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Estimados colegas:
Definir qué es no es tarea fácil ya que tropezamos con una primera dificultad que es cómo
darle nombre a una pluralidad de textos tan diversos, cómo encontrar rasgos comunes entre
elementos tan distintos entre sí.
Si leemos material sobre el tema, concluiremos que depende del autor y su corriente de estudio,
de la época en que se formula, que tendremos una definición u otra.
Sin embargo, a pesar de esa diversidad, podemos reconocer características propias de los
textos literarios que los diferencia de otros. Comenzaremos leyendo algunos enfoques teóricos.
CONCEPTUALIZACIONES DE LA LITERATURA
La palabra “literatura” se presenta afectada por la polisemia, lo que hace difícil establecer el
concepto de literatura.
El vocablo “literatura” es un derivado del término latino literatura, instrucción, saber
relacionado con el arte de leer y escribir, también gramática, alfabeto, erudición, etc.
Fundamentalmente, ese fue el contenido semántico del término hasta fines del siglo XVIII. Es decir
que se entendía por literatura a la ciencia en general y a la cultura del hombre de letras.
En el siglo XVII y primera mitad del XVIII, cuando se pretendía designar a lo que entendemos
hoy como literatura se utilizaba la palabra poesía y se quería mencionar a ciertas formas de prosa se
utilizaba la palabra elocuencia.
En la segunda mitad del mismo siglo la palabra pasa a designar una actividad específica del saber
y por tanto se refiere a un objeto que se puede estudiar. Para Lessing el vocablo Literatur designa
ya un conjunto de obras literarias, y hacia el fin del siglo XVIII, literatura pasa a designar el
conjunto de las obras literarias de un país.
Al finalizar el siglo XVIII “literatura” cobra un nuevo matiz semántico y designa el fenómeno
literario en general y no sólo una literatura nacional en particular. Se entiende como creación
estética, específica categoría intelectual y del conocimiento. El término “ciencia” se especializó, por
lo que el término “literatura” dejó de incluir los escritos de carácter científico, a la vez que se
valorizaron los géneros literarios en prosa, haciéndose necesaria una designación genérica que
abarcase todas las manifestaciones del arte de escribir: literatura.
Al terminar la última década del siglo XVIII la palabra literatura cobra un nuevo matiz semántico
y pasa a designar al fenómeno literario en general, ya no circunscripta a una literatura nacional en
particular. Se va hacia la noción de literatura como creación estética, como una específica categoría
intelectual, y forma específica de conocimiento.
1. Conjunto de producciones literarias de una época. Por ejemplo: Literatura del siglo XVIII;
Literatura del sur de Francia, etc.
2. Conjunto de obras que se particularizan y cobran forma ya por su origen, o su temática o su
intención. Por ejemplo: Literatura femenina; literatura de terror; literatura revolucionaria;
literatura de evasión,
3. Bibliografía existente sobre un tema determinado. Ejemplo: sobre el Barroco existe una
literatura abundante.
4. Retórica: como expresión artificial porque identifica peyorativamente a la literatura con la
falsedad retórica este significado data de fines del siglo
5. Por elipsis se emplea, simplemente, literatura por o en lugar de historia de la Literatura
puede significar todavía conocimiento organizado del fenómeno literario. Por ejemplo:
Literatura comparada; literatura general, etc.
La evolución semántica del término literatura nos revela la dificulta de establecer un concepto
incontrovertido del mismo. De los muchos sentidos mencionados, el que nos interesa es el de
literatura como actividad estética y, en consecuencia, sus productos, sus obras.
Aguiar e Silva propone como definición de Literatura la elaborada por el Prof. Prado Coelho:
“pertenecen a la Literatura, (…) las obras estéticas de expresión verbal oral o escrita”. La obra
literaria constituye una forma determinada de mensaje verbal, pero el problema reside en distinguir
el lenguaje literario del no literario, de modo que sepamos si tal manifestación literaria es buena o
mala.
Si fuera un niño de cinco años el que se acercara a preguntármelo, lo tendría fácil: «La literatura
son los cuentos, los poemas y el teatro», le diría. Pero si me lo pregunta un teórico, es difícil saber
cómo afrontar la pregunta; quizá me interpela sobre la naturaleza general del objeto «literatura»,
que los dos conocemos a fondo. ¿Qué tipo de objeto o de actividad es? ¿Qué hace? ¿A qué fin
atiende? En tal caso, «¿Que es literatura?» no reclama una definición, sino más bien un análisis,
incluso la discusión sobre por qué hay que ocuparse de la literatura.
