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Haciendas, pueblos y municipios

en la región de Piura, siglo XIX1



César Espinoza Claudio

RESUMEN
Nuestro estudio prioriza el examen de la sociedad rural en el siglo XIX. El análisis se concentra en la
formación de pueblos en el sector del Alto Piura. Ensayamos varias proposiciones sobre el  proceso
histórico de formación  y transición de poblados de hacienda a pueblos con municipios y derechos
políticos otorgados por el Estado en la región de Piura y el papel singular de los campesinos colonos
y su aventura histórica por acceder a la tierra, construir los pueblos y sus gobiernos municipales, en
suma, la de liderar una forma singular de movimiento político de resistencia contra el gran latifundio
y el gamonalismo piurano en la segunda mitad del siglo XIX.

ABSTRACT
This study prioritizes the examination of the rural society in the 19th century. The analysis is focused
in the formation of villages in the sector of the High Piura. We present several hypothesis about the
historical process of formation and transition from ranch settlements to villages with municipalities
and constitutional laws granted by the State in Piura’s region and the singular role of the colonist
peasants and their historical adventure for gaining access to the land, to construct the villages and
implement their municipal governments, in other words, what means leading a singular form of
political movement of resistance against the great large estate and the dominance by the «gamonales»
of Piura in the second half of the 19th century.

1. La conquista de la tierra y la formación de un espacio agrario regional

L
a hacienda y la gran propiedad estanciera, una de las principales instituciones del
mundo rural, no ha sido estudiada por la historiografía nacional y la de Piura. Ni
los viejos ni los nuevos historiadores le han prestado mayor atención a una institu-
ción que recién empezó a decaer en los años 70 del siglo XX. Esta unidad territorial es un
componente clave en el proceso de organización de la sociedad y la geografía económica
regional de Piura durante la Colonia, la República y casi los 2/3 de la historia del siglo
XX en Piura.2 Las composiciones y visitas de tierras impulsaron la organización de la gran

1 Este ensayo forma parte de un capítulo de un proyecto de investigación, titulado: «Entre reformas y restauraciones: la
política y los pueblos indígenas en la costa norte de Piura, 1845-1895», (Código de Estudio Nº 081501051). Fue finan-
ciado por el Vicerrectorado de Investigación, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Instituto de Investigación
Histórico Social, Facultad de Ciencias Sociales, Lima, Perú, 2008.
2 Un balance valioso sobre tierra y haciendas fue impulsado por Bruno Revesz y otros en: Piura: región y sociedad.
Derrotero bibliográfico para el desarrollo. CIPCA-CBC, Perú, 1997. Sobre la temática de la hacienda y la tierra
también puede consultarse: Jose Bengoa. «25 años de estudios rurales». En: Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº

YUYAYKUSUN 2 (2009) 311-330 ISSN 2073-6150 URP, Lima, Perú 311


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propiedad privada, los repartos y la privatización de las tierras municipales y la organiza-


ción de las comunidades indígenas entre los siglos XVI y XIX. Francisco de Toledo en el
siglo XVI, José Antonio de Areche en el siglo XVIII, Fernando de Abascal, Santa Cruz,
Simón Bolívar y Ramón Castilla en la primera mitad del siglo XIX impusieron un con-
junto de normas y mecanismos jurídicos (reales cédulas, decretos y leyes) para privatizar
las tierras realengas (del Estado y de las Comunidades indígenas) y para organizar un
sistema de la propiedad rural que asociara a los grandes latifundios con las comunidades
indígenas, las medianas propiedades, las tierras de «ejidos» y las comunidades rurales de
colonos cuyas posesiones parcelarias empezaron a organizarse al interior de la hacienda y
pasar a privatizarse y municipalizarse con la llegada del régimen político republicano en
las primeras décadas del siglo XIX.3
En efecto, una diversidad de comunidades rurales que asocian a microparceleros y
conductores de pequeñas y medianas propiedades, bajo la categoría social de colonos,
parceleros, yanaconas, etc., se asientan lentamente al interior de los valles, de las ha-
ciendas de Tangarará (en las cuales emergen y se consolidan pueblos como Amotape,
La Huaca, Sullana, Querecotillo), Tambogrande (pueblo de Tambogrande), Yapatera
(pueblo de Yapatera y Chulucanas), Morropón (pueblos de Morropón y Salitral,
Canchaque, etc.), como parte de un proceso sociohistórico que empieza a organizarse
con los «palenques» de negros esclavos fugados de las haciendas, de los cimarrones que
viven a salto de mata en los montes, de los sitios de refugio de las bandas de bandoleros
multiétnicos y de milicianos fugados, de campesinos pobres que explotaban las tierras
«húmedas» de orillas de los ríos, quienes usan las propias normas legales para resistir a
la fuerza y el poder de la hacienda, y a la que se suman los cientos y miles de familias
migrantes de comunidades (trabajadores temporales), pueblos y haciendas sin tierras
de riego que intentan también acceder a lotes de terreno y a un pequeño bosque de
algarrobos y hualtacos para sobrevivir usando la fuerza de trabajo, de su núcleo familiar
y parental. El Archivo Regional de Piura guarda una cantidad impresionante de estos
expedientes que contienen los litigios judiciales por la posesión de estos pedazos de
tierra, agua y bosques durante la colonia y el siglo XIX. El siglo XVIII es un tiempo en
la que los grandes propietarios estuvieron protegidos por el Derecho Indiano y la fuerza

10, jul/dez 2003, p. 36-98, http://www.scielo.br/pdf/soc/n10/18716.pdf . Carlos Monge. Transformaciones en


la sociedad rural. http://www.sepia.org.pe/_data/archivos/20080903035432_Monge__sepia_5_.pdf. En San
Marcos, luego de los trabajos de Pablo Macera («Las plantaciones azucareras andinas (1821-1875)». Trabajos de
Historia, N° 3, tomo IV, 1997,Lima, INC, pp. 9-307) y de Eduardo Arroyo (La Hacienda costeña en el Perú. Mala
Cañete, 1532-1968. Lima, 1981), esta línea temática ha decaído. A finales del 2008 se edita y difunde dos sober-
bios libros de Fernando Flores-Zúñiga (Haciendas y pueblos de Lima. Historia del valle del Rímac. Fondo Editorial
del Congreso del Perú y Municipalidad Metropolitana de Lima).
3 Para la región de Piura se han publicado cuatro libros importantes en la que la temática de la tierra, el agua, el trabajo
y la empresa reaparece desde una perspectiva de larga duración: Jan Douwe van der Ploeg. El futuro robado. Tierra,
agua y lucha campesina. IEP-WALIR, Perú, 2006. Nicolás Cueva Palacios. Piura. Apuntes para su historia: 1883-1940.
Casa editora «Piuranidad», Piura, 2007. Raúl Estuardo Cornejo. El Alma de Piura. Elogio a un sentimiento. Editorial
San Marcos, Lima, 2007. Alejandro Reyes Flores. Calixto Romero. Para quitarse el sombrero, 1880-1920. Palmas de
Espino S.A., Lima, 2008.

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Haciendas, pueblos y municipios en la región de Piura, siglo XIX

política de corregidores, intendentes, alcaldes, la Real Audiencia y las leyes borbónicas.


