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Véase la explicación de G. ABBÀ, Felicità, vita buona e virtù, cit., pp. 244-250.
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«De donde resulta que, para tener el hábito de formular tales juicios, hace falta la
buena inclinación habitual de la facultad apetitiva, es decir, la virtud moral. Tal es la razón
por la que la “prudencia”, que así se llama el hábito relativo a esos juicios, aunque es
esencialmente una virtud intelectual, constituye, no obstante, de un modo material y
presupositivo, una virtud moral, por suponer la rectitud del apetito y tener como objeto los
actos moralmente buenos de él» (A. MILLÁN PUELLES, Fundamentos de filosofía, Rialp,
Madrid 19696, p. 654).