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LA SITUACIÓN DEL MUNDO

2004

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LA SITUACIÓN
DEL MUNDO
2004
INFORME ANUAL DEL WORLDWATCH I NSTITUTE
SOBRE PROGRESO HACIA UNA SOCIEDAD SOSTENIBLE

Prólogo de
Børge Brende
Ministra de Medio Ambiente de Noruega

Directores del proyecto


Brian Halweil y Lisa Mastny

Erik Assadourian
Christopher Flavin
Hilary French
Gary Gardner
Danielle Nierenberg
Sandra Postel
Michael Renner
Radhika Sarin
Janet Sawin
Amy Vickers

Editora
Linda Starke

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Título original: State of the World 2004
Fotografía de la cubierta: Sur de África. SeaWiFS Project, NASA/Goddard. Space Flight Center,
and ORBIMAGE

Traducción del inglés: Isabel Bermejo


Traducción
Primera edición: marzo 2004

© Worldwatch Institute, 2004


© de esta edición:
© ICARIA editorial, s.a.
© Ausiàs Marc, 16, 3r. 2a. / 08010 Barcelona
© www.icariaeditorial.com
© e-mail: icaria@icariaeditorial.com

ISBN: 84-7426-704-8
Depósito legal: B-13.953-2004

Fotocomposición: Text Gràfic

Impreso por Romanyà/Valls, s.a.


Verdaguer 1, Capellades (Barcelona)

Impreso en España. Prohibida la reproducción total o parcial. Printed in Spain.


Este libro ha sido impreso en papel reciclado.

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JUNTA DIRECTIVA DEL WORLDWATCH INSTITUTE
Øystein Dahle, presidente Lynne Gallaguer
NORUEGA ESTADOS UNIDOS
Larry Minear, secretario Satu Hassi
ESTADOS UNIDOS FINLANDIA
Thomas Crain, tesorero John McBride
ESTADOS UNIDOS ESTADOS UNIDOS
Geeta B. Aiyer Akio Morishima
ESTADOS UNIDOS JAPÓN
Adam Albright Izaak van Melle
ESTADOS UNIDOS PAÍSES BAJOS
Cathy Crain Wren Wirth
ESTADOS UNIDOS ESTADOS UNIDOS
James Dehlsen James Lee Witt
ESTADOS UNIDOS ESTADOS UNIDOS
Christopher Flavin Eméritos:
ESTADOS UNIDOS Abderrahman Khane
ARGELIA

PERSONAL DEL WORLDWATCH INSTITUTE


Erik Assadourian Joseph Gravely Mary Redfern
Chris Bright Brian Halweil Michael Renner
Lori A. Brown Susanne Martikke Lyle Rosbotham
Steve Conklin Lisa Mastny Radhika Sarin
Cyndi Cramer Anne Platt McGinn Janet Sawin
Katherine Dirks Danielle Nierenberg Patrick Settle
Susan Finkelpearl Tom Prugh Molly O’Meara Sheehan

DIRECTORES EJECUTIVOS
Christopher Flavin Gary Gardner
Presidente Director de Investigaciones
Hilary French Barbara Fallin
Directora, Proyectos Gobernanza Global Directora de Finanzas y Administración
John Holman Leanne Mitchel
Vicepresidenta para el Desarrollo Directora de Comunicación
Elizabeth A. Nolan Kevin Parker
Vicepresidenta, Desarrollo Empresarial Director de las Relaciones de la Fundación
Ed Ayres
Director Editorial

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Agradecimientos
Esta vigesimoprimera edición de La Situación del Mundo ha sido posi-
ble gracias a la dedicación y al trabajo infatigable de todos los miem-
bros del valioso equipo del Worldwatch. Los investigadores, editores,
especialistas en comunicación y publicidad, bibliotecarios, becarios y
personal administrativo del Instituto merecen nuestro sincero agrade-
cimiento por sus aportaciones al informe especial de este año sobre la
sociedad del consumo, respaldados por el generoso apoyo de los miem-
bros del Consejo, patrocinadores y amigos.
Queremos expresar en primer lugar nuestro reconocimiento a la
Fundación, cuyo fiel respaldo sostiene y estimula el trabajo del Insti-
tuto. La Fundación Overbrook y el Fondo de la Familia Merck conce-
dieron financiación específica para nuestro trabajo sobre el consumo.
Queremos agradecer también el patrocinio de otras instituciones que
han apoyado generosamente al Worldwatch: la Fundación Aria, el Fondo
Richard & Rhoda Goldman, la Fundación William & Flora Hewlett,
la Fundación Frances Lear, la Fundación NIB, la Fundación V. Kann
Rasmussen Foundation, el Fondo A. Frank & Dorothy B. Rothschild,
la Fundación Shared Earth Foundation, la Fundación Shenandoah, la
Fundación Turner, Inc., el Programa de Medio Ambietne de las Na-
ciones Unidas, el Fondo Wallace Global, la Fundación Weeden y la
Fundación Winslow.
Agradecemos también a los donantes individuales del Instituto, entre
ellos los más de 3.500 Amigos del Worldwatch, que han demostrado
con su entusiasmo su profundo compromiso con el Instituto y con sus
esfuerzos por contribuir a crear un mundo sostenible. Estamos en deuda
particularmente con el Consejo de Patrocinadores del Worldwatch
—Adam y Rachel Albright, Tom y Cathy Crain, John y Laurie
McBride, y Wren y Tim Wirth— que han demostrado constantemen-
te su confianza y apoyo a nuestro trabajo, contribuyendo a ello con
generosas aportaciones anuales de más de 50.000 US$.
Para esta edición 2004 de La Situación del Mundo, el Instituto ha
contado con el talento de un número sin precedentes de autores aje-
nos al equipo, poniendo en práctica nuestro objetivo estratégico de
fortalecer las relaciones con destacados pensadores y personas con ex-

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periencia en el campo de la sostenibilidad. Sandra Postel, becaria senior
del Worldwatch y directora del Proyecto de Política Global de Aguas y
Amy Vickers, autora galardonada con el Benjamín Franklin Award,
ingeniera y especialista en conservación del agua, han escrito el capítu-
lo sobre productividad del agua. Ha sido un placer asimismo incluir
las aportaciones de los expertos en consumo Isabella Marras, Solange
Montillaud-Joyel y Guido Sonemann, del Programa de Medio Ambiente
de las Naciones Unidas; William McDonough y Michael Braungart de
McDonough Braungart Design Chemistry; Paul McRandle y Mindy
Pennybacker del Green Guide Institute; Juliet Schor del Boston College;
y David Tilford del Center for a New American Dream.
Los autores de los capítulos quieren agradecer también el entusias-
mo y la dedicación del equipo de internos, que buscaron obstinada-
mente datos escurridizos y elaboraron gráficos, tablas y cuadros. Clayton
Adams prolongó alegremente su estancia con nosotros para localizar
información para los capítulos 4, 6 y 7; Zöe Chafe aportó una asisten-
cia valiosísima en la investigación para el capítulo 7 y para el calenda-
rio «Un Año a Revisión»; Claudia Meulenberg hizo verdaderos mala-
barismos para atender las peticiones de ayuda del capítulo 1; Shawn
Powers recogió información tenazmente para los capítulos 1, 3 y 5; y
Anand Rao y Tawni Tidwell enriquecieron el capítulo 2 con sus sóli-
dos conocimientos sobre tendencias mundiales en temas de energía.
Extraordinariamente capaces y con un excelente humor, todos ellos han
sido un complemento estimulante para la plantilla durante el verano y
el otoño pasado.
El trabajo inmenso de localizar artículos, periódicos y libros en todo
el mundo recayó en nuestra investigadora bibliotecaria Lori Brown.
Además de mantener a los investigadores al día sobre las últimas in-
formaciones relacionadas con cada tema, recurrió a su extraordinaria
habilidad recogiendo datos para confeccionar el calendario de este año
de acontecimientos mundiales importantes para «Un Año a Revisión».
Una vez terminado el trabajo inicial de investigación y de redacción,
el proceso de revisión interno a cargo de los miembros de la plantilla
del Wordlwatch ayudó a garantizar que la comunicación de la infor-
mación recopilada sería lo más clara y exacta posible. En una reunión
de todo un día en agosto, los autores de los capítulos recibieron elo-
gios, críticas e interpelaciones de los alumnos, del personal de la revis-
ta y de otros revisores. Agradecen enormemente los excelentes conse-
jos recibidos, entre los que cabe citar las sugerencias de sus colegas Chris
Bright y Molly O’Meara Sheeha, que a pesar de estar muy ocupados
este año en otros proyectos encontraron tiempo para contribuir cada

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uno con uno de los anexos «Entre Bastidores». La plantilla de la revis-
ta, Ed Ayres y Tom Prugh, también se volcó en la mejora de los bo-
rradores, aportando toda su experiencia editorial.
Las revisiones de expertos externos, que nos concedieron su tiem-
po generosamente, también han sido indispensables para terminar la
versión final del libro. Por sus meditados comentarios y sugerencias,
así como por la información aportada, estamos especialmente agrade-
cidos a Abe Agulto, Mark Anielski, Michael Appelby, Matt Bentley,
William Browning, David Brubaker, William Cain, Scot Case, Maurie
Cohen, Dwight Collins, John de Graaf, Bas de Leeuw, Ed Diener, Chad
Dobson, John Ehrenfeld, Andrea Fava, Tom Ferguson, Bette Fishbein,
David Fridley, Bruce Friedrich, Sakiko Fukuda-Parr, Howard Geller,
Gerard Gleason, Edward Groth III, Kirsty Hamilton, Marlene
Hendrickson, Rich Howarth, Bobby Inocencio, Daniel Katz, Jonathan
Louie, Philip Lymbery, Mia Macdonald, Michael Marx, Jim Mason,
William Moomaw, Rosa Moreno, Nick Parrott, Enrique Peñalosa, David
Pimentel, Robert Prescott-Allen, Lynn Price, Howard Rappaport, Ri-
chard Reynnells, John Rodwan, Hiroyuki Sato, Hans Schiere, Lee
Schipper, Robert Schubert, Paul Shapiro, Ted Smith, Freyr Sverrisson,
Joel Swisher, Ted Trainer, Arthur Weissman, Eric Williams, Paul Willis,
y David Wood. Queremos dar las gracias también a Norman Myers,
de la Universidad de Oxford, coautor del libro de próxima aparición
The New Consumers: Rich Lives or Richer Lifestyles?, por orientarnos hacia
una nueva comprensión del consumo en el mundo.
La redacción de los capítulos fue pulida bajo la supervisión atenta
de Linda Starke, cuyos veintisiete años de experiencia revisando las pu-
blicaciones del Worldwatch aseguraba que nuestro mensaje se trasmi-
tiría con la mayor claridad posible y que cumpliríamos los plazos pre-
vistos. Una vez terminado el trabajo de edición y de redacción final, el
director de arte del Instituto Lyle Rosbotham maquetó hábilmente cada
capítulo, el calendario y los anexos «Entre Bastidores«. Ritch Pope fi-
nalizó el trabajo preparando el índice.
La redacción sólo es el comienzo del proceso para hacer llegar La
Situación del Mundo a los lectores. A partir de entonces comienza la
tarea de nuestro excelente departamento de comunicaciones, que se
esfuerza por asegurar que el mensaje del libro se divulgue lo más am-
pliamente posible, lejos de nuestra oficina de Washington. La directo-
ra de comunicaciones, Leanne Mitchell, la coordinadora de medios de
comunicación, Susan Finkelpearl, y la ayudante de comunicaciones,
Susanne Martikke, han trabajado muy de cerca con los investigadores
para elaborar el comunicado dirigido a la prensa, al público y a los res-

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ponsables de la toma de decisiones en todo el mundo. El encargado
de la página web Steve Conklin utilizó sus conocimientos técnicos para
transmitir esta información a través de nuestra página de Internet,
remodelada recientemente, mientras que el encargado de gestión de tec-
nología de la información, Patrick Settle, aseguraba una comunicación
fluida tanto dentro de la oficina como con el exterior.
La vicepresidenta para el desarrollo empresarial, Elizabeth Nolan,
coordinó la colaboración con nuestros socios editoriales de todo el
mundo y aportó creatividad y entusiasmo a nuestros esfuerzos publi-
citarios. La ayudante de ejecutivo Catherine Dirks, dispuesta siem-
pre a abordar cualquier proyecto, fue una magnífica ayuda para el
desarrollo empresarial y para el presidente del Worldwatch Christopher
Flavin, asegurando el cumplimiento puntual del calendario de reu-
niones y viajes. La directora de finanzas y administración, Barbara
Fallin, gestionó competentemente las finanzas del Instituto y consi-
guió mantener cuerdo al resto de la oficina durante una remodelación
de los despachos el pasado verano. Y Joseph Gravely siguió reinando
como un zar del correo sobre las montañas de correspondencia del
Worldwatch.
Lamentablemente, tuvimos que decir adiós a Adrianne Greenlees,
la vicepresidenta para desarrollo del Instituto, aunque tuvimos la suer-
te de encontrar un excelente sustituto en la persona de John Holman.
Junto con la asistente de desarrollo, Cyndi Cramer, John trabajó infa-
tigablemente para divulgar el mensaje del Worldwatch y para dar la
bienvenida a nuestros nuevos colaboradores a la familia Worldwatch.
Kevin Parker, nuestro director de relaciones de la Fundación, ha seguido
ocupándose con gran acierto de la dirección de actividades de búsque-
da de financiación, ayudado por Mary Redfern, asistente de desarro-
llo. Ambos han trabajado en estrecha colaboración con los patrocina-
dores de la fundación para cultivar nuevas relaciones que aseguren la
continuidad del trabajo del Instituto en los próximos años.
Queremos agradecer de forma especial a nuestros socios de todo el
mundo su extraordinaria labor para divulgar el mensaje del desarrollo
sostenible. La Situación del Mundo se publica normalmente en 31 idio-
mas en 39 ediciones distintas, gracias a la dedicación de multitud de
editoras, organizaciones no gubernamentales, asociaciones ciudadanas
e individuos que nos brindan su consejo, así como asistencia en la tra-
ducción, la difusión, la publicación y la distribución de nuestra inves-
tigación. Nos gustaría expresar nuestro reconocimiento por la ayuda
recibida en especial de Oystein Dahle, Magnar Norderhaug, y Helen
Eie en Noruega; Brigitte Kunze, Christoph Bals, Klaus Milke, Bernd

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Rheinberg, y Gerhard Fischer en Alemania; Soki Oda en Japón; Anna
Bruno Ventre y Gianfranco Bologna en Italia; Lluís Garcia Petit y Marisa
Mercado en España; Jung Yu Jin en Corea; George Cheng en Taiwan;
Yesim Erkan en Turquía; Viktor Vovk en Ucrania; Tuomas Seppa en
Finlandia; Zsuzsa Foltanyi en Hungría; Ioana Vasilescu in Rumania;
Hamid Taravaty en Irán; Eduardo Athayde en Brasil; y Jonathan Sinclair
Wilson en el Reino Unido. Se puede acceder a una lista completa de
nuestros socios en todo el mundo en <www.worldwatch.org/partners>.
Queremos manifestar también nuestra gratitud a nuestra editora
desde hace años en Estados Unidos, W.W. Norton & Company. Gra-
cias a la dedicación de su plantilla —especialmente Amy Cherry, Leo
Wiegman, Andrew Marasia, Julia Druskin y Lucinda Bartley— las
publicaciones del Worldwatch están disponibles en todas partes, desde
facultades universitarias hasta librerías de pueblos pequeños.
Estamos especialmente agradecidos por su infatigable trabajo y su
leal respaldo a los miembros del Consejo de Administración del Insti-
tuto, que han aportado valiosas sugerencias sobre planificación de es-
trategias, desarrollo de la organización y búsqueda de financiación a lo
largo del último año. La incorporación al Consejo de tres nuevos y
distinguidos miembros al Consejo es también una grata noticia. Se trata
de Akio Morishima, presidente del consejo del Institute for Global
Environmental Strategies; Geeta Aiyer, presidenta del Boston Common
Asset Management en Estados Unidos; y Satu Hassi, que fue ministra
de medio ambiente de Finlandia y es ahora miembro del Parlamento
de este país.
Dedicamos esta edición de La Situación del Mundo a Tom y a Cathy
Crain, miembros del Consejo de Dirección del Instituto y del Conse-
jo de Patrocinadores. A finales de los años noventa, los Crain, que tra-
bajaban en el mundo de las finanzas, tuvieron una «revelación» que les
llevó a abrazar la causa de la sostenibilidad. Cathy y Tom tienen hoy
un nivel de información sobre economía sostenible y globalización y
una dedicación a la reforma del sistema económico mundial tan ex-
tensa como cualquiera de los miembros del equipo Worldwatch.
Desde su incorporación al Consejo del Worldwatch en 1998, Tom
y Cathy han desempeñado un papel muy importante en la planifica-
ción estratégica del Instituto, han ayudado a ampliar el número de
miembros y la actividad del Consejo de Dirección y han contribuido
enormemente a consolidar la base financiera del Instituto. Tom es ac-
tualmente el vicepresidente y el tesorero del Instituto, y Cathy preside
la Comisión de Nombramientos. Nunca podremos agradecerles sufi-
cientemente su profundo compromiso con un futuro sostenible.

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Querríamos, finalmente, extender nuestra más cordial bienvenida al
miembro más joven de la familia Worldwatch, Elizabeth Rose McGinn,
la hija de nuestra investigadora senior Anne Platt McGinn, nacida en
noviembre 2002. Elizabeth y su generación son quienes nos mueven
en la incesante búsqueda de sendas hacia un planeta más habitable.

Brian Halweil y Lisa Matny


Directores de proyectos

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Índice de contenidos

Agradecimientos 7 3.Aumentando la productividad


del agua
Lista de cuadros, tablas y gráficos 15 Sandra Postel y Amy Vickers 105
Hacia una nueva cultura de
Prólogo de Børgen Brende gestión del agua 107
Ministra de Medio Ambiente Ricos y pobres en agua 110
de Noruega 19 Agua, cultivos y alimentación 114
Ciudades y hogares 120
Prefacio de Christopher Flavin Usos industriales del agua y
Presidente Worldwatch Institute 23 consumo de bienes materiales 131
Políticas prioritarias 135
La situación del mundo:
ENTRE BASTIDORES: Jabón
un año a revisión 29
bactericida 139
1.La situación del consumo 4.Cuidando lo que comemos
actual Brian Halweil y Danielle
Gary Gardner, Eric Assadourian Nierenber 143
y Radica Sarin 35 Una revolución en cada
El consumo en cifras 37 bocado 144
Distintas motivaciones con un De la granja a la fábrica
mismo resultado 49 de animales, y vuelta 151
Un paraíso con problemas 55 Alimentos sin contaminación 158
¿Un nuevo papel para el Coman aquí 166
consumo? 61 La emergente democracia en
ENTRE BASTIDORES: Bolsas el comer 171
de plástico 65 ENTRE BASTIDORES: Agua
embotellada 174
2.Decidirnos por unas mejores Pollos 177
opciones energéticas Chocolate 180
Janet L. Sawin 69 Langostinos 183
Bebidas con burbujas 186
Tendencias a nivel mundial
en el uso de la energía 72 5.Reduciendo el nivel de
La energía que nos mueve 74
consumo
Energía en casa y en el
Michael Renner 189
trabajo 82
El consumo como forma
La energía de todo lo que
de vida 189
compramos 89 Instrumentos de la
Políticas y opciones 92 administración 192
ENTRE BASTIDORES: Ordenadores 101 Austero y limpio 198

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¡Recójalo! 205 La expansión del
Repasando productos y «McMundo» 266
servicios 209 Cooperación mundial para
Consumo público y crédito el consumo sostenible 275
sostenible 213 De Johannesburgo a Cancún
Saliendo de la trampa y más allá 285
trabajar-para-gastar 217
ENTRE BASTIDORES: Camisetas
Nuevas dinámicas y nuevos
de algodón 292
valores 220
ENTRE BASTIDORES : Teléfonos 8.Reconsiderando la vida
móviles 226 buena
Gary Gardner y Erik
Assadourian 295
6.De compras para las Riqueza y bienestar 296
personas y para el planeta El poder del número 1 299
Lisa Mastny 229 Los lazos que atan 303
Incorporando criterios Creando infraestructuras de
ecológicos a las compras bienestar 308
institucionales 230 Alcanzando la vida buena 316
Pioneros de compras verdes 235
Presiones e incentivos 243 Apéndice 1
Identificando los productos El metabolismo de la economía
ecológicos 252 española
Ampliando el movimiento 256 Óscar Carpintero y José Manuel
ENTRE BASTIDORES: Papel 262 Naredo 321

7.Vinculando globalización, Notas 351


consumo y gobernanza
Hilary French 265 Índice analítico 425

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Lista de cuadros, tablas y gráficos
LISTA DE CUADROS

1. La situación del consumo actual 35


1-1. ¿Y qué hay de la población? 39
2.Dirigirnos por unas mejores opciones energéticas 69
2-1. China y la India: hogar de uno de cada tres consumidores 75
2-2. La eficiencia no es suficiente 81
2-3. La ruina y bendición de la tecnología informática 84
3.Aumentando la productividad del agua 105
3-1. Desalinización ¿solución o síntoma? 121
3-2. Privatización y pérdidas: la responsabilidad brilla por su ausencia 124
3-3. Programas de conservación de aguas en zonas urbanas que
ahorran agua y dinero 126
3-4. Bebiéndonos el jardín y el arsenal de medicamentos del vecino 130
3-5. Qué podemos hacer para reducir nuestro impacto sobre las
aguas dulces 135
4.Cuidando lo que comemos 143
4-1. Batiendo los mares 147
4-2. Comidas de lujo 148
4-3. Prioridades de las políticas para reconsiderar nuestra relación con
los alimentos 172
5.Reduciendo el nivel de consumo 189
5-1. La alternativa «de la cuna a la cuna» 202
5-2. Consumidores estadounidenses, fabricación barata y el almacen
global 222
6.De compras para las personas y para el planeta 229
6.1. Incorporando criterios ecológios a los contratos de compras 233
6.2. El compromiso del Home Depot con la explotación madera
sostenible 246
6.3. Análisis del ciclo de vida 254
7.Vinculando globalización, consumo y gobernanza 265
7-1. Comercio justo y el consumidor 272
7-2. Encauzando el poder de la gente joven para cambiar el mundo 278
7-3. Cuestiones relevantes en el plan de aplicación de Johannesburgo 284
8.Reconsiderando la vida buena 295
8-1. La experiencia de Gaviotas: el bienestar como prioridad 309
8-2. La medida del bienestar 311
8-3. Alentando a los anunciantes a promover la sostenibilidad 317

15

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LISTA DE TABLAS

1. La situación del consumo actual 35


1-1. Población y gastos de los consumidores, por regiones, en 2000 40
1-2. Clase consumidora por regiones, en 2002 41
1-3. Países con mayor población consumidora, en 2002 42
1-4. Porcentaje del gasto destinado a alimentaciópn en los hogares 43
1-5. Consumo de los hogares en países seleccionados, hacia 2000 45
1-6. Gastos anuales en artículos de lujo comparados con los fondos
necesarios para satisfacer las necesidades básicas 47
1-7. Tendencias mundiales en recursos naturales y medio ambiente 57

2.Dirigirnos por unas mejores opciones energéticas 69


2-1. Consumo energético anual y emisiones de dióxido de carbono,
para países seleccionados 73
2-2. Parque móvil privado y comercial, países seleccionados y total,
1950-1999 78
2-3. Aparatos eléctricos en los hogares de los países industriales y países
en desarrollo, para una serie de años 85
2-4. Consumo energético y bienestar, países seleccionados 99

3. Aumentando la productividaddel agua 105


3-1. Extracción anual de agua por habitante en algunos países
seleccionados, 2000 112
3-2. Población que carece de agua potable de calidad y saneamiento,
año 2000 113
3-3. Utilización de riego por goteo y de microrriego, países
seleccionados, 1991 y circa 2000 117
3-4. Agua consumida por proteína y caloría producida, alimentos
seleccionados 119
3-5. Fugas y pérdidas en la red de abastecimiento de agua de algunos
países seleccionados 123
3-6. Ejemplos de ahorro de agua en la industria mediante medidas de
conservación 132
5.Reduciendo el nivel de consumo 189
5-1. Cálculo de subvenciones perjudiciales para el medio ambiente
y externalidades en todo el muno 193
5-2. Ingresos por impuestos ecológicos, Unión Europea, años
seleccionados 195
5-3. Legislación sobre Extensión de Responsabilidad al Fabricante
(EPR), Industrias seleccionadas 206

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5-4. Ahorro energético derivado de la sustitución de materias primas
vírgenes por materiales reciclados 210
5-5. Nuevos enfoques a la jornada laboral en Europa 219
6.De compras para las personas y para el planeta 229
6-1. Ejemplos de compras verdes en varias empresas 236
6-2. Ejemplos de compras del sector público ecológicas 240

7.Vinculando globalización, consumo y gobernanza 265


7-1. La expansión del «McMundo» 268
7-2. Selección de iniciativas de colaboración en temas de consumo y
producción vinculados a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Sostenible 282
7-3. Principales conflictos comerciales relacionados con consumo y
producción sostenible 288

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LISTA DE GRÁFICOS

1. La situación del consumo actual 35


1-1. Gastos mundiales y de EE UU en publicidad, 1950-2002 53
1-2. Cambios en la Actividad Económica y Salud de los Ecosistemas,
1970-2000 59

3.Aumentando la productividad del agua 105


3-1. Productividad del agua en la economía nacional de algunos
países, año 2000 109
3-2. Productividad del agua en la economía de EE UU, 1950-2000 110
3-3. Consumo de agua en los hogares, ciudades y países seleccionados 127

4.Cuidando lo que comemos 143


4-1. Carne industrial: insumos y «subproductos» 153
4-2. Ventas globales de alimentos ecológicos, Circa 2002 161
4-3. Países con mayor superficie cultivada con métodos de agricultura
ecológica, Circa 2002 161
4-4. Alimentos locales frente a los importados: Gran Bretaña 169

5.Reduciendo el nivel de consumo 189


5-1. Consumo de materiales por persona en Estados Unidos, Alemania
y Japón, 1996 199
5-2. Créditos personales impagados, 1950-2003 215
5-3. Horas trabajadas al año por persona en los principales países
industriales, para años seleccionados, 1913-1998 218

6.De compras para las personas y para el planeta 229


6-1. Proproción de los gastos de los gobiernos en el PIB de países
seleccionados, 1998 231

7.Vinculando globalización, consumo y gobernanza 265


7-1. Exportaciones mundiales de bienes y servicios, 1950-2002 269
7-2. Exportaciones mundiales de mercancías seleccionadas, 1961-2001 270
7-3. Huella ecológica por persona en países seleccionados, 1999 271
8.Reconsiderando la vida buena 295
8-1. Ingresos medios y felicidad en Estados Unidos, 1957-2002 298

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Prólogo
Un lector escéptico podría preguntarse si el mundo necesita realmente
otro informe pormenorizado sobre la dimensión y la urgencia del de-
safío al que se enfrenta el planeta. Sin embargo, La Situación del Mun-
do 2004 es diferente. Se centra en el consumo, uno de los elementos
más fundamentales y también más descuidados en la búsqueda mun-
dial de un futuro sostenible.
El Plan de Aplicación adoptado en 2002 en la Cumbre Mundial
sobre Desarrollo Sostenible de Johannesburgo, Sudáfrica, establece que:
«Para lograr un desarrollo mundial sostenible es imprescindible adop-
tar cambios fundamentales en la forma de producir y consumir de las
sociedades». Defender este solemne compromiso es ahora en parte mi
responsabilidad, ya que fui elegida presidente para 2004 de la Comi-
sión de Desarrollo Sostenible (CDS), órgano de las Naciones Unidas
encargado del seguimiento de los acuerdos de Río y de Johannesburgo.
El consumo es esencial desde luego para el bienestar humano, pero
consumir demasiado o consumir productos equivocados socava nues-
tra salud personal y la del entorno natural del que dependemos. La CDS
ofrece a un abanico muy amplio de personas y colectivos —desde pue-
blos indígenas hasta educadores, agricultores y hombres de negocios—
una oportunidad única para compartir ideas y abordar los desafíos plan-
teados por nuestra sociedad de consumo. La gente se entera en sus
reuniones anuales de lo que ha tenido éxito y lo que ha fracasado en
distintos lugares del mundo, saliendo fortalecida de la experiencia aje-
na. Los gobiernos aprenden cómo aplicar el principio de quien conta-
mina paga, difícil desde el punto de vista político, y cómo eliminar sub-
venciones perjudiciales.
La duodécima reunión de la CDS, que me corresponderá presidir
en abril 2004 en las Naciones Unidas, pondrá en marcha el programa
de producción y consumo sostenible en un horizonte de diez años acor-
dado en Johannesburgo. Esta reunión se centrará además en la proble-
mática del agua, el saneamiento y los asentamientos humanos, cues-
tiones esenciales para un consumo sostenible y que son también
fundamentales para lograr otra de las prioridades de las Naciones Uni-
das: eliminar la pobreza en todo el mundo.

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Los investigadores del Worldwatch Institute demuestran rigurosa y
detalladamente en esta edición de La Situación del Mundo, que para
sacar a miles de millones de personas de la pobreza en que viven sin
poner en peligro la sostenibilidad global, se requiere un nuevo modelo
de consumo. Todos nosotros tomamos a diario decisiones importantes
que afectan no sólo a nuestras propias comunidades, sino al mundo
entero, a su población actual y a la futura.
Como se reconoció en Johannesburgo, gran parte de la responsabi-
lidad de conseguir que nuestra sociedad de consumo respete el planeta
recae sobre las naciones ricas, no sólo por ser las responsables de la
mayor parte del consumo mundial sino porque pueden ayudar a los
países en desarrollo a dar un salto cualitativo, evitando algunas de las
opciones insostenibles que las naciones industrializadas están ahora
exportando. El consumo sostenible constituye en última instancia una
preocupación común, que requiere un esfuerzo común.
El trabajo de la organización sin ánimo de lucro Alianza por las Selvas
Húmedas (Rainforest Alliance) es un ejemplo del nuevo enfoque del
consumo, implicando tanto a los productores como a los consumido-
res. Esta organización ha firmado acuerdos con una de las compañías
cafeteras más importantes del mundo, así como con un productor de
bananas y con otras grandes empresas de alimentación, para realizar un
seguimiento de sus prácticas medioambientales en las explotaciones
agrícolas donde se producen sus materias primas. Los consumidores
sensibilizados por los temas ambientales podrán adquirir los produc-
tos garantizados por este proyecto con un distintivo ecológico.
Necesitamos más ejemplos como éste para demostrar que —si que-
remos utilizarlos— disponemos de los medios para aplicar el concepto
de producción limpia, para dar a los consumidores la posibilidad de
una opción informada, y para reclamar y proporcionar información
ambiental. También contamos con medios para aplicar el principio de
quien contamina paga, para eliminar subvenciones dañinas y para crear
nuevos mercados. Cuando utilicemos estas herramientas, transforma-
remos nuestro modelo de consumo y de producción haciéndolo más
sostenible.
Estoy comprometida personalmente en el cumplimiento de una de
las posibilidades exclusivas de la CDS en cuanto se refiere a consumo
y a otras cuestiones: forjar alianzas entre el sector empresarial, las aso-
ciaciones ciudadanas y otros grupos para lograr un cambio hacia un
mundo mejor. Espero que La Situación del Mundo 2004, que señala
los logros de estas alianzas y resalta las soluciones innovadoras, contri-
buya a esa evolución hacia una sociedad más sostenible.

20

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No he podido leer el libro completo y no puedo por tanto respal-
dar todas las ideas que contiene. Sin embargo, basándome en lo que
he visto hasta ahora estoy convencida que La Situación del Mundo2004,
como las ediciones anteriores, aportará una conjunto de ideas inno-
vadoras que sin duda nos serán de gran utilidad tanto a mí como a
todos los que estamos totalmente implicados en las deliberaciones 2004
de la CDS. Como señalan los autores del informe, lo que hace falta
ahora es actuar con determinación. A ello debemos comprometernos
todos.
El desafío al que nos enfrentamos es formidable, pero no tenemos
otra alternativa. La Situación del Mundo 2004 deja más claro que nunca
el papel que desempeña cada uno de nosotros diariamente en la trans-
formación del mundo. Y aunque tener conciencia de ello pueda
intimidarnos al principio, también puede constituir una fuente de fuerza
colectiva.

Børge Brende.
Ministra de Medio Ambiente de Noruega
Presidenta de la Comisión sobre
Desarrollo Sostenible

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22

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Prefacio
En su libro An All-Consuming Century (El siglo que todo lo consumió),
el profesor de historia Gary Cross argumenta que el «consumismo» ha
ganado la batalla ideológica del siglo XX. El autor defiende de forma
extraordinariamente convincente que el consumismo es el rasgo que
mejor define nuestra época, constituyendo el prisma a través del cual
la mayoría de la gente percibe nuestros tiempos, a pesar de que una
mayoría de las crónicas de los acontecimientos económicos y políticos
recientes sugieren que ha sido el triunfo del capitalismo o de la demo-
cracia sobre el comunismo.1
El incremento inmenso de compras de automóviles, de comida rá-
pida, de artefactos electrónicos y otros productos emblemáticos del estilo
de vida moderno nos da la medida del largo alcance de la sociedad de
consumo. Pero la afirmación de que el consumismo define nuestra época
tiene un calado mucho más hondo: el afán de comprar y de consumir
domina hoy las mentes de muchas personas, llenando el hueco que antes
ocupaban la religión, la familia y la comunidad. El consumo ha dota-
do a cientos de millones de personas de un nuevo sentido de indepen-
dencia y se ha convertido en la referencia para medir los logros perso-
nales. El tiempo que la gente pasaba en las iglesias no es nada comparado
con el que se pasa ahora en los grandes centros comerciales —y la re-
lación del consumo con objetivos económicos más amplios, como el
empleo, es una piedra de toque para los políticos. En los días siguien-
tes al 11 de septiembre de 2001, el presidente Bush aconsejaba a los
norteamericanos que su deber patriótico era ir a los centros comercia-
les y «comprar».
Aunque el libro de Gary Cross se centra en Estados Unidos, sus
análisis pueden extrapolarse a una fracción de la población del mundo
que está creciendo con gran rapidez. Según un estudio reciente, 1.700
millones de personas —el 27% de la humanidad— pertenecen ya a la
sociedad de consumo. De este grupo, aproximadamente 270 millones
viven en Estados Unidos y Canadá, 350 millones en Europa Occiden-
tal y 120 millones en Japón. Pero cerca de la mitad de los consumido-
res globales viven ahora en los países en desarrollo, incluyendo 240
millones en China y 120 millones en la India —unas cifras que se han

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disparado de forma espectacular en las dos últimas décadas, a medida
que la globalización hacía llegar los bienes de consumo a millones de
personas y les proporcionaba las tecnologías y el capital necesario para
fabricarlos y diseminarlos.2
Coincidiendo con el trigésimo aniversario del Worldwatch Institute,
esta edición de La Situación del Mundo analiza cómo consumimos, por
qué consumimos y el impacto que tienen nuestras opciones de consu-
mo sobre el resto de la humanidad y sobre el planeta. A lo largo de
varios capítulos dedicados a la alimentación, el agua, la energía, la
gobernanza, la economía, el poder de las compras y la redefinición de
«la vida buena», el equipo de investigadores del Worldwatch, galardo-
nado con varios premios, se pregunta si es posible una sociedad me-
nos consumista —argumentando a continuación que además es impres-
cindible.
El consumo es necesario para la vida y el bienestar humano, desde
luego, y entre formar parte de la sociedad de consumo o ser una de
las 2.800 millones de personas que subsisten a duras penas con menos
de 2 US$ al día, la respuesta es evidente. Los formidables incrementos
en consumo de calorías, en calidad de las viviendas, en electrodomés-
ticos y en multitud de comodidades de los últimos 50 años han ayu-
dado a salir de la pobreza a millones de personas.
Pero durante las últimas décadas, el nivel de consumo de una élite
privilegiada de ricos y de una creciente clase media mundial ha supe-
rado la mera satisfacción de sus necesidades, o incluso de sus sueños,
para convertirse en un fin en sí mismo. Es como si gran parte del
mundo respondiera ahora a las exhortaciones del experto en ventas
americano de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Victor
Lebow, que afirmaba que «nuestra economía enormemente producti-
va... requiere que hagamos del consumo una forma de vida, que con-
virtamos la compra y la utilización de bienes en un ritual, que bus-
quemos nuestra satisfacción espiritual, la satisfacción de nuestro ego,
en el consumo... Necesitamos que las cosas se consuman, se quemen,
se desgasten, se sustituyan y se desechen a un ritmo cada vez más rá-
pido.» Este modelo, pocas veces descrito con tanta crudeza, ha contri-
buido a impulsar un crecimiento sin precedentes de la economía glo-
bal en las últimas cinco décadas, generando empleo e ingresos para
cientos de millones de personas.3
Sin embargo, el afán ilimitado de consumo ha supuesto también
costes enormes, que están creciendo ahora tan rápidamente al menos
como el propio consumo. El consumo absorbe actualmente inmensas
cantidades de recursos, muchos de los cuales están siendo derrochados

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en la actualidad a un ritmo que supera con mucho los niveles
sostenibles. Sólo durante los últimos 50 años se ha triplicado el con-
sumo de agua dulce, mientras que el gasto de combustibles fósiles se
ha multiplicado por cinco. Los recursos renovables están especialmen-
te amenazados, desde los acuíferos que han descendido de forma pre-
ocupante en el norte de China hasta las pesquerías que se agotan en el
Atlántico Norte. La eficiencia humana para la utilización de recursos
ha aumentado con el tiempo y los recursos agotados han sido sustitui-
dos por otros, pero la tendencia de los últimos 50 años está clara: la
contaminación y la degradación de los recursos provocada por el cre-
ciente consumo es cada vez mayor, y la factura de este deterioro se puede
medir no sólo en términos de daños a los ecosistemas, sino también
en enfermedades humanas y en miseria —particularmente para la po-
blación más pobre. Los miles de millones de toneladas de dióxido de
carbono acumulados en la atmósfera como resultado del aumento del
consumo de combustibles están trasladando estos costes a todo el pla-
neta en forma de cambio climático.4
El verdadero desafío está por venir. El tren del consumo global ha
adquirido una inercia extraordinaria que impondrá en las próximas
décadas unas exigencias cada vez mayores a la sociedad humana y a la
naturaleza. Esta inercia es evidente en China, por ejemplo, que ha
pasado de no tener prácticamente ningún coche privado en 1980 a
contar con 5 millones en 2000 —y tendrá probablemente 24 millones
de coches en 2005, quedando todavía en el país un remanente de más
de 1.000 millones de compradores potenciales de automóviles en el
país.5
En el mundo en desarrollo cientos de millones de personas se in-
corporarán a la sociedad de consumo en un futuro próximo, pero es
que además el nivel de consumo por habitante de quienes ya forman
parte de este sector privilegiado continúa creciendo a medida que se
hacen más grandes los automóviles y las casas y que proliferan nuevos
artilugios. Y mientras crece el consumo por habitante, también aumenta
la población —cerca de 3.000 millones más de personas vivirán en el
mundo a mediados de este siglo. El impacto del aumento del consu-
mo unido al de la población es particularmente alarmante, pero de
ambos factores el consumo parecería el más incorregible. La mayor parte
de las proyecciones apuntan hacia una estabilización de la población
mundial en la segunda mitad de este siglo, a medida que descienden
los índices de fertilidad. Pero el consumo continuará creciendo.
Esta perspectiva desalentadora llevó al equipo investigador del
Worldwatch a centrar en el consumo la mayor parte de su trabajo

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durante el pasado año, siguiendo los pasos pioneros de nuestros anti-
guo compañero Alan Durning, que escribió el libro How Much is
Enough (¿Cuánto es suficiente?) en 1992. Durning señalaba una con-
tradicción que hoy es incluso más evidente: perseverar en el afán des-
medido de consumo socavará no solo la calidad de vida de quienes per-
tenecen a la sociedad de consumo, sino que disminuirá además la
capacidad de satisfacer las necesidades básicas de la población margi-
nada actualmente.
El segimiento del tema del consumo que hemos hecho a lo largo
de La Situación del Mundo de este año pretende no sólo describir los
dilemas planteados por el consumo, sino que indaga en las formas de
frenarlo y reorientarlo para mejorar las perspectivas de bienestar hu-
mano y la sostenibilidad. En las páginas siguientes, los autores demues-
tran cómo podemos optar en todo, desde nuestro gasto de energía y
de agua hasta los alimentos que comemos, por otras alternativas que
mejoren nuestra salud, creen empleo y disminuyan la presión que ejer-
cemos sobre los ecosistemas naturales del mundo.
Para conseguir este objetivo hemos intercalado entre los capítulos
de La Situación del Mundo una serie de artículos cortos sobre diversos
productos habituales en nuestra vida diaria —desde ordenadores, has-
ta pollos y latas de refrescos— para que nuestros lectores puedan ver
estos bienes de consumo cotidianos desde una nueva perspectiva. Ade-
más de ello, indicamos numerosos casos en los que los consumidores
se están agrupando para comprar productos como maderas de bosques
gestionados de forma sostenible, cacao ecológico y café de «comercio
justo». Aunque estas iniciativas son todavía minúsculas comparadas con
la gran economía del consumo, están creciendo con gran rapidez y
podrían convertirse en una fuerza muy potente en muchos mercados
en un futuro próximo.
En La Situación del Mundo 2004 pretendemos abordar no sólo una
de las cuestiones más importantes de nuestros días de manera que in-
forme y motive a nuestros lectores, sino trabajar también con todos
nuestros colaboradores en todo el mundo para proporcionar ideas con-
cretas a quienes quieran bajarse del tren del consumo. El consumo
representa, por supuesto, un desafío social que requerirá la utilización
eficaz de la normativa y de la política fiscal de los gobiernos para en-
cauzarlo hacia el bien común. Pero el cambio de los hábitos de consu-
mo exigirá, más que cualquier otro, millones de decisiones individua-
les que pueden surgir desde la base de la sociedad.
Para contribuir a este proceso, el Instituto Worldwatch tiene inten-
ción de inaugurar un portal sobre consumo en su página web, con

26

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material seleccionado de La Situación del Mundo, vínculos con otras
organizaciones activas en campañas sobre consumo y consejos sobre
cómo convertirse en un consumidor informado. Este portal incluirá una
guía de La Situación del Mundo, con docenas de viñetas sobre artícu-
los de uso cotidiano, así como sugerencias sobre las alternativas más
sostenibles. El portal proporcionará también información sobre contactos
con organizaciones colaboradoras en todo el mundo que nos han ayu-
dado a recoger información para este libro y que se esfuerzan por cam-
biar los hábitos de consumo, incluyendo la Guía Verde (Green Guide),
la Coalición contra Tóxicos de Silicon Valley (Silicon Valley Toxics
Coalition) y el Centro por un Nuevo Sueño Americano (Center for a
New American Dream).
Sería insensato subestimar el desafío que supone frenar la actual
avalancha del consumo. Pocas fuerzas son tan potentes y están tan ex-
tendidas. Pero a medida que se hacen patentes los costes de un consu-
mo desaforado, creemos que las respuestas innovadoras descritas a lo
largo de estas páginas tendrán una creciente aceptación. A la larga será
evidente que para lograr unos objetivos aceptados por casi todos —la
satisfacción de las necesidades humanas básicas, la mejora de la salud
y el mantenimiento de un mundo del que depende nuestra subsisten-
cia— va a ser preciso que controlemos el consumo, en vez de dejar que
el consumo nos controle a nosotros.
Confiamos en que leáis, analicéis y cuestionéis la información y las
ideas desarrolladas a lo largo de estas páginas, y esperamos vuestras
sugerencias para mejorar futuras ediciones de La Situación del Mundo.

Christopher Flavin
Presidente Worldwatch Institute

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La situación del mundo: un año a revisión
La buena acogida que ha tenido la novedad del año pasado «La Situa-
ción del mundo: un año a revisión», nos ha animado a continuar do-
cumentando los muchos acontecimientos y retos que jalonan la senda
hacia un desarrollo sostenible. Los datos para la edición de este año
han sido recopilados por la investigadora bibliotecaria Lori Brown, con
aportaciones de todo el equipo. Ha sido especialmente valiosa en la
elaboración del nuevo calendario la colaboración de Zöe Chafe, Lisa
Mastny y Radica Sarin.
El calendario de este año recoge un notable número de noticias e
informes desde octubre 2002 hasta octubre 2003, fecha en la cual en-
tró en prensa La Situación del Mundo. Se trata de nuevo de una com-
binación de avances, retrocesos y oportunidades perdidas que afectan
a los objetivos sociales y ambientales de la sociedad en todo el mundo.
No se pretende hacer un listado exhaustivo de acontecimientos, sino
de resaltar aquellos que ayudan a aumentar la conciencia de las rela-
ciones entre las personas y el medio ambiente mundial. Agradeceremos
una vez más las observaciones de nuestros lectores y esperamos conti-
nuar elaborando este calendario a medida que nos adentremos en el
nuevo milenio.

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ALIMENTOS
El Programa de Alimentos
CLIMA NIÑOS para el Mundo advierte
La ONU informa que las Un informe denuncia la que 40 millones de CLIMA
empresas de seguros utilización como personas corren el riesgo Las observaciones por
podrían tener pérdidas soldados de niños, de morir de hambre en satélite del Océano
de hasta 150.000 generalmente de entre África debido a factores Ártico revelan que la
millones de US$ 14 y 17 años, climáticos y de salud, así superficie cubierta por
durante la próxima por 72 de las partes como a los enfrenta- los hielos es la más
década debido a los implicadas en conflictos mientos civiles y a las pequeña de los
daños relacionados con armados. políticas económicas. últimos 20 años.
el cambio climático.
CONT AMINACIÓN
CONTAMINACIÓN
Se parte en dos el
AGUA petrolero «Prestige»,
Las previsiones sobre ENERGÍA
que transportaba 8 vehículos con pilas de
extracción mundial de 77.000 toneladas de
agua para usos hidrógeno son
fuel oil, contaminando entregados a funciona-
domésticos, industriales la costa de Galicia en
y ganaderos son de un rios de Japón y de EE
España y provocando UU.
aumento de al menos reacciones de ira en la
un 50% para 2025, opinión pública en todo
según un estudio. el mundo.

O C T U B R E N O V I E M B R E D I C I E M B R E

2002 LA SITUACIÓN DEL MUNDO: UN AÑO A REVISIÓN


2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20

NIÑOS SALUD DERECHOS


Las autoridades Los ministros de salud HUMANOS
denuncian que en las pública prohíben los Al menos 461 mujeres
minas de Colombia anuncios de tabaco en fueron asesinadas este
trabajan al menos la televisión, en la año por miembros de su
300.000 niños de hasta radio, en periódicos y familia para «lavar su
5 años de edad, con revistas, en Internet y honor», según un grupo
riesgo de contraer en los acontecimientos paquistaní de defensa
enfermedades deportivos europeos. de derechos humanos.
respiratorias.

TURISMO BIODIVERSIDAD ENERGÍA


Los expertos advierten La UNESCO declara 18 Empieza a funcionar en
que la concentración de nuevas reservas de la Horns Rev el último
la tercera parte del biosfera y se amplia en aerogenerador del
turismo mundial de África la primera proyecto de energía
vacaciones en la costa reserva transfronteriza. eólica marino mayor del
mediterránea tiene mundo, que generará
consecuencias previsiblemente el 2%
ambientales graves. de la energía de
Dinamarca.

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CLIMA
El cambio climático
CLIMA
provocado por la SEGURIDAD
El Reino Unido anuncia
actividad humana ha sido EE UU lanza una
un programa para
un factor determinante amplia operación de
reducir las emisiones de
en la gravedad extrema bombardeos sobre Irak,
carbono en un 60%
de la peor sequía de la planteando cuestiones
para el 2050, mucho
historia del continente, de control del petróleo,
más de lo que exigen
según un informe de suministro energético
los compromisos del
Australia. futuro y seguridad
protocolo de Kioto.
GOBERNANZA mundial.
ECONOMÍA
Una organización ENERGÍA El Banco Mundial calcula
ecologista de EE UU El mercado de instalacio- que los grupos armados
denuncia que la nes fotovoltáicas, que combaten en la
administración Bush ha aerogeneradores y pilas guerra civil de Colombia
impulsado más de 100 de hidrógeno aumentará han obtenido más de
modificaciones de de los 9.500 millones de 1.000 millones de US$
normativas que US$ actuales a 89.000 por medio de extorsiones
debilitan o suponen un millones de US$ en a las compañías
retroceso de la 2012, predice un multinacionales.
legislación ambiental. informe.

E N E R O F E B R E R O M A R Z O

2003 Recopilado por Lori Brown

14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30

BIOTECNOLOGÍA DERECHOS HUMANOS ECOSISTEMAS


La superficie mundial La ONU denuncia que el Muchas plantas y
de cultivos modificados tráfico de 30 millones de animales parecen estar
genéticamente aumentó mujeres y de niños en todo respondiendo al cambio
un 12%, alcanzando los Asia y el Pacífico ha climático, según los
58,7 millones de constituido durante los últimos científicos, modificando
hectáreas, según un 30 años el «comercio de su distribución o
informe. esclavos mayor de la comenzando antes la
historia». actividad primaveral.
CONT AMINACIÓN
CONTAMINACIÓN POBLACIÓN AGUA
La ONU informa de Las proyecciones de 263 cuencas
que la mayor parte población de la ONU fluviales son
de la reciente estiman unos 8.900 compartidas por dos
contaminación por millones de habitantes o más países, lo que
mercurio en los para 2050, inferior a supone posibles
países en desarrollo los 9.300 millones de conflictos por el
proviene de las anteriores previsiones. agua para cerca del
centrales de carbón 40% de la población
y las incineradoras mundial, según un
de basuras. informe de la ONU.

31

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GOBERNANZA
PESQUERÍAS Los miembros de la
Un informe científico Comisión Ballenera
advierte que la pesca Internacional aprueban
industrial ha extermina- la Iniciativa de Berlín,
GENÉTICA do el 90% de las votando a favor de un
Los científicos anuncian especies de peces más programa dirigido a la
que han descifrado el grandes y más conservación de las
código genético humano importantes económica- ballenas, no a su
completo. mente del mundo. consumo

ENERGÍA
SALUD Se cierran las compuertas BOSQUES
Un informe denuncia que de la Presa de las Tres La deforestación de la
la mortandad debida a la Gargantas, empezándose Amazonía aumentó un
malaria sigue siendo a llenar con las aguas del 40% desde 2001, y Brasil
«escandalosamente alta», Yangtze el embalse que registra las cifras de
ocasionando diariamente generará una potencia de pérdidas más altas de los
la muerte de más de 18,2 gigawatios en China últimos 15 años, según
3.000 niños africanos. para 2009. un informe.

A B R I L M A Y O J U N I O

2003 LA SITUACIÓN DEL MUNDO: UN AÑO A REVISIÓN


2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20

ECONOMÍA AGUA ALIMENTOS


Holanda es el más sensible En América del Sur, cuatro La cadena de comida
a las necesidades del países colaboran por rápida McDonald’s exige a
desarrollo de un grupo de primera vez en la gestión sus proveedores de
21 países ricos, según el de las aguas subterráneas: productos cárnicos la
Índice de Compromiso con el acuífero del Guaraní, el eliminación progresiva de
el Desarrollo, basándose en más grande del continente. antibióticos para potenciar
su ayuda a los países el crecimiento del ganado.
pobres.

PESQUERÍAS SALUD CRIMEN


El gobierno de Canadá Los 192 miembros de la La ONU propone crear
establece una moratoria OMS adoptan de forma «aduanas verdes» para
para la pesca del unánime el primer combatir el tráfico ilegal de
bacalao debido al tratado de salud pública sustancias químicas, de
declive de las encaminado a reducir residuos peligrosos y de
existencias en casi las muertes y especies amenazadas, que
todos los caladeros enfermedades asociadas asciende anualmente a miles
atlánticos del país. al tabaco. de millones de US$.

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SALUD BIOTECNOLOGÍA
La OMS anuncia que ha Las diferencias entre la EE UU PUEBLOS
sido atajada la y la UE en materia de cultivos INDÍGENAS
epidemia del síndrome modificados genéticamente CLIMA Cuatro mujeres
agudo respiratorio, hacen que estalle una agria Los científicos informan que el pehuenche ponen fin a
SARS, tras haberse disputa comercial, solicitando hemisferio norte del planeta una protesta de seis
propagado a 30 países, EE UU a la OMC la creación ha sido más caluroso desde años contra una central
matando a 812 de un panel oficial de 1980 que en ningún otro hidroeléctrica que
personas e infectando a solución de diferencias sobre período de los últimos inundará sus tierras
otras 8.439 esta cuestión. 2.000 años ancestrales en Chile.

CLIMA MINERÍA CAP


CAPA A DE OZONO
Europa establece la Quince de las compañías Los científicos advierten
primera legislación sobre mineras y productoras de que el agujero del ozono
comercio de emisiones, metales mayores del sobre la Antártida ha
asignando un valor de mundo se comprometen a alcanzado una superficie
mercado al dióxido de no prospectar ni explotar récord de 26 millones de
carbono en toda la UE minas en lugares kilómetros cuadrados y
cuando se abra el declarados Patrimonio de podría extenderse más
mercado en 2005. la humanidad.. aún.

J U L I O A G O S T O S E P T I E M B R E

Véase página 351 para las fuentes


2 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30

ALIMENT
ALIMENTACIÓNACIÓN ENERGÍA ECOSISTEMAS
El SIDA está provocando un El apagón más grande de Según un informe de la
aumento del hambre en el la historia de EE UU y de ONU, el número de
sur de África, donde 7 Canadá afecta a 50 espacios protegidos en todo
millones de agricultores han millones de personas en el mundo supera los
muerto ya a causa de esta ocho estados y dos 100.000, abarcando una
enfermedad, según las provincias. superficie mayor que la
agencias de ayuda. India y China juntas.

BOSQUES SALUD GOBERNANZA


Los científicos advierten que La ola de calor se cobra Fracasa la reunión de la
un 10% de las especies del más de 14.800 vidas en OMC debido a las
mundo están amenazadas Francia, al sobrepasar diferencias sobre barreras
de extinción debido a la repetidas veces las arancelarias y subvencio-
extracción maderera, la temperaturas los 40 grados nes agrícolas, haciendo
fragmentación de los centígrados. cambiar una coalición de
bosques y las plantaciones países en desarrollo el
de especies foráneas equilibrio de poder en las
invasoras. negociaciones.

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34

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1

La situación del consumo actual


Gary Gardner, Eric Assadourian y Radica Sarin

La China tiene merecida fama como el país de las bicicletas. Durante


todo el siglo XX, por las calles de sus ciudades circulaban millones
—literalmente— de bicicletas, que no sólo servían para el desplazamien-
to de la gente sino como medio de transporte para todo tipo de mer-
cancías, desde materiales de construcción hasta gallinas camino del
mercado. A principios de los ochenta, hace tan sólo unos pocos años,
por las calles de China se veían muy pocos automóviles privados.1
A quien haya visitado Pekín, Shanghai u otras ciudades chinas en
los años ochenta, le costaría reconocerlas si regresase ahora. En el 2002
había ya 10 millones de coches en el país, y el número de vehículos
privados aumentaba de forma acelerada: en 2003 unos 11.000 coches
se sumaban diariamente al tráfico de las carreteras chinas: un total de
4 millones de automóviles privados nuevos en un solo año. Las ventas
de coches aumentaron en un 60% en 2002 y en más de un 80% en la
primera mitad de 2003. De continuar este ritmo de crecimiento, los
expertos prevén que en 2015 las calles de China estarán atestadas por
150 millones de automóviles: 18 millones de vehículos más de los que
circulaban por las calles y las autovías de EE UU en 1999. La clase
emergente de consumidores chinos con un cierto poder adquisitivo está
haciendo suyos los anhelos de movilidad y de prestigio social que el
coche representa hoy día. Millones de personas esperan durante meses
y se endeudan disparatadamente para convertirse en pioneros de la nueva
cultura China del automóvil. 2

35

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Las ventajas de esta vía de desarrollo están muy claras para los res-
ponsables del gobierno que la está promoviendo. Por cada coche fabri-
cado en China se crean en el país dos nuevos puestos de trabajo, y los
ingresos que perciben los nuevos trabajadores estimulan otros sectores
de la economía China. Por otra parte, la carrera por satisfacer la cre-
ciente demanda está atrayendo enormes inversiones de compañías ex-
tranjeras: General Motors ha invertido 1.500 millones de US$ en su
nueva fábrica de Shangai, mientras que Volkswagen tiene comprome-
tidos 7.000 millones de US$ para aumentar su capacidad productiva a
lo largo de los próximos cinco años.3
China está siguiendo desde luego un camino muy trillado, aunque
con ocho décadas de retraso respecto a la expansión del automóvil en
Estados Unidos. Sin embargo, lo que está ocurriendo en China no tie-
ne que ver solo con los chinos o con el automóvil. Desde la comida
rápida a las máquinas de fotos de usar y tirar, y desde México hasta
Sudáfrica, gran parte del mundo están entrando a un ritmo de vértigo
a formar parte de la sociedad de consumo. Según algunas estimacio-
nes, 1.700 millones de personas pertenecen en la actualidad a la «clase
mundial de los consumidores», de los cuales la mitad aproximadamente
viven en países «en desarrollo». El estilo de vida y de cultura que se
extendió por Europa, Norteamérica, Japón y por unos cuantos rinco-
nes del mundo durante el siglo XX, se está globalizando en el XXI.4
Es evidente que la sociedad de consumo ejerce una gran fascinación
y reporta numerosos beneficios. Y sería injusto ciertamente pretender
que las ventajas obtenidas por las primeras generaciones de consumi-
dores no fueran compartidas por las que han llegado más tarde. Sin
embargo, el crecimiento precipitado del consumo a lo largo de la últi-
ma década —y las estremecedoras proyecciones que se deducen de ese
crecimiento— sugieren que el mundo va a encontrarse en breve ante
un grave dilema. Si el nivel de consumo que hoy disfrutan varios cientos
de millones de la población más opulenta fuera imitado por la mitad
de los 9.000 millones de personas aproximadamente que se calcula que
poblarán el planeta en 2050, el impacto sobre el suministro de agua,
la calidad del aire, el clima, la diversidad biológica y la salud humana
sería gravísimo.5
Pero a pesar de los peligros que se vislumbran no parece que la lo-
comotora del tren del consumo esté frenando, ni siquiera en países como
Estados Unidos donde una mayoría de personas disponen de bienes y
servicios más que suficientes para una vida digna. En el año 2003 Es-
tados Unidos tenía más automóviles privados que habitantes con per-
miso de conducir, y los vehículos todoterreno que engullen litros de

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gasolina por kilómetro eran los modelos más vendidos. En 2002 las
viviendas nuevas eran un 38% mayores que en 1975, a pesar de que
por término medio era menor el número de personas por hogar. Los
propios norteamericanos han aumentado de tamaño hasta tal punto,
de hecho, que ha surgido una industria que mueve un negocio de miles
de millones de US$ para atender las necesidades de las personas más
grandes, suministrando tallas especiales de ropa, muebles más sólidos
y hasta ataúdes de mayor tamaño. Si las ansias de consumo de los paí-
ses más ricos resultan insaciables, quedan escasas esperanzas de poder
refrenarlo en el resto del mundo antes de que se esquilme y degrade el
planeta hasta límites devastadores.6
Sin embargo, existen aún muchas razones para la esperanza. Quienes
defienden el consumo, tanto economistas como legisladores y ecologistas,
han desarrollado muchas alternativas creativas para satisfacer las necesi-
dades de la gente mitigando los costes ambientales y sociales del consu-
mo masivo. Además de resaltar la importancia de ayudar a las personas
a encontrar un equilibrio entre el consumo excesivo y la carencia, insis-
ten en la necesidad de favorecer los bienes y servicios públicos, el con-
cepto de servicios frente al de propiedad, los productos con un conteni-
do elevado de componentes reciclados y una libertad de elección auténtica
para los consumidores. Este conjunto de medidas puede ayudar a pro-
porcionar una alta calidad de vida con una degradación ambiental y una
desigualdad social mínima. La clave está en valorar de forma crítica no
sólo «cuanto», sino también «cómo» se consume. (Ver capítulos 5 y 8.)
El consumo no es en sí algo malo. Las personas han de consumir
para sobrevivir, y los pobres del mundo tendrán que consumir más para
vivir con dignidad y tener mayores oportunidades. Pero el consumo es
una amenaza para el bienestar de la gente y del medio ambiente cuan-
do se convierte en un fin en sí mismo, pasando a ser el objetivo de
vida de una persona o la medida con que se evalúa el éxito de la polí-
tica económica de un gobierno. Las economías del consumo de masas
que en el siglo XX han traído la abundancia para muchos, se enfren-
tan en el XXI a un desafío muy distinto: perseguir la mejora de la ca-
lidad de vida para todos, con daños mínimos para el ambiente, en vez
de la acumulación indefinida de bienes.

El consumo en cifras
Tomando como referencia prácticamente cualquier parámetro —gastos
por hogar, número de consumidores, extracción de materias primas, el

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consumo de bienes y servicios ha aumentado constantemente durante
décadas en los países industriales, y está creciendo ahora de forma ace-
lerada en muchos países en desarrollo. Las cifras dibujan un panorama
mundial en rápida transformación por la revolución del consumo.
Las inversiones del consumo privado —las cantidades gastadas en
bienes y servicios de los hogares— superaron en el 2000 los 20 billo-
nes de US$, un aumento considerable respecto a los 4,8 billones de
US$ invertidos en 1960 (en US$ de 1995). Aunque este incremento,
que equivale a multiplicar por cuatro el consumo, se debe en gran parte
al crecimiento de la población (ver cuadro 1-1), también es consecuen-
cia del aumento de prosperidad en muchos lugares del mundo. Por
otra parte, las cifras globales enmascaran las enormes disparidades en
el consumo. El 12% de la población del mundo que vive en Nortea-
mérica y en Europa Occidental es responsable del 60% del gasto pri-
vado mundial, mientras que a la tercera parte que vive en el sudeste
asiático y en el África subsahariana le corresponde sólo el 3,2%. (Ver
tabla 1-1.)7
Unas 2.800 millones de personas —dis de cada cinco habitantes del
planeta— vivían en 1999 con menos de 2 US$ al día, que según las
Naciones Unidas y el Banco Mundial son los ingresos mínimos nece-
sarios para satisfacer las necesidades básicas de una persona. Aproxima-
damente 1.200 millones de personas vivían en condiciones de «pobre-
za extrema», con ingresos diarios de menos de 1 US$. Entre los más
pobres se encuentran millones de campesinos que practican una agri-
cultura de subsistencia, es decir, que no ganan un sueldo y que muy
rara vez realizan transacciones monetarias. Para ellos, como para todos
los pobres del mundo, el consumo persigue casi únicamente satisfacer
sus necesidades más básicas.8
Aunque gran parte del consumo tiene lugar en las regiones más ri-
cas del mundo, el número de consumidores se reparte de forma un poco
más equilibrada entre las regiones en desarrollo y las industriales. El
trabajo de investigación llevado a cabo por el antiguo experto del Pro-
grama de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
Matthew Bentley, que habla de «una clase mundial consumidora», ha
dejado clara la existencia de esta distribución. Las personas pertenecien-
tes a esta clase tienen un poder adquisitivo paritario (medida de ingre-
sos que indica la capacidad real de compra en un determinado país)
por encima de los 7.000 US$, que equivale aproximadamente a la ci-
fra oficial del límite de la pobreza en Europa Occidental. Los niveles
de riqueza de la clase consumidora mundial varían enormemente, pero
sus miembros son generalmente usuarios de televisores, teléfonos mó-

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Cuadro 1-1. ¿Y qué hay de la población?

Según las proyecciones de la División de Población de las Naciones Unidas, la pobla-


ción del mundo se elevará a 8.900 millones de personas en el 2050, lo que supone
un aumento del 41%del número de habitantes. De la misma manera que el crecien-
te número de coches y de aparatos adquiridos puede anular el ahorro conseguido
por las mejoras de eficiencia, este crecimiento de la población amenaza con invali-
dar cualquier logro en la reducción del consumo medio individual. Por ejemplo, in-
cluso si el americano medio comiese un 20% menos de carne en 2050 que en 2000,
el consumo total de carne habría aumentado en Estados Unidos en unas 5 tonela-
das, debido al incremento en el número de habitantes.
Teniendo en cuenta que un 99% del crecimiento mundial previsto se dará en las
naciones en desarrollo, es preciso que estos países consideren cuidadosamente los
objetivos paralelos de estabilización de la población y de aumento del consumo para
el desarrollo humano. El mundo industrial puede ayudar a los países en desarrollo a
estabilizar su población apoyando la planificación familiar, la educación y la mejora de
la posición social de la mujer. Y puede reducir el impacto de un aumento del consumo
en estas regiones colaborando en la adopción de tecnologías más limpias y eficientes.
Pero sería equivocado pensar que el crecimiento de la población es un desafío
al que se enfrentan únicamente las naciones pobres. Cuando se combina un aumen-
to de población con niveles de consumo muy altos, como ocurre en Estados Unidos,
la importancia de este crecimiento se dispara. Por ejemplo, aunque la población de
EE UU se incrementa en unos tres millones de personas al año, mientras que el au-
mento en la India es de casi 16 millones, el impacto del crecimiento de la población
americana es mucho mayor, siendo responsables los nuevos habitantes de un incre-
mento de 15,7 millones de toneladas de emisiones de carbono a la atmósfera, com-
parado con solo 4,9 millones en la India. Los países ricos con una población en ex-
pansión tienen que preocuparse tanto por el impacto de sus niveles de consumo como
de sus políticas de población.
Otras tendencias demográficas menos conocidas se combinan con el consumo
de forma sorprendente. Por ejemplo, el aumento de ingresos, de la población urbana
y la reducción del tamaño de las familias ha supuesto que entre el año 1970 y el
2000 el número de personas que comparten un hogar bajase de 5,1 a 4,4 en los
países en desarrollo y de 3,2 a 2,5 en los países industriales, aumentando el número
total de hogares. Cada nueva vivienda requiere por supuesto suelo y materiales. Por
otra parte, el ahorro que supone que varias personas compartan los aparatos eléc-
tricos, el mobiliario y el espacio de una casa se desvanece cuando disminuye el nú-
mero de personas que viven juntas. Una casa en la que viva una sola persona en
Estados Unidos consume un 17% más de energía que un hogar compartido por dos.
En consecuencia, incluso en algunos países europeos y en Japón, donde el aumento
de la población es casi nulo o negativo, los cambios en la composición de los hoga-
res son un elemento que está contribuyendo a aumentar el consumo.

Fuente: ver nota al final nº 7.

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viles e Internet, así como de la cultura y las ideas que se transmiten
por estos circuitos. Esta clase consumidora mundial asciende en total
a unos 1.700 millones de personas —más de la cuarta parte de la po-
blación mundial. (Ver Tabla 1-2.)9

Tabla 1-1. Población y gastos de los consumidor es,


consumidores,
por rregiones,
egiones, en 2000

Región Porcentaje del gasto de Porcentaje de


consumo privado mundial la población mundial

%
Estados Unidos y Canadá 31,5 5,2
Europa Occidental 28,7 6,4
Asia Oriental y Pacífico 21,4 32,9
América Latina y Caribe 6,7 8,5
Europa del Este y Asia Central 3,3 7,9
Sur de Asia 2,0 22,4
Australia y Nueva Zelanda 1,5 0,4
Oriente Medio y
Norte de África 1,4 4,1
África subsahariana 1,2 10,9

Fuente: ver nota al final nº 7.

Casi la mitad de esta clase consumidora vive en los países en desa-


rrollo, con China y la India representando más de un 20% del total
global. (Ver Tabla 1-3.) La cifra de 362 millones de habitantes que
pertenece a esta clase en estos dos países supera de hecho la del con-
junto de Europa Occidental (aunque el chino o el indio medio de di-
cha clase consume bastante menos que el europeo medio). Sin embar-
go, gran parte del mundo en desarrollo está casi excluido de este sector
social emergente: la clase consumidora del África subsahariana, la más
pequeña, se eleva solo a 34 millones de personas. Esta región ha que-
dado marginada efectivamente de la prosperidad experimentada por el
mundo durante las últimas décadas. Valorada en términos de gastos del
consumo privado por persona, la prosperidad del África subsahariana

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había retrocedido en 2002 un 20% comparado con dos décadas antes,
creando un profundo abismo entre esta región y el mundo industrial.10
Además de contar con grandes masas de consumidores, los países
en desarrollo suelen tener un potencial de crecimiento de este sector
mucho mayor. Por ejemplo, la clase consumidora en China y en la In-
dia representa solo el 16% de la población de estas regiones, mientras
que en Europa esta cifra se eleva al 89%. En la mayor parte de los países
en desarrollo la población consumidora representa efectivamente me-
nos de la mitad del total —frecuentemente mucho menos— lo que
indica que su margen de crecimiento es muy grande. Basándonos en
las proyecciones del aumento de población, las previsiones son de al
menos 2.000 millones de personas de la clase consumidora mundial
para el año 2015.11

Tabla 1-2. Clase consumidora por rregiones,


egiones, en 2002

Región Número de habitantes Porcentaje de Porcentaje que


(población) que la población que representa la población
pertenecen a la clase pertenece a la clase consumidora en
consumidora regional consumidora el total mundial *

(millones) % %
Estados Unidos y Canadá 271,4 85 16
Europa Occidental 348,9 89 20
Asia Oriental y Pacífico 494,0 27 29
América Latina y Caribe 167,8 32 10
Europa del Este y
Asia Central 173,2 36 10
Sur de Asia 140,7 10 8
Australia y Nueva Zelanda 19,8 84 1
Oriente Medio y
Norte de África 78,0 25 4
África subsahariana 34,2 5 2
Países industriales 912 80 53
Países en desarrollo 816 17 47
Mundo 1.728 28 100

* La suma de estos porcentajes no es exactamente 100 debido al redondeo.


Fuente: ver nota al final nª 9.

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Estas cifras indican que para hablar de consumo en el siglo XXI
puede que haya que referirse a los países consumidores emergentes tanto
como a los que lo han sido tradicionalmente. En un documento in-
formativo de 2003, el PNUMA señalaba que el aumento de vehículos
privados en Asia podría añadir 200 millones de coches al parque mó-
vil global —una vez y media el número actual de coches en Estados
Unidos. El preocupante impacto de este tipo de desarrollo pone en
evidencia la urgencia de buscar vías alternativas y sostenibles para la
prosperidad de esta región. Pero sería absurdo preocuparse por el au-
mento potencial del consumo en Asia olvidando la necesidad de refor-
mas en los países ricos, donde niveles de consumo elevados han sido
la norma durante muchas décadas. Los pioneros de la industrialización
en Europa y en Norteamérica, junto con Japón y Australia, son los
responsables de la mayor parte de la degradación ambiental mundial
asociada al consumo.12

Tabla 1-3. Países con mayor población consumidora, en 2002

País Número de habitantes Porcentaje de la


de la clase población nacional
consumidora que representan

(millones) %
Estados Unidos 242,5 84
China 239,8 19
India 121,9 12
Japón 120,7 95
Alemania 76,3 92
Federación Rusa 61,3 43
Brasil 57,8 33
Francia 53,1 89
Italia 52,8 91
Reino Unido 50,4 86

Fuente: ver nota al final nº 10.

Se puede hablar de tendencias en el consumo de prácticamente to-


dos los bienes y servicios concebibles, que se podrían distribuir en ca-
tegorías muy diversas. El consumo de bienes esenciales como los ali-
mentos y el agua es especialmente interesante, y nos indica si están
cubiertas las necesidades básicas de una población. Otros artículos de

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consumo son indicadores de hasta que punto están mejorando las op-
ciones de vida de las personas y si su vida se está haciendo más agra-
dable.
Las tendencias son complejas en lo que se refiere a necesidades bá-
sicas. Desde 1961, el consumo de calorías por persona ha aumentado
tanto en los países industriales como en las regiones en desarrollo, a
medida que el suministro de alimentos se hacía más abundante, al
menos a nivel mundial. Sin embargo, la FAO, Organización para la
Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas, recuerda que
todavía hay 825 millones de personas desnutridas en el mundo y que
la población de los países industriales consumía en 1961 un 10% más
de calorías diarias por término medio que lo que consumen actualmente
la media de los países en desarrollo (2.675 calorías). La persistencia de
hambre a pesar de un suministro récord de alimentos refleja el hecho
de que para muchos pobres del mundo los alimentos siguen siendo caros
en relación con sus escasos ingresos. En Tanzania por ejemplo, donde
el gasto de los hogares ascendía en 1998 a 375 US$ por habitante en
1998, el 67% se destinaba a la comida. Ese mismo año, el gasto de
los hogares ascendía a 13.568 US$ por habitante en Japón, pero sólo
el 12% se destinaba a la alimentación. (Ver tabla 1-4.)13

Tabla 1-4. Por centaje del gasto destinado a alimentación


Porcentaje
en los hogar es
hogares

País Gasto de los Porcentaje del gasto


hogares por destinado
habitante, 1998 a alimentación

(US$)* %
Tanzania 375 67
Madagascar 608 61
Tajikistán 660 48
Líbano 6.135 31
Hong Kong 12.468 10
Japón 13.568 12
Dinamarca 16.385 16
Estados Unidos 21.515 13

* Poder adquisitivo paritario


Fuente: ver nota al final nº 13.

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La población rica del mundo no sólo consume más calorías que los
pobres, sino que estás calorías provienen además de alimentos cuya
producción requiere gran cantidad de recursos, como la carne y los
productos lácteos producidos a base de grandes cantidades de granos,
de agua y de energía. (Ver capítulos 3 y 4.) En los países industriales,
los productos animales aportan 856 de las calorías consumidas diaria-
mente por una persona, mientras que esta cifra asciende a sólo 350
calorías en los países en desarrollo. Sin embargo, el consumo de carne
está aumentando también en las regiones más prósperas del mundo en
desarrollo a medida que crecen los ingresos y el índice de población
urbana. Por ejemplo, China consume la mitad de la producción mun-
dial de cerdo, mientras que Brasil es el segundo consumidor mundial
de carne de vacuno, detrás de Estados Unidos. Por otra parte, la carne
se consume cada vez más en forma de «comida rápida», lo que supone
un gasto energético también mayor. Según un reciente estudio de mer-
cado, la industria de la «comida rápida» está creciendo en la India un
40% anual y se prevé que generará un volumen de negocios superior
a los mil millones de US$ en 2005. Mientras tanto, una cuarta parte
de la población de la India sigue padeciendo desnutrición —una pro-
porción que ha permanecido prácticamente invariable durante la pasa-
da década.14
El agua limpia y un saneamiento adecuado son también necesida-
des básicas fundamentales para prevenir la propagación de enfermeda-
des infecciosas. Como suele ocurrir en estos casos el acceso al agua y a
los servicios de saneamiento es completamente asimétrico, siendo la
población más rica la más favorecida, aunque durante la pasada déca-
da ha mejorado mucho la situación de los más pobres. En el año 2000,
1.100 millones de personas carecían del agua potable y segura necesa-
ria, un mínimo de 20 litros diarios por persona y día disponible a no
más de 1 kilómetro de distancia del hogar. Dos de cada cinco perso-
nas carecían de instalaciones adecuadas de saneamiento, como alcanta-
rillado o una fosa séptica o ni siquiera un simple pozo negro. La po-
blación rural es la que mayores carencias de saneamiento padece.
Solamente el 40% de los habitantes del medio rural utilizaban instala-
ciones adecuadas de saneamiento en el año 2002, comparado con el
85% de la población urbana.15
A medida que suben los ingresos, la gente tiene acceso a artículos
de consumo que indican una mayor prosperidad. El uso de papel, por
ejemplo, tiende a aumentar a medida que aumenta el nivel de educa-
ción y que mejoran las comunicaciones. El consumo de papel se mul-
tiplicó por más de seis entre 1950 y 1997 a nivel mundial, y se ha du-

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plicado desde mediados de los setenta; el británico medio utilizaba a
finales del siglo XX 16 veces más papel que a principios del siglo. La
mayor parte de la producción y del consumo mundial de papel tiene
lugar efectivamente en los países industriales: Estados Unidos produce
y gasta la tercera parte del papel mundial, situándose el gasto medio
de un norteamericano en más de 300 kilos al año. Por el contrario, en
el conjunto de los países en desarrollo el consumo de papel por perso-
na es de 18 kilos al año. En la India, esta cifra es de 4 kilos al año, y
20 países africanos gastan menos de 1 kilo al año. El PNUMA calcula
que el mínimo necesario para cubrir las necesidades básicas de comu-
nicación y educación es de 30-40 kilos de papel por persona.16
Para millones de personas la prosperidad supone también el acceso
a bienes que brindan mayores niveles de comodidad, facilidades y dis-
tracción. (Ver tabla 1-5.) En el año 2002, 1.120 millones de hogares,
alrededor de las tres cuartas partes de la población mundial, poseían al
menos un televisor. Ver la televisión se ha convertido en una de las
principales formas de ocio; en los países industriales las personas pa-
san todos los días una media de tres horas —la mitad de su tiempo
libre— delante del televisor. La televisión ofrece a los espectadores no-
ticias locales y entretenimiento, pero los expone también a incontables
productos de consumo que se anuncian en los espacios de publicidad

Tabla 1-5. Consumo de los hogar es en países seleccionados,


hogares
hacia 2000

País Gastos Electricidad Televisores Línea de Teléfonos Ordenadores


por hogar teléfono fijo móviles personales

(en US$ (en kilovatios- (x 1000 (x 1000 (x 1000 (x 1000


1995 por hora por habitantes) habitantes) habitantes) habitantes)
persona) persona)
Nigeria 194 81 68 6 4 7
India 294 355 83 40 6 6
Ucrania 558 2.293 456 212 44 18
Egipto 1.013 876 217 104 43 16
Brasil 2.779 1.878 348 223 167 75
Corea 6.907 5.607 363 489 621 556
Alemania 18.580 5.963 586 650 682 435
Estados Unidos 21.707 12.331 835 659 451 625

Fuente: Ver nota al final nº 17.

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y en los propios programas. Y la visión del mundo que se proyecta desde
la pequeña pantalla tiene un influencia cada vez más global. Un 31%
de los 1.120 millones de hogares con televisor están suscritos a servi-
cios de televisión por cable, que los conecta a una cultura del ocio
globalizada.17
Muchas de estas comodidades, que en un principio se consideraron
lujos, se perciben ahora como necesidades. Algunos de estos bienes han
condicionado el desarrollo de las infraestructuras sociales hasta tal punto,
que han pasado a convertirse efectivamente en parte integral de la vida
cotidiana. Los teléfonos, por ejemplo, se han convertido en una herra-
mienta de comunicación casi indispensable —en el año 2002 el nú-
mero de líneas de teléfonos fijos contratadas era de 1.100 millones, más
otros 1.100 millones de teléfonos móviles. Un porcentaje importante
de la población del mundo, incluyendo la mayoría de la clase consu-
midora mundial, dispone ahora al menos de un servicio telefónico
básico. Las comunicaciones han avanzado también mucho con la in-
troducción de Internet: 600 millones de usuarios se conectan ya a tra-
vés de esta nueva modalidad de las comunicaciones modernas.18
Una gran proporción del gasto de los consumidores se destina a
bienes cuya utilidad para sobrevivir o para el propio confort son muy
discutibles, pero que contribuyen a hacer la vida más agradable. En esta
categoría se podrían incluir desde los caprichos diarios que aparente-
mente tienen poca importancia, como dulces y refrescos, hasta las gran-
des compras y gastos como cruceros en barco, joyas y coches deporti-
vos de lujo. No se puede condenar de lleno a la clase consumidora
mundial por estos gastos, ya que las discrepancias sobre lo que consti-
tuye un consumo excesivo pueden ser enormes, incluso entre personas
muy razonables. Pero las cantidades gastadas en este tipo de bienes son
un buen indicador del excedente de riqueza que existe en muchos paí-
ses. Las cifras de consumo de una minoría privilegiada ponen en evi-
dencia la falacia de que las necesidades básicas de los pobres del mun-
do no pueden afrontarse por ser demasiado costosas. Con menos de lo
que la gente rica se gasta al año en maquillaje, helados y comida para
animales de compañía se podría proporcionar una alimentación ade-
cuada, agua limpia y educación básica a los más pobres del mundo.
(Ver tabla 1-6.)19
El creciente frenesí de consumo durante el siglo XX ha llevado a
un mayor gasto de materias primas, un parámetro que complementa
los datos sobre gasto de los hogares y número de consumidores como
medida del consumo. Entre 1960 y 1995, el consumo mundial de
minerales se multiplicó por 2,5, el de metales se multiplicó por 2,1, el

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de maderas por 2,3 y el de materiales sintéticos como el plástico por
5,6. El consumo de materias primas ha aumentado a un ritmo más
rápido que el de la población mundial, coincidiendo además con una
reorientación de la economía mundial hacia servicios como las teleco-
municaciones y las finanzas, que no consumen tantos materiales como
la manufactura, el transporte y la industria que predominaban ante-
riormente. La duplicación del gasto de metales, por ejemplo, se ha dado
en un momento en que los metales pasaban a ser un material menos
crucial para la generación de riqueza: en el año 2000, la economía global
utilizaba para producir mercancías por valor de un US$ un 45% me-
nos de metales que 30 años antes.20
El consumo de combustibles y de materiales presenta el mismo es-
quema de desigualdad mundial que el de bienes de consumo finales.
Estados Unidos, con menos del 5% de la población mundial, utiliza
cerca de la cuarta parte de los combustibles fósiles del planeta —que-

Tabla 1-6. Gastos anuales en ar tículos de lujo comparados con


artículos
los fondos necesarios para satisfacer de necesidades básicas

Producto Gasto Objetivo social Inversión anual adicional


anual o económico necesaria para lograr
este objetivo

Maquillaje 18.000 Atención de salud 12.000 millones US$


millones US$ reproductiva para
todas la mujeres
Alimentos para 17.000 Eliminación del 19.000 millones US$
animales de millones US$ hambre y la
compañía en desnutrición
Europa y
Estados Unidos
Perfumes 15.000 Alfabetización 5.000 millones US$
millones US$ universal
Cruceros 14.000 Agua limpia potable 10.000 millones US$
millones US$ para todas las personas
Helados 11.000 Vacunación para todos 1.300 millones US$
en Europa millones US$ los niños

Fuente: ver nota al final nº 19.

47

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mando cerca del 25% del carbón, un 26% del petróleo y un 27% del
suministro mundial de gas natural. Si a estas cifras añadimos el consu-
mo de otras naciones ricas, queda muy claro el predominio de unos
pocos países en el gasto de materias primas a nivel mundial. En cuan-
to a la utilización de metales, los Estados Unidos, Canadá, Australia,
Japón y Europa Occidental —que representan en conjunto el 15% de
la población mundial— utilizan el 61% del aluminio, el 60% del plo-
mo, el 59% del cobre y el 49% del acero producido cada año. Su con-
sumo por habitante también es muy alto, especialmente en compara-
ción con el consumo en los países más pobres. El norteamericano medio
utiliza 22 kilos de aluminio al año, mientras que en la India una per-
sona emplea por término medio 2 kilos, y en África menos de 1 kilo
al año.21
Por otra parte, la creciente avidez mundial de papel está haciendo
aumentar la demanda de productos forestales de los bosques del mun-
do. La explotación de bosques vírgenes para producción de papel, por
ejemplo, supone alrededor del 19% de la extracción maderera mun-
dial y el 42% de la extracción maderera para usos «industriales» (to-
dos los usos a excepción de las leñas para combustible). La fabricación
de papel podría absorber para 2050 más de la mitad de la demanda
mundial de madera para usos industriales.22
El consumo de bienes y servicios no tendría por qué estar ligado,
en principio, al consumo de materias primas, como los metales y la
madera, dado que muchos productos pueden ser refabricados o pro-
ducidos a partir de materiales reciclados. Pero en la mayoría de las eco-
nomías del siglo XX no se recuperaban los materiales para su
reutilización. Incluso hoy día, el reciclaje suministra solamente una
pequeña proporción de los materiales utilizados en la producción mun-
dial. Aproximadamente la mitad del plomo utilizado en la actualidad
proviene de materiales reciclados, así como una tercera parte del alu-
minio, del acero y del oro. Solo un 13% del cobre es reciclado, lo que
supone un 20% menos que en 1980. Por otra parte, el reciclaje de los
residuos urbanos sigue siendo en general muy bajo, incluso en países
que pueden permitirse una infraestructura de reciclaje. Los 24 países
miembros de la Organización para la Cooperación Económica y el
Desarrollo (OCDE) que disponen de datos sobre esta materia, por ejem-
plo, tienen unos índices de reciclaje de residuos urbanos de sólo un
16%; la mitad de ellos reciclan menos del 10% de este tipo de resi-
duos.23
Por otra parte, el porcentaje de pasta de papel procedente de mate-
riales reciclados ha aumentado sólo moderadamente, del 20% en 1921

48

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al 38% actual. Teniendo en cuenta que el incremento del consumo de
papel ha sido mucho mayor, este pequeño aumento significa que la
cantidad de papel no reciclado es mayor que nunca. Las previsiones de
crecimiento en el consumo de papel son del 30% entre 2000 y 2010
según la FAO, por lo que la proporción de papel reciclado tiene enor-
me importancia para mitigar su grave impacto para la conservación de
los bosques del planeta durante los próximos años.24

Distintas motivaciones con un mismo resultado


La avidez mundial de bienes y servicios viene impulsada por una serie
de fuerzas muy dispares, desde los avances tecnológicos y la energía
barata hasta las nuevas estructuras económicas, unos medios de comu-
nicación poderosos, el crecimiento de la población e incluso las nece-
sidades sociales de los seres humanos. Estos impulsos tan dispares
—algunos de los cuales son dones de la naturaleza, otros caprichos de
la historia, y otros incluso innovaciones del ingenio humano— se han
confabulado para disparar la producción y la demanda hasta niveles
desorbitados. Han creado así un sistema económico con una abundancia
sin precedentes y con unos impactos ambientales y sociales sin parangón.
La historia comienza con los consumidores. Los economistas con-
vencionales han afirmado, siguiendo a Adam Smith, que los consumi-
dores son protagonistas «soberanos» que toman decisiones racionales para
alcanzar su grado máximo de satisfacción. La realidad es que los con-
sumidores adoptan decisiones imperfectas, pues sus juicios se basan en
informaciones incompletas y sesgadas. Los factores más influyentes en
sus decisiones son la publicidad, las normas culturales, las influencias
sociales y determinados impulsos fisiológicos y asociaciones psicológi-
cas, todos ellos elementos que pueden potenciar el consumo.25
Los impulsos fisiológicos desempeñan un papel clave en el fomen-
to del consumo. El anhelo innato al ser humano de estímulos agrada-
bles y que alivien las molestias contiene motivaciones muy potentes que
han evolucionado a lo largo de los milenios, sirviendo de acicate para
nuestra supervivencia, como cuando el hambre inducía a las personas
a buscar alimento. Las experiencias de los consumidores refuerzan es-
tos impulsos. Recordamos los productos que nos proporcionaron sa-
tisfacción en el pasado como algo agradable, reforzando el deseo de
consumirlos de nuevo. En las sociedades de consumo, donde los ali-
mentos y otros bienes son abundantes, estos impulsos están llevando
a niveles de consumo malsanos, estimulados en parte por los anuncios.

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Estudios psicológicos recientes han revelado efectivamente que estos
impulsos pueden avivarse incluso de forma subconsciente, despertan-
do el deseo de consumir, por ejemplo, de una bebida refrescante cuan-
do se provoca la sensación de sed.26
Los hábitos de consumo tienen también una raíz social. El consu-
mo es en gran medida un acto social a través del cual las personas ex-
presan su identidad personal y de grupo —eligiendo un periódico vin-
culado a un partido político, por ejemplo, o la forma de vestir preferida
por un determinado grupo social. A diferencia del deseo de alimentos,
agua u otros bienes que tiene una limitación física, determinadas mo-
tivaciones sociales pueden impulsar un consumo insaciable. El habi-
tante medio de Gran Bretaña, por ejemplo, disponía en 1994 de bie-
nes en abundancia —alimentos, vestido, cobijo y acceso a medios de
transporte suficientes para una vida digna. En 1994 la riqueza del país
se había duplicado, lo que llevó aparejado un aumento del gasto que
seguramente intentaba satisfacer por lo tanto necesidades sociales y
psicológicas. Cuando se tiene un par de zapatos, por ejemplo, la pose-
sión de un segundo par no busca la protección de los pies de una per-
sona, sino la comodidad, la moda o cierto prestigio social. Este tipo
de deseos llegan a ser ilimitados y pueden alentar por tanto un consu-
mo cada vez mayor.27
Enormes ofertas de mercancías, como resultado de una gran mejora
de la productividad desde la Revolución Industrial, han estimulado to-
davía más la proclividad social y psicológica humana hacia el consumo.
Los trabajadores industriales modernos producen en una semana lo que
los obreros del siglo XVIII hubieran tardado cuatro años en fabricar.
Innovaciones como el sistema de producción en cadena de Henry Ford
redujeron el tiempo de montaje de un chasis de coche de 12,5 horas en
1913 a 1,5 horas en 1914 —y desde entonces se ha mejorado enorme-
mente. De una fábrica de Toyota salen actualmente 300 automóviles
modelo Lexus al día, empleando solamente 66 trabajadores y 310 ro-
bots. Incrementos de la productividad como éstos han reducido los cos-
tes de producción de forma espectacular, disparando las ventas. Este pro-
ceso es más llamativo quizá en la industria de los semiconductores, donde
el aumento del rendimiento ha contribuido a rebajar el coste de un or-
denador desde unos 20.000 US$ por megabyte de capacidad en 1970 a
aproximadamente 2 céntimos en 2001. Incrementos de este orden de
magnitud en la capacidad de los ordenadores a precios enormemente
reducidos han espoleado la revolución informática moderna.28
La globalización también ha hecho bajar los precios y estimulado
el consumo. A partir de 1950, las sucesivas rondas de negociación co-

50

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mercial han llevado a una constante disminución de los aranceles adua-
neros de muchos productos, lo que ha tenido consecuencias muy con-
siderables para los consumidores: los australianos, por ejemplo, pagan
hoy día una media de 2.900 US$ australianos menos por un coche
debido a la reducción de aranceles que entró en vigor a partir de 1998.
Y el Acuerdo sobre Tecnologías de la Información de la Organización
Mundial de Comercio de 1996 ha eliminado por completo los arance-
les de la mayoría de los ordenadores y las tecnologías de la informa-
ción, reduciendo muchas veces los costes de un producto en un 20 o
un 30%. Gran parte del impulso de la actividad económica mundial
desde 1950 se atribuye a las ocho rondas de negociaciones comerciales
globales.29
La globalización ha permitido también a las grandes compañías tras-
pasar las fronteras en búsqueda de mano de obra barata —pagando
céntimos por una hora de trabajo. (Ver capítulo 5.) Las zonas francas
industriales (EPZ, del inglés Export Processing Zones), espacios don-
de la normativa es mínima y se producen mercancías para el comercio
global, han proliferado en las tres últimas décadas como respuesta a la
demanda de mano de obra barata y al deseo de potenciar las exporta-
ciones. De 79 EPZ existentes en 25 países en 1975 se pasó en 2002 a
unas 3.000 en 116 países, empleando a unos 43 millones de trabaja-
dores en las cadenas de producción de ropa, calzado de deporte, ju-
guetes y otras mercancías, con salarios muy inferiores a los que se pa-
garían en los países industriales. La existencia de estas zonas francas
potencia la disponibilidad de productos baratos al alcance de los con-
sumidores globales, pero se critica a menudo por favorecer abusos la-
borales y de derechos humanos.30
Las innovaciones de todo tipo han incrementado por otra parte el
rendimiento de la producción, aumentando la capacidad humana y
técnica para extraer recursos. Los grandes buques de super arrastre de
hoy día, por ejemplo, pueden procesar cientos de toneladas diarias de
pescado. Son culpables en gran medida de que muchas poblaciones
pesqueras oceánicas hayan sufrido un declive del 80% en sólo 15 años
de explotación comercial. La maquinaria para minería también es aho-
ra mucho más potente: en Estados Unidos las compañías llevan a cabo
«desmontes» que pueden rebajar las cumbres espectacularmente, redu-
ciendo la altura de las montañas una docena de metros. La capacidad
de los camiones para transporte de minerales se multiplicó aproxima-
damente por ocho entre 1960 y principios de los noventa, pasando de
32 toneladas a 240 toneladas,. Y en el mismo período se triplicó el ren-
dimiento de un minero. Por último, las fábricas de astillas —instala-

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ciones que pican árboles enteros para convertirlos en virutas para pa-
pel y productos de madera prensada— pueden transformar diariamen-
te más de 100 camiones de troncos. Estos avances en la capacidad
humana para explotar enormes yacimientos de recursos y a un precio
más bajo, contribuyen a abastecer los mercados de mercancías baratas
—un acicate para el aumento del consumo.31
La energía barata y la mejora del transporte también han incentiva-
do la producción, bajando sus costes y facilitando el aumento de la
distribución. A pesar de la subida de los años setenta, el precio ajusta-
do a la inflación del petróleo fue sólo un 7% más alto durante el pe-
ríodo 1997-2001 que en el de 1970-1974. Y la reducción del coste del
transporte ha contribuido a hacer muchas mercancías más asequibles
para mucha gente. Los precios del transporte aéreo bajaron un 3% anual
entre 1980 y 1993 en la mayor parte de las rutas internacionales, lo
que ayuda a entender por qué es frecuente ahora encontrar en los su-
permercados europeos y norteamericanos artículos perecederos como
manzanas de Nueva Zelanda y uvas de Chile. La expansión de los
mercados también permite a las empresas aprovechar al máximo la di-
visión del trabajo en la producción y en el suministro de bienes y ser-
vicios y conseguir economías de escala que rebajan aún más los costes
de producción.32
El ritmo sin precedente de desarrollo de tecnologías y del transpor-
te en el siglo XX ha llevado a una introducción cada vez más rápida
de nuevos productos en los mercados. En Estados Unidos, la radio tardó
38 años en hacerse con una audiencia de 50 millones de personas, la
televisión tardó 13 años en llegar al mismo número, y la red de Inter-
net ha tardado tan solo cuatro años en hacerlo. Esta expansión ha man-
tenido a pleno rendimiento las cadenas de producción de la industria
informática, en las que la Ley de Moore —la norma que dice que la
potencia de los microprocesadores se duplicará cada 18 meses— ha
alentado la introducción periódica de ordenadores y de otros produc-
tos digitales cada vez más potentes. La oferta periódica de nuevos pro-
ductos ha impulsado a su vez la sustitución de estos artículos durante
las últimas dos décadas, aumentando aún más el consumo.33
La realidad económica en que se mueven las empresas modernas
constituye también uno de los factores que inducen al consumo. La
mayoría de las compañías tienen unos costes fijos —en maquinaria
pesada, edificios, fábricas y vehículos necesarios para producir y ven-
der sus productos. Una planta de fabricación de semiconductores equi-
pada con las últimas novedades, por ejemplo, cuesta alrededor de 3.000
millones de US$, una enorme inversión que ha de amortizarse incluso

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si las ventas bajan. Los costes fijos representan por tanto un riesgo fi-
nanciero que puede reducirse aumentando la producción y las ventas
para que se diluya en un volumen mayor de producción y en merca-
dos más diversificados. La presión para cubrir los costes fijos genera
así una necesidad urgente de aumento de la producción —y de encon-
trar nuevos clientes que absorban la constante oferta de bienes.34
La necesidad de atraer nuevos clientes constituye para las empresas
un potente incentivo que las lleva a desarrollar todo un arsenal de fór-
mulas novedosas diseñadas para estimular la demanda, muchas de las
cuales explotan necesidades fisiológicas, psicológicas y sociales de los
seres humanos. La publicidad es quizá la más poderosa de estas armas,
impregnando actualmente casi todas las facetas de los medios de co-
municación, incluyendo la emisión de programas comerciales, la pren-
sa escrita e Internet. El volumen mundial de gastos en publicidad al-
canzó en el año 2002 los 446.000 millones de US$ (en US$ 2001),
multiplicándose casi por nueve desde 1950. (Ver gráfico 1-1.) Más de
la mitad de esta cifra corresponde a Estados Unidos, donde los anun-
cios ocupan por término medio las dos terceras partes de las páginas
de los periódicos y suponen la mitad del correo que reciben los ameri-
canos y la cuarta parte de la programación de las televisiones. Pero la
publicidad también está creciendo velozmente en el resto del mundo.
Fuera de EE UU, las inversiones en publicidad se han multiplicado por

1.000 millones de US$


500
(en US$ 2001)

400

300 Mundo

200

Estados Unidos
100

Fuente: McCann-Erickson
0
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

Gráfico 1-1. Gastos mundiales y de EE UU en publicidad,


1950-2002

53

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tres y medio en los últimos 20 años, con un crecimiento particular-
mente rápido en los mercados emergentes. En China, los gastos publi-
citarios aumentaron un 22% solo en el año 2002.35
Los anuncios son cada vez más sofisticados y se dirigen a un públi-
co determinado, como es evidente en sus esfuerzos por promocionar
ciertos productos en programas de cine y de televisión. Según estudios
recientes, por ejemplo, más de la mitad de los nuevos casos de adic-
ción al tabaco en jóvenes entre los 13 y 20 años están motivados por
películas en las que aparecen fumadores. Y a pesar de que la industria
tabaquera acordó en 1991 una «prohibición» voluntaria de este tipo de
publicidad, las escenas de fumadores se han multiplicado casi por dos
entre 1988 y 1997, apareciendo en un 85% de las 250 películas prin-
cipales en Estados Unidos. De hecho, en Estados Unidos en las pelí-
culas se fuma tres veces más que en la vida real. Teniendo en cuenta
que la mitad de los ingresos de Hollywood proceden de la venta de
sus películas en el extranjero, las escenas de fumadores de sus pelícu-
las influyen también en el hábito de fumar en todo el mundo. Y los
estudios cinematográficos de otros países también hacen cada vez más
publicidad del tabaco. Unas tres cuartas partes de las películas produ-
cidas por Bollywood (el equivalente a Hollywood en la India) entre 1991
y 2002 incluían escenas de fumadores.36
Determinadas prácticas económicas novedosas han contribuido asi-
mismo a potenciar el consumo. La implantación en los años cuarenta
de las tarjetas de crédito en Estados Unidos contribuyó a incrementar
el nivel de endeudamiento de los consumidores, que se multiplicó casi
por once entre 1945 y 1960. La utilización de tarjetas de crédito se
promociona hoy día vigorosamente, dado que los beneficios de las com-
pañías que emiten las tarjetas dependen de que los usuarios manten-
gan unos saldos mensuales muy elevados. En 2002, el 61% de los
usuarios americanos de tarjetas de crédito arrastraban todos los meses
un saldo deudor de 12.000 US$ por término medio, a un interés del
16%. (Ver capítulo 5.) Aplicando este tipo, el titular de una tarjeta
pagaría unos 1.900 US$ anuales de intereses, una cantidad superior a
los ingresos medios por habitante (en capacidad adquisitiva paritaria)
de al menos 35 países.37
El crédito está también espoleando el consumo en Asia, Latino-
américa y Europa del Este. En Asia Oriental, el porcentaje de présta-
mos bancarios correspondiente a los hogares se incrementó del 27%
del total en 1997 al 40% en 2000. Gracias a esta explosión crediticia
los grandes fabricantes de automóviles están ampliando sus líneas de
producción en varios países. El directivo de General Motors, Philip

54

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Murtaugh, subraya la importancia del crédito en China: «En el mo-
mento en que establezcamos líneas múltiples de financiación de Ge-
neral Motors, como las existentes en Estados Unidos, esperamos que
el volumen de compras se incremente de forma exponencial».38
Por último, las políticas gubernamentales alimentan a veces el afán
de consumo. Las subvenciones económicas, que totalizan ahora alre-
dedor de 1 billón de US$ anuales, pueden repercutir en toda la eco-
nomía, estimulando el consumo. Desde la Segunda Guerra Mundial
el gobierno de EE UU ha subvencionado, por ejemplo, las urbaniza-
ciones fuera de las ciudades mediante desgravaciones fiscales y otros ali-
cientes. Las amplias viviendas de estas urbanizaciones han contribuido
a impulsar el consumo de un amplio abanico de bienes, incluyendo
frigoríficos, televisores, muebles, lavadoras y automóviles. Los coches
consumen a su vez cantidades ingentes de materias primas: la tercera
parte del hierro y del acero, una quinta parte del aluminio y las dos
terceras partes del plomo y del caucho utilizado en EE UU. Y la ex-
pansión de estos suburbios ha llevado a un aumento del gasto en la
construcción de carreteras, servicios de bomberos y de policía y escue-
las. A finales de los noventa, el Centro de Tecnología de Vecindarios
(Center for Neighborhood Technology) de Chicago concluyó que el
desarrollo urbanístico difuso provoca un consumo 2,5 veces mayor que
el desarrollo compacto. La decisión de subvencionar la urbanización en
zonas alejadas de las ciudades ha afectado profundamente los hábitos
de consumo en EE UU durante la última mitad del siglo XX.39

Un paraíso con problemas


Los autores de Natural Capitals, Paul Hawkins, Amory Lovins y Hunter
Lovins, sugerían en este análisis de la economía industrial publicado
en 1999 que Estados Unidos genera una cantidad gigantesca de lo que
los autores denominan «despilfarro»: gasto que no redunda en benefi-
cio alguno. Estas inversiones financian toda una batería de subproduc-
tos no deseados del sistema económico americano, entre los que cabe
citar la contaminación del aire y de las aguas, el tiempo perdido en atas-
cos de tráfico, la obesidad y la criminalidad. Según los cálculos de es-
tos autores, este despilfarro le costaba a Estados Unidos al menos 2
billones de US$ a mediados de los noventa —alrededor del 22% del
valor total de la economía. Este cálculo es necesariamente muy aproxi-
mado, pero el análisis resulta muy útil para llamar la atención sobre
las aspectos más vulnerables de las economías industriales modernas.

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La factura ambiental y social de las economías industriales está empe-
zando a ser difícil de ignorar.40
La producción de residuos en el sentido más tradicional del térmi-
no —de los hogares, de las minas, de la construcción y de las fábri-
cas— demuestra efectivamente que las economías industriales tienen
un defecto de diseño. A diferencia de los bienes y servicios producidos
por millones de otras especies en nuestro planeta, que generan subpro-
ductos útiles en vez de residuos inservibles, las economías humanas
prestan muy poca atención a los residuos de la producción y del con-
sumo. El impacto de este problema de diseño es enorme, empezando
por el proceso extractivo. Por ejemplo, por cada tonelada de cobre uti-
lizable se desechan 110 toneladas de rocas y de minerales residuales. A
medida que los metales escasean, los desechos tienden a aumentar: la
producción de oro para fabricar un solo anillo de compromiso genera
unas 3 toneladas de residuos minerales tóxicos.41
El volumen de desechos de los consumidores es igualmente inquie-
tante, en particular en los países ricos. El ciudadano medio de un país
de la OCDE genera 560 kilos de residuos municipales anuales, y en
los 27 países que disponen de datos, a excepción de tres, se generaba
mayor cantidad de residuos por habitante en 2000 que en 1995. In-
cluso en las naciones que se consideran punteras en política ambien-
tal, como Noruega, la reducción del volumen de residuos es un desa-
fío constante. En 2002, el noruego medio generaba 354 kilos de
residuos, un 7% más que el año anterior. El porcentaje reciclado tam-
bién aumentó en ese período, pero se ha estancado en menos de la mitad
del total de residuos generados. Entretanto, los norteamericanos siguen
llevándose la palma en producción de desechos, produciendo un 51%
más de residuos urbanos por persona que el ciudadano medio de cual-
quiera de los demás países de la OCDE. Una nota esperanzadora es
que en los años noventa esta creciente producción por habitante pare-
ce que se ha estabilizado. A pesar de ello la enorme cantidad que ge-
nera cada americano, sumado a una población en constante aumento
en EE UU, supone que el volumen de basuras sigue creciendo de for-
ma muy considerable.42
Las tendencias en el agotamiento de los recursos y deterioro de los
ecosistemas indican que la presión del creciente consumo está afectan-
do también a los espacios naturales. (Ver tabla 1-7.) Un equipo inter-
nacional de ecólogos, economistas y biólogos conservacionistas publi-
caron un estudio en la revista Science en el año 2002 que indicaba que
casi todos los ecosistemas del mundo están en regresión para dejar paso
a los asentamientos humanos con sus casas, sus explotaciones agríco-

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Tabla 1-7. Tendencias mundiales en rrecursos
Tendencias ecursos naturales
y medio ambiente

Indicador Tendencias
ambiental

Combustibles El consumo mundial de carbón, de petróleo y de gas natural fue 4,7


fósiles y emisiones veces superior en 2002 que en 1950. Los niveles de dióxido de carbo-
a la atmósfera no en la atmósfera habían subido en 2002 un 18% desde 1960, y se
calcula que un 31% desde principios de la revolución industrial en 1750.
Los científicos han vinculado la tendencia al calentamiento global du-
rante el siglo XX a la acumulación de dióxido de carbono y de otros
gases que absorben el calor.
Degradación de Más de la mitad de los humedales de la Tierra, desde las marismas
los ecosistemas costeras hasta las llanuras de inundación interiores, se han perdido
debido al drenaje o a su relleno para asentamientos humanos y la agri-
cultura. Aproximadamente la mitad de la cubierta forestal original del
mundo ha desaparecido también, mientras que otro 30% está muy
degradado o fragmentado. El consumo de madera para combustible,
aserradero, papel y otros productos forestales era más del doble en 1999
que en 1950.
Nivel del mar El nivel del mar se ha elevado entre 10 y 20 centímetros en el siglo XX,
una media de 1 a 2 milímetros anuales, como resultado de la fusión
de las masas continentales de hielo y de la expansión de los océanos
provocadas por el cambio climático. El aumento del nivel del mar ame-
naza con inundar las pequeñas naciones isleñas, a pesar de que sus
emisiones representan solamente el 1% del total mundial.
Suelos/tierras Aproximadamente entre un 10 y un 20% de las tierras de labor sufren
algún tipo de deterioro, y más de un 70% de los pastizales del mundo
están degradados. Durante los últimos 50 años, la degradación de las
tierras ha provocado una reducción de la producción de alimentos cal-
culada en un 13% para los terrenos agrarios y en un 4% para los
pastizales.
Pesquerías En 1999 las capturas pesqueras se habían multiplicado por 4,8 respec-
to a 1950. Durante los últimos 50 años la flota industrial ha captura-
do como mínimo un 90% de todos los grandes predadores del océano
—atún, merlin, pez espada, tiburón, bacalao, merluza, raya y platija.
El bombeo excesivo de aguas subterráneas está provocando un des-
censo de los niveles freáticos en regiones agrícolas clave de Asia, norte
de África, Oriente Medio y Estados Unidos. También se está deteriorando
la calidad de las aguas subterráneas debido a la percolación de ferti-
lizantes y de pesticidas, de las fugas de contenedores con sustancias
petroquímicas, de disolventes clorados y metales pesados desechados
por la industria y de residuos radioactivos procedentes de centrales
nucleares.

Fuente: ver nota al final nº 43.

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las, sus centros comerciales y sus fábricas. Según este estudio, las pra-
deras de algas marinas están disminuyendo entre un 0,01 y un 0,02%
al año, las selvas tropicales un 0,8%, las pesquerías un 1,5%, los
humedales de agua dulce (pantanos, llanuras de inundación, lagos y ríos)
un 2,4% y los manglares un pavoroso 2,5% anual. También mencio-
na grandes pérdidas anuales de arrecifes de coral, de monte y de tie-
rras de cultivo, más difíciles de cuantificar. Únicamente se daba una
cierta recuperación en la superficie de bosques templados y boreales,
que estarían aumentando un 0,1% anual tras muchas décadas de de-
clive. El Índice del Planeta Viviente, desarrollado por el WWF Inter-
nacional para evaluar la salud de los bosques, de los océanos y de los
ecosistemas de agua dulce y otros sistemas naturales, aporta datos so-
bre el deterioro ambiental que coinciden con los anteriores. El Índice
muestra un deterioro del 35% de la calidad ecológica del planeta des-
de 1970. (Ver gráfico 1-2.)43
Una medida del impacto humano sobre los ecosistemas globales es la
llamada «huella ecológica», que mide la cantidad de tierra productiva que
requiere una economía para producir los recursos que necesita y para
asimilar sus desechos. Los cálculos llevados a cabo por la organización
Redefining Progress de California demuestran que la Tierra dispone de
1,9 hectáreas por persona de terrenos productivos, en términos biológi-
cos, para suministrar recursos y absorber desechos. Sin embargo la de-
manda ambiental de las economías del mundo es tan grande que cada
persona utiliza por término medio el equivalente a 2,3 hectáreas de te-
rrenos productivos. Esta cifra enmascara, claro está, una enorme varia-
ción de huellas ecológicas —de las 9,7 hectáreas que requiere un norte-
americano medio a las 0,47 hectáreas utilizadas por una persona en
Mozambique. Estos datos sobre la huella ecológica de la humanidad
demuestran que los niveles totales de consumo habían superado ya la
capacidad ecológica del planeta a finales de los setenta o principios de
los ochenta. Este excesivo consumo sólo es posible a costa de agotar las
reservas de recursos, como cuando se bombea tal cantidad de agua de
un pozo que desciende el nivel de las aguas subterráneas.44
La obsesión agresiva por lograr una sociedad de consumo de masas
está provocando también un deterioro paralelo de los indicadores de
salud de muchos países. Las «enfermedades del consumo» van en au-
mento. Fumar, por ejemplo, una costumbre alentada por inversiones
de decenas de miles de millones de US$ en publicidad, contribuye a
la muerte de unos 5 millones de personas al año en todo el mundo.
Los gastos médicos y las pérdidas de productividad relacionadas con el
tabaco le costaron a Estados Unidos en 1999 más de 150.000 millo-

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1970=1,0
3,0

2,5

2,0
Índice del Producto
Bruto Mundial
1,5

1,0 Índice Planeta Viviente

0,5
Fuente: Maddison, FMI, WWF Internacional, PNUMA, RP.
0,0
1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

Gráfico 1-2. Cambios en la Actividad Económica y Salud


de los Ecosistemas, 1970-2000

nes de US$ —casi 1,5 veces los ingresos de las cinco mayores multi-
nacionales tabaqueras durante el mismo año. De forma similar, el ex-
ceso de peso y la obesidad, consecuencia generalmente de una dieta de-
ficiente y de un estilo de vida cada vez más sedentario, afectan a más
de mil millones de personas, deteriorando su calidad de vida con un
coste para la sociedad de miles de millones en cuidados sanitarios, y
provocando un aumento muy rápido de la diabetes. Se calcula que en
Estados Unidos un 65% de la población adulta tiene exceso de peso o
es obesa, lo que supone una pérdida anual de 300.000 vidas y unos
costes sanitarios que en 1999 ascendieron al menos a 117.000 millo-
nes de US$.45
Según el Índice de Salud Social desarrollado por la Universidad de
Fordham, la «salud» de la sociedad también se ha deteriorado en Esta-
dos Unidos durante los últimos 30 años. Dicho índice valora el au-
mento de la pobreza, de los suicidios en menores de 20 años y de la
desigualdad de ingresos desde 1970. A pesar de un nivel de consumo
mayor que el de la mayor parte de los países industriales, Estados Unidos
sale muy mal parado en muchos de los indicadores de desarrollo: ocu-
pa, por ejemplo, el último lugar entre los 17 países de la OCDE a los
que se ha aplicado el Índice de Pobreza Humana del Programa de
Desarrollo de las Naciones Unidas para los países industriales, que re-
coge indicadores de pobreza, analfabetismo funcional, longevidad y
exclusión social.46

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Un estudio de la OCDE ha recopilado también datos sobre la falta
de participación ciudadana en algunos países industriales, especialmente
Estados Unidos y Australia. En ambos países han descendido los índi-
ces de asociación en organizaciones legales, así como el nivel de parti-
cipación en términos de asistencia a reuniones y disposición para asu-
mir un cierto liderazgo. Por otra parte, relaciones sociales más informales
—como jugar a las cartas con los vecinos, ir de excursión y activida-
des parecidas— también han descendido notablemente en ambos paí-
ses, y lo mismo ha ocurrido con el nivel de confianza entre la gente y
en las instituciones. Los datos sobre otros países prósperos son más
alentadores, aunque también se perciben síntomas evidentes de desin-
terés social. En muchos países europeos el número de asociados a or-
ganizaciones sigue siendo elevado, pero en algunos ha descendido el nivel
de implicación y de relaciones personales, mientras que frecuentemen-
te la permanencia de los miembros es menor que antes. Incluso en Sue-
cia, donde las redes sociales y comunitarias son muy sólidas, se detec-
tan síntomas preocupantes: la pasividad política es cada vez mayor y
están descendiendo los niveles de confianza en las instituciones.47
Tres de las características de la sociedad americana identificadas por
el Profesor de Política Pública de Harvard Robert Putnam podrían expli-
car el descenso de participación ciudadana, y la justificarían en gran
medida (en torno a la mitad): la falta de tiempo, la dispersión de las
viviendas y un índice muy alto de horas ante el televisor. Las tres es-
tán relacionadas con el consumo: la falta de tiempo está vinculada a
menudo con la necesidad de trabajar muchas horas para poder consu-
mir más; la dispersión urbana presupone una enorme dependencia del
coche y el deseo de viviendas y propiedades más grandes; y las horas
de televisión contribuyen a promover el consumo a través de la publi-
cidad y de una programación que idealiza frecuentemente el estilo de
vida consumista.48
La evidencia más condenatoria de que el incesante consumo está ge-
nerando beneficios cada vez menores se encuentra quizá en estudios so-
bre el crecimiento constante del nivel de riqueza personal comparado con
el estancamiento del porcentaje de personas que dicen estar «muy con-
tentas» en estos países. Aunque la percepción de felicidad tiende aumentar
entre los pobres a medida que aumentan sus ingresos, algunos estudios
demuestran que la relación entre felicidad y crecimiento de ingresos desa-
parece a partir de un nivel modesto de ingresos. El fracaso en hacer más
gratificante la vida de las personas a partir del aumento de riquezas y de
consumo puede que constituya el argumento más convincente para que
nos replanteemos nuestra forma de entender el consumo.