Pero «¿Qué es literatura?» podría ser igualmente una pregunta sobre los rasgos distintivos de las
obras que coincidimos en llamar literarias: ¿qué las distingue de las no literarias?, ¿qué diferencia a
la literatura de otras actividades o entretenimientos del ser humano? Esta cuestión podría tener
como origen el dudar sobre cómo decidir qué libro es literatura y cuál no; pero es más probable que
ya se tenga una idea previa de que se considera literario y se quiera saber algo diferente: ¿existen
rasgos distintivos esenciales presentes en todas las obras literarias?
Se suele decir que la «literariedad» reside sobre todo en la organización del lenguaje, en una
organización particular que lo distingue del lenguaje usado con otros propósitos. La literatura es un
lenguaje que trae «a primer plano» el propio lenguaje; lo rarifica, nos lo lanza a la cara diciendo
«¡Mírame! ¡Soy lenguaje!», para que no olvidemos que estamos ante un lenguaje conformado de
forma extraña. La poesía, de modo quizá más evidente que los otros géneros, organiza el sonido
corriente del lenguaje de forma que lo percibamos. Veamos el comienzo de un soneto de Miguel
Hernández:
La disposición lingüística pasa a primer término (escúchese la repetida presencia de las erres,
además del ritmo acentual o la rima), y aparecen imágenes de objetos inusuales como «un dentro
sin luz»; todo indica que estamos ante un manejo especial del lenguaje que quiere atraer nuestra
atención hacia las propias estructuras lingüísticas.
La literatura es un lenguaje en el que los diversos componentes del texto se relacionan de modo
complejo. Si me llega una carta al buzón pidiéndome colaboración para una causa noble,
difícilmente encontraré que su sonido sea un eco del sentido; pero en literatura hay relaciones —de
intensificación o de contraste y disonancia— entre las estructuras de los diferentes niveles
lingüísticos: entre el sonido y el sentido, entre la organización gramatical y la estructura temática.
Una rima, al unir dos palabras (helada/mirada), nos lleva a relacionar su significado (la «mirada
helada» podría resumir la actitud que el yo poético percibe en su amada).
Una de las razones por las que el lector presta una atención diferente a la literatura es que su
enunciado guarda una relación especial con el mundo; una relación que denominamos «ficcional».
La obra literaria es un suceso lingüístico que proyecta un mundo ficticio en el que se incluyen el
emisor, los participantes en la acción, las acciones y un receptor implícito (conformado a partir de
las decisiones de la obra sobre qué se debe explicar y qué se supone que sabe o no sabe el receptor).
Las obras literarias se refieren a personajes ficticios y no históricos (Emma Bovary, Huckleberry
Finn, el capitán Alatriste), pero la ficcionalidad no se limita a los personajes y los acontecimientos.
Las tres características de la literatura que hemos visto hasta aquí —los niveles suplementarios de
la organización lingüística, la separación de los contextos prácticos de enunciación y la relación
ficcional con el mundo — se pueden agrupar bajo el encabezamiento de «función estética del
lenguaje». Estética es el nombre tradicional de la teoría del arte, que ha debatido por ejemplo si la
belleza es una propiedad objetiva de las obras de arte o si se trata de una respuesta subjetiva de los
espectadores, o también cómo se relaciona lo bello con lo bueno y lo verdadero.
La teoría reciente ha defendido que las obras literarias se crean a partir de otras obras, son
posibles gracias a obras anteriores que las nuevas integran, repiten, rebaten o transforman. Esta
noción se designa a veces con el curioso nombre de «intertextualidad». Una obra existe entre otros
textos, a través de las relaciones con ellos. Leer algo como literatura es considerarlo un suceso
lingüístico que cobra sentido en relación con otros discursos: por ejemplo, cuando un poema juega
con las posibilidades creadas por los poemas previos, o una novela escenifica y critica la retórica
política de su tiempo. El soneto de Shakespeare «My mistress' eyes are nothing like the sun» («Los
ojos de mi señora no son comparables con el Sol») recoge las metáforas de la tradición previa de
poesía amorosa para negarlas («But no such roses see I in her cheeks», «yo no veo rosas tales en
sus mejillas»); para negarlas como medio de elogiar a una mujer que «cuando camina, pisa en el
suelo» («when she walks, treads on the ground»). El poema tiene sentido en relación con la
tradición que lo hace posible.
