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Cuestiones del tiempo presente | 2017

Sujeto y neoliberalismo en Chile: rechazos y


apegos
Kathya Araujo

Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/nuevomundo/70649
DOI: 10.4000/nuevomundo.70649
ISSN: 1626-0252

Editor
Mondes Américains

Referencia electrónica
Kathya Araujo, « Sujeto y neoliberalismo en Chile: rechazos y apegos », Nuevo Mundo Mundos Nuevos
[En línea], Cuestiones del tiempo presente, Puesto en línea el 06 junio 2017, consultado el 20 junio
2019. URL : http://journals.openedition.org/nuevomundo/70649 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.70649

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Sujeto y neoliberalismo en Chile: rechazos y apegos 1

Sujeto y neoliberalismo en Chile:


rechazos y apegos
Kathya Araujo

Neoliberalismo, condición histórica y ambivalencia


1 Que la sociedad chilena ha sufrido una transformación mayúscula es, sin duda, el gran
punto de acuerdo de los diferentes actores del país, desde los ciudadanos comunes a la
academia pasando por los medios de comunicación y la política. Aunque cuál es la
dirección que esta transformación ha tomado y cuáles los rasgos que la distinguen es, por
supuesto, materia de debate, un segundo punto de acuerdo es el reconocimiento que uno
de los factores esenciales que están en la base de esta transformación, ya sea en términos
laudatorios o de denuncia, es la instauración del modelo neoliberal.
2 Chile fue uno de los primeros países en el mundo en poner en práctica un conjunto de
medidas económicas que progresivamente se convertirían en un “modelo”
(privatizaciones, liberalización económica, desregulación, subsidiaridad del Estado,
apertura a la competencia internacional, flexibilidad laboral...), cuya instauración no fue,
sin embargo, lineal1. El modelo del orden neoliberal implementado después del golpe de
Estado de 1973 por los denominados Chicago Boys chilenos 2 conoció en su camino
importantes correctivos. Primero, como consecuencia de la severa crisis que se
desencadenó en el país en la primera mitad de los años ochenta3 se produjo un
desplazamiento del poder desde los tecnócratas más ortodoxos del modelo, hacia un
equipo más pragmático, el que le dio más presencia a la acción estatal y propuso nuevas
medidas4. Segundo, un afinamiento del modelo resultado de una ofensiva (1985-1989) que
constituyó a los empresarios en un verdadero actor social5. Tercero, su consolidación, la
que ha sido ubicada en la vuelta a la democracia y en los veinte años de gobierno
ininterrumpido de la Concertación de Partidos por la Democracia. Para muchos analistas,
y aun cuando la estabilización económica era ya visible desde la segunda mitad de los
años ochenta, será solamente desde 1990 a través de la gestión de esta coalición como se
habría en verdad consolidado el modelo.

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Sujeto y neoliberalismo en Chile: rechazos y apegos 2

3 En cualquier caso, la aplicación del modelo produjo un rediseño de las fronteras entre el
mercado y el Estado. Las relaciones entre los grupos sociales sufrieron una profunda
transformación. La economía nacional se orientó a la exportación, la que se abrió – de
manera estratégica – al mercado internacional, y, más tarde, al mercado de capitales. El
mercado de trabajo se reguló sobre nuevas bases lo que impulsó la creciente
flexibilización, el ingreso de lógicas de competencia, y el quiebre de la asociatividad
colectiva en aras de una individualización creciente de las relaciones entre empleadores y
empleados6. Se transformaron los principios de la protección social y, más allá de ello,
debido a la expandida privatización de la educación, la previsión social y de la salud, se
restringió el mapa de los servicios públicos a los cuales los ciudadanos pueden tener
acceso. El consumo se convirtió en un fundamento estructural y de la definición de status 7
y el crédito en un elemento estructurador de las relaciones sociales y de la vida personal.
4 Pero, la transformación del capitalismo chileno supuso más el advenimiento de una nueva
matriz que la simple “reducción” del Estado. El modelo económico neoliberal no implicó
solo una transformación de las bases económicas sino una nueva oferta de modelo de
sociedad. La toma de conciencia de un cambio histórico está asociada, así, con la idea de
un proyecto fundacional que impuso un nuevo modelo económico e impulsó una nueva
matriz sociopolítica8. Éste impactó en las formas que adquirieron los desafíos
estructurales de la vida social9, al mismo tiempo que introdujo la imagen de una sociedad
perfectamente móvil y competitiva; la valorización de la ambición personal y la confianza
en el esfuerzo propio; la entronización de actores fuertemente responsabilizados de su
destino personal; el empuje de una figura de individuos propietarios de diferentes formas
de capital que deben obtener y aumentar (estudios, compras de bienes, redes, etc.) en un
contexto de competencia generalizada; y una oferta de integración vía el consumo
teniendo al crédito como fundamento estructural de esta oferta10.
5 Estas transformaciones han tenido consecuencias inesperadas que hacen que las formas
tradicionales de pensar y enfrentar la vida social encuentren hoy límites. La vida social se
ha transformado y con ello los modos en que los individuos la perciben, están obligados
enfrentarla y lo que esperan de ella. Las transformaciones acontecidas abren a un
escenario complejo en el que junto con un nuevo horizonte de expectativas aparecen
formas renovadas de dominación y explotación; en el que se reconstruyen los rasgos que
estructuran la sociedad al mismo tiempo que el lazo social se ve sometido a altas dosis de
tensión; en el que conviven lógicas relacionales contradictorias que hacen difícil la
generación de sentimientos de pertenencia y de comunidad11 y simultáneamente nuevas
formas de solidaridad e implicación empiezan a desarrollarse. Es esta ambivalencia
también la que caracteriza la relación de los individuos con estos cambios.
6 En este contexto, como lo revelan nuestros estudios, en consonancia con otros12 el
Neoliberalismo en Chile, en cuanto experiencia encarnada en sus efectos para la vida
social, se encuentra fuertemente sometido a críticas. Todas ellas expresan el rechazo a la
figura del sujeto neoliberal y se colocan moralmente a distancia del modelo. A pesar de las
diferencias entre ellas, todas se encuentran enlazadas, y, especialmente, el conjunto de
las mismas, y en virtud de su diversidad, revelan que la gran mayoría tiene buenas
razones para criticar al modelo. Pero, esto no es todo. Existe otra arista. Junto a esta
producción crítica, se encuentra la presencia de un conjunto de razones poderosas para el
apego a lo que esta transformación ha traído y ha significado para los diferentes sectores
de la población. Estas dos vertientes contradictorias definen el carácter de Chile hoy. Es
esta ambivalencia la que explica que aunque haya una elevada crítica, transformar o