La llegada de la República impondrá un cambio histórico y la emergencia política de
los colonos campesinos en la escena pública.4
Esta historia empieza a cambiar con las reformas borbónicas y la visita del obispo
Martínez Compañón (1783) quien legitima la existencia de numerosas poblaciones ru-
rales al nuclearlas alrededor de una serie de capillas que ordena construir al interior de
las haciendas de Tangarará, Tambogrande, Yapatera y Morropón para luego bajo la forma
de pueblos de gente multicolor empezar a luchar por la conquista de leyes y derechos de
acceso a la tierra parcelaria, a terrenos municipales libres del dominio de la hacienda y a
la organización vecinal eligiendo a sus autoridades desde 1810 bajo la influencia de los
acuerdos y los mandatos de la Cortes de Cádiz. Esta nueva dirección de la historia rural
se dinamizará mucho más con la apuesta política que realizan estos habitantes durante la
guerra que enfrenta a Perú contra España (1820-1824), la movilización y participación
popular en apoyo a caudillos locales o nacionales, civiles y militares, entre 1825 y 1884,
ya sea integrando las milicias nacionales o las montoneras populares del siglo XIX.
Esta página de la historia rural de los pueblos del Alto Piura ha sido borrado de la
historia oficial y solo el campo de la literatura y el periodismo local ha publicado y difun-
dido algunos sucesos, movimientos y personajes para el goce y la amnesia de la memoria
popular.5 En buena cuenta, se trata de núcleos sociales rurales con estructuras sociales
complejas pues la densidad poblacional se agitaba en relación a los ciclos de siembra y
cosecha, de ciclos climáticos de lluvias y sequías, de auge y crisis económica regional,
de momentos de historia de paz o crisis social y política en la región de Piura. Estamos
pues frente a pequeños núcleos poblacionales dependientes de los flujos de energía hu-
mana que migraban temporalmente de espacios territoriales yungas (Sechura, Catacaos
y Colán) o de pueblos altoandinos (Frías, Santo Domingo y Chalaco) hacia el interior
de las haciendas para laborar la tierra como asalariados, colonos o yanaconas durante el
contrato firmado o convenido con los grandes propietarios de tierras.6 Estas poblaciones
constituyen una variedad de asentamientos humanos organizados en el centro y la perife-
ria de las haciendas; son grupos que no solo laboran la tierra ajena sino que también eran
usados para dar forma a los cascos rurales y fijar las fronteras territoriales de haciendas

4 Todavía no hay visiones completas del siglo XIX. Véase: Hocquenghem, Anne Marie. 1998, Para vencer la muerte.
Piura y Tumbes, raíces en el bosque seco y en la selva alta. Horizontes en el Pacífico y en la Amazonía. CNRS-PICS
125, IFEA, CIPCA, INCAH, Perú, 1998. Diez Hurtado, Alejandro. 1992, Las comunidades indígenas del Bajo
Piura. Catacaos y Sechura, siglo XIX. Cipca. Biblioteca Regional Nº 10. Piura. Alejandro Reyes Flores. Hacendados
y comerciantes: Piura - Chachapoyas - Moyobamba - Lamas - Maynas. (1770-1820). UNMSM, Lima, 1999. Miguel
Arturo Seminario Ojeda. Piura y la Independencia. Edic. Cydes, Municipio provincial de Piura, 1994. José Antonio
del Busto D. Historia de Piura. Municipalidad Provincial de Piura y UDEP, Piura, 2004. Reynaldo Moya Espinoza.
Breve Historia de Piura; en: http://es.geocities.com/brevehistoriadepiura/
5 Gutiérrez, Miguel. La violencia del tiempo. Milla Batres, Lima, 2 tomos, 1058 pp., 1992. «El blasón de los Villar». En:
Violencia, marginalidad y perspectiva histórica en la narrativa peruana, 1975-1986. Université de Grenoble III, Centre
d’Etudes et de Recherches Péruviennes et Andines; pp. 51-70, CERPA, Grenoble 1986.
6 Archivo Regional de Piura (ARP): 10-09-1885. Registro de división y partición de la hacienda de Morropón, (f.
596). Véase: Hacienda Pabur propiedad de Augusto Seminario y Vascones y sobrinos. Tip. Nacional Badiola y Berrio,
Perú, 1905.

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como Tangarará (dueña casi de todo el valle de La Chira), Poechos, Pucusulá, Viviate,
etc. en un valle con un río de caudal permanente. De igual forma, y con sus propias
singularidades históricas, se practica este uso de la mano de obra campesina en las ha-
ciendas estancieras del Alto Piura como Malingas, Sol Sol, Yapatera, Morropón, Serrán y
Buenos Aires. El gran latifundio concentra una diversidad de núcleos de población con
una estructura social multiétnica, y una jerarquía social diversificada e integrada por co-
lonos, arrendatarios, jornaleros asalariados, yanaconas, arrieros, sombrereros, artesanos,
montoneros, bandoleros, etc. Son grupos de familias o núcleos rurales que se forman pa-
ralelamente con la organización del sistema de haciendas en el Alto Piura y Tambogrande
y que responden a ciclos de demanda de fuerza de trabajo para los momentos de siembra
y cosecha del maíz, de la caña de azúcar, del algodón y de los ciclos de reproducción del
ganado de carne y de cueros.7
Ambos microespacios rurales, el valle de La Chira y Tambogrande-Yapatera-
Morropón, convivieron bajo el dominio de la ciudad de San Miguel de Piura, que ini-
cialmente se asentó cerca del cerro Vicus y en un amplio espacio agrícola que organizaron
originariamente los Tallanes, y que en el siglo XV reforzaron su potencial agroganadero
los Incas. Es posible que estos asentamientos emerjan en este tiempo histórico de cons-
trucción de un complejo sistema hidráulico de distribución del agua del valle de La Chira
hacia el Alto y Bajo Piura. No conocemos todavía el impacto de la guerra entre los líderes
incas y la presencia española en estos territorios yungas. Las crónicas y visitas más tem-
pranas del siglo XVI muestran sin reserva un rápido proceso de contracción demográfica
regional y el asentamiento de una ciudad española entre Morropón y Yapatera para de
allí rearticular las comunicaciones con Quito y Trujillo en la costa norte del virreinato del
Perú. Este desafío al desierto de un puñado de españoles también posibilitó la organiza-
ción de un sistema productivo sobre la base de las haciendas que demandaban grandes
cantidades de mano de obra temporal y mano de obra fija con la finalidad de responder a
una división laboral del trabajo que articulaba a estas propiedades rurales con los núcleos
de españoles estacionados en la ciudad-puerto de Paita y fortalecer la red de transacciones
mercantiles que articulaban la economía peruana con las ciudades de Panamá, Guayaquil,
Trujillo, Lima y Sevilla.8
La ciudad «volante» de San Miguel de Piura se trasladaría hacia cuatro puntos geo-
gráficos en un persistente desafío que enfrentaron contra el desierto y la cordillera un
puñado de conquistadores españoles. Es un pequeño núcleo humano que a partir de
7 ARP: Piura, 11-03-1885. Dominga León viuda de Juan Seminario y Vascones, propietaria, se obliga a cancelar a
don Juan Monasterio, comerciante, la cantidad de 2,050 soles. En un contrato firmado en 16-11-1880 don Juan
Monasterio le prestó esta cifra a Juan Seminario y Vascones y para este efecto hipotecó la hacienda Bigote (distrito de
Salitral). Esta propiedad rural tiene linderos con las haciendas de Morropón, La Ala, Salitral y Lalaquis (f. 368). Este
es un contrato que suma no solo la tierra sino también a los trabajadores colonos.
8 Luis G. Lumbreras. «Los orígenes de la sociedad andina». En: Carlos Contreras (editor). Compendio de historia eco-
nómica del Perú. Tomo I, Economía prehispánica. IEP, BCR, pp. 28-114, Lima. Lorenzo Huertas. La costa peruana
vista a través de Sechura. Editorial Universitaria URP, Lima, 2005. Lofstrom, William; Paita y el impacto de la flota
ballenera norteamericana en el norte peruano, 1832-1865. Caja Municipal de Ahorro y Crédito de Piura - Asociación
de Historia Marítima y Naval Iberoamericana, Piura, 2002.