Si leer un poema como literatura es relacionarlo con otros poemas, comparar y contrastar la
manera en que crea sentido con la manera en que lo crean otros, resulta posible por tanto leer los
poemas como si en cierta medida trataran sobre la propia poesía: se relacionan con las operaciones
de la imaginación y la interpretación poética. Estamos aquí ante otra noción que ha sido importante
en la teoría reciente: la literatura reflexiona sobre sí misma, es «autorreflexiva».
LA PARADOJA DE LA LITERATURA
La literatura es una institución paradójica, porque crear literatura es escribir según formulas
existentes (crear algo que tiene el aspecto de un soneto o que sigue las convenciones de la novela),
pero es también contravenir esas convenciones, ir más allá de ellas. La literatura es una institución
que vive con la evidenciación y la crítica de sus propios límites, con la experimentación de qué
sucederá si uno escribe de otra manera. Por tanto, literatura es a la vez sinónimo de lo plenamente
convencional —el corazón disputa con la razón, una doncella es hermosa y un caballero es valiente
— y de lo rupturista, en que el lector debe esforzarse por crear cualquier mínimo sentido.
Los críticos y teóricos tienen la esperanza de que, al definir de una manera concreta la literatura,
adquieran valor los métodos críticos que ellos consideran más pertinentes y lo pierdan los que no
tienen en cuenta esos rasgos supuestamente fundamentales y distintivos de la literatura. En el
contexto de la teoría reciente, esta pregunta tiene importancia porque ha desvelado la literariedad de
toda clase de textos. Pensar la literariedad, entonces, es mantener ante nosotros, como recursos para
el análisis de esos discursos, ciertas prácticas que la literatura suscita: la suspensión de la exigencia
de inteligibilidad inmediata, la reflexión sobre qué implican nuestros medios de expresión y la
atención a cómo se producen el significado y el placer.
Podría agregar: desde el punto de vista institucional existen funciones, normas y valores
estáticos como presupuestos de la práctica literaria. Todo lo que se produce se produce con arreglo
a determinadas normas (lo que se considera, por ejemplo, literariamente escribible) y a
determinados valores (un valor estético puede ser. en un momento, la adecuación a un modelo
literario determinado; y en otro momento puede ser la desviación respecto de ese modelo).
Naturalmente todo lo que se produce tendrá una determinada función: históricamente, el arte ha
estado subordinado a la religión (primitivamente) o al Estado o a la política o a la vida entera
(típicamente: las vanguardias) o a nada (es el caso de quienes postulan un arte autónomo). De modo
que las cosas son muy complicadas.
Estamos muy próximos a terminar de definir la literatura. La siguiente pregunta sería: ¿cuáles son
los materiales con los que la literatura trabaja? En el caso de la pintura la respuesta es clara:
témperas, óleos o acuarelas, telas, etc.... En el caso de la música también: sonidos. El caso de la
literatura es un poco más complicado, pero ilumina, también, a las demás artes. Los materiales de la
literatura son la lengua, la experiencia y las ideologías. Vamos a analizar un poco todo esto, pero va
de suyo que todas las artes toman como materiales una cierta experiencia del mundo y una cierta
ideología, también.
Que la literatura trabaja con el lenguaje es evidente: La literatura es un arte verbal. Como tal,
adopta muchas de las características del lenguaje. Pero también es cierto que modifica algunas
propiedades del lenguaje. Un ejemplo:
soledad confusa: perdidos unos, otros inspirados. iOh tú, que impedido de sin venablos
armados de nieve, (a) los (que) el cielo teme (como si fueran) gigantes de cristal
De todos modos, es importante tener en cuenta que la lengua literaria tiene que ver con el
lenguaje corriente, al que se le aplican una serie de artificios o procedimientos o técnicas
específicamente literarias que constituyen una retórica.
La retórica estudia, precisamente, las figuras más frecuentes en los textos. Cada autor, cada texto,
tiene su retórica (porque, no lo olvidemos: la literatura es una producción, y se produce con
herramientas. La retórica es una de ellas).
Las figuras retóricas se clasifican de acuerdo con los niveles del lenguaje sobre los que operan.
