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El ámbito laboral en general, y el de magisterio en particular estaba reservado a los

hombres, debido a la influencia que tuvo en América la llegada de las órdenes


religiosas, donde a pesar de tener entre sus filas a mujeres devotas, predominaban los
hombres.
Los jesuitas fueron los que destacaron en cuanto a su rol educador, enseñando en sus
misiones mayormente a los indígenas, con la intención de hacer de ellos personas
capaces de insertarse como súbditos del rey de España. En efecto los primeros
maestros provenientes de las órdenes, fueron sacerdotes y se encargaban de educar
exclusivamente al alumnado masculino.
La primera niña que pudo ingresar a una institución de estas como la Casa de Niños
Expósitos, según datos del manual, fue una huérfana, admitida el 9 de Junio de 1780.
Uno de los porqués en cuanto a la posible exclusión de las mujeres niñas, se puede
atribuir a que además de la enseñanza básica, se impartía también la de oficios. Así los
niños aprendían el oficio de herreros, sastres, zapateros, entre otros, con el objetivo de
poder insertarse posteriormente en el mercado laboral, oficios de hombres, así las
mujeres que querían formar su educación personal debían recurrir a maestros
particulares, que eran costoso, por lo tanto, la enseñanza solo se reducía a aquellas
mujeres de buen pasar. Esta era la costumbre arraigada en la sociedad colonial.
La independencia y el período post independentista, establecieron mayor aceptación
hacia el género femenino, aun así, los cambios fueron mínimos. La transformación que
se perseguía, debía servir para dotar de mayor control al estado colonial con las
reformas borbónicas, además los ideales de la ilustración, penetraron de manera
diferente en España y en la América española, aquí la pesada influencia de la Iglesia, y
de la monarquía hicieron variar ese intento de cambio radical que originariamente
perseguía la ilustración, hacia una restauración de los valores tradicionales, sin cambios
sociales profundos, un cambio que tenía lugar en lo más alto de la pirámide social, y ahí
se quedaba. Una de las personas que se desempeñó en ese contexto, y promovió un
lugar para las mujeres en la educación, fue Manuel Belgrano, aunque dicho espacio solo
se remitía a la ampliación de las instituciones asignadas a la educación femenina,
funcionaba para dicho propósito solamente el colegio de huérfanas de San Miguel,
fundado en 1755. La importancia que daba Belgrano a la educación del “bello sexo”,
como escribió en el Correo de Comercio, descansaba en su rol de madres, y en que
básicamente al ser el primer contacto de los jóvenes a edad temprana, ellas debían tener
el papel de “generalizar las buenas costumbres y la moralidad” entre los niños a
temprana edad, para ello las mujeres debían formarse aunque sea en primeras letras.
En 1823 Rivadavia, impulso, junto a sus reformas de tinte liberal, la educación de las
mujeres, creando para ello una serie de instituciones donde albergar a las niñas. La
Sociedad de Beneficencia, se encargaba de inspeccionar las escuelas de niñas, la Casa
de Niños Expósitos, la casa de los partos, el Hospital de Mujeres, el Colegio de
Huérfanas. Además se amplió la jurisdicción para tal objetivo, asignándose nuevos
establecimientos hacia la Campaña de Buenos Aires. Allí se enseñaba según el método
Lancaster, exportado de Inglaterra, y se recibía a niñas de diversos grupos sociales.
Habría que esperar un tiempo, hasta 1852, para que otro actor importante en la historia
Argentina, fomentara el rol de la mujer en la sociedad. Sarmiento, debido a su viaje a
Estados Unidos, logro visualizar la importancia de la educación para el progreso social
en todos los campos, la educación era sinónimo de civilización, y se debía dirigir a
todos los sujetos sociales sin excepción. Además, allí coincidió en la necesidad de dotar
de mayor cantidad de mujeres al papel educativo, por ello se encargó de traer maestras,
protestantes, para impartir la enseñanza del magisterio en el país, y formar mujeres
maestras, por supuesto. Este gesto, según Arata y Mariño, fue más perspicaz que
