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III.Revelación del futuro: “Las [cosas] que han de ser después de estas” (caps.

4–22)
Siguiendo con el bosquejo divino esbozado en 1:19, Dios revela a Juan los detalles del
futuro, “las [cosas] que han de ser después”. Éstas incluyen los emocionantes
acontecimientos previos a la segunda venida de Cristo (caps. 4–18); luego se narra la
segunda venida en sí misma (cap. 19); después sus consecuencias, el reino milenial (cap.
20) y finalmente la Nueva Jerusalén y los cielos nuevos y la tierra nueva (caps. 21–22). Así
como el tema principal de los cuatro evangelios es la primera venida del Señor, es evidente
que la verdad central de toda esta sección es la segunda venida de Cristo que aparece en el
cap. 19.
Mientras que se han sugerido muchas interpretaciones para el libro de Apocalipsis, la
única perspectiva que proporciona un conocimiento convincente es la que considera que a
partir del cap. 4, el libro contiene profecías relacionadas con acontecimientos futuros.
Cualquier otro sistema de interpretación se pierde en un laberinto de opiniones
contradictorias.
Aunque en esta sección futurista no se presentan necesariamente todos los
acontecimientos en estricto orden cronológico, sin embargo, todos están en el futuro. Por
eso, esta parte del libro presenta un cuadro más gráfico y detallado del porvenir que
cualquiera de los que aparecen en otras partes de la Biblia. Esta revelación es un clímax
adecuado para todas las profecías bíblicas relacionadas con la historia humana, las cuales
están apropiadamente centradas en la persona y obra de Jesucristo.
La revelación del futuro inicia con una visión celestial (caps. 4–5). A partir del cap. 6, a
medida que se van abriendo los siete sellos, éstos constituyen el principal movimiento
cronológico de la gran tribulación, la cual conduce a la segunda venida de Cristo. Las siete
trompetas contienen los detalles de los acontecimientos que vendrán como consecuencia de
la apertura del séptimo sello. De la misma manera, en el cap. 16, las siete copas de la ira de
Dios revelan el contenido de la séptima trompeta.
El orden que se sigue va progresando hacia un clímax, y a medida que se acerca el
período de la segunda venida de Cristo, los acontecimientos se suceden con rapidez cada
vez más acelerada y con mayor devastación. Una vez que se ha revelado la segunda venida
de Cristo, los últimos capítulos resumen en forma breve el período más extenso de
acontecimientos futuros,—el cap. 20 se relaciona con el reino milenial y los caps. 21–22
describen los cielos nuevos y la nueva tierra.
Es evidente que el propósito principal del libro de Apocalipsis es presentar la segunda
venida de Cristo y los acontecimientos que la acompañarán. Esto es con el fin de dar una
palabra de advertencia al pueblo de Dios, así como al mundo en general, acerca de la
importancia de estar preparados para enfrentar el juicio divino venidero.

A. Visión del trono celestial (cap. 4)


1. LA INVITACIÓN (4:1)
4:1. Juan recibió la visión del trono celestial después de escuchar la revelación de los
mensajes a las iglesias. La secuencia de tiempo se indica por la expresión después de esto
(meta tauta).
El apóstol vio una puerta abierta en el cielo y escuchó una voz que le invitaba
diciendo: Sube acá y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. La frase
“las cosas que sucederán después de estas” es similar a la que aparece en 1:19: “las [cosas]
que han de ser después de estas”. Mientras que este último v. indica que los
acontecimientos han de suceder más tarde, en 4:1b se usa la palabra gr. dei, que significa
que éstos tienen que suceder. Esto no sólo apunta al futuro, sino también al propósito
soberano de Dios. El parecido entre ambas expresiones confirma el bosquejo cronológico
en tres partes que se esboza en 1:19. Cronológicamente, tanto la revelación como su
cumplimiento son posteriores a los caps. 1–3.

2. EL TRONO CELESTIAL (4:2–3)


4:2–3. Juan declara que al instante … estaba en el Espíritu (o “en [mi] espíritu”; cf.
1:10; 17:3), lo que indica que virtualmente fue llevado al cielo aunque de hecho, su cuerpo
estaba todavía en la isla de Patmos. En ese lugar, vio un trono … en el cielo y a uno
sentado en él que tenía la apariencia de piedra de jaspe y de cornalina. El jaspe (cf.
21:18) era una piedra transparente muy diferente al jaspe opaco que se conoce en la
actualidad; puede haber sido semejante al diamante. La cornalina (cornerina) también se
conoce como rubí (que es como la trad. la NVI95 en el A.T.) y el sardónice (piedra
sárdica), eran de color rojo rubí. El jaspe y la cornalina eran la última y primera de las doce
gemas que estaban en el pectoral del juicio del sumo sacerdote (cf. Éx. 28:17–21). También
se usaban el jaspe y el sardónice en relación con el rey de Tiro (Ez. 28:13) y además, esas
piedras preciosas también formarán parte de los cimientos de la Nueva Jerusalén (Ap.
21:19–20). La apariencia general del trono era de gran belleza y colorido y estaba adornado
con un arco iris que lo rodeaba, semejante en aspecto a la esmeralda. El color verde de
la esmeralda añadía mayor belleza a la escena.