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Haciendas, pueblos y municipios en la región de Piura, siglo XIX

1532 integrando nuevas familias forjará un singular arraigo y sentimiento de pertenen-


cia al territorio pues en 1578 se trasladarán hacia la bahía de San Francisco de la Buena
Esperanza de Paita, para desde este punto migrar a las tierras yungas de Catacaos y refun-
dar la ciudad española de San Miguel de Piura del Villar en agosto de 1588. Es a partir de
este núcleo de vecinos y encomenderos a las que se sumaron otras generaciones de criollos
y españoles, en un combate esperanzador contra el desierto y la explotación permanente
de los bosques de algarrobos, que lograron apropiarse colectivamente de un nuevo espacio
apoyados con la fuerza de trabajo de negros e indios sobre la tierra, la construcción de
caminos y puentes, capillas e iglesias, canales y acequias, tambos y hospitales, y organizar
una tupida red social multiétnica de pueblos y caseríos que desembarcarían sus produc-
ciones a la ciudad-puerto de Paita y a la comercialización de sus mercancías hacia los
pueblos altoandinos del reino de Quito. La abundancia de tierras y la escasez de mano de
obra obligará a los hacendados a practicar el sistema de arriendo de tierras y a la forma-
ción de una variedad de núcleos poblacionales en su interior, así sucedió en las haciendas de
Tangarará, Tambogrande, Yapatera, Morropón, Chocholla, Poechos y Pucusulá.9
Un primer ciclo agroganadero (1532-1650) posibilitará la formación de las haciendas
y la instalación de varias modalidades de arrendatarios, colonos y trabajadores asalariados
rurales al interior de las fronteras territoriales de las haciendas. En efecto, pequeños y
medianos arrendatarios se consolidan en los ciclos ganaderos y estos a su vez nuclean y
asientan a una variedad de grupos sociales multiétnicos familiares que trabajan a cambio
de una renta en especie y de pequeñas cantidades de moneda plata. Es gracias a este tipo
de trabajo que empiezan a controlarse para la producción agrícola las zonas periféricas
de las grandes propiedades rurales, así como la recuperación de los antiguos canales de
riego, la inversión en cercos, la formación de potreros e invernas para el ganado mayor y
menor.10
Recién a comienzos del siglo XVIII encontramos varios signos de recuperación de
la población y de la frontera agraria del valle de la Chira y Tambogrande. En los siglos
anteriores se había consolidado el Bajo Piura, los ejidos municipales sur y norte de la ciu-
dad de Piura, y las medianas y grandes propiedades del Alto Piura (Malingas, Yapatera,
Morropón y Serrán). El núcleo de hacendados-comerciantes asentado en San Miguel de
Piura invierte en el valle de La Chira avanzando en la colonización agraria del sector de
La Huaca y Amotape. Este conjunto de pueblos servirá de núcleo centralizador para los
colonos y arrendatarios quienes disputarán entre sí y con el gran hacendado de Tangarará
la posesión de las tierras de «humedad» en la Real Audiencia de Lima; se trata de porcio-
nes territoriales importantes conocidas como «tierras de orillas y de islas» que se organizan

9 Espinoza Claudio, César. «La lucha por el algodón en las tierras tropicales de Piura: la comunidad indígena de
Catacaos y su incorporación subordinada a la economía regional colonial y republicana: XVI-XIX». En: Investigacio-
nes Sociales: revista del Instituto de investigaciones Hstórico Sociales, Nº14, pp. 235-268, IIHS, UNMSM, Lima,
2005.
10 Espinoza Claudio, César. «La República y la comunidad indígena de Catacaos (siglo XIX)». En: Investigaciones Socia-
les, Nº 9, pp. 241-256, IIHS, Lima, 2002.

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temporalmente en el curso de los ríos en la época de inundaciones y caídas de lluvias en


la sierra; este es un movimiento social que apela a la dimensión judicial y que generará
una especie de identidad entre los grupos participantes y la construcción de una cultura
popular campesina en defensa de la tierra por los colonos campesinos utilizando las asam-
bleas, las actas escritas, los memoriales y el contrato de asesores, abogados y protectores
de indios en San Miguel de Piura. Estos procesos legales estarán acompañados de otras
acciones como la ocupación de microespacios periféricos y la organización de potreros e
invernas, la presión y la negociación de contratos de arriendos de larga duración, anexan-
do nuevos lotes ganados al río y a las «islas», ampliando la frontera territorial agropastoril
e incluso pagando por la posesión y propiedad de tierras para el pastoreo y el cultivo del
algarrobo como ocurrió con la hacienda de Máncora, Tangarará y Poechos, es decir a todo
lo largo del valle de La Chira.11
Este proceso de formación de las haciendas no fue fácil, cada propietario buscará
disponer de núcleos y masas humanas permanentes en el centro y en las fronteras de
sus propiedades. Así para la realización de un conjunto de tareas productivas prefiere a
una masa poblacional evangelizada, especializada, «civilizada en el orden y la seguridad»
para de esta forma asegurar el funcionamiento y la explotación de las empresas rurales
estancieras. Estos poblados de hacienda vivirán al interior de una propiedad privada rural
en permanente pugna por acumular dinero. Es a partir de la visita pastoral de Martínez
Compañón (1784) que se producirá un nuevo reagrupamiento de las poblaciones de los
campesinos colonos alrededor de las capillas y pedazos de terrenos que «donan» y asignan
los hacendados para asegurar la evangelización y el control de las almas de indios, negros
y mestizos, pardos y criollos pobres que migraban a estos territorios desérticos buscando
trabajo y monedas de plata para asegurar la vida de sus familias. Estamos frente a un
proceso social poco estudiado ya que ciudades como Sullana (antes llamada La Punta) y
Morropón tienen su punto de partida, en cuanto proceso de urbanización, a la decisión
generosa de la familia de Francisco Xavier Fernández de Paredes al otorgarles algunos
lotes de tierras de hacienda para evitar la migración hacia otros lugares y puedan convi-
vir y asegurar la economía agroganadera de la hacienda. Francisco Xavier Fernández de
Paredes concentra así una reserva de mano de obra para las faenas anuales que deman-
darían sus dos haciendas, Tangarará y Morropón, en dos valles con geografías y recursos
naturales distintos. En la guerra contra España, el marques de Salinas arrastra también a
sus colonos a luchar y a movilizarse contra Abascal y Pezuela y La Serna; posteriormente
constreñirá a estos pueblos rurales a movilizarse contra Bolívar y el ejército del Ecuador
en las primeras décadas del siglo XIX.12

11 Espinoza Claudio, César. Un movimiento agrarista en la Independencia de Piura: los colonos siervos de Morropón-
Yapatera, 1820-1824. Edic. Cipca, Piura, 1982. Wilfredo Kapsoli. «Movimientos de colonos de Piura: 1825». En:
Ensayos de nueva historia. Francisco Gonzales A. editor, pp. 85-91, Lima, 1983.
12 Hernández García, Elizabeth. «El marqués de Salinas, Francisco Javier Fernández de Paredes, y su permanencia en
la clase dirigente piurana a inicios de la República, 1785-1839». En: BIFEA, Nº 36(3), pp. 361-391, Lima, 2007.
Miguel Arturo Seminario. Historia de Tambogrande. Municipio distrital de Tambogrande, Piura, 1995.

