bajo varias etiquetas como Macogue, que


traducía indistintamente “Muerte a Colaboradores de la Guerrilla” y
“Muerte a Comunistas Guerrilleros”; así como GAN, el cual a su vez
significaba “Grupo de Autodefensas del Nordeste” o “Grupo Antiterro-
rista del Nordeste”. Desde enero de 1997, realizó una amplia campaña
de asesinatos selectivos en Remedios y Segovia, así como la masacre
de agosto de 1997 en Remedios, ya no como comando que entra y sale
de la región, sino como tropa emplazada ubicada en los barrios José
Antonio Galán y La Paz de Segovia (epicentros de la masacre de 1996):

Los hechos sucedieron el día 2 de agosto de 1997 en el municipio de Reme-


dios, fue un grupo de unas 40 personas con uniformes camuflados de las
Fuerzas Militares, el mismo que utiliza el Ejército, bien armados con armas
largas y cortas, ellos se identificaban como miembros del Ejército, cuando
tocaban a las puertas decían que iban a hacer un allanamiento, que tenían
orden de un juzgado, y cuando la gente abría les decían que los acompaña-
ra, y cuando no lo hacían simplemente tumbaban las puertas (Procuraduría
General de la Nación, 1997, cdn.2, f.1).

Las actuaciones criminales del GAN se desarrollaron en plena vigencia


de la “zona especial de orden público” que en su momento decretó la
Gobernación de Antioquia después de ocurrida la masacre del 22 abril
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 199

de 1996 en ambos municipios (Decreto 2035 del 10 de mayo de 1996).


Esta medida tenía como propósito el restablecimiento del orden públi-
co, para lo cual se confirió facultades policivas y judiciales a la Fuerza
Pública de la región. En todo caso, actualmente no se ha proferido fallo
alguno sobre la responsabilidad penal y disciplinaria de lo ocurrido,
generando que los crímenes estén en la completa impunidad.

De esta manera, el GAN fue más estable en términos territoriales y


de personal, actuando en patrullajes conjuntos con la Fuerza Pública,
constituyéndose como actor armado diferenciable y consolidado. Los
especialistas en violencia permanecieron largo tiempo en la región, el
suficiente como para que los organismos defensores de derechos huma-
nos lograran identificar a diecisiete de sus integrantes por sus nombres
y alias (Equipo Nizkor y Derechos Human Rights, 2000). Una vez el
GAN realizó su operación de exterminio en 1997, fue desarticulado a
través de algunas capturas y asesinatos selectivos de sus miembros, así
como con el exilio o relocalización de sus cabecillas. En todo caso, la
estabilidad territorial y el reclutamiento local resultado de la experien-
cia del GAN darían paso, entre 1999 y 2001, a la conformación de una
sección del bloque Metro con una estructura castrense más definida, la
cual se convirtió en actor hegemónico hasta 2003, año en que es reem-
plazado violentamente por el bloque Central Bolívar comandado por
Carlos Mario Jiménez, alias “Macaco”.

Conclusión
En el Alto Nordeste antioqueño (Segovia y Remedios), durante el perio-
do 1982-1997 fue recurrente la violencia contra la población civil, es-
pecialmente dirigida contra la oposición política y los movimientos so-
ciales. Esta fue agenciada por alianzas o redes paramilitares articuladas
por integrantes activos de la Fuerza Pública que operaban en la región
(Ejército y Policía), en asociación con civiles (determinadores, financia-
dores y perpetradores) y grupos armados ilegales. Como resultado, en
esta zona se restringió el ejercicio pleno de la ciudadanía, los procesos
200 Controversia 206

democráticos y el disenso en medio de la guerra. La violencia en esta


región minera de Antioquia sigue siendo hoy una realidad vigente que
demanda la atención y respuesta inmediata del Estado en materia de
seguridad, reparación, reconstrucción social y justicia.

La particular evolución de la estructura social y económica del territorio


(enclave minero) no permitió las condiciones para el establecimiento de
un paramilitarismo endógeno, con ejércitos regulares emplazados terri-
torialmente. La ausencia de élites locales interesadas en proteger sus
propiedades y mantener un control político local, percibido como ame-
nazado por la guerrilla y las expresiones sociales y políticas de izquier-
da, la escaza diferenciación social resultado de las relaciones sociales
del enclave y la ausencia de recursos destinados a la conformación y
mantenimiento de una tropa especializada en violencia son factores que
explican por qué antes de 1997 en el Alto Nordeste no se conformó una
estructura paramilitar de larga duración como las que sí operaron en el
Magdalena Medio, Córdoba y Urabá.

En contraste con lo anterior, las alianzas o redes paramilitares del Alto


Nordeste en el lapso 1982-1997, constituyeron una estrategia de terror
y guerra agenciada por integrantes de la Fuerza Pública de la región
como parte de la estrategia contrainsurgente. Dichas alianzas presentan
un patrón común: se trató de empresas criminales funcionales, cam-
biantes y coyunturales. Este accionar del fenómeno paramilitar a través
de alianzas o redes que se disuelven con cada ataque, contrasta con
otras trayectorias regionales a nivel nacional (Magdalena Medio, Cór-
doba, Urabá), en las que las acciones violentas fueron perpetradas por
estructuras armadas que se conformaron antes de los ataques y que
continuaron operando después de los mismos, con la particularidad de
que presentan un emplazamiento territorial permanente con bases esta-
blecidas, fuentes de financiación y una estructura jerárquica castrense.

Teniendo presente el carácter funcional, cambiante y coyuntural de es-


tas alianzas o redes paramilitares, se destaca la recurrente presencia de
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 201

integrantes de las FF. MM. que operaban en la región en la composición


de las mismas, cuyo rol cambió progresivamente entre 1982 y 1997:
desde la planeación y ejecución en la masacre de 1983, pasando luego
por la planeación y coordinación en las masacres de 1988 y 1996, hasta
la omisión en la masacre de 1997. La Fuerza Pública en el Alto Nordes-
te Antioqueño fue asumiendo así un papel cada vez menos visible y
menos directo en la perpetración de las masacres y demás acciones de
la guerra sucia, con el fin de eludir su responsabilidad política, penal y
disciplinaria en los hechos.

Referencias y bibliografía
Fuentes primarias
Centro Nacional de Memoria Histórica. Observatorio Nacional de Memoria y
Conflicto, 1982-2012.

Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep). Banco de Datos de Vio-


lencia Política, 1982-2012.

Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac). Base de Datos sobre


Conflicto Armado Colombiano, 1982-2012.

Corte Suprema de Justicia (2001, octubre 25). Recurso de Casación ante Sen-
tencia Condenatoria proferida por el Tribunal Nacional, Sala de Decisión,
contra el procesado Alejandro Londoño Tamayo y otros, por los delitos de
terrorismo, concierto para delinquir y homicidios agravados. Decisión: no
impugnar el fallo casado. Bogotá: Sala de Casación Penal, proceso 18499.

Congreso de la República de Colombia (1983). Anales del Congreso, año XXVI,


n.º 88, 89, 104, 116. Bogotá: Imprenta Nacional,

Corte Suprema de Justicia (2003, mayo 2). Recurso de Casación ante Sentencia
Condenatoria proferida por el Tribunal Nacional, Sala de Decisión, contra
el procesado Rodrigo Cañas Forero, por los delitos de homicidio agravado
con fines terroristas y tentativas de homicidios agravados. Decisión: no
impugnar el fallo casado. Bogotá: Sala de Casación Penal, proceso 16818.
202 Controversia 206

Corte Suprema de Justicia (2013, mayo 15). Sentencia Condenatoria en el juicio


contra el ex–congresista, doctor César Pérez García. Bogotá: Sala de Casación
Penal, proceso 33118.

Defensoría del Pueblo, Sistema de Alertas Tempranas (2012, abril). Informe de


Riesgo Nº 002-12A.I., Municipios de Remedios, Segovia y Zaragoza en An-
tioquia. Bogotá: Autor.

Departamento Administrativo de Seguridad (1989). Informe al Congreso. Bogo-


tá: Imprenta Nacional.

Fiscalía General de la Nación (1996). Expediente Penal Nº 085–3674, por los


hechos de Segovia del 22 de abril de 1996. Bogotá: Fiscalía Nacional de DD.
HH.

Fiscalía General de la Nación (1997). Expediente Penal Nº 6236, por los hechos
de Remedios del 2 de agosto de 1997. Medellín: Fiscalía Especializada en
DD. HH. y DIH.

Juzgado 4º de Ejecución de Penas de Bogotá (1988). Expediente Penal Nº 7583,


por los hechos de Segovia del 11 de noviembre de 1988. Bogotá: Archivo
Rama Judicial.

Juzgado 8º Penal Militar de Brigadas (1997). Libro Radicador de Sumarios,


Tomo Nº 25, Radicado Nº 22.435, f. 209, por los hechos de Remedios, Antio-
quia, agosto de 1983. Medellín: Archivo de la Auditoría Principal de Guerra
de la IV Brigada.

Juzgado 17º de Instrucción Criminal de Antioquia (1983). Sumario Nº 2417, por


los hechos de Remedios, Antioquia, agosto de 1983, Libro Radicador 1983, f.
283. Medellín: Archivo Fiscalía Regional de Medellín.

Juzgado 28º Penal del Circuito de Medellín, (1983). Sumario Nº 12542, por los
delitos de homicidio y lesiones personales, hechos de Remedios, agosto de
1983, Libro Radicador 1983, ff. 37-38. Medellín: Archivo Fiscalía Regional de
Medellín.

Manual de Contrainsurgencia de las FF. MM. (1963). La guerra moderna. Tra-


ducción del francés de Roger Trinquier.

Procuraduría General de la Nación (1983a). Conclusiones de la investigación


de la Procuraduría sobre el “MAS”: esta organización es la suma de agentes
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 203

violentos del país. La paz debe ser profunda y en todos los órdenes. Bo-
gotá: Autor.

Procuraduría General de la Nación (1983b). Informe de la Procuraduría Ge-


neral de la Nación sobre el “MAS”: lista de integrantes y la conexión
“MAS”−Militares. Bogotá: Autor.

Procuraduría General de la Nación (1988a). Expediente Disciplinario Nº 022-


76419/1988, por los hechos de Segovia del 11 de noviembre de 1988. Bogo-
tá: Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares.

Procuraduría General de la Nación (1988b). Expediente Disciplinario Nº 022-


77142/1988, por los hechos de Segovia del 11 de noviembre de 1988. Bogo-
tá: Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares.

Procuraduría General de la Nación (1988c). Expediente Disciplinario Nº 022-


91711/1988, por los hechos de Segovia del 11 de noviembre de 1988. Bogo-
tá: Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares.

Procuraduría General de la Nación (1988d). Expediente Disciplinario Nº 022-


77267/1988, por los hechos de Segovia del 11 de noviembre de 1988. Bo-
gotá: Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares.

Procuraduría General de la Nación (1996). Expediente Disciplinario Nº 008-


001859/1997, por los hechos de Segovia del 22 de abril de 1996. Bogotá:
Procuraduría Delegada para los Derechos Humanos.

Procuraduría General de la Nación (1997). Expediente Disciplinario Nº 08-


43/1997, por los hechos de Remedios del 2 de agosto de 1997. Bogotá:
Procuraduría Delegada para los Derechos Humanos.

Fuentes secundarias
Centro Nacional de Memoria Histórica (2013). ¡Basta ya! Colombia: memorias
de guerra y dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica.
Bogotá: Imprenta Nacional-CNMH.

Centro Nacional de Memoria Histórica (2014). Silenciar la democracia. Las


masacres de Remedios y Segovia, 1982-1997 (2ª ed). Bogotá: CNMH.
204 Controversia 206

Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) (2004, diciembre). Deuda


con la Humanidad. Paramilitarismo de Estado en Colombia, 1988-2003.
Noche y Niebla, Serie “Casos Tipo”, 4.

Dávila, Andrés (1998). El juego del poder: historia, armas y votos. Bogotá:
Cerac, Uniandes.

Drost, Nadja (2015, febrero). Serafines, Urabeños y Rastrojos. Un capítulo de la


guerra por el oro en Segovia. Pacifista, 2(1), 20-21.

Equipo Nizkor y Derechos Human Rights (2000). Colombia Nunca Más. Crí-
menes de lesa humanidad. Zona 14ª 1966. (Tomos I y II). Bogotá: Autor.

González, Fernán S. J., Bolívar, Ingrid y Vásquez, Teófilo (2003). Violencia po-
lítica en Colombia: de la nación fragmentada a la construcción del Estado.
Bogotá: Cinep.

González, Fernán S. J. (2014). Poder y violencia en Colombia. Bogotá: Odecofi-


Cinep.

Gutiérrez, Francisco y Barón, Mauricio (2005). Re-stating the State: paramili-


tary territorial control and political order in Colombia (1978-2004) (working
paper n.º 66). En Crisis States Programme. London: The London School of
Economics and Political Science.

Gutiérrez, Francisco y Barón, Mauricio (2006). Estado, control territorial pa-


ramilitar y orden político en Colombia. En: Francisco Gutierrez (coord.).
Nuestra guerra sin nombre. Bogotá: Iepri-Editorial Norma.

Jiménez Gómez, Carlos (1983). Conclusiones de la investigación de la Procu-


raduría sobre el “MAS”: esta organización es la suma de agentes violentos
del país. La paz debe ser profunda y en todos los órdenes. Bogotá: Procu-
raduría General de la Nación.

Jiménez Gómez, Carlos (1986). Una procuraduría de opinión. Informe al Con-


greso y al País. 1982-1986. Bogotá: Editorial Printer.

Jiménez Gómez, Carlos (1987). Los documentos del procurador: 1982-1986


(Vols. I, III y IV). Bogotá: Editorial Retina.

Leal, Francisco (1984). Estado y política en Colombia. Bogotá: Siglo XXI Edi-
tores.
Las alianzas o redes paramilitares del Alto Nordeste antioqueño 205

Leal, Francisco (2006). La inseguridad de la seguridad. Colombia 1958-2005.


Bogotá: Planeta.

Medina Gallego, Carlos (1990). Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en


Colombia: origen, desarrollo y consolidación. El caso Puerto Boyacá. Bo-
gotá: Editorial Documentos Periodísticos.

NCOS (1995). Tras los pasos perdidos de la guerra sucia, paramilitarismo y


operaciones encubiertas en Colombia. Bruselas: Ediciones NCOS.

Palacio, Germán (Comp.) (1990). La irrupción del paraestado. Bogotá: Ilsa-


Cerac.

Ramírez, Socorro y Restrepo, Luis Alberto (1989). Actores en conflicto por la


paz. Bogotá: Siglo XXI Editores.

Reyes Posada, Alejandro (2009). Guerreros y campesinos: El despojo de la tie-


rra en Colombia. Bogotá: Editorial Norma.

Romero, Mauricio (2003). Paramilitares y autodefensas 1982-2003. Bogotá:


Iepri-Planeta.

Uprimny, Rodrigo y Vargas, Alfredo (1990). La palabra y la sangre: violen-


cia, legalidad y guerra sucia en Colombia. En Germán Palacio (Comp). La
irrupción del paraestado. Bogotá: Ilsa-Cerac.

Uribe, María Victoria y Vásquez, Teófilo (1995). Enterrar y callar: las masacres
en Colombia, 1980-1993 (Vol 2). Bogotá: Comité Permanente por la Defen-
sa de los Derechos Humanos.

Vásquez, Teófilo, Vargas, Andrés y Restrepo, Jorge (Eds.) (2011). Una vieja
guerra en un nuevo contexto. Conflicto y territorio en el sur de Colombia.
Bogotá: Cinep-Odecofi-PUJ-Cerac-Colciencias.
S
5.
State Expansion, Insurgent
Resistance, and Territorial
Control in Arauca 2002-2010
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 209

State Expansion, Insurgent Resistance,


and Territorial Control in Arauca 2002-2010*

Por Charles Larratt-Smith1

I
n recent years, international security experts have warned against
the threat posed by ‘ungoverned spaces’ insofar as these swaths
of territory existing beyond the control of any central government
provide a natural sanctuary to insurgents, criminals, and international
terrorists alike2. However, when the state expands into these ‘lawless
zones’ in order to pacify them, the results are hardly the same across
space and time. This state expansion will often witness a reduction in
violence mirrored by an improvement in stability and order. Quite fre-
quently however, violence will increase as stability and order worsen.
The fact that state expansion into ungoverned spaces produces such
different results across areas of extremely close proximity begs the fo-
llowing research questions: how is the state able to establish control,
and, by extension, order in some contested spaces more easily than
others? What enables insurgents to withstand and survive this massive
onslaught in some cases while failing in others? And at last, how and
why does this variation in violence and order occur?

* Artículo recibido en febrero Abril de 2016.


Artículo aprobado en mayo de 2016.
1
Candidato a doctor de la Universidad de Toronto en el Departamento de Ciencia
Política.
2
Immediately following the attacks of 9/11, then-President Bush declared that US
security was threatened more by failing states than conquering ones. Just over
one year later then-CIA director George Tenet emphasized the serious threat
posed by ‘ungoverned areas’, ‘lawless zones’, and ‘veritable no-man’s lands’ in
a Worldwide Threat Briefing. When running for the presidency in 2007, Barack
Obama reiterated the threat posed by ‘impoverished, weak, and ungoverned
states’ which were ‘fertile breeding grounds for transnational threats’ (Raleigh &
Dowd, 2013: 1).
210 Controversia 206

Since 2002, the Colombian state has embarked upon a massive state ex-
pansion project in many volatile areas of the country which were pre-
viously controlled and governed by other armed non-state actors. This
projection of military, bureaucratic, and economic power into these con-
tested spaces has not necessarily brought peace and stability with it,
casting into doubt the efficacy of the central government’s larger attempt
at state expansion. Perhaps nowhere is this more evident than in the de-
partment of Arauca. Having served as a laboratory for the Colombian go-
vernment since 2002, while also being home to various armed non-state
actors, this department testifies to the mixed results which accompany
state expansion projects at a micro-level across disparate municipalities
such as Arauca, Arauquita, and Tame. For example, the incursion by the
Colombian military in Arauca municipality witnessed a permanent decli-
ne in violent deaths, forced displacement, and armed actions from 2002
until 2010 and beyond, an accomplishment which was also mirrored by
the virtual expulsion of armed insurgents from the municipality. Mean-
while, Arauquita and Tame experienced initial increases in the same in-
dicators of violence, while ultimately witnessing no real improvement
over the same period of time. Interestingly enough, whereas armed non-
state actors retained a virtual hegemony in Arauquita, the municipality
of Tame remained split between a core area controlled by the state and
their paramilitary allies, while the periphery remained under insurgent
control3.

It appears that the Colombian state’s ability to reclaim and reduce the
violence in certain key physical spaces in Arauca was the result of
external-local elite alliances which succeeded in disrupting the linka-
ges between civil society, local politics, and armed insurgents, thereby,
enabling them to attain territorial and administrative control of Arauca

3
The region of Tame where the state re-established control is geographically and
historically linked to the plains region of Arauca, whereas insurgents maintained
a consolidated presence in the piedmont region of the municipality.
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 211

municipality and large parts of Tame. Violence therefore was greatest in


contested areas where the state and other armed actors pursued dispa-
rate interests and goals, and where the former could neither fully con-
trol, nor ultimately force local populations into collaborating regardless
of the level of control they exercise. This is especially true in those areas
where: (a) local civil society – and by extension the civilian population
- possessed robust levels of embeddedness (e.g. horizontal intra-civilian
ties) coupled with a strong capacity for collective action, (b) local elites
or other ready-made allies were in short supply, and (c) armed non-
state actors were firmly anchored in local social networks and, hence,
possessed a high level of population control.

While offering no specific model or theory, this article will highlight


several causal explanations which shed light on how the state is able
to recuperate certain territory in contested spaces, while in others in-
surgents are able to successfully resist such efforts. Importantly, some
of these discoveries throw into question other well-established explana-
tions found in the larger literature in the study of micro-level violence in
civil wars. First, rationalist-based explanations of civilian collaboration
in contested zones fail to account for other socio-historic factors which
may facilitate or impede cooperation with armed actors in particular
spaces4. The assumption that violence is contingent on control of terri-
tory and the level of collaboration that armed groups obtain from local
populations is correct to a degree; however, it is clear that the latter
consideration is of paramount importance to the potential success or
failure of state expansion. The degree of territorial control does not
always produce a commensurate level of collaboration and informa-
tion which is required to defeat opposing actors, as recent history is
wrought with examples where territorial hegemons in contested spaces
found local cooperation (and reliable intelligence) extremely hard to
obtain despite their overwhelming dominance. Similarly, armed groups
with weaker levels of territorial control have been able to prevent such

4
See Kalyvas (2006), Vargas (2009), and Bhavnani, Miodownik, & Choi (2011).
212 Controversia 206

civilian collaboration quite effectively due to other local endogenous


mechanisms. As demonstrated by these particular case studies, high
levels of embeddedness between civilians and insurgents as well as
intra-civilian ties at the local level can make the cost of collaboration
or defection to the state substantially higher and, hence, unfeasible or
unappealing, regardless of the potentially personal risks they may assu-
me for non-compliance with any actor who has the greatest degree of
control within said space.

Second, the study of social networks between armed actors and civilian
populations has advanced quite recently. However the most significant
research can only explain insurgent capacity to operate militarily at the
national level, and as the Colombian case demonstrates, there is dramatic
variation at the sub-national level between disparate units of the same
insurgent organizations5. Of equal importance, the assumption underpin-
ning much of this scholarship interprets relations between the state and
armed non-state actors – of whatever ideological stripe - as inherently
confrontational and prone to lethal interactions. Non the less, recent li-
terature focusing on civil wars where there are multiple actors operating
and interacting in a myriad forms highlights an important, yet, perhaps,
inconvenient truth: seemingly implacable enemies at the national level
do not always seek to kill one another at the local level. Furthermore,
relations between disparate armed actors in a civil war are dynamic and
will often differ among members of the same groups in different spaces
depending on immediate local goals and objectives6. Recent conflicts all
over the globe have demonstrated a tendency to be “frequently charac-
terized by bargains, deals, and norms that structure patterns of violen-
ce” between oft-shifting constellations of alliances (Staniland 2012: 255).
This naturally presents a massive challenge to the central premise of
most work on state expansion and modern counterinsurgency.

5
See Staniland (2014), and Sarbahi (2014).
6
See Idler (2012), and Bakke, Gallagher, and Seymour (2012).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 213

Finally, the Araucan insurgency poses problems for the replicability of


the theory that armed rebels who depend on rents available from ex-
tractive industries are somehow more predatory or abusive towards ci-
vilian populations because they have no need to solicit funds from local
taxes or donations and are, hence, ‘detached’ from local considerations
such as fair treatment7. The wide array of finances available to insur-
gent groups through extractive industries such as hydrocarbons and the
formal mining sectors can actually strengthen relations with local civi-
lian bases if they channel these resources back into the communities in
the form of social services and public works. Furthermore, if insurgent
groups do not depend on local individual contributions to finance their
operations, peasants will tend to perceive them in a more favorable
light than in other contested regions where rebels are forced to tax local
residents living within their area of control8.

In sum, the theoretical frameworks which one would expect to shed


light into the variation of violence, and by extension the capacity of the
state to recuperate contested territory, do not sufficiently account for
the disparate levels of violence and order found in contiguous spaces
shared by the same armed actors such as the Colombian department of
Arauca. While there are nascent literatures on the fluidity of inter-group
relations and the role of social networks on armed actor embeddedness,
these have not yet been sufficiently developed to account for this varia-
tion in areas of close proximity.

A Brief History of Arauca: Pastures to Petroleum


In order to understand Arauca, it is imperative to distinguish between
the dual histories of the sub-region: that of the plains (la Sabana),
and that of the piedmont (el Sarare). Each micro-region shares a com-
mon geography and broader history, two factors which are integral

7
See Humphreys and Weinstein (2006), and Weinstein (2006).
8
See Gutiérrez Sanín (2008).
214 Controversia 206

to understanding the dynamics of conflict which emerged there later.


Whereas the former sub-region can be found in the municipalities of
Arauca, Cravo Norte, Puerto Rondón, and the southeastern of Tame,
the latter is located between the municipalities of Arauquita, Saravena,
Fortul, and the western and northern parts of Tame.

The plains region is the traditional Arauca, settled before the 17th cen-
tury and largely administered by Jesuit missions in both Arauca and
Tame. Historically, the plains have been devoted to the raising of cattle
and little else. The piedmont, on the other hand, is the ‘new’ Arauca,
whose process of settlement more recently occurred following the end
of la Violencia in the early 1960s, and whose migrants arriving from
neighboring departments such as Boyacá, Santander, and Norte de San-
tander, were encouraged by the state to engage in subsistence farming
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 215

on small, family held plots of land.In the early years of this period, local
governance in the region was practically non-existent, as the entire inten-
dency of Arauca was officially administered from the city of Sogamoso
in eastern Boyacá. While intendencies were officially administered by
executively appointed intendants, the Araucan political elite was tho-
roughly dominated by the Liberal party, which was principally composed
of a group of wealthy cattle ranchers from the plains region. These eli-
tes exercised power through clientelist linkages with core constituencies
primarily found in Arauca municipality and Tame. In reality, however,
the department during this juncture was more heavily incorporated into
neighboring Venezuela than it was with the rest of Colombia. Furthermo-
re, despite the intended efforts of INCORA and other official entities to
assist and help develop the colonization zone in the piedmont and the
plains region, these measures fell drastically short due to the negligence
of the Colombian government9.

Into this authoritative vacuum stepped a tiny nucleus of guerrillas from


the Ejército de Liberación Nacional (ELN) in 1966, forming the core of
what would eventually become one of the strongest guerrilla units in
Colombia: the Domingo Laín front. Originally organizing and recrui-
ting colonos in the piedmont region between Saravena and Tame, the
Domingo Laín front eventually came to fulfill many of the fundamental
tasks of governance in the entire piedmont region in the glaring absen-
ce of the Colombian state. However, these efforts alone were often not
sufficient to meet the demands of the expanding migrant population
in the piedmont region, which by the 1970s had outgrown that of the
plains region10. Faced with a plains-dominated political elite that was
unable or uninterested in investing in basic public goods and services
in the piedmont region, local habitants in Saravena in 1972 collectively
mobilized five thousand protestors and launched a civil strike - the
first of its kind in Latin America - which ultimately forced the national

9
See Carroll (2011: 180).
10
See Gutiérrez (2010).
216 Controversia 206

government to the negotiating table and more importantly, gained the


mobilization much needed concessions from INCORA. The success of
this early mobilization had enormous ramifications for the future of
Araucan civil society.

Over the course of the 1970s, piedmont society orbited around two
pillars of social organization: local civil society-primarily in the form
of the Juntas de Acción Comunal and peasant associations such as the
Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) and the Federa-
ción Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro)- and nascent
guerrilla units. It is crucial to underscore that these two pillars were
not mutually exclusive; rather; dense linkages existed between them1112.
However, despite being a guerrilla zone, the ELN only registered its
first attack against the Colombian state in Betoyes, Tame, in 1981, some
fifteen years after arriving in Arauca. A year prior, a small group of in-
surgents from the Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc)
migrated from the interior and organized the Guadalupe Salcedo front
in the piedmont, establishing their presence in the larger region by ini-
tiating a military attack upon its arrival in Fortul13. While the early 1980s

11
A former mayor of Arauquita (Interview 13, Arauquita, 2016) describes this era:
“Antes ¡había 5 policías para todo el municipio!, la guerrilla era la que arreglaba
los problemas de las infidelidades, las ventas de las fincas, todo. Aquí el Estado no
llegaba.”
12
All interview participants will appear anonymously in order to protect their
identities. These interviews were conducted separately in the municipalities of
Arauca, Arauquita, Saravena, Fortul, Tame, and in the Colombian capital, Bogotá
D.C., between January and July 2016.
13
The Guadalupe Salcedo front eventually came to be known as the 10th front, while
the Farc also established the 45th front in the western part of Tame and Fortul
later on. It is important to note that both the ELN and the Farc maintained clearly
distinct zones of influence in the piedmont - and later the entire department –
with the former guerrilla group exercising hegemony in the border region with
Venezuela and the western parts of Fortul and Tame, while the latter insurgency
occupied the rural interior of Arauquita, Fortul, and Tame. However, these zones
of influence were not the exclusive domain of either group, as one interviewee
(Interview 4, Arauca, 2016) referred to the town of Puerto Jordan in Tame as an
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 217

marked the beginning of insurgent engagement with official authorities


in Arauca, this tension increased exponentially with the arrival of oil
multinationals and foreign contractors such as Occidental Petroleum
and Mannesmann AG in the 1982-1983 period which came to explore
and eventually start producing large quantities of petroleum for export
from the Caño Limón oil field in northwestern Arauca municipality.

The discovery of hydrocarbons and the subsequent conversion of Arau-


ca from a backwater, agricultural and cattle ranching zone largely con-
trolled by armed guerrillas, to a major oil producing center naturally
brought about a belated investment from the national government in
the region. This was mirrored quite predictably by an increase in de-
mands and complaints from local constituents about the negative social
and environmental effects of oil production on adjacent communities.
Drawing on a proven repertoire, local civil society in the piedmont and
beyond mobilized repeatedly during this period to demand concessions
and improvements in basic services for their communities14, while both
guerrilla groups started to engage more frequently with the Colombian
police and military stationed in the region. The tension caused by the
presence of multinationals was reflected in the twenty day occupation
of Saravena’s airport by some ten thousand protestors in 1982, fo-
llowed by massive occupations of Arauca municipality’s main square
for weeks at a time; all these in order to force intendential and natio-
nal level authorities to grant concessions such as the construction of a
much belated interdepartmental highway. These mobilizations became
a constant feature of Araucan society well into the new millennium15.

example of this bifurcation of space: “Ese era un caserío de una sola calle, y cada
uno de los límites de la calle pertenecían a cada guerrilla, una fila de casas de las
Farc y un fila de casas del ELN.”
14
This sentiment is widely shared in the department. A leading trade unionist at
the Unión Sindical Obrera de la Industria de Petróleo (USO), the main oil workers
union in Colombia, elucidates: “Siempre, siempre con las petroleras llega la
violencia. Cuando comenzó la explotación aquí hubo plata de las petroleras para
la insurgencia.” (Interview 8, Arauca, 2016).
15
Carroll (2011).
218 Controversia 206

Thus, the introduction of oil transformed Arauca from a marginalized, for-


gotten corner of Colombia into an integral economic center of extraction
in a short period of time, bringing with it not only foreign investment, but
also a massive increase in government presence in the form of the Natio-
nal Police and the armed forces. While the oil field was located principally
in Arauca municipality, the reserves extracted at this site were transported
to the Caribbean port of Coveñas some 780 kilometers away via the cons-
truction of the Caño Limón-Coveñas oil pipeline during this time period,
an effort which required a huge military expansion into the intendency.
Whereas increasingly the majority of the regions’ population lived in the
piedmont, the lion’s share of Arauca’s royalties were under the purview of
the presidentially appointed intendential supervisor and the Arauca muni-
cipal council, given that Caño Limon was located primarily in this munici-
pality. However, access to these substantial royalties soon shifted drama-
tically in favor of both piedmont civil society and both insurgent groups
with the democratic opening which occurred over the course of five years
between 1986 to 1991, a period which ushered in not only a new consti-
tution, but also permitted the direct election of municipal representatives,
mayors, and governors for the first time in Colombian history.

While linkages already existed between both the armed insurgency and
the piedmont civil society through both rebel groups sponsorship of diffe-
rent national-level peasant organizations in Arauca (ELN - ANUC; Farc -
Fensuagro), this electoral reform gave both groups the ability to intervene
directly in the management at the municipal and departmental level by
fielding and supporting political candidates and parties in local elections
beginning in the mid 1980s and early 1990s. Faced with the voting po-
tential of the demographically larger piedmont electorate, the traditional
political elites from the plains – specifically, from Arauca municipality
– began to sponsor nascent paramilitary groups as early as 1988, while
simultaneously encouraging military repression of the political left in or-
der to prevent a dramatic departmental reconfiguration16. Despite the rise


16
Interview 21, Saravena (2016).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 219

in repression (extrajudicial homicides, torture, forced disappearances), by


the early 1990s the political map of Arauca had been redrawn with al-
most all key political positions held by candidates hailing from political
parties beholden to one of the two insurgent groups and a constellation
of piedmont civil society organizations. Even the old guard political elites
from the plains forged new alliances with these new electoral powers so
that they could continue to have access to public coffers swelled by the
massive influx of oil royalties17. Thus, by the early to late 1990s, while os-
tensibly separate, the linkages between Araucan civil society, the ELN and
the Farc, and the municipal and departmental level governments, were
quite dense if not stronger than in any other guerrilla controlled region of
Colombia18.

For this reason, both the top military brass in Bogotá and paramilitary
chiefs in northwestern Colombia specifically targeted Arauca as fertile
ground for expansion in the late 1990s and early 2000s. Perceived as a
guerrilla haven, rich in oil and strategically located near an important
transit corridor with Venezuela for drugs, arms, and other contraband, it
provided an obvious target for the implementation of the revamped offi-
cial military strategy under Plan Colombia19. Similarly, the paramilitary

17
The first fiscal year that oil royalties became available to the intendency’s
government in 1986-1987, Arauca’s budget increased twenty fold, initiating a
period of lavish public spending and endemic corruption that has lasted until the
present (Carroll, 2011).
18
Arauca is a unique case insofar as the insurgent groups, who historically were
prone to preventing local communities under their control from participating
electorally, competed with one another in municipal and departmental elections
(Farc supported the Patriotic Union party, whereas the ELN attached itself to a
faction of the Liberal party) with relatively low levels of violence between them.
Termed ‘armed clientelism’, the guerrillas (primarily the ELN) attempted to export
this model of social and political integration to other regions in order to consolidate
territorial control, albeit with varied success outside of Arauca (Peñate, 1998).
19
Occidental Petroleum lobbied the passage of Plan Colombia in U.S. Congress,
receiving an annual $98 million earmark for American military assistance in
guarding the Caño Limón-Coveñas oil pipeline and other infrastructure in the
region. U.S. contractors were directly involved in the infamous 1998 Santo
220 Controversia 206

group, Bloque Vencedores de Arauca, entered the department via Tame


in 2001 in collusion with the Colombian Army’s 18th Brigade and unleas-
hed a wave of selective assassinations and massacres against perceived
allies of the insurgents – namely leftist politicians, community leaders,
and peasants who happened to live in certain ‘guerrilla’ zones - primarily
in the plains region of Tame, Puerto Rondón, Cravo Norte, and Arauca
municipality. The paramilitary incursion succeeded in claiming control of
the plains region of Arauca, but ultimately failed to permanently weaken
either the ELN or the Farc in the department. In reality, these paramilita-
ries were only able to establish a presence in southern Arauca before de-
mobilizing in 2005. Quite simply, the guerrillas were too strong for them
in northern Arauca. In order to achieve a feat of that magnitude, a much
larger conventional force would be required20.

Upon taking office in 2002, President Álvaro Uribe took full advantage of
the military aid and assistance provided by the United States under Plan
Colombia and unleashed an unprecedented military offensive against
armed non-state actors - primarily leftist guerrillas - operating beyond
the purview of the central government in Bogotá21. During this time, “the
patterns of the past began to be broken and, finally, the national gover-
nment began to have effective control of the entire nation” (Kline, 2009:
5). At the onset of his first term, Uribe launched numerous military ini-
tiatives by Decree 1837 to reclaim the most violent areas of the country
which were contested by guerrillas and paramilitaries alike. Two zones
of rehabilitation and consolidation were established: one constituting

Domingo bombing in Saravena, where a Colombian warplane bombed a civilian


village, killing some 18 civilians in the process (Amnistía Internacional, 2004).
20
See Monografía Político Electoral (2008).
21
The robust joint-security agreement between Colombia and the United States, while
initially conceived and outlined as an antidrug strategy in 1999, changed suddenly
‘in the blink of an eye’ after September 11th, 2001, as Plan Colombia “started to
morph into a counterterror and counterinsurgency strategy” representing a drastic
reprioritization of interests and goals on the part of the Colombian state (Sweig
2002: 124).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 221

three municipalities in Arauca, and the other encompassing fifteen muni-


cipalities in Montes de María22. In these areas, the military operated with
emergency powers ostensibly with the aim of re-establishing and main-
taining public order, as Arauca effectively served as the guinea pig for
Uribe’s eventual nationwide military and state expansion project23. The
local military unit in Arauca, the 18th Brigade of the Colombian army, saw
its forces increased from 5766 to 7839 soldiers between 2002 and 2004.
It was also fortified by the creation of the Mobile Brigade No. 5, which
was established specifically to carry out counterinsurgency operations in
extremely unnavigable terrain in the department. Existing military bases
were expanded while new installations were constructed to expand the
presence of the military to every municipality in the department in order
to protect vital infrastructure24.

