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LITURGIA: el lugar privilegiado de la palabra de Dios

“…entender y vivir el valor esencial de la acción litúrgica para comprender la Palabra


de Dios.” VD 52
“Él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan”

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

CLAVE CELEBRATIVA: El Domingo de ramos puerta de ingreso a la pascua anual,


coloca después de la bendición de palmas y la entrada triunfal de Jesús en el templo
de Jerusalén; la clave celebrativa del Domingo de Pasión, que llegará a su plenitud en
el Domingo de Resurrección. Por eso, le pedimos al Señor todopoderoso y eterno, que
quiso que nuestro Salvador se hiciera hombre y muriera en la cruz, nos conceda que
las enseñanzas de su pasión, sirvan de testimonio para mostrar al género humano: el
humilitatis exemplum: ejemplo de una vida dócil a su voluntad, para poder así un día
hacernos partícipes de su resurrección.

CLAVE BÍBLICA: Y hemos hecho nuestras las palabras que el apóstol Pablo, en su
exhortación a vivir la humildad en nombre de Cristo, dirige a los Filipenses, y por eso,
lo aclamamos en el evangelio de hoy: como Aquel que se humilló por nosotros, y que,
por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Razón por la que fue
exaltado por Dios, sobre todas las cosas y le fue otorgado el nombre que está sobre
todo nombre.

HERMENÉUTICA LITÚRGICA: La introducción al acontecimiento y misterio de la


Pasión de Cristo, aclamado por la gente que agitaba las palmas o ramas de olivo,
gritando. ¡Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor! Expresan la salvación
obtenida por la pasión y resurrección de Cristo. Es decir, la asociación del triunfo y el
sufrimiento que constituye el bello pórtico de ingreso a la semana mayor del año
litúrgico. Las palmas son el signo de la victoria y los ramos primaverales cortados de
los árboles, manifiestan la renovación de la naturaleza y su potencia de resurrección.

Ante la iniciativa de sus discípulos respecto de la cena de Pascua, el Señor Jesús


anuncia que su hora está cerca y va a celebrarla con ellos en una casa. En ese lugar
mientras cena, asegura que uno de ellos lo va a entregar, y que es precisamente,
quien moja su pan en el mismo plato que Él, y por ello, él mismo se delata. Jesús
parte el pan y levanta el cáliz, mientras pronuncia la bendición y lo reparte a sus
discípulos anunciando así, la entrega de su Cuerpo y el derramamiento de su Sangre
para el perdón de los pecados.

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Saliendo del cenáculo y dirigiéndose al monte de los olivos, Jesús comenta el
escándalo que provocará su pasión y les anticipa su resurrección indicándoles que irá
delante de ellos a Galilea. Jesús anuncia la negación de Pedro, siente tristeza y
angustia, y pide: velen con Él, mientras ora al Padre y se abandona a su voluntad “que
no se haga como yo quiero, sino como quieras tú”.

Jesús al ver que sus discípulos son incapaces de velar mientras ora y se abandona en
la voluntad de su Padre, les dice: “Velen y oren, para no caer en la tentación. ¿Cuál
tentación? La tentación de no hacer su voluntad, sino la nuestra; pues el espíritu está
pronto y la carne es débil. Jesús señala la hora de su entrega… que no es otra cosa,
sino el momento de levantarse del sueño. Para contemplar el beso del amigo que falla
y traiciona al maestro… y las palabras para quien actúa con violencia y criterios
humanos, ante quien se resiste a la voluntad de Dios, y que incluso huye ante lo que
está escrito y debe cumplirse.

Jesús confirma que Él es el mesías y aunque en ese momento es cuestionado y


humillado, pronto estará sentado a la derecha de Dios y vendrá sobre las nubes del
cielo. Recita el salmo 21 a la hora de nona, ante quienes lo ven y de Él se burlan, e
implora la ayuda de aquel a quien le pertenece, para que venga en su auxilio y su
ayuda, en medio del abandono, la confusión y la muerte. Que arranca la confesión
final de aquellos que llenos de temor expresan “verdaderamente éste era Hijo de
Dios”. El mismo que había dicho en vida: a los tres días resucitaré…” provocando la
preocupación y movilización de aquellos, que no habían, ni estaban dispuestos a
aceptar su triunfo sobre la muerte.

Esta verdad, ya estaba anunciada en las palabras del profeta Isaías; concretamente en
el tercer canto del siervo de Yahvé como escuchamos en la primera lectura, y su
prolongación en el mensaje que Pablo escribe a los primeros cristianos de la
comunidad de Filipo cuando les dice: Se humilló a sí mismo y Dios lo exaltó sobre
todas las cosas. ENTREMOS BAJO EL DINTEL DEL PORTÓN DE LA GLORIA, PARA QUE
MURIENDO CON CRISTO… RESUCITEMOS CON ÉL.

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