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CAMPUS VIRTUAL UNLa_SEMINARIO_ JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOS_GUIÓN CLASE 5 Universalidad de los DDHH

SEMINARIO TRANSVERSAL OBLIGATORIO

Justicia y Derechos Humanos


1
Docente / Rosario Álvarez Garriga

Guion Clase 5
Universalidad de los derechos humanos

Como vimos en clases anteriores, la Segunda Guerra Mundial marcó un corte respecto de todo
lo que la precedió.
En la construcción del orden jurídico político de la segunda posguerra, los derechos humanos
encuentran un lugar en el contexto de los objetivos de la comunidad internacional
institucionalizada. En ese nuevo orden mundial los derechos y libertades individuales que eran
reconocidos a nivel nacional por los Estados (derechos de ciudadanía), pasan a ser un tema de
preocupación de la comunidad internacional con la creación de la Organización de Naciones
Unidas (ONU).
En el esquema de cooperación internacional se plantea como uno de los objetivos de la ONU “el
desarrollo y el estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de
todos, sin distinción por motivos de sexo, raza, idioma o 1religión” (art. 1.4, Carta ONU).
La Carta propone una noción de derechos humanos que recupera un concepto antiguo y
occidental, las libertades públicas, a la que suma valores como la igualdad y de no discriminación,
la universalidad –para todas las personas, en todo el mundo, todos los derechos– y el
compromiso internacional del Estado ante la violación no reparada. Se trata de derechos que
deben ser consagrados en igualdad ya que la naturaleza humana es una sola; de allí que no
pueda validarse ningún criterio para imponer distinciones o restricciones a esa unidad humana. 2
Sin embargo, la Carta de Naciones Unidas no indicaba cuáles eran esos derechos humanos que
los Estados debían respetar. El consenso internacional sobre este punto vendrá años después
con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) que dispone que “Todas las
personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, inaugurando la característica de la
universalidad de los derechos humanos.

1
Tengan en cuenta que fueron tan solo 51 Estados los que firmaron la Carta de Naciones Unidas.
2
Pinto, Mónica, Integralidad de los derechos humanos. Exigibilidad de los derechos colectivos y acceso a la justicia de
las personas en condición de pobreza, disponible en: https://revistas-colaboracion.juridicas.unam.mx/index.php/rev-
instituto-interamericano-dh/article/view/8369/7487
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Norberto Bobbio3 explica la trascendencia histórica de la Declaración Universal, toda vez que,
para este autor, ella consagra el consenso de toda la humanidad en torno a una serie de valores
comunes. Así señala que:
“No sé si nos damos cuenta de hasta qué punto la Declaración Universal
representa un hecho nuevo en cuanto por primera vez en la historia un sistema
de principios fundamentales de la conducta humana ha sido aceptado libre y
expresamente, a través de sus respectivos gobiernos, por la mayor parte de los
hombres que habitan la tierra. Con esta declaración un sistema de valores se hace
(por primera vez en la historia) universal, (…), en cuanto al consenso sobre su
validez y su idoneidad para regir las suertes de la comunidad futura de todo los
hombres ha sido declarado explícitamente.”
Por su parte, Maqueira D´Angelo señala que desde la promulgación de la Declaración ha estado
presente el debate sobre la posibilidad de defender y aplicar derechos de carácter universal en
un mundo de diferencias culturales. En una línea semejante se ha planteado el problema de la
relatividad de los derechos humanos en el sentido en que tales derechos tienen un contexto
cultural específico, la tradición histórico política occidental que, sin embargo, se pretende
universalizar a otros ámbitos culturales en los cuales lo humano se define por otros contenidos
y significados alejados de la concepción individualista que anima la tradición liberal occidental.4
Hoy en día se considera que la universalidad de los derechos humanos es uno de los pilares sobre
el cual se asientan los sistemas de promoción y protección de los derechos humanos.
Sin embargo, esta afirmación no está exenta de críticas ya que se considera que los antecedentes
de formación de los derechos humanos se ubican en un momento y en un lugar determinado.
Entonces hay quienes identifican a los derechos humanos con las pautas culturales de occidente.
Nos encontramos frente a un tema central de la teoría de los derechos humanos, como es la
relación que existe entre el carácter universal de esos derechos y el multiculturalismo o
diversidad cultural. Luigi Ferrajoli, manifiesta que esta relación se suele concebir por parte de
quienes afirman como aquellos que niegan el universalismo de tales derechos, como una
relación de oposición. Así cuando se habla de “multiculturalismo” se alude a la relación entre la
cultura occidental, dentro de la cual los derechos humanos han sido teorizados y determinados
jurídicamente, y las demás culturas: como si existiera una única cultura occidental indiferenciada
en relación con las otras culturas, las cuales, a su vez, se encuentran indiferenciadas en su
interior. De aquí surge la idea del conflicto entre relativismo cultural y universalidad de los
derechos humanos, en el sentido de que las “otras” culturas, es decir las no occidentales, son
culturas “distintas”, a las que no les conviene la protección de esos derechos, o en el sentido de
que esas culturas, por el contrario, deben integrarse totalmente en la cultura occidental, no
solamente por lo que hace al reconocimiento de la igualdad de derechos, sino también por lo
que respecta a la adhesión moral y política a los valores por ellos expresados. 5