The implementation of the zone of rehabilitation and consolidation


in Arauca saw President Uribe use his executive authority to strip the
then-governor, elected in 2002, of his position due to supposed ties
with insurgent groups, and to replace him with a military appointee
until new elections could be convened in 2003. In the week before
the 2003, municipal and departmental elections, numerous candida-
tes representing piedmont social bases in the mayoral and gubernato-
rial elections across the department were arrested again for supposed
ties to the insurgency, allowing Uribe’s allies to win crucial elections
throughout Arauca25. Simultaneously, the massive increase in military
presence in Arauca beginning in 2002 was accompanied by a spike
in human rights violations, most notably against civil society leaders,

22
While the three northern municipalities of Arauca, Arauquita, and Saravena
were specifically targeted under this Decree, according to numerous interview
participants, the militarization of Arauca included every municipality in the
department without exception. The former Colombian president “used {Arauca},
rich in oil and sharing a border with Venezuela, as a testing ground for many of
his key policies on security” (Amnestía Internacional 2004: 1).
23
See Leal Buitrago (2003); Defensoría del Pueblo (2003).
24
Gutiérrez (2010).
25
Interview 14, Arauquita (2016); Interview 47, Bogotá D.C. (2016).
hundreds of whom were arrested arbitrarily in massive sweeps and
illegally detained without due process based on the testimony of anon-
ymous informants. The Colombian government had succeeded in brea-
king the vital linkages between electoral politics, civil society, and the
insurgency in the department26. While Uribe and the military’s strategy
was to ‘take the water from the fish’, Araucan civil society had already
begun to publicly distance itself from the insurgency at this juncture,
most notably the Farc, who was increasingly engaging violently with
both the Colombian armed forces and the civilian population after the
breakdown of their failed peace negotiations with the government in
2002. The fumigation campaign initiated by the armed forces in Tame,
Fortul, Saravena, and Arauquita in 2003 added even more pressure to
the already strained relations between the Farc and local populations
in these areas, the latter of whom bore the brunt of the state’s response
to the coca boom fuelled by the former27. Finally, while the expansion
of state presence succeeded in reducing attacks to oil infrastructure in
the department – the widely perceived priority of the massive interven-
tion in the region – and in temporarily weakening the linkages between
Araucan civil society, armed insurgents, and local politics, it did not
ultimately succeed in disrupting guerrilla hegemony in the piedmont28.

26
Uribe also stripped the departmental government of its ability to control its own
budget and resources. Effectively speaking, the national government had complete
control of (a record amount) of oil rents (Interview 8, Arauca, 2016).
27
Only the Farc encouraged Araucan peasants to cultivate coca and the effects of
the fumigation on these rural communities was profound. A local woman in
Fortul remembers: “A la gente no le avisaron que la iban a fumigar y era muy
difícil que las aspersiones no arrasaran con todo. Esa fumigación acabó con todo,
con el plátano, con la yuca, con todo” (Interview 22, Fortul, 2016). The ELN has
historically distanced itself from the drug trade and as a result this was one factor
of many which led to both groups engaging in all-out conflict between 2005 and
2009 in the department.
28
This can be seen most evidently in the massive decline in guerrilla attacks on the
Caño Limón-Coveñas pipeline (a key guerrilla tactic to extort the oil multinationals)
which dropped precipitously from an all time high of 170 attacks in 2001 to a mere
17 by 2004 (United States Government Accountability Office 2005).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 223

Whereas the Colombian government made serious in-roads against the


insurgents in the period 2002 to 2005, the latter year ushered in perhaps
the most deadly era of the armed conflict in Arauca. Despite the fact
that the regional paramilitary block demobilized in 2005, the security
situation in the department was about to worsen29. With almost all
seats of political and economic power firmly under the control of Uribe
and his allies, and civil society distancing itself from the insurgency,
long standing tensions between ELN and Farc fronts in the department
finally boiled over and both groups engaged in an all-out war. Whi-
le the reasons included territorial disputes, leadership disagreements,
outstanding debts, and the division of rackets, the result was the fier-
cest ever confrontation between these two particular guerrilla groups in
the history of the Colombian conflict. In a Faustian twist, both groups
ended up making convenient alliances with separate emerging factions
of the demobilized paramilitary block while the ELN even went so far
as to forge an unholy arrangement with local commanders of the Co-
lombian military in order to destroy the Farc in Arauca once and for
all30. The exact toll of the conflict is estimated to be upwards of 1,000
casualties on all sides with some 50,000 civilians displaced, with both
insurgent groups devastating local civil society in a lethal tit-for-tat se-
ries of reprisal killings of community leaders perceived to have loyalties
to one side or the other31.

Eventually both groups reached a rapprochement in 2009-2010, ending


hostilities and again co-governing the piedmont municipalities. Their

29
Of an estimated 1000 paramilitary fighters in its ranks, only 207 combatants
formally participated in the demobilization process in late 2005. Many of the
remaining members formed neo-paramilitary organized criminal groups known as
‘Bacrims’ and solely focused on illicit economic activities in the larger sub-region
(Carroll 2011).
30
See the following article for more on this surprising temporary alliance between
the ELN and the Colombian military in Arauca: Revista Semana, “Cómo el Ejército
se alió con el ELN en Arauca” (01/19/2009) http://www.semana.com/nacion/
articulo/como-ejercito-alio-eln-arauca/99226-3
31
Interview 14, Arauquita (2016).
224 Controversia 206

timing to end their conflict was opportune as the uribista governor of


Arauca, Julio Acosta Bernal, had turned fugitive in 2008 after his longs-
tanding ties to local paramilitaries were exposed, and his ideologically
similar successor was forced out of office in 2011 for corruption32. Uribe
himself ended his second and final term in office, and current President
Juan Manuel Santos has pursued a markedly less bellicose approach in
regards to the counterinsurgency, particularly since the initiation of the
ongoing peace process with the Farc in 2012. This ‘relaxation’ of the
conflict in Arauca has permitted both insurgent groups to slowly regain
their social, political, and military hegemony in the department.33

Today, the Araucan piedmont remains one of, if not the most, guerrilla
consolidated sub-regions of Colombia, as well as being the most milita-
rized by the Colombian armed forces, whose presence throughout the
department is ubiquitous. In sum, after the fall from grace of Uribe’s
political allies in Arauca, as well as the resolution of the inter-guerrilla
conflict, the linkages between the insurgent groups, formal electoral
politics, and civil society have slowly been rebuilt, although not quite
to what they were prior to the election of Uribe in 2002. However, the
department remains heavily occupied by the Colombian armed forces,
thereby leading to an uneasy co-existence between all the armed actors
present.

Evaluating Belligerent Control in Arauca:


Empirical Challenges to Establishing armed Actor
Presence at a Micro Level
When the state massively expanded its presence in Arauca in 2002 with
the intention of expelling the guerrillas once and for all from their bea-
chhead in north-eastern Colombia, its strategy of breaking the linkages

32
Julio Acosta Bernal was eventually captured, tried, and sentenced to 40 years in
prison for his role in the paramilitary murder of a local government official in
Arauca.
33
Interview 1, Bogotá D.C. (2016).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 225

between the insurgent groups, local politics, and Araucan civil society
was largely successful throughout the department34. Yet, as local military
officials and political elites would soon discover, defeating the guerrillas
completely was a different task altogether, one which would remain in-
complete by the time Álvaro Uribe left office in 2010. In Arauquita, any
illusion of progress was exactly that: a temporary illusion which was
quickly belied by the harsh reality of the conflict in Arauca. However, in
municipalities such as Arauca and Tame, this counterinsurgency project
appeared to have succeeded, albeit with notable variation in the level
of success achieved between the two35. Upon closer inspection of the
violence statistics of these plains municipalities over the course of this
time period, it may seem that although the state was able to reclaim a
majority of territorial control in Arauca municipality and a modicum in
Tame, the subsequent levels of violence varied dramatically between
them, thereby throwing into the question the overall efficacy of the in-
tervention into these ‘pacified’ spaces.

34
A lawyer at the Defensoría del Pueblo in Arauca (Interview 2, Arauca, 2016) says
that “con la declaración de la Zona de Rehabilitación y Consolidación la intención
del Estado era exterminar a los grupos armados organizados ilegales que hacían y
hacen presencia en la region”, while a longtime Saravena activist claims that Uribe
wanted to “eliminar el teijdo social de la guerrilla.”(Interview 16, Saravena, 2016).
Uribe himself stated publicly at the beginning of the Zone of Rehabilitation and
Consolidation that the guerrillas would be expelled from Arauca in three months
time (Interview 21, Saravena, 2016).
35
The continued violence in Tame has been attributed to geopolitical considerations:
“Arauca tiene límites con Casanare, Boyacá y Santander. Tame es el centro de
gravedad donde se irradia el poder para la comunicación tanto hacia Boyacá y el
interior del país, como hacia Casanare y Santander.” (Interview 47, Bogotá, 2016)
226 Controversia 206

Tasas de Homicidio (per cápita): Arauca, Arauquita y Tame (1990-2013)


450
Homicidios por 100k habitantes 400
350
300
250
200
150
100
50
0
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
Año
ARAUQUITA TAME ARAUCA PROMEDIO
COLOMBIA

Desplazamiento Forzado: Arauca, Arauquita y Tame (1990-2013)


450
400
350
300
Desplazados

250
200
150
100
50
0
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013

Año
ARAUCA ARAUQUITA TAME
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 227

Tasas de Homicidio (per cápita): Arauca, Arauquita y Tame (1990-2013)


450
400
350
300
Acciones

250
200
150
100
50
0
1998

1999
2000

2001

2002

2003

2004
2005

2006
2007

2008

2009

2010
2011

2012

2013
Año
ARAUCA ARAUQUITA TAME

Acciones iniciadas por FFMM: Arauca, Arauquita y Tame (1990-2013)


70
60

50

40
Acciones

30
20

10

0
1998

1999
2000

2001

2002

2003

2004
2005

2006
2007

2008

2009

2010
2011

2012

2013

Año
ARAUCA ARAUQUITA TAME

Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho


Internacional Humanitario de la Vicepresidencia de la República. http://www.verda-
dabierta.com/cifras/5295-estadisticas-homicidio
228 Controversia 206

A rough yet accurate idea of the level of control exercised between ac-
tors can be attained by comparing triangulating qualitative interviews
with local residents with data sets on both violent actions initiated (i.e.
armed combats, ambushes, bombings against military objectives, etc.),
and infractions of international humanitarian law (i.e. assassinations,
disappearances, threats against non-combatants) committed at the mu-
nicipal level by the military, the insurgents, and the paramilitaries. Vio-
lent actions demand a higher level of logistical coordination from armed
groups; hence, when an actor consistently registers these actions in a
given municipality over a sustained period of time, it is demonstrative
of a relatively consolidated presence.

Hechos de acciones bélicas por actor. Municipio de Arauca (1990-2014)


6  

5  
#  de  hechos  de  acciones  bélicas  

4  

3  

2  

1  

0  
1991  

1993  

1995  

1996  

1997  

1998  

1999  

2001  

2003  

2005  

2006  

2007  

2008  

2009  

2011  

2013  
1990  

1992  

1994  

2000  

2002  

2004  

2010  

2012  

2014  
Año  

ELN   FARC   FUERZA  PÚBLICA   OTRAS  GUERRILLAS   PARAMILITARES  

Hechos de acciones bélicas por actor. Municipio de Arauquita (1990-2014)


12  
#  de  hechos  de  acciones  bélicas  

10  

8  

6  

4  

2  

0  
1991  

1993  

1995  

1996  

1997  

1998  

1999  

2001  

2003  

2005  

2006  

2007  

2008  

2009  

2011  

2013  
1990  

1992  

1994  

2000  

2002  

2004  

2010  

2012  

2014  

Año  

ELN   FARC   FUERZA  PÚBLICA   OTRAS  GUERRILLAS  


State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 229

Hechos de acciones bélicas por actor. Municipio de Tame (1990-2014)


18  
16  
#  de  hechos  de  acciones  bélicas  

14  
12  
10  
8  
6  
4  
2  
0  
1990  

1991  

1992  

1993  

1994  

1995  

1996  

1997  

1998  

1999  

2000  

2001  

2002  

2003  

2004  

2005  

2006  

2007  

2008  

2009  

2010  

2011  

2012  

2013  

2014  
Año  

ELN   FARC   FUERZA  PÚBLICA   OTRAS  GUERRILLAS   PARAMILITARES  

Similarly, infractions of international humanitarian law committed by a


specific actor in a particular space indicate either an attempt to gain fur-
ther control/prevent further loss of territorial control (as per Kalyvas’s
model), or is quite simply a reflection of the modest coercive capacity of
an actor within said territory. The above graphs show the levels of violent
actions and infractions of international humanitarian law committed by
various actors at the municipal level and should engender a better un-
derstanding of the presence and capacity of each respective actor in these
three municipalities.

Infracciones al IDH por actor. Municipio de Arauca (1990-2014)


12  

10  
#  de  Infracciones  

8  

6  

4  

2  

0  
1991  

1993  

1995  

1996  

1997  

1998  

1999  

2001  

2003  

2005  

2006  

2007  

2008  

2009  

2011  

2013  
1990  

1992  

1994  

2000  

2002  

2004  

2010  

2012  

2014  

Año  
ELN   FARC   FUERZA  PÚBLICA   ORGANISMOS  DEL  ESTADO   PARAMILITARES  
230 Controversia 206

Infracciones al IDH por actor. Municipio de Arauquita (1990-2014)


20  
18  
16  
14  
#  de  Infracciones  

12  
10  
8  
6  
4  
2  
0  
1991  

1993  

1995  

1996  

1997  

1998  

1999  

2001  

2003  

2005  

2006  

2007  

2008  

2009  

2011  

2013  
1990  

1992  

1994  

2000  

2002  

2004  

2010  

2012  

2014  
Año  
ELN   FARC   FUERZA  PÚBLICA   ORGANISMOS  DEL  ESTADO   PARAMILITARES  

Infracciones al IDH por actor. Municipio de Tame (1990-2014)


35  

30  

25  
#  de  Infracciones  

20  

15  

10  

5  

0  
1991  

1993  

1995  

1996  

1997  

1998  

1999  

2001  

2003  

2005  

2006  

2007  

2008  

2009  

2011  

2013  
1990  

1992  

1994  

2000  

2002  

2004  

2010  

2012  

2014  
Año  
ELN   FARC   FUERZA  PÚBLICA   OTRAS  GUERRILLAS   PARAMILITARES  

Fuente: CINEP-PPP Banco de Datos

Firstly, it is crucial to note that paramilitaries registered violent actions


in Arauca municipality and Tame during this period, the significance of
which is that the presence of the Bloque Vencedores de Arauca must have
been substantially stronger, and more permanent in both of these mu-
nicipalities between 2001 and 200536. Generally speaking, paramilitaries

36
“Cabe advertir que la presencia paramilitar en Arauca fue limitada y su
afianzamiento fue rápidamente contrarrestado por la guerrilla en zonas
neurálgicas del territorio, y que su desmovilización contribuyó a cerrar, de alguna
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 231

tend to have a constant presence in places where they have military


support, and insurgents do not have a substantive presence. Conver-
sely, paramilitary units tended to avoid, or were unsuccessful at directly
penetrating and establishing a presence in zones where insurgents have
a strong degree of influence37. The task of direct confrontation with the
guerrillas is instead carried by the military, as the primary function of
paramilitary groups in said theatres of war is “poder desarrollar opera-
tivos de represión contra la población civil e implementar un modelo

forma, un ciclo de violencia” (Gutiérrez 2010: 21). The pattern of behavior of the
paramilitaries in Arauca municipality and Tame are remarkably similar as per the
available violence statistics and participants interviews. Their incursions occurred
with the complicity of the armed forces, as often members from both groups
did not wear uniforms as to disguise their true identities. Massacres, selective
assassinations of perceived ‘leftist sympathizers’, forced displacement, and
violent threats increased substantially with the arrival of the Araucan paramilitary
block in these the plains region between 2001 and 2003 (Interview 25, Tame,
2016; Interview 4, Arauca, 2016;). And in both cases when they attempted to
enter the piedmont municipalities - Fortul from Tame, and Arauquita from Arauca
municipality and Puerto Rondón – they were violently repelled by the insurgents
and local civilian populations due to the successful security cordon established
by the former group. Thus, paramilitaries were only every able to infiltrate the
piedmont individually or in small numbers, either in disguise or protected by
the army or the police, and upon arrival their activities were limited to issuing
threats and the occasional selective assassination (Interview 13, Arauquita, 2016;
Interview 16, Saravena, 2016). A local human rights activist in Saravena clarifies
this territorial distinction of paramilitary behavior: “En las zonas de la sabana
hicieron presencia como ejército, en las zonas del piedemonte las modalidades de
operación fueron diferentes, había sicariato.” (Interview 21, Saravena, 2016)
37
However, this does not mean that the guerrillas were entirely absent from Arauca
municipality and Tame, as both of these graphs demonstrate that the Farc registered
a high number attacks in these two municipalities after 2010, thus suggesting
that they are still present and active in these locations. In the case of Arauca
municipality, the guerrillas lacked any active camps within the municipality
after 2005, however they still supposedly have militants active in urban centers.
Both the ELN and the Farc are still capable of making incursions and attacking
key targets in and around the capital from neighboring Arauquita (Interview 47,
Bogotá D.C., 2016). Tame on the other hand still possesses active combatants from
both insurgent groups, although they have been largely confined to the periphery
of the municipality, near the mountains to the west, and close to the border with
Fortul and Arauquita in the north and east (Interview 12, Arauquita, 2016).
232 Controversia 206

de Guerra contrainsurgente en la que el paramilitarismo ha demostrado


ser un instrumento eficaz”. This objective is achieved through the “eli-
minación física, la desaparición y el desplazamiento forzado de los diri-
gentes y de sus bases sociales”, each of which constitutes a violation of
international humanitarian law (González, Bolívar, and Vásquez, 2003:
61). Violations committed by paramilitaries in Tame, Arauquita, and
Arauca municipality spiked dramatically between 2002 and 2005, occu-
rring simultaneously with increases in both with high levels of violent
actions and infractions of international humanitarian law committed by
the military in these municipalities, thereby conforming with the afore-
mentioned logic of state-paramilitary symbiosis.

Secondly, while the Colombian armed forces already maintained a pre-


sence in every municipality in Arauca prior to the implementation of
Uribe’s counterinsurgency strategy in the department, their coercive
capacity improved markedly beginning in the 1999-2001 with the tech-
nological, logistical, and financial support offered by Plan Colombia,
and by extension the U.S. military38. As the above graphs demonstra-
te, the military maintained and exercised an aggressive capacity in the
three municipalities of focus, however much as the continued violent
actions of the insurgents in Arauca municipality and Tame during this
time period obscured their reduced presence in those places, the same
applies for the Colombian state in Arauquita. However, the persistence
of violations of international humanitarian law committed by the mili-
tary in Arauquita and Tame well into the Uribe’s second term suggest
that the armed forces continued to struggle to territorially consolidate
a firm presence in these municipalities39. While it clearly possessed –
38
Interview 47, Bogotá D.C. (2016).
39
While some posit that the Colombian military faced enormously problems locating
and inflicting damage on the insurgent groups in Arauca during this juncture, and,
hence, ended up causing more harm to local civilian populations, others have
highlighted the successes of the military in capturing and killing high ranking
guerrillas - primarily from the Farc - in Tame, Fortul, and Arauquita (Interview 18,
Saravena, 2016; Interview 12, Arauquita, 2016; Interview 47, Bogotá D.C., 2016).
40
Interview 1, Bogotá D.C. (2016); Interview 47, Bogotá D.C. (2016).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 233

and continues to possess - resources and manpower superior to the


guerrillas and maintains a presence in each municipality in Arauca, the
ability of the armed forces to exercise control outside of their bases and
beyond heavily fortified spaces in urban centers is a different matter
altogether and one which is extremely difficult to measure methodolo-
gically speaking.

Finally, the level of violent actions by all groups appear to have declined
from 2004-2005 until 2009-2010, a temporary reduction which can be
interpreted in several ways in this particular context. Whereas the first
few years of the state expansion in the department witnessed a predic-
table spike in armed confrontation between the armed forces and the
insurgents, by the middle of this decade both guerrilla groups reduced
their attacks against the state considerably for three primary reasons: the
superior technological capacity of the Colombian military, the tentative
discussions over peace negotiations between the ELN and the Uribe ad-
ministration, and the all-encompassing conflict which erupted between
the ELN and the Farc between 2005 and 2009. The first factor, coupled
with the relentless pressure of the military’s counterinsurgency campaign
in Arauca, forced a strategic and tactical reevaluation by guerrilla com-
manders in the department and, hence, a reduction in violent actions on
their part40. Meanwhile, the second and the third factors directly relate
to the historically alternating pattern of negotiations between successive
Colombian presidents and various insurgent groups, and the longstan-
ding tensions between the ELN and Farc which finally boiled over into di-
rect confrontation in 200541. An interesting pattern to note is the far more
bellicose nature of the Farc during this period than the ELN, a tendency
which was a dramatic reversal from the previous twenty years. This fact
is also reflected in the level of violations of international law committed
by the Farc throughout these Arauca municipality, Arauquita, and Tame
between 2002 and 2010, as while they are much lower relative to those

41
See Alderid Gutiérrez Loaiza (2012).
42
Interview 15, Arauquita (2016); Interview 14, Arauquita (2016).
234 Controversia 206

authored by both the armed forced and the paramilitaries, they stand
out in comparison to the ELN. The fact that the Farc was the primary
objective of the counterinsurgency campaign throughout the larger cou-
ntry, coupled with the insurgent group’s notable rupture with its histo-
ric social bases at this juncture can explain this empirical trend.42

Explaining State vs. Insurgent Success:


Historic Residues, Civilian-Elite Defection, &
Insurgent Embeddedness
The period preceding 2002 saw strong vertical linkages established
between both the ELN and Farcand the local civil society and politics.
Such was their influence that the Araucan insurgents effectively deci-
ded which candidates were going to compete in elections for leadership
positions in the juntas de acción comunales, and mayoral and guber-
natorial offices43. Local elites in the plains forged alliances with these
candidates in order to continue to benefit from massive oil royalties,
while occasionally sponsoring nascent paramilitary activities yet to no
great effect. The Colombian military attempted to combat the insurgen-
cy, yet faced enormously difficulty in this task because of the lack of
available allies needed to consolidate territorial control, especially in
light of the guerrillas privileged position in the larger department44. With

43
“Vertical ties are created by relations of information, trust, and belief that link
organizers to local communities. These ties can be used by organizers as they try
to build or sustain political, economic, or social projects in these communities.”
Whereas “horizontal ties link people across space and connect different geographic
and social sites. They are formed between mobile individuals drawn from beyond
a single social and geographic locale.” (Staniland 2014: 21-22)
44
Prior to 2002, the Colombian military’s only real allies in Arauca were certain
plains elites, the oil multinationals, and the Venezuelan government. However, the
official position of Venezuela towards the Colombian conflict changed dramatically
in 1998 with the election of Hugo Chávez, as Venezuelan authorities ceased to
cooperate with their Colombian counterparts and insurgents were able to operate
with minimal interference in border refuges such as Apure, Táchira, and Zulia.
45
“Entre el 2002 y el 2004 en Arauca gobernaban más las Fuerzas Militares que las
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 235

the massive overhaul of the Colombian armed forces beginning with the
implementation of Plan Colombia in 1999, coupled with the dramatic
new strategic direction of the Colombian counterinsurgency unleashed
by Álvaro Uribe in 2002 upon taking power, the vertical linkages which
the guerrillas exercised over local civil society and politics were seve-
red dramatically45. The electoral arena became the domain of the plains
elites, who had defected from their previous alliances by transforming
themselves into uribista allies, forging strong horizontal linkages with
the military, paramilitaries, and the oil multinationals46.

Simultaneously, in the face of this massive shift in the departmental


balance of power to the state, the historic bond between the insurgent
groups and piedmont civil society was severely ruptured by the increa-
sed level of violence directed at the latter by the former. In essence,
both the guerrillas and civil society had been isolated, both facing the
full weight of the counterinsurgency campaign implemented in Arau-
ca47. It is integral to note that despite this rupture between the two,
the guerrillas never deserted their civilian bases to bear the full brunt
of the military and the paramilitary’s offensive in the piedmont, while
the civilian population never defected from the insurgent groups to the
state in the region over this period of time48. Finally, while both the

alcaldías. Hubo inversiones de la OXY, inversiones de la gobernación e inversiones


de USAID {United States Agency for International Development} para la realización
de operaciones cívico militares realizadas para ‘mitigar el daño colateral de la
guerra’.” (Interview 8, Arauca, 2016).
46
A local accountant for the Department of Public Works in Arauca describes the
fickleness of these political and plains elites: “Los políticos araucanos son aliados
del poder de las armas para conservar el poder político. Muchos se arrimaron al
árbol que mejor sombra daba en momentos específicos, en Arauca hay mucho
oportunismo político.” (Interview 24, Saravena, 2016).
47
Interview 1, Bogotá D.C. (2016); Interview 47, Bogotá D.C. (2016).
48
It is important to note that the ELN maintained far better relations with their
civilian bases during this period in comparison to the Farc according to numerous
local inhabitants (Interview 14, Arauquita, 2016).
49
Gutiérrez (2010).
236 Controversia 206

guerrillas and Araucan civil society were increasingly isolated in the


years following 2002, they were able to sustain their continued efforts by
locating and establishing horizontal linkages with new allies outside of
the department: Venezuelan authorities in the state of Apure in the case
of the insurgents, and national and international NGOs and advocacy
groups in the case of Araucan civil society.

The dramatic re-configuration of Arauca’s social networks beginning in


2002 thus leads to a couple of very interesting questions: how and why
did the civilian population - and civil society at large – in the piedmont
not defect to the state in the face of an immensely difficult situation?
Faced with increasing repression from all armed actors, why did the
piedmont civilian population decide to stay loyal to the insurgents ins-
tead of simply defecting to the state as was the case in the plains region
of Arauca? And how did the rebels from the same guerrilla units survive
this massive onslaught in the piedmont, but not the plains during this
juncture in time?

The answer to this puzzle can be attributed to the strength of intra-


community ties at the local level. Quite simply, the civilian population
did not jump ship in the piedmont region because strong intra-civilian
linkages impeded a large-scale defection to the state, an occurrence
which the armed forces required in order to militarily defeat the insur-
gents. I posit that the high degree of intra-civilian ties in the piedmont
region of Arauca is the product of a collective identity tied to the origins
of many migrants for settling in the sub-region, the extreme isolation of
this population from the rest of Colombia prior to the discovery of oil
in 1982-1983, the historically antagonistic, and often violent, relation
between the state and local inhabitants over the course of the 1980s
and 1990s, and the positive effect of sustained mass mobilizations on
intra-civilian relations.

The high level of embeddedness between civilians in the piedmont can


be traced back to the historic development and presence of civil society
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 237

in the larger department of Arauca. Prior to the democratic opening in


Colombia in the late 1980s and early 1990s, political identities and loyal-
ties in the piedmont were borderline non-existent as many settlers had
fled some of the most intense partisan conflicts of la Violencia in nearby
departments such as Boyacá, Santander, and Norte de Santander, and
were thus anathema to the idea of a state which did not protect them
and the traditional parties which had rendered them victims49. The iso-
lation in which these settlers found themselves, with little to no support
from the intendential or national governments until oil was discovered
in the region in 1983, only compounded these socio-political identities.
In such an environment where self-sufficiency and collective action are
requisites for the survival of the local population, it is, therefore, unsur-
prising that a comprehensive and highly unified civil society emerged in
Arauca during this period of time50. This is evident in the sustained level
of polarized confrontation with the state and the massive commitment
of local inhabitants to such public acts of collective action for three de-
cades preceding the massive state intervention in 200251.

50
A Saravena union leader describes this high level of embeddedness: “Hay que
resaltar de la región que hay un buen potencial organizativo de la gente. Aquí
la gente se asocia y se organiza y hay un gran capital humano.” (Interview 17,
Saravena, 2016) This fact is reflected in the incredible number of formal local
associations and organizations found in Arauca during this time. A cursory
account suggests that Araucan civil society in 2002 consisted of 57 cooperatives
and peasant organizations, 14 labor organizations, 7 civic organizations, 1 student
organization with seven local chapters, 2 indigenous associations, 1 regional
peasant association and branches of 2 national peasant organizations, 570
civic action committees, 7 municipal associations of civic action committees, 1
departmental association of civic action committees, 2 human rights committees,
and local representation of many national level NGOs (Carroll 2011).
51
“Así, en 2002, el mapa de actores y organizaciones sociales era bastante complejo
y muy variado en la expresión de los distintos intereses. Además, en los diez
años anteriores, se forjaron o acentuaron procesos organizativos ligados a formas
de autogestión a través de organizaciones comunales, asociaciones de trabajos
agrícolas, cooperativas de productores y, posteriormente, a formas de organización
sindical, que dieron origen a un entramado social con apreciables niveles de
cohesión.” (Gutiérrez 2010: 25)
52
Interview 24, Saravena (2016).
238 Controversia 206

The strength of intra-civilian linkages, or embeddedness as this concept


has been refashioned by Granovetter (1985), are integral to outcomes
ranging from the economic productivity of immigrant communities in
the developed north (Portes 2010), to the success of post-war recovery
efforts (Colletta and Cullen 2000). However, although there is a plethora
of literature discussing the role of these linkages in enabling disparate
outcomes in a variety of contexts, there are few convincing explana-
tions about how embeddedness is produced at the individual or group
level. Drawing on recent work by Levitsky and Way (2013), the strength
of intra-civilian ties in this sub-region of Colombia can be described in
similar path dependent terms as the resilience of revolutionary party
structures elsewhere in the world:

“Violent conflict also enhances elite cohesion by strengthening partisan


identities and hardening partisan boundaries…intense polarization shar-
pens “us-them” distinctions, strengthening within-group ties and fostering
perceptions of a “linked fate” among party cadres. Where cadres have par-
ticipated in prolonged violent struggle, they are more likely to view party
membership in “moral” terms, and to frame choices about cooperation or
defection in terms of loyalty rather than a simple material calculus. The
polarization generated by revolutionary wars often persists into the postre-
volutionary era, effectively “trapping” potential defectors within the ruling
party. When the opposition can be credibly linked to historic enemy and
when abandoning the ruling party is viewed as disloyalty or even treason,
the cost of defection will be high.” (9)

While Araucan civil society never directly engaged the Colombian sta-
te militarily at any juncture in time, the dynamic which emerged bet-
ween local habitants in the piedmont and official authorities during
this period is remarkably similar to ruling party cadres in revolutionary
states, with strikes and mass protests employed instead of armed con-
frontation. The polarization which already existed between the region’s
inhabitants and the state was heightened in 2002 with the introduc-
tion of controversial military programs designed to draw civilians into
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 239

the conflict by collaborating directly via military service (Soldados de


mi pueblo), or by providing information to authorities for a reward
(la red de cooperantes). These initiatives indicated to the local public
that they were expected to collaborate and by extension defect to the
state52. However, piedmont civil society “refused to accept the borders
(us-them) that separated official institutionality and the enemies of the
state” (Gutiérrez 2010: 27).

This polarization has been known to foster higher levels of embedded-


ness among groups which are frequently engaged in confrontation with
other groups perceived to be more powerful, and whom, as a result,
suffer discrimination and a lack of alternative socio-economic oppor-
tunities53. A frequent complaint of piedmont residents is the guerrilla
stigmatization they are branded with, a grievance which bears very
real and, often, lethal consequences for individuals carrying documen-
tation identifying them as such54. Similarly, given the vastly superior
resources of the capital in comparison to the other municipalities in the
department, the long-standing division of oil royalties overwhelmingly
in favor of Arauca municipality is a major historical point of contention
between the department’s residents as well55. Finally, the effect of the
massive arrests by the Colombian military in the piedmont appeared

53
See Portes and Sensenbrenner (1993).
54
A frequent complaint heard in the piedmont municipalities complained is this
stigmatization of being guerrillas, as many residents were not able to leave their
hometowns between 2001 and 2005 due to the paramilitary practice of setting
up illegal roadblocks where many piedmont habitants were detained and then
summarily executed merely for possessing an ID card which stated they were
from Arauquita, Saravena, or Fortul (Interview 20, Saravena, 2016; Interview 15,
Arauquita, 2016).
55
From the discovery of oil until the present, all royalties in Arauca have been divided
amongst the municipal and departmental governments in the following manner:
Arauca department (77.9%), Arauca municipality (15.5%), Arauquita (6.1%),
Saravena (0.4%), and Tame (0.1%) (Sarmiento 2015). This massive disparity in
royalties is most keenly felt by Arauquita’s residents: “Cuando eso pasó había
que definir los límites entre Arauca y Arauquita, supuestamente Caño Limón
debía dividirse 50-50 y eso no pasó, De las regalías a Arauquita le correspondió
240 Controversia 206

to be far more counterproductive than the state anticipated. The dee-


ply unpopular dragnet arrests and arbitrary detentions which became
a regular occurrence early on in the establishment of the rehabilitation
and consolidation zone only served to harden the civil population’s
resistance to the state expansion and made potential collaboration then
much more unlikely56.

Decades of collective action in the form of mass mobilizations forged


robust social linkages between neighbors, not to mention with the in-
surgent groups operating throughout the piedmont57. Hence, for both
the ELN and the Farc, surviving the massive state-paramilitary expan-
sion in the department did not demand the full loyalty and collabora-
tion of civilian bases; rather, the key was simply for this demographic
not to defect to the state, something which non-combatants did in the
plains region of Arauca but not in the piedmont. Despite the increased
use of repression by the insurgents against civilians, the option they
provided was widely perceived as more conducive to local interests
than the state’s option, which was largely viewed as subordinate to the
prerogatives of both the plains and external elites. Of equal importance,

solamente el 10%. Mientras tanto, la OXY tapó ríos, tumbó monte y provocó un
terrible daño ambiental.” (Interview 12, Arauquita, 2016)
56
The most notorious example of this occurred on November 12th, 2002, when
some 2000 civilians from all walks of life were arrested and summarily detained
in a local soccer stadium in Saravena, while anonymous informants gradually
identified supposed collaborators of the insurgents for the authorities. The net
result of this dragnet operation was four permanent convictions for collaboration
with the insurgency (Interview 21, Saravena, 2016).
57
The high level of collective action is frequently credited for the local quality of life,
a sentiment reflected in the comments of an educator and community organizer
in Fortul: “Todo lo que tenemos en la región en temas de salud y educación se
ha logrado aquí gracias a los paros y las movilizaciones.” (Interview 23, Fortul,
2016) In the twenty year period between 1982 and 2002, there were upwards of a
dozen major mobilizations throughout the department which drew thousands of
Araucans which met with varying degrees of success in terms of their demands.
For more on the history of social mobilizations in Arauca, see Leah Carroll (2011).
58
“By late 2008 Araucan social movements were strong, extremely well networked,
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 241

the insurgents were credited with having prevented the entrance of the
Bloque Vencedores de Arauca into the piedmont region, thereby spa-
ring the civilian population of the atrocities committed by paramilitaries
against non-combatants elsewhere in the department and country, whe-
reas the military was seen as a complicit partner of said actors. Finally,
the relative lack of local economic elites in the piedmont prevented the
state from locating ready-made allies to help facilitate the success of
the state expansion project; this makes a notable difference from the
plains region where local elite defection was key to the recuperation of
territory previously held by the guerrillas.

Thus, this embeddedness subsequently prevented widespread defection


among piedmont residents to either the paramilitaries or the state. Even
when local citizens had been shut off from formal electoral politics, and
both insurgent groups were brutalizing civil society leaders, civilians in
the piedmont did not defect en masse to the other side when the situa-
tion became bleak, as so often was the case in other contested regions
in Colombia during this period of time. The historical-social effects of
being isolated for so long prior to the discovery of oil forced citizens in
the piedmont to depend upon one another to articulate their rights and
demands in the form of mass mobilizations which demanded an enor-
mous level of coordination and commitment with minimal freeriding.
Even at the height of the ELN-Farc conflict in 2008, Arauca civil society
remained impressively cohesive58.

In the plains regions, on the other hand, these mobilizations were less fre-
quent, and intra-civilian relations were largely dictated by cattle ranching,

unified with respect to social movement actions, and extraordinarily successful.