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“derrumbar” el modelo, como fue propuesto con un entusiasmo excesivo13sea con


frecuencia resistido por amplios sectores. Es ella también, la que permite entender, a la
inversa, que una defensa cerrada de los principios del modelo resulte inaceptable para
grandes sectores de la población.
7 Ahora bien, y por cierto, la ambivalencia más que una oscilación personal e idiosincrática
es expresión, sin duda, de la condición híbrida desde donde debe entenderse el meollo de
la condición histórica actual. Manuel Antonio Garretón14 define lo propio de esta
coyuntura histórica como “una matriz sociopolítica o una sociedad de tipo híbrido”, que
no es más ni “la matriz político-céntrico de tipo puro, pero tampoco la vigencia de una
matriz neoliberal. Junto a la descomposición de la primera, subyacen elementos de ella en
una nueva articulación con rasgos más bien abortados de la segunda y con rasgos nuevos
que no pertenecen ni a una ni a otra”. Pero, más allá de ello, ella debe entenderse como
resultado de que las novedades que trae la nueva condición histórica no son uniformes en
el valor que adquieren para los individuos. La valencia (positiva o negativa) que los
individuos le otorgan se produce de manera particular y singularizada para las diferentes
aristas que tiene este cambio, pero, dada la turbulencia de los procesos, a ojos de los
observadores esta pluralidad resulta especialmente difícil de discriminar así como de
articular en una visión global
8 Este artículo se propone aportar a situar y discernir los términos que organizan esta
ambivalencia a partir de resultados de investigación empírica15. Para este efecto,
presentaremos en un primer momento las dimensiones críticas que sostienen la denuncia
a las formas que ha tomado la vida social actual y el rechazo a los seis tipos de ideales de
sujeto en el que se cristalizan. En un segundo momento, nos detendremos a discutir las
razones del apego, las que situaremos en el contexto de lo que las últimas cuatro décadas
han significado para Chile, y de manera más general para América Latina, en lo que
concierne a los principios de ordenamiento del lazo social.

Razones del rechazo: el triunfo del “Sistema”


9 Un elemento central de la sociedad chilena hoy es que los individuos se distancian y se
rehúsan a reconocerse como sujetos neoliberales lo que, en esa misma medida, hace que
se perciban aplastados por un sistema que conciben como tentacular. El orden neoliberal
se impone desde la facticidad del mundo y no a través de las conciencias 16. Se trata, así, en
palabras de Norbert Lechner17, de una hegemonía fáctica: puesto que es de facto que la
relación de poder se desarrolla como orden y que tras este proceso se produce una
verdadera “naturalización de lo social”. Es esto, precisamente, lo que revela la
significativa presencia de la denuncia al “Sistema”. Esta denuncia puede ser leída como
un rechazo a los modelos de sujeto que se perciben constreñidos a encarnar. Si es cierto
que el orden neoliberal se impone principalmente de manera fáctica, esto no quiere decir
que los individuos no reconozcan, y de hecho lo hacen, las figuras ideales de sujeto que
son empujados a encarnar precisamente por intermedio de las coerciones que enfrentan18
10 El “Sistema” y su denuncia es movilizado por individuos que se encuentran en posiciones
sociales y políticas antagónicas. Esta denuncia dota, más allá de las divisiones sociales y
culturales, un sentimiento de unidad al cambio vivido. Esto es, los discursos críticos
terminan por adquirir un paradójico rol de cohesión en la sociedad chilena. Señalar lo
anterior, por supuesto, no significa desconocer la existencia de disensos muy grandes.
Existen, por supuesto, partidarios del modelo económico, pero aún en ellos el

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reconocimiento de los límites o aspectos criticables al sistema está presente. O, para


ponerlo de otro modo, incluso quienes defienden el modelo económico no están libres de
las críticas al “modelo”. El “Sistema”, en esta medida, es un significante compartido en el
que confluyen una serie muy diversa de experiencias (políticas, económicas, sociales), las
que se cristalizan a través de seis distintos modelos críticos que tienen raíces muy
disímiles entre sí (la dictadura, el mercado, la autenticidad, la religión, entre otras), y que
se realizan cada uno de ellos sostenidos en una particular figura de sujeto.