3
Bobbio, Norberto “El problema de la guerra y las vías de la paz”, Editorial Gedisa, Barcelona, 1982, pág. 133.
4
Maquieira D’Angelo, Virginia, Cultura y derechos humanos de las mujeres, en Pilar Pérez Cantó (ed.) Las Mujeres
del Caribe en el umbral del 2000, Madrid, Dirección General de la Mujer/Comunidad de Madrid, 1998, pág. 171-203.
5
Ferrajoli, Luigi. Universalismo de los derechos fundamentales y multiculturalismo. Boletín Mexicano de Derecho
Comparado, [S.l.], 2008. ISSN 2448-4873. Disponible en: https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-
comparado/article/view/4009/5113 Fecha de acceso: 16 de abril de 2020.
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Universalidad vs relativismo cultural


La pregunta que debemos formularnos para entender estos postulados es la siguiente:
¿Podemos hablar de derechos humanos válidos para todas las personas, todas las regiones y
todas las culturas?
Si nuestra respuesta es afirmativa consideraremos que los DDHH son universales, y dicha
característica se manifiesta en tres planos: lógico: los derechos humanos se adscriben a todos
los seres humanos; temporal: carácter abstracto al margen del tiempo y válido en cualquier
momento histórico, y espacial: extensible a todas las sociedades sin excepción.6
En el otro extremo, encontraremos a los partidarios de la diversidad cultural que consideran que
no es posible elaborar teorías morales válidas más allá de los límites territoriales de los Estados
que no participan de ese proceso de formación de los DDHH. Ponen el énfasis en las
peculiaridades de cada cultura, considerando como moralmente aceptables comportamientos y
actitudes que desde la perspectiva de la noción hegemónica de derechos humanos son
merecedoras de reparos y críticas.
La posición relativista argumenta que los miembros de una sociedad no pueden condenar
legítimamente las prácticas de sociedades con diferentes tradiciones porque no pueden existir
críticas externas válidas de prácticas culturalmente determinadas, ya que no existen criterios
transculturales para evaluar el tratamiento de los derechos existentes. Así por ejemplo, con
respecto a la crítica occidental del tratamiento de las mujeres en Medio Oriente, la posición
relativista cultural objeta que es un enfoque universalista que refleja los valores occidentales.
De esta manera se considera que es un enfoque etnocéntrico que está ligado al imperialismo
cultural (Mayer; 1995: p.176). 7
El carácter universalista de los derechos humanos ha conducido a algunos a expresar sus
temores ante el imperialismo cultural que podría suponer. La idea de que todos las personas en
el mundo deberían llegar a un acuerdo sobre sus derechos humanos, podrían autorizar a los
entusiastas de este peculiar desarrollo de la cultura europea para tratar sin miramientos otras
culturas que no compartan esta concepción de la “buena vida” y la “sociedad justa”.

Conferencia Mundial de Derechos Humanos de 1993


Esta discusión no es solo teórica, en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en
Viena bajo los auspicios de Naciones Unidas, se produjo un debate entre los países occidentales
(Europa, EEUU y parte de América latina) que buscaron que la Declaración Final de la
Conferencia contenga una referencia a la universalidad de los derechos humanos. Del otro lado
de la discusión se encontraban los Estados islámicos, los de la región Asia-Pacífico y algunos
Estados Africanos, que con diferencia de matices bregaban por el relativismo cultural.
Finalmente en la Declaración Final adoptada en Viena se llegó a una fórmula intermedia, ya que
se consagró el carácter universal de los derechos humanos, debiendo tener en cuenta la
importancia de las particularidades de cada cultura. Pero se subraya el deber de los Estados –
sean cuales fueran sus sistemas políticos, económicos y culturales- de promover y proteger
todos los derechos humanos.

