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BE-181

Julio de 2013
Documento de consulta gratuito para el uso exclusivo de/a Prof. JAIRO ANDRES CADENA, 2020-03-30

Conchi Martín: buscando trabajo (A)

María, profesora de Dirección de Personas, acababa de recibir un correo de Conchi Martín1. Era la
novia de Álex, alumno de aquélla. Pocos meses antes, él las había presentado y las dos habían
charlado amigablemente. Conchi le había explicado sus deseos y su ilusión por encontrar un trabajo
interesante que fuera compatible con su aspiración de contraer matrimonio y crear una familia.

Conchi tenía 26 años. Era de carácter alegre y abierto, muy trabajadora, responsable y con
sólidas convicciones personales. Había estudiado en un colegio de orientación cristiana en
Bilbao. Después ingresó en una universidad de su ciudad donde se graduó en Administración
y Dirección de Empresas (ADE). Tras un breve periodo de prácticas en una empresa
promotora de inversión, fue contratada por una conocida firma de auditoría, donde llevaba
casi cuatro años. Esta empresa proclamaba como valores corporativos la profesionalidad, la
honestidad y la excelencia en el trabajo.

La joven reconocía que había aprendido mucho en estos años de trabajo, pero no se
encontraba muy a gusto. Como en otras firmas de auditoría, había continuas evaluaciones
(hasta ocho anuales) que eran tenidas muy en cuenta para sucesivas promociones a niveles
superiores, con la consiguiente mejora de sueldo. Ése era el principal incentivo utilizado por
la firma. A Conchi no le parecían mal las evaluaciones, y, de hecho, en los dos primeros
años, las suyas habían sido muy positivas, llegando incluso a ser promocionada. Ahora
lideraba un pequeño equipo. Sin embargo, la última evaluación, para su sorpresa, no había
sido demasiado buena. Meses antes de la misma había conocido a Álex, que trabajaba en la
misma firma, pero en Londres, y tiempo después se hicieron novios. Ella relacionaba este
hecho con su última evaluación, ya que en la empresa no estaba bien visto que se formaran

1 Los hechos son reales pero todos los nombres han sido disfrazados.

Caso preparado por el profesor Domènec Melé, como base de discusión en clase y no como ilustración de la gestión,
adecuada o inadecuada, de una situación determinada. Julio de 2013.
Este caso se ha escrito con la colaboración de la Cátedra de Ética Empresarial y de los Negocios.

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Última edición: 23/7/13


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parejas o matrimonios entre empleados. Estimaban, entre otras razones, que eso podía
dificultar la confidencialidad requerida en sus respectivos trabajos. Sin embargo, esto no
tenía por qué influir en el futuro, ya que Álex había dejado la auditoría hacía un año. Ahora
trabajaba en una empresa como director financiero adjunto, al tiempo que había iniciado el
programa Executive MBA en una conocida escuela de dirección, en su sede de Barcelona.
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Para Conchi, la mala evaluación y la falta de promoción no eran el principal motivo de no


encontrarse a gusto en su actual empresa, sino el ambiente reinante. Había mucha gente
joven, la mayoría entre los 23 y los 25 años, y la rotación de personal era muy elevada. El
horario era muy prolongado y no lo veía compatible con su idea de crear una familia y
ocuparse de ella como se merecía. No existía un departamento de gestión de personal y la
comunicación interna de la empresa con el empleado era prácticamente nula. Se trataba a las
personas como meros recursos, sin ninguna consideración personal. Eran frecuentes el
«politiqueo» y las zancadillas. Afloraban muchas envidias y los compañeros hablaban mal
unos de otros. Conchi recordaba, dolida, cómo un compañero, en una ocasión, la llevó aparte
y le dijo: «Ten cuidado con no destacar más que yo, porque te podrías arrepentir». Conchi
veía en la empresa poca sensibilidad humana y falta de respeto, manifestadas también en las
formas de hablar y de vestir, poco cuidadas. En varias ocasiones había oído a alguien
preguntar por una persona para que ayudara en un proyecto en estos términos: «¿Tienes un
“recurso” disponible para esta semana?».

