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“TODOS MERECEMOS UN MEDIO AMBIENTE SANO”

El ambiente es importante, porque de él obtenemos agua, comida,


combustibles y materias primas que sirven para fabricar las cosas que
utilizamos diariamente. En él vivimos, es nuestro hogar, de él depende la
existencia de las especies vegetales, de las especies animales y de la
existencia humana. Al abusar o hacer mal uso de los recursos naturales que se
obtienen del ambiente, lo ponemos en peligro y lo agotamos.
En primer lugar, no hay duda de que el mundo está cambiando y que las
condiciones climáticas son un factor inobjetable para darse cuenta de eso. Con
temperaturas cada vez más extremas y con fenómenos inusuales, uno puede
darse cuenta que la contaminación ha perjudicado enormemente al planeta. La
aparición de huracanes, la crecida del mar, las lluvias incontrolables, entre
otros, son solo una faceta de las repercusiones que puede acarrear la falta de
cuidado del hábitat.
Además, el deterioro del ambiente está directamente relacionado con la forma
en que una localidad, una región o un país desarrollan las actividades
económicas y con los procedimientos que se emplean para explotar los
recursos naturales.
Es por eso, que el derecho ambiental, como rama novísima del Derecho, busca
el interés en todo el mundo por constituir, según los expertos, un medio
imprescindible para la preservación del medio ambiente y de una buena calidad
de vida.
Con respecto a lo anterior, los principios que guían el derecho ambiental son
los de prevención y precaución, que persiguen, como propósito último, el dotar
a las respectivas autoridades de instrumentos para actuar ante la afectación, el
daño, el riesgo o el peligro que enfrenta el medio ambiente, que lo
comprometen gravemente, al igual que a los derechos con él relacionados. Así,
tratándose de daños o de riesgos, en los que es posible conocer las
consecuencias derivadas del desarrollo de determinado proyecto, obra o
actividad, de modo que la autoridad competente pueda adoptar decisiones
antes de que el riesgo o el daño se produzcan, con el fin de reducir sus
repercusiones o de evitarlas, opera el principio de prevención que se
materializa en mecanismos jurídicos tales como la evaluación del impacto
ambiental o el trámite y expedición de autorizaciones previas, cuyo
presupuesto es la posibilidad de conocer con antelación el daño ambiental. 
En cuanto, al Principio de Precaución es un principio rector y proteccionista del
medio ambiente, que tiene por fin orientar la conducta de todo agente a
prevenir o evitar daños, graves e irreversibles, al medio ambiente; aún y
cuando dichos daños no se encuentren en etapa de consumación o amenaza
sino en una etapa, si se quiere, previa a esta última y distinta, considerada
como de riesgo o peligro de daño, y no exista certeza científica absoluta sobre
su ocurrencia.
Hay que tener en cuenta que, el Principio de Precaución es mucho más
exigente para los agentes y proteccionista del medio ambiente, ya que a través
del mismo se protege al medio ambiente de peligros desconocidos e inciertos;
mientras que el Principio de Prevención procura proteger de peligros conocidos
y ciertos. Así mismo, se establece que el Principio de Prevención se
fundamenta en la debida diligencia, “en el deber de vigilancia y adopción de
previsiones en relación con los bienes y personas bajo su control, a fin de
asegurarse que, en condiciones normales, los objetos, elementos o actividades
riesgosas no causen perjuicios a terceros”.
Por otra parte, el Principio de Precaución “se basa en el buen gobierno,
gestión que se adelanta criteriosamente a los hechos, la que ante la duda de
que una actividad pueda ser riesgosa, prefiere limitarla (aun equivocándose),
privilegian do las seguridades (en el caso ambiental, la preservación del medio
ambiente)”.
En otras palabras, el principio de precaución funciona cuando la relación causal
entre una determinada tecnología y el daño temido no ha sido aun
científicamente comprobada de modo pleno. Esto es precisamente lo que
marca la diferencia entre la “prevención” y la “precaución”. En el caso de la
“prevención”, la peligrosidad de la cosa o de la actividad ya es bien conocida, y
lo único que se ignora es si el daño va a producirse en un caso concreto. Un
ejemplo típico de prevención está dado por las medidas dirigidas a evitar o
reducir los perjuicios causados por automotores. En cambio, en el caso de la
“precaución”, la incertidumbre recae sobre la peligrosidad misma de la cosa,
porque los conocimientos científicos son todavía insuficientes para dar
respuesta acabada al respecto. Dicho de otro modo, la prevención nos coloca
ante el riesgo actual, mientras que en el supuesto de la precaución estamos
ante un riesgo potencial.
En conclusión, con la adopción de los principios de preventivo y precaución es
un gran avance en pos de la protección del medio ambiente. Ahora bien, es
sumamente delicado restringir actividades que propendan al desarrollo del
hombre en su bienestar y calidad de vida. Nos encontramos frente a un difícil
dilema que podría implicar coartar el desarrollo industrial, y en consecuencia el
bienestar del hombre, en pos de mantener la seguridad del medio ambiente. 
Asimismo, corremos riesgo de adoptar posturas extremas que impliquen
restringir cualquier actividad humana que pueda significar un riesgo potencial
para el medio ambiente. Es importante aclarar que toda actividad implica un
riesgo y saber lidiar con dichos riesgos es un elemento inevitable de la propia
condición humana. Considero que es imprescindible no caer en el simplismo de
las reacciones emocionales sobre la potencialidad de un determinado riesgo
que exponga a la demonización del promotor de una determinada actividad,
provocando la falsa división entre “ambientalistas” y “explotadores” del
ambiente. Dicha lógica binaria de desarrollo o medio ambiente debe ser
superada por un proyecto más ambicioso de desarrollo sustentable que
favorezca al hombre y proteja al medio ambiente.
 
A mi juicio, la prohibición debería ser una medida de carácter excepcional. Las
posibilidades estratégicas de afrontar un peligro de daño grave para el medio
ambiente deberían discurrir a través de un abanico de medidas que incluya
obligaciones de estudio, monitoreo, obligación de recabar información e
investigación adecuada a efectos de salir de la incertidumbre y tomar la medida
precautoria más óptima para la protección del medio ambiente.
En definitiva, cuidar del ambiente es cuidar la vida. Es importante entonces
pensar y saber que el mundo no nos pertenece, nos ha sido prestado para que
vivamos en él y lo utilicemos con sabiduría. Y eso es lo que debemos hacer
vivir, no destruir. Si destruimos el ambiente estaremos perjudicando a nosotros
mismos, a nuestros hijos y a nuestros nietos. Cuidar el mundo es cuidarnos y
esa es una muy buena razón.

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