6
Peces-Barba Martínez Gregorio, La Universalidad de los Derechos Humanos, Doxa: cuadernos de filosofía del
derecho, 1994, p. 613-633.
7
Op cit, ver nota 3
3
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“5. Todos los derechos humanos son


universales, indivisibles e interdependientes y
están relacionados entre sí. La comunidad
internacional debe tratar los derechos
humanos en forma global y de manera justa y
equitativa, en pie de igualdad y dándoles a
todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta
la importancia de las particularidades
nacionales y regionales, así como de los
diversos patrimonios históricos, culturales y
religiosos, pero los Estados tienen el deber,
sean cuales fueren sus sistemas políticos,
económicos y culturales, de promover y
proteger todos los derechos humanos y las
libertades fundamentales.”

En el siguiente enlace encontrarán la Declaración y Plataforma de acción de Viena:


https://www.ohchr.org/Documents/Events/OHCHR20/VDPA_booklet_Spanish.pdf

Hay que tener presente que se logró en el documento final afirmar la universalidad de los
derechos humanos a cambio de adoptar resoluciones en el seno de Naciones Unidas que
favorecían la situación de los Estados que se volcaban por el relativismo cultural.
Por otra parte, a pesar de las tensiones y reclamos en la Conferencia de Viena entre los países
participantes, se observa que la mayoría de los Estados han incorporado o receptado los
instrumentos internacionales de derechos humanos en sus constituciones y especialmente
hacen mención o incorporan en su legislación interna a la Declaración Universal de Derechos
Humanos8.
Como veremos más adelante, tampoco el tema puede ser reducido a una discusión “cultura
occidental” vs. “cultura no occidental”. En ese sentido, hay ejemplos que dan cuenta de la
ambigüedad o política de doble raseros de occidente. Pensemos en la legislación en algunos
Estados de Estados Unidos que aplican la pena de muerte excusándose en la seguridad
ciudadana o la política migratoria de los Estados europeos que deportan extranjeros, a
sabiendas de que pueden ser víctimas de violaciones a los derechos humanos.
La concepción que de sí mismos tienen los seres humanos está condicionada por la memoria, la
cultura y la historia colectiva particular en que cada persona está enraizado; las distintas culturas
construyen distintas cosmovisiones, formas de comprender, valorar y proteger la dignidad
específica de la persona. Pretender por tanto que la noción occidental de dignidad, formulada
en el contexto de la ilustración, sirva como única manera de comprender y resguardar la
dignidad es un intento abocado al fracaso.
Si las distintas tradiciones culturales ofrecen formas distintas de explicar el origen de los
derechos humanos, la búsqueda de un sistema universal de derechos debe dar cuenta de esa
diversidad de concepciones, no centrándose en una de ellas, la occidental, ni condicionando la

8
Dulitzky, Ariel, La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales: un estudio
comparado, en Abregú, Martín, y Courtis, Christian (comps.), “La aplicación de los tratados internacionales sobre
derechos humanos por los tribunales locales”, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1997, ps. 39.
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posibilidad de lograr el alcance universal de tal sistema de derechos a la aceptación de esa


