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La educación estuvo reservada inicialmente para los hombres debido a la influencia de las órdenes religiosas. Las primeras instituciones educativas eran dirigidas por sacerdotes y solo admitían niños. Recién en 1780 se permitió el ingreso de una niña huérfana. Con el tiempo hubo un mayor reconocimiento de las mujeres, aunque los cambios fueron mínimos. Figuras como Belgrano, Rivadavia y Sarmiento promovieron la educación femenina aunque limitada a primeras letras y oficios domésticos. Juana Mans
La educación estuvo reservada inicialmente para los hombres debido a la influencia de las órdenes religiosas. Las primeras instituciones educativas eran dirigidas por sacerdotes y solo admitían niños. Recién en 1780 se permitió el ingreso de una niña huérfana. Con el tiempo hubo un mayor reconocimiento de las mujeres, aunque los cambios fueron mínimos. Figuras como Belgrano, Rivadavia y Sarmiento promovieron la educación femenina aunque limitada a primeras letras y oficios domésticos. Juana Mans
La educación estuvo reservada inicialmente para los hombres debido a la influencia de las órdenes religiosas. Las primeras instituciones educativas eran dirigidas por sacerdotes y solo admitían niños. Recién en 1780 se permitió el ingreso de una niña huérfana. Con el tiempo hubo un mayor reconocimiento de las mujeres, aunque los cambios fueron mínimos. Figuras como Belgrano, Rivadavia y Sarmiento promovieron la educación femenina aunque limitada a primeras letras y oficios domésticos. Juana Mans
El ámbito laboral en general, y el de magisterio en particular estaba reservado a los
hombres, debido a la influencia que tuvo en América la llegada de las órdenes
religiosas, donde a pesar de tener entre sus filas a mujeres devotas, predominaban los hombres. Los jesuitas fueron los que destacaron en cuanto a su rol educador, enseñando en sus misiones mayormente a los indígenas, con la intención de hacer de ellos personas capaces de insertarse como súbditos del rey de España. En efecto los primeros maestros provenientes de las órdenes, fueron sacerdotes y se encargaban de educar exclusivamente al alumnado masculino. La primera niña que pudo ingresar a una institución de estas como la Casa de Niños Expósitos, según datos del manual, fue una huérfana, admitida el 9 de Junio de 1780. Uno de los porqués en cuanto a la posible exclusión de las mujeres niñas, se puede atribuir a que además de la enseñanza básica, se impartía también la de oficios. Así los niños aprendían el oficio de herreros, sastres, zapateros, entre otros, con el objetivo de poder insertarse posteriormente en el mercado laboral, oficios de hombres, así las mujeres que querían formar su educación personal debían recurrir a maestros particulares, que eran costoso, por lo tanto, la enseñanza solo se reducía a aquellas mujeres de buen pasar. Esta era la costumbre arraigada en la sociedad colonial. La independencia y el período post independentista, establecieron mayor aceptación hacia el género femenino, aun así, los cambios fueron mínimos. La transformación que se perseguía, debía servir para dotar de mayor control al estado colonial con las reformas borbónicas, además los ideales de la ilustración, penetraron de manera diferente en España y en la América española, aquí la pesada influencia de la Iglesia, y de la monarquía hicieron variar ese intento de cambio radical que originariamente perseguía la ilustración, hacia una restauración de los valores tradicionales, sin cambios sociales profundos, un cambio que tenía lugar en lo más alto de la pirámide social, y ahí se quedaba. Una de las personas que se desempeñó en ese contexto, y promovió un lugar para las mujeres en la educación, fue Manuel Belgrano, aunque dicho espacio solo se remitía a la ampliación de las instituciones asignadas a la educación femenina, funcionaba para dicho propósito solamente el colegio de huérfanas de San Miguel, fundado en 1755. La importancia que daba Belgrano a la educación del “bello sexo”, como escribió en el Correo de Comercio, descansaba en su rol de madres, y en que básicamente al ser el primer contacto de los jóvenes a edad temprana, ellas debían tener el papel de “generalizar las buenas costumbres y la moralidad” entre los niños a temprana edad, para ello las mujeres debían formarse aunque sea en primeras letras. En 1823 Rivadavia, impulso, junto a sus reformas de tinte liberal, la educación de las mujeres, creando para ello una serie de instituciones donde albergar a las niñas. La Sociedad de Beneficencia, se encargaba de inspeccionar las escuelas de niñas, la Casa de Niños Expósitos, la casa de los partos, el Hospital de Mujeres, el Colegio de Huérfanas. Además se amplió la jurisdicción para tal objetivo, asignándose nuevos establecimientos hacia la Campaña de Buenos Aires. Allí se enseñaba según el método