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La desilusión ante la incapacidad del consumo para llenar la vida
de las personas está provocando el desencanto de académicos, respon-
sables políticos y de la gente. Una serie de libros publicados en los
noventa demuestra la insatisfacción de las sociedades basadas en el con-
sumo. Los títulos son muy elocuentes: The Overspent American (El
americano esclavo del gasto), The Overworked American (El americano
esclavo del trabajo), An All-Consuming Century (El siglo que todo lo
consumió), Confronting Consumption (Enfrentándonos al consumo) y
The High Price of Materialism (El alto precio del materialismo) entre
otros. Aunque difieren en sus análisis, todos estos autores coinciden
en afirmar que las sociedades orientadas hacia el consumo no son
sostenibles, por razones medioambientales y sociales.
El descontento con la apuesta por el consumismo es también evi-
dente en las esferas donde se deciden las políticas y a nivel de bases
sociales. Varios gobiernos europeos están aplicando o considerando, por
ejemplo, reformas de los horarios laborales y de los permisos concedi-
dos por razones familiares. Y algunas personas están empezando a vi-
vir de forma más sencilla tanto en Europa como en Estados Unidos.
Lento pero seguro, el despertar del interés de la gente por adjudicar al
consumo el papel secundario y de apoyo que le corresponde es cada
vez más evidente.49

¿Un nuevo papel para el consumo?


A pesar de los problemas asociados a las sociedades de consumo, y no
obstante los tímidos pasos para reorientar la sociedad hacia un camino
menos negativo, la espiral de consumo de la mayoría en los países in-
dustriales sigue aumentando, mientras en los países en desarrollo mi-
llones de personas permanecen sumidas en la pobreza. Para que avan-
ce el naciente interés por un nuevo papel del consumo, cualquier
propuesta tendrá que plantearse cuatro preguntas claves:

• ¿El creciente nivel de consumo le está proporcionando una mejo-


ra de su calidad de vida a la clase consumidora mundial?
• ¿Puede la sociedad consumir de forma equilibrada, consiguiendo
armonizar consumo y conservación del medio natural?
• ¿Pueden las sociedades reorientar las opciones que se ofrecen a los
consumidores para que su capacidad de elección sea real?
• ¿Puede la sociedad conceder prioridad a satisfacer las necesidades
básicas de toda la población?

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Teniendo en cuenta estos factores ¿están beneficiándose los consu-
midores realmente de la cultura global del consumismo? Las personas,
árbitros más importantes de esta cuestión, podrían plantearse los cos-
tes personales que conlleva un nivel elevado de consumo: el endeuda-
miento financiero; el tiempo y la tensión asociada a tener que trabajar
para pagar el creciente consumo; el tiempo que requiere la limpieza, el
cuidado, la conservación y el mantenimiento de las nuevas posesiones;
y las mil maneras en que el consumo sustituye a los ratos pasados en
compañía de la familia y los amigos.
Tanto los individuos, como quienes deciden las políticas, podrían
pararse a pensar en la aparente paradoja de que la calidad de vida me-
jora a menudo cuando restringimos el consumo a unos márgenes cla-
ramente delimitados. Por ejemplo, todo el mundo podría disfrutar de
los bosques indefinidamente si las talas no superasen el ritmo de recu-
peración de la vegetación. De forma similar, será más probable que
disfrute de una mayor calidad de vida alguien que adopta unos crite-
rios claros de bienestar personal —hacer ejercicio todos los días y co-
mer bien, por ejemplo— que la persona que consume de forma desor-
denada y sin límites. La premisa básica de la economía del consumo
de masas —que el consumo ilimitado es aceptable, e incluso deseable—
es, en efecto, completamente contraria a las pautas de vida en el mun-
do natural y a las enseñanzas sobre moderación de filósofos y líderes
religiosos de muchas culturas a lo largo de toda la historia de la hu-
manidad.
En segundo lugar, ¿es equilibrado nuestro consumo en términos eco-
nómicos, sociales y ambientales? En las sociedades de consumo de ma-
sas, las leyes y los incentivos económicos impulsan frecuentemente a la
gente a transgredir fronteras económicas, ambientales y sociales que son
clave. Los bancos y otras instituciones de crédito incitan a los consumi-
dores a endeudarse de forma abrumadora; las empresas y los individuos
esquilman los bosques, las aguas subterráneas y otros recursos renova-
bles, superando su capacidad de renovación; y los empresarios premian
a menudo a los trabajadores por prolongar durante horas su jornada la-
boral. Cada uno de estos excesos pasa factura al bienestar social o perso-
nal. Existen muchas formas imaginativas para armonizar pautas de con-
sumo y necesidades sociales y ambientales —desde normativas que
obliguen a un porcentaje determinado de componentes reciclados en un
producto, hasta leyes de «recogida» que exigen a los productores respon-
sabilizarse de sus productos y de los residuos que generan.
En tercer lugar, ¿se ofrece a los consumidores unas opciones reales
que les ayuden a satisfacer sus necesidades? Es obvio que las socieda-

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des de consumo de masas ofrecen más productos y servicios que nin-
gún otro sistema económico en la historia de la humanidad. Sin em-
bargo los consumidores no siempre encuentran lo que necesitan. Con-
sideremos el transporte: un acceso adecuado y seguro a sólo cinco
alternativas de transporte —ir a pie, en bicicleta, en transporte públi-
co, en coche compartido o en automóvil privado— puede ofrecer más
opciones reales de llegar a donde uno quiere que la posibilidad de ele-
gir para desplazarnos entre cien modelos de coche de una agencia ven-
dedora. Y ocurre a veces que a pesar de que la variedad de la oferta
nos permitiría elegir, el precio de la más deseable no está a nuestro al-
cance, como ocurre con los alimentos ecológicos en algunos países. Es
preciso pues que los gobiernos transformen los incentivos económicos
y las normativas para garantizar a los consumidores que las empresas
ofrecen opciones asequibles que satisfacen sus necesidades. También
desempeñan un papel importante en la moderación del consumismo,
principalmente eliminando los incentivos al consumo —desde la ener-
gía subvencionada a la promoción de un desarrollo urbano de baja
densidad.
Por último ¿puede crear la sociedad una ética del consumo que
conceda prioridad a la satisfacción de las necesidades básicas de toda la
población? El bienestar físico —incluyendo un acceso suficiente a ali-
mentos sanos, agua limpia y saneamiento, educación, cuidados sanita-
rios y seguridad— es la base de todos los logros individuales y socia-
les. Descuidar estas necesidades básicas limitaría inevitablemente la
posibilidad de muchas personas de desarrollar todo su potencial hu-
mano —y su capacidad para hacer aportaciones muy significativas a la
sociedad. En un mundo donde la población que vive con menos de 2
US$ diarios supera el número de la clase consumidora mundial, la
constante búsqueda de mayor riqueza de una élite rica plantea cues-
tiones éticas muy graves, sobre todo cuando parece que ello no contri-
buye a su felicidad.
Además del imperativo ético de cuidar de los demás, existe también
un motivo interesado. La falta de atención a las necesidades de los pobres
puede conducir a una mayor inseguridad para los más prósperos y a
un incremento del gasto en medidas de defensa. La necesidad de gas-
tar miles de millones de US$ en guerras, seguridad fronteriza y man-
tenimiento de la paz está ligada íntimamente al desinterés por resolver
los problemas sociales y ambientales más apremiantes del mundo. Lo
mismo ocurre en el ámbito de una comunidad. Los gastos en educa-
ción privada, en vallas de seguridad y en sistemas de alarma de las vi-
viendas constituyen algunas de las pesadillas que han de asumir los más

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ricos por la falta de inversiones destinadas a los más pobres. Satisfacer
las necesidades básicas de todas las personas no sólo es lo correcto, sino
por lo visto lo más inteligente.
Enfrentarse a estas cuatro cuestiones haría que el consumo dejara
de ser el eje principal de nuestras vidas y nos dejaría tiempo libre para
construir una comunidad y fortalecer nuestras relaciones personales
—factores que los psicólogos nos dicen que son esenciales para una vida
gratificante. Reorientando las prioridades de la sociedad hacia una
mejora del bienestar de las personas, en vez de la mera acumulación
de bienes, podremos utilizar el consumo no como el motor de la eco-
nomía, sino como la herramienta para mejorar la calidad de vida.

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ENTRE BASTIDORES

Bolsas de plástico

Puede que las bolsas de plástico sean el artículo más ubicuo de la Tierra. Su
poco peso, su bajo coste y su resistencia al agua hace que sean tan prácticas
para llevar comestibles, ropa o cualquier otra compra cotidiana que es difí-
cil imaginar la vida sin ellas.
Las primeras «bolsitas» de plástico para pan, bocadillos, fruta y verduras
fueron introducidas en Estados Unidos en 1957. Las bolsas de basura de plás-
tico empezaron a aparecer en las casas y por las cunetas de todo el mundo a
finales de los sesenta. Pero el verdadero despegue de estos productos tuvo lugar
a mediados de los setenta, cuando un nuevo proceso de fabricación abarató
los costes de producción de bolsas individuales, permitiendo a las principa-
les tiendas y supermercados ofrecer a sus clientes una alternativa a las bolsas
de papel. Hoy en día, cuatro de cada cinco bolsas utilizadas en las tiendas
de comestibles son de plástico, el modelo «camiseta» con dos asas que pare-
cen los tirantes de una camiseta.1
El origen de estas bolsas es el petróleo, el gas natural y otros derivados
de la industria petroquímica, que en las fábricas de plástico se transforman
en moléculas de hidrógeno y carbono llamadas polímeros o resinas polímeras.
(La norma industrial para bolsas de plástico es de resinas de polietileno de
alta densidad.) El polietileno se calienta a altas temperaturas y la resina fun-
dida se extruye en forma de tubo, en cierto modo como si se tratara de hacer
churros. Una vez conseguida la forma deseada, la resina se enfría, se endure-
ce y puede ser aplastada, sellada, reforzada, perforada o impresa.2
La típica bolsa de plástico, que pesa tan sólo unos gramos y tiene un grosor
de milímetros, podría parecer un artículo completamente inocuo de no ser
por el increíble número en que se producen. De las fábricas de todo el mundo
salieron en 2002 aproximadamente 4 o 5 billones de bolsas de plástico
—desde bolsas de basura de gran tamaño hasta bolsas gruesas para la com-
pra y más finas para comestibles— según los cálculos de Chemical Market
Associates, una consultora de la industria petroquímica. Norteamérica y
Europa Occidental consumen el 80% de la producción. Los americanos ti-
ran cada año a la basura 100.000 millones de bolsas de plástico para comes-
tibles, y su uso se está generalizando también en los países más pobres. Las

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bolsas producidas en Asia representan actualmente la cuarta parte del con-
sumo de los países ricos.3
La fabricación de bolsas de plástico consume entre un 20 y un 40% menos
de energía y de agua que la de bolsas de papel y genera menos contamina-
ción atmosférica y menos residuos sólidos, según las evaluaciones de ciclo
de vida realizadas tanto por la industria como por grupos independientes.
Los representantes de la industria del plástico señalan también que las bol-
sas de plástico ocupan menos espacio en los vertederos, y que en las condi-
ciones habituales no se descompone ninguno de los dos productos. (En con-
diciones apropiadas, la bolsa de papel se descompondría rápidamente, mientras
que la de plástico no lo haría.)4
Pero multitud de bolsas traviesas escapan a su destino final en vertedero,
volando por los aires una vez desechadas. En Kenia, los agricultores y los
conservacionistas se quejan de que las bolsas se enredan en los cercados, en
las ramas de los árboles e incluso en las gargantas de las aves. En Pekín, el
gobierno gastaba tanto dinero en la retirada de bolsas de plástico de los desa-
gües, de las alcantarillas y de los templos antiguos que puso en marcha una
campaña publicitaria para fomentar el que la gente hiciese nudos en las bolsas
para que éstas no pudiesen volar con el viento. Los irlandeses parece ser que
llaman a las omnipresentes bolsas su «bandera nacional», y los sudafricanos
les han puesto el apodo de «flor nacional».5
Algunos fabricantes han introducido recientemente bolsas de plástico
biodegradables, a base de almidones polímeros o ácidos polilácticos, sin
polietileno, que pueden transformarse en compost. Pero la cuota de merca-
do de estas bolsas hasta la fecha es de menos de un 1% y su precio es pro-
hibitivo, según el Instituto de Productos Biodegradables, una asociación que
promueve el uso de materiales con polímeros biodegradables. No obstante,
los organizadores de los juegos olímpicos celebrados en Australia en el año
2000 recogieron el 76% de los desperdicios de las comidas generados en las
instalaciones deportivas y en el recinto de los atletas utilizando utensilios y
bolsas de plástico biodegradables, que se descomponen con la misma facili-
dad que la comida, evitando tener que hacer separación de basuras. (La pri-
mavera siguiente el compost producido fertilizó los jardines de la ciudad.)6
En otros lugares del mundo, los gobiernos y mucha gente a nivel indivi-
dual están sugiriendo una solución más duradera, que no dependa de nue-
vas tecnologías. La Alianza de Mujeres de Ladakh y otras organizaciones ciu-
dadanas llevaron a cabo a principio de los noventa una campaña para prohibir
las bolsas de plástico en esta provincia que tuvo mucho éxito; el primero de
mayo se celebra allí ahora como el «día sin plastico». Bangladesh está apli-
cando también una prohibición, tras descubrir que las bolsas desechadas
taponaban las alcantarillas, aumentando las inundaciones y el número de
víctimas de enfermedades propagadas por el agua.7
En enero 2002, el gobierno de Sudáfrica adoptó medidas que obligan a
la industria a fabricar bolsas más duraderas y más caras para desalentar su

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desecho —lo que ha provocado una reducción del 90% en su utilización.
Irlanda estableció en marzo 2002 un impuesto de 15 céntimos por bolsa que
ha supuesto una reducción del 95%. Australia, Canadá, la India, Nueva
Zelanda, Filipinas, Taiwán y el Reino Unido tienen previsto asimismo pro-
hibir o gravar el uso de bolsas de plástico.8
En todo el mundo los supermercados están animando a los compradores
a evitar las bolsas —o a traer las suyas propias—, estableciendo un pequeño
reembolso por bolsa o cobrando un suplemento por las bolsas de plástico.
Una tienda de alimentación propiedad de la comunidad en Carolina del
Norte, Weaver Street Market, ha ido más allá, vendiendo con descuento bolsas
de loneta. Las ventas de esta alternativa duradera se han multiplicado por
cinco, afirma el administrador de la tienda, y el uso de bolsas de plástico se
ha hundido. «Es un buen negocio y además es bueno para el medio ambien-
te», añade. Sin embargo, la idea de llevar bolsas reutilizables siempre que se
va de compras es tan simple y tan evidente que puede que la mayor parte
de la gente no se haya dado cuenta de la enorme repercusión que podría tener.

Brian Halweil

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2

Decidirnos por unas mejores


opciones energéticas
Janet L. Sawin

Desperdigados por los valles y arropados por las colinas verdes y on-
dulantes del sur de West Virginia, nos encontramos con pueblos enve-
jecidos por el paso del tiempo como Clear Creek, Duncan Fork, Su-
perior Bottom y White Oak. En los montes Apalaches de esta región
vive parte de la población más pobre de Estados Unidos. La minería
de carbón ha constituido para ellos la principal fuente de ingresos y
una forma de vida. Pero muchos piensan que en la actualidad «los
Apalaches están siendo sometidos a un verdadero saqueo» y que la in-
dustria que les ha sustentado a lo largo de muchas generaciones está
ahora arruinándoles. Para poder acceder al carbón de las profundida-
des están siendo dinamitadas las cimas de las montañas. Las montañas
se convierten en enormes escombreras, desaparecen los bosques, los
cursos de agua se colmatan de lodos tóxicos, se secan los pozos y se
ven obligadas a emigrar comunidades enteras.1
A muchos kilómetros de distancia de estos montes arrasados por la
explotación minera, alguien abre la puerta de su casa y da al interrup-
tor, esperando que la luz disipe las tinieblas sin pararse a pensar lo que
ello supone más allá de las cuatro paredes de su hogar. Para una ma-
yoría de personas, la electricidad constituye una energía invisible que
nos llega mágica y silenciosamente, iluminando nuestras habitaciones,
enfriando el frigorífico, calentando la estufa o haciendo que cobre vida
de pronto la televisión. Entre la factura de un mes y la del mes siguiente,
la electricidad no suele ser motivo de preocupación para una mayoría.

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No obstante, cuando alguien pulsa el interruptor de la luz o conec-
ta un ordenador, pone en marcha toda una reacción en cadena de acon-
tecimientos. La corriente fluye hacia el edificio a través de unos tendi-
dos que discurren por las calles de las ciudades y que atraviesan campos
y montañas para transportar la electricidad desde centrales a veces muy
distantes. Gran parte de la energía se pierde por el camino debido al
rozamiento con los cables, disipándose en forma de calor.
En muchos lugares del mundo, cintas transportadoras trasladan
enormes montañas de carbón que se tritura hasta convertirlo en un
polvo fino con el que se alimentan los hornos de las centrales térmicas
para generar electricidad. Con el fuego de carbón se calienta agua para
producir vapor, que hace girar un generador que produce la corriente
eléctrica. A lo largo de este proceso la central emite contaminantes que
ocasionan lluvias ácidas y nieblas contaminantes, además de mercurio
y dióxido de carbono (CO2), uno de los gases de efecto invernadero
que está provocando el calentamiento del planeta. Solo un 35%, como
mucho, de la energía almacenada en el carbón se convierte en electri-
cidad, lo que significa que casi las dos terceras partes se pierden en forma
de calor, sin beneficio alguno para nadie y dañando a menudo los
ecosistemas del entorno. Y todo el carbón ha de ser transportado has-
ta la central, por tren o en barcazas, desde lugares remotos como los
montes Apalaches del sur de West Virginia. 2
Todo requiere energía: la producción y el embalaje, la distribución
a las tiendas o de puerta en puerta, el funcionamiento y la elimina-
ción definitiva de todo lo que consumimos y utilizamos, así como
nuestras viviendas y todos sus enseres, nuestros coches y las carreteras
por las que conducimos, la ropa que vestimos y los alimentos que co-
memos. Pero pocas veces nos detenemos a pensar de dónde viene esta
energía, cuánta utilizamos —o cuánta necesitamos realmente.
Bien sea en forma de la gasolina utilizada como carburante para el
coche o del uranio para generar electricidad en una central nuclear, la
energía que sustenta nuestra economía y nuestra forma de vivir nos
reporta enormes comodidades y beneficios. Pero también se cobra un
enorme tributo de daños a la salud humana, a los ecosistemas e inclu-
so a la seguridad mundial. El consumo energético afecta a todo, desde
la deuda externa de un país (debido a las importaciones de combusti-
bles) a la estabilidad de Oriente Medio. Nuestro gasto energético re-
percute en la calidad del aire que respiramos y del agua que bebemos,
afectando a nuestra salud y a la de las generaciones venideras. El uso
ineficiente e insostenible de la biomasa en países pobres para generar
energía está provocando la deforestación y la desertización de algunas

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regiones, mientras que la utilización insostenible de los combustibles
fósiles está alterando el clima del planeta. Y a medida que prospectamos
lugares cada vez más remotos de la Tierra para acceder a nuevas fuen-
tes de combustible, ponemos en peligro las culturas y las formas de
vida de poblaciones indígenas, desde la Amazonía hasta el Ártico.
La intensidad energética de la economía—la energía necesaria para
producir una unidad de Producto Interior Bruto— está disminuyen-
do, y durante las últimas décadas se han dado continuas mejoras de
eficiencia energética. Sin embargo, un incremento cada vez mayor del
nivel de consumo en todo el mundo está anulando estos logros
esperanzadores. No sorprende, por supuesto, que el consumo aumen-
te en los países en desarrollo, donde una mayoría de la población no
ha conducido jamás un coche, ni encendido en su vida un aparato de
aire acondicionado, ni ha cocinado más que con leña o con estiércol
animal. A medida que mejora su vida, su consumo energético aumen-
ta, y viceversa.
Lo que sí sorprende es el aumento espectacular de consumo en
muchos países industriales. Los americanos, por ejemplo, conducen
ahora coches más grandes y menos eficientes y se compran casas más
grandes y más aparatos eléctricos que hace sólo diez años. En conse-
cuencia, el consumo de petróleo de EE UU se ha incrementado du-
rante esta década en cerca de 2,7 millones de barriles diarios —más
petróleo que el que utilizan diariamente en toda la India y Pakistán
sumados, cuya población es cuatro veces mayor de la de Estados Uni-
dos—. ¿Es sostenible este crecimiento de la demanda? Y, ¿es necesario
un cambio drástico en la forma de producir y de utilizar la energía? 3
La cantidad y el tipo de energía utilizados por una persona depen-
de de multitud de factores, entre los que cabría citar su nivel de ingre-
sos, el clima, los recursos disponibles y las políticas de las empresas y
de los gobiernos. Los gobiernos influyen en cómo, dónde, cuánta y qué
forma de energía utilizamos a través de los impuestos y de las subven-
ciones y de las normas y estándares establecidos, así como de las in-
versiones en infraestructura. Pero nosotros, los consumidores, no so-
mos meros espectadores, impotentes ante una situación en la que nada
podemos hacer. Somos nosotros quienes compramos coches, aparatos
eléctricos, ropa, viviendas y otros bienes y servicios, basándonos en
características como el precio, la moda y determinados valores. En úl-
timo término, dentro de unos límites de disponibilidad y de precio
asequible, somos los consumidores quienes decidimos lo que compra-
mos y cómo utilizarlo, y quienes podemos impulsar por tanto el cam-
bio en el uso eficiente de la energía.

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Tendencias a nivel mundial en el uso de la energía
Entre 1850 y 1970, el número de habitantes de la Tierra se multipli-
có por algo más de tres y la energía consumida por 12. En el año 2002
la población había aumentado otro 68% y el consumo de energía fósil
otro 73%. El uso de la energía ha impulsado el crecimiento económi-
co y viceversa, pero la relación no es tan directa como antes se creía.
Antes de la primera crisis mundial del petróleo, muchos economistas
creían que el crecimiento económico no era posible sin un incremento
en la cantidad de energía utilizada. Pero cuando los precios del petró-
leo se dispararon, a principios de los años setenta, los gobiernos y los
consumidores reaccionaron, estableciendo normas de eficiencia y aho-
rrando combustible. Entre 1970 y 1997, la intensidad energética glo-
bal se redujo un 28% mientras que la economía continuó creciendo.4
Cuanto más eficiente sea la producción y el uso de la energía, me-
nos energía necesitamos para obtener los mismos servicios. Si en Esta-
dos Unidos la energía utilizada para producir un US$ de producto
interno bruto hubiese sido la misma en 2000 que en 1970, el consu-
mo energético hubiera ascendido a 177 quads* en lugar de los 98,5
quads gastados ese año. Según el experto en energía Amory Lovins, se
calcula que las medidas de eficiencia energética decretadas desde me-
diados de los años setenta ahorraron a Estados Unidos 365.000 millo-
nes de US$ sólo en el año 2000.5
El potencial de ahorro de Estados Unidos y de otros países indus-
trializados sigue siendo enorme. Seguimos despilfarrando cantidades
enormes de energía. Pensemos en el trayecto que sigue la energía des-
de la mina de carbón hasta que nosotros apretamos el interruptor de
la luz, e imaginemos lo que suponen esas pérdidas de energía traslada-
das a la economía de un país, y multiplicadas por todos los países del
mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, de cada 100 unidades de ener-
gía suministradas por una central eléctrica edificios, vehículos y fábri-
cas, sólo 37 unidades se transforman en servicios útiles como calor,
electricidad y movilidad. A nivel mundial, la eficiencia de conversión
de la energía primaria en energía útil es del 28%. Y las pérdidas varían
enormemente según el uso y de un país a otro. Amory Lovins calcula,
por ejemplo, que sólo un 14% del total de petróleo extraído de un pozo
llega a mover las ruedas de un coche moderno.6
El consumo energético, en particular el de petróleo, ha aumentado
constantemente, con un breve período de crecimiento moderado du-

* Quad = 36,02 Tm de petróleo equivalente x 1.000.000.

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rante las crisis petrolíferas de la década de 1970. Sólo han experimen-
tado una reducción del consumo energético Europa del Este y las an-
tiguas repúblicas soviéticas. Los países industrializados siguen siendo los
mayores consumidores mundiales, acaparando un 62% del petróleo
total. En Estados Unidos el consumo se ha duplicado desde 1960. Si
bien la fracción del consumo mundial correspondiente a este país ha-
bía disminuido notablemente desde 1960, a partir de los noventa ha
empezado a aumentar de nuevo. Con sólo el 2% de las reservas y un
4,5% de la población mundial, Estados Unidos sigue siendo el mayor
consumidor de petróleo del mundo.7
Los habitantes más ricos del planeta utilizan actualmente 25 veces
más energía por persona que la población más pobre. De hecho, casi
una tercera parte de la población del mundo no tiene acceso a la elec-
tricidad ni a otros servicios energéticos modernos, mientras que otra
tercera parte tiene un acceso muy limitado. Para alrededor de 2.500
millones de personas, en su mayor parte en Asia, la única fuente de
energía es la leña u otro tipo de biomasa. Un americano medio consu-
me cinco veces más energía que un ciudadano medio a nivel mundial,
diez veces más que un chino y aproximadamente veinte veces más de
lo que consume por término medio un hindú. (Ver tabla 2-1.)8

Tabla 2-1. Consumo ener gético anual y emisiones de dióxido


energético
de carbono, para países seleccionados

País Energía Petróleo Electricidad Emisiones


comercial dióxido
de carbono

(toneladas de (barriles día y (kilowatio-hora (toneladas por


petróleo por 1.000 por persona) persona)
equivalente habitantes)
por persona)
Estados Unidos 8,1 70,2 12.331 19,7
Japón 4,1 42,0 7.628 9,1
Alemania 4,1 32,5 5.963 9,7
Polonia 2,4 10,9 2.511 8,1
Brasil 1,1 10,5 1.878 1,8
China* 0,9 4,2 827 2,3
India 0,5 2,0 355 1,1
Etiopía 0,3 0,3 22 0,1
(toneladas de petróleo equivalente por persona)

* Sin Hong Kong


Fuente: ver nota al final nº 8.

73

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En el mundo en desarrollo, donde el consumo está aumentando con
mayor rapidez y el uso del petróleo se ha multiplicado por cuatro des-
de 1970, las desigualdades son también extremas. En la India, por ejem-
plo, la franja de consumidores que acapara coches y aparatos eléctricos
está creciendo muy rápidamente, mientras que un 48% de las familias
hindúes no tiene asegurada ni siquiera una vivienda. Lo mismo podría
decirse de Ghana o de Vietnam.9
Una proporción cada vez mayor de los habitantes de los países del
Sur consume la misma cantidad de energía que el ciudadano medio de
un país del Norte, y algunos estudios indican que sus ingresos están
aumentando a un ritmo mucho mayor que el experimentado en los paí-
ses industriales. (Ver cuadro 2-1.) China es ya el primer consumidor
mundial de carbón y el tercero de petróleo, mientras que Brasil es el sexto
consumidor de petróleo, la India el octavo y México el décimo.10
Hasta la fecha, el uso de la energía en el Sur ha estado limitado
principalmente por los ingresos y las infraestructuras —la falta de ca-
rreteras y de electricidad ha frenado el uso del coche y de aparatos eléc-
tricos, por ejemplo, en una clase media y alta en aumento. En el futu-
ro, sin embargo, el consumo de la población del mundo en desarrollo
va a verse afectado por el agotamiento de los recursos y por la realidad
de la situación ambiental. La Tierra no puede abastecer a la población
global actual si se quiere vivir como el americano medio o ni siquiera
como el europeo medio. (Ver capítulo 1.) Si los consumidores chinos
gastasen por término medio tanto petróleo como un americano me-
dio, por ejemplo, China necesitaría 90 millones de barriles al día
—11 millones más de los producidos en el mundo entero en 2001.
En un futuro el crecimiento de la población, el cambio climático y otros
problemas ambientales podrían superar los límites de los sistemas na-
turales, y los combustibles convencionales no pueden cubrir el creci-
miento previsto de demanda energética. De hecho, muchos analistas
predicen que incluso con los índices de consumo actuales la produc-
ción de petróleo comenzará a descender antes de 2020. Esto tiene
implicaciones muy graves para la forma de vida de la gente y de sus
desplazamientos.11

La energía que nos mueve


Los seres humanos nos hemos convertido en una especie mucho más
itinerante durante el siglo XX. En los países industriales, no es raro
que alguien viaje 10.000 o incluso 50.000 kilómetros al año. Y buena

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Cuadr
Cuadroo 2-1. China y la India: hogar de uno
de cada tr es consumidor
tres consumidoreses

Aunque más de la tercera parte de la población mundial vive en China y en la India,


el consumo de estos países supone en la actualidad solamente un 13% del gasto
mundial, pero está aumentando muy rápidamente. Además estos dos países tienen
una gran dependencia de carbón: en China el carbón es fuente de más del 70% de
la energía comercializada y en la India de más del 50%. La Agencia Internacional de
la Energía prevé que el crecimiento de la demanda en China y en la India represen-
tará de aquí al 2030 más de las dos terceras partes del crecimiento del consumo de
carbón mundial. El gasto de estos gigantes y poblados países va a tener unas reper-
cusiones enormes en los mercados energéticos mundiales y en el medio ambiente
durante las próximas décadas.
El nivel de ingresos de ambos países ha aumentado muy rápidamente gracias a
un descenso en el crecimiento de la población acompañado de un notable crecimiento
económico. La economía de China se ha multiplicado por cuatro desde 1980. Duran-
te la década de los ochenta, la demanda de electricidad aumentó en China en más
del 400% debido a la compra de aparatos eléctricos. En la India, el número de ho-
gares «acomodados» —con un nivel de ingresos de 220 US$ al mes o más— se
multiplicó por seis en cinco años, mientras que el número de familias con niveles de
ingresos muy bajos disminuyó de forma notable. Estas tendencias se están aceleran-
do, alimentando una franja de consumidores que aspira a las comodidades de cier-
tos electrodomésticos, luz eléctrica, cocinas de gas y una mayor movilidad.
La demanda de petróleo también irá en aumento, a medida que crece el número
de propietarios de coches privados. La producción nacional de petróleo en China cubre
cerca de las dos terceras partes de la demanda interna actual, pero de duplicarse la
demanda para 2025, como se prevé —situando a China en el segundo puesto de
consumo mundial de petróleo, detrás de Estados Unidos y por delante de Japón—
su dependencia de importaciones será mucho mayor. Las ventas de coches en China
aumentaron un 82% en la primera mitad de 2003, en relación con las del año ante-
rior. Si el índice de crecimiento previsto se mantiene, el parque de automóviles priva-
dos de China podría dispararse de los poco más de 5 millones del año 2000 a cerca
de 24 millones a finales del 2005, contribuyendo notablemente a la congestión de
las calles y a la contaminación atmosférica existente. El incremento en la compra de
modelos todoterreno cuyo consumo de gasolina es muy alto, ha excedido incluso las
previsiones de los fabricantes. En la India los todoterreno representan en la actuali-
dad el 10% de las compras de coches, y no sería de extrañar que en breve superaran
las ventas.

Tawni Tidwell

Fuente: ver nota al final nº 10.

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parte de lo que consumimos, desde nuestros alimentos a los ordena-
dores personales, cruza continentes y océanos hasta llegar a nuestras
casas. Hace tan sólo 150 años los desplazamientos estaban limitados
por la distancia que una persona o un animal pudiera recorrer a pie.
Para aproximadamente un tercio de la humanidad ésta sigue siendo la
realidad, pero el aumento de movilidad ha afectado profundamente a
las otras dos terceras partes de la población mundial, alterando gran
parte de su vida, desde el trabajo, la familia y la naturaleza hasta el
diseño de nuestras ciudades.
En la actualidad el transporte es responsable de aproximadamente
un 30% del gasto energético mundial y de un 95% del consumo glo-
bal de petróleo. Estados Unidos es con mucho el mayor consumidor
de energía para transporte, devorando más de la tercera parte del total
mundial. El mayor crecimiento en gasto energético para transporte se
está dando sin embargo en Asia, en Oriente Medio y en el norte de
África, aunque partiendo de unos niveles muy bajos.12
El transporte, de hecho, es el sector que registra un mayor creci-
miento de consumo energético en todo el mundo, debido en parte a
la tendencia a utilizar formas de transporte más flexibles y con mayor
gasto energético para el movimiento de personas y de mercancías. Aun-
que la mayor parte de la gente sigue viajando más en tren que en avión,
y los barcos siguen siendo el medio de transporte de mercancías más
utilizado, ligeros cambios de preferencias pueden tener un impacto
importante. Los viajes en avión suponen sólo el 0,5% de la distancia
de los desplazamientos de viajeros cada año, y sin embargo esta forma
de transporte consume alrededor de un 5% de la energía total gastada
en transporte. Y el transporte de mercancías por carretera consume
cuatro o cinco veces más energía que el tren o el transporte por barco
para un mismo tonelaje e igual distancia.13
Pero es el uso del coche privado para un creciente número de des-
plazamientos lo que está disparando el consumo energético del sector
del transporte. Unos 40,6 millones de coches salieron de las cadenas
de montaje de las fábricas de automóviles de todo el mundo en 2002,
cinco veces más que en 1950. El parque móvil privado supera ya los
531 millones de coches a nivel mundial, y aumenta alrededor de 11
millones todos los años.14
Alrededor de la cuarta parte de estos vehículos circulan por las ca-
rreteras de EE UU, donde los coches y las camionetas ligeras consu-
men el 40% del gasto de petróleo del país y contribuyen al cambio
climático tanto como el conjunto de la actividad económica de Japón.
La distancia agregada recorrida en coche por los norteamericanos es ma-

76

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yor que la suma de todos los desplazamientos en vehículo privado de
los demás países industrializados —no sólo porque el país sea más gran-
de, sino porque los estadounidenses prefieren conducir en trayectos que
en otros lugares se harían en bicicleta o caminando. Como señalaba re-
cientemente un consultor en temas de transportes de EE UU, «al co-
che le está pasando lo que a las televisiones: hay más aparatos en la
casa que ojos para contemplarlos». En EE UU hay más coches hoy día
que americanos con permiso de conducir, y muchos hogares disponen
de dos o más coches.15
El número de propietarios de coches per capita en Europa Occidental
y en Japón es comparable al de Estados Unidos a principios de los años
setenta, mientras que el de Europa Oriental se parece más a Estados
Unidos en los años treinta. Pero el incremento de los ingresos, cam-
bios en el estilo de vida, la incorporación de la mujer al trabajo, unas
políticas nacionales que potencian la movilidad y el descenso del pre-
cio de los combustibles han impulsado un importante crecimiento del
número de vehículos privados. El número de coches por persona en
Japón se ha multiplicado por cuatro entre 1975 y 1990, y en Polonia
por 15 desde principios de los años setenta hasta 2001. El número de
vehículos en Asia y en la región del Pacífico alcanza solamente el 20%
del total mundial, pero está creciendo a un ritmo del 10-15% anual.
(Ver tabla 2-2.)16
El tamaño y peso de los vehículos también va en aumento, una
tendencia que ha anulado más de veinte años de mejoras de eficiencia
conseguidas en Estados Unidos a raíz de la aplicación de unas normas
federales obligatorias de eficiencia en el uso de combustibles. De he-
cho, el ahorro de combustible de los vehículos en EE UU superaría el
actual en un tercio si el peso y los rendimientos hubieran permaneci-
do constantes desde 1981. Irónicamente, el legendario Ford modelo T
de hace cien años tenía un gasto de gasolina por kilómetro inferior al
de los nuevos modelos Ford que hoy circulan por las carreteras (si bien
con una velocidad máxima de unos 70 kilómetros por hora). Casi la
mitad de los vehículos que adquieren en la actualidad los norteameri-
canos son modelos todoterreno y camionetas ligeras que engullen li-
tros de gasolina por kilómetro. Y parece que el anhelo por tener un
vehículo más grande es contagioso. De mantenerse la tendencia actual,
en el año 2030 la mitad de los vehículos privados del mundo serán
todoterreno y camionetas ligeras.17
Las distancias recorridas en coche también van en aumento. Entre
1952 y 1992 el número de habitantes en el Reino Unido se incremen-
tó en un 15%, pero el número de kilómetros conducidos se triplicó.

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Y los kilómetros de los viajes en coche en la Unión Europea (UE) entre
1970 y 2000 se multiplicaron por más de dos. En Estados Unidos, el
número de desplazamientos por hogar aumentó en un 46% entre 1983
y 1995, mientras que la distancia recorrida en cada trayecto se incre-
mentó en más de un 5%.18
Si bien la movilidad contribuye al bienestar económico y social,
también conlleva unos costes externos muy elevados, que dependen de
la extensión y la naturaleza de nuestros viajes. Cerca de un millón de
personas —una mayoría de ellos peatones— mueren todos los años en
accidentes de tráfico en todo el mundo, y el número de muertes aso-
ciadas a la contaminación atmosférica provocada por los coches es aún
mayor. A medida que la utilización del coche aumenta, las carreteras
se congestionan, con la consiguiente pérdida de horas productivas y
reducción de la eficiencia de los vehículos. Los costes del transporte
por carretera no cubiertos por los conductores —contaminación atmos-
férica, ruido, congestión, accidentes y deterioro de las carreteras— re-
presentan no menos de un 5% del producto interior bruto de los paí-
ses industriales y un porcentaje aún mayor en algunas ciudades de los
países en desarrollo. Y el dinero invertido en carreteras supone que haya
menos fondos disponibles para otro tipo de inversiones, agudizando la
situación de desigualdad de quienes no pueden utilizar el medio de

Tabla 2-2. Par que móvil privado y comer


Parque cial,
comercial,
países seleccionados y total, 1950-1999

País 1950 1960 1970 1980 1990 1999

(Millones de vehículos)
Estados Unidos 49,2 73,9 108,4 155,8 188,8 213,5
Japón – 1,3 17,3 37,1 56,5 71,7
Alemania – 5,6 15,5 24,6 32,2 45,8
China – – – 1,7 5,8 12,8
India – 0,5 1,1 1,9 4,2 8,2
Argentina – 0,9 2,3 4,3 5,9 6,6
Sudáfrica 0,6 1,2 2,1 3,4 5,1 6,6
Repúblicas Checa y Eslovaca 0,2 0,4 1,0 2,6 3,7 5,1

Mundo 70,4 126,9 245,4 411,0 583,0 681,9

Fuente: ver nota al final nº 16.

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transporte dominante. Incluso en Estados Unidos, la tercera parte de
la población es demasiado pobre, demasiado anciana o demasiado jo-
ven para conducir un coche.19
Las decisiones de la gente sobre el medio de transporte que utili-
zan para moverse están muy influidas por determinadas políticas gu-
bernamentales, como los impuestos sobre carburantes y vehículos, la
normativa de ordenación territorial y el apoyo al transporte aéreo y por
carretera en lugar de al transporte público y al uso de bicicletas. Hace
un siglo, Estados Unidos era el país con mejor transporte público en
el mundo. En 1910, el número de personas que se trasladaban a su
trabajo en tren era 50 veces mayor que el de quienes hacían el trayec-
to en coche, y una década más tarde prácticamente todas las ciudades
importantes de EE UU contaban con una red ferroviaria. Pero a partir
de la Segunda Guerra Mundial el gobierno fomentó la construcción
de carreteras y autovías. Hoy en día quienes viajan al trabajo en coche
reciben subvenciones para aparcar, mientras que quienes utilizan trans-
porte público reciben cantidades mucho más pequeñas y quienes via-
jan en bicicleta no perciben ayuda ninguna. En consecuencia, no es
sorprendente que el empleo del transporte público sea más bajo en la
actualidad que hace cincuenta años, a pesar de que la población de EE
UU se ha duplicado. La excepción a esta regla es la ciudad de Nueva
York, donde debido a una densidad alta y a la proliferación de taxis y
de opciones de transporte público, sólo un 25% de los vecinos tienen
permiso de conducir. Y en algunas ciudades como Denver, Colorado,
donde los servicios públicos están mejorando o ampliándose, el uso del
transporte público va en aumento.20
Por el contrario, muchos países están destinando recursos impor-
tantes al transporte público y desincentivando el uso del coche a tra-
vés de políticas de ordenación del tráfico y de la imposición de tasas a
los conductores. En Japón y en Europa, gran parte de las inversiones a
partir de la Segunda Guerra Mundial se destinaron al ferrocarril y a
sistemas públicos de transporte urbano. Cerca de un 92% de los viaje-
ros del centro de Tokio se mueven hoy en tren, y los japoneses sólo
utilizan el coche en un 55% de sus desplazamientos. En Europa Occi-
dental el 10% de los recorridos en zonas urbanas se realizan en trans-
porte público y en Canadá el 7%, mientras que en EE UU sólo el 2%.
Este dato es muy significativo, dado que por cada kilómetro de con-
ducción en coche privado, el consumo de gasolina es tres veces mayor
que el consumido para el mismo trayecto en transporte público.21
Las diferencias de precios también explican las tendencias en el uso
del transporte. El mayor crecimiento en el número de vehículos priva-

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dos y en el uso del coche se da típicamente en países donde los pre-
cios de los carburantes y de los coches son muy bajos. Por ejemplo,
los coches y la gasolina son más baratos en Estados Unidos que en
Europa, porque no están gravados con unos impuestos tan altos. De
hecho, algunos de los modelos que más gasolina engullen están sub-
vencionados: en 2003 el Congreso de EE UU adoptó una legislación
que multiplicaba por tres las desgravaciones fiscales concedidas por el
gobierno federal para la compra de un todoterreno, de hasta 75.000
US$ por vehículo, comparadas con unas deducciones de 2.000 US$
para los modelos híbridos eléctricos. 22
A pesar de las políticas de EE UU y de los precios de los carburan-
tes, algunos americanos prefieren pagar más para consumir menos.
Mientras que los motores de combustión actuales tienen una eficien-
cia de alrededor del 20%, los coches híbridos pueden viajar mucho más
lejos con cada litro de gasolina. En enero de 2003, unos 150.000 con-
ductores en todo el mundo habían adquirido un vehículo híbrido;
muchos de estos nuevos propietarios viven en Estados Unidos, donde
las ventas mensuales del modelo Prius de Toyota eran cuatro veces las
de Japón. (Ver cuadro 2-2.)23
La creciente conciencia sobre los problemas de contaminación at-
mosférica, seguridad y congestión asociados al coche ha llevado a la
aplicación de medidas estrictas para reducir el aumento del tráfico, en
particular en los países en desarrollo. En 1999 un grupo de ciudada-
nos de Santiago de Chile se unieron a la organización ecologista Green-
peace en una campaña de un año de duración para mejorar el sistema
de transporte público de la ciudad. Como resultado, Santiago cuenta
hoy con carriles especiales para autobuses, sólo se permite el tránsito
de vehículos públicos en las calles más largas cuando la contaminación
aumenta, y el uso del transporte público ha aumentado considerable-
mente.24
El gobierno municipal de Bogotá, en Colombia, inició una
reconversión del tráfico a finales de los ochenta, favoreciendo el uso
de la bicicleta en detrimento del coche, y tiene previsto prohibir la
utilización de automóviles privados en las horas punta para el año
2015. Enrique Peñalosa, alcalde entonces de la ciudad e impulsor de
esta reforma considera que «los coches son el instrumento más po-
deroso de diferenciación social y de alineación de nuestra sociedad»,
ya que sustraen a la sociedad fondos necesarios para educación y para
otros servicios sociales. Hoy Bogotá cuenta con un sistema de trans-
porte público bueno, los niveles de contaminación han descendido y
el tiempo invertido en desplazamientos a horas punta se ha reducido

80

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a la mitad. Otras muchas ciudades, desde la ciudad suiza de Zurich
hasta Pórtland en Oregón, han conseguido reducir el nivel de conta-
minación atmosférica y potenciado el uso del transporte público
reordenando simplemente las zonas urbanas y mejorando la eficien-
cia del transporte.25
Las «tasas de congestión» impuestas a los vehículos que circulan por
el centro de las ciudades, combinadas con inversiones en transporte
público, también han contribuido a reducir el uso del coche y la con-
taminación. Los conductores de Londres solían pasarse la mitad de su
tiempo en interminables atascos, viajando a la misma velocidad que los
londinenses de hace un siglo. Pero en los primeros meses de 2003 el
tráfico descendió un promedio del 16% en respuesta a un peaje decre-
tado a principios de año, y muchos de los antiguos usuarios de coches
han empezado a utilizar el transporte público para trasladarse a su tra-
bajo. Este tipo de tasas para evitar la congestión se establecieron tam-
bién en el centro de algunas ciudades como Singapur y en Trondheim
(Noruega) hace años, y más recientemente en Toronto y en Melbourne,
con resultados similares.26
En otros lugares, la gente ha optado por compartir el automóvil en
lugar de tenerlo en propiedad, y también hay quien está abandonando
el uso del coche por completo. En toda la Unión Europea una red de
la Comisión Europea denominada EUROCITIES está promoviendo
«una nueva cultura de la movilidad», cuyo objetivo es mejorar la cali-

Cuadro 2-2. La eficiencia no es suficiente

En numerosos estudios se ha llegado a la conclusión de que con las tecnologías


existentes en EE UU sería posible conseguir un ahorro de la tercera parte del consu-
mo actual de combustible de los coches y camionetas ligeras durante los próximos
10-15 años. A más largo plazo, la utilización de materiales de la era espacial con
componentes basados en fibras de carbono, más ligeros aunque resistentes, así como
los avances en diseño y el uso de tecnologías híbridas o de pilas de combustible
podrían multiplicar por tres el ahorro de carburantes. Sin embargo, la mejora de la
eficiencia es sólo un comienzo, que no resuelve todos los problemas asociados a
nuestros hábitos de transporte. Y los avances en eficiencia por sí solos pueden inclu-
so incentivar un mayor gasto energético, incrementando los desplazamientos y la com-
pra de vehículos dado que los costes energéticos representarán una fracción más
pequeña de los gastos totales.

Fuente: ver nota al final nº 23.

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dad de vida de las personas y evitar la dependencia del coche utilizan-
do el transporte público, la bicicleta y caminando. La localidad de
Zermatt, en Suiza, utiliza su veterano estatus de ciudad sin coches como
uno de sus atractivos turísticos, y en Friburgo 280 hogares constituye-
ron la primera comunidad de las más de 40 que se han comprometido
en toda Alemania a vivir sin coches. Parece que si disponen de alter-
nativas seguras, confortables y fiables, muchas personas prefieren vivir
sin coche.27

Energía en casa y en el trabajo


Alrededor de la tercera parte del gasto energético del mundo se utiliza
en los edificios: en calefacción y refrigeración, en las cocinas, en la ilu-
minación y en el funcionamiento de aparatos eléctricos. La demanda
energética relacionada con los edificios está aumentando con rapidez,
particularmente la de los hogares.28
Pero las diferencias de consumo energético en las viviendas de los
diferentes países son muy grandes. En Estados Unidos y en Canadá el
gasto de energía en los hogares es 2,4 veces mayor que en Europa Oc-
cidental. Por término medio una persona en el mundo en desarrollo
utiliza en los edificios una novena parte de la energía consumida por
una persona en los países industriales, incluso si se tienen en cuenta
leñas y otros combustibles no comerciales. No obstante, en los países
en desarrollo la fracción del consumo energético de sus hogares es
mucho mayor debido a que los combustibles y las tecnologías utiliza-
das son muy ineficientes. En China, alrededor de un 40% del consu-
mo energético total se utiliza en los hogares, mientras que en la India
esta cifra se eleva al 50% y en la mayor parte de África la proporción
es todavía mayor, comparado con un 15-25% en los países indus-
triales.29
A pesar de que quizás una cuarta parte de la población del mundo
carece de techo o vive en una casa que no reúne las mínimas condi-
ciones, el tamaño de las viviendas de muchas otras personas está au-
mentando, aunque disminuye el número de personas por hogar. Esta-
dos Unidos representa el caso más extremo de esta tendencia, con un
aumento del tamaño medio de las viviendas nuevas de alrededor de un
38% entre 1975 y 2000, pasando a 210 metros cuadrados, el doble
del tamaño de una vivienda típica en Europa o Japón y 26 veces el
espacio habitable del que dispone por término medio una persona en
África.30

82

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El aumento del tamaño de las viviendas, en gran medida consecuen-
cia de unos precios bajos de la energía, supone que cada hogar tiene
que calentar, refrigerar e iluminar más espacio, y que se dispone de
espacio para aparatos eléctricos más grandes y en mayor número. Y a
medida que disminuye el número de personas por hogar, debido a toda
una serie de tendencias sociales, aumenta el número de viviendas que
necesita una determinada población. Cada vivienda nueva requiere
materiales de construcción, de iluminación, de calefacción y refrigera-
ción, aparatos eléctricos y a menudo más coches y carreteras —y la pro-
ducción y el funcionamiento de todo ello consume energía. Entre 1973
y 1992, la disminución del número de personas que comparten un
hogar en los países industriales supuso un incremento del 20% en el
consumo energético por persona.31
Los aparatos eléctricos de las viviendas son el sector con mayor cre-
cimiento de consumo energético después de los coches, y representan
el 30% del consumo eléctrico y el 12% de las emisiones de efecto in-
vernadero de los países industriales. El continuo lanzamiento al mer-
cado de nuevos aparatos, entre otros los ordenadores personales y otros
componentes relacionados con las tecnologías informáticas, anula la
saturación de ventas de un determinado elemento en estos países, mien-
tras que las mejoras en eficiencia energética conseguidas desde los años
setenta se despilfarran en la adquisición de equipos cada vez más gran-
des y en mayor número. (Ver cuadro 2-3.) El tamaño medio de los
frigoríficos en los hogares de EE UU, por ejemplo, aumentó un 10%
entre 1972 y 2001, y también se incrementó el número de frigoríficos
por vivienda. El aire acondicionado sigue la misma tendencia: en 1978,
un 56% de las viviendas americanas tenían sistemas de refrigeración,
casi siempre pequeñas unidades instaladas en las ventanas; 20 años más
tarde, las tres cuartas partes de las casas estadounidenses tienen aire
acondicionado, y cerca de la mitad son grandes sistemas centrales de
refrigeración.32
Entre 2000 y 2020, el gasto eléctrico de los aparatos eléctricos en
el mundo industrializado podría aumentar un 25%. El consumo en
espera (standby), es decir la electricidad consumida cuando las televi-
siones, los ordenadores, los aparatos de fax, los equipos de música y
muchos otros aparatos están «apagados» pero no están desconectados,
constituirá seguramente el factor de consumo con mayor crecimiento.
Para el año 2020, podría representar el 10% del consumo eléctrico total
en estos países, requiriendo una potencia adicional de casi 400 o 500
megawatios, cuya producción supondría emisiones de 600 millones de
toneladas de dióxido de carbono anuales.33

83

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uina y bendición
Cuadro 2-3. La rruina
de la tecnología infor mática
informática

La era de la tecnología informática prometía allanar el camino hacia la sostenibilidad y


una economía sin papel. No obstante, ninguna de estas promesas se ha cumplido apa-
rentemente. Hasta la fecha, el impacto de las nuevas tecnologías en el consumo de ener-
gía presenta una imagen compleja.
El funcionamiento de ordenadores y equipos informáticos supone el 2% de la factu-
ra eléctrica de los norteamericanos, mientras que el consumo a lo largo de todo el ciclo
de vida de la infraestructura de Internet en Alemania representa entre el 3 y el 4% del
gasto energético nacional. Gran parte del incremento del consumo energético se puede
atribuir a nuevas industrias (como los proveedores de servicios de Internet), sistemas de
comunicación (como teléfonos móviles) y nuevas formas de gestión de la información
creadas a partir de las tecnologías informáticas. En lugar de reducir el consumo de pa-
pel, el correo electrónico ha incrementado su utilización en un 40%, con un impacto tre-
mendo en términos de gasto energético –derivado del funcionamiento de impresoras y
del gasto en una de las industrias con mayor consumo energético del mundo, las pape-
leras. Y aunque la compra de productos por Internet parece requerir menos energía que
ir en coche a una serie de tiendas, tampoco esto ha resultado cierto. Un estudio de las
“tele-compras” ha demostrado que no existe un ahorro neto de transporte, mientras que
las conclusiones de otro trabajo indican que los envíos de las compras realizadas electró-
nicamente requieren un 55% más de combustible.
Sin embargo, los consumidores de los países industriales están reduciendo hasta cierto
punto su consumo energético con las tecnologías informáticas, debido a los cambios en
las existencias de productos y el trabajo en casa, que reduce la cantidad de energía uti-
lizada en la construcción y ocupación de nuevos edificios. Se ha responsabilizado tam-
bién a las tecnologías informáticas de constituir el motor de gran parte del crecimiento
económico espectacular experimentado por algunos países a finales de los noventa
—tendencia que no ha ido acompañada de un incremento paralelo del gasto energético
debido a la expansión de industrias que consumen menos energía, como la banca y las
finanzas.
Entre los beneficios de la tecnología informática cabe citar:

• El nuevo diseño de los chip de los ordenadores y de los equipos puede reducir el
consumo de energía en espera (standby) hasta un 90%.
• El último modelo de vehículo híbrido-eléctrico de Toyota tiene un sistema de control
electrónico y una programación que optimiza constantemente el funcionamiento de
los principales componentes, asegurando en todo momento una eficiencia máxima.
• Investigadores del Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico están desarrollan-
do una «red eléctrica inteligente» que alertará a los consumidores para que varíen
el consumo energético, adaptándolo a las fluctuaciones de los precios. Esto
incrementará la eficiencia de las centrales productoras, reduciendo la necesidad de
disponer de una potencia adicional para cubrir demandas punta y permitiendo me-
jorar la eficiencia de los aparatos eléctricos mediante controles y sensores de última
generación. Facilitará también el acceso de las energías renovables a la red y a los
mercados energéticos.
Tawni Tidwell

Fuente: ver nota final nº 32.

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En los países en desarrollo, una mayoría del consumo energético
relacionado con los edificios se destina a cocinar, al agua caliente y a
calentar el espacio —todas ellas necesidades básicas— y la mayor par-
te de esta energía proviene de fuentes tradicionales, no comerciales. Por
ejemplo, aproximadamente las tres cuartas partes de la población de la
India utiliza biomasa tradicional para cocinar. No obstante, la deman-
da de aparatos eléctricos modernos está aumentando también en el
mundo en desarrollo. (Ver tabla 2-3.)34
De hecho, desde 1990 el mayor crecimiento de la demanda eléctri-
ca se está dando en el mundo en desarrollo, donde el consumo per cápita
está aumentando a un ritmo más rápido que los ingresos y donde el
gasto energético asociado a los edificios se ha triplicado entre 1971 y
1996. En Asia oriental y en el Pacífico el número de aparatos de tele-
visión se ha multiplicado por cinco entre 1985 y 1997. Pero el ritmo

Tabla 2-3. Aparatos eléctricos en los hogar es de los países


hogares
industriales y países en desar
desarrrollo, para una serie de años

País Año Frigoríficos Lavadoras Lavaplatos Aire acondicionado

(número de aparatos por cada 100 hogares)


Estados Unidos 1973 100 70 25 47
1992 118 77 45 69
1998 *115* 77 50 72
Japón 1973 104 96 0 16
1992 117 99 0 131
Europa Occidental** 1973 91 69 5 0
1992 111 89 24 0
India 1994 7 2 – –
1996 9 4 – –
1999 12 6 – –
China rural/urbana 1981 0/0 0/6 – 0/0
1992 2/53 12/83 – 0/0
1998 9/76 23/91 – 1/20

* Otras fuentes reflejan aumentos continuados hasta el 2000.


**Reino Unido, Alemania Occidental, Francia e Italia.
Fuente: ver nota al final nº 4.

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de penetración de los aparatos eléctricos en los países en desarrollo es
todavía relativamente bajo, y por lo tanto el potencial de crecimiento
es enorme. En la India, se prevé que la venta de frigoríficos sin escar-
cha aumentará cerca de un 14% anual.
Las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía son que
se duplique la demanda eléctrica mundial entre 2000 y 2030, de man-
tenerse las políticas actuales, con los mayores incrementos en el mun-
do en desarrollo y crecimiento más rápido en los hogares.35
Sin embargo estas necesidades se podrían satisfacer con un gasto de
energía mucho menor. Los programas de eficiencia energética han de-
mostrado una gran eficacia, y futuras mejoras podrían contribuir en gran
medida a cubrir la creciente demanda. Estados Unidos estableció en
1987 unas normas de eficiencia nacionales, tras la proliferación de pro-
gramas en el ámbito de muchos estados. A raíz de ello, los fabricantes
han conseguido notables ahorros en el consumo de los aparatos eléc-
tricos, triplicando, por ejemplo, prácticamente la eficiencia de los
frigoríficos entre 1972 y 1999 con el consiguiente ahorro para los usua-
rios. En Europa, unos precios de la energía más altos y la adopción de
normas y de un etiquetado distintivo, como el «Angel Azúl» de Ale-
mania, han influido en las preferencias del consumidor, impulsando a
los fabricantes a la producción de aparatos más eficientes con los que
competir en ventas, transformando los mercados. (Ver capítulo 5.) No
obstante, se podría hacer mucho más. Las tecnologías existentes hoy
día podrían mejorar por lo menos en un 33% adicional la eficiencia
de los aparatos eléctricos durante la próxima década, y mejoras suple-
mentarias en el consumo energético de las secadoras, las televisiones,
la iluminación y las conexiones en espera podrían evitar más de la mitad
del crecimiento de consumo previsto en el mundo industrial para el
año 2030.36
En los países en desarrollo, se podría conseguir un ahorro del 75%
del gasto de energía en los hogares con mejoras en el aislamiento de
los edificios, en las cocinas, en la forma de calentar los espacios, en la
iluminación y en los aparatos eléctricos. Desgraciadamente, la difusión
de tecnologías más eficientes es muy lenta debido al coste inicial que
supone, la falta de infraestructuras que permita acceder a combusti-
bles modernos como el gas, y las deficiencias en los sistemas de distri-
bución existentes. No obstante, ejemplos como los de Tailandia y Brasil
demuestran lo mucho que se podría conseguir. El gobierno de Tailandia,
que se enfrentaba a un aumento del 14% de la demanda anual de elec-
tricidad, inició a principios de los años noventa un programa de cola-
boración con los fabricantes para mejorar la eficiencia de los edificios,

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de la iluminación y de los aparatos de refrigeración (como frigoríficos
y aires acondicionados). En el año 2000 Tailandia había superado sus
objetivos de ahorro energético y de reducción de emisiones de CO2
en no menos del 200%. Sólo entre 1996 y 1998, las ventas de
frigoríficos de bajo consumo se dispararon del 12 al 96%. Y en Brasil
el consumo de energía de los frigoríficos disminuyó un 15% entre 1985
y 1993, gracias en gran medida al etiquetado y unas normas volun-
tarias.37
La mejora de los diseños y de los materiales de construcción en los
edificios también podría contribuir considerablemente al ahorro ener-
gético. Según el experto en energía Donald Aitken, «los edificios siguen
siendo el elemento más subestimado en la economía energética, y la
posibilidad más inexplotada de mejorar su eficiencia». El potencial de
ahorro en los edificios existentes es enorme, y los consumidores ya han
empezado a introducir mejoras. En la Unión Europea, la construcción
de edificios supone un 12% de la actividad económica, y más de la
mitad se destina al acondicionamiento de edificios existentes. Pero los
nuevos edificios son los que ofrecen un potencial mayor de ahorro, y
las cifras no son nada desdeñables —sólo en Estados Unidos se cons-
truyeron 1,7 millones de nuevas viviendas privadas en 2002.38
Dado que muchos edificios tienen una vida de al menos 50-100 años
—y algunos duran siglos— hacerlos bien desde el principio es funda-
mental. Incluso en climas fríos, las necesidades de calefacción en los
edificios nuevos se pueden reducir en un 90% mediante una combi-
nación de diseño y de mejoras en los materiales de construcción, mien-
tras que la iluminación y otras necesidades de energía pueden también
disminuirse considerablemente. Como la mayor parte de la gente no
construye su propia casa ni su oficina, la eficiencia del diseño y de los
materiales de la construcción suele depender de las normas del gobier-
no. En California los edificios son bastante más eficientes que la me-
dia de EE UU porque el código de prácticas de edificación de este es-
tado se revisa y actualiza cada cierto tiempo, aplicando las tecnologías
más actuales. Quizás el dato más revelador en este sentido sea que el
consumo de electricidad per capita en California ha permanecido cons-
tante en los últimos treinta años, mientras se ha duplicado el del resto
del país.39
La demanda energética de los edificios puede reducirse espectacular-
mente sin incrementar los costes de construcción aplicando un enfo-
que integrado de la «envoltura» del edificio (las paredes, tejado, cimien-
tos y demás estructuras exteriores) y de los sistemas eléctricos y
mecánicos. Muchos edificios de reciente construcción en Europa y en

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la región de Asia y Pacífico están aplicando este enfoque, entre otros
el edificio del Parlamento Europeo en Estrasburgo, en Francia, la
Potsdamer Platz en Berlín y el Aurora Place en Sydney, Australia.40
En todo el mundo se están construyendo edificios «verdes» que in-
corporan elementos tradicionales de ahorro como los miradores, refri-
geración natural, ventanas aislantes, materiales de aislamiento térmico
superior y paneles fotovoltáicos. Según el Rocky Mountain Institute,
la iluminación en EE UU supone un 34% del gasto eléctrico, inclu-
yendo en este cálculo la energía necesaria para compensar el calor ge-
nerado por las luces. Un uso óptimo de las tecnologías de iluminación
más avanzadas podría eliminar por sí solo la necesidad de 120 centra-
les eléctricas de 1.000 megawatios en Estados Unidos, ahorrando mu-
cho dinero y mejorando la salud y la productividad.41
Una empresa promotora, incentivada por el programa Liderazgo en
Diseño Ambiental y Energía de EE UU (LEED), unas normas de ca-
rácter voluntario para edificios ecológicos, ha construido en Nueva York
el primer bloque verde de viviendas del mundo. Los apartamentos de
Battery Park City gastarán un 35% menos de energía y un 65% me-
nos de electricidad que el término medio normal en este tipo de edifi-
cios en las horas punta, y disponen de paneles fotovoltáicos que abas-
tecerán al menos un 5% de la demanda. Y el Día de la Tierra en mayo
2003, Toyota inauguró en California un complejo construido con ace-
ro procedente de coches reciclados y diseñado para maximizar la efi-
ciencia y la iluminación, jactándose de contar con uno de los mayores
sistemas fotovoltáicos comerciales de Norteamérica.42
Desde California hasta Kenia y Alemania, los usuarios están insta-
lando sistemas fotovoltáicos de todos los tamaños (desde diminutos hasta
con una potencia de varios megawatios) en las terrazas de las casas y
en las oficinas. En el año 2002, más de 40.000 propietarios japoneses
de viviendas añadieron 140 megawatios de instalaciones fotovoltáicas
a las existentes, beneficiándose de las medidas de apoyo del gobierno.
La generación local de electricidad con energía solar o eólica no sólo
es más limpia que la energía convencional, sino que reduce o elimina
las pérdidas de trasmisión y distribución, que oscilan entre el 4 y el
7% en los países industriales hasta más del 40% en algunas zonas del
mundo en desarrollo.43
En algunos lugares también se están pintando los tejados y plan-
tando jardines en las terrazas para reducir el consumo de energía entre
un 10 y un 50%. En Alemania se ha desarrollado una tecnología mo-
derna de tejados verdes inspirada en los tejados y paredes cubiertas de
vegetación de Islandia. La sustitución de los tejados oscuros, que ab-

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sorben calor, por una cubierta de plantas disminuye la temperatura
ambiente y reduce el gasto de energía en calefacción y en refrigeración.
Hay ejemplos de tejados verdes en todo el mundo, entre otros el Ayun-
tamiento de Chicago, el aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam y la
fábrica Rouge River de la empresa Ford en Michigan —en conjunto
4,2 hectáreas de verde.44

La energía de todo lo que compramos


Todo lo que usamos lleva asociado un componente de gasto energéti-
co, y la producción de nuestros vehículos, aparatos eléctricos, edificios,
e incluso de nuestra ropa y nuestros alimentos, absorbe la mayor parte
del consumo energético global. En los años setenta, la fabricación de
estos productos requería entre un 25 y un 70% de la energía total (con
variaciones muy grandes de un país a otro). Esta fracción ha ido dis-
minuyendo de forma constante en todos los países, a medida que cre-
cían los sectores de transportes y de la construcción, pero el gasto ener-
gético de la fabricación sigue aumentando, debido a que compramos y
utilizamos cada vez más cosas.45
Muchas de las mercancías manufacturadas cruzan fronteras y océa-
nos hasta llegar a nuestras manos, aunque la energía consumida en su
fabricación y en su transporte no figura en la contabilidad nacional.
En consecuencia, algunos expertos afirman que la intensidad energéti-
ca está aumentando en algunos países, ya que de hecho importan gran-
des cantidades de energía en las mercancías traídas de fuera. Según uno
de estos cálculos, por ejemplo, el componente energético de las impor-
taciones de Australia supera el componente energético de sus exporta-
ciones.46
La energía absorbida por un determinado producto a lo largo de su
vida útil, de la cuna a la tumba, se denomina el «componente energé-
tico» de ese objeto. El componente energético de un artículo depende
en gran medida de la tecnología utilizada en su fabricación, del grado
de automatización, del combustible utilizado y de la eficiencia de una
máquina determinada o de la central eléctrica, y de la distancia que el
objeto ha viajado desde su punto de origen hasta su punto de venta.
Este valor varía considerablemente de un lugar a otro, e incluso de una
vivienda a otra.
Según algunos cálculos, una persona debe vivir en una vivienda tipo
al menos diez años para que la energía que consume supere el gasto
de energía asociado a los materiales utilizados —vigas de hierro, cimien-

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tos de hormigón, cristales y marcos de las ventanas, azulejos y moquetas
del suelo, tabiques de ladrillo, zócalos y escaleras de madera— y a la
construcción en sí. El componente energético de la vivienda rara vez
permanece estático. A medida que la gente cambia determinados ma-
teriales por materiales nuevos, añade una habitación o un porche, el
componente energético de la casa aumenta.47
Al igual que ocurre con las casas, la fabricación de nuestros auto-
móviles requiere grandes cantidades de energía, para construir y man-
tener en funcionamiento las fábricas y para producir los distintos com-
ponentes que se ensamblan en las cadenas de montaje. La mayor parte
del gasto energético asociado con la fabricación de un coche se deriva
de la producción del acero, del plástico, del cristal, de la goma y de
otros requerimientos materiales. Cuanto mayor sea un coche, mayor
gasto energético, lo que hace que la tendencia a usar modelos más gran-
des y vehículos todoterreno tenga una mayor trascendencia. Y una vez
que el vehículo empieza a rodar, sus requerimientos energéticos inclu-
yen la energía empleada en la construcción y en el mantenimiento de
las autovías y de los puentes por los que circula, los aparcamientos, las
tiendas de coches y de repuestos y las estaciones de servicio imprescin-
dibles para que pueda circular. En total, el gasto energético asociado a
un coche puede ser un 50-63% superior al consumo directo de com-
bustible del vehículo a lo largo de su vida útil, y los impactos ambien-
tales son también enormes.48
Pero la fracción mayor del gasto energético asociado a los automó-
viles es la propia conducción. Para que nuestros vehículos circulen
extraemos petróleo del subsuelo de la tierra, lo transportamos donde
nos conviene y lo refinamos para transformarlo en un combustible
utilizable. Las refinerías de petróleo son una de las industrias con ma-
yor demanda energética del mundo —la más intensiva en el uso de
energía en Estados Unidos. En 1998, el refinado de petróleo represen-
tó un 8% del gasto total de energía en EE UU.49
En muchos países, los desplazamientos a los grandes hipermer-
cados de la periferia de las ciudades que están sustituyendo a las
tiendas de alimentación de los barrios absorben una fracción creciente
del gasto en transporte de los hogares. En la actualidad muchas per-
sonas gastan casi tanta energía en hacer la compra como la utilizada
por los productores para hacer llegar los alimentos al mercado. Y
cuanto más lejos viaja la comida, mayor es su componente energé-
tico no sólo debido al combustible empleado en el transporte sino
porque también requiere más aditivos y preservativos, más refrige-
ración y mayor cantidad de embalaje. En gran parte del mundo, el

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transporte de alimentos a las tiendas locales y desde allí a los hoga-
res, es uno de los focos de emisión de gases de efecto invernadero
con más rápido crecimiento.50
La producción de nuestros alimentos también requiere grandes can-
tidades de energía. Mucha procede directamente del sol, pero cerca del
21% de las energías fósiles utilizadas en el mundo van a parar al siste-
ma alimentario global. Según cálculos de David Pimentel, de la Uni-
versidad de Cornell, la producción y el consumo de los alimentos ab-
sorbe alrededor del 17% del gasto de energías fósiles del sistema
alimentario: un 6% la producción ganadera y los cultivos, un 6% el
procesado y empaquetado y un 5% la distribución y el cocinado.51
La cuestión de si el componente energético de la economía está
aumentando en algunos países es un debate abierto , y depende en gran
medida de la intensidad energética de los países que fabrican los bie-
nes consumidos. Corea del Sur, por ejemplo, tiene la industria de ace-
ro más eficiente del mundo en términos energéticos, y el transporte
por barco es también relativamente eficiente. La exportación de coches
coreanos a países donde la fabricación de acero es menos eficiente, como
Estados Unidos, podría reducir por tanto el componente energético de
los vehículos que circulan por las carreteras de EE UU.52
Las diferencias en intensidad energética de la industria de un país a
otro son de hecho muy grandes. A principios de los noventa, la indus-
tria pesada japonesa y alemana utilizaba menos de la mitad de la ener-
gía consumida en Canadá y en Estados Unidos por unidad de produc-
ción, debido principalmente a la diferencia de precios de la energía. Los
sectores de fabricación de Japón, Corea del Sur y países de Europa
Occidental son los más eficientes del mundo, mientras que los de los
países en desarrollo, el antiguo bloque soviético y algunos países in-
dustriales —en particular Estados Unidos y Australia— son los menos
eficientes. No obstante, algunos países en desarrollo han dado un gran
salto cualitativo, aprovechándose de tecnologías modernas y rivalizan-
do en eficiencia con Japón y Europa.53
Los consumidores pueden reducir notablemente el consumo ener-
gético de la sociedad demandando artículos y procesos que tengan un
componente energético menor, así como apoyando a las empresas que
los producen. Lamentablemente, el etiquetado sólo refleja por ahora
el consumo de energía directo de los productos, y no su componente
energético, dificultando la comparación entre distintos artículos. A pesar
de ello, muchos consumidores ahorran ya grandes cantidades de ener-
gía reciclando o comprando materiales reciclados en lugar de depender
de recursos vírgenes. La producción de aluminio a partir de materiales

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reciclados, por ejemplo, requiere un 95% menos de energía que su
fabricación a partir de materias primas originales.54

Políticas y opciones
Constantemente adoptamos decisiones que afectan a nuestro gasto ener-
gético. De hecho, la cantidad y el tipo de energía que consumimos es el
resultado de dos tipos de decisiones: las opciones decididas por la socie-
dad y las que adoptamos a título individual y familiar. Las decisiones de
la sociedad en lo referente a gravar o subvencionar determinadas activi-
dades —por ejemplo la construcción de carreteras y la circulación de
coches— inducen a la gente a adoptar determinados estilos de vida,
ampliando y limitando al mismo tiempo sus opciones. Pero los consu-
midores tenemos todavía una considerable capacidad de decisión, pudien-
do optar por utilizar el coche más o menos, o por aislar nuestras vivien-
das. El consumo energético de dos personas con ingresos similares, que
viven en el mismo tipo de sociedad y en climas parecidos, es a menudo
muy distinto como resultado de opciones personales.
Si queremos satisfacer las necesidades de los miles de millones de
personas que carecen en la actualidad de servicios modernos de ener-
gía, y restringir al mismo tiempo el gasto energético para no dañar el
medio ambiente, será necesario apostar tanto a nivel social como indi-
vidual por unas opciones energéticas distintas. Las políticas de los go-
biernos constituyen una de las vías con que cuenta la sociedad para
definir sus opciones energéticas, y la política de precios de la energía
es una de las más importantes.
A medida que las economías se desarrollan, determinados factores
como el clima, la densidad de población y el índice de urbanización
pierden relevancia, y los precios de la energía pasan a ser un factor
determinante de la intensidad energética de un país. De hecho, algu-
nos países en los que los precios de la energía son altos —como Japón
y Alemania— tienen también una intensidad energética más baja, mien-
tras que países con precios más bajos son generalmente grandes con-
sumidores de energía, como el gas y el petróleo en Estados Unidos, el
carbón en Australia y la electricidad en Escandinavia.55
Cuando los precios son bajos, el gasto energético supone una frac-
ción menor de los costes totales de cualquier negocio, de la fabrica-
ción de un producto, o del presupuesto familiar; en consecuencia, las
inversiones en ahorro energético son bajas. A largo plazo, los precios
de la energía influyen también en nuestras decisiones sobre qué desea-

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mos adquirir en propiedad, el tamaño de nuestras casas, cuánto utili-
zamos el coche y los aparatos eléctricos e incluso nuestras preferencias
en cuanto a productos y tecnologías. La política de los gobiernos de-
sempeña por tanto un importante papel, apuntalando algunas veces las
subidas o haciendo que bajen los precios de la energía. A través de sub-
venciones, impuestos, tasas, normativas y otras medidas, las políticas
gubernamentales repercuten de forma muy directa en el suministro y
la demanda energética y en la eficiencia de nuestras viviendas, apara-
tos eléctricos, coches y fábricas.56
En muchos países, los impuestos sobre los automóviles y sobre los
carburantes, en paralelo con unas inversiones en transporte público y
en infraestructura para bicicletas, influyen considerablemente en las
ventas de coches y en el numero de desplazamientos realizados con este
medio de transporte, e incluso en las características del parque móvil,
pudiendo potenciar el uso del transporte público, en bicicleta o en tren.
Cuando los gobiernos o las propias empresas subvencionan el trans-
porte público, es más fácil que la gente tienda a ir al trabajo en auto-
bús o en metro y no en coche. En Dinamarca, donde los impuestos
de matriculación superan el precio de venta de los coches, y donde la
infraestructura ferroviaria y para bicicletas está muy desarrollada, más
del 30% de las familias ni siquiera tienen coche —no porque no pue-
dan permitírselo, sino porque no desean tenerlo. Las tasas por conges-
tión, como las que se han adoptado recientemente en Londres, tam-
bién pueden incentivar a los viajeros a decidirse por opciones más
eficientes en términos energéticos.57
Los impuestos, las políticas de vivienda y las normas de edificación
influyen también en la elección del tamaño y la situación de una vi-
vienda. En Estados Unidos, los intereses del crédito hipotecario de una
vivienda son deducibles de los impuestos, lo que facilita la adquisición
de una vivienda de cualquier tamaño, pero también estimula la com-
pra de casas más grandes en urbanizaciones dispersas por el territorio.
En Suecia, los impuestos también favorecen la adquisición de vivien-
das en propiedad, pero dado que durante décadas la política de vivien-
da se ha centrado más bien en la promoción de apartamentos, una
mayoría de las personas viven en apartamentos y las ciudades son en
consecuencia más compactas. Las viviendas y el menaje interior son más
eficientes en lugares como California y Japón, donde las normas de
edificación y los criterios de los aparatos son cada vez más estrictos,
incorporando los últimos adelantos tecnológicos.58
Los gobiernos pueden influir también en el componente energético
de los productos utilizados y los desechos generados. No menos de 28

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países —entre otros Brasil, Uruguay, China y todos los países euro-
peos— exigen actualmente a los fabricantes la recuperación de los com-
ponentes para su reutilización y reciclado. En consecuencia, las com-
pañías se han interesado y han invertido en facilitar el desmontaje y el
reciclado, y en aumentar la calidad y la vida útil de sus productos, re-
duciendo así la cantidad de energía utilizada en su fabricación.59
No obstante, una mayoría de países sigue favoreciendo el coche y
el transporte en avión en detrimento de otras alternativas con menor
gasto energético, y se inclinan más por las energías convencionales que
por las renovables y por nuevos suministros en vez de aplicar medidas
de eficiencia. A mediados de los noventa, las subvenciones de los go-
biernos destinadas a los combustibles fósiles y a la energía nuclear as-
cendían a 250.000-300.000 millones de US$ anuales en todo el mun-
do. Desde entonces, varios países en desarrollo y en transición han
reducido considerablemente la financiación pública destinada a la ener-
gía, pero a nivel mundial las subvenciones que reciben las energías
convencionales siguen siendo muy superiores a las destinadas a las re-
novables y a las medidas de eficiencia. Y en todo el mundo los países
invierten sumas enormes en infraestructuras de transporte de grandes
dimensiones y en industrias con gasto energéticos muy elevados, en lugar
de potenciar alternativas con requerimientos menos intensivos en energía
y, por tanto, menos dañinas.60
Dado que las subvenciones reducen artificialmente el precio de la
energía, pueden conducir a excesos de consumo. Las políticas de con-
tención de precios de la energía en Corea del Sur han minado los ob-
jetivos de mejora de la eficiencia adoptados en este país. A finales de
los noventa, el consumo energético per capita de los hogares coreanos
superaba la media europea. Y las subvenciones benefician a menudo a
quienes menos lo necesitan. Hasta el año 2003, por ejemplo, el go-
bierno de Nigeria concedió más de 2.000 millones de US$ anuales en
subvenciones para combustibles que beneficiaron a las familias ricas por
lo menos tanto como a las pobres. Las subvenciones favorecían tam-
bién el tráfico de combustible barato, que se sacaba de contrabando,
obligando al país a incrementar el volumen de unas importaciones más
caras.61
Las subvenciones nacionales, sumadas a los miles de millones de US$
proporcionados anualmente por el Banco Mundial y por las agencias
de crédito a la exportación para centrales de generación eléctricas ba-
sadas en combustibles fósiles altamente contaminantes, inhiben el de-
sarrollo de otras alternativas de mejora de la eficiencia y de uso de
energías renovables, atrayendo a las industrias con un gasto energético

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elevado hacia los países en desarrollo y suponiendo una oportunidad
perdida para estos países de dar un salto cualitativo aplicando nuevas
tecnologías.62
La no internalización de los costes de la energía actúa asimismo como
una subvención, dado que los consumidores no pagan directamente las
repercusiones ambientales, sociales y de seguridad de sus opciones ener-
géticas —bien sea en términos de fuente de energía, o de la cantidad
que deciden utilizar. Durante décadas, los intentos de los gobiernos por
resolver los problemas de la energía se han centrado principalmente en
reducir la energía utilizada en la producción, más que en abordar las
motivaciones y problemas asociados al incremento constante del con-
sumo. Desgraciadamente, las mejoras logradas en términos de eficien-
cia de los procesos productivos han quedado anuladas por el aumento
del gasto energético derivado de un nivel de consumo cada vez mayor.
Pero, debido en muchos casos a la preocupación por problemas
ambientales como el cambio climático, algunos países han empezado
ya a promover un consumo sostenible a través de impuestos verdes y
de cambios en los sistemas tributarios, gravando el uso de energía y de
otros recursos más que la mano de obra. Alemania, por ejemplo, esta-
bleció nuevos impuestos sobre las energías convencionales en 1999,
proporcionando un incentivo financiero al ahorro energético y a las
tecnologías renovables y reduciendo las cargas impositivas sobre el
empleo.63
Si bien las políticas de los gobiernos tienen una gran influencia en el
consumo energético, las decisiones de los propios consumidores tienen
también unas repercusiones importantes. Para bien o para mal, los con-
sumidores están haciendo que las cosas cambien. La compra de un ve-
hículo híbrido eléctrico o de un todoterreno modelo Hummer, el hecho
de viajar en avión, o en tren, o en bicicleta, o de quedarse tranquilamente
en casa en lugar de viajar, son decisiones trascendentales que marcan las
diferencias. Desgraciadamente, los consumidores están decidiéndose cada
vez más y más por aparatos eléctricos más potentes, viviendas más gran-
des, y vehículos que parecen verdaderos tanques para desplazamientos de
una sola persona por zonas urbanas, o hasta los grandes centros comer-
ciales e hipermercados de las afueras. En el otro platillo de la balanza,
aunque su peso sea menor, otros consumidores están apostando por ve-
hículos híbridos más eficientes, comprando alimentos producidos local-
mente, instalando paneles fotovoltáicos en sus tejados y apostando por
las energías renovables. (Ver también capítulo 6.)
En gran parte de Alemania y de Dinamarca se están instalando
aerogeneradores que suministran energía local a una comunidad, pro-

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movidos por cooperativas o por los propios vecinos a título individual.
En otras zonas, la gente está contratando el suministro eléctrico con
empresas que producen energías «limpias». Para cubrir la creciente de-
manda de los consumidores en Estados Unidos, la potencia de ener-
gías renovables se había incrementado a finales del año 2002 en 980
megawatios y hay proyectos —algunos en construcción— para la am-
pliación de esta potencia en otros 430 megawatios. Y como resultado
de una campaña de los estudiantes reclamando que sus centros ejer-
cieran un liderazgo en gestión ambiental, la Universidad de California
y el Distrito Universitario de Los Angeles se han comprometido a re-
ducir el consumo energético, a contratar energías limpias y a instalar
paneles fotovoltáicos en todos los edificios del recinto universitario. Las
instalaciones de estas dos universidades podrían suponer un aumento
del 30% de las instalaciones fotovoltáicas conectadas a la red en Esta-
dos Unidos.64
Algunos consumidores están yendo aún más lejos. Las autoridades
locales y los representantes de un considerable número de ayuntamientos
de toda Europa han suscrito la Declaración de Bruselas por una Políti-
ca Energética Sostenible en las Ciudades, comprometiéndose a traba-
jar por un uso sostenible de la energía en Europa y promoviendo la
creación de un marco legal para apoyar estos esfuerzos. En 1992, los
habitantes de más de 30 ayuntamientos de Holanda votaron a favor
de la eliminación del coche del centro de las ciudades, y en este país la
superficie de los aparcamientos para bicicletas en las estaciones de tren
supera con creces la destinada a coches, como consecuencia de la de-
manda de los propios usuarios. Los alemanes y los suizos iniciaron en
los años ochenta un programa de «coches compartidos», y esta idea se
ha extendido ahora a más de 550 comunidades en ocho países euro-
peos, y cuenta con no menos de 70.000 ususarios. La práctica de com-
partir el coche está empezando a hacerse popular también en Nortea-
mérica, con programas ya en marcha en más de 40 ciudades de Estados
Unidos, desde Seattle a Washington D.C.65
En más de 40 países, comunidades preocupadas por el futuro del
planeta han fundado «ecoaldeas», comprometidas en la búsqueda de
estilos de vida sostenibles a través del diseño y la construcción ecológica,
el aprovechamiento de la energía pasiva y la utilización de renovables,
la creación de espacios comunitarios y la agricultura ecológica local. Pero
no es necesario vivir en una ecoaldea para reducir el gasto energético y
nuestro impacto en el medio natural. California lo ha demostrado cuan-
do, a raíz de la crisis energética de 2001, consiguió reducir el gasto de
electricidad a un 7,5% menos que el verano anterior, mediante cam-

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bios de comportamiento y cambios tecnológicos. Y en Londres un ba-
rrio de viviendas —Zero Emissions Development (ZED)—, vendidas
mucho antes de terminarse, ha sido diseñado para minimizar la conta-
minación y el gasto energético, incorporando tecnologías y diseños ver-
des en su construcción y buscando la proximidad a medios de trans-
porte público, y con vehículos eléctricos compartidos y contadores en
lugares muy visibles que facilitan el control del consumo por los veci-
nos. Bill Dunster, el arquitecto que diseñó el proyecto, se inspiró en
el hecho de que gran parte del despilfarro de energía está relacionado
con nuestras opciones cotidianas y afirma que «estos cambios pueden
mejorar nuestra calidad de vida, por tanto ¿por qué no cambiar?». 66
Se suele dar por hecho que calidad de vida y consumo energético
están relacionados indisolublemente. La energía puede mejorar nues-
tras vidas, proporcionándonos servicios que satisfacen nuestras necesi-
dades básicas y que sacan a las personas de la pobreza, la enfermedad,
el hambre y el frío. Y las aspiraciones a una «calidad de vida mejor»
—que se sigue definiendo todavía en términos de una vivienda más
grande, más coches, aparatos eléctricos y posesiones— estimulan un
mayor consumo energético. Pero, cabría preguntarse si hay un punto
a partir del cual el incremento del gasto energético sólo nos aporta
beneficios despreciables. ¿Cuánto necesitamos realmente para alcanzar
una buena calidad de vida?
Para responder a estas preguntas es útil analizar la relación entre
aquello que se percibe como calidad de vida en distintos países y el
consumo energético. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) fue creado
por las Naciones Unidas para subrayar la importancia de las personas,
y no sólo el crecimiento económico, en el desarrollo. Mide la educa-
ción, la longevidad y el nivel de vida de las poblaciones. El experto en
energía Carlos Suárez ha estudiado la relación entre IDH y consumo
energético. Para la población más pobre, incrementos de consumo ener-
gético incluso pequeños pueden mejorar de forma espectacular su cali-
dad de vida, tanto directa como indirectamente. Por ejemplo, la luz
eléctrica reduce la vista cansada y alarga el horario disponible para la
educación; los combustibles modernos evitan riesgos en la cocina; y los
motores para bombeo de agua disminuyen el tiempo necesario para
abastecerse de agua. La mejora de los servicios energéticos aumenta
también las posibilidades de incremento de los ingresos, y en conse-
cuencia de mejoras en la calidad de vida. Según Suárez, el beneficio
adicional por unidad de energía consumida empieza a descender cuan-
do nos acercamos a un nivel de consumo de 1.000 kilos de petróleo
equivalente por persona y año, y entre los 1.000 y 3.000 kilos los be-

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neficios del incremento del consumo energético empiezan a descender
de forma significativa. Por encima de este nivel, incluso si el consumo
energético por persona se triplica, no se da un aumento correlativo del
IDH del país. Italia, Grecia y Sudáfrica son algunos ejemplos de paí-
ses cuyos niveles de consumo se acercan a los 3.000 kilos por persona
y año, mientras que en EE UU el gasto energético por habitante es de
casi el triple de esta cantidad.67
El investigador Robert Prescott-Allen ha desarrollado el Índice de
Bienestar, en un intento de medir la calidad de vida incorporando otros
parámetros. (Ver Capítulo 8.) Se trata de una escala basada en 87
indicadores de bienestar humano y de estado de los ecosistemas, entre
los que cabe citar salud, educación, riqueza, libertad y derechos de las
personas, así como diversidad y calidad de los ecosistemas, calidad del
aire y de las aguas y utilización de los recursos. Según este índice, Sue-
cia sería el país con mayor bienestar de un total de 180 países en todo
el mundo, mientras que los Emiratos Árabes Unidos ocupan uno de
los lugares más bajos de la escala, a pesar de que el consumo energéti-
co medio de una persona en los Emiratos es casi el doble que la media
de consumo de un sueco. (Ver tabla 2-4.) Sin embargo Austria, cuyo
gasto energético por persona es alrededor del 61% del de un sueco,
figura entre los países con un índice más alto de bienestar. No existe,
por tanto, una correlación fija entre consumo energético y bienestar
percibido, y es posible avanzar de forma importante en la reducción
del consumo sin renunciar a mejoras en la calidad de vida.68
Estas noticias son alentadoras, ya que el status quo es insostenible
en términos sociales, económicos y medioambientales. Cada vez es más
evidente que las pautas de consumo energético actuales están llevando
al deterioro de la calidad de vida de muchas personas en todo el mun-
do —agravando la contaminación del aire y de las aguas, incrementando
los problemas de salud, multiplicando los costes económicos y de se-
guridad asociados a la extracción y al uso del petróleo y debilitando
los sistemas naturales de los que depende nuestra propia existencia, entre
los que se incluye el clima del planeta. Muchos países en desarrollo,
con un número elevadísimo de habitantes en zonas densamente pobla-
das, están percibiendo estos límites muy rápidamente, y empiezan a
actuar en consecuencia. Por ejemplo, los gravísimos problemas de trá-
fico y de contaminación de Shanghai han obligado a la ciudad a limi-
tar el número de vehículos matriculados cada mes.69
¿Podrá soportar la Tierra nuestras necesidades crecientes de energía
en el siglo XXI, asumiendo incluso un cambio rápido y espectacular a
favor de tecnologías más eficientes y de las energías renovables? Nadie

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Tabla 2-4. Consumo energético y bienestar
energético bienestar,, países seleccionados

País Puesto en la Puesto en la Porcentaje del


escala de bienestar* escala de consumo consumo energético
energético per cápita** per cápita de Suecia

%
Suecia 1 10 100
Finlandia 2 6 112
Noruega 3 8 104
Austria 5 26 101
Japón 24 19 70
Estados Unidos 27 4 140
Federación Rusa 65 17 71
Kuwait 119 3 162
Emiratos Arabes Unidos 173 2 190

* De un total de 180 países.


** Basado en el suministro de energía primaria total
Fuente: ver nota al final nº 68.

lo sabe con certeza, pero es seguro que no va a ser fácil. El aumento


de la población y los crecientes niveles de consumo por habitante
—en particular en los países en desarrollo, donde vive el 75% de la
población mundial actual— podrían anular incluso los esfuerzos más
ambiciosos para la adopción de nuevas tecnologías energéticas.70
Se prevé que para el año 2050 la población mundial habrá aumen-
tando en más del 40%, llegando a una cifra de 8.900 millones de per-
sonas. Suponiendo que los habitantes del Tercer Mundo gastasen la
misma cantidad de energía que la media actual de una persona en los
países ricos —una cifra muy por debajo del consumo per capita en
Estados Unidos— el consumo en el mundo en desarrollo se multipli-
caría por más de ocho entre 2000 y 2050. Si todos los habitantes de
la Tierra mantuviesen este nivel, el consumo energético mundial se mul-
tiplicaría por cinco en el mismo período.71
Si bien este ritmo de crecimiento es muy improbable, difícilmente
se podrá cubrir la creciente demanda durante este siglo con fuentes
convencionales de combustibles fósiles. Y un incremento del consumo
de tecnologías y combustibles convencionales agravaría las amenazas
sobre el medio natural, la salud pública y la estabilidad internacional,
con importantes implicaciones para nuestra calidad de vida. De conti-

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nuar las actuales tendencias de aumento de consumo será difícil satis-
facer las necesidades mundiales de energía, incluso si se adoptan mejo-
ras importantes de eficiencia y se potencian las energías alternativas.
Es preciso que los hábitos de consumo cambien también. Tendremos
que encontrar nuevas maneras de satisfacer las necesidades de nuestras
mentes y de nuestros cuerpos con un menor gasto de energía en trans-
porte y en nuestros edificios, y con un menor componente energético
en todo lo que compramos.
El Secretario General de la Organización para la Cooperación Eco-
nómica y el Desarrollo (OCDE), que representa a los países más ricos
del mundo, reconoció recientemente que en todo el mundo «hay un
consenso cada vez mayor sobre la necesidad de cambiar de forma radi-
cal nuestros hábitos de consumo energético». Los gobiernos pueden
contribuir a encauzar el gasto energético a través de instrumentos como
las inversiones en infraestructuras, las normativas, los incentivos y los
precios de la energía. La voluntad política y unas políticas efectivas y
apropiadas son esenciales para impulsar este cambio.72
Pero depende de nosotros individualmente —en nuestra faceta de
consumidores, y como miembros de diversas comunidades— el que sea-
mos capaces de reconocer la relación entre nuestras opciones de con-
sumo y su impacto sobre el medio que nos rodea. Tenemos que afron-
tar la realidad de los límites a los que nos enfrentamos y cambiar la
forma en que utilizamos la energía.

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ENTRE BASTIDORES

Ordenadores

La economía informática posindustrial se describe a menudo, equivocada-


mente, como precursora de una era de «desmaterialización» dado el gran valor
y utilidad de los minúsculos semiconductores, el componente básico de los
chips de los ordenadores y dispositivos electrónicos tienen. Pero los semicon-
ductores consumen en realidad mayor cantidad de materiales que gran par-
te de las mercancías «tradicionales». La fabricación de un microchip de 32
megabytes requiere al menos 72 gramos de productos químicos, 700 gra-
mos de gases elementales, 32.000 gramos de agua y 1.200 gramos de com-
bustibles fósiles. El funcionamiento del chip durante una vida media típica
—cuatro años de funcionamiento durante tres horas al día— supone un gasto
de otros 440 gramos de combustibles fósiles. Para producir un chip de 2 gra-
mos se utilizan materiales secundarios que pesan 630 veces lo que el pro-
ducto final. En comparación, los recursos utilizados en la fabricación de un
coche pesan sólo el doble que el producto final.1
Los chips se fabrican en «salas limpias» de polvo y de otras partículas que
puedan estropear las delicadas obleas de silicona. Pero en estas salas los tra-
bajadores están expuestos a multitud de productos químicos que pueden estar
asociados con el cáncer, abortos y defectos de nacimiento. Estas instalacio-
nes generan además un volumen enorme de residuos químicos que han con-
taminado las aguas subterráneas en numerosos emplazamientos de plantas
de alta tecnología. En California, el condado de Santa Clara, cuna de la
industria de semiconductores, tiene más vertederos de residuos tóxicos que
ningún otro condado de Estados Unidos.2
El número de ordenadores personales se multiplicó por cinco en todo el
mundo desde 1988 a 2002 —de 105 millones a más de 500 millones. Cada
aparato es un sumidero de sustancias tóxicas. El típico monitor con panta-
lla de tubo de rayos catódicos (TRC) contiene de 2 a 4 kilos de plomo, así
como fósforo, bario y cromo hexavalente. Otros componentes tóxicos inclu-
yen el cadmio de los reóstatos y de los semiconductores de los chip, el berilio
de las placas base y de las conexiones y retardantes de llama bromados en
las placas de circuito impreso y en los revestimientos plásticos. Un ordena-
dor medio contiene 6,3 kilos de plásticos, entre otros el cloruro de polivinilo

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(PVC). La combinación de plásticos diferentes hace que su reciclaje sea todo
un desafío. El PVC es especialmente difícil de reciclar y contamina además
a otros plásticos durante este proceso.3
La electrónica es la industria manufacturera con mayor y más rápido
crecimiento del mundo, y el volumen de residuos electrónicos también está
creciendo muy rápidamente debido al ritmo acelerado de renovación de sus
productos. Por cada ordenador nuevo que salga al mercado en 2005 en Es-
tados Unidos, quedará obsoleto otro aparato. Los ordenadores se desechan a
menudo no porque se hayan estropeado, sino porque la rápida evolución de
la tecnología hace que los aparatos se queden anticuados o sean incompati-
bles con los nuevos programas. Los norteamericanos sustituyen sus ordena-
dores personales Pentium cada dos o tres años. Muchas de las grandes insti-
tuciones renuevan sus equipos de forma periódica; los 50.000 empleados de
Microsoft en todo el mundo reciben un nuevo ordenador cada tres años, por
término medio.4
Los gobiernos calculan que tres cuartas partes de todos los ordenadores
vendidos en Estados Unidos están almacenados en los sótanos de las vivien-
das o en los armarios de las oficinas, esperando ser eliminados. Los que se
tiran a la basura suelen terminar en los vertederos o en las incineradoras de
residuos. Alrededor del 70% de los metales pesados de los vertederos de
EE UU proceden de la chatarra electrónica. Estas sustancias tóxicas pueden
infiltrarse en los suelos y pasar a las aguas subterráneas, con riesgo de pro-
vocar daños en el sistema nervioso central y perturbaciones del sistema en-
docrino y del desarrollo cerebral y daños a algunos órganos de las personas
expuestas a ellas. La incineración es igualmente dañina. La combustión del
PVC y de los retardantes de llama bromados, por ejemplo, genera dioxinas
y furanos —dos de los contaminantes orgánicos más persistentes y letales.5
Los ordenadores desechados en los países industriales son transportados
a lugares lejanos por la industria del reciclado, que calcula que entre un 50
y un 80% de la chatarra electrónica recogida en EE UU para reciclaje es
enviada a Asia, principalmente a China, a la India y a Pakistán. Según la
Agencia de Protección Ambiental de EE UU, es diez veces más barato em-
barcar los monitores TRC rumbo a China que reciclarlos dentro del país.
El bajo coste, y una normativa más permisiva en los países receptores está
impulsando el comercio internacional de sustancias tóxicas, a pesar de estar
prohibido internacionalmente este tipo de intercambios por el Convenio de
Basilea, el principal tratado internacional sobre movimientos transfronterizos
de residuos peligrosos. (Estados Unidos es el único país industrial que no ha
ratificado el Convenio de Basilea; las exportaciones de materiales peligrosos
siguen siendo legales y recientemente han sido eximidas incluso del cumpli-
miento de las normativas de exportación.)6
Una investigación llevada a cabo en diciembre 2001 por la Red de Ac-
ción de Basilea y por Greenpeace de China reveló que la mayor parte de los
ordenadores de Guiyu, un centro de procesamiento de residuos electrónicos

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de China, proceden de Norteamérica y en menor medida de Japón, de Co-
rea del Sur y de Europa. El estudio desvelaba también que en las instalacio-
nes de «reciclado» los ordenadores se desmontaban a martillazos, utilizando
escoplos, destornilladores o incluso con los manos sin protección alguna. Los
trabajadores rompen los monitores TRC para retirar la brida de cobre y el
resto se abandona directamente en campo abierto o se tira a los ríos. Los
vecinos de la zona dicen que el agua tiene ahora un sabor fétido debido al
plomo y a otros contaminantes. 7
Los trabajadores vacían los cartuchos de toner de las impresoras con las
manos, sin guantes, sin monos y sin mascarillas protectoras, barriendo con
un pincel de pintar a cubos el polvillo residual. Según Xerox y Canon, el
polvo de carbón y otros componentes del toner provocan irritación respira-
toria y pulmonar. Los trabajadores están expuestos también a los gases tóxi-
cos de las soldaduras de plomo y de estaño al calentar las placas del circuito
impreso para recuperar los chips que contienen oro, y los baños ácidos que
utilizan para disolver y precipitar el oro emiten compuestos clorados y gases
de dióxido de azufre. Los cables de PVC se amontonan y se queman en si-
tios abiertos para recuperar el cobre. Irónicamente China prohibió las im-
portaciones de residuos sólidos en 1996 y añadió en 2000 una cláusula pro-
hibiendo expresamente la importación de ordenadores, monitores y TRC, pero
esta legislación se aplica de forma muy permisiva.8
A medida que los países industriales adopten leyes más estrictas para re-
gular el vertido de residuos electrónicos en vertederos e incineradoras, es
probable que aumente el flujo de ordenadores hacia los países en desarrollo,
a no ser que en el país de origen se introduzcan otras medidas para recupe-
rar los desechos. En el año 2002, el Parlamento Europeo aprobó dos direc-
tivas sobre «extensión de responsabilidad al fabricante» que obligan a los pro-
ductores de aparatos electrónicos a eliminar de forma progresiva los materiales
peligrosos, responsabilizándose de la recuperación y reciclado de los residuos
electrónicos.9

Radhika Sarin

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3

Aumentando la productividad del agua


Sandra Postel y Amy Vickers*

El tazón de café que desayunamos cada la mañana y la taza de té de la


merienda contienen moléculas de agua que han circulado por la atmós-
fera de la Tierra miles de millares de veces. El agua en estado líquido
ha estado presente en la Tierra desde hace más de 3.000 millones de
años, pasando de los mares al aire y del aire a la tierra. Impulsado por
la energía del sol, este ciclo continuo crea una falsa impresión de abun-
dancia: nos parece que disponemos de agua dulce en cantidades ilimi-
tadas, puesto que nos llueve del cielo año tras año.
Sin embargo, a lo largo de las dos últimas décadas, la magnitud de
las repercusiones de la actividad humana en los ecosistemas acuáticos
de la Tierra —los ríos, los lagos, los humedales y los acuíferos subte-
rráneos en los que el agua se almacena, circula y se purifica de forma
cíclica— han hecho desvanecerse este espejismo. En gran parte de Chi-
na, la India, Irán, México, Oriente Medio, el norte de África, Arabia
Saudita y Estados Unidos, los niveles freáticos están descendiendo de-
bido a una extracción excesiva de aguas subterráneas. Muchos arroyos

* Sandra Postel es coautora de Rivers for Life: Managing Water for People and Nature (Island Press,
2003) y directora del Proyecto de Política Global de Aguas en Amherst, (Massachusetts). Amy Vickers,
autora de la publicación galardonada (con el Benjamin Franklin Award) Handbook of Water Use and
Conservation: Homes, Landscapes, Businesses, Industries, Farms (WaterPlow Press, 2001), es ingeniera
y experta en conservación de agua en la consultora internacional (international consulting) Amy Vickers
& Associates, Inc., en Amherst, (Massachusetts).

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y cursos de agua —incluyendo ríos tan importantes como el Colora-
do, el Río Grande, el Ganges, el Indo, el Amarillo y Amu Dar’ay— se
secan en determinadas épocas del año. Y las aguas de los grandes la-
gos, entre los que cabe destacar el mar de Aral en Asia y el lago Chad
en África, han disminuido de tal forma que estos mares interiores son
hoy una triste sombra de lo que fueron antaño. La superficie de los
humedales de agua dulce, ecosistemas que desempeñan una extraordi-
naria labor de purificación de las aguas, se ha reducido a casi la mitad
en todo el mundo. Al menos un 20% de las 10.000 especies de peces
de agua dulce de la Tierra han desaparecido o están en peligro de ex-
tinción.1
A medida que crecía la población y el consumo durante estos últi-
mos cincuenta años, se ha acelerado la magnitud y el ritmo del impac-
to de la actividad humana sobre los ecosistemas de agua dulce. La de-
manda de agua en el mundo se ha triplicado aproximadamente. El
número de grandes presas (de más de 15 metros de altura) ha aumen-
tado de 5.000 en 1950, a más de 45.000 en la actualidad, lo que su-
pone un ritmo medio de construcción de dos grandes presas al día
durante 50 años. Anteriormente sólo se contabilizaban los beneficios
de estos grandes proyectos de ingeniería, sin prestar apenas atención a
los costes sociales y ecológicos. Se registraba el número de hectáreas
puestas en regadío, los kilowatios-hora generados y el número de ha-
bitantes abastecidos, sin tener en cuanta las pesquerías destruidas, las
especies acuáticas amenazadas y la población desplazada de sus hoga-
res, ni la sostenibilidad de las formas de utilización del agua apareja-
das al desarrollo hidráulico a gran escala.2
Una sociedad perdurable y segura ha de satisfacer sus necesidades
de agua sin destruir los sistemas de los que depende tanto su suminis-
tro como el de las generaciones venideras. La buena noticia es que es
posible alcanzar este objetivo.
En la actualidad, la agricultura consume un 70% del agua utilizada
en todo el mundo, la industria un 22% y las poblaciones y munici-
pios un 8%. Las posibilidades de incrementar la eficacia en la utiliza-
ción del agua en las explotaciones agrícolas, en las fábricas y en las ciu-
dades y hogares apenas son un filón sin explorar. La mejora de la eficacia
por sí sola no es, sin embargo, suficiente. Teniendo en cuenta el creci-
miento de la población y el aumento del nivel de vida, las decisiones
individuales sobre hábitos de consumo —desde la comida diaria hasta
la compra de todo tipo de productos— desempeñarán un papel de-
cisivo.3

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Hacia una nueva cultura de gestión del agua
A diferencia del cobre, del petróleo y de una mayoría de las materias
primas, el agua no es un mero recurso que adquiere valor cuando el
hombre lo extrae y lo utiliza. El agua es fundamentalmente el soporte
de la vida. Cuando bombeamos o desviamos el agua de su curso natu-
ral para atender las necesidades humanas, estamos explotando un sis-
tema vivo del que depende la supervivencia de multitud de especies y
que rinde servicios muy valiosos a la economía humana. Sólo las fun-
ciones desempeñadas por los humedales pueden valorarse en torno a
los 20.000 US$ por hectárea y año.4
El hecho de que nuestra contabilidad económica no refleje estos
servicios significa que no somos conscientes del coste real de nuestra
utilización del agua. A medida que se desvía más caudal para la agri-
cultura, para la industria y para las ciudades, el volumen de agua que
queda para la naturaleza es cada vez menor. Llega un momento en que
los ecosistemas dejan de funcionar. La trágica situación sanitaria y eco-
nómica en que se encuentra el entorno del mar de Aral, que ha perdi-
do más del 80% de sus aguas debido a trasvases excesivos de sus afluen-
tes, es una clara advertencia del desastre al que podemos estar abocados.5
Los científicos saben ya que un ecosistema saludable requiere no sólo
unos niveles mínimos en cantidad y calidad de agua, sino también unos
flujos cuyas oscilaciones se asemejen al régimen natural de fluctuación
hídrica. Esto es debido a que durante miles de años las especies se han
adaptado a la variabilidad natural de las aguas —al ciclo natural de abun-
dancia y escasez, de inundaciones y sequías— y sus vidas siguen el rit-
mo de estas variaciones. Las especies migran, hacen sus puestas, nidifican
y se alimentan a una señal de la naturaleza. La construcción de presas
y de embalses ha perturbado los flujos hídricos naturales, destruyendo
involuntariamente muchos de los hábitats y de las condiciones de vida
que requieren nuestros compañeros de viaje en la Tierra —y los servi-
cios ecológicos que nos proporcionan.6
¿Qué consecuencia debemos extraer de esta experiencia, en térmi-
nos de consumo y de gestión del agua? Lo ocurrido nos enseña que el
objetivo perseguido en el pasado, de intentar satisfacer una demanda
cada vez mayor, no se sostiene. Para conseguir un equilibrio entre la
satisfacción de las necesidades humanas y la protección de las valiosas
funciones que desempeñan los ecosistemas es preciso reservar una asig-
nación suficiente de agua a la naturaleza durante todo el año que per-
mita mantener esas funciones. Una vez establecida la asignación que
los ecosistemas requieren, el reto es una utilización del remanente de

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agua que satisfaga las demandas humanas de forma eficaz, equitativa y
productiva.
Hablar de este necesario cambio de rumbo es más fácil que llevarlo
a la práctica. Sin embargo, aquí y allá, está empezando a hacerse reali-
dad. En Australia se ha puesto un tope a la extracción de aguas de la
cuenca del río Murray-Darling —la más grande y la de mayor impor-
tancia económica del país— para detener el grave deterioro ecológico
del río. Una decisión tomada justo a tiempo: en el año 2003, el cau-
dal del Murray disminuyó tanto que los depósitos de arena colmataron
su desembocadura. La innovadora Ley de aguas de Sudáfrica de 1998
exige como condición para la concesión de aguas para usos no esencia-
les, que las necesidades básicas de las personas y de los ecosistemas hayan
sido atendidas. El mantenimiento de esta «reserva de agua dulce» es
absolutamente prioritario y, de aplicarse la legislación correctamente,
garantizaría que la extracción de agua no exceda los límites ecológicos
definidos por los científicos y por las comunidades. En agosto del año
2000, el Tribunal Supremo de Hawai resolvió un litigio sobre asigna-
ción de aguas en la isla de Oahu, dictaminando que «el interés públi-
co de esta riqueza natural debe prevalecer sobre los usos privados de
aguas», y que en las decisiones sobre asignación de caudales, el interés
público ha de tener prioridad sobre los usos privados comerciales.7
El establecimiento de unos límites al uso de los ríos y de otros
ecosistemas de agua dulce es clave para un progreso económico soste-
nible, dado que protege unos ecosistemas de los que depende la eco-
nomía e incentiva mejoras en la productividad del agua —el beneficio
neto por cada unidad de volumen de agua extraído del medio natural.
Si las mejoras en la productividad del trabajo —el rendimiento por tra-
bajador— hacen prosperar la economía, también las mejoras en la pro-
ductividad del agua —el rendimiento por metro cúbico de agua— con-
tribuyen a ello. (Un metro cúbico de agua es igual a 1.000 litros.)
La productividad del agua, calculada aproximadamente como el valor
de los bienes y servicios económicos producidos por metro cúbico de
agua, tiende a aumentar a medida que aumenta la renta nacional.
Debido, en primer lugar, a que la producción agrícola utiliza tanta agua
y los precios agrarios son tan bajos en relación con otros bienes, que
la industrialización de la economía supone un incremento del rendi-
miento económico por metro cúbico de agua. En segundo lugar, por-
que la normativa de control de contaminantes, como la establecida en
Japón, Estados Unidos y muchos países europeos, hace que a la industria
le resulte frecuentemente más económico reciclar y reutilizar el agua
empleada en los procesos de producción, que verterla directamente al

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medio ambiente. Por último, a medida que la economía se orienta hacia
los servicios, la productividad del agua tiende a incrementarse más aún.
En Alemania, por ejemplo, el rendimiento económico del agua es de
40 US$ por metro cúbico, diez veces mayor que el de la India. (Ver
Gráfico 3-1.)8

Bangladesh Fuente: FAO, OCDE, US Geological Survey


Egipto (en US$ 2000)
India
Perú
China
Indonesia
México
Federación Rusa
Sudáfrica
Estados Unidos
Brasil
España
Australia
Francia
Alemania

0 60 10 20 30 40
PIB por metro cúbico de agua utilizada

Gráfico 3-1. Pr oductividad del agua en la economía nacional


Productividad
de algunos países, año 2000

La productividad del agua en Estados Unidos (que dedica a la agri-


cultura una proporción de agua mucho mayor que Alemania) es de
aproximadamente 18 US$ por metro cúbico. En la actualidad, la eco-
nomía estadounidense genera un valor económico por cada metro cú-
bico de agua extraído de sus ríos, lagos y acuíferos, que es 2,6 veces
superior que en 1960. (Ver gráfico 3-2.)
Sin embargo, a pesar de esta mejora Estados Unidos presenta todos
los síntomas de un uso insostenible del agua: agotamiento de los
acuíferos, pérdida de humedales, colapso de las pesquerías y cauces flu-
viales secos, entre otros. ¿Por qué? Quienes deciden las políticas toda-
vía no han restringido la utilización del agua para usos humanos a ni-
veles sostenibles desde el punto de vista ecológico —una limitación que
en la práctica incentivaría niveles mucho más elevados de productivi-
dad del agua.9

109

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PIB real por metro cúbico de extracciones anuales de agua
20
Fuente: US Geological Survey, OCDE
(en US$ 2000)
15

10

0
1950 1960 1970 1980 1990 2000

Gráfico 3-2. Pr oductividad del agua en la economía de EE UU,


Productividad
1950-2000

Ricos y pobres en agua


El ciclo hidrológico distribuye el agua por todo el planeta de manera
muy poco uniforme. Seis países del mundo —Brasil, Rusia, Canadá,
Indonesia, China y Colombia— acaparan la mitad del suministro re-
novable de agua dulce de la Tierra, que asciende a 40.700 kilómetros
cúbicos (contando sólo la escorrentía que va a los ríos y acuíferos y sin
tener en cuenta la evaporación y la transpiración de las plantas). La ri-
queza o pobreza hidrológica de una región depende en gran medida
de la fracción del suministro mundial que recibe en relación con el
número de habitantes. Canadá, por ejemplo, es uno de los países más
ricos en agua, superando los 92.000 metros cúbicos por habitante. Entre
los países más pobres figuran Jordania, con una capacidad renovable
anual de 138 metros cúbicos de agua por habitante, Israel, con 124 y
Kuwait, que puede decirse que carece de agua.10
Los valores de recursos hídricos nacionales enmascaran, sin embar-
go, gran parte del déficit hídrico que padece el mundo, dado que la
distribución del agua es muchas veces enormemente desigual incluso
en el interior de un país. China, por ejemplo, dispone del 7% de los
recursos renovables de agua dulce de la Tierra para abastecer las nece-
sidades del 21% de la población mundial, pero casi todo el recurso se
concentra en el sur del país. La Gran Llanura Norte de China, por la
que fluye el río Amarillo, es una de las comarcas más pobladas del

110

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mundo con escasez de agua. La región dispone de un suministro reno-
vable de agua de menos de 500 metros cúbicos por habitante al año,
similar al de Argelia, y alberga una población de 450 millones de per-
sonas. El consumo de agua en la Gran Llanura China ha rebasado ya
los límites de un suministro sostenible. Casi todos los años el cauce
bajo del río Amarillo se seca antes de desembocar en el mar. Y en gran
parte de la llanura, que produce la cuarta parte del cereal de China, el
nivel de las aguas subterráneas está bajando entre 1 y 1,5 metros anuales.
Como apunta el economista y experto en recursos hídricos Jeremy
Berkoff, la escasez de la Gran Llanura China «afectará en primer lugar
a la población más vulnerable —los campesinos más pequeños que cul-
tivan cereales en las zonas más remotas y aisladas».11
En las comarcas pobres en recursos hídricos la presión extractiva
sobre los ríos y los acuíferos suele ser mayor que en las regiones don-
de el agua es abundante (ver Tabla 3-1), debido a que en los climas
más secos la producción agrícola —una actividad que consume gran
cantidad de agua— precisa de regadío. En Egipto, el consumo de agua
por habitante es el doble que en Rusia, y no porque los egipcios sean
unos usuarios voraces (si bien es cierto que utilizan una proporción de
las aguas del Nilo mayor de la que en justicia les correspondería), sino
porque toda la superficie cultivada necesita el riego, mientras que en
Rusia los regadíos ocupan solamente un 4% de las tierras de cultivo.
Estados Unidos, sin embargo, sí es un consumidor voraz. Su índice de
consumo de agua por habitante es de los mayores del mundo, a pesar
de que sólo el 11% de la superficie agraria está en regadío. 12
Mientras no consideremos otros parámetros, como la abundancia y
la pobreza, nuestra visión del tema seguirá siendo, por tanto, incom-
pleta. Si queremos ver una ciudad oasis que ha desafiado las limitacio-
nes impuestas por su escasez natural de agua no tenemos más que volar
a Phoenix, Arizona, en el sudoeste de Estados Unidos. A pesar de sus
19 centímetros de lluvia anuales, Phoenix se jacta de un paisaje verde
exuberante, con cuidados céspedes, campos de golf y piscinas privadas
en los jardines de las casas. Pero este lujo tiene un alto precio: el ago-
tamiento de los acuíferos y la traída de aguas desde el río Colorado,
muy distante, a costa claro está del contribuyente estadounidense. Por
el contrario, un vuelo sobre Etiopía, en África oriental, donde la ham-
bruna afectó a más de 12 millones de personas en el año 2003, revela
unas tierras sedientas, a pesar de que un 84% de las aguas del Nilo
nacen en su territorio. El poder, la política y el dinero pueden hacer
que la escasez natural de agua no siempre sea sinónimo de carencia; y
la abundancia natural no garantiza tampoco el acceso a este recurso.13

111

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Tabla 3-1. Extracción anual de agua por habitante en algunos
países seleccionados, 2000

País Extracción de agua


por habitante

(metros cúbicos por persona y año)


Etiopía 42
Nigeria 70
Brasil 348
Sudáfrica 354
Indonesia 390
China 491
Federación Rusa 527
Alemania 574
Bangladesh 578
India 640
Francia 675
Perú 784
México 791
España 893
Egipto 1.011
Australia 1.250
Estados Unidos 1.932

Fuente: ver nota al final nº 12.