3. LOS VEINTICUATRO ANCIANOS (4:4)


4:4. Alrededor del trono había veinticuatro tronos menores en los cuales estaban
sentados … veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas y que portaban coronas de
oro en sus cabezas. Las coronas eran parecidas a las que se otorgaban a los vencedores de
los juegos griegos (stefanos), y diferentes de las que llevaban los soberanos (diadēma). Las
coronas parecen indicar que los ancianos ya habían sido juzgados y premiados.
Se han hecho muchas especulaciones en cuanto a la identidad de los ancianos. Las dos
principales son (1) que representan a la iglesia que participó en el rapto antes de esa visión
y que ha sido galardonada en el cielo, o (2) que son ángeles a quienes se han conferido
mayores responsabilidades. Veinticuatro es el número que simboliza la representación,
ilustrado por el hecho de que en la ley de Moisés había veinticuatro órdenes sacerdotales.
(Para una discusión más amplia acerca de la identidad de los veinticuatro ancianos, V. el
comentario de 5:8–10).

4. LOS SIETE ESPÍRITUS DE DIOS (4:5)


4:5. La impresionante escena del cielo se vio realzada por relámpagos y truenos y
voces que salían del trono. En Apocalipsis, en la RVR60 y en el gr., los truenos se
mencionan diez veces (4:5; 6:1; 8:5; 10:3; 10:4 [dos veces] 11:19; 14:2; 16:18; 19:6). Juan
también vio siete lámparas de fuego y añadió que esas siete lámparas son los siete
espíritus de Dios, los cuales deben interpretarse como representación del Espíritu Santo y
no como siete espíritus individuales o ángeles. Esto se relaciona con el concepto de que el
carácter del Espíritu posee siete aspectos (Is. 11:2–3; cf. Ap. 1:4; 5:6). Con Dios el Padre
sentado en el trono y el Espíritu Santo representado por las siete lámparas, el escenario
queda listo para desplegar la revelación subsiguiente (cap. 5) de Cristo mismo como
Cordero inmolado.

5. LOS CUATRO SERES VIVIENTES (4:6–8)


4:6–8. Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, mismo
que reflejaba los brillantes colores del conjunto de la escena celestial (cf. 15:2). En el
centro del cuadro, había cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás, mismos
que se comparan con un león … un becerro …; un hombre … y … un águila volando. Y
los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban
llenos de ojos. Además, se añade que no cesaban día y noche de alabar a Dios diciendo:
Santo, santo, santo es el … Todopoderoso (pantokratōr; cf. 1:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14;
19:6, 15; 21:22) y eterno (el que era, el que es, y el que ha de venir; cf. 1:8; 11:17). Esta
es la primera de las catorce doxologías que aparecen en el libro de Apocalipsis (V. “Las
catorce doxologías del libro de Apocalipsis” en el Apéndice, pág. 282).
Muchas interpretaciones se han dado acerca de los cuatro seres vivientes. Así como el
Espíritu Santo está simbolizado por las siete lámparas, probablemente los cuatro seres
vivientes representan simbólicamente los atributos de Dios, incluyendo su omnisciencia y
omnipresencia (indicadas porque los seres están llenos de ojos). Los cuatro animales
representan otros atributos divinos: el león, majestad y omnipotencia; el becerro, es típico
del trabajo fiel y la paciencia; el hombre, inteligencia; y el águila que es el ave más
grandiosa, la suprema soberanía divina. Otra posibilidad es que simbolizan a Cristo como
fue revelado en los cuatro evangelios: en Mateo, el león de la tribu de Judá; en Marcos, el
becerro que es siervo de Jehová; en Lucas, Jesús, el Hijo del Hombre encarnado; y en Juan,
el águila, como Hijo divino de Dios. Otra alternativa es que los cuatro seres vivientes son
ángeles (cf. Is. 6:2–3) que exaltan los atributos de Dios.

6. LA ADORACIÓN CELESTIAL (4:9–11)


4:9–11. La adoración de los cuatro seres vivientes es presenciada por los veinticuatro
ancianos que también se postran delante del que está sentado en el trono y echan sus
coronas frente a él, reconociendo la gloria del Señor como soberano. Además, atribuyen a
Dios toda la gloria y la honra y el poder (cf. 5:12–13), porque reconocen que es el
Creador y Sustentador del universo (cf. Jn. 1:3; Ef. 3:9; Col. 1:16–17; He. 1:2–3; Ap. 10:6;
14:7).

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