El capitalismo desbocado y su sujeto

11 El primer gran tópico crítico denuncia el Sistema a partir de su carácter capitalista. Esta
crítica, que se inscribe en la descendencia de una cultura de izquierda en Chile, y que es
cara especialmente a los sectores populares, cuestiona las desigualdades sociales y
económicas, rechaza un modelo económico orientado básicamente a la generación del
beneficio, y, a través de él, productor de problemas sociales. La sociedad chilena es
percibida desde su carácter capitalista y clasista. “Es una sociedad que es enteramente
capitalista”, sostiene un obrero, “que no hace nada por nada si no te pagan, y si tú puedes
cagar al otro, cágalo, te interesa un coco lo que sea, esa hueá me toca mucho... Me da
mucha rabia que la gente se aproveche de ti porque te encuentra inferior”.
12 Pero el rostro capitalista del sistema es denunciado también por causa de la
mercantilización generalizada de la vida social. Ello se ha traducido en una conciencia
extendida acerca de la importancia del dinero como factor de legitimación de demandas,
incluso aquellas básicas como las de respeto. Así, por ejemplo, el arma principal de
evitación del maltrato consuetudinario que perciben los sectores populares en las
instituciones de salud es el dinero… pues él permitiría pagar una consulta médica privada,
en la que se obtendría finalmente el respeto y la consideración que las instituciones de
salud pública negarían19. Lo que está implícito, con toda la carga que ello tiene, es que si
pagas te tratan bien. En la percepción generalizada de los actores, la dignidad y el respeto
son resultados de una transacción monetaria. Lo que en este caso define al Sistema es,
pues, la consolidación de un capitalismo incontrolado y desigual que afecta las bases
mismas de los fundamentos del valor, y aquí esta palabra vale en toda su ambigüedad,
social de los sujetos. El sujeto capitalista desbocado y abusador es el trasfondo de esta
primera crítica.

La dictadura (de los espíritus): sujeto, sumisión y ocultamiento

13 El segundo tópico crítico acentúa dimensiones que se interpretan como secuelas plurales
del Sistema impuesto por la dictadura militar. La sociabilidad, los rasgos de carácter
colectivos, la naturaleza de las interacciones sociales, todas ellas descritas en tono crítico,
son interpretadas como efectos de las imposiciones de la dictadura. “Es súper difícil”, dice
un abogado de mediana edad, lograr relacionarse realmente con los otros, “un poco por la
historia, porque la gente se defiende mucho. En la dictadura la gente no podía hablar,
tenía que ocultarse, se sentía perseguida... La gente con la democracia sigue viviendo de
ese modo, una forma de ocultamiento”. Una modalidad que va de la mano con la
búsqueda del sometimiento y la pasividad de la población.
14 Esta modalidad no puede ser restringida a lo individual sino que toca lo colectivo. Las
diferentes medidas tomadas en la dictadura para restringir la acción colectiva concertada

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políticamente (la prohibición de los partidos políticos o la desarticulación de los


sindicatos, para mencionar algunas), son reconocidas como medios de desactivación de la
autonomía individual y colectiva. Desde aquí, la dictadura deja de ser una experiencia
histórica precisa y se convierte en una experiencia cognitiva colectiva. Un ingrediente
fundamental que subyace a una actitud generalizada. Una realidad que permite a cierto
grupo social “tutelar” la sociedad en su conjunto20. Un Sistema. Un universo mental que
se presenta como un bloque monolítico insuperable. El Sistema es la dictadura de los
espíritus. El sujeto del sometimiento y del ocultamiento es el que lo sostiene.

El consumismo o el sujeto ávido

15 El consumismo suscita rechazo a pesar que la inclinación placentera al mismo resulta


evidente. Es desde una postura ciudadana que se le rechaza principalmente. Desde una
perspectiva individual y cuando se trata de lo que sus prácticas indican, su relación al
consumo está también fuertemente asociada al placer y a sus satisfacciones. El
consumismo, desde una perspectiva crítica, es el mecanismo central del Sistema, y está
vinculado con la alienación, pero en el cual el alienado siempre es el otro. El consumo, es
criticado porque sería testimonio de que la lógica mercantil habría invadido toda la vida
social, “consumiendo” a los sujetos mismos21. “La sociedad”, sostiene un profesor “te está
indicando que tienes que tener tarjeta de crédito, que tienes que enajenarte, que tienes
que estar preocupado de millones de cosas”.
16 Pero no solo se trata de invasión de la vida social sino de la perversión de la misma. El
consumismo aparece como el responsable de haber mercantilizado las relaciones sociales
y empobrecido los espíritus. Las vidas estarían vaciadas por la orientación al consumo, de
lo que sería muy difícil escapar, especialmente dadas las presiones que emergerían de los
otros cercanos, parejas e hijos especialmente, quienes, como sostiene un artesano, “como
que nacen conectados con un cable desde el prenatal, ya están con un cable conectado,
entonces como que el bombardeo no es controlable”.
17 Un manto de nostalgia cubre las narraciones de lo que el consumismo habría hecho
perder como cualidad a las formas de vida y relacionales existentes antes de su llegada
Como el profesor antes citado agregará: “eso antes no existía, nosotros nos
preocupábamos de hacer amigos...”. Pero, todavía más profundamente, se trata, también,
de la nostalgia por un ideal de mesura que resultaba constituyente de una imagen
edificante del país transmitida por las élites tradicionales e incorporada en la imaginería
republicana del mismo22. El consumismo, de esta manera, no es sino la fuerza constrictiva
que se nutre de un sujeto ávido e insaciable.