Mitigar el consumo excesivo y la carencia de agua son las dos caras


del desafío mundial al que nos enfrentamos. La tarea más urgente es
garantizar que todas las personas cuenten al menos con un suministro
de agua limpia suficiente y con unos servicios de saneamiento mínimos
para atender sus necesidades básicas de salud. En la actualidad, una de
cada cinco personas en el mundo en desarrollo —es decir 1.100 millo-
nes de personas— viven expuestas a la enfermedad y a la muerte por
falta de «acceso razonable» a una cantidad suficiente de agua potable y
segura, definido por las Naciones Unidas como la disponibilidad de un
mínimo de 20 litros diarios por persona y día a una distancia no mayor
de 1 kilómetro del hogar. El enorme abismo entre ricos y pobres en el
acceso al suministro de agua tiene poco que ver con la escasez de agua.
Indonesia, por ejemplo, tiene una dotación hídrica natural de más de
13.000 metros cúbicos por persona; sin embargo una cuarta parte de la
población no dispone de agua de calidad suficiente para beber. A nivel

112

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mundial, asegurar un abastecimiento universal de 50 litros de agua dia-
rios por persona para el 2015 supondría destinar a este fin menos del
1% del volumen utilizado por la humanidad en la actualidad. En el
mundo hay agua más que suficiente, pero hasta la fecha no ha habido
suficiente voluntad política ni compromisos financieros que permitan
asegurar a la población más pobre el acceso a este recurso.14
En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó
como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio la reducción a la
mitad del número de personas que no disponen de un suministro sufi-
ciente y asequible de agua de calidad para el año 2015. Dos años más
tarde, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de Johannes-
burgo, los países se comprometieron a reducir a la mitad el número de
personas que carecen de saneamiento adecuado. La ampliación de la in-
fraestructura de saneamiento va muy por detrás del abastecimiento de agua
a los hogares, lo que ha supuesto que 2.400 millones de personas en el
mundo no dispongan de saneamiento básico. (Ver Tabla 3-2.) Para cum-
plir con los nuevos compromisos, sería necesario ampliar las redes de
abastecimiento a 100 millones de personas y las de saneamiento a 125
millones de personas todos los años, desde el 2000 al 2015.15
Las metas acordadas son realizables, aunque ambiciosas, y constitu-
yen pasos imprescindibles hacia un suministro de agua y de saneamiento
universal. Según las estadísticas de las Naciones Unidas, cinco países
—Bangladesh, Comores, Guatemala, Irán y Sri Lanka— consiguieron
reducir a la mitad la población que carecía de agua para beber de cali-
dad entre el año 1990 y el 2000. (Aunque estas estadísticas no tienen

Tabla 3-2. Población que car ece de agua potable de calidad


carece
y saneamiento, año 2000

Porcentaje de la población
que no tiene acceso a

Agua potable Saneamiento


Región de calidad adecuado

(por ciento)
África 36 40
Asia 19 53
América Latina, Caribe 13 22

Fuente: ver nota al final nº 15.

113

situacion2004bo.p65 113 29/06/2007, 14:30


en cuenta el descubrimiento de niveles tóxicos de arsénico en los po-
zos de gran parte de Bangladesh).16
También en Sudáfrica los servicios de suministro de agua han me-
jorado. Cuando el Congreso Nacional Africano llegó al poder en 1994,
cerca de 14 millones de sudafricanos no tenían acceso a agua potable
de calidad. La constitución ratificada en 1996 por el nuevo régimen
postaparheid reconocía el derecho al agua limpia como un derecho uni-
versal, y la nueva normativa sobre aguas aprobada en 1998 establecía
una reserva de agua con dos finalidades: satisfacer las necesidades bási-
cas de todas las personas y de los ecosistemas, haciendo que la amplia-
ción de las redes de suministro pasase a ser prioritaria. Entre 1994 y
abril de 2003, el Programa de Abastecimiento de Agua y de Saneamiento
de las Comunidades aseguró el suministro a ocho millones de perso-
nas, con un coste medio de 80 US$ por persona. Las previsiones ofi-
ciales son que la red llegue a los seis millones de personas que carez-
can todavía de agua en el 2008.17
Para asegurar el abastecimiento a la población más pobre de Sudáfrica
y una amortización razonable de los costes, se estableció una tarifa es-
pecial, muy reducida, para el suministro de los primeros 25 litros dia-
rios de agua, incrementándose el precio de forma importante a partir
de ese nivel de consumo. Dado que la tarifa mínima sigue siendo ina-
sequible para las familias más pobres, parece ser que la administración
ha empezado a facilitar el suministro básico de forma gratuita. Sin
embargo, en las pocas regiones donde el gobierno ha contratado el
abastecimiento con compañías privadas, las empresas están imponien-
do la recuperación de los costes como prioridad, vulnerando el dere-
cho constitucional al agua y provocando protestas entre la población.
En Johannesburgo, por ejemplo, donde la empresa de servicio público
de aguas ha cedido la gestión a la compañía francesa Suez, se han ins-
talado contadores que suministran agua únicamente previo pago, de-
biendo las familias pagar por adelantado el agua que consumen. Las
compañías privadas de aguas, cuya preocupación fundamental es el
incremento de los beneficios de sus accionistas, no tienen apenas inte-
rés en satisfacer las necesidades básicas de los pobres, a no ser que las
administraciones públicas les obliguen a ello.18

Agua, cultivos y alimentación


El 70% del agua extraída de los ríos, los lagos y los acuíferos de la Tierra
se destina a la agricultura, y en muchos países en desarrollo esta cifra

114

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asciende al 90%. Las previsiones más recientes indican que la situa-
ción de escasez va a suponer que en el año 2025 muchas cuencas
hidrográficas y muchos países no van a disponer de agua suficiente para
cubrir el 30% o más de su demanda de agua para riego. Una mayoría
de las cuencas fluviales de la India, la del río Hai y el Amarillo en China,
la del Indo en Pakistán y otras muchas cuencas del Asia Central, del
África subsahariana, Bangladesh y México se van a encontrar en esta
situación.19
El incremento de la productividad del agua utilizada en la agricul-
tura se convierte así en un factor crítico para poder atender las necesi-
dades alimentarias de la población mundial a medida que se agrava el
déficit hídrico, afectando a un número cada vez mayor de regiones. Hay
tres cuestiones fundamentales para abordar este gran desafío: mejorar
la eficiencia de las infraestructuras de suministro y riego de los culti-
vos; incrementar los rendimientos por litro de agua consumida tanto
en las superficies regadas como en las de secano; y cambiar los hábitos
de alimentación, de forma que se puedan satisfacer las necesidades
nutricionales con un consumo menor de agua.
Una considerable proporción del agua que se almacena en los embal-
ses y que circula por los canales de los regadíos no llega nunca a los
cultivos. Un estudio realizado en el año 2000 ponía en evidencia que la
eficiencia de los sistemas de riego superficial oscilaba entre el 25 y el 40%
en la India, México, Pakistán, Filipinas y Tailandia; entre el 40 y el 45%
en Malaysia y Marruecos; y entre el 50 y el 60% en Israel, Japón y
Taiwán. La importante fracción de agua que no llega a las raíces de las
plantas cultivadas no es necesariamente agua perdida: por ejemplo, pue-
de ser que se infiltre, contribuyendo a la recarga del acuífero y pase a
formar parte del suministro de otro agricultor. Sin embargo, parte se
pierde por evaporación de la superficie de los canales y de las tierras re-
gadas. En ambos casos, estas pérdidas tienen un alto coste: significa que
el agua no está disponible cuándo y dónde más se necesita; que se han
destruido innecesariamente hábitats acuáticos; que la superficie de tie-
rras salinizadas ha aumentado; y que un volumen mayor de agua dulce
ha quedado contaminado por las sales y los pesticidas.20
La eficiencia de los regadíos ha mejorado muy modestamente en la
mayoría de las regiones. Con unos precios del agua de riego que no lle-
gan a menudo ni a la quinta parte de su verdadero valor y sin normas
que regulen el bombeo de agua de los acuíferos, los agricultores y las
agencias que administran el agua de riego tienen muy pocos incentivos
para mejorar la gestión. Muchas de las mejoras que los propios agricul-
tores podrían introducir requieren optimizar el calendario y la regulari-

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dad de los caudales de abastecimiento. Los cultivadores de algunas co-
marcas de California, por ejemplo, querrían instalar sistemas de riego más
eficientes, pero para ello necesitan una mayor seguridad en términos de
frecuencia, caudal y duración del abastecimiento de agua.21
Hay todo un abanico de posibilidades para mejorar la productivi-
dad del agua en los regadíos, que incluye medidas técnicas, de gestión,
institucionales y agronómicas. Un número creciente de agricultores de
todo el mundo están descubriendo, por ejemplo, que el riego por go-
teo —que lleva volúmenes de agua muy pequeños directamente a las
raíces de las plantas a través de mangueras perforadas instaladas sobre
la superficie del suelo o enterradas ligeramente— puede mejorar las
cosechas además de ahorrar agua. Comparado con el riego a manta o
mediante surcos, los sistemas de riego por goteo reducen las necesida-
des de agua entre un 30 y un 70%, incrementando la producción en-
tre un 20 y un 90%. La suma de estas dos mejoras puede suponer que
se dobla o triplica la productividad del agua.22
Los sistemas de microrriego (riego por goteo y microaspersión, en-
tre otros) están implantados en unas 3,2 millones de hectáreas de todo
el mundo, lo que supone tan sólo poco más del 1% de las tierras de
regadío. Sin embargo, media docena de países con escasez de agua es-
tán apostando por este tipo de tecnología. (Ver Tabla 3-3.) La superfi-
cie regada por goteo y con otros sistemas de microrriego ha aumenta-
do notablemente en una serie de países a lo largo de la última década:
en México y en Sudáfrica se ha duplicado, en España se ha multipli-
cado por tres y medio y en Brasil por nueve. En China y en la India
los sistemas de riego por goteo también están en expansión, si bien par-
tiendo de una superficie muy pequeña, como solución a la creciente
escasez de agua.23
Los cambios en los hábitos y métodos de cultivo pueden contribuir
también a mejorar la producción por litro de agua consumido. Esto cons-
tituye un importante desafío en el caso del cultivo de arroz, el alimento
básico de la mitad de la población mundial. Más del 90% del arroz pro-
ducido en el mundo se cultiva en Asia, donde muchos de los ríos y de
los acuíferos están ya sobreexplotados y donde la necesidad de detraer
agua de la agricultura para el abastecimiento urbano es cada día más
urgente. En el último cuarto de siglo la adopción generalizada de varie-
dades de alto rendimiento y ciclo corto supuso multiplicar por dos y
medio y tres y medio las cosechas de arroz por unidad de agua consu-
mida —un logro impresionante. Conseguir mayores mejoras va a ser di-
fícil. Muchos estudios han demostrado, sin embargo, que la práctica tra-
dicional de inundar los arrozales durante todo el ciclo de cultivo no es

116

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Tabla 3-3.. Utilización de riego por goteo y de micr or
micror riego
orriego
países seleccionados, 1991 y cir ca 2000*
circa

Superficie regada por Proporción de la


goteo y por superficie regada total
Otras técnicas con riego por goteo o
de microrriego microrriego
País 1991 circa 2000 circa 2000

(miles de hectáreas) (por ciento)


Chipre 25,0 35,6 90
Israel 104,3 125,0 60
Jordania 12,0 38,3 55
Sudáfrica 102,3 220,0 17
España 160,0 562,8 17
Brasil 20,2 176,1 6
Estados Unidos 606,9 850,3 4
Chile 8,8 62,1 3
Egipto 68,5 104,0 3
México 60,6 143,1 2
China 19,0 267,0 <1
La India 17,0 260,0 <1

* El microrriego incluye típicamente métodos de riego por goteo (en superficie y enterrados) y de micro-
aspersores; el año de referencia varía según los países.
Fuente: Ver nota al final nº 23.

esencial para conseguir una producción alta. Se ha constatado que un


encharcamiento menos profundo de las tierras, con intervalos en los que
incluso se dejan secar los campos de arroz, pueden reducir el consumo
de agua en algunos casos entre un 40 y 70%, sin ocasionar pérdidas sig-
nificativas de producción.24
Diversos estudios han demostrado también que se puede mantener
constante una producción de cereales con una reducción en el riego
del 25%, siempre y cuando los cultivos dispongan de suficiente agua
en los períodos críticos de crecimiento. Esta práctica, denominada rie-
go deficitario, está convirtiéndose en una necesidad en las regiones con
escasez de agua. En la Gran Llanura del Norte de China, por ejemplo,
los agricultores riegan los campos de trigo tres veces, en lugar de las
cinco habituales.25
Para muchos agricultores pobres, la cuestión no es regar más efi-
cientemente, sino lograr acceso al riego. Muchas de las aproximadamente

117

situacion2004bo.p65 117 29/06/2007, 14:30


800 millones de personas que padecen hambre y desnutrición perte-
necen a familias campesinas del África subsahariana y del Sudeste asiá-
tico. El equipamiento convencional de riego es demasiado caro para ellas,
a pesar de que el agua de riego es la clave para obtener unas cosechas
más estables y productivas, mejorar su seguridad alimentaria y aumen-
tar sus ingresos. Incrementar el acceso al regadío de los agricultores
pobres mediante la difusión de tecnologías asequibles para parcelas
pequeñas mejoraría enormemente la productividad del agua —propor-
cionando importantes beneficios sociales y de salud por litro de agua.26
Una de las iniciativas modélicas en este sentido es la desarrollada
en Bangladesh, donde se han vendido más de 1,2 millones de ingenios
llamados bombas a pedal, que no necesitan combustible y que permi-
ten a los agricultores pobres extraer aguas subterráneas poco profun-
das y cultivar durante la estación seca, incrementando sus ingresos en
100 US$ durante el primer año por cada bomba de 35 US$. La em-
presa International Development Enterprises, con sede en Colorado,
está negociando en la actualidad transformar su experiencia en
Bangladesh y en otros muchos países en un proyecto con financiación
multilateral denominado Iniciativa de Mercado de Riego para el Pequeño
Propietario (Smallholder Irrigation Market Initiative), que pretende fa-
cilitar a los agricultores pobres el acceso a sistemas de riego asequibles
—incluyendo sistemas de riego por goteo poco costosos y bombas a
pedal— con el objetivo de sacar de la pobreza a 30 millones de fami-
lias rurales para el año 2015.27
En muchas zonas de la India, las comunidades están recuperando
las albercas tradicionales, presas de contención y otras estructuras uti-
lizadas para recoger y almacenar agua para regar los campos durante la
estación seca y contribuir a la recarga de los acuíferos. En el distrito
de Alwar de Rajasthan, 500 pueblos han construido 2.500 albercas (lla-
madas johads), aumentando notablemente la producción de leche. La
recarga de acuíferos conseguida con la construcción de las johads ha
supuesto una subida de la capa freática desde una profundidad media
de 60 metros hasta 6 metros bajo la superficie.28
Estos ejemplos son sólo el botón de muestra de las múltiples posi-
bilidades de mejora de la eficiencia del riego, del aprovechamiento del
agua de lluvia y del aumento de la productividad por litro de agua
consumido, abiertas a los agricultores y a las instituciones que gestio-
nan las aguas. Los consumidores también podemos desempeñar un papel
importante, un papel que puede resultar crítico para duplicar la pro-
ductividad agrícola del agua, a través de los hábitos alimentarios.
Los distintos alimentos que consumimos requieren para su produc-

118

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ción cantidades de agua que varían enormemente de un alimento a otro.
También hay grandes diferencias en la cantidad de nutrientes que nos
aportan: calorías, proteínas, calcio, grasas, vitaminas y hierro, entre otros
elementos. Si combinamos estas dos características, obtendremos una
medida que nos da idea de la productividad nutritiva del agua: el valor
nutritivo por unidad de agua consumida. Los investigadores Daniel
Renault y Wes Wallender han calculado la productividad nutritiva del
agua para los principales cultivos y alimentos, a partir de datos de nece-
sidades hídricas y producciones en California. Los resultados obtenidos
han sido reveladores: la producción de 10 gramos de proteínas de carne
de vacuno requiere cinco veces más cantidad de agua que 10 gramos de
proteínas de arroz, y se necesita veinte veces más agua para producir 500
calorías de carne de vacuno que de arroz. (Ver Tabla 3-4.)29
La dieta media americana, con un alto contenido cárnico, requiere
5,4 metros cúbicos de agua por persona y día —el doble que una die-
ta vegetariana con un valor nutritivo igual (o mayor). Incluso una sus-

Tabla 3-4. Agua consumida por pr oteína y caloría pr


proteína oducida,
producida,
alimentos seleccionados(*)

Alimento Consumo de agua Consumo de agua


para la producción para la producción
de 10 gramos de proteína de 500 calorías

(litros)

Patata 67 89
Cacahuete 90 210
Cebolla 118 221
Maíz 130 130
Legumbres (alubias) 132 421
Trigo 135 219
Arroz 204 251
Huevos 244 963
Leche 250 758
Pollo 303 1.515
Cerdo 476 1.225
Vacuno 1.000 4.902

(*) Basado en datos de producción y de productividad del agua de California; se consideran únicamente
las necesidades de riego de los cultivos, sin tener en cuenta la eficiencia del riego ni otros factores.
Fuente: Ver nota al final nº 29.

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titución parcial de los productos animales tendría importantes reper-
cusiones. Por ejemplo, una reducción del consumo de productos ani-
males a la mitad, sustituyéndolos por productos vegetales muy nutri-
tivos, supondría rebajar la demanda de agua para la producción de
alimentos en un 37%.
Si este cambio de dieta se lograse para el año 2025, cuando se pre-
vé que la población de EE UU ascienda a más de 350 millones de per-
sonas, el consumo de agua para abastecer de alimentos a todo el país
habría disminuido 256.000 millones de metros cúbicos al año, un
ahorro de agua que equivale al caudal anual del río Colorado multi-
plicado por 14. Esta evolución de los hábitos de consumo supondría
otros muchos beneficios, como una disminución de las enfermedades
de corazón, menos contaminación de los cursos fluviales y de las ba-
hías por los vertidos de las explotaciones intensivas de cría de ganado,
y menos sufrimiento animal debido al trato cruel al que es sometido
el ganado en este tipo de granjas industriales.30
A nivel mundial, asegurar una alimentación sana para todas las per-
sonas ante una perspectiva de escasez de agua creciente va a requerir
modificaciones en la dieta tanto de los consumidores de las sociedades
de la abundancia como en el otro extremo del espectro, de las que pa-
decen escasez. Las cerca de mil millones de personas que padecen des-
nutrición crónica en el mundo necesitan comer más para poder vivir
una vida saludable. Un acceso más amplio a unos niveles mínimos de
riego puede en muchos casos ayudar a conseguir este objetivo. Tam-
bién es importante lograr un reparto más equitativo del agua a través
de los alimentos, mediante el comercio y la ayuda internacional. Y el
sensato cambio de dieta de la población estadounidense que acabamos
de describir liberaría suficiente agua para asegurar una alimentación sana
a 400 millones de personas, casi la cuarta parte del aumento de pobla-
ción previsto en el mundo en desarrollo para el año 2025.31

Ciudades y hogares
La demanda —y escasez— de agua de muchas ciudades de todo el
mundo está aumentando a un ritmo muy rápido. Cerca de la mitad
de la población mundial vive actualmente en zonas urbanas, una cifra
que se prevé aumentará al 60% para el año 2030. Satisfacer las aspira-
ciones a un consumo creciente de agua de la población urbana más rica
y de las necesidades básicas de los más pobres constituye un desafío
importante. (Ver cuadro 3-1.) Si bien el abastecimiento a las ciudades

120

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Cuadro 3-1. Desalinización ¿Solución o Síntoma?

Un número creciente de ciudades confía en la desalinización y en la utilización de


aguas salobres como solución a futuros problemas de escasez de agua. En la actua-
lidad hay unas 9.500 plantas desalinizadoras en todo el mundo, con una capacidad
total calculada en 11.800 millones de metros cúbicos al año —un 0,3% del consu-
mo de agua mundial actual. La mayor parte de las plantas desalinizadoras, grandes
consumidoras de energía, están concentradas en el Golfo Pérsico y Oriente Próximo,
regiones ricas en petróleo que representan aproximadamente la mitad de la capaci-
dad mundial. El avance tecnológico está reduciendo, sin embargo, tanto los requeri-
mientos energéticos como los costes, y la capacidad desalinizadora mundial está
aumentando a un ritmo aproximado anual del 11%. Las previsiones de Israel de
generar no menos de la mitad del suministro urbano de agua con plantas
desalinizadoras para el 2008 podría liberar otros recursos hídricos para un reparto
más equitativo con los palestinos.
Pero para la mayor parte del mundo ¿la desalinización es una opción sensata o
es otra solución más, muy cara, de gestión de la oferta de agua? En términos de
coste por unidad, casi todas las medidas de conservación y de eficiencia permiten
satisfacer las nuevas necesidades de agua a un 10-25% del coste de producción de
agua desalinizada. No tiene mucho sentido desalar el mar, añadiendo a la atmósfera
gases de efecto invernadero, cuando la reducción del despilfarro y el aumento de la
eficiencia puede suministrar agua a un menor coste económico y con menores daños
ecológicos.

Fuente: ver nota final nº 32.

supone menos de un 10% del agua dulce utilizada en todo el mundo,


la concentración del consumo urbano requiere una infraestructura com-
pleja y costosa que se nutre principalmente de masas de agua superfi-
ciales y subterráneas limitadas.32
El consumo excesivo de agua tiene un precio muy alto. Una mayoría
de las 16 principales megaciudades del mundo —ciudades con diez o
más millones de habitantes— se encuentran en regiones con un déficit
hídrico que va de moderado a grave, es decir zonas en las que el consu-
mo de agua excede el suministro disponible. A medida que las deman-
das urbanas aumenten, se intensificará la presión sobre las zonas rurales
y agrícolas para vender o ceder sus derechos al uso de las aguas.33
La problemática de la utilización y la gestión del agua puede resu-
mirse en una palabra: derroche. «Es necesario.... reducir las fugas, es-
pecialmente en muchas ciudades donde las pérdidas de agua ascienden

121

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a la asombrosa proporción de un 40% o más del abastecimiento to-
tal», ha declarado el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi
Annan. No se suele dar importancia a las fugas y otras pérdidas de agua,
que, sin embargo, pueden llegar a suponer un grave despilfarro: la mayor
parte de los gestores de los servicios de abastecimiento no saben don-
de va a parar del 15 al 40% del suministro. En algunas regiones en
desarrollo, como África, es muy normal que entre un 50 y 70% del
abastecimiento urbano de aguas se pierda debido a fugas, tomas ilega-
les de la red y una contabilidad deficiente. En las ciudades del Golfo
Pérsico, son habituales pérdidas de la tercera parte del abastecimiento
debido a fugas en las tuberías y conducciones de agua. Taiwán tiene
unas pérdidas diarias de cerca de 2 millones de metros cúbicos de agua
debido a las fugas, un volumen que equivaldría a vaciar la cisterna del
cuarto de baño 325 millones de veces. El coste de estas pérdidas se
calcula que asciende a 200 millones de US$ al año.34
La «contabilidad hídrica», constituye un importante indicador de la
eficiencia y buena gestión de cualquier empresa pública de abastecimien-
to de aguas, pero muy pocas desempeñan esta tarea básica correctamen-
te. (Ver tabla 3-5.) A menudo son los países más pobres, cuya pobla-
ción carece de un suministro adecuado, quienes soportan unos índices
de pérdidas de agua más altos, aunque el historial de la industria pri-
vada que gestiona el abastecimiento en los países industriales no es
precisamente ejemplar. (Ver cuadro 3-2.) Las fugas de las redes de abas-
tecimiento y otras pérdidas —a las que se suele denominar «agua no
contabilizada» (UFW* ) o «caudales no remunerados» — son el volu-
men de agua extraído de las fuentes de suministro que nunca llega al
usuario final, o si llega no queda registrado. Normalmente este volu-
men se calcula restando del agua «producida» (medida por un registro
en el origen del suministro, o en la planta de tratamiento que abastece
la red) y el agua vendida (calculada a partir de las lecturas de los con-
tadores de los usuarios), aunque la industria del agua no ha tenido nunca
unas normas coherentes que permitan definir, medir y registrar estas
pérdidas. El grueso de estos «caudales no remunerados» procede nor-
malmente de las fugas de tuberías e infraestructuras de distribución
descuidadas, pero el agua robada a la red y la inexactitud de las medi-
ciones contribuyen también a aumentar esta partida, particularmente
en sistemas obsoletos y en mal estado. La mayor parte del agua no
contabilizada, por tanto, podría ser utilizada por otros usuarios, y el

* Nota de la traductora: UFW, del inglés «unaccounted for water», agua no contabilizada.

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Tabla 3-5. Fugas y pér didas en la rred
pérdidas ed de abastecimiento de agua
de algunos países seleccionados

País Zona abastecida Pérdidas medias


estimadas del total
de agua suministrada

(%)
Albania todo el país hasta un 75 %
Canadá Kingston, Ontario 38
República Checa todo el país 20-30
Dinamarca Copenhague 3
Francia París 30
todo el país hasta un 50
Japón Fukuoka 5
Jordania todo el país 48
Kenia Nairobi 40
Singapur todo el país 5
Sudáfrica Johannesburgo 42
Tshwane (antigua Pretoria) 24
España todo el país 24-34
Taiwán todo el país 25
Taipei 42
Estados Unidos todo el país 10-30
Belén, Pennsylvania 27

Fuente: ver nota al final nº 35.

resto constituye la fracción que se utiliza pero que no se paga y que


por tanto supone una pérdida de ingresos para la compañía de aguas.
El valor económico del agua perdida debido a fallos en las mediciones
de los contadores o al robo de agua asciende a menudo a diez veces
los costes de operación marginales asociados a las fugas.35
En EE UU, donde se considera que las ciudades cuentan con las
tecnologías e infraestructuras de agua más modernas, los caudales no
contabilizados oscilan entre el 10 y el 30% del suministro, y en oca-
siones más. A falta de unas normas nacionales que permitan definir y
medir las pérdidas de agua, algunos estados han establecido sus pro-

123

situacion2004bo.p65 123 29/06/2007, 14:30


pios estándares. Las normas adoptadas oscilan entre un 7,5 y un 20%.
Pero no se cumplen, y tan sólo unos pocos estados hacen públicas las
pérdidas en el abastecimiento de agua. En Kansas, por ejemplo, cuyo
sector occidental está situado encima del acuífero de Ogallala, cuyo nivel
ha descendido de forma acusada, las cifras más recientes de pérdidas
en todo el estado citan 52 proveedores de agua con caudales sin con-
tabilizar del 30% o incluso más, si bien la norma establecida en este
estado es del 15%. Como dato positivo, hay que reconocer, no obs-
tante, que el Plan de Aguas de Kansas ha establecido la reducción de
las pérdidas como uno de sus objetivos prioritarios.36
La recuperación del agua «perdida» debido a las fugas, a una medi-
ción inadecuada o a una contabilidad deficiente es una fuente de su-
ministro inexplorada que puede contribuir a que muchas ciudades y
regiones con problemas de escasez puedan atender sus verdaderas ne-

Cuadro 3-2. Privatización y pér didas:


pérdidas:
la rresponsabilidad
esponsabilidad brilla por su ausencia

A pesar de grandes promesas de mayor eficiencia y de sistemas de «gestión inteli-


gente» que supuestamente acompañan la privatización del abastecimiento de aguas,
un número considerable de compañías privadas no justifican adecuadamente las
enormes cantidades de agua desperdiciadas debido a fugas y otros usos no registra-
dos ni aclarados.
La tan anunciada reducción de pérdidas del sistema británico de abastecimiento
de aguas privatizado está todavía por verse, y la realidad es que algunas «compa-
ñías no han alcanzado todavía el nivel de fugas económicamente viable», según un
informe de la Cámara de los Comunes. Según este informe, en el Reino Unido es más
difícil medir las pérdidas con exactitud debido a que sólo un 20% de los hogares
dispone de contadores, por lo que los cálculos de pérdidas de agua realizados por
las compañías son «susceptibles de manipulación». A raíz de la privatización del sis-
tema de abastecimiento en 1989, las fugas registradas por las empresas de aguas
aumentaron considerablemente, hasta una media del 30% en 1995. La Oficina de
Servicios de Aguas, que regula el abastecimiento y la recogida de aguas en Inglate-
rra y Gales, estableció metas de obligado cumplimiento de reducción de fugas. Algu-
nas de las compañías de aguas con niveles de pérdidas muy elevados, entre las que
destaca Thames Water Utilities Ltd., abastecen zonas que se enfrentan a graves pro-
blemas de suministro. En el año 2003, las pérdidas de agua de Thames Water repre-
sentaban el 25% del total de fugas registradas en Inglaterra y Gales, a pesar de que
esta compañía sólo abastece a un 15% de los abonados de esta zona.

Fuente: ver nota al final nº 35.

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cesidades de agua. Los argumentos de que el agua que se pierde en la
red de distribución debido a las fugas no tiene importancia, porque
recarga los acuíferos o es utilizada por otros usuarios, ignora el hecho
de que el abastecimiento de aguas tiene unos costes muy elevados. El
agua trasvasada de su «área de servicios» en la naturaleza y despilfarra-
da en «servicios» a una red de distribución llena de fugas es la causan-
te de la sequía de los ríos, del deterioro de hábitats y de la desapari-
ción de especies. Como sucede con las muelas picadas, las tuberías en
mal estado pueden ser ignoradas durante un cierto tiempo, pero a la
larga hay que ocuparse de ellas; y cuanto más se descuide el problema,
mas costosa será la reparación de los daños. Mientras la infraestructu-
ra existente no sea estanca, los proyectos de inversiones para atender
las «necesidades» son un engaño.
Copenhague, en Dinamarca, con sólo un 3% de caudales no con-
tabilizados (aproximadamente 1,6 metros cúbicos por persona y año,
unos 4 litros diarios) constituye una afortunada excepción al largo his-
torial de contabilidad deficiente por parte de la industria del agua. El
consumo de agua en los hogares del medio millón de habitantes de
Copenhague ha disminuido también de forma constante desde que el
Departamento de Aguas estableció unas metas de conservación, acom-
pañadas de campañas educativas y de subidas de las tarifas. Seguramente,
el mayor incentivo para el mantenimiento de unas redes de abasteci-
miento estancas en Dinamarca es el hecho de que la Ley impone una
tasa (0,7 euros por metro cúbico) a las empresas si su índice de pérdi-
das por fugas supera el 10% del suministro de agua. En el año 2000,
solamente ocho de los 40 grandes abastecedores de aguas de Dinamar-
ca registraban pérdidas superiores al 10%. (Ver cuadro 3-3 para una
descripción de los programas de eficiencia urbana).37
La reducción de las fugas y un uso más eficiente del agua también
supone un ahorro energético, dado que el bombeo, la depuración y la
distribución del agua consume energía. El sistema de abastecimiento de
aguas de California es uno de los mayores consumidores de energía por-
que trasvasa agua a grandes distancias, teniendo que atravesar comarcas
montañosas. Por término medio, el bombeo de 1 acre/pie (1.234 metros
cúbicos) de agua a lo largo del acueducto del río Colorado hasta el sur
de California consume 2.000 kilowatios hora (kwh) de electricidad, y el
transporte de este mismo volumen de agua a través de la red de distribu-
ción del estado requiere unos 3.000 kwh. La energía que se requiere para
suministrar agua a una vivienda típo del sur de California ocupa el ter-
cer puesto en el gasto energético de los hogares, después del aire acondi-
cionado y el frigorífico. Dado que un uso más eficiente del agua reduce

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el consumo energético, también reduce las emisiones de gases invernade-
ro que contribuyen al cambio climático y que amenazan con perturbar
el fluir de los ríos y los sistemas hídricos en todo el mundo.38

Cuadro 3-3. Pr ogramas de conser


Programas vación de aguas en zonas
conservación
urbanas que ahor ran agua y diner
ahorran o
dinero

Una serie de ciudades y de sistemas de abastecimiento de aguas han iniciado pro-


gramas de eficiencia en el uso del agua durante los últimos años, consiguiendo en
algunos casos un impresionante ahorro de agua y de costes:

• Singapur redujo el volumen de agua no contabilizada del 10,6% al 6,2% entre


1989 y 1995 mediante medidas enérgicas de detección y reparación de fugas, re-
novación de tuberías e instalación de contadores en el 100% de la red (incluídas
las tomas de los bomberos), ahorrándo más de 26 millones de US$ de inversiones
en ampliación de la infraestructura de abastecimiento. En 2003, los caudales no
contabilizados habían descendido a sólo el 5%. Los contadores industriales y co-
merciales se renuevan cada cuatro años y los de las viviendas cada siete años para
asegurar una facturación exacta y minimizar las pérdidas no registradas. El depar-
tamento responsable de la gestión del agua en Singapur promueve también pro-
gramas de educación pública y escolar, auditorías y la reutilización del agua no
potable de la industria. El enganche ilegal a la red está penalizado con multas de
hasta 50.000 US$ o de tres años de cárcel. En 1995, los 3 millones de habitantes
de Singapur utilizaban una media de 1,2 millones de metros cúbicos diarios. En
2003, la demanda total de agua ha aumentado sólo el 8% a pesar de que la
población ha crecido un 40%, hasta los 4,2 millones de habitantes.
• Fukuoka, en Japón, conocida como la Ciudad Concienciada por la Conservación
del Agua, tiene uno de los índices de pérdidas más bajos (alrededor de un 5%)
de Japón, y el consumo de agua por habitante es aproximadamente un 20% in-
ferior al de otras ciudades de tamaño parecido. Fukuoka ha conseguido este
ahorro mediante programas de detección y reparación de fugas, técnicas muy
sofisticadas de registro, sistemas de recogida del agua de lluvia y de reutilización
de las aguas en las cisternas del cuarto de baño, instalación de dispositivos para
mejorar la eficiencia de la grifería en más del 90% de los hogares y campañas
de sensibilización ciudadana sobre la problemática del agua.
• Desde finales de los ochenta, el Departamento de Aguas de Massachussets, que
abastece de agua a 40 ciudades y pueblos de la zona de Boston, ha reducido en
cerca de un 25% la demanda de agua de todo el sistema, aplicando un progra-
ma muy amplio de reducción de la demanda que incluye medidas muy enérgicas
de reparación de fugas y la instalación de dispositivos y tuberías muy eficientes.
Con ello, se ha podido evitar un proyecto de embalse en el río Connecticut —muy
controvertido políticamente—, además de ahorrar más de 500 millones de US$
a los 2,1 millones de abonados solamente en gastos de capital.

Fuente: ver nota al final nº 37.

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El ahorro de agua contribuye claramente al ahorro energético, pero
también el ahorro energético ayuda a ahorrar agua. Las centrales térmo-
eléctricas (de carbón, petróleo, gas natural, nucleares o geotérmicas)
utilizan grandes cantidades de agua para la refrigeración de los conden-
sadores, que se pierde por evaporación. La extracción de los combusti-
bles utilizados en estas plantas consume también agua. La generación
de energía hidroeléctrica implica asimismo pérdidas por evaporación del
agua embalsada. En su conjunto, el agua necesaria para abastecer la
demanda de las plantas de generación de energía es considerable —en
Estados Unidos, se calcula que 8,3 l/Kwh producido. En consecuen-
cia, el consumo eléctrico medio de una vivienda en Estados Unidos,
de unos 10.000 Kwh al año, implica un gasto adicional de 83 m3 de
agua —un volumen que equivaldría a vaciar la cisterna del cuarto de
baño unas 14.000 veces.39
El gasto de agua en los hogares varía enormemente en las distintas
partes del mundo, y dice mucho de las diferencias existentes en riqueza
y cultura. (Ver figura 3-3.) Las personas que viven en el Reino Unido,
por ejemplo, utilizan solamente alrededor del 70% del agua gastada por
una mayoría de los norteamericanos más ahorrativos. El consumo de agua
en las viviendas de EE UU se calcula en una media de 262 litros por
habitante y día. Los hogares que cuentan con dispositivos de ahorro de
agua en la instalación (en cisternas, grifos y duchas) y en los electrodo-

Kenia (hogares conectados a la red de abastecimiento) Fuente: ver nota al final nº 40


Uganda (hogares conectados a la red de abastecimiento)
Tanzania (hogares conectados a la red de abastecimiento)
Copenhague, Dinamarca
Reino Unido
Singapur
Manila, Filipinas
Waterloo, Canadá
Melbourne, Australia
Sydney, Australia
Seattle, Estados Unidos
Tampa, Estados Unidos
Phoenix, Estados Unidos
0 200 400 600 800 1000
Consumo por habitante en litros diarios

Gráfico 3-3. Consumo de agua en los hogar es,


hogares,
ciudades y países seleccionados

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mésticos (lavadoras y lavaplatos) y que se preocupan de reducir las pér-
didas consumen solamente 151-170 litros por habitante y día. Desde
1997, todas las cisternas, grifos y duchas instaladas en Estados Unidos
tienen que cumplir unas normas de eficiencia y ahorro de agua estable-
cidas en 1992 por el US Energy Policy Act (EPAct). Se prevé que estos
estándares de eficiencia supondrán en el año 2020 un ahorro de 23 a 34
millones de metros cúbicos al día, un volumen de agua suficiente para
abastecer a cuatro o seis ciudades del tamaño de Nueva York.40
Diversos estudios llevados a cabo en 16 localidades de EE UU in-
dican que la reducción del consumo de agua promovida por las nor-
mas del EPAct va a suponer para las empresas públicas de aguas un
ahorro de entre 166 y 231 millones de US$ a lo largo de los próximos
15 años, debido a una disminución o retraso en los requerimiento de
inversión para nuevas instalaciones de tratamiento y de almacenamiento
de aguas, o en la ampliación de las existentes. Se prevé un descenso de
6.000 millones de Kwh anuales del gasto energético empleado en el
tratamiento de agua potable y depuración de aguas residuales. Sin
embargo, este ahorro de agua, de energía y de gastos está ahora ame-
nazado por la agresiva campaña publicitaria que están haciendo varias
casas comerciales de cabinas de hidromasaje, algunas de las cuales dis-
paran 300 litros de agua por minuto —más de lo que utiliza diaria-
mente la mayor parte de la población del mundo.41
El volumen de agua consumida y el coste del mismo para ricos y
pobres, suele estar en proporción inversa: quienes más consumen pa-
gan menos por litro, y quienes usan menos cantidad pagan más. La
población urbana con un nivel de ingresos bajo, así como los pobres
de las ciudades a los que no llega la red de abastecimiento dependen a
menudo de fuentes de suministro alternativas y costosas, como los
vendedores ambulantes que cobran el litro de agua a un precio mu-
chas veces superior a lo que pagaría un abonado al servicio público de
aguas. En Delhi, por ejemplo, los pobres pagan a los vendedores de
agua 4,50 US$ por metro cúbico de agua, casi 500 veces el precio que
un usuario de la red de abastecimiento tendría que pagar (1 céntimo)
por cada metro cúbico gastado en su casa. En Manila, el precio que
los vendedores ambulantes cobran a los pobres es 42 veces el pagado
por los usuarios de la red de abastecimiento.42
El consumo doméstico de los ricos se dispara de forma dramática
con la moda del césped regado. En términos de volumen, el problema
más grave de EE UU no es el alcohol, sino el césped de los jardines.
El riego de las alfombras verdes de los jardines y de muchos paisajes
de EE UU demanda diariamente 30.000 millones de litros de agua —un

128

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volumen suficiente para llenar 14.000 millones de lotes de seis latas
de cerveza. Un césped de tamaño medio consume unos 38.000 litros
de agua todos los veranos. Y hay casos más graves: la factura de un
vecino del condado de Orange, una zona de Florida con problemas de
abastecimiento, registraba un consumo de 15,9 millones de litros de
agua al año, casi toda utilizada para regar el césped de su finca de 2,4
hectáreas. Este volumen de agua equivale aproximadamente al consu-
mo de 900 personas en Kenia durante todo un año.43
El primoroso césped de los jardines privados y las alfombras de verde
que tapizan los recintos oficiales y empresariales y los bordes de las
carreteras en Estados Unidos ocupan una superficie de 12 a 20 millo-
nes de hectáreas, un área mayor que el estado de Louisiana —y que
supera la superficie plantada con cualquier cultivo en el país. Alrede-
dor del 60% de los campos de golf de todo el mundo se encuentran
también en Estados Unidos; las 700.000 hectáreas de superficie que
ocupan absorben unos 15.000 millones de litros de agua diarios. El cés-
ped de jardines y campos de golf no sólo se bebe cantidades enormes
de agua, sino que lo hace en los meses más cálidos del verano, cuando
el caudal de muchos ríos y arroyos está bajo mínimos.44
Los fanáticos del césped y de los jardines estadounidenses aplican
más de 45 millones de kilos de fertilizantes y de productos químicos
para combatir las plagas, las malas hierbas y los hongos. De hecho, el
consumo de pesticidas por hectárea de césped es aproximadamente diez
veces mayor que el utilizado en una hectárea de cultivos por los agri-
cultores. Los fertilizantes y productos químicos no absorbidos por la
hierba y las plantas de jardín se infiltran, pasando a los acuíferos o a
los cursos de agua donde pueden contaminar el agua potable y provo-
car la eutrofización de lagos y charcas. (Ver cuadro 3-4.)45
Si bien unos aspersores y sistemas de riego más eficientes pueden
reducir el consumo de agua del césped, el auge de un movimiento a
favor de los paisajes naturales y del uso de plantas nativas está llevan-
do a una transformación mucho más radical de la adicción al césped
americana. Tanto los propietarios de viviendas como las empresas es-
tán consiguiendo un ahorro considerable y duradero de agua mediante
la siembra de praderas naturales y de variedades adaptadas a la sequía,
así como de variedades silvestres de flores y arbustos y otras plantas
que prosperan sin problemas en el clima local. El entorno de las insta-
laciones de Prairie Crossing, en las afueras de Chicago, y de las ofici-
nas centrales de Sears, Roebuck & Company en Hoffman Estates,
Illinois, por ejemplo, está diseñado para realzar los rasgos naturales del
paisaje, en lugar de anularlos. Algunos campos de golf, como el Prairie

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Dunes Country Club en Hutchinson, Kansas y The Landings en
Savannah, Georgia, están reduciendo también el uso del agua a través
de diversas medidas, como la regulación del riego en función de la cli-
matología, su limitación en los tees de salida y calles, la utilización de
plantas nativas y de elementos naturales del paisaje en los roughs, la
parte del campo que no requiere césped, y el mantenimiento de suelos
y plantas con métodos de agricultura ecológica.46

Cuadro 3-4.. Bebiéndonos el jardín y el arsenal


jardín
de medicamentos del vecino

«Es muy temprano, ¿sabes donde están tus medicinas?», se pregunta Christian
Daughton, de la Agencia de Medio Ambiente de EE UU, en un artículo publicado por
The Lancet. «Lo más probable es que algunas estén ya en camino hacia los arroyos
vecinos, los ríos y quizás incluso las explotaciones agrícolas, formando parte de los
lodos biológicos que se utilizan como fertilizante». En un estudio de 139 cursos de
agua en 30 estados, el US Geological Survey detectó vestigios de al menos un medi-
camento, un disruptor hormonal del sistema endocrino, un insecticida u otro pro-
ducto químico —algunos en cantidades nocivas para los peces y para la vida acuá-
tica en general— en un 80% de los tramos analizados. Puede que esto no deba
sorprendernos, dado que Estados Unidos es el mayor consumidor de pesticidas del
mundo y que todos los años se extienden 3.000 millones de recetas destinadas a la
mitad de americanos que toman todos los días al menos un medicamento. Otros
estudios llevados a cabo en Canadá, en el Reino Unido y en Alemania han delatado
también la existencia de residuos farmacéuticos y de productos para el aseo perso-
nal en el agua dulce, entre los cuales cabría citar filtros solares, antibióticos y sus-
tancias plastificantes.
No existe apenas bibliografía médica que documente el grado de penetración,
los riesgos y las soluciones a la contaminación por medicamentos y sus repercusio-
nes en la salud humana y el medio ambiente. En la actualidad hay muy pocas nor-
mativas que regulen la contaminación del agua potable por los productos de aseo
personal. En lo que se refiere a pesticidas, algunas comunidades no quieren arries-
garse. En Canadá, tanto el distrito de Hudson en Montreal como Halifax en Nueva
Escocia han prohibido la utilización de pesticidas con propósitos meramente estéti-
cos, como en los jardines. «Mejor será errar por exceso de seguridad que sufrir da-
ños mientras esperamos a que aparezca evidencia científica», señalaba el dirigente
de una de las comunidades. A pesar de un recurso contra la normativa interpuesto
por la industria química y de jardinería, el Tribunal Supremo de Canadá ha dictami-
nado que los ayuntamientos de todo el país tienen derecho a prohibir el uso de pes-
ticidas en terrenos privados y públicos.

Fuente: ver nota al final nº 45.

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El número de miembros de las asociaciones de paisajismo y jardi-
nería natural, como Wild Ones y Ecological Landscaper, está crecien-
do con rapidez, indicando que la gente anhela disfrutar de una rela-
ción más saludable con la tierra. En algunos casos la preocupación por
mejorar los beneficios financieros es también una importante motiva-
ción. La empresa CIGNA invirtió alrededor de 63.000 US$ a lo largo
de cinco años para transformar la mayor parte de césped convencional
de las 120 hectáreas del recinto que ocupa la compañía en Bloomfield,
Colorado, en praderas naturales para el paseo salpicadas de flores sil-
vestres, cosechando unos beneficios empresariales de varios cientos de
miles de US$ anuales en reducción de costes de agua, fertilizantes, pes-
ticidas, equipos y mantenimiento. Como explicaba el responsable de
jardinería de CIGNA: «¿Y qué íbamos a hacer, gastarnos 5.000 US$
en controlar la proliferación del diente de león?»47

Usos industriales del agua y consumo de bienes materiales


Las industrias consumen alrededor del 22% del suministro total de agua
dulce en el mundo, si bien en los países industrializados este porcentaje es
mucho más alto (el 59% por término medio) que en los países en desa-
rrollo (el 10%). La demanda de agua de la industria en los países en desa-
rrollo y en las economías emergentes está creciendo muy rápidamente, y
es muy probable que pronto compita con la agricultura y con las ciudades
por unos recursos hídricos ya escasos. Por otra parte, la industria genera
grandes cantidades de aguas residuales, y en los países en desarrollo una
fracción importante de estas aguas se vierte directamente a los ríos y arro-
yos más cercanos, contaminando unas fuentes escasas de suministro.48
El volumen total de la demanda industrial de agua no se conoce con
exactitud porque es frecuente que las grandes industrias extraigan el agua
directamente —y sin pasar por el contador— de un río o lago cercano
o de pozos propios. Los mayores usuarios industriales de agua son las
centrales térmicas de generación de electricidad, la industria siderúrgica
y del acero, las papeleras, la industria química, la del petróleo, y la de
fabricación de maquinaria. La mayor parte del agua suele utilizarse en la
refrigeración, lavado, procesos de transformación y calentamiento.49
Un impresionante número de usuarios industriales y comerciales han
reducido su consumo de agua entre un 10 y un 90%, a la vez que
mejoraban su productividad y sus resultados económicos. (Ver tabla 3-6.)
Es frecuente que las inversiones en mejoras de eficiencia en el uso del
agua se recuperen en dos años, consiguiéndose además un considera-

131

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Tabla 3-6. Ejemplos de ahor
ahorrr o de agua en la industria mediante
medidas de conser vación
conservación

Categoría industrial Compañía Ahorro Medidas de eficiencia


o producto en el uso del agua

Láctea United Milk. Plc, 657.000 metros Un sistema de membranas de


(leche y otros Inglaterra cúbicos al año; osmosis inversa (OI) recupera
productos lácteos 405.000 US$ y trata el condensado de leche
al año para su reutilización en toda la
planta, eliminando la necesi-
dad de un suministro externo.
El agua sobrante recuperada
se vende a otros usuarios de
la zona.

Ordenadores IBM, en todo el 690.000 metros El ahorro de agua en 2000


(fábricas y mundo cúbicos al año ascendía a un 4,6% del con-
laboratorios) sumo total; 375.000 metros
cúbicos ahorrados al año me-
diante múltiples proyectos de
eficiencia en el uso del agua y
315.000 metros cúbicos aho-
rrados a través del reciclado y
la reutilización.

Acero Columbia Steel 1,63 millones de Sustitución del sistema de re-


Casting Co,. Inc., metros cúbicos al frigeración por torres de refri-
North Portland, año; geración con recirculación.
Oregón, EE UU 588.000 US$ Instalación de sistema de reci-
al año clado y de cisternas para la
recogida del agua de lluvia, y
reutilización del agua no po-
table del lavado. Optimización
de los métodos de fabricación.

Farmacéutico Millipore Corp. 31.000 metros Reciclado de aguas residuales


(investigación en Jaffrey, NH, EE UU cúbicos al año; utilizando tecnologías de
ciencias de la vida 55.000 US$ ósmosis inversa; se recuperó
y biofarmacia) al año una inversión de 61.000 US$
en 1,2 años en reducción del
consumo de agua, de las
aguas residuales y del gasto
energético.

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Chocolate Ghirardelli 78.840 metros Instalación de un bucle en el
Chocolate, Co., San cúbicos al año circuito de refrigeración para
Leandro, California, recircular el agua, elimina-
EE UU ción del uso de agua potable
para enfriar el chocolate en
los tanques grandes.

Construcción de Gusto Homes, Ahorro de un El proyecto Millennium Green


viviendas Inglaterra 50% del consumo incluía la instalación de un
de agua en los sistema de recogida del agua
hogares (50 de lluvia y de almacenamien-
metros cúbicos to en aljibes en 24 viviendas
al año) y en las oficinas de la empre-
sa. También se instalaron cis-
ternas y duchas con disposi-
tivos de ahorro de agua, así
como calentadores de agua
solares.

Verduras Unigro, Plc. 9.000-18.000 Cultivos en túneles estancos


(frutos, verduras y Inglaterra metros cúbicos y climatizados, utilizando un
hierbas frescas sin al año; sistema denominado Green-
pesticidas) 7.400 US$ al año gro Farming, que incluye rie-
go de precisión y recogida
del agua de lluvia, consu-
miendo un 30% menos de
agua por unidad producida
que en sistemas convencio-
nales de riego.

Cerveza Anheuser-Busch 90.850 metros Registros de agua instalados


Inc. cúbicos al año en toda la planta para con-
En todo el país trolar su uso. Equipos de la-
EE UU vado de botellas y latas reca-
librados.

Fuente: ver nota al final nº 50.

ble ahorro energético y la prevención de la contaminación. Unilever,


una multinacional del sector de la alimentación y de productos para el
hogar y para el aseo personal, por ejemplo, utilizaba en 2002 una media
de 4,3 metros cúbicos de agua por tonelada producida, una tercera parte
menos que los 6,5 metros cúbicos utilizados en 1998.50

133

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Para muchas instalaciones industriales, aunque la reducción de gas-
tos constituye la motivación principal de sus inversiones en mejoras de
eficiencia, conviene recordar que existen también otros incentivos, como
la necesidad de ajustarse a requisitos obligatorios en la tramitación de
permisos, los avances en tecnología de tratamiento de aguas en la pro-
pia planta, que permiten reciclar y reutilizar el agua utilizada en los
procesos de fabricación, y la disponibilidad de agua no potable recu-
perada a precios muy bajos. En Singapur, por ejemplo, las aguas resi-
duales se tratan en seis plantas de recuperación que permiten su
reutilización industrial, contribuyendo a conservar el agua de calidad
para consumo humano y para otros usos. Un aumento de la tarifa del
agua y del canon de vertidos puede también incentivar a la industria a
introducir medidas de ahorro; sin embargo, la estrategia de subida de
precios se vuelve en ocasiones contra las empresas de abastecimiento,
dado que puede impulsar a los fabricantes a darse de baja en la red de
abastecimiento municipal y a utilizar pozos o fuentes propias situadas
dentro del recinto de la instalación.51
La expansión de la industria de manufactura en los países en desa-
rrollo está suponiendo un incremento de la carga de contaminantes y
de la demanda de agua para usos industriales, con graves riesgos para
la vida acuática y para la salud humana. Más de tres cuartas partes de
los contaminantes orgánicos del agua en los países en desarrollo pro-
ceden de la industria alimentaria y de bebidas, de las papeleras y de la
industria textil. Las aguas residuales de la industria textil, por ejem-
plo, contienen tintes que agotan el oxígeno de los ríos y lagos si se
vierten sin tratamiento previo. La recuperación y el reciclado de estos
tintes en el proceso de fabricación supone una importante reducción
de la contaminación, además de un ahorro de costes para la industria.
En Ghana, en la costa occidental de África, se ha puesto en marcha
un proyecto piloto denominado Sistema de Gestión y de Intercambio
de Existencias de Desechos (Waste Stock Exchange Management
System) cuyo objetivo es la reutilización y el reciclado de los desechos
industriales para proteger los ecosistemas costeros y de agua dulce. Parece
ser que los fabricantes locales han respondido muy favorablemente a
la iniciativa, bajo el lema «el desecho de una persona es la materia pri-
ma de otra».52
Si las opciones personales respecto a la alimentación y el paisaje
pueden resultar decisivas para mitigar el impacto humano en las aguas,
también son importantes nuestras decisiones sobre consumo de bienes
materiales. (Ver cuadro 3-5.) La producción de prácticamente todo lo
que compramos —desde la ropa, a un ordenador o un coche— con-

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sume agua, y el proceso de fabricación puede además provocar la con-
taminación de los cursos de agua y de los lagos. Quienes deciden, por
ejemplo, conducir un todoterreno que devora la gasolina en lugar de
un vehículo más eficiente en el gasto de combustible, por ejemplo, no
sólo están consumiendo tres veces más combustible por kilómetro, sino
que indirectamente están utilizando mucha más cantidad de agua, dado
que para producir un litro de gasolina se requieren 18 litros de agua.53

Cuadro 3-5. Qué podemos hacer para rreducir


educir
nuestr
nuestroo impacto sobre las aguas dulces
sobre

• Comprar menos bienes materiales.


• Seguir una dieta nutritiva, con menor consumo de carne.
• Utilizar variedades de plantas y de césped autóctonas para los jardines y el en-
torno, dejando que el agua de lluvia colme sus necesidades de agua.
• Instalar aparatos y dispositivos eficientes para el uso del agua y de la energía.
• Presionar para que se adopten normativas locales de ordenación del territorio
que protejan los humedales, los acuíferos y las cuencas hidrográficas.
• Ejercer la representación ciudadana en los organismos locales de gestión del agua,
haciendo un seguimiento y exigiendo el cumplimiento de las estrategias de pro-
tección de las aguas.

En el credo del ecologista de reducir, reutilizar y reciclar, la priori-


dad es siempre la reducción del consumo de bienes materiales. Cuan-
do una persona compra algo, sin embargo, la elección de productos
fabricados a partir de materiales reciclados puede también mitigar su
impacto energético y sobre las aguas. La compra de papel reciclado, por
ejemplo, no sólo contribuye a conservar los bosques y ahorrar energía,
sino que también reduce el consumo de agua en la fabricación de pa-
pel. Y los productos de aluminio fabricados a partir de aluminio recu-
perado utilizan solamente el 17% del agua consumida en la produc-
ción del mismo artículo con aluminio virgen. 54

Políticas prioritarias
Las razones de que se malgaste y despilfarre una cantidad tan dispara-
tada del agua extraída para usos humanos no son ningún misterio: en
una mayoría de los casos las políticas que rigen las decisiones sobre usos
del agua promueven la ineficiencia y una asignación equivocada de los

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caudales, en lugar de incentivar la conservación y el uso sostenible. En
lugar de lamentarnos de la escasez que se avecina, lo que tenemos que
hacer es enmendar los viejos errores que han llevado al derroche.
En primer lugar, es esencial que los gobiernos cumplan con sus obli-
gaciones de proteger el patrimonio público hidráulico. La mayor parte
de los ecosistemas de agua dulce carecen de precio y no son valorados
por el mercado, a pesar de que son fundamentales para nuestras eco-
nomías y para nuestras vidas, desempeñando unos servicios valorados
en cientos de miles de millones de US$ anuales. Es fundamental dis-
poner de una legislación y de normativas que garanticen estas funcio-
nes, ya que las fuerzas del mercado por sí solas —incluyendo la fija-
ción del precio del agua y el comercio— no van a proteger nunca
adecuadamente los valores no mercantiles del agua. La Directiva de
Aguas aprobada en la Unión Europea en 2000, la Ley de Aguas de
Sudáfrica de 1998 y un puñado de leyes establecidas en algunos esta-
dos en Estados Unidos son ejemplos prometedores de la voluntad de
los gobiernos de asumir sus responsabilidades en la protección del pa-
trimonio público hidráulico.55
Es preciso que los gobiernos y las autoridades comunitarias establez-
can o fortalezcan normas para regular el uso de las aguas subterráneas.
Las aguas subterráneas, un claro ejemplo de recurso común, están so-
metidas a una sobreexplotación como consecuencia de la suma de ex-
tracciones de múltiples usuarios, que actúan en interés propio, agotando
un recurso de todos. El uso sostenible de los acuíferos renovables re-
quiere que las extracciones no excedan el nivel de recarga. Sin embar-
go, como han señalado algunos investigadores del Instituto Internacional
de Gestión de las Aguas (International Water Management Institute)
con sede en Sri Lanka, «difícilmente encontraremos en el mundo un
régimen tan disparatado de gestión en funcionamiento..... No se está
haciendo nada apenas para reducir la demanda de aguas subterráneas
o economizar su utilización».56
El uso de las aguas subterráneas no sólo no están regulado suficien-
temente, sino que su utilización está subvencionada por diversos vías.
En Texas, los agricultores que bombean agua del acuífero de Ogallala,
claramente sobreexplotado, pueden reclamar una desgravación fiscal. En
la India, los agricultores pueden acceder a energía subvencionada, va-
lorada en 4.500-5.000 millones de US$ anuales, para el bombeo de
150.000 millones de metros cúbicos de agua subterránea —un incen-
tivo perverso que está llevando al agotamiento de los acuíferos del país.
Si bien estas subvenciones apuntalan la producción agrícola a corto
plazo, aceleran el ritmo de sobreexplotación, encaminando al país ha-

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cia un callejón sin salida. Dado que la contribución de las aguas sub-
terráneas a la economía agrícola de Asia está valorada entre 25.000 y
30.000 millones de US$ anuales, es urgente que se adopten y apliquen
políticas que favorezcan un uso sostenible de este recurso.57
La aplicación de tarifas de agua moduladas es un instrumento econó-
mico que puede promover una utilización más eficiente y equitativa del
agua. Con este sistema, el precio unitario del agua que el usuario tiene
que abonar aumenta proporcionalmente a su consumo. Ello permite es-
tablecer una tarifa muy reducida para un primer tramo de consumo que
cubriría las necesidades básicas de un hogar, incrementando el precio de
forma escalonada a medida que aumenta el gasto de agua. Un estudio
realizado en el año 2002 en 300 ciudades de la India concluía que sólo
un 13% aplicaban este tipo de modulación de precios. Incluso cuando se
utilizaba por otra parte este instrumento, por otra parte, los topes de con-
sumo de los tramos a los que se aplicaba la tarifa más baja se situaban a
menudo muy por encima del volumen necesario para atender la deman-
da básica de los hogares. En Bangalore, por ejemplo, el tope fijado para
los dos primeros tramos es de 50 metros cúbicos de agua al mes, un vo-
lumen muy parecido al consumo medio en Estados Unidos.58
Es improbable que una política de precios sea suficiente para evitar
el despilfarro en la utilización del agua, en particular en las zonas más
ricas. Para las familias con ingresos altos que viven en zonas ajardinadas,
por ejemplo, el mantenimiento de un césped verde todo el año puede
resultar más importante que la factura del agua. En estas zonas el si-
guiente paso es restringir el uso del agua. En la zona este de Massa-
chusetts, el bombeo excesivo de aguas subterráneas para regar el cés-
ped de los jardines ha hecho que el nivel freático descienda tanto que
el río Ipswich se ha secado en verano durante varios años consecuti-
vos. En el año 2003, el grupo conservacionista American Rivers inclu-
yó el Ipswich en la lista de los diez ríos más amenazados del país. En
mayo del mismo año, el Departamento de Protección Ambiental del
estado estableció restricciones de obligado cumplimiento a las extrac-
ciones de agua para todos los pueblos que disponían de concesiones de
aguas del Ipswich. Cuando el caudal del río desciende a un determina-
do nivel, las comunidades han de establecer medidas de conservación
obligatorias. Un verano muy lluvioso en el año 2003 ha evitado que
las nuevas disposiciones se pongan a prueba, pero ha quedado claro que
el interés público de proteger el río prevalece sobre el interés privado
de los propietarios de viviendas de mantener un césped verde. 59
Los mercados, acompañados de una normativa reguladora firme y
de unas tarifas eficaces, pueden contribuir a mejorar la eficiencia en

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los usos y en la asignación del agua. Una vez establecido un tope máxi-
mo a las extracciones, por ejemplo, el comercio entre quienes quieren
vender un determinado caudal de agua y quienes desean comprarlo está
ayudando a reasignar el suministro disponible en la cuenca del río
Murray-Darling, en Australia. En un futuro próximo la ciudad de
Adelaide posiblemente compre agua a los agricultores, ya que ha llega-
do al límite de extracción del caudal del río que le corresponde. La
posibilidad de comerciar con el agua incentiva a los usuarios a gastar
menos, puesto que pueden vender el agua ahorrada y percibir unos
ingresos extra. La estrategia «topes-ahorro-comercio» puede ser muy
eficaz para proteger los ecosistemas y aumentar la productividad del agua
allí donde existen unos títulos de propiedad o derechos de uso de las
aguas claramente delimitados.
Por último, las opciones personales de todos los consumidores son
también importantes. La apuesta individual por una dieta sana y me-
nos consumidora de agua, por un entorno atractivo adaptado al clima
local y por un estilo de vida menos consumista puede mitigar el im-
pacto de cada uno de nosotros sobre los ecosistemas de agua dulce de
la Tierra, sin por ello sacrificar el bienestar personal. Este tipo de op-
ciones pueden convertir a todos los consumidores en custodios de las
aguas.

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ENTRE BASTIDORES

Jabón bactericida

«Eliminar los gérmenes es ahora más divertido que nunca» proclama la eti-
queta de un envase de jabón líquido con olor a frutas de Dial, la primera
marca antibacterias de Estados Unidos. Sin embargo, los riesgos para la sa-
lud y para el ambiente asociados al aumento vertiginoso de producción
mundial de estos productos de limpieza nada tienen de divertido, en rea-
lidad.
Durante los últimos años, los jabones líquidos, los gel de ducha y otros
productos para el aseo personal con propiedades bactericidas se han hecho
cada vez más populares. En Estados Unidos, el 75% de los jabones líquidos
y cerca de un 30% de las pastillas de jabón contienen ahora triclosán y otros
compuestos químicos diseñados para atacar a los gérmenes de la piel. Aun-
que en la etiqueta se indican sus propiedades bactericidas, casi todos ellos
son en realidad productos microbicidas, que atacan a los virus además de a
las bacterias.1
Está previsto que el mercado mundial del jabón crezca de forma cons-
tante, desde un volumen de 5.500 millones de US$ en 2003 a 6.100 millo-
nes en 2008, según Icon Group, una empresa especializada en estudios de
mercado a nivel mundial. Las regiones con mayor crecimiento serían Asia y
el Pacífico, donde la industria del jabón espera que el desarrollo económico
potenciará la demanda de jabones más sofisticados, incluyendo los
microbicidas. En la India y en China, donde el jabón líquido se considera
un producto de lujo muy caro, Procter & Gamble produce ahora una ver-
sión bactericida de su jabón en pastilla Safeguard.2
Todos los jabones se producen mediante una reacción química denomi-
nada saponificación, en la cual un alcalí, como la sosa cáustica (hidróxido
de sodio), la potasa (hidróxido de potasio) o las tradicionales cenizas de toda
la vida (lejía), se calientan con grasas vegetales o animales (sebo) y agua. Este
proceso hace que las grasas se descompongan, dando lugar a glicerol (glice-
rina, que generalmente se separa para aprovecharla para otros cosméticos y
en farmacia) y a unas sales con ácidos grasos que componen el cuajo del jabón
en basto. Este cuajo se hierve en agua para eliminar las impurezas, se vierte
en moldes y se corta una vez solidificado.3

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Los restos más antiguos de jabón se han encontrado en cerámicas de
Babilonia que datan de 2.800 años a.C. Hasta la aparición en 1948 de las
variantes que matan los gérmenes, el jabón eliminaba los microorganismos
haciendo que la espuma y el agua del aclarado arrastraran la suciedad y las
grasas de la piel. A partir de la Segunda Guerra Mundial, la fórmula tradi-
cional ha sido alterada con productos químicos de síntesis. Éstos incluyen
surfactantes que aumentan la espuma y la solubilidad, compuestos
microbicidas como el triclosán y plastificadores como los denominados
ftalatos.4
Como cualquier otra industria, la fabricación del jabón consume mate-
rias primas y energía; para calentar las calderas se emplean combustibles
fósiles, que contaminan la atmósfera al quemarse. Entre sus subproductos
se podrían citar residuos grasos y sustancias químicas que pueden contami-
nar las aguas si se infiltran. Pero los efectos negativos se pueden minimizar:
en Túnez, una fábrica de jabón que aprovecha los residuos de las almazaras
de aceite ha instalado calderas de bajo consumo y controles de las emisiones
de residuos a la atmósfera y a las aguas. El ahorro conseguido supera todos
los años la inversión inicial en mejoras.5
Al problema de los vertidos de la industria hay que sumar el del jabón
que se va por las cañerías con el agua del aclarado cada vez que alguien se
lava. Un estudio realizado en el año 2002 por el Geological Survey reveló
que las sustancias químicas y farmacéuticas procedentes de los detergentes
—entre otras el triclosán y los ftalatos— están penetrando en las aguas de
todo Estados Unidos en concentraciones bajas a través de las aguas residua-
les. Esto es preocupante, dado que para una mayoría de estas sustancias
químicas no se han establecido límites aceptables de concentración en el agua
de beber.6
El triclosán y otras sustancias antimicrobianas plantean cuestiones am-
bientales y de salud preocupantes. En la producción de triclosán se pueden
generar dioxinas –unos compuestos de cloro cancerígenos y que actúan como
disruptores hormonales, que se dispersan con gran facilidad por el entorno
y se acumulan en la cadena alimentaria. El triclosán puede provocar tam-
bién nauseas, vómitos y diarrea si se ingiere –algo que es muy tentador para
los niños debido a los «sabores a frutas» de algunos jabones.7
Pero lo más alarmante es que la Asociación Médica Americana (American
Medical Association) y los Centros de Prevención y Control de las Enfer-
medades de EE UU, CDC (US Centres for Disease Control and Prevention)
recomiendan que se evite el uso de jabones antibacterianos en los hogares
debido a que estos productos están contribuyendo a la aparición de bacte-
rias resistentes a los fármacos. La Organización Mundial de la Salud ha ini-
ciado una campaña contra el uso inadecuado de los antibióticos, advirtien-
do que enfermedades como la tuberculosis, la neumonía y la malaria se han
hecho resistentes a varios antibióticos utilizados en su tratamiento. El triclosán
actúa destruyendo determinadas enzimas de la membrana celular de las bac-

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terias, evitando así su reproducción; y estas enzimas son precisamente las
mismas sobre las que actúa la isoniazida, uno de los antibióticos más usados
en el tratamiento de tuberculosis.8
Se ha demostrado, por otra parte, que los jabones microbicidas no son
más eficaces en la eliminación de los gérmenes que los jabones normales.
«Llegamos a la conclusión de que los jabones microbicidas y bactericidas no
suponen ninguna ventaja sobre los jabones normales» afirma la profesora de
la Universidad de Enfermería de Columbia Elaine Larson, autora principal
del informe del Instituto Nacional de Salud de 1992 sobre este tema. Los
autores del informe recomiendan lavarse las manos con jabón normal y agua
templada después de ir al retrete y antes de cocinar, como la mejor medida
para prevenir los catarros y las infecciones asociadas a los alimentos.9
Tampoco es necesariamente preferible tener una casa sin gérmenes, a pesar
de la obsesión moderna por la desinfección. En realidad, esto puede incluso
tener efectos negativos: según un estudio reciente los adolescentes que viven
en granjas y están expuestos al polvo y a los gérmenes de forma habitual tienen
menos probabilidad de padecer asma y síntomas de alergias que los jóvenes
criados en ambientes rurales alejados de explotaciones agrarias. Los investi-
gadores sugieren que la exposición a las bacterias, los hongos y el polvo puede
ayudar a fortalecer el sistema inmunitario de los niños.10
¿La solución? Los consumidores deberían dejar de comprar jabones y
productos de limpieza microbicidas, lo que induciría con el tiempo a la in-
dustria a recortar la promoción y producción de estos productos en todo el
mundo. «El uso de jabones y lociones bactericidas debería reservarse para
personas enfermas, no para un hogar sano», señala el Dr. Stuart Levy de la
Alianza por un Uso Prudente de los Antibióticos (Alliance for Prudent Use
of Antibiotics) de la Universidad de Tufts. Para atajar la propagación de gér-
menes en los hospitales los CDC aconsejan a los profesionales sanitarios que
utilicen cremas de manos a base de alcohol, que no plantean problemas de
resistencia a los antibióticos como los microbicidas. Este tipo de cremas puede
utilizarse también en los hogares cuando uno de los miembros de la familia
tiene SIDA o algún otro trastorno del sistema inmunitario. Pero como no
sirven para limpiar la suciedad corriente y moliente, no pueden sustituir al
jabón de toda la vida.

Mindy Pennybacker
La Guía Verde

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Cuidando lo que comemos


Brian Halweil y Danielle Nierenber

A mediados de los años ochenta, los campesinos mexicanos dedicados


al cultivo de café le comunicaron a la organización holandesa de ayu-
da al desarrollo Solidaridad que sus ingresos apenas cubrían los costes
de producción. Mientras la saturación del mercado internacional man-
tuviese tan bajos los precios del grano de café, de poco servía la ayuda
procedente de los países industriales. Solidaridad supo también que los
cultivadores y sus familias enfermaban por el uso de funguicidas y de
otros productos químicos, tan de moda entonces en todo el mundo. Y
todo este sufrimiento lo soportaban para que a miles de kilómetros los
ciudadanos holandeses, no los mexicanos, pudiesen disfrutar de una taza
de café exprés o un capuccino.1
La respuesta de Solidaridad fue unirse a otros grupos holandeses de
ayuda y cooperación al desarrollo para crear la Fundación Max Havelaar
(Max Havelaar era el protagonista de una novela del siglo XIX, un joven
sensible que se rebela contra el trato tan duro que daban los holande-
ses a sus colonias). La Fundación desarrolló una certificación de «co-
mercio justo» que garantizaba a los cultivadores de café un precio su-
perior al de los mercados mundiales: un precio que cubría los costes
de producción y aseguraba a los campesinos unos ingresos dignos, ade-
más de establecer una serie de requisitos ambientales y sociales, desde
el derecho de los trabajadores a organizarse en cooperativas hasta de-
terminadas condiciones de seguridad laboral. A diferencia de los con-
sumidores del café convencional, que se benefician inconscientemente
de un precio injustamente bajo a costa del sufrimiento de los cultiva-

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dores, quienes compran café de la fundación Max Havelaar abonan un
pequeño sobreprecio que garantiza una vida mejor a los campesinos y
a las comunidades productoras.2
La idea de Solidaridad no era nueva. Desde 1950 algunas organiza-
ciones, como Oxfam en el Reino Unido, Ten Thousand Villages en
Estados Unidos y Stichting Idéele Import en Holanda, ofrecían pro-
ductos de los países en desarrollo. Pero la influencia de estas «tiendas
del Tercer Mundo» era bastante limitada y el mercado pequeño.3
Según Rita Oppenhuizen, relaciones públicas de la fundación, la
verdadera innovación de Max Havelaar fue «introducir en el mercado
de masas los alimentos importados a través de redes de comercio justo
y trabajar con cadenas comerciales». Quince años después de la llega-
da del primer paquete de café con la etiqueta de Max Havelaar al puerto
de Rotterdam, este distintivo puede encontrarse en no menos del 90%
de los supermercados holandeses y sus ventas ascienden al 3% del
mercado total. En la sede del Parlamento, de casi todos los ministerios
y de una mayoría de los gobiernos provinciales se sirve café Max
Havelaar. En 1993 la certificación Max Havelaar se amplió al chocola-
te, utilizado en la actualidad por cuatro fabricantes holandeses. En 1995
se empezó a vender miel. En 1996, se importaron los primeros pláta-
nos con el certificado de Max Havelaar (y suponen ya el 5% del mer-
cado holandés), y a partir de 1998 se distribuye también té.4
Recientemente, la noción de que en la alimentación debe haber un
componente de justicia se ha desarrollado más aún. En Estados Unidos,
el sindicato de trabajadores de la fruta United Fruit Workers ha puesto
en marcha una campaña de «manzanas justas», en la que colaboran los
propietarios de las explotaciones productoras de manzanas, los trabaja-
dores y los supermercados para garantizar a quienes trabajan en los huertos
de manzanas, con frecuencia inmigrantes recientes, un sueldo digno,
derecho a organizarse y acceso a unos beneficios básicos por empleo. En
el Reino Unido los agricultores y la asociación de productores ecológi-
cos Soil Association están trabajando para ampliar el distintivo de «co-
mercio justo» a los productos locales, argumentando que los caprichos
del libre mercado y la consolidación de la agroindustria han deteriorado
las economías rurales de Gran Bretaña tanto como las de África.5

Una revolución en cada bocado


Evidentemente, la gente no come únicamente para sobrevivir. Comer
es un acto social; comemos para sentir satisfacción y placer y para afir-

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mar nuestra identidad. Y en la actualidad comer se está convirtiendo
cada vez más en una declaración política y en una forma de ayudar a
cambiar la forma en que producen los agricultores. Los alimentos «jus-
tos» son uno de los muchos distintivos que los consumidores buscan
en la actualidad para asegurarse de que sus hábitos alimentarios no están
destruyendo el planeta o el medio de vida de los agricultores. El certi-
ficado de «ecológico» en frutas y verduras, de «criado en pastos natu-
rales» para la carne de vacuno, de «pesca sostenible» para el pescado y
de «contribuye a la conservación de las aves» para el café, el cacao y
otros cultivos tropicales, son algunos de los más comunes hoy día. Los
consumidores que buscan este aval no andan a la caza de un chollo, ni
de un envase llamativo: se trata de consumidores motivados e inqui-
sitivos. No obstante, a pesar de un movimiento de cocina alternativo
que está creciendo muy rápidamente, este tipo de consumidor es to-
davía marginal, y una mayoría de las personas no está muy dispuesta a
ejercer de activista a la hora de comer, ni a indagar en los remotos
orígenes de su próximo almuerzo. El auge del comercio internacional
de alimentos y la proliferación de comida muy elaborada y empaque-
tada ha contribuido también a distanciar a la mayor parte de la gente
de lo que come, tanto geográfica como psicológicamente.6
Sin embargo, la enorme proporción de la superficie del planeta de-
dicada a la producción de alimentos para la humanidad —un 25%, más
que la superficie forestal mundial— hace imposible separar la salud de
nuestros ríos, de nuestros humedales, de nuestros bosques y de nues-
tro entorno viviente, con la forma en que se produce nuestra comida.
Según un informe de la Unión de Científicos Preocupados (Union of
Concerned Scientists) nuestros hábitos alimentarios, junto con el trans-
porte, son la actividad que mayor impacto tiene en el medio ambien-
te. Un estudio europeo concluía que entre un 10 y un 20% del im-
pacto ambiental de un hogar medio se debe al consumo de alimentos.
Y en un trabajo comparativo de las emisiones de gases asociadas a dis-
tintas opciones alimentarias realizado por Annika Carlsson-Kanyama,
de la Universidad de Estocolmo, se mostraba que una comida rica en
productos cárnicos importados suponía unas emisiones de carbono
nueve veces mayores que una comida vegetariana realizada con ingre-
dientes locales que no requieren transporte a largas distancias.7
La compra de muchos de los alimentos que se nos ofrecen hoy en
los supermercados, bien sean lubinas chilenas capturadas en las redes
de arrastre de los buques factoría que están esquilmando los mares, o
manzanas que rezuman pesticidas y vienen de la otra punta del plane-
ta, o productos cárnicos procedentes de gigantescas granjas industria-

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les que flotan sobre montañas de estiércol, es una forma de apoyo a
una agricultura destructiva. (Ver cuadro 4-1.) Para gran parte de la
población de los países ricos, donde el problema del hambre es mino-
ritario, la ubicuidad y el precio hacen que estos problemas pasen a un
segundo plano muy lejano. El «glamour» asociado a determinados ali-
mentos de lujo ha alentado también una actitud de «ojos que no ven,
corazón que no siente» en relación con los productos que llegan a
nuestra mesa. (Ver cuadro 4-2.)8
La producción «convencional» de alimentos supone un alto grado
de dependencia de productos químicos, desde antibióticos y pesticidas,
a fertilizantes y conservantes. La mayoría de los ministerios de agricul-
tura, de las universidades y los agentes de extensión agraria, promue-
ven el monocultivo acompañado de un auténtico cóctel de productos
químicos. Los agricultores aceptan la exposición a los agroquímicos
tóxicos como un riesgo inevitable que preferirían no tener que correr,
mientras que los consumidores aceptan los residuos de esas toxinas como
una lamentable realidad que preferirían olvidar. Muchos de los riesgos
que soportan los agricultores, los consumidores y las industrias
alimentarias están asociados al mismo síndrome de consumo compul-
sivo que impregna otros aspectos de la economía. (Ver Capítulo 1.) Por
ejemplo, quienes defienden los cultivos modificados genéticamente,
creados frecuentemente combinando el material genético de especies
muy distantes y que nunca se cruzarían en la naturaleza, alegan que
estos cultivos son cruciales para ayudar a alimentar una población glo-
bal en crecimiento y rebajar los costes de los alimentos. Cualquier ries-
go derivado de esta tecnología agrícola de última generación palidece, ar-
gumentan, cuando se tienen en cuenta los beneficios de una producción
de alimentos mayor y más barata. (Pero en la actualidad esta tecnología
no se utiliza para alimentar a los hambrientos, sino principalmente para
cultivar maíz y soja para piensos compuestos con los que alimentar al
ganado y satisfacer la creciente demanda humana de carne.)9
El ejemplo más evidente de unas tendencias desacertadas en el con-
sumo de alimentos es quizás el creciente problema de la gordura y de
una obesidad paralizante, que está convirtiéndose en una epidemia no
solo en los países más ricos sino también en los centros urbanos de los
países pobres. Los especialistas en nutrición, así como psicólogos y
abogados de los consumidores están de acuerdo en que una de las causas
de esta epidemia de obesidad ha sido el bombardeo publicitario de las
compañías de alimentación en búsqueda de nuevos clientes, así como
la omnipresencia de la comida, una combinación que hace muy difícil
escapar a la tentación de comer demasiado.10

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Cuadro 4-1. Batiendo los mares
mares

Según un estudio publicado en el año 2003 en la revista Nature, a lo largo de los


últimos 50 años las capturas de las flotas pesqueras industriales esquilmado al me-
nos un 90% de todas las especies de grandes depredadores marinos —atún, merlin,
pez espada, tiburones, bacalao, merluza, raya y platija—. Ransom Myers, de la Uni-
versidad canadiense de Dalhousie, que dirigió el estudio, afirma que «matamos tan
bien, que ni siquiera sabemos cuánto estamos perdiendo». Según algunos
oceanógrafos que no participaron en el estudio, el trabajo de investigación realiza-
do aporta «la mejor evidencia y nuevos datos que demuestran sin lugar a dudas que
en los últimos tiempos las capturas se han mantenido únicamente gracias a la bús-
queda y a la explotación intensiva de pesquerías cada vez más lejanas.»
El uso generalizado de enormes buques arrastreros que barren —literalmente—
el fondo marino, y de palangreros, con líneas de deriva de varios kilómetros con
multitud de anzuelos cebados, ha sido desastroso para los grandes peces. La de-
saparición de estos depredadores marinos favoreció una recuperación de las pobla-
ciones de peces de menor tamaño, aunque de corta duración ya que la sobrepesca
no ha tardado en acabar también con ellos. Los grandes peces son «los que más
valoramos», tanto en términos económicos como por los servicios que desempeñan
en los ecosistemas. Si estos peces desaparecen, con ellos desaparecerán también los
millones de comunidades y de negocios cuya alimentación e ingresos dependen de
ellos.
Para atajar este problema se requiere la cooperación internacional. En la cum-
bre sobre Desarrollo Sostenible de Johannesburgo en el año 2002, 192 países firma-
ron un acuerdo no vinculante para la recuperación de las pesquerías hasta su nivel
máximo de rendimiento sostenible para el año 2015. Esto significa rebajar los por-
centajes de capturas anuales, reduciendo las cuotas pesqueras, recortando las sub-
venciones y disminuyendo los descartes (el pescado que se tira por no considerarse
de interés económico), así como la creación de una red de reservas marinas para
conservar las pesquerías.
A nivel local, las organizaciones que trabajan en la conservación marina están
ayudando a los consumidores a diferenciar en las pescaderías y en los restaurantes
la pesca sostenible, poniendo a su disposición pequeñas tarjetas informativas. Estas
tarjetas, de un tamaño tan reducido que se pueden llevar con facilidad en el billete-
ro, suministran al consumidor una lista de pescados que se pueden comprar sin te-
mor a dañar los ecosistemas marinos. La Seafood Choices Alliance, una coalición de
chefs, hosteleros, mayoristas, pescaderías pequeñas y pescadores, ha dado un paso
más, animando a los restaurantes, hoteles y mercados a no vender especies marinas
cuyas poblaciones están en grave regresión.

Fuente: ver nota al final nº 8.

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Cuadro 4-2.. Comidas de Lujo

Consumidores de todo el mundo han ansiado siempre alimentos escasos y exóticos


como símbolo de riqueza y distinción, desde el foie gras hasta el caviar, pasando por
la sopa de aleta de tiburón. Mucha gente estaría dispuesta a pagar por ellos verda-
deras fortunas, a pesar de que su valor nutricional es a veces mínimo: los 57.000
millones de US$ del comercio de café, de cacao, de vino y de tabaco superan con
creces el comercio internacional de cereales. El crecimiento de la clase consumidora
en países como China y la India supone que un número cada vez mayor de personas
de todo el mundo puede permitirse esta clase de alimentos. El atractivo de este tipo
de platos se debe en parte a su elevado precio y a su escasez, ocultando invariable-
mente la crueldad y las desastrosas repercusiones ecológicas implícitas en su pro-
ducción.
Consideremos el foie gras. Aunque el 90 por ciento del foie gras se consume
en Francia, consumidores adinerados de todo el mundo lo consideran una exquisi-
tez. Su nombre, que literalmente significa grasa de hígado, no da muchas pistas
sobre el método de producción de este producto. El foie gras se produce atibo-
rrando a patos y a ocas con enormes cantidades de comida, que se les obliga a
tragar a través de tubos o embudos. Con este procedimiento se logra que los hí-
gados de las aves se desarrollen anormalmente –pueden llegar a pesar diez veces
más que el hígado de un ave normal—, por no mencionar toda una serie de pro-
blemas de salud, incluyendo hemorragias hepáticas, heridas en la garganta e in-
cluso asfixia.
El comercio mundial de caviar afecta a los animales de manera diferente. El
caviar son las huevas sin fecundar de las hembras de esturión y, recientemente,
también del salmón, del pez espátula y de otras especies cuya popularidad ha ido
en aumento a medida que desaparecían los esturiones. La sobrepesca, la pérdida
del hábitat, la contaminación y la baja tasa reproductiva de estos grandes peces
han contribuido al declive de sus poblaciones, especialmente notorio en las anti-
guas repúblicas de la Unión Soviética que limitan con el mar Caspio, origen de más
del 90% de todas las huevas de esturión del mundo. Los expertos en pesquerías
sospechan que todas las especies de esturión están amenazadas; puede que el
esturión beluga, la fuente de caviar más conocida, ya haya dejado de reproducirse
en libertad. Solamente los norteamericanos importan más de 40.000 kilos de caviar
anuales –más del 40% de las ventas mundiales de caviar— a pesar de un precio
de venta de 2.000 US$ el kilo.
Los pescadores matan también por lo menos 100 millones de tiburones al año
para saciar la avidez mundial de carne y de sopa de aleta de tiburón –considerada
una exquisitez en China desde el 960 a.C. y hoy día reverenciada en la cocina asiá-
tica en todo el mundo. Tradicionalmente, los pescadores capturan los tiburones y les
cortan las aletas aún vivos, tirándolos de nuevo al mar donde mueren ahogados o
desangrados. En Asia los vendedores ofrecen aletas de unas 30 o 40 especies dife-
rentes, que pueden alcanzar un precio de hasta 400 US$ el kilo. Sin embargo, al igual
que el esturión, los tiburones se reproducen lentamente y la sobrepesca está llevan-
do los efectivos de esta especie a un rápido declive.

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Organizaciones protectoras de animales, ecologistas, biólogos marinos, cocineros
y otros grupos preocupados por estas cuestiones están liderando los esfuerzos para
prohibir y desprestigiar ciertos tipos de cocina de lujo, y más en general para con-
seguir que las personas recapaciten antes de comer. Los defensores del bienestar
animal están haciendo campañas entre cocineros y restaurantes ingleses y estado-
unidenses para conseguir eliminar el foie gras de los menús. En Holanda han sido
los propios cocineros quienes han tomado la iniciativa (si bien los clientes todavía
pueden pedir foie gras) y en otros países se ha prohibido el cebo forzado de patos
y ocas. La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de
Flora y Fauna Silvestre ha reclamado unas cuotas de captura de esturiones y de su
exportación más estrictas, así como un sistema universal de etiquetado del caviar.
Algunas instituciones internacionales están trabajando también para prohibir la
práctica derrochadora de la pesca del tiburón para aprovechar solamente sus co-
diciadas aletas.

Fuente: ver nota al final nº 8.

Para que el consumidor pueda desempeñar en el futuro un papel


distinto, será necesario que comprenda que los alimentos baratos no
siempre son deseables —por muy polémica que suene esta afirmación—
sobre todo cuando el precio marcado en un artículo no refleja las sub-
venciones concedidas por el gobierno a los agricultores, ni el coste de
los daños ambientales ocasionados por la agricultura. Una serie de es-
tudios realizados recientemente en Alemania, Estados Unidos y el Rei-
no Unido calculan que los ciudadanos pagan todos los años miles de
millones de US$ en limpiar la contaminación y en solucionar otros
problemas asociados a la agricultura moderna: desde la eliminación de
los pesticidas acumulados en el agua potable, pasando por la recupera-
ción de suelos erosionados, hasta la pérdida de aves y de otras especies
silvestres.11
El mantenimiento de unos precios artificialmente bajos oculta tam-
bién el hecho de que los alimentos producidos localmente y consumi-
dos en la época que les corresponde pueden resultar a menudo más
baratos y más saludables, que los cultivados y transportados a miles de
kilómetros de distancia. Un estudio realizado en el suroeste de Ingla-
terra revelaba, por ejemplo, que los alimentos comprados al productor
en los mercados locales y a través de sistemas de venta directa y entre-
ga a domicilio —incluyendo frutas, verduras, carne, huevos y produc-
tos certificados por el Consejo Regulador de Agricultura Ecológica—
eran entre 30 y 40% más baratos que productos similares comprados
en el supermercado.12

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Aunque los representantes de la industria de alimentos y los eco-
nomistas señalan a menudo que la demanda de alimentos baratos es el
motor que determina cómo se producen, los consumidores han tenido
poco que ver en la evolución de la producción de alimentos. Sin em-
bargo esto no quiere decir que los consumidores no tengan capacidad
alguna de influencia. El boicot a determinadas compañías de alimen-
tos y a ciertos productos, las campañas de organizaciones ciudadanas
contra determinados pesticidas y la compra de alimentos con etiqueta
que garantice su producción ecológica son algunos ejemplos del poder
que puede ejercer el consumidor para influir en la agricultura.
A primera vista, conseguir que cambien los colosos del negocio de
la alimentación puede sonar a fantasía; sin embargo, McDonalds exhortó
recientemente a sus proveedores modificar algunas de las prácticas ha-
bituales en la industria, en respuesta a las preocupaciones de activistas
de defensa de los derechos animales y de grupos ambientalistas. Y Kraft,
la compañía más grande del sector de la alimentación a nivel mundial,
anunció que tiene previsto eliminar la publicidad dirigida a los niños,
disminuir el tamaño de sus anuncios y eliminar algunos de sus pro-
ductos más nocivos para la salud. Willian Worley, del Instituto Inter-
nacional para el Desarrollo y el Medio Ambiente afirma que el nivel
de concentración empresarial al que ha llegado el negocio de la alimen-
tación, en el que un puñado de grandes compañías controlan todos los
eslabones de la cadena de producción de alimentos, puede facilitar este
tipo de activismo dado que los objetivos son pocos y fáciles de identi-
ficar. Esta lógica ha contribuido al despegue del proyecto «Carrera por
el Primer Puesto» que pretende presionar a las escasas cadenas de su-
permercados que dominan el mercado del Reino Unido «hacia un sis-
tema alimentario más verde y más justo». La concentración «hace que
los mayoristas sean muy sensibles a las campañas sobre ética, medio
ambiente y seguridad de los alimentos», apunta Vorley, porque ningu-
na cadena quiere aparecer ante la opinión pública como la menos ética.13
Si bien estas iniciativas pueden parecer acciones aisladas de grupos
de consumidores, su objetivo es hacerse con el control de las decisio-
nes sobre cómo se produce la comida y reorientar el sistema de pro-
ducción de alimentos. Naturalmente, la manifestación local de esta
«democracia de la comida» variará de un lugar a otro del mundo, y su
motivación no será siempre humanitaria sino que puede que en algu-
nos casos incluya preocupaciones más egoístas como el sabor, la segu-
ridad de los alimentos, la salud y la conservación de espacios natura-
les. En un supermercado medio habría tantas opciones abiertas al
consumidor que sería imposible, desde luego, enumerarlas todas. Pero

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algunos de los cambios más significativos que podemos hacer como
«consumidores de comida» incluirían el plantearnos modificar nuestros
hábitos de consumo de carne, optar por alimentos producidos sin
agroquímicos y comprar productos cultivados localmente. La carne
representa la fracción de nuestra dieta que consume más energía; los
agroquímicos esclavizan al agricultor a un paisaje agrícola lleno de
monotonía; y la comida local constituye la mayor esperanza de devol-
ver la capacidad de decisión sobre los alimentos a quienes los produ-
cen y a quienes los consumen.

De la granja a la fábrica de animales, y vuelta


Como a casi todos los cerdos del oeste medio de Estados Unidos, a las
más de 200 cerdas que viven en la granja de Paul Willis, en Iowa, les
encanta el maíz. Pero los animales de Willis tienen una dieta y una vida
muy diferente de los 15 millones de cerdos que se crían en este esta-
do. Además del maíz que se les suministra a diario, los cochinos de
Willis merodean por las praderas de la granja en busca de alimento,
en lugar de estar confinados en pocilgas de cemento en las «fábricas
de cerdos» que dominan la producción de porcino estadounidense. A
los animales de Willis se les permite desarrollar su comportamiento
instintivo, hozando en busca de raíces y de otros alimentos, jugando y
haciendo encames, y la carne que producen es más sana y de mejor
sabor que la de los cerdos procedentes de las granjas industriales.14
Dado que la cría en estas condiciones naturales favorece el desarro-
llo de animales vigorosos, Willis puede prescindir de antibióticos y de
hormonas del crecimiento, lo que le permite rebajar costes. Y en lugar
de vender su carne a una de las grandes compañías que controlan la
mayor parte de la producción de porcino en Estados Unidos —Smith-
field o IBP— Willis comercializa su cerdo a través de una compañía
californiana denominada Niman Ranch, que desde 1982 distribuye
productos cárnicos de animales criados con unas normas de respeto a
los animales.15
Willis forma parte de un movimiento de agricultores y de consu-
midores que están intentando que la ganadería vuelva a sus raíces.
Aunque este cambio de tendencia puede parecer anticuado, los gana-
deros que crían a los animales al aire libre —y los consumidores que
compran este tipo de carne, que puede estar etiquetada como «proce-
dente de pastos naturales» o «criada en libertad»— están contribuyen-
do a transformar el sector más destructivo de la agricultura global en

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términos ecológicos y de salud: la producción industrial de animales.
(Ver gráfico 4-1.) La producción mundial de carne se ha multiplicado
por cinco desde 1950, y las granjas industriales se han convertido en
el método de producción ganadera con mayor crecimiento en todo el
mundo. Las explotaciones industriales producen el 74% de los pollos,
el 50% de los cerdos, el 43% del vacuno de carne y el 68% de los
huevos del total mundial. Los países industriales dominan este tipo de
producción ganadera, pero los países en desarrollo están aumentando
e intensificando muy rápidamente sus sistemas de producción. Según
la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones
Unidas (FAO), Asia es la región con un desarrollo más rápido del sec-
tor ganadero, seguida de América Latina y el Caribe.16
Se podría argumentar que las explotaciones modernas son la úni-
ca forma de satisfacer la creciente demanda de carne en todo el mundo.
En el año 2020, la población de los países en desarrollo consumirá
más de 39 kilos por persona —el doble de lo que consumían en la
década de los ochenta. Los habitantes de los países industriales, sin
embargo, seguirán consumiendo la mayor parte de la carne —100
kilos anuales para el año 2020, el equivalente a media vaca, 50 po-
llos y 1 cerdo. No obstante, a medida que aumenten los problemas
derivados del sistema de producción que proporciona estas cantida-
des de carne, y que prosperen alternativas como el vegetarianismo y
la ganadería en base a pastos, cabe preguntarse si podrán mantenerse
este tipo de explotaciones.17
La espiral de problemas de las granjas industriales comienza con las
condiciones de hacinamiento de los animales y la dieta a las que se les
somete. Las vacas son rumiantes, lo que significa que digieren bien la
hierba, las leguminosas y los residuos de los cultivos. Sin embargo, su
ración alimentaria diaria suele consistir en una mezcla de maíz y de
soja, dado que esta dieta hace que los animales aumenten de peso con
rapidez —y un ganado gordo se paga mejor en los mercados. Aunque
muchos consumidores se hayan acostumbrado a esperar que el sabor,
la textura y el aspecto de la carne esté entrevetado de grasa, la carne
de vacuno criada con este tipo de alimentación esconde unos costes que
no percibimos. En primer lugar, las vacas suelen sufrir inflamaciones,
acidosis, abscesos en el hígado, gases y otro síntomas producidos por
este tipo de dieta. En segundo lugar, la dieta típica en las granjas in-
dustriales se ha asociado también al aumento de patógenos trasmiti-
dos por la alimentación, como Escherichia coli 0157:H7, que puede
contaminar la carne o incluso las verduras abonadas con estiércol pro-
cedente de estas explotaciones. Parece ser que esta dieta a base de gra-

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nos favorece también la reproducción de esta bacteria dañina en el es-
tómago de las vacas, mientras que una alimentación en base a hierba
la elimina.18

Piensos Estiércol
• El consumo de piensos
INSUMOS SUBPRODUCTOS • El estiércol almacena-
supone un gasto de 11 do en balsas procedente
a 17 calorías por cada de las explotaciones
caloría producida de intensivas de porcino
carne de vacuno, de puede filtrarse a las
cerdo o de pollo. aguas subterráneas o
• El 95% de la cosecha contaminar las aguas
mundial de soja va a superficiales de los
parar a los estómagos alrededores
del ganado, no a los de Metano
las personas. • Unas ganaderías
• Los piensos que flatulentas y con
contienen harinas de problemas de gases
carne y de huesos producen el 16% de las
pueden ocasionar el mal emisiones anuales
de las vacas locas, que totales de metano, un
ha afectado a miles de gas muy potente de
vacas en los países efecto invernadero.
industriales.
Enfermedades
Agua • El consumo de
• La producción de productos animales ricos
apenas un cuarto de kilo en grasas saturadas y
de carne de vacuno colesterol está asociado
intensivo requiere al cáncer, a las
25.000 litros de agua. enfermedades del
Aditivos corazón y a otras
• Un 70% de los enfermedades crónicas.
fármacos antibióticos • Las condiciones del
vendidos en Estados ganado en las granjas
Unidos se destinan a la industriales favorecen la
alimentación de vacas, propagación de
cerdos y pollos. bacterias de E. Coli,
Combustibles fósiles Salmonella y otros
• La producción de 1 patógenos trasmitidos
caloría de carne de por los alimentos.
vacuno consume un • Al menos 100
33% más de energía personas han muerto de
fósil que la que sería la enfermedad de
necesaria para Creutzfeldt-Jakob, la
producir 1 caloría de variante humana de la
patatas. enfermedad de las vacas
locas.
Fuente: Ver nota al final nº 16

Gráfico 4-1. Carne industrial: insumos y «subpr


Carne oductos»
«subproductos»

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situacion2004bo.p65 153 29/06/2007, 14:30


Ésta es una de las razones por las que a las vacas y otro tipo de
ganado se le suministra una pequeña dosis de antibióticos con la ra-
ción alimentaria en las granjas industriales. En Estados Unidos, la ga-
nadería consume una cantidad de antibióticos diez veces mayor que los
seres humanos. Según la Organización Mundial de la Salud y la FAO,
el uso generalizado de estos fármacos en la industria ganadera está con-
tribuyendo al desarrollo de cepas de microbios resistentes a los anti-
bióticos, haciendo más difícil la lucha contra las enfermedades tanto
en los animales como en el ser humano. Las condiciones de hacina-
miento y falta de higiene debilitan a los animales aún más, haciéndo-
les vulnerables a Salmonella, E. coli y a otras enfermedades infecciosas
letales que pueden propagarse con rapidez en un rebaño poco sano.19
La cría de animales en condiciones de hacinamiento, según Ian
Langford de la Universidad de East Anglia, favorece el desarrollo y la
propagación de microorganismos en los alimentos porque a menudo
llegan a los mataderos cubiertos de heces. «El problema no es que el
consumidor no tenga el debido cuidado con los alimentos.... sino que
está en el propio proceso de la producción de alimentos», afirma
Langford. 20
Este tipo de innovaciones y de tecnologías modernas relacionadas
con la cría industrial de ganado pueden llegar a provocar verdaderos
desastres alimentarios. La encefalopatía espongiforme bovina (EEB),
denominada mal de las vacas locas, es un virus causado por alimentar
al ganado con los restos de otros rumiantes, y puede contagiarse a las
personas que comen carne infectada. Desde la aparición de los prime-
ros casos en el Reino Unido en 1986, la EEB se ha detectado en otros
33 países y las autoridades sanitarias estiman que han muerto 139
personas en todo el mundo a causa del mal Creutzfeldt-Jakob, una
enfermedad relacionada que afecta al ser humano.21
Las epidemias de gripe aviar en las hacinadas granjas de pollos in-
dustriales de Hong Kong en los últimos cinco años han conducido
también a la eliminación masiva de miles de pollos. Esta enfermedad
saltó la barrera de la especie por vez primera en 1997, muriendo seis
de las 18 personas infectadas. En 2003 la gripe aviar se propagó de
nuevo a seres humanos, matando a dos personas. El Dr. Gary Smith,
de la Escuela de Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania advier-
te que estas enfermedades y otras continuarán extendiéndose porque
«la naturaleza de la cría de ganado en nuestros días supone que hay
mucho más movimiento de ganado entre las granjas que el que antes
había.... El problema es que la industria ganadera opera a un nivel glo-
bal, nacional y comarcal». La epidemia reciente de fiebre aftosa en el

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Reino Unido es un ejemplo perfecto de cómo un número reducido de
animales puede propagar una enfermedad por un país entero.22
Dejando a un lado los episodios de inseguridad de los alimentos,
los especialistas en nutrición han descubierto que el ganado alimenta-
do con granos no es tan sano como el que se cría con hierba. Los ani-
males criados en cebaderos acumulan ácidos grasos del tipo Omega 6
(las grasas dañinas), que han sido asociados al cáncer, a la diabetes, a
la obesidad y a algunas perturbaciones del sistema inmunitario. Por el
contrario, la carne de animales criados en base a pastos contiene áci-
dos grasos del tipo Omega 3, similares a los del pescado azul, que ayu-
dan a rebajar el colesterol. Los productos ganaderos de animales ali-
mentados con hierba contienen además niveles más altos de ácido
linoléico conjugado, que pueden detener el crecimiento de tumores y
disminuir el riesgo obesidad y otras enfermedades.23
Estas características saludables han inducido a mucha gente a bus-
car productos cárnicos de animales de pastos naturales, sin antibióti-
cos, sin hormonas y sin otros aditivos utilizados en las granjas indus-
triales. Pero para quienes han moderado su consumo de carne quizás
estén interesados también en conocer las implicaciones ecológicas de
este regreso de los animales a las praderas. Según el científico canadiense
Vaclav Smil, alimentar a los animales con granos es un «uso altamente
ineficiente y absurdo de los recursos». La producción de una caloría
de carne —de vacuno, de cerdo o de pollo— requiere de 11 a 17 ca-
lorías de piensos, según Smil, mientras que los animales alimentados
en base a pastos necesitan muy poco o ningún grano. En consecuen-
cia, una dieta con un componente muy alto de carne alimentada con
piensos puede requerir de dos a cuatro veces más superficie de tierras
que una dieta vegetariana. El hecho de que la gente coma menos car-
ne no significa necesariamente que los cereales destinados a pienso vayan
a ir a parar al estómago de los hambrientos, pero sí implica una me-
nor presión en las tierras agrícolas para cultivar enormes superficies de
maíz y de soja en régimen de monocultivo.24
Atajar los problemas ambientales y de salud humana ocasionados
por nuestro apetito desmedido por carnes producidas con sistemas
modernos significará reducir el consumo de productos animales. Los
animales criados en base a pastos no se desarrollan a un ritmo tan
rápido como los de los cebaderos industriales, y la carga ganadera de
los pastizales nunca podrá llegar a igualar al número de cabezas de
ganado que se hacinan en los cebaderos. Y sin embargo la demanda
de carne está aumentando, especialmente en el mundo en desarrollo,
donde el aumento del nivel de ingresos y la cultura urbana están

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modificando las dietas. Según David Brubaker, antiguo Vicepresidente
y ejecutivo de PennAg Industries, «la población de los países en de-
sarrollo no puede permitirse el lujo de elegir carne procedente de
pastos o de ganaderías ecológicas, muy cara. En lugar de ello, están
aumentando el nivel de consumo de proteínas imitando el —mal—
ejemplo de producción y consumo de productos animales de baja
calidad marcado por Estados Unidos y otros países donde predomi-
na la cultura del «fast-food». Moderar este apetito implicará fomen-
tar que los países en desarrollo conserven los sistemas tradicionales
de cría de ganado, que son el soporte de las economías locales y en-
riquecen además el medio ambiente.25
La ineficacia en el uso de insumos de las granjas industriales es
comparable a su ineficacia en la gestión de los residuos. Cuando los
residuos ganaderos pueden utilizarse para abonar los campos, enrique-
cen el suelo y constituyen un elemento clave de la gestión de una ex-
plotación saludable —una de las principales razones por las que los
agricultores de todo el mundo tienen ganado. Sin embargo, los resi-
duos generados por miles de animales confinados en una instalación
excede normalmente con mucho la cantidad que puede administrarse
en las tierras disponibles. En consecuencia, el estiércol, un recurso agrí-
cola valioso, pasa a convertirse en un residuo tóxico. El estiércol con-
tiene nitratos, que en concentraciones elevadas puede provocar
methemoglobinemia (síndrome del bebé azul) y cáncer, así como la
eutroficación de las masas de agua dulce superficiales y el aumento
explosivo de algas. Las balsas utilizadas para almacenar el estiércol lí-
quido pueden verse afectadas también por catástrofes naturales, como
se vio en Carolina del Norte durante el huracán Floyd en 1999, cuan-
do varias balsas reventaron inundando kilómetros de los cursos de agua
con estiércol y provocando una enorme mortandad de peces.26
Los ganaderos que empiezan a ver la cría de ganado desde otra pers-
pectiva descubren a menudo beneficios inesperados. En las Filipinas,
Bobby Inocencio ha transformado la forma en que muchos filipinos
producen y comen pollo. Inocencio, propietario en su día de una granja
industrial, producía gallinas blancas para Pure Foods, una de las com-
pañías más grandes de Filipinas, siguiendo el modelo convencional de
hacinar decenas de miles de aves en naves repletas de filas de jaulas.
Pero en 1997 decidió recuperar las pequeñas empresas de producción
de pollo de las aldeas que sirven de apoyo a las explotaciones agrícolas
familiares. Empezó a criar gallinas de corral y a enseñar a hacerlo a otros
agricultores. Sus aves picotean en libertad bajo el arbolado en zonas
amplias de su explotación, cercadas con redes de pesca recicladas. Y la

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granja de Inocencio ha demostrado ser rentable —en parte porque los
costes por animal son mucho más bajos: no hay gastos de antibióti-
cos, de hormonas de crecimiento, de piensos ni de inmensas naves que
hay que mantener. Pero además ha encontrado un nicho en el merca-
do filipino, ofreciendo a los consumidores un producto que sabe como
los pollos de antes. Sus gallinas son un cruce entre una raza autóctona
y la Sasso (una gallina francesa) y están adaptadas al clima de Filipi-
nas, cosa que no ocurre con las gallinas blancas, muy vulnerables al
calor. Las gallinas de Inocencio no sólo reciben un trato respetuoso,
sino que son muy nutritivas y, además, están muy ricas. Tienen sola-
mente un 5% de grasa, comparado con el 35% de las gallinas blancas,
y no contienen antibióticos.27
Para los agricultores es difícil a veces crear un mercado y el espacio
necesario para este tipo de granjas. En Polonia, donde cada explota-
ción cría unos cuantos cerdos en sus tierras, alimentados con la paja y
otros recursos propios, las grandes compañías de producción de carne
están desembarcando en el país. Animex, una filial de Smithfield, el
mayor productor de cerdos del mundo, tiene previsto transformar parte
de las mejores tierras agrícolas de este país en cebaderos industriales
como los que ahora encontramos, salpicados por el paisaje de Carolina
del Norte y por Iowa, en Estados Unidos. Sin embargo, activistas del
Instituto para el Bienestar Animal (Animal Welfare Institute) con sede
en EE UU, han unido sus fuerzas con el dirigente del Sindicado Agrí-
cola de Polonia, Andrzej Lepper, para oponerse a este intento de
Smithfield de hacerse con el control de la producción de cerdo polaca.
Esperan convencer a los agricultores polacos y al gobierno de la nece-
sidad de resistirse a la agricultura industrial, mostrándoles cómo los
grandes cebaderos intensivos han arruinado a las pequeñas explotacio-
nes ganaderas de EE UU.28
Este tipo de coaliciones están moviendo a algunas de las grandes
compañías a cambiar su actitud en lo que se refiere a la producción de
carne. En el año 2002, en respuesta a la presión ejercida por grupos
preocupados por la salud pública y por asociaciones de defensa de los
derechos animales, McDonald’s anunció que iba a dejar de comprar hue-
vos de gallinas inmovilizadas en jaulas en los gallineros industriales y
sometidas a períodos de hambre para forzar su ciclo de producción
—una práctica que está prohibida en Europa pero que se permite en
EE UU. Para el 2004 McDonald’s se ha comprometido a exigir a sus
proveedores de pollo que dejen de administrar antibióticos a las aves
para potenciar su crecimiento y a buscar y dar preferencia a proveedo-
res indirectos que no utilicen antibióticos.29

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Dado que McDonald’s es uno de los mayores compradores de po-
llos de Estados Unidos, es previsible que la decisión de esta compañía
de modificar sus criterios tendrá un efecto dominó en la industria
cárnica. Wendy’s, Burger King y Kentucky Fried Chicken han contra-
tado recientemente a especialistas en bienestar animal para investigar y
formular normas que mejoren la calidad de vida animal. El Banco
Mundial ha cambiado también su política, decidiendo no conceder fi-
nanciación a proyectos ganaderos a gran escala en los países en desa-
rrollo. En el año 2001, el Banco afirmaba que a medida que el sector
ganadero crece «existe un considerable peligro de que se margine a los
pobres, se deteriore el medio ambiente y que la seguridad de los ali-
mentos en términos de cantidad y calidad se vea amenazada». Ha pro-
metido utilizar en los proyectos de desarrollo ganadero «un criterio cuyo
eje sean las personas», con el fin de reducir la pobreza, proteger la
sostenibilidad ambiental, asegurar la seguridad alimentaria y promover
el bienestar animal.30

Alimentos sin contaminación


Beber agua del grifo en Lituania hace unos años constituía un riesgo
para la salud pública. Las concentraciones de nitratos, un componente
de los fertilizantes muy venenoso en dosis elevadas, superaban con creces
los niveles admisibles: en algunas zonas eran hasta seis veces mayores
del límite máximo aceptable. A partir de los años cincuenta el Minis-
terio de Agricultura y el Ministerio de Protección Ambiental lituanos
han luchado por reducir los altos niveles de fertilizantes y de pestici-
das utilizados en la región kárstica del norte, el epicentro de la agri-
cultura del país, donde las aguas subterráneas habían llegado a un gra-
do de contaminación muy grave. Pero a partir de 1993 las autoridades
decidieron incentivar a los agricultores para que dejaran de usar pro-
ductos químicos.31
Se promovieron cursos de producción ecológica y se facilitó a los
agricultores asesoramiento técnico, así como apoyo financiero para pa-
liar los costes de la reconversión durante los primeros años. El progra-
ma pasó de nueve explotaciones certificadas como ecológicas en 1993,
a 106 en 1998 y a 290 en 2001, con una superficie total de 6.469
hectáreas de terreno. Se crearon también ocho empresas de elaboración
de alimentos ecológicos y otras once con certificado ecológico. El sec-
tor representa todavía una fracción pequeña de la superficie cultivada
del país y del mercado de alimentos. No obstante, los índices de con-

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taminación de las aguas en las comunidades cercanas a las explotacio-
nes ecológicas han disminuido notablemente, y la gente de la zona dis-
fruta de una nueva fuente de alimentos sin contaminantes químicos.32
La preocupación por la contaminación de las aguas subterráneas ha
llevado a que en otras regiones del mundo se haya promovido también
la agricultura ecológica. Desde 1992, las autoridades de Munich y de
Leipzig han establecido incentivos financieros para aquellos agriculto-
res que deseen reconvertir sus explotaciones a métodos ecológicos, ha-
biéndose comprobado un descenso de los niveles de nitrato en las aguas
subterráneas no tratadas de más de 40 mg/litro presentes en la década
de los ochenta a menos de 26 miligramos en 1996. Las empresas de
servicios públicos en estas ciudades alemanas no sólo suministran apo-
yo financiero y asesoramiento: la compañía municipal de aguas de
Munich ayuda a comercializar los productos ecológicos cultivados en
la zona y sirve sólo alimentos ecológicos en los comedores de sus ins-
talaciones. (Las autoridades calculan que el total invertido en este pro-
grama hasta la fecha asciende tan sólo a la séptima parte de lo que
habrían gastado en nuevas tecnologías de purificación y de tratamien-
to de aguas.)33
Como han observado estas instituciones públicas, aunque en las
tiendas los productos ecológicos son generalmente más caros —resul-
tado, según indican los analistas, de una distribución y comercialización
limitada—, la agricultura ecológica puede resultar mucho más barata
en otros aspectos. Los resultados de una investigación realizada por la
Universidad de Essex demuestran que el coste para el erario público
de la eliminación de los pesticidas del suministro de agua potable en
Inglaterra equivale a la cuarta parte de lo que los agricultores pagan
por los productos químicos. Este trabajo estima también que la agri-
cultura ecológica le cuesta a la sociedad en su conjunto la tercera par-
te que la convencional en términos de contaminación por pesticidas,
erosión y otros efectos secundarios. Un estudio realizado en Filipinas
reveló que el coste de los problemas de salud derivados de la fumiga-
ción de pesticidas —bajas por enfermedad, visitas médicas y medici-
nas— para los agricultores, supera con creces el valor de los daños que
las plagas hubieran ocasionado en los cultivos, incluso sin tener en
cuenta el coste de la adquisición de productos para fumigar, polvos y
otros pesticidas.34
Dado que los productos químicos utilizados en los campos de cul-
tivo se infiltran, afectando o eliminando los organismos beneficiosos
que viven en el suelo, en los cursos de agua y en los lagos y las aguas
costeras, no es sorprendente que los estudios realizados en todo el

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mundo estén revelando que las explotaciones ecológicas albergan un
número mayor y más diverso de aves, insectos, plantas silvestres y gu-
sanos y otros organismos del suelo, que las explotaciones convencio-
nales de los alrededores. Es decir, que la agricultura ecológica no es
únicamente una reacción frente a la agricultura industrial. Se trata de
una forma más sana de cultivar el campo y de producir alimentos para
la humanidad. A medida que la factura de la agricultura química au-
menta, un enfoque de la agricultura más ecológico puede que sea la
única opción posible.35
El interés de los consumidores por los alimentos ecológicos ha he-
cho que las ventas anuales de estos productos aumentasen a 23.000
millones de US$ en 2002, un 10% más que el año anterior, según
Organic Monitor, una empresa que hace un seguimiento de esta in-
dustria. La agricultura ecológica ocupa una superficie de 23 millones
de hectáreas en todo el mundo, desde Australia hasta Argentina, y
muchos otros agricultores cultivan sin utilizar agroquímicos, en oca-
siones por convencimiento personal y en ocasiones porque no les que-
da otro remedio, aunque no tengan el certificado oficial. Aunque el
mercado de productos ecológicos está creciendo con rapidez en todas
las regiones, la mayor parte de las ventas se concentran todavía en
Norteamérica y Europa. (Ver gráficos 4-2 y 4-3.)36
Algunos de los mayores obstáculos a la ampliación de la agricultura
ecológica son conceptuales. Muchos agricultores, investigadores agra-
rios y políticos de todo el mundo no pueden creer, sencillamente, que
sea posible cultivar a gran escala con menos productos químicos de
síntesis o prescindiendo de ellos por completo. Es cierto que durante
los primeros años de cultivo las producciones de los agricultores eco-
lógicos a menudo descienden, dado que la calidad y el equilibrio vivo
del suelo y las poblaciones de insectos han de recuperarse de años de
agresión continua con productos químicos. Puede que la puesta a punto
de la nueva gestión agrícola lleve unos años. Y dada la importancia de
la diversidad de cultivos para reducir los problemas de plagas, las ex-
plotaciones ecológicas deben hacer una rotación de cultivos que difi-
culta su competencia con el monocultivo de otras explotaciones. Pero
diversos estudios han demostrado que en términos generales la agri-
cultura ecológica puede ser tan productiva y reportar mayores benefi-
cios que la convencional.37
Un estudio reciente en el que se comparaban los rendimientos de
cultivos ecológicos y no ecológicos en diversas estaciones de investiga-
ción agraria en Estados Unidos revelaba que la producción ecológica
de maíz era un 94% de la convencional, la producción ecológica de