concepción por parte de las otras tradiciones.
En honor a la verdad de los procesos históricos, se debe reconocer que ninguna cultura, ha
estado exenta en su configuración de múltiples relaciones e interdependencias con otras
tradiciones y culturas, por lo que mal puede sostenerse una noción de la misma como algo
cerrado. No existen las culturas “puras” ni identidades culturales estáticas; lo cual tampoco
justifica posibles prácticas de agresión cultural basadas en marcados desequilibrios de poder.
Además, hay que tomar en cuenta el hecho de que en el interior mismo de las distintas
comunidades y culturas se encuentran diversidades y discrepancias en las formas de valorar
entre sus propios miembros, dado que los mismos están sometidos a diversos factores que
impiden considerar las culturas locales como un todo homogéneo.
“Al particularismo radical, entre otras cosas se le critica el hecho de que cuando valora
de la misma manera a todas las culturas, lo hace ya desde un criterio de respeto a todos
los grupos particulares. También al supeditar al individuo libre y autónomo a las normas
y los hábitos dictadas por la comunidad, se le está anulando su capacidad de elegir
libremente y rebelarse frente a las injusticias cometidas por la colectividad. Además,
excluye criterios para contrastar y distinguir las sociedades totalitarias de las sociedades
democráticas. Finalmente, la esencialización de la comunidad, la etnia, la raza o la nación,
es fuente de marginación y discriminación de todo aquello que queda fuera de su círculo
de pertenencia. Se conforma un nosotros excluyente frente a los otros despreciados”.9
Según esta posición, proponer la diversidad cultural y por tanto la defensa de cada cultura como
valor absoluto desde el cual atacar todo postulado que pretenda ser universalizable es
contradictorio, toda vez que con ello se está presentando un criterio universal. Por otra parte,
la pretensión por absolutizar las identidades colectivas puede incurrir en una forma de
desconocimiento de aquellos que no comparten dicha identidad.
En el mismo sentido, Luigi Ferrajoli ha señalado, que “paradójicamente el relativismo cultural
está viciado de un exceso extremista de universalismo: cualquier cultura, cualquier ética,
cualquier acción y éticamente motivada debería respetarse en cuanto dotada de igual valor.”
Agrega, que es precisamente ese extremismo universalista el que marca la grave falacia del
relativismo cultural: la presentación de la tesis asertiva de la pluralidad y diversidad de las
culturas como una tesis ética y normativa sobre su igual valor, que se resuelven en la negación
o disolución de todas las éticas y de su correlativa cultura. De esta manera, entiende “que el
relativismo cultural es el equivalente antropológico del relativismo moral, es decir de una
doctrina ética inconsistente lógicamente antes incluso que éticamente, equivalente a la
indiferencia y a la aceptación de cualquier moral -incluidas las morales fundada sobre la
desigualdad y la opresión- y por tanto a la negación de cualquier moral”.10
Las críticas al universalismo, en nombre de un relativismo cultural extremo, asumen,
paradójicamente, un universalismo de tipo extremista, o sea la idea de que las culturas mismas
sean las titulares de esos derechos; que es la religión la que tiene derechos y no el individuo;
que la libertad religiosa corresponde no a las personas individuales sino a las religiones mismas:
al islam, al catolicismo, al cristianismo. De esta manera señala Ferrajoli, se entra de forma
inevitable en conflicto con las libertades individuales, consistentes por el contrario en el derecho
de las personas de carne y hueso de practicar, pero también de no practicar, la religión del grupo

9
Sánchez, David. “Universalismo de confluencia, derechos humanos y procesos de inversión”, en: El vuelo de Anteo.
Derechos humanos y crítica de la razón liberal (Ed. Joaquín Herrera Flores). Bilbao: Desclée De Brouwer, 2000, págs.
232-233.
10
Ferrajoli, Luigi, Democracia y garantismo, Ed. Trotta, Madrid, 2008, págs. 52-53.
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o de la comunidad a la que pertenecen. “Es claro que de esta forma se elimina la laicidad del
derecho y de las instituciones, la cual consiste precisamente en el rechazo a que el derecho puede
ser utilizado como instrumento para reforzar una determinada moral, una determinada ética o
una determinada cultura, aunque sea la dominante.
“11 La mutilación genital femenina es una
En ese marco, nos da un ejemplo con relación a la práctica que afecta la salud y las vidas de
las mujeres, mayormente niñas.
despreciable práctica de la mutilación genital Comprende la escisión total o parcial de
femenina. Claramente no es la cultura en la cual se los órganos genitales femeninos o
practica la que debe protegerse, sino a la persona, cualquier otra lesión de los mismos por
motivos no médicos. Es una práctica que
contra todo tipo de mutilación coactiva, que no viola la dignidad de las mujeres y el
solamente viola la integridad de la persona, sino derecho a decidir sobre su propio
también su libertad religiosa, la cual incluye su cuerpo. Sin embargo, es una práctica
cultural ancestral llevada a cabo en
libertad de la religión. En ese marco señala que los numerosas partes del mundo.
derechos humanos protegen a la persona también
contra la propia cultura: la mujer contra el marido, el menor contra la propia familia, más en
general a la persona contra su propia religión. La práctica de la mutilación genital es un acto
gravemente lesivo, que ningún respeto de las culturas como tal puede justificar si es practicada
contra o sin la voluntad de la persona que la sufre; y justamente por su gravedad se justifican
averiguaciones serias y profundas, dirigidas a comprobar que no sea fruto de una manipulación
de la libre voluntad de la mujer.
En todo caso, agrega Ferrajoli, es absurda la idea de que las culturas, cualquiera de ellas, incluida
la nuestra, puedan prevalecer sobre los derechos de las personas. Paradójicamente, la idea de
muchos comunitaristas según la cual el multiculturalismo excluiría el universalismo de los
derechos fundamentales, de cuya titularidad y garantía deberían estar excluidos colectivamente
todos los que no pertenezcan a nuestra cultura, indica una suerte de perverso eurocentrismo.