La apariencia: el sujeto inauténtico de las formas

18 La crítica que expresa un juicio negativo sobre la liviandad, la superficialidad o la


artificialidad de los individuos y su ausencia de densidad subjetiva no es nueva. En Chile,
ello se expresa bien en las tradicionales críticas al siútico – el arribista – o a los cuicos, fiel
y tempranamente reflejadas en novelas como Martín Rivas de Blest Gana. Pero ella toma
un nuevo rostro cuando se la asocia al Sistema – a la expansión del mercado y sus signos
comerciales23.
19 Esta crítica al Sistema sostiene que la superficialidad y el snobismo reinarían en el país de
una manera tan generalizada que terminarían por asfixiar a los actores. Un abogado de

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los sectores medios más acomodados lo expresa así: “No sé hay que ir a comer al Golf, a
Isidora Goyenechea24, ¿me entendí? Y esa hueá me agota, o sea, me agota vivir en una
apariencia”. Si la importancia de la apariencia no es nueva, existen al menos tres
características que se vinculan con las críticas en el momento actual. Primero, el aumento
de la magnitud de la movilización de la población en nombre de ella. En los sectores más
beneficiados de la sociedad, ello se expresaría principalmente en las exigencias para el
reconocimiento del status. En los sectores populares aunque muchas veces está ligada a la
cuestión del status también, ella aparece como una estrategia consuetudinaria para
protegerse de los abusos y las discriminaciones25. En todos los casos, como lo expresa una
psicóloga, el éxito “pasa mucho por el aparentar”. Pero la apariencia tiene una segunda
connotación crítica. Existiría también una búsqueda frenética de la fama, de la visibilidad,
donde el objetivo es la mirada del otro, el éxito. La visibilidad, sería, como señala un
psicoanalista, criterio del éxito, en donde, por ejemplo, se le impone a los individuos la
obligación de ir “a reuniones sociales para hacerse visible... Si dejas de ser mirado por
este otro invisible, desapareces”. La tercera vertiente crítica, es el triunfo de la apariencia
por la apariencia sin preocupaciones por el “buen gusto”. Es el “santiaguino de plástico”.
Se trata del lado en el que lo que hay que aparentar es que “se tiene” y no importa
demasiado si lo que se tiene entra de los cánones definidos por las definiciones estéticas
del grupo de elite.
20 En breve, la crítica al Sistema como apariencia es una del exceso y de la generalización de
la pretensión social. Lo que está en el sustrato de esta crítica, especialmente pregnante en
los sectores medios, es que el reinado de la apariencia favorece una modalidad de sujeto
que al sostenerse del lado del tener, resulta traicionando todo principio de autenticidad 26:
el sujeto inauténtico de las formas.

El esquema y el sujeto del rol

21 La quinta crítica tiene más de un punto en común con la precedente pero sobre todo es
reveladora de lo que funciona como mecanismo que sostiene el mandato de la anterior. Lo
que desvirtúa a los individuos es la imposición de esquemas estandarizados de vida. El
Sistema es denunciado como una suerte de corsé existencial. Una “máquina”, para
retomar el término usado por nuestros entrevistados, un engranaje de etapas y de
estereotipos impuestos por la sociedad. El esquema es el encuadre del individuo que lo
instala en el Sistema.
22 El esquema como Sistema aplasta a los individuos. Los aplasta en la justa medida en que
los ciñe y los encuadra dentro de horizontes compartidos que a la vez se anhelan
individualmente y estereotipan colectivamente. Produce “un ser autómata, ser una
maquinita, y en el fondo una máquina aislada”, resume una funcionaria de la
administración pública. Entonces, “uno empieza a desarrollarse en una sociedad en que
todos tienen el mismo estilo, la misma onda, y son muy pocos los que quieren romper el
esquema”, dice un agente inmobiliario, o más bien pueden hacerlo, porque la fuerza del
esquema es tal que obliga a hacer cosas que no se quisieran hacer. La uniformización de
las experiencias sociales es el blanco de la crítica. El esquema es más que el control
informal: es un mundo de diktats que asfixia y que reduce a los individuos a la
funcionalidad. Es la permanencia de una exigencia feroz a cumplir el rol. “Te cambia el
sistema. Cuando tú ya te haces necesaria para tus hijos, tienes que meterte en otro
sistema”, resume Catalina, ama de casa. El esquema consiste en entrar en el Sistema 27.

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23 La fuerza del esquema reemplaza, así, a la de la tradición con el agravante que el esquema
desarrolla su acción en un mundo en el que el imaginario de la libertad de los estilos de
vida ha permeado de manera importante a la sociedad y en particular a los sectores
económicamente más beneficiados y/o con mayor escolarización. Lo anterior permite
explicar que ésta sea una crítica especialmente presente en los sectores socioeconómicos
de mayores recursos, que se inscriben en una tradición más conservadora o
ideológicamente de derecha.
24 La crítica al esquema es al mismo tiempo la denuncia al pesado fardo que constituye la
presión del ideal de un sujeto apresado por el rol social que debe cumplir.