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trigo un 97% y la producción ecológica de soja un 94%, mientras que
la producción de tomates ecológicos era similar a la de los cultivados
con agroquímicos.38

Canadá (850 mill. US$)


Japón (350 mill. US$)
Resto del mundo (725 mill. US$)

Estados Unidos
(1.100 mill. US$) Alemania (2.800 mill. US$)

Otros
Reino Unido (1.600 mill. US$)
países
europeos (3.200 Italia (1.200 mill. US$)
Fuente: mill. US$)
IFOAM Francia (1.200 mill. US$)

Gráfico 4-2. Ventas globales de alimentos ecológicos,


Ventas
Cir ca 2002
Circa

Millones de hectáreas
12
Fuente: IFOAM

10

0
adá

a
ña
tina

idos

ido
Italia

ania

a
uay
alia

ci
Chin
Espa

Fran
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Can
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Austr

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Estad

Gráfico 4-3. Países con mayor superficie cultivada con métodos


superficie
de agricultura ecológica, Cir ca 2002
Circa

161

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Un estudio realizado a lo largo de siete años en el distrito de Maikaal,
en la India central, y en el que participaron mil agricultores con 3.200
hectáreas de terreno, concluía que las producciones medias de algodón,
de trigo, de pimientos y de soja eran similares o hasta un 20% supe-
riores en las explotaciones ecológicas que en las gestionadas con méto-
dos convencionales en los alrededores. Los agricultores y científicos
atribuían el aumento relativo de producción en esta región árida a la
importancia que tienen en la agricultura ecológica los cultivos de co-
bertura, la utilización de estiércol y compost y otras prácticas que au-
mentan la materia ecológica del suelo (y ayudan a retener el agua).39
Un estudio realizado en Kenia reveló que mientras los agricultores
ecológicos en «zonas con gran potencial» (las comarcas con una
pluviosidad media más elevada y una calidad de suelos superior a la
media) tenían unas producciones inferiores a las de los agricultores
convencionales, alcanzaban sistemáticamente mayores rendimientos que
éstos en las zonas con una dotación de recursos naturales menor. En
ambos casos los agricultores ecológicos obtenían unos beneficios netos
y un rendimiento del capital invertido y de la mano de obra supe-
riores.40
Un informe de la FAO del año 2002 apuntaba que en los países en
desarrollo los «métodos ecológicos pueden duplicar o triplicar la pro-
ductividad de los sistemas tradicionales», señalando también que las
comparaciones de producciones presentan a menudo «una visión limi-
tada, estrecha y con frecuencia engañosa» dado que «los numerosos
beneficios ambientales de la agricultura ecológica constituyen elemen-
tos esenciales en cualquier comparación». Nick Parrott, de la Universi-
dad de Cardiff, que ha evaluado recientemente el potencial de la agri-
cultura ecológica en los países en desarrollo, encontró numerosos
ejemplos en Asia, África y América Latina en los que la adopción de
métodos de agricultura ecológica conseguía incrementar las produccio-
nes de forma significativa en comparación con las «prácticas tradicio-
nales no mejoradas». Señala que: «Muchos casos demuestran que la agri-
cultura ecológica aumenta la seguridad alimentaria y los ingresos de las
familias campesinas. Esto ocurre con las explotaciones con certificado
de garantía cuyo objetivo es la exportación a los mercados del Norte
así como con las no registradas y que venden en los mercados locales.»
Parrot describe algunos de los mecanismos que favorecen estos resul-
tados, como la utilización de estiércol y compost para mejorar la capa-
cidad de retención de agua de los suelos, paliando los efectos de las
sequías, y la eliminación de insumos artificiales costosos, que contri-
buye a reducir los gastos.41

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Quizás lo que habría que preguntarse es cuánto tiempo pueden los
agricultores convencionales continuar dependiendo de grandes dosis de
agroquímicos, y no tanto si la agricultura ecológica es factible. Las plagas
han demostrado poseer una habilidad sorprendente para esquivar, re-
sistir y evolucionar, zafándose de cualquier producto con que las com-
batimos, de forma que hoy los agricultores tienen unas pérdidas mu-
cho mayores debido a las plagas que hace cincuenta años. Incluso los
cultivos manipulados genéticamente, promocionados con el argumen-
to de que ayudarían a eliminar los pesticidas, no pueden evitar la apa-
rición de resistencias. Investigadores de la Universidad de Iowa han des-
cubierto no menos de cuatro especies de malas hierbas comunes que
han desarrollado resistencia al herbicida Roundup, el producto utiliza-
do en los cultivos resistentes a herbicidas sembrados en el Oeste me-
dio de Estados Unidos desde hace menos de una década. Para contro-
lar estas malezas será preciso aumentar la aplicación de pesticidas. Los
agricultores han gastado miles de millones de US$ en este esfuerzo vano
por controlar las plagas, atacándolas con productos químicos cada vez
más potentes, y la mayor parte de los pesticidas han acabado en las
aguas, en el aire, en los suelos y en nuestros propios organismos.42
Aunque los beneficios de la agricultura ecológica para la sociedad
en su conjunto —una menor contaminación de las aguas y un aumento
de la vida silvestre— están impulsando el aumento de ventas, los más
interesados en estos productos son los propios consumidores por pre-
ocupaciones personales. Los padres, por ejemplo, puede que decidan
alimentar con comida ecológica para bebés a sus recién nacidos, cons-
cientes de que en esta primera fase de desarrollo nuestros cuerpos son
más sensibles a las perturbaciones del sistema endocrino provocadas por
los pesticidas, a los residuos de antibióticos y de hormonas del creci-
miento y a otros ingredientes sintéticos utilizados de forma rutinaria
en la producción de alimentos. Puede que más tarde decidan cambiar
la alimentación de toda la familia por productos ecológicos. La agri-
cultura ecológica es el único sistema de producción de alimentos en el
que los consumidores saben con seguridad qué prácticas están permi-
tidas y cuales están prohibidas, y en el que los agricultores no sólo han
de demostrar que no están fumigando con sustancias contaminantes,
sino que deben seguir una serie de prácticas que restauren los paisajes,
desde la rotación de cultivos a la siembra con cubierta vegetal y el
compostaje. Este nivel de transparencia no existe en la mayor parte de
la producción de alimentos, donde a los agricultores se les permite
utilizar un auténtico cóctel de productos químicos, administrar a los
animales cantidades de antibióticos y de hormonas sin ningún criterio

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e incluso extender en sus campos lodos de las depuradoras de aguas
residuales.
Hay numerosos datos que evidencian que los agricultores expues-
tos de forma habitual a los pesticidas tienen un riesgo mayor de con-
traer ciertos tipos de cáncer y de padecer desórdenes del sistema
inmunitario, enfermedades mentales y toda una serie de dolencias. Las
pruebas realizadas en animales han demostrado que algunas sustancias
químicas de uso común son muy tóxicas a dosis elevadas. Pero una
mayoría de los expertos está de acuerdo en que es más difícil determi-
nar los efectos sobre la salud de una exposición crónica a niveles más
bajos de pesticidas a través de los alimentos y de las aguas subterrá-
neas. Las autoridades sanitarias normalmente consideran seguro para
el ser humano un nivel de exposición cien o mil veces inferior al que
se ha demostrado que no tiene afectos nocivos en experimentos con
animales. Pero la exposición humana puede superar a través de la die-
ta estas definiciones conservadoras del riesgo aceptable.
Edward Groth, científico de la Unión de Consumidores (Consumers
Union), afirma que «la posibilidad de alcanzar un nivel de exposición
peligroso aumenta debido a la multitud de residuos presentes en los
alimentos», que se suman a los que lleva el agua, el aire y otras fuen-
tes. Groth señala que sólo en Estados Unidos hay 40 pesticidas
organofosforados aprobados para uso agrícola, y que dado que el
mecanismo que produce efectos tóxicos es el mismo en todos los
organofosforados «es razonable suponer que los impactos son
acumulativos y sinérgicos». Algunos investigadores han descubierto
recientemente que el recuento de espermatozoides en varones con ni-
veles altos en la orina de tres pesticidas de uso habitual, era espectacular-
mente más bajo de lo normal y la presencia de espermatozoides con
deformidades era mayor. Y los toxicólogos están observando que la
combinación de fertilizantes (nitratos) y de pesticidas, los dos insumos
más importantes de la agricultura industrial, que acaban a menudo
juntos en las aguas subterráneas, puede exacerbar los efectos nocivos
para la salud de la exposición a estas sustancias. Groth añade que la
exposición de los niños, debido al menor tamaño de sus cuerpos y a
su mayor sensibilidad, es más probable que se sitúe en niveles de ries-
go. «Pero el tipo de daño del que estamos hablando —daños en el sis-
tema nervioso que pueden manifestarse con el tiempo, por ejemplo,
en problemas de aprendizaje— es muy sutil y es improbable que sea
detectado a no ser que se lleven a cabo estudios cuidadosos de grupos
grandes de población».43
El grado de exposición aumenta de forma notable cuando consu-

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mimos alimentos cultivados con pesticidas. Los investigadores que
analizan miles de muestras de alimentos en el Ministerio de Agricul-
tura de Estados Unidos han observado que los consumidores que co-
men frutos y verduras ecológicos están expuestos a la tercera parte de
residuos de pesticidas que los que consumen productos convenciona-
les, que además es seis veces más probable que contengan residuos de
múltiples pesticidas. Y un estudio reciente ha revelado que la orina de
los niños alimentados con una proporción muy alta de zumos y pro-
ductos ecológicos contiene la sexta parte de subproductos derivados de
los pesticidas que los niños que comen alimentos producidos por mé-
todos convencionales.44
La mayoría de los estudios sobre las repercusiones del uso de los
pesticidas en la salud humana y en los ecosistemas han sido realizados
en los países industrializados. Pero algunos de estos problemas son es-
pecialmente preocupantes en el mundo en desarrollo, no sólo porque
en algunas regiones los agricultores siguen utilizando algunos de los
pesticidas más tóxicos —que están prohibidos en los países más ricos—,
sino porque para estos agricultores el uso de grandes cantidades de
productos químicos tiene un precio prohibitivo y no es lo más ade-
cuado para sus condiciones de cultivo. En la India, según el Ministe-
rio de Agricultura, 32 de los 180 pesticidas registrados han sido pro-
hibidos en otros países por sus riesgos para la salud. Entre 1998 y 2001
la India produjo 40.000 toneladas de estos compuestos. El mono-
crotofos, un insecticida muy tóxico para el sistema nervioso que se retiró
del registro de pesticidas permitidos en Estados Unidos en 1988, es el
pesticida más vendido en la India.45
Aunque el factor decisivo para comprar los alimentos ecológicos es
casi siempre lo que no contienen, recientemente se ha demostrado que
estos productos contienen cantidades sustancialmente mayores de
antioxidantes y de otros compuestos que ayudan a conservar la salud
que los cultivados con pesticidas. Un estudio de la Universidad de
California confirmó recientemente lo que algunos agrónomos y espe-
cialistas en nutrición sospechaban desde hace tiempo: que el uso de
grandes cantidades de pesticidas y fertilizantes químicos puede pertur-
bar la capacidad de los cultivos de sintetizar determinadas sustancias
que tienen propiedades antioxidantes y que se asocian con la reduc-
ción del riesgo de cáncer, apoplejía, problemas de corazón y otras en-
fermedades. Algunos comentaristas han señalado la ironía de que los
productos convencionales contengan sustancias químicas que se sospe-
cha o se sabe que son cancerígenas, y una cantidad inferior de los com-
puestos que nos ayudan a prevenir el cáncer.46

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Coman aquí
Uno de los conceptos más controvertidos en la industria alimentaria
es el de la «trazabilidad». Este término describe la posibilidad de que
un restaurante, una tienda de comestibles o un comprador hambrien-
to sepa de dónde viene un determinado alimento, quién lo ha produ-
cido, con qué productos químicos se ha fumigado y toda una serie de
características que van más allá de las clásicas preocupaciones por el
sabor, el precio y el empaquetado. El conseguir esta información de-
pende en gran medida de acortar la distancia entre el agricultor y el
consumidor.
Las motivaciones que pueden inducir a comer productos locales son
tan variadas como la propia oferta de alimentos. Quienes los buscan
pueden ser simples aficionados a los productos caseros, preocupados por
los recientes y alarmantes episodios de contaminación alimentaria, a la
búsqueda de productos frescos. Urbanitas en rebelión contra una ca-
dena alimentaria que mueve productos anónimos a largas distancias.
Ambientalistas que intentan atajar el crecimiento urbano y la pérdida
de espacios verdes. Especialistas en nutrición que promueven una co-
mida menos elaborada. Agricultores intentando salvar su medio de vida.
Políticos en los países en desarrollo que confían que la producción lo-
cal de alimentos contribuya a evitar la fuga de unas divisas preciosas
para el país. Chefs, restauradores y amantes de la buena mesa que des-
cubren de pronto los placeres de la cocina regional y de los platos
artesanales.
Conservar los diversos sabores y «el derecho al gusto» es solamente
parte de la misión que se ha propuesto un nuevo movimiento interna-
cional llamado Slow Food (Comida Lenta). Este grupo, nacido hace
17 años y que cuenta con 75.000 miembros en 80 países, entiende las
relaciones entre consumidores y panaderos, carniceros y agricultores, y
el compartir la mesa con amigos y familiares, como algo inseparable
del placer de comer. Carlo Petrini, fundador y presidente actual de Slow
Food, señala que el precio que la sociedad ha pagado por tener acceso
a todo tipo de alimentos a lo largo de todo el año ha sido «el desarro-
llo deliberado de especies con características que son funcionales úni-
camente para la industria alimentaria, y no para el placer de comer,
sacrificando multitud de variedades y de razas en el altar de la produc-
ción de masas».47
En los Andes peruanos, la Asociación para la Conservación de la
naturaleza y Desarrollo Sostenible (ANDES) no sólo está intentando
conservar las formas de cultivo tradicionales como fórmula para aumen-

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tar los ingresos de los campesinos, sino que está recuperando el corre-
dor este-oeste de comercio de alimentos establecido por los incas hace
miles de años. En Choquecancha, el pueblo más céntrico de este co-
rredor, la gente intercambia alimentos del altiplano (patatas, conejillos
de indias, llamas, frijoles, amaranto, y tubérculos locales como ulloco,
oca y mashua) por productos de los valles (cacao, coca, mangos, papa-
ya y cocos). Para los peruanos que se han trasladado a las zonas urba-
nas de las tierras bajas, donde la comida rápida y los platos precocina-
dos están desplazando a los productos locales, este mercado les permite
acceder a la gran variedad de alimentos que los habitantes de las zonas
de montaña ha disfrutado desde hace miles de años. Según Alejandro
Argumedo, de ANDES, en este caso la gente no paga únicamente por
el valor nutritivo de los productos, sino «para conservar la tradición
de las culturas de montaña y del altiplano como custodios espirituales
de sus recursos, así como las variedades indígenas cuyo valor nutritivo
es, además, mayor». ANDES tiene previsto abrir un restaurante en
Cuzco en el que se servirá únicamente comida local.48
Este movimiento para conservar la agricultura familiar, los paisajes
agrarios y la cocina local se está desarrollándo en un tiempo en que
los alimentos viajan más lejos y están controlados por un número más
reducido que nunca de empresas globales. El valor del comercio inter-
nacional de alimentos se ha multiplicado por tres desde 1960, y su
volumen se ha cuadriplicado. En Estados Unidos, los alimentos viajan
por término medio entre 2.500 y 4.000 kilómetros, alrededor de un
25% más que en 1980. En el Reino Unido, la comida viaja un 50%
más que hace sólo dos décadas, y las emisiones de carbono asociadas
al transporte de una comida «típica» de los domingos elaborada con
productos importados son aproximadamente 650 veces mayores que las
de esa misma comida cocinada con ingredientes locales. (Ver gráfico
4-4.) En consecuencia, las personas que comen productos locales pue-
den contribuir a ahorrar mucha energía, a reducir los gases de efecto
invernadero y a que el dinero circule en la comunidad, y disfrutar ade-
más de la tranquilidad que supone conocer personalmente a los agri-
cultores que cultivan nuestros alimentos.49
Por norma, cuanto más lejos viaja un alimento, menos dinero per-
cibe el agricultor y menos circula por la comunidad rural. El transpor-
te, el embalaje, el procesado y la distribución de los alimentos absorbe
una proporción cada vez mayor del precio final. Esta fuga de dinero
de las comunidades —y la capacidad de ayudar a restañar este proceso
que implica la comida local— puede tener una gran importancia en
zonas donde todavía hay un número importante de agricultores. Un

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estudio realizado por la Fundación para una Nueva Economía de Lon-
dres, revelaba que 10 libras gastadas en un negocio de comestibles lo-
cal adquieren un valor de 25 libras para la comunidad, mientras que
la misma cantidad gastada en una gran superficie genera únicamente
14 libras —es decir, una libra, un US$, un peso o una rupia gastada
localmente genera el doble de ingresos para la economía local.50
Este efecto multiplicador constituye una de las motivaciones del
movimiento Navdanya (Nueve Semillas), fundado en la India en 1987
por la Fundación para la Investigación de la Ciencia, la Tecnología y
la Ecología para proteger de las patentes las variedades de trigo, de arroz
y de otros cultivos, catalogándolas y declarándolas propiedad común.
«Pusimos en marcha el movimiento para anticiparnos a la ingeniería
genética y la creación de monopolios en la agricultura a través de las
patentes», explica la activista y científica Vandana Shiva, que encabeza
el movimiento, «pero también para fortalecer las economías de las al-
deas». Navdanya ha establecido una serie de bancos de semillas, de al-
macenes de suministro de aperos agrícolas, y de instalaciones de alma-
cenamiento propiedad de las comunidades locales, y está impulsando
un cambio a métodos de agricultura ecológica para reducir la depen-
dencia de los campesinos de productos químicos importados. «En es-
tos momentos contamos con unas 3.000 aldeas en las que los campe-
sinos han creado lo que denominamos «Zonas Libres» donde los cultivos
están «libres» de productos químicos y no dependen de insumos pro-
cedentes de las grandes compañías agroquímicas, ni de semillas híbridas,
ni dependerán en un futuro de patentes ni de variedades manipuladas
genéticamente». Navdanya trabaja con las organizaciones agrarias, con
grupos de mujeres y con grupos religiosos, y gestiona ya más de veinte
bancos de semillas en siete estados. Las personas que han impulsado
el movimiento calculan que más de 10.000 agricultores se benefician
de los servicios que ofrece Navdanya y que se han rescatado más de
1.500 variedades de arroz y cientos de variedades de mijo, de legum-
bres, de semillas oleaginosas y de verduras.51
La diversidad local puede proporcionar todos los alimentos necesa-
rios en muchos de los países pobres, donde a menudo las familias no
pueden permitirse el lujo de comprar productos importados. En
Zimbabwe, los agricultores han descubierto un nicho de mercado para
las verduras indígenas en los residentes urbanos, para quienes la gas-
tronomía constituye un vínculo con sus raíces y su identidad cultural
que anhelan ardientemente. La alimentación de muchos hogares de-
pende de unas 25 verduras indígenas, entre otras el gumbo (okra) así
como variedades locales de pepino y de calabaza, que constituyen una

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fuente muy nutritiva de verduras de hoja ancha desde agosto hasta
diciembre —habitualmente la temporada de mayor escasez—, propor-
cionando a los pobres una fuente de alimentos nutritivos y de ingre-
sos. El Instituto de Mejora de los Cultivos del gobierno está ayudando
a los agricultores a cultivar estas variedades, distribuyendo semillas y
desarrollando tecnologías para su elaboración y conservación. Los go-
biernos pueden también incentivar la producción local a través de las
compras del sector público para aprovisionar los comedores de ofici-
nas gubernativas, hospitales y escuelas, concertándolas con agriculto-
res locales.52
En un artículo publicado recientemente en el New York Times en el
que invocaba una mayor autosuficiencia alimentaria del continente afri-
cano, Norman Borlaug, premio Nobel de agricultura, afirmaba que «los
programas de comedores escolares, por ejemplo, pueden constituir un
importante estímulo para la expansión de los mercados de alimentos
si los productos consumidos se cultivan localmente». En el año 2000,
varios distritos escolares del norte de Italia aprobaron normativas que
obligaban a las escuelas de la región a dar prioridad a los productos

Fuente: Jones
Fresas
8.772 Km
CALIFORNIA

Brócoli Patatas
8.780 Km 2.447 Km
GUATEMALA ITALIA

Totalmente
británico
Arándanos 48 km Judías pintas
18.835 Km 9.532 Km
NUEVA ZELANDA TAILANDIA

Canal de vacuno
21.462 km Zanahorias
AUSTRALIA
9.620 Km
SUDAFRICA

Gráfico 4-4. Alimentos locales frente a los impor


frente tados:
importados:
Gran Br etaña
Bretaña

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locales y ecológicos en el abastecimiento de sus comedores. En la ac-
tualidad Italia cuenta con 300 proveedores de comida ecológica para
comedores escolares y con varios cientos de servicios que ofrecen co-
mida local. Si bien los ciudadanos y las administraciones han impulsa-
do este cambio principalmente para conservar el entorno rural y el
medio de vida de los agricultores, han encontrado además que las co-
midas más frescas y con ingredientes menos elaborados suponen un
ahorro de dinero, son más sanas y saben mejor.53
Una mayor autosuficiencia significa, a su vez, que los países, las
regiones y las comunidades ejercen un mayor control sobre cómo se
produce la comida. Según la socióloga JoAnn Jaffe, de la Universidad
de Regina, en Canadá: «En el mercado de alimentos actual las desigual-
dades han aumentado en lo que se refiere a capacidad de influencia de
la población y —más fundamentalmente— control de la alimentación»,
una situación que se debe en parte al crecimiento desordenado del sis-
tema de producción y de distribución de alimentos. Jaffe sugiere una
estrategia de desquite «recurriendo para comer a los eslabones más bajos
de la cadena de comercialización de alimentos», haciendo la compra de
alimentos lo más localmente posible para recuperar soberanía y crear
una relación más directa de intercambio entre el agricultor y el consu-
midor. Recurrir a los eslabones más bajos de la cadena de comercia-
lización de alimentos será casi siempre lo más saludable, ya que la com-
pra directa de alimentos supone comer más frutos y verduras frescas,
y porque además muchos de los eslabones que separan al agricultor del
consumidor suponen la eliminación de nutrientes y fibras y la adición
de grasas, azúcares, sal y otros componentes que llenan pero no ali-
mentan. En contraposición con el proceso de decisión a puerta cerra-
da en los despachos de un número cada vez menor de grandes empre-
sas, la venta directa en mercados tradicionales, los grupos de consumo
que potencian a los productores locales y los pequeños comercios lo-
cales de venta de alimentos tienden a devolver a la comunidad local su
capacidad de decisión.54
En muchas comunidades, los pequeños comercios de alimentación
han dejado de existir. El carnicero, el panadero, el lechero y la tienda
de la esquina que vendía conservas y un poco de todo han cerrado,
desplazados por las grandes superficies. A medida que los restaurantes,
los comedores escolares, los supermercados y otros negocios alimentarios
empiezan a comprar alimentos locales —y a medida que la demanda
de los consumidores aumenta— la infraestructura que parecía olvida-
da puede resucitar poco a poco. Recientemente Navdanya ha abierto
un establecimiento local en Delhi, similar al café que ANDES piensa

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abrir en Cuzco, que vincula lo urbano y lo rural, promocionando las
tradiciones culinarias de la India y las fiestas que celebran la cosecha
todas las temporadas. En Al Borde de la Esperanza (Hope’s Edge), Maya
Jani nos explica, «Navdanya quiere recuperar los alimentos y las bebi-
das indígenas que estaban desapareciendo a través del placer del comer
y rápidamente, antes de que Pepsi y Coca Cola hayan atrofiado por
completo nuestro sentido del gusto». El festival panna, organizado por
Navdanya durante los tórridos meses del verano es toda una fiesta de-
dicada a las bebidas refrescantes tradicionales, elaboradas a base de coco,
mango, lichis, cebada y rododendros. «Nuestros festivales son una
manera de contribuir a que la gente recupere la confianza en sus pro-
pios tradiciones.»55

La emergente democracia en el comer


La «democracia alimentaria» es el término que mejor describe quizás
el creciente número de agricultores, de consumidores, de cocineros y
de tiendas de alimentación que se resisten a la tentación de alimentar-
se a ciegas y que hacen del comer una decisión personal. Sin embargo,
replantearnos nuestra relación con la comida no supone únicamente
prescindir de la carne o de comprar en una gran superficie porque nos
resulta más cómodo.
Cambiar de dieta supone añadir a nuestras vidas algo que habíamos
perdido: nuestro vínculo con los alimentos y con las personas que los
producen. Todos tenemos necesidad de saber más sobre los alimentos
que compramos y que consumimos, bien seamos agricultores, cocine-
ros, estudiantes que inician la carrera, o padres preocupados por su
familia. Y existen multitud de fórmulas para que cada comida se trans-
forme en una opción deliberada con la que reforzamos la democracia
en el comer. Comer es una necesidad, no una opción. Pero tenemos el
derecho —y la responsabilidad— a decidir cómo se producen nuestros
alimentos. Desde quienes hacen la compra en el mercado, o quienes
prescinden de la carne en las comidas, hasta quienes compran el café y
el cacao en los establecimientos de comercio justo, en todo el mundo
hay un número creciente de consumidores que votan con sus tenedo-
res y su cartera por un sistema de alimentos más saludable.
El consumidor convencional no dará necesariamente estos pasos si
no se le anima. Y aunque muy poca gente toleraría que su gobierno se
entrometiera en lo que debe comer, los gobiernos tienen un conside-
rable poder en sus manos para cambiar la forma en que se producen

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los alimentos —a través de multitud de vías, desde las normativas so-
bre agroquímicos utilizados por los agricultores hasta el tipo de inves-
tigación que se promueve en las universidades y escuelas de agróno-
mos. (Ver cuadro 4-3.) Como ya se ha indicado, los gobiernos compran
cantidades considerables de alimentos para los comedores escolares,
ministerios e instituciones públicas, incluido el ejército —el gobierno
de EE UU sirve 26 millones de comidas todos los días en las escuelas,
por ejemplo— y pueden favorecer determinados mercados a través de
sus contratos con proveedores. (Ver también capítulo 6.) La Agencia
de Protección Ambiental sueca ha iniciado una campaña conjunta con
el Ministerio de Agricultura y la Agencia de Consumidores de este país
para sensibilizar a la población sobre la importancia de los hábitos
alimentarios, no sólo a nivel de nutrición y de salud sino para el me-
dio ambiente. Esta colaboración se ha plasmado en un libro de cocina

Cuadro 4-3. Prioridades de las políticas para


r econsiderar nuestra rrelación
elación con los alimentos

• Los gobiernos deberían transferir los fondos destinados todos los años a sub-
venciones agrícolas —más de 300.000 millones de US$— a apoyar la agricultu-
ra ecológica.
• Los gobiernos deberían considerar la introducción de impuestos sobre los pesti-
cidas, los fertilizantes sintéticos, las granjas industriales y otros insumos y prác-
ticas agrícolas contaminantes.
• Los gobiernos deberían trabajar con las organizaciones agrarias para incremen-
tar la proporción de superficie agraria destinada a la producción ecológica has-
ta un 10% en los próximos diez años, mejorando los programas de certificación,
promoviendo los estudios sobre métodos ecológicos en las universidades y es-
cuelas de agronomía, en los centros de investigación y en las agencias de exten-
sión agraria, y estableciendo subvenciones o exenciones fiscales a los agriculto-
res en los primeros años de reconversión de la explotación.
• Los gobiernos deberían reformar los tratados internacionales sobre comercio,
eliminando las subvenciones a la exportación, el dumping de alimentos, y otras
prácticas de comercio injustas que limitan la capacidad de los países de prote-
ger y consolidar su economía agraria mediante la prohibición de ayudas inter-
nas a los precios y de aranceles sobre los productos importados.
• Las administraciones, tanto de ámbito nacional como local, deberían favorecer a
la agricultura ecológica local a través de las compras públicas para comedores
escolares, hospitales, ministerios y otras instituciones públicas.

Fuente: ver nota al final nº 56.

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llamado Alimentos con sentido para el medio ambiente (Mat Med Känsla
för Miljö) en el que se explica cómo los consumidores pueden reducir
de forma importante el consumo energético en la producción de ali-
mentos a través de sus decisiones sobre la comida.56
En lo que se refiere a la alimentación, los gobiernos y las grandes
empresas van a menudo muy por detrás de los consumidores, y serían
muy lentos a la hora de introducir cambios sin protestas públicas ge-
neralizadas y persistentes. Históricamente, las mayores victorias del
movimiento de consumidores en relación con la alimentación, entre
otras la obligación de informar sobre las propiedades nutritivas y so-
bre los ingredientes en el etiquetado, se ganaron gracias a la presión
de los consumidores sobre unos gobiernos y una industria alimentaria
reacia. Vistos retrospectivamente, los cambios nos parecen ahora lógi-
cos e incluso aplicados con mucho retraso. A su vez, la fuerza de los
movimientos sociales es consecuencia a menudo de un cambio de
mentalidad. En su libro Secret Ingredients: The Brave New World of In-
dustrial Food, Stuart Laidlaw señala que cambiar nuestra alimentación
significa producir alimentos que «no maten a los peces ni obliguen a
los niños a entrar corriendo dentro de la escuela durante el recreo para
huir de los pesticidas... Deberíamos hacer estas cosas .... no porque la
comida de nuestro plato sea mejor para nosotros, sino porque es me-
jor para el planeta». Las posibilidades de recrear nuestros menús son
amplísimas —y también lo es la necesidad de hacerlo. Pero el trabajo
por el cambio dependerá de la motivación personal de quienes aspiran
a una existencia más segura, a una comunidad más sólida, a un medio
ambiente más saludable, o, sencillamente, a una comida deliciosa.57

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ENTRE BASTIDORES

Agua embotellada

La próxima vez que visites la tienda de la esquina puede que te quedes asom-
brado de la profusión de marcas de agua embotellada, desde las más selectas
como Perrier y Evian hasta sus parientes pobres y de andar por casa. El con-
sumo de agua embotellada está aumentando en todo el mundo a un ritmo
anual del 12%, si bien su crecimiento se eleva hasta un 50% anual en mer-
cados recientes, como la India. Se calcula que el consumo mundial de este
tipo de agua asciende a 35.000 millones de US$ anuales.1
Aunque el contenido de todas las botellas sea aparentemente el mismo,
hay tres tipos de agua embotellada: agua mineral natural, agua de manan-
tial y agua purificada. Según la definición de la Unión Europea, el agua
mineral natural es «el agua microbiológicamente pura, que tiene su origen
en una capa freática o yacimiento subterráneo y que brote de un manantial
en uno o varios puntos de alumbramiento naturales o perforados». La fama
de los beneficios del agua mineral para la salud se remonta en Europa a tiem-
pos del Imperio Romano. Sin embargo, en la actualidad los beneficios reales
de estos minerales se consideran mínimos. Aunque los manantiales estén
protegidos de la contaminación, pueden contener bacterias presentes de for-
ma natural, dado que el agua no está desinfectada. Y pese a la protección de
las botellas siempre hay posibilidades de contaminación, como se demostró
en 1990 cuando altos niveles de benceno obligaron a Perrier a retirar su agua
embotellada en todo el mundo.2
En Estados Unidos, el Departamento de Drogas y Alimentos (Food and
Drug Administration) define el agua mineral natural como aquella que tie-
ne 250 partes por millón de sólidos en disolución y que procede de una fuente
de agua subterránea protegida. El agua de manantial, por el contrario, no
tiene por qué tener un contenido mineral determinado y es generalmente
más barata. El agua purificada, también llamada agua de mesa, puede venir
de un lago, de un río o de un manantial subterráneo y ha sido sometida a
tratamiento —de forma que es casi idéntica al agua del grifo.3
La popularidad del agua embotellada se ha disparado por diversas cau-
sas. El crecimiento de la población y los problemas de suministro y falta de
calidad del agua local son los factores más importantes en Asia y el Pacífico.

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(En la actualidad 1.500 millones de personas en todo el mundo carecen de
agua de calidad para beber, y 12 millones mueren de enfermedades infec-
ciosas relacionadas con las aguas insalubres.) A principios de los noventa, la
venta a granel abarató el agua embotellada en la India, en Estados Unidos y
en muchos otros países. Y muchos consumidores, inducidos por la publici-
dad, compran agua embotellada como alternativa a los refrescos y bebidas
alcohólicas por considerarla más saludable y porque sabe mejor que la del
grifo, particularmente en Francia.4
Sin embargo los costes ambientales de la producción de agua embotella-
da preocupan a muchas personas. Una de las inquietudes principales es que
la demanda creciente de agua podría agotar los acuíferos. Durante los últi-
mos años varias compañías internacionales de bebidas han estado prospectando
Canadá, muy rica en agua, como posible fuente de agua embotellada. Para
evitarlo varias provincias canadienses han prohibido, o están planteándose
prohibir la exportación de agua dulce a granel.5
Las ventas de la resina virgen PET (politereftalato de etileno), el plásti-
co más utilizado para botellas de agua, se dispararon a 738 millones de
kilos en 1999, más del doble que en 1990, según el Instituto de Reciclado
de Envases (Container Recycling Institute). La producción de 1 kilo de plás-
tico PET requiere 17,5 kilos de agua y provoca la emisión de 40 gramos
de hidrocarburos, 25 gramos de óxidos de azufre, 18 gramos de monóxi-
do de carbono, 20 gramos de óxidos de nitrógeno y 2,3 kilos de dióxido
de carbono. En cuanto a consumo de agua, la fabricación de las botellas
conlleva un volumen de gasto muy superior al que contendrán una vez
llenas.6
En lo que respecta a la distribución, los combustibles fósiles utilizados
para el transporte en camión, en tren o en barco en vez de por las tuberías
suponen una diferencia importante entre el agua embotellada y el agua del
grifo. El Fondo Mundial para la naturaleza-WWF señala que si bien un 75%
del agua embotellada es para consumo local, las compañías internacionales
deberían invertir en embotelladoras destinadas a los mercados locales y trans-
portar el agua embotellada en contenedores a granel. No obstante, incluso
esta solución sería más ineficiente que los sistemas públicos de suministro
de agua para beber.7
Uno de los mayores problemas que afectan al agua embotellada es el de
los residuos plásticos. En el año 2002 se vendieron en Estados Unidos 14.000
millones de botellas de agua, un 90% de las cuales fueron a parar a la basu-
ra —a pesar de que la mayoría estaban hechas de plástico PET reciclable,
según el Instituto de Reciclado de Envases. El Consejo para el Control de la
Contaminación de Bengala Occidental, en la India, determinó en junio de
2003 que los responsables de la recogida y del reciclado de las botellas usa-
das eran los fabricantes. Existen también leyes que promueven el reciclado
en Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Holanda, No-
ruega, Suecia y en once estados de Estados Unidos.8

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Los americanos dicen que una de las principales razones por las que be-
ben agua embotellada es porque es más segura que la del grifo. Sin embar-
go, en un estudio del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales
(Natural Resources Defense Council) se analizaron durante cuatro años mues-
tras de miles de botellas en Estados Unidos, detectando que aproximadamente
la quinta parte contenía sustancias químicas como el tolueno, xileno, o
estireno —carcinógenos o neurotóxicos conocidos o potenciales. En la In-
dia, el gobierno retiró sus certificados de calidad a una serie de marcas, ad-
virtiendo también a Coca-Cola y PepsiCo, a raíz de análisis llevados a cabo
en febrero de 2003 por el Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente que
detectaron niveles altos de pesticidas en las muestras de agua.9
La Organización de Naciones Unidas declaró el año 2003 como Año In-
ternacional del Agua Dulce, y está esforzándose por mejorar la calidad del
agua dulce en todo el mundo. Una de las metas establecidas en los Objeti-
vos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio, que pretenden ga-
rantizar las sostenibilidad ambiental, es reducir a la mitad para 2015 el nú-
mero de personas que carecen de agua potable de calidad. Sin embargo, dado
el impacto ambiental asociado a la utilización y la eliminación de botellas
de agua cabe preguntarse si no hay mejor forma de distribuir este recurso
vital. Para quienes tenemos la fortuna de poder acceder a esa opción, el agua
del grifo (filtrada, si fuere necesario) es la solución más barata y menos con-
taminante.10

Paul McRandle
La Guía Verde

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ENTRE BASTIDORES

Pollos

El porvenir de los pollitos al nacer suele ser: o bien crecer y poner huevos
(ponedoras), o engordar para ir al matadero (pollos de engorde).
Su peregrinaje a lo largo de la cadena industrial de producción alimen-
tos comienza en una de las granjas de Tyson Foods, de Perdue Chicken o de
cualquier otra empresa agroalimentaria. En estas granjas industriales, los
huevos se mantienen calientes en incubadoras controladas cuidadosamente.
Los criadores se aseguran de que todos los pollos nazcan al mismo tiempo
mediante la inseminación artificial de las madres. Tras la eclosión, las pollitas
destinadas a convertirse en ponedoras entran en contacto con el ser huma-
no por primera vez en su vida —con frecuencia también la última. Los em-
pleados sexan los pollos cuando tienen un día de edad, arrojando los ma-
chos a grandes contenedores. Los infortunados pollitos son triturados (algunas
veces vivos todavía) para su aprovechamiento en abonos o en piensos com-
puestos.1
A las hembras se las coloca en una cinta transportadora y se les corta el
pico con una cuchilla candente, operación muy dolorosa. A las 18-20 sema-
nas las pollitas son embarcadas (junto con el pienso, los antibióticos y todo
el paquete de insumos necesarios) rumbo a una granja de cría concertada.
Las ponedoras (y también los pollos de engorde) van a parar a naves de 18
x 108 m, más o menos la mitad del tamaño de un campo de fútbol ameri-
cano. Cada nave puede alojar más de 90.000 gallinas; y como el negocio de
cría de pollos está muy tecnificado, normalmente una sola persona puede
manejar una granja sin apenas ayuda. Aunque los criadores son propietarios
del terreno y corren con la mayor parte de los riesgos financieros, las aves
no les pertenecen. Los pollos son propiedad de la compañía agroalimentaria
desde el principio hasta el fin de sus días. La nave cuesta unos 250.000 US$,
más otros 200.000 US$ de equipamiento para mantenerla en producción;
si a eso añadimos el coste de los pollitos, los piensos y los gastos varios, la
inversión inicial de una granja en los países industriales se eleva como míni-
mo a 1 millón de US$.2
Una vez en la granja, cada gallina ponedora es introducida en una jaula
junto con otras aves, hasta un máximo de nueve. Cada una pondrá hasta

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300 huevos anuales —más de tres veces la puesta de una ponedora hace un
siglo, gracias a la selección genética de las gallinas y a los fármacos promo-
tores del crecimiento que se les administran mezclados con el pienso. Para
que pongan más huevos se las engaña, iluminando las naves artificialmente
durante las 24 horas del día. Las jaulas, apiladas una sobre otra y sucias por
el goteo de las heces, apenas permiten moverse a las aves. Su falta de con-
tacto con las personas hace que se sobresalten con facilidad. Generalmente
las únicas aves que el productor tiene que tocar son las que han conseguido
escaparse de la jaula, o las que mueren por estrés.3
No es sorprendente que las gallinas mantenidas en estas condiciones sean
más vulnerables a las enfermedades y que suelan morir mucho antes que las
criadas de forma tradicional. De hecho, al cabo de un año aproximadamen-
te la mayoría de las ponedoras están tan agotadas que su producción dismi-
nuye. Los productores solían enviar estas aves a las fábricas de comida para
perros y gatos, de preparados de pollo e incluso de alimentos para bebé. Pero
en algunos lugares se las sacrifica en la propia granja o se las transporta a
mercados especializados para su venta en vivo, ya que la carne de las ponedoras
al final de su vida productiva se considera muy sabrosa y es apreciada toda-
vía.4
La vida de los pollos de engorde es más breve todavía. No están enjaula-
dos, pero viven hacinados en naves sin apenas espacio para mover un ala o
una pata pues a cada ave le corresponde una superficie de unos 22,5 x 22,5 cm
de suelo. No gozan de luz natural ni de aire fresco, y sus días son anormal-
mente prolongados debido a que el recinto sin ventanas donde viven esta
iluminado artificialmente durante 23 horas al día.5
Estos pollos comen cada día unos 0,86 kilos de pienso especial, que sue-
le contener antibióticos y promotores del crecimiento. Aunque los pollos son
muy eficientes en la transformación de granos en proteína, las condiciones
en que viven les hace muy vulnerables a enfermedades respiratorias, por lo
cual los productores llevan años añadiendo a los piensos antibióticos muy
parecidos a los que se utilizan para tratar enfermedades humanas. (Un estu-
dio llevado a cabo en el año 2002 reveló que el 37% de los pollos que se
compran en la mayor parte de las tiendas de comestibles están contamina-
dos con patógenos resistentes a los antibióticos.) Con frecuencia estos pollos
engordan tanto y tan rápidamente que no pueden ni tenerse en pie. Los po-
llos criados en granjas industriales están a menudo cojos, y muchos mueren
de infarto porque su corazón no tiene fuerzas para soportar un cuerpo tan
desproporcionado.6
Cuando alcanzan unos 2 kilos de peso, los pollos son acorralados y cap-
turados por cuadrillas especializadas, que los amontonan en jaulas para su
transporte hasta las plantas de procesado. En estas plantas los pollos se cla-
sifican, se despiezan y se pesan para su distribución a tiendas de alimenta-
ción y a restaurantes. El parecido de las bandejas de pechugas, de alas y de
patas envueltas en plástico con un animal vivo es muy remoto. Algunos de

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estos paquetes llevan una etiqueta advirtiendo a los consumidores que de-
ben cocinar el pollo para evitar la propagación de enfermedades a través de
la carne, contaminada a veces con las heces, y que puede ser portadora de
bacterias como Escherichia coli y Salmonella, muy comunes en las naves de
cría industrial. 7
Pero no todos los pollos se crían en granjas industriales. Según la FAO
(Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Uni-
das), los pollos de corral y los criados en libertad proporcionan hasta un 70%
de los huevos y de la carne en algunos de los países más pobres. Estos pollos
no son sólo una fuente de proteínas para las familias, sino que les reportan
una cierta seguridad económica. Los campesinos pueden utilizar las aves como
«una especie de tarjeta de crédito, disponible siempre para la venta o el true-
que en sociedades donde escasea el dinero contante y sonante», dice Robyn
Alders, de la FAO. También cumplen una importante función de control de
plagas y de aporte de abonos. Algunos proyectos en Bangladesh y en Sudáfrica
están intentando mejorar la salud de las aves y generan ingresos para las
comunidades pobres, a la vez que recuperan razas nativas de gallinas adap-
tadas a las condiciones de calor y de aridez de la zona, evitando su desapari-
ción.8
En los países ricos algunos productores de pollos y de huevos están res-
pondiendo también a la demanda de los consumidores de pollo ecológico,
criado con un trato respetuoso. Ralph y Kimberlie Cole crían todos los años
600 pollos a base de cereal y de pasto ecológico en su granja de West Wind,
la única explotación del estado de Tennessee que suministra pollos y otros
productos cárnicos con certificación ecológica. Estos pollos picotean en li-
bertad por pequeñas praderas, cerca de sus gallineros móviles que se trasla-
dan de una parcela a otra. La pareja Cole suele referirse a sus pollos como
«su equipo de mejora de suelos» porque abonan los campos y controlan las
plagas. Esta cría de pollos —en vez de la industrial— puede mejorar el en-
torno, y es más agradable para las aves, ciertamente.

Danielle Nierenberg

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ENTRE BASTIDORES

Chocolate

La próxima vez que muerdas una pastilla de chocolate, intenta asociar ese
sabor con algunos de los bosques más amenazados del mundo —y con los
millones de campesinos que viven en sus alrededores. El chocolate se extrae
de la semilla de un pequeño árbol de las selvas húmedas, el cacao (Theobroma
cacao), una planta originaria de América del Sur y también quizá de Améri-
ca Central. Su fruto es del tamaño de un melón pequeño y está repleto de
semillas: los granos de cacao. De estas semillas se obtiene cacao, manteca de
cacao y chocolate, dependiendo del tipo de procesamiento.1
El cultivo comercial del cacao se ha extendido a cerca de 60 países, pero
la mayor parte de la producción se concentra en unos pocos. La cosecha del
mayor productor cacao, Costa de Marfil, representaba en el año 2002 el 35%
del total mundial, algo menos que en 1999 y en 2001, años en que había
alcanzado un máximo del 41%. Los cinco mayores productores —Costa de
Marfil, Ghana, Indonesia, Nigeria y Brasil— representaban en el año 2002
el 79% de la producción mundial. Los cultivos de cacao ocupan actualmen-
te más de 70.000 kilómetros cuadrados en todo el mundo, una superficie
algo mayor que Irlanda. En las últimas décadas las zonas de producción se
han extendido considerablemente, ampliándose sólo desde 1990 a una su-
perficie equivalente a la cuarta parte del área cultivada.2
Dado que el árbol del cacao requiere permanentemente agua abundante,
sólo puede cultivarse a nivel comercial en biomas de selva húmeda. En cierto
modo esta limitación es una bendición económica: sea cual fuere el valor del
cacao para las zonas de selva húmeda, nadie puede minarlo trasladando el cultivo
a otras comarcas. La importancia del cultivo para la conservación de la natu-
raleza es también muy grande, dado que las principales zonas de cacao —en
el Caribe, en América Central y del Sur, en el archipiélago de Indonesia y
Malaisia y en África Occidental— son «puntos calientes de biodiversidad». Estas
regiones han sido identificadas como zonas prioritarias para la conservación
mundial por albergar una biodiversidad de excepcional riqueza y estar grave-
mente amenazadas. El cacao es un cultivo típico de puntos calientes.3
El cacao es un árbol de sombra, por lo que puede cultivarse bajo el do-
sel del bosque. En las zonas tropicales la agricultura ocupa generalmente

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terrenos ganados al bosque, mientras que el cultivo del cacao permite a los
campesinos ganarse la vida respetando los árboles —o algunos árboles al
menos. (Probablemente se pueden obtener rendimientos razonables mante-
niendo de un 50 a un 60% del arbolado original del bosque.) Lamentable-
mente, la mayor parte del cacao del mundo se cultiva en tierras que han
perdido gran parte de su cobertura vegetal original —debido al cultivo de
cacao o a actividades anteriores. En Indonesia, por ejemplo, las plantaciones
de cacao han ocupado frecuentemente los terrenos arrasados por la tala de
selvas primigenias para madera. A pesar de ser un cultivo de sombra, el ca-
cao ha contribuido así a la deforestación, aunque frecuentemente se planta
acompañado de otros cultivos arbóreos, tanto nativos como introducidos.
Algunos de estos «agrobosques» son relativamente complejos y mantienen una
parte considerable de la vida silvestre local. Sin embargo, el cacao también
se cultiva en ocasiones en régimen de monocultivo a pleno sol, en cuyo caso
la diversidad que cobija es mucho menor.4
La contribución del cacao a la deforestación tropical es mínima —las
plantaciones de cacao ocupan quizá la tercera parte del 1% de la superficie
original de bosque tropical en el mundo. Pero a escala regional su cultivo
ha tenido a veces una gran importancia en la evolución del paisaje. En Cos-
ta de Marfil, por ejemplo, el cacao ocupa más del 13% de la superficie fo-
restal original; y en algunas comarcas de África Occidental y de Indonesia
las plantaciones siguen devorando los bosques. Pero esto no tiene por qué
ser así. El cultivo de cacao se ha convertido en algunos lugares en un medio
de conservación. Por ejemplo en Bahia, Brasil, y en la parte sur del centro
de Camerún, el cacao se cultiva a la sombra de la selva nativa aclarada, con-
tribuyendo a su conservación en zonas donde apenas quedan otros bosques.
A falta de otros árboles, las plantaciones han pasado a convertirse efectiva-
mente en bosques.5
El cacao tiene también una gran importancia social. A excepción de Brasil
y Malaisia, donde la mayor parte se cultiva en grandes extensiones, el cacao
es en general un cultivo típico de pequeñas explotaciones. En África Occi-
dental miles de plantaciones de cacao tienen menos de una hectárea, y la
superficie media en Costa de Marfil es de menos de 3 hectáreas. El cacao
tiene un valor relativamente alto y responde bien a los cuidados, por lo que
es muy adecuado para su explotación a pequeña escala. Los pequeños pro-
pietarios, diestros en el manejo de pequeños cacahuales que cuidan con pri-
mor, pueden conseguir rendimientos inalcanzables para las grandes planta-
ciones, en las que sería imposible mimar cada árbol. El cacao recompensa el
trabajo, al menos en principio.6
Pero desde el punto de vista del agricultor, la recompensa está muy mal
distribuida. La venta de chocolate es un negocio valorado entre 42.000 y
60.000 millones de US$ anuales, dependiendo de la definición de chocola-
te. Es difícil determinar exactamente que proporción de este dinero va a parar
a las explotaciones, pero esta cifra sería como mucho de un 6 a un 8%, y

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probablemente mucho menor. Sin embargo, la vida de millones de campe-
sinos y de sus familias ha mejorado gracias a esta pequeña parte de la rique-
za que genera el cacao. Pero la economía del cacao, como su ecología, tiene
también su lado negro. En las plantaciones de cacao de Costa de Marfil la
explotación de la mano de obra está al orden del día. Los continuos infor-
mes denunciando el trabajo esclavo en los cultivos de miles de niños
inmigrantes han levantado críticas en todo el mundo. Costa de Marfil res-
pondió ratificando en el año 2002 un tratado contra la utilización abusiva
de niños en el trabajo, y las grandes compañías de chocolate pusieron en mar-
cha una iniciativa que persigue conceder a la producción de este país una
certificación de «chocolate sin esclavitud» en el año 2005. (No está claro el
efecto que tendrá la guerra civil desatada en el país sobre este objetivo.)7
¿Qué pueden hacer los consumidores para influir sobre estas cuestiones?
La próxima vez que decidas disfrutar del sabor del chocolate, busca en las
estanterías del supermercado una etiqueta que prometa tres cosas. En pri-
mer lugar, fíjate en el contenido de cacao. Generalmente, cuanto mayor sea
el porcentaje de cacao, mayor será la calidad y —al menos en principio—
mayores los ingresos para el agricultor. A continuación, busca una etiqueta
de «comercio justo» o un distintivo similar, garantía de una producción res-
ponsable desde el punto de vista social. Y aunque el cacao no suele tener
una certificación de «cultivo bajo sombra», merece la pena buscar marcas que
garanticen su cultivo ecológico. Uno de los pesticidas de uso habitual en las
plantaciones de cacao de Sudáfrica, por ejemplo, es el lindano, un
organoclorado de la familia del DDT. La eliminación de estos productos
químicos beneficiaría enormemente tanto a los trabajadores de las planta-
ciones como a los bosques.8

Chris Bright

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ENTRE BASTIDORES

Langostinos

Desde tiempo inmemorial los langostinos o camarones han formado parte


de la dieta humana en las zonas costeras. Las pinturas de las tumbas del
antiguo Egipto reproducen escenas de pescadores sacando del Nilo langosti-
nos. Y durante muchos siglos los campesinos del sudeste asiático han man-
tenido pequeñas poblaciones salvajes de langostinos aisladas en charcas lito-
rales, para poderlas pescar con facilidad.1
La industria camaronera de hoy día es un negocio multimillonario que
se parece muy poco a la antigua pesca del langostino. Por un lado, este pe-
queño crustáceo no constituye ya el sabroso bocado que disfrutaban princi-
palmente quienes vivían en su zona de cría. En los países en desarrollo se
producen en la actualidad enormes cantidades de langostinos para su consu-
mo en Japón, en Estados Unidos y en Europa Occidental. Su cultivo no es
una minucia sin importancia: más de 4,2 millones de toneladas de langosti-
nos inundaron los mercados mundiales en el año 2001.2
China es el mayor productor de camarón, con capturas de más de 1,2
millones de toneladas en 2000, más del doble que hace diez años y más del
triple que las capturas de sus principales competidores —la India, Tailandia
e Indonesia. Pero la mayor parte de la producción China se queda en el país.
La distinción de ser el mayor exportador mundial de langostinos le corres-
ponde a Tailandia.3
A finales de los noventa Estados Unidos superó a Japón en el consumo,
pasando a convertirse en el principal cliente del comercio de camarón, con
importaciones anuales de hasta 300.000 toneladas. De hecho, en el año 2001
el langostino había desplazado de la mesa de los americanos a su producto
del mar predilecto, el atún de lata. Los japoneses siguen siendo sin embargo
los mayores consumidores mundiales por habitante, a pesar de una recesión
económica reciente que ha contribuido a rebajar su consumo anual de lan-
gostinos a menos de 3 kilos por persona.4
La industria del camarón ha pasado del modesto negocio de sus comien-
zos hace unas décadas, a convertirse en una de las pesquería más lucrativas
del mundo. Entre Estados Unidos y Japón importaban langostinos en 2002
por valor de 7.000 millones de US$. Sin embargo, se trata también de una

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de las industrias más destructivas. Aproximadamente las tres cuartas partes
del langostino que se vende en los mercados procede de poblaciones silves-
tres —capturadas en su mayor parte por pesqueros que arrastran enormes
redes cónicas a lo largo de los estuarios, de las bahías y de las plataformas
continentales. El barrido del fondo marino por los arrastreros es compara-
ble al de una tala a matarrasa: destruye el hábitat y captura todo lo que
encuentra a su paso. Este método esta devastando algunos de los lugares más
productivos en términos biológicos del ecosistema marino.5
La pesca del langostino tal y como se practica hoy en día no sólo es des-
tructiva, sino que además es increíblemente derrochadora. Tortugas, peces y
otras especies marinas capturadas en las redes se consideran «descartes» sin
interés económico, y se suelen tirar cadáveres de nuevo al mar. La propor-
ción entre descartes y langostinos puede ser de cinco a una en las zonas tem-
pladas, llegando a ser de diez a una o incluso más alta en algunas pesquerías
de los trópicos. En conjunto, la pesca del langostino produce una tercera parte
del total de capturas desechadas en todo el mundo, a pesar de representar
menos del 2% de los alimentos procedentes del mar.6
Las innovaciones tecnológicas provocaron en los años ochenta un auge
del cultivo del camarón, como suplemento a las capturas en mar abierto. En
1989 las granjas de camarones habían proliferado en las costas de las regio-
nes tropicales de todo el mundo, abasteciendo la cuarta parte de la produc-
ción mundial. El mercado de langostinos cultivados se ha estabilizado a partir
de entonces, frenado en parte por los numerosos brotes de enfermedades en
las superpobladas balsas camaroneras.7
El cultivo del langostino no ha sido más respetuoso con el entorno que
la captura de poblaciones silvestres. Un granja de camarones típica produce
cantidades ingentes de residuos, algunos enormemente tóxicos. Los produc-
tos químicos y los fertilizantes utilizados en las piscinas de cría se infiltran,
contaminando los acuíferos locales y los estuarios, y muchos de los residuos
son arrojados directamente al mar.
La instalación de una granja de camarones suele implicar el arranque del
bosque nativo de manglar. Los manglares desempeñan innumerables funcio-
nes, sirviendo de refugio y de criadero a muchas especies (incluyendo la cría
de alevines del 85% de las especies comerciales de los trópicos), actuando
como filtro del agua y protegiendo el litoral de la erosión y de las violentas
tormentas de los trópicos. Cerca de la cuarta parte de los manglares tropi-
cales del mundo fueron destruidos durante los últimos veinte años, en gran
parte para los cultivos de camarón.8
La grave degradación ambiental provocada por el cultivo del langostino
ha estado acompañada de una retahíla de violaciones de los derechos huma-
nos, al chocar los intereses de la poderosa industria camaronera con los de
las comunidades locales perjudicadas por estas actividades. Las granjas de
camarones suelen pertenecer a inversores extranjeros o nacionales sin vincu-
lación alguna con la zona donde se instalan, y a quienes poco importa des-

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truir los recursos locales y privar a la población local de su medio de subsis-
tencia, dejándoles en la más absoluta miseria. Son frecuentes las apropiacio-
nes de terrenos, las amenazas violentas a pescadores locales e incluso los ase-
sinatos.9
Según cálculos de Vandana Shiva, la física y defensora ambiental India,
una granja de camarones genera por término medio 15 puestos de trabajo
en la propia explotación y 50 empleos para guardias de seguridad en los al-
rededores, expulsando a 50.000 personas debido a la pérdida de tierras y de
empleos en la agricultura y en la pesca tradicional. Un pescador filipino se
lamentaba de la situación comentando: «Los langostinos viven mejor que
nosotros. Tienen electricidad, mientras que nosotros no. Tienen agua lim-
pia, y nosotros no. Y tienen mucha comida, mientras que nosotros pasamos
hambre.»10
La industria camaronera está muy lejos de poder considerarse sostenible
ni remotamente, y muchos grupos de defensa ambiental sugieren a los con-
sumidores que sencillamente dejen de comer langostinos, para mitigar los
daños que implica su cría para los ecosistemas y para las personas. Buscan-
do el lado positivo, un programa en el que participan el Banco Mundial, la
Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas
(FAO) y el Fondo Mundial para la naturaleza (WWF) está estudiando nor-
mas de certificación ambiental para la acuicultura. Y el Proyecto para Recu-
peración de la Tortuga Marina (Sea Turtle Restoration Project) y otras orga-
nizaciones están trabajando con la industria para desarrollar y promover
dispositivos que reduzcan drásticamente los descartes. Por otra parte, los
grupos ecologistas de base de las zonas donde existen instalaciones camaroneras
están trabajando en colaboración con grupos no gubernamentales interna-
cionales para promover un cultivo del langostino más respetuoso con el en-
torno. El Proyecto de Acción para los Manglares (Mangrove Action Project)
y la Federación de Pequeños Pescadores de Sri Lanka, por citar un caso, ha
reunido a las comunidades de pescadores y a otros grupos interesados para
promover medidas de conservación y trabajar con los cultivadores de cama-
rones con vistas a frenar la destrucción de los manglares y proteger el hábi-
tat pesquero.11

Dave Tilford
Centro por un Nuevo Sueño Americano
(Center for a New American Dream)

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ENTRE BASTIDORES

Bebidas con burbujas

Las bebidas con burbujas, de un dulce decadente, han demostrado tener un


atractivo universal. En el año 2002 se bebieron en el mundo 185.000 mi-
llones de litros de estos refrescos, que pasaron a convertirse en la tercera be-
bida comercial más popular, después del té y de la leche. A diferencia de estos
dos productos, sin embargo, las bebidas con gas son una mezcla compleja
de ingredientes, entre otros agua, edulcorantes, dióxido de carbono, docenas
de aromas naturales y artificiales y con frecuencia cafeína. Una vez mezcla-
dos, se envasan cuidadosamente en atractivas botellas o latas, se comerciali-
zan y se distribuyen para disfrute de gentes de prácticamente todos los paí-
ses del mundo.1
El agua es el principal componente de las bebidas con burbujas y es
imprescindible también para la fabricación de sus ingredientes y envases. De
una planta envasadora salen diariamente una media de 300.000 litros de estos
refrescos —una producción que requiere hasta 1,5 millones de litros de agua,
volumen con el que se podrían abastecer las necesidades mínimas de al me-
nos 20.000 personas. De hecho, las plantas envasadoras han tenido conflic-
tos con las comunidades locales en regiones con escasez de agua. En la In-
dia, por ejemplo, las autoridades locales revocaron en abril de 2003 los
permisos a una planta envasadora de Coca-Cola en Plachimada, a raíz de
las quejas de los vecinos de que los pozos se estaban secando, deteriorándose
la calidad del poco agua que quedaba, y liberándose vertidos tóxicos al en-
torno. Sin embargo el gobierno central está considerando la posibilidad de
anular esta decisión debido a las presiones de la compañía Coca-Cola, uno
de los mayores inversores extranjeros en la economía India. Recientemente,
las compañías de bebidas han vuelto a tener problemas en la India, al detec-
tar el Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente la presencia de pesticidas
en las principales marcas en todo el país, un dato confirmado posteriormen-
te por el gobierno.2
Gran parte del sabor, de la textura y de las calorías de las bebidas con
burbujas se debe a una generosa dosis de edulcorantes. Por término medio,
una lata de bebida no dietética, 355 mililitros, contiene 38 gramos (o 150
calorías) de edulcorantes. Además de ocasionar problemas de caries, el con-

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sumo de azúcares sustituye a otros alimentos más sanos, o bien aumenta las
calorías de una dieta normal. Los azúcares suplementarios pueden provocar
deficiencias de nutrientes y obesidad, especialmente preocupantes en los ni-
ños pequeños y los adolescentes, más sensibles a las deficiencias dietéticas y
cuyos hábitos alimentarios son especialmente maleables. En Estados Unidos,
el consumo de leche descendió un 30% a medida que aumentaba el de be-
bidas gaseosas, que alcanzó los 185 litros anuales por persona en 2001, el
doble que en 1970. En el mismo período la ingesta de calcio bajó de forma
significativa en los adolescentes, mientras que los índices de exceso de peso
y obesidad casi se triplicaron, elevándose a un 14% (en los adultos este por-
centaje se elevó al 61%). Un estudio reciente demuestra que los niños que
toman bebidas azucaradas tienen problemas de obesidad con mayor frecuen-
cia, incrementándose este riesgo un 60% por cada bebida adicional consu-
mida.3
La cafeína es otro de los ingredientes principales de estas bebidas —com-
ponente del 80% de las diez principales bebidas carbonatadas no alcohólicas.
Si bien la industria de bebidas afirma que utiliza la cafeína para potenciar el
sabor, diversos estudios han demostrado que la gente no percibe diferencias
significativas entre las pruebas con y sin cafeína. Es más probable que la cafeí-
na se incluya por sus propiedades estimulantes, que hace este tipo de bebidas
tonificantes, además de asegurar una clientela muy fiel. La cafeína crea adic-
ción en dosis de sólo 100 miligramos diarios —menos aún en el caso de ni-
ños—, y una lata de Pepsi contiene 41 miligramos de cafeína.4
Aunque en algunos países las envasadoras utilizan todavía botellas de cristal
reutilizables, es más habitual el uso de envases de plástico y latas de alumi-
nio. En el año 2001 se llenaron 159.000 millones de botellas de plástico,
112.000 millones de latas y 72.000 millones de botellas de vidrio. Una vez
envasados, las bebidas se distribuyen mediante camiones a las tiendas, res-
taurantes, escuelas y máquinas de refrescos de todo tipo de establecimientos
a nivel regional. Para asegurarse las ventas, las empresas invierten miles de
millones en publicidad —en la televisión, en carteles y a través de otros medios
de comunicación. La Coca-Cola y la PepsiCo, las dos mayores compañías
de bebidas, figuran en el puesto trece y veinte de las empresas con mayores
gastos de publicidad en el mundo. Sus gastos publicitarios sumaban 2.400
millones de US$ en el año 2001. También trabajan entre bastidores para ga-
rantizar que su refresco esté al alcance de todo aquel que sienta de pronto
apetencia por algo dulce. En Estados Unidos, por ejemplo, las envasadoras
firman contratos de exclusivos con los colegios, a cambio de un porcentaje
sobre las ventas —una estrategia que se está copiando en todo el mundo.5
Una vez abierta, una lata de refresco viene a durar unos 20 minutos de
media antes de que se tire. Y en Estados Unidos casi siempre va a parar a la
basura. Si los americanos hubiesen reciclado los 32.000 millones de latas de
bebida desechadas en el año 2002, hubieran ahorrado 435 miles de tonela-
das de aluminio —suficiente para reconstruir una vez y media la flota aérea

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comercial mundial. Una coalición de grupos ambientalistas de EE UU está
trabajando actualmente para que se establezca una nueva ley que fije un
objetivo nacional de recuperación de envases de bebida del 80%, permitien-
do a la industria diseñar los mecanismos para conseguirlo. Esta estrategia ha
sido todo un éxito en Suecia, donde se fijó un objetivo nacional que ha
mantenido un índice de recuperación del 86%, incentivado principalmente
por un depósito obligatorio de 10 céntimos por botella. El único estado en
Estados Unidos que obliga a un depósito de 10 céntimos por botella,
Michigan, tiene un índice de recuperación del 95%.6
Mientras los ecologistas aspiran a reducir el volumen de envases conta-
minantes, los especialistas en nutrición y la administración buscan fórmulas
para reducir el consumo de bebidas gaseosas, principalmente para luchar
contra la epidemia de obesidad en los niños. California, por ejemplo, ha
aprobado una normativa que obliga a eliminar progresivamente la venta de
comida basura (incluyendo este tipo de refrescos) en las escuelas para el año
2004. Este estado también grava la comida basura con impuestos que son
una fuente potencial de ingresos para la educación sobre salud, además de
contribuir a reducir el consumo. Algunos países, como Suecia y Polonia, han
llegado a prohibir los anuncios en los programas infantiles de televisión, re-
conociendo la vulnerabilidad de los niños hacia este tipo de mensajes publi-
citarios. A pesar de todo, las ventas mundiales aumentaron en el año 2002
un 2,1%, y los analistas de la industria vaticinan que en los próximos cinco
años las bebidas con burbujas pasarán a ocupar el puesto de la leche como
segunda bebida más consumida en el mundo.7

Eric Assadourian

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5

Reduciendo el nivel de consumo


Michael Renner

En 1895, el vendedor ambulante King Camp Gillette tuvo la brillante


idea de vender hojillas de afeitar desechables —un producto que obli-
garía a los consumidores a comprarlas una y otra vez. Sus ventas no
tardaron en subir vertiginosamente, ascendiendo a más de 70 millones
de US$ en 1915, y hoy día Gillette es una compañía cuya facturación
se eleva a 10.000 millones de US$ anuales. Lo que comenzó siendo la
fuente de ingresos de un negociante para asegurarse un flujo de ventas
inagotable, se ha convertido en un concepto ampliamente aceptado: el
de la durabilidad y caducidad planificadas.1
Si damos un salto hasta nuestros días, la compañía Walt Disney
anunció a mediados de 2003 que iba a poner a la venta un nuevo DVD
que se autodestruye al cabo de un tiempo predeterminado, con vistas
a su posible lanzamiento para sustituir los discos y vídeos de alquiler.
La apertura de la envoltura hermética del paquete de este DVD des-
encadena una reacción química que deja el disco inutilizable en sólo
48 horas. Puede que la sofisticada tecnología de este producto perte-
nezca íntegramente al Siglo XXI, pero la filosofía de su producción
entronca directamente con el concepto de consumo de usar y tirar, hoy
consagrado, del que fueron pioneros Gillette y sus contemporáneos.2

El consumo como forma de vida


Los adelantos tecnológicos del siglo pasado han hecho posible «producir
más de lo que se demanda y ofrecer más de lo que se necesita», como

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señalaba recientemente el periodista Edward Rothstein en el New York
Times. El crecimiento económico ilimitado impulsado por un consumo
desbocado se ha convertido en la religión de nuestros días. Se trata de
un objetivo compartido tanto por los altos ejecutivos de unas compa-
ñías que aspiran a mantener satisfechos a sus accionistas como por unos
dirigentes políticos dispuestos a ganar las próximas elecciones.3
Dejando a un lado las dudas sobre si la posesión de bienes materia-
les es sinónimo de felicidad (ver Capítulo 8), hay quien afirma que el
sistema de producción en masa, de consumo de masas y de elimina-
ción en masa no no es más que una simple necesidad económica. Por
ejemplo, en 1950 el experto estadounidense en mercados Victor Lebow
escribía que: «Nuestra economía enormemente productiva.... requiere
que hagamos del consumo una forma de vida.... Necesitamos que las
cosas se consuman, se quemen, se hagan viejas, se sustituyan y se des-
echen a un ritmo cada vez más rápido.»4
Pero el culto compulsivo al dios consumo ha conducido a la hu-
manidad al borde del abismo ambiental: agotando los recursos, disper-
sando peligrosos contaminantes, degradando los ecosistemas y amena-
zando con trastornar el equilibrio climático del planeta. Para alejarnos
de este precipicio es preciso que la humanidad reduzca de forma im-
portante su demanda de recursos de la Tierra.
Las enormes diferencias que dividen a la humanidad complican esta
tarea. Mientras cada vez es más evidente que los grandes consumido-
res del mundo, unos 1.700 millones de personas, (ver Capítulo 1) ten-
drán que refrenar su voraz apetito de bienes materiales, un número
igualmente numeroso de personas de una clase media emergente pug-
na por emular lo que percibe como «la vida buena». Y cerca de 3.000
millones de personas —los pobres del mundo— luchan por sobrevivir
en condiciones de miseria casi absoluta.5
Hoy día se recuerda a menudo que si todos los habitantes del mundo
en desarrollo poseyeran tantos coches, tantos frigoríficos y tantos bie-
nes de consumo como tienen por término medio los norteamericanos,
los europeos o los japoneses, el planeta no podría soportar esta carga.
Desde un punto de vista de justicia e igualdad global, la solución no
puede ser, sin embargo, un sistema de racismo económico que perpe-
túa la borrachera de consumo de Occidente mientras niega a los po-
bres los mínimos para una vida digna. Son los ricos quienes tienen que
moderar su desmesurado apetito material. Los cálculos aproximados
sugieren que puede que las naciones ricas tengan que reducir su con-
sumo material en un 90% durante las próximas décadas para alcanzar
los imperativos indisociables de protección ambiental y equidad social.6

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De momento, el mundo se ha lanzado en dirección contraria. Las
economías modernas son capaces de producir cantidades enormes de
bienes a muy bajo coste. Tanto los fabricantes como los consumidores
consideran por ello cada vez más y más productos como meras mer-
cancías que pueden desecharse con relativa rapidez, en vez de artículos
cuyo componente energético y en materias primas es muy valioso, por
lo que debieran diseñarse y cuidarse para durar mucho.
Unas materias primas baratas, procedentes muchas de ellas de los
países en desarrollo, mantienen el delirio del consumismo. En conjun-
to, la cantidad de materias primas que se vende en los mercados inter-
nacionales está aumentando notablemente, pero sus precios han dis-
minuido constantemente desde mediados de la década de los setenta,
siguiendo una tendencia que se remonta a principios del Siglo XX. La
extracción masiva de combustibles y de minerales y la explotación
asoladora de los ecosistemas forestales en los países del Tercer Mundo
están desencadenando revueltas sociales y han provocado en algunos
casos guerras devastadoras por los recursos, aun cuando el beneficio es
mínimo para una mayoría de la población de las zonas afectadas.7
Aunque a nivel mundial los principales productores siguen siendo
los antiguos países industriales, un creciente volumen de mercancías se
fabrica ya en los países pobres. Las compañías multinacionales buscan
continuamente mano de obra más barata, en especial para la produc-
ción de mercancías que requieren mucha mano de obra, como los tex-
tiles y la confección, y muchos países en desarrollo intentan competir
entre sí manteniendo unos salarios muy bajos. China se ha convertido
en uno de los principales productores de bienes de consumo baratos,
exportados sobre todo a los mercados de Norteamérica. Su superávit
comercial con Estados Unidos se ha disparado de los 10.000 millones
de US$ de 1990 a 103.000 millones de US$ en el año 2002. Incluso
a México, cuya mano de obra barata atraía desde hace años a muchas
fábricas, le resulta cada vez más difícil competir con China, dado que
los salarios en este país no llegan a la cuarta parte de los mexicanos.
Desde el año 2001, ha cerrado una séptima parte de las maquiladoras
de México que vivían de la exportación.8
Hay diferentes opiniones sobre si estas estrategias de exportación y
la liberalización comercial en general pueden traer consigo un desarro-
llo lleno de sentido para las personas. Pero tanto si los salarios bajos se
consideran una condición inevitable para poder exportar, como si se
perciben como un símbolo de explotación que impide el desarrollo de
unos mercados interiores pujantes, lo que sí parece estar claro es que
son un puntal fundamental del consumismo.

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Es obvio que la clase consumidora mundial constituye la clave para
reformular la relación entre consumo y sostenibilidad —no sólo por
acaparar la mayor parte de los recursos del planeta, sino porque sus
actuaciones repercuten también en el mundo entero. Sin embargo, las
soluciones tienen que tener en cuenta la dependencia de los países en
desarrollo de la economía mundial y sus anhelos de emular el modelo
consumista que se percibe todavía de forma generalizada como la per-
sonificación de «la vida buena». Es esencial formular alternativas para
reducir el impacto ecológico asociado al consumo, en particular para
que el incremento de los niveles de consumo de los países más pobres
sea compatible con el objetivo de lograr un mundo sostenible.
Para avanzar hacia una economía menos consumista, los consumi-
dores y los fabricantes tendrán que prestar especial atención al ciclo
completo de los productos. Esto significa que no sólo tendrán que
preocuparse por las características de un artículo, como la cantidad de
energía que gasta, sino también por los materiales y los métodos de
producción y el tipo de desechos generados en su fabricación. Tanto
los consumidores como los fabricantes deberán tener en cuenta, ade-
más, hasta que punto un producto satisface la demanda de servicios y
comodidades que supuestamente pretende cubrir, cuánto dura, y qué
ocurrirá con él al terminar su vida útil.
Los gobiernos, las empresas y los consumidores disponen de una
gama muy amplia de posibles instrumentos para avanzar hacia una eco-
nomía menos consumista. Y en muchos casos no se trata de medidas
puramente teóricas, pues están siendo ya aplicadas. Sin embargo, para
que tengan una verdadera repercusión la escala de los esfuerzos reali-
zados tendrá que aumentar considerablemente, y eliminar los obstácu-
los políticos y estructurales que están frenando el cambio.

Instrumentos de la administración
Las administraciones públicas pueden tomar una serie de medidas para
facilitar la transición hacia una economía menos consumista. Cabe
destacar por su importancia la reorientación de las políticas fiscales y
de subvenciones, la adopción de normas que favorezcan la conserva-
ción del medio ambiente en las compras del sector público, y la adop-
ción de normas de producción y de programas de certificación apro-
piados.
Las numerosas subvenciones que reciben los combustibles, la ma-
dera, los metales y muchos minerales permiten mantener unos precios

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muy inferiores a su precio real, tanto de las materias primas como de
los artículos elaborados con ellas, fomentando así su consumo. La fal-
ta de datos no permite llevar a cabo una contabilidad exacta de las sub-
venciones concedidas a actividades perjudiciales para el medio ambiente,
y la metodología y las definiciones de los estudios realizados pueden
diferir, lo que dificulta su comparación. Pero un informe reciente de
la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo
(OCDE) calcula que la cifra de subvenciones concedidas en el mundo
ronda el billón de US$ anuales, de los cuales las tres cuartas partes
corresponden a países miembros de la OCDE.9
Un estudio realizado por los investigadores Norman Myers y
Jennifer Kent determina seis grandes sectores receptores de subven-
ciones perversas —agricultura, energía, transporte por carretera, aguas,
pesca y explotación forestal— con alrededor de 850.000 millones de
US$ anuales de subvención cada uno. Se calcula, además, que las
«externalidades» ambientales ascienden a 1,1 billones de US$. (Ver
tabla 5-1.) Aunque no se consideren estrictamente subvenciones, las
«externalidades» representan costes no compensados que la sociedad
en su conjunto tiene que asumir y que, como las subvenciones, tie-
nen un impacto distorsionador y perjudicial. Los conductores, por
ejemplo, no corren con los costes ambientales y de salud asociados

Tabla 5-1.. Cálculo de subvenciones perjudiciales para


el medio ambiente y exter nalidades en todo el mundo
externalidades

Sector Subvención Externalidades Total


cuantificables

(en miles millones US$)


Agricultura 260 250 510
Combustibles fósiles, energía
nuclear 100 200 300
Transporte por carretera 400 380 780
Aguas 50 180 230
Pesca 25 s.d. 25
Extracción forestal 14 78 92
Total 849 1.088 1.937

Fuente: ver nota al final nº 10.

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al uso del coche, lo que hace que viajar en automóvil privado sea más
barato comparativamente que en tren o en otras formas de transpor-
te. La suma de subvenciones y de externalidades no compensadas
equivale al 5-6% de la economía mundial —una cifra casi igual al
total de la economía de Alemania.10
La desaparición gradual de estas subvenciones perversas y la asigna-
ción de esta financiación a energías renovables, tecnologías eficientes,
métodos de producción limpia y transporte público supondría un im-
portante impulso para el cambio hacia una economía sostenible.
Otra medida clave es una reforma fiscal ecológica. Esta medida pre-
tende que los precios de mercado reflejen más fielmente la totalidad
de los costes ambientales de las actividades económicas. Los impues-
tos a las emisiones de carbono, los gravámenes al consumo de energías
no renovables y de materias primas vírgenes, los cánones de vertidos y
otras cargas impositivas a los residuos y a los contaminantes deben
constituir para los fabricantes un incentivo que reduzca su dependen-
cia de combustibles fósiles, eleve la productividad energética y de los
materiales y rebaje la generación de desechos y emisiones. Más que de
nuevos impuestos, se suele hablar sin embargo de una reorientación de
los impuestos. Los actuales sistemas tributarios hacen que los recursos
naturales sean demasiado baratos y la mano de obra demasiado cara.
Los ingresos procedentes de los impuestos ecológicos se destinarían a
aliviar las cargas fiscales que en la actualidad gravan el trabajo, lo que
estimularía la creación de empleo.11
La reforma fiscal ecológica, muy debatida a nivel teórico desde fi-
nales de los años setenta, ha comenzado a hacerse realidad en la déca-
da de los noventa en cada vez mayor número de países de Europa,
cobrando su mayor impulso entre 1990 y 1994. Dinamarca, Alema-
nia, Italia, Holanda, Noruega, Suecia y el Reino Unido han introduci-
do reformas que vinculan una serie de impuestos verdes a reducciones
en la contribución a la seguridad social. En la Unión Europea, los in-
gresos en concepto de impuestos ambientales se han multiplicado por
más de cuatro entre 1980 y 2001, ascendiendo a 238.000 millones de
euros (sin considerar la inflación). (Ver tabla 5-2.) El grueso de estos
ingresos procede de los impuestos sobre la gasolina, el gas oil y los au-
tomóviles.12
A pesar de estas cifras, la adopción de impuestos ecológicos es has-
ta la fecha relativamente limitada. En los países de la OCDE represen-
tan una media del 6-7% del total de los ingresos fiscales. Los impues-
tos sobre rendimiento del trabajo y contribuciones obligatorias a la
seguridad social suponen en cambio un 25% del total. En la Unión

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Tabla 5-2. Ingr esos por impuestos ecológicos, Unión Eur
Ingresos opea,
Europea,
años seleccionados

Impuestos ecológicos 1980 1990 2001

Ingresos
(en miles millones
de euros)
Fracción 54,6 130,4 237,7

Fracción del conjunto de los impuestos y contribuciones


sociales que representan estos ingresos 5,8% 6,2% 6,5%
Fracción del Producto Interior Bruto que representan
estos ingresos 2,2% 2,5% 2,7%

Fuente: Ver nota al final nº 12.

Europea, con sus amplios programas sociales, las cargas impositivas al


trabajo son mucho mayores: entre un 45% y un 47% a finales de los
noventa.13
Esto no significa que no se haya logrado nada. En Alemania, por
ejemplo, en 1999 se introdujo una ecotasa que grava el consumo de
los distintos tipos de energía, y que se ha incrementado anualmente
cuatro veces. En el año 2002 este impuesto había contribuido a evitar
la emisión de 7 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2).
Los ingresos anuales aumentaron de 4.000 millones de US$ en 1999
a unos 19.000 millones en 2003. Estos ingresos han hecho posible re-
ducciones en los pagos a la seguridad social que en 2002 habían con-
tribuido a la creación de 60.000 puestos de trabajo, una cifra que se
prevé aumentará a 250.000 en el año 2010.14
Lamentablemente, la adopción de impuestos ecológicos se ve con
frecuencia debilitada por una serie de «excepciones» en la normativa:
concesión de exenciones a determinadas industrias o fuentes de ener-
gía, reducción de los tipos de gravamen a las industrias que son gran-
des consumidores de energía, o deducciones parciales a ciertas indus-
trias. Esto suele hacerse en nombre de la competitividad de la industria
nacional en los mercados mundiales, pero este argumento perderá peso
cuando se armonicen este tipo de políticas nacionales. (Ver Capítulo
7.) Esto es lo que la Unión Europea pretende hacer a través de una
directiva sobre impuestos al consumo de energía que entrará en vigor
en el año 2004. Sin embargo, hasta la fecha el resultado del proceso

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de tramitación de la propuesta, iniciado en 1997, es un texto de com-
promiso completamente descafeinado.15
En Alemania, el carbón y los carburantes para los aviones no están
sujetos a la ecotasa, y a las compañías del sector minero y de manu-
facturas, a las empresas de servicios públicos, a las constructoras y a
las explotaciones agrícolas se les aplicaba sólo un 20% del tipo impo-
sitivo nominal sobre el gas natural, el gasóleo para calefacción y la elec-
tricidad. Sin embargo, a principios de 2003 este porcentaje subió al
60%, y el gobierno anunció que la industria puede que tenga que abo-
nar el 100% si no alcanza la meta voluntaria de reducción de emisio-
nes de CO2, fijada en un 35% para el año 2010.16
Convertir los impuestos ecológicos en un instrumento importante
para la sostenibilidad requiere una reforma fiscal ecológica mucho más
amplia y en la que se eliminen las excepciones. Habrá que ganar para
ello una batalla política muy difícil contra quienes están muy interesa-
dos en el mantenimiento de su situación de privilegio. La experiencia
alemana, donde los partidos de la oposición y ciertos medios de co-
municación hicieron una intensa campaña para desacreditar la ecotasa,
constituye un buen ejemplo del desafío que representa esta reforma.
Si bien la ecotasa ganó aceptación con rapidez vertiginosa en los años
noventa entre los partidos políticos y la población en general, desde su
aplicación ha sufrido una pérdida de popularidad igualmente acelerada.17
Otro de los instrumentos importantes de los gobiernos son las polí-
ticas de compras del sector público, como se explica detalladamente en
el Capítulo 6. Las administraciones de los países industriales, bien sean
de ámbito local, comarcal o federal, gastan millones de millones de US$
en compras públicas todos los años. La adquisición de productos res-
petuosos con el medio ambiente puede ejercer una influencia muy
poderosa en el diseño, la eficiencia y la durabilidad de los productos,
así como en un tratamiento responsable de los mismos al término de
su vida útil. Unas normas de compras del sector público bien diseña-
das pueden incentivar la innovación tecnológica y ayudar a la creación
de mercados verdes.18
Los gobiernos influyen también en el desarrollo de nuevos produc-
tos a través de las normativas. En un número creciente de países se
han establecido normas nacionales de ahorro energético y de agua, por
ejemplo. 43 países habían adoptado programas de eficiencia para los
aparatos eléctricos de los hogares en el año 2000, —siete veces más
que en 1980. La mayoría eran países de Europa y de Asia.19
Las normas que «empujan» al mercado obligando a los fabricantes
a cumplir unos criterios mínimos, tienen su complemento ideal en los

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programas de certificación ecológica, con un etiquetado que «tira» del
mercado, proporcionando a los consumidores la información necesaria
para poder decidir sus compras responsablemente y estimulando a los
fabricantes a diseñar y comercializar productos con un impacto ambien-
tal mínimo.20
Se han desarrollado sistemas de etiquetado ecológico para una gama
muy amplia de productos, entre los que cabe mencionar los aparatos
eléctricos, los productos forestales, y los productos agrícolas como el
café y los plátanos. Algunos programas se centran en un producto o
en un solo tipo de productos, mientras que otros se aplican a una gama
muy amplia de artículos. El primer y más amplio programa de etique-
tado—el Angel Azúl— acaba de celebrar su XXV aniversario. El nú-
mero de productos avalados por esta etiqueta fue creciendo desde unos
100 en 1981 hasta los 3.800 productos actuales. A lo largo de los úl-
timos años tanto los programas de etiquetado gubernamentales como
los privados han proliferado enormemente.21
De hecho, la competencia de etiquetas en algunos sectores de la
producción puede llegar a confundir a los consumidores, frustrando
incluso un consumo más ecológico. Algunos programas de etiquetado,
en particular los patrocinados por la industria, anuncian sus produc-
tos con afirmaciones vagas o sin fundamento sobre materiales recicla-
dos, métodos de producción ecológicos, características biodegradables
y otras cuestiones. En otros, los criterios de funcionamiento son muy
deficientes. Un informe reciente de la OCDE manifestaba su preocu-
pación por este tipo de problemas, afirmando que: «Para evitar que los
sistemas de etiquetado se desacrediten puede que sea necesario dispo-
ner de instrumentos reguladores que orienten a los consumidores, in-
dicándoles que determinados programas son más apropiados que otros
para ciertas cuestiones.» Esta reglamentación se puede concretar en
programas de certificación. Existen una serie de entidades cualificadas
para la certificación de productos (agencias gubernamentales e institu-
ciones privadas acreditadas) que pueden evaluar si un artículo se ajus-
ta a los criterios y normas vigentes o verificar la exactitud de las afir-
maciones del fabricante sobre calidad ambiental del producto.22
Todos los instrumentos comentados —eliminación de subvenciones,
reformas fiscales, políticas «verdes» de compras del sector público, nor-
mativa de los productos y programas de certificación— tendrán que
potenciarse de forma espectacular si se quiere dirigir el consumo hacia
pautas más sostenibles. Pero conseguirlo es a menudo una lucha con-
tra corriente. El fracaso de la comunidad internacional para lograr un
acuerdo sobre reducción de las subvenciones a la agricultura durante

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las negociaciones comerciales de septiembre 2003 en Cancún (Méxi-
co) demostró de forma elocuente el atrincheramiento de los poderosos
intereses en juego.

Austero y limpio
Las economías industriales mueven enormes cantidades de combusti-
bles, de metales, de minerales, de materiales de construcción y de
materias primas forestales y agrícolas. Un estudio encargado por la
Unión Europea concluía que el movimiento de materiales per cápita
ascendía en 1997 a 80 toneladas para los norteamericanos, a 51 tone-
ladas para los ciudadanos de la UE y a 45 toneladas para los japone-
ses. Utilizando una metodología diferente, un estudio del World
Resources Institute llegaba a cifras similares, si bien asignaba a los ja-
poneses unos flujos de materiales de sólo 21 toneladas por persona.23
Ninguna de las economías industriales actuales es verdaderamente
sostenible. Todas las economías modernas pueden ser más austeras, sin
por ello estar condenadas. Dado que su nivel de vida es comparable
en términos generales, puede decirse que si los europeos pueden vivir
con la mitad de los materiales movilizados por los norteamericanos y
los japoneses con menos aún, en Estados Unidos —paradigma del con-
sumo que el resto del mundo aspira a emular— el margen de mejora
es muy grande.
De hecho, la mayor parte de los flujos de materiales de las econo-
mías industriales no sirven para nada útil y se pierden antes de llegar
al consumidor. Los llamados flujos ocultos suponen algo más del 60%
de los flujos totales de materiales en la UE —una proporción que ha
permanecido más o menos estable a lo largo de las últimas dos déca-
das. En Estados Unidos los flujos ocultos suponen más del 70% del
total y en Japón algo menos de la mitad. (Ver gráfico 5-1.) En estos
flujos ocultos se incluirían los residuos de la minería y de otras indus-
trias, así como la montera (la tierra removida por las compañías mine-
ras para acceder a los filones de mineral), los materiales de dragado, el
dióxido de carbono y otras emisiones y contaminantes, y las toneladas
de suelos perdidos debido a la erosión provocada por la agricultura. El
término «flujos ocultos» es muy apropiado, dado que en general per-
manecen invisibles a los ojos del consumidor, especialmente cuando se
trata de las cantidades crecientes de residuos generados por la explota-
ción de recursos naturales en los países en desarrollo para su importa-
ción por los países industriales.24

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Toneladas
100
Fuente: World Resources Institute

80 Producción para
consumo interno
60 Flujos ocultos

40

20

0
Estados Unidos Alemania Japón

Gráfico 5-1. Consumo de materiales por persona


en Estados Unidos, Alemania y Japón, 1996

Para afrontar el problema de los flujos ocultos es preciso restringir


algunas de las actividades más destructivas, en especial la minería, la
fundición y la explotación maderera. Esto puede conseguirse mejoran-
do la eficacia energética y en el uso de materiales, potenciando el reci-
clado y la reutilización y prolongando la vida útil de los productos, de
forma que la necesidad de extracción de materias primas vírgenes sea
mucho menor. Pero también es muy grande el margen de reducción
del impacto ambiental de los bienes y servicios suministrados hoy día.
La «desmaterialización», la producción limpia y los sistemas de ciclo
cerrado y «residuos cero» son algunos de los conceptos claves en este
nuevo enfoque.
Una serie de estudios y de evaluaciones han confirmado el poten-
cial de la estrategia de «desmaterialización», un concepto innovador
impulsado por Amory y Hunter Lovins, fundadores del Rocky
Mountain Institute, por el empresario ecológico Paul Hawken y por
el investigador y político alemán Ernst Ulrich von Weizsäcker. Su ob-
jetivo es reducir la cantidad de materias primas necesarias para la crea-
ción de un producto, fabricando, por ejemplo, papeles más finos y ve-
hículos más ligeros, y reduciendo también la cantidad de energía
necesaria para el funcionamiento de los productos —bien sean bombi-
llas, lavadoras o automóviles. Los defensores de la desmaterialización
han promovido políticas denominadas «Factor 10», cuyo objetivo es pro-
porcionar el mismo volumen de bienes y servicios con la décima parte
de gastos materiales.25

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Si bien el potencial tecnológico para desmaterializar la economía
apenas está desarrollado, se ha conseguido ya disociar en cierta medida
crecimiento económico y consumo de materiales. En la Unión Euro-
pea, por ejemplo, la productividad de los recursos (medida como el
producto interior bruto por consumo total de materiales) mejoró un
39% entre 1980 y 1997. Esta mejora, sin embargo, no se ha traduci-
do en una demanda menor de recursos: en Europa Occidental, Nor-
teamérica y Japón, el consumo de recursos totales se ha mantenido prác-
ticamente constante y a unos niveles insosteniblemente elevados.26
¿Qué explicación tiene esto? Pues que a pesar de que ha disminui-
do el consumo de materiales por unidad producida, los gustos y los
caprichos de los consumidores siguen disparando la espiral de consu-
mo: los automóviles y las viviendas son cada vez mayores y más lujo-
sas, cada vez es más frecuente ir de vacaciones en avión a lugares dis-
tantes, el componente de productos cárnicos en la dieta es cada vez
mayor y todos los días aparecen en los mercados nuevos artefactos, con
sus correspondientes «accesorios». Por otra parte, la eficacia lograda por
las economías industriales ha tenido un efecto boomerang inesperado:
un menor consumo de energía y de materiales por unidad significa
menos gasto para el consumidor, lo que a su vez induce a una mayor
utilización de los productos. Los logros en términos de eficacia han sido
anulados, o incluso superados por el aumento del consumo. Por ejem-
plo, una mayor eficiencia en el uso de los carburantes de los automó-
viles quiere decir que los conductores pueden viajar más lejos por el
mismo precio. Y el constante aumento del número de coches significa
que el consumo de combustibles y de materiales como aluminio, co-
bre, acero y plástico por parte de la industria automovilística continúa
creciendo. Por tanto, habida cuenta la inexorable avalancha de consu-
mo, la desmaterialización de la economía tiene una enorme importan-
cia, pero por sí sola no es suficiente.27
Los productos tóxicos generados por nuestra sociedad de consumo
son otro problema muy urgente. Quienes defienden la «producción
limpia» afirman que hay muchísimas posibilidades de reducir e inclu-
so quizás de eliminar la dependencia de materiales tóxicos en la fabri-
cación, de impedir la contaminación del aire y de las aguas y de evitar
la producción de residuos peligrosos.28
Una papelera a orillas del río Androscoggin, en Jay (Maine), es un
ejemplo admirable en este sentido. A principios de los noventa la pa-
pelera, propiedad del gigante industrial International Paper, era un
importante foco de contaminación, y la dirección estaba muy enfren-
tada con los trabajadores y con el vecindario. Una serie de cambios en

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la administración de la empresa mejoraron estas relaciones, iniciándo-
se un proceso de colaboración con la comunidad local. Por otra parte,
la normativa ambiental del estado y del municipio demostraron ser
importantes motores para el cambio. El control de la contaminación,
basado en un principio en medidas de tipo «final de tubería», dio paso
a un enfoque preventivo. La papelera redujo los vertidos de contami-
nantes orgánicos y de mercurio de forma espectacular; se eliminaron
las emisiones de dioxinas, furanos y cloroformo; y las emisiones de
partículas se rebajaron a la mitad. La generación de residuos peligro-
sos disminuyó de 2,7 millones de kilos en 1990 a 136.000 kilos en
1998 y se redujo drásticamente, en un 91%, el volumen de residuos
sólidos que iban a parar al vertedero.29
No contentándose con ello, la administración de la papelera se es-
forzó por apartarse de la práctica industrial convencional, en la que las
materias primas se extraen y se procesan y los componentes, que no
son útiles en el proceso de fabricación se convierten en residuos no de-
seados, en un ciclo que va «de la cuna a la tumba». La estrategia alter-
nativa «de la cuna a la cuna» consiste en buscar una mayor integra-
ción, creando un sistema de bucles en el que los productos residuales
de una fábrica pasan a ser la materia prima de otra, en lugar de con-
vertirse en bombas de relojería ambientales. (Ver cuadro 5-1.) Algu-
nos residuos de la papelera, como las cenizas producidas en la incine-
ración de lodos y de cortezas de árboles y el dióxido de carbono de un
horno de cal, están siendo utilizados por otras industrias locales. De
hecho, varias compañías han decidido instalarse cerca de la papelera para
aprovechar sus productos residuales.30
La comunidad de Kalundborg, en Dinamarca, es para una mayoría
de los ecologistas pionera en ecología industrial. Durante los últimos
treinta años una serie de compañías instaladas en esta localidad han
tejido una red cada vez más compleja de relaciones simbióticas, con
resultados económicos y ambientales muy positivos. El gas natural , por
ejemplo, que antes se perdía en llamaradas sobre las chimeneas de la
refinería de petróleo más grande de Dinamarca, se utiliza ahora en una
fábrica de cartón; las cenizas desulfatadas de una central térmica de car-
bón (también la mayor del país) van a parar a una fábrica de cementos
cercana; y los lodos con nitrógeno y fósforo de una farmacéutica se
utilizan como fertilizantes en las explotaciones agrícolas de los alrede-
dores.31
La red existente en Kalundborg no es fruto de una planificación
maestra, sino que evolucionó lenta y espontáneamente a través de una
serie de acuerdos bilaterales, que se adoptaron principalmente por-

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Cuadro 5-1. La alter nativa «de la cuna a la cuna»
alternativa

Imaginemos un mundo en el que todo lo que fabricásemos, utilizásemos y consumié-


semos nutriese a la naturaleza y a la industria —un mundo en el que el crecimiento
fuera algo bueno y en el que la actividad humana dejase una huella ecológica res-
tauradora y placentera.
Aunque en el mundo del desarrollo sostenible esto pueda sonar a herejía, la
destructividad de nuestro actual sistema industrial «de la cuna a la tumba» puede
considerarse el resultado de un problema básico de diseño, no la consecuencia
inevitable de la actividad económica y del consumo. En efecto, un buen diseño —
basado en los principios y leyes de la naturaleza— puede transformar la fabricación
y el consumo de objetos en fuerza regenerativa.
Este nuevo concepto de diseño —conocido como diseño «de la cuna a la cuna»—
va más allá de simples reajustes al sistema industrial para reducir su nocividad. En
los enfoques convencionales de sostenibilidad el objetivo último suele ser una utili-
zación eficiente de la energía y de los materiales. Si bien ésta puede ser una estrate-
gia de transición muy útil, se limita a reducir los impactos negativos, sin transformar
las actividades dañinas. Reciclar una moqueta, por ejemplo, puede reducir el consu-
mo; pero si el envés de la moqueta está rematado con una capa de PVC, como suele
ocurrir en la mayoría de las moquetas, el producto reciclado terminará inevitable-
mente en el vertedero, donde se convertirá en un residuo peligroso.
El diseño «de la cuna a la cuna» constituye, por el contrario, un marco en el
cual los ciclos eficaces y regenerativos de la naturaleza sirven de modelo para un
diseño humano completamente positivo. En este marco podemos crear economías
que purifican el aire, la tierra y las aguas; que se nutren de la energía solar y que no
generan residuos tóxicos; que utilizan materiales seguros y saludables que se rein-
corporan a la tierra o que pueden reciclarse indefinidamente; y que producen bene-
ficios que sustentan la vida en todas sus formas.
A lo largo de la pasada década, el marco «de la cuna a la cuna» ha evoluciona-
do constantemente, pasando de la teoría a la práctica, y está dando lugar a una nueva
concepción de los materiales y de los flujos de materias en el mundo de la industria.
A semejanza del mundo natural, en el que los «residuos» de un organismo propor-
cionan alimento a otros seres vivos, pasando a formar parte del ciclo del ecosistema,
los materiales de un sistema económico «de la cuna a la cuna» circulan a lo largo
de ciclos formados por bucles cerrados, proporcionando nutrientes a la naturaleza o
a la industria. Este modelo reconoce dos procesos metabólicos diferenciados, por los
que circulan los materiales aportando nutrientes saludables.
En primer lugar, los ciclos de nutrientes de la naturaleza constituyen el metabo-
lismo biológico. Los materiales diseñados para integrarse de forma óptima en este
metabolismo biológico se consideran nutrientes biológicos. Una serie de productos
concebidos como nutrientes biológicos, como los envoltorios biodegradables, están
diseñados para que una vez utilizados se incorporen al medio, alimentando a los
sistemas vivos. En segundo lugar, el metabolismo técnico, que toma como modelo
los ciclos «de la cuna a la cuna» de la Tierra, es un sistema de bucles cerrados en el
cual los materiales sintéticos de alta tecnología y recursos minerales valiosos —los

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nutrientes tecnológicos— circulan en un ciclo perpetuo de producción, recuperación
y reutilización. El ideal sería que los sistemas que constituyen el metabolismo técni-
co creados por el hombre se muevan con energía renovable procedente del sol.
Estos nutrientes biológicos y técnológicos ya están en el mercado. El tejido de
tapicería Climatex Lifecycle es una mezcla de lana sin residuos de pesticidas y de
ramio procedente de cultivos ecológicos, teñida y tratada con productos químicos no
tóxicos. Todos los productos y procesos utilizados en su fabricación han sido defini-
dos y seleccionados por su seguridad tanto para la salud humana como ecológica,
en el marco del metabolismo biológico. Resultado: los recortes se transforman en fieltro
y son utilizados como pajote para cultivar frutas y vegetales en los clubs de jardine-
ría, devolviendo los nutrientes biológicos del tejido al suelo.
Honeywell, a su vez, comercializa un material textil que se incorpora al metabo-
lismo técnico. Se trata de un hilo de alta calidad para alfombras denominado Zeftron
Savant, fabricado con fibra de nylon 6 reciclable indefinidamente. Zeftron Savant está
diseñado para poder recuperarse y repolimerizarse —desintegrándose en las resinas
que lo componen. Honeywell puede incluso recuperar nylon 6 convencional y trans-
formarlo en Zeftron Savant, lo que supone una mejora de calidad de los materiales
industriales en lugar de su degradación. El nylon se rematerializa, en lugar de
desmaterializarse —un auténtico producto «de la cuna a la cuna».
En la industria de las alfombras, los sistemas de recuperación de materiales es-
tán sirviendo de modelo para el desarrollo de metabolismos técnicos. Shaw Industries,
por ejemplo, ha desarrollado para sus clientes una alfombra que se compone de
nutrientes técnológicos. La compañía se compromete a recoger toda la fibra de nylon
6 de sus alfombras para su recuperación y transformación en fibra de nylon 6 para
alfombras, recuperando también la base de polyolefina no contaminante de las al-
fombras para hacer nuevas bases de polyolefina. De materia prima a materia prima:
un ciclo «de la cuna a la cuna».
La alfombra de nutrientes tecnológicos ha sido concebida por la empresa Shaw
como un producto de servicios, un elemento clave en la estrategia «de la cuna a la
cuna». Los productos de servicios son bienes duraderos, pudiendo ser alfombras o
lavadoras, diseñados por el fabricante para su recuperación y reutilización. El pro-
ducto rinde un servicio al cliente, mientras que el fabricante mantiene la propiedad
de los materiales que componen el producto. Al término de un determinado periodo
de utilización, el fabricante recoge el producto y reutiliza los materiales, incorporán-
dolos a otro producto de alta calidad. La implantación a gran escala del concepto
de producto-de-servicio puede cambiar la naturaleza del consumo, a medida que una
producción humana movida por energías renovables reutilice materiales valiosos a
lo largo de muchos ciclos de vida de los productos.
Aplicado a gran escala, el concepto «de la cuna a la cuna» puede cambiar la
naturaleza de las economías. En Chicago, por ejemplo, donde el alcalde, Richard Daley,
se esfuerza en convertir a la ciudad en la más ecológica de Norteamérica, un mode-
lo de eficacia energética y de flujos beneficiosos de materiales, estos principios están
ya sirviendo de referencia.
En una economía «de la cuna a la cuna», las ciudades son el principal enclave y
fuente de nutrientes tecnológicos —el lugar donde se forjan los metales, se sinteti-
zan los polímeros, y se diseñan y fabrican los tractores, los ordenadores y los

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aerogeneradores. Desde las ciudades estos materiales salen al mundo, siendo recu-
perados de nuevo en las ciudades en un ciclo que se cierra sobre sí mismo. El campo,
a su vez, puede considerarse el espacio para el metabolismo biológico. Los materia-
les generados en este medio —alimentos, madera, fibras— se crean por la interac-
ción de la energía solar, los suelos y el agua y son la fuente de los nutrientes bioló-
gicos de las comunidades rurales y de las ciudades próximas. Una de las funciones
fundamentales de las ciudades en este metabolismo es devolver los nutrientes bioló-
gicos a los suelos del medio rural en forma de compuestos que sean saludables y
seguros, como fertilizantes, por ejemplo. Estos flujos de nutrientes y de energía son
los dos metabolismos gemelos de una ciudad viva, motores de las economías
apasionantes del futuro.
Incluso países tan inmensos e influyentes como China han adoptado estrategias
«de la cuna a la cuna». Recogiendo una tradición de 4.000 años de agricultura sos-
tenible, el Viceministro de Ciencia y Tecnología Deng Nan anunció en septiembre de
2002 que China empezará a desarrollar industrias y productos basados en principios
«de la cuna a la cuna» en el Centro para el Desarrollo Sostenible de China y EE UU.
China está desarrollando ya aldeas cuya economía se rige por principios «de la cuna
a la cuna», así como empresas de energía solar y eólica.
La estrategia «de la cuna a la cuna» nos permite percibir nuestros diseños como
expresiones de creatividad maravillosas, como sistemas que sustentan la vida en ar-
monía con los flujos de energía, con la humanidad y con el resto de los seres vivos.
Cuando esta estrategia se convierta en el símbolo de las economías productivas, el
propio concepto de consumo habrá sido transformado.

William McDonough y Michael Braungart


McDonough Braungart Design Chemistry

Fuente: ver nota al final nº 30.

que tenían un gran atractivo económico. Esta experiencia representa


un ejemplo real de alternativas a la industria convencional. Pero puede
que copiar este modelo no sea tan fácil. Conseguir una simbiosis in-
dustrial que reduzca a cero los residuos lleva un tiempo considera-
ble. Y es más factible seguramente construir poco a poco una redes
de reciprocidad que trazar unos planes excesivamente ambiciosos desde
el principio. En cualquier caso, el concepto de producción limpia está
atrayendo un creciente interés en todo el mundo. Algunas compañías
están ya trabajando para conseguir este objetivo en países como Chi-
na, Fiji, la India, Japón, Tailandia, Filipinas, Puerto Rico y Namibia,
entre otros.32

204

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¡Recójalo!
Es mucho más probable que el consumo de recursos pueda reducirse
al mínimo, evitándose la producción de residuos, si los fabricantes tie-
nen en cuenta desde el principio cuestiones ambientales, en las fases
de diseño de los productos, desarrollo de tecnologías de producción y
selección de los materiales. Para estimular a las empresas en este senti-
do, un número creciente de gobiernos está estableciendo normativas
de «extensión de responsabilidad al fabricante» (EPR, del inglés exten-
ded producer responsibility), exigiendo a las compañías hacerse cargo de
los productos al término de su vida útil. Generalmente este tipo de
normativas prohíbe la incineración y el vertedero como fórmulas para
deshacerse de la mayoría de los productos, estableciendo requisitos
mínimos de reutilización y reciclado, especificando si los fabricantes son
responsables de los productos usados a nivel individual o colectivo y
determinando si pueden cobrar una tasa por su recogida.33
El objetivo de la EPR es inducir a los fabricantes a evaluar en sus
productos el impacto de su ciclo de vida completo. En teoría, esto
debería animarles a eliminar piezas innecesarias, a prescindir de emba-
lajes superfluos y a diseñar productos que pueden desmontarse con
facilitad, reciclarse, volverse a fabricar o reutilizarse.34
Parte del desafío consiste en desarrollar materiales que puedan uti-
lizarse con facilidad o que al menos no perdurarán siglos en los
vertederos. El gigante químico alemán BASF, por ejemplo, ha inventa-
do un nuevo material fabricado a partir de una fibra de nylon-6 que
se puede reciclar indefinidamente; puede descomponerse en las resinas
de las que está compuesta para la fabricación de nuevos productos. La
compañía textil suiza Rohner, en colaboración con la compañía de di-
seño textil DesignTex, ha desarrollado un tejido de tapicería que se
descompone de forma natural al término de su vida útil cuando se retira
de una butaca.35
Los orígenes de la filosofía de la EPR se remontan a las Normas
de Embalaje de Alemania de 1991. Dicha normativa, que hacía res-
ponsables a los fabricantes de la recogida y la gestión de los envases y
embalajes que iban hasta entonces a parar a la basura, impulsó una
constante reducción de los materiales de embalaje. Tiene además el
mérito, más importante si cabe, de haber motivado a otros muchos
gobiernos en Europa, en Asia y en América Latina a aplicar este con-
cepto. Desde entonces, el enfoque EPR se ha extendido a otros mu-
chos campos, aplicándose a un abanico muy amplio de productos in-
dustriales, entre los que cabe citar los aparatos eléctricos y electrónicos,

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las máquinas de oficina, los coches, los neumáticos, los muebles, los
artículos de papelería, las baterías y los materiales de construcción. (Ver
tabla 5-3.)36
Europa sigue siendo el eje del movimiento a favor de la EPR. Mu-
chos gobiernos europeos han aprobado ya legislación EPR, y la Unión
Europea ha promulgado varias directivas sobre embalajes, electrónica,
baterías y automóviles en un intento de armonizar las distintas inicia-
tivas nacionales, divergentes en algunos casos.37
La preocupación por la rápida acumulación de residuos eléctricos y
electrónicos de los ordenadores, teléfonos móviles y otros equipos si-
milares ha llevado a la UE a proponer una Directiva sobre Equipos
Eléctricos y Electrónicos, que fue aprobada en febrero 2003. Esta nor-

Tabla 5-3.. Legislación sobre Extensión de Responsabilidad al


sobre
Fabricante (EPR), Industrias seleccionadas*

Sector industrial Países con legislación EPR

Envases y embalajes Más de 30 países, incluyendo Alemania, Holanda, Hungría,


Polonia, República Checa, Suecia, Corea del Sur, China, Japón,
Taiwán, Brasil, Perú, y Uruguay (sólo envases de bebidas).

Electrónica y equipos En la actualidad más de una docena de países, incluyendo


electrónicos Alemania (normas voluntarias), Bélgica, Dinamarca, Holanda,
Italia, Noruega, Portugal, Suecia, Suiza, China, Corea del Sur,
Japón, Taiwán y Brasil.

Vehículos Alemania, Dinamarca, Francia, Holanda, Suecia, Japón, Taiwán y


Brasil.

Neumáticos Finlandia, Suecia, Corea del Sur, Taiwán y Brasil. Uruguay estudia
aprobar normas voluntarias.

Baterías Al menos 15 países, incluyendo Alemania, Austria, Noruega,


Holanda, Japón, Taiwán y Brasil; Uruguay está planteándose
aprobar normas voluntarias.

*Se han promulgado directivas de la UE en todos los sectores incluidos en la tabla a excepción de
neumáticos. Independientemente de la legislación nacional adoptada por una serie de países miembros
de la UE, estás normas son vinculantes para los 15 miembros actuales (y en un futuro lo serán para
otros diez países del Este de Europa que también formarán parte de la UE).
Fuente: ver nota final nº 36.

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mativa obliga a los estados miembros a promulgar antes de agosto 2004
legislación nacional aplicando las normas comunes (si bien los gobier-
nos tienen libertad para imponer políticas más estrictas), y los fabri-
cantes de equipos deberán disponer de sistemas de recogida y gestión
de los residuos eléctricos y electrónicos gratuitos a partir de agosto de
2005. Para los productos comercializados antes de esta fecha, los cos-
tes de recogida deberán ser compartidos por todos los fabricantes, pro-
porcionalmente a su cuota de mercado; para los artículos vendidos a
partir de entonces, la responsabilidad recaerá sobre los fabricantes in-
dividualmente. (La responsabilidad individual constituye un incentivo
para la incorporación de cambios de diseño beneficiosos para el medio
ambiente, reduciendo el coste que supone para las empresas el cum-
plimiento de estas normas, pero se corre el riesgo de que los sistemas
de recogida individual supongan una duplicación de esfuerzos y costes
más elevados.)38
La adopción de esta normativa ha venido acompañada de otra di-
rectiva sobre restricciones a la utilización de determinadas sustancias
peligrosas, que exige a los fabricantes de equipos eléctricos y electróni-
cos que dejen de usar plomo, mercurio, cadmio, cromo hexavalente y
los retardadores bromados de la combustión PBDE y PBB en los pro-
ductos puestos a la venta a partir del 1 de julio 2006. La preocupa-
ción por estos materiales peligrosos aumenta en el mundo entero; Ja-
pón ha tomado la iniciativa en la eliminación de estas sustancias de
los productos eléctricos y electrónicos, y China ha anunciado que se-
guirá el modelo de la Directiva de la UE.39
Los Estados Unidos se han quedado rezagados en cuanto a respon-
sabilidad de los fabricantes. La oposición de la industria ha impedido
la adopción de legislación que obligue a las empresas a hacerse cargo
de los productos desechados. Es muy tentador suponer que las com-
pañías estadounidenses que operan en el mundo entero se decidirán con
el tiempo a aplicar principios de EPR en Estados Unidos, puesto que
en cualquier caso tendrán que ajustarse a este tipo de requisitos en
Europa y en otros lugares. IBM puso en marcha programas de recogi-
da de productos en Europa hace tiempo, en 1989, iniciando en 1997
un programa más restringido en Estados Unidos. Pero IBM puede que
sea la excepción a la regla; hasta ahora la realidad no permite abrigar
muchas esperanzas de que vaya a ocurrir algo semejante.40
Sin embargo, una serie de estados y de gobiernos locales (incluidos
Florida, Maine, Massachussets, Minnesota, Carolina del Sur y Wiscon-
sin) han manifestado interés por la legislación europea de recogida de
productos. Si proliferan en este sentido las iniciativas legales, aún dis-

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persas, no es disparatado pensar que las empresas prefieran disponer
de normas nacionales (aunque voluntarias). En el caso de las pilas de
níquel y cadmio pasó esto exactamente —y la industria puso en mar-
cha un programa nacional de recogida y reciclado de pilas en 1995.41
Algunas empresas ya están poniendo en marcha iniciativas volunta-
rias de recogida para evitar los programas obligatorios. Presionados por
los legisladores y por los movimientos ciudadanos, algunos de los gran-
des fabricantes de ordenadores como Dell, Hewlett Packard e IBM han
establecido programas voluntarios para hacerse cargo de los residuos
electrónicos. Los resultados, sin embargo, son más bien pobres porque
en general se cobra a los consumidores entre 20 y 30 US$ por hacerse
cargo de un producto.42
Hay empresas e industrias que ven en la EPR una oportunidad
para reducir costes de producción y para atraer a consumidores sen-
sibilizados por temas ambientales. Los fabricantes de alfombras y al-
gunos de sus proveedores más importantes, por ejemplo, consideran
la recogida de artículos usados como un medio para conseguir ven-
tajas competitivas, y han iniciado varios programas de reutilización y
reciclado de los materiales de alfombras usadas. Kodak puso en mar-
cha un sistema de recogida de las máquinas de fotos de usar y tirar
en 1990 (aunque se cree que una cuarta parte de este tipo de má-
quinas acaban en los vertederos). Nike ha establecido un programa
denominado «Reutiliza-tu-zapato» para aprovechar las zapatillas vie-
jas de loneta. El revestimiento exterior de goma y el acolchado de
goma espuma de la suela son utilizados para los circuitos de atletis-
mo, pistas de entrenamiento y otras instalaciones deportivas y cam-
pos de juego. El tejido de loneta de la parte superior se transforma
en almohadillado para moquetas.43
No obstante, en Estados Unidos se ha avanzado bastante poco. Y a
pesar de los considerables progresos logrados en Europa, quedan toda-
vía muchas cuestiones técnicas y políticas por resolver. El reciclado de
plásticos está resultando muy difícil de conseguir, al igual que algunos
materiales de embalaje compuestos de una amalgama compleja de di-
ferentes materiales. La resistencia de las empresas está muy lejos de haber
cedido: en Alemania, la industria de venta al por menor está minando
un intento muy ambicioso de exigir la devolución de todas las botellas
y latas de bebida para desalentar la utilización de envases de usar y ti-
rar. Por último, el ritmo vertiginoso al que se quedan obsoletos mu-
chos dispositivos electrónicos, como los teléfonos móviles, los ordena-
dores y las agendas electrónicas, se ha convertido en un enorme desafío:
es difícil establecer sistemas de recogida viables cuando el ritmo de

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renovación es tan rápido y las montañas de material acumulado crecen
tan aceleradamente.44

Repensando productos y servicios


Las economías industriales actuales producen tal cantidad de bienes de
consumo con relativa facilidad y a un precio tan bajo que se tiende a
considerar casi todas las mercancías como artículos de usar y tirar, pen-
sados para deteriorarse rápidamente, en lugar de buscar la durabilidad
en su diseño y fabricación. La forma en que están fabricados muchos
productos disuade al mejor intencionado de la reparación o sustitución
de piezas, cuando no convierte tal intento en un logro completamente
imposible. Y cuando un artículo se puede arreglar, la reparación es a
menudo demasiado cara, teniendo en cuenta el precio de venta de unos
nuevo. Esto ocurre porque no se tienen en cuenta el coste de eliminar
los materiales valiosos de los que se compone un producto y el trabajo
que llevó su fabricación, y porque el valor de los materiales que com-
ponen los productos nuevos no se refleja más que parcialmente en el
precio de compra.
La durabilidad, reparabilidad y recuperabilidad de los productos son
características esenciales para disminuir el impacto ambiental del con-
sumo. Para facilitar la reparación y mejora de un producto, de forma
que la durabilidad no se traduzca en un callejón sin salida tecnológico
que impida la introducción de diseños más eficientes, se puede optar
por un diseño «modular», que permita acceder a las piezas y compo-
nentes permitiendo su fácil sustitución. Algunas compañías, como Xerox
(en sus copiadoras e impresoras) y Nortel (en telecomunicaciones), han
adoptado esta filosofía. Esforzándose por prolongar y mejorar su vida
útil, las empresas pueden conseguir un rendimiento infinitamente mayor
de los recursos que forman parte de un producto, en lugar de vender
la mayor cantidad de artículos posible. Aunque la legislación EPR no
plantea la cuestión de longevidad de los productos, puede incentivar a
las empresas a avanzar en este sentido.45
Cuando un artículo no se deteriora rápidamente, no es necesario
sustituirlo por otro con tanta frecuencia. Una consecuencia evidente
es que se necesitará fabricar menos artículos, y eso puede significar
menos negocio para las empresas. Pero habrá más posibilidades e in-
centivos para cuidar, reparar, mejorar, reciclar, reutilizar y refabricar
productos, y por tanto más potencial de negocio y empleo durante toda
la vida del producto.