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Para Jakob Schlupmann «a partir de la segunda mitad del siglo XVIII es que el nú-
mero de arrendatarios aumentó de manera importante, en primer lugar en los valles
irrigados dónde se contaban por centenas a partir de 1780, luego a partir del siglo XIX,
con el conjunto de las haciendas de la región. Los grandes dominios de la sierra solo si-
guieron el movimiento tardíamente. En el caso de la hacienda Matalacas, los arriendos de
los arrendatarios representaban por ejemplo todavía el 18 % de los ingresos para los años
1858 y 1859. El fuerte aumento de la población arrendataria a finales del siglo XVIII y
principios del siglo XIX es un hecho mayor en la historia regional. Si en 1780, el registro
de la alcabala enumeraba cerca de 1.200 colonos - y esto sin contar los indígenas - esto
quiere decir que con sus familias constituían al menos una décima parte de la población
de Piura (44.500 habitantes hacia 1783) a finales del siglo XVIII. Su número se fue mul-
tiplicando de cinco a diez veces en la costa, por dos en la sierra entre 1780 y 1830: es decir
que aumentaba más rápidamente que la población global de Piura. Hacia 1830, más de
la mitad de los habitantes de la región debían ser arrendatarios».13

2. La transición política de partido a departamento de Piura en el siglo XIX

El nacimiento de la República es un momento de grave inestabilidad política y de retroce-


so de los derechos sociales adquiridos por los campesinos colonos quienes en su esfuerzo
de convertirse en ciudadanos no dudaron incluso en apoyar el proyecto político de Riva
Agüero y de otros caudillos militares como Santa Cruz y Gamarra. Este es un tiempo en
la que la viuda de Fernández de Paredes contrajo matrimonio con Pedro Arrese y empieza
una nueva fase de lucha social pues estos últimos sienten que las ideas republicanas están
acompañadas de acciones de organización y movilización de los campesinos colonos a las
fuerzas nacionales en pugna.
En efecto, es a partir de este tiempo histórico que los poblados de hacienda empiezan
a organizarse en unidades político-territoriales (caseríos, pueblos, villas, ciudad, capital
de distrito y capital de provincia), asumiendo con gran fuerza la categoría de comunidad
política reconocidas y administradas por el Estado a partir de las primeras décadas del
siglo XIX. O sea, estos pueblos logran la independencia, el autogobierno y los derechos
municipales de elegir a sus propias autoridades. Se trata de una lucha antifeudal y anti-
terrateniente en el frente interno y en la que los sectores populares ganarían espacios de
poder en un juego de alianzas con un importante retroceso de las antiguas familias de
hacendados criollos.
Es al interior de este ciclo histórico republicano que se plantea la idea de un derecho
de jurisdicción y de organizarse como una comunidad política con su sistema de autogo-
bierno y de su reafirmación mediante la obtención de una variedad de decretos leyes del
Estado republicano. En esta dirección empiezan a elegir sus autoridades y a solicitar la

13 Schlupmann, Jakob. La structure agraire et le développement d’une société régionale au nord du Pérou. Piura, 1588-
1854. 2 t., 688 pp., Paris: Université de Paris VII - Denis Diderot. 1993.

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presencia de un juez de paz, de profesores de escuela, de la necesidad de puentes y cami-


nos en buen estado, de la administración del correo para asegurar la vida comercial, de la
construcción de un cementerio y de un hospital, de la urgencia de organizar un sistema de
seguridad que garantice la vida de los «notables» y de los principales vecinos que circulan
entre las haciendas y la capital de la provincia litoral de Piura. La guerra contra España
acelera este tiempo histórico pues las poblaciones rurales que acompañan a San Martín,
Santa Cruz, Simón Bolívar y Gamarra buscarían el reconocimiento político-administra-
tivo de sus pueblos frente a otros poderes como la hacienda estanciera y el mundo parla-
mentario proterrateniente. Estos grupos humanos se organizan y movilizan rescatando de
su memoria histórica su participación en la guerra patria, construyendo nuevos símbolos
y compitiendo con otra institución corporativa como son las comunidades indígenas y
sus sistemas de alcaldes, regidores y escribanos de Cabildo.14
Los expedientes judiciales y los títulos de tierras invisibilizaron a estas unidades po-
blacionales existentes al interior de la hacienda; en unos casos se les llama «reducciones»,
en otros «ranchos», «caseríos», etc. Se trata en realidad de un conjunto de asentamientos
poblacionales que serán administrados por las doctrinas y las parroquias, así como por
los «Partidos», unidades administrativas subordinadas a la subdelegación de Piura. En
general estos agrupamientos conforman pequeños núcleos de población multiétnica que
carecen de un estatuto político formal y que recién en las primeras décadas del siglo XIX
serán reconocidas como pueblos, caseríos, villas y finalmente capitales de distritos. Las cam-
pañas eleccionarias para designar a las autoridades municipales (como por ejemplo en La
Punta) y a los diputados generales en 1814 serán el momento decisivo para impulsar la
construcción de su instancia de autogobierno municipal. Así también ocurrirá en pueblos
como la Huaca, Querecotillo, Yapatera y Tambogrande, todo un esfuerzo social y vecinal
con el objetivo de independizarse del gobierno tiránico de las haciendas estancieras y
algodoneras usando la ideología republicana.15
Sin embargo, la escasa duración de las reformas liberales impulsadas desde Cádiz
(anulación del tributo y de la mita, igualación de derechos, etc.) promoverá una nueva
movilización de gruesos sectores de la población para acceder a la tierra y reaccionar con-
tra el esquema de dominación jerárquico y autoritario de la organización territorial basa-
do en comunidades indígenas, ciudades y haciendas en los valles de La Chira y Piura. La
gran propiedad territorial comunal indígena y la gran propiedad estanciera terrateniente
son las formas hegemónicas que generarán sus propias fuentes de recursos presupuestario

14 Luis Miguel Glave. «Cultura política, participación indígena y redes de comunicación en la crisis colonial. El vi-
rreinato peruano, 1809-1814». En: Historia Mexicana, vol. LVIII, Nº 1, julio setiembre, pp. 369-426, México,
2008. Alejandro Diez Hurtado. Comunidades mestizas. Tierras, elecciones y rituales en la sierra de Pacaipampa (Piura).
PUCP-CIPCA, 1999. Natalia Sobrevilla Perea. «Batallas por la legitimidad: constitucionalismo y conflicto político
en el Perú del siglo XIX (1812-1860)». En: Revista de Indias, vol. LXIX, N° 246, pp. 101-128, 2009.
15 Aljovín de Losada, Cristóbal. éd Jacobsen, Nils. éd Flores Espinoza, Javier. Trad. Cultura política en los Andes, 1750-
1950. IFEA – CRFPA- UNMSM, Lima, 2007. Marie-Danielle Demélas-Francois-Xavier Guerra. Orígenes de la
democracia en España y América. El aprendizaje de la democracia representativa, 1808-1814. ONPE-Fondo Editorial
del Congreso del Perú, Lima, 2008.