El materialismo y el sujeto

25 El Sistema es también objeto de una crítica de índole moral que cuestiona las
consecuencias que el cambio ha tenido sobre los valores de la sociedad al expandir el
materialismo. Desde sensibilidades políticas distintas, las expresiones críticas son de una
virulencia extrema: “Todos los que vivimos aquí”, dice con énfasis un ingeniero, “somos
traidores, somos todos canallas, somos todos mulas y todos vamos por la plata, nada más
es como un atado de corsarios y mercenarios, nada más... Aquí es el dinero nada más, esto
es todo dinero, las conveniencias (…) eso es como una especie de animalidad donde el
débil queda botado, restringido de la manada, y que se muera allá lejos”. Por mediación
del materialismo, el rostro del Sistema es el de una indolencia moral generalizada
26 La crítica moral se estructura, por un lado, desde sectores conservadores tradicionales, en
los que se juega la contradicción entre su apoyo tácito al modelo económico y su rechazo
a las consecuencias para el ejercicio de las prácticas que sus valores les indicarían (por
ejemplo, tiempo para la familia, las prácticas religiosas, etc.). Por otro lado, desde
posiciones más bien basadas en la idea de la solidaridad que surgen ya sea de una
tradición comunitaria y colectivista en la que se reconocen muchos miembros de los
sectores populares o quienes se sitúan desde una tradición de izquierda. En tercer lugar,
pero en una proporción bastante menor, por quienes apelan a una tradición de probidad
republicana, particularmente visible en los sectores medios. En cualquiera de los casos la
apelación de rigor es a una imagen histórica en la que se rescata al Chile austero.
27 “Chile es un país de familia que la pasabas bien el domingo en un aperitivo comiendo
papas fritas... Todo el boom explosivo de sueldo millonario a familias jóvenes yo creo que
a Chile le hizo muy mal (...) Espero que se vuelva a la austeridad, en el sentido de que tú
eres buena persona por lo que eres”, dice una ama de casa que ha vivido en carne propia
los efectos nocivos del materialismo en una fase reciente de su historia familiar. El sujeto
materialista que subyace a esta crítica, no solo está afectado de inmoderación, sino que,
además, excluye de su horizonte principios de espiritualidad, consideraciones no
economicistas y, sobre todo, una definición ética respecto a la relación con los otros.
Dentro del universo del materialismo cuando se trata de ganar no hay ninguna
consideración que le haga contrapeso.
28 En rigor, todas estas críticas al ser tipologías pueden presentarse en un solo actor.
Pueden, también, presentarse de manera parcial en distintos actores y, pueden hacerlo de
tal manera que los actores involucrados penarían en reconocer en las críticas de unos y
otros algo que las enlazara. De qué manera alguien que hace una crítica al sujeto del
capitalismo podría considerar que algo lo une con sectores conservadores tradicionales y
su crítica al sistema por sus fundamentos materialistas y sus efectos en el abandono

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familiar. Y, sin embargo, estas críticas están unidas por una corriente subterránea y un
referente común. El referente común: el conjunto de transformaciones que ha impulsado
la instalación del modelo económico y societal que se agrupa bajo la noción de
neoliberalismo en Chile. La corriente subterránea: la asfixia, el desgaste y la presión que
produce tener que vivir, bajo modalidades distintas, dentro del Sistema. La denostación
plural del Sistema expresa una, cierto que paradójica, interpretación social dominante.

Razones del apego: recursos para los sujetos


29 Pero la denuncia y el rechazo van acompañados por juicios favorables con respecto a lo
que las transformaciones en estas décadas han traído. La primera y más frecuentemente
esgrimida en los debates han sido las mejoras en las condiciones de vida. Las personas, es
cierto, tienen evaluaciones negativas acerca de su calidad de vida, impactada por las
exigencias que les impone jornadas laborales extensas, los dilatados trayectos de traslado
entre los hogares y los lugares de trabajo28 o los efectos de un extendido sentimiento de
inconsistencia posicional resultado entre otros de las transformaciones en el mundo del
trabajo en términos de protección y estabilidad29. Una evaluación negativa que tiene
como contrapartida quizás uno de las utopías compartidas más extendidas: huir un día
hacia el más rural, verde y calmo, sur del país. Pero, si esto es así, por otro lado la mejora
de las condiciones de vida aparece como un hecho innegable y valorado. El modelo, habría
posibilitado logros a este respecto que, para muchos, constituyen verdaderas rupturas en
sus propias historias familiares30. Existe más de un indicador a este respecto: el aumento
de los niveles de escolaridad y el porcentaje de nuevos grupo que se incorporan a la
educación superior31; el descenso del número de personas viviendo bajo la línea de
pobreza; el mejoramiento del equipamiento de los hogares32; o el aumento de
oportunidades de consumo33. De manera importante, además, estas mejoras en las
condiciones de vida nutren las expectativas de mayor cercanía con otros grupos sociales
así como renuevan el horizonte de aquello a lo que legítimamente se puede aspirar.
30 Sin embargo, esta razón no es la única y ni siquiera, quizás, la más importante. Veámoslo
con detalle.
31 Junto con el cambio del modelo económico y el bienestar material que produjo, según lo
muestran nuestros resultados, el otro gran elemento que participa en la estructuración de
la condición histórica actual en Chile está vinculado a importantes empujes a la
democratización de la sociedad en diferentes ámbitos. Aunque el principio de igualdad no
es nuevo, su expansión en la sociedad en las últimas décadas ha ido de la mano del
proceso de ciudadanización que ha tocado no solo Chile sino América Latina34. En este
proceso el discurso de la ciudadanía, la noción de derechos y la igualdad fueron
fuertemente movilizados por el estado, los medios de comunicación, los movimientos
sociales pero también los organismos internacionales35. Esta transformación implicó una
apelación a los actores en cuanto sujetos de derecho y una imagen de la sociedad que
movilizó en sus principios de legitimación, necesariamente, el principio de la igualdad
jurídica y política así como la de igualdad social. La noción de sujeto de derecho se
inscribió como ideal y la igualdad como expectativa fundamentada y legítima para los
diferentes sectores sociales.
32 Esta expansión no solo redefinió las medidas y los contenidos de lo que podía ser
esperable, sino que dio lugar a una traducción muy importante del principio de igualdad:
las expectativas de horizontalidad. Se trata de expectativas de un trato horizontal (aún en