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El reciclado y la refabricación se han convertido ya en industrias de
considerable importancia. La Oficina Internacional de Reciclado en
Bruselas calcula que la industria del reciclado procesa ya más de 600
millones de toneladas anuales en no menos de 50 países. Con un vo-
lumen de negocios anual de 160.000 millones de US$, esta industria
da empleo a más de 1,5 millones de personas. El reciclado, no sólo evita
que los materiales vayan a parar al vertedero y a las incineradoras, sino
que supone un importante ahorro energético al sustituir la extracción
de materias primas nuevas y su procesado por materiales ya utilizados.
(Ver tabla 5-4.)46
La refabricación se está convirtiendo también en un negocio impor-
tante, especialmente en sectores como el de los componentes de mo-
tores de vehículos. La refabricación supone un ahorro de 11 millones
de barriles de petróleo anuales en todo el mundo —una cantidad de
electricidad equivalente a la generada por cinco centrales nucleares—
y de un volumen de materias primas con el que se podrían llenar
155.000 vagones de tren todos los años. En Estados Unidos, la
refabricación es un negocio que mueve 50.000 millones de US$ al año,
generando empleo directo para cerca de medio millón de personas en
73.000 empresas distintas. Esta cifra de empleo es aproximadamente
igual al número de puestos de trabajo de la industria de electrodomés-
ticos. Según Walter Stahel, del Instituto Vida del Producto de Gine-
bra, el sector de la refabricación representa alrededor del 4% del pro-
ducto interior bruto de los países miembros de la UE.47

Tabla 5-4. Ahor


Ahorrr o energético derivado de la sustitución
energético
de materias primas vír genes por materiales rreciclados
vírgenes eciclados

Material Ahorro

(porcentaje)
Aluminio 95
Cobre 85
Plástico 80
Acero 74
Plomo 65
Papel 64

Fuente: ver nota al final nº 46.

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Xerox es una de las empresas pioneras de este concepto, habiéndo-
se embarcado desde 1990 en una iniciativa de Gestión de Reciclado
de Recursos. Xerox había realizado ya algunas experiencias de
refabricación, pero este programa llevó a la compañía a diseñar los pro-
ductos pensando desde el principio en la refabricación y en hacer cada
pieza reutilizable o reciclable. El resultado ha sido que entre un 70%
y un 90% (en peso) de los equipos devueltos a Xerox al final de su
vida útil pueden ser reconstruidos. Como algunos de sus competido-
res, Xerox también refabrica los cartuchos gastados para las fotocopia-
doras y las impresoras; en el año 2001, reconstruyó o recicló cerca del
90% de los 7 millones de cartuchos y de envases de toner retornados
por sus clientes. La compañía calcula que el diseño respetuoso con el
medio ambiente ha evitado en conjunto que por lo menos medio mi-
llón de toneladas de residuos electrónicos hayan acabado en los
vertederos entre 1991 y 2001.48
La extensión de la responsabilidad al productor, la refabricación y
otros conceptos relacionados conducen lógicamente a una forma de
pensar completamente nueva sobre los productos, sobre el funciona-
miento de la economía y los beneficios que se supone debiera repor-
tarnos. En lugar de limitarse a vender mercancías —cuantas más me-
jor, sin apenas reflexionar sobre lo que ocurre con ellas una vez
vendidas— los fabricantes empiezan a pensar en suministrar un servi-
cio. En el futuro, los consumidores puede que alquilen o arrienden los
productos, en lugar de adquirirlos sin más. Si los fabricantes siguen
siendo los propietarios de un producto, seguirán también siendo los res-
ponsables de su correcto mantenimiento y reparación, adoptarán las me-
didas necesarias para prolongar su vida y, en última instancia, recupe-
rarán los componentes y materiales para su reciclado, reutilización y
refabricación. Los fabricantes puede que tengan una relación directa con
sus clientes, o indirecta a través de los minoristas. Pero en cualquier
caso lo más importante pasaría a ser la «distribución de calidad», ase-
sorando a los clientes sobre las mejores opciones de alquiler y sobre la
calidad y mantenimiento de los productos; aconsejándoles sobre cómo
prolongar la vida de un producto con el mínimo consumo energético
y de materiales; y diagnosticando si la mejora o sustitución de algún
componente puede contribuir a maximizar la utilidad del producto. En
definitiva, se trataría de crear una economía de servicios totalmente
nueva, bastante diferente de la economía de servicios actual.49
Algunas compañías han comenzado a hacer de este concepto una
realidad. Xerox alquila ya las tres cuartas partes de sus equipos. Carrier
Corp., en lugar de vender equipos de aire acondicionado, está creando

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un programa de venta de servicios de refrigeración y asesorando a los
clientes sobre medidas de eficiencia que pueden ayudarles a disminuir
sus necesidades de aire acondicionado. Dow Chemical y Safety-Kleen
han comenzado a alquilar disolventes orgánicos a sus clientes indus-
triales y comerciales, asesorándoles sobre cómo utilizar adecuadamente
estos compuestos y recuperando luego el producto en vez de responsa-
bilizar al cliente de su eliminación. Esto supone un importante incen-
tivo para utilizar menos cantidad de disolventes.50
Algunas compañías se están especializando en «contratos de rendi-
miento», ayudando a sus clientes —empresas privadas, departamentos
de la administración, hospitales y otros— a identificar soluciones para
reducir su gasto de energía, de materia prima y de agua. Al contrario
que los negocios tradicionales, la prosperidad de este tipo de empresas
consiste en evitar el consumo de recursos e impedir la generación de
residuos y de contaminación.51
Un ejemplo muy citado en esta línea de empresa que se ha
reinventado a sí misma es Interface, uno de los fabricantes de alfom-
bras mayores del mundo. A partir de la conversión a la ecología a
mediados de los noventa de su fundador y ejecutivo, Ray Anderson, la
compañía puso en marcha un programa para reducir drásticamente su
impacto ambiental y para pasar de la venta al alquiler de moquetas para
oficina. Consiguió reducir de forma importante el consumo de ener-
gía y de agua y disminuir su dependencia de materiales derivados del
petróleo. En 1999 incorporó a su gama de productos un material de-
nominado «solenium», que dura cuatro veces más que las moquetas
tradicionales, que tiene un componente de gasto energético y de ma-
terias primas 40% menor y que puede reutilizarse íntegramente en la
fabricación de nuevas moquetas en vez de tirarlo a la basura o de utilizar-
lo para producir elementos de menor valor.52
En lo que puede considerarse su iniciativa más audaz, Interface puso
en marcha en 1995 un programa de alquiler «Siempre Verde». Según
este programa, la compañía sigue siendo propietaria de la moqueta ins-
talada y es responsable de su limpieza y mantenimiento a cambio de
una cuota mensual. Las inspecciones periódicas permitirían a la em-
presa reponer las zonas de moqueta más desgastadas o deterioradas en
lugar de cambiar toda la moqueta como es habitual. Esta reposición
selectiva ayuda a reducir el gasto de materiales en torno a un 80%.53
Pero sólo se han llegado a firmar media docena de contratos de al-
quiler, ya que la mayoría de los clientes han preferido la opción tradi-
cional de compra. El programa no ha tenido mucho éxito por varias
razones, algunas específicas del negocio de las alfombras. Algunos clien-

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tes percibían el contrato de alquiler como un acuerdo demasiado com-
plejo y poco flexible, que les ataba a muy largo plazo y limitaba su
posibilidad de elección en un futuro. Pero seguramente el mayor pro-
blema haya sido el elevado coste —un reflejo del énfasis de Interface
en la calidad de los materiales y del servicio de mantenimiento. La em-
presa se ha visto obligada finalmente a renunciar al programa de al-
quiler Siempre Verde.54
El caso de Interface es alentador y precautorio a la vez. Es evidente
que el nuevo modelo de negocio que proponía esta empresa tiene que
superar todavía enormes obstáculos. Como ocurre con todas las pro-
puestas de cambio radicales, conseguir una aceptación amplia necesita
tiempo.

Consumo público y crédito sostenible


Unas tecnologías más eficientes y más limpias son instrumentos esen-
ciales para la sostenibilidad. Y el desarrollo de una nueva economía de
servicios nos proporcionará un margen de maniobra adicional para en-
caminarnos hacia una economía sostenible. Sin embargo antes o después,
y cuanto antes mejor, tendremos que enfrentarnos al espectro de un
consumismo insaciable. Se corre el riesgo de que la avalancha de
consumismo arrolle incluso los más sofisticados métodos y tecnologías
destinados a conseguir un consumo más austero y eficiente. Consumir
mejor no nos exime de la necesidad de moderar nuestros niveles de con-
sumo. Merece la pena recordar la advertencia del economista ecológico
Herman Daly de que «no es motivo de celebración hacer de forma más
eficiente lo que no deberíamos haber hecho en ningún caso».55
¿Cómo debe afrontar la sociedad la tarea de desalentar un consumo
«excesivo»? Aunque los impuestos de lujo pueden desempeñar un pa-
pel de gran utilidad, siempre será controvertida la cuestión de qué son
lujos innecesarios. Aferrándose a los «derechos soberanos del consumi-
dor», las sociedades capitalistas dejan la decisión de comprar en manos
casi totalmente de los individuos, considerando cualquier reglamenta-
ción por parte de las administraciones como una intromisión inopor-
tuna (aunque ignoran intentos de manipulación de los consumidores
a través de las campañas publicitarias). Está claro que un enfoque de
«ordeno y mando» no sería factible ni deseable. Pero aunque determi-
nadas decisiones de compra sea preferible dejarlas al buen criterio de
cada persona y cada hogar, hay aspectos más amplios y estructurales
que los gobiernos debieran abordar.

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El predominio de unas pautas de consumo sumamente individuali-
zadas conduce inevitablemente a una multiplicación ingente de bienes
y servicios. Con ello están prácticamente asegurados la redundancia de
productos y un consumo de materiales mucho mayor del necesario. Los
gobiernos y las comunidades pueden actuar para equilibrar formas de
consumo público y privado. Incluso en las sociedades más mercantilis-
tas existen bibliotecas, piscinas y parques públicos. De la misma ma-
nera, se pueden compartir muchas otras instalaciones y comodidades.
Por ejemplo, los coches compartidos están ganando cada vez más adeptos
en ciudades de toda Europa y en otros lugares, proporcionando una
alternativa, aunque parcial, a la propiedad privada del coche y de las
casas comerciales de alquiler de coches. Los gobiernos pueden favore-
cer este tipo de iniciativas a través de los impuestos. Las comunidades
locales también pueden establecer sistemas para compartir determina-
das herramientas, de forma que no todo el mundo tenga que tener su
propia taladradora, sierra radial o máquina segadora.56
Es indispensable también la acción de los gobiernos para superar los
inmensos impedimentos estructurales que entorpecen la disminución
del nivel de consumo y la transición a formas de consumo más social.
Los transportes son el servicio donde esta realidad es más pronuncia-
da: los asentamientos dispersos, con una densidad baja de urbanización,
se traducen en distancias cada vez más largas entre viviendas, lugares
de trabajo, escuelas y tiendas, haciendo muy difícil o imposible el trans-
porte público, la bicicleta o los desplazamientos a pie. Si bien es el
consumidor quien elige el modelo de coche que quiere comprar, mu-
chas veces no está en sus manos decidir si quiere tener o no tener un
coche. Lo mismo ocurre con las viviendas, en las que los propietarios
pueden elegir entre un abanico relativamente amplio de opciones de
calefacción y de aire acondicionado. Pero son los promotores y cons-
tructores quienes deciden si la casa lleva un aislante apropiado y ven-
tanas con doble cristal para evitar pérdidas energéticas; estas decisio-
nes cruciales determinarán las necesidades de calor y de refrigeración
de la vivienda a lo largo de toda la vida.
Reconociendo estas realidades, la OCDE se ha referido a las
«infraestructuras de consumo» que imponen a la gente unos hábitos
de consumo involuntarios. Si bien es importante que los consumido-
res elijan productos más eficientes, su sola voluntad no permite supe-
rar estos impedimentos estructurales. Unas políticas gubernamentales
de futuro —mejoras en la planificación territorial, criterios y normas
respetuosos con el medio ambiente, y la creación de infraestructuras
públicas más robustas que permitan un mejor suministro público de

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determinados bienes y servicios— contribuirán a asegurar que los con-
sumidores no se vean obligados a elegir «opciones» que entrañan un
mayor consumo.57
Otro de los ámbitos claves en los que los gobiernos pueden actuar
es en los créditos. El implacable bombardeo de una publicidad que
insinúa que tal o cual marca es símbolo de un estilo de vida deseable
y que la felicidad de las personas está relacionada indisolublemente con
la posesión del producto anunciado ha contribuido a disparar los de-
seos de los consumidores. Pero la habilidad de la publicidad para crear
nuevas «necesidades» supera fácilmente el alcance de las carteras de los
consumidores; los «deseos» siempre parecen ser mayores que los recur-
sos a nuestro alcance.
El ritmo de ahorro en una mayoría de países de la OCDE está ba-
jando, mientras que el endeudamiento de los hogares va en aumento,
especialmente a partir de los años noventa. Los jóvenes, muy vulnera-
bles a la publicidad agresiva dirigida hacia ellos por los bancos y por
otras entidades que ofrecen tarjetas de crédito, están hundiéndose cada
vez más en un abismo de deudas. El número de jóvenes de entre 20 y
24 años en total bancarrota por endeudamiento personal aumentó en
Alemania, por ejemplo, en un tercio, tan sólo entre 1999 y 2002.58
El endeudamiento de los consumidores estadounidenses está tam-
bién creciendo al doble de velocidad que sus ingresos. Los créditos
impagados en EE UU se han disparado durante las dos últimas déca-
das, alcanzando los 1,8 billones de US$ en julio de 2003. (Ver gráfico
5-2.) La proporción de titulares de tarjetas cuyo saldo mensual no al-

Miles de millones de US$


2000
(en US$ 2001)

1500

1000

500

Fuente: Federal Reserve Board


0
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

Gráfico 5-2. Créditos personales impagados, 1950-2003

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canza para pagar el crédito ha aumentado al 61%, y la deuda media
de las tarjetas de crédito superó en el año 2002 los 12.000 US$. En el
Reino Unido, el endeudamiento de los consumidores se multiplicó casi
por tres (en términos corrientes) entre 1991 y 2001. En Alemania, los
créditos personales se duplicaron en 1989-99, elevándose a 216.000 mi-
llones de euros, y en el año 2001 casi la cuarta parte de los hogares
tenía deudas por créditos personales pendientes. Y el número de hoga-
res holandeses que han solicitado ayuda por quiebra se ha duplicado
entre 1992 y 1999.59
Hasta mediados de los años noventa, los consumidores rara vez se
endeudaban a título personal fuera de Norteamérica y de Europa Occi-
dental. En la actualidad la utilización de tarjetas de crédito está aumen-
tando muy rápidamente en unas clases medias emergentes en Asia, en
Latinoamérica, en Europa del Este e incluso en algunas zonas de África.
Las cantidades pagadas con tarjetas de crédito en Corea del Sur se du-
plicaron por más de dos en el año 2001, pero más de 2,5 millones de
personas han tenido que aplazar el pago de la deuda contraída. El nú-
mero de personas en bancarrota está creciendo no sólo en Corea del Sur,
sino también en Argentina, Brasil, Chile, México, China, y Tailandia.60
Aunque en la actualidad la función de los créditos sea el manteni-
miento de la economía del hiper-movimiento, que estimula a la gente
a endeudarse a nivel personal, en una economía sostenible la financia-
ción tendrá que buscar fórmulas que permitan —y recompensen— la
compra de productos eficientes, de alta calidad, duraderos y respetuo-
sos con el medio ambiente. Sin duda el coste inicial de estos produc-
tos será más elevado, pero con el paso del tiempo estos artículos resul-
tarán más ventajosos para el consumidor que los productos más baratos
y endebles que hay que reemplazar continuamente.
Los gobiernos podrían ayudar a los consumidores ofreciendo crédi-
tos para determinadas compras en condiciones ventajosas. Los gobier-
nos de Japón y Alemania tienen una línea de créditos preferentes para
apoyar la instalación de paneles solares en las viviendas, pero muchas
otras compras respetuosas con el medio ambiente se podrían fomentar
de la misma manera. Los gobiernos también pueden ofrecer reembol-
sos selectivos. El gobierno de Canadá, por ejemplo, anunció en agosto
de 2003 la asignación de 131,4 millones de dólares canadienses (95 mi-
llones de US$) a un programa que ofrece un reembolso de 1.000 US$
canadienses por vivienda para incentivar inversiones de mejora de la
eficiencia energética.61
Para estimular más aun la fabricación y la compra de productos
respetuosos con el medio ambiente, los gobiernos podrían diseñar po-

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líticas fiscales que ofrecieran desgravaciones a los productos con mejor
rendimiento y que gravaran aquellos que no cumplen las normas esta-
blecidas. Se podría establecer un sistema de modulación por el que las
desgravaciones y las tasas de un artículo subiesen o bajasen en base a
criterios de eficiencia, de durabilidad y de respeto al medio ambiente.
Este tipo de modulación, conocida en inglés con el término «feebate»,*
ha sido utilizada hasta cierto punto para la producción de energía, pero
el concepto no ha sido aplicado todavía en el ámbito del consumo. Este
sistema podría ser aun más efectivo si fuese acompañado de otras po-
líticas, como el etiquetado ecológico y la legislación EPR.62

Saliendo de la trampa trabajar-para-gastar


Las economías industriales son extraordinariamente productivas —lo
que quiere decir que cada vez se necesita menos trabajo para producir
la misma cantidad de bienes. En Estados Unidos, por ejemplo, en el
año 2000 se requerían solo doce horas de trabajo semanal para produ-
cir lo mismo que se hacía en cuarenta horas en 1950. En principio,
este aumento de la productividad podría conducir a dos objetivos: au-
mentar los salarios (en línea con la productividad), manteniendo el
horario de trabajo constante; o disponer de más tiempo de ocio, man-
teniendo los salarios constantes. En la práctica, casi siempre ha ocurri-
do lo primero. Una mayoría de personas están atrapadas en un círculo
vicioso de «trabajar para gastar». El aumento de ingresos se traduce en
un aumento de las compras personales. Y una publicidad seductora, el
«no voy yo a ser menos que...» y otros factores, se encargan de crear la
impresión de que cada céntimo que ganamos es necesario para no per-
der el tren del consumo y la modernidad.63
Desde los comienzos de la industrialización masiva a finales del si-
glo XIX, ha existido una guerra continua entre empresarios y sindica-
tos sobre la cuestión de las horas de trabajo. Los trabajadores han lu-
chado por reducir la jornada laboral —una jornada y una semana laboral
más corta, vacaciones más largas, jubilación anticipada o permisos con
sueldo. La principal motivación de estos esfuerzos era la mejora de la
calidad de vida y la creación de más puestos de trabajo. Aunque las
cuestiones ambientales no desempeñen un papel central en este tipo
de negociación, también tiene sentido desde una perspectiva ecológica

* Nota de la traductora: «feebate», término inglés compuesto de «fee», tasa o cuota, y «bate»,
rebajar o descontar.

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conseguir que las mejoras de productividad repercutan en más horas
de ocio en lugar de en aumentos de sueldo que se pueden traducir en
un consumo cada vez mayor (asumiendo que disponer de más tiempo
de ocio no se traduce en actividades muy cuestionables desde el punto
de vista ambiental, como viajes en avión a lugares distantes para pasar
las vacaciones en lugares «exóticos).64
En la mayoría de países industriales se tardó casi un siglo en con-
seguir la jornada laboral de 40 horas semanales. Sin embargo, aun-
que la tendencia a acortar la jornada antes era común en todos los
países industriales, en la actualidad hay una creciente divergencia entre
Estados Unidos y Europa. Los americanos trabajan ahora más horas
que la mayoría de los europeos, invirtiendo la situación que se había
dado hasta la década de los setenta. (Los japoneses, mientras tanto,
tienen todavía la jornada laboral más larga, con bastante diferencia.)
(Ver gráfico 5-3)65
La mayoría de los empresarios se ha mostrado muy reacia a acordar
mayores reducciones de los tiempos de trabajo, y el vuelco en el equi-
librio de fuerzas entre sindicatos y sector empresarial, con unos sindi-

Horas
2.800
Fuente: Hayden

2.600 Reino Unido

2.400
Japón
2.200

2.000

Alemania
1.800 Francia

1.600 Estados Unidos

400
1913 1929 1938 1950 1960 1873 1990 1998

Gráfico 5-3. Horas trabajadas al año por persona


en los principales países industriales,
para años seleccionados, 1913-1998

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catos en declive y crecientes presiones derivadas de la globalización, ha
hecho muy difícil conseguir más cambios. En general, la semana labo-
ral de unas cuarenta horas es considerada la norma para cualquiera que
aspire a un empleo estable con posibilidades de futuro. Del número
de horas semanales trabajadas, el debate ha pasado a centrarse en la
introducción de una mayor flexibilidad laboral, con empresarios y tra-
bajadores defendiendo conceptos e intereses contrapuestos. Los empre-
sarios pretenden «flexibilizar» los contratos para disponer de más o
menos mano de obra, según las demandas de producción. Los trabaja-
dores, en cambio, persiguen unas opciones laborales menos rígidas, más
adaptadas a las necesidades personales y familiares, así como mayor
«soberanía en cuestión de horarios». En Europa han surgido varios
modelos muy prometedores en este sentido. (Ver tabla 5-5.)66

Tabla 5-5. Nuevos enfoques a la jor nada laboral en Eur


jornada opa
Europa

País Status

Bélgica Ha establecido un sistema de «créditos de tiempo» que permite trabajar


cuatro días a la semana durante cinco años, al cabo de los cuales los
trabajadores pueden solicitar un permiso de un año durante el cual tie-
nen derecho a percibir una asignación del estado.

Dinamarca Fue uno de los primeros países en establecer un sistema de permisos para
la formación y para el cuidado de los hijos y de períodos sabáticos que
favorecen la rotación del trabajo entre personas con empleo y
desempleados. (Con algunas variaciones, este sistema ha sido aplicado
en Bélgica, Finlandia y Suecia).

Holanda El gobierno, los empresarios y los trabajadores pactaron en 1982 reduc-


ciones de la jornada laboral a cambio de moderación en los salarios. La
semana laboral se redujo de 40 a 38 horas a mediados de los ochenta y
a 36 horas a principios de los años noventa. Los contratos voluntarios a
tiempo parcial aumentaron de forma espectacular, teniendo estos traba-
jadores derecho a la misma remuneración salarial por hora trabajada, así
como a iguales beneficios y posibilidades de ascenso que los contratados
a tiempo completo. En el año 2000 la legislación amplió a todos los tra-
bajadores el derecho a un horario laboral reducido, mientras que los con-
tratados a tiempo parcial pueden solicitar ampliación de jornada laboral.

Fuente: ver nota final nª 66.

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Los europeos tienen mayor preferencia que los norteamericanos por
la reducción del horario laboral en detrimento del aumento de ingre-
sos. Aun así, las encuestas revelan que en Estados Unidos casi dos ter-
ceras partes de los empleados trabajaban a finales de los noventa más
horas de las deseadas, mientras en 1992 esta proporción era sólo de la
mitad. Por otra parte, el economista Juliet Schor, del Boston College,
informa que «durante la primera mitad de los noventa, la quinta parte
de los americanos trabajó en régimen de jornada laboral reducida en
algún momento, y algo más de la mitad de este grupo pretendía que
esta situación no fuera meramente transitoria». La «reducción de jor-
nada» equivale a un retiro, o a un retiro parcial de la vida laboral, a
veces provocado por un cambio discreto de valores que nos aparta del
consumismo. (Junto a quienes reducen sus horas de trabajo de forma
voluntaria, hay personas, sin embargo, que se ven obligadas a aceptar
trabajos a tiempo parcial en contra de su voluntad.)67
El trueque de tiempo por ingresos no es una opción asequible para
muchas personas, por otra parte, a la vista de unas tendencias salariales a
la baja. En Estados Unidos, la retribución salarial media por hora trabaja-
da permaneció estable en general desde principios de los setenta hasta
mediados o finales de los noventa. Y las cifras medias enmascaran una
desigualdad en la distribución de ingresos en rápido aumento a lo largo
del último cuarto del siglo pasado. Para el 10% de los trabajadores en el
tramo salarial más bajo, el sueldo no era más alto en el año 2001 que en
1979; de hecho, la situación de cerca de un 70% de la fuerza laboral no
era mucho mejor, no percibiendo apenas mejoras salariales hasta 1998.68
Una porción muy significativa de la población se ha visto obligada a
trabajar horas extras, aceptando un segundo trabajo para poder llegar a
fín de mes. En conjunto, se observan una serie de tendencias contrapues-
tas. En Europa, las tendencias salariales han sido más favorables, pero el
crecimiento salarial ha estado no obstante por detrás del incremento de
la productividad laboral. Por tanto, para ser factibles las políticas de re-
ducción de la jornada laboral han de ir acompañadas por aumentos de
sueldo, que reduzcan la diferencia de ingresos entre ricos y pobres.69

Nuevas dinámicas y nuevos valores


Como se ha visto a lo largo del presente capítulo, las economías mo-
dernas pueden pasar a ser mucho menos consumistas con la ayuda de
un abanico amplio de instrumentos y políticas adecuadas. No obstan-
te, ¿qué significado tiene consumir menos en una economía capitalista

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que busca la constante expansión económica? Después de todo, la cul-
tura del consumismo desempeña un importante papel: asegura que las
mercancías producidas por una economía hiper-productiva sean adqui-
ridas. De ello depende que continúe la acumulación de capitales, pro-
moviendo la innovación técnica, que a su vez conduce a un aumento
de la productividad laboral (que proporciona, al menos en teoría, el
aumento de ingresos y del poder adquisitivo necesario para el
consumismo). Si los consumidores no compran lo suficiente esta di-
námica puede colapsarse.70
Y el asunto es más complicado todavía: aunque la sostenibilidad
requiere una moderación en la adquisición de bienes materiales, la
enorme sobrecapacidad productiva de muchas industrias parece exigir
que se siga estimulando el consumo. La industria del automóvil, por
ejemplo, está funcionando a sólo un 70% de su capacidad productiva.
En la industria de semiconductores, la utilización de la capacidad pro-
ductiva apenas llega al 65%, y en la de equipos de telecomunicacio-
nes, al 50%. La economía mundial se enfrenta a crecientes contradic-
ciones. La producción de una serie de países en desarrollo cuyas
economías están orientadas a la exportación está creciendo muy rápi-
damente. La industria del acero, química, de materiales de construc-
ción y de teléfonos móviles de China, por ejemplo, duplicarán proba-
blemente su capacidad productiva en los próximos tres años, lo que
supondrá una presión adicional para el mercado internacional.71
Una fracción enorme de las exportaciones mundiales está siendo
absorbida por el país del consumismo por excelencia, Estados Unidos.
A lo largo de los noventa, la economía de EE UU ha actuado como
un aspirador gigante, absorbiendo gran parte de la producción
excedentaria del mundo. (Ver cuadro 5-2.) Desde 1995, la demanda
interior de EE UU ha crecido a un ritmo dos veces mayor que el de
otros países industriales. La balanza de pagos de EE UU (que mide los
flujos comerciales y las transferencias financieras) pasó de 3.700 mi-
llones de US$ en 1991 a un déficit de 503.000 millones en el año 2002
—un nivel de déficit record. Los US$ que salen de Estados Unidos para
pagar las crecientes importaciones vuelven a Estados Unidos, en la
medida que los inversores extranjeros compran valores, bonos, títulos
del Tesoro y bienes raíces. Estos flujos de US$ han creado unas reser-
vas inmensas de liquidez a nivel global. Esta explosión del crédito ha
sido un motor importante para la actividad económica mundial. Pero
ha alentando inversiones sobredimensionadas en prácticamente todas
las industrias importantes. Y el bienestar de la economía global ha
pasado a depender cada vez más del crecimiento del consumo en Esta-

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situacion2004bo.p65 221 29/06/2007, 14:30


Cuadro 5-2. Consumidor es estadounidenses,
Consumidores
fabricación barata y el almacen global

A lo largo de la pasada década, el gasto anual en bienes y servicios de los consumi-


dores americanos aumentó aproximadamente un 3% todos los años, casi tan rápi-
damente como en décadas anteriores. Sin embargo, si medimos el consumo en tér-
minos de cantidad de artículos y no en flujos monetarios, el ritmo de adquisición de
una gama muy amplia de productos es mucho mayor. Para el pensamiento económi-
co convencional esta tendencia supone un beneficio neto de bienestar para el con-
sumidor. Desde el punto de vista ambiental, el saldo es negativo. La evidencia y el
razonamiento económico más reciente reconocen también que cuando el gasto sa-
tisface aspiraciones puramente sociales y de status en lugar de necesidades funcio-
nales, el aumento del consumo reporta mucho menos bienestar auténtico. La razón
principal de los elevados índices de adquisición de productos es la caída tan sustan-
cial de precios de los artículos manufacturados durante la década pasada. Pero esto
no se debe a una mayor eficiencia de las tecnologías, sino que la estructura y las
reglas por las que se rige la economía global han conducido a una depreciación de
los costes del trabajo y expoliado los recursos naturales.
Consideremos el caso de las prendas de vestir, una mercancía valiosa a lo largo
de la historia. En 1920, el gasto medio en ropa de un hogar de EE UU ascendía al
17% del total del presupuesto familiar. En el año 2001, esta cifra había pasado a un
mero 4,4%, a pesar de que el número de prendas compradas por consumidor era
mucho mayor. Efectivamente, la ropa se ha abaratado de tal forma que es difícil en-
contrar quien quiera recoger la usada. El exceso de prendas de vestir se puede atri-
buir principalmente a la explotación de mano de obra femenina en las cadenas de
confección de Asia y Centroamérica. La fracción de la producción representada por
el trabajo ha alcanzado un mínimo histórico, y los salarios han caído por bajo del
nivel de subsistencia. Los relatos de primera mano de trabajadores y de observado-
res occidentales que han visitado las fábricas que producen para Disney, Nike, Liz
Clairborne y muchas otras marcas de EE UU hablan de semanas laborales de más de
100 horas. Las trabajadoras están sometidas a supervisores arbitrarios; los casos de
abusos físicos, sexuales y verbales son muy comunes y están perfectamente docu-
mentados; y no están permitidos los sindicatos.
El desarrollo de la nueva economía global ha exacerbado estos problemas. La
crisis financiera asiática de finales de los noventa fue el resultado directo de las re-
formas neoliberales impuestas por el Tesoro de EE UU a través del Fondo Monetario
Internacional, que llevaron al colapso a una serie de economías de Asia al no poder
soportar el peso de las privatizaciones y la falta de control del capital. A raíz de la
crisis, los salarios se hundieron en toda la región. En Indonesia los sueldos y benefi-
cios de la confección cayeron a 15 centavos la hora. En Bangladesh, que ha pasado
a convertirse en el cuarto país exportador de ropa a Estados Unidos, los salarios
descendieron a entre 7 y 18 centavos la hora. Wal-mart, que controla el 15% del
mercado de prendas de vestir y es la cadena de distribución de ropa mayor del mundo,
exprime constantemente los salarios de las fábricas de China —donde se puede pagar
hasta 13 céntimos la hora, y como norma menos de 25 céntimos. (Algunas marcas

222

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más caras, como Ralph Lauren y Ellen Tracy también se aprovechan de la mano de
obra barata China.) Las trabajadoras pocas veces han podido resistirse a las condi-
ciones impuestas, ya que las empresas transnacionales se trasladan a otro lugar si
las trabajadoras reivindican mejoras en las condiciones de trabajo, y los empresarios
cuentan con la protección de los gobiernos. Además, el éxodo de trabajadores rura-
les que han perdido sus tierras y su medio de vida debido a las actividades de las
industrias transnacionales, asegura a las fábricas urbanas una fuente constante de
mano de obra dispuesta a aceptar sus condiciones.
Todos estos factores han llevado a una bajada de precios en Estados Unidos,
donde el coste de la ropa bajó un 10% a lo largo de la pasada década, con una
caída especialmente acusada a raíz de las dificultades de Asia. El número de pren-
das de vestir compradas se ha disparado, aumentando en un insólito 73% entre 1996
y 2001. Los consumidores han reducido la frecuencia con la que se ponen nuevas
prendas y desechan la ropa a un ritmo récord. En el año 2001, el consumidor medio
de EE UU compraba 48 nuevas prendas de vestir al año. Las organizaciones de be-
neficencia afirman que el ritmo de desecho de ropa aumentó en un 10% anual a lo
largo de los noventa. Las prendas de vestir se han convertido en artículo desechable
al alcance de todo el mundo.
Otros bienes de consumo han experimentado una dinámica similar, si bien me-
nos espectacular. Los consumidores de EE UU se gastan unos 30.000 millones de US$
al año en juguetes, un 60% de los cuales provienen de las fábricas que explotan a
una mano de obra abundante en China, donde los sueldos y las condiciones de tra-
bajo son similares a las de la confección. Desde 1994, los precios de los juguetes
han descendido en un 33%, y los niños norteamericanos reciben una media de 69
juguetes al año. Los precios de los ordenadores personales y aparatos que se conec-
tan al ordenador han descendido un 81% desde 1997, como resultado de unos «chips»
más potentes, sueldos bajos y el traspaso a la sociedad de los costes ambientales. En
el año 2001 el número de nuevos ordenadores adquiridos fue de casi 23 millones.
Se calcula que sólo en Estados Unidos se desecharán en el año 2005 unos 63 millo-
nes de ordenadores personales. El mercado de los aparatos eléctricos, de artículos
de deporte, de herramientas y de materiales y equipos de acampada se caracteriza
también por precios a la baja y aumento de las ventas. Los precios de los grandes
almacenes han descendido casi en una tercera parte desde 1993, y los precios de los
bienes no perecederos han caído en un 57%. Esto se debe en parte a la constante
presión a la baja de Wal-Mart, que explota la mano de obra en el extranjero y den-
tro del país, y que se aprovecha de unos costes de transporte y una degradación
ambiental subvencionados con el dinero de todos los contribuyentes.
Un consumo sostenible requiere unos precios más altos y unos bienes de consu-
mo duraderos y de calidad producidos por trabajadores bien remunerados y en unas
condiciones ambientales seguras. Con ello se contribuirá a satisfacer unos criterios
elementales de justicia, como el derecho de todos los trabajadores, nacionales y ex-
tranjeros, a unos ingresos dignos y el derecho de todas las personas a disfrutar de la
generosidad de la Tierra. Pero se trata también de una cuestión política, además de
un tema de consumo. Las políticas actuales nos están alejando de estas condiciones
imprescindibles para alcanzar la sostenibilidad. Numerosos trabajos de investigación
sobre el impacto de las políticas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Interna-

223

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cional demuestran que representan principalmente los intereses del gobierno y de
las compañías de EE UU, en detrimento de los trabajadores y de las industrias nacio-
nales de los países pobres. La respuesta de la administración de EE UU a la creciente
oposición mundial a la economía global es un aumento de los gastos militares. Una
economía justa y saludable ha de sustentarse en una estructura mundial de sueldos
suficientemente elevados para permitir una demanda interna fuerte, en un mayor
equilibrio de poder entre el capital y el trabajo, y en una distribución más igualitaria
de ingresos y riqueza. En consecuencia, el que los ambientalistas hagan causa co-
mún con quienes se preocupan por la justicia y la paz a nivel global se ha converti-
do en una tarea de extrema urgencia.

Juliet Schor, Profesor of Sociology


Boston College

Fuente: ver nota al final nº 72.

dos Unidos. Algunos especialistas, entre los que cabe citar a analistas
del Instituto de Política Económica de Washington y a Stephen Roach,
economista jefe de la auditora Morgan Stanley, opinan que este siste-
ma es intrínsecamente inestable y que no puede continuar creciendo
indefinidamente.72
Se podría argumentar por tanto desde una perspectiva ambiental y
económica, que es necesario corregir el rumbo. Pero ¿es posible este cam-
bio de trayectoria? Un declive importante y súbito del consumo condu-
ciría sin duda a la economía mundial a una caída libre. Pero es mucho
más probable que el paso a una economía menos consumista sea un
proceso bastante gradual, lo que daría tiempo a reorientar las funciones
económicas, dando a las empresas una oportunidad para adaptarse.73
Para suavizar la transición se contaría con una serie de inversiones
y de innovaciones tecnológicas necesarias para avanzar hacia la
sostenibilidad. La promoción de energías renovables; la expansión de
sistemas de transporte público; la sustitución de maquinaria, equipos,
edificios y vehículos por modelos más eficientes; el diseño de nuevos
productos más duraderos... todas estas actividades suponen, efectiva-
mente, un programa de incentivos ecológicos para la economía.
Es esencial remodelar no sólo la economía, sino también el pensa-
miento económico. Ahora mismo, se incita a los actores económicos a
responder a incentivos cuantitativos de crecimiento. El concepto de
producto interior bruto, en el que se amontonan todas las actividades
económicas, sin distinguir si contribuyen o merman el bienestar social,

224

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es el rey supremo de la economía. (Ver capítulos 1 y 8.) Una econo-
mía sostenible requeriría una forma diferente de valorar la actividad
humana y de incentivar a los inversores, a los productores y a los con-
sumidores. Necesitaría también una teoría diferente, renunciando a la
presunción anticuada de que el crecimiento cuantitativo es incondicio-
nalmente deseable y apostando por una concepción nueva de crecimien-
to cualitativo.
Es fundamental, no obstante, transformar la percepción humana del
valor económico. En su obra Natural Capitalism, Amory Lovins y los
co-autores Hunter Lovins y Paul Hawken abogan por «una percepción
nueva del valor de las cosas, un cambio que nos encamine hacia una
economía que busca calidad, utilidad y rendimiento para promover el
bienestar, en lugar de medir la riqueza en términos de adquisición de
bienes ». En este tipo de economía, los ingresos de las empresas y sus
beneficios no dependerán de maximizar la cantidad de artefactos pro-
ducidos y vendidos, sino más bien de procurar que un producto pro-
porcione el mayor servicio y mejor rendimiento posible, minimizando
el consumo de energía y materiales y maximizando la calidad.74
Si bien el boom de la economía punto.com de los años noventa
resultó ser una ilusión, demostró las posibilidades de percibir el valor
de las cosas de forma distinta —menos ligadas a la movilización de re-
cursos físicos per se. El futuro puede que no esté en «contar las visi-
tas» —es decir, determinar cuantos usuarios se sienten atraídos por un
determinado portal de Internet—, pero es preciso que los consumido-
res, los fabricantes, las instituciones financieras y los gobiernos com-
prendan lo que es realmente valioso y lo que por tanto merece la pena.
Sin duda, habrá que superar obstáculos políticos serios. Los grandes
intereses, en particular en la industria de la energía y la minería, son
auténticos expertos en defender unas subvenciones que les resultan muy
lucrativas y oponerse a cualquier reforma ecológica significativa de los
impuestos. En todos los ámbitos de la economía, numerosos fabricantes
están atados a un modelo industrial que les resulta conocido y tienden a
aferrarse a las ideas del pasado en lugar de aventurarse en territorios poco
explorados de la recogida de productos y otros conceptos relacionados.
Y los minoristas, particularmente en Estados Unidos, están claramente
orientados hacia el incremento máximo de ventas de productos ostensi-
blemente baratos y no hacia una distribución de calidad. La inercia de
estos intereses no debe ser subestimada. Es posible una economía me-
nos orientada hacia el consumo, pero no sin medidas gubernamentales,
educación de los consumidores y un número creciente de compañías
pioneras que la pongan en práctica.

225

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ENTRE BASTIDORES

Teléfonos móviles

Los teléfonos móviles han adquirido el don de la ubicuidad. En 1992, me-


nos del 1 % de la población mundial tenía teléfono móvil y sólo la tercera
parte de los países tenía red de telefonía móvil. Tan sólo diez años después,
el 18% de la población tiene móvil —1.140 millones de personas; más que
los 1.100 millones con línea telefónica convencional— y más del 90% de
los países dispone de este tipo de red.1
Ahora mismo hay más europeos que envían y reciben mensajes de texto
a través de sus teléfonos móviles que usuarios de Internet desde sus ordena-
dores personales. Filipinas es el país en el que más mensajes se envían desde
el móvil en todo el mundo; de hecho, el uso de mensajes cortos «SMS» por
los organizadores de las protestas contra el antiguo presidente Joseph Estrada
fue un factor importante en su caída. En África, el número de móviles su-
pera el de líneas fijas en un porcentaje mayor que el ningún otro continen-
te; allí, los empresarios que venden teléfonos móviles llevan sus servicios hasta
aldeas donde la gente tenía que caminar muchos kilómetros para hacer un
llamada telefónica.2
Como los móviles se usan mayoritariamente para hablar, este teléfono
acerca las radiaciones que emite a la cabeza de la gente más que ningún otro
aparato electrónico. En el año 2004, y respaldado por la Organización Mun-
dial de la Salud, concluirá un estudio en 10 países para determinar hasta qué
punto puede estar relacionado el uso de teléfonos móviles con los casos de
cáncer de cabeza y de cuello,. Como todavía no hay datos disponibles sobre
efectos a largo plazo, los investigadores aconsejan que los móviles se conec-
ten a un auricular, de manera que el aparato se mantenga lo más lejos posi-
ble del usuario. Y un grupo de trabajo concertado por el Gobierno de In-
glaterra desaconsejó el uso excesivo por niños.3
Al igual que los ordenadores, los teléfonos móviles son productos con una
vida muy corta, que representan una amenaza mayor para la salud humana
y medioambiental durante las fases de fabricación y de eliminación, dado que
contienen chips semiconductores con numerosas sustancias tóxicas. Los análisis
del ciclo de vida han identificado los chips —que contienen los circuitos
electrónicos—, las pantallas de cristal líquido y las baterías como las partes

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más peligrosas de los teléfonos, seguidas por la carcasa de plástico, de difícil
reciclaje. En Estados Unidos, el mayor mercado de teléfonos móviles después
de China, la media de desecho de los aparatos es cada 18 meses, y el grupo
de investigación INFORM calcula que para el año 2005 los consumidores
habrán acumulado unos 500 millones de móviles usados, los cuales tienen
muchas probabilidades de acabar en vertederos, donde podrían filtrar unos
13.100 kilos de plomo.4
Su pequeño tamaño hace que los móviles sean más fáciles de desechar
que los ordenadores, pero también pueden reutilizarse más fácilmente. La
prolongación de la vida de los móviles mediante el reciclado atenúa su im-
pacto ambiental. Algunas organizaciones benéficas colaboran con empresas
para recuperar los teléfonos usados —algunos son programados para hacer
llamadas a los servicios de emergencia y donados a víctimas de violencia
doméstica o a personas ancianas, mientras que otros son revendidos en los
países en desarrollo— y compañías como ReCellular compran y venden te-
léfonos usados al por mayor.5
Las diferentes normas de unas redes de telefonía móvil que compiten entre
sí son una de las razones por las que los móviles se desechan con tanta fre-
cuencia en Estados Unidos. Por el contrario, en Europa ha existido una norma
única desde principios de los ochenta. Dado que se verían perjudicadas las
empresas que acumulan equipos desfasados, la industria ha entorpecido los
intentos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones para alcanzar un
consenso sobre normas únicas, pero algunos analistas piensan que ello será
inevitable a medida que aumente el número de usuarios.6
Los incentivos para que las empresas reciclen y diseñen teléfonos móviles
menos tóxicos son en última instancia el mecanismo más prometedor para
mitigar su daño ambiental. Desde 1998, Japón exige a los fabricantes la re-
cogida de los aparatos eléctricos de mayor tamaño; ahora, esta obligación se
ha extendido a los ordenadores y está prevista una normativa similar para
otros productos electrónicos. Las compañías deben pagar para reciclar sus
productos, lo cual estimula a marcas como Sony a invertir en tecnologías
fácilmente reciclables.7
Holanda, Noruega, Suecia y Suiza disponen de programas de «extensión
de responsabilidad al fabricante» que abarcan los teléfonos móviles, en los
cuales los consumidores pagan por adelantado tasas de recuperación para
financiar el reciclaje. Los programas de certificación de algunos países per-
miten a los usuarios saber qué móviles son más respetuosos con el medio
ambiente: en Alemania, a los móviles que cumplen la normativa sobre com-
ponentes tóxicos se les concede el distintivo del Ángel Azul y en Suecia TCO
Development certifica los teléfonos según sus emisiones y otros criterios
ergonómicos y medioambientales, incluido si son fáciles de reciclar. 8
En el año 2003 entraron en vigor dos directivas de la Comisión Europea
que suponen el toque de atención más importante para la industria electró-
nica hasta la fecha. La directiva sobre Residuos de Equipos Electrónicos y

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Eléctricos obligará a las empresas a recoger y reciclar sus productos a partir
del 13 de agosto de 2005, mientras que las compañías electrónicas serán res-
ponsables colectivamente de los aparatos electrónicos que se hayan comer-
cializado antes de dicha fecha. Paralelamente, una nueva norma prohíbe la
utilización de determinadas sustancias tóxicas en la electrónica, entre otras
plomo, mercurio, cadmio, cromo hexavalente y ciertos retardantes de llama
bromados.9
La nueva legislación europea está incentivando el estudio de nuevas tec-
nologías más respetuosas con el medio ambiente. Nokia, por ejemplo, ha
estado trabajando con científicos de la universidad para desarrollar plásticos
biodegradables y teléfonos que se desarman para facilitar su reciclado cuan-
do se someten a altas temperaturas.10
La Coalición sobre Tóxicos de Silicon Valley en Californa está haciendo
campaña para que Estados Unidos establezca legislación sobre la recogida.
A falta de normativa a nivel nacional, Minnesota ha sido el primer estado
en adoptar una legislación que obliga a los fabricantes a responsabilizarse de
determinados materiales tóxicos; Massachussets ha prohibido depositar resi-
duos electrónicos en los vertederos, creando un fondo para reciclar los apa-
ratos electrónicos; California ha introducido una prohibición parcial y pre-
vé que las administraciones locales financien los costes del reciclado; Nueva
York ha exigido recientemente a los vendedores que recojan y reciclen los te-
léfonos usados vendidos; y otros estados están redactando normativas para
reducir la cantidad de chatarra electrónica que tienen que eliminar.11
A nivel internacional, la secretaría del Convenio de Basilea sobre el mo-
vimiento transfronterizo de residuos peligrosos reunió a finales del año 2002
a los mayores fabricantes para poner en marcha un nuevo grupo de trabajo
sobre teléfonos móviles. La documentada denuncia de activistas ambientales
sobre las exportaciones a Asia de chatarra electrónica estadounidense ha he-
cho que los medios de comunicación prestaran creciente atención a los peli-
gros para la salud de los desechos electrónicos en los últimos años. La secre-
taría del Convenio pretende que el nuevo grupo de trabajo sobre teléfonos
móviles constituya la primera de una serie de iniciativas para trabajar con la
industria en la solución de los problemas de residuos asociados a determina-
dos productos.

Molly O’Meara Sheehan

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6

De compras para las personas


y para el planeta
Lisa Mastny

En la primavera del año 2001, dos estudiantes del Connecticut College,


en el noroeste de Estados Unidos, difundieron una petición muy am-
biciosa. Preocupados por las emisiones nocivas de contaminantes atmos-
féricos de la universidad, invitaban a sus compañeros a apoyar una
subida voluntaria de la tasa para actividades no académicas de los es-
tudiantes, destinada a financiar la participación universitaria en una
cooperativa local de energías renovables. Más de las tres cuartas partes
de los estudiantes respaldaron la propuesta, que se aprobó por unani-
midad en la Asamblea de Alumnos y en el Consejo de Gobierno del
centro. Aunque la cooperativa cerró un año más tarde, la semilla del
cambio había germinado. En enero 2003, un 22% de las necesidades
de electricidad del Connecticut College se cubrían con energías reno-
vables —el porcentaje más alto de potencia renovable contratado por
una universidad o facultad en Estados Unidos.1
Un creciente número de universidades, de empresas, de departamen-
tos de la administración y de otras instituciones en todo el mundo están
revisando sus hábitos de compra e incorporando criterios ambientales
en todas las fases de sus transacciones con proveedores. Ayudan a pro-
mover así mercados para toda una gama de productos más respetuosos
con el medio ambiente. Por ejemplo, las ventas globales de bombillas
compactas fluorescentes se han multiplicado casi por 13 desde 1990,
hasta 606 millones de unidades en 2001. En países como Japón, Ale-
mania y España el uso de energía solar y eólica ha aumentado más de

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un 30% anual. En Estados Unidos las ventas al por menor de alimen-
tos ecológicos han crecido más de un 20% anual desde 1990, eleván-
dose a 11.000 millones de US$ al año, mientras que las ventas de
modelos de coche híbridos eléctricos se duplicaron en 2001.2
Aún así, los mercados verdes son todavía diminutos en compara-
ción con los convencionales. El Natural Marketing Institute, con sede
en EE UU, calcula que la demanda mundial de productos «saludables
y sostenibles» —desde transporte alternativo hasta alimentos ecológi-
cos— alcanzó una cifra record de 546.000 millones de US$ en el año
2000. Pero esta suma representa solo alrededor del 1% del total de la
economía mundial.3
A los mercados verdes les va mejor en unas regiones que en otras.
Por ejemplo, en Europa el papel reciclado cuesta ahora más o menos
lo mismo que el virgen, principalmente porque los consumidores lo
demandan cada vez más. El ayuntamiento de Dunquerque, en Fran-
cia, ahorra aproximadamente 50 céntimos de US$ (alrededor del 16%)
por cada resma de papel reciclado. Sin embargo, en Estados Unidos el
papel reciclado se sigue pagando todavía de un 4 a un 8% más caro. A
pesar de los considerables esfuerzos que se hacen por aumentar las ventas
de reciclado, se calcula que un 95% del papel de calidad de impresión
(que representa más de la cuarta parte del mercado de papel estado-
unidense) se fabrica todavía a partir de pasta de madera virgen . De
hecho, el uso de papel reciclado ha disminuido en el país en los últi-
mos años, y no sería raro que la infraestructura para fabricar este tipo
de papel desaparezca en breve si la demanda no se recupera.4
El mercado de este tipo de productos es todavía más pequeño en el
tercer mundo, aunque en muchos de estos países está aumentando el
interés por las energías y otros sectores productivos renovables. En
conjunto, el uso de recursos en el mundo en desarrollo es todavía bajo
en comparación con el de los países industriales, pero el aumento de
la demanda de todo tipo de artículos, desde coches hasta ordenadores,
va a suponer en estas regiones que cobre cada vez mayor importancia
el fortalecimiento de los mercados locales de tecnologías respetuosas con
el medio ambiente.5

Incorporando criterios ecológicos a las compras institucionales


Las instituciones ejercen gran influencia sobre el futuro del planeta a
través de sus compras. Casi cada vez que una administración compra
algo, bien sea un paquete de papel para fotocopiar o un nuevo edifi-

230

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cio, su decisión conlleva unos costes ocultos para el medio ambiente y
para la población del mundo. Muchos productos requieren para su
fabricación grandes cantidades de agua, de madera, de energía, de me-
tales y de otros recursos, no siempre renovables. Y contienen a menu-
do sustancias químicas tóxicas que amenazan la salud humana y los
ecosistemas de los que dependemos cuando son liberadas en el entor-
no. Estos impactos pueden ir asociados a cualquiera de las fases del ciclo
de vida de un producto: la extracción de materias primas, la fabrica-
ción, el embalaje, el transporte, el uso e incluso después de su elimi-
nación.6
¿Hasta qué punto tienen capacidad de influencia las compras insti-
tucionales? Consideremos las de los gobiernos. En los países industria-
les, las compras del sector público representan hasta un 25% del pro-
ducto interior bruto (PIB). (Ver gráfico 6-1.) Las compras públicas de
los gobiernos en la Unión Europea (UE) se elevaron a un total de más
de 1 billón de US$ en 2001, aproximadamente un 14% del PIB. En
Norteamérica esta cifra ascendía a 2 billones de US$, alrededor del 18%
del PIB. Este gasto se produce en todos los niveles de la administra-
ción: en 2002, el gobierno de EE UU desembolsó aproximadamente
350.000 millones de US$ en bienes y servicios (excluyendo los gastos
militares), mientras que las administraciones locales y de los estados
gastaron más de 400.000 millones de US$.7

Porcentaje
30
Fuente: OCDE
25

20

15

10

0
ido
ania
a
a

nda
a
ña

os
ria

n
adá

Italia
ci
marc

Suiz

Japó
Unid
o Un

Espa
Fran

Aust

Hola
Can

Alem
Dina

Rein

dos
Esta

Gráfico 6-1. Pr opor


Propor ción de los gastos de los gobier
oporción nos
gobiernos
en el PIB de países seleccionados, 1998

231

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Las empresas, las universidades, los organismos religiosos y otras
grandes instituciones tienen un importante poder adquisitivo. Muchas
empresas, por ejemplo, compran no sólo multitud de productos aca-
bados, como bolígrafos y ordenadores, sino también materias primas,
envoltorios y otras mercancías para su utilización en el proceso de fa-
bricación. Según un estudio, el gasto de las empresas a lo largo de la
cadena de proveedores supera con mucho el consumo individual de
productos terminados. A medida que la producción se globaliza cada
vez más, los fabricantes pueden desempeñar un papel importante,
influenciando el comportamiento ecológico de sus proveedores en otros
países, incluyendo el mundo en desarrollo.8
A su vez, las universidades gastan miles de millones de US$ todos
los años en todo tipo de adquisiciones, desde edificios universitarios
hasta alimentos para servir en los comedores y cafeterías. Aproximada-
mente 3.700 facultades y escuelas técnicas compraron durante 1999 en
total unos 250.000 millones US$ de bienes y servicios en Estados
Unidos —el equivalente a cerca del 3% del PIB nacional y más del
PIB total de cualquier país, a excepción de los 18 mayores del mundo.
La capacidad de influencia de las instituciones religiosas es similar, ya
que administran un enorme número de escuelas, residencias y lugares
de culto en todo el mundo. Y organismos internacionales como las
Naciones Unidas y el Banco Mundial compran grandes cantidades de
bienes y servicios para el funcionamiento de sus sedes, así como para
mantener sus oficinas de campaña y sus actividades en los países en
desarrollo —lo que supone una oportunidad única para contribuir a
crear mercados sostenibles en el mundo entero. Solo las Naciones
Unidas adquirieron en el año 2000 bienes y servicios por importe de
cerca de 4.000 millones de US$.9
Pero el volumen impresionante de sus compras es solamente una
de las muchas razones por las que estas instituciones pueden conver-
tirse en motores poderosos para un cambio muy positivo para el me-
dio ambiente. «A diferencia de las que hacemos a nivel individual, las
compras institucionales están muy sistematizadas», señala Scot Case, del
Centro para un Nuevo Sueño Americano con sede en Maryland. «Las
adquisiciones están definidas detalladamente en contratos que especi-
fican casi todos los aspectos del producto o servicio que se va a com-
prar.» Dado que ya cuentan con una metodología muy estructurada,
la incorporación de criterios ambientales a las compras institucionales
puede ser un proceso relativamente sencillo y muy provechoso.10
Muchas de las instituciones que realizan adquisiciones de gran va-
lor sacan las ofertas a concurso, lo que significa que el proceso de com-

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pras públicas está abierto a muchos proveedores potenciales a los que
se puede adjudicar el contrato. La incorporación de criterios ecológi-
cos a las compras del sector público supone que además de especificar
requisitos básicos en lo que se refiere a cantidades, precio, función o
seguridad, los departamentos de compras pueden imponer también
condicionantes ambientales a sus proveedores. Por ejemplo, pueden
exigir que los productores cumplan determinadas normas de eficiencia
energética o que una cantidad específica del producto sea reciclado, o
incluso que los proveedores tengan un certificado avalando su compor-
tamiento ecológico. (Ver cuadro 6-1.) (Los departamentos de compras
pueden estipular también ciertos criterios de justicia social, aunque esto
no es muy habitual. El gobierno de Bélgica, por ejemplo está conside-
rando excluir de los contratos públicos a las empresas cuyas condicio-
nes de producción apoyen a regímenes antidemocráticos o que no res-
peten los derechos humanos.)11

Cuadro 6-1. Incorporando criterios ecológicos


a los contratos de compras

En sus contratos con proveedores, los departamentos de compras pueden exigir:

• Que los productos presenten una o más características ambientales positivas, como
componentes reciclados, bajo consumo energético o de agua, biodegradabilidad,
o menor toxicidad.
• Que los productos generen menos residuos, bien sea por reducción de embala-
jes o por ser más duraderos, reutilizables o refabricados —La ciudad de Santa
Mónica, en California, solicita a sus proveedores que le suministren productos
de limpieza concentrados para ahorrar envases.
• Que el proceso de manufactura o de producción de sus suministros cumpla con
una serie de criterios ambientales, como la fabricación de papel sin cloro o a
partir de madera procedente de explotaciones forestales sostenibles.
• Que los proveedores recuperen o se hagan cargo del reciclado de artículos como
las pilas, los equipos electrónicos o las moquetas al final de su vida útil —Algu-
nos departamentos federales de EE UU aplican ahora contratos de «ciclo cerra-
do», exigiendo a sus proveedores que recojan los aceites usados, los neumáticos
y los cartuchos de toner para disponer de ellos.
• Que los propios proveedores tengan una certificación ecológica —en Suiza al-
gunos organismos oficiales otorgan preferencia a las compañías que cuentan con
sistemas de gestión ecológica o que los están poniendo en marcha.

Fuente: ver nota al final nº 11

233

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Para muchas compras institucionales existen hoy en día alternativas
menos derrochadoras de recursos, menos contaminantes y menos da-
ñinas para la salud humana y ambiental. La adquisición de un porcen-
taje incluso pequeño de productos reciclados por parte de las institu-
ciones puede reducir considerablemente las basuras que acaban en los
vertederos. También puede contribuir al ahorro de energía, de madera
y de otros recursos: la organización Defensa Ambiental (Environmental
Defense), con sede en Nueva York, calcula que si todos los catálogos
de EE UU se imprimieran en papel con sólo un porcentaje del 10%
reciclado, el ahorro en madera sería suficiente para construir un cerca-
do de 1,8 metros de altura que cruzara siete veces Estados Unidos.12
La compra de productos verdes puede también contribuir a mejo-
rar la salud de los empleados y de otros ocupantes de los edificios ins-
titucionales. Muchos suministros habituales, como la pintura de las
paredes y el mobiliario, los pesticidas utilizados en los edificios y en el
mantenimiento de las zonas verdes y los productos de limpieza, con-
tienen ingredientes tóxicos, como metales pesados y compuestos orgá-
nicos volátiles. Estas sustancias pueden contaminar el interior de edifi-
cios y acumularse en los tejidos vivos, amenazando la salud humana y
ambiental. El Proyecto de Prevención de Contaminantes en los Pro-
ductos para Sanitarios (Janitorial Products Pollution Prevention Project)
informa que seis de cada 100 personas empleadas en la limpieza de cuar-
tos de baño en edificios públicos han perdido horas de trabajo a con-
secuencia de daños relacionados con la utilización de productos tóxi-
cos de limpieza, en particular limpiadores y desengrasantes para cristales
y aseos.13
Muchas instituciones están percatándose también de que las com-
pras ecológicas suponen incluso un ahorro de dinero. Algunos productos
verdes son más baratos que las alternativas convencionales. Los cartu-
chos reciclados de tinta para impresoras y fotocopiadoras, por ejemplo,
cuestan una tercera parte que los nuevos. Otros artículos, como las
cisternas de bajo consumo o las bombillas compactas fluorescentes,
suponen un ahorro considerable de coste a lo largo de su vida útil.
Aunque las bombillas fluorescentes cuestan hasta veinte veces el pre-
cio de una bombilla incandescente, duran diez veces más y consumen
la cuarta parte de electricidad para una misma cantidad de luz. La com-
pra de bienes duraderos, recuperados o reciclables puede reducir los
costes de mantenimiento, de sustitución o de eliminación de un pro-
ducto. A su vez, la elección de limpiadores y de otros productos me-
nos tóxicos puede rebajar los costes de seguro y de compensación por
daños laborales a los trabajadores.14

234

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Aún más importante quizá es el aumento de la demanda institu-
cional, que puede desempeñar un papel clave en la promoción de
mercados para productos y servicios ecológicos. Si las instituciones
apuestan crecientemente por productos y servicios más beneficiosos para
el medio ambiente, los productores tendrán un mayor incentivo para
diseñarlos y producirlos. A medida que los mercados para este tipo de
artículos aumenten, potenciados por la competencia y la innovación,
las economías de escala resultantes harán que los precios desciendan,
abaratando su compra y haciendo que sean más asequibles para todos.

Pioneros de compras verdes


Las compras verdes de una mayoría de instituciones se limitan a artí-
culos como el papel y otros materiales de oficina, fáciles de sustituir
sin que ello suponga cambios importantes en su funcionamiento. Pero
algunas empresas han empezado ya a reestructurar la forma de hacer
negocios de forma más fundamental.
A nivel empresarial, hay compañías pioneras en compras ecológicas
prácticamente en todos los sectores de la economía, incluyendo ban-
cos, hoteles, fabricantes de coches, venta de ropa y supermercados. (Ver
Tabla 6-1.) La motivación de una mayoría de estas empresas suele ser
el interés propio, con una cierta dosis de ilustración : están aprendien-
do que las medidas de eficiencia energética y otros pequeños cambios
en su funcionamiento interno les permiten reducir su impacto ambien-
tal, además de un aumento de beneficios. En 1992, el Consejo Em-
presarial para un Desarrollo Sostenible (Business Council for Sustainable
Development) respaldó este enfoque de «eco-eficiencia». L’Oreal, el
mayor fabricante de cosméticos del mundo, redujo sus emisiones de
gases de efecto invernadero en un 40% entre 1990 y 2000, mientras
incrementaba su producción un 60%, fundamentalmente mediante la
instalación de iluminación de bajo consumo y la introducción de un
programa de reciclado para reducir la incineración de residuos.
Anheuser-Busch y la compañía IBM son otras de las muchas empresas
que han ahorrado millones en sus cuentas de resultados mediante
mejoras en la eficiencia energética y en el uso del agua.15
Incluso cuando las compras verdes no suponen un ahorro econó-
mico, pueden reportar beneficios para la empresa. En un estudio re-
ciente del Centro de Estudios Avanzados sobre Compras (Center for
Advanced Purchasing Studies), Craig Carter y Marianne Jennings des-
cubrieron que el aumento de responsabilidad social en las empresas suele

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Tabla 6-1. Ejemplos de compras ver des en varias empr
verdes esas
empresas

Banco de América Fomentó las compras de papel reciclado, pasando del 11% en 2001
al 54% del total adquirido. Restaura y reutiliza el mobiliario de ofi-
cina y las moquetas y emplea material reciclado en las instalacio-
nes fijas y servicios de atención al cliente. Incluirá requisitos am-
bientales en todos los contratos futuros con proveedores.

Boeing Había instalado alumbrado eficiente en más de la mitad de la su-


perficie de sus instalaciones en 1999, reduciendo el coste de la ener-
gía en 12 millones de US$ anuales y ahorrando energía suficiente
como para abastecer a unas 16.000 viviendas.

Canon En sus abastecimientos mundiales concede prioridad a unos 4.600


proveedores verdes de material de oficina seleccionados por la com-
pañía. Trabaja ahora para mejorar el componente ecológico de sus
abastecimientos en las plantas de Japón, Asia y Norteamérica. La
influencia que ejerce sobre las empresas proveedoras ha llevado a
índices muy elevados de cumplimiento de las normas existentes.

Federal Express En 2002 se comprometió a sustituir los 44.000 vehículos de su flo-


ta de transporte por camiones híbridos de gas oil y electricidad, lo
que aumentaría la eficiencia reduciendo el uso de carburantes a la
mitad y las emisiones contaminantes que provocan nieblas ácidas
y hollín en un 90%.

Hewlett Pakard Se comprometió en 1999 a comprar papel procedente exclusivamen-


te de explotaciones forestales sostenibles. Otorga preferencia a los
proveedores que suministran productos verdes y tienen prácticas em-
presariales ecológicas. Restringe o prohíbe la utilización de deter-
minadas sustancias químicas en la fabricación y el embalaje.

IKEA Da preferencia a la madera procedente de bosques con certificado


de gestión sostenible o en fase de transición a estas normas. Com-
pra madera a través de un proceso que consta de cuatro fases y en
el que se exhorta a los proveedores a conseguir la certificación
forestal.

McDonalds Destinó más de 3.000 millones de US$ entre 1990 y 1999 a com-
pras de productos reciclados, como bandejas, mesas, moquetas y
material de embalaje. En 2001 empezó a utilizar un empaquetado
de comida compostable, derivado de almidón de maíz y otros ma-
teriales recuperados. Ha instalado en los restaurantes iluminación
de bajo consumo.

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Migros Este supermercado suizo se convirtió en 2002 en la primera cade-
na que dejó de comprar aceite de palma de explotaciones que no
respetaban el medio ambiente en Malaisia y en Indonesia. Lleva a
cabo auditorías ambientales de sus proveedores y tiene una línea
de etiquetado de productos «que protegen los bosques tropicales».

Hoteles Riu La compra al por mayor de artículos para desayuno ha permitido a


esta cadena alemana reducir el volumen de basura en 5.100 kilos
anuales, ahorrando 24 millones de envases individuales y una me-
dia de 5 millones de bolsas de basura de plástico todos los años.

Staples Se comprometió en 2002 a elevar el contenido reciclado medio de


sus artículos de papel hasta un 30% y a eliminar las compras pro-
cedentes de bosques amenazados. Utiliza en sus edificios una ilu-
minación y unos materiales de tejado eficientes en términos ener-
géticos en sus edificios. Se ha propuesto comprar sólo productos
de papel reciclado para el funcionamiento interno y aumentar las
compras ecológicas a un 5% a finales de 2003.

Starbucks Desde noviembre de 2001 ofrece incentivos financieros y preferen-


cia a los cultivadores de café que cumplan determinados criterios
ambientales, sociales y económicos. El 28% de la pasta de papel
utilizada en el año 2002 era reciclada y el 49% contenía pasta no
blanqueada.

Toyota En el año 2001 cambió 1.400 artículos de oficina y 300 ordenado-


res y otros equipos por alternativas ecológicas. En el año 2002 el
100% de su suministro en este sector era ecológico. En el ejercicio
fiscal de 2001 compró 500.000 Kilowatios hora de energía eólica y
se ha marcado el objetivo de elevar esta cifra hasta 2 millones de
Kilowatios hora anuales.

Fuente: ver nota al pie nº 15.

ir acompañado de ingresos más altos, un entorno laboral más saluda-


ble y seguro y mejores relaciones con los clientes y los proveedores
—factores que compensan con mucho los eventuales costes financie-
ros. Las compras ecológicas de las empresas pueden ser también una
forma de ganar puntos y mejorar sus relaciones públicas, tanto de cara
a sus incondicionales como a sus críticos (aunque algunos grupos
ecologistas afirman que esto no es más que un «lavado de imagen»).16
Muchas compañías son conscientes también de que pueden perder
competitividad si aplican métodos muy derrochadores en el uso de

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recursos, o destructores del medio ambiente. Por ejemplo, la preocu-
pación ante posibles demandas de indemnización por daños derivados
de problemas ambientales y de salud asociados a la producción de al-
godón, que requiere grandes cantidades de pesticidas y fertilizantes
químicos, ha llevado al fabricante de artículos de deporte Nike a au-
mentar la proporción de algodón ecológico en la composición de su
ropa. Según Heidi McCloskey, directora de sostenibilidad global de Nike
Apparel, «La única forma inteligente de hacer negocios es evitando
cualquier producto dañino en el diseño y en la gestión. Ello supone
que Nike no corre el riesgo de tener que pagar mayores costes en el
futuro». Más de la tercera parte de las prendas de algodón producidas
por la compañía en 2001 contenían al menos un 3% de algodón con
certificado ecológico.17
Nike está en la vanguardia de las empresas que actualmente aspiran
a liderar la promoción de mercados más amplios para productos eco-
lógicos. En el año 2001 ayudó a poner en marcha Intercambio Ecoló-
gico (Organic Exchange), una red de 55 empresas que pretende aumen-
tar de forma importante a lo largo de los próximos diez años el uso de
algodón ecológico en la confección. Otras empresas, entre las que cabe
citar Texas Instruments, Levi Strauss y Ford Motor Company, se han
sumado a la Coalición por el Papel Reciclado (Recycled Papr Coalition),
fundada en 1992, aprovechando el poder adquisitivo empresarial para
potenciar el suministro y la calidad de los productos de papel recicla-
do (y para reducir su utilización en las empresas antes de que la nor-
mativa se lo exija). Los 270 miembros de esta coalición compraron en
el año 2002 cerca de 150.000 toneladas de papel reciclado, alcanzan-
do un porcentaje medio de contenido al consumidor del 29%.18
Pero equilibrar los beneficios empresariales con la compra a provee-
dores verdes puede resultar a veces un proceso muy delicado. Dado que
la prioridad para las empresas es en última instancia su cuenta de re-
sultados, y que se deben a sus accionistas y a sus proveedores, actuar
como es debido en algunos casos puede resultar una desventaja com-
petitiva. Jeffrey Hollander, ejecutivo de Seventh Generation, un fabri-
cante de productos para el hogar respetuosos con el medio ambiente,
señala que su empresa está sopesando constantemente el deseo de ele-
var el contenido reciclado de sus productos frente al aumento de cos-
tes que esto supone. «En definitiva, es mucho mejor fabricar durante
un tiempo un producto algo menos respetuoso con el entorno, que
arruinarte y perder toda tu influencia en este sentido», afirma Hollander.
«El truco está en encontrar el equilibrio entre querer correr demasiado
y no correr lo suficiente.»19

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Los llamamientos a una política de compras del sector público más
ecológica han ido también en aumento durante la última década. Los
delegados que participaban en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Sostenible en Johannesburgo han reafirmado recientemente la necesi-
dad de «promover políticas de compras del sector público que alienten
el desarrollo y la difusión de bienes y servicios respetuosos con el me-
dio ambiente». Muchos gobiernos empiezan a reconocer también el valor
de incorporar criterios ambientales a su funcionamiento para raciona-
lizar gastos y conseguir objetivos de política ambiental, como la reduc-
ción de basuras y el cumplimiento de metas de eficiencia energética.20
Aunque hace ya veinte años que algunos gobiernos comenzaron a
adoptar medidas para mejorar ambientalmente su política de compras,
casi todas las iniciativas en este sentido se remontan a los años noven-
ta. (Ver Tabla 6-2.) Algunos países —entre los que cabe citar a Alema-
nia, Austria, Canadá, Dinamarca, Japón y Estados Unidos— disponen
ahora de leyes y políticas nacionales estrictas que obligan a las admi-
nistraciones públicas a incorporar criterios ecológicos en sus compras
(si bien esto no significa que lo hagan siempre). En casi todos los de-
más países donde las compras públicas cumplen criterios ecológicos, las
políticas «recomiendan» a las administraciones que consideren las ofertas
más ventajosas desde un punto de vista ambiental, o bien no existe una
política específica, aunque se permite a los organismos oficiales consi-
derar parámetros ambientales en sus compras. Como en el ámbito in-
dustrial, casi todas las iniciativas de los gobiernos en este sentido se
han centrado en la compra de productos reciclados o de bajo consu-
mo, aunque el interés por las energías renovables y otro tipo de com-
pras verdes está también aumentando.21
En los gobiernos de los municipios de las regiones y de los estados
ha habido también un cierto movimiento de compras ecológicas. El
coordinador de compras ecológicas del Consejo Internacional de Ini-
ciativas Ambientales Locales, ICLEI (International Council for Local
Environmental Initiatives), Cristoph Erdmenger, señala que fueron las
administraciones locales quienes tomaron la iniciativa en la mayoría de
países donde este tipo de actuaciones tienen más fuerza. En el Llama-
miento de Hanover del año 2000, representantes de 250 ayuntamien-
tos de más de treinta países europeos se comprometieron a utilizar su
poder adquisitivo para «dirigir el desarrollo hacia soluciones respetuo-
sas en términos sociales y ambientales». En Dinamarca, el municipio
de Kolding fijó en 1998 el ambicioso objetivo de incorporar conside-
raciones ambientales en el 100% de sus decisiones de compras estruc-
turales para 2002. En mayo de 2001, aproximadamente un 70% de

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Tabla 6-2. Ejemplos de compras del sector público ecológicas

Austria Las iniciativas locales se remontan a finales de los ochenta. En 1990 y


1993 se estableció legislación de ámbito federal que obliga a las admi-
nistraciones públicas a incorporar criterios ambientales a las especifica-
ciones de los productos adquiridos. (La ley de 1993 ha sido adoptada
en ocho de las nueve provincias de Austria.) Desde 1997, el Ministerio
de Medio Ambiente ha prestado apoyo a los ayuntamientos y a otros
ministerios en la compra de productos ecológicos. En 1998, el gobierno
aprobó directrices de compras ecológicas para sectores como equipos de
oficina, construcción, limpieza y energía.

Canadá Dispone de un marco legislativo y de políticas de compras ecológicas de


ámbito nacional muy sólidos. Los objetivos incluyen conseguir un abas-
tecimiento energético de fuentes renovables del 20% para el año 2005,
y la utilización de un 75% de combustibles alternativos para abril de
2004 siempre que sea económicamente viable y operativo. La política
de medio ambiente de Canadá aconseja que en las adquisiciones públi-
cas se consideren los impactos ambientales de todo el ciclo de vida, que
se utilicen productos con etiquetado ecológico y que se adopten crite-
rios de reciclaje, de eficiencia energética y otras normas ecológicas.

Dinamarca Es uno de los primeros países mundiales en cuanto se refiere a compras


verdes del sector público. Una ley de 1994 exige a todas las administra-
ciones nacionales y locales la utilización de productos reciclados y
reciclables, y una política de compras verdes. En el año 2000, diez de los
catorce condados del país aplicaban políticas verdes. Al menos la mitad
de los ayuntamientos también aseguran disponer o estar desarrollando
este tipo de políticas.

Alemania La legislación federal sobre residuos requiere que las instituciones pú-
blicas otorguen preferencia a los productos ecológicos en sus compras.
Las directrices de los estados y de los municipios exigen también la in-
clusión de criterios ambientales en los concursos y licitaciones, aunque
los criterios económicos tienen más peso en la evaluación.

Japón Es otro de los primeros países del mundo en compras ecológicas del sector
público, siendo las administraciones locales quienes tomaron la iniciati-
va a principios de los noventa. Una ley de 2001 requiere que las entida-
des gubernamentales nacionales y locales desarrollen políticas y com-
pren determinados productos ecológicos. A principios de 2003, las
autoridades de 47 prefecturas y de 12 municipios importantes compra-
ban con criterios ecológicos y cerca de la mitad de los 700 municipios
contaban con este tipo de políticas. Se ha avanzado principalmente en
sectores como el papel, material de oficina, equipos de tecnología infor-
mática, coches y electrodomésticos.

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Reino Unido Las normas permiten a las administraciones utilizar criterios ecológicos
en sus compras siempre que no supongan una distorsión de la compe-
tencia. Las autoridades pueden decidir el valor concedido a los criterios
ambientales en la adjudicación de contratos. En marzo de 2003 los de-
partamentos gubernamentales estaban obligados a adquirir al menos un
5% de su energía de fuentes renovables, que debiera incrementarse hasta
un 10% para el año 2008.

Estados Unidos Un abanico muy amplio de leyes y directrices requiere que los organis-
mos oficiales federales compren artículos ecológicos, incluyendo productos
de bajo consumo energético y que contengan componentes reciclados,
así como vehículos que utilicen combustibles alternativos. En general, la
coordinación y aplicación de estas normas ha sido bastante deficiente,
pero está mejorando. 47 de los 50 estados federales presumen de polí-
ticas de «compra reciclado», algunas de las cuales se remontan a fina-
les de los ochenta. Al menos una docena de estados ha ampliado estas
políticas a otro tipo de compras ecológicas.

Fuente: ver nota al final nº 21

sus licitaciones contenían especificaciones ambientales, principalmente


en los sectores de alimentación, material de oficina, productos de lim-
pieza, tecnología informática y suministros médicos.22
En Estados Unidos también se ha avanzado más en la incorpora-
ción de criterios ambientales a las compras del sector público en el
ámbito municipal, de los condados y de los estados que a nivel nacio-
nal. Santa Mónica, en California, se convirtió en 1999 en la primera
ciudad de EE UU que compraba el 100% de su suministro energético
municipal de fuentes renovables, incluyendo energía geotérmica y eólica.
El estado de Minnesota tiene ahora unos 110 contratos con proveedo-
res de productos y servicios ecológicos, entre los que cabe citar vehí-
culos que consumen combustibles alternativos, productos de limpieza
de baja toxicidad, ordenadores de bajo consumo energético y pintura
sin disolventes nocivos. Otros pioneros de ámbito local son los esta-
dos de Massachussets, Vermont y Oregón; la ciudad de Seattle, en
Washington; y el condado de Kalamazoo en Michigan.23
En el mundo en desarrollo, Taiwán es uno de los pocos países que
ha formalizado las compras verdes, dando preferencia a los productos
ecológicos certificados por decreto presidencial de 1998. Otros gobier-
nos han adoptado normativas para apoyar los programas de reciclaje,
aunque han tardado más en poner en marcha iniciativas para promo-

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ver activamente la compra de productos reciclados. Brasil, Irán, Méxi-
co y Tailandia han hecho declaraciones sobre la posibilidad de estable-
cer criterios de compras ecológicas en sus políticas gubernamentales.
La isla de Mauricio está incrementando su uso de plásticos y papel
reciclados y utiliza bombillas de bajo consumo en la iluminación de
las calles.24
Es demasiado pronto en una mayoría de casos para valorar el im-
pacto de estos pioneros gubernamentales. Sin embargo, algunos éxitos
notables indican la tremenda capacidad de las compras verdes para in-
fluir en los mercados. Por ejemplo, ICLEI atribuye a la demanda de
las administraciones públicas el que el papel reciclado se haya conver-
tido en material de oficina habitual en muchos países europeos, lo que
ha hecho que este producto pase a ser muy competitivo. Lo mismo
ocurrió en 1998, cuando el gobierno de EE UU elevó al 30% la nor-
ma de contenido obligatorio de reciclado para las compras de papel del
gobierno federal. En 1994, sólo un 12% del papel para copias adqui-
rido por los organismos federales contenía reciclado, y el porcentaje del
componente reciclado era sólo del 10%. Sin embargo, en el año 2000
el 90% del papel comprado por los dos mayores consumidores oficia-
les de papel tenía un 30% de componente reciclado. La demanda de
la administración no sólo sirvió de acicate para elevar la norma de con-
tenido de reciclado en el mercado, sino que contribuyó a subir la nor-
ma de porcentaje de reciclado en el papel del proveedor principal del
gobierno, Great White.25
La incorporación de criterios ecológicos a las compras del sector pú-
blico puede resultar particularmente eficaz en la promoción de merca-
dos, cuando éstas representan una parte importante de la demanda o
cuando una tecnología cambia con rapidez, como ocurre con los equi-
pos de ordenadores. El gobierno de EE UU, el mayor comprador mun-
dial de ordenadores, adquiere más de un millón de aparatos al año —aproxi-
madamente un 7% del total de ordenadores vendidos en todo el mundo.
En 1993 el presidente Bill Clinton promulgó una orden presidencial que
obligaba a todas los organismos oficiales federales a comprar únicamen-
te equipos que cumplieran las normas de eficiencia definidas por el pro-
grama gubernamental Energía Estrella (Energy Star). Gracias sobre todo
a este aumento de la demanda, un 95% de los monitores, un 80% de
los ordenadores y un 99% de las impresoras vendidas en Norteamérica
cumplen en la actualidad las normas del programa Energy Star. Algunos
expertos han vinculado un salto cualitativo similar en el comportamien-
to ecológico de la electrónica japonesa al predominio de compras verdes
en este tipo de artículos en el país.26

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Presiones e incentivos
La presión de las normativas y de los consumidores para la incorpora-
ción de criterios ecológicos a sus compras afecta cada vez más a todo
tipo de instituciones. Por ejemplo, muchos gobiernos ofrecen desgra-
vaciones o exenciones de impuestos y otros incentivos económicos para
alentar a empresas, escuelas, ciudadanos y otros consumidores a inver-
tir en todo tipo de bienes, desde aparatos de bajo consumo hasta vehí-
culos que utilicen combustibles alternativos. En el año 2002, la
archidiócesis de Los Angeles recibió miles de US$ por desgravaciones
locales cuando la catedral de nuestra Señora de los Ángeles se convir-
tió en el primer edificio religioso con paneles solares en el tejado, ge-
nerando suficiente energía para abastecer a todo el edificio y a más de
sesenta viviendas.27
Los gobiernos también están utilizando su autoridad legislativa para
obligar prácticamente a los organismos oficiales a hacer unas compras
más ecológicas. Las nuevas leyes y reglamentos que obligan a los fabri-
cantes a cumplir determinadas normas de eficiencia energética o de
reciclabilidad han influido en el diseño y fabricación de productos de
muchas empresas. Los fabricantes de coches, por ejemplo, han tenido
que reconsiderar la procedencia y la utilización de los materiales para
adaptarse a los requisitos de la nueva directiva de la Unión Europea
sobre el final de la vida de los vehículos, cuyo objetivo es reducir el
número de coches viejos que acaban en los vertederos. Para el año 2007,
un 85% (en peso) de todos los vehículos nuevos debe estar fabricado
con materiales reciclables (en la actualidad, el reciclado de vehículos se
limita a las partes de metal, un 75% de su peso). DaimlerChrysler confía
en superar esta norma y conseguir que un 95% de sus componentes
sean reciclables para el año 2005, aumentando el uso de plástico recu-
perable y de otros materiales. De adoptarse de forma generalizada este
proceso de reciclado, podría ahorrar a la industria mundial de auto-
móviles 320 millones de US$ al año.28
Los gobiernos no son los únicos que están presionando a las insti-
tuciones para que compren verde. En todo el mundo, las preocupacio-
nes personales de los consumidores sobre salud, medio ambiente y jus-
ticia están empezando a traducirse en unas compras más ecológicas en
los hogares. Según una encuesta de Investigación sobre Consumo de
Estilos de Vida Saludables y Sostenibles, LOHAS (Lifestyles of Health
and Sustainability), unos 63 millones de adultos en EE UU, es decir,
aproximadamente un 30% de los hogares de todo el país, realizan al-
gún tipo de compras con criterio ambiental o social. En el Reino Uni-

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do, las compras éticas realizadas a nivel individual —en algunas zonas
desde alimentos ecológicos hasta energías renovables— aumentaron un
19% entre 1999 y 2000, un crecimiento 6 veces mayor que el de otros
sectores del mercado.29
Estos consumidores esperan un comportamiento cada vez más res-
petuoso con el medio ambiente de las instituciones que les guían, de
las empresas a las que apoyan con sus compras, y de los productos que
compran. Los fabricantes de Estados Unidos afirman tener un volu-
men creciente de solicitudes de información sobre la calidad ambien-
tal de sus productos, como si tienen componentes reciclados. La En-
cuesta del Milenio sobre Responsabilidad Empresarial de 1999 reveló
que cerca de un 60% de los consumidores de 23 países esperan que
las compañías se ocupen de cuestiones ambientales y sociales clave en
sus negocios, además de ganar dinero y generar empleo.30
La presión de los consumidores fue decisiva para conseguir que las
autoridades municipales de Ferrara, en Italia, adoptaran una normati-
va que obliga a las escuelas a servir alimentos ecológicos en los come-
dores escolares. A raíz de la llamada de atención de un grupo de pa-
dres, preocupados por la mala calidad de la comida servida en los
jardines de infancia, la ciudad estableció en 1994 una comisión para
estudiar un posible cambio de proveedores. A los cuatro años, Ferrara
había sistematizado la compra de comida ecológica a través de una cláu-
sula especial en las licitaciones, y en el año 2000 el 80% de los ali-
mentos servidos en los jardines de infancia de la ciudad eran ecoló-
gicos.31
Un número creciente de consumidores, accionistas y organizaciones
no gubernamentales (ONG) preocupadas por estos temas están parti-
cipando también en boicots y en otras acciones directas para presionar
a las compañías a cambiar sus hábitos de compra. En los últimos años,
grupos de defensa ambiental como la Red de Acción para la Selvas
Húmedas (RAN, Rainforest Action Network) y Ética Forestal
(ForestEthics) han organizado acciones públicas en Estados Unidos y
en todo el mundo para conseguir que cadenas importantes de tiendas
como Home Depot desistan de comprar productos de madera proce-
dentes de bosques primarios. (Ver cuadro 6-2.) Michael Marx, direc-
tor ejecutivo de ForestEthics, señala que un factor clave para el éxito
de estas campañas ha sido el haberse centrado en el sector privado: «Es
importante dirigir las campañas de consumo a las empresas, ya que
tienen que cuidar su imagen. El objetivo es hacer que les salga muy
caro hacer negocios sin respetar el medio ambiente». Marx cree que los
boicots y otras acciones públicas encaminadas a denunciar a quienes

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actúen incorrectamente son instrumentos mucho más eficaces para
presionar por un cambio ambiental que, por ejemplo, hacer pasillos para
conseguir que se adopte una nueva normativa, que luego puede tardar
años o incluso décadas en aplicarse.32
En otros casos, las ONG están colaborando activamente con algu-
nas empresas para ayudarlas a reorientar su poder adquisitivo hacia
objetivos ambientales. La Alianza por la Innovación Ambiental (Alliance
for Environmental Innovation), un proyecto de la asociación sin áni-
mo de lucro Defensa Ambiental (Enviromental Defense), está traba-
jando con compañías como Citigroup, Starbucks, Bristol-Myers Squibb
y Federal Express para modificar sus compras de papel, de vehículos y
de otros productos. Y el nuevo Programa de Salvadores del Clima
(Climate Savers Program), una iniciativa del Fondo Mundial para la
naturaleza (WWF) y el Center for Energy and Climate Solutions de
Virgina, trabaja con compañías de ámbito mundial como Johnson &
Jhonson, IBM, Nike y Polaroid para mejorar su eficiencia energética y
encauzar su poder adquisitivo hacia opciones ecológicas. Asimismo el
Instituto para los Recursos Mundiales (World Resources Institute) está
alistando a empresas punteras en su empeño de desarrollar un merca-
do empresarial de energías limpias de 1.000 megavatios —una poten-
cia suficiente para abastecer a 750.000 viviendas americanas— para el
año 2010.33
La economista Julia Schreiner Alves, que trabaja para el estado de
Sao Paulo en Brasil, ha estado intentando incorporar criterios ambien-
tales a las compras del sector público de este estado durante los últi-
mos años. Con una población de treinta millones de personas, el vo-
lumen de adquisiciones públicas de Sao Paulo es el segundo mayor de
Brasil. Pero Alves es una de las pocas personas de la administración que
reclama unas compras más ecológicas, y dice que muchos de sus com-
pañeros, en particular en el departamento de compras, son insensibles
al potencial que tiene una política de compras verdes para generar cam-
bios ambientales positivos.34
En la práctica, el éxito o el fracaso de una política de compras
ecológicas depende frecuentemente del interés que se tome el respon-
sable de las adquisiciones. El departamento de compras de una insti-
tución esgrime un poder considerable. En Estados Unidos, los depar-
tamentos de compras del gobierno supervisan entre el 50 y el 80% de
las transacciones totales. Cuando las adquisiciones están muy centrali-
zadas, la decisión de uno o escasos departamentos de compras puede
tener efectos multiplicadores enormes, influenciando los productos
utilizados por cientos e incluso miles de individuos. Por tanto, las ope-

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Cuadro 6-2. El compr omiso de Home Depot con la explotación
compromiso
mader era sostenible
maderera

A mediados de los años noventa el Rainforest Action Network (RAN) de San Francis-
co puso en marcha una campaña de alto nivel para presionar a la mayor cadena del
mundo de tiendas de bricolaje, Home Depot, para que mejorase sus prácticas de
adquisición de maderas. Las ventas de esta cadena de almacenes de Atlanta en sus
1.450 tiendas de todo el mundo ascienden a más de 5.000 millones de US$ anuales
en tableros, puertas, contrachapado y otros productos de madera.
RAN utilizó boicots, campañas publicitarias, y actividades de protesta en las tien-
das, implicando a los accionistas, para llamar la atención de la opinión pública sobre
las prácticas de Home Depot de comprar productos de madera procedentes de bos-
ques muy amenazados en la Columbia Británica, el Sudeste Asiático y la Amazonía.
Respondiendo a las presiones, la compañía anunció en agosto de 1999 que reduci-
ría progresivamente sus compras de madera de bosques primarios, prescindiendo por
completo de esta fuente de abastecimiento para finales del año 2002. En enero de
2003 había reducido en un 70% sus compras de lauan (una madera noble utilizada
en algunos componentes de las puertas) procedente de Indonesia y había sustituido
más del 90% de sus compras de cedro por otras maderas procedentes de repobla-
ciones en Estados Unidos. Hoy la compañía asegura conocer el origen de toda la
madera de sus aproximadamente 8.900 productos.
Home Depot se ha comprometido también a dar preferencia a productos proce-
dentes de bosques con certificado de gestión sostenible. (En la actualidad, aproxi-
madamente el 1% de la madera vendida en todo el mundo tiene esta certificación.)
Entre 1999 y 2002, el número de proveedores de madera con certificación del Con-
sejo de Manejo Forestal (FSC, Forest Stewardship Council), una institución muy co-
nocida de certificación forestal, subió de 5 a 40, y el valor de las ventas de madera
certificada se disparó de veinte millones a más de 200 millones de US$.
La decisión de esta compañía ha tenido un importante efecto dominó en los
mercados de bricolaje y de construcción de casas. Al año de anunciar el cambio de
su política de compras Home Depot, una serie de almacenes, incluyendo sus princi-
pales competidores Lowe’s y Wickes, Inc., cuyas ventas ascienden en conjunto a bas-
tante más de la quinta parte de la madera para reforma de viviendas en EE UU, anun-
ciaron que dejarían también de usar productos de madera de bosques amenazados
y primarían el uso de maderas certificadas. Dos de las constructoras de viviendas
mayores del país se comprometieron también a no comprar maderas procedentes de
bosques amenazados.
Estos cambios en la política de compras han subido el listón para la industria
maderera. Con muchas compañías pugnando ahora por obtener el certificado del FSC,
no sería extraño que el no contar con este tipo de aval se convierta dentro de poco
en una desventaja para los proveedores. «Unas declaraciones de Home Depot han
conseguido transformar las prácticas de explotación maderera de la Columbia Britá-
nica más que 10 años de protestas ecologistas», destaca Michael Marx, de la orga-
nización ForestEthics.

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Pero a sus críticos les preocupa que Home Depot no haya avanzado lo suficien-
temente, utilizando su peso en los mercados para influir en sus proveedores. Una de
los dificultades parece haber sido el coste de las maderas certificadas o de la pro-
ducción de alternativas sintéticas, aunque Home Depot ha acordado asumir los po-
sibles incrementos de precio. Otro de los desafíos ha sido acostumbrar a los consu-
midores a prescindir de las opciones menos respetuosas con el medio ambiente. Según
la compañía, muy pocos clientes demandan expresamente madera certificada.

Fuente: ver nota al final nº 32.

raciones de compra de las instituciones tienen a menudo unas reper-


cusiones sobre el planeta mucho mayores que las decisiones cotidianas
de la mayoría de los hogares.35
Lamentablemente, muchos departamentos de compras no están apro-
vechando todavía su tremendo poder adquisitivo para promover el cam-
bio. En algunos casos, no son conscientes simplemente de la influencia
que podrían ejercer. Pero también se enfrentan a muchas trabas legales,
políticas e institucionales en todas las fases de las transacciones —desde
establecer un programa de compras ecológicas hasta la misma selección
de los productos. De no ser que se haga un esfuerzo para resolver estos
escollos y por salvar el abismo que separa las buenas intenciones de unos
pocos de los resultados prácticos, las iniciativas pioneras que están en
marcha podrían ahogarse en la creciente ola del consumo.
La complejidad del marco legal que regula las compras del sector
público, hace que en general sea más fácil hablar de criterios ecológi-
cos que aplicarlos a esta actividad. Las normas que regulan las transac-
ciones públicas pueden variar dependiendo del volumen o del tipo de
compra, haciendo difícil a veces determinar si la aplicación de consi-
deraciones ambientales es compatible con los procedimientos estable-
cidos. Las compras verdes suponen todo un desafío particularmente en
el mundo en desarrollo, donde las normas de calidad y la certificación
ecológica son con frecuencia tan permisivas que los productos adquiri-
dos son deficientes, o incluso peligrosos. La corrupción y una aplica-
ción un tanto complaciente de las normas que regulan las compras del
sector público hace que el aliciente de sus responsables en optimizar
el gasto sea muy pequeño, y mucho menos el interés por la búsqueda
de productos más respetuosos con el medio ambiente.36
A medida que los gobiernos de todo el mundo actualicen sus pro-
cedimientos de compras del sector público, cerrando los resquicios por

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los que penetran la ineficacia, el despilfarro y la corrupción, las refor-
mas pueden dar lugar a mayores restricciones aún que dificulten la
aplicación de criterios ambientales, o bien ofrecer nuevas oportunida-
des. La Comisión Europea, por ejemplo, está estudiando la posibili-
dad de adoptar medidas legislativas que favorezcan las compras ecológicas
a través de las Directivas sobre Compras Públicas de la Unión Euro-
pea, que hasta ahora no hacían referencia a las preocupaciones ambien-
tales. Una comunicación de julio de 2001 analizaba cómo se podrían
integrar criterios ecológicos en las distintas fases del procedimiento de
adquisiciones públicas de la UE, desde la especificación de los produc-
tos hasta la selección de proveedores. 37
Además de las incertidumbres jurídicas, la incorporación de crite-
rios ecológicos a las compras tiene que vencer una oposición política
formidable. A medida que crecen los mercados de productos más res-
petuosos con el medio ambiente, es probable que las industrias que
tienen fuertes intereses en la producción convencional (como las pe-
trolíferas, los fabricantes de fertilizantes y de otros productos menos
saludables en términos ambientales) se vean perjudicadas. Estas empresas
están utilizando toda su influencia para presionar a las administracio-
nes, evitando que ganen terreno los productos alternativos. Durante
años, Tom Ferguson, de PerdueAgriRecycle, ha participado en ferias
agrícolas, en las que los representantes de la administración le mani-
festaban su total apoyo al abono orgánico que produce, derivado de
estiércol de pollo. Sin embargo, dice que no consigue abrirse paso en
el mercado porque las normas federales no permiten a la administra-
ción comprar productos alternativos como los que él vende. Señala que
algunos grupos industriales muy fuertes, como el Instituto de Fertili-
zantes (Fertilizer Institute), protegerán el negocio del sector agroquímico
a toda costa. Y «si el producto o servicio no figura en las especificacio-
nes del gobierno, por muy bien intencionado que sea el responsable
del departamento de compras, estará atado de pies y manos».38
Pero incluso cuando el clima político es favorable, las administra-
ciones tienen otros problemas para condicionar las compras a criterios
ambientales. La mayoría de los organismos oficiales tienen normas que
les obligan a comprar productos o contratar servicios que cumplan sus
necesidades al menor coste, lo que puede descartar productos más ca-
ros si bien preferibles desde el punto de vista ambiental. Luz Aída
Martínez Meléndez, del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos
Naturales de México, se queja de que la falta de alternativas asequi-
bles es uno de los mayores obstáculos a los que se enfrenta el ministe-
rio para poder comprar con criterios ecológicos.39

248

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Algunas instituciones están encontrando sin embargo fórmulas
innovadoras para solucionar los problemas de precios. La ciudad de
Chicago y 48 zonas suburbanas optaron en el año 2001 por una con-
tratación conjunta de servicios eléctricos que les permitió acceder a una
tarifa reducida, y van a utilizar los fondos así liberados para garantizar
que al menos un 20% del suministro eléctrico provenga de fuentes re-
novables para el año 2006. Kansas City y Jackson County, en Missouri,
han acordado pagar un 15% extra por combustibles y productos de lim-
pieza alternativos y por otros productos que consideren preferibles desde
el punto de vista ambiental. Otras instituciones permiten a los depar-
tamentos de compras comparar el coste de los productos teniendo en
cuenta toda su vida útil, y no sólo el precio de venta —lo cual a me-
nudo revela que la opción ecológica es la más barata.40
Los organismos oficiales se encuentran también con trabas internas
para introducir criterios ambientales en sus adquisiciones. Dado que
muchos departamentos de la administración no han tenido nunca res-
ponsabilidades ambientales, puede llevar su tiempo conseguir que los
empleados reconozcan los beneficios de unas prácticas más respetuosas
con el medio ambiente. Los responsables de compras, los gestores y las
personas que utilizan los productos están acostumbrados frecuentemente
al status quo y se resisten a nuevos métodos que pueden complicar su
trabajo. Persiste además un considerable grado de excepticismo sobre
la funcionalidad de muchos productos ecológicos. Se sigue huyendo,
por ejemplo, de la compra de papel reciclado por considerarlo de infe-
rior calidad, aunque sus problemas de rendimiento hace tiempo que
se solucionaron.
Decidir las prioridades de las compras ecológicas también puede ser
todo un reto. ¿Una institución debería empezar por comprar mercan-
cías de poca importancia como los productos de limpieza, el material
de oficina y el papel, o centrarse en las grandes partidas, como edifi-
cios y transporte? Lo ideal sería concentrar los esfuerzos en los cam-
bios que tengan un mayor impacto, en términos ambientales y de
mercado. Pero esto no es lo que suele sucede. Por ejemplo, la ciudad
de Stuttgart, en Alemania, concentra su política de compras ecológicas
en el papel, los productos de limpieza y los ordenadores, a pesar de
que un 80% de los gastos municipales van a parar a electricidad, cale-
facción y a la construcción y renovación de edificios.41
El objetivo marcado dependerá en última instancia de las priorida-
des ambientales de una institución, de sus limitaciones financieras y
legales y de la facilidad y probabilidad de adopción de los cambios. La
ciudad de Santa Mónica, en California, inauguró su programa de com-

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pras ecológicas en 1994 con la adquisición de productos de limpieza
menos tóxicos, debido a la gran cantidad de información sobre alter-
nativas disponible. Sin tener que molestarse mucho en investigar, los
responsables de compras pudieron sustituir los limpiadores tradiciona-
les por opciones menos tóxicas en 15 de los 17 tipos de productos
empleados, ahorrando un 5% anual en gastos y evitando la compra de
1,5 toneladas de materiales peligrosos al año. La Red de Compras Ver-
des de Japón, que anima a consumidores de todo tipo a comprar ver-
de, cree que debe su éxito en gran parte a que concentra sus esfuerzos
en material de oficina y electrónica. (Algunos miembros de esta red,
en la que participan administraciones locales, empresas y ONG, han
logrado un abastecimiento 100% ecológico de estos artículos.)42
Otra vía importante para institucionalizar las compras ecológicas es
adoptar políticas o normas escritas explícitas que refuercen este tipo de
iniciativas. La estrategia de Copenhague, que entró en vigor en 1998,
especificaba que en el plazo de dos años todos los suministros de ma-
terial de oficina tenían que ser productos libres de PVC, todas las
fotocopiadoras tenían que utilizar papel reciclado al 100%, todas las
impresoras tenían que imprimir por ambos lados y todos los cartuchos
de toner tenían que ser reutilizables.43
Pero las normas escritas no siempre garantizan que se realice una
actividad. La normativa que rige el abastecimiento de madera del sec-
tor público en el Reino Unido es un buen ejemplo. En respuesta a la
creciente preocupación mundial por la explotación maderera ilegal, el
gobierno central adoptó en el año 2000 una política que exigía que
todos los departamentos e instituciones públicas «buscaran activamen-
te» que sus compras de madera estuvieran avaladas por un certificado
de gestión forestal sostenible. Sin embargo, una investigación de Green-
peace de abril 2002 revelaba que las autoridades habían infringido cla-
ramente esta ley cuando renovaron la oficina del Consejo de Ministros
en Londres con madera de sapeli, un árbol africano amenazado. La
investigación abierta a raíz de este incidente por la comisión de Audi-
torías Ambientales de la Cámara de los Comunes confirmaba la inexis-
tencia de «evidencias que apuntaran de forma sistemática o puntual a
un cambio significativo en los procedimientos de compras de madera
del sector público».44
Muchas leyes estadounidenses sobre requisitos ambientales de las
compras públicas también han dejado mucho que desear. Según la Ley
de Conservación y Recuperación de los Recursos (Resource Conserva-
tion and Recovery Act) de 1976 y sus posteriores actualizaciones, los
organismos federales están obligados a considerar el uso preferente de

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ciertos productos reciclados, biológicos o con otras características de
respeto ambiental en sus abastecimientos y contratos que superen una
inversión determinada de US$. Pero dos informes recientes realizados
por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, Environmental Protec-
ción Agency) y la Oficina General de Cuentas (General Accounting
Office) de EE UU han puesto de manifiesto que no sólo son muy pocos
los organismos federales que están cumpliendo los requisitos ecológi-
cos, sino que la mayoría de los departamentos de compras ni siquiera
conocían esta normativa.45
El director del programa Campus Ecology de la Federación Nacio-
nal para la Vida Silvestre (National Wildlife Federation), Julian Keniry,
afirma que muchas iniciativas de compras ecológicas se quedan en es-
fuerzos casi simbólicos porque no fijan unos objetivos concretos, ni
existe la obligación de rendir cuentas. «Por sí solas, las políticas no son
suficientes. Necesitan ir acompañadas de un proceso de adopción de
metas. De lo contrario, se quedan en simples declaraciones de inten-
ciones, que suenan muy bien pero que no conducen a nada.» Cuanto
más específicas y más cuantificables sean las metas establecidas por una
institución, mayor será la probabilidad de se conviertan en realidad las
compras ecológicas.46
En algunos casos, las instituciones no imponen sanción alguna si
se incumplen las normas, por lo cual su acatamiento tiene muy escaso
aliciente. La encuesta de la EPA, por ejemplo, atribuía el escaso cum-
plimiento a nivel federal de la legislación de «compra-reciclado» a la
debilidad de las medidas coercitivas; incluso cuando los responsables
de las compras públicas eran conscientes de la existencia de legislación
al respecto, no percibían las normas como obligatorias. Para incentivar
el cumplimiento de la normativa, la provincia de Vorarlberg, en Aus-
tria, organiza un concurso regional en el que se recompensa al pueblo
cuyas compras hayan sido más respetuosas con el medio ambiente,
mientras que en Estados Unidos, el estado de Massachussets otorga un
premio al estado, al municipio y a la empresa que se hayan distingui-
do por sus compras ecológicas.47
Los sistemas contables de una mayoría de los organismos oficiales
no distinguen, por otra parte, entre compras de productos reciclados o
ecológicos y convencionales, lo cual dificulta el seguimiento de este tipo
de políticas. La tendencia a descentralizar las compras de muchos go-
biernos, universidades y otras instituciones, complica aún más el pro-
blema de contabilidad. Los departamentos más importantes del gobierno
de Canadá emiten ahora unas 35.000 tarjetas de crédito nominales, que
permiten a los empleados seleccionar y cargar en cuenta sus propios

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suministros siempre y cuando no superen una cantidad determinada,
mientras que la mitad de las compras federales de los EE UU se pa-
gan ahora con tarjetas bancarias a nombre del gobierno.48
Algunos organismos oficiales están abordando este problema del
seguimiento de las compras verdes a la antigua usanza: anotando ma-
nualmente y uno por uno los recibos de compras verdes. Otras están
desarrollando sin embargo sistemas contables más sofisticados. El mu-
nicipio de Kolding, en Dinamarca, está creando un formulario electró-
nico en el que se registran las compras verdes, y el gobierno de EE UU
ha avanzado bastante en la incorporación de un sistema informatizado
para el seguimiento de las compras verdes en los departamentos fede-
rales. Otras instituciones prefieren no asumir esta responsabilidad, ha-
ciendo que recaiga en los propios proveedores. Por ejemplo, en EE UU,
la empresa de energías alternativas Green Mountain Energy, exige a su
proveedor de papel, Boise Cascade, un extracto periódico de todas sus
compras de papel reciclado.49

Identificando los productos ecológicos


Otro de los desafíos de las «compras verdes» es determinar exactamen-
te qué productos nos interesan. Se sabe bastante poco sobre las carac-
terísticas ecológicas de una mayoría de los productos y de los servicios
que se ofrecen hoy día en el mercado, lo que hace muy difícil una
comparación eficaz. Puede ocurrir que un comprador adquiera sin querer
papel procedente de las selvas vírgenes del Sudeste asiático (que están
siendo taladas muy rápidamente para ampliar los terrenos agrícolas y
otros usos), que ha sido empaquetado de nuevo y vendido por tantas
marcas que ni siquiera los propios vendedores se atreven a confirmar
de donde viene. Cuando se carece de tiempo y de los conocimientos
necesarios para poder investigar a fondo las ofertas de productos ver-
des, muchos responsables de compras prefieren simplemente que se les
diga qué es lo que tienen que comprar.50
La falta de información ecológica rigurosa ha llevado a una cierta
confusión entre los fabricantes, los ecologistas y otros sectores, sobre
la definición exacta de un producto o un servicio «verde». Por ejem-
plo, un papel «respetuoso con el medio ambiente» ¿debería contener
un porcentaje mínimo de componente reciclado?, ¿provenir de un bos-
que explotado de forma sostenible?, ¿fabricarse sin cloro?, ¿o una com-
binación de todas estas características? Muchos productos verdes care-
cen todavía de normas y especificaciones ampliamente reconocidas. En

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algunos casos, los productos verdes son tan innovadores que su pro-
ducción se limita a unas pocas empresas; en otros el cambio tecnológi-
co es tan enorme que todavía no se han desarrollado normas o especi-
ficaciones. La falta de acuerdo sobre las peculiaridades de un producto
«verde» hace sin embargo que muchos fabricantes se muestren reacios
a invertir en tecnologías más respetuosas con el medio ambiente.51
Afortunadamente, se están desarrollando herramientas sofisticadas
para ayudar a los fabricantes y a los responsables de compras a evaluar
el comportamiento ambiental de un producto. Una técnica especialmen-
te prometedora es la evaluación del ciclo de vida (ECV), que propor-
ciona una metodología para identificar y cuantificar las entradas, las
salidas y el impacto de un producto o un servicio determinado a lo
largo de toda su vida útil. (Ver cuadro 6-3.) Volvo, por ejemplo, apli-
ca actualmente criterios de ciclo de vida para suministrar información
detallada sobre los diversos impactos ambientales derivados de la fa-
bricación y el uso de sus vehículos. Y el programa informático Cons-
truyendo para la Sostenibilidad Ambiental y Económica (BEES, Buil-
ding for Environmental and Economic Sustainability) del Departamento
de Comercio de EE UU, suministra a los constructores datos del ciclo
de vida de los materiales de construcción, ayudándoles a comparar y a
calificar el comportamiento ambiental y económico de dichos materia-
les en base a parámetros como su impacto sobre el calentamiento glo-
bal, la calidad del aire en el interior de los edificios, el agotamiento de
recursos naturales y la generación de residuos sólidos.52
También se están alcanzando acuerdos entre algunas partes interesa-
das sobre cómo definir algunas mercancías verdes, como el papel y los
productos de limpieza. Unas 56 organizaciones ambientales de todo
Norteamérica acordaron adoptar una serie de criterios ambientales co-
munes sobre papel ecológico y publicaron una guía detallada para aseso-
rar en sus decisiones a los responsables de las compras de papel. Ese
mismo año, responsables de los departamentos de compras del sector
público y representantes de la industria se unieron a organizaciones
ambientales en la Iniciativa de Compras Verdes de Norteamérica para
desarrollar criterios y especificaciones uniformes para la adquisición
ecológica de energía, papel y productos de limpieza. Uno de los grupos
de trabajo se apuntó un gran éxito al acordar una lista única de criterios
para identificar los productos de limpieza ecológicos en los contratos
gubernamentales (anteriormente las descripciones variaban enormemen-
te, llegándose a utilizar 17 listas distintas de especificaciones).53
Las iniciativas de etiquetado ecológico regionales, nacionales y mun-
diales sirven también de guía a muchos compradores. La etiqueta

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Cuadro 6-3. Análisis del ciclo de vida

El conocimiento del ciclo de vida de los productos nos permite determinar las conse-
cuencias indirectas de nuestras acciones a lo largo de su vida completa —desde la
extracción de las materias primas hasta la eliminación del producto. Esto puede ayu-
darnos a reorientar el consumo hacia pautas más sostenibles, al proporcionarnos
información más completa sobre todos los aspectos de la producción, desde los sis-
temas de transporte hasta las fuentes de energía. Según el Director Ejecutivo del
Programa sobre Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA), Klaus Töppfer,
«los consumidores están cada vez más interesados en saber qué hay detrás de los
productos que compran. Pensar en términos del ciclo de vida implica que todo el
que interviene en la cadena completa de la vida de un producto, desde la cuna has-
ta la tumba, tiene su parte de responsabilidad y su papel que desempeñar».
El PNUMA y la Sociedad de Toxicología y Química Ambiental (Society of Envi-
ronmental Toxicology and Chemistry) iniciaron conjuntamente en el año 2001 una
Iniciativa de Ciclo de Vida, en respuesta al un llamamiento de los gobiernos para
desarrolar una economía de ciclo de vida. Mediante tres programas –Gestión del Ciclo
de Vida, Inventario de Datos sobre el Ciclo de Vida y Evaluación del Impacto del Ci-
clo de Vida- , esta iniciativa se esfuerza por desarrollar y difundir instrumentos prác-
ticos para la evaluación de posibilidades, riesgos y compensaciones asociados a los
productos y servicios a lo largo de su ciclo de vida completo. La iniciativa es dirigida
por un Panel Internacional del Ciclo de Vida, que sirve también como foro global
clave para interesados y expertos en ciclos de vida de todo el mundo. La Iniciativa
colabora asimismo con otra serie de programas para promover hábitos de consumo
y producciones sostenibles en un horizonte de diez años, cumpliendo los acuerdos
de 2002 de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de Johannesburgo. El Plan
de Aplicación de Johannesburgo subrayaba la necesidad de desarrollar «políticas para
la mejora de los productos y los servicios, reduciendo sus impactos sobre el ambien-
te y la salud, mediante la aplicación de criterios científicos, como el análisis del ciclo
de vida, siempre que sea adecuado».

Guido Sonnemann,
División de Tecnología, Industria y Economía, PNUMA.