This was despite the radical reversal of regional autonomy that decimated the
electoral left and broke long-standing Left-elite alliances, the concerted attack
from government forces augmented by U.S. military aid, and a late but deadly
wave of paramilitarism.” (Carroll 2011: 228)
59
Highlighting an important distinction between the plains and the piedmont by
242 Controversia 206

the historic basis of the local economy. Hence, social linkages between
inhabitants in Arauca municipality and the plains region of Tame were
characteristic of patron-client relations between the large landholders/
cattle ranchers and their employees, who were entirely dependent on
their bosses for their livelihoods59.

Another crucial factor in explaining the inability of the Colombian state


to convince or coerce piedmont residents to defect from the insurgents
was the difficulty it found in offering a better, more viable alternative
to guerrilla rule in the sub-region. Whereas both the ELN and the Farc’s
presence and activities in the plains region were seen as detrimental
and predatory to local elite interests well before Uribe came to power
in 2002, the state was, and still is viewed in the same light in the pied-
mont region60. This sentiment owes much to the state’s historic absence

comparing Tame and Saravena, a former army general and commander of the
18th Brigade in Arauca explains non-elite/elite defection in the following terms:
“Tame es un municipio con una tradición histórica desde la independencia, de
gente buena, sana. Es un municipio muy antiguo, entonces ellos tienen un sentido
de pertenencia muy superior a los de Saravena. Saravena fue una colonización
de gente que llegó, colonos de toda parte del país, especialmente huyendo de
la violencia, mucho delincuente llegó allá a buscar… entonces el origen de la
población es muy diferente. Su idiosincrasia es muy diferente. El Comandante
que no analice esos fenómenos, de pronto se equivoca a la hora de combatir un
problema. Entonces el caso de Saravena, es un municipio creado por el gobierno
con colonos de diferentes partes del país y de ahí nacieron los problemas muy
profundos. Porque allá llegó gente que estaba huyendo de la justicia. Tame no…
entonces fue mucho más fácil porque la gente colaboró más, la gente sentía más
su sentido de pertenencia de su municipio, por ser raizales de allá, colaboraron
más con el Ejército.” (Interview 47, Bogotá D.C., 2016).
60
Omar Gutiérrez reiterates this relationship: “En el plano social, tanto el ELN
como las Farc, establecieron una fuerte relación con sectores subordinados de
la población civil que creían ver en ellos intermediaries fundamentalers frente
al Estado central y a las empresas petroleras…” (2011: 13). A local human rights
activist from Fortul adds: “Los combatientes de las Farc y del ELN son hijos del
pueblo, y son víctimas del Estado y del petróleo. El pueblo odia al ejército y a odia
a la policía, aquí ellos compran a los niños, abusan sexualmente de las mujeres; y
ellos, los policías y los militares, le tienen miedo al pueblo: salen más bien poco.”
(Interview 19, Saravena, 2016).
61
Interview 12, Arauquita (2016); Interview 47, Bogotá D.C. (2016).
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 243

in Arauca until the discovery of oil, a turning point which was rapidly
followed by the militarization of the department by the Colombian ar-
med forces61. During this period, the state’s key priority was the pro-
tection of oil infrastructure and little else, a prerogative which retained
primacy for successive Colombian presidents until the present day62.
As previously mentioned, the majority of residents in the piedmont
did not directly benefit from the massive influx of oil royalties in the
department relative to their plains neighbors, even though the strong
linkages between the insurgents, civil society, and departmental politics
enabled large increases of investment in local development (e.g. infras-
tructure, services, utilities, etc.). Despite the growth of Arauca’s per
capita income above the national average, this economic improvement
was also accompanied by a dramatic increase in violence, corruption,
and environmental degradation, phenomena which dramatically ero-
ded the quality of life for almost citizen in the department in immeasu-
rable ways63.

Thus, there was greater support (or less opposition) to the paramili-
tary/state incursion in the plains area of Tame and Arauca municipa-
lity largely because guerrilla rule was seen by many to be excessively
predatory in economic terms, not to mention too restrictive in a social
fashion. Whereas the insurgents did not employ extortion or kidnap-
ping for ransom in the piedmont, these activities were regularly em-
ployed against recalcitrant cattle ranchers and large landholders in the
plains region. These constituencies also stood to benefit greater from

62
The discovery of oil in the region forced what little military personnel there was
to protect the pipeline at the expense of combating insurgents elsewhere in the
department. Two decades later, this priority appears to have changed slightly but
not much (Interview 26, Bogotá D.C., 2016). In response to the lack of a military
reaction to a wave of violence against the civilian population in late 2002, then-
governor Carlos Eduardo Bernal said quite resignedly, “The army’s priority is
guarding the pipeline” (El Tiempo, 08/02/2002).
63
Interview 8, Arauca (2016); Interview 20, Saravena (2016).
64
A widely held belief throughout the department is that the main, overriding
244 Controversia 206

a political reconfiguration which took municipal and departmental bud-


gets away from politicians beholden to the insurgents instead of placing
them at their own disposal. In the piedmont, however, this project was
perceived as favoring external elite interests such as domestic and in-
ternational oil companies while increasing insecurity and repression at
their expense, hence the lack of support and outright opposition to the
state expansion campaign in municipalities such as Arauquita, Sarave-
na, Fortul, and part of Tame64.

A key factor in explaining this dichotomy of attitudes towards the Co-


lombian state between the disparate regions of Arauca is the distribu-
tion of land and the socio-economic makeup of both the piedmont and
the plains society. Whereas the plains have historically been dependent
on cattle ranching, a trade which concentrates land ownership in the
hands of a few, thus creating landed elites, the piedmont was settled by
migrants who worked on considerably smaller plots of land cultivating
a variety of crops65. The key difference here is that the substantially
higher level of inequality found in the plains region established a local

objective of the massive state intervention in Arauca was to ensure the continued,
and increased production of oil by various domestic and foreign firms at a time
when international prices were higher than ever before. In 2002 Occidental
Petroleum was on the verge of ending its operations in Colombia due to the
massive level of attacks and economic risk its operations were facing in Arauca
(Interview 47, Bogotá D.C., 2016). This corresponds with the oft-heard assertion
that Uribe’s security policies raised investor confidence in the region, and was
one key reason why they were implemented in the first place (Interview 25, Tame,
2016).
65
Generally speaking, there are no large landholders in the Araucan piedmont,
whereas there are cattle ranchers and other rural elites in the plains region of
the department who have tracts of land measuring in the tens of thousands of
hectares. These disparate dynamics are reflected by the Gini coefficients for land
concentration in Arauca municipality, Arauquita, and Tame in 2000 and 2009.
They are as follows: Arauca 0.82 (2000), 0.77 (2009); Arauquita 0.45 (2000), 0.54
(2009); Tame 0.90 (2000), 0.88 (2009). During this period of time, the national
averages were 0.81 (2000) and 0.85 (2009). (Sarmiento 2015)
66
“Sectores de las elites locales se vincularían a la alianza como una forma de
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 245

elite who was not particularly enamored with the redistributive ideo-
logy of the ELN or the Farc; hence, they looked for local and external
allies such as the armed forces and paramilitaries to help protect their
interests. Local elites in the Colombian context tend to be quite oppor-
tunistic and they will always defect to the best or most viable option
when it presents Itself.66

While speaking in generally terms, this statement is particularly true


of how Araucan plains elites defected to the state between 2001 and
2003, a crucial decision which enabled the territorial consolidation of
the state in this region. Quite simply, the economic dependence of non-
elites on larger landholders in the plains demanded a certain level of
subservience or acquiescence to this elite agenda and thereby made the
forging of linkages between the guerrillas and the civilian population
substantial more difficult in this respect. Therefore, non-elites effecti-
vely defect when local elites do, albeit in an involuntary and non-visible
way. In the piedmont, the lack of these local elites and greater level of
economic equality between its inhabitants fostered stronger horizontal
linkages to the insurgent groups and thus a greater opposition to exter-
nal prerogatives in the region such as the exploration and production of
oil by domestic and foreign multinationals.67

mantener la hegemonía y exclusividad del poder regional o como una manera


expedita y fácil de recuperarlo allí donde lo han perdido a manos de grupos de
oposición o movimientos cívicos, populares o camp[esinos.” (González, Bolívar,
and Vásquez 2003: 61)
67
While there is a marked difference between those areas of Arauca which were
‘pacified’ by the joint paramilitary-state intervention beginning in 2001-2002, and
those which were not, it would be tempting to chalk down the success of the ELN
and the Farc - not to mention of local communities - to resist this massive effort in
the piedmont to the simple fact that areas of resistance are found in colonization
zones. While historically insurgent groups cultivated strong linkages with the
peasantry in these regions and therefore maintained a high level of influence and
control, this in itself is not enough to explain the dichotomy of results found in the
piedmont and the plains of Arauca. One only needs to look at the mixed success
of the symbiotic state-paramilitary incursion into other colonization zones (i.e.
246 Controversia 206

In other words, armed columns from the same guerrilla fronts, whether
Domingo Laín of the ELN or the 10th and 45th fronts of the Farc, faced
different challenges in embedding themselves in varying communities
depending entirely on the social and historical composition of the local
context68. For example the 10th front and Domingo Laín established far
deeper vertical linkages, and by extension, a much more totalitarian
presence in Gaitán, Arauquita, than in Caracol, Arauca municipality.
Whereas the former vereda is characterized by a horizontal class struc-
ture with no local elites, the latter possesses a vertical class structure
with large landholders and cattle ranchers at one end of the spectrum,
with peasants at the other. Unsurprisingly, insurgents from both armed
groups established what Anoop Sarbahi terms ‘anchored’ relations in
Gaitán, maintaining a high level of daily interaction and control over
almost every aspect of local activity and social interaction, including a
high degree of influence over local civil society and politics. In Caracol,
on the other hand, these same insurgents forged a ‘floating’ presence,
one characterized by intermittent appearances and interactions with
local habitants, albeit with a far less constructive (and intrusive) role
in their daily lives. Local involvement in civic life and politics was con-
siderably lower than in Gaitán69. Hence, both the state, and more so
the paramilitaries, found it exponentially more difficult to penetrate,

Urabá, El Ariari, Putumayo, Catatumbo) to realize that the dynamics of conflict in


such regions are more complex than merely chalking up success or defeat to the
historical settlement patterns of the land.
68
This is reflected in the comments of a former Arauquita mayor and congresswoman:
“Antes del petróleo esto estaba muy descuidado. Por eso es que nosotros tenemos
relación con la guerrilla, porque antes del petróleo la autoridad aquí era la
guerrilla.” (Interview 15, Arauquita, 2016)
69
Sarbahi (2014) makes a crucial distinction between guerrilla-civilian relations,
albeit with a typology which only functions for groups at the national level.
‘Anchored’ insurgent groups are those groups which “emerge from powerful
preexisting political parties that undertook extensive political mobilization during
the period preceding the launch of a rebellion” and which “have a high degree
of embeddedness in the catchment population and are better able to withstand a
disproportionately powerful state”. “Floating” groups on the other hand are those
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 247

let alone control territory in the department that was under the sway
of anchored insurgent columns, while floating rebel units were quickly
dispersed elsewhere, or outright defeated militarily.

Conclusion
From 2002 until 2010, the Colombian department of Arauca was turned
into a laboratory of war by Álvaro Uribe Velez, arguably the most be-
llicose president in the South American country’s history. During this
time, the Colombian military - and by extension the state - was able
to reclaim certain key territorial and administrative control in Arauca
municipality and Tame due to the ability of external-local elite alliances
to disrupt the linkages between civil society, local politics, and armed
insurgents. However, the high level of embeddedness found in the pied-
mont civilian population, a product of converging historical processes,
ultimately prevented peasants and civil society leaders alike from de-
fecting en masse to the state, a prerequisite which is required to conso-
lidate territorial and bureaucratic control in such contested space. Simi-
larly, the vertical linkages established by both the ELN and the Farc’s
differing fronts in the piedmont were sufficiently anchored in local
social networks to withstand the massive state-paramilitary offensive
throughout Arauca until a more flexible commander-in-chief assumed
the presidency in mid-2010. The lack of such ties in the plains region of
Arauca municipality and Tame saw the expulsion of the insurgents and
a social reconfiguration of said space. However, despite shedding light
on some original causal explanations for state and insurgent capacity to
maintain control of territory in contested spaces, these avenues require
further exploration to fully be incorporated to a working theory or mo-
del in the study of micro-level violence and internal conflict.

which “lack social embeddedness” and are “unconstrained by the catchment


population” and, hence, tend to be “usually unresponsive to societal calls and
invariably stick to their maximalist goals” (2014: 1474).
248 Controversia 206

In the context of the recent electoral rejection of the plebiscite between


the Colombian government and the Farc, the future stability of Arau-
ca looks highly uncertain. With oil revenues at a recent low, and the
inevitable exhaustion of the department’s oil reserves within the next
decade, the economic viability of Arauca is more vulnerable than it has
ever been in recent history. The fact that Arauca is also home to the
ELN’s strongest and most bellicose guerrilla front in the entire country,
not to mention two active and very capable Farc fronts as well, makes
for a potential powder keg in the Eastern plains. This is particularly
salient in light of the fact that the Farc will almost certainly be looking
to regain lost territory and influence in areas of the department where
the ELN has expanded and consolidated control as a result of the recent
negotiations with the Santos administration. In such a context, these
groups increasingly run the risk of becoming armed non-state actors
who continue to exist due to the simple fact that “one side is not strong
enough to win and the other is not weak enough to lose” (Kalyvas 2006:
67). Hence, it is quite plausible, in this scenario, that both the ELN and
the Farc in Arauca, while maintaining such high levels of territorial and
population control in the piedmont region, will “no longer seek or even
need to establish territorial, bureaucratic or consent based political
authority in the traditional sense” (Duffield 1998: 76), thereby conver-
ting into retreating insurgencies. This development would ultimately in-
dicate a blurring of lines between former adversaries which prioritizes
resource extraction rather than control over territory and population.

References
Amnistía Internacional. (2004). Colombia-Un laboratorio de Guerra: Represión y
violencia en Arauca. Retrived from http://www.acnur.org/t3/uploads/media/
COI_351.pdf
Bakke, K.M., Gallagher Cunningham K. & Seymour L. (2012). A Plague of Initials:
Fragmentation, Cohesion, and Infighting in Civil Wars. Perspectives on Poli-
tics, 10(2), 265-283.

Ravi, B., Miodownik, D. & Choi, H.J. (2011). Violence and Control in Civil Conflict:
Israel, the West Bank, and Gaza. Comparative Politics, 44(1), 61-80.
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 249

C. López Hernández (Coord.)(2010) Monografía Político Electoral. Departa-


mento de Arauca 1997 a 2007, Bogotá: Misión de Observación Electoral,

Carroll, L. (2011). Violent Democratization: Social Movements, Elites, and Poli-


tics in Colombia’s Rural War Zones, 1984-2008. : South Bend, United States
of America: University of Notre Dame Press.

Colletta, N.J. & Cullen, M.L. (2000). The Nexus between Violent Conflict, So-
cial Capital and Social

Cohesion: Case Studies from Cambodia and Rwanda., Washington D.C.: World
Bank.

Defensoría del Pueblo. (2003). Proyecto Apoyo Defensorial en Las Zonas de Re-
habilitación y Consolidación. Primer Informe de Actividades. Retrived from
http://www.defensoria.gov.co/attachment/52/Proyecto%20apoyo%20
defensorial%20de%20las%20zonas%20de%20rehabilitaci%C3%B3n%20
y%20consolidaci%C3%B3n.pdf

El Tiempo. (2002, august 2nd). Arauca se inunda de coca. El Tiempo, Retrived


from http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1351780

González, F., Bolívar, I. & Vásquez T. (2003). Violencia Política en Colombia.


De la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: CINEP.

Granovetter, M. (1985). Economic Action and Social Structure: The Problem of


Embeddedness. American Journal of Sociology, 91, 481-510.

Gutiérrez Loaiza, A. (2012). Negociaciones de paz en Colombia, 1982–2009.


Un estado del arte. Estudios Políticos, 40, 175-200.

Gutiérrez Lemus, O.J. (2010). Arauca: Espacio, conflicto e institucionalidad.


Análisis Político, 69, 3-34.

Gutiérrez-Sanín, F. (2008). Telling the Difference: Guerrillas and Paramilitaries


in the Colombian War. Politics Society, 36(3), 3-34.

Humphreys, M. & Weinstein, J. (2006). Handling and Manhandling Civilians in


Civil War. American Political Science Review, 100(3), 429-447.

Idler, A. (2012). Exploring Arrangements of Convenience among Violent Non-


state Actors. Perspectives on Terrorism, 6(4-5), 63-84.
250 Controversia 206

“Interview 1.” Personal Interview. Bogotá D.C., 18 Jan. 2016.

“Interview 4.” Personal Interview. Arauca, 20 Jan. 2016.

“Interview 8.” Personal Interview. Arauca, 22 Jan. 2016.

“Interview 12.” Personal Interview. Arauquita, 24 Jan. 2016.

“Interview 13.” Personal Interview. Arauquita, 24 Jan. 2016.

“Interview 14.” Personal Interview. Arauquita, 24 Jan. 2016.

“Interview 15.” Personal Interview. Arauquita, 25 Jan. 2016.

“Interview 16.” Personal Interview. Saravena, 26 Jan. 2016.

“Interview 17.” Personal Interview. Saravena, 26 Jan. 2016.

“Interview 18.” Personal Interview. Saravena, 26 Jan. 2016.

“Interview 19.” Personal Interview. Saravena, 27 Jan. 2016.

“Interview 20.” Personal Interview. Saravena, 27 Jan. 2016.

“Interview 21.” Personal Interview. Saravena, 28 Jan. 2016.

“Interview 22.” Personal Interview. Fortul, 28 Jan. 2016.

“Interview 23.” Personal Interview. Fortul, 28 Jan. 2016.

“Interview 24.” Personal Interview. Saravena, 29 Jan. 2016.

“Interview 25.” Personal Interview. Tame, 30 Jan. 2016.

“Interview 47.” Personal Interview. Bogotá D.C., 26 April 2016.

Kalyvas, S. (2006). The Logic of Violence in Civil War. United Kingdom: Cam-
bridge University Press.

Kline, H.. (2009). Showing Teeth to the Dragons: State-Building by Colom-


bian President Álvaro Uribe Vélez, 2002-2006. Tuscaloosa, United States of
America: The University of Alabama Press.

Leal Buitrago, F. (2006). La política de seguridad democrática 2002-2005. Aná-


lisis Político, 57, 3-30.
State Expansion, Insurgent Resistance,
and Territorial Control in Arauca 2002-2010 251

Levitsky, S & Lucan, W. (2013). The Durability of Revolutionary Regimes. Jour-


nal of Democracy, 24(3), 5-17.

Peñate, E. (1998). El sendero estratégico del ELN: del idealismo guevarista al


clientelismo armado. Documento de Trabajo No. 15. Bogotá: Universidad
de Los Andes.

Portes, A. (2010). Economic Sociology: A Systemic Inquiry. Princeton: Prince-


ton University Press.

Portes, A. & Sensenbrenner J. (1993). Embeddedness and Immigration: Notes


on the Social Determinants of Economic Action. The American Journal of
Sociology, 98(6), 1320-1350.

Raleigh, C. &. Dowd, C. (2013). Governance and Conflict in the Sahel’s ‘Ungo-
verned Space’. Stability: International Journal of Security & Development,
2(32), 1-17.

Sarbahi, A. (2014). Insurgent Population Ties and the Variation in the Trajec-
tory of Peripheral Civil Wars. Comparative Political Studies, 47(10) 1470-
1500.

Sarmiento, L. (2015). Arauca 1983-2015: Fin de un ciclo histórico y transición


incierta. Bogotá: Fundación Paz y Reconciliación. Retrived from http://
revistacepa.weebly.com/uploads/1/3/3/7/13372958/araucaypetroleoli-
bardosarmiento.pdf

Semana. (January 19 2009). Cómo el Ejército se alió con el ELN en Arauca.


Semana. Retrived from http://www.semana.com/nacion/articulo/como-
ejercito-alio-eln-arauca/99226-3

Staniland, P. (2012). States, Insurgents, and Wartime Political Orders. Perspec-


tives on Politics, 10(2), 243-264.

Staniland, P. (2014). Networks of Rebellion: Explaining Insurgent Cohesion


and Collapse. Ithaca, Cornell University Press.

Sweig, J.E. (2002). What Kind of War for Colombia?. Foreign Affairs, 81(5),
122-141.

United States Government Accountability Office. (2011). Security Assistance:


Efforts to Secure Colombia’s Caño-Limón-Coveñas Oil Pipeline Have Redu-
252 Controversia 206

ced Attacks, But Challenges Remain. Report to Congressional Requesters


(2005)

Vargas, G. (2009). Urban Irregular Warfare and Violence against Civilians: Evi-
dence from a Colombian City. Terrorism and Political Violence, 21, 110-132.

Weinstein, J. (2006). Inside Rebellion: the Politics of Insurgent Violence. Uni-


ted Kingdom: Cambridge University Press.
E
6.
Enfoques sobre el
reclutamiento forzado
de niños, niñas y
adolescentes
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 257

Enfoques sobre el reclutamiento


forzado de niños, niñas y adolescentes1

Por Kelly Jiménez A.2

Introducción

E
n la antigüedad, cuando los conflictos no contaban con suficiente
personal para los grupos armados se recurría a la población infan-
til y juvenil. Incluso para la conformación de estos grupos se in-
centivaron los nacimientos de niños como a una capacitación en defen-
sa y en armas para menores. En el siglo XIX se empezó a reglamentar
la guerra en el uso de la fuerza, de métodos y medios y el impacto en
las personas que no participan en los conflictos armados, entre muchas
otras prácticas de legitimación.

1
El presente artículo de investigación es presentado como opción de grado para
obtener el título de Magister en Derechos Humanos y Derecho Internacional de
los Conflictos Armados de la Escuela Superior de Guerra, siendo producto del
proyecto de investigación “Estrategias para enfrentar los retos de la sociedad y
de las Fuerzas Militares de Colombia para la construcción y consolidación de
la paz: Derechos Humanos y DICA como instrumento” vinculado al grupo de
investigación “DDHH, DICA y Justicia” inscrito en Colciencias. Para el desarrollo
de este artículo se contó con la tutoría del Profesor Ricardo Esquivel, PhD en
Historia.
Artículo recibido en enero de 2016.
Artículo aprobado en marzo de 2016.
2
Candidata a Magister en Derechos Humanos y Derecho Internacional de los
Conflictos Armados, Escuela Superior de Guerra. Pregrado en Filosofía, Universidad
de La Salle.
258 Controversia 206

Con instrumentos como el Código Lieber de 1863 los estados empe-


zaron a formalizar las conductas permitidas a los integrantes de sus
ejércitos; aunque estas iniciativas solo se enfocaron en reglamentar las
hostilidades —en un tiempo y en un espacio del conflicto armado, y de-
pendieron de la voluntad de los estados confrontados. Con los Conve-
nios de Ginebra (1948) hubo mayor preocupación por la participación
de la población civil y el impacto sobre esta. Durante la Guerra Fría , en
los conflictos armados, el reclutamiento pasó de ser únicamente para la
defensa de un Estado a una práctica mediada por intereses particulares
y de carácter ilegal. El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes (en
adelante NNA) adquirió un carácter negativo cuando se intensificaron
los grupos armados ilegales. Por eso, en los dos Protocolos Adicionales
(1977) de dichos convenios se estableció que las personas menores de
quince años no debían participar directamente en las hostilidades de
carácter nacional e internacional.3

En Colombia, en 1991, con la ratificación de la Convención de los De-


rechos de los Niños, hubo mayor preocupación por la participación de
NNA en el conflicto armado y su impacto sobre ellos. El anterior pano-
rama lleva a preguntar: ¿cuáles son los enfoques normativos y concep-
tuales sobre el reclutamiento forzado de NNA en el conflicto armado
colombiano? Para responder a esta pregunta este artículo identificará
algunos de los enfoques conceptuales y normativos en torno al recluta-
miento forzado de NNA por los grupos armado ilegales.

Sobre el reclutamiento forzado en Colombia existen diversas publica-


ciones con perspectiva psicosocial , jurídica y sociopolítico, en su ma-
yoría dedicadas a la caracterización y a las prácticas del problema4.

3
Protocolo Adicional I, artículo 77; Protocolo Adicional II, artículo 4 (CICR, 1977).
4
Perspectiva psicosocial: ICBF (2014); Lara & Delgado (2010) y Wainryb (2011).
Perspectiva jurídica: Coalico & CCJ (2013); Ila (2009); Mariño (2012); Mejía
(2012); Montalvo (2010); Ramírez (2010) y Tirado (2013). Perspectiva sociopolítica:
Arjona y Kalyvas (2008); Gutiérrez (2010); Mago (2011); ODDR (2014); Pachón
(2009); Reyes (2013) y Springer (2012).
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 259

Pero, por el contrario, el presente artículo se basa en una investigación


exploratoria para identificar algunos aspectos que son constantes sobre
el reclutamiento forzado de NNA. Para el desarrollo de este enfoque
se tuvo en cuenta, en gran medida, el método sistemático que permite
agrupar algunos instrumentos normativos sobre dicho reclutamiento.
Es decir, es una investigación de tipo cualitativo documental.

Los alcances de este artículo se restringen al reclutamiento forzado de


NNA en el conflicto armado colombiano; y, al tener en cuenta que la
existencia de este tipo de reclutamiento es propia del conflicto, no se
toma un periodo de tiempo específico. En correlación con lo anterior,
también se sugiere la participación de los NNA víctimas de dicho reclu-
tamiento en el proceso de reintegración y reconciliación como respon-
sables sociales. En consecuencia, el artículo no pretende establecer una
línea jurisprudencial, ni un análisis exegético, ni establecer la evolución
de las normas sobre reclutamiento forzado. Lo anterior debido a que
en Colombia este es un tema cuyo abordaje está inacabado tanto por
la continuación del conflicto armado como por la existencia de grupos
armados ilegales.

Para el reclutamiento forzado en Colombia, como en el resto del mun-


do, los grupos al margen de la ley han recurrido al uso de la fuerza,
el aprovechamiento de situaciones particulares y la vulnerabilidad de
los NNA5. Así que el reclutamiento por partes de los grupos armados
ilegales impacta los derechos, entorno y desarrollo de los niños, niñas
y adolescentes; por ende podrían considerarse víctimas. Aunque en el
desarrollo del conflicto armado ellos pueden ubicarse en zonas grises
como la de víctima–victimarios, lo cual será desarrollado más adelante.

5
Situaciones como la sociabilidad compartida, que hace referencia a las relaciones
interpersonales, los significados asociados y las redes sociales autogeneradas
en las prácticas asociativas (Aguirre & Pinto, 2006). Pero para este artículo solo
interesa algunos impactos de la relación entre el grupo armado y la población civil,
la cual se desarrolla en el segundo apartado.
260 Controversia 206

Por otra parte, para cumplir el propósito, este artículo, el presente texto
está dividido en cuatro enfoques relacionado al reclutamiento forzado
de los NNA por grupos armados ilegales

En el primero se considerará el avance normativo internacional sobre


dicho reclutamiento y la condición de responsabilidad penal en la nor-
matividad nacional. En el segundo enfoque se hará referencia a las
dinámicas socio-políticas que fomentaron el reclutamiento de NNA. En
el tercero se caracterizará el reclutamiento forzado y el voluntario para
evidenciar tanto la interrelación como las diferencias que existen entre
estos. Finalmente, en el cuarto enfoque se considerará a los NNA res-
ponsables sociales antes que victimarios en el conflicto armado.

I. Enfoques normativos sobre el reclutamiento


forzado de los NNA
Para realizar esta aproximación, se considerarán dos enfoques en mate-
ria de normatividad sobre el reclutamiento forzado: el primero, a nivel
internacional, sobre el rango etario a considerarse; y un segundo debate,
a nivel nacional, sobre la condición de víctima responsable. Estos enfo-
ques se deben a que no hay unanimidad, o un concepto universal, que
encierre lo que es ser niño o niña debido a la diferencia en el desarrollo
de las comunidades y de sus legados culturales. Por lo tanto, en materia
normativa una de las mayores dificultades ha sido el enfrentamiento con
las diferentes cargas semánticas del concepto niñez o infancia.

Hay una multiplicidad de infancias codificadas culturalmente y definidas


por la edad, la etnia, el género, la historia, la ubicación y así sucesiva-
mente; así lo mencionan desde 1995 autores como Ammit-Talai & Wulff,
Jenks, Schwartzman (Citado por Rosen, 2007, p.297). Sin embargo, a
continuación se verá lo relativo al debate internacional sobre el rango
etario y el nacional sobre los NNA víctimas responsables.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 261

a. Enfoque internacional sobre el rango etario


Pese a que la concepción de infancia puede ser abordada desde dife-
rentes variables, en este apartado se considerará a partir de la edad.
En países con un mayor nivel de desarrollo, el rango etario para dejar
de ser niño o niña varía entre los quince y veinte años. Sin embargo,
en el ámbito internacional, la edad establecida como permitida para la
vinculación en ejércitos está ligada a:

• Los Protocolos I y II adicionales a los Convenios de Ginebra (1977)


hacen referencia a que no serán reclutados para las fuerzas armadas
y no se permitirá que participen en hostilidades, respectivamente,
cuando sean menores de quince años (CICR, 1977).
• La Convención de los Derechos del Niño (1989) establece “la prohi-
bición de uso y reclutamiento para las personas menores de quince
años” (Asamblea de Naciones Unidas, 1989).
• El Estatuto de Roma (1998) de la Corte Penal Internacional, en su
artículo ocho, establece como “crimen de guerra reclutar o alistar a
personas menores de quince años en las fuerzas armadas nacionales
o utilizarlas para participar activamente en las hostilidades” (ONU,
1998).
• En el Convenio 182 de la OIT, el artículo 3 reconoce el reclutamiento
forzoso u obligatorio de niños en conflictos armados como uno de
las peores formas de trabajo infantil. Y debe decirse que en su artícu-
lo dos considera como niños a personas menores de dieciocho años
(OIT, 1999).
• En el Protocolo Facultativo de la Convención de los Derechos del
Niño relativo a la participación de los niños en los conflicto armados
se establece “la prohibición de uso y reclutamiento obligatorio de
personas menores de dieciocho años en fuerzas armadas estatales y
no estatales” (Asamblea General de Naciones Unidas, 2000).
• En los Principios de París, en su numeral 2.0 refiriéndose al recluta-
miento ilegal, se aclara que niño es toda persona menor de 18 años
(UNICEF, 2007, p.6).
262 Controversia 206

Lo anterior evidencia que el establecimiento del rango de edad se ha


adaptado según los tiempos —ya que entre 1977 y 2007 se pasó de 15
a 18 años—, y que es una discusión que se ha dado respecto a la pro-
tección de los derechos de los niños y las niñas. Esta diferencia etaria
presentada en la normatividad internacional es aprovechada para la
práctica de reclutamiento de los grupos armados ilegales evadiendo su
responsabilidad. Para el caso de Colombia, desde 1999, con la Ley 548
se prohibió el reclutamiento de menores de 18 años6. Posteriormente
se aceptó que la Corte Penal Internacional pueda adelantar juicios por
reclutamiento de NNA en menores de quince años; esto a través de la
Ley 742 de 2002 (Congreso de la República, 2002).

Sin embargo, es importante recordar que en materia de Derechos de los


Niños y de las Niñas existe un constante ánimo de proteger sus dere-
chos, por lo tanto, rige la norma que les sea más favorable. Así lo esta-
blece el artículo 140 de la Ley 1098 de 2006: “las autoridades judiciales
deberán siempre privilegiar el interés superior del niño y orientarse por
los principios de la protección integral, así como los pedagógicos, espe-
cíficos y diferenciados que rigen este sistema”.

Para los NNA, “es necesario tener en cuenta que cada etapa en la que
ellos y ellas se encuentran, responden a circunstancias particulares da-
das por su entorno, y que se manifiestan de distintas formas durante el
curso de sus vidas” (Unidad de Víctimas, 2014, p.12). Esta apreciación
es importante señalarla en la medida que los grupos armados ilegales
no diferencian niños y adolescentes respecto a jóvenes. El concepto de
joven “se va ajustando a las condiciones estructurales que tienen que
ver con transformaciones” en lo económico, social y cultural (Ferro y
Uribe, 1999, p.147).

6
En la Ley 12 de 1991, artículo 38, Colombia hizo una reserva elevando la edad
mínima para reclutamiento militar de 15 a 18 años. Dicha reserva fue levantada
en 1996 (Coalico, s.f.), con fines de permitir la incorporación de menores a las
Fuerzas Militares, bajo la figura de servicio militar.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 263

Por consiguiente el concepto de NNA es una construcción social que


no se puede homogenizar aunque la normatividad así lo pretenda. Adi-
cionalmente, la Convención del Niño, el Protocolo Facultativo de la
Convención de los Derechos del Niño y el Convenio 182 de la OIT,
establecen como obligación del Estado evitar el reclutamiento de NNA
en cualquier circunstancia. Por eso se abordará seguidamente la nor-
matividad colombiana sobre la responsabilidad de los NNA reclutados
forzadamente.

Normatividad nacional sobre la responsabilidad de los


NNA reclutados forzadamente
En Colombia existe un debate en torno a la responsabilidad de los NNA,
que siendo víctimas de reclutamiento forzado, participaron en la comisión
de algún crimen. En el país, la normatividad sobre los NNA es de carácter
protector, considerando la situación de vulnerabilidad dada por su edad.
Por ese motivo no se habla de culpabilidad sino de responsabilidad penal.

La normatividad colombiana establece que un NNA, víctima del recluta-


miento forzado, pierde esta condición de víctima cuando se desvincula del
grupo armado ilegal siendo mayor de edad. Esto lo establecen las leyes
1424 de 2010 y la 1448 de 2011 (Ley de víctimas y Restitución de tierras),
en las que reconoce a los NNA como víctimas siempre y cuando se hayan
desvinculado siendo menores de edad7.

7
Ley 1424: Por la cual se dicta disposiciones de justicia transicional que garanticen
verdad, justicia y reparación a las víctimas de desmovilizados de grupos
organizados al margen de la ley. Ley1448: Artículo 3, parágrafo 2: “Los miembros
de los grupos armados organizados al margen de la ley no serán considerados
víctimas, salvo en los casos en los que los niños, niñas o adolescentes hubieren
sido desvinculados del grupo armado organizado al margen de la ley siendo
menores de edad” (Ley 1448 de 2011). Sobre desvinculación: Según la ACR, se
entiende por desvinculados a los niños, niñas y adolescentes menores de 18 años
que en cualquier condición dejan de ser parte de grupos armados organizados al
margen de la ley.
264 Controversia 206

La Sentencia C-069 de 2016 también reconoce víctimas de reclutamiento


forzado a quienes hayan ingresado a las Bandas criminales (Bacrim) sien-
do menores de edad. En este reconocimiento, cuando la desvinculación se
efectúe siendo menores, su condición de víctima se mantiene pero no se
desconoce la responsabilidad penal a la que están sujetos8. Por lo tanto,
los NNA estarían ceñidos a las disposiciones que en materia legal existan
para los delitos cometidos. La sentencia C-578 de 2002 señala que los NNA
poseen un tratamiento especial como inimputables, sujetos a medidas de
seguridad y no a penas privativas de la libertad, cuando son encontra-
dos responsables9. Posteriormente, en la sentencia C-203 de 2005, la Corte
consideró que: “Los niños y niñas vinculados a los grupos armados son
víctimas del delito de reclutamiento [por tanto] los niños y niñas desvin-
culados son considerados víctimas del conflicto. [Pero] dicha condición
no los exime per se de toda responsabilidad penal” (Coalico y CCJ, 2009,
pp. 47-48).