Cuando Conchi se entrevistó con María, ésta le animó a buscar un nuevo trabajo, y así lo hizo.
María recordaba todo esto al disponerse a leer el correo electrónico que acababa de recibir:
Hola, María:

Soy Conchi, espero que me recuerdes. Soy la novia de Álex, alumno tuyo en el módulo de
Dirección de Personas. Nos vimos en enero y me recomendaste buscar un nuevo trabajo, y
así lo hice. En concreto, envié mi currículum a dos ofertas que encontré en Internet: una
de una empresa farmacéutica y otra de una compañía dedicada al embalaje. De esta
última recibí una respuesta en la que me citaban para una entrevista. Fue el inicio de un
proceso un tanto peculiar, o así me lo pareció.

Hace pocos días hice mi última entrevista en un proceso de selección al que, como te digo,
opté casi de forma fortuita. Se trata de la empresa Mantsa, que, como sabes, es una
multinacional de titularidad familiar, con central en Barcelona y que cuenta con cerca de
1.000 empleados.

Tuve un primer contacto con la encargada de Recursos Humanos de la empresa el 4 de


marzo. Me citó a las 18:30 y empezamos la entrevista a las 19:15. Estuvimos
aproximadamente 40 minutos, durante los que me explicó la cultura de la empresa, el
horario de trabajo, que concluía a las 17:00, y el agradable ambiente de trabajo que
existía. También me dijo algo sobre el puesto. Dependería del Área Jurídica, pero
reportaría al director financiero y al comité de empresa. La cultura general de la empresa
era de responsabilidad social, concretada en varios proyectos socioculturales en las
comunidades donde operaba.

Tras hablar de mi trayectoria profesional, terminó diciéndome que era yo la persona a la


que buscaban. Llevaban 5 meses con el proceso abierto y mi perfil encajaba muy bien. Me

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citaron para una nueva entrevista con mis «futuros» jefes: el director financiero y la
gerente del Área Jurídica. La concertamos para el 11 de marzo a las 18:00.

Tras conocer de qué empresa se trataba, busqué información. Estaba en fase de expansión,
con un crecimiento de un 15% anual y sin EREs (expedientes de regulación de empleo) ni
nada negativo destacable.
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Después de esa primera entrevista me surgieron sentimientos contradictorios: por una


parte, me gustaba el cambio, suponía un reto y un proyecto nuevo que emprender; era
joven y tenía ganas e ilusión por seguir creciendo como profesional. Sin embargo, veía
poca formalidad y escasa concreción cara al futuro. Con todo, decidí hacer la segunda
entrevista.

En ella, me reuní con ambos jefes y me explicaron en qué consistiría mi trabajo. Habían
contratado los servicios profesionales de una conocida consultora multinacional para
hacer un análisis de riesgos y desarrollar un sistema de control y cumplimiento eficiente
para la empresa con un presupuesto de 400.000 euros. Necesitaban una persona de
confianza y capacitada que se formara para desarrollar las tareas que se determinaran en
esta consulta y que, más adelante, pusiera en marcha una oficina de cumplimiento en
Mantsa.

La conclusión que saqué es que tenían clara la necesidad pero que no podían explicarme,
en detalle, en qué consistiría mi trabajo; simplemente porque ni ellos lo sabían.
Comentamos mi perfil profesional de nuevo y me explicaron la trayectoria de la empresa
y sus valores. En la web de la compañía no había constancia de valores corporativos, pero
me hablaron de la importancia que se daba a los valores humanos, en sus propias
palabras, «tan necesarios como escasos en el mercado laboral actual». Salí de la entrevista
animada, dispuesta a aceptar el trabajo si me seleccionaban, no tanto por la remuneración
como por el reto y por el tipo de trabajo a desarrollar en un departamento que yo misma
crearía y para el cual recibiría una adecuada formación.

El 15 de marzo, a las 9:30, recibí una llamada de la encargada de Recursos Humanos


diciéndome que yo era lo que buscaban, que encajaba con el proyecto y con la filosofía de
la empresa, y que querían cerrar los trámites cuanto antes para mi inmediata
incorporación. Antes de colgar me transmitió que tanto el director financiero como la
gerente del Área Jurídica estaban muy contentos con la elección, y que estaban
ilusionados por comenzar a trabajar conmigo.

Como ves, el proceso fue rápido. Me decían que estaban encantados conmigo, y me
resultó todo tan fácil que no dejaba de dar gracias pensando que era totalmente
providencial. Llamé a mi madre y le expliqué la maravilla que era la nueva empresa y
terminar la jornada laboral a las 17:00: «¿Te imaginas? Tendré tiempo para, por fin,
sacarme el carné de conducir, para mejorar mi inglés y hasta para ir al gimnasio…». Mi
madre estaba tan contenta e ilusionada como yo.