Fuente: ver nota al final nº 52.

ecológica es un sello que certifica que un determinado producto cum-


ple con criterios específicos de respeto al medio ambiente durante una
o más fases de su ciclo de vida. Si bien el abanico de artículos y de
servicios con certificación ecológica es relativamente pequeño, podemos
encontrar etiquetas ecológicas en todo tipo de productos, desde elec-

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tricidad limpia hasta maderas. Las instituciones que otorgan el certifi-
cado incluyen instituciones de los gobierno, ONG, asociaciones pro-
fesionales o privadas y organismos internacionales de certificación. (Ver
también capítulo 5.)54
Algunas instituciones permiten que el etiquetado ecológico sea uno
de los requisitos de sus licitaciones de compra. En Italia, la ciudad de
Ferrara requiere, por ejemplo, que el papel adquirido lleve la etiqueta
de certificado ecológico Nordic Swan. Pero muchos departamentos de
compras (particularmente gubernamentales) prefieren no mencionar una
etiqueta concreta, requiriendo en vez de ello a sus proveedores para que
cumplan los criterios asociados a esa etiqueta. El estado de Pennsylvania
ha declarado su deseo de comprar únicamente productos de limpieza
y pinturas que cumplan los criterios establecidos por Sello Verde (Green
Seal), una organización estadounidense sin ánimo de lucro que ha de-
sarrollado normas ambientales para 30 productos distintos. Preocupa
sobre todo que la mención de una etiqueta concreta sea considerada
una restricción al comercio según las reglas de la Organización Mun-
dial de Comercio, resultando discriminatoria para los pequeños pro-
veedores que pueden no tener capacidad para afrontar los costes de
tramitación del certificado y de cumplir con sus criterios. (Ver capítu-
lo 7.)55
La industria convencional ha desarrollado también una considera-
ble oposición al etiquetado ecológico, especialmente en Estados Uni-
dos. El presidente de Green Seal, Arthur Weissman, explica que algu-
nas compañías como Procter & Gamble, uno de los mayores fabricantes
de productos para el hogar, han utilizado un sinfín de tácticas —desde
argumentos jurídicos hasta desplegar toda su capacidad de presión so-
bre el gobierno— para evitar la entrada de productos verdes certifica-
dos a los mercados estadounidenses. «Nuestra interpretación es que a
la industria le molesta cualquier interferencia en sus relaciones con el
consumidor. Y en el caso de la certificación interviene una tercera par-
te», afirma Weissman.56
Algunos fabricantes mundiales con líneas múltiples de producción
se resisten incluso a que se identifique uno de sus productos como
ecológico, preocupados por la mala imagen que ello puede suponer para
los más convencionales. Según explica el director de estrategias de com-
pras del Centro por un Nuevo Sueño Americano, Scot Case, «Si una
compañía promociona alguno de sus productos por sus ventajas am-
bientales, sus clientes empezarán a preguntarse qué tienen de malo los
demás. Podría tener que enfrentarse a demandas de responsabilidad civil
si sus clientes se enteran de pronto que muchos de sus productos de

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limpieza, por ejemplo, son una pócima tóxica de brujas, repleta de
conocidas sustancias carcinógenas y toxinas reproductivas».57
Existen ya otra serie de herramientas para ayudar a los responsables
de compras a identificar más fácilmente los productos y servicios res-
petuosos con el medio ambiente. Muchas organizaciones publican guías
o listas de productos que pueden consultarse, o distribuyen manuales
muy detallados para orientar en la toma de decisiones. La Agencia de
Medio Ambiente de EE UU, por ejemplo, ofrece recomendaciones para
la compra de 54 productos con componentes reciclados, incluyendo
conos para la señalización del tráfico, cartuchos de toner, imitaciones
plásticas de madera, mangas de riego y aislamiento para edificios. La
ciudad de Göteborg, en Suecia, organiza seminarios, charlas y talleres
de formación para informar a los responsables de compras y a otros
grupos interesados sobre la normativa, instrumentos y prácticas más
adecuadas para un abastecimiento ecológico. Entre un 80 y un 90%
de los empleados municipales (tanto del departamento de compras como
de los destinatarios de esas compras) habían participado ya para el año
2000 en dichas actividades de formación.58

Ampliando el movimiento
Durante muchos años los esfuerzos para dar a conocer y promover unas
prácticas de compras ecológicas han sido puntuales, con una gran du-
plicidad de esfuerzos y muy poco intercambio y enriquecimiento mu-
tuo de ideas. Pero esto ha comenzado a cambiar. Hoy todas las inicia-
tivas de ámbito local, regional e internacional persiguen eliminar las
trabas existentes a una política ecológica de compras y acelerar su adop-
ción. Y a medida que un número creciente de instituciones reconocen
sus ventajas, están empezando a compartir la información y a apren-
der de los éxitos y fracasos ajenos.
Una serie de organizaciones y de redes, principalmente en Europa,
Norteamérica y Japón, publican ahora información sobre compras ver-
des, recopilan ejemplos de iniciativas que se han desarrollado con éxi-
to y dan publicidad a las nuevas tendencias. Sus esfuerzos suelen cen-
trarse en las instituciones con mayor poder adquisitivo, como los
gobiernos y las grandes empresas, aunque muchas de sus estrategias se-
rían aplicables a pequeña escala. Algunas de estas organizaciones cola-
boran directamente con dirigentes industriales y representantes de los
gobiernos para fomentar unas transacciones más ecológicas. Otras
movilizan a la sociedad, promoviendo boicots y otras iniciativas para

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presionar a los fabricantes o a otras instituciones para que cambien sus
prácticas de compras. Muchas utilizan también sus recursos para im-
pulsar un debate público y despertar el interés de los medios de co-
municación en el movimiento de compras ecológicas.
El Programa de Compras Ecológicas de ICLEI, iniciado en 1996,
ha destacado en la promoción de transacciones ecológicas de gobier-
nos, empresas y otras instituciones en toda Europa. En la actualidad,
más de 50 ayuntamientos de ciudades y otras administraciones locales
de 20 países pertenecen a la Red Compra-Verde promovida por este
programa, que ayuda a sus miembros a intercambiar información y
experiencias, a unir esfuerzos y a realizar compras verdes conjuntas. La
organización celebra conferencias todos los años y publica una revista
que se distribuye a más de 5.000 responsables de compras en toda
Europa. ICLEI está trabajando también en un proyecto pionero para
cuantificar los beneficios ambientales derivados de las compras verdes,
para determinar la mejor manera de combinar estratégicamente el po-
der adquisitivo de las ciudades y ampliar esta política a toda Europa.
El proyecto ha revelado, por ejemplo, que la sustitución por modelos
de bajo consumo de los 2,8 millones de ordenadores fijos que los go-
biernos de la Unión Europea compran todos los años, reduciría las
emisiones europeas en más de 830.000 toneladas de dióxido de carbo-
no equivalente.59
En Norteamérica uno de los más destacados defensores de una po-
lítica de compras ecológicas en el sector público es el programa de
Compras Ventajosas para el Medio Ambiente de la Agencia de Medio
Ambiente de EE UU, creado en 1993 por decreto presidencial. El pro-
grama suministra apoyo e información en sectores como construcción,
material de oficina, servicios de impresión y de conferencias, produc-
tos de limpieza, suministros para cafeterías y electrónica. La Agencia
de Medio Ambiente ha puesto en marcha también varios proyectos
piloto, entre los que cabe citar una colaboración con el Ministerio de
Defensa (para hacer más «verdes» las operaciones y las instalaciones
militares) y con el Servicio de Parques Nacionales (para ayudar a los
parques a establecer una política de compras ecológicas y educar a los
visitantes en temas de consumo). A través de su base central de datos,
la Agencia de Medio Ambiente ha establecido también un punto de
información sobre más de 600 productos y servicios ventajosos desde
el punto de vista ambiental. Este servicio informativo incluye vínculos
con otras 130 páginas de información sobre especificaciones de con-
tratos verdes de administraciones locales, de estados y de ámbito fede-
ral, con las normas sobre comportamiento ambiental de 523 produc-

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tos, y con una lista de 25 proveedores y productos que cumplen estas
normas.60
El Centro para un Nuevo Sueño Americano de Maryland ayuda a
los grandes compradores, en especial de gobiernos locales y de los es-
tados, a incorporar consideraciones ambientales en sus decisiones so-
bre las adquisiciones. Su programa de Estrategias de Compras del Sec-
tor Público (Procurement Strategies Program) contribuyó en gran
medida a impulsar en el año 2002 la Iniciativa de Compras Verdes de
Norteamérica, que pretende generar una masa crítica de compras ver-
des en el continente, así como servir de punto de información sobre
este tema para fabricantes, compradores y proveedores.61
La Red de Compras Verdes de Japón (GPN, Green Purchasing
Network) cuenta ya con unas 2.730 organizaciones asociadas, que in-
cluyen más de 2.100 empresas (entre ellas Panasonic, Sony, Fuji,
Xerox, Toyota, Honda, Canon, Nissan y Mitsubishi); 360 adminis-
traciones locales de ciudades como Tokio, Osaka, Yokohama, Kobe,
Sapporo y Kioto; y 270 asociaciones y cooperativas de consumido-
res, así como otras organizaciones no gubernamentales. GPN orga-
niza seminarios y ferias a nivel nacional, tiene guías sobre cómo com-
prar y publicaciones con datos ambientales de diversos productos y
servicios, y otorga premios a las organizaciones que destacan por su
política ejemplar.62
En el nivel superior de la educación más de 275 presidentes y rec-
tores de universidades de más de 40 países firmaron en 1990 la De-
claración de Talloires, un plan de acción que consta de 10 puntos y
que, entre otras cosas, alienta a las universidades a establecer políticas
y prácticas de conservación de recursos, reciclaje, reducción de residuos
y un funcionamiento respetuoso con el medio ambiente. En la indus-
tria hotelera, la Iniciativa Hotelera Internacional de Medio Ambiente
(International Hotels Environment Initiative), una red sin ánimo de
lucro de más de 8.000 hoteles en 11 países, patrocina una página de
Internet que intenta ayudar a los hoteles a mejorar su comportamien-
to ambiental (y ahorrar dinero) a través de sus compras de todo tipo
de productos, desde iluminación de bajo consumo hasta materiales para
suelos, frigoríficos y minibares más ecológicos. 63
También se hacen esfuerzos para que los medios de comunicación
dediquen más espacio a las compras verdes. En febrero de 2001, la
Agencia de Protección Ambiental de Dinamarca inició una campaña
muy intensa para aumentar el interés por los productos con etiqueta
ecológica en televisión, en los periódicos y mediante folletos. La Red
de Compras Verdes de Japón ha trabajado mucho para que las com-

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pras verdes tengan un mayor protagonismo en la televisión, en los
periódicos y en los seminarios del gobierno y de las empresas. Organi-
zaciones de todo tipo utilizan ahora Internet para informar a sus res-
ponsables de compras sobre adquisiciones ecológicas, ofreciendo suge-
rencias y vínculos a páginas informáticas de productos y servicios
alternativos. En el estado de Washington, King County utiliza su ex-
tensa página Web y su boletín de correo electrónico para divulgar in-
formación sobre éxitos y avances en estos temas.64
También en el mundo en desarrollo se están poniendo en marcha
tímidamente algunos esfuerzos para ampliar las compras ecológicas,
aunque queda mucho por hacer. El programa de Compras Ecoló-
gicas Responsables en los Países en Desarrollo y en las Economías
Semiindustrializadas (ERNIE, Eco-Responsible Purchasing in
Developing Countries and Nearly Industrialized Economies) de ICLEI,
con apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, está colabo-
rando con las autoridades locales de varias ciudades —incluyendo Sao
Paulo, Brasil; Durban, Sudáfrica; y Puerto Princesa, Filipinas— para
desarrollar proyectos piloto de compras ecológicas. La iniciativa se centra
principalmente en la compra de aparatos eléctricos de bajo consumo y
tiene intención de abordar las trabas comerciales y de otro tipo que
frenan la incorporación de criterios ambientales en las compras del sector
público, incluyendo la necesidad de crear un nicho de mercado para
los proveedores y fabricantes locales.65
Una de las formas en que las instituciones pueden contribuir a ex-
tender las compras ecológicas al mundo en desarrollo es utilizando sus
propias políticas de compras para fortalecer los mercados verdes loca-
les. Por ejemplo, Estados Unidos, el Banco Mundial, las instituciones
donantes y las empresas multinacionales que operan en estos países
pueden intentar comprar una fracción mayor de sus bienes y servicios
a proveedores verdes locales, ayudando a crear un mercado para la pro-
ducción sostenible. Desde 1992, DaimlerChrysler obtiene de las sel-
vas de Brasil la fibra de coco y caucho natural ecológicos que utiliza
ahora para los asientos, brazos de los asientos y reposacabezas de sus
coches. Con ello, este fabricante no sólo ha eliminado los materiales
sintéticos utilizados en estas partes del vehículo, sino que ha potencia-
do los mercados locales de materiales renovables, generando ingresos y
empleo para los agricultores.66
Sin embargo, conseguir que los organismos internacionales compren
en los países en desarrollo es ya un desafío importante en la mayoría
de los casos, como para pedirles además que sus adquisiciones sean
ecológicas. Aunque algunas de estas instituciones sí procuran abaste-

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cerse localmente, su departamento de compras prefiere generalmente
las empresas del mundo industrial —de hecho, casi todas las institu-
ciones donantes vinculan la ayuda a compras en su país—. En el año
2000, sólo alrededor de la tercera parte de las compras de organismos
de las Naciones Unidas se hacían en el mundo en desarrollo. Ocasio-
nalmente, estas instituciones incluyen cláusulas de responsabilidad so-
cial en sus compras: UNICEF, por ejemplo, intenta desarrollar una po-
lítica y estrategias de suministro que apoyen los objetivos nacionales
de aumento del bienestar infantil. Pero hasta la fecha muy rara vez han
especificado criterios ecológicos, en parte porque se corre el riesgo de
que los requisitos ambientales excluyan a pequeños proveedores que no
pueden cumplirlos.67
Potenciando las compras verdes en los países en desarrollo, las ins-
tituciones internacionales pueden no sólo estimular los mercados, sino
que pueden conseguir un lavado de imagen frente a unas críticas cre-
cientes sobre el impacto ambiental de sus actividades. Existe un inte-
rés cada vez mayor, por ejemplo, en incorporar criterios ambientales a
las compras asociadas a préstamos del Banco Mundial, en el marco de
una política más amplia de mejorar el balance ecológico de sus opera-
ciones. Este organismo internacional está trabajando ahora con una
coalición de otros bancos multilaterales de desarrollo, de organismos
de las Naciones Unidas y de ONG para estimular las compras ecológicas
tanto fuera como dentro de las propias instituciones. Esta agrupación
confía que la idea de incorporar criterios de justicia social en la políti-
ca de compras de sus miembros pase también a convertirse en una
práctica aceptada de forma generalizada.68
Las instituciones del mundo pueden ejercer, evidentemente, una gran
influencia a través de sus compras para lograr cambios ambientales y
sociales. Pero por muy respetuosa con el medio ambiente que sea la
adquisición de suministros, seguirá utilizando recursos y generando re-
siduos. Para mitigar de verdad el impacto de su consumo, las institu-
ciones deberán buscar la manera de satisfacer sus necesidades sin com-
prar nuevos productos —por ejemplo, eliminando compras innecesarias
y ampliando la vida de los productos existentes. En Finlandia, Pori ha
aplicado un servicio de reutilización en toda la ciudad que permite a
los empleados de cualquier departamento municipal intercambiar o
ceder los productos que ya no necesitan o que no utilizan. Y desde 1994,
el proyecto Trueque, SWAP (del inglés Surplus With a Purpose) de la
Universidad de Wisconsin-Madison, que posteriormente se ha amplia-
do a todo el Estado, ha ayudado a evitar que muebles de oficina, or-
denadores y otros bienes reutilizables acabaran en los vertederos, sien-

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do aprovechados por otros usuarios en la propia universidad y en todo
el Estado.69
Las compras ecológicas no constituyen la única forma de mitigar
los problemas asociados a un consumo excesivo, pero son un avance
importante hacia un mundo más sostenible. Cada uno de nosotros, a
nivel personal, deberá presionar a las organizaciones para las que tra-
bajamos y en las que confiamos para que se unan a nuestros esfuerzos
por crear un mundo así.

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ENTRE BASTIDORES

Papel

El papel ha sido una mercancía escasa y preciosa durante la mayor parte de


su historia. Ahora, en cambio, inunda el planeta. En la actualidad apenas
nos fijamos en las montañas de papel que utilizamos a diario. Desde la co-
rrespondencia acumulada en el buzón hasta el dinero que llevamos en la
billetera, pasando por los múltiples envoltorios de los congelados para una
cena, estamos manejando papel constantemente.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el consumo mundial de papel se
multiplicó por más de seis. El mayor usuario es Estados Unidos —con un
gasto anual de 331 kilos de papel por persona y aproximadamente el 30%
del consumo mundial total. En términos de consumo por habitante le sigue
Japón, con 250 kilos por persona. Aunque fue inventado como un medio
para comunicarse, la mitad del papel utilizado por la sociedad de consumo
de nuestros días tiene otro destino: el embalaje. El papel se ha transformado
de bien preciado a un articulo de usar y tirar, y constituye actualmente una
considerable porción del ingente caudal de desechos de la sociedad moder-
na, suponiendo aproximadamente el 40% del cúmulo de residuos sólidos
urbanos de muchos países industriales.1
El nombre del papel viene de «papyrus», un junco cosechado en el anti-
guo Egipto, que se machacaba y prensaba para obtener las láminas sobre las
que se reproducían los jeroglíficos. Pero el papel de fibra que hoy conoce-
mos se inventó en China hace menos de 2.000 años. Durante los dos mile-
nios siguientes el cáñamo y los trapos fueron los materiales más usados para
fabricar papel. La Biblia de Gutenberg, el primer y el segundo borrador de
la Declaración de Independencia de EE UU y los escritos originales de Mark
Twain fueron impresos en papel fabricado a base de cáñamo. El método para
hacer papel a partir de madera no fue concebido hasta 1850, por el alemán
Friedrich Gottlob Keller. Y aun tuvieron que pasar varias décadas para que
los árboles pasaran a convertirse en la materia prima preferida, a medida que
otros perfeccionaban la técnica de Keller, descubriendo la forma de produ-
cir papel masivamente a base de madera.2
En el siglo XXI pensamos casi siempre en el papel como un derivado de
la madera. Un 93% del papel que utilizamos hoy en día procede efectiva-

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mente de los árboles, y la producción de papel absorbe aproximadamente la
quinta parte de la madera extraída en el mundo. El 55% de la materia pri-
ma utilizada en la fabricación del papel proviene de la tala de árboles, mientras
que el 38% es papel usado derivado también de la madera y sólo el 7% vie-
ne de otras fuentes.3
La producción mundial de papel se nutre de árboles de todo el planeta.
Los bosques de EE UU son los mayores suministradores de materia prima,
aportando un 30% del total, pero este porcentaje ha disminuido durante las
últimas décadas a medida que China y otros países en desarrollo aumenta-
ban su producción. En el interior de Estados Unidos la producción de pa-
pel también se ha ido trasladando. Cuando se restringió la tala de los bos-
ques primigenios de la costa norte del Pacífico, las papeleras se trasladaron
al sudeste, explotando masas forestales secundarias y menos excepcionales
aunque con una gran riqueza biológica. Estos bosques suministran actual-
mente materia prima para la cuarta parte del papel del mundo. Los bosques
secundarios de todo el planeta abastecen el 54% de la producción mundial
de papel a partir de madera virgen, siendo las plantaciones de árboles (fre-
cuentemente en zonas recién deforestadas) la segunda fuente de materia pri-
ma con un 30%, y extrayéndose el 16% restante de bosques primarios, prin-
cipalmente boreales.4
Convertir la madera en papel es un largo proceso que comienza en las
plantas astilladoras, donde unas cuchillas rotatorias reducen los troncos a
astillas del tamaño de una ficha de poker. Estas astillas se transportan a las
fábricas de celulosa, que pueden estar a miles de kilómetros de distancia,
donde se mezclan con productos químicos en enormes ollas a presión, trans-
formándolas en una pasta húmeda con la consistencia de un puré de legum-
bres. Esta pasta es lavada y blanqueada varias veces, prensándola y secándola
finalmente para salir convertida en bobinas de papel listas para la venta. Una
cuartilla de papel de escribir puede contener fibras de cientos de árboles dis-
tintos, que han viajado miles de kilómetros desde el bosque originario hasta
llegar al consumidor.
La fabricación de papel consume gran cantidad de recursos. Para produ-
cir una tonelada de papel se requieren dos o tres toneladas de troncos, así
como grandes cantidades de agua y de energía. La industria papelera y de
celulosa ocupa el quinto lugar del sector industrial en consumo mundial de
energía, y utiliza más agua por cada tonelada producida que cualquier otra
industria. Una papelera puede ser un vecino odioso, emitiendo olores féti-
dos y generando grandes cantidades de residuos sólidos así como de conta-
minantes atmosféricos y del agua. Aunque las papeleras de los países indus-
triales han tomado algunas medidas para evitar la contaminación, en el resto
del mundo continúan vomitando cantidades pavorosas de residuos tóxicos
sin tratar a la atmósfera, a la tierra y a los cursos de agua.5
Todos los usuarios, tanto individualmente como las grandes institucio-
nes, pueden contribuir de diversas maneras a reducir el impacto que supone

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el uso de papel —desde ser más cuidadosos con el papel en la oficina hasta
ser más diligentes con el reciclado. Reciclar papel no sólo ayuda a conservar
los bosques. La utilización de papel usado para fabricar papel en lugar de
celulosa virgen genera un 74% menos de contaminación atmosférica y un
35% menos de contaminación de las aguas.6
Las grandes instituciones pueden desempeñar en particular un papel cla-
ve en la creación de mercados para el papel reciclado. Los 270 miembros de
la Coalición por el Papel Reciclado (Recycled Paper Coalition) —una aso-
ciación de grandes industrias, organizaciones no gubernamentales e institu-
ciones del gobierno creada en EE UU con el fin utilizar su poder adquisiti-
vo para promover el mercado de papel reciclado— compraron en el año 2002
cerca de 150.000 toneladas de papel reciclado, con un contenido medio del
24% de papel usado.
Una buena gestión de los embalajes usados puede reportar asimismo gran-
des beneficios. Alemania ha sido un país pionero en este aspecto, estableciendo
en 1991 una ordenanza que obligaba a los fabricantes de embalaje y a los
distribuidores a hacerse cargo de su recogida y a reutilizar o reciclar los
materiales usados, incluido el papel. En los tres años siguientes, el reciclado
de papel usado en Alemania se disparó, alcanzando el 54% tras casi veinte
años de estancamiento en el 45%. El Parlamento Europeo aprobó en el año
2003 una ley que obligaba a los estados miembros a establecer para el año
2008 una meta de reciclado de papel del 60%.7
El papel también está regresando a sus orígenes de usar materias primas
que no sean la madera, si bien a pequeña escala todavía. En la actualidad se
pueden encontrar en el mercado varias fibras alternativas —desde el cáña-
mo de toda la vida, hasta el kenaf (una malvácea pariente del hibisco), resi-
duos agrícolas (paja de cereal, residuos de las desfibradoras de algodón, pie-
les de plátano, cortezas de coco y otros), e incluso recortes de tela vaquera.
Muchos cultivos de «fibras agrícolas» tienen una producción de celulosa por
hectárea superior a la de un bosque o un cultivo forestal, y necesitan menos
pesticidas y herbicidas. La transformación de estas fibras agrícolas en pasta
de papel requiere además menos productos químicos, menos tiempo y me-
nos energía, debido a que contienen menos lignina, la sustancia pegajosa que
hace que las plantas y los árboles se sostengan en pie. En el futuro es posi-
ble que algunas de estas fuentes se conviertan en una importante materia
prima para la producción de papel.

Dave Tilford,
Centro por un Nuevo Sueño Americano

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7

Vinculando globalización,
consumo y gobernanza
Hilary French

En mayo de 2003, una delegación de dirigentes indígenas de la


Amazonía Ecuatoriana y Peruana visitó Washington D.F., para hacer
saber a la opinión pública norteamericana los estragos ambientales y
sociales que está causando la extracción petrolífera que realizan las com-
pañías estadounidenses en sus tierras. Después de varias reuniones en
Washington, la delegación indígena viajó a Houston, Texas, para cele-
brar una reunión con la compañía Burlington Resources, titular de dos
concesiones para la explotación petrolífera de 400.000 hectáreas del te-
rritorio ancestral de sus pueblos.1
En nombre de los 100.000 Shuar, Achuar y Kichwa que viven en
aproximadamente 1,6 millones de hectáreas de selva virgen, la delega-
ción entregó una carta al Director Ejecutivo de Burlington Resources
emplazando a la compañía a suspender todas sus actividades petrolíferas
en la zona y a abandonar el territorio de inmediato. Recordando las se-
cuelas de contaminación tóxica y de destrucción de la selva que han dejado
otras explotaciones petrolíferas en la Amazonía, el presidente de la Fede-
ración de Pueblos Shuar declaró categóricamente que «los pueblos Shuar
y Achuar de la Amazonía Ecuatoriana quieren hacer saber que la posi-
ción de nuestras comunidades es un NO a la prospección petrolífera, un
NO al diálogo y a la negociación, un NO a la deforestación, un NO a
la contaminación y un NO a todas las actividades petrolíferas».2
La presencia entre nosotros de los dirigentes indígenas fue un testi-
monio vivo que nos recordó los enormes daños «invisibles» que han

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de pagar pueblos y parajes distantes por el consumo de los países ri-
cos. Su visita puso un rostro humano a una realidad silenciada por la
tendencia de la economía globalizada actual a distanciar y aislar al con-
sumidor de los impactos negativos de sus compras, alargando las dis-
tintas fases del ciclo productivo —desde la extracción de las materias
primas, pasando por la elaboración, el uso y finalmente la eliminación
del producto. Por ejemplo, a pesar de que durante la última década las
ventas de vehículos todoterreno se han disparado en Estados Unidos,
muy pocos compradores —si es que alguno— se han parado a pensar
la relación entre su compra y la suerte de unos pueblos indígenas cuyo
sustento y cuyas vidas han sido destrozadas por la prospección petrolí-
fera.3
Si bien la visita de la delegación amazónica fue sobre todo un in-
tento de evitar daños mayores, abre también una puerta a la esperan-
za, pues demuestra cómo los retos ambientales y sociales asociados a
la globalización económica están estimulando formas innovadoras de
movilización política que trascienden las fronteras internacionales. El
cambio a unos modelos de producción y de consumo sostenibles des-
de el punto de vista ambiental requiere un fortalecimiento de estas
alianzas, para poder establecer unas nuevas reglas de juego que nos
permitan avanzar hacia una economía global basada en la protección
en lugar del saqueo de las riquezas naturales del planeta.

La expansión del «McMundo»


El libro de Benjamín Barber Jihad vs. Mc World, publicado por vez
primera en 1995, describe con una clarividencia inusual nuestro com-
plicado mundo, en el que dos situaciones aparentemente contradicto-
rias se desarrollan simultáneamente: una «en la cual se impone la lu-
cha de cultura contra cultura, de gente contra gente, de tribu contra
tribu», y una segunda en la que «una avalancha de fuerzas económi-
cas, tecnológicas y ecológicas... llama a la integración y a la uniformi-
dad y.... seduce a la gente en todo el mundo con música rápida, orde-
nadores rápidos y comida rápida..., un McMundo ligado por las
comunicaciones, la información, el ocio y el comercio».4
La expansión global del McMundo está haciendo que la sociedad
de consumo occidental invada el resto del mundo con una rapidez
vertiginosa. Poco después de la caída del muro de Berlín en 1989,
empezaron a verse carteles de anuncios de tabaco y de marcas de lico-
res occidentales por muchos rincones de la Europa del Este, a veces en

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las mismas plazas centrales presididas antaño por el busto de dirigen-
tes comunistas. Y no es raro que al llegar a los lugares más remotos
del mundo en desarrollo lo primero que los viajeros se encuentran sea
un puesto de Coca-Cola. La propia cadena McDonalds tiene en fun-
cionamiento 30.000 restaurantes en 119 países, mientras que la em-
presa alemana Siemens tiene delegaciones en 190 países, en los que
vende teléfonos móviles, ordenadores, y equipos médicos, así como
sistemas de iluminación y de transporte. (Ver tabla 7-1.)5
La rápida globalización de la economía del consumo a lo largo de
los años noventa tuvo mucha relación con el período de prosperidad
económica generalizada y el crecimiento del movimiento internacional
de bienes, servicios y dinero experimentado durante esos años. El va-
lor del comercio mundial de mercancías se incrementó cerca de un 50%
durante esta década, subiendo de 4,22 billones a 6,25 billones de US$.
Las exportaciones de servicios comerciales, como bancos, consultorías
y turismo crecieron a un ritmo aun más rápido. (Ver gráfico 7-1.) La
inversión extranjera directa (IED) se disparó también, alcanzando una
punta de 1,4 billones de US$ en el año 2000. La explosión de IED
fue estimulada, en parte, por un frenesí de fusiones entre compañías,
si bien la tendencia se ha invertido espectacularmente en los últimos
años como consecuencia de la recesión económica general y de la pér-
dida de confianza en los negocios tras los ataques terroristas a Estados
Unidos en septiembre de 2001. El crecimiento del comercio global y
de las inversiones de las últimas décadas han contribuido a reducir los
costes de muchos de los bienes de consumo, como ropa, ordenadores
y juguetes —un fenómeno ensalzado por los economistas tradicionales
y censurado por los críticos a la borrachera global de consumo.(Ver ca-
pítulo 5.)6
Una consecuencia de la tendencia general a la expansión del comercio
mundial ha sido el rápido auge comercial de una serie de mercancías
que tienen una particular relevancia en términos medio ambientales,
como los minerales, los productos forestales, la pesca y los productos
agrícolas. (Ver gráfico 7-2.) El valor del comercio mundial de produc-
tos forestales, por ejemplo, se multiplicó por cuatro entre 1961 y 2001,
alcanzando un máximo de 148.000 millones de US$ en 2000, para
luego descender a 132.000 millones de US$ en el año 2001. Al mis-
mo tiempo, la superficie forestal de la Tierra ha experimentado un
declive constante. El comercio no es, desde luego, el único factor de-
terminante, pero ha desempeñado un importante papel en la reducción
de las masas forestales. El valor de las exportaciones de pescado, asi-
mismo, casi se triplicó entre 1976 y 2001, alcanzando los 56.000 mi-

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Tabla 7-1. La expansión del «McMundo»

Compañía Presencia en el mundo

Hennes & Mauritz Esta compañía sueca de ropa emplea a 39.000 personas en 17 países
europeos y en Estados Unidos. Tiene abiertas 893 tiendas y tiene pre-
visto abrir otras 110, introduciéndose en Canadá, en 2003. Su factura-
ción ascendió a 6.800 millones de US$ en el año 2002. Trabaja con
proveedores en Europa y en Asia.
Levi Strauss Esta compañía americana vende ropa en más de 100 países, y su mar-
ca está registrada en 160 países. Emplea a 12.400 personas en todo
el mundo. En 2002 declaró un volumen de ventas total de 4.100 mi-
llones de US$, y unos ingresos netos de 151 millones de US$ en 2001.

Grupo Tata El grupo Tata opera en siete sectores industriales, que incluyen trans-
porte, energía, productos químicos y servicios de comunicación. Naci-
do en la India, cuenta con socios en 11 países en todo el mundo. En el
ejercicio 2001-02 declaró una facturación de 2.900 millones de US$,
el doble que el año anterior.
Grupo Altria, Inc. El Grupo Altria es la empresa matriz de Kraft Foods, la segunda marca
de alimentos más grande del mundo, y de Philip Morris, la compañía
de tabaco internacional con mayores ganancias. El Grupo Altria tuvo
unos ingresos netos de 80.400 millones de US$ en 2002, de los cuales
28.700 millones correspondían al comercio internacional de tabaco.
Emplea a 169.000 personas en 150 países.
Siemens Esta compañía alemana emplea a 426.000 personas y cuenta con su-
cursales en 190 países. Vende teléfonos móviles, ordenadores, equipos
médicos, sistemas de iluminación y de transporte. En 2002, las ventas
netas de Siemens ascendieron a 96.400 millones de US$, de las cuales
el 79% procedían del comercio internacional. La compañía tiene un
millón de accionistas.
Yum! Brands Anteriormente parte de PepsiCo, esta compañía y sus seis filiales —
KFC, Pizza Hut, Taco Bell, A&W, All-American Food Restaurants y Long
John Silvers— tuvieron unas ventas globales de más de 24.000 millo-
nes de US$ en 2002. Opera 32.500 restaurantes en más de 100 países
y en 2002 empleaba a 840.000 personas. En 2001 Yum! Brands abrió
1.000 restaurantes fuera de Estados Unidos, aproximadamente tres al
día. China tiene en la actualidad 800 KFCs y 100 Pizza Huts.
McDonald’s Corp. McDonalds sirve a 46 millones de clientes todos los días. Tiene abier-
tos 30.000 restaurantes en 119 países. En 2002 sus ingresos totales
ascendieron a 15.400 millones de US$. El día de la inauguración del
primer local en la ciudad de Kuwait, la cola de coches esperando su
apertura medía más de 10 kilómetros.

268

situacion2004bo.p65 268 29/06/2007, 14:30


Domino’s Pizza Domino’s abrió su establecimiento número 7.000 en 2001 y está pre-
sente en 60 países. En 2002 el volumen de ventas del conjunto de los
países ascendía a 4.000 millones de US$. Su servicio de ventas a do-
micilio recorre 14 millones de kilómetros semanales sólo en Estados
Unidos. Domino’s gasta casi 70 millones de kilos de queso anuales y
más de 12 millones de kilos de pimientos.
Coca-Cola Coca-Cola vende más de 300 marcas de bebidas en más de 200 países.
Más del 70% de los ingresos de la compañía proceden de fuera de Es-
tados Unidos, y sus ingresos netos alcanzaron los 19.600 millones de US$
en 2002. Sólo en África, Coca-Cola emplea a 60.000 personas.

Fuente: ver nota al pie 5.

llones de US$ en 2001. A la vez, hemos asistido a un deterioro de las


pesquerías a nivel mundial: la Organización de Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura calcula que un 75% de los recursos
pesqueros están actualmente sometidos a una explotación límite o que
ha sobrepasado ya los límites sostenibles.7
Por otra parte, se está dando un intercambio global muy diferente
entre países cuya huella ecológica ha superado su capacidad de carga
ecológica, que a menudo importan bienes procedentes de países que

Billones de US$
9
(en US$ 2001)
8
7
6 Bienes y servicios

5
4
Bienes
3
2
1
Fuente: FMI
0
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

Gráfico 7-1. Expor taciones mundiales de bienes


Exportaciones
y servicios, 1950-2002
servicios,

269

situacion2004bo.p65 269 29/06/2007, 14:30


disponen de un amplio margen de carga, conduciendo a situaciones de
déficit comercial ecológico. (Ver en el Capítulo 1 cómo se contabiliza
la huella ecológica, que mide la cantidad de tierra productiva que
requiere una economía para producir los recursos que necesita y para
asimilar sus desechos.) El tamaño de estos déficit varía enormemente
de un país a otro; países tan distintos como Japón, Holanda, los
Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos son todos importantes im-
portadores netos de capital ecológico. (Ver gráfico 7-3.) Aunque en
algunas ocasiones este tipo de transferencia tiene sentido desde una
perspectiva ecológica y económica, está permitiendo, en realidad, que
algunos países vivan por encima de sus posibilidades ecológicas.8
La creciente globalización de la economía mundial permite también
distanciar a los consumidores y a los productores de los residuos gene-
rados en la fabricación, el uso y la eliminación última de la multitud
de productos y de trastos que caracterizan nuestra economía de consu-
mo. La filosofía de «ojos que no ven, corazón que no siente» resultado
de este distanciamiento nos lleva a trasladar a otros estas cargas y
desmotiva las medidas necesarias para corregir en su origen este mo-
delo de consumo insostenible. (Ver cuadro 7-1.) El problema de la ex-

Millones de toneladas
500 Fuente: FAO

400
Azúcar y edulcorantes
300

200
Arroz
100 Verduras
Soja
0
Carnes

1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005

Gráfico 7-2. Expor taciones mundiales de mer


Exportaciones cancías
mercancías
seleccionadas, 1961-2001

270

situacion2004bo.p65 270 29/06/2007, 14:30


Hectáreas
25 Fuente: Redefining Progress

20
Capacidad de carga disponible Huella ecológica

15

10

U.
os
da
cia

ndia
ido

ralia

Esta Canadá
Rein ecia
nda
a
a
India

a
ania
frica
M il

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B ra s

E.A.
Japó

Unid
elan
Fran
o Un
Hola
Gr

Aust
Finla
Alem
a de
Indo

va Z

dos
Nue
Figura 7-3. Huella ecológica por persona
en países seleccionados, 1999

portación de residuos acaparó la atención mundial de forma importante


por primera vez a mediados de los años ochenta, cuando salieron a la
luz una serie de incidentes que tuvieron mucha repercusión en los
medios de comunicación —como por ejemplo «la gabarra errante de
basuras» de Filadelfia, un barco cargado con cenizas tóxicas cuya en-
trada fue denegada por tres estados y por cinco países durante 16 me-
ses— evidenciando el creciente comercio internacional de residuos só-
lidos y peligrosos. Más recientemente, la proliferación de desechos de
la industria electrónica generados por la era de la información está lle-
vando a un floreciente comercio internacional de ordenadores, televi-
siones, teléfonos y otros aparatos eléctricos desechados.9
Con unos mercados de bienes de consumo cada vez más saturados
en los países industriales, las estrategias de ventas de las empresas de-
penden cada vez más de las expectativas de crecimiento de los países
en desarrollo, que conducirán al aumento del consumo de todo tipo
de bienes, desde coches y televisores hasta papel y comida rápida. Esta
tendencia es especialmente pronunciada en las regiones de Asia y del
Pacífico, donde se calcula que viven en la actualidad unos 684 millo-

271

situacion2004bo.p65 271 29/06/2007, 14:30


Cuadro 7-1. Comercio justo y el consumidor
Comercio

Como señalaba recientemente el poeta y agricultor Wendell Berry: «Una de las prin-
cipales consecuencias —y de las principales necesidades— del industrialismo es el
distanciamiento entre las personas, los lugares y los productos, y la historia de sus
repercusiones». Puede decirse que el consumidor moderno está interactuando prác-
ticamente cada minuto con personas y lugares del planeta situados a cientos o miles
de kilómetros de distancia. La red global de comercio permite en gran medida a los
consumidores olvidarse de su dependencia del entorno inmediato. La desafortunada
consecuencia de este hecho es que los consumidores no perciben los tremendos efectos
que sus opciones consumistas tienen sobre la vida de las personas al otro extremo
de la cadena de producción y consumo.
Mientras que los beneficiarios del libre comercio son los consumidores y los in-
termediarios, los costes recaen habitualmente en algún otro lugar —situado en las
márgenes del circuito comercial mundial. Extraemos nuestros recursos y vertemos
nuestros desechos en zonas habitadas por la población más pobre y más indefensa
del planeta. Aunque siempre parece haber alguien dispuesto a limpiar los desastres
que dejamos a nuestro paso los consumidores del mundo industrial, es frecuente que
los más perjudicados no reciban compensación alguna, o que la compensación sea
insignificante comparada con los daños causados a recursos locales vitales.
El creciente problema de los desechos de la electrónica es un ejemplo muy revela-
dor. Los consumidores tienen poca curiosidad por saber qué se esconde tras la panta-
lla de un ordenador o de un teléfono móvil, o qué se hace con un aparato electrónico
cuando aparece un nuevo modelo. Para saber qué ocurre tendrían que viajar muy le-
jos, hasta lugares como la región de Guiyi, en la provincia China de Guangdong. Cien-
tos de camiones traquetean a diario por las carreteras de esta comarca con destino a
los vertederos desperdigados entre las aldeas, transportando miles de ordenadores,
impresoras y televisores usados procedentes de Norteamérica. Por un US$ o dos al día,
trabajadores emigrantes y sin protección alguna hurgan entre las montañas de dese-
chos electrónicos —quemando plásticos, rompiendo los tubos de rayos catódicos y
vertiendo ácidos sobre los circuitos para extraer los metales preciosos y otros compo-
nentes valiosos. En los alrededores de los vertederos el aire está cargado de humo con
sustancias cancerígenas. Las aguas de la región están tan contaminadas que el agua
para beber hay que traerla desde más de 30 kilómetros de distancia.
Los deseos de los consumidores y el bienestar de quienes se ven atrapados en el
proceso de satisfacer esos deseos pueden estar entrelazados por relaciones muy com-
plejas. La población de una comarca puede depender económicamente de la indus-
tria que produce determinadas mercancías, y al tiempo sufrir los daños ocasionados
por esa misma industria. El daño se percibe como un efecto secundario, lamentable
pero inevitable. Pero los daños a los recursos locales y las condiciones penosas en
las que trabaja la gente son efectos colaterales típicos de la pugna por mantener
unos precios finales bajos de cara al consumidor. Por citar un ejemplo, la industria
bananera de Panamá emplea a un descomunal 70% de la población. Para aumentar
la producción, las bananas se cultivan en enormes plantaciones en régimen de mo-
nocultivo, utilizando grandes cantidades de pesticidas que son aplicados por traba-
jadores sin protección alguna, o desde avionetas que fumigan los campos de forma
indiscriminada. Estas sustancias químicas contaminan el suministro de agua y han
sido asociadas al aumento del índice de cáncer en las comunidades que viven cerca

272

situacion2004bo.p65 272 29/06/2007, 14:30


de las plantaciones. La salud de los trabajadores y de las comunidades, en definitiva,
no se incluye en el precio final.
La adopción de mejores prácticas productivas depende de que los consumidores
sean conscientes de los problemas y apoyen sistemas más adecuados. En la industria
bananera, algunos grupos de activistas han empezado a llamar la atención sobre la
difícil situación de los trabajadores, alentando a algunas compañías a modificar sus
prácticas. Dole, por ejemplo, está aumentando sus esfuerzos por cultivar plátanos con
métodos ecológicos, sin utilizar pesticidas. Y las plantaciones de Chiquita en América
Latina están avaladas ahora al 100% por el certificado del Proyecto de Mejoramien-
to Bananero de la Rainforest Alliance, que inspecciona las plantaciones para verifi-
car que se gestionan con prácticas sostenibles, más saludables para los consumido-
res, para el medio ambiente y para los empleados.
El «comercio justo» de algunas mercancías se está convirtiendo en un instrumento
que proporciona a los agricultores y a los productores independientes un mayor con-
trol sobre las ventas del producto, al tiempo que les acerca al consumidor final. En las
redes de comercio justo, los pequeños productores se agrupan formando cooperativas
que venden directamente a minoristas a un precio mínimo garantizado. Actualmente,
el café es el ejemplo más claro de comercio justo. Hace unos años, los precios pagados
a los productores de café se desplomaron, alcanzando mínimos históricos, mientras que
los beneficios de los grandes mayoristas seguían siendo considerables. En Centroamé-
rica, fueron despedidos más de medio millón de trabajadores de los cafetales. Aldeas
antaño prósperas se transformaron en pueblos fantasmas, mientras sus habitantes se
hacinaban en las peligrosas barriadas míseras de los suburbios urbanos.
El comercio justo está permitiendo a muchos pequeños agricultores mantenerse a
flote. Los miembros de la cooperativa Oromiya, de Etiopía, venden el café al doble de
precio que sus vecinos del mercado normal. El comercio justo implica también benefi-
cios para el medio ambiente. El contar con un mercado estable supone para los agri-
cultores un desahogo que les permite pensar a largo plazo. Los miembros de la coope-
rativa Miraflor, de Nicaragua —igual que otras muchas cooperativas de comercio justo—
cultivan ahora el café bajo el dosel del bosque con métodos ecológicos donde antes se
empleaban grandes cantidades de pesticidas y se talaba el arbolado.
Aunque todavía constituye una fracción pequeña del mercado, las ventas de café
comercializado a través de redes de comercio justo aumentaron en el año 2001 un
12%, comparado con un crecimiento total del consumo de café de sólo el 1,5%.
Los consumidores podemos hacer cambiar el comercio mundial hacia un sistema
más justo y sostenible. La indignación por unas condiciones injustas y una demanda
más responsable de productos en términos sociales pueden contribuir a que las com-
pañías se replanteen su manera de hacer negocio, facilitando las cosas a quienes se
encuentran en los extremos de la cadena de la producción y el consumo. Cuando
permanecen ocultas las consecuencias del consumo, no suelen contabilizarse los costes
sociales y ambientales y es difícil que se lleven a cabo reformas. Una mayor sensibi-
lización de los consumidores y la voluntad de actuar pueden, sin embargo, restable-
cer el vínculo entre el consumo y sus consecuencias, evitando los daños provocados
frecuentemente por el dispendio inconsciente.

Dave Tilford, Center for a New American Dream

Fuente: ver nota al final nº 9.

273

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nes de miembros potenciales de la sociedad de consumo global —más
que toda Europa Occidental y Norteamérica sumadas. (Ver Capítulo
1.) Desde el punto de vista ético sería problemático sugerir que los países
en desarrollo no tienen derecho a las mismas opciones de consumo
material que los consumidores occidentales han asumido como algo
incuestionable durante mucho tiempo, pero la adopción a nivel global
del modelo de consumo de los países industriales sometería a los siste-
mas naturales de la Tierra a una presión insoportable.10
Ante este dilema, algunos analistas del mundo en desarrollo han
comenzado a resaltar en los últimos años las ventajas implícitas del
cambio hacia una economía ambientalmente sostenible, en lugar de
lamentar sus inconvenientes. El Consejo Chino para la Cooperación
Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, por ejemplo, seña-
laba en una declaración reciente que «El patrón de consumo notable-
mente bajo de China constituye una oportunidad para evitar los erro-
res de muchos otros países que han desarrollado unos niveles de
consumo material y energético muy altos. La adopción de un modelo
de consumo más sostenible podría favorecer el desarrollo de unas em-
presas locales más competitivas y un mayor acceso a los mercados in-
ternacionales.» El reto es ahora cómo desarrollar estrategias que con-
duzcan a un salto cualitativo, evitando los errores de Occidente y
creando una economía donde los productores utilicen las tecnologías
verdes más avanzadas de forma generalizada, y los consumidores asu-
man las prácticas de consumo sostenibles como algo normal en su vida
cotidiana. (Ver Capítulos 5 y 6.)11
Poco más de dos años después de que el ataque terrorista contra
Nueva York y Washington hiciese colisionar las trayectorias de la Yihad
y del McMundo, está cada vez más claro que ninguna de estas dos al-
ternativas nos conducirá a un futuro estable y seguro. Poco antes del
primer aniversario del 11 de septiembre, decenas de miles de personas
de todo el mundo se reunieron en Johannesburgo, Sudáfrica, para asistir
a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible. Implícitamente, los
participantes en la conferencia rechazaron el camino tanto de la Yihad
como del McMundo, haciendo suya la causa de construir una socie-
dad ambientalmente saludable y socialmente justa. Quienes defienden
un desarrollo sostenible se enfrentan ahora al reto de mantener cen-
trada la atención de la población y la voluntad de los políticos en la
necesidad urgente de plasmar en medidas concretas los muchos e im-
portantes acuerdos internacionales conseguidos en Johannesburgo, que
incluían el compromiso de transformar los modelos insostenibles de
consumo y de producción.

274

situacion2004bo.p65 274 29/06/2007, 14:30


Cooperación mundial para un consumo sostenible
La primera vez que la atención internacional se centró en cuestiones
de consumo y de producción fue diez años antes de la conferencia de
Johannesburgo, cuando las Naciones Unidas convocaron la Cumbre de
la Tierra en Río de Janeiro en 1992. En este encuentro histórico, los
gobiernos reconocieron oficialmente que el modelo vigente de consu-
mo y de producción es una de las principales fuerzas que está impul-
sando un desarrollo insostenible, resaltando la responsabilidad que tie-
nen los países de invertir las tendencias actuales. Desde entonces,
consumo y producción han sido tratados como dos caras de la misma
moneda en el mundo de las políticas internacionales. Esta fusión re-
fleja la relación indisoluble que existe entre estos dos fenómenos: es
imposible utilizar productos sostenibles si nadie los produce. Pero esta
relación también refleja una realidad: que una mayoría de los gobier-
nos prefiere limitarse a hablar de los aspectos productivos del asunto,
en vez de abordar cuestiones que afectan a nuestro estilo de vida, que
pueden resultar mucho más polémicas.12
La Agenda 21, el larguísimo plan de acción por un desarrollo soste-
nible que surgió de la conferencia de Río de Janeiro, destacaba la dis-
paridad entre «la excesiva demanda y los estilos de vida insostenibles
de la población más rica» y la imposibilidad de los pobres de satisfacer
sus necesidades básicas de alimentos, de salud, de vivienda y de acceso
a la educación. Hacía también un llamamiento a las instituciones in-
ternacionales y a los gobiernos nacionales para promover una serie de
iniciativas encaminadas a invertir la tendencia hacia unas modalidades
de consumo y de producción insostenibles, como fomentar la eficien-
cia energética y de uso de recursos, reducir al mínimo posible la gene-
ración de residuos, alentar políticas gubernamentales y decisiones in-
dividuales de compra que no dañen el medio ambiente, y reorientar
las políticas de precios de forma que reflejen los costes ambientales
ocultos. Estos compromisos fueron especialmente importantes tenien-
do en cuenta las declaraciones de los representantes oficiales de EE UU
presentes en Río, que aseguraron reiteradamente que el estilo de vida
norteamericano no era negociable.13
El cumplimiento de los compromisos de Río es responsabilidad de
la Comisión para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, una
institución internacional que se reúne anualmente para supervisar la
aplicación del proceso. Esta Comisión ha resultado durante la pasada
década un foro interesante para debatir las cuestiones relacionadas con
consumo y producción entre los gobiernos y los observadores no gu-

275

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bernamentales. Pero a pesar de lo mucho que se ha hablado, los resul-
tados han sido mínimos en términos de acciones concretas.14
Uno de estos logros excepcionales ha sido la revisión de las Direc-
trices de Protección del Consumidor de las Naciones Unidas. Estas
normas no son vinculantes, pero constituyen un interesante instrumento
que pueden utilizar los gobiernos para desarrollar sus propias políti-
cas. Las normas revisadas adoptadas en 1998 instan a los gobiernos a
poner en marcha una serie de medidas innovadoras para promover un
consumo sostenible, entre las que cabe citar la realización de análisis
imparciales del impacto ambiental de los productos, el fortalecimiento
de los mecanismos reguladores de protección del consumidor y la adop-
ción de prácticas sostenibles en las actividades de los gobiernos. Lamen-
tablemente, un estudio realizado en el año 2002 por el Programa de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y de Consu-
midores Internacional llegaba a la conclusión de que la aplicación de
las directrices por parte de los países está siendo muy lenta, y un 38%
de los gobiernos respondían que ni siquiera tenían conocimiento de su
existencia.15
En los años siguientes a la Cumbre por la Tierra de 1992 varias
organizaciones internacionales desarrollaron también cierta actividad en
torno a cuestiones de consumo y producción. La Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un foro con sede en
París donde los países industriales más importantes debaten políticas
económicas y sociales, ha patrocinado una serie de reuniones y traba-
jos de investigación encaminados a estimular la aplicación de políticas
innovadoras sobre consumo y producción sostenible por parte de los
gobiernos. Estas políticas incluyen sistemas de etiquetado ecológico que
faciliten a los consumidores la elección de productos que no dañan el
medio ambiente, normativas sobre recogida que obligan a los produc-
tores a hacerse cargo de los embalajes y artículos desechados, recortes
de las subvenciones asignadas a industrias dañinas para el medio am-
biente e impuestos ecológicos que incorporan los costes ambientales a
los precios de los productos. (Ver Capítulo 5.)16
El PNUMA es otra de las instituciones que ha trabajado activamente
para promover un consumo sostenible a escala global. Este programa
de las Naciones Unidas con sede en Nairobi ha puesto en marcha en
el año 2002 una Iniciativa del Ciclo de Vida, que pretende poner de
acuerdo a dirigentes industriales, universidades y responsables de la toma
de decisiones sobre políticas gubernamentales para estimular el desa-
rrollo y la divulgación de herramientas prácticas que permitan evaluar
los impactos ambientales de los productos a lo largo de todo su ciclo

276

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de vida. El PNUMA colabora también con otras agencias de las Na-
ciones Unidas y con el Banco Mundial para mejorar las políticas de
compras de estas instituciones en sus aspectos ambientales. Trabaja con
industrias de especial relevancia para un consumo sostenible, incluyendo
los sectores de publicidad, moda, finanzas y minorista, para estimular-
les a que promuevan el consumo y la producción sostenible. Intenta
también involucrar a las organizaciones no gubernamentales (ONG) en
el cambio hacia un consumo sostenible, incluyendo a grupos de con-
sumidores y de jóvenes. (Ver cuadro 7-2.)17
A lo largo de los años noventa los gobiernos dieron también ciertos
pasos para fortalecer algunos tratados internacionales que responden a
amenazas al medio ambiente global. Estos tratados son más vinculantes
que las actividades de cooperación que acabamos de describir y consti-
tuyen por tanto un elemento clave en los esfuerzos para cambiar unos
modelos insostenibles de consumo y de producción. Por ejemplo, los
países que adoptaron en 1995 un acuerdo sobre cooperación en la ges-
tión de las pesquerías internacionales se comprometieron a desarrollar
políticas nacionales para la recuperación de los caladeros, promovien-
do unas capturas y un consumo de pesca sostenible. Los gobiernos que
firmaron en el año 2000 el Protocolo de Bioseguridad de Cartagena,
emanado de la Convención sobre Diversidad Biológica, se obligaban a
acatar una serie de normas sobre consentimiento previo informado en
relación con el movimiento transfronterizo de organismos genéticamente
modificados (OGM) y todos aquellos productos que les contengan, que
dota a los países importadores de un mayor control sobre el uso de
estos productos a nivel interno. Los países que refrendaron la Conven-
ción sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) en el año 2000
se han comprometido a regular la producción y el uso de doce sustan-
cias químicas especialmente nocivas, incluyendo la eliminación de nueve
de ellas. Y los países que en 1997 acordaron los objetivos de reduc-
ción de emisiones de dióxido de carbono del Protocolo de Kioto al
Acuerdo Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, ha-
brán de reducir su dependencia en combustibles fósiles para conseguir
los niveles requeridos por este tratado.18
Los acuerdos sobre pesquerías y sobre bioseguridad han sido ratifi-
cados oficialmente por suficientes países para su entrada en vigor, de
forma que sus disposiciones ya son vinculantes para los miembros de
ambas convenciones. No se puede decir lo mismo de la Convención
sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes y el Protocolo de Kioto,
a pesar de que muchos de los países signatarios están modificando sus
políticas nacionales para adaptarlas a dichos acuerdos.19

277

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Cuadro 7-2. Encauzando el poder de la gente joven para
cambiar el mundo

Según la Fundación de las Naciones Unidas para la Población, en el mundo hay


más de 1.000 millones de jóvenes entre los 15 y 24 años, y en los países en de-
sarrollo más de 500 millones de jóvenes se incorporarán a la vida laboral duran-
te la próxima década. Estas cifras indican la enorme capacidad de influencia que
tienen los jóvenes, a través de sus preferencias, de sus estilos de vida y de sus
aportaciones profesionales, para lograr un futuro mejor. Pero la capacidad de
compra y de tomar decisiones de esos mil millones de jóvenes dista mucho de ser
homogénea. La mitad de ellos viven en la pobreza. En el otro extremo del espec-
tro social, los jóvenes de la sociedad de la abundancia son responsables de una
fracción creciente del consumo total y están sometidos a una presión constante
para comprar más. Con la globalización del cine, la televisión y los anuncios pu-
blicitarios se corre el riesgo de que la tendencia de estos medios de comunica-
ción a ensalzar el modelo de vida materialista de la juventud de los países ricos
pueda influir muy negativamente en las actitudes y en los hábitos de consumo
de otros jóvenes del planeta.
En respuesta a esta situación, el Programa de Medio Ambiente de las Nacio-
nes Unidas (PNUMA) y la UNESCO llevaron a cabo en el año 2000 una encuesta
denominada «¿El futuro es vuestro?» sobre las actitudes hacia el consumo de los
jóvenes entre 18 y 25 años. Más de 8.000 jóvenes respondieron a la encuesta, pro-
porcionando una información importante sobre las aspiraciones e intereses de la
juventud, su conocimiento del consumo ético y ambientalmente responsable, y su
percepción del papel que desempeña la juventud en la mejora del futuro del mun-
do. La encuesta descubrió que la gente joven comprende el impacto ambiental
asociado al uso y a la eliminación de los productos que utiliza, pero que es mucho
menos consciente del impacto de sus hábitos de compra, especialmente en lo que
se refiere a comida y ropa. Descubrió también que la juventud considera que las
cuestiones ambientales, de derechos humanos y de salud son problemas muy
preocupantes de cara al futuro, pero prefieren actuar individual y no colectivamente
para solucionarlos.
Si bien la encuesta revelaba en general que los jóvenes no relacionan su com-
portamiento personal con los problemas globales, hay multitud de ejemplos de jó-
venes muy comprometidos en campañas para conseguir que sus comunidades y sus
gobiernos promuevan un consumo sostenible. Cabe citar, entre otros ejemplos, el
de un activista peruano de 23 años que ha conseguido involucrar a Shell en un
proyecto que financia la instalación de paneles solares en una aldea perdida en
las montañas; el de un joven de Camerún que va de pueblo en pueblo enseñando
a otros jóvenes a utilizar el agua de forma más segura y eficiente; el de jóvenes
llamados «los comandos de los supermercados» que están negociando con las
grandes superficies de Suecia para asegurar la disponibilidad de productos
sostenibles en lugares bien visibles, y el de grupos de jóvenes de Estados Unidos
que han desarrollado una guía de regalos de comercio justo y productos ecológi-

278

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cos. Respondiendo a los resultados de esta encuesta y a un taller organizado pos-
teriormente para su discusión, el PNUMA y la UNESCO han iniciado el Proyecto
YouthXchange, que pretende desarrollar instrumentos que ayuden a la gente jo-
ven a promover modelos de consumo sostenibles.

Isabella Marras,
Programa Medio Ambiente de las Naciones Unidas.

Fuente: ver nota al final nº 17.

Además de las iniciativas de las instituciones internacionales y de


algunos gobiernos, en los años siguientes a la Conferencia de Río se
han desarrollado nuevas herramientas de información, como los siste-
mas de etiquetado y de certificación internacional, que responden a una
mayor sensibilización de los consumidores por las repercusiones de una
cadena de producción global que les vincula a personas y comunida-
des en lugares muy distantes. Un ejemplo de ello es la creciente popu-
laridad del café, las bananas y otros productos que cumplen los requi-
sitos de un etiquetado «ecológico» o de «comercio justo», o ambos. (Ver
Capítulo 4.) Es igualmente digno de mención el Consejo de Manejo
Forestal, una entidad independiente fundada en 1993 con el objetivo
de establecer estándares de producción forestal sostenible a través de
un proceso de cooperación en el que participan empresas madereras así
como organizaciones ambientalistas y los habitantes de las comarcas con
bosques. A los diez años de su fundación, el Consejo de Manejo Fo-
restal ha certificado más de 39 millones de hectáreas de bosques so-
metidos a explotación comercial sostenible en 58 países, más de seis
veces la extensión acreditada en 1998, aunque esta superficie suponga
todavía solo el 1% de los bosques del mundo.20
El Consejo de Vigilancia Marina se creó unos años después siguiendo
el modelo del Consejo de Manejo Forestal. Hasta la fecha el Consejo
de Vigilancia Marina ha certificado siete pesquerías que cumplen con
los criterios medioambientales de manejo adecuado y sostenibilidad
establecidos por esta entidad: las pesca de salmón en Alaska, la pes-
quería de hoki o merluza de cola en Nueva Zelanda, y la pesquería de
bogavante en Australia Occidental. Otras muchas están ahora en fase
de evaluación. En la actualidad se venden unos 170 productos mari-
nos certificados por el Consejo de Vigilancia Marina. Pero como ocu-

279

situacion2004bo.p65 279 29/06/2007, 14:30


rre con los productos forestales, estos representan una fracción muy
pequeña del total producido. Conseguir que los productos obtenidos
de forma sostenible sean la norma, y no la excepción, va a requerir
nuevos incentivos y normativas que conduzcan a una transformación
más amplia de los mercados globales. (Ver Capítulos 5 y 6.)21
A lo largo de la pasada década se han desarrollado con este objetivo
varias iniciativas importantes que pretenden estimular a las grandes
compañías para que adopten unas técnicas de producción más
sostenibles. En el año 2000, las Naciones Unidas presentaron el Pacto
Global, que exhorta a las empresas participantes en esta iniciativa a
integrar en sus actividades nueve valores o principios universales rela-
cionados con los derechos humanos, las condiciones laborales y el medio
ambiente. Más de 1.200 compañías de todo el mundo se han adheri-
do a este pacto de responsabilidad empresarial, aunque sus críticos ta-
chan al programa de falta de concreción en sus exigencias y de no prever
un seguimiento del cumplimiento de los compromisos adquiridos. Más
recientemente, 17 de los bancos más importantes de diez países sus-
cribieron los Principios del Ecuador para la gestión de riesgos ambien-
tales en las operaciones de préstamo. Los bancos que participan en esta
iniciativa se comprometen a exigir el cumplimiento de los condicio-
nantes medioambientales y sociales del Banco Mundial, que se están
convirtiendo con gran rapidez en unas directrices aceptadas para las
inversiones tanto públicas como privadas, de aplicación a los clientes
que solicitan préstamos para grandes proyectos como presas o centra-
les de producción de energía.22
A pesar de estos avances, la cruda realidad es que los limitados avan-
ces logrados desde 1992 hacia modelos de consumo y de producción
más sostenibles han quedado anulados en su mayor parte por el creci-
miento sostenido de la sociedad de consumo a nivel global. En la Cum-
bre Mundial de Johannesburgo los representantes de los países deba-
tieron durante horas sobre cómo cambiar esta tendencia. La influencia
de los grandes intereses privados y una cierta inercia institucional se
tradujeron en una falta de voluntad por parte de muchos gobiernos para
comprometerse a un programa de acción claro en este sentido. No
obstante, el Plan de Aplicación oficial acordado por los gobiernos esti-
pula que todos los países deberán promover unos modelos de consu-
mo y producción sostenibles y que los gobiernos, las organizaciones
internacionales y el sector privado y ONG, entre otros, deberán des-
empeñar un papel importante en la consecución de los cambios nece-
sarios. Entre otras cosas, el Plan de Aplicación requiere un incremento
de las inversiones en producción limpia y eficiencia ecológica, el im-

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pulso de una mayor responsabilidad empresarial y social y la promo-
ción de la internalización de los costes ambientales y de unas políticas
de compras del sector público que no dañen el medio ambiente. (Ver
cuadro 7-3.)23
El Plan de aplicación respalda también el desarrollo en un marco
de diez años de programas a nivel internacional para apoyar las inicia-
tivas regionales y nacionales que aceleren el cambio hacia un modelo
sostenible de consumo y de producción, incluyendo una mejor oferta
de productos y servicios, mayor información al consumidor sobre la
salud y la seguridad de diversos productos y el establecimiento de pro-
gramas de capacitación y transferencia de tecnología para compartir los
avances con los países en desarrollo. En junio de 2003, Naciones Uni-
das convocó una reunión internacional de expertos en Marrakech para
poner en marcha cuanto antes este proceso, y ha organizado también
reuniones relacionadas con este tema tanto en Asia como en Lati-
noamérica.24
Además del proceso oficial que acabamos de describir, la Cumbre
de Johannesburgo generó más de 230 acuerdos de colaboración aso-
ciada comprometiendo a las distintas partes interesadas a desarrollar
acciones conjuntas para ayudar a conseguir la amplia serie de objetivos
acordados en relación con el desarrollo sostenible. Varios de estos acuer-
dos de colaboración estaban relacionados específicamente con el desa-
fío de cambiar los modelos de consumo y de producción. (Ver tabla
7-2.) Por ejemplo, un proyecto de recuperación de bicicletas dirigido
por la ONG holandesa Velo Mondial y apoyado por el fabricante de
bicicletas Shimano tiene prevista la recogida de bicicletas usadas para
su reparación y posterior distribución en África. Los socios de esta ini-
ciativa esperan reunir 12.500 bicicletas (un contenedor) todas las se-
manas a lo largo del primer año, incrementando los envíos hasta uno
diario en el año 2006, si el mercado lo demanda. Y el Programa de
Colaboración de Etiquetado y Normativa de los Aparatos Eléctricos,
una iniciativa que parte de EE UU y en la que participan más de 36
gobiernos así como varias organizaciones internacionales y ONG, se es-
forzará en reducir el consumo energético comercial y doméstico en un
5% mediante el diseño de normas de eficiencia energética y un etique-
tado adecuado, proporcionando asistencia técnica a 35 países en desa-
rrollo. Muchos de estos acuerdos de colaboración son prometedores,
pero será importante que las ONG y otros defensores del desarrollo
sostenible hagan un seguimiento de su aplicación para evitar que tan
loables compromisos no caigan en el olvido a medida que el entusias-
mo generado por Johannesburgo se desvanece.25

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Tabla 7-2. Selección de iniciativas de colaboración en temas
de consumo y pr oducción vinculados a la Cumbr
producción e Mundial
Cumbre
sobr e Desar
sobre Desarr r ollo Sostenible

Unión Civil Árabe para la Gestión de Residuos


Organización que lidera la iniciativa: Sociedad para el Bienestar Infantil y Maternal (Bahrain).
Participan: Consejo de Ministros del Medio Ambiente Árabe, Sociedad de Protección Ambien-
tal de Kuwait, Red del Golfo de Asociaciones de ONG de Medio Ambiente, Grupo de la Ju-
ventud Ajial.
Seis gobiernos árabes están trabajando con las Naciones Unidas y con ONG regionales para
la creación de estrategias regionales que faciliten la implicación de la sociedad civil en pro-
yectos de gestión de residuos sólidos en el ámbito de las comunidades locales. Involucrarán
a las mujeres y a los jóvenes e iniciarán procesos de transferencia de tecnologías relevantes.

Sensibilización y formación para el consumo y la producción sostenible


Organización que lidera la iniciativa: División de Tecnología, Industria y Economía del PNUMA.
Participan: Gobiernos de Holanda y de Suecia, Consumers International, National Cleaner
Production Centres.
Naciones Unidas está trabajando con dos gobiernos y con varias ONG internacionales para
sensibilizar a funcionarios gubernamentales y a pequeñas y medianas empresas de 30 países
en materia de consumo y de producción sostenible. La iniciativa intenta también incrementar
de un 20 a un 50% en tres años el número de gobiernos que aplican las Directrices de Pro-
tección del Consumidor de las Naciones Unidas.

La Iniciativa de Cemento Sostenible


Organización que lidera la iniciativa: Consejo Mundial de Empresarios por el Desarrollo Sos-
tenible.
Participan: Gobierno de Portugal, Universidad de las Naciones Unidas (Japón).
Iniciada en 1999, esta colaboración identifica y promueve los esfuerzos de las compañías
cementeras por aplicar prácticas sostenibles. Asociando a gobiernos nacionales, compañías y
ONG, promueve el diálogo en cuestiones como gestión del cambio climático, utilización de
materias primas, salud laboral y procesos internos empresariales. Ha conseguido involucrar a
cementeras que representan la tercera parte de la producción mundial y tres de ellas están
aplicando ya un protocolo sobre dióxido de carbono.

Introducción de criterios sociales en la producción


Organización que lidera la iniciativa: Ministerio de Cooperación Económica y Desarrollo del
Gobierno Federal (Alemania).
Participan: Agencia de Cooperación Técnica de Alemania, Faber Castell, Sindicato de Trabaja-
dores del Metal de Alemania, administraciones públicas en Asia.
El gobierno de Alemania está coordinando esfuerzos para aplicar una «carta social» en las
compañías proveedoras de Faber Castell en la India. El Sindicato de Trabajadores del Metal
de Alemania ha elaborado la carta, adecuándola a las normas de la Organización Internacio-

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nal del Trabajo. En el año 2002 se organizó un taller de implementación con participación de
diversas entidades colaboradoras, y se ha llevado a cabo una primera inspección para verifi-
car su cumplimiento.

Venta de productos responsables a través de cadenas mayoristas en Europa: buenas prácti-


cas y diálogo
Organización que lidera la iniciativa: Red de Consumidores Responsables Asbl.
Participan: Comisión Europea; Red Europea de Consumo Responsable; CSR Europe; Oxford
Centre for the Environment, Ethics & Society; Die Verbraucher Initiative; así como grupos de
consumidores en Italia y Dinamarca.
En junio de 2003 varias ONG europeas de consumidores, apoyadas por la Comisión Europea
y representantes de la universidad, celebraron una conferencia sobre Distribución de Produc-
tos Eticos en la UE a través de Cadenas Mayoristas. Recopilaron asimismo una base de datos
de 20 estudios sobre minoristas en la UE y se esforzaron por involucrar a las diversas partes
interesadas en un debate sobre cómo conseguir una mayor disponibilidad de productos so-
cial y ambientalmente responsables en los supermercados europeos.

Diálogo de la juventud sobre consumo, estilos de vida y sostenibilidad


Organización que lidera la iniciativa: Federación de Organizaciones de Consumidores de Ale-
mania.
Participan: Gobiernos de Alemania, de México y de Perú; PNUMA; Consumers International;
grupos de consumidores y de juventud de ámbito nacional; Massachussets Institute of
Technology; Media Ecology Technology Association.
Con el apoyo de los tres gobiernos citados, varias ONG de consumidores están aumentando
la conciencia de los jóvenes en temas de consumo, mediante talleres y debates e intercam-
bios de ideas a través de Internet. Están creando una red, basada en Europa y en México,
para educar a los consumidores más jóvenes sobre el impacto del consumo sobre el desarro-
llo sostenible.

Certificación de turismo sostenible


Organización que lidera la iniciativa: Cámara de Turismo de Costa Rica.
Participan: gobiernos de Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Panamá.
Comisión de Acreditación de Turismo Sostenible; Sistema de Integración de América Central.
La Cámara de Turismo de Costa Rica está trabajando con cinco gobiernos de Centroamérica
y con asociaciones de turismo para trasladar un programa de turismo sostenible, ya desarro-
llado con éxito en Costa Rica, a ocho países de Centroamérica para el año 2006. Promocionarán
el uso de productos agrícolas y de artesanías locales, integrando cuestiones económicas,
ambientales y socioculturales en el negocio turístico.

Fuente: ver nota final nº 25.

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Cuadro 7-3. Cuestiones rrelevantes
elevantes en el plan de aplicación
de Johannesbur
Johannesburgogo

El Plan de Aplicación de Johannesburgo es uno de los dos documentos negociados


en el año 2002 en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible. El Plan insta a
los países firmantes a cumplir los compromisos adquiridos en la Cumbre de la Tie-
rra de Río de 1992, participando en un programa marco de diez años sobre consu-
mo y producción sostenible. A grandes rasgos las expectativas y objetivos de este
marco incluirían:

• Que los países industriales sean quienes tomen la iniciativa en la promoción del
consumo y de la producción sostenible.
• Asegurar, mediante una responsabilidad compartida pero diferenciada, que to-
dos los países se benefician del proceso de cambio hacia un consumo y una pro-
ducción sostenible.
• Conseguir que las cuestiones de consumo y de producción se consideren
intersectoriales, integrándolas en todas las políticas de desarrollo sostenible.
• Centrarse en la juventud, especialmente en los países industrializados. Utilizar
los medios de información al consumidor y campañas publicitarias para comuni-
car a la juventud cuestiones sobre consumo y producción sostenible.
• Promover la aplicación del principio de «quien contamina paga», que internaliza
los costes ambientales e incorpora las cargas financieras de la contaminación al
precio del producto.
• Incorporar a las políticas procedimientos de análisis del ciclo vital, de forma que
se haga un seguimiento de los productos a lo largo de toda su vida, desde la
producción, pasando por el uso hasta su eliminación. Utilizar este enfoque para
potenciar la eficiencia de los productos.
• Apoyar políticas de compras del sector público que estimulen el desarrollo de
productos y de servicios ecológicos.
• Desarrollar fuentes de energía más limpias, más eficientes y más asequibles para
diversificar el suministro energético. Eliminar de forma gradual las subvenciones
a la energía que inhiben un desarrollo sostenible.
• Alentar iniciativas voluntarias de la industria que promuevan la responsabilidad
social y ambiental de las empresas, en particular de las instituciones financieras.
Cabe citar, entre otros, los códigos de conducta, los certificados de garantía, las
normas ISO, y las Directrices de Información sobre Iniciativas Globales.
• Recopilar ejemplos de producción limpia rentables y promover métodos de pro-
ducción menos contaminantes, en particular en los países en desarrollo y entre
las pequeñas y medianas empresas.

Fuente: Ver nota al pie nº 23.

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De Johannesburgo a Cancún y más allá
Un año después de la Cumbre de Johannesburgo sobre el Desarrollo
Sostenible, la atención mundial se ha centrado de nuevo en una im-
portante reunión internacional, si bien con un cariz bastante distinto:
la reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC)
en Cancún, México, en septiembre de 2003. La OMC está basada en
un concepto del mundo radicalmente diferente de la filosofía de desa-
rrollo sostenible que inspira los acuerdos de Río y Johannesburgo, si
bien sus disposiciones repercuten de forma notable en la capacidad de
los consumidores y de los gobiernos de promover prácticas empresa-
riales sostenibles en todo el mundo. Pero en Cancún las negociaciones
de la OMC no llegaron a término, proporcionando a los gobiernos con
mentalidad reformadora y a los activistas la posibilidad de presionar para
que en futuras negociaciones comerciales exista una mayor sensibilidad
por un desarrollo sostenible.26
Cuando se creó la OMC en 1995, los expertos en comercio argu-
mentaban que los legisladores estaban aprobando normativas ambien-
tales carentes de fundamento científico y cuya finalidad principal era
evitar la entrada de determinados productos extranjeros en sus merca-
dos. Muchos gobiernos compartían esta preocupación por un «protec-
cionismo verde». A los gobiernos de los países en desarrollo les inquie-
taba en particular que el aumento de normativas ambientales en el
mundo industrial constituyera una barrera comercial a sus productos.
Los analistas ambientales, por el contrario, tendían a considerar las le-
yes en cuestión no como restricciones comerciales encubiertas, sino
como medidas legítimas de protección del medio ambiente y de la sa-
lud humana. En muchos casos estas normativas habían sido aprobadas
tras interminables luchas políticas contra intereses privados en el país
de origen.27
El acuerdo por el que se creó la OMC, no obstante, incluía varias
disposiciones que imponían nuevas restricciones a la capacidad de los
gobiernos para adoptar medidas legislativas que protegiesesn la salud
humana, animal y de las plantas. Los funcionarios de la organización
mantenían que el objetivo de las estas restricciones era detectar barre-
ras comerciales encubiertas, sin impedir a los países llevar a cabo polí-
ticas legítimamente motivadas por preocupaciones ambientales, de sa-
lud o de seguridad. Pero las nuevas restricciones de la OMC han dado
pie a una serie de litigios de alto nivel entre políticas ambientales y
comerciales, como el conflicto con las leyes de EE UU que restringen
la importación de atún capturado con artes de pesca que dañen a los

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delfines, y de langostinos pescados con métodos perjudiciales para las
tortugas marinas. (Ver tabla 7-3.) Aunque los razonamientos utiliza-
dos por los órganos de solución de conflictos en sus dictámenes están
mostrando una mayor sensibilidad por el medio ambiente durante los
últimos años, siguen existiendo diferencias fundamentales entre las
normas sobre comercio internacional y la naciente práctica ambiental
que pueden entorpecer los esfuerzos para promover modelos de con-
sumo y de producción más sostenibles.28
Un claro ejemplo de estas diferencias es el prolongado litigio entre
la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos por la venta de carne con
hormonas. A finales de los años ochenta la UE aprobó una normativa
prohibiendo la venta de carne hormonada, respondiendo a la preocu-
pación de los consumidores de que su consumo pudiera estar relacio-
nado con determinados tipos de cáncer y problemas de salud
reproductiva. Esta medida era aplicable tanto al ganado criado en Eu-
ropa como al importado, y se ajustaba por tanto a los inamovibles prin-
cipios de trato no discriminatorio de la OMC. Pero la prohibición era
una amenaza para la industria ganadera de Estados Unidos, donde el
uso de hormonas está muy afianzado, pues bloqueaba las exportacio-
nes de carne de vacuno valoradas en cientos de millones de US$.29
La industria de carne de vacuno de EE UU convenció a su gobier-
no para defender su causa ante la OMC, argumentando que la legisla-
ción europea no tenía suficiente justificación científica y no se basaba
en una evaluación de riesgos adecuada. Sin embargo, la Comisión Eu-
ropea mantuvo que la normativa se ajustaba al principio de precaución,
un precepto de la legislación medioambiental internacional que afirma
que «cuando existan amenazas de daño grave o irreversible, la falta de
certidumbre científica total no debe usarse como razón para posponer
medidas destinadas a prevenir el deterioro ambiental». El Organo de
Apelación de la OMC resolvió en febrero de 1998 que la legislación
europea vulneraba sus normas, dando vía libre al gobierno de EE UU
para adoptar medidas de represalia. En consecuencia, EE UU estable-
ció aranceles del 100% sobre las importaciones europeas de zumos,
mostaza, cerdo, trufas y queso de Roquefort, entre otros productos, por
valor de 117 millones de US$, con el beneplácito de la OMC. Cuatro
años después la normativa no se ha revocado y las sanciones siguen
vigentes, aunque la UE ha reclamado que se supriman, dado que ha
concluido una evaluación de riesgos que según dice respalda su legis-
lación.30
Entre tanto, la UE, Estados Unidos y otros países se han enzarzado
ahora en otra disputa importante sobre comercio agrícola —con im-

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portantes implicaciones para el derecho de los consumidores a decidir
sobre el posible impacto ambiental y para la salud en sus decisiones
de compra. La cuestión en litigio esta vez es la moratoria establecida
por la Unión Europea a las autorizaciones de importación y de siem-
bra de muchas variedades de semillas y de cultivos modificados gené-
ticamente. Tras varios años de quejas por esta situación, en mayo de
2003 el gobierno de EE UU hizo frente común con Argentina y con
Canadá, presentando una demanda formal ante la OMC por esta po-
lítica europea. Unos meses más tarde el Parlamento Europeo aprobó
una legislación que allana el terreno para la venta en Europa de ali-
mentos que contengan organismos modificados genéticamente, siem-
pre y cuando se informe claramente de ello en el etiquetado y se cuente
con un sistema que permita la trazabilidad de este tipo de productos
desde su origen hasta el supermercado. La UE confía que la legisla-
ción sobre etiquetado reste consistencia a la reciente demanda comer-
cial de EE UU, pero los funcionarios de EE UU lo dudan, pues afir-
man que la propia normativa de etiquetado puede constituir en sí misma
una restricción injusta al comercio.31
Como en el conflicto de la carne hormonada, el gobierno de EE UU
mantiene que las restricciones a la importación de OGMs contravie-
nen las normas de la OMC por carecerse de evidencia científica clara
sobre sus efectos adversos para la salud y el medio ambiente. La UE y
una mayoría de grupos de consumidores y de ambientalistas conside-
ran, sin embargo, la obligación de etiquetar como una solución razo-
nable para resolver esta situación, dado que permite ciertos intercam-
bios comerciales de productos con OGM y protege al mismo tiempo
el derecho de los consumidores a decidir de forma informada si quie-
ren asumir los riesgos que entraña su utilización. Las iniciativas de eti-
quetado cuentan con un amplio respaldo ciudadano tanto en Europa
como en Estados Unidos, con más de un 90% de los consumidores a
favor de estos programas.32
El trasfondo de las disputas comerciales actuales sobre OGM encu-
bre una cuestión más amplia: ¿Qué norma debería prevalecer cuando
las leyes que regulan el comercio internacional entran en conflicto con
los tratados ambientales internacionales, imprescindibles para alentar a
los consumidores y a los productores a adoptar prácticas más sensibles
con el medio ambiente? Si bien hasta la fecha ningún país ha presen-
tado una demanda formal ante la OMC contra las disposiciones de un
tratado ambiental, durante las negociaciones es frecuente que surjan
discrepancias sobre la coherencia de la OMC. Estas tensiones se hicie-
ron evidentes durante las negociaciones del Protocolo de Bioseguridad

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Tabla 7-3. Principales conflictos comer ciales rrelacionados
comerciales elacionados con
consumo y pr oducción sostenible
producción

Carne hormonada (Unión Europea y Estados Unidos)


La Unión Europea prohibió las importaciones de vacuno procedentes de Estados Unidos al
detectar hormonas del crecimiento en la carne, por considerar que las hormonas constituyen
un riesgo para la salud. Estados Unidos presentó una demanda al Órgano de Solución de
Diferencias de la OMC, argumentando que la prohibición constituía una barrera comercial
injusta. En 1998, el panel de la OMC encargado del caso dictaminó que la prohibición de la
UE no se ajustaba a las normas de la OMC. Pero la UE se negó a derogar la prohibición.
Como medida de represalia, Estados Unidos estableció en 1999 restricciones comerciales a
la UE por valor de 117 millones de US$ anuales. Tras la publicación de nuevos estudios de-
mostrando que las hormonas constituyen un riesgo para la salud humana, la UE adoptó en
octubre de 2003 una nueva directiva que concretaba la prohibición de varias hormonas del
crecimiento encontradas en la carne. La UE afirma que esta nueva directiva cumple con las
recomendaciones de la OMC, y espera que Estados Unido levante las sanciones comerciales.

Atún y delfines (Estados Unidos y México)


A raíz de la aprobación del Acta de Protección de Mamíferos Marinos (Marine Mammal
Protection Act), Estados Unidos decretó un embargo sobre el atún mejicano pescado con redes
de cerco que también capturan delfines. México argumentó que este embargo constituía una
restricción comercial injusta, acogiéndose a las normas del Acuerdo General sobre Aranceles
y Comercio (GATT) y denunciando a EE UU. En Septiembre de 1991, el panel de solución de
diferencias del GATT determinó que Estados Unidos no podía embargar las importaciones de
atún mejicano porque el fundamento del embargo eran las artes de pesca utilizadas y no la
calidad o el contenido del producto.

Camarones y tortugas (India y Estados Unidos)


La India presentó una queja ante la OMC junto con otros países asiáticos cuando Estados
Unidos prohibió las importaciones de un determinado camarón y de productos elaborados
con este camarón. El Acta de Especies Amenazadas de Estados Unidos requiere la utilización
de dispositivos que eviten la captura de tortugas en los barcos que se dedican a la pesca del
camarón, para evitar que algunas especies de tortugas marinas amenazadas mueran en las
redes camaroneras. Estados Unidos perdió el caso al estimar la OMC que su actitud era
discriminatoria contra los países asiáticos, a quien debiera haber proporcionado asistencia
técnica para proteger las tortugas. Aunque el Órgano de Apelación de la OMC se pronunció
en contra de Estados Unidos, dejó claro que un país sí tiene derecho a establecer medidas
comerciales para proteger su medio ambiente a nivel interno.

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Pez Espada (Chile y Unión Europea)
En 1991, Chile suspendió los permisos de los barcos españoles para atracar en sus puertos o
para hacerse con licencias para pescar el pez espada, temiendo que sus reservas de esta especie
se agotasen. La sobreexplotación y las restricciones encaminadas a la recuperación de las
pesquerías hicieron que las capturas anuales de pez espada de Chile se redujeran a la mitad
entre 1994 y 1999. La UE alega que la prohibición de Chile a los barcos españoles, impidien-
do el trasvase de la mercancía de los buques-factoría a los barcos dedicados a la exporta-
ción, contraviene los acuerdos de la OMC sobre libre movimiento de mercancías. Chile argu-
menta que la Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley Marítima le permite proteger
sus recursos marinos. En noviembre 2000, la UE solicitó a la OMC la creación de un panel
para resolver el conflicto. Sin embargo, éste quedó en suspenso al llegar a un acuerdo la UE
y Chile en enero 2001 para permitir que algunos barcos de la UE atracaran en los puertos
chilenos, adoptando medidas para un seguimiento científico multilateral de las pesquerías
en litigio.

Asbesto (Francia y Canadá)


Canadá recurrió una prohibición de Francia del asbesto, un mineral cancerígeno utilizado en
muchos productos. Según Canadá, la prohibición infringía el requisito de la OMC de adoptar
las medidas «menos restrictivas para el comercio» posibles para proteger la salud. Un panel
de la OMC respaldó la prohibición de Francia, confirmando en febrero 2001 que el asbesto
es un cancerígeno y que existen alternativas más seguras. La sociedad civil ha elogiado esta
decisión como «la primera vez en sus cinco años de existencia» que la OMC se ha pronun-
ciado a favor de la salud pública.

Organismos modificados genéticamente (Estados Unidos y Unión Europea)


La Unión Europea afirma que los organismos modificados genéticamente (OGM) pueden
comportar riesgos para la salud humana y el medio ambiente, y ha dilatado el proceso de
autorización de uso e importación de productos que los contienen. El gobierno de EE UU no
considera que los OGM constituyan un riesgo para la salud y Canadá afirma que los regla-
mentos europeos carecen de fundamento científico. Según la normativa aprobada por el
Parlamento Europeo en Julio 2003 y que entrará en vigor a principios de 2004, la UE obliga-
ría a etiquetar todos los alimentos y los piensos que contengan más de un 0’9% de OGMs,
estableciendo un sistema de trazabilidad para todos los productos alimentarios modificados
genéticamente. En agosto 2003 Estados Unidos, Canadá y Argentina solicitaron de la OMC
la formación de un panel de solución de diferencias en relación con la prohibición de OGMs
por parte de la UE.

Fuente: ver nota final nº 28.

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de Cartagena en el año 2000, un acuerdo negociado bajo los auspicios
de la Convención sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas,
que defiende la necesidad de que los gobiernos adopten en ocasiones
medidas precautorias para evitar posibles daños ambientales irreversi-
bles en caso de incertidumbre científica. En la actual disputa sobre los
OGMs entre EE UU y la UE, podría llegarse a la disyuntiva de si las
normas de la OMC prevalecen sobre las disposiciones del Protocolo de
Bioseguridad, o viceversa. Una coalición internacional de ONG ha
iniciado recientemente una campaña de recogida de firmas para una
declaración de «Objeción Ciudadana» solicitando a la OMC que
desestime la queja contra la UE y que el conflicto se resuelva en el ám-
bito del Protocolo de Bioseguridad. Hasta la fecha 184 organizaciones
de 48 países se han adherido a esta declaración.33
A pesar de los posibles conflictos entre los objetivos y las priorida-
des de la legislación internacional sobre comercio y sobre medio am-
biente, las negociaciones comerciales ofrecen posibilidades de presión
para adoptar las reformas políticas necesarias que promuevan un con-
sumo y una producción más sostenible. Por ejemplo, las normas y las
negociaciones de la OMC podrían ser utilizadas para estimular a los
países a reducir y reformar las subvenciones otorgadas a actividades que
tienen un impacto importante en el medio ambiente, como la agricul-
tura, los combustibles fósiles, la pesca y la extracción forestal. O po-
drían aprovecharse para conceder un trato preferencial a los «bienes de
consumo verdes», como las bombillas de bajo consumo, el papel reci-
clado, los alimentos ecológicos y los productos forestales y pesqueros
con certificado de sostenibilidad.34
El deseo de minimizar los conflictos entre normas de comercio y
de medio ambiente, y la posibilidad de potenciar las sinergias existen-
tes en estos dos ámbitos, llevaron a los gobiernos en noviembre del año
2001 a acordar el inicio de conversaciones sobre determinadas cuestio-
nes ambientales, como parte del mandato de Doha (Qatar) para una
nueva ronda de negociaciones internacionales. Entre otros compromi-
sos, los Ministros de Comercio decidieron iniciar negociaciones sobre
las implicaciones del etiquetado ecológico para el comercio, sobre la re-
lación entre las normas de la OMC y las medidas sobre comercio de
los acuerdos multilaterales sobre medio ambiente, y sobre el efecto de
las medidas ambientales en el acceso a los mercados. Acordaron tam-
bién esforzarse por fortalecer las restricciones de la OMC a las sub-
venciones para la pesca y a discutir la reducción de las barreras adua-
neras arancelarias y no arancelarias al comercio de bienes y de servicios
ambientales.35

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Muchos otros temas señalados como cuestiones a debatir en el man-
dato de Doha podrían tener implicaciones importantes para promover
modelos sostenibles de consumo y de producción. La reducción o la
reorientación de las subvenciones agrícolas, por ejemplo, podrían im-
pulsar de forma importante sistemas de producción de alimentos más
respetuosos con el medio ambiente y la salud. Las negociaciones sobre
cuestiones de transparencia en las compras del sector público, por ejem-
plo, podrían favorecer iniciativas de «compras verdes». Y las conversa-
ciones propuestas sobre reducción de las restricciones a las inversiones
internacionales y sobre comercio de servicios podrían limitar la potes-
tad que tienen los gobiernos para aplicar y hacer cumplir los reglamentos
ambientales. 36
Sin embargo, el fracaso de las negociaciones de la reunión de la
OMC en Cancún en septiembre del año 2003 planteó serias dudas sobre
el rumbo de esta organización —y de cualquier ronda de conversacio-
nes comerciales. Durante las conversaciones preparatorias se avanzó muy
poco en las cuestiones ambientales que estaban sobre la mesa. Fueron
los conflictos en cuestiones como las inversiones y las compras del sector
público y las crecientes tensiones sobre las subvenciones al comercio
agrícola las que finalmente paralizaron las conversaciones. Las reaccio-
nes sobre el punto muerto al que llegaron las negociaciones han sido
contradictorias, incluso entre las ONG. Algunos consideran que el fra-
caso se debió a una falta de voluntad política para abordar preocupa-
ciones urgentes relacionadas con el desarrollo, mientras que para otros
Cancún ha marcado un punto de inflexión, logrando hacer, los gobier-
nos de los países en desarrollo, un frente común con el respaldo de
una sociedad civil cada vez más fortalecida.37
En los próximos meses, los gobiernos y las organizaciones sociales
tendrán la oportunidad de reflexionar más sosegadamente, extrayendo
lecciones importantes sobre lo ocurrido. El camino a seguir no está muy
claro, en una situación que se complica por la necesidad de llegar a un
consenso entre una gran diversidad de intereses de todo el mundo. No
obstante, los acontecimientos recientes sugieren que los términos del
debate están cambiando, a medida que cada vez más gente de todo el
mundo empieza a comprender que nuestro insostenible rumbo actual
amenaza tanto el bienestar humano como la salud ecológica. Aunque
tanto las poderosas fuerzas de la Yihad como del McMundo continúen
asolando nuestro planeta, es esperanzador el creciente número de per-
sonas que rechazan estas dos vías y que apoyan el desarrollo de una
comunidad global basada en el respeto a las personas y a la naturaleza.

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ENTRE BASTIDORES

Camisetas de algodón

En 1913 la marina americana repartió a todos los miembros de las tripula-


ciones una camiseta interior de algodón completamente blanca —la prime-
ra camiseta de algodón de manga corta de la historia. Años más tarde, en
1938, la gigante cadena minorista Sears introducía una línea de camisetas
similares para uso civil. Pero hasta la década de los cincuenta esta prenda
no se hizo verdaderamente popular, asociada a la imagen de los ídolos rebel-
des Marlon Brando, James Dean y Elvis Presley.1
La camiseta es hoy en día una forma relativamente barata de lucir el lo-
gotipo de una compañía, de un equipo o de un diseñador favorito para los
consumidores de todo el mundo. Sin embargo, las camisetas tienen un alto
coste para los trabajadores y para el medio ambiente, incluso si están fabri-
cadas con algodón «natural».
El algodón es una de las fibras que más se vende en el mundo, y todos
los años se cosechan, desde Tejas hasta Turquía, más de 19 millones de to-
neladas. Sin embargo su cultivo es una auténtico castigo ambiental. El vo-
lumen de pesticidas utilizados anualmente en los cultivos de algodón de todo
el mundo asciende a unos 2.600 millones de US$ —más del 10% del total
mundial, según la Red de Acción en Plaguicidas de Norteamérica (Pesticide
Action Network North America). La Organización Mundial de la Salud ha
clasificado algunos pesticidas de uso habitual en los cultivos de algodón como
«extremadamente peligrosos», entre otros los organofosforados paratión y
diazinón, particularmente peligrosos para el sistema nervioso de los bebes y
de los niños.2
Los pesticidas utilizados en el cultivo de algodón ocasionan también en-
fermedades y muertes de numerosos trabajadores. 116 casos de envenenamien-
to registrados en California entre 1997 y 2000 se produjeron en campos de
algodón. Y se cree que la exposición a los pesticidas ha sido la causa de la
muerte de más de 500 trabajadores en el estado de Andhra Pradesh, una re-
gión India productora de algodón. En muchos casos los agricultores desco-
nocen o no utilizan medidas de protección adecuadas cuando manejan estos
productos químicos: en una encuesta realizada en Benin, África Occidental,
el 45% de los cultivadores de algodón afirmaba utilizar los envases de pesti-

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cidas para transportar agua, y entre el 20 y el 35% de los encuestados los
usaba como recipientes para leche o para sopa. Muchas personas también han
sufrido daños en las fábricas donde se producen los pesticidas utilizados en
el algodón o en sus alrededores: en 1984, el siniestro escape de gas tóxico de
la planta de Union Carbide en Bophal, en la India, mató a 8.000 personas.3
Los ecólogos han confirmado daños devastadores a las aves, a los peces y
a otras especies silvestres ocasionados por los productos químicos utilizados
en los cultivos de algodón. Es frecuente que los agricultores apliquen herbi-
cidas antes de la cosecha para defoliar las plantas y facilitar así la recogida
de la cápsula del algodón, que contiene las semillas y las fibras lanosas típi-
cas de esta planta; esta práctica puede destruir el hábitat de especies silves-
tres.4
Los pesticidas empleados en el algodón pueden contaminar también las
aguas del entorno, amenazando la salud humana y del ecosistema. Aldicarb,
un compuesto que provoca perturbaciones del sistema inmunológico inclu-
so en dosis muy bajas, ha sido detectado en las aguas subterráneas de siete
estados americanos, según informes de la Universidad de Cornell. Y en 1998,
el US Geological Survey advertía de la contaminación de las aguas superfi-
ciales de los estados del sur de Estados Unidos por herbicidas e insecticidas
utilizados en los campos de algodón. Mientras tanto, al otro lado del mun-
do, en Uzbekistán, los trasvases de ríos para los regadíos de algodón —un
cultivo con gran avidez de agua— han provocado la reducción del Mar Aral
a la quinta parte de su tamaño original.5
Una vez cosechado el algodón, las cápsulas se «desmotan» para separar la
fibra de las semillas, empaquetándose en fardos de unos 255 kilos cada uno.
(Los fabricantes de tejidos estadounidenses consumen alrededor de 11 mi-
llones de fardos de algodón al año.) Las fibras se limpian y se tuercen para
formar el hilo en las fábricas de hilaturas, tejiéndose posteriormente en tela-
res mecanizados. En el transporte desde los campos de cultivo hasta las fá-
bricas se gasta energía, generalmente combustibles fósiles; también la pro-
ducción del hilo y de los tejidos requiere energía para sustituir la tracción
de las mulas que antaño movían la maquinaria.6
Una vez confeccionadas, las camisetas se suelen teñir y tratar con diver-
sos productos. Los tintes químicos, e incluso algunos tintes naturales, con-
tienen a menudo cobre, zinc y otros metales pesados que son tóxicos y pue-
den contaminar las aguas a través de los vertidos de las fábricas. A su vez,
los tratamientos antimanchas, antiarrugas o impermeabilizantes, pueden
contener formaldehídos y otras sustancias petroquímicas potencialmente can-
cerígenas.7
Esto no quiere decir que los consumidores sensibles a esta problemática
deban optar por los tejidos sintéticos. Las fibras de poliéster provienen del
petróleo, un recurso no renovable cuya extracción y transporte causa graves
daños al medio ambiente, siendo los vertidos de los petroleros el más evi-
dente. Si se incluye el petróleo consumido en su producción y transporte,

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las emisiones atmosféricas contaminantes generadas por una camiseta con
mezcla de poliéster serían aproximadamente la cuarta parte de su peso, y 10
veces su peso en dióxido de carbono, según un cálculo.8
China es el mayor productor de algodón del mundo, seguido de Estados
Unidos y de la India. Y Estados Unidos es el primer exportador de fibra de
algodón, transportando más de 10,5 millones de fardos anuales a todo el
mundo, principalmente a Asia y a México. (Otros exportadores importantes
son los países de la antigua Unión Soviética y Australia.) Los países pobres
que intentan vender su algodón en los mercados mundiales se enfrentan cada
vez a mayores dificultades, debido a las subvenciones y a las barreras comer-
ciales que protegen a los productores de algodón de EE UU.9
China es también el mayor productor de camisetas del mundo, suminis-
trando el 65% del volumen total —vendidas en su mayoría a Estados Uni-
dos y a Europa. (En el año 2002 los americanos gastaron 6.200 millones de
US$ en unos 478 millones de camisetas.) En China, como en otros muchos
países en desarrollo, los trabajadores de las fábricas de ropa ganan sueldos
muy bajos y trabajan muchas horas. Los fabricantes de ropa de los países
industriales han trasladado la confección a países de América Central y del
sudeste asiático, a talleres donde se explota de forma atroz a los trabajadores
aprovechando una normativa laboral y ambiental mucho más permisiva.10
¿Qué puede hacer un usuario de camisetas? La opción más ecológica,
aparte de usar ropa usada, son las camisetas fabricadas con algodón certifi-
cado de producción ecológica, cultivado sin pesticidas y sin fertilizantes sin-
téticos. En Egipto, un proyecto de cultivo ecológico ha conseguido aumen-
tar la producción en un 30%, y la fabricación del tejido se lleva a cabo sin
utilizar productos químicos de síntesis. En términos de bienestar de los tra-
bajadores la mejor opción son las prendas certificadas por la Federación de
Comercio justo. Productores de algodón ecológico y fabricantes de comer-
cio justo están uniendo fuerzas para proteger el medio ambiente y promo-
ver la justicia social, en lo que constituye una tendencia muy positiva.

Mindy Pennybacker
La Guía Verde

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8

Reconsiderando la vida buena


Gary Gardner y Erik Assadourian

Bogotá, la capital de Colombia, suele asociarse a guerra civil y violen-


cia. Pero a finales de los años noventa esta imagen comenzó a cambiar,
a raíz de la campaña emprendida por su alcalde, Enrique Peñalosa, para
mejorar la calidad de vida en la ciudad. Durante el tiempo que Peñalosa
permaneció en el cargo, la matriculación de las escuelas aumentó en
200.000 alumnos —alrededor del 34%. Bajo su administración se crea-
ron o se recuperaron totalmente 1.243 parques, mayores o menores,
que utilizan ahora cada año millón y medio de visitantes. Se planificó
y se construyó un sistema de transporte público muy eficaz. Y el índi-
ce de asesinatos descendió de forma espectacular: hoy día hay menos
asesinatos por habitante en Bogotá que en Washington D.C.1
Las mejoras conseguidas en el desarrollo de la ciudad son todo un
éxito, aplicando cualquier baremo. Sin embargo la transformación de
Bogotá se desarrolló de manera poco ortodoxa. Cuando Peñalosa acce-
dió a la alcaldía, las consultoras proponían la construcción de una au-
tovía elevada presupuestada en 600 millones de US$, una solución
habitual para el transporte en ciudades pensadas para el coche. En lu-
gar de ello, el alcalde creó un sistema de transportes más barato y más
eficaz, aprovechando las líneas de autobús existentes en la ciudad. Este
sistema transporta diariamente a 780.000 personas —más que el cos-
toso metro de Washington D.C.— y es tan bueno que un 15% de los
usuarios habituales tienen coche, pero no lo usan. Peñalosa invirtió
también en la construcción de cientos de kilómetros de carriles bici y
de calles peatonales. Reforzó la infraestructura cultural de la ciudad me-

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diante la construcción de nuevas bibliotecas y escuelas públicas, conec-
tándolas con una red de 14.000 ordenadores. La rehabilitación de los
parques, junto con las mejoras culturales y de transporte público, su-
pusieron para Bogotá avanzar hacia un objetivo estratégico: lograr que
el eje la vida urbana sean la gente y las comunidades.2
Peñalosa evalúa su estrategia de desarrollo con una vara de medir un
tanto inusual. «El éxito de una ciudad no es la riqueza, sino que sus ha-
bitantes sean felices», suele decir. Esta afirmación echa por tierra décadas
de filosofía sobre el desarrollo tanto en los países ricos como en los po-
bres. Después de todo, la prioridad de política interna de una mayoría
de los gobiernos sigue siendo el aumento del producto interior bruto (PIB),
dando por hecho que a mayor riqueza, mayor bienestar. Sin embargo, el
excesivo empeño en la creación de riqueza puede que reporte cada vez
menores beneficios, sobre todo cuando se basa en alentar un mayor con-
sumo. En algunos de los países más ricos del mundo la calidad de vida
se está deteriorando por la falta de tiempo y la creciente tensión en que
se vive, por unas relaciones sociales cada vez menos satisfactorias, y por
la desolación cada vez más evidente del medio natural. Al mismo tiem-
po, la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas hace que se de-
teriore la calidad de vida de las personas en los países pobres. 3
En un mundo que se encamina a velocidad de vértigo hacia un
abismo de degradación y de daños a los bosques, a los océanos, a la
biodiversidad y a otros recursos naturales en todo el planeta, hace tiempo
que debiéramos haber empezado a replantearnos en qué consiste «la vida
buena». Los individuos, las comunidades y los gobiernos pueden dedi-
carse a proporcionar a las personas lo que más ansían, redefiniendo el
término prosperidad para incidir en la calidad de vida en vez de acu-
mulación de bienes. Efectivamente, la vida buena puede impregnarse
de nuevo significado en términos no de riqueza sino de bienestar: la
satisfacción de las necesidades básicas para la supervivencia, así como
de los anhelos de libertad, salud, seguridad y unas relaciones sociales
gratificantes. No cabe duda que el consumo seguiría siendo importan-
te, pero sólo en la medida en que potenciase la calidad de vida. En
efecto, la sociedad del bienestar aspiraría a minimizar el consumo ne-
cesario para una vida digna y gratificante.

Riqueza y bienestar
Riqueza y bienestar no son términos antagónicos, sino más bien
hermanastros separados desde hace tiempo. Después de todo la pala-

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bra «riqueza» viene de rico, que en su día significaba noble y que to-
davía hoy usamos para referirnos a algo fértil, pleno, agradable y bue-
no.* Sin embargo, riqueza se utiliza ahora como sinónimo de abun-
dancia en bienes materiales y en capital, fundamentalmente propiedad
de un individuo —un uso mucho más restringido de lo que su voca-
blo implicaría. La creación de una sociedad del bienestar pasaría por
recuperar el significado original del término riqueza, mucho más am-
plio que el actual.4
La idea de que el bienestar ha de ser la meta personal y de las me-
didas políticas es cada vez más habitual, y aparece en revistas popula-
res y hasta en publicaciones oficiales de las instituciones internaciona-
les, como El Bienestar de las Naciones de la Organización para la
Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) del año 2001, y
Ecosistemas y Bienestar Humano de la Evaluación de los Ecosistemas del
Milenio de 2003. Incluso la Cámara de los Comunes de Canadá reco-
gía este término en la Ley de Valoración del Bienestar en Canadá
(Canada Well-Being Measurement Act), aprobada en junio de 2003.5
Las definiciones de este concepto varían, pero suelen girar en torno
a los siguientes conceptos:

• necesidades básicas, incluyendo alimentos, vivienda y un medio


seguro de sustento;
• buena salud, tanto humana como de un entorno natural en buen
estado;
• buenas relaciones sociales, incluyendo la experiencia de cohesión
social y de una red social de apoyo;
• seguridad, tanto personal como de propiedades personales; y
• libertad, que incluye la posibilidad de alcanzar nuestro potencial
de desarrollo.6

En resumen, el término expresa esencialmente una alta calidad de vida


en la que las actividades cotidianas se desarrollan de forma más cons-
ciente y con menos tensiones. En las sociedades que persiguen el bienestar
la acumulación de bienes pasa a un segundo plano, concediéndose más
importancia a las relaciones con la familia, amigos y vecinos, a una ex-
periencia más directa de la naturaleza, y a la realización personal y la
expresión creativa. Lo primordial es un estilo de vida que no perjudique

* Nota de la traductora: en inglés la palabra «wealth» (riqueza) viene de «weal» sinónimo de bienes-
tar utilizado casi siempre para describir a una comunidad o estado próspero.

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nuestra propia salud, ni a las otras personas, ni al medio natural. En suma,
una vida que nos depare una satisfacción personal más profunda de la
que hoy día dicen sentir muchas personas.
¿Qué necesitamos para una vida gratificante? Recientemente, los
psicólogos que estudian cómo valorar la vida buena coinciden en la
verdad del viejo dicho «el dinero no da la felicidad» —al menos a quie-
nes ya viven en la abundancia. Quizás la ilustración más clara de la
desconexión entre dinero y felicidad en los países ricos sea la superpo-
sición en un gráfico de la curva del crecimiento de los ingresos en los
países industriales y la del nivel de felicidad. En Estados Unidos, por
ejemplo, los ingresos medios de una persona aumentaron más del do-
ble entre 1957 y 2002, mientras que el porcentaje de la sociedad que
declaraba considerarse «muy feliz» permaneció invariable en el mismo
período. (Ver gráfico 8-1.)7
No es de extrañar que la relación entre riqueza y una vida gratifi-
cante sea diferente en los países pobres. En este caso ingresos y bienes-
tar van, efectivamente, de la mano, probablemente porque una propor-
ción mayor de los ingresos de las personas pobres se destinan a satisfacer
sus necesidades básicas. (Ver capítulo 1.) La Encuesta Mundial de Va-

Ingresos medios Porcentaje de personas muy felices


25.000 100
(US$ 1995)

20.000 80
Ingresos medios

15.000 60

10.00 Personas muy felices 40

5.000 20

Fuente: Myers
0 0
1955 1965 1975 1985 1995 2005

Gráfico 8-1. Ingr esos medios y felicidad en Estados Unidos,


Ingresos
1957-2002

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lores, una serie de estudios sobre el grado de felicidad de la población
realizados entre 1990 y 2000 en más de 65 países, indica que ingresos
y felicidad suelen aumentar en paralelo hasta unos 13.000 US$ de
ingresos anuales (en términos de valor adquisitivo de 1995). A partir
de esta cifra, el aumento de ingresos proporciona un incremento muy
limitado de lo que se percibe como felicidad.8
Si los psicólogos afirman sin lugar a dudas que la riqueza no siem-
pre da la felicidad, no son menos rotundos cuando describen los fac-
tores que contribuyen a una vida gratificante. Los estudios realizados
señalan una y otra vez que las personas felices suelen tener unas rela-
ciones humanas sólidas, sienten que controlan su propia vida y disfru-
tan de buena salud y de un trabajo en el que se sienten realizadas. Todos
estos factores están cada vez más amenazados en las sociedades indus-
triales, con su acelerado ritmo de vida, en las que la gente intenta a
menudo compensar la carencia de motivos genuinos de felicidad con
un creciente consumo. No obstante, algunas personas, comunidades y
gobiernos insatisfechos con su calidad de vida están empezando a re-
hacer sus vidas, sus vecindarios y la sociedad para recuperar el bienes-
tar como eje de la existencia.9

El poder del número 1


Durante el verano del año 2003, unos 50 millones de norteamerica-
nos firmaron un registro nacional de No Deseo Llamadas promovido
por el gobierno, cuya finalidad era evitar la publicidad telefónica. La
impresionante respuesta a esta iniciativa gubernamental —en esencia
un intento por parte de la gente de proteger su tiempo y su intimidad
ante la invasión de unas tácticas publicitarias cada vez más agresivas—
sugiere la frustración que sienten muchas personas cuando las tenden-
cias económicas empiezan a dominar su vida, en lugar de estar a su
servicio. Una proporción aún pequeña de personas, pero que va en
aumento, empieza a cuestionarse su forma de comprar, la cantidad de
«trastos» que amontonan, complicando sus vidas, y la cantidad de tiem-
po que pasan en el trabajo. Estos consumidores descontentos no for-
man todavía un movimiento cohesionado, porque sus acciones suelen
ser de carácter privado y tienen lugar en círculos pequeños y desco-
nectados en muchos países. No obstante, la naturaleza espontánea y
de amplia base social de estas actividades puede que indique el pro-
fundo deseo sentido por muchas personas de lograr una vida gratifi-
cante para sí y para sus familias.10

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La expresión más evidente del anhelo por una mejor calidad de vida
es quizá el creciente número de personas que tiene muy en cuenta el
bienestar a la hora de comprar. Por ejemplo, la demanda de alimentos
cultivados con métodos ecológicos en Europa hizo que las ventas se
elevaran a 10.000 millones de US$ en el año 2002, una subida de un
8% respecto al año anterior, a medida que un público afectado por la
enfermedad de las vacas locas y por otros escándalos alimentarios bus-
ca la garantía de alimentos sanos. Los expertos en mercados conside-
ran que 142 millones de europeos son consumidores de alimentos eco-
lógicos, aunque los «fieles» forman un núcleo de 20 millones cuyo gasto
ascendía al 69% del total de ventas de estos productos en el año 2001.
Y en Europa 150 millones de personas son vegetarianas o han reduci-
do su consumo de carne.11
Mientras tanto, el número de consumidores que se preocupa por la
salud y por el medio ambiente a la hora de comprar ha aumentado en
Estados Unidos hasta el punto de haber sido reconocido como un grupo
de población con entidad propia por los expertos en mercados. Este tipo
de consumidores, conocidos como LOHAS —del inglés Lifestyles of
Health and Sustainability (estilos de vida saludables y sostenibles)— in-
cluye a compradores de todo tipo de artículos, desde bombillas
fluorescentes y paneles solares hasta café y chocolate de comercio justo
(productos que aseguran una remuneración justa al productor o cuyo
impacto sobre el medio ambiente es menor que el de los artículos con-
vencionales). Este grupo de consumidores incluye en la actualidad a una
tercera parte de los norteamericanos adultos y el importe de sus compras
ascendía el año 2000 a 230.000 millones de US$ —alrededor del 3%
del gasto total de los consumidores en EE UU. Aunque esta cifra repre-
senta una fracción pequeña del gasto total, comparada con el número de
personas identificadas como consumidores LOHAS, se debe probablemen-
te a las pocas opciones disponibles hoy día de un consumo sano. 12
En muchos países la gente se está asociando en cooperativas de con-
sumo para ejercer una mayor presión sobre el mercado y mejorar su
calidad de vida. En Japón, por ejemplo, la Unión de Cooperativas de
Consumidores del Club Seikatsu, con 250.000 socios, suministra ali-
mentos sin productos químicos y sin aditivos ni conservantes artificia-
les, así como productos para el hogar sin toxinas. Los productos ven-
didos por el Club Seikatsu se sirven en envases retornables de cristal,
contribuyendo a reducir el 60% que representa el embalaje de las ba-
suras de los hogares. A diferencia de muchos supermercados, que al-
macenan decenas de miles de artículos, las cooperativas pertenecientes
a la red Seikatsu ofrecen sólo 2.000 artículos, casi todos alimentarios.

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Pero, aunque la oferta se reduce a una o dos opciones por cada pro-
ducto, la calidad de los productos, la garantía de unos alimentos sanos
y la reducción del volumen de basuras compensa aparentemente la
pérdida de variedad para unos socios que aspiran a una vida más grati-
ficante. Y los socios del Club Seikatsu no están solos; unos 50 millo-
nes de personas pertenecen a cooperativas locales afiliadas a la Coordi-
nadora Internacional de Cooperativas de Consumidores (Consumer
Coop Internacional), una organización mundial que facilita formación
a las cooperativas locales.13
En algunos casos, la gente está empezando a recurrir a este tipo de
instituciones en busca de ayuda para mitigar el impacto ambiental de
su consumo. Una alianza de organizaciones conocida como Plan de
Acción Global ofrece a las familias en 19 países formación sobre como
minimizar el volumen de basuras, reducir el consumo energético y los
productos que son respetuosos con el medio ambiente. En Holanda,
al menos 10.000 hogares están trabajando para reorientar el consumo;
al término de las actividades formativas, la reducción conseguida de
basuras domésticas fue por término medio de un 28%, y entre 6 y 9
meses más tarde esta cifra se elevó a un 39%. En el año 2003 el go-
bierno francés ha puesto en marcha una iniciativa similar, la famille
durable (la familia sostenible) que orienta a la gente sobre medidas prác-
ticas para una forma de vida más sostenible en el hogar, en la escuela,
en el trabajo y durante las vacaciones.14
En Estados Unidos, el Centro por un Nuevo Sueño Americano invi-
ta a la gente a vivir una vida «más divertida y con menos trastos». A través
de su programa El Cambio de Marea (Turn the Tide), estimula a la gente
a seguir un sencillo plan de conservación ambiental de 9 puntos, entre
ellos la instalación de grifos de bajo consumo y la reducción del consu-
mo de carne. Los 14.000 miembros de esta iniciativa afirman haber aho-
rrado más de 500 millones de litros de agua y evitado la emisión a la
atmósfera de 4 millones de kilos de dióxido de carbono.15
Además de modificando sus hábitos de compra, muchos consumi-
dores están dando un paso más, intentando llevar en general una vida
más sencilla —un proceso que se denomina a veces «desacelerar». El
analista Cecile Andrews describe la motivación de estas personas en los
términos siguientes: «Mucha gente lleva una vida acelerada y frenética
que les provoca una gran tensión. No tienen tiempo para sus amigos;
en familia contestan con brusquedad; y se ríen muy poco. Muchos,
«están buscando la manera de simplificar sus vidas —vivir con menos
prisa, trabajar menos y gastar menos. Están empezando a desacelerar,
a tranquilizarse y a disfrutar de nuevo de la vida.»16

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Los cálculos sobre número de personas que han «desacelerado» son
muy imprecisos, pero el interés por una vida más sencilla parece ir en
aumento. Por ejemplo, en 7 países europeos el número de personas que
ha reducido voluntariamente su jornada laboral ha aumentado a un
ritmo de un 5,3% anual durante los últimos 5 años. Y se prevé que
esta tendencia irá en aumento. La gente que estaría dispuesta volunta-
riamente a adoptar hábitos más sencillos en estos países se prevé que
aumentará de unos 7 millones de personas en 1997 a no menos de 13
millones en el año 2007.17
Por otra parte, dos trabajos de investigación realizados a mediados
de los noventa en Estados Unidos indican que alrededor de la cuarta
parte de la población estaba intentando vivir con mayor sencillez, aun-
que el nivel variaba enormemente, desde luego, de una persona a otra.
Y los medios de comunicación han demostrado un creciente interés por
el tema. El número de artículos publicados en periódicos de EE UU
sobre estilos de vida más sencillos se triplicó entre 1996 y 1998. En
1997, la cadena pública de televisión emitió un documental llamado
Affluenza* en el que el consumismo era tratado como una enfermedad
contagiosa y se sugerían formas de vacunarse contra ella. El programa
tuvo un gran éxito y fue distribuido posteriormente a 17 países.18
Las iniciativas individuales, sin embargo, son sólo parte del progra-
ma necesario, mucho más amplio, para construir una sociedad del
bienestar. Los esfuerzos individuales no contribuyen forzosamente por
sí solos a formar comunidades sólidas y saludables (aunque el aumen-
to del tiempo libre sí puede redundar en una mayor participación en
la vida de la comunidad), ni pueden afrontar los obstáculos estructu-
rales que impiden una libertad genuina de consumo —por ejemplo, la
falta de productos ecológicos en el supermercado. Algunos críticos ar-
gumentan incluso que las iniciativas individuales pueden ser contrapro-
ducentes si se llevan a cabo de forma aislada. La «individualización de
la responsabilidad», señala el experto en ciencias ambientales Michael
Maniates, distrae la atención del papel que instituciones como las
empresas y los gobiernos están desempeñando en la perpetuación de
un consumo insano. Por otra parte, en la medida en que los indivi-
duos consideren que su poder de compra constituye su mayor fuerza,
pueden descuidar el ejercicio de tareas clave en la construcción de una
sociedad del bienestar como padres, educadores, miembros de una co-
munidad y ciudadanos.19

* N. T.: Affluenza, término compuesto de la raíz de la palabra «affluence» (abundancia, riqueza)


y «influenza» (gripe).