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el seno de relaciones jerárquicas) en las interacciones concretas con los otros y con las
instituciones. Esta traducción ha tenido dos consecuencias muy importantes. La primera,
una concentración de la base sobre la que se apoyan los juicios sobre la sociedad en
cuestiones relativas al trato interpersonal y, por lo tanto, la importancia significativa que
adquiere esta dimensión para las maneras en que los actores se conciben como sujetos en
el mundo social. La segunda, la relevancia, por tanto, que cobra el nivel de las
interacciones y las experiencias concretas para definir los juicios y las orientaciones de la
acción.
33 Ahora bien, y esto es esencial para mi argumentación, todos estos empujes y expectativas
han topado en la experiencia de los individuos con la persistencia de cuatro lógicas
relacionales que preservan los principios que ordenaron las formas tradicionales de la
sociabilidad. Primero, la lógica de las jerarquías naturalizadas, lo que supone la
mantenida importancia de los rasgos adscritos y de una arquitectura relacional
fuertemente vertical. Segundo, la lógica de los privilegios, vinculada con criterios de
género, generacionales y étnicos, pero, principalmente, de clase. Tercero, la lógica del
autoritarismo en la cual éste es una clave de comprensión pero, también, de acción
extendida. Cuarto, la lógica del abuso y la confrontación de poderes, en la cual el uso
desregulado del poder y la confrontación como clave están en la base de las maneras de
definir no tan solo el acceso a bienes o prerrogativas sino aún más el propio lugar social 36.
34 Si la última lógica por razones diferentes ha sido fuertemente potenciada por mediación
del modelo neoliberal y la filosofía de la competencia, la primacía del valor de cambio y la
conflictividad expresada en desconfianza que introduce, las tres primeras, han terminado
por ser si no debilitadas al menos puestas en cuestión, de manera paradójica, por algunos
elementos que el nuevo modelo trajo consigo: un impulso al igualitarismo; el
entronización del mérito; y una apelación al sujeto responsable de sí mismo.
35 En efecto, vía la promesa del mérito, la filosofía de la competencia y la introducción activa
del consumo y el crédito, se desarrolla una promesa igualitaria sui géneris. El mercado en
Chile, bajo otras coordenadas que las que han sido discutidas para el caso europeo del
siglo XVIII y XIX, se constituye en un gran factor de expansión en este momento histórico
de la noción de igualdad situada en el individuo, la que se caracteriza más precisamente
como igualdad de oportunidades en sus dos visiones: probabilista (por acción del azar) y
posibilista (por acción del mérito)37. En el contexto de los impulsos a la democratización,
que abre a la emergencia de nuevas expectativas, tal como hemos descrito mas arriba, el
mercado y su ficción igualitaria (a pesar de sus efectos en el crecimiento de la desigualdad
económica) colabora de manera decisiva, en esta perspectiva, a nutrir la puesta en
cuestión de estructuras cristalizadas históricamente de jerarquías naturalizadas 38. De
manera paradójica y contradictoria, el consumo, el acceso al crédito, la constitución del
sujeto en cliente, no son percibidos solamente como elementos para la explotación y
alienación, que también lo son, sino que resultan siendo percibidos como instrumentos,
aun cuando en mucho imaginarios no por ello menos eficaces, para quebrar anquilosados
principios de naturalización a partir de los cuales las jerarquías basadas en rasgos
adscriptivos fueron mantenidas, de manera más o menos explícita, en el país.
36 Por otro lado, la expansión del mérito como valor y elemento de enjuiciamiento se asocia
con la modalidad e intensidad en que se estructuran e instalan las lógicas del mercado en
la sociedad, y es, por supuesto, reflejo de una tendencia mayor del individualismo
contemporáneo: aquella que valoriza el esfuerzo y el trabajo y, en particular, su
recompensa, ya sea monetaria, ya sea en términos de movilidad social. Pero, la