Por otro lado la Ley 1098 de 2006 (Ley de Infancia y Adolescencia), en


lo referente a la responsabilidad penal para adolescentes (entre catorce
y dieciocho años), establece no una pena privativa “sino […] una conse-
cuencia jurídica […], orientada por finalidades educativas, rehabilitadoras
y protectoras” (Corte Suprema de Justicia, 2010). Todo lo anterior teniendo
en cuenta que, como lo señala el artículo 192 de esta ley:

8
En el CONPES 3554: “Hay tres tipos de vinculación: 1) reclutamiento activo, que
es aquel que se da por la seducción que hacen los Grupos Armados Ilegales- GAI a
través de ofertas económicas y adoctrinamiento político o engaño; 2) reclutamiento
forzado, se da por el caso de secuestro o captura [..]; y 3) vinculación, en
donde no existe una estrategia de reclutamiento y el menor decide hacer parte,
autónomamente” (DNP, 2008, p.33).
9
Según el Código Penal, artículo 33,”Es inimputable quien en el momento de
ejecutar la conducta típica y antijurídica no tuviere la capacidad de comprender
su ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión, por inmadurez
sicológica, trastorno mental, diversidad sociocultural o estados similares. Los
menores de dieciocho años estarán sometidos al Sistema de Responsabilidad
Penal Juvenil” (Ley 599, 2000).
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 265

En los procesos por delitos en los cuales los niños, las niñas o los adoles-
centes sean víctimas el funcionario judicial tendrá en cuenta los principios
del interés superior del niño, prevalencia de sus derechos, protección inte-
gral y los derechos consagrados en los Convenios Internacionales ratifica-
dos por Colombia, en la Constitución Política y en esta ley (Congreso de la
República, 2006).

Sobre la responsabilidad penal de NNA reclutados forzadamente, la Cor-


te Suprema de Justicia en el caso de Fredy Rendón del grupo AUC aclara
que se debe analizar cada caso individualmente, para evaluar el impacto
de posibles factores que influyeron en la comisión del delito10. De esta
forma la adjudicación de responsabilidad penal debe tener en cuenta
tres aspectos:

el carácter especialmente tutelar y protector de los NNA implicados; su


condición de víctimas de la violencia política y, el status de protección
especial y reforzada que les confiere el Derecho Internacional en tanto
menores combatientes. Todo ello sin perjuicio de la coordinación entre las
autoridades judiciales competentes y el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, encargados de desarrollar el proceso de protección y reinserción
social que ordena la ley (Corte Suprema de Justicia, 2012, p.2)

10
Factores a tener en cuenta para determinar responsabilidad penal: “(a) las
circunstancias específicas de la comisión del hecho y (b) las circunstancias
personales y sociales del niño o adolescente implicado […] (c) el grado de
responsabilidad que cabe atribuir a los culpables del reclutamiento del menor que
impartieron las órdenes, (d) la responsabilidad de quienes[…], han obrado como
determinadores de su conducta […], y (e) la incidencia de estas circunstancias
sobre la configuración de los elementos de tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad
necesarios para la existencia de un delito. También habrá de determinarse en
cada caso individual (f) si es posible, […], que su comportamiento configure un
determinado delito político a pesar de haber sido reclutado, si fuere el caso, en
forma contraria a su voluntad, así como (g) la relación entre la configuración
de estos delitos políticos y la posible responsabilidad penal que proceda por los
delitos conexos, al igual que (h) las conductas que quedarían excluidas de su
órbita.” (Corte Suprema de Justicia, 2012, p. 2).
266 Controversia 206

Sin perder de vista que es primordial proteger a los NNA en su desa-


rrollo físico y psicológico, la Convención sobre los Derechos del Niño
incentiva a los países a que se establezcan medidas alternativas al mo-
mento de establecer una pena. Por ejemplo, cuando menciona en el
artículo 37 que:

[L]a privación de libertad, incluidas la detención, el encarcelamiento o la


prisión, se utilizará tan solo como medida de último recurso y durante el
período más breve que proceda, a fin de garantizar y respetar plenamente
el derecho del niño al desarrollo. (Comité de los Derechos del Niño, 2007,
pp. 5-6)

En el debate sobre la responsabilidad penal de los NNA, que al ser víc-


timas del reclutamiento forzado se le atribuye la comisión de algún cri-
men, prima la condición de vulnerabilidad. En síntesis, el reclutamiento
forzado de NNA es un tema que constantemente se está ajustando en
la normatividad internacional como la nacional, aunque debe decirse
que se han logrado importantes avances en materia de protección a los
NNA en contextos de conflicto armado. Sobre nuestro caso nacional es
relevante decir que el reclutamiento forzado es una realidad compleja
dadas las características de los grupos armados ilegales, las Bacrim y
las dinámicas del conflicto armado según la región y sus pobladores.

II. Enfoque de las dinámicas socio-políticas del


reclutamiento de NNA
El reclutamiento forzado de los NNA ha transformado las dinámicas de
las comunidades en las que se ha dado, pero este apartado hace refe-
rencia solo a tres de dichas dinámicas: la rebelocracia, la duración del
conflicto y la situación familiar.

La primera dinámica hace alusión a que el reclutamiento forzado de


NNA se ha intensificado por la presencia de los grupos armados ilega-
les en un territorio. Esto se debe a que de los grupos ilegales, uno se
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 267

convierte en una figura de poder. A esta situación se conoce como re-


belocracia, ya que dicho grupo es relacionado con una aparente segu-
ridad, orden y tranquilidad en un territorio11. La situación, como señala
Arjona (2011), resulta muy atractiva especialmente para los jóvenes; un
sector de la población para el que el reconocimiento de sus pares (y del
sexo opuesto) es una de sus prioridades. De esta forma, para los NNA
resulta atractivo participar en ese aparente esquema de seguridad y de
autoridad.

La rebelocracia impacta algunas prácticas económicas, políticas y socia-


les de la comunidad. Respecto a la económica esta se ve afectada, por
un lado, por el dominio de tierras y, por el otro, por la imposición de
actividades económicas; por ejemplo la sustitución de cultivos tradicio-
nales por ilícitos. En cuanto a la política, el grupo armado ilegal ejerce
influencia (directa o indirecta) sobre quienes representan el gobierno;
buscan formas de deslegitimarlo o aprovechase de la debilidad insti-
tucional para imponer un dominio acorde a sus intereses. Por ejemplo,
“las Farc-Ep pudieron actuar como una autoridad local, en algunos ca-
sos regionales, que proveía distintas modalidades de orden y formas
rudimentarias de justicia” (Aguilera, citado por Gutiérrez, 2015, p. 18).

En cuanto a la práctica social, cotidiana y colectiva, el reclutamiento


afecta esta dimensión en la medida que se ve transformada por el con-
flicto armado cuando lo que se entendía como privado se vuelve pú-
blico. Es decir que el cuerpo pasa a ser pertenencia del grupo armado
ilegal. Por ejemplo, una casa puede ser usurpada, pueden sacar a los
niños y niñas de sus camas para ir a entrenamiento, así como restringir
las relaciones con otros familiares o con amistades. En esa transfor-
mación de costumbres los más afectados son los NNA, quienes ahora

11
Rebelocracia hace referencia a un orden cuando “el grupo armado opera como
el gobernante de hecho, regulando conductas que van más allá del pago de
contribuciones y del orden público, interviniendo en los ámbitos económico,
político y social” (Arjona, 2011).
268 Controversia 206

construyen su identidad en una comunidad desarraigada del ambiente


familiar y escolar. En medio del conflicto armado la confusión de va-
lores y de nuevos papeles implica que los NNA crezcan en ambientes
de venganza, desesperanza, miedo, abandono o de escape.

La segunda dinámica, que ha incidido en el reclutamiento forzado de


los NNA, es la duración del conflicto armado interno. En la cons-
trucción de comunidad varias generaciones han recibido un legado
familiar de un pasado de desplazamiento, desapariciones forzadas,
amenazas, violaciones a la intimidad, entre otras. Por eso, “como las
identidades colectivas son [intergeneracionales], las cadenas y los ci-
clos de la venganza y de la enemistad, y las guerras mismas pueden
comprometer varias generaciones” (Orozco, 2003, p.30). Esta trans-
gresión en la construcción de comunidad ha generado una predispo-
sición frente a los grupos armados o a la institucionalidad. También
genera polarización en las comunidades y hasta fragmentación de las
familias, ya que cada cual asume una postura de acuerdo a su expe-
riencia. Otro aspecto de la duración del conflicto es la presencia pro-
longada de un grupo armado ilegal en un territorio. Esta presencia es
entendida culturalmente como permitida, atractiva o normal.

Según un estudio realizado con desmovilizados de grupos armados


ilegales, más del 90% de todos los que se unen a un grupo guerrillero
lo hicieron mientras vivían en una zona donde uno de estos grupos
estaba presente; y más del 60% de los que se unieron a los paramili-
tares lo hicieron en áreas sometidas a su presencia (Arjona y Kalyvas,
2008, p.15).12 En este contexto huir del reclutamiento forzado es casi
imposible, ya que es un medio del grupo armado ilegal para mante-
nerse en un territorio y conservar su dominio. Por eso, “en momentos
en el que su ejército se ve reducido, las Farc-EP no hubieran tenido la
12
Desmovilizado es “Aquel que por decisión individual abandone voluntariamente
sus actividades como miembro de organizaciones armadas al margen de la ley,
esto es grupos guerrilleros y de autodefensa, y se entregue a las autoridades de la
República” (Decreto 128 de 2003).
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 269

menor capacidad de sobrevivir si no hubieran tenido simultáneamente


una altísima capacidad de reclutamiento” (Isaza y Campos, citados por
Gutiérrez, 2015, p.29). Siendo así, los NNA son presa fácil para los fines
del grupo ilegal, porque su poder se impone trasgrediendo todos los
espacios y la cotidianidad de esta población.

La tercera dinámica que incide en el reclutamiento forzado es la situa-


ción familiar. En este juega un papel determinante la cotidianidad de
la familia, ya sea por su difícil situación económica o por las prácticas
de violencia doméstica. Por ejemplo, algunas familias se ven obligadas
a que sus hijos tengan que trabajar para aportar dinero. En el segundo
caso, para salir de un ambiente de violencia intrafamiliar el recluta-
miento se convierte en un oportunidad; más aún cuando existen an-
tecedentes de violencia sexual, trabajo infantil o, incluso, cuando un
miembro de la familia pertenece a un grupo armado ilegal (Defensoría
del Pueblo, 2014, p.27).

También en la dinámica familiar pueden incluirse aspectos personales


que inciden en el reclutamiento forzado, por ejemplo, el sentimental y
el simbólico. En el sentimental

se ingresa al gremio de los actores de guerra por despecho, por un amor


perdido o, al contrario, en aras de no desatender a la persona de sus afectos.
En esa última situación pueden presentarse dos eventos: el enamoramiento
calculado y/o forzado del individuo, y/o el alistamiento del compañero(a)
(Álvarez, citado por Moreno, 2010, p.459).

Por su parte, en el aspecto simbólico, la construcción de la realidad de


los NNA es impactada por el bombardeo mediático del héroe y de la
guerra como una experiencia fantástica. En efecto, “el poder también
se concibe como una aventura: algunos menores han afirmado haber
ingresado a uno u otro grupo armado por el ideal que representan esos
grupos y por la ‘vida de campamento’ asociada con la aventura” (Rome-
ro y Chávez, 2008, p.201). Si a un NNA se le da a elegir entre un poder
270 Controversia 206

aventurero y uno heroico o permanecer en una situación de tensión


familiar o en una condición económica difícil, es muy probable que se
incline por la ficción de poder.

Debido a la condición en la que se encuentran las personas en su mi-


noría de edad, ellos no pueden distinguir la realidad de la fantasía y,
sobre todo, no dimensionan las consecuencias de su participación en
ese mundo imaginario. Este juego de fantasía-realidad es utilizado por
grupos armados ilegales como atractivo para engrosar sus filas, porque
“la conciencia del estatus de respeto de aquellos que se involucran y del
estatus personal mejorado una vez se han enrolado es atractiva” (Brett
y Specht, 2005, p.72).

Otro aspecto personal, que incide en el reclutamiento forzado, es oca-


sionado la falta de reflexión; esto por ser los NNA una población vul-
nerable debido a su condición de madurez y su desarrollo. Si bien este
aspecto está claramente asociado con el conflicto armado, “no se trata
de ideas o de valores que hagan parte de una toma de decisión cons-
ciente, sino de una decisión impulsiva” (Pieschacón, Melguizo y Gon-
zález, 2006, p.70).

El reclutamiento forzado resulta siendo una problemática compleja en


cada región o en cada comunidad porque se vive de forma diferente
el conflicto armado. Es importante no establecer generalidades fren-
te al reclutamiento forzado de NNA porque, como se mencionó ante-
riormente, cada ser humano se construye a partir de sus experiencias
personales. Como se verá a continuación, las dinámicas anteriormente
referidas llevan a plantear la difusa línea que existe entre reclutamiento
forzado y el voluntario.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 271

III. Diferencia de enfoques entre el reclutamiento


forzado y el voluntario
Sobre el reclutamiento de NNA se consideran tres modalidades: obli-
gatorio, forzado o voluntario (Hinestroza, 2008, p.48). Sobre el reclu-
tamiento obligatorio se puede decir que es aquel practicado por las
fuerzas armadas nacionales de acuerdo con lo dispuesto en su legisla-
ción interna. En Colombia las Fuerzas Militares incorporaban jóvenes
menores de edad cuando terminaban sus estudios de secundaria, y esto
se realizaba por medio de la figura del Servicio Militar Obligatorio. Esta
situación estaba permitida por la Ley 418 de 1997, pero la Ley 548 de
1999 la modificó en su Artículo trece: “Los menores de 18 años de edad
no serán incorporados a filas para la prestación del servicio militar”
(Congreso de la República, 1999).

Ahora bien, vale precisar que en este apartado se caracterizará el re-


clutamiento voluntario y forzado, pues son estas modalidades las que
guardan relación directa con los objetivos de los grupos armados ile-
gales.

Debido a la vulnerabilidad —social, política, cultural, económica— de


los NNA su reclutamiento es una oportunidad para los grupos armados
ilegales, pues dadas sus condiciones radica “la posibilidad de cons-
truir un cuerpo con disposición física para la guerra y de construir un
habitus guerrero” (Niño, 2014, p.83). La entrega del cuerpo para el
cumplimiento de los fines del grupo ilegal, disminuye la autonomía de
la persona reclutada como individuo para regirse por la dinámica de
ese grupo.

En esta dinámica, una de las características más relevantes del reclu-


tamiento es la invisibilización del sujeto y la visibilización de la colec-
tividad. Esto busca una homogenización del pensamiento de los NNA
que esté acorde con la ideología impuesta, ya que con el reclutamiento
se pierde la individualidad y se maximiza la experiencia como un ser
272 Controversia 206

colectivo. Según anota Pachón (2009), los adultos, generalmente, con-


sideran que los niños, niñas y adolescentes son maleables porque es
fácil ejercer sobre ellos dominio y autoridad; y en ese mismo sentido,
pueden adquirir más riesgos y asumir tareas que los adultos no quieran
realizar. Aunque estas son algunas motivaciones para que el recluta-
miento se convierta en una práctica habitual en situaciones de conflicto
armado, es necesario profundizar en la caracterización y diferenciación
entre el reclutamiento forzado y el ingreso voluntario.

a. Reclutamiento forzado
El reclutamiento forzado hace referencia a la vinculación de menores a
los grupos armados ilegales. Debido a la complejidad de este crimen de
guerra, la Sentencia C-240 de 2009 aclara que el reclutamiento forzado
debe entenderse como:

[…] no solo la participación directa en las hostilidades o actividades de


combate, sino que también cubre la participación activa en actividades
relacionadas con el combate, tales como reconocimiento, espionaje, sabo-
taje y el uso de niños como señuelos, correos o en retenes militares. Otros
aspectos, como la utilización de niños o niñas como cocineros, mensajeros,
para fines de explotación sexual, operadores de radio, etc., ha sido consi-
derado por algunos doctrinantes como parte de esa “utilización” proscrita,
aunque el alcance concreto de la expresión todavía es objeto de debate, no
obstante su deber de penalización (Corte Suprema de Justicia, 2009).

El conflicto armado en algunas regiones de Colombia ha permitido la


consolidación de grupos armados ilegales. El régimen del terror por
parte de estos grupos, y la ausencia de mecanismos efectivos de pro-
tección a la población, ha convertido al reclutamiento forzado en un
medio para dicha consolidación de los grupos. Por esto, como señala
la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto
armado en Colombia (Coalico), esta problemática responde a falencias
estructurales del estado colombiano que no garantiza el goce efectivo
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 273

de los derechos fundamentales de la población infantil y que se ha visto


agudizada por la persistencia del conflicto armado.

Considerando que la protección de los NNA es una responsabilidad


no solo del Estado sino de la comunidad, por el incumplimiento de tal
responsabilidad los NNA son vulnerables al reclutamiento por parte de
los grupos armados. Así el carácter de forzado puede ampliarse no solo
a que se configure como el resultado del uso de la fuerza, sino de una
situación en la que no se garantizó protección a los menores:

La problemática de niñas, niños y adolescentes (NNA) que han hecho par-


te de los grupos armados no comienza ni termina con su vinculación a
ellos, hunde sus raíces en la situación que enfrentan las familias y las co-
munidades de origen y en las limitadas condiciones que estas les ofrecen a
sus miembros para su desarrollo (Cifuentes, 2008, p.3).

Debido a la prolongada presencia de grupos armados ilegales en algu-


nas regiones del país, existe una mayor posibilidad de ser víctima de
reclutamiento forzado. Es por ello que los NNA están expuestos a ser
vinculados a los grupos ilegales como requisito para conservar su vida
y/o la de su familia. La cotidianidad de la violencia lleva a los NNA a
una lógica de “ganarse el derecho a vivir […] una defensa cotidiana de
la vida frente al derecho de muerte imperante en el sistema de guerra”
(Pieschacón, 2006, p. 47). En esta condición de coacción, dicho grupo
le impone a los NNA una doctrina que deben seguir, un grupo que de-
ben defender con su vida y unas actividades que deben realizar.

De esta forma los NNA son obligados a distintas actividades: arma-


das y/o de combate, de vigilancia, como informantes o campaneros,
de apoyo logístico (cocina, lavado de ropa, transporte), tráfico de sus-
tancias ilícitas, inducción al reclutamiento y utilización de otros NNA;
mensajería o transporte de suministros, armas o artefactos de cualquier
índole; así como tareas de extorsión, hurtos y sicariato (Defensoría del
Pueblo, 2014).
274 Controversia 206

b. Reclutamiento voluntario
El otro tipo del reclutamiento de NNA, relacionado con los objetivos
de los grupos armados ilegales y a su vez el más polémico, es el vo-
luntario. Este supuesto reclutamiento voluntario supone una decisión
consciente por parte de los niños, niñas y adolescentes de vincularse
a un grupo armado ilegal. Esta decisión, como bien analiza Hinestroza
(2008), es resultado de la vulnerabilidad de los NNA en situaciones de
pobreza, abuso, discriminación y exclusión (48).

Como se explicó en el apartado anterior, la vinculación de NNA a un


grupo armado ilegal es una posibilidad de supervivencia para las fami-
lias pobres y numerosas13. Esta vinculación que puede ser una fuente
de ingreso para sus familias, surge como determinante del carácter de
voluntario: “es raro ver a los soldados sin comida. Incluso después de
que la población civil está desposeída y con hambre, los soldados arma-
dos pueden vivir razonablemente bien” (Brett, 2005, p.60).

La decisión de los NNA de vincularse a un grupo armado ilegal, incluye


otros factores mencionados en uno de los informes de la Organización
de las Naciones Unidas (2009):

La búsqueda de protección, la supervivencia, el deseo de venganza o el


afán de sentirse parte de un grupo después de haber perdido su hogar o
a miembros de su familia, también impulsan algunas veces a los niños a
unirse a los grupos armados. Para algunos de ellos, la falta de mecanismos
legítimos de participación o disensión política o su adhesión a ideologías

13
El Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo
a la participación de niños en los conflictos armados (2000), en su artículo 4,
establece que el reclutamiento voluntario debe tener el consentimiento informado
de los padres o de sus representantes. En dicho consentimiento reconocen estar
completamente informados de los deberes involucrados en tal servicio militar y
entregan prueba confiable de su edad antes de aceptársele dentro del servicio
militar nacional.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 275

nacionalistas o de identidad étnica pueden ser factores de motivación muy


fuertes. (Reyes, 2013, p.40)

Sin embargo, para algunos investigadores no se puede hablar de reclu-


tamiento voluntario porque los NNA siempre están condicionados por
una situación externa, sea social o económica, que los lleva a tomar esa
decisión. En una comunidad, en medio de un conflicto armado, tener
un arma puede ser considerado símbolo de poder y respeto o de temor;
esto porque el solo hecho de portarla abre puertas de casas, entrega
dinero, entrega hijos e hijas y posibilita transportes. En las regiones del
conflicto el poder no está en la autoridad legítima, así esta sea elegida
democráticamente, sino en la intimidación generada por medio de las
armas.

Finalmente en el reclutamiento hay una delgada línea que separa lo for-


zado y lo voluntario. Para comprender las motivaciones de uno y otro
es necesario detenerse en la situación particular de cada NNA; es decir,
en los contextos económicos y familiares que reflejan de la exclusión
social de ciertas comunidades en el país. Esta apreciación es relevante
en la medida que debe reconocerse que formar parte de un grupo afecta
la construcción de toda identidad. Es por ello que los NNA son suscep-
tibles de manipulación para los fines del grupo armado ilegal.

IV. Enfoque sobre la responsabilidad de los NNA


víctimas del reclutamiento
Quedó dicho que el reclutamiento de NNA es forzado porque existieron
circunstancias, desde lo personal a lo institucional, que condujeron a
su vinculación a un grupo armado ilegal. Es por ello que en el reclu-
tamiento forzado se debe considerar a los NNA responsables sociales
antes que victimarios; lo cual es el foco de este apartado. Sin embargo
los NNA que participaron en la comisión de algún delito, por la imposi-
ción del grupo ilegal, tienen una responsabilidad penal, como ya men-
cionamos anteriormente. En un proceso de verdad, justicia, reparación
276 Controversia 206

y no repetición, la víctima de reclutamiento forzado debe reconocer,


entonces, su responsabilidad social.

En el contexto de conflicto armado se entiende al victimario como una


persona o una colectividad que ha causado sufrimiento y daño a otra,
todo con el objetivo de evidenciar una intención de poder. De acuerdo a
la Sentencia C-203 de 2005, los NNA víctimas del reclutamiento forzado
no son considerados victimarios; además, en cualquier análisis que se
haga en materia del reclutamiento forzado el rango de edad es funda-
mental.

En ese mismo contexto, es importante aclarar que la condición de cada


NNA vinculado al grupo armado ilegal es diferente, porque la situación
que generó su reclutamiento así lo evidencia. Una perspectiva de análisis
puede ser la de Primo Levi, quien diría que

esa situación de víctima y de victimario puede ser entendida como una


disposición [que] está teñida de infinitos matices y motivaciones: terror,
seducción ideológica, imitación servil del vencedor, miope deseo de poder
(aunque se trate de un poder ridículamente limitado en el espacio y en el
tiempo), vileza e, incluso, un cálculo lúcido dirigido a esquivar las órdenes
y las reglas establecidas (Citado por Vargas, 2014, p.42).

Por lo tanto no se podría decir que todos los NNA se vincularon de


manera forzada, como que no todos son victimarios, pues se vieron
motivados por una ideología o un sentimiento de venganza. Entender
la condición de cada caso implica un análisis del contexto del individuo
previo al reclutamiento, así como del grupo armado ilegal al que se
vinculó.

Sin desconocer el carácter de víctima es necesario que se establezca una


responsabilidad no solo de carácter penal, sino social, de quienes siendo
NNA fueron reclutados forzadamente y cometieron actos en contra de
la ley. Esto, porque se suele tratar a los NNA como “receptores pasivos
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 277

de la agencia de adultos, las víctimas de guerras libradas por otros y de


brutalidad ajena e impuesta [Es decir que] la voluntad personal es ne-
gada y se enfatiza en su vulnerabilidad y desamparo” (Boyden y Berry,
2005, pp. 11-12). La normatividad sobre los NNA es de carácter bene-
factor y protectora, ya que posee características positivas en materia de
reconocimiento de Derechos Humanos; características que son insufi-
cientes para proteger la condición de vulnerabilidad propia de esa edad.

Es necesario que los NNA, en su construcción de identidad, “se reco-


nozcan como sujetos de derechos, así como ciudadanos y artífices de su
propio proceso de reparación y reintegración” (Correa, 2014, p.31). En
dicho proceso los NNA deben aceptar los hechos pasados y su grado de
responsabilidad, aun si solo se les considera víctimas. Aquella respon-
sabilidad debe ser producto de su reconocimiento como un actor social,
de su autonomía y del pleno ejercicio de sus libertades. De esta forma
los NNA no solo aceptarían el daño causado (responsabilidad penal)
sino que harían parte de la reparación y de la no repetición (responsa-
bilidad social). Una reparación que sería en doble vía: al reparar al otro
se repara a sí mismo.

Existen NNA desmovilizados conscientes del daño producto de sus ac-


ciones y las del grupo armado ilegal al que pertenecieron. Esta condi-
ción para muchos de ellos conlleva una gran carga psicológica, e inclu-
so moral; esto se debe a que antes de ser señalados victimarios ellos
mismos se reconocen de esta forma. Son relevantes las señalizaciones
al respecto realizadas hasta ahora, ya que los procesos de reflexión de
los NNA, a partir de la experiencia en las filas de los grupos ilegales,
determinan el impacto de los procesos de desmovilización y reintegra-
ción.

La culpa de los NNA podría ser tal que no se sientan dignos de parti-
cipar en una comunidad y terminen aislándose o perteneciendo a otro
grupo armado ilegal o a bandas criminales. Esa culpa proviene de la
responsabilidad que también “reconoce los límites humanos que había
278 Controversia 206

olvidado, se coloca justo en el lugar de lo real en el cual se quiere es-


tar” (Hurtado, 2008, p.14). Los NNA, que cometieron delitos durante
su vinculación, no pretenden que la comunidad olvide lo que hicieron
sino que, en tanto ellos han reconocido su autoría, puedan participar
en procesos de esclarecimiento de la verdad y así en su reintegración:

Si la definición es la del niño capaz de empoderarse de su historia y de su


rol social (definición responsabilizante), la estrategia será restituirle sus
derechos y comprometerlo, como sujeto ético, a que devenga su accionar
en el de un actor social protagónico [de] su propio proceso de retorno a la
vida civil. (Carmona, 2014, p.173)

El resultado de conocer las experiencias e impresiones de los NNA re-


clutados permite reconstruir su memoria y una reintegración positiva a
la comunidad. En ocasiones pareciera que es tal el impacto del reclu-
tamiento en los NNA que sus imaginarios, ideales y valores son dife-
rentes, producto de lo que vivieron, y estos son guardados en silencio.
Aparece una dicotomía para los NNA entre el pasado, que brindaba un
espacio y unas reglas de juego conocidas, y un futuro en el que son
señalados y en el que su porvenir es incierto. Dicotomía que puede
poner en riesgo su proceso de reintegración, ya que abre la posibilidad
de retornar a un grupo armado ilegal.

Considerando esta posibilidad de retoro, tanto las organizaciones no


gubernamentales como el Estado han buscado brindar las herramien-
tas y programas necesarios para minimizar este riesgo14. Un ejemplo
de ello es que a nivel estatal y gubernamental se ha avanzado en una

14
No gubernamentales: Aldeas Infantiles SOS, Visión Mundial y la Coalico (reúne
otras ocho organizaciones). A nivel estatal: Alta Consejería de la Presidencia
para la Reintegración, ICBF y Comisión Intersectorial para la Prevención del
Reclutamiento, la utilización y la violencia sexual contra NNA, entre otros. En
programas y otras iniciativas existen: la Comisión Intersectorial para la Prevención
del Reclutamiento, la utilización y la violencia sexual contra NNA, el Programa
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 279

política pública que busca evitar el reclutamiento forzado de los NNA


y un mejor manejo de su impacto. Lo anterior se ha realizado a partir
de reconocer que los NNA vinculados al conflicto armado tienen una
mayor desprotección, ya que, en términos políticos, no son actores de-
cisivos pues las solicitudes o demandas deben hacerlas a través de una
persona adulta. La oportunidad de obtener un beneficio de aquel adulto
restringe la visibilidad de las necesidades de los NNA. Es por ello que
algunas organizaciones no gubernamentales han asumido de manera
activa algunas estrategias para apoyar el proceso de reintegración. Esto
lo han llevado a cabo integrando a sus agendas y en programas dichas
estrategias, como son los procesos de conciliación en los colegios, capa-
citaciones con fines productivos y actividades artísticas.

En lo estatal existen varios factores que afectan a los programas de


desvinculación de NNA, algunos de ellos son “alcanzar la mayoría de
edad en medio de la Ruta de Reintegración Social; el miedo; la descon-
fianza frente a otros excombatientes y a personas desconocidas, por la
posibilidad de ser infiltradas; el miedo de ser rechazados por su pasa-
do” (Rethmann, 2010: 10); a lo cual además se le suma el bajo nivel de
credibilidad a la institucionalidad. Por esto es importante desarrollar
paralelamente al proceso psicosocial, que adelanta el ICBF, programas
comunitarios que cambien los imaginarios hacia los NNA desvincula-
dos.

Los NNA deben, paulatinamente, asumir liderazgos que les faciliten no


solo su reintegración sino el reconocimiento de responsabilidades en
medio del conflicto armado. Esta dinámica esta orienta por la idea de
que “el perdón recíproco y la reconciliación solo se logran cuando los
antiguos vengadores se reconocen —y la sociedad los reconoce— como
víctimas y victimarios, simultáneamente inocentes y culpables” (Orozco,

Especializado de Atención a Menores Desvinculados de Grupos Armados Ilegales,


el Programa Presidencial de DDHH y DIH, el Sistema de Alertas Tempranas, Mis
Derechos Primero, entre otros.
280 Controversia 206

2003, p.43). El proceso de perdón debe culminar con la superación de


sentimientos como la culpa, la venganza y el miedo en los que están
inmersas las víctimas de reclutamiento forzado. Como se mencionó an-
teriormente, los NNA no pudieron elegir porque fueron obligados a
vincularse al grupo armado ilegal.

Por consiguiente el proceso de reintegración y de reconciliación debe


darse tanto con los NNA desvinculados como con la comunidad para
que haya una mejor comprensión de la situación. Solo así se romperán
los paradigmas que se han construido en torno al conflicto armado, el
cual llevó a una categorización de las personas quienes fueron etique-
tadas con un papel o con un grupo armado ilegal desconociendo su ca-
racterística primordial como seres humanos: “lo imperioso es crear una
sociedad en la que la realidad de la diversidad humana, sea personal,
orgánica o social, no esté sometida al poder de criminalizar” (Taylor,
1997, p.298). De esta forma se avanza en la recuperación de los valores,
la reconstrucción de la familia y de la institucionalidad.

En el sentido integral de reconstrucción de tejidos, la aceptación de la


responsabilidad social del NNA es el paso necesario para el perdón y la
reconciliación individual y colectiva, pues como señala acertadamente
Machel (citado por Ruiz, 2008):

en consecuencia, es indispensable que todas las formas de ayuda externa


contribuyan a fortalecer la capacidad de las personas para ayudarse a sí
mismas. Por ejemplo, habría que ayudar a los padres y maestros a hablar
con los niños de las cuestiones difíciles. La reconstrucción de la red social
y un sentido de la comunidad ayudan a las personas a colaborar para me-
jorar su vida (p.53).
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 281

Consideraciones finales
Este artículo tuvo como propósito identificar algunos de los enfoques
conceptuales y normativos en torno al reclutamiento forzado de NNA
por los grupos armados al margen de la ley, y para tal efecto se identi-
fican cuatro focos de discusión. En primer lugar se hizo una aproxima-
ción el avance normativo internacional sobre dicho reclutamiento y en
la normatividad nacional la condición de víctima responsable. Le siguió
un análisis la dinámica socio-política que fomentó el reclutamiento de
NNA. En tercer lugar se presentó la diferencia de enfoques entre el re-
clutamiento forzado y el ingreso voluntario; y, por último, se expuso y
analizó el reconocimiento de una responsabilidad social para los NNA
que fueron víctimas del reclutamiento forzado.

En el primer enfoque, la normatividad internacional sobre reclutamien-


to forzado de NNA muestra una disparidad en su limitación etaria.
El rango “permitido” para la vinculación a un conflicto armado oscila
entre los quince y dieciocho años dependiendo del instrumento interna-
cional que se revise. Sin embargo en Colombia este reclutamiento está
prohibido en menores de dieciocho años. En la normatividad nacional,
el NNA que haya participado en la comisión de un delito es objeto de
responsabilidad penal y no tiene una pena privativa de la libertad. Esto,
porque en su judicialización, los NNA son reconocidos como víctimas,
inimputables y poseedores de protección especial en materia de Dere-
chos Humanos. Todavía existen algunas reservas en la judicialización
cuando se reconoce la participación de ellos en crímenes de lesa huma-
nidad y se ha insistido en que cada caso sea evaluado individualmente.

El segundo enfoque sobre el reclutamiento forzado de NNA presentó


cuatro dinámicas socio políticas. Entre estas la rebelocracia, reconocida
cuando un grupo armado ilegal impacta las decisiones de la comunidad
y, por ende, de los NNA. La segunda es la duración del conflicto armado
interno porque los sentimientos de venganza y de miedo son transmi-
tidos en los cambios generacionales. La tercera dinámica se da cuando
282 Controversia 206

la situación familiar y social impulsa al NNA a huir de un ambiente de


violencia intrafamiliar o de pobreza. Por último, la cuarta dinámica está
caracterizada por el estado de vulnerabilidad propio de la minoría de
edad que afecta el proceso de reflexión y decisión de los NNA.

En el tercer enfoque se diferenció entre reclutamiento forzado y el vo-


luntario de los NNA. En el reclutamiento forzado son invisibilizados
frente al grupo armado ilegal, esto dado a partir de la manipulación de
los imaginarios construidos de violencia en los juegos bélicos y en los
héroes. Mientras que en el En el reclutamiento voluntario se consideró
como una acción propia de la toma de decisión. Este último resulta ser
discutible porque el NNA no cuenta con plena autonomía ante la situa-
ción; su decisión puede ser resultado de situaciones desfavorables de
violencia intrafamiliar, una convivencia social problemática o dificulta-
des económicas, entre otras.

Finalmente, el cuarto enfoque abordó el reconocimiento de una res-


ponsabilidad social para los NNA que fueron víctimas del reclutamien-
to forzado; esto analizado desde la perspectiva que señala que al ser
víctimas los niños, niñas y adolescentes no pueden ser considerados
victimarios. Partiendo de ello, se configura la responsabilidad penal y
se reconoce responsabilidad social, en donde los NNA deben cambiar
su condición de sujetos pasivos a sujetos responsables. En el proceso de
esclarecimiento de la verdad, la justicia y la reparación, su voz debe ser
escuchada, no solamente como testimonio sino como principio de su
propia reparación. De esta forma, esa responsabilidad reconocida debe
ser el punto de partida para la construcción de memoria, la restitución
de derechos y su papel activo como ciudadanos(as).

En conclusión los NNA reclutados forzadamente por un grupo armado


ilegal son víctimas debido a su carácter de vulnerabilidad propio de su
edad. Aunque instrumentos normativos nacionales e internacionales
han buscado protegerlos de tal vulnerabilidad, no han sido suficientes
los esfuerzos debido a las dinámicas socio-políticas particulares que
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 283

posibilitan dicho reclutamiento. Al ser este reclutamiento una conse-


cuencia del conflicto armado es importante que los NNA se reconozcan
como responsables sociales. Ellos deben asumir un papel protagónico
en el proceso de reintegración y reparación que permita el desarrollo de
ciudadanos(as) reconciliados(as) con su pasado, con su comunidad y
con la institucionalidad. En dicho proceso la verdad no se debe quedar
solo en los relatos sobre lo ocurrido y lo vivido, ya que la verdad debe
convertirse en la oportunidad para construir una sociedad a partir del
intercambio de experiencias, la tolerancia, la inclusión y el respeto por
un pasado desafortunado.

Referencias
Agencia Colombiana de Reintegración - ACR (s.f.). ABC de la Ley 1424 de 2010.
Elementos esenciales para comprender el diseño y el funcionamiento de la
Ley 1424 de 2010. Recuperado de http://www.reintegracion.gov.co/es/la-
reintegracion/centro-de-documentacion/Documentos/Abec%C3%A9%20
de%20la%20Ley%201424.pdf

_______. (2016, enero). Desarme, Desmovilización y Reintegración: retos para


el caso colombiano -Memorias del curso.

