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HISTORIAS DE AGOSTO 14/VIII/1900

Final español a la rebelión de los


bóxers
Las tropas de las potencias coloniales entraron en Pekín
y pusieron fin a la rebelión de los bóxers, que culpaban a
los extranjeros de todos los males de China. España tuvo
un papel clave en el tratado de paz

ISIDRE AMBRÓS, HONG KONG. CORRESPONSAL


17/08/2017 02:50 | Actualizado a 17/08/2017 06:34

En un lugar más bien discreto, el consulado español en


Pekín tiene expuesta una fotografía de enorme valor, que
constituye el reflejo de la última época de la China
imperial. Se trata de la imagen que recoge la firma del
llamado Protocolo Bóxer del 7 de septiembre de 1901 en
la embajada española de la capital china. Un acuerdo en el
que el Imperio del Centro reconocía su culpa en la
rebelión de los bóxers contra las potencias extranjeras y
admitía pagar compensaciones por las muertes, saqueo y
asedio durante 55 día de las embajadas por parte de este
movimiento xenófobo.
La presencia de esta fotografía en la legación española
responde al papel que desempeñó España en aquel
conflicto, que mantuvo en vilo a las capitales de las
principales potencias mundiales ante las noticias que
llegaban, a menudo exageradas, de Pekín. Y es que en
aquel verano de 1900, el embajador español en Pekín,
Bernardo de Cólogan y Cólogan, se erigió en protagonista
en la resolución de aquella crisis, debido a que era el
decano del cuerpo diplomático acreditado en Pekín.

Sus buenas relaciones con la emperatriz Ci Xi no sólo le


convirtieron en el único embajador que tenía acceso a la
Ciudad Prohibida sino que le convirtieron en un personaje
clave en la redacción de aquel tratado de paz conocido
como Protocolo Bóxer .

Los bóxers intentaron destruir cualquier


vestigio de presencia extranjera en China

Este compromiso puso punto final al asedio del Barrio de


las Delegaciones, donde se hallaban la mayoría de
embajadas, por parte de miles de chinos liderados por los
bóxers. Un movimiento de carácter xenófobo y violento
que había surgido a raíz de la derrota china ante Japón en
1895 y como rechazo a la presencia cada vez más acusada
de los extranjeros en el país en la última década del siglo
XIX. La revuelta es considerada por el actual Gobierno
chino como el primer levantamiento patriótico contra las
continuas “ofensas extranjeras” perpetradas durante la
segunda parte del siglo XIX a China.
La rebelión estalló en 1898 al grito de “¡Mueran los
extranjeros!”. Una consigna que pronto aglutinó a miles de
seguidores, entre campesinos, artesanos y comerciantes,
hartos de una intromisión extranjera que consideraban
culpable de todos los males que aquejaban al imperio. Un
sentimiento compartido por el Gobierno y la emperatriz
Ci Xi, que en el año 1900 firmó unos edictos favorables a
los bóxers, que entonces ya recorrían campos, pueblos y
ciudades persiguiendo y matando a extranjeros,
misioneros y chinos que abrazaban la fe católica. La
situación se tornó más acuciante a partir de junio de aquel
año, cuando los bóxers llegaron a Pekín y convirtieron las
sedes diplomáticas en objetivo preferente.

La heroica resistencia de las embajadas


quedó inmortalizada en el filme ‘55 días
en Pekín’

El día 11, el canciller japonés, Sugiyama, fue sacado de su


coche, arrastrado y asesinado. El 19, la emperatriz Ci Xi
requirió al cuerpo diplomático que abandonara Pekín y se
dirigiera a Tianjin. En la mañana del 20, el embajador
alemán, Von Ketteler, fue asesinado a tiros a quemarropa
y el 21, el Gobierno chino declaró la guerra a las potencias
extranjeras.

A partir de entonces, el Barrio de las Delegaciones, una


superficie de alrededor de una hectárea, en la que se
asentaban once delegaciones diplomáticas, conoció un
largo asedio de casi dos meses. Allí, al sur de la Ciudad
Prohibida y junto a lo que hoy es la céntrica plaza de
Tiananmen, se refugiaron unos 500 civiles extranjeros,
450 infantes de marina y unos 3.000 chinos convertidos al
cristianismo.
Una resistencia heroica que quedó inmortalizada en la
película 55 días en Pekín , protagonizada por Charlton
Heston, Ava Gardner y David Niven, y rodada en Las
Rozas (Madrid) en 1963. Hasta que no llegó la ayuda
militar, el personal diplomático tuvo que defenderse del
asedio de más de 100.000 bóxers sólo con armas ligeras y
un viejo cañón, al que se apodó el Cañón Internacional ,
porque su caña era británica, la cureña italiana, los
proyectiles rusos y los artilleros de EE.UU.

A pesar de su superioridad numérica y sus esfuerzos, los


bóxers no lograron superar las defensas del recinto y el 14
de agosto el asedio a las embajadas fue levantado. Las
tropas de la Alianza de las Ocho Naciones , en alusión a los
50.000 soldados de Alemania, Austria-Hungría, Estados
Unidos, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Rusia, que
formaron parte del ejército de rescate, entraron y
saquearon la Ciudad Prohibida y reprimieron a la
población. Antes, sin embargo, Ci Xi y su corte ya habían
huido a Xian.

Prácticamente un año después, el 7 de septiembre de 1901,


se firmó en la embajada de España el Protocolo Bóxer. Fue
el último tratado desigual que firmó la dinastía Qing con
potencias extranjeras. China asumió su culpa, se
comprometió a pagar 333 millones de dólares en 40 años y
conceder más ventajas comerciales, así como a ejecutar a
diez oficiales implicados en la revuelta y castigar a más de
cien. Fue la última derrota de una dinastía que gobernó
China 262 años antes de sucumbir ante la revolución de
1911 y dar paso a que el país se convirtiera en una
república.

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