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OPINIÓN CRITICA:

Desde mi perspectiva, existe un debate abierto entre dos corrientes doctrinarias, que intentan estructurar el proceso civi,
las dos posturas en pugna pueden ser denominadas como eficientismo y garantismo, en ese sentido podemos
expresar que, a la luz de la tendencias actuales respecto del eficientismo procesal, en nuestro país a pesar del paso
del tiempo de vigencia del Código Procesal Civil, aún faltan hacer ajustes para lograr una reforme integral en el
proceso mismo, que evidentemente no puede ser llevada a cabo si no existe la voluntad política de los propios
operadores jurisdiccionales y de los usuarios del servicio judicial. Por su parte durante la segunda parte del siglo
XX puede notarse un fenómeno de constitucionalización de las garantías procesales, vale decir un aseguramiento
por medio de constituciones y tratados internacionales de un número de garantías mínimas que favorecen a los
individuos, sin importar el modelo procesal, este movimiento se ha autodenominado garantismo.
Primero, el eficientismo se singulariza por ponderar muy especialmente a la finalidad del proceso civil en general y a las
finalidades de las instituciones y herramientas procesales de que se sirve. Asimismo, se preocupa por analizar y
mejorar el rendimiento del Servicio de Justicia, y para ello reclama la ayuda de ciencias auxiliares. Por añadidura,
se caracteriza por abrirse con la prudencia del caso a experiencias foráneas y a aceptar el trasplante (con los
ajustes que correspondieren) de instituciones procesales probadas en otros países de cuño análogo al nuestro. El
eficientismo procesal, en suma, viene a representar un cuarto estadio de los conocimientos procesales (los otros
son la práctica forense, el procedimentalismo y el procesalismo) que ha venido a insuflar aires nuevos al
tradicional ámbito del procesalismo clásico. Sus ideas armonizan y complementan a las ideas activistas,
generándose así una sinergia que reputamos muy beneficiosa.
En ese sentido podemos mencionar que, un proceso de reforma no se puede llevar a cabo con tan solo un cambio de
normas adjetivas, sino también con la progresiva incorporación de instituciones procesales que adoptadas a la
realidad nacional pueden favorecer la pronta solución de los conflictos judiciales. Las experiencias observadas en
otros países dan cuenta que han existido modelos más eficaces que el que tenemos en la actualidad, ya que sí ha
habido una verdadera preocupación por parte de la sociedad por superar esas taras.
Segundo, el garantísmo procesal, es una posición doctrinal aferrada al mantenimiento de una irrestricta vigencia de la
Constitución y, con ella, del orden legal vigente en el Estado en tanto tal orden se adecue en plenitud con las
normas programáticas de esa misma Constitución. En otras palabras, los autores así enrolados no buscan un juez
comprometido con persona o cosa distinta de la Constitución, sino a un juez que se empeñe en respetar a todo
trance las garantías constitucionales. En otras palabras: guarda adecuado respeto a la gradación de la pirámide
jurídica. Descartados los buenos propósitos de sus cultores y la calidad científica de sus mentores, creemos que
olvidan que el juez del proceso civil no es un árbitro deportivo únicamente interesado en que los jugadores
observen las reglas del juego, sin poder agregar ni modificar nada de lo que hicieren o dejaran de hacer aquéllos.
El resultado de dicha preterición es el minimalismo procesal del que hablaremos más luego. A ello se suma una
lectura de la Constitución Nacional que no es, pensamos, la correcta porque ésta privilegia, ante todo, que el
proceso civil se corone con una sentencia justa. Para conocer, más detalladamente, las singularidades del
garantizo procesal es suficiente con invertir las correspondientes al activismo procesal, del que también daremos
cuenta más adelante.
Por tanto, en mi opinión, todos estos cambios tienen que ser analizados a la luz de dos tendencias procesales modernas
que se contraponen: el eficientismo procesal versus el garantismo procesal, a fin de evitar que la poca o excesiva
celeridad de los procesos se contraponga al debido proceso y las garantías de la administración de Justicia. Sin
embargo, hay que ser cautelosos en este proceso, procurando esencialmente que no gane el entusiasmo al debido
proceso, y a las garantías que debe reunir el proceso.
La postura radical de la doctrina revisionista, niega todo tipo de iniciativa material del juez, supone restar eficacia al
proceso como instrumento del Estado para la justa tutela de los intereses litigiosos. Desde mi opinión, no debe
buscarse el garantismo sin tener en cuenta la función que cumple el proceso, ni tampoco la eficacia olvidándose
las garantías constitucionales del proceso. El garantismo exacerbado puede originar la ineficacia del proceso, y la
eficacia extrema puede propiciar la vulneración de las garantías básicas de la actividad del juez con su deber de
imparcialidad- y de las parte, con sus derechos a la defensa. Por ello, el debate garantismo eficacia no debe
plantearse en términos de prevalencia de uno sobre otro, sino de compatibilidad, esto es, debe buscarse la máxima
eficacia del proceso respetando las garantías procesales del juez y de las partes.
Parece difícil y utópica esta posibilidad, pero la comprensión y esfuerzo de los operadores, y del Estado como ente
político más comprometido, deben orientarse a concretar mejor el modelo procesal garantista y eficiente. De ello
depende en gran medida el éxito o el fracaso del modelo procesal vigente, teniendo en cuenta la abultada carga
procesal que soportan los juzgados y fiscalías, que no permiten respuestas de calidad, oportunas y deseables de
justicia, con pleno respeto y aplicación de los derechos fundamentales del imputado.

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