Lancaster, exportado de Inglaterra, y se recibía a niñas de diversos grupos sociales. Habría que esperar un tiempo, hasta 1852, para que otro actor importante en la historia Argentina, fomentara el rol de la mujer en la sociedad. Sarmiento, debido a su viaje a Estados Unidos, logro visualizar la importancia de la educación para el progreso social en todos los campos, la educación era sinónimo de civilización, y se debía dirigir a todos los sujetos sociales sin excepción. Además, allí coincidió en la necesidad de dotar de mayor cantidad de mujeres al papel educativo, por ello se encargó de traer maestras, protestantes, para impartir la enseñanza del magisterio en el país, y formar mujeres maestras, por supuesto. Este gesto, según Arata y Mariño, fue más perspicaz que transgresor, porque Sarmiento pudo reconocer en las mujeres esas ansias por la emancipación, entonces estas iban a ser capaces de llevar a cabo con mayor fuerza una emancipación de todo el conjunto social .Estrada iba a interpelar también por la enseñanza de oficios a las mujeres, dibujo, costura y economía doméstica eran las claves para ellas. Además consideraba importante la educación de ambos sexos, pero diferenciados, es decir en aulas y establecimientos distintos. Quien mayor énfasis puso en poner a la mujer en un papel similar al del hombre, con sus herramientas de la época, fue Juana Manso, quien formó parte de la Sociedad de Beneficencia. En el exilio en la época rosista, por sus inclinaciones políticas familiares, ya en Uruguay organizó el Ateneo de Señoritas, donde impartía a jóvenes y señoras la enseñanza de lectura, gramática, aritmética, francés, labores, dibujo, canto, piano, y lecciones de moral. Ella fue un personaje que salía de lo común, en cuanto a las “representaciones patriarcales” de la época, porque se desempeñó sin problemas en tanto maestra, escritora, periodista y traductora, en espacios donde la mujer no tenía lugar. Su crítica a la sociedad, y a la “cultura varonil” iba referida a la educación católica dogmática, ella era protestante, porque este otorgaba un rol menor a las mujeres. También criticaba el discurso ilustrado y republicano porque, aunque éste decía proclamar la libertad y la igualdad, allí la mujer no contaba. Pensaba que la mujer no debía buscar su realización solamente en el hogar, sino que tenía muchas cosas para brindarle a la sociedad, y debía ocupar un lugar similar en la misma a la de los hombres, porque solo así una sociedad podría denominarse moderna y liberal. Su labor se centró en generar espacios de sociabilidad para las mujeres, donde promover el pensamiento y debate, pensaba que la emancipación de estas debía producirse a través del conocimiento. Se encargó de impulsar y dirigir la primera escuela mixta, creada por Sarmiento, dirigió la revista pedagógica Anales de la Educación Común, también concebida por Sarmiento. En el Siglo XX, la incidencia femenina en la educación se convirtió en predominante. Los maestros y maestras eran considerados como el brazo ideológico del estado naciente, por lo tanto, eran una herramienta importante para ideologizar al pueblo. Con la introducción del normalísimo, la ley de Escuelas Normales Nacionales de 1869, se creó una institución exclusiva para la enseñanza de maestras mujeres, debido a la mayor demanda de estas para formarse (Escuela Normal para Maestras). La mayor demanda de las mujeres en cuanto a su formación como educadoras, respondía al estatus que brindaba el desempeñarse en un trabajo no manual, un empleo respetable de cierta preeminencia social, que además podía asegurar un buen matrimonio. Esta mayor proporción de la mujer hizo que la docencia, según Graciela Morgade, fuese no solo un trabajo para mujeres, sino de mujeres. Estas cifras nos demostraban que en 30 años desde la creación de la primera escuela normal, las mujeres representaban el 85% del cuerpo docente. Se vinculaba esta preeminencia en el carácter maternal de ellas, por contraposición a la del hombre, y al ser trabajadoras “más baratas” y con mayor capacidad para amoldarse a situaciones adversas y precarias. Pero este proceso también llevo a la feminilizacion, en palabras de Silvia Yannoulas, del mercado laboral, resaltando la creciente importancia de la inclusión de la mujer en los ámbitos de trabajo, y en particular en la función pública educacional. Pero esta preponderancia también genero rispideces, y la realidad mostro los limites en cuanto al ascenso de las mujeres en el campo educativo, donde los cargos jerárquicos eran ocupados casi en exclusividad por hombres. Pero, aun así, es de resaltar el camino recorrido y ganado por las mujeres. Ya en el proceso de reglamentación de la educación en la argentina, la ley 1420 de educación, en el artículo 10 destaca el valor de la mujer como educadora, e imparte las clases mixtas, y el estado como garante de esta.