Algunas de ellas son:
Hay, naturalmente, muchas más. No las defino aquí porque hay miles de definiciones y la gente
no se ha puesto de acuerdo todavía sobre cómo definir, por ejemplo, una metáfora. Lo que
deberíamos recordar, por lo tanto, es que la literatura tiene como material la lengua. Que la retórica
es una herramienta para trabajar la lengua y que el lenguaje poético (literario) es cualitativamente
diferente del lenguaje corriente.
Terry Eagleton, crítico inglés contemporáneo, afirma que una obra literaria se define por el uso
especial del lenguaje. De acuerdo con esta teoría, la literatura consiste en una forma de escribir que
se aleja del modo en que se habla o se escribe en la vida diaria. La literatura se distinguiría por el
uso estético del lenguaje. El acto de comunicación se centra en el mensaje e intenta provocar un
goce estético.
Por otra parte, plantea que es concepto de literatura es una convención: no radica en un concepto
válido universalmente; es arbitrario y no está determinado solo por este uso específico del lenguaje,
sino también por la relación que el receptor tiene con la obra.
Así, lo literario lleva implícitas las diferentes formas en que las personas nos relacionamos con lo
escrito. Aquí no sólo los lectores cobrarían un papel relevante para decidir qué se lee como
literatura y qué no, sino que, además, la crítica literaria, los medios de comunicación, las editoriales,
las universidades y las escuelas tendrían un rol decisivo para definir qué es literatura. Estas
instituciones sociales son las que conforman el canon literario
EL LENGUAJE LITERARIO
El lenguaje del que se vale el texto literario no se diferencia del que empleamos corrientemente
en lo esencial sino en la manera especial de utilizarlo.
La obra literaria constituye una forma determinada del mensaje verbal, pero debemos distinguir
el lenguaje literario del lenguaje no literario o cotidiano, de modo tal que sepamos cuando un
mensaje verbal debe ser considerado como una manifestación literaria, independientemente de
criterios valorativos.
Ahora bien ¿En qué consiste la función poética del lenguaje? ¿Cuáles son los
rasgos distintivos del lenguaje literario?
La literatura es lenguaje: no sólo se sirve de él, como sucede con los discursos con fines
prácticos, sino que trabaja estéticamente con el lenguaje. Lo que importa en la literatura no es sólo
qué se dice sino cómo ha sido dicho y por qué.
Cuando el uso del lenguaje persigue este fin, se dice que se utiliza con una finalidad estética,
las obras que se consideran literarias producen una suerte de placer vinculado con lo bello.
Las discusiones teóricas giran acerca de qué es lo bello. La idea de belleza no sólo cambia
entre personas sino también de una época a otra. Lo que es bello para un momento determinado de
la historia de la cultura, no lo es para otra. La cultura renacentista de los siglos XIV al XVI
consideraba el ideal de belleza femenina la mujer de contextura robusta y piel blanca; en la
actualidad es muy diferente esa concepción. El concepto de “lo bello” es relativo.
El lenguaje literario posee la capacidad de sumar al significado habitual de las palabras otros
matices de significación que comunican, indirectamente, otras informaciones. Este modo de
significar se llama connotación.
La literatura explota estas posibilidades mediante una serie de recursos, desde metáforas e
imágenes hasta la disposición espacial del texto en una hoja de papel.
Una obra se valora estéticamente en la medida en que depende de una norma. Como la norma y el
valor son pactados social y culturalmente, el lenguaje funcionará estéticamente atendiendo a ese
pacto. Por ejemplo, existen textos que originariamente no fueron pensados como literarios y hoy se
lee como tales.
EL LENGUAJE LITERARIO
CARACTERÍSTICAS:
ACTIVIDADES OBLIGATORIAS CLASE N° 1
1. Realice una síntesis de las características que debe tener una obra para que
sea literaria según cada autor leído en el marco teórico.
2. Elabore una definición propia de literatura teniendo en cuenta lo leído.
Foro (obligatorio):
-Mencione dos obras que trabaje o haya trabajado en clase y explique por
qué considera que son literarias y por qué las eligió. En el caso de que no se
encuentre en actividad, mencione obras que haya utilizado en sus prácticas en el
Profesorado.
ACTIVIDADES NO OBLIGATORIAS
-Para comprender un poco más sobre las características del lenguaje literario
puede ver el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=qXF6N3FG-BA
-Para ampliar sobre Funciones del lenguaje puede ver los siguientes videos:
https://www.youtube.com/watch?v=akkDxHs1LB8
https://www.youtube.com/watch?v=bVIoUiJBbts