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para el autogobierno. Es desde esta asociación entre un accionar clientelístico del Estado
y de las acciones políticas de movilización social de los campesinos colonos y pequeños y
medianos agricultores que empiezan estos pueblos de la Punta, Querecotillo, Amotape,
Tambogrande y Morropón, a figurar en la geografía política como centros poblados en la
primera mitad del siglo XIX.
A todo este proceso se sumará la creación de la provincia litoral de Piura (1837)
creándose así una nueva instancia de gobierno municipal y de jueces de paz en la costa
norte.16 Piura todavía sigue dominado por el gobierno de las haciendas. Pueblos cam-
pesinos indígenas y latifundios prosiguen enfrentados. En la sierra el tiempo histórico
se ha detenido. En la provincia de Ayabaca, Francisco Vásquez, comandante militar en
1853, tiene la suerte de recorrer la cordillera para constatar como el pueblo de Suyo está
todavía adscrito a la lógica económica de las haciendas y de los colonos campesinos. Suyo
y Macará son pueblos rodeados de haciendas. Se trata de una propiedad territorial de 75
leguas cuadradas con apenas 2 mil habitantes y una pobre actividad agrícola y ganadera.
Ayabaca por el contrario es una villa urbana que nuclea y articula varios anexos campesi-
nos, concentra una población de doce mil habitantes.

3. Las haciendas y el proceso histórico de transición de centros poblados a


municipios: 1810-1890

A mediados del siglo XIX el auge del guano inicia un proceso de reestructuración de la
producción, de la comercialización y del consumo a escala nacional reforzando e impo-
niendo nuevos núcleos poblacionales en la organización de la sociedad regional de Piura.
El capital extranjero representado por la casa Gibbs Growley y la Duncan Fox intentaron
acomodarse a la fuerza social del mundo campesino. Este es un momento histórico de la
emergencia a la esfera pública de una variedad de asentamientos públicos profundamente
marcados por la migración de poblaciones campesinas agroganaderas de los espacios yun-
gas y serranos hacia el interior de los grandes latifundios estancieros y algodoneros, y de la
formación de caseríos, pueblos, distritos y provincias libres y autónomos de la influencia
del poder gamonal terrateniente.
En esta dirección y bajo el lema y la consigna del progreso las poblaciones de colonos
y arrendatarios campesinos de Yapatera, Morropón y Chulucanas asociando asambleas y
debates, frustraciones y esperanzas, se plantearon centralizar y concentrar a las poblacio-
nes dispersas en estas microurbes llamados «pueblos y villas» y así avanzar en el fortale-
cimiento de sus negocios agromercantiles y redes sociales aglutinando a las poblaciones
serranas de Santo Domingo, Frías y Huancabamba.
En esta pugna entre la resistencia de los pueblos y la subordinación que tratan de
imponer los hacendados encontramos las pruebas documentales evidentes de una con-

16 Este proyecto intenta incluso organizar un nuevo obispado en Piura. «Petición de Manuel Canuto Aguilar, Síndico
Procurador del pueblo de Frías». En: Macera, Pablo. Parlamento y sociedad en el Perú. Bases documentales, siglo XIX.
Ediciones del Congreso del Perú, vol. I, pp. XXX-XXXI, 1998.

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César Espinoza Claudio

ciencia deliberativa y de un movimiento social cotidiano de oposición por parte de las


poblaciones indígenas-mestizas y de negros libertos a partir de 1839. En efecto, utilizan-
do las antiguas redes de comunicación, la palabra escrita y su difusión en los periódicos
locales, los pliegos de reclamos de estas micropoblaciones rurales ingresarán a la esfera
pública regional y nacional mostrando que sus ideas y sus líderes estaban presentes en el
debate urbano y en el nuevo escenario político de la construcción no solo de sus urbes
sino de un programa de desarrollo regional que finalmente desembocará en el tránsito de
provincia litoral a la creación del departamento de Piura en 1861.17
Este es un tiempo de transición histórica de poblados de hacienda a pueblos con mu-
nicipios y derechos políticos otorgados por el Estado. Todo empieza con el arriendo de
tierras a colonos indígenas, mestizos o negros libertos, para de allí en adelante iniciar
un largo proceso de legitimación de estas posesiones y de independización del gobier-
no y de la fuerza de las haciendas. La conjunción de este movimiento con gobernantes
y Parlamentos favorables a la formación de una nueva organización territorial de los
pueblos y municipios durante el ciclo del auge del guano permitirá a los pueblos como
Chulucanas, Morropón, Sullana y Tambogrande, como instancias de autogobierno mu-
nicipal, resistir a la fuerza despótica del gran latifundio en Piura.
Entre 1830 y 1880 se vive dos ciclos de evolución y trato de la hacienda a los colonos
campesinos. En la primera fase (1830-1860), las haciendas fomentan la instalación de
familias colonas en sus tierras para ampliar su frontera agraria, bajar los costos de produc-
ción y asegurar los límites territoriales de la hacienda frente a otros propietarios o grupos
de colonos campesinos. En la segunda fase (1860-1890), cambia y se revierte esta actitud
hacia otra de un movimiento de expulsión de los colonos campesinos pues su subsistencia
atentaba no solo contra su propiedad territorial sino que estas poblaciones apoyados por
el Estado amenazaban la propia existencia del latifundio y su influencia en el gobierno de
la región. Las expulsiones físicas, los asesinatos, los incendios y las masacres de familias
campesinas solo tienen la intención de reducirles los derechos políticos alcanzados y la de
controlar su expansión hacia otros puntos de la hacienda. El crecimiento de la demanda
urbana de Piura y de otras ciudades provocará una mayor competencia y pugna por la
tierra y el agua no sólo con las haciendas circundantes sino también con las poblaciones
migrantes asentadas en estas tierras temporalmente como así ocurrió con los Chalacos, los
habitantes de Frías y Santo Domingo al interior de la hacienda de Morropón y haciendas
ganaderas circunvecinas.
Los propietarios de Tambogrande y Morropón arriendan sus tierras a vecinos de ori-
gen extranjero (italianos, colombianos, cubanos, alemanes) quienes buscan recuperar sus
inversiones de capital en un tiempo corto. Para este efecto, el cultivo del algodonero y la

17 Alejandro Diez Hurtado. Comunes y haciendas: procesos de comunalización en la Sierra de Piura (siglos XVIII al XX).
BCC-CIPCA, Cusco, 1998. Kay, Cristóbal. «Estructura agraria, conflicto y violencia en la sociedad rural de América
latina». En: Revista Mexicana de Sociología. Vol. 63, Nº 4, pp. 150-195, México. Karin Apel. «Luchas y reivindicacio-
nes de los Yanaconas en las haciendas de la sierra piurana en los años 1934-1945». En: BIFEA, 20(2), pp. 535-563,
Lima, 1991.