Tres días después, quedé con la encargada de Recursos Humanos para comentar el test de
aptitudes online que había realizado y negociar las condiciones económicas de la firma del
precontrato (apenas habíamos hablado anteriormente). De nuevo, me dijo lo contentos que
estaban conmigo y lo bien que había salido el test. Destacaba en todo, pero especialmente

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en el liderazgo, el trabajo en equipo y la disposición al cambio, todas ellas cualidades muy


valiosas para mi trabajo. Hablamos del tema económico: me ofrecían 45.000 euros
anuales, de los cuales 2.000 serían variables en función de los objetivos conseguidos. Es
bastante más de lo que gano en mi actual empresa. Expresé mi interés en que la
retribución variable fuera fija, y me respondió que lo veía factible.
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Fue en ese momento cuando le expliqué que me casaba el día 13 de julio y que tenía
planificado el viaje de novios hasta el 10 de agosto. Remarqué que podía acortarlo sin
problemas, y que no quería que fuese un inconveniente, pues estaba ilusionada con el
nuevo proyecto. La verdad es que me felicitó y me dijo que no habría mucho problema,
porque eran épocas valle de trabajo y podrían gestionar el tema de las vacaciones
dejándome, si fuese necesario, con saldo negativo».

Terminamos la conversación y quedamos en firmar el precontrato esa misma mañana, ya


que debía confirmarlo con los jefes. Me pidió que se lo comunicase a mi actual empresa,
pero quedamos en que sería tras la firma.

Finalmente, me llamó a última hora explicándome que me contestaría el lunes, ya que no


habían localizado al director financiero. Pero el lunes no llegó su llamada… He estado
muy nerviosa toda la semana, pensando que era muy raro.

Hoy, día 22, a mediodía, me he decidido y he llamado yo. Primero se ha disculpado por no
haberme llamado y después me ha dicho que mi candidatura estaba parada; que a pesar
de destacar, sentían que les había fallado; que no les había sido franca; que boda y
vacaciones no encajaban en la agenda; y que entendían que había jugado mis cartas pero
que no querían a una persona que mintiese. Después de lo que había ocultado, ninguno de
los jefes podría confiar en mí. Me quedé helada cuando añadió: «¡Igual estás embarazada
y tampoco nos lo has dicho!». Por último, sin apenas darme opción a responder, concluyó:
«Lo siento, pero ya no confiamos en ti, no has sido franca».

Durante la entrevista, en ningún momento me preguntaron nada de mis proyectos


familiares; es más, se jactaron de cómo conciliaban trabajo y familia y de los valores que
les guiaban. La directora del Área Jurídica me habló de dos mujeres que estaban en su
equipo y que también colaborarían conmigo. Una tenía dos hijos y la otra acababa de
reincorporarse después de haber disfrutado de cuatro meses de baja maternal, de acuerdo
con la legislación vigente en España. Al parecer se llevaban muy bien y no había
problemas para conciliar trabajo y familia. Me habló de su deseo de mantener ese
ambiente con mi incorporación.

Como te puedes imaginar, pocas palabras me quedan además del disgusto que llevo
encima. Quizá no era ése mi lugar, pero, con el paro actual, poco alentador veo el futuro.
De verdad que no entiendo esta decisión. Nunca tuve intención de engañar a nadie;
además, no mentí en ningún momento, y llevaba el anillo de prometida. Por nada del
mundo escondería el proyecto que Álex y yo estamos forjando: nuestra futura familia.
¡Algo tan natural y necesario como eso! Es el proyecto más valioso que tengo ahora. Aun
así, me planteo hasta dónde seré capaz de llegar, porque la realidad no acompaña. Quienes
creemos en el matrimonio como un compromiso permanente y valoramos los hijos como

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un gran don vamos a contracorriente. No obstante, intentaré seguir siendo fiel a lo que
creo y seguiré luchando por ello: es lo que me llena.

Es en estos momentos cuando me acuerdo de personas como tú, y quería darte las gracias.
Álex me ha hablado mucho de ti y me ha animado a escribirte. Cualquier respuesta de tu
parte será bien recibida.
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Mil gracias,

Conchi

María le contestó invitándole a tener una conversación para analizar lo ocurrido y estudiar el
modo de seguir la búsqueda.

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