transgresor, porque Sarmiento pudo reconocer en las mujeres esas ansias por la
emancipación, entonces estas iban a ser capaces de llevar a cabo con mayor fuerza una
emancipación de todo el conjunto social .Estrada iba a interpelar también por la
enseñanza de oficios a las mujeres, dibujo, costura y economía doméstica eran las
claves para ellas. Además consideraba importante la educación de ambos sexos, pero
diferenciados, es decir en aulas y establecimientos distintos. Quien mayor énfasis puso
en poner a la mujer en un papel similar al del hombre, con sus herramientas de la época,
fue Juana Manso, quien formó parte de la Sociedad de Beneficencia. En el exilio en la
época rosista, por sus inclinaciones políticas familiares, ya en Uruguay organizó el
Ateneo de Señoritas, donde impartía a jóvenes y señoras la enseñanza de lectura,
gramática, aritmética, francés, labores, dibujo, canto, piano, y lecciones de moral. Ella
fue un personaje que salía de lo común, en cuanto a las “representaciones patriarcales”
de la época, porque se desempeñó sin problemas en tanto maestra, escritora, periodista y
traductora, en espacios donde la mujer no tenía lugar. Su crítica a la sociedad, y a la
“cultura varonil” iba referida a la educación católica dogmática, ella era protestante,
porque este otorgaba un rol menor a las mujeres. También criticaba el discurso ilustrado
y republicano porque, aunque éste decía proclamar la libertad y la igualdad, allí la mujer
no contaba. Pensaba que la mujer no debía buscar su realización solamente en el hogar,
sino que tenía muchas cosas para brindarle a la sociedad, y debía ocupar un lugar
similar en la misma a la de los hombres, porque solo así una sociedad podría
denominarse moderna y liberal. Su labor se centró en generar espacios de sociabilidad
para las mujeres, donde promover el pensamiento y debate, pensaba que la
emancipación de estas debía producirse a través del conocimiento. Se encargó de
impulsar y dirigir la primera escuela mixta, creada por Sarmiento, dirigió la revista
pedagógica Anales de la Educación Común, también concebida por Sarmiento. En el
Siglo XX, la incidencia femenina en la educación se convirtió en predominante. Los
maestros y maestras eran considerados como el brazo ideológico del estado naciente,
por lo tanto, eran una herramienta importante para ideologizar al pueblo. Con la
introducción del normalísimo, la ley de Escuelas Normales Nacionales de 1869, se creó
una institución exclusiva para la enseñanza de maestras mujeres, debido a la mayor
demanda de estas para formarse (Escuela Normal para Maestras). La mayor demanda de
las mujeres en cuanto a su formación como educadoras, respondía al estatus que
brindaba el desempeñarse en un trabajo no manual, un empleo respetable de cierta
preeminencia social, que además podía asegurar un buen matrimonio. Esta mayor
proporción de la mujer hizo que la docencia, según Graciela Morgade, fuese no solo un
trabajo para mujeres, sino de mujeres. Estas cifras nos demostraban que en 30 años
desde la creación de la primera escuela normal, las mujeres representaban el 85% del
cuerpo docente. Se vinculaba esta preeminencia en el carácter maternal de ellas, por
contraposición a la del hombre, y al ser trabajadoras “más baratas” y con mayor
capacidad para amoldarse a situaciones adversas y precarias. Pero este proceso también
llevo a la feminilizacion, en palabras de Silvia Yannoulas, del mercado laboral,
resaltando la creciente importancia de la inclusión de la mujer en los ámbitos de trabajo,
y en particular en la función pública educacional. Pero esta preponderancia también
genero rispideces, y la realidad mostro los limites en cuanto al ascenso de las mujeres en
el campo educativo, donde los cargos jerárquicos eran ocupados casi en exclusividad
por hombres. Pero, aun así, es de resaltar el camino recorrido y ganado por las mujeres.
Ya en el proceso de reglamentación de la educación en la argentina, la ley 1420 de
educación, en el artículo 10 destaca el valor de la mujer como educadora, e imparte las
clases mixtas, y el estado como garante de esta.

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