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pregnancia del mérito se relaciona, también, con el surgimiento y afianzamiento de las


extendidas demandas de democratización del lazo social que ya hemos discutido. Mejor
que muchos otros discursos, el mérito sintetiza un doble ideario: por un lado, se ubica en
la estela de una demanda fuertemente legitimada por el modelo neoliberal de éxito
personal y, por el otro, y al mismo tiempo, es una prolongación bajo otras coordenadas de
un anhelo consuetudinario de igualdad social. La introducción del valor del mérito, no es
principalmente leída por los individuos como una ruptura de los principios de la
solidaridad como efecto de un individualismo egoísta, tal como algunos han podido leerlo.
El principio del mérito es considerado con significativa frecuencia como un camino
valioso para quebrar una lógica de los privilegios largamente incrustada en las relaciones
sociales en el país, y extremadamente perniciosa para el reparto de las oportunidades, de
las consideraciones y de los bienes en ella. Una lógica relacional de la que son claramente
expresivas, las experiencias de una sociedad poco meritocrática39 en la que, por ejemplo,
es indispensable como elemento de nivelación y recurso el pituto (movilizar influencias) 40
, en la que el nepotismo es una práctica recurrente y extendida en la clase política, y en la
que el apellido y las redes familiares son centrales para definir las oportunidades 41. Desde
esta perspectiva, es precisamente su rol en la ruptura del histórico principio del privilegio
lo que hace que el mérito se convierta en un componente esencial del sentimiento de
justicia.
37 Finalmente, la apelación al sujeto como responsable de sí mismo. Este componente del
modelo societal vinculado con la nueva fase del capitalismo ha sido larga y críticamente
discutido por diferentes autores42. La responsabilización se ha considerado como uno de
los mecanismos principales de la dominación en el nuevo modelo. Por medio de ella, las
personas no solo son hechas responsables por lo que hacen sino por lo que les acaece 43. De
esta manera, lo que debería ser parte de las responsabilidades estatales o colectivas en
una sociedad, son delegadas al individuo. Esto es un proceso claramente observable en el
caso de Chile. Los procesos de privatización no solo retiraron soportes colectivos sino que
además retrajeron a los individuos la responsabilidad por la educación, la salud o sus
pensiones. Pero, a diferencia de otras realidades, este proceso se dio en Chile en un
contexto signado por la preservación de lo que Nugent ha llamado el orden tutelar 44. Una
situación que implica la consideración que los individuos requieren ser representados en
sus intereses debido a sus límites para hacerlo por sí mismos. Un modelo que se
acompaña de la exigencia a la obediencia, la subordinación y el sometimiento a elites o
grupos esclarecidos. Es decir, que exige una “obediencia maquinal”, la que no es sino la
contracara del autoritarismo45. Una construcción de los sujetos que condujo a
modalidades múltiples de minorización y despojo. Una concepción en nombre de la cual
se organizó la vida social y política46.
38 En un contexto como el antes descrito, resulta que una apelación a la responsabilidad de
los individuos sobre sí mismos, aparece como un elemento novedoso y positivo. Es
percibido por los individuos como una fuerza para la oposición respecto de las lógicas
relacionales que los constituyeron principalmente a partir de su minoridad. El imperativo
de la responsabilización adquiere, de este modo, una significación distinta a la que se le
adjudica en un contexto, como el europeo, por ejemplo, en el que la autonomía ha sido
siempre un elemento central de las formas en que se concibió el individuo y el lazo social.
De manera paradójica, pues, el empuje a la autodeterminación se constituye en un
impulso aceptado y celebrado para superar el sometimiento obediente que un modelo

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tutelar largamente mantenido impuso y a partir del cual las élites nacionales han
sostenido de manera constante aunque siempre renovada su poder.

A modo de conclusión
39 Detenerse en las razones del apego, es indispensable insistir, no implica de ningún modo
afirmar que los individuos en Chile adhieren al modelo neoliberal. En absoluto. Al
contrario, la conciencia del costo que éste tiene para las vidas personales es transversal a
la sociedad como lo revelan las modulaciones de la crítica al Sistema en la que nos
detuvimos al empezar este artículo. Pero, detenerse en ellas sí implica reconocer el
carácter no monolítico que las transformaciones que se han producido tienen en lo que
concierne a la relación que los individuos establecen con estos cambios.
40 Principios relacionales y de ordenamiento social que son introducidos en el contexto de la
instalación del modelo neoliberal, por vías plurales, entre las más importantes por su
asociación con la expansión de nuevas expectativas de horizontalidad, son re-
interpretados y colocados en un nuevo contexto. En este camino, y lejos de su función
inicial, ellos terminan por constituirse, no solo por jugar su rol en los modos de
dominación propia a este momento histórico, sino que se constituyen en herramientas
poderosas para cuestionar de manera profunda las lógicas relacionales que
históricamente habían sostenido a una sociedad jerárquica, vertical y autoritaria
ordenada a partir del privilegio y de una producción de las jerarquías como naturales.

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NOTAS
1. French-Davies, 2008; Tironi, 2005 y 2006; Castells, 2005.
2. Un conjunto de economistas formados en la universidad de Chicago, discípulos de Milton
Friedman, los que fueron determinantes en las orientaciones libremercadistas adoptadas, gracias
a su influencia desde los puestos de dirección de la planificación económica en el Estado que
ocuparon un año después del golpe.
3. Büchi, 2008.
4. Collier y Sater, 1999.
5. Montero, 1997.
6. Ramos, 2009; Soto, 2008; Todaro y Yañez 2004.
7. Moulian, 1998a.
8. Garretón, 2012.
9. Araujo y Martuccelli, 2012.
10. Araujo y Martuccelli, 2013.
11. Bengoa, 2009.
12. PNUD, 2002, entre muchos.
13. Mayol, 2012.
14. Garretón, 2000: 182 y 152
15. Los resultados de dos investigaciones. La primera, un estudio sobre los procesos de
individuación en el caso chileno (Proyecto FONDECYT 1085006). En este caso se entrevistaron a 96
hombres y mujeres de entre 30 y 55 años, pertenecientes a los sectores medios altos y sectores
populares (SP). La investigación se desarrolló entre 2007 y 2010 y el trabajo de campo fue