320  YUYAYKUSUN
Haciendas, pueblos y municipios en la región de Piura, siglo XIX

crianza de ganado mayor y menor requiere de mano de obra especializada y de confianza


con la hacienda, para esto otorgan una variedad de incentivos a los grupos de colonos,
asegurando el pago puntual de las cuotas de alquiler de la tierra y restringiendo el acceso
al agua, por ejemplo, a quienes no lo cumplan. En esta orientación dueños y arrendatarios
de tierras se asocian para combatir los proyectos de formación de «pueblos» o caseríos,
pueblos libres de peones y colonos campesinos al interior de sus propiedades. En casi todos
los casos, los proyectos de expropiación de tierras por el Estado para favorecer la formación
de pueblos rurales no tuvo el consentimiento político, y por el contrario, al tener noticias
de las mismas agudizan sus acciones represivas de violencia sangrienta apoyándose en sus
mayordomos y mayorales, destruyendo las capillas, las viviendas, los canales de agua e
imponiendo el miedo con el uso de armas de fuego. En el caso de Sullana y Querecotillo
encontramos que en la primera mitad del siglo XIX estos centros poblados consiguieron
varias leyes a su favor, se trata de un conjunto de decretos que les otorgaban el acceso y
derecho al suelo.18 En este caso es el Estado el principal instrumento político que utilizan
los colonos campesinos para enfrentarse contra el gran latifundio. Las leyes y decretos de
Santa Cruz, Gamarra, Castilla y Manuel Pardo les otorgan a las familias de colonos y de
peones asalariados el derecho a la autonomía política y al gobierno municipal al interior
de la hacienda de Tangarará, emergiendo y consolidándose algunas instituciones como la
gobernación, e instalándose los funcionarios del poder judicial y religioso, entre otros.19
Una serie de poblaciones rurales asentadas al interior de la hacienda iniciarían su
gestión de cambio de condición política y social. Estos ahora quieren dejar de ser indios
y pasar a gozar de todos los derechos que les da la ciudadanía y las leyes aprobadas en el
Congreso Nacional. En esta dirección se plantean y exigen vivir en un centro poblado y
para este efecto se organizan y movilizan con la finalidad de obtener el reconocimiento de
la categoría de pueblo por el Estado, de participar en los procesos electorales y de los sis-
temas de representación política, en buena cuenta, de alcanzar la categoría de municipios
y de vivir en un espacio civilizado y en la modernidad del siglo XIX.20
El Alto Piura es un espacio territorial recorrido por un río de agua temporal y en la
que no se desarrollaron propiedades territoriales eclesiásticas ni comunidades indígenas
pero sí grandes latifundios estancieros cargados de censos y capellanías.21
La guerra contra España y el ciclo de inestabilidad política en la primera mitad del
siglo XIX crearan las condiciones para que los colonos campesinos y pequeños agricul-

18 Ver Tarazona, Justino M. Demarcación Política del Perú. Recopilación de Leyes y Decretos, 1821-1946. Ministerio de
Hacienda y Comercio, Lima, 1946.
19 Seminario, Miguel A. Historia de Sullana. Concejo Provincial de Sullana. Instituto Provincial de Cultura, Perú
1986.
20 Aljovín de Losada, Cristóbal y López, Sinesio, edits. Historia de las elecciones en el Perú: estudios sobre el gobierno
representativo. IEP, 568 pp. Lima, 2005.
21 Aracelio Castillo Cruz y Zenón Vargas Morales. «Sobre la crisis agraria en el valle del Alto Piura». En: Estudios,
UNMM, pp. 9-51, Lima, 1977. Diez Hurtado, Alejandro: 1998. Jean Piel: 1995. Armas Asin, Fernando. Iglesia:
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régimen. Real Instituto de estudios asturianos, Oviedo, 2006.

YUYAYKUSUN 321
César Espinoza Claudio

tores avancen y se expandan sobre las tierras de los grandes terratenientes apoyándose
en la voluntad política de líderes civiles y militares y su vocación liberal. Una primera
evaluación nos muestra como los colonos campesinos utilizaron las leyes de Santa Cruz
y Gamarra para consolidar sus asentamientos libres en Sullana y Querecotillo (valle del
Alto Chira) por ejemplo. Estos agrupamientos humanos o poblados de hacienda buscan
y conquistan una mayor autonomía de las haciendas, o sea se agudiza la disputa y la com-
petencia por el control de las tierras con agua. Este es un momento importante en sus
luchas pero todavía no cambian su condición jurídico-política, sus derechos territoriales
y de representación política.
Bajo el régimen de Ramón Castilla se impone un programa de repartos y concesiones
de tierras y a la que se suman una serie de acciones que despliegan en este sentido los alcal-
des y jueces de paz de los pueblos distritales como Catacaos, Sechura, Colán, La Huaca,
Amotape, Tambogrande y Yapatera.22 Este proceso es todavía muy lento pero así avanza la
pequeña y mediana propiedad dotándose a las familias mestizas y criollos de una variedad
de lotes de tierra, con y sin agua, para la actividad agroganadera. La novedad se produce
en 1855 cuando la Junta de Almonedas de Piura remata una diversidad de lotes de tierras,
en las zonas sur y norte de la ciudad y en ambas orillas del río Piura, se trata en verdad
de los llamados «ejidos» o tierras municipales de la ciudad de San Miguel de Piura. En
este caso encontramos lotes de tierra que tienen como frontera las orillas del río Piura y el
despoblado desértico hacia Paita. Aquí se organizan varias asociaciones de aparceros que
luego permitirán la expansión urbana de Paita formando los barrios del sur (compuestos
mayoritariamente por familias indígenas (llamadas la Gallinacera) y el norte (agrupados
por familias de negros libertos y llamados Malgaches) de la ciudad de Piura, dos grupos
sociales multiétnicos que rearticulan a numerosas familias migrantes de la costa y sierra
en su calles y solares urbanos.23
En este espacio de expansión rural de San Miguel de Piura registramos una asociación
curiosa de arrendatarios de tierras municipales con pequeños propietarios cuyas produccio-
nes de pan llevar abastece la ciudad. La competencia entre ambos actores sociales es muy
fuerte ya que los primeros intentarán pasar de usufructuarios a propietarios privados.
Similar movimiento se produce en Yapatera, capital de distrito, un poblado donde no
solo residen negros sino también indios y mestizos yungas y serranos que habitan en este
microreducto urbano que se ha convertido en la bisagra comercial con los pueblos y case-
ríos serranos de Frías. En este espacio rural se asocian pequeños parcelarios arrendatarios,
peones asalariados, yanaconas y negros libertos formando una población con municipio,
gobernador, cura y juez de paz. Se trata de un pueblo rodeado por las tierras de la hacien-
da de Yapatera. Este núcleo urbano depende casi totalmente de la hacienda. Frente a esta
dura realidad una parte de su población comenzará a asentarse en el sitio de Chulucanas,
y desde este punto gestionará su autonomía política y los derechos municipales una vez

22 Archivo Regional de Piura, (ARP) Protocolo 33, año 1849. SMP, 03-01-1849.
23 ARP: SMP.10.04.1850.

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Haciendas, pueblos y municipios en la región de Piura, siglo XIX

conseguida la ley que expropia las tierras de la hacienda para desde mediados del siglo
XIX convertirse en un pueblo y municipio libre de la tutela de la hacienda.24
Estamos entonces frente a una realidad histórica en la que desde los distritos rurales
y desde el interior de las haciendas se organiza y consolida un movimiento social que im-
pulsa la formación de un gran número de centros poblados rurales que luego alcanzarían
las categorías de villas, ciudades, capitales de distritos y de provincia.
Tambogrande, Yapatera y Morropón son empresas agroganaderas que producen caña
de azúcar y ganado de carne y cueros. Para este efecto necesitan de núcleos poblacionales
permanentes que ejecuten una variedad de tareas que van desde la siembra de la caña, su
procesamiento y transporte a la ciudad. A este grupo fijo de gente de trabajo en el campo
y en los pequeños ingenios se suma otra masa de familias serranas y costeñas que migran
temporalmente hacia el interior de las haciendas y que a partir de comienzos del siglo
XIX se consolidarán como centros poblados emergentes: Sullana, La Huaca, Querecotillo,
Tambogrande, Yapatera y Morropón.25