Recuperado de http://www.reintegracion.gov.co/es/la-reintegracion/centro-
de-documentacion/Documentos/Relatoria%20DDR%2011%2004%20
16%20Final.com.pdf

Aguirre, A & Pinto, M. (2006). Asociatividad, capital social y redes socia-


les. En Revista Mad, (15) Santiago de Chile: Universidad de Chile, 74-
92. Recuperado de http://200.89.78.45/index.php/RMAD/article/viewFi-
le/14022/14327

Arjona, A. (2011). De Rebelocracias y Reclutas: Instituciones y Participación en


el Conflicto Armado Colombiano. Recuperado de http://focoeconomico.
org/2011/04/12/de-rebelocracias-y-reclutas-instituciones-y-participacion-
en-el-conflicto-armado-colombiano/

Arjona, A. y Kalyvas. S. (2008). Results of a Survey of Demobilized Guerilla


and Paramilitary Fighters in Colombia. Recuperado de http://www.ana-
marjona.net/docs/Arjona_Kalyvas_2008.pdf
284 Controversia 206

Asamblea General de las Naciones Unidas (2000). Protocolo Facultativo de la


Convención de los Derechos del Niño relativo a la participación de los ni-
ños en los conflicto armados. Resolución A/RES/54/263. ONU.

Asamblea General de Naciones Unidas (1989, noviembre). Convención de los


Derechos del Niño. Resolución 44/25. ONU.

Brett, R. y Specht, I. (2005). Jóvenes soldados y combatientes. ¿Por qué van


a luchar? Ginebra: Organización Internacional del Trabajo. Recuperado de
http://www.quno.org/sites/default/files/resources/ESPAN%CC%83OL_
Young_soldiers_why_they_choose_to_fight.pdf

Boyden, J. y De Berry, J (Eds). (2005). Childen and Youth on the Front Line:
Ethnography, Armed Conflict and Displacement. Londres: Berghahn Books.

Carmona, J. (2014). Definición de la situación de los menores desvinculados


de los grupos armados ilegales en los actos jurídicos y sus efectos psico-
educativos. En Estudios Socio-Jurídicos, 16(2), Bogotá: Universidad del
Rosario, 163-177. DOI: http://dx.doi.org/10.12804/esj16.02.2014.05

Cifuentes, M. (2008). El Sí y el Otro en la constitución de la identidad: niñas,


niños y adolescentes desvinculados del conflicto armado. Trabajo social,
(10), 9-27. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articu-
lo/4386094.pdf

Coalición contra la Vinculación de Niños, Niñas y Jóvenes al Conflicto armado


en Colombia y Comisión Colombiana de Juristas (2013). El Delito Invi-
sible. Criterios para la investigación del delito de reclutamiento ilícito de
niños y niñas en Colombia. Bogotá: Coalico y CCJ.

Coalición contra la Vinculación de Niños, Niñas y Jóvenes al Conflicto armado


en Colombia (s.f.). Niños, Niñas y Jóvenes en Conflicto Armado Análisis
Jurídico Legislación Internacional y Colombiana. Recuperado de http://
www.coalico.org/publicaciones/legislacion.htm

Comité de los Derechos del Niño, Observación General No. 10. Los derechos
del niño en la justicia de menores, CRC/C/GC/10, 25 de abril de 2007, párr.
11.

Comité Internacional de la Cruz Roja (1977, Junio). Protocolo I adicional a los


Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de
los conflictos armados internacionales. CICR.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 285

Comité Internacional de la Cruz Roja - CICR. (1977, Junio 8). Protocolo II adi-
cional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las
víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional. CICR.

Congreso de la República. (1999, diciembre). Prórroga Ley 418 de 1997. [Ley


548 de 1999].

Congreso de la República. (1999, julio). Código Penal. [Ley 599 de 2000].

Congreso de la República. (2002, junio). Aprobación del Estatuto de Roma de


la Corte Penal Internacional. [Ley 742 de 2002].

Congreso de la República. (2006, Noviembre). Código de la Infancia y la Ado-


lescencia. [Ley 1098 de 2006].

Congreso de la República. (2010, Diciembre). Ley de Desmovilizados. [Ley


1424 de 2010].

Congreso de la República. (2011, Junio). Ley de Víctimas y de Restitución de


Tierras. [Ley 1448 de 2011].

Departamento Nacional de Planeación (2008, diciembre). Política Nacional de


Reintegración Social y Económica para personas y grupos armados legales.
Documento CONPES 3554. Bogotá: DNP.

Correa, C., Jiménez, A. Ladisch, V. y Salazar, G. (2014). Reparación integrado-


ra para niños, niñas y jóvenes víctimas de reclutamiento ilícito en Colom-
bia. Bogotá: ICTJ. Recuperado de https://www.ictj.org/es/publication/
reparacion-integradora-ninos-reclutamiento-ilicito-colombia.html

Corte Constitucional. (2009, abril). Sentencia C-240 de 2009. Recuperado de


http://www.corteconstitucional.gov.co/RELATORIA/2009/C-240-09.htm

Corte Suprema de Justicia. (2010, febrero). Sala de Casación Penal. Proceso


No. 32889. Aprobado Acta No. 57.

Corte Suprema de Justicia. (2012, Diciembre 12). Sala de Casación Penal. Sen-
tencia de Segunda Instancia. Justicia y Paz, Radicado 38222. Recuperado
de http://www.fiscalia.gov.co/jyp/wp-content/uploads/2012/10/Ficha-
Freddy-Rend%C3%B3n-Herrera-2012-Instancia-2.pdf

Defensoría del Pueblo. (2014). Informe Defensorial Prevención del recluta-


miento de niños, niñas y adolescentes. Análisis de la política pública con
enfoque étnico. Bogotá: Defensoría del Pueblo.
286 Controversia 206

Ferro, J., Uribe, G., Osorio, E.; & Castillo, O. (1999). Jóvenes, coca y amapola.
Un estudio sobre las transformaciones socioculturales en zonas de cultivos
ilícitos. Bogotá: Javegraf.

Fox, M. (2005). “Child soldiers and international law: Patchwork gains and
conceptual debates”. En Human Rights Review, 7(1), 27-48. doi: http://
dx.doi.org/10.1007/s12142-005-1001-4

Gutiérrez, F. (2015). ¿Una historia simple? Recuperado de http://www.centro-


dememoriahistorica.gov.co/descargas/comisionPaz2015/GutierrezFrancis-
co.pdf

Hinestroza-Arenas, V. (2008). Reclutamiento de niños y niñas: fenómeno invi-


sibilizado, crimen manifiesto. En Observatorio de Análisis de los Sistemas
Internacionales, (13). Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 45-60.
Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3986289

Hurtado, D. (2008). “El nómada con conciencia histórica un abordaje del fe-
nómeno de la desvinculación de los niños, niñas y jóvenes del conflicto
armado: Una propuesta en y desde el lenguaje”. En Revista Perspectivas
en psicología, (11). Manizales: Universidad de Manizales. Recuperado de
http://www.umanizales.edu.co/publicaciones/campos/sociales/perspec-
tivas_psicologia/html/revistas_contenido/revista11/Elnomada.pdf

Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Organización Internacional para


las Migraciones & Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. (2014).
Impacto del conflicto armado. En el estado psicosocial de niños, niñas y
adolescentes. Bogotá: ICBF. Recuperado de http://rni.unidadvictimas.gov.
co/sites/default/files/Documentos/IMPACTO%20CONFLICTO%20ARMA-
DO%20EN%20EL%20ESTADO%20PSICOSOCIAL%20DE%20NINOS%20
Y%20ADOLESCENTES.pdf

Ila, P. A. (2009). Elementos para la conceptualización del reclutamiento, la


vinculación y la utilización de niños, niñas y adolescentes en el conflicto
armado. En Justicia, (69). Recuperado de http://www.corteidh.or.cr/ta-
blas/r23675.pdf

Lara Salcedo, L. M., y Delgado Salazar, R. (2010). Trasegar de las subjetivida-


des y las memorias de las y los jóvenes desmovilizados en el tránsito a la
vida civil. Una mirada a los programas educativos y de apoyo psicosocial.
Universitas Humanística, 70(70). Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 287

Recuperado de http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/univhumanisti-
ca/article/viewFile/2094/1357

Mago, I. (2011). ¿De niño combatiente a ciudadano? Los retos de la reintegra-


ción política de niños desvinculados del conflicto armado colombiano. Te-
sis de Maestría. Universidad de los Andes. Bogotá. Revisado el 18 de febre-
ro de 2015. Recuperado de http://www.reintegracion.gov.co/es/la-reinte-
gracion/centro-de-documentacion/Documentos/De%20ni%C3%B1o%20
combatiente%20a%20ciudadano%20Los%20retos%20de%20la%20
Reintegraci%C3%B3n%20pol%C3%ADtica%20de%20ni%C3%B1os%20
desvinculados%20del%20conflicto%20armado.pdf

Mariño, C. (2012). “Derechos de los niños y niñas reclutados o utilizados en


hostilidades en la justicia transicional en Colombia: evoluciones norma-
tivas y prácticas jurídicas”. En Criterio Jurídico Garantista, 3(6), 76-97.
Recuperado de http://ustamed.leyex.info/magazines/crijurigara64.pdf

McConnan y Uppard. (2001). Children Not Soldiers: Guidelines for Working


with Child soldiers and Children Associated with Fighting Forces. Londres:
Save the Children.

Mejía, M. (2012) Justicia restaurativa y principio de oportunidad en el sistema


de responsabilidad penal juvenil: hacia la reconciliación con la víctima en
el marco del conflicto armado. Revista Iter ad Veritatem, 10(10), Tunja:
Universidad Santo Tomás, 85-110. Recuperado en http://revistas.ustatunja.
edu.co/index.php/iaveritatem/article/view/556/376

Moreno, F., Carmona, J., & Tobón, F. (2010). “¿Por qué se vinculan las niñas a
los grupos guerrilleros y paramilitares en Colombia?” En Revista Latinoa-
mericana de Psicología, 42(3),Bogotá: Fundación Universitaria Konrad Lo-
renz, 453-467. Recuperado de http://genderandsecurity.org/sites/default/
files/Moreno_Martin_et_al_-_Por_que_se_vinculan_ninas_a_grupos_gue-
rrilleros_paramilitares_en_Colombia.pdf

Niño, N. (2014). De la vida militar a la vida civil de jóvenes excombatientes en


Colombia, subjetividades en tránsito: una aproximación desde la infancia,
la juventud y el género. (Tesis de Maestría). México: Flacso México. Re-
cuperado de http://bibdigital.flacso.edu.mx:8080/dspace/bitstream/hand-
le/123456789/3555/Nino_NC.pdf?sequence=1

Observatorio de procesos de Desarme Desmovilización y Reintegración (2014)


Trayectorias de quienes ingresaron siendo menores de edad, después de
288 Controversia 206

salir de una Organización Armada Ilegal. Bogotá: Universidad Nacional de


Colombia, ODDR.

Organización Internacional del Trabajo. (1999, noviembre). Convenio sobre la


prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata
para su eliminación. [Convenio 182]. Ginebra: OIT.

Orozco, I. (2003). La postguerra colombiana: divagaciones sobre la venganza,


la justicia y la reconciliación. Working Paper, (306). Kellogg Institute. Recu-
perado de http://kellogg.nd.edu/publications/workingpapers/WPS/306.
pdf?iframe=true&width=90%&height=90%ONU. (1998, Julio 17). Esta-
tuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Roma: ONU.

Pachón, X. (2009). La infancia perdida en Colombia: los menores en la guerra.


Working paper series, (15). Recuperado de http://pdba.georgetown.edu/
CLAS%20RESEARCH/Working%20Papers/WP15.pdf

Pieschacón, F., Melguizo, M. C., y González, P. (2006). Estudio exploratorio de


patrones culturales que contribuyen a la vinculación de niños, niñas y jó-
venes a los grupos armados en Colombia. En Corporación Alotropía, (69).
Bogotá: Corporación Alotropía. Recuperado de http://www.alotropia.org/
docs/NNJ_ConflictoArmado.pdf

Ramírez, P. (2010). El Reclutamiento de Menores en el Conflicto Armado Co-


lombiano: Aproximación al Crimen de Guerra. En Derecho Penal y Cri-
minología, 31(90), 115-136. Recuperado de http://papers.ssrn.com/sol3/
papers.cfm?abstract_id=1661852

Rethmann, A. (2010). Condenados al silencio jóvenes excombatientes en Co-


lombia. (Axe XI, Symposium 40). Independencias - Dependencias – In-
terdependencias. Toulouse: VI Congreso CEISAL. Recuperado de https://
halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00503128/document

Reyes, P. (2013). “Los niños y las niñas como víctimas en los conflictos ar-
mados: participación en las hostilidades”. En Revista Latinoamericana de
Derechos Humanos, 24 (1-2).Heredia: Universida Nacional de Costa Rica,
35-56. Recuperado de http://revistas.una.ac.cr/index.php/derechoshuma-
nos/article/view/5792

Romero, Y. & Chávez, Y. (2008). “El juego de la guerra, niños, niñas y adoles-
centes en el conflicto armado en Colombia”. En Revista Tabula Rasa, (8).
Bogotá: Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. 197-210.
Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes 289

Ruiz, Luz Dary. (2008). “Nos pintaron pajaritos”: el conflicto armado y sus
implicaciones en la niñez colombiana. Bogotá: Instituto Popular de Ca-
pacitación (IPC). Recuperado de http://www.choike.org/documentos/
nos_pintaron_pajaritos.pdf

Rosen, D. M. (2007). Child soldiers, international humanitarian law, and the


globalization of childhood. En American Anthropologist, 109(2). Philadel-
phia: University of Pennsylvania, 296-306.

Taylor, I., Walton, P., Young, J. (1997). La nueva criminología: Contribución


a una teroría social de la conducta desviada. Buenos Aires: Amorrortu
Editores.

Tirado,M. (2013). Niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado en Co-


lombia. Revista Verba Iuris, (29). Bogotá: Universidad Libre. 147-159. Re-
cuperado de http://www.leyex.info/magazines/n2920138.pdf

Springer, N. (2012). Como corderos entre lobos, del uso y reclutamiento de


niñas, niños y adolescentes en el marco del conflicto armado y la crimina-
lidad en Colombia. Bogotá: Springer Consulting Services. Recuperado de
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informe_como-
CorderosEntreLobos.pdf

UNICEF. (2007). Los principios y directrices de París sobre los niños vincula-
dos a fuerzas o grupos armados. Recuperado de http://www.unicef.org/
spanish/protection/files/pariscommitments.pdf

Unidad para la Reparación Integral de las Víctimas – Unidad de Víctimas (2014).


Protocolo para la Participación de Niños, Niñas y Adolescentes cíctimas del
Conflicto Armado Colombiano. Recuperado de http://www.unidadvicti-
mas.gov.co/especiales/voces-agudas/docs/protocolo-participacion.pdf

Vargas, S. (2014). La deconstrucción de la dualidad amigo-enemigo en la par-


ticipación de civiles en el conflicto armado colombiano. (Tesis de Maes-
tría). Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Bogo-
tá. Recuperado de http://repository.urosario.edu.co/bitstream/hand-
le/10336/10125/53140394-2015.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Villadiego, C. (2010). Perspectiva de infancia en las políticas de juzgamiento en las


transiciones en Colombia: El caso de los niños, niñas y adolescentes reclutados
por grupos armados al margen de la ley. (Tesis de Maestría). Recuperado de
290 Controversia 206

http://admin.banrepcultural.org/sites/default/files/colf_villadiego_burba-
no_carolina_tesis.pdf

Wainryb, C. (2011). ‘And so they ordered me to kill a person’: Conceptualizing the


impacts of child soldiering on the development of moral agency. En Human
Development, 54(5), 273-300. doi:http://dx.doi.org/10.1159/000331482

Webster, T. (2007). Babes with arms: international law and child soldiers. En
The George Washington International Law Review, 39(2). Washington:
George Washington University Law School. 227-254.

Wessells, M. (2000). How We Can Prevent Child Soldiering. En Peace Review,


12(3).San Francisco: Universidad de San Francisco.
P
7.
Pensar la paz… solo
cuando se tenga la
tierra
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 295

Pensar la paz… solo cuando


se tenga la tierra1

Por Julie Mena Ortega2

Introducción

E
sta investigación tuvo lugar en el municipio de Tumaco, en el
caserío rural de Imbilí Carretera —perteneciente al territorio co-
lectivo del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera3—. También
se llevó a cabo en Candelillas y La Espriella, veredas que no hacen parte
del consejo comunitario en cuestión, con lo cual se busca establecer un
análisis antropológico multisituado o comparativo.

El análisis de esta investigación giró en torno a dos momentos que de-


finí como cruciales en la agroindustria palmera en Tumaco. Estos están
determinados por la aparición de la Pudrición de Cogollo (PC), plaga

1
El presente artículo es extraído de mi investigación de pregrado en Antropología
realizada entre 2011 y 2012, la cual es una aproximación a los impactos que
sobre la soberanía alimentaria y los territorios colectivos de las comunidades
afrodescendientes ubicadas en la parte alta del río Mira, en el municipio de
Tumaco, Nariño, produjeron sucesivos procesos económicos de tipo extractivo
desde el siglo XIX, y la explotación agroindustrial del monocultivo de palma
aceitera, hoy devastada por una plaga, y que desde sus inicios estuvo muy ligada
a hechos violentos en la zona.
Artículo recibido en abril de 2016.
Artículo aprobado en mayo de 2016.
2
Investigadora independiente. Antropóloga de la Universidad del Cauca de Popayán.
3
Las comunidades afrodescendientes en Colombia se encuentran organizadas en
territorios de carácter colectivo reconocidos jurídica y legalmente por la ley 70 de
1993 como consejos comunitarios.
296 Controversia 206

que devastó casi la totalidad de las miles de hectáreas sembradas con este
monocultivo. Señalo lo anterior porque la PC establece una transición en
el proceso productivo de la economía de palma y, especialmente, sobre la
producción alimentaria local. Para señalar y analizar dicha transición se
debe tener en cuenta el apogeo económico y productivo desde los años
ochenta del siglo XX, y su rotundo deceso en el nuevo siglo: un antes y
un después de la Pudrición de Cogollo.

La agroindustria de palma aceitera en Colombia ha significado grandes


transformaciones en la geografía humana, en el uso de la tierra y, sobre
todo, en los sistemas de producción campesina. Transformaciones que,
para el caso del Pacífico sur, se han estructurado desde los años sesenta
en conjunto con la arremetida de una creciente ola de violencia exacerba-
da hacia los años noventa y que, en esa misma dirección, ha mantenido
su visceralidad hasta la actualidad.

Debido a la envergadura de los contextos, los actores y los diversos im-


pactos que implica el estudio de esta temática —poco explorada por la
disciplina antropológica hasta ahora—, es cada vez más complejo pre-
tender agotar el análisis en toda su extensión. Por lo tanto, ese no es el
objeto de este artículo. Mis reflexiones son una extensión de las conclu-
siones de otros investigadores y todas las personas que me colaboraron
con sus testimonios, su tiempo y conversaciones en el trabajo de campo.
Aspectos cruciales para el desarrollo de esta investigación solo fueron
posibles a través de esas conversaciones, enriquecidas por la amabilidad
y la grandilocuencia de las gentes del Pacífico sur nariñense.

Cabe aclarar que para preservar la seguridad de las personas que me co-
laboraron con sus testimonios, relatos e historias de vida he modificado
sus nombres en las entrevistas citadas en este escrito.

El Tumaco no Pacífico
En el Camino hacia Tumaco uno puede observar con curiosidad varias
cosas: casi toda la vía panamericana está militarizada y hay kilómetros
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 297

de oleoductos de Ecopetrol que vienen desde Orito, Putumayo, hasta el


puerto en Tumaco. Pero lo más impresionante es que el mismo camino
del oleoducto fue, hace un tiempo, un interminable desfiladero de los
cementerios de palma aceitera. En eso es en lo que se han convertido las
plantaciones debido a la devastación que provocó la peste de la Pudri-
ción de Cogollo (PC) (Diario de campo, mayo 2011).

Tumaco es un municipio ubicado en la costa Pacífica del departamento


de Nariño, tiene una altura de dos metros sobre el nivel del mar, cuenta
con una temperatura promedio de 29ºC, una extensión territorial de
3.778 Km2 y una población de 183.006 habitantes. De acuerdo con el
informe de 2011 del Centro de Coordinación de Acción Interagencial,
CCAI, el 54,2% de la población habita en la zona urbana y 45,8% en la
rural4. El porcentaje rural hace parte de los quince consejos comunitarios
afiliados a Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur (Recompas) y
de los doce resguardos indígenas de los pueblos awá y eperara siapidara,
los cuales ocupan el 48,21% y el 18,26% del territorio, respectivamente.

Después de Buenaventura, Tumaco es el segundo puerto más importante


del pacífico colombiano y, al ser parte de esa vasta región llamada Cho-
có biogeográfico, presenta un clima tropical húmedo con precipitaciones
constantes en un rango que va desde los 3.500 a 4.500 mm anuales (CC
Alto Mira y Frontera 2003, 9). Estas condiciones explican la singulari-
dad de su riqueza biodiversa en especies de flora y fauna, única en el
mundo. Sin embargo, esa misma diversidad natural ha convertido a esta
región del Pacífico sur en un objetivo estratégico para la incursión de
las economías extractivas del mercado neoliberal, la colonización de la
agroindustria nacional y la invasión del narcotráfico yuxtapuesto a la
arremetida de los actores armados del conflicto interno. Testimonio de
ello ha sido la extensiva explotación de tagua, caucho y la industria ma-
derera durante al menos un siglo, explotación que se ha dado por parte

4
Hoy: Centro de Coordinación de la Política de Consolidación Territorial (PCT).
298 Controversia 206

del capital extranjero y los megaproyectos agroindustriales del capital


nacional. Entre las dinámicas a las que nos referimos está la producción
industrial de camarón y el monocultivo de palma aceitera, las cuales, a
pesar de las catastróficas plagas y los gravísimos impactos ambientales
y económicos que han acarreado para la zona, siguen vigentes. En ese
sentido, el arribo de esos capitales está ligado al aumento de los hechos
violentos de desplazamientos y homicidios selectivos en la región.

La privilegiada ubicación de Tumaco sobre el mar y los caudalosos ríos


que bañan su territorio caracterizan sus principales actividades econó-
micas: la pesca artesanal, la minería, la agricultura y el comercio formal
e informal. Pese al papel fundamental de Tumaco como puerto en la
generación de divisas para la economía aduanera del país, esta es una
de las tantas regiones que no aparece dentro del mapa nacional y, por
tanto, están fuera de una política soberana del Estado Social de Dere-
cho. Esto se ha hecho manifiesto desde los albores de la República, cuyo
centralismo político determinó desde sus orígenes la marginalidad en
la que ha permanecido esta región del Pacífico sur colombiano. Esta
marginalidad la reflejan, entre otras cosas, la invisibilización que tiene
la región ante cualquier proyecto de inversión social y la falta de una
presencia estatal diferente a la militar y la extractiva. Hasta el día de hoy
la región no cuenta con las condiciones propicias para ejercer sus más
elementales derechos, lo cual se hace visible tanto en la ciudad como
en las zonas rurales donde se concentran aún más los altos índices de
violencia y de mortalidad infantil por desnutrición. Los servicios básicos
son casi inexistentes, el desempleo arrecia, la pobreza es una constante,
los sistemas de acueducto y alcantarillado son totalmente deficientes, la
atención en el sector salud es insuficiente y las vías de acceso al territo-
rio rural son pésimas.

Hacia el kilómetro veinticinco de la vía Panamericana hay una zona a la


que le llaman “El Tigre”, conocida por ser el terror de los transeúntes.
Es el asilo de miles de N.N., una fosa inmensa que resulta ser el para-
dero de gente desaparecida, secuestrada, amenazada o señalada como
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 299

objetivo militar de algún grupo armado ilegal de todos los que hacen
presencia en la región. El lugar está lleno de manglar, es un territorio
de nadie, y cuentan que los concheros y piangüeras que van a los man-
glares se han encontrado varias veces con restos humanos. Al parecer
nunca el CTI de la Fiscalía ha abierto una investigación en esa zona.
Todos le temen a ese lugar por lo desolado y por las leyendas a su alre-
dedor. Según se dice, a algunos conductores les ha pasado que cuando
transitan por la zona sienten que alguien se sube en sus carros o en sus
motos, un pasajero más. Por estas razones cuando desaparece alguien
de Tumaco lo van a buscar allí (Diario de campo, junio de 2011).

En el año 2009, el Observatorio del Delito en Tumaco informó para este


municipio de 160.000 habitantes 277 homicidios. En el año 2010 todavía
fueron 230, lo que equivale a una tasa de más de 142 homicidios por cada
100.000 habitantes, cuando el promedio nacional es de 32 homicidios. Es
decir: En el municipio de Tumaco son asesinadas en promedio 4.4 veces
más personas que en el resto del país (Diócesis de Tumaco 2011, p.52).

Por su parte, el informe Forensis del Instituto Nacional de Medicina


Legal y Ciencias Forenses arroja los siguientes resultados sobre los ase-
sinatos en Tumaco para 2010 (tiene en cuenta casos, tasas y género):
223 casos de homicidios masculinos, lo cual representa una tasa de
248,02 homicidios por cada 100.000 habitantes; los casos de feminici-
dios fueron 22, los cuales representan una tasa de 24,69 homicidios
por 100.000 habitantes. Así, son 245 casos totales y una tasa total de
136,87.

A pesar de que la Violencia de los años cincuenta no tuvo impactos tan


radicales en esta región como sí sucedió en el resto del país, el escalo-
namiento de la guerra en fechas posteriores sí configuró un escenario
imprescindible en la historia de otros procesos importantes como la ex-
plotación maderera y camaronera, y el narcotráfico en la actualidad. La
llegada tardía de la violencia al Pacífico sur, significó que los pobladores
de la carretera, los ríos y demás zonas rurales emigraran hacia Ecuador.
300 Controversia 206

También hubo migraciones hacia la cabecera del municipio de Tumaco


a la vez que se iban propagando milicias subversivas como los “pája-
ros” que llegaron a sembrar el terror en las vidas y los oficios de los
habitantes. Una de las dinámicas de terror se dio, como dice Hoffmann
(1999), transformando el uso y la apropiación de los espacios cotidia-
nos al propiciar los primeros asesinatos y desplazamientos: “ahí empe-
zó, desde los años 1950-60, la expansión de las grandes ganaderías y
plantaciones de palma africana que adquirieron la tierra por medios no
siempre legales ni pacíficos” (p.268).

Sobre estos hechos dan cuenta los habitantes de la zona:

[…] aquí hubo ganaderos también de Cartago-Valle, del Valle de todas esas
partes, primero fueron ellos y después comenzaron las empresas palmicu-
toras. Lo único que hacían ellos era decirle, “dígale a la gente que venda,
que venda eso y le damos tanto y que venga a la empresa”; y los que no
vendían entonces lo sacaban también, buscaban su matraca y los mataban
y usted ¿qué hacía? Pues irse. (Entrevista con líder comunitario 1, Consejo
Comunitario Alto Mira y Frontera. Tumaco, 14 de junio 2011).

Después de nueve años de haberle declarado la guerra a los cultivos de


coca a través de las fumigaciones con glifosato los resultados no son
muy alentadores. Esta acción desencadenó innumerables devastaciones
ambientales, pues envenenó los bosques nativos, los cultivos de pan-
coger y los ríos, lo que perjudicó, a su vez, la soberanía alimentaria
de las familias vecinas y productoras de los cultivos de hoja de coca. El
municipio es hoy el mayor productor de coca con 5.025 hectáreas y el
mayor productor de cocaína representado por el 21% del total nacional
(SIMCI, 2010).

Los procesos de titulación colectiva empezaron a reñir con el desplie-


gue del Plan Colombia, entonces ¿cómo hablar de propiedad colectiva
cuando las tierras están invadidas por coca o por palma o por ganado?
Luego, ¿cómo hablar de soberanía alimentaria cuando no hay dónde
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 301

cultivar?; y por lo tanto, ¿cómo hablar de vida digna o de paz si no se


tiene garantías de derecho sobre el territorio, así esté estipulado en una
ley? Es ahí donde la ley se vuelve letra muerta carente de sentido como
herramienta de derecho que es.

La promoción del monocultivo y su desarrollo se hizo visible, en prin-


cipio, en el gobierno Pastrana, cuando se abrió paso con el Plan Colom-
bia para continuar extendiéndose con mucha más fuerza en el pasado
gobierno Uribe, pues fue un componente estratégico en la guerra anti-
narcóticos y contrainsurgente. La promoción del monocultivo también
ha sido una herramienta del actual gobierno Santos, lo cual ha ido de
la mano con los planes de erradicación de la palma muerta y el plan de
renovación “Alto Oleico” a través de una especie híbrida5: “La nueva
etapa de cultivo de la palma africana empieza en 2002 con las políticas
de sustitución de cultivos ilícitos, implementadas por el Gobierno na-
cional a través del Plan Colombia” (Rangel et al, 2009, p.60).

Para el segundo gobierno de Uribe (2006-2010) el Plan Colombia ad-


quiere un nuevo componente en su ofensiva contra el narcotráfico. En
esta segunda fase se impulsa el reemplazo de los cultivos de uso ilíci-
to por palma aceitera como la “alternativa social” para generar “em-
pleo y progreso”. Esto se daba, como señala Pinzón (2007), mientras se
“combatía” al narcotráfico con la erradicación química y a los grupos
terroristas con el incremento de las operaciones militares abiertas del
ejército ya reestructurado y bajo las órdenes del Comando Sur Estadou-
nidense. Sin embargo, los resultados subvirtieron esas proyecciones:

5
El plan de renovación de palma de aceite híbrido OxG denominado “alto oleico”
se obtiene a través del cruce de palmas de distinto origen la Elaeis oleifera
(nativa de centro y sur América) con la Elaeis guineensis jacq (nativa de Guinea,
occidente de África), el cual se viene sembrando en Tumaco desde hace 4 años
(Cordeagropaz 2011). Se dice y se reitera que este híbrido OxG es tolerante a la PC
mas no resistente, sin embargo, ya ha empezado a afectar incluso los viveros de la
palma híbrida (Cenipalma 2007).
302 Controversia 206

masivos desplazamientos forzados, sistemáticas y violentas expropia-


ciones de tierras a campesinos, indígenas y afrocolombianos, multipli-
cación de las hectáreas cocaleras, escasez de alimentos, sofisticación de
los carteles y las rutas de la droga, aumento de homicidios selectivos,
desapariciones, empobrecimiento, encarecimiento del costo de vida.

(De) esos grandes megaproyectos productivos uno piensa que están pen-
sando en muchos más, uno escucha la propaganda […], que allí hay que
sembrar otros productos, que son supuestamente de alto valor comercial,
y entonces eso nos va a molestar de manera muy importante, muy signifi-
cativa la producción de alimentos porque a la gente le han metido la lógica
del consumo y la lógica del dinero y esa lógica no ha sido de la cultura de
las comunidades negras en el Pacífico; entonces va a cambiar la lógica de
la solidaridad para la producción de alimentos propios por la lógica del
enriquecimiento y el consumo. Y ese consumo no es únicamente comi-
da, es todo lo que ofrece el mercado en el mundo, todo lo que ofrece el
consumismo, todo lo que ofrece la televisión, todo lo que ofrece la radio,
todo lo que ofrece la propaganda que finalmente es para el crecimiento del
capitalismo mas no de las comunidades. Porque una cosa sí sabemos, que
el capitalismo necesita cada día más pobres porque la pobreza es la razón
de ser del capitalismo, entonces cuando el capitalismo empieza a poner
sus pies, sus manos y sus sentidos en el Pacífico colombiano, lo único que
viene a generar acá es mayor pobreza so pretexto del desarrollo (Entrevista
con líder comunitario Recompás. Tumaco, 18 de junio de 2011).

El propósito de crecimiento del mercado para obtener beneficios econó-


micos parte de una racionalidad privada e individualista que se supone
impacta en el crecimiento de la calidad de vida de la población. Esto
termina por homogenizar sus proyecciones y sus procesos, pues ignora
la diversidad de capacidades y limitaciones que caracterizan y definen
el contexto sociogeográfico en que se desenvuelve esta dinámica. Así
pues, “desde esta perspectiva puede considerarse que el Plan Nacional
de Desarrollo hacia un Estado Comunitario se alinea al Plan Colombia,
al ALCA y al TLC” (Flórez y Millán 2007, p.122).
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 303

La tradición violenta y corrupta de la historia social, política y económica


de Tumaco se intensifica en la década de los noventa con la consolida-
ción de los cultivos de uso ilícito provenientes del Putumayo y el Caque-
tá, y la arremetida de los grupos armados que se disputan el negocio y el
control por el territorio. El estudio de esta época en particular es angular
para entender el papel que tomó el monocultivo de palma aceitera en
este convulsionado contexto. Para ello deben tenerse en cuenta todas las
transformaciones sociales, económicas y culturales que se estaban desa-
rrollando a nivel nacional y local específicamente. La avanzada de gru-
pos ilegales como el frente 29 de las Farc-Ep, el frente Mariscal Sucre del
ELN y distintas organizaciones paramilitares como las Águilas Negras,
Autodefensas Campesinas de Nariño (ACN), Rastrojos y Organización
Nueva Generación, junto con la expansión de los cultivos de coca, cam-
bian las condiciones de vida tanto en el campo como en la ciudad “hacia
su detrimento a través de las lógicas del despojo y el terror” (Diócesis de
Tumaco, 2011, p.53).

Desde el año 97, 98, grupos alzados al margen de la ley comenzaron a in-
cursionar, después los otros grupos que enfrentaban a esos grupos anteriores
o sea, supuestamente lo que se llamaba el remedio, resultó peor el remedio
que la enfermedad. Entonces eso después se complicó, después ahora ya se
generalizó y lo que todo el país tiene, los problemas que tiene todo el país
están concentrados acá. Esto no puede ser ajeno a todos esos grupos para
conseguir un dinero rápido, fácil y lo que ha traído problemas, muertes,
desolación, miseria, desconfianza […] (Entrevista con Juan Escrucería6, 30
de junio de 2011)

Si bien en otras zonas de la geografía colombiana los fenómenos de des-


plazamiento forzado y violencia ya habían sucedido antes de los años
noventa, en el Pacífico sur esos episodios se dieron en una forma más
aislada, poco visible, pero cada vez más creciente, a tal punto que hoy
en día muchos lugares, máxime rurales, son ya inaccesibles, etiquetados

6
Exsuperintendente de la empresa de palma Palmas de Tumaco.
304 Controversia 206

como zonas rojas, territorio de guerrillas y paramilitares. Y ese es preci-


samente el caso de los territorios donde fue introducido el monocultivo
de palma, como también lo ha sido con otros megaproyectos agroindus-
triales en otras latitudes de la geografía nacional. La parte alta del río
Mira en Tumaco, donde se encuentran principalmente las interminables
extensiones de palma de aceite7, es una de esas zonas críticas. Allí, el or-
den público está regulado por el régimen de los actores armados ilegales
y la muerte dejó de ser un fenómeno esporádico para normalizarse en la
cotidianidad de sus habitantes.

Para esta investigación, cuando por fin pude adentrarme a la zona ru-
ral de Tumaco, específicamente en Imbilí y Candelillas a lo largo de la
vía panamericana, tuve ciertas precauciones. En mi última semana en
Tumaco, y a bordo de una moto con Mario8, emprendimos viajes muy
pedagógicos hacia las veredas durante cuatro y cinco horas aproximada-
mente, bajo el sol incandescente de junio. A medida que avanzábamos
yo grababa un video y Mario me contaba muchas cosas que conocía
sobre la agroindustria de la palma, me explicaba cómo era el proceso de
cosecha y recolección del fruto. Me indicó a qué empresas y empresarios
pertenecían las plantaciones de palma por cantidad de hectáreas, a la vez
que narraba algunas experiencias de proyectos productivos de cacao de
bastantes personas de la zona. También recordaba hechos históricos muy
importantes con respecto a la industria camaronera de los años ochenta.
Cuando pasábamos por Chilví y Tangareal me contó que, por ser zonas
muy peligrosas en donde no podíamos exponernos yendo dos días de
seguido en una misma semana, había que dejar un día de por medio
para evitar ser advertidos por las suspicacias de los informantes de los
grupos armados irregulares. Estos informantes solían ser jóvenes de la

7
Según el Centro de Coordinación de Acción Integral (2011) la reactivación de los
proyectos de palma se han llevado a cabo en el Bajo Mira.
8
Mario es un líder comunitario que fue sacerdote y que conoce muy bien el territorio
del Alto Mira, y por lo tanto fue un gran colaborador y guía para mi trabajo de
campo, además de ser un entendido en el tema del monocultivo de palma en la
zona.
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 305

zona que colaboran con los ilegales a cambio de dinero. Incluso hubo
un momento en que, mientras yo trataba de sortear la interferencia del
viento para grabar, Mario inmediatamente me dijo: “Baja la cámara.
Esta es zona de paramilitares, por acá los muchachos informan, por los
pueblos más que todo. Lo mismo Imbilí, allá es tremendo, por eso uno
no debe mostrar que va a tomar una foto, que va a grabar algo… es
mejor pasar desapercibido” (Diario de campo, junio 2011).

