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La inversión en capital humano no era importante para ningún país y los gastos
en educación, sanidad, se consideraban poco necesarios. Sin embargo, con la
revolución científica que se da a partir del siglo XIX, la educación, el conocimiento,
y las habilidades se convirtieron en factores decisivos para determinar la
productividad de un trabajador. Como resultado de ésta evolución, en el siglo XX,
y sobre todo a partir de los años ’50 es la era del capital humano en el sentido de
que un factor condicionante primario del nivel de vida de un país es su éxito en el
desarrollo y la utilización de las habilidades, los conocimientos, y los hábitos de
sus ciudadanos "esta es la era de las personas".
Los éxitos económicos de los países asiáticos no se explicarían sin una base de
fuerza laboral bien formada, educada, trabajadora y políticamente ordenada. El
recurso natural más valioso para esos países fueron los cerebros de sus
habitantes.
Esta preocupación por el conocimiento del ser humano, es necesario para poder
realizar un manejo adecuado del capital humano, en el caso de gerentes, jefes o
personas que tienen bajo su responsabilidad a personas, deben manejar
eficientemente programas sobre motivación, que busca que el ser humano sea
más competitivo y pueda cumplir los objetivos y metas institucionales, con el fin de
crear y mantener permanentemente un ambiente de trabajo positivo.
Sobre este tema, muchos autores han definido el desempeño laboral como el
efecto neto del esfuerzo de una persona que se ve modificado por sus habilidades,
rasgos y por la forma en que percibe su papel, entendiéndose que el esfuerzo es
sinónimo de gasto de energía, sea física o mental, o de ambas, que es gastada
cuando las personas realizan su trabajo, pudiéndose concluir que el rendimiento
profesional de las personas varía según sus esfuerzos, habilidades, rasgos y
direccionalidad en que este se realice.