4. La construcción de la república y la transición de poblados de hacienda a


poblados con municipios

Una de las primeras conclusiones que extraemos es la activa y densa acumulación oral y
escrita de la experiencia política de los colonos campesinos en Piura del siglo XIX. En
efecto, con la fundación de la República en Piura en 1821 permanece la antigua demarca-
ción territorial organizada por los Borbones a finales del siglo XVIII. Esta vez solo cambia
el nombre de Intendencia a Departamento, y de Partido a Provincia. Durante el gobierno
de Santa Cruz, en 1837, se rompe finalmente la dependencia de la antigua Intendencia de
Trujillo y se organiza la provincia litoral de Piura. Esta fragmentación territorial es parte
de una política de división y demarcación territorial que a nivel nacional asume el Poder
Legislativo desde 1828. Este es un trabajo muy complicado pues la política está de por
medio.26 En efecto, si en 1822 se reconocen nueve departamentos para el año de 1876
este número se eleva a 18. Uno de ellos es justamente el departamento de Piura creado
en 1861 con tres provincias (Piura, Paita y Ayabaca) y 24 distritos. En el transcurso del

24 Acha, Elizabeth. Chulucanas, un pueblo de artesanos. En: Boletín de Lima, Nº 32, pp. 27-39, Lima, 1984, Watremez,
Géraldine. La vallée de la Gallega. Etude du district de Morropón (Pérou). Université de Paris IV - Sorbonne, París, 1984.
López Albújar, Carlos. «Bosquejo monográfico de la provincia de Morropón». En: Boletín de la Sociedad Geográfica de
Lima, Nº 73 (1-2), Lima, 1956. Velásquez Benites, Orlando. El pueblo negro de Yapatera: tradición, fe, esperanza. Uni-
versidad Nacional de Trujillo. Facultad de ciencias sociales, Trujillo, 2003.
25 Los textos contenidos en este libro son muy ilustrativos: Miguel Seminario: 1995; Alejandro Diez Hurtado: 1998;
Anne Marie Hocquenghem… Muerte: 1998. Navarro Pascual, José Paz Velásquez, Juan Puig, Esteban Seminario
Ojeda, Miguel Arturo Restrepo Manrique, Daniel Rosales Aguirre, Jorge Rumiche Ayala, Antonio. Vida y obra del
Obispo Martínez Compañón. Universidad de Piura, Facultad de Ciencias y Humanidades, Piura, 1991. Macera, Pa-
blo. «El tiempo del Obispo Martínez Compañón». En: Macera, Pablo - Jiménez Borja, Arturo - Franke, Irma, edits.
Trujillo del Perú: Baltazar Jaime Martínez Compañón - Acuarelas, siglos XVIII. 254 pp. EDUBANCO, Lima, 1997.
26 Macera, Pablo. Parlamento y Sociedad en el Perú. Bases documentales, siglo XIX. Introducción, pp. IX-LXXII, Ediciones
del Congreso del Perú, Lima, 1998.

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César Espinoza Claudio

siglo XIX se producirá una nueva división del territorio para ajustar los espacios políticos
y la elección de diputados y senadores. Este proceso de fragmentación y nueva demar-
cación territorial formará parte de una cultura política practicada no solo por los grupos
de poder sino también por los sectores populares rurales en su orientación de ampliar sus
propiedades rurales, de controlar mayores circunscripciones electorales y golpear política-
mente al poder tiránico del gran latifundio.
En 1837 Piura tiene una población total de 70, 337 habitantes. Para J. Schlupmann
«estos valles medios del Piura y Chira no hicieron más, en general, que duplicar el número
de sus habitantes ….. En el caso del valle de Piura, si se excluyen a los habitantes de la
capital regional, la población se había multiplicado por dos: en 1783, las parroquias de
Tambogrande y Morropón contaban con 2.988 almas, mientras que en 1837, las circuns-
cripciones administrativas de Tambogrande, Yapatera y Morropón contaban con 7.555. En
el valle de la Chira, si se considera que las jurisdicciones de Amotape, la Huaca, Sullana y
Querecotillo correspondían a las parroquias de la Punta y Querecotillo en 1783, la pobla-
ción se habría multiplicado por 2,7% elevándose de 3.601 a 9.868 habitantes. La pobla-
ción de la sierra no aumentó sino al ritmo promedio de 0,6 % al año durante este tiempo:
Ayabaca y Suyo por ejemplo, con 6.588 habitantes en 1837 solo sobrepasaban apenas los
6.418 contados en 1783. En este espacio, solamente las parroquias tienen una fuerte tasa
de mestizaje conociendo una demografía más dinámica: este fue el caso de la parroquia de
Chalaco que en 1783 solo contaba con 1.756 almas, y la cifra de 3.692 habitantes —in-
cluidos más de 54 «indígenas»— en 1837». Con el inicio del auge del guano en la costa
la población de Piura seguirá aumentando, «si se cree en el censo de 1862, la población se
habría multiplicado por 1,8 desde 1837, lo que representa una fuerte tasa de crecimiento de
2,5 % al año. Las cifras de 1862 estaban sobreestimadas? Catorce años más tarde, el censo
general del Perú en 1876, solo contaba 135.616 habitantes para el departamento de Piura,
lo que representa una tasa de crecimiento mucho más razonable, inferior al 2 % al año en
promedio desde 1837».27 La población en un siglo se había multiplicado por cuatro.

DEPARTAMENTO DE PIURA, PROVINCIAS Y DISTRITOS, AÑO DE 1861


PROVINCIAS DISTRITOS
EL CERCADO Piura, Castilla, Tambogrande
Sechura, Catacaos
Yapatera, Morropón y Salitral
PAYTA Payta, Colán y Tumbes
Amotape, La Huaca
Sullana y Querecotillo
AYABACA Huancabamba, Huarmaca
Sondor y Sondorillo
Chalaco, Frías y Cumbicus
Ayabaca y Suyo

27 J. Schlupmann: 1985. J Slupmann. Yapatera del siglo XVI al siglo XX. CONAPIS, Piura, 1989.

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Haciendas, pueblos y municipios en la región de Piura, siglo XIX

Esta vez en el siglo XIX la ecuación tierra y población se ha invertido: aumenta la


población rural y escasea la tierra con agua. En efecto, Los grupos de poder local convo-
can a sus vecinos a una serie de asambleas para tomar acuerdos y elevar sucesivas actas
al Congreso Nacional demandando una mayor atención del Estado hacia los pueblos
subordinados a la gran hacienda. Se exige en estos escritos una mayor autonomía política,
la presencia de funcionarios y empleados del Estado, la elevación de categoría administra-
tiva de sus pueblos a la de villas y ciudades, y también una mayor dotación presupuestal.
En Piura, la singularidad es que este movimiento social estaba liderado por los campesinos
colonos que vivían al interior de las haciendas; son estas agrupaciones humanas las que han
iniciado la construcción precaria de los centros poblados rurales no reconocidos ni por la
hacienda ni por el Estado y que luchan por incluirse en una nueva organización territorial
y demarcación política y municipal. El sueño de estos colonos de hacienda es la de que
los poblados de Morropón, Chulucanas y Tambogrande funcionen como verdaderos mu-
nicipios. De igual forma empezó en el Tacalá (Piura), un espacio geográfico de refugio de
indios yungas pobres, de negros libertos, de bandoleros y montoneros, una isla humana
multiétnica que luego será elevada a distrito y llamada Castilla, unida a la vieja ciudad de
San Miguel por un puente metálico y un camino real del tiempo de los Incas que los unirá
a Catacaos, Sechura y la ciudad-puerto de Paita.28
En esta dirección postulamos la hipótesis de que la forma singular de enfrentamien-
to practicada contra el latifundio en Piura por este sector social rural atravesó dos fases
históricas. La primera buscó conquistar mayores espacios de representación territorial y
municipal. La segunda estaba orientada a dinamizar la lucha política para ampliar los
espacios de ciudadanía. Entonces lo que aparentemente es una lucha económica, en el
fondo este movimiento social expresa una lucha por ampliar mayores espacios de vida
pública, de democracia y de republicanismo nacional.29
El municipio republicano es una instancia de gobierno político-territorial y adminis-
trativo local que se sustenta en los principios liberales de autogobierno, soberanía popular
y ciudadanía. La Constitución de Cádiz fue entonces la herramienta política que asumi-
rán para sí los colonos campesinos para avanzar en su proyecto de ampliar sus derechos
territoriales. A partir de este momento histórico es que los poblados de hacienda de
Tambogrande, La Punta, Yapatera y Morropón proseguirán entusiasmados en la conquis-
ta de mayores derechos civiles para lograr el acceso a un gobierno municipal propio, o sea,
a independizarse de la hacienda, a ganar el estatuto legal de pueblos y de villas. Pero este
movimiento inicial será bloqueado en el Alto Piura hasta 1839, y alcanzó notables pro-
gresos en Sullana y Querecotillo (ambos elevados a la categoría de villas en 1826 (Santa