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La necesidad de que los individuos actúen de forma colectiva para
mejorar su calidad de vida indujo a un grupo en Noruega en el año
2000 a iniciar una campaña llamada 07-06-05. Los participantes en la
campaña están animando a los noruegos a llevar la cuenta atrás hasta
el 7 de junio de 2005, fecha del centenario de la independencia No-
ruega de Suecia, declarando de nuevo su independencia —pero esta vez
frente a la «pobreza de tiempo» que ha traído consigo la hegemonía
del consumo.20
En Estados Unidos, una alianza conocida como el Foro de la Sen-
cillez (US Simplicity Forum) está intentando movilizar a millones de
norteamericanos con demasiadas cosas que hacer y con muy poco tiem-
po. El 24 de octubre de 2003 organizaron el Día de Recupera tu Tiem-
po, instando a los americanos a llegar tarde al trabajo e irse antes de
tiempo, a alargar la hora de la comida o incluso a tomarse el día libre
y no ir a trabajar. Miles de personas participaron en los actos organi-
zados en casas particulares, en los barrios, en las iglesias, en los cen-
tros de reunión y en las universidades para discutir sobre la escasez de
tiempo a la que se enfrenta el americano medio. La elección de la fe-
cha se hizo de forma premeditada —nueve semanas antes de finalizar
el año— para recordar a los norteamericanos que su jornada laboral es
de las más largas del mundo industrial, y que trabajan todos los años
350 horas más (es decir 9 semanas) que la media europea.21
Los organizadores esperan poder canalizar la energía de esta inicia-
tiva norteamericana para poner en marcha un movimiento popular que
reclame tiempo para disfrutar de mayor calidad de vida. La campaña
intentaría reformar la normativa nacional sobre vacaciones, jornada la-
boral y otras medidas que liberarían tiempo para las facetas de la vida
que ahora no reciben suficiente atención, como la familia, los amigos
y la comunidad. Según explica John Graaf, coordinador del Día de
Recupera tu Tiempo y productor de Affluenza, «el Movimiento Recu-
pera tu Tiempo pretende que la medida de una sociedad saludable no
se reduzca al PIB, y que se comprenda que el verdadero objetivo de
nuestra economía no es el crecimiento material ilimitado, sino una vida
equilibrada, plena y sostenible para todas las personas».22

Los lazos que atan


Los seres humanos son seres sociales, por lo cual no es sorprendente
que unas buenas relaciones humanas sean uno de los factores más
importantes para la calidad de vida. El catedrático de Política Pública

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de Harvard, Robert Putman, señala que «después de medio siglo de
investigaciones sobre los factores que contribuyen a una vida gratifi-
cante... la conclusión más extendida a la que se ha llegado es que el
parámetro más significativo para un diagnóstico de la felicidad es el
alcance y la profundidad de las relaciones sociales de una persona». Es
más probable, por tanto, que los esfuerzos individuales para alcanzar
una vida gratificante tengan más probabilidades de éxito si implican a
la familia, a los amigos o a los vecinos. Afortunadamente, los esfuer-
zos individuales y los comunitarios a menudo van unidos. Cuando una
persona trabaja menos horas a la semana, encuentra más tiempo para
dedicar a la familia, a los amigos y a su comunidad. Y los lazos comu-
nitarios, que se fortalecen cuando unos vecinos comparten las herra-
mientas o el cuidado de los niños, por ejemplo, pueden reducir el gas-
to familiar y ayudar a la gente a vivir una vida más sencilla.23
Las personas con buenas relaciones sociales suelen ser personas más
sanas y frecuentemente la diferencia es notable. Más de una docena de
estudios a largo plazo realizados en Japón, en Escandinavia y en Esta-
dos Unidos demuestran que las probabilidades de muerte en un año
determinado, independientemente de la causa, son de dos a cinco ve-
ces mayores en el caso de personas muy aisladas que para aquellas que
mantienen unas buenas relaciones sociales. Por ejemplo, un estudio de
1.234 historiales de ataque al corazón revelaba que el índice de repeti-
ción del infarto en un plazo de seis meses era casi el doble en personas
que vivían solas. Y un estudio de la universidad de Harvard sobre sa-
lud y desconfianza en Estados Unidos llegaba a la conclusión de que
cambiar de residencia de un estado donde el nivel de relaciones socia-
les sea muy bajo a un estado donde el nivel sea alto contribuye a me-
jorar la salud de una persona tanto como dejar de fumar.24
El pueblo de Roseto, en Pennsylvania, que llamó la atención de los
investigadores en los años sesenta por ostentar un índice de infartos de
menos de la mitad que otras localidades de los alrededores, nos ofrece
un ejemplo especialmente impresionante de la relación entre lazos socia-
les y salud. Las causas más habituales de esta dolencia —mala alimenta-
ción, falta de ejercicio, peso excesivo, predisposición genética, etc.— no
explicaban el fenómeno de este pequeño pueblo, dado que la población
de Roseto salía mucho peor parada que sus vecinos en muchos de los
factores de riesgo. Buscando una explicación, los investigadores descu-
brieron que la ciudad contaba con un entramado social muy sólido y
unido, que había promovido asociaciones deportivas, la construcción de
iglesias, un periódico y un grupo de jóvenes Scouts. Una vida social in-
tensa e informal era la norma entre sus habitantes. Con el tiempo, los

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investigadores no tuvieron más remedio que reconocer que el motivo de
la buena salud de los vecinos de Roseto era sus fuertes vínculos sociales
—una mayoría venían de la misma aldea de Italia y se esforzaban por
mantener su sentido de comunidad en Estados Unidos. El final triste de
esta historia es que a partir de finales de los años sesenta, a medida que
los lazos sociales se debilitaban en este pueblo y en todo Estados Uni-
dos, el índice de infartos aumentó en Roseto, superando con el tiempo
al de los pueblos de los alrededores.25
Los investigadores suelen explicar la relación entre lazos sociales y
disminución del riesgo de problemas de salud con razonamientos di-
versos. Algunos son bastante prácticos: las personas arropadas por unas
buenas relaciones tienen a quien recurrir cuando tienen problemas de
salud, reduciendo por tanto la probabilidad de que la enfermedad se
convierta en un estado crónico. Contar con un entramado social sóli-
do puede alentar un comportamiento más saludable; muchos estudios
demuestran que el hábito de beber o de fumar, por ejemplo, está más
extendido entre personas que están solas. Y las comunidades unidas son
más eficaces a la hora de hacer presión en demanda de una buena aten-
ción sanitaria. Pero la conexión puede ser más profunda. Las relacio-
nes humanas pueden estimular el sistema inmunológico de una perso-
na, aumentando sus defensas ante la enfermedad y las tensiones. Se ha
demostrado, por ejemplo, que en el laboratorio los animales aislados
tienen mayor propensión al endurecimiento de las arterias, y se sabe
que la respuesta inmunológica disminuye y la presión de la sangre
aumenta en los individuos aislados, tanto en seres humanos como en
animales.26
Los profesionales que trabajan en temas de desarrollo a nivel inter-
nacional reconocen también que unos lazos familiares fuertes contri-
buyen de forma importante al desarrollo de un país. El Banco Mun-
dial, por ejemplo, considera los lazos sociales como una forma de capital
—un recurso que genera numerosos beneficios útiles para el desarro-
llo. De la misma manera que una cuenta corriente (capital financiero)
produce intereses, los lazos sociales suelen generar relaciones de con-
fianza, reciprocidad, o redes de información, que facilitan el desarrollo
de actividades económicas. La confianza, por ejemplo, facilita las tran-
sacciones financieras creando un clima de seguridad en las relaciones
contractuales y en las inversiones. Un estudio del Banco Mundial so-
bre los contactos sociales entre comerciantes agrícolas de Madagascar
revelaba que los ingresos de quienes formaban parte de una red exten-
sa de comerciantes eran más altos, al contar con apoyo en momentos
difíciles, que los de los comerciantes con pocos contactos. Efectivamente,

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los comerciantes mejor conectados afirman que las relaciones son más
importantes para la buena marcha de los negocios que muchos facto-
res económicos, incluyendo el precio de las mercancías y el acceso a
crédito o a equipos.27
La falta de capital social también parece estar relacionado con un
crecimiento económico bajo a nivel nacional. Stephen Knack, del Banco
Mundial, advierte que la falta de confianza social puede condenar a los
países a una «trampa de pobreza», que hace difícil salir del círculo vi-
cioso de desconfianza, falta de inversiones y pobreza. Knack y sus co-
legas pusieron a prueba la relación entre confianza y rendimiento eco-
nómico en 29 países incluidos en la Encuesta Mundial de Valores,
descubriendo que un ascenso de doce puntos en la escala de confianza
iba acompañado de un aumento del 1% en el crecimiento anual de los
ingresos, y que un ascenso de siete puntos en la escala de confianza se
correspondía con un incremento del 1% de la fracción del PIB repre-
sentada por las inversiones.28
El papel que desempeña la cohesión social facilitando las transac-
ciones económicas es especialmente evidente en iniciativas de
microcrédito, como el Banco Grameen de Bangladesh, que proporcio-
na pequeños préstamos a mujeres muy pobres que carecen de recursos
que les sirvan de garantía para solicitar crédito a un banco comercial.
Las mujeres que participan en este programa se organizan en grupos
de cinco, y cada grupo solicita al banco préstamos, que muchas veces
no llegan a 100 US$. Cuando se invita a una mujer a formar parte de
un grupo, las demás saben que pueden contar con su formalidad, ya
que conocen bien a sus vecinas. Este conocimiento —una información
que a los bancos les cuesta dinero conseguir cuando preparan el expe-
diente de una solicitud de crédito— es un ejemplo de cómo el capital
social puede rebajar el coste de una operación financiera. Los lazos
sociales son también una garantía para los créditos. Dado que las mu-
jeres son corresponsables de la devolución del préstamo, y puesto que
está en juego la posibilidad de las cinco de acceder a futuros créditos,
cada una de las mujeres está sometida a una fuerte presión social para
pagar la parte que le corresponde.29
La rentabilidad económica de este tipo de lazos sociales ha hecho
que el microcrédito funcione muy bien en muchos lugares del mun-
do. El Banco Grameen afirma que el 98% de sus préstamos de
microcrédito son reembolsados, un resultado bastante mejor que el de
una mayoría de los bancos comerciales. Grameen ha servido de ejem-
plo para la expansión de iniciativas de microcrédito en todo el mun-
do. Un programa denominado Campaña de Microcrédito de la Cum-

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bre se ha marcado como objetivo la participación de cien millones de
personas en programas de microcrédito para el año 2005, encontrán-
dose a mitad de camino de esta meta a finales de 2002, con la incor-
poración al programa de 68 millones de personas.30
Además de mejorar la salud y de facilitar la seguridad económica,
los lazos sociales contribuyen especialmente a promover el consumo
colectivo, que reporta a menudo muchas ventajas sociales y ambienta-
les. Un buen ejemplo de ello son las viviendas en comunidad («Co-
housing»), una imitación moderna de las aldeas en la cual de 10 a 40
hogares individuales viven en bloques de viviendas diseñados para es-
timular las relaciones entre los vecinos. Si bien se valora y respeta la
intimidad, en este tipo de urbanización hay espacios clave comparti-
dos por todos los vecinos, entre otros un comedor, jardines y espacios
de ocios comunes. El movimiento de viviendas Co-housing nació a
finales de los años sesenta en Dinamarca, donde se han establecido ya
más de 200 comunidades de este tipo. Desde allí se extendió a Holan-
da, Escandinavia, Australia, Canadá y Estados Unidos, donde se crean
todos los años 50 agrupaciones nuevas (aunque más de la mitad de ellas
nunca llegan a establecerse, a causa de los muchos obstáculos que han
de afrontar, incluyendo los permisos y financiación, así como la pro-
pia construcción de la comunidad).31
En una comunidad de viviendas Co-housing las casas suelen estar
adosadas y construidas en torno a una zona verde o peatonal. La entra-
da de coches está generalmente restringida al perímetro exterior de la
comunidad. El diseño de las casas está estudiado para conseguir un con-
sumo energético y de materiales mucho menor que el de otros barrios
de viviendas privadas. Un estudio de 18 comunidades de este tipo en
Estados Unidos a mediados de los noventa revelaba que el número de
propietarios de coches era un 4% menor y que los vecinos tenían un
25% menos de lavadoras y secadoras y un 75% menos de segadoras de
césped que antes de mudarse a la comunidad. El espacio habitable me-
dio de las viviendas en las 18 comunidades —incluyendo la parte co-
rrespondiente a los espacios comunes— era de unos 130 metros cua-
drados, un tercio menos que la media de las viviendas en EE UU a
mediados de los noventa. Unos espacios comunes subterráneos para ta-
lleres y servicios, así como entradas comunes a los edificios colindantes
reducen la superficie habitable sin que ello suponga sacrificar apenas
habitabilidad. Y la edificación compacta permite disponer de espacios
verdes comunes sin una pérdida significativa de intimidad. Gracias a este
diseño, las comunidades estudiadas ocupaban por término medio la mitad
de terreno que una urbanización convencional en EE UU.32

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Pero seguramente la mayor contribución de este tipo de comunida-
des a la calidad de vida son los lazos sociales creados. Las comunida-
des se auto-gestionan, lo que estimula la interacción y el compartir entre
vecinos. Los niños están vigilados normalmente por varias personas
mayores mientras juegan, y tienen muchos compañeros de juego, así
como cuidadores si sus padres salen. Muchas de las comunidades ha-
cen dos o tres comidas conjuntas a la semana, en las que participan
una media del 58% de sus miembros. Curiosamente, al contrario que
las comidas rápidas ofrecidas por las empresas de alimentación, que
suelen caracterizarse por alimentos muy elaborados y con mucho em-
balaje, como el puré de patatas instantáneo o las pizzas congeladas, la
comidas comunitarias suponen un ahorro de tiempo sin renunciar por
ello a la calidad de alimentos. Por ejemplo, en la Nomad Cohousing
Community de Colorado, donde se sirven dos comidas comunitarias
a la semana, los vecinos dedican de 2,5 a 3 horas cada cino o seis se-
manas a ayudar en la cocina y en la recogida y limpieza del comedor.
Comparado con el tiempo dedicado diariamente a cocinar para una
familia, los turnos de cocina en común suponen un ahorro de tiempo
que libera unas 9 horas por familia cada seis semanas.33
En muchos países en desarrollo también es más viable el consumo
colectivo en comunidades con un entramado social fuerte. (Ver cua-
dro 8-1.) Por ejemplo, un estudio realizado por el Banco Mundial en
64 pueblos de la región de Rajasthan, en la India, revelaba que las
cuencas de los ríos estaban mejor conservadas y se aprovechaban me-
jor en pueblos donde la confianza y la solidaridad entre vecinos era muy
sólida y en los que existían redes sociales informales, que en aquellos
donde la cohesión social era menor. Y en Bangladesh, las zonas que
contaban con un importante capital social —en este caso normas tra-
dicionales de reciprocidad y de compartir— han desarrollado con éxi-
to programas cooperativos de recogida de basuras (en comarcas donde
la administración local no proporcionaba este servicio).34

Creando infraestructuras de bienestar


Sin embargo, los individuos o las comunidades que aspiran a mejorar su
calidad de vida pueden verse muy limitados por el conjunto de opcio-
nes disponibles. Evidentemente, es imposible comprar productos ecoló-
gicos y bebidas con envases retornables si no están a la venta, o utilizar
el transporte público cuando no se ofrece este servicio. Las normas y po-
líticas que determinan el conjunto de opciones disponibles, como sub-

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Cuadro 8-1. La experiencia de Gaviotas:
El bienestar como prioridad

Gaviotas, un pueblo de 200 habitantes en una zona rural de Colombia, es famoso


en todo el mundo por su desarrollo innovador. La preocupación por la calidad de
vida y por el medio ambiente preside el desarrollo de este pueblo. Para empezar, se
asegura a toda la población la satisfacción de sus necesidades básicas: los vecinos
no tienen que pagar las comidas, ni la atención médica, ni la educación, ni la vivien-
da. Todos los adultos tienen trabajo, bien sea en los diversos negocios que fabrican
paneles solares y generadores eólicos, en los cultivos ecológicos e hidropónicos que
abastecen al pueblo o en iniciativas forestales.
Las necesidades sociales también están cubiertas, formando parte de las activi-
dades diarias. Los miembros de esta pequeña comunidad trabajan juntos en los ne-
gocios del pueblo y habitualmente comen juntos en el espacioso refectorio, aunque
cada casa tiene cocina. La música y otros eventos culturales forman parte de la vida
cotidiana. Con las necesidades de subsistencia y sociales ampliamente cubiertas, el
ambiente del pueblo es tranquilo: no hay policía, ni cárcel, ni ha habido alcalde en
sus 33 años de historia. Las normas de la comunidad las establecen sus propios
miembros y la presión social se encarga de que se cumplan.
Gaviotas es conocido en todo el mundo por sus muchas innovaciones, entre otras
una bomba de agua movida por un balancín en el que se columpian los niños,
aerogeneradores diseñados para aprovechar las suaves brisas de los llanos de Co-
lombia, un calentador solar de agua a presión y un aparato a pedales para moler
yuca. Las tecnologías mejoran la calidad de vida de los vecinos, así como la de otras
comunidades interesadas. Por principio, y en consonancia con la prioridad estableci-
da de no sólo generar riqueza sino de mejorar la calidad de vida, los inventos no se
patentan, y están a disposición de quien los desee. Los técnicos de Gaviotas han
instalado miles de aerogeneradores por todo Colombia y el diseño ha sido copiado
a lo largo y ancho de América Latina.
Para los vecinos de Gaviotas el bienestar significa también dejar en el entorno
una huella apenas perceptible. Gaviotas es ahora autosuficiente en energía, utilizan-
do ampliamente la solar y la eólica, así como el metano producido a partir del es-
tiércol de vaca. Su antiguo hospital (convertido ahora en depuradora de aguas), re-
frigerado por aire y con calefacción solar, fue designado por una revista japonesa de
arquitectura como uno de los 40 edificios más importantes del mundo. La agricultu-
ra practicada es toda ecológica. Y Gaviotas es el centro del proyecto de reforesta-
ción más grande de Colombia, que ha convertido miles de hectáreas de sabana en
bosques, que se explotan únicamente para la producción de resina, aunque la explo-
tación de madera sería más lucrativa. Los vecinos consideran que es preferible un
bosque sano que produce indefinidamente unos recursos, aunque sean modestos, que
uno esquilmado del que se haya obtenido unos beneficios mayores pero efímeros.

Fuente: ver nota al final nº 34.

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venciones al petróleo que hace que las energías fósiles sean más baratas
que la eólica, planes de ordenación que alientan un desarrollo urbano
disperso, o normas de edificación que desprecian los materiales de cons-
trucción reciclados, constituyen la esencia de la «infraestructura del con-
sumo». Mejorar la calidad de vida exige que todos —a nivel individual
y de comunidades— contribuyamos a crear unas nuevas «infraestructuras
de bienestar» políticas, físicas y culturales.35
Algunos gobiernos están empezando a utilizar sus competencias para
contribuir a crear un entorno político dirigido hacia el bienestar. La
iniciativa más básica es la de evaluar adecuadamente la salud de la co-
munidad o de la sociedad, algo que la ciudad de Santa Mónica está
haciendo mediante un Plan Urbano Sostenible. El objetivo de este plan,
iniciado en 1994, es reducir el consumo de la comunidad en su con-
junto, especialmente el uso de materiales y recursos que no sean loca-
les, renovables, reciclados, ni reciclables. Pretende también desarrollar
una serie de opciones de transporte para minimizar el uso de materias
tóxicas y peligrosas, para preservar las zonas verdes y para alentar la
participación de la comunidad en la toma de decisiones. Para evaluar
el desarrollo del plan se utilizan 66 indicadores, como la generación
de residuos sólidos, el coste de la vida, el número de calles importan-
tes que cuentan con un carril bici, el porcentaje de zonas arboladas, la
participación ciudadana en las votaciones, el porcentaje de vecinos que
participa en trabajos de voluntariado, las emisiones de gases de efecto
invernadero, el número de habitantes sin hogar y el índice de crimina-
lidad. Según la administración local, muchas de las metas iniciales se
han conseguido ya o incluso se han superado, estableciéndose otras más
ambiciosas para el año 2010.36
A nivel nacional, la forma más habitual de medir la salud de una
sociedad, el PIB, es muy limitada y no sirve para evaluar el bienestar,
pues es la suma de todas las actividades económicas, independientemente
de su contribución a la calidad de vida. El PIB ignora además parcelas
importantes de actividad no mercantil que contribuyen al bienestar
individual y de la comunidad, como el cuidado de los niños por una
madre o un padre que se queda en casa. Durante la década de los
noventa los investigadores intentaron desarrollar indicadores alternati-
vos, como el de Huella Ecológica, el Indicador de Auténtico Progreso,
el Índice de Desarrollo Humano y el Índice de un Planeta Vivo, para
complementar la imagen del PIB. (Ver también capítulos 1 y 7.) Me-
rece mencionarse por su carácter comprehensivo el Indice de Bienestar
desarrollado por el experto en temas de sostenibilidad Robert Prescott-
Allen. (Ver cuadro 8.2.)37

310

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CUADRO 8-2.. La medida del bienestar

El Índice de Bienestar utiliza 87 parámetros para medir el bienestar humano y eco-


lógico —desde la esperanza de vida y el índice de matriculación escolar hasta el grado
de deforestación y los niveles de emisiones de dióxido de carbono. Estos 87 indicadores
pueden ayudar a las administraciones a identificar aquellos factores que están dete-
riorando la calidad de vida de un país. Los valores de esta amplia serie de indicadores
se normalizan y suman, proporcionando una puntuación que facilita la comparación
entre 180 países.
Los resultados son enormemente reveladores: las dos terceras partes de la po-
blación mundial viven en países con un nivel de bienestar humano bajo o deficiente.
Sólo Noruega, Dinamarca y Finlandia se encuentran en el nivel superior de los 5 fi-
jados. Por otra parte, los países con una puntuación baja o deficiente en lo que se
refiere a medio ambiente ocupan casi la mitad de la superficie del planeta. Y ningún
país tiene una buena puntuación ambiental.
La valoración por separado del bienestar humano y del ambiental ayudan a fijar
una meta ideal de desarrollo: mejorar la vida de las personas con el mínimo impacto
ambiental posible. El Índice revela, efectivamente, que la factura ambiental para sa-
tisfacer las necesidades de las personas puede variar considerablemente. La puntua-
ción en bienestar humano de Holanda y de Suecia es muy parecida, pero Holanda
sale mucho peor parada en términos de calidad ambiental. Esto significa que tiene
tanta importancia para un país el alcanzar sus objetivos de desarrollo como la for-
ma en que lo consigue.

Fuente: ver nota al final nº 37.

Además de reconsiderar los criterios para valorar la salud de una


sociedad, los gobiernos están utilizando sus amplias competencias le-
gislativas y reguladoras para orientar el consumo de la gente y los va-
lores que la sociedad hace suyos en relación con el consumo. La elimi-
nación de subvenciones perversas y la adopción de gravámenes por
contaminar, por ejemplo, han demostrado su utilidad para crear un
entorno más limpio y mejorar la calidad de vida en muchos países
europeos. (Ver el capítulo 5.)
Muchos gobiernos europeos están ayudando a los trabajadores y a
las familias a disfrutar de un tiempo libre adicional todas las semanas.
Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda y Noruega tienen ahora una
semana laboral de 35 a 38 horas, que además de liberar un tiempo
valioso para los trabajadores contribuye a menudo a la creación de
empleo. Holanda ha establecido dos fórmulas particularmente imagi-
nativas para recortar la jornada laboral. Las empresas ofrecen igualdad

311

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de condiciones, beneficios y posibilidades de ascenso a los trabajadores
a tiempo parcial y a quienes trabajan la jornada laboral completa, ha-
ciendo que la media jornada sea más atractiva para muchos. Y el go-
bierno alienta a los padres con niños a trabajar el equivalente a 1,5
empleo entre los dos, de forma que dispongan de más tiempo para
ocuparse de la exigente tarea de cuidar a los pequeños. Además de las
reformas de la semana laboral, muchos países han establecido modali-
dades muy generosas de permisos por maternidad o paternidad. Sue-
cia, por ejemplo, concede 15 meses de permiso con el 80% del sueldo
por cada hijo, lo que hay que comparar con las 12 semanas de permi-
so sin sueldo que se conceden en Estados Unidos.38
Disposiciones gubernamentales como las citadas ayudarán muy pro-
bablemente a crear un entorno familiar con menos tensiones. Finlan-
dia, por ejemplo, dispone de una vigorosa política de empleo para las
mujeres con hijos, que incluye permisos pagados por maternidad, des-
gravación fiscal de los gastos de cuidado de los hijos, guarderías finan-
ciadas con dinero público y otras medidas complementarias. (Finlan-
dia ocupaba, según un estudio, el primer puesto en este tipo de medidas,
entre 14 países analizados.) Un informe sobre los beneficios psicológi-
cos de estas medidas realizado en el año 2001 revelaba que, a diferen-
cia de los Estados Unidos, donde la paternidad o maternidad tiende a
asociarse con estados psicológicos deficientes debido a las tensiones que
implica y a la falta de apoyo familiar, en Finlandia la correlación es de
neutralidad o positiva en términos de bienestar psicológico. Para los
padres las consecuencias eran muy positivas, mientras que para las
madres lo eran algo menos, indicando que se podrían fortalecer las
medidas de apoyo a la maternidad.39
Para cambiar la infraestructura legal y política del bienestar es fun-
damental clarificar la importancia de los servicios públicos. La creciente
prioridad otorgada en muchos países al consumo privado durante las
últimas décadas ha ido acompañada frecuentemente del desprestigio de
los servicios públicos. Pero cuando el consumo privado se lleva a cabo
a expensas de la inversión pública, el coste social es muy alto, como
demuestra un informe del año 2003 de la Fabian Society del Reino
Unido. La privatización de las escuelas públicas puede conducir a que
los mejores estudiantes se matriculen en las mejores escuelas, señalaba
el informe, mientras que las peores acaban lidiando con un porcentaje
desproporcionado de alumnos indisciplinados y «casos perdidos». La
privatización de los servicios públicos de autobús puede llevar al aban-
dono de las rutas poco rentables y a la congestión de las más renta-
bles, haciendo que más gente se vea obligada a recurrir al coche, como

312

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ocurrió cuando se privatizaron los servicios locales de autobús en el
Reino Unido.40
La decisión de los bienes que deben ser proporcionados por la ad-
ministración pública es un problema político muy espinoso, al que de-
bería contribuir a resolver la opinión pública. Un ejemplo de partici-
pación en la adopción de las prioridades de inversión pública es Porto
Alegre, en Brasil. Desde 1989, el Ayuntamiento de esta ciudad ha uti-
lizado un proceso de «presupuesto participativo» para implicar a los
ciudadanos de forma directa en las decisiones de asignación del presu-
puesto municipal. Este proceso ha conducido a una mayor transparencia
y responsabilidad del gobierno local, a una notable reducción de la
partida de ingresos municipales destinada a salarios y una disminución
del clientelismo en la concesión de contratos. También ha propiciado
un aumento de los fondos destinados a educación, a servicios básicos
e infraestructura urbana, lo cual ha redundado en una mejora de la
calidad de vida de los vecinos. El proceso ha movilizado, además, a un
creciente número de personas cada año, consiguiendo una participa-
ción de 40.000 vecinos en una población de 1,3 millones de habitan-
tes en 1999. La participación se articula a través de reuniones en los
barrios, de forma que el proceso ha contribuido a aumentar la partici-
pación en movimientos de base, haciendo que surjan nuevos líderes y
dotando de capacidad de influencia a algunas de las comunidades más
pobres de Porto Alegre. El presupuesto participativo se ha extendido
ahora a 140 comunidades de Brasil, un 2,5% de los ayuntamientos del
país. 41
El diseño de la infraestructura física es también un factor crítico
para la mejora de la calidad de vida. Por ejemplo, las urbanizaciones
de viviendas en las que se depende del coche han sido muy critica-
das por debilitar la cohesión de la comunidad, debido en parte al tiem-
po empleado en los desplazamientos al trabajo. El sociólogo Robert
Putnam ha señalado que cada 10 minutos de tiempo empleado en
viajar al trabajo está asociado a un descenso del 10% de participa-
ción en asuntos de la comunidad. Con una media por americano de
72 minutos al volante todos los días, casi siempre en solitario, no cabe
duda que la cohesión comunitaria ha de salir muy mal parada. La
tendencia a la dispersión en las nuevas urbanizaciones ha sido tam-
bién criticada en el año 2003 por sus efectos perjudiciales para la sa-
lud. Un estudio sobre más de 200.000 habitantes de 448 condados
concluía que las personas que viven en urbanizaciones fuera de la ciu-
dad con una baja densidad de edificación tienden a caminar menos y
pesan casi tres kilos más por término medio que quienes viven en zo-

313

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nas muy pobladas. Según este estudio, la probabilidad de tener la
tensión alta en los habitantes de este tipo de urbanización es tan ele-
vado como en los fumadores.42
Por otra parte, el diseño urbanístico puede animar o desalentar a
los ciclistas. Las encuestas realizadas en Estados Unidos indican que la
principal razón alegada por los americanos para no usar la bicicleta es
que lo consideran muy arriesgado. Y lo es. En términos de kilómetros
recorridos, la bicicleta en Estados Unidos es más peligrosa que cual-
quier otra forma de transporte. Sin embargo, el índice de accidentes
de ciclistas en Holanda y en Alemania es la cuarta parte del de EE UU,
en gran medida porque estos países han invertido en carriles bici, se-
máforos que dan prioridad al ciclista y otras infraestructuras que ha-
cen que ir en bicicleta sea una actividad segura. Holanda ha duplicado
los kilómetros de sendas para bicicletas en los últimos 20 años, y Ale-
mania ha triplicado su red viaria.43
Las ciudades bien diseñadas pueden convertirse en lugares atracti-
vos donde pasar el tiempo, lo cual alienta a su vez la interacción ciu-
dadana. Ambos factores tienden a mejorar la calidad de vida. Cuando
las calles se convierten en vías públicas peatonales, se alternan las vi-
viendas y tiendas, se crean pequeñas plazas y parques y se toman otras
medidas para humanizar los centros de las ciudades, éstas se convier-
ten en lugares interesantes y gratos. Por ejemplo, en Copenhague los
cafés al aire libre, las plazas y las actuaciones en la calle atraen a mu-
cha gente durante el verano, mientras que pistas de patinaje, bancos
climatizados y estufas de gas dispuestas estratégicamente en las esqui-
nas hacen el invierno más agradable. Y la ciudad se ha desvivido por
hacer que sea muy fácil circular en bici, no sólo adecuando una exten-
sa red de carriles exclusivos, sino proporcionando un servicio público
de bicicletas, que se pueden utilizar previo pago de un pequeño depó-
sito reintegrado al devolver la bicicleta.44
Este tipo de innovaciones en el diseño urbano surgen cuando una
ciudad se toma en serio la calidad de vida. La ciudad de Austin, en
Tejas, está demostrando también haberse tomado en serio esta priori-
dad, a través de un programa de incentivos denominado Matriz de
Criterios de Crecimiento Inteligente para controlar dónde y cómo se
ha desarrollado el crecimiento y promover la calidad de vida. La ciu-
dad ha utilizado una serie de criterios para valorar las propuestas de
proyectos de desarrollo urbano, eximiendo de la contribución a los
proyectos con una puntuación más alta. El consultor especializado en
comunidades sostenibles Guy Dauncey describe los criterios estableci-
dos en los siguientes términos:

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Se pueden ganar puntos por una ubicación céntrica, o por una ubi-
cación a una manzana de distancia de una parada de transporte urba-
no o a dos manzanas de una estación de trenes de cercanías. Se conce-
den puntos por una menor distancia de la edificación a la linde de la
parcela, portales delanteros, callejas traseras, calles estrechas y una orien-
tación comunitaria. Se dan puntos a los edificios de uso mixto: vivien-
das, oficinas y tiendas; a los bloques residenciales situados sobre loca-
les comerciales; y por promover usos peatonales al nivel de la calle. La
matriz también concede puntos por favorecer el uso de la bicicleta, por
medidas de tráfico calmado, por pasillos verdes y por precios asequi-
bles; por contar con contratistas y arquitectos locales; por una mayor
eficiencia en el uso del agua y de la energía; por incorporar al proyecto
mercados de alimentación y otras tiendas minoristas; por conservar el
patrimonio arquitectónico y reutilizar edificios existentes. Se otorgan
puntos por el mantenimiento del paisaje y de las calles, por ajustarse a
los planes de desarrollo urbano y por la participación y el apoyo local.45
Algunas empresas están empezando también a darse cuenta de que
pueden mejorar sus infraestructuras, adecuándolas al bienestar de sus
empleados. En la nueva sede internacional de Kansas de la firma Sprint,
una compañía de telecomunicaciones, los coches tienen que aparcar en
garages situados a la entrada del recinto, obligando a los empleados a
caminar una cierta distancia hasta el trabajo. Los ascensores de los
edificios son muy lentos, incentivando el uso de las escaleras. Y la zona
de comedor del complejo está muy alejada de las oficinas, en vez de
ubicada convenientemente en la zona central, para que los empleados
tengan que hacer un esfuerzo para ir a comer. Esta distribución
innovadora indica que se ha comprendido que la mejora del bienestar
no siempre es sinónimo de máxima conveniencia y confort.46
Está surgiendo un incipiente marco cultural que promueve una ética
de consumo para el bienestar como complemento a las nuevas estruc-
turas políticas y físicas del consumo. Prueba de ello es que la gente esta
empezando a demandar cada vez más unas normas éticas a la publici-
dad. En Suecia, los anuncios están prohibidos en los programas infan-
tiles, dado que los niños son especialmente sensibles a este tipo de re-
clamos. Y en Estados Unidos desde hace décadas está prohibida la
publicidad de tabaco en televisión, mientras que la Unión Europea ha
extendido recientemente esta prohibición a otros medios, incluidos los
periódicos, las revistas, la radio e Internet para el año 2005, y a los
eventos deportivos para el año 2006. La adopción de normas que li-
miten la publicidad es un tema polémico, dado que preocupa una po-
sible restricción a la libertad de expresión, pero estos ejemplos demues-

315

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tran que se puede lograr un equilibrio entre el derecho a expresarse y
la protección de la salud pública.47
Mientras tanto, la propia publicidad se está utilizando para luchar
contra el bombardeo de mensajes que promueve el consumo. El gru-
po canadiense Adbusters (Revientaanuncios) desarrolla una campaña
televisiva de «contrapublicidad» que anima a los espectadores a reducir
el consumo, a no sacar el coche del garaje y a apagar la televisión. Para
fomentar un consumo más sostenible, algunos gobiernos han empeza-
do a emitir anuncios de los servicios públicos en la televisión y en otros
medios de comunicación, a veces en clave de humor, como los diverti-
dos anuncios del gobierno de Tailandia que instan al público a reducir
su consumo energético y de agua. El Programa de las Naciones Uni-
das para el Medio Ambiente (PNUMA) ha adoptado otra estrategia,
que consiste en colaborar con las agencias de publicidad para desarro-
llar anuncios que incentivan el uso de productos sostenibles. (Ver cua-
dro 8-3.)48
La educación también es importante para reorientar la cultura ha-
cia la calidad de vida. Australia y Canadá han incluido en los progra-
mas escolares una asignatura obligatoria de educación sobre medios de
comunicación. El programa ayuda a los estudiantes a darse cuenta de
cómo los medios y la publicidad modelan sus valores y su cultura,
enseñándoles a diferenciar el artificio publicitario de la realidad, bien
sea en los anuncios o en la propia programación. La educación para el
consumo puede que sea muy necesaria para contrarrestar, en concreto,
las incesantes proclamas publicitarias que equiparan consumo con fe-
licidad. En Brasil, la asociación no-gubernamental Instituto Akatu ha
trabajado con colegios, empresas y grupos de Scout para educarles so-
bre el «consumo responsable». Esta organización utiliza diversas herra-
mientas —desde Internet hasta folletos, tebeos y juegos— para mos-
trar las consecuencias ambientales y sociales del consumo y enseñar a
la gente cómo presionar a los gobiernos para que adopten cambios en
sus políticas con el fín de promover un consumo responsable.49

Alcanzando la vida buena


La insatisfacción creciente de la sociedad de consumo oculta una sen-
cilla cuestión: ¿qué nos reporta la economía? Las respuestas habitua-
les, como prosperidad, empleo, oportunidades más amplias, parecen
bastante lógicas —pero sólo hasta que empieza a manifestarse su
disfunción. Cuando la prosperidad hace que padezcamos exceso de peso,

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Cuadro 8-3. Alentando a los anunciantes a pr omover
promover
la sostenibilidad

La publicidad es un instrumento muy potente que se utiliza con frecuencia para es-
timular el consumo —y que está minando, por tanto, los esfuerzos para construir un
mundo sostenible. Pero el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas
(PNUMA) intenta convertir a las agencias de publicidad en aliados, comprometién-
doles en la promoción de la sostenibilidad. En 1999, el PNUMA creó un Foro sobre
Publicidad y Comunicación con el objetivo de aumentar la sensibilidad hacia el «con-
sumo sostenible»: que mejore la calidad de vida y minimiza las desigualdades socia-
les y ecológicas— alentando a los anunciantes y agencias de publicidad a promover
este objetivo.
Algunas empresas claves del mundo de la publicidad y de la mercadotecnia han
respondido desarrollando publicaciones a favor de la sostenibilidad en colaboración
con el PNUMA y organizando sesiones especiales sobre desarrollo sostenible en sus
congresos internacionales. Por ejemplo, la agencia de publicidad McCann-Erickson
publicó junto con el PNUMA un folleto titulado «¿La sostenibilidad vende? dirigido
a empresas y profesionales del sector para convencerles de que «lejos de hundir las
ventas, los principios de sostenibilidad pueden ser esenciales para proteger la salud
y los beneficios futuros de una marca». En colaboración con Sostenibilidad y con el
PNUMA, la Asociación Europea de Agencias de comunicación preparó una guía para
las agencias de publicidad que describe el creciente mercado mundial de consumo
sostenible. Y la Asociación Mundial de Profesionales de Investigación ha solicitado
una encuesta sobre actitudes del consumidor en cuestiones de sostenibilidad.
El PNUMA está además colaborando con algunos sectores concretos de la in-
dustria —sobre todo con el sector automovilístico, el de turismo y el de distribución
minorista— para ayudarles a desarrollar estrategias innovadoras de publicidad y
mercado que promuevan opciones más sostenibles.

Solange Montillaud-Joyel
Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas

FUENTE: Ver nota al final nº 48

nos agota el exceso de trabajo, y la obsesión por «tenerlo todo» hace


que descuidemos a la familia y a los amigos, la gente empieza a pre-
guntarse muy en serio hacia dónde les conducen sus vidas y a cuestio-
nar un sistema que contribuye a dirigirles en esa dirección. Las señales
de alarma que están empezando a sonar en algunos países industriales
—y también en otros en vías de desarrollo— sugieren que muchos
aspiramos en la vida a algo más que a una casa más grande y un coche
nuevo. La gente anhela algo más profundo: felicidad, dignidad y unas

317

situacion2004bo.p65 317 29/06/2007, 14:30


vidas con sentido —en una palabra, bienestar. Y espera que la econo-
mía sea un instrumento y no un obstáculo para conseguirlo.
Las personas son la principal preocupación de las sociedades con una
calidad de vida alta, y en ellas se cuidan y promueven las relaciones
humanas. El diseño de zonas urbanas dando prioridad al peatón, al ocio
y a la expresión humana, ayuda, por ejemplo, al encuentro constructi-
vo y satisfactorio entre personas —en conciertos y festivales públicos
o simplemente en los encuentros informales que surgen en mercadillos
al aire libre. En este tipo de sociedades se fomenta una economía de
carácter local, favoreciendo la producción, el desarrollo de talentos y
las mercancías propias de la región en detrimento de las importaciones
procedentes de comarcas remotas. A diferencia de las economías dis-
tantes, las economías locales tienen una «escala humana», que fortale-
ce la red de relaciones entre el agricultor y la población urbana, el ar-
tesano y su cliente y el productor y el consumidor.
Cuidar las relaciones humanas requiere dedicación, y puede que
obligue a relegar a su justo sitio a muchos «ladrones de tiempo» de la
vida moderna, empezando por el trabajo. La experiencia de muchos
países europeos ha demostrado que la semana laboral de 40 horas no
es sagrada, y que la gente puede llegar a su casa más pronto o disfru-
tar de fines de semana más largos con sus hijos o amigos. Y que huir
de viviendas en urbanizaciones dispersas por el territorio evitaría el
desplazamiento diario al trabajo que roba a mucha gente cantidades
asombrosas de tiempo: un desplazamiento de más de una hora diaria,
habitual para muchos norteamericanos que viven en urbanizaciones,
significa para un trabajador perder el equivalente a seis semanas labo-
rales anuales en el transporte. La constante búsqueda de la sociedad
en que vivimos de artefactos para ahorrar tiempo, que conducen úni-
camente a un frenesí aun mayor de vida, ha de sustituirse por estilos
de vida más sencillos.50
Una sociedad del bienestar ofrecería a los consumidores un abanico
suficiente de opciones, en vez de una colección innumerable de pro-
ductos prácticamente idénticos. Se fomentaría mediante incentivos eco-
nómicos una producción encaminada a proporcionar a los consumido-
res lo que buscan realmente: medios de transporte fiables, no
necesariamente un coche; productos locales y sabrosos de temporada,
en vez de frutas y verduras procedentes de otros países; o relaciones
sólidas entre vecinos en vez de una mansión con un enorme jardín. La
libertad de elección se redefiniría, para significar posibilidades de au-
mentar la calidad de vida y no opciones entre una serie de productos
y servicios.

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A nivel individual, la verdadera libertad de elección incluiría segu-
ramente la opción de no consumir. Es preciso que todos nos acostum-
bremos a afrontar una pregunta clave: ¿cuánto es suficiente? Las res-
puestas variarán de una persona a otra, pero merece la pena tener en
cuenta una norma del filósofo chino Lao Tzu «Es rico el que sabe que
tiene suficiente». Los consumidores que adoptan esta sabiduría antigua
tienen mucho camino andado en su huída de la tiranía de la compara-
ción social y de la publicidad que empuja gran parte del consumo en
nuestros días.51
Las personas de una sociedad del bienestar desarrollarían también
una relación muy íntima con el medio natural. Sabrían distinguir los
árboles de los parques y las flores de los jardines con la misma facili-
dad con la que ahora identifican los emblemas de las grandes empre-
sas. Comprenderían las bases ambientales de su actividad económica:
de dónde viene el agua que utilizan, a dónde van a parar sus basuras y
si la electricidad que consumen procede de una central de carbón o
nuclear, o de fuentes renovables de energía. Probablemente disfrutarían
en sus hogares desarrollando proyectos que contribuyeran a acercarles
a la naturaleza —construyendo, por ejemplo, una alberca para recoger
el agua de lluvia, o un pequeño huerto con su correspondiente rincón
de compostaje. En resumen, aprenderían a amar y a convertirse en
defensores de la naturaleza. Como dijo en su día el fallecido biólogo
de Harvard, Stephen Jay Gould: «Debemos desarrollar un lazo emo-
cional y espiritual con la naturaleza, ya que nunca lucharemos para salvar
lo que no amamos.»52
Una sociedad centrada en el bienestar aseguraría, finalmente, que
todo el mundo tenga acceso a alimentos sanos, agua limpia y sanea-
miento, educación, atención sanitaria y seguridad. Es prácticamente im-
posible imaginar una sociedad del bienestar que no atienda las necesi-
dades básicas de las personas. Más aun, es inconcebible que una sociedad
del bienestar pueda conformarse con satisfacer a su propia población
mientras que otros muchos sufren necesidad fuera de sus fronteras. Las
sociedades que ocupan los primeros puestos en la escala del Índice de
Bienestar, especialmente en el norte de Europa, también tienen, en
efecto, algunos de los programas de cooperación y ayuda al desarrollo
más generosos del mundo.53
La transición a una sociedad del bienestar será indudablemente un
desafío, dado lo acostumbrada que está la gente a situar el consumo
en la cúspide de los valores sociales. Pero contamos con dos grandes
ventajas para avanzar hacia esta meta. En primer lugar, la humanidad
cuenta hoy día con una base de conocimientos, de tecnología y de

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habilidades que supera con mucho los niveles que han conocido otras
generaciones. Paradójicamente, esta base es el resultado de un sistema
económico orientado hacia el consumo. Pero, por muy equivocado que
haya sido, el desarrollo consumista del siglo XX puede todavía redi-
mirse, si conseguimos que la tecnología y el conocimiento acumula-
dos se inviertan en lograr un mayor bienestar y no una acumulación
material cuyo único fin sea perpetuarse.
La segunda ventaja es muy sencilla, pero muy poderosa: mucha gente
prefiere una vida buena a una vida dominada por el consumo. El anti-
guo Primer Ministro de Holanda, Ruud Lubbers, expresaba esta reali-
dad fundamental muy bien al señalar que los holandeses trabajan me-
nos horas para mejorar su calidad de vida: «Nos gusta esto. Ni qué decir
tiene que disponer de más tiempo nos permite desarrollar otras facetas
de nuestra vida aparte del trabajo, por las cuales no se nos paga y para
las que nunca hay tiempo suficiente». Puede que en otras sociedades
industriales el deseo de una mayor calidad de vida no esté tan defini-
do como en este caso, pero no faltan indicios de que existe: trabajado-
res que prefieren disponer de más tiempo libre en vez de una subida
de sueldo, consumidores que apuestan por alimentos ecológicos y otros
productos «éticos», personas que buscan unas relaciones familiares más
sólidas. Cuando se ofrecen los elementos que condicionan una socie-
dad del bienestar, su acogida es con frecuencia sorprendentemente po-
sitiva.54
Si se cuidan las relaciones humanas, se facilitan opciones saludables,
se aprende a vivir en armonía con la naturaleza y se atienden las nece-
sidades básicas de todos, las sociedades pueden dejar de dar importan-
cia al consumo, para dar importancia al bienestar. Este logro podría
suponer un avance tan grande para el siglo XXI, como fue el aumento
de oportunidades, de facilidades y de comodidades durante el siglo XX.

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Apéndice 1

El metabolismo de la economía española


Flujos de energía, materiales
y su incidencia ecológica

Óscar Carpintero y José Manuel Naredo

Introducción: nuevas aportaciones para desvelar que el deterioro


ecológico es un fruto obligado del «desarrollo»
La cuestión de la sostenibilidad ambiental de las economías industria-
les ha suscitado en los últimos años un debate en el que —salvo esca-
sas excepciones— ha dominado más la retórica que la cuantificación
rigurosa apoyada en un instrumental adecuado. Se trataría, una vez más,
del viejo debate sobre las restricciones ambientales a la expansión del
sistema económico dentro de la biosfera que con variantes, cambios de
tono y nuevos argumentos se ha desarrollado desde hace casi dos si-
glos.1 Una discusión que se empobrece cuando se aborda la cuestión
del «crecimiento y el desarrollo» desde el ángulo exclusivo de la eco-
nomía estándar (cifrándolo mediante los agregados monetarios de pro-
ducción y renta) sin que exista ninguna teoría que lo ligue al mundo
físico (como tampoco, de forma generalmente reconocida, al mundo
social),2 y como si siempre se hablara del mismo fenómeno en todo
tiempo y lugar. Sin embargo, en nuestra opinión, poco tiene que ver
el fenómeno del «desarrollo» que aconteció en los países cuna de la re-
volución industrial durante las fases iniciales del capitalismo, del que
se opera en nuestros días en plena era de la «globalización» (ecológica
y financiera). Pero además, al atribuirse a dichos indicadores de renta
y producción (PIB, etc.) la misma función e importancia en cualquier
tiempo y lugar, se dificulta el análisis del propio metabolismo de las

321

situacion2004bo.p65 321 29/06/2007, 14:30


sociedades, configurado precisamente por la interacción entre realida-
des físicas, socioinstitucionales,... y monetarias. Nuestro propósito en
las páginas que siguen será, precisamente, iluminar esta cara oculta del
desarrollo económico tanto teórica como empíricamente, apoyándonos en
un enfoque que vaya más allá del seguimiento de las actividades eco-
nómicas en términos monetarios para ayudar a registrar, desde el án-
gulo físico, las consecuencias ambientales que esconde la simple adqui-
sición de riquezas preexistentes bajo el manto de la «producción»
económica.
Por esta razón, la llamada economía ecológica surgió como reacción
al predominio del enfoque económico estándar, con el ánimo de su-
plir sus carencias utilizando el aparato conceptual de la ecología para
analizar la interacción de las sociedades humanas con el medio físico
en el que se desenvuelven. Aunque estos enfoques deberían de ser por
naturaleza transdisciplinares, la compartimentación habitual del mun-
do académico tiende a considerarlos como una especialidad más, sos-
layando las propuestas de integración de los enfoques parcelarios que
habitualmente conllevan. De esta manera, se sigue produciendo un claro
divorcio entre los enfoques económicos y los enfoques ecológicos. Y la
propuesta de construir un enfoque ecointegrador «que trate de reconci-
liar en una misma raíz eco la utilidad propugnada por aquellos y la
estabilidad estudiada por éstos, precisando con claridad el contenido y
el alcance de las contradicciones que puedan plantearse entre ambos
niveles»,3 no parece que haya alterado el quehacer diario del grueso de
los economistas, que siguen aplicando el razonamiento parcelario de
rigor.
Aunque este trabajo hunde sus raíces en una tradición, ya centena-
ria,4 sobre el análisis e investigación de los flujos físicos que atraviesan
el sistema económico, va a ser sobre todo a partir de finales de la dé-
cada de los ochenta cuando algunos debates en el seno de Naciones
Unidas y la UNESCO den como resultado que autores como Robert
Ayres, junto a Udo Simonis, recojan la vieja metáfora algo abandona-
da y popularicen la noción de «metabolismo industrial»: un proceso
donde —al igual que los organismos vivos que ingieren energía y ali-
mentos para mantenerse y permitir su crecimiento y reproducción—
la economía convierte materias primas, energía y trabajo en bienes fi-
nales de consumo —más o menos duraderos—, infraestructuras y re-
siduos.5 Al ir «más allá del valor económico», se hace preciso conside-
rar los impactos ambientales de la producción de bienes y servicios
«desde la cuna hasta la tumba», esto es, recayendo sobre los recursos
naturales antes de ser valorados, y sobre los residuos generados que,

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por definición, carecen de valor monetario. Una evaluación seria de los
comportamientos económicos en términos de «sostenibilidad» requeri-
ría, por tanto, hacer un seguimiento exhaustivo de los flujos de ener-
gía y materiales que recorren los sistemas económicos con el fin de
calibrar, hasta qué punto, los países están viviendo más allá de sus
posibilidades en términos de recursos, o han superado la capacidad de
los ecosistemas para absorber los residuos. No debe extrañar entonces
que, con este caldo de cultivo, las mismas preocupaciones llevaran a
que, desde comienzos de los noventa, dos importantes institutos se
pusieran a la cabeza en la investigación sobre flujos materiales a nivel
internacional: se trataba del Wuppertal Institut alemán y del Institut für
Interdiziplinäre Forschung und Fortbildung (IFF) austriaco. En el pri-
mer caso, la aportación de Frederick Schmidt-Bleek resultó decisiva para
la consolidación de conceptos como el de «mochila ecológica» (flujos
ocultos de recursos necesarios para la obtención de un recurso o la fa-
bricación de un producto que no forman parte del mismo ni son va-
lorados) o el de Input Material por Unidad de Servicio (MIPS), en el
que se intentaban recoger —«desde la cuna hasta la tumba»— todos
los flujos de energía y materiales que incorporaba la extracción de un
recurso o la fabricación de un producto. Un papel similar al desempe-
ñado por Schmidt-Bleek en Wuppertal lo ha venido realizando Mari-
na Fischer-Kowalski en el IFF vienés. Y a ellos se debe, en colabora-
ción también con otros institutos como el World Resources
norteamericano, el especial nivel alcanzado en los análisis a escala na-
cional desarrollados durante la década de los noventa.6
Pero si el seguimiento de los flujos físicos de energía y materiales
(metabolismo) permite cuantificar el trasiego de recursos que moviliza
tanto interior como exteriormente una economía, la profundización en
su análisis permite conectar la dependencia económica estructural en-
tre países ricos y pobres con la dominación y deterioro ecológicos pro-
vocado por las relaciones que ambos grupos de territorios mantienen.
Se precisa entonces saber, ¿cuáles son los mecanismos económicos que
otorgan a determinadas metrópolis o países metropolitanos, y más con-
cretamente a ciertos «agentes económicos» domiciliados en ellos, la
capacidad de comprar los recursos y los sumideros planetarios, sin ejercer
una presión colonial directa? En el libro Desarrollo económico y deterio-
ro ecológico dirigido por J.M. Naredo y A. Valero,7 se ofrece una carac-
terización de estos mecanismos y comportamientos a partir de la de-
nominada «Regla del Notario», a saber: la asimetría que se produce en
los procesos productivos en los que las etapas que presentan mayor coste
físico o son más intensivas en el consumo de recursos —medido éste

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en unidades energéticas8— resultan ser las menos valoradas desde el
punto de vista monetario y viceversa. Una ilustración de este hecho se
observa durante la construcción de una vivienda al comparar la diver-
gencia creciente entre las aportaciones de recursos físicos en cada una
de las fases del proceso (cimentación, tabicado, etc.), y las remunera-
ciones monetarias correspondientes, hasta llegar a la firma final de las
escrituras «ante notario», quien, al igual que el promotor, con escaso
coste físico obtiene una remuneración monetaria más que proporcio-
nal respecto a las fases anteriores. Por tanto, esta asimetría entre reva-
lorización monetaria y coste físico se acentúa a medida que los proce-
sos avanzan hacia la venta final del producto. Y si a esta regla general
del comportamiento económico se añade la creciente especialización
comercial, que posibilitó a escala planetaria el abaratamiento del trans-
porte y la comunicación a larga distancia, el resultado lógico inevita-
ble es la dominación económica y la explotación ecológica de los terri-
torios, países y poblaciones abastecedores de materias primas, por
aquellos otros que se ocupan de las etapas finales de elaboración y
comercialización de los productos.
Lo anterior evidencia así que el «desarrollo» es un bien «posicional»,
ya que se logra al encaramarse los países, las ciudades, o las empresas
en los tramos de mayor valoración por unidad de coste físico de la «curva
del Notario», reforzado por su posición dominante en lo financiero. Pero
evidencia que estos tramos o fases se apoyan en las actividades previas
de extracción y elaboración primaria que han de ser realizadas por otros.
Y que, por lo tanto, no todos los países, entidades, personas, etc., pueden
encaramarse a la vez en los tramos altos de la curva mencionada, ni
elevar simultáneamente sus divisas y valores en el ranking de las finan-
zas mundiales. De esta manera, al cruzar la información del coste físi-
co con la valoración monetaria, se observa que el proceso de desarrollo
seguido en los países consiste en un avance de los mismos a lo largo
de la «curva del Notario» hacia los tramos más altos: la pérdida de peso
de las actividades primarias e industriales y el avance de los servicios
así lo atestiguan, a la vez que se acentúa su déficit en energía y mate-
riales (y su exceso de residuos) que cubren con cargo al resto del mundo.
Lo cual explica los fiascos que ha ocasionado la ingenua equiparación
de la industrialización con el desarrollo: los países ricos de hoy día lo
son porque avanzan hacia los tramos más elevados de la curva men-
cionada, exportando a otros territorios las primeras fases de transfor-
mación industrial con elevados costes físicos y, por lo tanto, exigentes
en energía y contaminación, mientras que se concentran en las «más
altas tareas» de comercialización, innovación y gestión que, junto con

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el manejo de las finanzas, les permiten gozar de una sólida situación
económica. La valoración monetaria regida por la «Regla del Notario»,
apoyada por el sistema financiero, otorga así a los países ricos capaci-
dad de compra para utilizar el mundo como base de recursos y sumi-
dero de residuos. Los países ricos o «desarrollados» se muestran de hecho
cada vez más deficitarios en términos físicos,9 siendo la evolución de
este déficit un buen indicador de la posición de los países en la senda
del «desarrollo» seguida en la segunda mitad del siglo XX (a la vez que
el excedente físico en el comercio exterior de un país denota su pobre-
za o «subdesarrollo»).
En aquella publicación se advertía que, salvo que se establezcan
marcos institucionales correctores, la «Regla del Notario» orienta la
jerarquía de valoración antes mencionada que beneficia a los países,
empresas y personas que se ocupan de las fases finales de gestión y
comercialización, haciendo que la creciente especialización internacio-
nal acentúe el desequilibrio «Norte-Sur», «ciudad-campo» o «ricos» y
«pobres» a todos los niveles. Pero a la propia incidencia de la valora-
ción monetaria regida por estas asimetrías se superpone el juego de un
sistema financiero que contribuye cada vez más a reforzar el poder eco-
nómico de los países ricos y sus «agentes económicos», más allá de lo
que permitirían los equilibrios meramente comerciales. En el trabajo
de referencia no se pudieron ignorar los aspectos financieros, dado que
resultan cada vez más importantes a la hora de estudiar los procesos
de dominación económica y de deterioro ecológico que se observan en
el mundo. Habida cuenta que lo ocurrido en el campo de lo financie-
ro contribuye a acelerar las tendencias que apuntan hacia la polariza-
ción social y el deterioro ambiental, no cabe corregir estas tendencias
haciendo abstracción de cómo se genera y distribuye la capacidad de
compra sobre el mundo. Los mecanismos comerciales y financieros antes
mencionados tienden así a ordenar el territorio en núcleos de atracción
de población, capitales y recursos y áreas de apropiación y vertido. Los
mecanismos financieros acentúan la función de atractores de capitales
que ejercen estos núcleos, permitiéndoles multiplicar su capacidad de
compra sobre el mundo. La concentración de las funciones comercia-
les y financieras en los países desarrollados, o metropolitanos, de hoy
día, otorga al peso de estos núcleos atractores una clara función indica-
tiva de la situación de los países en el proceso del «desarrollo».
Tanto la noción de metabolismo económico como el enfoque apo-
yado en la «Regla del Notario», al incidir en las realidades físicas de
deterioro ecológico y dominación económica que encubren las cifras
del crecimiento del PIB, permiten terciar, con conocimiento de causa,

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en la última de las polémicas donde precisamente se intenta minusva-
lorar la dependencia de las economías industriales de sus cimientos
ambientales tanto dentro como más allá de sus fronteras. En efecto, el
progreso tecnológico y el avance en la terciarización de las sociedades
industrializadas han alimentado un discurso «desmaterializador» que
intenta demostrar que el crecimiento económico, tal y como lo cono-
cemos, sigue siendo posible porque se reduce la utilización de recursos
naturales. El predominio del sector servicios y la «nueva economía»
—«menos intensivos» en la utilización de energía y materiales— abri-
ría así la posibilidad de seguir manteniendo el actual modelo de pro-
ducción y consumo sin atender a los costes ambientales que provoca.
Este discurso promovido ya en los setenta por autores como
Malembaum fue revitalizado precisamente al calor de las propuestas
relacionadas con el «desarrollo sostenible». Abundando en los viejos
argumentos, durante las décadas de los ochenta y noventa se incidió
en el cambio estructural avalado por el creciente proceso de «tercia-
rización» y tecnologización de las economías industriales —donde el
sector servicios viene a significar entre un 60 y un 70% del PIB—
dominando un tipo de actividad que, en principio, parecía demandar
«menos» energía y materiales que la industria o la agricultura, y dado
que gran parte del crecimiento económico se debía al aumento de es-
tas actividades, entonces podría incrementarse el PIB utilizando a la vez
menos recursos naturales. Por otro lado, dentro de la propia industria
se quiso ver una masiva sustitución de materias primas tradicionales
(hierro, cobre, plomo, madera, vidrio,…), cuya extracción y fabricación
requería, a su vez, el consumo de abundante energía y materiales, por
otras nuevas sustancias (sintéticas, fibras, plásticos, …) que parecían
exigir menor intensidad de recursos («transmaterialización»). Además,
los procesos de reconversión de la industria básica en los países de la
OCDE, así como la incipiente aparición de nuevas actividades indus-
triales ligadas al ámbito de la Investigación y el Desarrollo (I+D) tec-
nológicos, llevaron a pensar que los recursos naturales dejarían de ser
un problema para el aumento del PIB. Por último, se mencionó tam-
bién como ejemplo desmaterializador, el proceso de descontaminación
que, fruto del «éxito» de ciertas políticas ambientales en los países in-
dustrializados, habría llevado a una reducción de la generación de resi-
duos y la contaminación en relación al PIB.10
En todo caso, conviene precisar el sentido que le damos a este pro-
ceso desmaterializador para evitar equívocos no sólo conceptuales, acu-
sando recibo de una distinción que en los últimos años ha ayudado a
aclarar los términos del debate. Se trata de diferenciar entre desmate-

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rialización relativa o débil y desmaterialización absoluta o fuerte. La
primera es aquella que apunta un descenso en los requerimientos de
energía y materiales por unidad de PIB —que sería un simple corola-
rio de la «Regla del Notario»— mientras que la segunda supone una
reducción en la cantidad absoluta de recursos naturales que se utilizan
por la economía correspondiente.11 En la discusión de esta tesis para
el caso español, tanto el seguimiento de los flujos de recursos natura-
les que configuran el metabolismo económico de España como la con-
sideración de la «Regla del Notario» ayudarán a determinar si la eco-
nomía española ha seguido una senda de «crecimiento desmaterializado»
o bien el aumento en la producción de bienes y servicios ha dependi-
do fundamentalmente de los recursos extraídos tanto dentro como fuera
de nuestras fronteras.

Principales cambios operados en el metabolismo de la economía


española desde el punto de vista de los inputs (recursos)
En primer lugar, es ya un hecho conocido que, desde mediados de la
década de los cincuenta, la economía española ha experimentado un
crecimiento importante de su producción medida en términos del PIB
real, al multiplicarse por seis su valor entre los años 1955 y 2000. La
simple expansión cuantitativa de los bienes y servicios puestos a dis-
posición de la población en este período ha ido acompañada de una
serie de transformaciones cualitativas (estructurales) bien estudiadas
desde hace tiempo por buena parte de los economistas. Así pues, me-
rece la pena comenzar señalando, en términos generales, el volumen
de recursos naturales que ha movilizado directa o indirectamente la
economía española desde mediados del siglo pasado. Advirtiendo, en
primer lugar, que los Requerimientos Totales de Materiales de (RTM)
de nuestra economía,12 es decir, la suma conjunta de los requerimien-
tos directos o flujos de energía, materiales y biomasa que se incorporan
a la cadena del valor económico por compraventa, y de los requerimien-
tos ocultos que no forman parte de la mercancía finalmente vendida pero
que es necesario remover para su obtención —estériles mineros que
recubren el metal, movimiento de tierras para la construcción de
infraestructuras, biomasa no aprovechada como restos de cosecha y poda,
etc.—13 han experimentado un crecimiento notable durante esas fechas,
pasando de 267 millones de toneladas en 1955 a 1.508 millones en
2000, sin incluir la erosión14 ni el agua (Gráfico 1). Este incremento,
en más de cinco veces el de los materiales utilizados, ha corrido parejo

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al del PIB al coste de los factores, superando con creces al propio cre-
cimiento de la población: los habitantes de nuestro país hemos pasado
de movilizar en forma de inputs, sin incluir la erosión ni el agua, 10
tm/hab a mediados de la década de los cincuenta, a requerir 37 tm/
hab en 2000—de computar la erosión nos iríamos a 47 tm/hab. En lo
que concierne al origen de dichos recursos, mientras en 1955 el 95%
se localizaban en el interior de las fronteras, cuarenta años más tarde
ese porcentaje se había reducido en treinta puntos, situándose en el
65%; circunstancia que pone de relieve el creciente peso de los flujos
de recursos naturales procedentes de otros territorios para alimentar
nuestro modo de producción y consumo, con el consiguiente deterio-
ro ambiental tanto interno como externo. La situación descrita, es de-
cir, la tendencia desde el autoabastecimiento hacia la dependencia exte-
rior se manifiesta también cuando descendemos a los dos grandes grupos
de flujos, sean éstos abióticos (energía y minerales metálicos y no me-
tálicos, y productos de cantera) o en forma de biomasa (agrícola, fo-
restal, pastos y recursos marinos).

Gráfico 1. Evolución de los R TM según origen y modalidad,


RTM
1955-2000 (Miles de toneladas)
EVOLUC

1.600.000

1.400.000

1.200.000
Miles de toneladas

1.000.000

Miles de toneladas
800.000

600.000

400.000

200.000

0
1955 1958 1961

D
DIRECTOS domésticos DIRECTOS importados O
OCULTOS domésticos OCULTOS importados

Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas. Los flujos ocultos no incluyen la erosión.

328

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Tabla 1. Estructura por
Estructura centual de los R
porcentual TM por gr
RTM upos de
grupos
sustancias, 1955-2000

(Porcentajes y años seleccionados)

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000


Energéticos (a) 39,4 32,1 25,2 39,0 32,8 33,0 30,7 26,7
M. Metálicos (b) 14,0 14,3 17,9 16,7 16,0 16,6 17,3 17,4
M. No metálicos(c) 2,1 2,4 2,6 2,9 3,1 2,8 3,5 4,1
P. Cantera 7,4 12,8 25,9 18,7 25,2 25,5 27,8 31,8
Biomasa 31,4 30,8 20,6 16,1 14,1 14,0 13,2 12,9
Excavación 5,3 7,2 7,3 5,5 6,5 5,6 4,7 3,8
Otras importaciones 0,4 0,5 0,6 1,1 2,2 2,5 2,7 3,3
RTM 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Domésticos 93,9 91,4 74,7 77,0 70,5 68,6 64,7 61,0
Importados 6,1 8,6 25,3 2300 29,5 31,4 35,3 39,0
Promemoria
Abióticos (en sentido
amplio)(*) 68,6 69,2 79,4 83,9 85,9 86,0 86,8 87,1
Bióticos 31,4 30,8 20,6 16,1 14,1 14,0 13,2 12,9

Nota: No incluye erosión . (a) Incluidas semimanufacturas energéticas. (b) Incluidas las semimanufacturas
metálicas. (c) Incluidas semimanufacturas minerales. (*) Incluyen, a parte de las materias primas, las
semimanufacturas energéticas, minerales y metálicas, así como los flujos excavados y las otras importacio-
nes de bienes finales.
Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

Esta panorámica general puede completarse añadiendo que la frac-


ción hegemónica a finales de la década de los noventa fue la de los
inputs abióticos con casi el 70% del tonelaje.15 Porcentaje que podría
alcanzar hasta el 80% si añadiésemos los flujos procedentes de las
semimanufacturas energéticas, minerales y metálicas que, aunque con-
lleven un proceso de manipulación industrial, mantienen un rescoldo
abiótico importante. Pero los RTM no sólo se distribuyen según el
origen, también lo hacen en función de la modalidad (directos u ocul-
tos). Y aquí cabe subrayar que, de las 37 tm/hab de RTM extraídas al
finalizar el siglo, en torno al 50%, esto es, 19 tm/hab, se correspon-
den con los flujos directos (abióticos, biomasa y otros bienes importa-
dos), mientras que el resto, tienen que ver con los flujos ocultos subor-
dinados a la extracción u obtención de aquellos mismos inputs directos
(domésticos o importados). Se puede concluir por tanto que, según los

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años, desde 1955, los flujos ocultos totales siempre han superado a la
extracción de recursos naturales directos situándose en una proporción
que, aunque variable, ha rondado el 50-60% para los primeros frente al
40-50% de los segundos. O dicho de otra manera: cada año las extrac-
ciones no utilizadas procedentes de la corteza terrestre o de la biomasa
han igualado o superado aquellas cantidades que entran en línea de
cuenta configurando la esfera del valor económico.

La exigencia creciente de recursos naturales directos: De la economía de la


«producción» a la economía de la «adquisición»
En contra de lo que a menudo se tiende a pensar, la modificación en
las pautas productivas de la economía española hacia el mayor peso de
los servicios no ha conllevado también una menor intensidad relativa
y absoluta en la utilización de recursos naturales. Frente a la creciente
importancia del sector servicios en nuestro país, el recurso a los flujos
de energía y materiales abióticos, lejos de menguar, ha crecido en tér-
minos absolutos en las últimas décadas. Pues no sólo se trata de que
globalmente los inputs directos se hayan multiplicado por más de seis ve-
ces entre 1955 y 2000 (por encima del PIB y de la población), sino que
estas diferencias se agrandan aún más para ciertos grupos de sustan-
cias. Por ejemplo, el ritmo de extracción y utilización total de recursos
abióticos o no renovables (energéticos, minerales y productos de cante-
ra) supera los parámetros mencionados para el conjunto de flujos di-
rectos, en una escalada incesante desde mediados del siglo pasado. En
términos globales, esta extracción se multiplicó por más de 12 veces entre
1955 y 2000 —pasando de los 42 millones de toneladas a mediados
de siglo a los casi 522 millones a finales—, doblando al crecimiento
del PIB al coste de los factores para ese mismo período —que se in-
crementó en seis veces—, y superando ampliamente al crecimiento ab-
soluto de la población que apenas varió en un factor de 1,4.
Desde un punto de vista más desagregado, los flujos energéticos (do-
mésticos e importados) con cargo a las reservas de la corteza terres-
tre se multiplicaron entre 1955-2000 por 6,8 veces —de los 17 mi-
llones de mediados de siglo a los 119 a finales del mismo—, los
minerales no metálicos lo hicieron por siete, y los productos de can-
tera por 24. Sólo la extracción de minerales metálicos con un factor
de 1,7 aumentó menos que el PIB aunque superó al crecimiento de
la población. Estas cifras dan una idea del intenso esfuerzo realizado
por la economía española, tanto dentro de nuestras fronteras como
más allá de ellas.

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Tabla 2.. Evolución de los input dir ectos de la economía
directos
española, 1955-2000

(años seleccionados y miles de toneladas)


1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

ABIÓTICOS 42.557 73.016 231.916 271.929 369.063 353.858 390.341 522.010


Domésticos 38.364 63.870 174.854 207.675 287.310 274.135 302.253 408.004
Importados 4.193 9.146 57.063 64.253 81.753 79.723 88.088 114.006
BIÓTICOS 75.170 101.566 119.200 134.482 137.539 131.801 121.815 157.084
Domésticos 74.539 99.436 110.908 126.040 125.594 120.173 103.993 138.158
Importados 631 2.130 8.283 8.442 11.945 11.629 17.822 18.926
OTRAS IMPORTACIONES
Semimanufacturas totales 1.715 1.640 6.109 14.375 23.571 24.274 25.747 39.786
Otros bienes 977 1.920 4.167 10.8332 26.507 28.577 32.999 49.248

INPUTS DIRECTOS TOTALES 120.420 178.141 361.394 431.618 556.681 538.510 570.202 768.129
Domésticos 112.904 163.306 285.771 333.715 412.904 394.308 406.246 546.612
Importados 7.516 14.835 75.622 97.902 143.777 144.203 163.956 221.967
CONSUMO APARENTE
(I. Directos – export.) 111.836 168.010 340.804 375.929 502.049 477.305 498.669 673.679
PROMEMORIA
I. Directos per cápita (tm/hab) 4,2 5,8 10,2 11,2 14,3 13,8 14,5 19,0
Consumo per cápita (tm/hab) 3,9 5,5 9,6 9,7 12,9 12,2 12,7 16,6

Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

Y cabe recordar que se trata de unos inputs de recursos naturales


relacionados estrechamente con las actividades extractivas y mineras en
las que nuestro territorio ha acumulado una importante tradición.
Aunque hay que subrayar que fue a partir de mediados del siglo XX
cuando este tipo de actividades sufrieron una notable modificación en
la ventajosa posición que ocupaban dentro de la economía española
desde cien años antes. La peculiar disposición de los yacimientos mi-
nerales en nuestro suelo16 así como la riqueza especial de algunos de
ellos tuvo mucho que ver en que apareciéramos como uno de los prin-
cipales productores mundiales de varios minerales como el hierro, el
plomo, la plata, o el cinc.17
Pero interesa destacar que al calor de esa actividad extractiva, en las
últimas décadas se ha encaramado a los primeros puestos un especial

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situacion2004bo.p65 331 29/06/2007, 14:30


grupo de sustancias. Los productos de cantera con destino al sector de
la construcción no han sido sólo la fracción de mayor crecimiento ab-
soluto, sino la que ocupa el primer lugar en cuanto a tonelaje movili-
zado, acaparando en 2000 el 75% del total de los recursos abióticos
directos utilizados por la economía española como inputs. A bastante
distancia aparecen los recursos energéticos que al final del período con-
siderado representaban el 25% de los flujos, dejando para los minera-
les —en sus dos formas— apenas el 10% restante. Lo que refleja un
cambio considerable en la jerarquía de recursos naturales, al pasar de
una situación, en 1955, de relativa igualdad entre los productos de
cantera y los flujos energéticos, a un escenario en el cual aquellos han
superado en tonelaje ampliamente a los primeros. Modificación que,
sin embargo, no se ve confirmada en términos de valoración moneta-
ria. Esta exigencia de productos de cantera (caliza, etc.) ha sido de es-
pecial relevancia, no sólo en la «década del desarrollo», sino más re-
cientemente, pues proporcionó los recursos con que alimentar los booms
inmobiliarios y económicos de finales de los ochenta y finales de los
noventa,18 deparando tasas de crecimiento que doblaron al incremento
del producto interior bruto. Tal fue la estrecha relación entre crecimiento
económico y las rocas de cantera que, en apenas media docena de años,
la extracción de éstas aumentó un 62% y un 45%, pasando de los 146
millones de toneladas en 1985 a los 236 millones de 1991, o de los
255 millones en 1995 a los 371 millones de 2000, con unas conse-
cuencias ambientales nada inocentes. No en vano, cuando el agente
principal de la «recuperación» es el sector de la construcción conviene
tener presentes algunas cuestiones y consecuencias de un boom que, por
otro lado, dio lugar a importantes transformaciones patrimoniales fru-
to de la generación de plusvalías inmobiliarias y bursátiles.19 Cabe apun-
tar que el uso generalizado de productos de cantera en ese período fue
la respuesta a una ya vieja estrategia de inversión en inmuebles y de
un marco institucional que ha venido favoreciendo, desde hace déca-
das, la nueva construcción frente a la rehabilitación y el acondiciona-
miento de viviendas antiguas, haciendo de España el país europeo más
destructor de su propio patrimonio inmobiliario.20 Así se explica que
este desplazamiento del sector hacia la construcción de nuevas vivien-
das e infraestructuras se traduzca en una mayor demanda de recursos
naturales, pues cada edificio ha venido exigiendo por término medio
3,5 toneladas/m2 de materiales, y cada metro cuadrado de carretera
demanda también 1,9 toneladas. Lo que se agrava aún más al comprobar
que, en el caso de las viviendas, el 97% del tonelaje de los materiales
incorporados al edificio procede de recursos abióticos (principalmente

332

situacion2004bo.p65 332 29/06/2007, 14:30


piedra, arena y grava, pero también plásticos, pinturas, etc.), llegando
al 100% cuando se trata de las infraestructuras de carretera.21
La importancia de los productos de cantera y algunos otros flujos
hace que, pese a la variedad de sustancias que componen los diferen-
tes grupos de recursos que casi llegan al centenar, el grueso del tonela-
je se concentre en un puñado de materiales. Destaca, por ejemplo, el
caso del hierro dentro de los minerales metálicos, cuya relevancia no
ha descendido de las dos terceras partes de este tipo de inputs, o la
piedra caliza dentro de los productos de cantera que acapara más de la
mitad de esos flujos. De igual modo, dentro de los minerales no me-
tálicos las sales (gemas, marinas y potásicas) dominan el panorama y,
finalmente, como es bien sabido, en el caso de los productos energéti-
cos, la evolución del petróleo lo ha llevado desde una posición mino-
ritaria a mediados de la década de los cincuenta hasta su papel hege-
mónico a finales de los noventa, representando más de la mitad de los
flujos de combustibles fósiles en forma de inputs.
En este somero repaso por los inputs directos que han recorrido la
economía española en las últimas décadas, es necesario hacer también
mención a aquellos flujos bióticos que, sobre todo, son consecuencia
de la acción fotosintética de la naturaleza. Excluyendo por motivos
metodológicos el agua y el aire hemos centrado la preocupación con-
table en la biomasa agrícola, forestal, pesquera y con destino ganadero
(vía pastos y pajas). Tal y como se desprendía de la Tabla 2, los flujos
bióticos directos (producción agrícola, pastos, productos forestales y
pescado) se han multiplicado por dos en el período de referencia, pa-
sando de los más de 75 millones de toneladas a mediados de la década
de los cincuenta, para llegar a los 157 millones de 2000. Un crecimiento
que se encuentra claramente por debajo del incremento del PIB pero
que, en cambio, supera el aumento de la población para las mismas
fechas. Como cabría esperar, el grueso del tonelaje directo correspon-
de a la biomasa vegetal agrícola (cultivos) que pasa de representar casi
dos tercios de los flujos bióticos a mediados de la década de los cin-
cuenta, a las tres cuartas partes (75%) al finalizar el siglo. Le siguen
en orden de importancia los recursos forestales (madera y leña) que, a
pesar de casi doblar su extracción en términos absolutos, se han man-
tenido, con oscilaciones, en torno al 15%.
La pérdida de importancia de los pastos naturales en los flujos
bióticos extraídos, se ha venido compensando, precisamente, con la
expansión de los cultivos forrajeros y de cereales grano, así como por
los piensos compuestos destinados a la alimentación ganadera. Por es-
tas razones, y para no incurrir en dobles contabilizaciones, se deja aquí

333

situacion2004bo.p65 333 29/06/2007, 14:30


al margen la biomasa animal doméstica (aunque sí se contabiliza la
importada) puesto que el grueso de la alimentación procede de los
cultivos mencionados, ya incluidos dentro de los propios flujos agríco-
las. En cambio, sí se incorpora el heno cosechado en las praderas na-
turales y una estimación de los pastos aprovechados a diente por el
ganado en los pastizales y dehesas, así como la paja procedente de los
cereales. En la misma línea general, los flujos bióticos marinos experi-
mentan un notable incremento triplicando su tonelaje y aumentando
su participación en el total.
Llama también aquí la atención el creciente peso de los flujos im-
portados en el total, denotando la creciente absorción de biomasa ex-
terna por parte de la economía española que ha multiplicado sus im-
portaciones globales por más de treinta en el período considerado. La
particular relevancia de las importaciones de cereales grano y legumi-
nosas con destino a la alimentación de ganado, así como los flujos fo-
restales de madera o las importaciones de pescado que ya representan
casi el 60% del total de inputs marinos totales han sido los principa-
les responsables. A pesar del progresivo recurso al resto del mundo, el
menor ritmo de crecimiento global de los flujos de biomasa (agrícolas,
forestales, …) —en comparación con los inputs abióticos— derivó en
una pérdida progresiva de una hegemonía que los situaba en la princi-
pal fracción de los inputs directos en la década de los cincuenta, para
acabar el siglo en unos porcentajes más bien modestos (Gráfico 2).
Y aquí viene la primera mutación importante. Habida cuenta que
la utilización de combustibles fósiles y minerales en modo alguno cabe
calificarlo de producción sino de mera extracción y adquisición de re-
cursos preexistentes; y de que, en sentido estricto, sólo cabe hablar de
producción tal y como se hace en ecología, es decir, como generación
de productos vegetales por la fotosíntesis; esta transformación ha favo-
recido que nuestro territorio —al igual que en todos los países ricos—
haya pasado de apoyarse mayoritariamente en flujos de recursos reno-
vables (biomasa agrícola, forestal, pesquera, etc.) para satisfacer su modo
de producción y consumo, a potenciar la extracción masiva de materias
primas procedentes de la corteza terrestre y que por ello tienen un
carácter agotable. Como refleja el Gráfico 2 haciendo tal vez de la ne-
cesidad virtud, el 60% de las casi 4 toneladas por habitante de energía
y materiales que de forma directa pasaban por nuestra economía en
1955, procedían de la biomasa vegetal, mientras que el 40% restante
tenía su origen en los combustibles fósiles y los minerales. Quince
años más tarde, en 1970, la cifra se había duplicado alcanzando ya
las 8 toneladas por habitante, pero los porcentajes se habían trastoca-

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situacion2004bo.p65 334 29/06/2007, 14:30


Gráfico 2. De la «economía de la pr oducción
producción
a la «economía de la adquisición»: impor tancia rrelativa
importancia elativa
de los distintos rrecursos
ecursos en los flujos dir ectos totales
directos
de la economía española, 1955-2000

DE LA "ECONOMÍA DE LA PRODUCCIÓN" A LA"ECONOMÍA DE LA ADQUISICIÓN":


IMPORTANCIA RELATIVA DE LOS DISTINTOS RECURSOS EN LOS FLUJOS DIRECTOS
TOTALES DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000

80 80

70 ABIÓTICOS
ABIÓT ICO S 70

60 60

50 50
BIÓTICOS
BIÓT ICO S
Porcentaje

Porcentaje
Porcentaje
Porcentaje

40 40

30 30

20 20

10 10

0 0
1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

Nota: El porcentaje que resta en cada año hasta 100 (que en 1995 apenas llega al 10%), se debe a las
importaciones de semimanufacturas energéticas, minerales, metálicas y al resto de bienes importados.
Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

do de forma simétrica acaparando los flujos no renovables el 60% y la


biomasa vegetal el 40 restante. En 2000 las 19 toneladas por habitan-
te de requerimientos directos se distribuían ya entre el 70% para com-
bustibles fósiles y minerales dejando sólo el 20% para la biomasa, re-
partiéndose el restante 10% entre las semimanufacturas importadas y
otros bienes. Y en esta expansión cabe recordar la importancia de los
productos de cantera que, constituyendo el grueso de los flujos no re-
novables directos, han sido determinantes en las últimas fases de auge
alimentando los sucesivos booms inmobiliarios con una estrategia de
aumento del patrimonio inmobiliario —previa destrucción del actual-
mente existente— que se ha demostrado muy gravosa desde el punto
de vista ambiental.

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Pero también la expansión de los flujos bióticos, aunque en menor
proporción que los no renovables, vino también de la mano de impor-
tantes cambios en la lógica ecológica de su aprovechamiento. De un
lado, la estrategia productivista característica de la evolución de la agri-
cultura, la ganadería y la gestión forestal, se ha asentado sobre la des-
conexión entre la vocación productiva de los territorios, según sus caracte-
rísticas ambientales, y los aprovechamientos a que han sido destinados. Así
en la agricultura con la introducción de cultivos muy exigentes en agua
y nutrientes en zonas de la península no muy bien dotadas para ello,
que han provocando situaciones de sobreexplotación de los propios
recursos y de captación masiva de recursos no renovables (petróleo)
procedentes de otros territorios, convirtiendo una actividad que tradi-
cionalmente se apoyaba sobre la energía renovable en algo subsidiario
de los combustibles fósiles. O en la ganadería, donde la orientación
productivista incentivó la estabulación y el abandono de los pastos,
extendiéndose también la misma lógica a la gestión forestal con la sus-
titución de especies autóctonas por otras de crecimiento rápido, y con-
virtiendo así las «sociedades de árboles» que son los bosques, en los
«ejércitos de pinos» de las repoblaciones.

Los flujos ocultos o indirectos: Una «mochila ecológica» que se muestra


demasiado pesada
Lo que el análisis económico convencional suele olvidar— incluso cuan-
do se ocupa de los recursos naturales— es que poner en juego todo
ese volumen de flujos directos exige un coste adicional en recursos que
es necesario «destruir» para obtener en forma útil lo que más tarde se
incorporará a la cadena del valor económico, ocasionando así una «mo-
chila de deterioro ecológico» que suele pasar inadvertida. Paradójica-
mente, la mayor parte de los materiales movilizados en el curso del
proceso económico no se «incorporan» al producto, sino que se que-
dan por el camino pasando a la categoría genérica de residuos y ha-
ciendo que la cara «oculta» del proceso económico sea mayor en tone-
laje que la valorada en forma de productos. Los trabajos realizados en
este campo confirman que los flujos «ocultos» que integran los RTM
de los países suelen exceder comúnmente a los flujos directos.
Como hemos anticipado España no es diferente en este aspecto: sin
incluir la erosión, los flujos ocultos se encuentran en torno al 50% y han
venido representando cerca del 60% del RMT de la economía española
hasta hace muy poco. El total de los flujos ocultos generados en España
por la obtención e importación de recursos directos ascendía en el año 2000

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a 740 millones de toneladas (18 ton/hab), de las cuales el grueso, es decir,
el 67%, estaban relacionadas con los flujos abióticos. Si a esta cantidad, se
añaden otros flujos que se podrían considerar también abióticos
(semimanufacturas diversas y materiales de excavación), éstos explicarían
casi el 95% de los flujos ocultos
A pesar de esta hegemonía en el tonelaje, los flujos ocultos consi-
derados se han incrementado en una proporción ligeramente inferior a
los inputs directos, multiplicándose por algo más de cinco veces desde
1955. La sustitución del carbón por el petróleo y el gas natural, que
conllevan menos exigencias de excavación, de retirada de estériles de
recubrimiento y menos residuos sólidos de combustión, así como el
progresivo cierre de explotaciones mineras de gran impacto, explica entre
otras cosas esta evolución. Un fenómeno observado también en otros
países,22 que se corregiría si consideráramos entre los flujos «ocultos»
los vertidos a la atmósfera, excluidos por razones metodológicas. Como
se observa en la tabla adjunta, los flujos importados y los abióticos
crecen mucho más deprisa que los domésticos y los bióticos, en con-
sonancia con lo ocurrido con los flujos directos.

Tabla 3. Evolución de los Flujos Ocultos (1955-2000)

(miles de toneladas y años seleccionados)


1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000
ABIÓTICOS 121.685 148.541 223.981 448.433 457.190 435.113 424.113 514.070
Domésticos 115.756 140.3541269.224 365.754 333.879 310.025 288.993 295.151
Importados 5.929 8.187 54.758 82.680 123.311 125.519 135.120 218.919
BIÓTICOS 8.824 13.412 24.944 27.345 31.741 29.174 35.407 37.180
Domésticos 8.038 10.864 17.786 20.653 21.826 20.714 21.998 21.946
Importados 786 2.548 7.158 6.693 9.915 8.460 13.408 15.233
Semimanufacturas totales (*) 2.035 5.776 39.532 44.615 76.791 83.165 108.879 131.717
Flujos excavados 14.112 26.939 51.228 55.938 78.539 64.602 56.376 57.808

OCULTOS TOTALES 146.657 195.567 339.685 576.332 644.261 612.485 624.775 740.774
Domésticos 137.906 178.156 238.238 442.345 434.245 395.341 367.367 374.905
Importados 8.750 17.221 101.447 133.987 210.016 217.144 257.409 365.869
PROMEMORIA
Erosión 367.683 374.569 412.046 415.640 432.867 421.921 399.880 401.448
Erosión media (tm/hectárea) 25,6 25,7 26,0 26,0 26,0 26,0 26,0 27,5
Erosión media (tm/habitante) 12,6 12,2 11,6 10,8 11,1 10,8 10,2 9,9

Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

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El crecimiento observado desde los años setenta ha venido acompa-
ñado tanto de una intensificación como de un desplazamiento hacia la
explotación de minerales con mayores costes ambientales. Consecuen-
cia normal habida cuenta del incremento de la ganga y los estériles por
la progresiva extracción de yacimientos con menor ley que, en este caso,
hemos considerado parcialmente. Hay que advertir también que los
minerales metálicos (hierro, cobre, cinc, etc.), globalmente considera-
dos, han generado crecientes mochilas de deterioro ecológico. No en
vano aquí se incluyen, por ejemplo, y dependiendo de los años, las casi
500 toneladas que en forma de ganga y estériles se generan en la ex-
tracción de una tonelada de cobre, las 4 para el caso del hierro, las casi
80 del plomo, las 27 del zinc, las más de 400 del mercurio, o las
150.000 para el caso del oro. Así mismo, el comportamiento de los
minerales no metálicos y los productos de cantera presentan cifras más
estables, situándose la mochila ecológica de esas sustancias por debajo
de las otras dos fracciones. Mientras, en los productos energéticos, la
década de los ochenta protagonizó el fenómeno contrario al acaecido
en los sesenta: las dos elevaciones del precio del crudo de los setenta
influyeron en la apertura de explotaciones abandonadas, a la par que
de otras nuevas, ejerciendo un desplazamiento en la mochila ecológica
en favor de los carbones, con una alta relación ocultos-directos (de
5,7 para la hulla y la antracita y de 6,05 para el lignito), sin por ello
dejar de utilizar petróleo aunque haciéndolo de manera menos genera-
lizada que antes. Además, la peculiar coyuntura internacional hizo que,
desde mediados de los ochenta, se importaran crecientes cantidades de
metal de hierro y acero, de plomo y de cobre que, limpios de polvo y
paja y con elevadas mochilas ecológicas generadas en terceros países,
se sumaban a los minerales importados en bruto tratados en las fábri-
cas españolas: en apenas quince años, es decir, entre 1985 y 2000, los
flujos ocultos asociados al conjunto de semimanufacturas (energéticas, me-
tálicas y minerales) se triplicaron pasando de 44 a 131 millones de to-
neladas o, lo que es lo mismo, de representar el 8% del total de ocul-
tos en la primera de esas fechas a suponer el 17% en el año 2000.

De abstecedora neta a receptora neta: el comercio internacional y los mer-


cados financieros como palancas para consolidar la economía de la «ad-
quisición»
En la misma medida en que se produjo el tránsito desde una econo-
mía de la producción hacia una economía de la adquisición, el «milagro
económico» observado a partir de los años sesenta entrañó otra trans-

338

situacion2004bo.p65 338 29/06/2007, 14:30


formación profunda en el metabolismo de la economía española: en
términos físicos, España dejó de ser abastecedora neta de recursos natura-
les al resto del mundo para convertirse en importadora neta de materias
primas. En efecto, hasta la primera mitad de los años cincuenta la eco-
nomía española venía abasteciendo al resto de países con sus produc-
tos primarios y exportando mayor tonelaje del importado. Pero esta
situación se invirtió definitivamente, en términos físicos, en los años
sesenta, recibiendo nuestro territorio desde entonces una creciente en-
trada neta de energía y materiales del resto del mundo en consonancia
con el juego desarrollado a nivel mundial por los países ricos descrito
al comienzo del texto. Cabe señalar que, si en 1955 todavía salía de
nuestro territorio un millón de toneladas más de materiales de las que
entraban, a comienzos de los sesenta ya se importaban cinco millones
de toneladas más de las que se exportaban, hasta llegar, en el año 2000
a los 127 millones de toneladas de déficit físico de bienes, energía y mate-
riales. La economía española ha venido acelerando así su desplazamiento
a lo largo de la curva descrita por la «Regla del Notario» en la carrera
hacia el «desarrollo», avanzando hacia posiciones en las cuales dismi-
nuye la exigencia física de energía y materiales internos —porque se
toman de otros territorios— concentrándose en las actividades de ela-
boración de manufacturas, comercialización y turismo, como forma de
equilibrar en lo monetario el desfase y la dependencia existente en tér-
minos físicos.

Gráfico 3. Balance físico de la economía española, 1955-2000

B A L A N C E F Í S I C O D E L A E C O N O M Í A E S PA Ñ O L A , 19 5 5 -2 0 0 0
(Miles de dtoneladas)
(m i les e ton el ad a s)

2 5 0 .0 0 0 2 5 0.0 0 0

2 0 0 .0 0 0 2 0 0.0 0 0

I M P O R T A C IO N E S
1 5 0 .0 0 0 IMPORTACIONES 1 5 0.0 0 0

1 0 0 .0 0 0 1 0 0.0 0 0

5 0 .0 0 0 E X P O R T A C IO N E S 5 0 .0 0 0
EXPORTACIONES
0 0

-5 0 .0 0 0 -5 0 .00 0

-1 0 0 .0 0 0 DÉFICIT
D É F I C I T FFÍSICO
Í S IC O -1 0 0 .0 0 0

-1 5 0 .0 0 0 -1 5 0 .0 0 0
1955

1958

1961

1964

1967

1970

1973

1976

1979

1982

1985

1988

1991

1994

1997

2000

Fuente: Carpintero (2004).

339

situacion2004bo.p65 339 29/06/2007, 14:30


Aunque los años cincuenta hacen que todavía el carbón (nacional)
adquiera una importancia determinante en el autoabastecimiento de
materiales ricos en energía —junto con la hidroelectricidad y los deri-
vados de la fotosíntesis—, paralelamente aumentó la exigencia de com-
bustibles fósiles, de modo que el desplazamiento hacia el petróleo y el
gas importados acabó inflando el saldo negativo que en términos físi-
cos venía presentando la economía española desde los años setenta en
productos agroalimentarios y recursos minerales. Pero, para que salgan
las cuentas del desarrollo, se tiene que producir una revalorización en
términos monetarios que compense ampliamente las carencias desde el
punto de vista físico. Así, mientras a mediados de los cincuenta el va-
lor medio de la tonelada importada doblaba al de la exportada, las trans-
formaciones de los sesenta acabaron invirtiendo la situación, como a
continuación veremos. La economía española siguió así el patrón mar-
cado por los países «ricos» en sus relaciones con el resto del mundo, al
sufragar su déficit físico mediante una relación de intercambio favora-
ble, aunque sin conseguir equilibrar por completo su balanza comer-
cial por esta vía.
En los años noventa los ingresos por tonelada exportada casi dobla-
ban a los pagos realizados por cada tonelada que entraba en nuestro
territorio, y aun así no fue suficiente para equilibrar en términos mo-
netarios un comercio físicamente tan deficitario. Por ejemplo, para que
se hubiera compensado monetariamente en el terreno comercial el de-
sajuste físico, el valor unitario de las exportaciones en el año 2000 de-
bería haberse incrementado un 36%, pasando de las 218.755 ptas/tm
a 298.540 ptas/tm. Pero el déficit monetario no es tan abultado como
el físico porque la economía española fue avanzando hacia los tramos
más valorados de la curva descrita por la «Regla del Notario».
Al comienzo del texto se subrayó que, para el conjunto de los países
ricos, este ajuste no había que buscarlo tanto en la propia balanza co-
mercial o incluso por cuenta corriente sino en la que recoge los inter-
cambios financieros. Maticemos que la economía española no sólo me-
joró su posición en la «curva del Notario» en lo tocante al comercio de
mercancías,23 sino también básicamente en el de servicios. En el caso
de España la balanza de servicios, a través sobre todo de los ingresos
procedentes del turismo, ha venido paliando de forma muy significativa
el déficit observado en el comercio de mercancías. De hecho, en algu-
nos años, la compensación ha sido de tal calibre que, en fechas como
1961, 1985 o 1995, llegó a enjugar el déficit de mercancías, logrando
un excedente monetario por cuenta corriente nada despreciable. Sin
embargo, en los últimos tiempos, el déficit de la balanza corriente se fue

340

situacion2004bo.p65 340 29/06/2007, 14:30


haciendo cada vez más abultado y sistemático, viéndose compensado por
la atracción de capitales del resto del mundo y otorgando así a las ope-
raciones financieras un protagonismo inusual en la consecución del equi-
librio exterior de la economía española. Primero, en el período 1985-1995,
la entrada de capitales se produjo sobre todo en forma de «inversiones»
de empresas transnacionales deseosas de tomar posiciones en el nuevo
país de la Europa comunitaria y de movimientos financieros que, con
un fuerte componente especulativo, acudían atraídos por los altos tipos
de interés. Después, a medida que avanzó la consolidación del sistema
monetario europeo que culminó con la plena implantación del euro, la
bolsa española se convirtió en un atractor de capitales de importancia
significativa a nivel internacional, que contribuyó no sólo a compensar
el déficit corriente de la economía española, sino también a posibilitar la
expansión internacional de sus empresas. De esta manera España, al in-
tegrarse en ese club de países ricos que es la Unión Europea, se permitió
el lujo de ampliar sin problemas su déficit comercial al desplazar el equi-
librio exterior desde la cuenta corriente hacia la cuenta financiera y ha-
ciéndolo perfectamente asimilable dentro del sistema monetario europeo.
La economía española, no sólo pudo ampliar sin problemas su déficit
físico respecto al resto del mundo, sino que supo sacar partido de la nueva
situación financiera tan privilegiada para expandir la propiedad de sus
empresas a escala internacional. Así, en los últimos tiempos, España pasó
de ser un país comprado por capitales foráneos a erigirse en comprador
del resto del mundo: las inversiones directas y en cartera de las empre-
sas españolas en países latinoamericanos y en el resto de la UE entre 1995
y 2000 así lo atestiguan.
En esta mutación ha jugado un importante papel la reorganización
de la propiedad empresarial a nivel mundial y el consiguiente acomo-
do de las sociedades españolas en este proceso. El paulatino acercamiento
ya descrito se ha visto espoleado por la llamada segunda oleada de fu-
siones y adquisiciones empresariales transfronterizas, que dominó el pa-
norama de las inversiones extranjeras internacionales desde 1995 hasta
que la crisis actual acabó enfriando este tipo de operaciones.24 Esto
permite poner de manifiesto cómo la mencionada reducción de las
distancias en la propiedad del stock de acciones se ha apoyado en la
posición favorable de las sociedades españolas en el proceso de adqui-
siciones y fusiones transfronterizas: nuestro país ha pasado de ser un ven-
dedor neto de la propiedad de empresas nacionales al resto del mundo, a
convertirse en un comprador de la capacidad productiva y del patrimonio
del resto de los países.25 En el caso de América Latina, se han producido
importantes tomas de posición en los sistemas bancarios de Argentina,

341

situacion2004bo.p65 341 29/06/2007, 14:30


Brasil y México, por los grandes bancos españoles como el BBVA, o el
SCH, acompañadas de la adquisición de patrimonio empresarial en sec-
tores muy vinculados a la utilización y comercialización de recursos natu-
rales (producción y distribución de electricidad, gas y agua, e indus-
trias extractivas y refino de petróleo) en la misma Argentina, Chile o
Bolivia. Todo ello aprovechando los procesos de privatización de servi-
cios públicos esenciales llevados a cabo en la mayoría de estos territo-
rios, donde el papel desempeñado por empresas nacionales como
Iberdrola, Endesa, Aguas de Barcelona, Unión Fenosa, Gas Natural o
Repsol, dan buena fe de ello. Hasta tal punto es la dimensión de estas
transacciones que, para el año 1999, el 65% de la inversión directa que
llegó a América Latina, estuvo muy influida por una operación de com-
pra de patrimonio empresarial como fue la adquisición de la empresa
argentina YPF por la española Repsol.
Tal ha sido la importancia de este hecho que, con el paso del tiem-
po, el montante reflejado en las adquisiciones y fusiones transfronterizas
no sólo ha llevado aparejado las consecuencias descritas en términos de
propiedad patrimonial, sino que se ha convertido en la principal parti-
da de los flujos de inversión directa de nuestro país hacia el exterior:
en 1995 la adquisición de empresas no residentes apenas significaba el
11,3% de los flujos de salida, en 1996 supuso el 64,1%, para alcanzar
un máximo del 78,9% en 1998, y descender en 1999 al 65,1%.26 Como
se advierte en el Informe de la UNCTAD del año 2000: «Las fusiones
y adquisiciones transfronterizas están ganando importancia con tanta
rapidez precisamente porque ofrecen a las empresas el camino más rá-
pido para adquirir los activos tangibles e intangibles en distintos paí-
ses y les ayudan a reestructurar sus operaciones nacional o mundial-
mente...». La rapidez de los acontecimientos se hace explícita cuando
observamos que la tasa de crecimiento anual acumulativa de los flujos
por fusiones y adquisiciones (compras) para el período 1995-1999 fue
en España del 166%, muy superior al 57% de la Unión Europea, o al
18% de Estados Unidos. No en vano, España fue en 1999 el quinto
país de la Unión Europea en esta faceta, superando ampliamente, des-
de 1997, a naciones como Japón en su estrategia adquisitiva a nivel
mundial.27

Rematerialización absoluta y ambigua desmaterialización relativa


Una vez aportada información sobre los principales cambios operados
y sobre el volumen de flujos directos y ocultos utilizados, parece el

342

situacion2004bo.p65 342 29/06/2007, 14:30


momento de evaluar la «eficiencia ambiental» de la economía españo-
la, relacionando las variables físicas con las monetarias en el correspon-
diente indicador, y engarzando con la polémica sobre la supuesta «des-
materialización» de las economías industriales en las últimas décadas.
Los datos han mostrado sobradamente que, en términos absolutos y per
cápita, los requerimientos de materiales en nuestro país no han dejado
de incrementarse incluso desde los años setenta, por lo que no cabe
hablar de «desmaterialización» en ese sentido. Ahora bien, la polémica
se presentó comparando la evolución del consumo de energía y mate-
riales directos con el incremento del PIB, sugiriéndose cierta «desco-
nexión» o «desacoplamiento» (delinking) entre el uso de recursos ener-
géticos y la producción de bienes y servicios. Veamos ahora si ese
fenómeno ocurrió en nuestro territorio y en qué medida se desarrolló.
En primer lugar, se perciben dos grandes momentos en lo referente
a la desmaterialización relativa en términos de PIB (Gráfico 4). Por un
lado, aunque entre 1955 y 1960 se incrementa la intensidad un 8%
en términos totales y un 14% desde el punto de vista directo, va a ser
entre 1960 y 1975 donde los RTM por millón de pesetas de PIB des-
cienda en torno al 20%.28 Esta última fecha supone un aldabonazo en
la trayectoria de las intensidades materiales pues, en los quince años
que van desde 1975 a 1990 los RTM por millón de PIB recuperan el
porcentaje cedido en los años previos volviendo a las 34 y 33 tm/mi-
llón en 1985 y 1990, para acabar declinando algo hasta finalizar en 2000
con 32 tm/millón. La aparente paradoja de que sea precisamente en
las épocas de fuerte crecimiento cuando desciende la intensidad mate-
rial total y viceversa tiene que ver con algunos rasgos ya comentados.
El comportamiento «desmaterializador» de la primera etapa tiene su
origen, no tanto en la evolución de la fracción oculta abiótica (que se
incrementó espectacularmente), como en la senda seguida por los flu-
jos bióticos que, aunque aumentan en términos absolutos en tonelaje,
descienden su participación relativa en la intensidad material respecto
al PIB en casi un 50%, llegando en 1995 a suponer el 39% de lo que
representaban a mediados de siglo. La contribución de los flujos ocul-
tos en la década de los sesenta se reduce por el recurso a materiales
con mochilas de deterioro ecológico comparativamente más bajas (como
es el caso ya mencionado de la sustitución del carbón por el petróleo
y el gas natural). Lo cierto es que la sucesión de períodos
«desmaterializadores» respecto del PIB con épocas de fuerte
«rematerialización», no permiten concluir nada taxativo sobre la ten-
dencia general para todo el período. Pues si bien se puede descartar cla-
ramente la presencia de desmaterialización en términos absolutos; en tér-

343

situacion2004bo.p65 343 29/06/2007, 14:30


minos monetarios relativos, la trayectoria seguida por los indicadores
de intensidad material por unidad de renta no es tan concluyente, aun-
que excluye también en este caso una tendencia desmaterializadora clara.
Además, la fuerte pérdida de importancia de la biomasa en el conjun-
to de los flujos sean directos o totales hace que las conclusiones cam-
bien si se prescinde de su efecto.
Tal y como refleja el Gráfico 5, si dejamos de contemplar la reduc-
ción del peso de los flujos bióticos, observamos claramente la tenden-
cia rematerializadora a largo plazo que presenta la economía española
respecto de los flujos directos energéticos, minerales y de productos de
cantera. Esto concuerda además con las tendencias manifestadas por
algunos flujos directos importantes como los energéticos, donde la eco-
nomía española parece ser fiel al comportamiento que combina las fa-
ses de «desmaterialización relativa» con las de fuerte «rematerialización».
Hecho éste que corroboraría la tesis Sander De Bruyn y Johannes
Opschoor, dando lugar a una senda de crecimiento en forma de «N»,
más que a la famosa «U» invertida de Kuznets.29 Pues mientras que en
1955 el input energético primario de combustibles fósiles por unidad
de producto30 ascendía a 1,17 tep/millón (0,65 de origen doméstico y
0,52 importadas), la década de los setenta arrojará un crecimiento

Gráfico 4. «Desmaterialización» rrelativa


elativa de la economía española
en tér minos de PIB, 1955-2000
términos

" D E S M A T E R IA L IZ A C IÓ N " R E L A T IV A D E L A E C O N O M ÍA E S P A Ñ O L A E N T É R M IN O S D E PIB ,


1 9 5 5 -2 0 0 0
(Toneladas por millón de pesetas de 1986)
(T on e la d a s p o r m ill ó n d e p e s e t a s d e 1 9 8 6 )

40 40

35 35

30 30
TOTALES/PIB
T O T A L E S /P I B

25 25

20 20

15 15

10 10
DIRECTOS/PIB
D I R E C T O S /P I B

5 5

0 0
1 95 5 1 95 8 1 96 1 19 64 19 67 1 9 70 1 97 3 1 97 6 1 97 9 1 98 2 1 98 5 19 88 19 91 19 94 1 99 7 2 00 0

Fuente: Carpintero (2004).

344

situacion2004bo.p65 344 29/06/2007, 14:30


Gráfico 5. Rematerialización rrelativa
elativa de rrecursos
ecursos abióticos,
1955-2000

REM ATERIALIZACION R ELA TIVA DE RECUR SOS ABIÓTICOS, 1955-2000


(Incluye energéticos,
(inlcuy minerales,
e energéticos, minerales,productos
productos dede cantera
cantera y semimanufactuas)
y semimanufacturas)
13

12

11

10

9
ABIÓTICOS
A BIÓTICOS DIRDIRECTOS/PIB
ECTOS/PIB
8 (Toneladas por
(Toneladas por millón
millón de pesetas)
de pesetas)

4
1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

Fuente: Carpintero (2004).

importante—contradictoriamente con el resto de los países de la


OCDE— llegándose a un máximo en 1983 de 2,58 tep/millón (0,49
nacionales y 2,09 del resto del mundo).31
En cambio, las posibles dudas sobre la desmaterialización total o
directa respecto al PIB desaparecen cuando lo que queremos es hacer
un seguimiento del proceso «desmaterializador» en términos per cápita,
porque asistimos a incrementos importantes, ya sea desde la perspecti-
va de los RTM como de los flujos directos. En ambos casos se
cuadruplican los niveles de utilización de inputs per cápita pasando de
las 10 tm/hab de 1955 a las casi 38 tm/hab de 2000 para los prime-
ros; o saltando de las 4 tm/hab de 1955 a las 19 tm/hab de finales de
los noventa en el caso de los segundos (Gráfico 6). Tal es así que salvo
escasas excepciones, en ninguna de las etapas del ciclo económico con-
sideradas han declinado los valores totales ni los directos. Así pues,
podemos afirmar que el fenómeno «desmaterializador» arroja resulta-
dos ambiguos en términos relativos (PIB), ya que la pauta descrita
dependerá del período elegido. Ahora bien, la ambigüedad se difumina
un tanto cuando desagregamos los RTM según el origen (doméstico o
importado) o los flujos directos según su carácter abiótico o biótico,

345

situacion2004bo.p65 345 29/06/2007, 14:30


haciéndose además evidente el creciente apoyo de la producción de
bienes en los flujos procedentes del resto del mundo, que multiplican
por diez su contribución al PIB entre 1955 y 2000. Del mismo modo
desaparecen las dudas cuando enjuiciamos la desmaterialización relati-
va en términos per cápita o, simplemente, al hacer el seguimiento de
la desmaterialización en términos absolutos o fuertes. Todo lo cual per-
mite concluir que la pérdida de peso de la agricultura, la minería y la
industria, unida a la creciente terciarización de nuestra economía, no ha
originado en España ninguna «desmaterialización» de la misma sino que,
por el contrario, dio lugar a una rematerialización continuada desde los
años setenta.
Como tampoco la cosa mejora excesivamente cuando miramos el
asunto en términos comparativos. Por ejemplo, crecimientos importantes
encontramos también en los RTM per cápita de Alemania que pasa-
ron de las 64 toneladas en 1975 a las 76 toneladas en 1994; o en Ja-
pón y Holanda que siguieron la misma tónica pasando el primero de
ellos de 37 toneladas en la primera de las fechas a 45 al final del pe-
ríodo, y el segundo de las 56 toneladas a mediados de la década de los

Gráfico 6. Rematerialización rrelativa


elativa en tér minos per cápita,
términos
1955-2000

R EM A TER IALIZ ACIÓN R ELA TIVA EN TÉRM INO S PER CÁPITA , 1955-2000
(Toneladas por
(Toneladas porhabitante)
habitante)
40,0 40,0

35,0 35,0

30,0 30,0
TOTALES/HABITANTE
TO TA L ES/H A B ITA NTE

25,0 25,0

20,0 20,0

15,0 DIRECTOS/HABITANTE
DI REC TO S/H A BI TA N TE
15,0

10,0 10,0

5,0 5,0

0,0 0,0
1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

Fuente: Carpintero (2004).

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situacion2004bo.p65 346 29/06/2007, 14:30


setenta a las 67 con que despuntaba la mitad de los noventa. Pero si
dejamos al margen los flujos ocultos asociados a la erosión del suelo
derivado de las labores agrícolas, a mediados de los noventa, para ali-
mentar el modo de producción y consumo de cada ciudadano alemán
eran necesarias 69 toneladas de energía y materiales, 23 de las cuales
pasaban directamente al sistema económico obteniendo un valor de
mercado, aunque el grueso, esto es, 46 toneladas por habitante, eran
simplemente flujos ocultos (residuos) que era necesario remover para
acceder y obtener los minerales, combustibles o biomasa utilizada.
Se da además la circunstancia de que, a mediados de los noventa,
España presentaba una intensidad material per cápita muy similar a Ja-
pón, tercera potencia mundial, situándose en unos requerimientos to-
tales por encima de las 30 toneladas por habitante, 14 de las cuales
eran flujos directos, y que se habían triplicado desde mediados de si-
glo. No en balde, en los últimos cinco años de fuerte crecimiento eco-
nómico en nuestro país —con tasas del 3,8% anual— se ha incremen-
tado el consumo de energía primaria a un ritmo incluso superior (4,5%),
dejando a un lado la imagen de un supuesto crecimiento
«desmaterializado» que cada vez recurre menos a la utilización de re-
cursos naturales.32 En definitiva, son precisamente estos datos de re-
cursos los que echan por la borda las pretensiones «desmaterializadoras»
de algunos autores, colocando en sus justos términos cuantitativos el
debate.
Estos resultados coinciden, por otro lado, con las conclusiones que
para España, y durante el período 1988-1997, ha vertido un reciente
trabajo de ámbito europeo33 donde se estiman los requerimientos to-
tales y directos de la UE. Nuestro país se encontraría así entre aque-
llos que —junto a Holanda, Bélgica, Austria, Dinamarca y Portugal—
compaginaría tasas de crecimiento del PIB per cápita con elevados rit-
mos de crecimiento de los inputs directos per cápita. Por contra, se
detectan ejemplos de desmaterialización absoluta en países como Fin-
landia, Francia, Italia y Reino Unido, acompasando incrementos im-
portantes del PIB per cápita junto a reducciones en la utilización de
inputs directos por habitante34 . En el resto, los aumentos del PIB se
habrían acompañado de evoluciones constantes de los requerimientos
directos sin mostrar una tendencia clara desde el punto de vista de la
mejora en la eficiencia ambiental.
Por otro lado, unas cifras comparativas que explicarían además un
hecho que merece la pena destacarse: que ha sido nuestro país el prota-
gonista del mayor incremento en la utilización de RTM, directos y ocultos
desde mediados de los setenta en comparación con las principales econo-

347

situacion2004bo.p65 347 29/06/2007, 14:30


mías industriales. Pues tal y como muestra el Gráfico 7 en los años que
van de 1975 a 1994 nuestros RTM se han incrementado en un 66%
mientras que países como Estados Unidos, Japón o el Reino Unido han
experimentado aumentos mucho más modestos. En el caso de Alema-
nia, que sería el que más se aproxima a la economía española, la ex-
plosión de sus inputs directos a partir de 1991 viene influida por el
proceso de reunificación interna del territorio. Se trata de cifras que,
por analogía con los países del sudeste asiático, justificarían para nues-
tro país el calificativo de «dragón europeo» en lo que concierne a las
tasas de crecimiento en la utilización de energía y materiales.35 La in-
formación anterior vendría así a explicar la posición atípica que la eco-
nomía española ocupa en el contexto internacional cuando se habla de
desmaterialización desde mediados de la década de los setenta.

Gráfico 7. Comparación inter nacional del cr


internacional ecimiento en
crecimiento
los rrequerimientos
equerimientos totales de materiales, 1975-1994
C O M P A R A C IÓ N IN T E R N A C IO N A L D E L C R E C IM IE N T O E N L O S R E Q U E R IM IE N T O S
(1975=100)
T O T A L E S D E M A T E R IA L E S , 1 975 -19 94
( 1975 = 100 )
20 0 20 0

18 0 18 0

16 0 16 0

14 0 14 0

12 0 12 0

10 0 10 0

80 80
75

76

77

78

79

80

81

82

83

84

85

86

87

88

89

90

91

92

93

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Estados
E s t a d o s Unidos
U n id o s Japón
Jap ón EEspaña
sp añ a AAlemania
lem a n ia

Fuente: España: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas. Para el resto de los países:
Adriaanse, et al, (1997).

A modo de conclusión
En lo que concierne a la evolución del metabolismo de la economía
española, los datos ofrecidos páginas atrás muestran espectaculares in-
crementos en la utilización de todo tipo de recursos naturales (totales

348

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y per cápita) desde la década de los sesenta que, lejos de moderarse, se
han acentuado en los últimos años. Lo cual permite concluir que la
pérdida de peso económico de la agricultura, la minería y la industria,
unida a la creciente terciarización de la economía, no ha originado en
nuestro país ninguna desmaterialización de la misma sino que, por el
contrario, dio lugar a una rematerialización continuada. Tras observar
que el requerimiento de materiales y energía de la economía española
ha crecido y crece, en todas sus versiones, a tasas superiores a las del
resto de los países ricos o industrializados, y se aproxima ya a los nive-
les más elevados de éstos, cabe concluir que la economía española ha
mostrado en su desarrollo una eficiencia ecológico-ambiental bastante
escasa. Ni siquiera en requerimientos de energía y materiales por uni-
dad de renta se observan disminuciones claras y continuadas. Indicadores
tan relevantes como el requerimiento de energía primaria por unidad
de renta no decaen, situándose en este caso ya por encima de la media
de la Unión Europea, pese a que nuestro país goza de un clima más
suave que la mayoría de los países de ese entorno. Esto, unido a la
continuadamente escasa sensibilidad de nuestros políticos hacia las
cuestiones ecológico-ambientales, hace que no le falte razón a Antonio
Estevan cuando sostiene que «el Estado español lleva camino de con-
vertirse en una auténtica ‘peña ultrasur [anti]ecológica’, y no sólo por
su ubicación geográfica» en la Unión Europea.36
En suma, que los requerimientos materiales del desarrollo, con sus
«mochilas» y «huellas» de deterioro ecológico37 ejemplificadas en el caso
de España, subrayan la imposibilidad antes mencionada de generalizarlo
en el espacio y de sostenerlo en el tiempo, denotando su carácter obliga-
damente singular y episódico en la historia de la humanidad. Lo que
avala la necesidad de revisar y relativizar la propia noción de desarrollo,
y de otras a ella vinculadas que configuran la idea usual de sistema eco-
nómico, para dar cabida a enfoques transdiciplinares capaces de enriquecer
el análisis.