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desarrollado principalmente en Santiago, la capital, con un número menor de entrevistas control


en las dos mayores zonas urbanas luego de la anterior, Valparaíso y Concepción). La segunda, un
estudio sobre constitución del sujeto (Proyecto FONDECYT 1140055). En este caso, por tratarse de
una investigación en proceso, se hizo uso del análisis de solo 16 entrevistas a hombres y mujeres
de sectores medios y populares de entre 35 a 55 años.
16. Brunner, 1981.
17. Lechner, 2006: 201 y 540.
18. Los modelos ideales de sujeto son materiales para la constitución de los yoes individuales y
colectivos. En este sentido, se trata de conjuntos de atributos, variables de una realidad a otra,
que se encuentran socialmente a disposición del individuo y se presentan entramados por las
retóricas de la aspiración y de lo deseable. Estos toman a veces la forma explícita de figuras del
sujeto (modelos morales articulados en torno a grandes valores –como es el caso con los héroes y
los santos), y otras veces aparecen como modelos normativos, parciales o fragmentarios. Estos
ideales de sujeto son múltiples y, con frecuencia, contradictorios entre sí, lo que abre,
precisamente, a la posibilidad de un trabajo de los individuos alrededor de ellos (Araujo, 2009b).
19. Araujo, 2009a.
20. Bengoa, 2009.
21. Moulian, 1998a.
22. Moulian, 1998b: 109; Stabili, 2003.
23. Cárcamo-Huechante, 2007; Contardo, 2009.
24. Lugares exclusivos frecuentados por los sectores más altos.
25. Araujo 2009a.
26. Méndez, 2008.
27. PNUD, 2002.
28. Infante y Sunkel, 2004.
29. Araujo y Martuccelli, 2011.
30. Un 49% de chilenos percibe una situación de mejora en la posición social respecto de sus
padres; un 58%, en el nivel de ingresos; un 54% en la situación laboral y un 53% en la vida
familiar. Encuesta CEP 2014 Estudio Nacional de Opinión Pública nº72 noviembre 2014.
http://www.cepchile.cl/dms/archivo_5762_3637/EncuestaCEP_Noviembre2014.pdf. Consultada
10 de junio 2015
31. La educación superior aumenta de una cobertura bruta de 15,6% en 1990 a 45,8% en el 2011
entre personas de 18 a 24 años, Mineduc, 2012
32. En 1987 el 7% de los hogares del primer quintil de ingresos poseía 3 bienes tales como
lavadora, televisor, refrigerador y cocina a gas, mientras que en el 2002 cerca de un 74% poseían 3
o más de éstos, Ariztía, 2004.
33. Larraín, 2006; Ossandón, 2012.
34. Domingues, 2009.
35. Garretón, 2000.
36. Araujo, 2013.
37. Rosanvallon, 2011: 315.
38. Bengoa, 2006; ICSO, 2010.
39. Engel y Navia, 2006.
40. Barozet, 2006.
41. Núñez y Gutiérrez, 2004.
42. Bauman, 2002.
43. Martuccelli, 2007.
44. Nugent, 2011.
45. Araujo y Beyer, 2013.
46. Portales, 2000.

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RESÚMENES
Este artículo se propone discutir, basado en los resultados de dos investigaciones empíricas, el
carácter ambivalente que caracteriza la relación de los individuos con los efectos encarnados del
neoliberalismo en Chile. Por un lado, discute un conjunto de críticas a partir de las cuales los
individuos se colocan moralmente a distancia del modelo, y que se cristalizan en torno a seis
modalidades de ideales de sujeto que este modelo impulsa. Por otro lado, y en sentido inverso,
subraya y analiza la presencia de un conjunto de razones poderosas para el apego a lo que esta
transformación ha significado para los diferentes sectores de la población. Se sugiere que estas
dos vertientes contradictorias definen el carácter de Chile hoy. Es esta coexistencia la que
permite entender que una defensa cerrada de los principios del modelo resulte inaceptable para
grandes sectores de la población pero que transformaciones profundas dela mismo sean
resistidas.

Relying upon the outcomes of two empirical studies, the aim of this paper is to discuss the
ambivalent character of the relationship from individuals to the effects of neoliberalism as
economic and social model in the case of Chile. On the one hand, it will be discussed a set of
criticisms embodied in six subject ideals impelled by this model based upon which individuals
take moral distance from the model. On the other hand, it will be underscored and analyzed a set
of reasons for the attachment to the transformations these processes have brought. It is
suggested that these contradictory strands define Chilean society today. This coexistence allows
understanding that a compact defense of the model appears as inacceptable for most of the
population but that, simultaneously, deep transformations might also be resisted.

ÍNDICE
Keywords: Neoliberalism, Subject, Chile, Critical perceptions, Attachments
Palabras claves: Neoliberalismo, Sujeto, Chile, Percepciones críticas, Apegos

AUTOR
KATHYA ARAUJO
Unversidad Academia de Humanismo Cristiano
karaujo@academia.cl

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