28 Maticorena, Miguel. «Proyectos de irrigación en Piura». En: Construyendo el Perú: aportes de ingenieros y arquitectos.
UNI, Proyecto Historia, pp. 15-32, Lima, 2001.
29 Mallon, Florencia E. Campesinado y Nación. La construcción de México y Perú poscoloniales. Edic. CIESAS, México,
2003. Thurner, Mark. Republicanos andinos, CBC-IEP, Perú, 2006. Rodrigo Montoya. «Balance provisional de
los movimientos políticos indígenas en Ecuador, Bolivia, México y Perú». En: Voces de la Tierra. Reflexiones sobre
movimientos políticos indígenas en Bolivia, Ecuador, México y Perú, CPFE, UNMSM, 2008.

YUYAYKUSUN 325
César Espinoza Claudio

Cruz) y 1875 (Manuel Pardo). Este movimiento político de los colonos campesinos será
obstaculizado por la elite y los vecinos comerciantes pues tenían el miedo de perder el
control de los pueblos y de las comunidades indígenas así como de los asentamientos de
negros esclavos y libertos.30
Entre 1814 y 1823 se producirá entonces un primer movimiento de fragmentación
de las antiguas jerarquías territoriales en los valles de La Chira y el Alto Piura. En adelan-
te emergerán y serán reconocidos por el naciente estado republicano los pueblos como
Tambogrande (en 1840 y el mismo que ganará la categoría de villa en 1927), Sullana y
Catacaos (que alcanzaron la categoría de ciudades recién en 1868). Este último elevará su
rango de «heroica villa» a la categoría de ciudad entre 1828 y 1868); Sullana (que transita
de pueblo a villa en 1826 y que junto a Querecotillo formarán en 1911 la nueva provincia
de Sullana), y Querecotillo, que en 1875 será elevado de pueblo a villa.31
Esta transición de poblado de hacienda a pueblo o villa con gobierno municipal no
será lineal sino que atravesó y enfrentó muchos obstáculos. Alcanzar esta categoría política
demandaba por parte de la Comisión de Demarcación Territorial del Congreso Nacional
y de las autoridades de gobierno local la compilación de una serie de datos socioeconómi-
cos y geográficos. Entre los requisitos obligatorios que debía demostrarse figuran los datos
demográficos, el número de viviendas construidas, el funcionamiento de una escuela, una
gobernación, juez de paz y una capilla o iglesia con su párroco doctrinero. El tejido social
para mantener los trámites se extendió a los líderes políticos en Piura y a los contactos con
diputados y senadores en la ciudad de Lima.
Este tránsito de poblados de hacienda a pueblos con municipios implicará la ampliación
y presencia del Estado en un espacio territorial controlado por el gran latifundio. Se trata
de una fase histórica difícil en la integración de una ciudadanía rural al orden estatal. Y
es a partir de estos municipios que los sectores populares van a negociar con el Estado.
Se trata ahora de un asentamiento humano permanente cuyo terreno se ha expropiado
a la hacienda y que se va a trabajar no para un lucro personal sino para el bien común y
utilidad pública local y nacional. Es un enfrentamiento entre grupos de colonos campesi-
nos con los dueños de una propiedad rural y en la que el Estado expropia una parte para
entregarlo a los campesinos colonos sin tierras como en Sullana, Tambogrande, Yapatera,
Chulucanas y Morropón.
Con el establecimiento de la república quedaron liquidados los caciques goberna-
dores y los cabildos de indios. Por tanto, las familias de las elites indígenas terminaron
migrando al gobierno de las cofradías. Los Municipios republicanos son las instituciones
que pasarán a administrar las tierras parcelarias, las tierras comunales y de las parcialida-
des yungas. En los centros poblados del Alto Piura la dinámica será otra pues aquí no
sobrevivió la propiedad comunal, los colonos campesinos buscarán disponer de tierras

30 Sullon Barreto, Gledi. «Piura en la República hasta la guerra con Chile». En: José A. del Busto D. y otros. Historia
de Piura. pp. 389-482, Universidad de Piura, Piura, 2004. José Antonio Aguilar y Rafael Rojas (coord.). El republi-
canismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política. FCE, México, 2002.
31 J. M. Tarazona: 1946; pp. 1345 -1398.

326  YUYAYKUSUN
Haciendas, pueblos y municipios en la región de Piura, siglo XIX

suficientes para su subsistencia y se plantearán la necesidad de organizarse en caseríos,


villas y ciudades a lo largo del siglo XIX.
Los poblados de hacienda se proyectaron y practicaron la estatalización de las tierras
de hacienda para organizar la vida municipal y asegurar su camino al progreso econó-
mico. En sus actas y memoriales acuden a la figura legal de la expropiación de tierras de
hacienda pues este acto era de utilidad pública y no de lucro personal. Se precisa además
que al dueño se le pagaría el valor justipreciada del lote de tierras medido por un ingenie-
ro de Estado. Esta orientación política de construir municipios en poblados de hacienda
se dinamizará desde la promulgación de la Constitución de 1860. Entonces el municipio
será visto como una institución que ayudará a robustecer el tejido social, la estabilidad
política y el progreso económico de una región enganchada al ciclo del guano que explota
el Estado republicano.
El auge del cultivo y la exportación del algodonero posibilitarán la creación y transi-
ción de nuevos municipios en poblados de hacienda como Chulucanas y Morropón du-
rante los gobiernos de José Balta y Manuel Pardo. Pero no todo se reducirá a la dimensión
económica, subsistirá en estas poblaciones rurales la vieja herencia de gozar de la libertad
y de la independencia, y para esto buscarán reducir el poder de la hacienda con una mayor
presencia del Estado y la instalación de un gobierno municipal con su estatuto político
de un gobierno y sistema representativo. De esta forma se consolidará un nuevo tipo de
organización política, administrativa y territorial que ampara la propiedad vecinal de
los pueblos y las tierras municipales. Esta vez la cobranza de los impuestos y la adminis-
tración de los bienes municipales servirá para fortalecer a estos pueblos emergentes que
asociaban grupos de gentes provenientes de zonas yungas y serranas en permanente pugna
contra los hacendados Arrese-Seminario que aprovechando el clima político de inestabili-
dad durante la guerra con Chile buscarán eliminarlos del escenario político regional.32

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32 Jacobsen, Nils - Diez Hurtado, Alejandro. «De Sambambé a la Comuna de Chalaco: la multivocalidad de montone-
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