¿Es posible construir espacios de encuentro frente a un conflicto que parece


irresoluble?
¿Cómo lograr entonces el reconocimiento universal de los derechos humanos sin que ello
implique el desconocimiento de la diversidad cultural desde las que cada pueblo o comunidad
formula su concepción de ser humano, de sociedad y de mundo?
Para ello se requiere plantear la universalidad de los derechos sin caer en el desconocimiento
de los contextos culturales. Cada una de las posturas sobre los derechos propone un
determinado tipo de racionalidad y una versión de cómo ponerlos en práctica. El problema surge
cuando cada una de estas posturas intenta menospreciar lo que la otra propone. El derecho por
encima de la cultura o viceversa. La identidad como algo previo a la diferencia o viceversa. Ni el
derecho, garante de la identidad común, es neutral; ni la cultura, garante de la diferencia es algo
cerrado. Lo relevante es construir una cultura de los derechos que recoja en su seno la
universalidad de las garantías y el respeto por lo diferente. 12
Como señalamos en la primera clase, los derechos humanos entendidos como productos
culturales, como procesos de lucha, están determinados por la historia y por la labor
interpretativa de los sujetos.

11
Ferrajoli, Luigi. Universalismo de los derechos fundamentales y multiculturalismo. Ob. Cit.
12
Herrera Flores, Joaquín, “Hacia una visión compleja de los derechos humanos” en: El vuelo de Anteo. Derechos
humanos y crítica de la razón liberal (Ed. Joaquín Herrera Flores). Bilbao: Desclée De Brouwer, 2000.
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En este proceso histórico, siempre en atención a los contextos, al espacio, a las culturas, a las
narraciones, los derechos humanos pueden ser comprendidos como productos culturales
surgidos en occidente que siendo impulsados por las luchas sociales podrían llegar a
generalizarse sin imposiciones coloniales o imperialistas.
Para Herrera Flores, el único universalismo válido consiste en el respeto y la creación de
condiciones sociales, económicas y culturales que permitan y potencien la lucha por la dignidad.
Optar por el criterio de riqueza humana exige rechazar todo universalismo “a priori”, toda
pretensión universalista que implique la imposición de ciertos criterios como si fueran el patrón
y modelo de humanidad, defendiendo un universalismo “a posteriori”, de llegada, en el que sea
posible a todas las culturas ofrecer sus opciones y discutirlas en un plano de igualdad. 13
En este orden de ideas, advierte que los derechos humanos no son categorías armónicas,
situadas en planos ideales de consenso, desprovistas de conflictos de poder y al margen de los
contextos diferenciados en los que tienen lugar. Más que un todo homogéneo, los derechos
humanos plantean experiencias discrepantes, contrarias y a veces enfrentadas, con las que es
necesario tratar. De aquí que postule la necesidad de una disposición que permita hacer
concurrir las diferentes visiones y expresiones ideológicas que sobre tales derechos humanos se
tienen hoy en día.14
Ante tales discrepancias, para Herrera Flores lo más urgente no es lanzar proclamas
universalistas, sino construir espacios de encuentro entre dichas formas de acción en los que
todos puedan hacer valer sus propuestas y diferencias. Se requiere posibilitar espacios de
encuentro, diálogo y deliberación entre quienes, reconociéndose en posiciones y disposiciones
diferenciadas, Finalmente Ferrajoli, señala que la “convivencia entre culturas diversas postula el
recíproco conocimiento; y como es un signo de nuestro inveterado imperialismo cultural la idea
de que sólo los “otros” -los inmigrantes y los pueblos no occidentales- deban integrarse y
aprender nuestra cultura. También nosotros, más de la defensa del principio de igualdad y de
los derechos fundamentales puestos en defensa del multiculturalismo, debemos aprender a
conocer las culturas distintas y superar nuestros prejuicios y nuestro presuntuoso analfabetismo
cultural.”15

Además de esta clase, deberán leer el siguiente texto:


 Maquieira D’Angelo, Virginia, Mujeres, globalización y derechos
humanos. Reflexiones desde la categoría de "tensión", Pensamiento
iberoamericano, ISSN 0212-0208, Nº. 9, 2011, págs. 21-41

13
Herrera Flores, Joaquín, La reinvención de los derechos humanos. Colección Ensayando. Ed. Atrapasueños. 2008
14
Cfr. Herrera Flores, Joaquín. “Hacia una visión compleja de los derechos humanos”, en El vuelo de Anteo. Derechos
humanos y crítica de la razón liberal (Ed. Joaquín Herrera Flores). Bilbao: Desclée De Brouwer, 2000.
15
Ferrajoli, Luigi, Democracia y garantismo, Ed. Trotta, Madrid, 2008, págs. 57
7

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