Ante las dinámicas que se desprendieron de los fenómenos de la vio-


lencia y la guerra en esta zona, David López (2008), del Proceso de
Comunidades Negras, PCN, señala que la evolución e intensidad de las
acciones violentas en esta región han estado muy ligadas, entre otros
aspectos, con la invasión del monocultivo de la palma aceitera en Tu-
maco. Esta actividad cobró —entre 1992 y 2004— lo que en la región
calificamos como cinco afro magnicidios con todas las secuelas que
esto conlleva sobre un proceso social organizativo en tan corto lapso:
Rafael Valencia Camacho, Francisco Hurtado, Hermana Yolanda Cerón
Delgado, José Aristides Rivera y Luciano Castillo.

De los aspectos señalados hasta el momento vale resaltar uno rela-


cionado con la tierra, ya que puede decirse que, paradójicamente, “el
inicio de los procesos de titulación de los territorios colectivos y de
constitución, ampliación y saneamiento de resguardos indígenas coin-
cidió con la intensificación de la violencia.” (Flórez y Millán, 2007,
p.98). La introducción de proyectos agroindustriales ha generado des-
plazamientos de las comunidades del Pacífico y, como señala Escobar
(2004), muy contradictoriamente aumentaron con el reconocimiento
del carácter colectivo ancestral de las tierras de los afrocolombianos,
estipulado por la ley 70 de 1993. Además, más tarde, con la irrupción de
los paramilitares a Tumaco —1999 aproximadamente—, se inició una
violenta disputa con la guerrilla por el control tanto del territorio como
de algunos megaproyectos.

Estos hechos evidencian el espacio geoestratégico que significa el


Pacífico colombiano para el capital extranjero y nacional, por su
306 Controversia 206

inconmensurable riqueza biodiversa. De ahí que “los desplazamientos


no sean aleatorios, sino selectivos y planificados […] [Ya que] los ma-
yores desplazamientos se han producido en las zonas destinadas a la
realización de grandes proyectos de desarrollo” (Escobar, 2004, p.60).
Estas acciones, que se pueden determinan claramente como violentas,
han tenido costes humanos y ambientales muy elevados, sin dejar de
lado los grandes costes culturales.

Así lo confirma un líder del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera:

[…] los primeros desplazamientos que hubo aquí en Tumaco, en Nariño,


acá en la costa del Pacífico, fue por la cuestión de la palma, fue mucha
gente que le tocó salir, irse, otros vender. En ese entonces como no había
todavía la ley 70, pero sí había desplazamiento por las empresas palmicul-
toras de aceite (Entrevista con líder comunitario 1, Consejo Comunitario
Alto Mira y Frontera. Tumaco, 14 de junio 2011).

Para el 2011, aproximadamente, treinta familias habían huido del Con-


sejo Comunitario Alto Mira por los enfrentamientos entre la policía an-
tinarcóticos y la guerrilla de las Farc (Ocha, 2011). Sin embargo, el 2009
fue el año que registró la mayor cantidad de desplazamientos en el
municipio de Tumaco.

Desplazamiento en Tumaco 2002-2010


14.000
12.433
12.000
10.000
8.750
Personas

9.178
8.000
6.000 4.800
4.000 3.215
2.372
2.000 1.742
1.611 1.265
0
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Año
Fuente: Acción Social 2011 (citado en CCAI-Colombia 2011).
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 307

Hacia los años noventa la industria palmera crecía tanto como sus
grandes concentraciones de tierra; “la expansión de las plantaciones
de palma sobre el bosque nativo junto con el cultivo de coca se hizo,
en muchos casos, a fuerza de violencia y expropiaciones” (Escobar,
2010, p.91). La compra de las tierras por sumas ínfimas atropellando la
presencia ancestral de las comunidades asentadas en esa región, los fue
convirtiendo en jornaleros de sus propias parcelas.

Hoy en día creemos que casi la mayor parte de las empresas aportan a la
violencia; y no podemos decir que la financian directamente, pero aportan
a la violencia porque si ellos están en un territorio donde ahí está un actor
(armado), ese actor así sea a través de la vacuna pero le tienen que dar y si
le dan pues también tiene que ofrecerles respaldo (seguridad privada) (En-
trevista con líder comunitario 2, Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera.
Tumaco, 16 de junio 2011).

Un hecho que empeoró las cosas en la región y traumatizó los primeros


pasos del proceso de etnicidad local fue el asesinato del líder comuni-
tario Francisco Hurtado, representante legal del Consejo Comunitario
Alto Mira y Frontera9. Dicho suceso ocurrió el 12 de febrero de 1997,
en la vereda Pital, cuando se realizaba el censo de la población para
cumplir con los requisitos exigidos en el proceso de titulación colectiva
del consejo comunitario. Para entonces, Francisco ya había denunciado
la invasión de territorios ancestralmente habitados por comunidades
afro por parte de unas empresas de palma. De este hecho dan cuenta la
Diócesis de Tumaco (2009) , el trabajo de Ramírez (2000), López (2008)
y los análisis e investigaciones de Alfonso et al (2011). El asesinato de
Francisco Hurtado derivó en una situación de desconcierto en todos
aquellos líderes y dirigentes empeñados en que la Ley 70 no se quedara

9
El caso de Francisco Hurtado es relatado muy de cerca por Ramírez (2000) en
su tesis de pregrado, cuyo trabajo de campo tuvo lugar en la vereda Vuelta de
Candelilla de donde era oriundo Francisco, quien se convirtió en amigo de Ramírez
ejerciendo un papel guía y orientador muy influyente en su investigación.
308 Controversia 206

en el papel, sino que fuera el instrumento que les permitiera llevar ade-
lante su plan de vida, es decir, “conquistar y mantener la autonomía, la
autogestión y la promoción de su cultura” (Diócesis de Tumaco, 2009,
p.61):

Él era uno de los defensores de esas tierras; y con los mismos sacadores de
material de arrastre ya era la pelea, porque el Consejo Comunitario comenzó
con los pleitos con las empresas, con los sacadores de materiales ilegales,
todo eso. Francisco enfrentó esa situación (Entrevista con líder comunitario
1, Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera. Tumaco, 13 de junio 2011).

Otro hecho violento se registró en septiembre de 2001, cuando fue asesi-


nada la religiosa Yolanda Cerón Delgado por sicarios paramilitares frente
a la Iglesia La Merced, en el Parque Nariño de Tumaco10. Cerón fue una
incesante activista por la justicia social y la defensa de las comunidades
afrodescendientes, por ello reclamó los derechos territoriales establecidos
en la Ley 70/93 y el artículo transitorio 55. Fue reconocida por su com-
promiso con la educación y la formación de los niños en la escuela de
La Playa de Salahonda, municipio Francisco Pizarro, lugar en donde se
empezó a hablar de etnoeducación mucho antes que en otros lugares del
país. Asimismo, fue loable su acompañamiento a las comunidades en sus
luchas sociales y étnicas, lo cual la llevó también a hacer graves denun-
cias, como “las alianzas entre la fuerza pública y grupos paramilitares”
(Alfonso et al, 2011, p.37).

A la hermana Yolanda, finada, a ella […] la mataron por defender los dere-
chos humanos, ella denunció muchos crímenes, claro, la mayor parte de los
negros eran las víctimas no hay lugar a dudas. Defender los derechos huma-
nos, ese era el tema fuerte de la Pastoral (Entrevista con líder comunitario,
Recompás. Tumaco, 18 de junio de 2011).

10
El excomandante del Bloque Libertadores del Sur, Guillermo Pérez Alzate alias
“Pablo Sevillano” se atribuyó la autoría intelectual del crimen. Disponible en
VerdadAbierta.com: “Yolanda Cerón, religiosa de Nariño”. Sábado, 17 de octubre
de 2009. En: http://www.verdadabierta.com/nunca-mas/1769-yolanda-ceron-
religiosa-de-narino [Consultado mayo 2012].
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 309

Pero no parece tenerse en cuenta esta situación a pesar de las denuncias


ante las autoridades, las amenazas y los homicidios selectivos de líderes
que defienden el territorio colectivo continúan. Por negligencia de las
autoridades, los asesinatos colectivos cobraron en 2008 la vida de Ar-
menio Cortés, miembro del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera.

Según indicadores tomados en el período de 1998-2008 sobre las zonas


donde se han presentado combates entre Fuerza Pública y guerrillas,
y la Fuerza Pública con autodefensas, delincuencia común y “bandas
criminales emergentes”, se encuentran muchos municipios que tienen
plantaciones de palma. Sesenta y cuatro municipios de estos han estado
en medio de combates entre guerrillas y Fuerza Pública, y sesenta y tres
son escenario de los combates de la Fuerza Pública contra los demás
actores armados. Sin embargo, según el gremio palmero Fedepalma, “el
mapa de la violencia en Colombia no coincide con el mapa de la palmi-
cultura nacional” (Rangel et al., 2009, p.68).

El 2002 fue el año más violento en la historia reciente de Colombia a pe-


sar de que el 2007 corresponde al año en que “desaparecieron” las AUC,
dando inicio a otra oleada de violencia con las llamadas “bandas cri-
minales emergentes”, Bacrim; cuya mayor diferencia con las anteriores,
como señala Rangel (2009) es “la ausencia de motivaciones y acciones
contrainsurgentes” (p.72). Sin embargo, se mantienen las disputas con
la guerrilla por los controles sobre el negocio del narcotráfico a pesar de
las coaliciones pactadas por ambas partes en el marco de sus intereses
comunes. De hecho, en la actualidad, el territorio de Tumaco ha sido
repartido por las guerrillas de las Farc-Ep y el ELN con los Rastrojos,
las Águilas Negras y los Urabeños. El objetivo de esta acción territorial
tiene que ver con el control de las rutas de la coca: “así, la guerrilla se
ubica en la parte alta de las carreteras fluviales y los paramilitares en
las partes bajas de los ríos, el casco urbano y la zona costera” (p.79).

Cuando estábamos en Candelillas haciendo una entrevista colectiva a


los excultivadores de palma que trabajaron en distintas empresas de
310 Controversia 206

la zona del Alto Mira, a pesar de las dudas sobre la pertinencia de una
pregunta que deseaba hacerles, sin más vacilación me arriesgué: ¿qué
tanto han afectado los grupos armados del conflicto a la comunidad?
Inmediatamente se hizo un silencio contundente, nadie parecía siquiera
respirar, fue un bloqueo total de la productiva conversación que venía-
mos manteniendo (Diario de campo, junio 2011). Este silencio se rompió
solo cuando Ramiro, el mayor de todos, que parecía no entender la mu-
dez de los demás, dijo:

Mire, yo le comento sobre esa materia, aquí tuvimos un caso muy público,
eso que, aquí habían muchas muertes hermano… huy hermanito, el río Mira
haga de cuenta que el río Mira es un panteón, es un panteón el río Mira…
que usted venía subiendo o iba bajando y se encontraba con el muerto, si no
se encontraba con el muerto entero se encontraba con (los restos) (Entrevis-
ta colectiva en Candelillas, 28 de junio de 2011)11.

Partiendo de una génesis histórica y social del monocultivo de la pal-


ma aceitera en el país, Mondragón (2007b) señala que en Colombia los
megaproyectos de palma aceitera, como otros, han estado estrictamente
asociados a la expansión del paramilitarismo. Además, asegura que la
producción de aceite de palma se vincula y se financia con el capital
del narcotráfico, lo cual le ha permitido a los socios mayores utilizar el
negocio de la palma para el lavado de activos con la aquiescencia del Es-
tado y la comunidad internacional, a través de lo que Seeboldt y Salinas
(2010) nombran como “exenciones legales y programas de fomento”. Se
ha detectado la penetración del paramilitarismo en la agroindustria de
la palma en no pocos casos. El de Jiguamiandó y Curvaradó en el Urabá
chocoano ratifica estas afirmaciones, como bien se demuestra en las in-
vestigaciones de Roa (2006) y Molano (2010); así como el de Mapiripán
en el Meta cuando después de la masacre en 1997 la gente huyó; y en
el 2002 el Bloque Centauros de los Castaño —apoderados gracias a sus

11
Intervención de Ramiro, antiguo trabajador de Palmas del Mira y pequeño
productor de palma.
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 311

testaferros de las fincas El Agrado, El Secreto y Madreselva— se convirtió


en el gran productor de palma en esa región12. Otros casos sucedieron en
Puerto Wilches donde “se dice que algunas de las cooperativas de las em-
presas palmeras han sido conformadas por desmovilizados” (Rangel et al,
2009, p.76). Asimismo, muchas de las empresas de palma se han asentado
en tierras de campesinos desplazados que han sido obligados a venderlas
o abandonarlas por presiones de grupos armados, los cuales las han uti-
lizado bajo el título de seguridad privada para sembrar palma, como ha
sucedido en Tumaco13.

Y aquí no se puede hablar de casos aislados cuando los costes ambientales


y sociales repercuten en toda la sociedad colombiana en problemáticas
más graves, de tipo económico, político y cultural, por ejemplo, cuando el
Estado no es capaz de garantizar la restitución de las tierras ni el retorno
efectivo y seguro de las familias desplazadas que migran a las ciudades a
mendigar en las calles, sumándose a la mezquina categoría de desplazados
y a la interminable lista que configura a Colombia en el segundo país con
más desplazados internos después de Sudán14.

A lo largo de los recorridos que hacíamos con Mario por las plantaciones
nos pudimos dar cuenta de que las palmas estaban sembradas al borde de
las casas de la gente, vivían prácticamente en medio de una y otra palma.
De hecho, deben tender sus ropas en las cuerdas que han puesto entre las
palmas (Diario de campo, junio 2011). Así lo corrobora el líder comunitario
de Recompas:
12
“Teodosio Pabón Contreras alias ‘El Profe’, asesor de los Castaño, hoy preso en
La Picota, dijo en una entrevista a VerdadAbierta.com que mientras el gobierno
negociaba la desmovilización con el Bloque Centauros de las Autodefensas que se
consolidó en Mapiripán después de 2002, por debajo de la mesa sus jefes habían
diseñado un plan para convertirse en grandes productores de palma de la región.
Según Pabón, tenían ya montado un vivero con suficiente plántulas de palma para
cubrir cinco mil hectáreas.” En VerdadAbierta.com: “El secreto de Mapiripán”, 27
de julio de 2012.
13
Ver: Auto 005/2009; Mondragón (2007b); Seeboldt y Salinas (2010) y WRM (2008).
14
Audiencia Pública sobre “Extranjerización de la tierra” de la Comisión V del
Senado de la República. 1 de noviembre de 2012.
312 Controversia 206

la gente no tenía tierra ni pa’ donde hacer el inodoro, y está la tierra ahí
al borde de la casa, de allí en adelante es de los palmeros […] porque la
palma se murió pero ellos son los dueños, la gente ahí no puede sembrar
su comida, en su propio territorito, no pueden presentar un proyecto para
agricultura porque las tierras que están ellos viviendo no es tierra de ellos,
[…] no les queda otra. Pero los palmeros los sacaron de manera sistemática
y eso es un problema que tiene que ver con la comida de la gente, la gente
no tiene dónde sembrar su comida, ahora como todos son… obreros de la
palma, jornaleros de la palma (Entrevista con líder comunitario, Recom-
pas. Tumaco, 18 de junio de 2011).

Sembrar palma, cosechar hambre


La violencia relacionada con las acciones que he mencionado hasta
ahora, sin duda, significó nuevas transformaciones de la “geografía hu-
mana” a través del desplazamiento forzado y voluntario. Muchos de los
campesinos convertidos en jornaleros y mano de obra barata, y los ho-
micidios selectivos de líderes comunitarios y civiles que se oponían son
el producto de la desigualdad, la guerra y las relaciones y luchas de po-
der tanto entre grupos armados como entre estos y el Estado. La “geo-
grafía natural” volvió a enfrentar, como dice López (2008), la deforesta-
ción de los bosques nativos, la degradación del equilibrio de los suelos
y la contaminación de los ríos; y la geografía cultural, en definitiva,
estuvo muy perjudicada por el reemplazo que implicó el monocultivo
sobre los tradicionales cultivos del pancoger del sistema de producción
local. Dinámica esta que generalizó la escasez de alimentos imprescin-
dibles en la dieta tradicional. Asimismo, algunos de los linderos de los
territorios colectivos tuvieron que retraerse ante avance expansivo de
las plantaciones. Y, peor aún, cuando llegó la PC, que acabó con cerca
del 90% del área cultivada, se afectó la productividad del aceite, que ya
estaba deprimida por la fumigación de los cultivos ilícitos.

Las grandes transformaciones culturales en la soberanía alimentaria


fueron visibles sobre todo en el sentido de la transición que se dio de
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 313

la lógica de producción propia de los alimentos hacia una lógica de


consumo. Situación que se complica, principalmente en las fincas de
los pequeños productores de palma, con la vulneración y el trunca-
miento que sobre las economías locales provoca el fracaso rotundo en
los controles sobre la PC. La cual ya incluso contagió los viveros y las
plantaciones de palma híbrida que hacen parte del plan de renovación
de palma de aceite, híbrido denominado “Alto Oleico”. De hecho, como
dice Restrepo (2004), durante los años noventa el cultivo de palma se
posicionó como el principal renglón de la economía local y de la in-
versión capitalista nacional e internacional. Del mismo modo que son
cada vez más las gentes que dependen, directamente e indirectamente,
de dicha economía.

Como la gente tumbó todo entonces como en ese momento estaba la palma
en su producción y estaban empleados tenían que comprarlo todo, todo lo
compraban; y algunos que de pronto tenían porque no lo tumbaron todo.
Entonces eran fieles esclavos porque trabajaban de lunes a sábado en la
empresa y tenían que emplearse ellos el día domingo para poder, ya, apun-
talar una mata de plátano (en su propia finca). Pero la relación en cuanto
al cultivo de pan coger prácticamente fue una vaina más de, vista más por
la parte del inmediatismo, si?, de tener plata para el día sábado o de tener
plata para que la mujer esté bien o que mis hijos anden bien o que estudien
en un buen lugar, si?, pero que si nos damos cuenta hubieron [sic.] muchos
que no pudieron alcanzar, si?, sólo lo conseguían a medias y entonces esa
relación se fue perdiendo porque a la gente la fueron culturizando con la
vaina del inmediatismo (Entrevista con líder comunitario 2, Consejo Co-
munitario Alto Mira y Frontera. Tumaco 16 de junio 2011).

A pesar de que durante unas cuantas décadas la palma resistió y le


trajo abundantes rendimientos a los empresarios y lo necesario para los
campesinos productores, no se pueden señalar los tiempos de su auge
como el vértice de una política agraria basada en el compromiso con
las necesidades sociales y económicas de la comunidad del Pacífico na-
riñense. Se debe tener en cuenta que en la región se concentran índices
314 Controversia 206

muy altos de violencia, corrupción, homicidios, desplazamiento forzado,


mortalidad infantil y pobreza. En ese sentido, sobre el espejismo en que
se erigió el monocultivo de la palma aceitera muy difícilmente se habría
podido construir un proyecto de vida social-familiar, ni mucho menos una
economía comunitaria de largo alance. Infortunadamente la agroindustria
a gran escala en Colombia muy pocas veces ha estado orientada a una
transformación real de las condiciones de vida en el campo, a una asis-
tencia técnica y capacitada sin que esté de por medio la tierra, la mano
de obra o un endeudamiento de los campesinos. Las fracasadas reformas
agrarias, año tras año, cojean en el sentido vertical de los protocolos de-
magógicos de sus etiquetas y campañas publicitarias para agrietar cada
vez más los abismos entre ricos y pobres, porque el blanco siempre ha
sido la tierra del campesino y su mano de obra.

El Pacífico sur colombiano ya no es una región marginal, ha sido “inte-


grada” a la nación a través de una economía extractiva del oro, el caucho
y la tagua en un primer momento durante el siglo XIX, y posteriormente
sobre la madera, el mangle y el palmito por parte de un capital de origen
extranjero. Después de la segunda mitad del siglo XX comienza a confi-
gurarse poco a poco sobre la región una economía de mercado por parte
de una agroindustria nacional del sector privado, la cual estaba enfocada
en la apertura del capital neoliberal global en la década de los noventa —
gobierno Gaviria—, orientada a los monocultivos como la palma aceitera,
el camarón en cautiverio y el cacao. Este segundo momento en la política
integracionista del Pacífico sur colombiano dentro del sistema económico
nacional constituye una nueva lógica de discriminación, más hipócrita
por su corte multiculturalista. Nunca ha habido pretensiones reales de
generar una política verdaderamente inclusiva en términos de equidad
social, económica y cultural.

Finalmente con el estudio de este caso podemos darnos cuenta de que,


evidentemente, los impactos generados por la agroindustria del monocul-
tivo de palma sobre la soberanía alimentaria de las comunidades y los
derechos territoriales del Alto Mira son el resultado de la configuración de
procesos extractivos anteriores. La escases de algunos de los productos
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 315

fundamentales de la dieta tradicional en el Alto Mira afectaron la dispo-


nibilidad y el acceso a un suministro seguro de alimentos y, sobre todo,
la capacidad y los medios para producirlos propiamente, lo cual se da
debido a una lógica de enriquecimiento que se sobrepone a una lógica
de la solidaridad y la soberanía alimentaria.

Por supuesto, los proyectos extractivos y agroindustriales que han mar-


cado la parasitaria historia económica de la región de Tumaco debieron
acarrear crisis alimentarias similares, crisis que no han encontrado una
rehabilitación efectiva por parte de las asociaciones y los gobiernos
locales, ni por parte de las comunidades y sus líderes. Esto se debe a
las coyunturas políticas caracterizadas por una tradición clientelista y
corrupta, y una historia social condenada por un convulsionado orden
público. No se han tomado las medidas preventivas que la experiencia
permite ni se ha buscado un entendimiento consensuado entre las dis-
tintas partes, que son los protagonistas de una transformación estructu-
ral socio-cultural y económico-política de la región. Con esto me refiero
a que no se ha buscado una integración real entre las instituciones, los
gobiernos y las autoridades locales, las asociaciones públicas y priva-
das, las comunidades indígenas y afrocolombianas y la sociedad civil
en general, pues hacerlo sacaría a la luz la irresponsabilidad estatal y la
deuda del Gobierno nacional con esa zona del país.

Reflexiones finales
Sin duda el carácter colectivo del territorio del Consejo Comunitario
Alto Mira y Frontera se vio fuertemente afectado, sobre todo por los
conflictos de intereses entre el marco normativo y tributario que pro-
mociona la producción del monocultivo de palma y agrocombustibles.
Es importante señalar esto ya que dichos marcos los exime de impues-
tos y les procura prerrogativas financieras frente a la Ley 70 de 1993,
el Decreto 1745 de 1995 y el artículo transitorio 55 de la Constitución,
que le confiere a las tierras colectivas de afrocolombianos la calidad de
inalienables, inembargables e imprescriptibles.
316 Controversia 206

La escandalosa concentración de tierras en manos de los grandes em-


presarios sigue generando muchas dudas sobre la legalidad de su ad-
quisición cuando observamos las grandes cosechas de desplazamientos
masivos de gente humilde. Luego, la agroindustria palmera en Colom-
bia no solo introduce el monocultivo de palma, sino que impone una
monoeconomía estrictamente capitalista en la que no tienen cabida
otros tipos de economías. Así, se coloniza con una monocultura basa-
da en los individualismos y la verticalidad plutocrática, se radicaliza
un monopensamiento empresarial de corte tecnocrático, lo que supone
que fuera de él solo hay “atraso” y “subdesarrollo”.

Para terminar, solo tengo que decir que lo que me dejan estas reflexio-
nes son más preguntas, sobre todo en estos momentos en el marco de
la vigencia de catorce TLC firmados, el Plan Nacional de Desarrollo del
presidente Santos y el proceso de paz entre la guerrilla las Farc-Ep y el
Gobierno, muy a propósito de los temas álgidos que se tocaron en la
mesa como el actual sistema económico, la concentración de tierras y la
situación agraria, temas que no se pueden dejar de lado a la hora hablar
de paz y de posconflicto.

Si se tiene en cuenta que la agroindustria de la palma de aceite de Tu-


maco sigue siendo un sector en la economía nacional que concentra
un importante número de mano de obra, ¿se puede pensar que los
millones de activos que mueven las empresas palmeras algún día repre-
sentarán una verdadera transformación en el poder adquisitivo de sus
trabajadores y las comunidades donde se asientan? ¿El reconocimiento
de la mano de obra —cualitativa y cuantitativamente— de la región
algún día conllevará el respeto de su diferencia cultural como seres
humanos, como pueblos étnicos soberanos en sus territorios, en sus
organizaciones comunitarias y políticas, y en sus sistemas propios de
producción alimentaria? ¿Los activos de la macroindustria compensan,
por lo menos en porcentaje mínimo, los impactos ambientales, econó-
micos y socio-culturales que desata la producción de gran escala de los
monocultivos agroindustriales?
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 317

Con todos los costes ambientales, culturales, sociales y humanos, ¿re-


sulta realmente la agroindustria palmera una alternativa a los cultivos
de uso ilícito? ¿Se puede hablar de sostenibilidad, compromiso social,
rentabilidad y progreso? ¿Le gana alguna batalla a los grupos armados
ilegales? Y por último, si tenemos en cuenta que estamos a cuatro años
de implementación del Plan Troya Pacífico del presidente Santos, y que
los réditos recibidos por esta región tan golpeada por el conflicto arma-
do interno son solo de abusos, violencia sexual y feminicidios (CCAI
2011), ¿es posible que hablar de militarización y violación de derechos
humanos se nos haya convertido en un pleonasmo?

Bibliografía
ALFONSO, Tatiana, GRUESO, Libia y PRADA, Magnolia (2011) “Estudios de
caso: Desarrollo y conflicto de tierras”, “Caso 1: Alto Mira y Frontera”.
En Derechos enterrados. Comunidades étnicas y campesinas en Colombia.
Nueve casos de estudio. Julieta Lemaitre (comp.). Centro de investigacio-
nes sociojurídicas, Universidad de los Andes. Ediciones Uniandes. Bogotá.
Pp. 13-46.

Almario García, Oscar (2004). Dinámica y consecuencias del conflicto armado


colombiano en el pacífico: limpieza étnica y desterritorialización de afroco-
lombianos e indígenas y ‘multiculturalismo’ de estado e indolencia nacio-
nal. En Eduardo Restrepo y Axel Rojas (eds.), Conflicto e (in) visibilidad.
Retos en los estudio de la gente negra en Colombia (pp. 73-120). Popayán:
Editorial Universidad del Cauca.

Álvarez Roa, Paula (2010). Situación de los agrocombustibles en Colombia. En


Grupo Semillas (ed.), La Colombia de los agrocombustibles. Bogotá: Arfo
Impresores.

Arboleda Quiñones, Santiago (2007). Los afrocolombianos: entre la retórica del


multiculturalismo y el fuego cruzado del destierro. The Journal of Latin
American and Caribbean Anthropology, 12(1), 213-222.

Arocha, Jaime (2009). Homobiósfera en el Pacífico. Revista de estudios socia-


les, (32), 86-97.
318 Controversia 206

Audiencia Pública sobre “Extranjerización de la tierra” de la Comisión V del


Senado de la República. 1 de noviembre de 2012.

Bourdieu, Pierre (s. f.). Los juristas, guardianes de la hipocresía colectiva. Sin
editorial.

Casas Castañeda, Fernando (1994). Proyecto Biopacífico: hacia una cultura de


la biodiversidad en el Pacífico colombiano. En Manuel Rodríguez Becerra
(ed.), lA política ambiental del fin de siglo. Una agenda para Colombia.
Bogotá: Cerec, Editorial Presencia.

CCAI-Colombia (Centro de Coordinación de Acción Interagencial) (2011).


“Tumaco: La marcha de la desesperación”. Septiembre 17. Disponible en:
http://ccai-colombia.org/2011/09/17/tumaco-la-marcha-de-la-desespera-
cion/ [Consultado en marzo de 2015].

Centro de Investigación en Palma (CENIPALMA) (2007). “Taller técnico cientí-


fico sobre avances y resultados en los procesos de investigación y manejo
del complejo Pudrición del Cogollo en Tumaco”. Fedepalma, Corpoica, Mi-
nisterio de Agricultura y Desarrollo Rural. 24-25 de octubre. Tumaco.

Colson, Elizabeth (1979). Antropología política. En J. R. Llobera (comp.), An-


tropología política (pp. 19-26). Barcelona: Anagrama.

Comas D’argemir, Dolors (1998). Antropología económica. Barcelona: Ariel.

Congreso de la República (1993). Ley 70. “Por la cual se desarrolla el artículo


transitorio 55 de la Constitución Política”. Publicada en el Diario Oficial
41.013, del 31 de agosto de 1993 [consultado agosto 2012].

Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes) (2009).


Cultivos de agrocombustibles afectan soberanía alimentaria en Colombia,
reiteran investigadores. Prensa. Bogotá, 18 de julio. Recuperado de http://
www.codhes.org/index.php?option=com_content&task=view&id=579
[consultado octubre 2009].

Consejo Comunitario del Alto Mira y Frontera (2003). “Plan de Manejo Integral
Ambiental 2003-2013”, San Andrés de Tumaco, Nariño.

Conpes 3510 de marzo de 2008. Lineamientos de política para promover la


producción sostenible de biocombustibles en Colombia.

CORDEAGROPAZ (2011). Palma de aceite híbrido alto oleico. La alternativa


palmera de Tumaco. Con el apoyo de la Oficina de las Naciones Unidas
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 319

contra la Droga y el Delito (UNODC) y la Agencia Presidencial para la Ac-


ción Social y la Cooperación Internacional (Acción Social) – Programa contra
Cultivos Ilícitos (PCI). Nariño.

Corte Constitucional (2009) “Auto 005”. Septiembre 30

De Sousa Santos, Boaventura (2006). El norte y la utopía. De la mano de Alicia.


Lo social y lo político en la postmodernidad (pp. 369-456). Bogotá: Siglo del
Hombre Editores, Ediciones Universidad de los Andes.

De Franqueville, H. (2001, marzo). “La pudrición del cogollo de la palma acei-


tera en américa latina. Revisión preliminar de hechos y logros alcanzados”.
Francia: Cirad, Departamento de Cultivos Perennes.

Del Castillo, Sara E. y Gordillo, Ángela M. (2009). Agrocombustibles, hambre y


mortalidad. UN periódico. Recuperado de http://historico.unperiodico.unal.
edu.co/ediciones/115/6.html

Diócesis de Tumaco (2011, septiembre). Yolanda Cerón Delgado: vida, misión y


legado. “sigan adelante, que el trabajo apenas empieza…”.

_________ (2011). Yolanda Cerón Delgado: Vida, misión y legado. “Sigan adelan-
te, que el trabajo apenas empieza…”. Septiembre. Nariño, Colombia.

_________ (2011). ¡Que nadie diga que no pasa nada! Una mirada desde la re-
gión del Pacífico Nariñense. Balance No. 2, Marzo, Nariño, Colombia.

Durán Téllez, Jesús O. (s. f.). La palma aceitera y la aspersión aérea en Tumaco.
Pastoral Social de frontera colombo-ecuatoriana.

__________ (2004) “Desplazamientos, desarrollo y modernidad en el Pacífico


colombiano”. En: Conflicto e (in) visibilidad. Retos en los estudio de la gente
negra en Colombia. Eduardo Restrepo – Axel Rojas (editores). Editorial Uni-
versidad del Cauca, Popayán. Pp. 53-72.

__________ (2010) “Capital” en Territorios de diferencia: Lugar, movimientos,


vida, redes. Traducción de Eduardo Restrepo. Envión Editores, Colombia.
Pp. 89-132.

Escobar, Arturo (1996). La invención del tercer mundo. Construcción y decons-


trucción del desarrollo. Bogotá: Editorial Norma.

El Espectador (2012, julio 25). Siembras de coca en colombia se elevaron a 64.000


hectáreas en 2011. El Espectador. Recuperado de http://www.elespectador.
320 Controversia 206

com/noticias/judicial/articulo-362632-siembras-de-coca-colombia-se-ele-
varon-64000-hectareas-2011
El Tiempo (2012, junio 24). Río+20 sólo dejó buenas intenciones. El Tiempo.
Recuperado de http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/articulo-
web-new_nota_interior-11970025.html.
Fajardo, Darío (1986). Haciendas, campesinos y políticas agrarias en Colombia,
1920-1980. Bogotá: Editorial Universidad Nacional de Colombia.
Fajardo, Darío (2010). Territorios de la agricultura colombiana. En Grupo Semi-
llas (eds.), La Colombia de los agrocombustibles. Bogotá: Arfo Impresores.
Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite (Fedepalma) (s. f.).
Información gremial. Recuperado de http://portal.fedepalma.org/fedepal-
ma.htm.
Fedepalma (2011, febrero). Boletín económico. Balance económico del sector
palmero colombiano en 2010. Bogotá.
FORENSIS (2010). Descripción del comportamiento del homicidio. Colombia,
2010. Andrea del Pilar Acero Álvarez. Instituto Nacional de Medicina Legal
y Ciencias Forenses. Bogotá.
García Pulgarín, Álex (2010, junio). Narcotráfico en Colombia: un problema
creado en otra parte, importado y asumido como propio. Estudios de Dere-
cho, LXVII(149), 262-281.
Flórez López, Jesús Alfonso y Millán E., Constanza (2007). Derecho a la ali-
mentación y al territorio en el Pacífico colombiano. En colaboración de
la Diócesis de Tumaco, la Diócesis de Quibdó, el Vicariato Apostólico de
Guapi, la Diócesis de Buenaventura y la Diócesis de Istmina. Colombia.
Gibson-Graham, Julie Katherine (s. f.) La construcción de economías comunita-
rias: las mujeres y la política del lugar. Sin editorial.
Gibson-Graham, Julie, Katherine (s.f.) “La construcción de economías comuni-
tarias: las mujeres y la política del lugar”. Sin editorial.
____________________________ (2006). Una política poscapitalista. Siglo del
Hombre Editores, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá.
Grupo Semillas (2010). Agrocombustibles: ¿una propuesta a vender frente al
cambio climático? En Grupo Semillas (ed.), La Colombia de los agrocom-
bustibles. Bogotá: Arfo Impresores.
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 321

Harvey, David (s. f.). El “nuevo” imperialismo: acumulación por desposesión.


Sin editorial.

HOFFMANN, Odile (1999). “Identidades locales, identidades negras: La con-


formación del campo político en Tumaco (1950 - 1988)”. En: Tumaco. Ha-
ciendo ciudad. Odile Hoffmann, Michel Agier, Manuela Álvarez y Eduardo
Restrepo. Icanh-IRD-Universidad del Valle. Cali.

Honty, Gerardo y Gudynas, Eduardo. (2007). Agrocombustibles y desarrollo


sostenible en américa latina y el caribe. Situación, desafíos y opciones de
acción. Investigación hecha por el Observatorio del Desarrollo (OD). Recu-
perado de http://agrocombustibles.or/conceptos.

Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) (2011, mayo 9). ICA acompañará la


erradicación en Tumaco de 16 mil hectáreas de palma de aceite afectadas
por PC. Recuperado de http://www.ica.gov.co/paginasespeciales/impri-
mir.aspx?printpath=/noticias/agricola/2011/ica-acompanara-la-erradica-
cion-en-tumaco-de-16-mil&classname=icacms.noticias [consultado junio
de 2011].

Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) (2006). Resolución 0525


del 2 marzo. Bogotá.

Informe de la misión de verificación (2009). Agrocombustibles en Colombia:


¿beneficios para quién? Recuperado de http://actualidad.hemeracomuni-
car.org/index.php?option=com_ content&view=article&id=7967:indu
stria-de-agrocombustibles-viola-derechos-de-comunidades-indigenas-y-
afros&catid [consultado en octubre de 2009].

Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt


(IAVH) (2010). Los biocombustibles en Colombia; un reto para el desarrollo
sostenible.

Leusson Flórez, Telmo (s. f.). Tumaco. Historia y cultura. Sin editorial.

López Rodríguez, David. 2008. “Palma aceitera en los territorios de las co-
munidades negras del pacífico sur colombiano”. Proceso de las Comuni-
dades Negras PCN. Archivo digital disponible en: HYPERLINK “http://
www.semillas.org.co/sitio.shtml?apc=d1c1” www.semillas.org.co/sitio.
shtml?apc=d1c1 [Consultado en octubre de 2009].

Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial (MAVDT) e Instituto


de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt (IAVH)
322 Controversia 206

(2008). Evaluación ambiental estratégica de políticas, planes y programas


de biocombustibles en Colombia. Con énfasis en biodiversidad. Bogotá.
MENA Ortega, Julie M. (2013) El monocultivo de la palma de aceite en la zona
del Alto Mira en Tumaco, Nariño. Trabajo de grado. Departamento de An-
tropología, Universidad del Cauca, Popayán.
Molano, Alfredo (2010). “El Chocó que desconocemos” en El Espectador, 23
de mayo, Bogotá.
Mondragón, Héctor (2007b). Colombia, caña de azúcar y palma aceitera. Bio-
combustibles y relaciones de dominación. Prensa Rural. Recuperado de
http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/37696.
Nivia, Elsa (2001, mayo 17-19). Las fumigaciones aéreas sobre cultivos ilícitos
sí son peligrosas – algunas aproximaciones. En Las guerras en Colombia:
drogas, armas y petróleo. Conferencia llevada a cabo en el Instituto Hemis-
férico de las Américas, Universidad de California.
Núñez, Raquel y WRM (2008). Colombia: palma ‘maquillada de verde’ aumen-
ta amenaza a soberanía alimentaria y derechos humanos. Boletín 135 del
WRM (Movimiento Mundial para los Bosques Tropicales). Recuperado de
http://www.wrm.org.uy/boletin/135/colombia.html.
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC/Simci) y
Departamento Nacional de Estupefacientes (DNE) (2009-2010). Persisten-
cia de los cultivos de coca en la región Pacífico. 2009-2010.
Oslender, Ulrich (2004). Geografías de terror y desplazamiento forzado en el
pacífico colombiano: conceptualizando el problema y buscando respues-
tas. En Eduardo Restrepo y Axel Rojas (eds.), Conflicto e (in) visibilidad.
Retos en los estudio de la gente negra en Colombia (pp. 35-52). Popayán:
Editorial Universidad del Cauca.
Pinzón Sánchez, Alberto (2007). Plan Colombia II. Fuente: ARGENPRESS.
Archivo digital disponible en: http://www.biodiversidadla.org/content/
view/full/37707. [Consultado en enero de 2010].
Presidencia de la República y Departamento Nacional de Planeación (DNP)
(1992, marzo 30). Plan pacífico. Una nueva estrategia de desarrollo sosteni-
ble para la costa pacífica colombiana. Doc. Dnp-2589. Bogotá.
Procuraduría General de la Nación (PGN) (2005). Recurso de reposición de la
procuraduría delegada para asuntos ambientales y agrarios contra la reso-
lución 397 del 8 marzo de 2005 del Incoder.
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 323

Ramírez Vidal, Luis A. (2000). Alimentación, territorio e identidad en la vereda


Vuelta de Candelilla. Tesis de grado. Departamento de Antropología, Uni-
versidad de Antioquia, Medellín.

RANGEL, Alfredo, Ramirez, William, BETANCUR, Paola Andrea. (2009). La


palma Africana: Mitos y realidades del conflicto. Fundación Seguridad y
Democracia. Bogotá.

Revista Semana (2008, enero 12). Alerta alimentaria. Semana. Recuperado de


http://www.semana.com/economia/articulo/alerta-alimentaria/90378-3.

Revista Semana (2011, septiembre 25). Tierra concentrada, modelo fracasado.


Semana. Recuperado de http://www.semana.com/nacion/articulo/tierra-
concentrada-modelo-fracasado/247010-3.

Revista Semana (2008). “Alerta alimentaria”. Sábado 12 de enero. Disponible


en: http://www.semana.com/wf_infoArticulo.aspx?IdArt=108702 [Con-
sultado agosto de 2009].

____________________ (2012). “La compleja película de la coca en Colombia”


por Álvaro Sierra, editor jefe. Nación. Lunes 6 de agosto.

_____________________ (2011). “Tierra concentrada, modelo fracasado” por


EFE. Nación. Domingo 25 de septiembre de 2011. Disponible en: Robledo,
Jorge Enrique (2001, noviembre 6-7). Globalización y seguridad alimenta-
ria. En Seminario desarrollo rural y seguridad alimentaria, Bogotá, Univer-
sidad Nacional de Colombia. Recuperado de http://www.salvacionagrope-
cuaria.net/globalizacion%20y%20seguridad%20alimentaria.htm.

RESTREPO, Eduardo (2004). “Hacia una etnografía del cultivo de la palma afri-
cana en Tumaco” en Universitas Humanística. Vol. XXXI, No. 58. Pontificia
Universidad Javeriana. Redalyc. Pp. 72-87.

Roa Avendaño, Tatiana (2006). “Colombia: biodiesel de la palma aceitera”. Cen-


sat Agua Viva. Boletín 112 del WRM (Movimiento Mundial para los Bosques
Tropicales). Archivo digital consultado en noviembre de 2009, disponible
en: HYPERLINK “http://www.wrm.org.uy/boletin/112/Colombia.html”
www.wrm.org.uy/boletin/112/Colombia.html [Consultado diciembre de
2009].

Robledo, Jorge Enrique (2009, diciembre 26). Debate de Agro Ingreso Segu-
ro. El Espectador. Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/
actualidad/articulo179171-el-debate-de-agro-ingreso-seguro.
324 Controversia 206

Robledo, Jorge Enrique (2011, septiembre 27). Huelga en la palma africana para
exigir que sea eliminada la intermediación. Oficina de prensa Moir. Recu-
perado de http://www.moir.org.co/huelga-en-la-palma-africana-para.html.

Rosset, Peter (2004). Soberanía alimentaria: reclamo mundial del movimiento


campesino (trad. Adriana Latrónico y María Elena Martínez). Institute for
Food and Development Policy Backgrounder, 9(4).

Salinas, Yamile (2010). Expansión de la palma de aceite en Colombia. En Grupo


Semillas (ed.), La Colombia de los agrocombustibles. Bogotá: Arfo Impreso-
res.

SEEBOLDT, Sandra y SALINAS, Yamile (2010). Responsabilidad y sostenibilidad


de la industria de la palma. ¿Son factibles los principios y criterios de la
RPSO en Colombia? Oxfam Novib e Indepaz. Bogotá.

Sierra, Álvaro (2012, agosto 6). La compleja película de la coca en Colombia.


Semana. Recuperado de http://www.semana.com/nacion/articulo/la-com-
pleja-pelicula-coca-colombia/262536-3

Shiva, Vandana (2003). Cosecha robada. El secuestro del suministro mundial de


alimentos. Barcelona: Paidós.

Suárez Montoya, Aurelio (2012, febrero 21). Caña y palma: ¡ahí vienen los grin-
gos! Recuperado de www.moir.org.co.

VerdadAbierta.com: “El secreto de Mapiripán”, 27 de julio de 2012. [Consultado


en agosto de 2012].

VerdadAbierta.com: “Yolanda Cerón, religiosa de Nariño”. Sábado, 17 de octu-


bre de 2009. En: http://www.verdadabierta.com/nunca-mas/1769-yolanda-
ceron-religiosa-de-narino [Consultado mayo 2012].

WRM (Movimiento Mundial para los Bosques Tropicales) (s. f.). Colombia: in-
centivo económico perverso para la plantación de palma aceitera. Boletín 47.
Recuperado de http://www.wrm.org.uy/boletin/47.html#colombia.

________ (s.f.). “Colombia: incentivo económico perverso para la plantación de


palma aceitera”. Boletín No.47, Archivo digital disponible en: http://www.
wrm.org.uy/boletin/47.html#Colombia.

WRM (2008ª, abril). Colombia: huelga de trabajadores de plantaciones de pal-


ma en Wilches. Boletín 129. Recuperado de http://www.wrm.org.uy/bole-
tin/129/colombia.html.
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 325

WRM (2012, febrero). Plantaciones de monocultivos y el comercio por servicios


ambientales. El debate de los servicios ambientales y Río+20. Por qué decir
no al comercio de servicios ambientales. Boletín 175. Recuperado de: http://
www.wrm.org.uy/boletín/175.
R
Reseñas
Archila, M. (coord.); Arboleda, Z.; Coronado, S. et al. (2015). “Hasta cuando
soñemos”, Extractivismo e interculturalidad en el sur de La Guajira. Bogotá: Cinep. 329

Archila, M. (coord.); Arboleda, Z.;


Coronado, S. et al. (2015). “Hasta
cuando soñemos”, Extractivismo e
interculturalidad en el sur de La Guajira.
Bogotá: Cinep.

Por Alejandro Angulo S.J.1

E
ste libro tiene un título de largo alcance del que no sé si los auto-
res fueron conscientes. ”Hasta cuando soñemos” no es solamente
el plazo que los wayúu le dan al Cerrejón para hacer la consulta
previa, sino que también es el que nosotros le podemos dar a la dura-
ción de la especie de los mamíferos racionales: seremos humanos hasta
cuando soñemos. Cuando esto finalice, nos convertiremos en robots de
carne y hueso, y el tremendo vaticinio de Aldous Huxley en su Mundo
Mejor se habrá cumplido: habremos escogido la locura de vivir en uto-
pía sobre la insania de vivir en un poblado indio. El libro que tenemos
entre manos nos deja ver que el dilema de Huxley no es mera ciencia
ficción.

¿Por qué? Por dos razones que configuran el argumento vertebral de la


publicación: el del conocimiento científico y el de las relaciones huma-
nas.

Archila et al. insisten, con sobrada razón, en que para conocer algo hay
que haber tenido un contacto inmediato y activo con ese objeto. El que

1
Investigador del CINEP
330 Controversia 205

no hace nada no conoce nada. Ellos concretan esta conclusión mostrando


cómo el investigador que no se compromete con la solución del problema
ajeno y no trabaja codo a codo con quienes padecen ese problema no
encontrará ninguna solución que valga la pena. Pero comprometerse con
el problema ajeno añade, desde luego, el inconveniente de las relaciones
humanas. De suerte que para resolver cualquier cuestión social se supone
que tenemos resuelto el problema del conocimiento humano y que, ade-
más, conocemos alguna forma de resolver las dificultades que surjan de
las relaciones humanas. Ninguna de esas dos condiciones crece salvaje.
Ambas requieren trabajo cuidadoso y un cultivo continuo. Y como ambas
son un problema de lenguaje, nuestros autores llegan, sin poderlo evitar, a
la interculturalidad. La manera en que el libro aborda todas estas cuestio-
nes es muy sugerente.

En la primera parte, que en la obra llaman “teoría”, se narra y se discute


la historia del diálogo de saberes, que es el mínimo que una persona edu-
cada puede practicar cuando encuentra a otra, pero que no siempre es el
caso, como el libro lo demuestra con amplitud y erudición. Numerosos
científicos sociales creyeron y siguen creyendo, como lo narran con lujo de
detalles los autores, que pueden entender y resolver los problemas usando
como única base sus propios prejuicios y desvirtuando los ajenos. Tales
personajes también suelen creer en la acción social a distancia. La Guajira
se puede arreglar desde Bogotá. Falso. Esta creencia errónea conlleva la
otra hipótesis igualmente falsa de que los estudios superiores preparan
para resolver algún problema de la vida real, afirmación que, con frecuen-
cia, lleva a menospreciar a los que sufren el problema y que son los únicos
que lo pueden resolver.

Esas dos falsedades suelen ir encadenadas y desvirtúan, si no todos, buena


parte de los planes de desarrollo del país. Los autores presentan y discuten
agudamente las vicisitudes de dichas hipótesis y señalan sus contradiccio-
nes palmarias que se explican, con facilidad, si uno tiene en cuenta, las
deficiencias de nuestro sistema escolar de una parte, y de otra, la forma
cómo las luchas de poder contaminan la academia y su ciencia.
Archila, M. (coord.); Arboleda, Z.; Coronado, S. et al. (2015). “Hasta cuando
soñemos”, Extractivismo e interculturalidad en el sur de La Guajira. Bogotá: Cinep. 331

En este sentido es interesante y divertido leer la forma como lo autores


describen las dificultades de muchos colegas y funcionarios para enten-
der el pensamiento indígena. Y resultan muy útiles sus insinuaciones
de que para la resolución de problemas sociales son más eficaces el
diálogo de saberes y el interculturalismo que la planificación central y
la presunción clasista. La razón obvia es el absurdo de pretender im-
poner una respuesta prefabricada en otro lugar a una cuestión que el
autoritario analista ni siquiera entiende, porque desconoce el lenguaje
requerido para trazar un diagnóstico medianamente aproximado de la
situación y formular unas recomendaciones que le sirvan a los ejecuto-
res del plan.

Una de las buenas contribuciones del libro es que trae ejemplos cla-
ros de los distintos lenguajes que las personas usan para expresar sus
ideas y ponderar sus dificultades. Cotejando las diversas narrativas, se
concluye cómo en asuntos de importancia trascendental para el país, y
también para la humanidad, se sustituye el diálogo de sordos al diálogo
de saberes, y se deja en evidencia que no hay peor sordo que el que
no quiere oír. Como es obvio, detrás esa sordera culposa se agazapa
una pugna de intereses y se manifiestan fallas éticas vergonzosas que
provienen en general de ignorancia supina o de mala fe. Ponerlas en
evidencia es un primer paso que dan los autores en su obra. Intercomu-
nicar esos lenguajes es harina de otro costal.

El libro sugiere la traducción de un lenguaje al otro, pero con toda


razón coloca la palabra traducción entre comillas, no sea que se malin-
terprete, dado que el problema de fondo de la traducción de una lengua
a otra sigue enfrentando el reto de no cometer traición; en cambio, al
enmarcar el tema de los lenguajes en el capítulo de la interculturalidad,
se ilustran las dificultades intrínsecas del traducir y se revela cómo la
incomprensión entre culturas es un asunto de lenguaje. Con gran acier-
to, la discusión hace justicia al pragmatismo wayúu de recurrir al mul-
ticulturalismo mientras claman por un diálogo intercultural, aparente
incoherencia que también practican los colegas académicos, como lo
332 Controversia 205

confiesan los autores. De esta forma, dejan en claro que la distinción


entre multiculturalismo e interculturalismo tiene algo de juego de aba-
lorios y que la solución viene por el lado del pragmatismo.

Con todo, en el libro sí se insinúan los prejuicios a los que cada grupo
se aferra para defender su opinión. Esta me parece la contribución más
interesante, porque se clasifica a los multiculturales como liberales y a
los interculturales como equitativos, subrayando así la raíz ideológica
de la discusión. En la misma línea de develar ideologías se afirma que
los multiculturales son los del norte, los hegemónicos son del occi-
dente, y los interculturales son los contrahegemónicos o los del sur.
Esto creo que habría que precisarlo. Queda, pues, bien patente que las
traducciones son imposibles cuando todas las palabras van siempre car-
gadas y que lo que habría que buscar es crear las condiciones para una
negociación cultural que comience por colocar los propios prejuicios
sobre la mesa y ponerles un rótulo con su precio verdadero. Los autores
dan el ejemplo en esta primera parte.

Pero es en la segunda parte donde muestran el candor necesario para


contar con toda lealtad los resultados de las propias experiencias, fran-
queza que, a mi juicio, es la cualidad más valiosa de un investigador
serio. En esta parte aparece con claridad lo que conlleva un encuentro
de culturas y se palpa la nítida prioridad de los sentimientos sobre los
pensamientos. Este orden de los procesos de la mente es difícil de ma-
nejar porque, en primer lugar, de eso no se habla, y, en segundo lugar,
para esquivar los desencuentros se requiere, como diría el Machiavelli,
fortuna y virtud, lo cual también se puede expresar de la siguiente for-
ma: para el encuentro de culturas, la paciencia es más importante que
la ciencia. Por desgracia, esto tampoco se enseña en la academia.

Pero en el libro sí se consigna que todo resultó “bien por lo conformes”.


O en otras palabras, que ambas partes manifiestan las unas a las otras
que aprendieron muchísimo, a pesar de que entendieron que hay difi-
cultades, la menor de las cuales es que cada lado podía refugiarse en su
Archila, M. (coord.); Arboleda, Z.; Coronado, S. et al. (2015). “Hasta cuando
soñemos”, Extractivismo e interculturalidad en el sur de La Guajira. Bogotá: Cinep. 333

lenguaje cuando lo juzgaba necesario. Las verdaderas dificultades, sin


duda, son el cambio de cosmogonías cuando se refieren al territorio, la
transformación de las cosmologías cuando estudian la organización y
el choque de cosmovisiones cuando discuten acerca del desarrollo. Nin-
guna de las tres parecería ser negociable y, por consiguiente, el resulta-
do de las conversaciones sobre ordenamiento territorial, sobre igualdad
democrática y sobre economía política no aspira a ir más allá de lo
posible, es decir, la recíproca convicción de que se hizo lo que se pudo.
Porque como aparece con claridad en la parte práctica del libro, que
es la tercera, las circunstancias del país, con sus inequitativos modelos
económico, político y social, vuelven muy complicada la solución de
los problemas por la vía racional. Esto se manifiesta sin ambages en
la discusión sobre la consulta previa, sobre la inversión multinacional,
sobre los planes nacionales de desarrollo, en los cuales aparece una
vez más que los asuntos de lenguaje son fundamentales, porque en las
palabras viaja la trampa; y que una cultura de máxima racionalidad
individual y mínima o ninguna racionalidad colectiva está sobredeter-
minada a verificar la ley natural de que los peces chicos tienen que
contentarse con dejarse devorar por las ballenas y los tiburones.
Gloria Isabel Ocampo, Poderes regionales, clientelismo y Estado: etnografías del
poder y la política en Córdoba, Colombia, Bogotá, Colección Territorio, 335
Poder y Conflicto, CINEP-PROGRAMA POR LA PAZ – ODECOFI – COLCIENCIAS,
primera reimpresión 2015

Gloria Isabel Ocampo, (2015) Poderes


regionales, clientelismo y Estado:
etnografías del poder y la política en
Córdoba, Colombia, Bogotá, Colección
Territorio, Poder y Conflicto,
CINEP-PROGRAMA POR LA PAZ – ODECOFI –
COLCIENCIAS, primera reimpresión.

Por Andrés Dávila1

E
n este libro de más de trescientas páginas, que consta de una In-
troducción, Seis capítulos organizados en dos partes, un Epílogo
y Conclusiones, la autora hace una disección cuidadosa, minucio-
sa, del poder político regional en Córdoba. Esto que acabo de afirmar
tiene varios significados que me permito desarrollar a continuación.
Inicialmente, reconstruyendo con rigor la ruta explicativa seguida por
la autora. Posteriormente, resaltando los hitos que, a mi manera de ver,
constituyen aportes centrales del trabajo para una mejor comprensión y
discusión de la política colombiana hoy y hacia el futuro.

En relación con el texto, es importante señalar que comienza con el


prólogo escrito por Fernán González quien de manera clara y suscinta
establece con precisión el lugar del trabajo dentro de la colección y, me
atrevo a decir, dentro de su propuesta más abarcante de interpretación

1
Politólogo, doctor en Investigación con énfasis en Ciencia Política de FLACSO,
México.
336 Controversia 206

del Poder y la Violencia en Colombia. Las particularidades del caso del


Departamento de Córdoba son allí claramente expuestas para efectos de
considerar adecuadamente los alcances y límites del trabajo: se ilustra
la relación entre una región de mayor integración y articulación econó-
mica, social y política con el Estado y la nación colombiana, a partir
del desarrollo y configuración de las relaciones clientelistas. Y para ello,
señala el prologuista, la autora parte de los poderes regionales, sus
negociaciones, sus alianzas, sus cambios, sus diferencias y rupturas,
para establecer una particular interacción con el Estado y el régimen
político. Si se quiere, se desentraña la configuración y funcionamiento
del sistema político regional para dar cuenta del complejo entramado de
relaciones que establece con el centro y sus oleadas de modernización,
burocratización, tecnocratización. Y ello lo hace acudiendo a las herra-
mientas de la antropología, especialmente la etnografía, la sociología,
la ciencia política, la historia, en una amalgama fluida que conduce a
explicar cómo se transforma y se conserva el poder político regional. El
prologuista llama la atención sobre el aporte significativo, importante,
ilustrativo en la relectura pausada, no escandalosa, tampoco ingenua,
del clientelismo y su capacidad para reinventarse como relación de in-
termediación clave en todo lo sucedido.

En la introducción, la autora cumple con indicarnos su punto de parti-


da, sus referentes conceptuales, teóricos y metodológicos, anclados en
un juego de espejos magníficamente logrados: la configuración del po-
der político regional en permanente referencia con la construcción para-
dójica, contradictoria, del Estado. Y allí, en el centro de todo, primero el
patronazgo y, después, el clientelismo. Como toda buena introducción,
queda clara cuál es la ruta a seguir y cuál el nexo sólido que articula
este trabajo con la colección y con el aporte fundamental de Fernán
González en Poder y Violencia en Colombia, especialmente en las refe-
rencias a una adecuada comprensión de cómo se construye el Estado.
Y allí, una idea fuerza muy relevante: siguiendo a Michael Mann, la
consideración de cómo la configuración del Estado “no destruye sino
que articula y reutiliza los mecanismos previos de poder” (pág. 16).
Gloria Isabel Ocampo, Poderes regionales, clientelismo y Estado: etnografías del
poder y la política en Córdoba, Colombia, Bogotá, Colección Territorio, 337
Poder y Conflicto, CINEP-PROGRAMA POR LA PAZ – ODECOFI – COLCIENCIAS,
primera reimpresión 2015

En la primera parte, que consta de tres capítulos, esa ruta va de una


mirada primigenia a las características de integración económica y po-
lítica de la región, con una mirada detallada, casi de revista del espec-
táculo, sobre la conformación de las elites regionales a partir de los
lazos familiares y de consanguinidad, que van dando lugar a la creación
del Departamento de Córdoba. La cuestión de la hacienda y del patro-
nazgo abre un lugar a la primera consideración en torno a liderazgos,
facciones y partidos. Luego, en el segundo capítulo, se concentra en
establecer los fundamentos y los principios que dan orden al poder po-
lítico regional: allí la disección es profunda y fría, adhesiones, lealtades,
compromisos, deudas de afecto y económicas que van tejiendo las re-
des reales e imaginarias del poder político. Aparecen con mayor detalle
las gráficas que desentrañan las redes familiares y del poder político
que desde mediados del siglo XX se configuraron y se fueron transfor-
mando, bajo un modelo que inevitablemente conduce a lo que la autora
denomina “el carácter segmentario del sistema político” (pág. 115.). La
primera parte se cierra, en el tercer capítulo, con la aparición, para que-
darse transformándose, del clientelismo electoral, en la medida en que
la labor política se “profesionaliza”, pero a su vez los lazos familiares y
sociales continúan como un transfondo necesario en la conformación y
permanencia del poder (o más bien habría que decir “de los poderes”)
político regional.

En la segunda parte, la cuestión se centra en la relación entre poderes


regionales, partidos políticos y Estado. En realidad, se trata de com-
plementar lo planteado en la primera con la evolución o involución de
esta compleja relación hasta llegar a las coyunturas más recientes. El
capítulo 4 se detiene a establecer cómo se ordenan los poderes políticos
regionales en la interacción entre el Estado central y la región. Un Es-
tado central que cambia de modelo, que aparentemente se moderniza
y que irradia políticas, reglas y modos de intervenir del centro hacia
las regiones. Un examen muy importante de este capítulo se refiere a
las continuidades y rupturas que van de los auxilios parlamentarios a
la mermelada santista. Otro, a la distribución de la institucionalidad
338 Controversia 206

estatal entre los poderes regionales y las dinámicas positivas, propo-


sitivas y perversas de tales interacciones y distribuciones. El capítulo
5 se concentra en las reformas políticas, los poderes regionales y los
partidos políticos. Aquí la autora hace su tránsito de la antropología
a la ciencia política, con muchos devaneos en la sociología política.
Partidos, sistema electoral, elección popular de autoridades locales son,
nuevamente, diseccionadas con frialdad y finura para permitirnos en-
tender como esas transformaciones inducidas desde lo nacional son
finalmente apropiadas, tergiversadas, redefinidas bajo las lógicas po-
tentes de configuración de los poderes regionales. Y no es que estos
no cambien y se adapten y adecúen a cambios en las reglas y en las
relaciones, pero conservan una capacidad enorme para traducirlo bajo
lógicas que finalmente nos regresan a los primeros capítulos. Y claro,
hay reacomodos y relevos: de partidos, de familias, de generaciones, de
elites, de liderazgos. Pero a todos ellos subyacen dinámicas que tienen
demasiado que ver con las lógicas de la política regional desde hace
mucho. Finalmente, en el capítulo 6 se aborda la cuestión paramilitar.
Hace poco leí el texto de María Teresa Ronderos que nos cuenta la his-
toria desde allí, desde lo paramilitar. Gloria Isabel la cuenta desde acá.
Y hay coincidencias y los hechos, al final, conforman una sola historia.
Sin embargo y aunque la autora es muy cuidadosa en sus interpretacio-
nes y conclusiones, queda explícitamente planteada una muy necesaria
relectura de lo que hemos denominado la parapolítica. Claro, si el afán
principal es entender y explicar.

El epílogo y la conclusión hay que leerlos en clave de una necesaria


relectura del clientelismo.

Hasta aquí, una somera referencia a un texto que requiere ser leído para
entender cómo se desenvuelve la política en las regiones y cómo se
explica lo que a hoy son escandolas cotidianas de periodistas, medios y
analistas. Quiero ahora señalar, puntualizando, algunos grandes asun-
tos que el texto pone en remojo.
Gloria Isabel Ocampo, Poderes regionales, clientelismo y Estado: etnografías del
poder y la política en Córdoba, Colombia, Bogotá, Colección Territorio, 339
Poder y Conflicto, CINEP-PROGRAMA POR LA PAZ – ODECOFI – COLCIENCIAS,
primera reimpresión 2015

En lo conceptual y metodológico, es un texto para enseñar a leer la política


en lo regional. Pero quiero resaltar las gráficas que resumen y potencian
los lazos familiares, sociales, partidistas y políticos de Córdoba. Casi que
son un ejemplo de lo que se requiere para todas las demás regiones, de-
partamentos.

En el análisis de la relación Estado central-poderes regionales, Estados mo-


derno-poderes tradicionales en cambio, es un ejemplo de cómo aproximar-
se a esta compleja cuestión. Debería incluirse como texto obligatorio para
todo funcionario del DNP y de los asesores y directores de los ministerios.

En el análisis de cómo lo familiar-social, las sociabilidades, se reinventan,


perduran, se apropian de, el texto es un rico repertorio de ejemplos para
entender por qué y cómo resulta tan difícil construir ciudadanías y moder-
nidad. Pero a la vez, por qué es tan inoficiosamente peligroso seguir desde
el centro y desde una mirada ignorante, ingenua, moralista, desconociendo
que así son las cosas e insistiendo en miradas clínicas que solo ven co-
rrupción, parapolítica, y que confunden y no diferencian los alcances del
clientelismo.

En el análisis del clientelismo, comprueba algo que debería ser claro: no


se acababa con el paso a una sociedad predominantemente urbana y mo-
derna. Por el contrario, allí está y allí se ha quedado: transformándose,
adaptándose, eventualmente monetizándose, eventualmente también in-
miscuyéndose en los programas sociales, en la contratación pública, en
la venta del voto, incluso acompañando los embates paramilitares o de
cierto populismo caudillista que se intentó para reemplazarlo. Pero no solo
eso. Si bien es claro que el clientelismo es asimétrico y cierra canales de
movilidad, también es cierto que ha sido en la realidad real un enorme
mecanismo de inclusión. Una relación de intermediación que, como los
partidos, se niega a desaparecer.

Y en cuanto a los partidos, valga decir que el caso de Córdoba resulta


muy interesante para repensar la supuesta crisis y desaparición del
bipartidismo en Colombia.
340 Controversia 206

Bueno, espero con esto dar elementos para invitar a su lectura, a su


apropiación, a su discusión. Y finalmente, quiero felicitar a la autora y
obviamente a los gestores de toda la colección por darnos posibilidades
de conocer mejor el país.
Vásquez Delgado, T. (2015). Territorios, Conflicto Armado
y Política en el Caquetá: 1900-2010. Bogotá: Uniandes. 343

Vásquez Delgado, T. (2015). Territorios,


Conflicto Armado y Política en el
Caquetá: 1900-2010. Bogotá: Uniandes.

Por Estefanía Ciro1

E
l Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep/PPP, y el
Observatorio Colombiano para el Desarrollo Integral, la Convi-
vencia Ciudadana y el Fortalecimiento Institucional, Odecofi, han
liderado una agenda de investigación prolífica en el estudio de la vio-
lencia política, la formación del Estado y el conflicto. Dicha agenda
plantea que el conflicto armado en Colombia no ha sido homogéneo ni
en el tiempo ni en el espacio, y en la misma medida propone que los
actores armados no se desenvuelven en territorios vacíos. Con sus tra-
bajos, tanto el Cinep/PPP como Odecofi, han contribuido a una profun-
da reflexión sobre el Estado y su proceso de construcción al confrontar
las formas tradicionales de estudiarlo como un fin teleológico, un ente
homogéneo, monolítico y universal2.

Bajo esta agenda de investigación, la configuración regional y su arti-


culación con los procesos nacionales y la construcción del Estado tie-
nen una atención particular. Son elementos fundamentales a la hora
de comprender cómo se constituye el accionar de los grupos armados

1
Doctora del Programa de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional
Autónoma de México.
2
Un libro que recoge el trabajo individual y las reflexiones nutridas a partir de este
equipo de trabajo es Poder y violencia en Colombia (2014), de Fernán González.
344 Controversia 206

y del Estado mismo, pues esto determina el desarrollo del conflicto en


el país. Uno de los ejemplos interesantes de este abordaje es la más
reciente publicación de Teófilo Vásquez, Territorios, Conflicto Armado y
Política en el Caquetá: 1900-2010.

Este libro estudia la construcción territorial del piedemonte caqueteño


en la Amazonía colombiana y su relación con el conflicto armado. Para
esto propone una aproximación teórica al problema basada en tres tipos
de trayectorias. En primer lugar, están los territorios estructurados por la
guerra, los cuales hacen referencia a aquellos donde el conflicto ha sido
central en la configuración identitaria y social de la región, y donde el
actor armado ha sido fundamental en la regulación de estos territorios.
En segundo lugar se encuentran los territorios en disputa, donde el pro-
ceso de construcción territorial y configuración social fue anterior a la
inserción del conflicto armado; razón por la cual los actores armados
no lograron tener un papel preponderante en el control de la población
de estos territorios. Y por último están los territorios integrados, que son
los centros de la actividad económica y política del país, es decir, del
Estado colombiano; razón por la cual la presencia de los actores arma-
dos en estos es esporádica.

A lo largo de cuatro capítulos este texto de Vásquez expone cómo se


configura el piedemonte caqueteño, y cómo, durante el siglo XX, apare-
cen diversas subregiones en el Caquetá entre las cuales está El Caguán.
El análisis de estas dos territorialidades, la que se estructura en torno a
San Vicente del Caguán y la que lo hace sobre Cartagena del Chairá, se
hace a partir de sus diversos procesos de poblamiento, sus estructuras
agrarias, las identidades políticas y las dinámicas del conflicto armado.

El libro señala que una subregión que se constituye en torno San Vicen-
te es un territorio en disputa, pues allí se ha consolidado una economía
ganadera basada en la producción tanto de la leche como de la carne.
Esto redundó en la formación de una élite regional que sirvió como me-
diadora ante el Huila y el resto del país. Más que un espacio de control
Vásquez Delgado, T. (2015). Territorios, Conflicto Armado
y Política en el Caquetá: 1900-2010. Bogotá: Uniandes. 345

de las Farc-Ep, lo que sucede en esta zona es una disputa constante por
territorio entre este grupo armado y el Estado.

El medio y bajo Caguán es un territorio estructurado por la guerra donde


el proceso colonizador permanece activo; proceso que, además, está
fuertemente influido por la economía de la coca. Su adscripción política
es principalmente de izquierda y es donde las Farc-Ep han asumido el
papel de mediador político y regulador social y económico. Esta región
ha sido disputada esporádicamente por el Estado quien ha ido en contra
del orden insurgente.

Territorios, Conflicto Armado y Política en el Caquetá es un libro que


contribuye notablemente tanto a la investigación regional como al con-
junto de análisis que buscan comprender el conflicto en el país. En
relación con la historiografía regional, detrás de esta investigación hay
un meritorio y detallado esfuerzo por teorizar el asunto del conflicto
en el país, lo cual hace parte del creciente interés de la academia por
estudiar al Caquetá3.

Como parte de este proceso, Vásquez construye un puente entre los


estudios regionales y la literatura nacional e internacional sobre Estado
y los territorios en guerra. Su propuesta se basa en las investigaciones
de María Teresa Uribe acerca de las territorialidades belicosas, así como

3
Un conjunto de trabajos son un ejemplo de este interés como los de Nicolás
Espinosa, Alejandra Ciro y Diana Guerra. Sobre la relación de los campesinos con
la guerrilla en la vida cotidiana de la guerra Nicolás Espinosa (2006). “Violencia y
vida campesina”. Revista Colombiana de Sociología. 27, 151-168 (2006). Alejandra
Ciro. Unos grises muy verracos. Poder político local y configuración del Estado en
el Caquetá 1980-2006. Tesis de Maestría. (Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, 2009). Diana
Moreno, “El Estado somos nosotros”: Prácticas organizativas comunitarias de
la zona rural de San Vicente del Caguán- Caquetá, como materialización de la
construcción del Estado local en Colombia. Tesis Maestría. (Bogotá: Departamento
de Antropología. Universidad de los Andes, 2015).
346 Controversia 206

también tiene en cuenta estudios de Clara Inés García en relación con


las identidades territoriales y el conflicto. El autor profundiza su agudo
análisis retomando postulados de Stathis Kalyvas sobre los análisis sub-
nacionales de la guerra y el examen de las lógicas de la violencia a nivel
local; y en ese mismo sentido retoma a Charles Tilly acerca del estudio de
los regímenes, la violencia y la intermediación política a nivel local4. Este
libro es una reflexión de mayor aliento basada en anteriores trabajos del
autor, como Violencia política en Colombia: De la nación fragmentada a
la construcción del Estado (2003) y Una vieja guerra en un nuevo contex-
to: conflicto y territorio en el sur de Colombia (2011)5.

Entre las fuentes que apoyan este libro de Teófilo Vásquez se encuentran,
por un lado, estadísticas demográficas, electorales y del conflicto en la
región; y, por otro, un valioso trabajo cualitativo que consistió en entre-
vistas y talleres en el Caquetá que iniciaron durante la negociaciones de
El Caguán hasta este reciente periodo pos Plan Colombia. Leer el libro
es efectivamente constatar que esta zona no es un territorio vacío pues
las voces de sus pobladores, basadas en memorias de los colonos o en
entrevistas a líderes sociales y políticos, están presentes a lo largo de los
capítulos.

De otro lado, este libro estableció una dialéctica entre la teoría y las
apuestas académicas, lo cual le otorga un valor particular; en ese sentido
es muy valiosa la apuesta interdisciplinar que pone en dialogo estudios
de la Geografía, la Ciencia Política y la Historia. Esto le permite al autor
resaltar la complejidad de los procesos de construcción territorial dentro

4
Sobre territorialidades belicosas: María Teresa Uribe (2001). Sobre identidades
territoriales y conflicto: Clara Inés García (2009). Sobre los análisis subnacionales
de la guerra y el examen de las lógicas de la violencia a nivel local: Stathis Kalyvas
(2010). Sobre estudios de los regímenes, la violencia y la intermediación política:
Charles Tilly (1992).
5
González, F., Bolívar, I. y Vásquez, T. (2003). Violencia política en Colombia: de
la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep. / Vásquez, T.,
Vargas, A. y Restrepo, J. (2011). Una vieja guerra en un nuevo contexto: Conflicto y
territorio en el sur de Colombia. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Vásquez Delgado, T. (2015). Territorios, Conflicto Armado
y Política en el Caquetá: 1900-2010. Bogotá: Uniandes. 347

del departamento del Caquetá, y a la vez articularlo con un análisis


de la cuestión agraria y la mediación política local, lo que involucra la
formación de élites regionales y al Estado.

En particular, el análisis geográfico del problema discute la idea de un


territorio caqueteño (homogéneo, ahistórico, inmutable), y lo expone
como un espacio de tensiones, apropiado, cambiante y diverso. Por
ejemplo, el río Caguán, que nace en el piedemonte, no es un elemento
estático en un mapa sino que la relación de la población con el río los
ubica espacialmente (ir “río arriba” o “río abajo”) y compone diferen-
tes subregiones: el alto Caguán en contraposición con el medio y bajo
Caguán, dos de las territorialidades contrastadas.

Un reto para la academia ha sido comprender el papel de la economía


de la coca en el conflicto, y este es un tema ineludible en el estudio del
conflicto en el Caquetá. En el libro de Vásquez este es un debate tras-
versal mencionado en torno a las nuevas y las viejas guerras. Autores
como Paul Collier han explicado las nuevas guerras y los mercados de
la violencia como una lucha por los recursos por parte de los diferen-
tes actores armados . Por su parte, Vásquez, en Territorios, Conflicto
Armado y Política en el Caquetá: 1900-2010, plantea que el conflicto
colombiano no se puede considerar bajo esta dicotomía —ideología y
recursos—, pues sus raíces parten de una división ideológica que en
las últimas décadas se han imbricado en una competencia por recur-
sos por parte de los actores involucrados. También, reflexionar sobre
la naturaleza de esta guerra permite en el caso del Caquetá ver a los
campesinos más allá de simples “títeres o auxiliadores de la guerri-
lla”, y al conflicto como exclusivamente económico. Así, se ponen
sobre la mesa temas como el de las obediencias, la legitimidad de los
actores (guerrilla y Estado) y las maneras en que se experimentan la
múltiples “legalidades” de estos órdenes en dicho territorio. Como
afirma el autor, “no es una tierra sin ley sino, por el contrario, el cam-
pesino caqueteño vive en medio de multiplicidad de regulaciones en
disputa” (p.).
348 Controversia 206

Hace treinta años aproximadamente se publicó Colonización, Coca y


Guerrilla (1986), texto que reseñó los conflictos que se cernían sobre el
territorio en torno a la aparición de los cultivos de coca en el contexto
de los diálogos del gobierno de Betancur con esta guerrilla en la déca-
da de los ochenta. Coincidencialmente, el libro de Vásquez también se
publica en un escenario de negociación de paz (2015). Su epílogo en
particular se convierte en un documento central en el análisis de los
retos del pos-acuerdo. En esa dirección debe decirse, entonces, que es
un libro que no solo da luces sobre un camino a partir de un estudio
experto y serio, sino también trasgrede el papel tradicional del investi-
gador social y de su obra en relación con su objeto de estudio y con su
tiempo. Este libro proponer, arriesgadamente, conceptos como los de la
dimensión territorial de la paz, a la vez que plantea hacer un balance
de lo que se juega en La Habana y los retos del pos-acuerdo en regiones
afectadas y directamente involucradas en la guerra, como es la zona del
Caquetá.

Fue por mucho tiempo un hábito de pensamiento asumir al Caquetá


como un territorio vacío. Algo similar ocurre con la investigación social
sobre esta región: tanto quejarnos de su “abandono” da la impresión de
que no hay nada escrito, lo cual es una suposición equivocada. Poco a
poco se consolida una serie de rigurosos y novedosos trabajos, como
este de Teófilo Vásquez, que le han apostado con calidad a la exigencia
de comprender a esta región y los retos que enfrenta.

Publicaciones periódicas
Collier, P. (2001). “Causas Económicas de las guerras civiles y sus implicacio-
nes para el diseño de las políticas”. En El Malpensante, n°30.

Espinosa, N. (2006). “Violencia y vida campesina”. En Revista Colombiana de


Sociología, n°27. 151-168.

Díaz, A. M. y Sánchez, F. (2004). “Geografía de los cultivos ilícitos y conflicto


armado en Colombia”. En Documento Cede 18. Bogotá: Universidad de los
Andes.
Vásquez Delgado, T. (2015). Territorios, Conflicto Armado
y Política en el Caquetá: 1900-2010. Bogotá: Uniandes. 349

Libros y tesis
Ciro, A. (2009) Unos grises muy verracos. Poder político local y configuración
del Estado en el Caquetá 1980-2006. (Tesis de Maestría en Estudios Políticos
y Relaciones Internacionales). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

García, C. (2001) “Nuevo enfoque para el análisis regional: elementos para la


discusión”. En García, C.I., y Aramburo, C.I. (eds.) Universos socioespacia-
les: Procedencias y destinos. Bogotá: Universidad de Antioquia.

González, F. (2004) Poder y violencia en Colombia. Bogotá: Odecofi, Cinep-


PPP, Colciencias.

González, F., Bolívar, I. & Vásquez, T. (2003) Violencia política en Colombia:


de la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep-PPP.

Kalyvas, S. (2010). La lógica de la violencia en la guerra civil. Madrid: Akal.

Moreno, D. (2015). El Estado somos nosotros”: Prácticas organizativas comuni-


tarias de la zona rural de San Vicente del Caguán- Caquetá, como materia-
lización de la construcción del Estado local en Colombia. (Tesis de Maestría
en Antropología). Bogotá: Universidad de los Andes.

Tilly, C. (1992) Coerción, capital y los Estados europeos, 990-1990. Madrid:


Alianza.

Uribe, M. (2001). Nación, ciudadano y soberano. Medellín: Corporación Re-


gión.

Vásquez, T., Vargas, A., & Restrepo, J. (2011) Una vieja guerra en un nuevo
contexto: Conflicto y territorio en el sur de Colombia. Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana.
R
Resúmenes de artículos
Resumen de artículos 353

Resúmenes de artículos

¿Gobernabilidades híbridas o gobernanza institucionalizada en Colom-


bia?: Elementos para pensar la paz territorial en un escenario de transi-
ción

Por Fernán González

Resumen:

Con base en la necesidad de asumir un enfoque territorial para la cons-


trucción de la paz y de las diferentes maneras de concebir el mismo, el
presente artículo analiza los hallazgos del estudio realizado sobre las or-
ganizaciones sociales y comunitarias de los municipios de San Vicente del
Caguán, La Macarena y Tumaco para concretar ese concepto. Prestando
especial atención a las complejas relaciones que existen entre comunida-
des y grupos armados en los contextos estudiados, la mirada aquí provista
triangula losresultados de las investigaciones del CINEP-ODECOFI, con
el estudio de los procesos de configuración territorial de los municipios en
cuestión, explicando las diferencias en la inserción de los territorios en el
conflicto armado, y el papel de las organizaciones sociales y comunitarias
en la regulación de la vida en estos territorios. El presente trabajo eviden-
cia que tomando en cuenta las interpretaciones de las tensiones del orden
nacional con las dinámicas locales y regionales, la precariedad o ausencia
de las instituciones del Estado no implica la inexistencia de regulación
social en los territorios estudiados.

Se hace visible, entonces, la necesidad de diseñar e implementar políticas


diferenciadas según los contextos regionales y el estilo de presencia gue-
rrillera, reconociendo y abordando de manera diferenciada a los órdenes
sociales no estatales debido a que cuentan con distintos grados de auto-
nomía y dependencia de los actores armados. Considerar estos órdenes y
354 Controversia 206

sus diferencias invita a proponer un ajuste secuencial a la institucionalidad


estatal en la localidad, lo que implica emprender una transición gradual
de estas formas de regulación hacia el fortalecimiento de la administra-
ción de las instituciones del Estado en la localidad. El reconocimiento de
las gobernabilidades híbridas sería el primer paso a dar en una estrategia
de integración de los poderes existentes para el fortalecimiento del Estado
en el nivel local y sublocal.

Palabras clave: San Vicente del Caguán, La Macarena y Tumaco, paz terri-
torial, gobernabilidades híbridas, conflicto armado, organizaciones sociales.

Palabras clave: Farc-EP, acuerdos de paz, comunidades campesinas, vida co-


tidiana, territorio, región de El Pato.

Hybrid Governability or Institutionalized Governance in Colombia? Elements


to Contemplate Territorial Peace in a Transition Scenario

Abstract:

Based on the need of adapting a territorial approach to achieving peace


and the various ways of conceiving it, this article analyzes the findings of
the study on social and communal organizations of the municipalities of
El Caguán, La Macarena and Tumaco in order to define the aforementio-
ned approach to peace. Keeping in mind the existing complex relations-
hips between the communities and the armed groups in the contexts that
have been studied, the approach taken here cross-validates the findings of
CINEP-ODECOFI research, the studies on the territorial conformation of
municipalities at hand, and the role of the social and communal organiza-
tions as to the regulation of their daily life in these territories. The current
paper shows that, when taking into account the interpretations of national
tensions and the regional and the local dynamics, the precariousness or
absence of the State does not imply lack of social regulation in the afore-
mentioned territories.
Resumen de artículos 355

Therefore, it is vital to see the need of designing and implementing di-


fferentiated policies to serve regional contexts and modes of guerrilla
presence, acknowledging and approaching non-state social structures in a
differentiated way since they possess disparate degrees of autonomy and
dependence on armed actors. Considering these structures and differences
impels us to propose a sequential adjustment to the state’s institutional
structure in these towns, something which entails a gradual transition from
these forms of social regulation toward the strengthening of State institu-
tions administration there. Acknowledging hybrid governability would be
the first step toward an integration strategy of the existing authorities to
empower the local and sublocal State.

Key Words: San Vicente del Caguán, La Macarena y Tumaco, territorial peace,
hybrid governabilities, armed conflict, social organizations.

“Ya no vamos a poder dejar las puertas abiertas”: experiencias territoriales de


cara al actual proceso de paz en Colombia. Una mirada a la región de El Pato

Por Lorena Carrillo González

Resumen:

Durante más de cinco décadas, generaciones enteras de habitantes del


Pato, una de las regiones más emblemáticas para (¿de?) la guerra en Co-
lombia, aprendieron a vivir en medio de la confrontación armada, compar-
tiendo cotidianidades con diversos actores ar mados y regulando su diario
vivir conforme a la toma de algunas decisiones estratégicas en condiciones
de guerra. La siguiente es una etnografía sobre la forma en la que los cam-
pesinos y las campesinas, y miembros de la insurgencia de las Fuerzas Ar-
madas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, Farc-EP, planea-
ron, diseñaron y construyeron normas de convivencia comunitarias, con el
fin de concertar la regulación del orden social en esa localidad campesina.
356 Controversia 205

Tomo esta construcción conjunta para mostrar que en los territorios co-
lombianos, la guerra ha significado más que violencia.

Palabras clave: Farc-EP, acuerdos de paz, comunidades campesinas, vida


cotidiana, territorio, región de El Pato.

“We will no longer be able to leave the doors open”: Territorial Experiences in
the Face of the Current Peace Process in Colombia A look at the El Pato Region

Abstract:

During more than five decades, entire generations of inhabitants of el


Pato, one of the most emblematic regions of Colombian war, learned to
live amid armed confrontation, sharing their everyday life with various
armed groups, and regulating their daily lives according to some strategic
decision making under conditions of war. What follows is an ethnogra-
phy of the way in which both peasants and members of the insurgency of
the Revolutionary Armed Forces of Colombia-People’s Army, FARC-EP,
planned, designed and constructed rules of community living to define re-
gulation of the social order in this rural town. I take this joint construction
to show that in Colombian´s territory war has meant more than violence.

Key Words: Farc-EP, peace accords, peasant communities, everyday life, te-
rritory, El Pato region.

Las Farc y las organizaciones comunitarias en San Andrés de Tumaco: desafíos


territoriales ante una eventual implementación de los Acuerdos de La Habana

Por Andrés Aponte y Javier Benavides

Resumen

El presente artículo tiene como objeto evidenciar que las comunidades


y organizaciones sociales afectadas fuertemente por el conflicto armado
Resumen de artículos 357

adoptan posiciones para enfrentar esta situación que van más allá de la re-
sistencia y la pasividad . Con este fin se describe el caso de las comunidades
rurales de Tumaco, las cuales ilustran que la guerra también tiene legados
“positivos” sobre las organizaciones sociales tales como una gran capacidad
de negociación y adaptación a las normas que ejercen los grupos armados.
Esta experiencia deja en evidencia dos cuestiones de suma importancia
para la actual coyuntura nacional: por una parte, que la guerra, fuera de
todos los llamados legados negativos remarcados por los estudios espe-
cializados (tales como la anomia, desarticulación, desconfianza, etc.),
contribuye en la construcción de una mayor capacidad de negociación e
independencia de los pobladores y sus organizaciones frente a los actores
armados luego de ciclos violentos; y, por otra, que las relaciones entre los
actores armados y los pobladores locales dependen no solo de sus políti-
cas internas, sino también de la población presente y sus formas de apro-
piación territorial. En este sentido, este artículo es una hoja de ruta para
remarcar la necesidad de que la llamada paz territorial debe incluir en ella
la idea de transiciones diferenciadas de acuerdo con el carácter el grupo
armado, así como la población inserta en el territorio.

Palabras clave: Conflicto armado; pacífico nariñense ; organizaciones socia-


les y comunitarias; economía cocalera posconflicto.

The FARC and the Communal Organizations in San Andrés de Tumaco:


Territorial Challenges in the Face of an Eventual Implementation of the
Havana Accords

Abstract:

This paper sets out to show that communities and social organizations
greatly affected by the armed conflict cope with it by adopting stances
other than resistance and passivity. To do this, a case study of Tumaco
rural communities is described. It will exemplify how war times can also
bequeath ‘positive’ aspects on social organizations such as great negotia-
tion skills y and adaptation to rules imposed by armed groups.
358 Controversia 205

This experience evinces two issues of paramount concern to the current


national situation: First, aside from negative legacies remarked by spe-
cialized studies (e.g., anomy, social dislocation, distrust, etc.), war fosters
a greater capacity for negotiation and independence, on the part of the
inhabitants and their organizations, from the armed actors after violent
cycles; and, second, relationships between armed actors and locals depend
not only on their internal policies, but also on the population and its ways
of using the territory. In this vein, the study results point to the need of in-
cluding differentiated transitions according to the nature of both the armed
group and the inhabitants of the territory.

Key Words: armed conflict, Tumaco, communal and social organizations,


Post conflict cocaine-based economy.

Las prácticas paramilitares en el Alto Nordeste Antioqueño

Por Ronald Edward Villamil Carvajal

Resumen

El artículo aborda el análisis de una modalidad particular de las prácticas


paramilitares en Colombia, comprendidas como la constitución de redes
o alianzas criminales funcionales, cambiantes y coyunturales que permi-
ten la planeación, coordinación y perpetración de graves violaciones a los
DDHH y al DIH. Se toma como epicentro del análisis el paradigmático
proceso de violencia política ocurrido entre los años 1982 y 1997 en el
Alto Nordeste Antioqueño, conformado por los municipios de Remedios
y Segovia. La caracterización y análisis de las prácticas paramilitares am-
plían la comprensión acerca del proceso de conformación, expansión y
consolidación de las estructuras paramilitares que se agruparon en la con-
federación de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Palabras clave: Conflicto armado interno, violencia política, memoria histó-


rica, Remedios y Segovia, paramilitarismo.
Resumen de artículos 359

Paramilitary practices in the Alto Nordeste Antioqueño

Abstract:

The article deals with the analysis of a particular modality of the parami-
litary phenomenon in Colombia: The creation of functional, changeable
and situational criminal networks or alliances which foster planning, coor-
dination and committing of serious human rights and IHL violations. This
case study is the paradigmatic political violence process between 1982
and 1997 in the Alto Nordeste Antioquioqueño, which includes the muni-
cipalities of Remedios and Segovia. The characterization and analysis of
paramilitary practices broadens the understanding of the process of con-
formation, expansion and consolidation of the paramilitary structures that
were grouped in the confederation of the United Self-Defense Forces of
Colombia (AUC).

Key Words: Internal armed conflict, political violence, historical memory,


Remedios and Segovia, paramilitarism.

Expansión estatal, resistencia insurgente y control territorial en tres


municipios del departamento de Arauca en el periodo 2002-2010

Por Charles Larrat-Smith

Resumen

Los resultados de la expansión del Estado en los territorios en disputa por


los grupos al margen de la ley, con el fin de apaciguar e integrarlos en el
marco nacional, casi nunca son iguales a lo largo de tiempo y del espacio.
A veces esta expansión estatal reduce la violencia y se ve acompañada
por un mejoramiento en el orden público, sin embargo, frecuentemente
sucede lo contrario. La diferencia en los resultados nos lleva a la siguiente
360 Controversia 205

pregunta: ¿cómo se puede reclamar el control del Estado en unas zonas en


disputa más fácil que en otras?

Este artículo presenta un estudio comparado sobre la recuperación del


control del Estado de tres municipios contiguos del nororiente colombia-
no, Arauca, Arauquita y Tame, en los cuales se implementó por primera
vez en el país la estrategia contrainsurgente concebida en los EEUU, bajo
el periodo del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez.

Cabe mencionar, que mientras la fuerza pública colombiana logró derro-


tar a los insurgentes en el municipio de Arauca, después de cinco años
de dicha intervención Arauquita y Tame siguen siendo hasta el presente
bastiones guerrilleros. Estos tres municipios son ejemplos adecuados para
evaluar las políticas contrainsurgentes del pasado, con el fin de que las
próximas no generen resultados tan inconsistentes.

Palabras clave: Arauca; Arauquita; Tame; expansión estatal; contrainsurgente;


guerrilla; resistencia Insurgente; control territorial.

State Expansion, Insurgent Resistance, and Territorial Control in Arauca 2002-


2010

Abstract:

When the state expands into territories contested by armed non-state ac-
tors with the goal of pacifying and integrating them into the broader natio-
nal framework, the results are hardly the same across space and time. This
state expansion will often witness a reduction in violence mirrored by an
improvement in order. Quite frequently, however, violence will increase
as order worsens, thus begging the following question: how is the state
able to reclaim control of certain disputed spaces more easily than others?

This article is a comparative study of three municipalities in northeast


Colombia – Arauca, Arauquita, and Tame - which acted as laboratories
Resumen de artículos 361

for former President Álvaro Uribe’s state expansion campaign beginning


in 2002. The former Colombian president selected these three locations,
amongst others, to serve as a testing ground for an American counterin-
surgency strategy which was designed to expel armed rebels from their
havens and to recover this territory back into the national fold. Howe-
ver, whereas the military succeeded in defeating the insurgents in Arauca
within five years of this intervention, Arauquita and Tame have remained
guerrilla strongholds to the present. These case studies provide an effecti-
ve reference to examine past policies in the hope that new ones can avoid
similarly inconsistent outcomes.

Key Words: Arauca; Arauquita; Tame; state expansion; counterinsurgency;


guerrilla; insurgent resistance; territorial control.

Enfoques sobre el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes

Por Kelly Jiménez

Resumen

Este artículo tiene como propósito identificar algunos de los enfoques con-
ceptuales y normativos en torno al reclutamiento forzado por los grupos
armados ilegales en Colombia de niños, niñas y adolescentes (NNA), y
para tal efecto se identifican cuatro focos de discusión. El primero abor-
dará el avance normativo internacional sobre este tipo reclutamiento y la
condición de víctima responsable en la normatividad nacional. El segundo
mostrará un enfoque sobre las dinámicas sociopolíticas que fomentaron el
reclutamiento de NNA en Colombia. El tercero presentará la diferencia de
enfoques entre el reclutamiento forzado y el voluntario. En cuarto lugar se
abordará la responsabilidad social sobre los NNA que fueron víctimas del
reclutamiento forzado.
362 Controversia 205

Palabras clave: Reclutamiento forzado, reclutamiento voluntario, grupos ar-


mados, niños, adolescentes.

Approaches to Forced Recruitment of Children and Adolescents

Abstract:

This article aims to identify some conceptual and normative approaches


around forced recruitment of children, girls and teenagers (in Spanish
NNA) by illegal armed groups in Colombia. Four focuses of discussion
will be identified for this purpose. The first will address the advance in-
ternational normative on said recruitment and the condition of responsible
victim in the national regulations. The second will show an approach of
the social-political dynamics that promoted the recruitment of NNA. The
third will present the difference in approaches between forced and volun-
tary recruitment. Finally, the fourth will approach social responsibility for
NNA who were victims of forced recruitment.

Key Words: Forced recruitment, voluntary recruitment, armed groups, chil-


dren, adolescents.

Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra

Por Julie Mena Ortega

Resumen

En este texto se exponen algunos de los hechos históricos más relevantes


en el proceso de introducción del monocultivo de palma de aceite en el
municipio de Tumaco-Nariño. Desde sus inicios, este estuvo relaciona-
do con hechos violentos tales como desplazamiento forzado, amenazas
y persecuciones a campesinos que se negaban a vender sus tierras. En
consecuencia, estas personas vendieron sus propiedades y se convirtieron
Resumen de artículos 363

en jornaleros hasta el momento en el que la plaga que arrasó el cultivo de


palma los dejó sin trabajo. El monocultivo de palma en Tumaco motiva el
análisis desarrollado en este documento, el cual corresponde a que no es
posible pensar el posconflicto en el marco de las actuales negociaciones
de paz entre la guerrilla y el gobierno nacional en La Habana mientras la
tierra de campesinos, afrodescendientes e indígenas siga siendo utilizada
en función de lo que se denomina desarrollo.

Palabras clave: Palma aceitera, monocultivo, agroindustria, afrodescendien-


tes, soberanía alimentaria, desplazamiento forzado, tierra, territorio colectivo.

Thinking about peace... Only when i own some land

Abstract:

In this paper presents some of the most relevant historical facts in the
process of introducing the monoculture of oil palm in the municipality of
Tumaco. From its inception, this process was related to violent acts of for-
ced displacement, threats and persecution of peasants who refused to sell
their lands. As a result, these people sold their land and became farm wor-
kers until the plague that wiped the palm left them out of their jobs. The
monoculture of oil palm in Tumaco motivates the analysis which asserts
that it is not possible to think about the post-conflict within the framework
of the ongoing peace negotiations between the guerrillas and the national
government in Havana while the land of peasants, Afro-descendants and
indigenous people continues being used in the name of development.

Key Words: oil palm, monoculture, agribusiness, African descent, food sove-
reignty, forced displacement, land, collective territory.
Colaboradores 365

Colaboradores

Fernán González S.J.


Pregrados en Filosofía y Letras en Teología de la Pontificia Universi-
dad Javeriana, Bogotá. Master en Ciencia Política de la Universidad de
Los Andes. M.A en Historia de la Universidad de California-Berkeley,
EEUU, estudios de doctorado y candidatura al Ph.D en esa universidad.
Investigador y director del grupo de investigación “Violencia política y
formación del Estado” de Cinep. Especialista en los temas de historia
política, relaciones Iglesia y Estado, y violencia reciente. Docente de
varias universidades dentro y fuera del país, como la Universidad de
Los Andes, Externado de Colombia, Universidad Nacional en Bogotá
y Medellín, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París,
y Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela. Sus publicaciones
más conocidas son Partidos políticos y poder eclesiástico, L’Etat eclaté
(con Fabio Zambrano), Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colom-
bia, Para leer la política. Ensayos sobre política colombiana, y Violencia
política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción de
Estado (con Ingrid Bolívar y Teófilo Vásquez). Poder y Violencia en
Colombia.

Lorena Carrillo González


Socióloga de La Universidad Nacional de Colombia, especialista en Dere-
chos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Universidad
Externado de Colombia. Realizó una maestría en Ciencias Sociales con
Especialidad en Estudios Rurales en El Colegio de Michoacán, México.
Ha sido consultora del Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría
del Pueblo en la regional Santander; Secretaria de Desarrollo Social del
366 Controversia 205

municipio de San Vicente del Caguán y asistente de coordinación de la


misión de Médicos Sin Fronteras en el Caquetá, entre otros.
Email: lorekita@gmail.com, lorenac@colmich.edu.mx

Andrés Aponte
Politólogo e historiador de la Universidad de los Andes, realizó una maes-
tría en sociología en la Esscuela de Altos Estudios (EHESS) en París. Ha
trabajado en temas de conflicto armado, sus dinámicas y lógicas territo-
riales en Colombia. Ha sido investigador del Centro de Memoria Histórica
en los informes de Basta Ya y Campesinos y patronos. También se intere-
sa por temas de reclutamiento y sociología institucional de los grupos ar-
mados, abordando el tema de las políticas internas de reclutamiento. Su
principal interés se centra en la relación entre élites locales y regionales
con las experiencias locales paramilitares de la costa Caribe, para enten-
der sus variaciones internas, problemas de acción colectiva y variaciones
en la llamada parapolítica.

Javier Benavides
Politólogo e historiador de la Pontificia Universidad Javeriana, maestran-
te en Ciencia Política en la Universidad de los Andes. Hizo parte del Equi-
po Conflicto y Estado del Centro de Investigación y Educación Popular
– CINEP y actualmente es investigador del Centro Nacional de Memoria
Histórica- CNMH. Sus temas de trabajo e intereses giran en torno a la
dinámica contemporánea del conflicto armado colombiano y sus diferen-
tes explicaciones en las ciencias sociales, las vicisitudes territoriales del
proceso de paz con las Farc y el papel de las organizaciones sociales en la
política local y nacional. Email: benavidest.javier@gmail.com
Colaboradores 367

Ronald Edward Villamil Carvajal


Historiador, especialista en Acción sin Daño y Construcción de Paz de la
Universidad Nacional de Colombia. Candidato a magister en filosofía de la
Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente es asesor e investigador del
Centro Nacional de Memoria Histórica. Email: ronald.villamil@gmail.com

Kelly Jiménez A.
Candidata a Magister en Derechos Humanos y Derecho Internacional
de los Conflictos Armados de la Escuela Superior de Guerra. Pregrado
en Filosofía de la Universidad de La Salle. Se ha desempeñado como
coordinadora y como asistente en proyectos con población en situación
de vulnerabilidad, en la Comisión Colombiana de Juristas, la Fundación
Nueva Vida para Todos entre otras. Ha sido docente de Ciencias Socia-
les en educación básica secundaria, en el Colegio Calasanz Femenino y,
actualmente, en el Liceo de la Universidad Católica. E-mail: kellyljime-
nez@yahoo.com.mx

Julie Mena Ortega


Antropóloga de la Universidad del Cauca de Popayán. Escritora de va-
rios cuentos, entre los cuales está “Por el río”, publicado en la revista
literaria del Colectivo Cultural Kaminu Limay del municipio de Tambo
y en el portal web de la emisora virtual Contagio Radio en su sección
Viaje Literario. Ganadora de la primera mención de honor con el ensayo
“La palma finalmente nos puso de jornaleros en nuestra propia tierra”
en el Concurso de artículos, ensayos y fotografías “Alimentos y pen-
samientos 2015”, organizado por Instituto para el Desarrollo Rural de
Suramérica IPDRS y publicado en la serie Exploraciones del sitio web
de esa institución. Email: julme87@hotmail.com
368 Controversia 206

Charles Larratt-Smith
Candidato a doctor en ciencia política de la Universidad de Toronto. Fue
profesor visitante de la universidad de los Andes en Mérida Venezuela
y actualmente es investigador visitante del Centro de Investigación y
Educación Popular (CINEP) en Bogotá, Colombia.
Pensar la paz… solo cuando se tenga la tierra 369
Revista Controversia
Instrucciones para los autores
Instructivo 373

Revista Controversia

Instrucciones para los autores1

El trabajo coordinado de los autores y las autoras con la Revista es esencial


para llevar a buen término una publicación. Por esto, el texto que se desea
publicar debe cumplir con algunos requisitos desde su misma creación, para
lo cual se deben tener en cuenta normas básicas de calidad académica, técnica
y lingüística.

A continuación, se explicará en detalle dichos requisitos. Lo ideal es, entonces,


que sean conocidos y tenidos en cuenta siempre al bosquejar, componer y
presentar contribuciones a la Revista.

Sobre la revista

Controversia es una publicación semestral, que recibe textos de investigación,


reflexión y revisión relacionados con temas sociales, económicos, culturales y
políticos de Colombia y América Latina, al igual que sobre aspectos teóricos
que iluminen estos problemas y también sistematizaciones de experiencias en
educación popular, organización social y desarrollo sostenible. Por lo anterior,
se espera que los textos que se envíen para evaluación tengan un carácter de
artículo publicable y no el de un informe de investigación o capítulo de tesis.
Estas contribuciones deben ser inéditas y no podrán ser sometidas a conside-
ración para su publicaciones en otras revistas, nacionales o internacionales,
simultáneamente. A juicio del consejo editorial y del comité asesor podrá con-
templarse la publicación de una contribución en otro idioma si esta es consi-
derada pertinente para las líneas de trabajo antes señaladas.

1. Este manual de recomendaciones está basado en la última versión de la Ortografía


de la Real Academia Española de la Lengua y en el Manual de publicaciones de la
American Psychological Association, 6ª ed. Para ampliar la información, el autor
puede remitirse a dichos textos.
374 Controversia 205

Proceso de evaluación

Los manuscritos que el consejo editorial considere apropiados para publica-


ción, o aquellos que sugiera el comité asesor, serán sometidos al arbitraje de
especialistas en el tema respectivo. Los evaluadores de cada artículo son pares
internos y externos, y dispondrán de un mes para enviar su concepto. El conse-
jo editorial se reserva el derecho de aceptar o rechazar los artículos, según los
requisitos indicados, o también de condicionar su aceptación a la introducción
de modificaciones, cuando sean necesarias.

El proceso de evaluación es confidencial. Se utilizará un formato para que


cada árbitro consigne su concepto sobre la calidad, originalidad e impor-
tancia del texto evaluado. El artículo obtendrá una valoración cuantitativa
y una cualitativa. Los comentarios de los árbitros serán remitidos al autor
del artículo, junto con las sugerencias del consejo editorial de la revista, si
hubiera lugar a modificaciones. Con el fin de tener control sobre los tiempos
de edición, se hará seguimiento a las fechas de recepción y aprobación de
los artículos.

Presentación de las contribuciones

Los artículos deben tener entre 5.000 y 10.000 palabras. Se debe añadir un
resumen del artículo, en español y en inglés, de seis a diez líneas, y otro se-
mejante sobre los datos personales (perfil) del autor, que señale sus títulos
académicos, los cargos más destacados que ha desempeñado, su filiación ins-
titucional actual, sus publicaciones recientes más importantes y su dirección
de correo electrónico.

Las reseñas de libros, por su parte, no pueden exceder las 1.200 palabras.

Los textos deben ser presentados en el procesador de textos Word u otro com-
patible. La fuente que se debe usar es Times New Roman, puntaje (tamaño)
12 e interlineado 1,5. El documento debe ser enviado al correo electrónico
controversia@cinep.org.co. Los artículos pueden ser elaborados y firmados
por uno o más autores.
Instructivo 375

Se solicita que a en el correo electrónico se adicionen los complementos tales


como figuras, tablas, ilustraciones y demás elementos en su formato original.
Cada complemento se debe adjuntar en un archivo independiente.

Asimismo, el material gráfico debe ser de muy buena calidad. En caso de que
sea material digital, se recomienda entregar archivos con extensiones TIF o
JPG, y una resolución mínima de 300 dpi.

Algunas recomendaciones de redacción y estilo

1. Sobre el uso del lenguaje

Se sugiere evitar terminología técnica, en caso de que su uso sea necesario, se


deben explicar los significados. El estilo debe ser fluido, de rápida compren-
sión y apegado a las normas básicas del lenguaje escrito. Es importante que el
texto no presente ambigüedades, pobreza o impropiedad léxica, redundancias
y otros problemas que impidan la adecuada interpretación del escrito.

2. Numeración de elementos

Las figuras, tablas, gráficas, ilustraciones, etc., deben estar numeradas de for-
ma independiente según el tipo de elemento, es decir, las tablas deben llevar
su numeración propia (Tabla 1, Tabla 2, etc.), al igual que las figuras (Figura 1,
Figura 2, etc.) y demás elementos, y no debe continuarse la numeración entre
unos y otros. El siguiente ejemplo ilustra mejor cómo debe ser la numeración:
• Correcto: Tabla 1, Tabla 2, Figura 1, Tabla 3, Figura 2, Gráfico 1.
• Incorrecto: Tabla 1, Tabla 2, Figura 3, Tabla 4, Figura 5, Gráfico 6.

3. Citas textuales

Las citas son frases, párrafos o ideas obtenidas de otras obras para respaldar,
argumentar o en determinado caso contrastar lo que está diciendo el autor. Por
regla general, las citas deben ser idénticas al original.

Según la norma APA, las citas textuales de menos de 40 palabras son cortas
y se incluyen en el cuerpo del párrafo entre comillas; por su parte, si superan
esta extensión, deben desplegarse en un bloque independiente del texto, en
376 Controversia 205

un nuevo renglón y sin comillas, con sangría izquierda de aproximadamente


1 cm. Al terminar la cita, se debe poner entre paréntesis el apellido del autor,
seguido del año de la publicación y la página de donde se tomó el pasaje.

Las omisiones de fragmentos se indican con puntos suspensivos entre corche-


tes cuadrados […]. Los corchetes cuadrados también se usan para demarcar
las anotaciones, comentarios o conexiones que se hagan dentro de las citas.
Para señalar errores de cualquier tipo dentro de la cita se utiliza la palabra sic
entre corchetes y en cursiva.

4. Citas indirectas o paráfrasis

Las citas indirectas permiten parafrasear o referirse a una idea contenida en


otro trabajo. Para proporcionar información más precisa al lector, es importan-
te que la paráfrasis contenga la información del autor (apellido), el año de la
publicación y el número de página o párrafo de la obra citada.

Es importante destacar que por el creciente uso de textos en formato digital no


sea posible poner el número de página en la referencia. Por ello, se recomien-
da poner el número del párrafo del que se extrae la información en lugar del
número de la página. Se puede utilizar la abreviación (párr.) o el símbolo (§).

5. Notas al pie

Se deben utilizar solamente para agregar información, explicar conceptos pro-


blemáticos o remitir a otros autores que desarrollan trabajos pertinentes para
profundizar en el tema. No deben utilizarse para dar información de referencia
de las citas, ya que esta debe ir inserta en el texto.

Las notas al pie deben enumerarse con superíndices en números arábigos y


de manera consecutiva. Los superíndices deben ir antes de cualquier signo de
puntuación, es decir, antes de los puntos, comas, guiones o rayas.

6. Referencias bibliográficas y bibliografía

Las referencias bibliográficas son el listado de fuentes primarias o secundarias


que se han citado dentro del texto. Por otro lado, la bibliografía corresponde
Instructivo 377

al listado de fuentes consultadas y que de alguna forma influyeron en el texto.


Es obligatorio que al final del texto aparezcan las referencias bibliográficas.
Sin embargo, es opcional la elaboración de una bibliografía; si el autor decide
que quiere incluirla, debe discriminar los dos listados al final del artículo. Es
importante anotar que la lista de referencias bibliográficas se ordena alfabéti-
camente según el apellido del primer autor que aparece en la referencia.

Para la elaboración de las referencias bibliográficas y la bibliografía se debe


seguir la norma APA (6ª versión en inglés, 3ª en español).

Recomendaciones tipográficas

1. Uso de cursivas
Es preferible utilizar las cursivas cuando:
• Se usen extranjerismos o palabras en otro idioma.
• Se haga énfasis en algún término o concepto
• Se nombren títulos de obras completas
2. Uso de la negrita
Se debe restringir a títulos o datos de importancia en tablas o figuras. No es
recomendable usarla para resaltar términos o elementos dentro del texto,
en cambio se puede utilizar la cursiva.
3. Las comillas
En español se utilizan tres tipos de comillas:
• « » latinas o angulares
• “ ” inglesas o altas
• ‘ ’ simples
Se recomienda utilizarlas en los siguientes escenarios:
• En citas textuales de menos de cuarenta palabras
• En términos usados de forma irónica
• Para dar un matiz especial a una expresión

Según la recomendación de la RAE, en primer lugar deben utilizarse las comi-


llas angulares, luego las inglesas y finalmente las simples, tal como se ejem-
plifica:

Entonces, Perla refirió: «Yo oí que José dijo “voy a ‘machacar’ las piedras a
puño limpio”. Después de eso me fui».
378 Controversia 205

5. Lineamientos de propiedad intelectual

1. Autoría

Es responsabilidad de los autores definir y notificar, en caso de ser necesario,


quién es el autor principal, quiénes son los coautores y el orden de aparición
de cada uno de ellos, así como la participación de los asistentes de investiga-
ción o asesorías. Del mismo modo, el contenido y las opiniones de los artículos
son responsabilidad de los autores y no representan necesariamente el punto
de vista del Editor.

2. Confidencialidad

Durante el tiempo que dure el proceso editorial, Controversia tratará los artícu-
los de los diferentes autores como documentos confidenciales, así que no serán
citados o utilizados por ninguna de las personas implicadas en dicho proceso.
Instructivo 379
206
Doscientos Seis

Con el apoyo de

S-ar putea să vă placă și