Nota final
El detalle del cálculo de los RTM y las fuentes utilizadas se encuentra
pormenorizado en el Anexo Metodológico de Carpintero, O., (2004):
El metabolismo económico de España: Flujos de energía, materiales y huella
ecológica (1955-2000), Lanzarote, Fundación César Manrique (en pren-
sa). Esta publicación revisa y actualiza hasta 2000 —con las modifica-
ciones metodológicas allí apuntadas— las cifras de Carpintero (2002)
que alcanzaban hasta 1995.

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Notas

Prefacio

1. Gary Cross, An All-Consuming Century: Why Commercialism Won in


Modern America (Nueva York: Columbia University Press, 2000).
2. Matthew Bentley, Sustainable Consumption: Ethics, National Indices and
International Relations (Tesis doctoral, American Graduate School of
International Relations and Diplomacy, París, 2003).
3. Cita de Lebow, de Vance Packard, The Waste Makers (Nueva York: David
Mckay, 1960).
4. Agua corriente, de Igor A. Shiklomanov, Assessment of Water Resources
and Water Availability in the World (San Petersburgo, Rusia: State Hydrological
Institute, 1996); Janet L. Sawin, «Fossil Fuel Use Up,» en Worldwatch Institue,
Vital Signs 2003 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2003), pp. 34–35.
5. Número actual y crecimiento calculados a partir de «Car Sales Booming
in China,» All Things Considered, National Public Radio, 17 de Septiembre
de 2003, de «China’s Private Car Ownership Tops 10 Million,» People’s Daily,
14 de Junio de 2003 y de Liu Wei, «China’s Demand of Cars to Exceed 4.2
Million in 2003,» People’s Daily, 30 de Julio de 2003.
6. Alan Durning, How Much Is Enough? (Nueva York: W.W. Norton &
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La situación del mundo: un año a revisión

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«Landmark ‘No-go’ Pledge from Leading Mining Companies,» nota de prensa
(Londres: 20 de Agosto de 2003); Denis Hémon y Eric Jougla, «Surmortalité
liée à la Canicule d’Août 2003—Rapport d’étape» (París: National Institute for
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Septiembre de 2003. «Northern Hemisphere Temperature Hits 2,000 Year


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«World’s Protected Areas Top 100,000, Exceed Size of India and China—UN
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«Poor Nations Keep Heat on Trade,» Christian Science Monitor, 30 de Sep-
tiembre de 2003; World Meteorological Organization, «Antarctic Ozone Hole
Unusually Large,» nota de prensa (Ginebra: 16 de Septiembre de 2003); «Chi-
le Indians End Protest Against Hydro-Power Dam,» Reuters, 19 de Septiem-
bre de 2003.

Capítulo 1. La situación del consumo actual

1. Wayne W. J. Xing, «Shifting Gears,» The China Business Review, No-


viembre -Diciembre de 1997.
2. «China’s Private Car Ownership Tops 10 Million,» People’s Daily, 14 de
Junio de 2003; 11,000 diarios es un cálculo de Worldwatch basado en los datos
de Liu Wei, «China’s Demand of Cars to Exceed 4.2 Million in 2003,» People’s
Daily, 30 de Julio de 2003; ventas de coches, de «Car Sales Booming in China,»

353

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All Things Considered, National Public Radio, 17 de Septiembre de 2003; «150mn
Chinese Families to Buy Cars in Next 15 Years,» People’s Daily, 12 de Marzo de
2003; parque de automóviles de EE UU, de Ward’s Communications, Ward’s
Motor Vehicle Facts & Figures 2001 (Southfield, MI: 2001), p. 38; actitudes de
los chinos, de «Car Sales Booming,» op. cit. en esta nota.
3. Julie Chao, «Pacific Currents: China Trying to Cope With Burgeoning
Car Culture,» Seattle Post-Intelligencer, 8 de Septiembre de 2003; inversiones
extranjeras, de Clay Chandler, «China Goes Car Crazy: Suburbs, Drive-ins, Car
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4. Matthew Bentley, Sustainable Consumption: Ethics, National Indices and
International Relations (Tesis Doctoral, American Graduate School of
International Relations and Diplomacy, París, 2003).
5. Proyección de población, de Naciones Unidas, World Population Prospects,
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6. Departamento de Transporte de EE UU, Bureau of Transportation Statistics,
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2003); todoterrenos, de Oak Ridge National Laboratory, Transportation Energy
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de la vivienda, de Joint Center for Housing Studies, State of the Nation’s Housing
2003 (Cambridge, MA: Harvard University, 2003), p. 32; tamaño de las fami-
lias, del Ministerio de Agricultura de EE UU, Economic Research Service, Race
and Ethnicity in Rural America: Marital Status and Household Structure, en
www.ers.usda.gov/Briefing/RaceAndEthnic/familystructure.htm, revisada el 24 de
Diciembre de 2002; industria para tallas extragrandes, de Jui Chakravorty, «Ca-
tering to Obese Becoming Big Business,» Reuters, 4 de Octubre de 2003.
7. Los gastos de consumo de los hogares (en US$ de 1995) están calcula-
dos por Worldwatch basándose en el Banco Mundial, World Development
Indicators Database, en media.worldbank.org/secure/data/qquery.php, visitada
el 2 de Junio de 2003. Cuadro 1–1 de los siguientes: Naciones Unidas, op.
cit. nota 5, p. 1; proyección del consumo de carne de los americanos y todos
los datos de población de la División de Población de las Naciones Unidas, base
de datos electrónica, en esa.un.org/unpp, visitada el 20 de Septiembre de 2003
y de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen-
tación (FAO), FAOSTAT Statistical Database, en apps.fao.org, revisada el 30
de Junio de 2003; el cálculo de las emisiones de carbono es de Worldwatch
basado en datos de Molly O. Sheehan, «Carbon Emissions and Temperature
Climb,» en Worldwatch Institute, Vital Signs 2003 (Nueva York: W.W. Norton
& Company, 2003), pp. 40–41; tamaño de las familias y consumo de energía,
de Nico Keilman, «The Threat of Small Households,» Nature, 30 de Enero de
2003, p. 489. La Tabla 1–1 contiene cálculos de Worldwatch basados en los
datos de gasto de consumo de los hogares y de población del Banco Mundial,
op. cit. en esta nota; los totales suman sólo el 98 y 99% porque para unos pocos
países pequeños los datos no están disponibles.
8. Las cifras de pobreza son una estimación del Banco Mundial citada en la
página web de Millennium Development Goals, en www.developmentgoals.com/
Poverty.htm.
9. Tabla 1–2 de Bentley, op. cit. nota 4. El porcentaje de la clase consumi-
dora mundial es un cálculo de Worldwatch.

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10. Tabla 1–3 de Bentley, op. cit. nota 4; gasto en el África sub-Sahariana
(en US$ de 1995), de Banco Mundial, op. cit. nota 7.
11. Bentley, op. cit. nota 4.
12. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),
«UNEP Urges Asia-Pacific Towards a Cleaner, Greener Development Path,» nota
de prensa (Nairobi: 19 de Mayo de 2003); parque automovilístico de EE UU,
de Ward’s Communications, op. cit. nota 2, p. 38; Matthew Bentley, «Forging
New Paths to Sustainable Development,» Informe del PNUMA para la Reu-
nión de Expertos de Asia y el Pacífico para la Promoción de Patrones de Pro-
ducción y Consumo Sostenibles, Yogyakarta, Indonesia, 21–23 de Mayo de 2003.
13. Calorías diarias, de FAO, op. cit. nota 7; número de personas desnu-
tridas, de idem, The State of Food Insecurity in the World, citado en United
Nations Statistical División, Millennium Indicators Database, en unstats.un.org/
unsd/mi/mi_series_xrxx.asp?row_id=640, visitada el 23 de Octubre de 2003;
Tabla 1–4 de Banco Mundial, World Development Indicators 2000 (Washing-
ton, DC: 2000), pp. 222–24.
14. Calorías de productos animales, de FAO, op. cit. nota 7; consumo de
carne, de Danielle Nierenberg, «Meat Production and Consumption Grow,» en
Worldwatch Institute, op. cit. nota 7, p. 30; comida rápida en la India, de
Saritha Rai, «Taste of India in U.S. Wrappers,» New York Times, 29 de Abril
de 2003 y de Seth Mydans, «Clustering in Cities, Asians Are Becoming Obese,»
New York Times, 13 de Marzo de 2003; personas desnutridas en la India, de
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Human
Development Report 2003 (Nueva York: Oxford University Press, 2003), p. 199.
15. Datos sobre agua limpia y saneamiento, de UNICEF, The State of the
World’s Children 2003 (Nueva York: 2003), p. 95; definiciones de «agua pota-
ble y segura» e «instalaciones adecuadas de saneamiento», de PNUD, op. cit.
nota 14, pp. 357–58.
16. Janet Abramovitz y Ashley Matoon, Paper Cuts: Recovering the Paper
Landscape, Worldwatch Paper 149 (Washington, DC: Worldwatch Institute,
Diciembre de 1999), pp. 6, 11–12.
17. Tabla 1–5 de Banco Mundial, op. cit. nota 7; cifras de hogares con te-
levisor y con servicio por cable, de International Telecommunication Union
(ITU), World Telecommunication Development Report 2002 (Ginebra: 2002);
hábitos televisivos medios, de Robert Kubey y Mihaly Csikszentmihalyi,
«Television Addiction Is No Mere Metaphor,» Scientific American, Febrero de
2002, pp. 74–80.
18. Teléfonos, de ITU, op. cit. nota 17; usuarios de Internet, de idem, «In-
ternet Indicators: Hosts, Users and Number of PCs,» en www.itu.int/ITU-D/
ict/statistics/at_glance/Internet02.pdf, visitada el 9 de Octubre de 2003.
19. Tabla 1–6 de los siguientes: maquillaje y perfumes, de «Pots of Promise,»
The Economist, 24 de Mayo de 2003, pp. 69–71; comida de animales domés-
ticos y helados, de PNUD, Human Development Report 1998 (Nueva York:
Oxford University Press, 1998), p. 37; cruceros oceánicos, de Lisa Mastny,
«Cruise Industry Buoyant,» en Worldwatch Institute, Vital Signs 2002 (Nueva
York: W.W. Norton & Company, 2002), p. 122; inversiones anuales adiciona-
les necesarias, de Michael Renner, «Military Expenditures on the Rise,» en
Worldwatch Institute, op. cit. nota 7, p. 119, excepto la cifra de la vacuna-

355

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ción, de Erik Assadourian, «Consumption Patterns Contribute to Mortality,»
en Worldwatch Institute, op. cit. nota 7, p. 108.
20. Aumento de materiales, de Gary Gardner y Payal Sampat, Mind Over
Matter: Recasting the Role of Materials in Our Lives, Worldwatch Paper 144
(Washington DC: Worldwatch Institute, Diciembre de 1998), p. 16; intensi-
dad de metales, de Payal Sampat, «Metals Production Climbs,» en Worldwatch
Institute, op. cit. nota 19, pp. 66–67.
21. Consumo de combustibles fósiles, de Janet L. Sawin, «Fossil Fuel Use
Up,» en Worldwatch Institute, op. cit. nota 7, pp. 34–35; consumo de meta-
les, de Payal Sampat, «Scrapping Mining Dependence,» en Worldwatch Institute,
State of the World 2003 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2003), p.
113.
22. Abramovitz y Mattoon, op. cit. nota 16, p. 20.
23. Sampat, op. cit. nota 21, p. 114; Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos (OCDE), OECD Environmental Data Compendium
2002 (París: 2003), p. 14.
24. Datos y proyecciones de la FAO, de Abramovitz y Mattoon, op. cit.
nota 16, pp. 20–21, 40, 52.
25. Peter Lunt, «Psychological Approaches to Consumption: Varieties of
Research—Past, Present and Future,» en Daniel Miller, ed., Acknowledging
Consumption (Londres: Routledge, 1995), pp. 238–63.
26. Ibid.; John A. Bargh, «Losing Consciousness: Automatic Influences on
Consumer Judgment, Behavior, and Motivation,» Journal of Consumer Research,
Septiembre de 2002, pp. 280–85.
27. Tim Jackson y Nic Marks, «Consumption, Sustainable Welfare and
Human Needs,» Ecological Economics, vol. 28, no. 3 (1999), pp. 421–42.
28. J. R. McNeill, Something New Under the Sun: An Environmental
History of the 20th Century World (Nueva York: W.W. Norton & Company,
2001), p. 315; fabrica de Toyota, de Thomas L. Friedman, The Lexus and the
Olive Tree (Nueva York: Farrar, Strauss, Giroux, 1999), p. 26; costes de los
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en www.icknowledge.com/economics/productcosts2.html, visitada el 2 de Sep-
tiembre de 2003.
29. Australianos, de «Freer Trade Cuts the Cost of Living,» en la página
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10b04_e.htm, visitada el 17 de Octubre de 2003; «Kingdom of Bahrain Joins
WTO’s Information Technology Agreement,» 18 de Julio de 2003, en
www.WTO.org/english/news_e/news03_e/news_bahrain_ita_18jul03_e.htm,
visitada el 17 de Octubre de 2003; reducción de costes, de Telecommunications
Industry Association, «Information Technology Agreement Promises to Eliminate
Tariffs on Most IT Products by the Year 2000,» PulseOnline Newsletter Ar-
chive, Octubre de 1997, en www.tiaonline.org/media/pulse/1997/pulse1097-
3.cfm, visitada el 17 de Octubre de 2003.
30. Organización Internacional del Trabajo, Comité de Política Social y
Empleo, Employment and Social Policy in Respect of Export Processing Zones
(Ginebra: Noviembre de 2002); Jim Lobe, «Unions Assail WTO for Ignoring
Worker Rights,» OneWorld US, 8 de Septiembre de 2003; Confederación In-
ternacional de Organizaciones Sindicales Libres, Export Processing Zones—

356

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Symbols of Exploitation and a Development Dead-End (Bruselas: Septiembre
de 2003).
31. Ransom A. Myers y Boris Worm, «Rapid Worldwide Depletion of
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www.dogwoodalliance.org/chipmill.asp#chipboard, visitada el 22 de Octubre de
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pp. 998–1000; Organización Mundial de la Salud (OMS), ‘Bollywood’: Victim

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bra: Febrero de 2003).
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(Nueva York: Alfred A. Knopf, 2003), pp. 123–24; 61% de Robert D. Manning,
«Perpetual Debt, Predatory Plastic: From the Company Store to the World of
Late Fees and Overlimit Penalties,» Southern Exposure, verano de 2003, p. 51;
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(Washington, DC: 2003), pp. 14–16.
38. Crecimiento de los créditos y cita, de Joshua Kurlantzick, «Charging
Ahead: America’s Biggest New Export—Credit Cards—Could Bring Down the
World Economy,» Washington Monthly, Mayo de 2003, pp. 28–29.
39. Subvenciones económicas, de OCDE, Towards Sustainable Consumption:
An Economic Conceptual Framework (París: Environment Directorate, Junio
de 2002), p. 41; subvenciones a las urbanizaciones fuera de las ciudades, de
Cohen, op. cit. nota 37; Scott Bernstein, Center for Neighborhood Technology,
Chicago, conversación con Gary Gardner, 20 de Agosto de 1998.
40. Paul Hawken, Amory Lovins y L. Hunter Lovins, Natural Capitalism:
Creating the Next Industrial Revolution (Boston: Little, Brown, and Company,
1999), pp. 57–60.
41. Sampat, op. cit. nota 21, p. 117.
42. OCDE, OECD Environmental Data 2002 (París: 2002), p. 11;
«Norway—Household Waste Increases More Than Ever,» Warmer Bulletin, 28
de Junio de 2003.
43. Andrew Balmford et al., «Economic Reasons for Conserving Wild
Nature,» Science, 9 de Agosto de 2002; Living Planet Index, de WWF
International, PNUMA y Redefining Progress, Living Planet Report 2002, en
www.panda.org/news_facts/publications/general/livingplanet/index.cfm, p. 21.
Tabla 1–7 de varias ediciones de Signos Vitales, de Worldwatch Institute, como
sigue: consumo de combustibles fósiles, emisiones de carbono y aumento del
nivel del mar, de Signos Vitales 2003; bosques, consumo de madera, tierras de
cultivo, pastizales, producción de alimentos y falta de agua, de Signos Vitales
2002; humedales, de Signos Vitales 2001; aguas subterráneas, de Signos Vita-
les 2000; además, capturas de grandes predadores del océano, de Myers y Worm,
op. cit. nota 31. Gráfico 1–2 de WWF International, PNUMA y Redefining
Progress, op. cit. en esta nota y de Angus Maddison, The World Economy: A
Millennial Perspective (París: OECD, 2001), pp. 272–321, con actualizacio-
nes del Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook Database
(Washington, DC: Diciembre de 2002).
44. WWF International, PNUMA y Redefining Progress, op. cit. nota 43;
Mathis Wackernagel et al., «Tracking the Ecological Overshoot of the Human
Economy,» Proceedings of the National Academy of Sciences, 9 de Julio de 2002,
p. 9268.
45. Muertes, de Majid Ezzati y Alan D. Lopez, «Estimates of Global
Mortality Attributable to Smoking in 2000,» The Lancet, 13 de Septiembre
de 2003, pp. 847–52; 150.000 millones de US$, de «Annual Smoking-
Attributable Mortality, Years of Potential Life Lost, and Economic Costs—United
States, 1995–1999,» Morbidity and Mortality Weekly Report, 12 de Abril de

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2002, p. 303; ingresos, de Judith Mackay y Michael Eriksen, The Tobacco Atlas
(Ginebra: WHO, 2002), p. 50; exceso de peso y obesidad, de OMS y FAO,
Joint WHO/FAO Expert Consultation on Diet, Nutrition and the Prevention
of Chronic Diseases (Ginebra: 2002); National Center for Health Statistics,
Health, United States, 2003 (Hyattsville, MD:2003); Departamento de Salud
y Servicios Humanos de EE UU, The Surgeon General’s Call to Action to
Prevent and Decrease Overweight and Obesity, 2001 (Washington, DC: 2001).
46. The Fordham Institute for Innovation in Social Policy, The Social Report
2003 (Nueva York: 2003); PNUD, op. cit. nota 14, pp. 248–49.
47. OCDE, The Well Being of Nations: The Role of Human and Social
Capital (París: 2001), pp. 99–103.
48. Robert Putnam, Bowling Alone: The Collapse and Revival of American
Community (Nueva York: Simon & Schuster, 2000), pp. 189–246.
49. Michael Bond, «The Pursuit of Happiness,» New Scientist, 4 de Octu-
bre de 2003, pp. 40–47.
50. Anders Hayden, «Europe’s Work-Time Alternatives,» en John de Graaf,
ed., Take Back Your Time (San Francisco: Berrett Koehler, 2003), p. 204.

Bolsas de plástico

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www.plasticbag.com/environmental/history.html.
2. Howard Rappaport, Director de Global Plastics and Polymers, Chemical
Market Associates International, conversación con el autor, 2 de Septiembre de
2003; National Economic Development and Labour Council (Nedlac), Socio-
Economic Impact of the Proposed Plastic Bag Regulations, FRIDGE Study No.
29 (Ciudad del Cabo, Sudáfrica: Octubre de 2001).
3. Estimaciones de producción total, 80% del consumo en Norteamérica y
Europa Occidental y cuarta parte de Asia, de Rappaport, op. cit. nota 2; 100.000
millones, de L. J. Williamson, «It’s Not My Bag, Baby!» OnEarth, verano de
2003 y de Chaz Miller, «Plastic Film,» Waste Age, Noviembre de 2002.
4. Franklin Associates Inc., Resource and Environmental Profile Analysis of
Polyethylene and Unbleached Paper Grocery Sacks (Prairie Village, KS: 1990);
Nedlac, op. cit. nota 2; Fehily Timoney & Company, «Consultancy Study on
Plastic Bags,» en www.fehilytimoney.com.
5. Jeremia Njeru, «Managing the Problem of Plastic Bag Waste in Nairobi,
Kenya: Demand-side and Supply-side Considerations,» presentación en la
Association of American Geographers, 99th Annual Meeting, Nueva Orleans,
5–8 de Marzo de 2003; Beijing, de Xu Zhengfeng, «Putting an End to a Plastic
Plague,» Inter Press Service, 17 de Agosto de 1999; «bandera nacional», de
Shawn Pogatchnik, «Ireland, Pioneer of the Plastic-bag Tax, Plans Fees on Three
Other Litter Sources,» Associated Press, 16 de Julio de 2003; «flor nacional»
de «South Africa Bans Plastic Bags,» BBC News, 9 de Mayo de 2003.
6. Biodegradable Products Institute, en www.bpiworld.org; Steve Mojo,
Director Ejecutivo del Biodegradable Products Institute, conversación con el
autor, 15 de Septiembre de 2003.
7. Ladakh, de Tsewang Rigzin, «Leh’s Successful Plastic Ban,» Ladags Melong,

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17 de Junio de 2002; Moazzem Hossain, «Bangladesh Bans Polythene,» BBC
News, 1 de Enero de 2002.
8. Sudáfrica, de Toby Reynolds, «South Africa Moves to Curb Flimsy Plastic
Bag Scourge,» Reuters, 1 de Octubre de 2002; Irlanda, de Sean Federico-
O’Murchu, «Irish Take Lead with Plastic Bag Levy,» MSNBC, 4 de Agosto de
2003; otras políticas nacionales, de Pogatchnik, op. cit. nota 5 y de John Roach,
«Are Plastic Grocery Bags Sacking the Environment?» National Geographic, 2
de Septiembre de 2003.
9. James Watts, administrador del Weaver Street Market, conversación con
el autor, 8 de Septiembre de 2003.

Capítulo 2. Decidiéndonos por unas opciones energéticas mejores

1. «Mountaintop Mining,» Morning Edition, National Public Radio, 25 de


Junio de 2003; Environmental Media Services, «Mountaintop Removal Strip
Mining,» 7 de Mayo de 2002, en Mining the Mountains Series, The Charleston
Gazette Online, en www.wvgazette.com/static/series/mining; Penny Loeb, «The
Coalfield Communities of Southern West Virginia: Mining’s Impact on
Communities,» Marzo de 2003, en www.wvcoalfield.com.
2. Eficiencia de las centrales térmicas de carbón, del Departamento de Ener-
gía de los EE UU (DOE), Oficina de Energía Fósil, «DOE Launches Project
to Improve Materials for Supercritical Coal Plants,» nota de prensa (Pittsburgh,
PA: 16 de Octubre de 2001).
3. Consumo de petróleo calculado por Worldwatch con datos de BP,
Statistical Review of World Energy 2003 (Londres: Junio de 2003), p. 38.
4. Aumento en 1850–1970, de John Holdren, «The Transition to Costlier
Energy,» en Lee Schipper et al., Energy Efficiency and Human Activity: Past
Trends, Future Prospects (Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press,
1992), p. 7; población, de Molly O. Sheehan, «Population Growth Slows,» en
Worldwatch Institute, Vital Signs 2003 (Nueva York: W.W. Norton &
Company), p. 67; aumento del consumo de combustibles fósiles en el 2002
calculado por Worldwatch con datos de Janet L. Sawin, «Fossil Fuel Use Up,»
en ibid, p. 35 y de BP, op. cit. nota 3, p. 38; 28% de DOE, Administración
de Información de Energía (EIA), Energy in Africa (Washington, DC: Office
and Energy Markets and End Use, 1999), p. 8.
5. Ahorro de energía, de Howard Geller, Energy Revolution: Policies for
a Sustainable Future (Washington, DC: Island Press, 2003), p. 133; Amory
B. Lovins, «U.S. Energy Security Facts (For a Typical Year, 2000),» hoja in-
formativa (Snowmass, CO: Rocky Mountain Institute (RMI), 18 de Abril de
2003).
6. Pérdidas de EE UU en el 2000, de DOE, EIA, «Production and End-
Use Data,» en Annual Energy Review 1999 (Washington, DC: 2000) (notesé
que el DOE reconoce que asume datos de eficiencia muy generosos); Amory
Lovins, «Twenty Hydrogen Myths,» hoja informativa (Snowmass, CO: RMI,
2003), p. 11.
7. Europa del Este, antiguas Repúblicas Soviéticas, países industrializados
y porcentaje del consumo representado por el petróleo, de BP, op. cit. nota 3;

360

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crecimiento de EE UU, de DOE, EIA, Annual Energy Review 2001 (Washing-
ton, DC: 2002), con actualizaciones de International Petroleum Monthly, Ju-
lio de 2002; porcentaje de las reservas de EE UU, de Stacy C. Davis y Susan
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Ridge National Laboratory, Septiembre de 2002), pp. 1–6.
8. Comparaciones del consumo de energía y falta de acceso, de Naciones
Unidas, WEHAB Working Group, A Framework for Action on Energy, prepa-
rado para la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible (Nueva York: 2002),
p. 7; 25.000 millones, de «Facts About Energy,» Cumbre de Johannesburgo,
26 de Agosto–4 de Septiembre de 2002; americano medio calculado por
Worldwatch usando datos de energía de BP, op. cit. nota 3 y de Agencia Inter-
nacional de la Energía (IEA), «Renewables in Global Energy Supply,» hoja in-
formativa (París: Noviembre de 2002) (Los datos de energía incluyen el uso
tradicional de biomasa.) Tabla 2–1 de los siguientes: la energía total (excluyen-
do biomasa no comercial) y electricidad son datos del 2000 y las emisiones de
Dióxido de Carbono (CO2) son datos de 1999, del Banco Mundial, World
Development Indicators 2003 (Washington, DC: 2003), pp. 144–46, 148–50,
294–96; datos del petróleo son para 2002, de BP, op. cit. nota 3 y de
www.nationmaster.com, excepto para Etiopía, que es un cálculo de Worldwatch
con datos estimados para 2001 de la Central Intelligence Agency de EE UU
(CIA), The World Factbook: Ethiopia (Washington, DC: 2003).
9. Multiplicación por cuatro del consumo del petróleo, de BP, op. cit. nota
3; crecimiento de la clase consumidora India, de National Council of Applied
Economic Research (NCAER), citado en Sunil Jain y Nandini Lakshman, «The
Return of the Consumer,» rediff.com (India), 7 de Junio de 2003; familias sin
hogar, de Oficina del Registro General, India, «Tables on Houses, Household
Amenities and Assets: India,» Census of India 2001, Abril de 2003 y de idem,
«India at a Glance: Number of Households and Household Types,» Census of
India 1991.
10. Consumo y aumento de ingresos, de Manoj Kumar, «Tryst with
Developing World Consumers: A Case Study of India,» The ICFAI Journal
of Marketing Management, Noviembre de 2002; índice de consumo de pe-
tróleo, de DOE, EIA statistics, en www.nationmaster.com. Cuadro 2–1 de
los siguientes: DOE, EIA, World Primary Energy Consumption, 1992–2001
(Washington, DC: 2003); IEA, World Energy Outlook 2002 (París:
Organisation for Economic Co-operation and Development (OECD), 2002),
p. 27; DOE, EIA, China Country Brief (Washington, DC: 2003); Lester R.
Brown, Plan B (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2003), p. 11;
NCAER, op. cit. nota 9; Sylvester Research Ltd., World Wave, citado en
Kumar, op. cit. en esta nota; Neha Kaushik, «Durables Ownership Set to Rise–
NCAER Says Mid-Income Households Will Grow Rapidly,» The Hindu Bu-
siness Line, 27 de Febrero de 2003; Lee Schipper, «Energy and Life: Indicators
of the Link Between Energy, the Economy, and Lifestyles,» p. 6, e-mail a la
autora, 5 de Agosto de 2003; Oleg Dzioubinski y Ralph Chipman, Trends
in Consumption and Production: Household Energy Consumption,
Department of Economic & Social Affairs Discussion Paper No. 6 (Nueva
York: United Nations, 1999), pp. 9–10; crecimiento de la venta de coches
en el 2002, de «Car Sales Booming in China,» All Things Considered, National

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Public Radio, 17 de Septiembre de 2003; crecimiento del parque automovi-
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Liu Wei, «China’s Demand of Cars to Exceed 4.2 Million in 2003,» People’s
Daily, 30 de Julio de 2003.
11. China calculado con datos de producción mundial de petróleo y de
población, de DOE, EIA, International Energy Outlook 2003 (Washington, DC:
2003), Tablas D2 y A15 y de idem, International Energy Annual 2001 (Was-
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12. Consumo de energía en el transporte, de IEA, World Energy Outlook
2000 (París: OECD, 2000), p. 25; proporciones de consumo de petróleo, de
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Development: Partnerships for Sustainable Energy,» European Union Online,
en europa.eu.int/comm/environment/wssd/energy_en.html; porcentaje de gas-
to energético del transporte de EE UU sobre el total mundial, de Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), North America’s Environment:
Thirty-Year State of the Environment and Policy Retrospective (Washington,
DC: 2002), p. xv; crecimiento rápido, de Intergovernmental Panel on Climate
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do: Cambridge University Press, 2001), p. 368.
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energy_transport/atlas/httmlu/, visitada el 16 de Mayo de 2003 y de Molly
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2001), p. 107; pasajeros de ibid., p. 106; transporte de mercancías y aéreo, de
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people.hofstra.edu/geotrans/eng/ch8en/conc8en/ch8c2en.html, visitada el 9 de
Mayo de 2003; camiones, de Joseph Romm con Arthur Rosenfeld y Susan
Herrmann, The Internet Economy and Global Warming (Washington, DC:
Center for Energy and Climate Solutions, 1999), Capítulo V, p. 9.
14. Lee Schipper, Indicators of Energy Use and Efficiency: Understanding
the Link Between Energy and Human Activity (París: OECD/IEA, 1997), p.
18; estadísticas de vehículos privados, de Michael Renner, «Vehicle Production
Inches Up,» en Worldwatch Institute, op. cit. nota 4, p. 56; aumento anual,
de Lester Brown, «Paving the Planet: Cars and Crops Competing for Land,»
Alert 12 (Washington, DC: Earth Policy Institute, Febrero de 2001).
15. Número de vehículos y contribución de EE UU al cambio climático,
de Renner, op. cit. nota 14; porcentaje del consumo de petróleo, de Karl H.
Hellman y Robert M. Heavenrich, Light-Duty Automotive Technology and Fuel
Economy Trends: 1975 Through 2003 (Washington, DC: U.S. Environmental
Protection Agency (EPA), Abril de 2003), Resumen Ejecutivo, p. 1; distancia
recorrida, de Dean Anderson, Progress Towards Energy Sustainability in OECD
Countries, Rio+5 Report (París: Helio International, 1997); americanos que eligen
ir en coche, de Schipper, op. cit. nota 14, p. 103; cita de Alan Pisarski, men-
cionado en Lisa Rein y Robin Shulman, «The Rise of the Multi-Car Family,»

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Washington Post, 19 de Julio de 2003; permisos de conducir, de Jane Holtz Kay,
Asphalt Nation (Nueva York: Crown Publishers, 1997), p. 271; vehículos por
hogar, de Patricia S. Hu y Jennifer R. Young, Summary of Travel Trends: 1995
Nationwide Personal Transportation Survey (Washington, DC: U.S. Department
of Transportation, Federal Highway Administration, 1999), pp. 9, 28.
16. Comparaciones de propietarios estadounidenses, de Renner, op. cit. nota
14; causas, de UE, op. cit. nota 13; Japón, de Anderson, op. cit. nota 15; Po-
lonia, de Environment Policy Committee (EPC), Working Party on National
Environmental Policy, Sustainable Consumption: Sector Case Study Series—
Household Food Consumption: Trends, Environmental Impacts and Policy
Responses (París: OECD, Diciembre de 2001), p. 6; Asia y Pacífico (incluye
vehículos de dos y tres ruedas), de «Making Polluters Pay,» ADB Review, Mayo-
Junio de 2002. Tabla 2–2 de los siguientes: 1950–90, de American Automobile
Manufacturers Association, citado en Lynn Price et al., «Sectoral Trends and
Driving Forces of Global Energy Use and Greenhouse Gas Emissions,» en
Mitigation and Adaptation Strategies for Global Change, vol. 3, no. 2/4 (1998),
pp. 263–319; 1999, de Ward’s Communications, Ward’s Motor Vehicle Facts
& Figures 2001 (Southfield, MI: 2001), pp. 50–53.
17. Tendencias estadounidenses, de Hellman y Heavenrich, op. cit. nota 15,
p. 1 y de Danny Hakim, «Fuel Economy Hits 22-Year Low,» New York Ti-
mes, 3 de Mayo de 2003; Modelo T, de «Sierra Club Challenges Ford’s Fuel
Economy at 100,» Reuters, 5 de Junio de 2003; velocidad máxima, de Ford
Motor Company, «Model ‘T’ Facts,» nota de prensa (Dearborn, MI: 22 de Mayo
de 2003); mitad de las ventas estadounidenses, de Hellman y Heavenrich, op.
cit. nota 15, p. 3; tendencias en otros sitios, de UE, op. cit. nota 13, de
Anderson, op. cit. nota 15 y de Neha Kaushik, «More Car Per Car Maker,»
The Hindu Business Line, 10 de Abril de 2003; David Healy, «The Number
of Motor Vehicles in Use Worldwide Will Grow from 625 Million Today to 1
Billion,» Purchasing Magazine Online, 15 de Enero de 1998.
18. Datos del Reino Unido, de Anderson, op. cit. nota 15; UE, «Perfor-
mance by Mode of Transport, EU15: 1970–2000,» ATLAS Project, EU Energy
and Transport in Figures, European Commission Online, en europa.eu.int/
comm/energy_transport/atlas/httmlu/; EE UU calculado con datos de Davis y
Diegel, op. cit. nota 7, p. 11-8.
19. Muertes, de Sheehan, op. cit. nota 13, p. 110 y de «Study: Greenhouse
Gas Cuts Could Aid Health,» USA Today, 22 de Julio de 2002; externalidades
del transporte por carretera, de Sheehan, «Sprawling Cities Have Global Effects,»
en Vital Signs 2002 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2002), pp. 152–
53; y desigualdades sociales y un tercio de la población estadounidense, de Kay,
op. cit. nota 15, p. 33.
20. Política de Estados Unidos sobre transporte público, de Transportation
Research Board (TRB), National Research Council, Making Transit Work:
Insight from Western Europe, Canada, and the United States, Special Report
257 (Washington, DC: National Academy Press, 2001), p. 2; ferrocarril, de Kay,
op. cit. nota 15, pp. 166, 192; tendencias post-guerra de ibid., pp. 224–33 y
de TRB, op. cit. en esta nota, p. 4; subvenciones para el transporte al trabajo,
de Matthew Daly, «Congressman Considers Tax Breaks for Cyclists,» Anchorage
Daily News, 22 de Marzo de 2003; disminución en el uso de bicicletas en EE

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UU, de Sheehan, op. cit. nota 13, p. 117; Michael Powell, «Licensed to Drive?
Fuhgeddaboutit! Most New Yorkers Do Without Wheels,» Washington Post,
19 de Agosto de 2003; Denver, de Surface Transportation Policy Project, «Transit
Grows Faster than Driving for Fifth Year in a Row,» nota de prensa (Washing-
ton, DC: 17 de Abril de 2002).
21. Políticas de tráfico y tasas de los usuarios, de TRB, op. cit. nota 20;
tendencias post-guerra, de «Reducing the City’s Footprint,» en UN HABITAT,
The State of the World Cities Report 2001 (Nairobi: 2001) y de Kay, op. cit.
nota 15, pp. 233, 318–19; Tokyo de UN HABITAT, op. cit. en esta nota; ja-
poneses, de Lee Schipper, Scott Murtishaw y Fridtjof Unander, «International
Comparisons of Sectoral Carbon Dioxide Emissions Using a Cross-Country
Decomposition Technique,» Energy Journal, vol. 22, no. 2 (2001), pp. 35–75;
porcentaje de EE UU y Europa Occidental, de TRB, op. cit. nota 20, p. 1;
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www.publictransportation.org/pdf/preserving_air.pdf.
22. Crecimiento más rápido, de IEA, Energy Efficiency Initiative Volume I
(París: OECD, 1998), p. 17 y de UE, «Transport Overview—Overall Market
Drivers,» ATLAS Project, European Commission Online, en europa.eu.int/
comm/energy_transport/atlas/htmlu/tomarpast.html, visitada el 16 de Mayo de
2003; reducciones fiscales, de Lee Douglas, «Oregon Moves to Claw Back Bush’s
Big SUV Tax Break,» Reuters, 27 de Junio de 2003 (técnicamente, ésta es una
subvención para agricultura que contiene un «coladero» para todoterrenos).
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Providing Greater Energy Security,» distribuido en la reunión informativa del
Environmental and Energy Study Institute, Washington, DC, 13 de Mayo de
2003, p. 5; Danny Hakim, «Hybrid Cars Are Catching On,» New York Ti-
mes, 28 de Enero de 2003; ventas estadounidenses, de «Toyota, Nissan Join
Hands for Hybrid Cars,» IndiaCar.net, 3 de Septiembre de 2002. Cuadro 2-2
de los siguientes: potencial de ahorro de combustible a corto plazo, de Chris
Baltimore, «US Must Cut Auto Greenhouse Gases-Research Group,» Reuters,
2 de Junio de 2003; triplicación del ahorro de carburantes, de Robert U. Ayres,
«The Energy We Overlook,» World Watch, Noviembre/Diciembre de 2001, p.
35; la eficiencia aumenta el consumo, de UE, op. cit. nota 22 y de Horace
Herring, «Does Energy Efficiency Save Energy? The Debate and Its
Consequences,» Applied Energy, Julio de 1999, pp. 209–26.
24. Rosa Moreno, Greenpeace Chile, conversación con la autora, 27 de Ju-
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25. «Bogota Car Free Day Creates New Model for Organising Transportation
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Bogotá hoy, de «Car Free City,» Habitat Newsletter, Junio de 2001; otras ciu-
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en www.access-EUROCITIES.org; «Zermatt—General Information: Zermatt—
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Peterson, «How & Why To Be Auto-Free,» The Twin Cities Green Guide, en
www.thegreenguide.org; comunidades alemanas, de «Bremen: A Car Free City,»
en www.epe.be/workbooks/tcui/example7.html.
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United States Energy Association, USEA Climate Change Mitigation Option
Handbook, Version 1.0 (Washington, DC: Junio de 1999), Capítulo 7.
29. Consumo, de IEA, Cool Appliances: Policy Strategies for Energy Efficient
Homes (París: OECD, Abril de 2003), p. 11; diferentes porcentajes, de
Dzioubinski y Chipman, op. cit. nota 10, pp. 1–3, 5, 9–10.
30. Cuarta parte, de «Housing,» en UN HABITAT, op. cit. nota 21; au-
mento de la construcción y el tamaño en EE UU, según la National Association
of Home Builders, citada en Elizabeth Chang, «And How Do We Heat those
Starter Castles?» Washington Post, 16 de Febrero de 2003; tamaño de la casa
europea, de ENERDATA/Odyssee, citado en European Environment Agency,
«Indicator Fact Sheet Signals 2001—Chapter Households» (Copenhague: 2001);
Japan Information Network, «Social Environment: Housing,» en
www.jinjapan.org/today/society; Japan Lumber Journal, citado en Ministerio de
Agricultura de EE UU, Servicio de Agricultura Extranjera, Forest Products Trade
Policy Highlights—June 2000 (Washington, DC: 2000); África basado en la
media de 8 metros cuadrados de superficie por persona en las ciudades, en-
contrado en «Housing,» op. cit. en esta nota.
31. Aumento de energía debido a la reducción del número de personas que
comparte el hogar, de Schipper, op. cit. nota 10, p. 11.
32. IEA, «IEA Study Shows How to Save Energy and Reduce Harmful
Emissions by Using More Efficient Domestic Appliances,» nota de prensa (Pa-
rís: 16 de Abril de 2003); saturación, de World Energy Council (WEC),
«Labeling and Efficiency Standards,» en Energy Efficiency Policies and Indicators
(Londres: 2001); tamaño de frigorífico, de idem, «Annex 1—Case Studies on
Energy Efficiency Policy Measures: United States of America,» en ibid.; siste-
mas de refrigeración, de DOE, EIA, «Changes in Energy Usage in Residential
Housing Units,» en The 1997 Residential Energy Consumption Survey—Two
Decades (Washington, DC: 1997). Cuadro 2–3 de los siguientes: «Cold Water
Poured on IT’s Environmental Pluses,» Environment Daily, 11 de Junio de 2003;
N. Cohen, «The Environmental Impacts of E-Commerce,» en L. M. Hilty y
P. W. Gilgen, eds., Sustainability in the Information Society, 15th International
Symposium on Informatics for Environmental Protection (Marburgo, Alema-
nia: Metropolis Verlag, 2001); Klaus Fichter, «E-Commerce: Sorting Out the
Environmental Consequences,» Journal of Industrial Ecology, vol. 6, no. 2
(2003); John A. Laitner, «Information Technology and U.S. Energy
Consumption: Energy Hog, Productivity Tool, or Both?» Journal of Industrial
Ecology, vol. 6, no. 2 (2003); «Computer Related Electricity Use Overestimated,»

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Environment News Service, 5 de Febrero de 2001; I. Greusing y S. Zangl,
«Comparing Print- and Online-Mail Order Catalogues, Consumer Acceptance,
Environmental and Economical Analysis,» IZT-Discussion Paper No. 44 (Ber-
lín: Innovation Center for Telecommunication Technology, 2000); Dawn Anfuso,
«Readers Prefer Paper to Online,» iMediaConnection.com, 25 de Abril de 2002;
E. Heiskanen et al, Dematerialization: The Potential of ICT and Services
(Helsinki: Finnish Ministry of the Environment, 2001); D. Takahashi, «Power
Integrations’ Chip Cuts Appliance Power Waste,» Dow Jones Newswires, 25
de Septiembre de 1998; DOE, Oficina de Eficiencia Energética y Energía re-
novable, Technology Snapshots Featuring the Toyota Prius (Washington, DC:
2001); Patrick Mazza, The Smart Energy Network: Electricity’s Third Great
Revolution (Olympia, WA: Climate Solutions, 2003).
33. Porcentajes y previsiones del standby, de IEA, op. cit. nota 29, p. 12;
potencia adicional calculada por Worldwatch asumiendo un factor de potencia
del 75% y unas pérdidas de transmisión y distribución del 7%, basado en las
previsiones de demanda energética (usuarios finales) para 2020 para la OCDE
por IEA, op. cit. nota 10, p. 414 y asumiendo que una tonelada de petróleo
equivalente es igual aproximadamente a 12 megawatios hora de electricidad,
como indica BP, op. cit. nota 3; emisiones de CO2 calculadas por Worldwatch
con datos de IEA, op. cit. nota 10, p. 417.
34. Necesidades de los edificios de los países en desarrollo, de Dzioubinski
y Chipman, op. cit. nota 10, pp. 5, 9–10 y de Sujay Basu, Report on India
Energy Scene, Rio+5 Report (París: Helio International, 1997); tres cuartas
partes de la población de la India, de la Oficina del Registro General, «Tables
on Houses, Household Amenities and Assets: India,» op. cit. nota 9 y de idem,
«India at a Glance,» op. cit. nota 9. Tabla 2–3 de los siguientes: Schipper, op.
cit. nota 14, p. 144; Scott Murtishaw y Lee Schipper, «Disaggregated Analysis
of U.S. Energy Consumption in the 1990s: Evidence of the Effects of the In-
ternet and Rapid Economic Growth,» Energy Policy 29 (2001), p. 1347; IEA,
citado en EPC, op. cit. nota 16, p. 28; National Bureau of Statistics, China
Statistical Yearbook (Beijing: National Statistical Press, various years); IEA, op.
cit. nota 28, p. 35.
35.Crecimiento de la demanda desde 1990 calculado por Worldwatch con
datos de IEA, op. cit. nota 10, pp. 410–11, 458–59; consumo de energía se-
gún ingresos, de Dzioubinski y Chipman, op. cit. nota 10, p. 4; triplicación
del consumo de energía, de Mark Levine et al., Energy Efficiency Improvement
Utilising High Technology: An Assessment of Energy Use in Industry and
Buildings (Londres: WEC, 1995); televisiones, de Matthew Bentley, «Forging
New Paths to Sustainable Development,» Informe para la Reunión de Exper-
tos de Asia y el Pacífico para la Promoción de Patrones de Producción y Con-
sumo Sostenibles, Yogyakarta, Indonesia, 21–23 de Mayo de 2003, p. 3;
frigoríficos en la India, de Jain y Lakshman, op. cit. nota 9; proyecciones de
IEA, op. cit. nota 10, p. 29.
36. Ahorro energético en EE UU, de American Council for an Energy-
Efficient Economy (ACEEE), «Energy Efficiency Progress and Potential,» hoja
informativa (Washington, DC: sin fecha); ahorro de los fabricantes, de Stephen
Meyers et al., Realized and Prospective Impacts of U.S. Energy Efficiency
Standards for Residential Appliances (Berkeley, CA: Lawrence Berkeley National

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Laboratory, Junio de 2002), pp. 21–41; Europa de WEC, op. cit. nota 32;
posibles mejoras durante la próxima década, de IEA, op. cit. nota 32; mejoras
para el 2030 de IEA, op. cit. nota 29, p. 17.
37. Posibles ahorros y obstáculos, de Dzioubinski y Chipman, op. cit. nota
10, p. 3; Ahorro en Tailandia, de Jas Singh y Carol Mulholland, «DSM in
Thailand: A Case Study,» Joint United Nations Development Programme
(UNDP)/World Bank Energy Sector Management Assistance Programme, Was-
hington, DC, Octubre de 2002, pp. 1, 8; proporción de frigoríficos eficientes,
del Gobierno de Indonesia y PNUMA, op. cit. nota 35, p. 17; Brasil, de Steven
Nadel, Appliance Energy Efficiency: Opportunities, Barriers, and Policy Solutions
(Washington, DC: ACEEE, Octubre de 1997), pp. 10–11. En Brasil, si las metas
no son alcanzadas, las normas pasan a ser obligatorias. 38. Donald W. Aitkin,
Putting it Together: Whole Buildings and a Whole Buildings Policy, Research
Report No. 5 (Washington, DC: Renewable Energy Policy Project, Septiembre
de 1998), p. 6; UE, «Buildings Overview—Market Overview and Trends,»
ATLAS Project, European Commission Online, en europa.eu.int/comm/
energy_transport/atlas/htmlu/bomarover.html, visitada el 16 de Mayo de 2003;
casas nuevas en EE UU, de U.S. Census Bureau, «New Residential Construction
in April 2003,» hoja informativa (Suitland, MD: 16 de Mayo de 2003).
39. Posible ahorro, de Ayres, op. cit. nota 23, p. 35; California de David
Goldstein, Natural Resources Defense Council, San Francisco, CA, conversa-
ción con la autora, 26 de Septiembre de 2003.
40. Ken Gewertz, «Pushing the Envelope: The Skin’s the Thing for
Conserving a Building’s Energy,» Harvard Gazette, 19 de Julio de 2001.
41. Lee S. Windheim et al., «Case Study: Lockheed Building 157—An
Innovative Deep Daylighting Design for Reducing Energy Consumption,» ci-
tado en Aitkin, op. cit. nota 38, p. 8; 34% en iluminación y RMI, de Ellen
Pfeifer, «Light: The Future is Green,» Winslow Environmental News, Julio de
2000, p. 1; ahorros monetarios y de salud, de ibid., p. 5 y de Windheim et
al., op. cit. en esta nota, p. 8.
42. «First ‘Green’ High-Rise Residential Building in the World,» Real Estate
Weekly, 2 de Octubre de 2002; «Governor Pataki Unveils the Solaire, First
‘Green’ Residential Tower in U.S.,» Silicon Valley Biz Ink, 5 de Septiembre de
2003; «Powerlight/Toyota Achieve Gold Building Standard,» SolarAccess.com,
23 de Abril de 2003.
43. Instalaciones fotovoltáicas en Japón, de Paul Maycock, PV News, Mayo
de 2003, p. 5; pérdidas, de Banco Mundial, World Development Report 1997
(Nueva York: Oxford University Press, 1997) y de Indian Planning Commission,
Annual Report on the World of State Electricity Boards and Electricity
Departments, citado en M. S. Bhalla, «Transmission and Distribution Losses
(Power),» en Proceedings of the National Conference on Regulation in
Infrastructure Services: Progress and Way Forward (Nueva Delhi: The Energy
and Resources Institute, Noviembre de 2000).
44. Ahorro de energía, de Alexis Karolides, «An Introduction to Green Buil-
ding. Part 3: Other Green Building Considerations,» RMI Solutions Newsletter,
verano de 2003, p. 13; Thor Magnusson, A Showcase of Icelandic Treasures
(Reykjavik: Icelandic Review, 1987), citado en «Exploring the Ecology of Organic
Greenroof Architecture: History,» en www.greenroofs.com/history.htm; Alemania,

367

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de ibid.; Chicago y Amsterdam, de «North American Case Studies,» en
www.greenroofs.com/north_american_cases.htm; Ford Motor Company, «Ford
Installs World’s Largest Living Roof on New Truck Plant,» nota de prensa
(Dearborn, MI: 3 de Junio de 2003).
45. Mayor parte del consumo global, de IEA, op. cit. nota 10, p. 28; cre-
cimiento de sectores y consumo de energía, de Lee Schipper et al., «Energy
Use in Manufacturing in Thirteen OECD Countries: Long Term Trends
Through 1995,» Lawrence Berkeley National Laboratory, borrador, 13 de Agosto
de 1998, p. 3.
46. Aumento del consumo, de Stuart Baird, «Heavy Industry,» en
www.iclei.org/EFACTS/HEAVY.HTM y de Ted Trainer, «The ‘De-materialisation’
Myth,» Technology in Society, vol. 23 (2001), pp. 505–14; Australia, de Ted
Trainer, A Critical Discussion of Future Dilemmas (Victoria, Australia:
Commonwealth Scientific & Industrial Research Organisation, Mayo de 2002).
47. Tracy Mumma, «Reducing the Embodied Energy of Buildings,» Home
Energy Magazine Online, Enero/Febrero de 1995.
48. Energía consumida en la fabricación de vehículos, de «Household
Greenhouse Gas Emissions Questionnaire,» Alternatives Journal, primavera de
2000; energía total asociada a los coches, de R. A. Herendeen, Ecological
Numeracy (Nueva York: John Wiley & Sons, 1998) y de M. Wackernagel y
W. Rees, Our Ecological Footprint (Gabriola Island, BC, Canadá: New Society
Publishers, 1996); Redefining Progress, Ecological Footprint Accounts (Oakland,
CA: sin fecha).
49. DOE, op. cit. nota 7, p. 49.
50. Energía consumida para hacer la compra, de EPC, op. cit. nota 16, pp.
30, 37; consumo energético en viajes a larga distancia, de Brian Halweil, Home
Grown: The Case for Local Food in a Global Market, Worldwatch Paper 163
(Washington, DC: Worldwatch Institute, Noviembre de 2002), p. 15; fuente
creciente de emisiones, de Policy Commission on the Future of Farming and Food,
Food & Farming: A Sustainable Future (Londres: Enero de 2002), p. 92.
51. Uso en el sistema alimentario global calculado por Worldwatch con da-
tos de David Pimentel, Universidad de Cornell, e-mail a la autora, 23 de Julio
de 2003 y de BP, op. cit. nota 3; Pimentel, op. cit. en esta nota.
52. William Moomaw, Director del International Environment and Resource
Policy Program, Fletcher School of Law and Diplomacy, Universidad de Tufts,
conversación con la autora, 5 de Agosto de 2003.
53. Diferencias en precios de energía, de Baird, op. cit. nota 46; eficiencia
de los sectores de manufacturas y salto cualitativo, deIPCC, op. cit. nota 12,
p. 112.
54. Aluminio, de Baird, op. cit. nota 46.
55. Precios como factor fundamental, de WEC, «Efficiency of Energy Supply
and Use,» en Energy for Tomorrow’s World—Acting Now! (Londres: 2000), p.
3; impacto de los precios en el consumo energético, de Schipper et al., op. cit.
nota 45, p. 12 y de Anderson, op. cit. nota 15.
56. Papel del precio, de Schipper et al., op. cit. nota 4, pp. 205–06.
57. Impacto de los impuestos, de Lee Schipper, «Lifestyles and the
Environment: The Case of Energy,» en Technological Trajectories and the
Human Environment (Washington, DC: National Academy Press, 1997), p. 100;

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Dinamarca, de Eurostat, citado en Consultores em Transportes Inovação e Sis-
temas et al., «Study on Vehicle Taxation in the Member States of the European
Union,» Informe Final preparado para la Comisión Europea, DG Taxation and
Customs Union, Enero de 2002, p. 11.
58. Desgravaciones en EE UU, de W. Gentry, «Residential Energy Demand
and the Taxation of Housing,» citado en Schipper, Murtishaw y Unander, op.
cit. nota 21; Suecia, de Schipper, op. cit. nota 57, pp. 100–01; «Annex I—
Case Studies on Energy Efficiency Policy Measures: Japan,» en WEC, op. cit.
nota 32.
59. Eric Lombardi, Take It Back! (Boulder, CO: Eco-cycle, 2000).
60. Subvenciones de mediados de los noventa, de PNUD, World Energy
Assessment, 2000, citado en Group of Eight (G8) Renewable Energy Task Force,
G8 Renewable Energy Task Force Final Report 2001 (Londres: 2001), p. 34;
reducciones en 1990, de Geller, op. cit. nota 5, p. 2; infraestructura y manu-
factura, de Alan Durning, How Much Is Enough? (Nueva York: W.W. Norton
& Company, 1992), p. 110.
61. Consumo de energía en Corea del Sur, de Dzioubinski y Chipman, op.
cit. nota 10, pp. 7–8; subvenciones a quienes no los necesitan, de UN HABI-
TAT, op. cit. nota 25, pp. 138, 142; Mark Ashurst, «Nigeria Tackles Fuel
Subsidies,» BBC News, 18 de Julio de 2003.
62. Daphne Wysham, Sustainable Development South and North: Climate
Change Policy Coherence in Global Trade and Financial Flows (Washington,
DC: Institute for Policy Studies, Marzo de 2003), pp. 3–4.
63. La meta es reducir las emisiones un 25% por debajo de los niveles de
1990 para el 2005; Embajada Alemana, Germany’s Ecological Tax Reform,
Informe Final (Washington, DC: sin fecha).
64. Alemania y Dinamarca, de Janet L. Sawin, «Charting a New Energy
Future,» en Worldwatch Institute, State of the World 2003 (Nueva York: W.W.
Norton & Company, 2003), p. 104; demanda de energías limpias para finales
de 2002 de Lori Bird y Blair Swezey, Estimates of Renewable Energy Developed
to Serve Green Power Markets in the United States (Golden, CO: National
Renewable Energy Laboratory, Febrero de 2003); California, de «Students,
Activists Win Clean Energy Campaign,» SolarAccess.com, 21 de Julio de 2003
y de «Berkeley, CA, USA: University of California Approves Clean-Energy and
Green-Building Policy,» SolarBuzz.com, 18 de Julio de 2003.
65. Energie-Cités, «Brussels Declaration for a Sustainable Energy Policy in
Cities,» en www.energie-cites.org/PDF/avis_bruxelles_en.pdf; municipios holan-
deses, de «Groningen, The Car-Free City for Bikes,» en
www.globalideasbank.org/socinv/SIC-100.HTML; aparcamientos de bicicletas,
de «Bicycles and Transit: Europe and Japan,» en Charles Komanoff, ed., Bicycle
Blueprint (Nueva York: Transportation Alternatives, 1999); alemanes y suizos,
de «Reduction of Air Pollution,» CarSharing Co-op of Edmonton, en
www.web.net; número de comunidades y usuarios, de «More Car Sharing in
Europe,» Passenger Transport (American Public Transportation Association), 22
de Julio de 2002; Norteamérica, de David Steinhart, «Car Sharing: An Idea
whose Time Has Come?» Financial Post, 4 de Mayo de 2002; ciudades y con-
dados de EE UU, de CarSharing Network en www.carsharing.net/where.html.
66. Ecoaldeas, de gen.ecovillage.org; California, de Charles A. Goldman,

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Joseph H. Eto y Galen L. Barbose, California Customer Load Reductions During
the Electricity Crisis: Did They Help to Keep the Lights On? (Berkeley, CA:
Lawrence Berkeley National Laboratory, 2002), pp. 23–25; Zero Emissions
Development y cita de Greg Rasmussen, «The Kioto Protocol: The British
Approach,» CBC Radio, Julio de 2002.
67. Relación empírica, de Amulya Reddy, «Energy Technologies and Policies
for Rural Development,» en Thomas B. Johansson y José Goldemberg, eds.,
Energy for Sustainable Development: A Policy Agenda (Nueva York: UNEP,
2002), pp. 117–19; Carlos Suárez, «Energy Needs for Sustainable Human
Development,» en José Goldemberg y Thomas B. Johansson, eds., Energy as
an Instrument for Socio-Economic Development (Nueva York: UNDP, 1995)
(usando datos del PNUD de 1991–92 para 100 países industrializados y en
desarrollo); niveles de consumo nacional, del Banco Mundial, op. cit. nota 8,
pp. 144–46.
68. Robert Prescott-Allen, The Wellbeing of Nations: A Country-by-Country
Index of Quality of Life and the Environment (Washington, DC: Island Press/
IDRC, 2001), pp. 267–68. Tabla 2–5 de los siguientes: escala de bienestar, de
ibid., pp. 267–68; escala de consumo de energía y porcentaje de Suecia calcu-
lados por Worldwatch con datos de 1999 de IEA, citado en World Resources
Institute et al., World Resources 2002–2004 (Washington, DC: 2003), pp. 262–
63.
69. Deterioro de la calidad de vida, del Centre for Ecological Sciences,
Energy Efficiency and Sustainability: New Paradigms (Nueva Delhi: Indian
Institute of Science, sin fecha); matriculaciones de Shanghai, de «Car Sales
Booming in China,» op. cit. nota 10.
70. Porcentaje de población de países en desarrollo, de DOE, EIA,
International Energy Outlook 2002 (Washington, DC: 2002), pp. x–xi.
71. Población, de U.S. Census Bureau, International Data Base, base de datos
electrónica (Suitland, MD: revisada el 10 de Octubre de 2003) y de Naciones
Unidas, World Population Prospects: The 2002 Revision (Nueva York: 2003),
p. 1; consumo en 2050 calculado por Worldwatch con datos de DOE, op. cit.
nota 70, pp. x-xi; IEA, citado en Banco Mundial, op. cit. nota 8, p. 146. Se
presume que el porcentaje de población del mundo en desarrollo sobre la
mundial se mantiene constante.
72. Donald J. Johnston, Secretario General de la OCDE, discurso dado en
el Seminario Ministerial Informal de Energía, Pamplona, España, 26–28 de Abril
de 2002.

Ordenadores

1. Eric D. Williams, Robert U. Ayres y Miriam Heller, «The 1.7 Kilogram


Microchip: Energy and Material Use in the Production of Semiconductor
Devices,» Environmental Science and Technology, 15 de Diciembre de 2002,
pp. 5504–10; Curtis Runyan, «Microchips Are Tiny, But Their Environmental
Footprint Is Heavy,» World Watch, Marzo/Abril de 2003, p. 8.
2. Ann Hwang, «Semiconductors Have Hidden Costs,» en Worldwatch
Institute, Vital Signs 2002 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2002), pp.

370

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110–11; Silicon Valley Toxics Coalition, «Four Case Studies of High-Tech Water
Exploitation and Corporate Welfare in the Southwest,» en svtc.igc.org/resource/
pubs/execsum.htm, visitada el 11 de Septiembre de 2003; «vertederos de resi-
duos tóxicos» se refiere a los vertederos fnanciados por la Environmental
Protection Agency de EE UU, véase Hwang, op. cit. en esta nota.
3. Datos para 1988 de International Telecommunication Union (ITU) en
Banco Mundial, World Development Indicators Database, en
media.worldbank.org/secure/data/qquery.php, visitada el 12 de Agosto de 2003;
datos de 2002 de idem, Internet Indicators: Hosts, Users, and Numbers of PCs,
en www.itu.int/ITU-D/ict/statistics, visitada el 15 de Julio de 2003; Silicon
Valley Toxics Coalition (SVTC), «Toxics in a Computer,» hoja informativa, en
www.svtc.org/cleancc/pubs/computertoxics.pdf, visitada el 3 de Julio de 2003;
Ian Fried, «Recycling Not Easy for PC Makers,» CNET News.com, 22 de Abril
de 2003; SVTC et al., Poison PCs and Toxic TVs: California’s Biggest
Environmental Crisis That You’ve Never Heard Of (San Jose, CA: Junio de
2001), p. 13.
4. Basel Action Network (BAN) y SVTC, Exporting Harm: The High-Tech
Trashing of Asia (Seattle, WA y San Jose, CA: Febrero de 2002), pp. 5–6; SVTC
et al., op. cit. nota 3, p. 6; National Safety Council, Electronic Product Recovery
and Recycling Baseline Report: Recycling of Selected Electronic Products in the
United States (Washington, DC: Mayo de 1999), p. 13.
5. BAN y SVTC, op. cit. nota 4, pp. 6–7, 9, 18; SVTC et al., op. cit. nota
3, p. 15.
6. BAN y SVTC, op. cit. nota 4, pp. 2–3, 7–8, 12–13, 28.
7. Ibid., pp. 16, 18–19.
8. Ibid., pp. 17–21, 30–32.
9. Ibid., pp. 8, 42.

Capítulo 3. Aumentando la productividad del agua

1. Para una revisión del estado de los ecosistemas de agua dulce y la


biodiversidad, ver Sandra Postel y Brian Richter, Rivers for Life: Managing Water
for People and Nature (Washington, DC: Island Press, 2003).
2. Igor A. Shiklomanov, Assessment of Water Resources and Water
Availability in the World (San Petersburgo, Rusia: State Hydrological Institute,
1996); World Commission on Dams (WCD), Dams and Development (Lon-
dres: Earthscan, 2000).
3. Porcentajes por sectores, de Banco Mundial, World Development
Indicators (Washington, DC: 2001).
4. Robert Costanza et al., «The Value of the World’s Ecosystem Services
and Natural Capital,» Nature, 15 de Mayo de 1997, pp. 254–60.
5. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Afghanistan:
Post-Conflict Environmental Assessment (Nairobi: 2003), p. 62.
6. Postel y Richter, op. cit. nota 1.
7. Murray-Darling de «Drying Out,» The Economist, 12 de Julio de 2003,
p. 38; ejemplos de Australia, Sudáfrica y Hawai, de Postel y Richter, op. cit.
nota 1.

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8. Productividad del agua definida como el producto interior bruto real (PIB)
en 2000, expresado en US$ estadounidenses del 2000, dividido por el total
estimado de extracciones de agua en el año 2000. Gráfico 3–1 de los siguien-
tes: datos de extracción de agua para todos los países excepto los Estados Uni-
dos, de Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen-
tación (FAO), base de datos AQUASTAT, en www.fao.org/ag/agl/aglw/aquastat/
dbase/index2.jsp; extracciones de agua en EE UU extrapoladas de los datos de
las series temporales en U.S. Geological Survey (USGS), Estimated Use of Water
in the United States in 1995 (Reston, VA: 1997); PIB real, de Angus Maddison,
The World Economy: A Millennial Perspective (París: Organisation for Economic
Co-operation and Devlopment, 2001), convertido a US$ del 2000 usando el
deflactor implícito del PIB de EE UU, del Bureau of Economic Analysis, en
www.bea.doc.gov/bea/dn/nipaweb/NIPAtableIndex.htm.
9. Productividad del agua definida como PIB real, expresado en US$ de
2000, dividido por el total estimado de extracciones de agua para cada año.
Gráfico 3–2 de los siguientes: datos de extracción de agua para 1950–95 de
USGS, op. cit. nota 8; PIB real de Maddison, op. cit. nota 8, convertido a
US$ de 2000 usando el deflactor implícito del PIB de EE UU del Bureau of
Economic Analysis, op. cit. nota 8; la cifra para el 2000 es una extrapolación
basada en las extracciones de 1995 y tomando el mismo índice de variación
que hubo en las extracciones de 1990 a 1995, combinado con el PIB actual.
10. FAO, Review of World Water Resources by Country (Roma: 2003).
Para evitar la posible duplicación de cifras, se ha utilizado la medida de re-
cursos hídricos renovables internos, que excluye el agua que llega de países
vecinos.
11. Cifras de suministro nacional renovable de agua, de FAO, op. cit. nota
10; cifras de la Gran Llanura Norte de China y cita, de Jeremy Berkoff, «Chi-
na: The South-North Water Transfer Project—Is It Justified?» Water Policy,
Febrero de 2003, pp. 1–28; flujo del Río Amarillo y aguas subterráneas, de
Sandra Postel, Pillar of Sand (Nueva York: W.W. Norton & Company, 1999),
pp. 67–69, 76.
12. Las extracciones de agua son estimaciones, no cantidades medidas y
su exactitud puede variar significativamente de un país a otro. Tabla 3–1 de
los siguientes: extracciones de agua per capita para todos los países excepto
Estados Unidos, de la FAO, op. cit. nota 8; datos sobre extracciones de agua
per capita en EE UU extrapolados desde los datos de las series temporales de
USGS, op. cit. nota 8 y de estimación de población, de FAO, op. cit. nota
8; porcentaje de tierras de cultivo en regadío, de Postel, op. cit. nota 11,
p. 42.
13. Precipitaciones de Phoenix, de National Climatic Data Center, National
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Glance, en www.ncdc.noaa.gov/oa/climate/research/cag3/cag3.html, visitada el
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de 2003.
14. Naciones Unidas, Water for People, Water for Life: The United Nations
World Water Development Report (París: UNESCO Publishing y Berghahn
Books, 2003), p. 113; suministro natural de agua de Indonesia, de FAO, op.
cit. nota 10, p. 80.

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15. Naciones Unidas, op. cit. nota 14, pp. 110–12; Tabla 3–2 del Joint
Monitoring Programme de la Organización Mundial de la Salud (OMS)/
UNICEF, Global Water Supply and Sanitation Assessment 2000 Report, dis-
ponible en www.WHO.int/water_sanitation_health/Globassessment/
GlobalTOC.htm.
16. OMS y UNICEF, op. cit. nota 15; D. Kirk Nordstrom, «Worldwide
Occurrences of Arsenic in Ground Water,» Science, 21 de Junio de 2002, pp.
2143–45.
17. «Water Affairs and Forestry,» South Africa Yearbook 2002/3, en
www.gcis.gov.za/docs/pub lications/yearbook/ch23.pdf, visitada el 11 de Junio
de 2003; cifra de 6 millones, de «South Africa: A Water Success Story,» en
w w w. d w a f . p w v. g o v. z a / C o m m u n i c a t i o n s / A r t i c l e s / Mi n i s t e r / 2 0 0 3 /
South%20Africa%20a%20water%20success%20story.doc, visitada el 9 de Ju-
nio de 2003.
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Johanesburgo, de Ginger Thompson, «Water Tap Often Shut to South Africa
Poor,» New York Times, 29 de Mayo de 2003.
19. Porcentaje de la agricultura, de Banco Mundial, op. cit. nota 3; pro-
yecciones de Mark W. Rosegrant, Ximing Cai y Sarah A. Cline, World Water
and Food to 2025 (Washington, DC: International Food Policy Research
Institute, 2002).
20. «Irrigation Options,» WCD Thematic Review IV.2, como se documen-
ta en WCD, op. cit. nota 2, p. 46.
21. Stuart Styles, Irrigation Training and Research Center, Universidad
Politécnica del Estado de California, San Luis Obispo, CA, e-mail a los auto-
res, 30 de Junio de 2003.
22. Postel, op. cit. nota 11, pp. 172, 174.
23. Cifra de 3.2 millones de hectáreas, de Hervé Plusquellec y Walter Ochs,
Water Conservation: Irrigation, Water Resources and Environment Technical
Note F.2 (Washington, DC: Banco Mundial, 2003), p. 20. Tabla 3–3 de los
siguientes: superficies de 1991, de Sandra Postel, Last Oasis (Nueva York: W.W.
Norton & Company, 1992), p. 105, que fueron compiladas de diversas fuen-
tes; superficies de alrededor de 2000, de International Commission on Irrigation
and Drainage, en www.icid.org/index_e.html, visitada el 30 de Junio de 2003,
excepto para Chipre, Brasil, Chile y México, con cifras de alrededor de 2000
de la FAO, op. cit. nota 8, para Israel, con estimaciones para el 2000 del Mi-
nisterio de Agricultura Israelí, según Saul Arlosoroff, Director del National Water
Corporation-Mekorot, Tel Aviv, Israel, e-mail a los autores, 6 de Agosto de 2003
y para los Estados Unidos, con una estimación de 1998 del Ministerio de Agri-
cultura de EE UU, 1998 Farm & Ranch Irrigation Survey, Census of
Agriculture, en www.nass.usda.gov/census/census97/fris/tbl04.txt>http://
www.nass.usda.gov/census/census97/fris/tbl04.txt.
24. L. C. Guerra et al., Producing More Rice with Less Water from Irrigated
Systems (Colombo, Sri Lanka: International Water Management Institute
(IWMI), 1998), p. 11; R. Barker, Y. H. Li y T. P. Tuong, eds., Water-Saving
Irrigation for Rice, Proceedings of an International Workshop in Wuhan, Chi-
na, 23–25 de Marzo de 2001 (Colombo, Sri Lanka: IWMI, 2001).

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25. Plusquellec y Ochs, op. cit. nota 23, p. 22.
26. FAO, The State of Food Insecurity in the World (Roma: 1999); Sandra
Postel et al., «Drip Irrigation for Small Farmers: A New Initiative to Alleviate
Hunger and Poverty,» Water International, Marzo de 2001, pp. 3–13.
27. P. Polak, B. Nanes y J. Sample, «Opening Access to Affordable Micro-
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ver también la página web de IDE en www.ide-international.org.
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for Science and Environment, 1997) y el Centre for Science and Environment
en www.cseindia.org.
29. Tabla 3–4 basada en datos de D. Renault y W. W. Wallender,
«Nutritional Water Productivity and Diets,» Agricultural Water Management,
Agosto de 2000, pp. 275–96.
30. Necesidades de agua según la dieta de ibid.; la proyección de la varia-
ción media de la población de EE UU para 2025 es de 358 millones, según la
División de Población de las Naciones Unidas, World Population Prospects: The
2002 Revision y World Urbanization Prospects: The 2001 Revision (Nueva York:
2003 y 2002).
31. Naciones Unidas, World Population Prospects, op. cit. nota 30.
32. Naciones Unidas, op. cit. nota 14, pp. 160–61; ciudades que reclaman
menos del 10% del Banco Mundial, op. cit. nota 3. Cuadro 3–1 de los siguien-
tes: capacidad de desalinación e índice de crecimiento, de Aqua Resources
International, Desalination Market Analysis 2003 (Evergreen, CO: Agosto de
2003); planes de Israel, de «Eshkol, Nizzana and Ashkelon Desalination Plants,
Israel,» página web para la Industria del Agua, en www.water-technology.net/
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25%, de Amy Vickers, presentación en el 2003 Community Water Leadership
Program, Florida Institute of Government, San Petersburgo, FL, 14 de Marzo
de 2003.
33. Naciones Unidas, op. cit. nota 14, pp. 160–61.
34. Kofi Annan, Secretario General de la ONU, «Towards A Sustainable
Future,» presentado en la Lectura Anual sobre Medio Ambiente del Museo
Americano de Historia Natural, Nueva York, 14 de Mayo de 2002; «Water and
the Fight Against Poverty,» discurso del Director Ejecutivo del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el seminario del Día Mundial
del Medio Ambiente Water and the Fight Against Poverty, Beirut, Líbano, 5
de Junio de 2003; «Leakage Control and the Reduction of Unaccounted-for
Water (UFW),» Proceedings of the International Symposium on Efficient Water
Use in Urban Areas—Innovative Ways of Finding Water for Cities, 8–10 de
Junio de 1999; ciudades del Golfo Pérsico, de PNUMA, «UNEP Urges Action
to Better Manage the Globe’s Groundwaters,» nota de prensa (Nairobi: 5 de

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Per Day,» 15 de Abril de 2002, en fpeng.peopledaily.com.cn/200204/15/
eng20020415_94050.shtml.
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Issue Report No. 19) (Copenhague: 2001), p. 22; Dinamarca, de «WATERSAVE
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Management Centre, Environment Agency, Birmingham, Reino Unido), Febrero
de 2003, p. 3; Japón, de Naciones Unidas, Best Practices and Local Leadership
Programme, «Water Conservation Conscious Fukuoka, Japan,» en
bestpractices.org/bpbriefs/Environment.html, visitada en Septiembre de 2003;
Jordania, de«Seminar Addresses Water Losses Plaguing the Country’s Scarce
Resource,» Jordan Times, 6 de Marzo de 2003; Kenya, de Anna Peltola, «Sim-
ple Fixes Could Bring Water to Millions–Experts,» Reuters, 13 de Agosto de
2002; Singapur, de Ng Han Tong, Public Utilities Board, Singapur, e-mail a
los autores, 10 de Septiembre de 2003; Sudáfrica, de «Growing Concern over
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2003; Taiwan, de «Water Price Hike Necessary to Fix Old Pipes, Says Minister,»
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Chagnon, «Inspecting Systems for Leaks, Pits, and Corrosion,» Journal of the
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Economics of Water Loss: What is Unaccounted for Water?» On Tap (National
Drinking Water Clearinghouse, West Virginia University, Morgantown, WV),
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Accounts, Casa de los Comunes, Londres, 4 de Enero de 2002, de OFWAT,
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no Unido: 26 de Marzo de 2003) y de «Total Leakage Increases in Severn Trent
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Julio de 2003.
36. Janice A. Beecher, «Survey of State Water Loss Reporting Practices,»
Beecher Policy Research, Inc., Final Report to the American Water Works
Association, Denver, CO, Enero de 2002, p. 13; Wyatt, op. cit. nota 35; The
Kansas Water Office, «Assessment of Unaccounted for Water, Kansas 1992–
2010,» 2001, en www.kwo.org/Reports/2010%20Assessments/
UFW%20assessment/ks_ufw_text.htm; idem, «The Kansas Water Plan, Fiscal
Year 2003,» Water Conservation, Julio de 2001, p. 1.
37. Copenhague de «WATERSAVE at Loughborough,» op. cit. nota 35; Lis
Napstjert, Copenhague Energy, e-mail a los autores, 17 de Septiembre de 2003.
Cuadro 3–3 de los siguientes: Ng, op. cit. nota 35; uso en Singapur en 1995,
de Alliance to Save Energy, Watergy: Taking Advantage of Untapped Energy and
Water Efficiency Opportunities in Municipal Water Systems (Washington, DC:
2002), pp. 80–82; uso en 2003, de Ng Han Tong, Public Utilities Board, Sin-
gapur, e-mail a los autores, 16 de Agosto de 2003; Teruyoshi Shinoda, «Integrated

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Enero de 2000), p. 6; QEI, Inc., Electricity Efficiency Through Water Efficiency,
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39. «Save Water to Save Energy,» Environmental Building News, Octubre
de 2002, pp. 3–4.
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Thompson et al., Drawers of Water II: Thirty Years of Change in Domestic
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Institute for Environment and Development, 2001); Dinamarca, de
«WATERSAVE at Loughborough,» op. cit. nota 35; Reino Unido, de «Water
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de 2003, p. 7; Singapur, de Ng, op. cit. nota 37; Manila, de Manila Water
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2003; Waterloo, de Steve Gombos, Regional Municipality of Waterloo, e-mail
a los autores, 7 de Agosto de 2003; Melbourne y Sydney, de Water Services
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41. U.S. General Accounting Office, Water Infrastructure: Water-Efficient
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Recommendations on the Implementation of the U.S. Energy Policy Act,» in-
forme preparado por Amy Vickers & Associates, Inc. Para la American Water
Works Association, Washington, DC, 25 de Octubre de 1995, p. 4.
42. Naciones Unidas, op. cit. nota 14, p. 341.
43. Cifra de 30.000 millones de litros, de Vickers, op. cit. nota 40, p. 140;
Debbie Salamone, «Florida’s Water Crisis: Chapter 2, The Human Thirst,»
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44. Charles Fenyvesi, «His whole World Is Grass: Lawn Guru Reed Funk
Speaks to the Tough Little Cultivar Inside Us All,» U.S. News & World Report,
28 de Octubre de 1996, pp. 61–62; Thomas Farragher, «For Some Neighbors,
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for Environmental Harmony (New Haven, CT: Yale University Press, 1993),

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Environment and Public Works, U.S. Senate, March 28, 1990, Senate Hearing
101-685 (Washington, DC: U.S. Government Printing Office, 1990), p. 1.
Cuadro 3–4 de los siguientes: Christian G. Daughton, «Environmental
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Other Organic Wastewater Contaminants in U.S. Streams, 1999–2000: A
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wmspage.cfm?parm1=507, visitada en Septiembre de 2003; estudios de fuera
de los Estados Unidos, de Kenneth Green, «When Pharmaceuticals Arrive at
the Tap,» Environmental Science & Engineering, Marzo de 2003; EPA, «PPCPs
as Environmental Pollutants,» en www.epa.gov/nerlesd1/chemistry/pharma/
teaching.htm, visitada en Agosto de 2003; Colin Nickerson, «A Grass Roots
Drive for Purity,» Boston Globe, 3 de Septiembre de 2001.
46. Vickers, op. cit. nota 40, pp. 147–49, 180.
47. F. Herbert Bormann, Diana Balmori y Gordon T. Geballe, Redesigning
the American Lawn, segunda edición. (New Haven, CT: Yale University Press,
2001), p. 129.
48. Naciones Unidas, op. cit. nota 14, p. 228.
49. Principales industrias consumidoras de agua de webworld.unesco.org/
water/ihp/publications/waterway/webpc/pag18.html, visitada en Agosto de 2003.
50. Vickers, op. cit. nota 40, p. 239; Unilever Co., Environmental Perfor-
mance Report 2003, p. 10, en www.unilever.com/environmentsociety/
environmentalreporting/environmentalreport, visitada en Agosto de 2003. Ta-
bla 3–6 de los siguientes: lácteos, construcción de vivendas y verduras, de
Environment Agency, 2003 Water Efficiency Awards: Inspirational Case Studies
Demonstrating Good Practice Across All Sectors (Birmingham, Reino Unido:
2003), pp. 8, 15, 21; ordenadores, de «Companies who Show How It’s Done,»
Demand Management Bulletin (National Water Demand Management Centre,
Environment Agency, Birmingham, Reino Unido), Agosto de 2002, p. 3; ace-
ro, de «Columbia Steel Casting: Using Water Wisely,» Office of Sustainable
Development, Portland, OR, en www.sustainableportland.org/
energy_com_best.html, visitada en Agosto de 2003; productos farmacéuticos,
de Steve Dark, Process Waste Water Recycling (Jaffrey, NH: Millipore
Corporation, Noviembre de 2002); chocolate, de EBMUD Reports: East Bay
Water Issues, Marzo de 2001, p. 2; cerveza, de Global Environment
Management Initiative, Connecting the Drops Toward Creative Water Strategies
(Washington, DC: Junio de 2002), p. 36.
51. Public Utilities Board, Water Authority of Singapore, en www.pub.gov.sg/
water_reclamation.htm, visitada en Septiembre de 2003.
52. Naciones Unidas, op. cit. nota 14, pp. 227–33.

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53. Patrick Smith, «The Great Water Divide,» The Irish Times, 22 de Marzo
de 2003; Aly Shady, Canadian International Development Agency, Enero de 2002,
en www.expressnews.ualberta.ca/expressnews/articles/news.cfm?p_ID=1829&s=a.
54. Jennifer Gitlitz, Trashed Cans: The Global Environmental Impacts of
Aluminum Can Wasting in America (Arlington VA: Container Recycling
Institute, 2002).
55. Postel y Richter, op. cit. nota 1.
56. Tushaar Shah et al., «Sustaining Asia’s Groundwater Boom: An Overview
of Issues and Evidence,» Natural Resources Forum, Mayo de 2003, pp. 130–41.
57. High Plains Underground Water Conservation District, The Cross
Section, varios números, Lubbock, TX; Shah et al., op. cit. nota 56.
58. Estudio y ejemplo de Bangalore relatado en Dale Whittington, «Muni-
cipal Water Pricing and Tariff Design: A Reform Agenda for South Asia,» Water
Policy, Febrero de 2003, pp. 61–76; la comparación con el gasto estadouni-
dense es un cálculo del autor.
59. Efecto del bombeo de aguas subterráneas sobre el caudal del Ipswich,
de USGS, Concepts for National Assessment of Water Availability and Use,
Circular 1223 (Reston, VA: 2002); American Rivers, America’s Most Endangered
Rivers 2003 (Washington, DC: 2003); Massachusetts Department of
Environmental Protection, State Strikes Balance with Water Withdrawal Permits
for Ipswich River Basin Communities (Boston: 20 de Mayo de 2003).

Jabón antibacterias

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Better Than Regular Soap, NIH-Funded Study Shows,» nota de prensa
(Alexandria, VA: 24 de Octubre de 2002).
2. Philip M. Parker, The 2003–2008 World Outlook for Bar Soap (París:
ICON Group Ltd., 2003), pp. 18–19; Euromonitor International, «Asia-Pacific
Bath and Shower Products: Small Growth, Big Potential,» 25 de Octubre
de 2002, en www.euromonitor.com/asiabath.
3. Karen C. Timberlake, Chemistry: An Introduction to General, Organic,
and Biological Chemistry (Nueva York: Harper Collins, 1996), pp. 524–26.
4. Historia e ingredientes, de Dru Wilson, «Antibacterial Products May Be
Case of Overkill,» The Gaston Gazette (Freedom News Service), 21 de Agosto
de 2002 y de Soap and Detergent Association, «Cleaning Products Overview:
History,» en www.sdahq.org/cleaning/history/; Diane di Costanzo, «Taking
Personal Care,» The Green Guide, Enero/Febrero de 2003.
5. International Network for Environmental Management, «Pollution
Prevention in a Tunisian Oil Extraction and Soap Manufacturing Facility,» Case
Studies in Environmental Management in Small and Medium-Sized Enterprises
(Hamburgo: Marzo de 1999).
6. U.S. Geological Survey, Departamento de Interior de EE UU, «What’s
in That Water?» nota de prensa (Reston, VA: 13 de Marzo de 2002).
7. J. Menoutis et al., «Triclosan and Its Impurities,» Quantex Laboratories
Technology Review (Edison, NJ: Quantex Laboratories, Inc., 1998–2001);
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«Too Much Triclosan?» Nature, 13 de Agosto de 1998.
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Enero de 2001.
10. P. Ernst e Y. Cormier, «Relative Scarcity of Asthma and Atopy Among
Rural Adolescents Raised on a Farm,» American Journal of Respiratory and
Critical Care Medicine, Mayo de 2000, pp. 1563–66.
11. Susman, op. cit. nota 9; Alliance for Prudent Use of Antibiotics, en
www.tufts.edu/med/apua; «CDC’s Advice to Doctors: Clean Your Hands,»
American Medical News (American Medical Association), 25 de Noviembre de
2002.

Capítulo 4. Cuidando lo que comemos

1. Rita Oppenhuizen, Relaciones Públicas de la Max Havelaar Foundation,


conversación con Brian Halweil, 11 de Agosto de 2003; Max Havelaar
Foundation, «Max Havelaar—A Fair Trade Label,» antecedentes históricos
(Amsterdam: Octubre de 1998).
2. Max Havelaar Foundation, op. cit. nota 1.
3. International Federation for Alternative Trade, «A Brief History of the
Alternative Trading Movement,» en www.ifat.org/dwr/resource3.html, visitada
el 3 de Agosto de 2003; A. M. Gutiérrez, «NGOs and Fairtrade, the Perspectives
of Some Fairtrade Organisations,» enviado a la Escuela de Estudios Económi-
cos y Sociales de la Universidad de East Anglia, Estudios sobre Relaciones In-
ternacionales y Desarrollo, Norfolk, Reino Unido, 2 de Septiembre de 1996.
4. Oppenhuizen, op. cit. nota 1; Max Havelaar Foundation, op. cit. nota 1.
5. Jim Hightower, «As American as Apple Pie: Ethical Consumerism,» The
Nation, 30 de Septiembre de 2002; United Farm Workers, «Union to Launch
‘Fair Trade Apple’ Campaign,» nota de prensa, 8 de Agosto de 2001; Helen
Taylor, Soil Association, Technical Services & Business Development Director
(SA Cert), conversación con Brian Halweil, 7 de Junio de 2003.
6. Para un análisis del auge del transporte de alimentos a larga distancia,
ver Brian Halweil, Home Grown: The Case for Local Food in a Global Market,
Worldwatch Paper 163 (Washington, DC: Noviembre de 2002).
7. Superficie, de Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAO), FAOSTAT Statistical Database, en apps.fao.org, vi-
sitada el 22 de Agosto de 2003; Michael Brower y Warren Leon, The Consumer’s
Guide to Effective Environmental Choices: Practical Advice from the Union
of Concerned Scientists (Nueva York: Three Rivers Press, 1999), p. 58; Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Working
Party on National Environmental Policy, Sustainable Consumption: Sector Case
Study Series, Household Food Consumption: Trends, Environmental Impacts
and Policy Response (París: Diciembre de 2001), p. 44; Niels Jungbluth y Rolf
Frischknecht, «Indicators for Monitoring Environmental Relevant Trends of Food
Consumption,» ESU-services, Suiza, en www.esu-services.ch/download/SETAC-
foodconsumption-indicator.pdf; Annika Carlsson-Kanyama, «Climate Change

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and Dietary Choices: How Can Emissions of Greenhouse Gases from Food
Consumption Be Reduced,» Food Policy, otoño/invierno de 1998, pp. 288–89.
Esto no significa, sin embargo, que la comida vegetariana sea siempre menos
contaminante que la carne. Una comida vegetariana hecha con ingredientes
importados de todo el mundo o cultivados en invernaderos con calefacción puede
ser mucho más contaminante que una comida con carne producida localmen-
te o criada de forma que se minimicen las emisiones de gases de efecto inver-
nadero.
8. Cuadro 4–1 de los siguientes: Ransom Myers y Boris Worm, «Rapid
Worldwide Depletion of Predatory Fish Communities,» Nature, 15 de Mayo
de 2003, pp. 280–83; Andrew Revkin, «Commercial Fleets Reduced Big Fish
by 90 Percent, Study Says,» New York Times, 15 de Mayo de 2003; Seaweb,
«Cover Study of Nature Provides Startling New Evidence that Only 10 Percent
of All Large Fish are Left in the Ocean,» nota de prensa (Washington, DC: 14
de Mayo de 2003); para organizaciones de conservación del mar veáse, por
ejemplo, la Audubon Society (magazine.audubon.org/seafood), el Monterey Bay
Aquarium (www.mbayaq.org) y el Marine Stewardship Council (www.msc.org);
Seafood Choices Alliance, en www.seafoodchoices.com. Cuadro 4–2 de los si-
guientes: Compassion in World Farming, hoja informativa de la Campaña Foie
Gras, en www.ciwf.co.uk/Camp/Main/Foie/foie_gras_campaign.htm, visitada el
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informa que los Estados Unidos importaron 39,289 kilos (84,411 libras) de
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Detail/Latest-December/Imports/16/160430.html; «Shark! Danger Exaggerated,
Says US Experts,» Reuters, 17 de Junio de 2002; Brian Handwerk, «Asian Shark-
Fin Trade May be Larger than Expected,» National Geographic News, 28 de
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International Institute for Environment and Development (IIED), Mayo de
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conversación con Danielle Nierenberg, 12 de Junio de 2003.
15. Willis, op. cit. nota 14; página web de la Niman Ranch, en
www.nimanranch.com, visitada el 15 de Junio de 2003.
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2002 y de Erik Millstone y Tim Lang, The Penguin Atlas of Food: Who Eats
What, Where, and Why (Londres: Penguin Books, 2003), p. 34; agua, de ibid.,
p. 35; aditivos, de Margaret Mellon, Charles Benbrook y Karen Lutz Benbrook,
Hogging It! Estimates of Antimicrobial Abuse in Livestock (Washington, DC:
Union of Concerned Scientists, 2001); combustibles fósiles, de Millstone y Lang,
op. cit. en esta nota, pp. 35, 62; metano, de de Haan et al., op. cit. en esta
nota; enfermedades, de Neil Barnard, Andrew Nicholson y Jo Lil Howard, «The
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17. Christopher Delgado, Claude Courbois y Mark Rosegrant, Global Food
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MSSD Discussion Paper No. 21 (Washington, DC: International Food Policy
Research Institute, 1998), p. 6.
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Meat, Eggs, and Dairy Products (Vashon, WA: Vashon Island Press, 2000), p.
8; «Hay! What a Way to Fight E. coli,» Science News Online, 19 de Septiem-
bre de 1998, en www.sciencenews.org/sn_arc98/9_19_98/Food.htm.
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Benbrook y Benbrook, op. cit. nota 16.
20. Ian Langford citado en Nick Tattersall, «Stressed Farm Animals
Contribute to Food Poisoning: U.K. Study,» Manitoba Co-operator’s, 15 de
Marzo de 2001.
21. Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE UU, Food and Drug
Administration, Center for Food Safety and Applied Nutrition, Consumer
Questions and Answers about BSE (Washington, DC: Mayo de 2003).

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conversación con Danielle Nierenberg, Febrero de 2003; «Transporting Animals
in Europe,» en Millstone y Lang, op. cit. nota 16, p. 64.
23. I. Koizumi et al., «Studies on the Fatty Acid Composition of
Intramuscular Lipids of Cattle, Pigs, and Birds,» Journal of Nutritional Science
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18, pp. 12–15; véase también la página web Eat Wild en www.eatwild.com.
24. Smil, op. cit. nota 16.
25. Robinson, op. cit. nota 18, p. 7; demanda de carne, de FAO, op. cit.
nota 7, visitada el 9 de Enero de 2003; idem, op. cit. nota 17, p. 11; David
Brubaker, anteriormente ejecutivo de PennAg Industries, conversación con
Danielle Nierenberg, Septiembre de 2002.
26. Payal Sampat, «Groundwater Shock: The Polluting of the World’s Major
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«Uncovering Groundwater Pollution,» en Worldwatch Institute, State of the
World 2001 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2001), p. 27; Michael
Mallin et al., «Impacts and Recovery from Multiple Hurricanes in a Piedmont-
Coastal Plain River System,» Bioscience, Noviembre de 2002, p. 999.
27. Bobby Inocencio, Teresa Farms, Filipinas, conversación con Danielle
Nierenberg, Agosto de 2002; Teresa Farms, Management Guide SASSO Free-
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28. Steve Tarter, «Megahog Opponent Tours Poland,» Peoria Star Journal,
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www.mcdonalds.com/countries/usa/community/welfare/laying_hen/index.html;
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Antibiotics in Its Meat,» New York Times, 20 de Junio de 2003, de «Fast Food,
Not Fast Antibiotics,» New York Times, 22 de Junio de 2003 y de David
Barboza, «Animal Welfare’s Unexpected Allies,» New York Times, 25 de Junio
de 2003.
30. «Fast Food, Not Fast Antibiotics,» op. cit. nota 29; Barboza, op. cit.
nota 29; Cornelius de Haan et al, Livestock Development: Implications for Rural
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co Mundial, 2001), pp. xii–xiii.
31. Nadia El-Hage Scialabba y Caroline Hattam, eds., Organic Agriculture,
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32. Ibid.; AGRIPO Agriculture and Pollution, «Policy Options for Pollution
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nagers? Cooperation Initiatives between Water Supply Companies and
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1995), pp. 343–60.
35. Granjas ecológicas y biodiversidad, de El-Hage Scialabba y Hattam, op.
cit. nota 31, pp. 38–53.
36. «The Global Market for Organic Food & Drink,» Organic Monitor
(Londres), Julio de 2003. Hay una estimación similar de 23.000–25.000 mi-
llones de US$ en el 2003 en Minou Yussefi y Helga Willer, eds., The World
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Alemania: International Federation of Organic Agriculture Movements (IFOAM),
2003), p. 24; cifra de 23 millones de hectáreas y Gráficos 4–2 y 4–3 de ibid.,
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39. Peter Tschannen, Director del Proyecto Remei AG Biore, Lettenstrasse,
Suiza, conversación con Brian Halweil, 4 de Mayo de 2003; Tadeu Caldas, «A
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y Kenya Institute of Organic Farming (Leusden y Nairobi: Marzo de 1998).
41. El-Hage Scialabba y Hattam, op. cit. nota 31, pp. 8–10; Parrott y
Marsden, op. cit. nota 37, p. 62; Nicholas Parrott, Escuela de Planificación
Regional y Urbana, Universidad de Cardiff, Reino Unido, conversación con Brian
Halweil, 12 de Septiembre de 2003.
42. Brian P. Baker et al., «Pesticide Residues in Conventional, IPM-grown
and Organic Foods: Insights from Three U.S. Data Sets,» Food Additives and
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43. Edward Groth, Científico Superior de la Consumers Union, conversa-
ción con Brian Halweil, 22 de Septiembre de 2003; National Research Council,
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Health Perspectives, Marzo de 1999; S. H. Swan et al., «Semen Quality in
Relation to Biomarkers of Pesticide Exposure,» Environmental Health
Perspectives, Septiembre de 2003, pp. 1478–84; M. F. Cavieres et al.,
«Developmental Toxicity of a Commercial Herbicide Mixture in Mice: I. Effects
on Embryo Implantation and Litter Size,» Environmental Health Perspectives,
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45. «Stranglehold, Pesticides: What’s the Way Out?» Down to Earth, 15 de
Junio de 2003.
46. Asami et al., op. cit. nota 44.
47. Miembros de Slow Food, de Ilaria Morra, oficina de prensa de Slow
Food, e-mail a Brian Halweil, 14 de Julio de 2003; Carlo Petrini, Presidente
de Slow Food, e-mail a Brian Halweil, 17 de Julio de 2002.
48. Alejandro Argumedo, ANDES, Cuzco, Perú, e-mail a Brian Halweil,
15 de Marzo de 2002.
49. Valor y volumen del comercio, de FAO, op. cit. nota 7, visitada el 24
de Diciembre de 2002; encuestas en EE UU, de Matthew Hora y Jody Tick,
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and Greenhouse Gas Emissions (Ames, IA: Leopold Center for Sustainable
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51. Vandana Shiva, Research Foundation for Science, Technology and
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2002), pp. 145–50.
52. «The Old Ones are the Best,» New Agriculturalist on-line, 1 de Sep-
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53. Norman E. Borlaug, «The Next Green Revolution,» New York Times,
11 de Julio de 2003; Sustain: The Alliance for Better Food and Farming, «Study
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al., Good Food on the Public Plate: A Manual for Sustainability in Public Sector
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54. JoAnn Jaffe, Universidad de Regina, e-mail a Brian Halweil, 26 de Abril
de 2002, basado en JoAnn Jaffe y Michael Gertler, «Victual Vicissitudes:
Consumer Deskilling and the Transformation of Food Systems,» en M. D.
Mehta, ed., The Sociology of Biotechnology (Toronto: University of Toronto
Press, en proceso de publicación).
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System (Washington, DC: National Farmers Union, Febrero de 1999), en Mary
Hendrickson et al., Consolidation in Food Retailing and Dairy: Implications
for Farmers and Consumers in a Global Food System (Washington, DC: Ene-
ro de 2001) (disponible en www.foodcircles.missouri.edu) y en Halweil, op. cit.
nota 6; Lappé y Lappé, op. cit. nota 51, pp. 138–64.
56. Cifra de más de 26 millones de almuerzos, de USDA, National School
Lunch Program, «FAQs,» en www.fns.usda.gov/cnd/Lunch/AboutLunch/
faqs.htm, visitada en Agosto de 2003; autoridad sueca de alimentación, de
OCDE, op. cit. nota 7, p. 53. En el Cuadro 4–3, el dato de más de 300.000
millones de US$ en subvenciones, es de OCDE, Agricultural Policies in OECD
Countries: Monitoring and Evaluation 2002 (París: 2002).
57. Cambios históricos en la política alimentaria, de Nestle, op. cit. nota
10; Stuart Laidlaw, Secret Ingredients: The Brave New World of Industrial
Farming (Toronto: McClelland & Stewart Ltd., 2003). p. 254.

Agua embotellada

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«The World’s Water Crisis,» E Magazine, Septiembre/Octubre de 2003, p. 28.
2. Definición del agua y cita del caso de Perrier, de Ferrier, op. cit. nota 1,
pp. 3, 6, 17.
3. Anne Christiansen Bullers. «Bottled Water: Better Than the Tap?» FDA
Consumer Magazine (U.S. Food and Drug Administration), Julio-Agosto de
2002.
4. Asia y el Pacífico, de Ferrier, op. cit. nota 1, p. 13; falta de acceso, de
Howard, op. cit. nota 1, p. 3; Natural Resources Defense Council (NRDC),
Bottled Water: Pure Drink or Pure Hype? (Nueva York: Marzo de 1999); Francia,
de Ferrier, op. cit. nota 1, p. 16.
5. Maude Barlow, Blue Gold: The Global Water Crisis and the
Commodification of the World’s Water Supply, rev. ed. (Ottawa, ON, Cana-
dá: Council of Canadians, primavera de 2001), pp. 46–47; Anthony DePalma,
«Free Trade in Fresh Water? Canada Says No and Halts Exports,» New York
Times, 8 de Marzo de 1999.
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Down Again…Virgin Resin Production Outpaces Recycling,» en www.container-

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Economic and Ecological Implications of a Solid Waste Reduction Program,
en www.wastereduction.org/Baxter/Bax5.htm.
7. Ferrier, op. cit. nota 1, p. 23.
8. Botellas de agua en Estados Unidos, de Patricia Franklin, «Letter from
the Executive Director,» Container and Packaging Recycling Update (CRI,
Arlington, VA), verano/otoño de 2003, p. 2; Kalyan Moitra, «Recycle Onus on
PET Producers, Says PCB,» Economic Times of India, 27 de Junio de 2003;
CRI, Bottle Bill Resource Guide, en www.bottlebill.org.
9. Razones para beber agua embotellada, de Ferrier, op. cit. nota 1, p. 16;
NRDC, op. cit. nota 4; Centre for Science and Environment, «Pure Water or
Pure Peril?» nota de prensa (Nueva Delhi: 4 de Febrero de 2003); Hansika Pal,
«Debate Over Pesticide Residue Clouds Bottled Water,» Economic Times of
India, 6 de Febrero de 2003.
10. Año Internacional del Agua Dulce de las Naciones Unidas, en
www.un.org/events/water; Millennium Development Goals en www.un.org/
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Pollos

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of Animals, e-mails a la autora, 15 de Septiembre de 2003.
2. WSPA, op. cit. nota 1; Shapiro, op. cit. nota 1; Freidrich, op. cit. nota
1; Stuart Laidlaw, Secret Ingredients: The Brave New World of Industrial
Farming (Toronto: McClelland & Stewart Ltd., 2003), pp. 31, 52.
3. WSPA, op. cit. nota 1; Laidlaw, op cit note 2, p. 33; Shapiro, op. cit.
nota 1; Compassion in World Farming, Laying Hen Factsheet, en
www.ciwf.co.uk/Camp/Main/Battery/battery_hen_campaign.htm, visitada el 23
de Septiembre de 2003.
4. WSPA, op. cit. nota 1; Compassion in World Farming, op. cit. nota 3;
National Animal Health Monitoring System, Part II: Reference of 1999 Table
Egg Layer Management in the U.S. (Washington, DC: U.S. Department of
Agriculture (USDA), 2000); Michael Appleby, Vicepresidente de Farm Animals
and Sustainable Agriculture, Humane Society of the United States, e-mail a la
autora, 26 de Septiembre de 2003.
5. Anthony Browne, «Ten Weeks to Live,» The Observer, 10 de Marzo de
2002; Shapiro, op. cit. nota 1.
6. Cantidad de pienso, de Richard Reynnells, National Program Leader,
Animal Production Systems, USDA, e-mail a la autora, 26 de Septiembre de
2003 y de Mack O. North, Commercial Chicken Production Manual, tercera
edición (Westport, CT: AVI Publishing Company, Inc., sin fecha), p. 374;
Consumers Union, «Presence of Anti-microbial Resistant Pathogens in Retail
Poultry Products: A Report by CI Members in Australia and the United States,»
presentado por Consumers International al Codex Committee on Residues of

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Scientific Committee on Animal Health and Animal Welfare, 21 de Marzo de
2000, pp. 31–36, 42–43; Browne, op. cit. nota 5.
7. Browne, op. cit. nota 5; Erik Millstone y Tim Lang, The Penguin Atlas
of Food: Who Eats What, Where, and Why (Londres: Penguin Books, 2003),
p. 38.
8. «In Praise of Family Poultry,» Agriculture 21 (UN Food and Agriculture
Organisation), Marzo de 2002.
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ción (FAO), FAOSTAT Statistical Database, en apps.fao.org, visitada el 3 de
Septiembre de 2003.
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la página web de la International Cocoa Organization, en www.icco.org/
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Mittermeier, Norman Myers y Cristina Goettsch Mittermeier, Hotspots: Earth’s
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México: CEMEX/Conservation International, 1999).
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Management, Enero de 1999, p. 35; para un repaso del cultivo de cacao, véa-
se Robert A. Rice y Russell Greenberg, «Cacao Cultivation and the Conservation
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5. Deforestación mundial y Costa de Marfil, de Rice y Greenberg, op. cit.
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(Theobroma cacao Linn.) Cultivation in Agroforestry Systems of West and
Central Africa: Challenges and Opportunities,» Agroforestry Systems, vol. 51,
no. 3 (2001), pp. 177–79; pérdida de bosque en Indonesia, de François Ruf y
Yoddang, «Cocoa Migrants from Boom to Bust,» en François Gérard y François
Ruf, eds., Agriculture in Crisis: People, Commodities and Natural Resources
in Indonesia, 1996–2001 (Richmond, Surrey, Reino Unido: Curzon Press, 2001),
pp. 106, 131–32; Brasil, de Johns, op cit. note 4, pp. 31–47; Camerún, de
Jim Gockowski, International Institute of Tropical Agriculture, e-mail al autor,
13 de Diciembre de 2001.

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6. Rice y Greenberg, op. cit. nota 4, pp. 169–70 y Tabla 2.
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Reached Almost Epidemic Proportions,» Reuters, 12 de Febrero de 2003 y de la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, «UN Cocoa
Conference Ends 10-Day Session; Will Resume Work in February 2001,» nota
de prensa (Ginebra: 28 de Noviembre de 2000). Las estimaciones por lo alto de
ingresos de los agricultores presuponen que un 80% de los ingresos anuales de
las exportaciones de cacao van a parar a las explotaciones; para 2002, los ingresos
por exportaciones se estimaron en 44.000 millones de US$, multiplicando la pro-
ducción mundial (disponible en FAO, op. cit. nota 2) por la media de su precio
en el mercado mundial en el 2002 (disponible en el International Cocoa
Organization’s Quarterly Bulletin of Cocoa Statistics). Explotación de los trabaja-
dores, de «New Foundation Launched to Fight Problem in Cocoa Industry,» U.N.
Wire, 2 de Julio de 2002, de Sumana Chatterjee, «Chocolate Industry to Fight
Child Slavery,» San Jose Mercury News, 2 de Julio de 2002 y de Brooke Shelby
Biggs, «Slavery Free Chocolate?» en www.alternet.org, 7 de Febrero de 2002.
8. Para una descripción completa del sistema de comercio justo, véase
Fairtrade Labelling Organizations International, en www.fairtrade.net; lindano,
de René Philippe et al., «Rational Chemical Pest Control,» en Dominique
Mariau, ed., Integrated Pest Management of Tropical Perennial Crops (Enfield,
NH: Science Publishers, 1997), pp. 25–35.

Langostinos

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Press, 1998), pp. 55–66; «A Brief History of Shrimp Farming,» Shrimp News
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de 2003.
2. Globefish, citado en Foodmarket Exchange.com, «Shrimp Production,»
en www.foodmarketexchange.com/datacenter/product/seafood/shrimp/detail/
dc_pi_sf_shrimp0301_01.htm, visitada el 28 de Agosto de 2003.
3. Producción China, de ibid.; primer exportador, de Foodmarket
Exchange.com, «Shrimp Trade,» en www.foodmarketexchange.com/datacenter/
product/seafood/shrimp/dc_pi_sf_shrimp04.htm, visitada el 28 de Agosto de
2003.
4. Importaciones en EE UU, de Helga Josupeit, «An Overview on the World
Shrimp Market,» Septiembre de 2001, en www.globefish.org/presentations, vi-
sitada el 28 de Agosto de 2003; U.S. National Oceanic and Atmospheric
Administration, «Shrimp Overtakes Canned Tuna as Top U.S. Seafood,» nota
de prensa (Washington, DC: 28 de Agosto de 2002); Japón, de Globefish,
«Shrimp,» Monthly Market Report, Abril de 2003, en www.globefish.org/
marketreports/Shrimp/Shrimp4.htm y de John M. Saulnier, «European Ban on
Asian Shrimp Imports Puts Even More Pressure on Prices,» Global Seafood
Magazine (Quick Frozen Foods International), Abril de 2002.
5. Datos de tres cuartas partes y 7.000 millones de US$, de Globefish,
«Shrimp,» Commodity Update, Junio de 2002, en www.globefish.org/

388

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publications/commodityupdate/200206/200206.htm; Elliot Norse y Les Watling,
«Clearcutting the Ocean Floor,» Earth Island Journal, verano de 1999.
6. Environmental Justice Foundation, Squandering the Seas: How Shrimp
Trawling is Threatening Ecological Integrity and Food Security Around the
World (Londres: 2003), p. 2.
7. Denise Johnston, Chris Soderquist y Donella H. Meadows, The Shrimp
Commodity System: A Sustainability Institute Report (Hartland, VT: The
Sustainability Institute, 2000) p. 3.
8. Isabel de la Torre, «The Unpalatable Prawn,» Earth Island Journal, pri-
mavera de 2000.
9. David Barnhizer, «The Trade, Environment and Human Rights: The
Paradigm Case of Industrial Aquaculture and the Exploitation of Traditional
Communities,» página web de Mangrove Action Project, en
www.earthisland.org/map/trd-hmn.htm; Environmental Justice Foundation,
Smash & Grab: Conflict, Corruption and Human Rights Abuses in the Shrimp
Farming Industry (Londres: 2003).
10. Vandana Shiva, presentación en la Cumbre Social, Universidad de St.
Mary, Halifax, NS, Canadá, 17 de Junio de 1995; cita tomada de Environmental
Justice Foundation, op. cit. nota 6, p. 1.
11. Programa, de Network of Aquaculture Centres in Asia-Pacific, página
web de Shrimp Farming and the Environment, en www.enaca.org/Shrimp/
ShrimpAquacultureCertification.htm; Todd Steiner, Sea Turtle Restoration
Project, Earth Island Institute, «Sea Turtles, Shrimp Fisheries, and the Turtle
Excluder Device,» presentación preparada para el Shrimp Tribunal at the United
Nations, 29 de Abril de 1996, en www.earthsummitwatch.org/shrimp/positions/
pov2.html; World Rainforest Movement, «Local Fisherfolk Protect the Mangroves
in Sri Lanka,» WRM Bulletin No. 20, 10 de Febrero de 1999.

Bebidas con burbujas

1. Beverage Marketing Corporation, Global Carbonated Soft Drinks: A


Worldview, Edición de 2003 (Nueva York: 2003), según John Rodwan en un
e-mail al autor del 29 de Septiembre de 2003. En 2002, el 22.3% del volu-
men de bebidas gaseosas en EE UU iba destinada a servicios de bar, y por tanto
envasada en contenedores que no llevan agua ni dióxido de carbono (ibid.); para
simplificar, la atención está puesta aquí en la mayor parte de la bebidas gaseo-
sas, envasada directamente para el consumidor.
2. Paul Vallely, Jon Clarke y Liz Stuart, «Coke Adds Life? In India,
Impoverished Farmers Are Fighting to Stop Drinks Giant ‘Destroying
Livelihoods’,» (Londres) The Independent, 25 de Julio de 2003; Surendranath
C., «Coca-Cola: Continuing the Battle in Kerala,» CorpWatch, 10 de Julio de
2003; Edward Luce, «Pepsi and Coca-Cola Deny Pesticide Claims,» Financial
Times, 5 de Agosto de 2003; Centre for Science and the Environment,
«Government Confirms Pesticides in Soft Drinks,» nota de prensa (Delhi, In-
dia: 21 de Agosto de 2003).
3. Alrededor del 25% del volumen vendido en EE UU son bebidas gaseosas
dietéticas (según el Ministerio de Agricultura de EE UU (USDA), Economic

389

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Research Service, Per Capita Food Consumption Data System: Beverages, en
www.ers.usda.gov/Data/FoodConsumption/Spreadsheets/beverage.xls, visitada el 1
de Agosto de 2003), en las cuales el azúcar se substituye por edulcorantes de alta
intensidad. Aunque estos edulcorantes en principio no tienen calorías y por lo
tanto no contribuyen directamente a la obesidad, su seguridad es muy contro-
vertida. Datos de consumo de EE UU, de USDA, op. cit. en esta nota; inges-
tión de Calcio, de Claude Cavadini et al., «U.S. Adolescent Food Intake Trends
from 1965 to 1996,» Archives of Disease in Childhood, vol. 83, no. 1 (2000),
p. 19; Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE UU, The Surgeon
General’s Call to Action to Prevent and Decrease Overweight and Obesity, 2001
(Washington, DC: 2001); David S. Ludwig et al., «Relationship Between
Consumption of Sugar-Sweetened Drinks and Childhood Obesity: A Prospective,
Observational Analysis,» The Lancet, 17 de Febrero de 2001, p. 507.
4. Cafeina, de Euromonitor International, Soft Drinks: The International
Market, Edición de 2001, según Trudy Griggs, e-mail al autor, 19 de Diciem-
bre de 2001; Roland R. Griffiths y Ellen M. Vernotica, «Is Caffeine a Flavoring
Agent in Cola Soft Drinks?» Archives of Family Medicine, Agosto de 2000,
p. 732; Ronald R. Watson, «Caffeine: Is it Dangerous to Health?» American
Journal of Health Promotion, primavera de 1988; Roland Griffiths, Escuela
de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, e-mail al autor, 22 de Enero
de 2002; cafeina en Pepsi, de «Caffeinated Kids,» Consumer Reports, Julio
de 2003, p. 28.
5. Beverage Marketing Corporation, Global Beverage Packaging, Edición
de 2002 (Nueva York: 2002), según Rodwan, op. cit. nota 1; Laurel Wentz,
«Global Marketers Spend $71 Billion,» Advertising Age, 11 de Noviembre de
2002, en www.adage.com/images/random/GlobalMarketers2002.pdf, visitada
el 28 de Septiembre de 2003; Steven Manning, «How Corporations Are Buying
Their Way Into America’s Classrooms,» The Nation, 27 de Septiembre de 1999,
pp. 11–18.
6. Jennifer Gitlitz, Trashed Cans: The Global Environmental Impacts of
Aluminum Can Wasting in America (Arlington, VA: Container Recycling
Institute, Junio de 2002); número de latas, de Beverage Marketing Corporation,
Beverage Packaging in the U.S., Edición de 2003 (Nueva York: 2003), según
Rodwan, op. cit. nota 1, con cálculos basados en Gitlitz, op. cit. en esta nota;
«Summary of the National Beverage Producer Responsibility Act of 2002: Senate
Bill 2220,» factsheet (Athens, GA: Grassroots Recycling Network, sin fecha);
Suecia y Michigan, de Gitlitz, op. cit. en esta nota, pp. 27, 28.
7. Erika Hayasaki, «Schools to End Soda Sales,» Los Angeles Times, 28 de
Agosto de 2002; impuesto sobre la comida basura, de Michael F. Jacobson y
Kelly D. Brownell, «Small Taxes on Soft Drinks and Snack Foods to Promote
Health,» American Journal of Public Health, Junio de 2000, pp. 854–57 (ac-
tualmente los impuestos van simplemente a fondos generales); Suecia y Polo-
nia, de Euromonitor International, Marketing to Children: A World Survey,
Edición de 2001, de Trudi Griggs, Euromonitor, e-mail al autor, 25 de Enero
de 2002 y de Ingrid Jacobsson, «Advertising Ban and Children: Children Have
the Right to Safe Zones,» Current Sweden, Junio de 2002; ventas y proyeccio-
nes, de Beverage Marketing Corporation, op. cit. nota 1.

390

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Capítulo 5. Reduciendo el nivel de consumo

1. Richard B. Brightwell, «A Short Biography of King Camp Gillette,» en


www.creekstone.net/razors/kingcampgillette.htm, visitada el 18 de Septiembre
de 2003; «King C. Gillette Disposable-Blade Safety Razor,» Inventor of the Week
Archive, Junio de 2000, Lemelson-MIT Program, en web.mit.edu/invent/iow/
gillette.html.
2. Eric A. Taub, «DVD’s Meant for Buying but Not for Keeping,» New
York Times, 21 de Julio de 2003.
3. Edward Rothstein, «A World of Buy, Buy, Buy, from A to Z,» New York
Times, 19 de Julio de 2003.
4. Cita de Lebow, de Vance Packard, The Waste Makers (Nueva York: David
Mckay, 1960).
5. Alan Durning, en How Much Is Enough? (Nueva York: W.W. Norton
& Company, 1992), argumenta que desde el punto de vista del consumo y el
impacto ecológico la humanidad está dividida en tres amplias clases: la consu-
midora, la media y la pobre. A pesar de que el número de personas en cada
una de las categorías y la delimitación de las propias categorías cambia
constatemente, esta distinción sigue siendo útil en términos conceptuales.
6. Juliet Schor, «The Triple Imperative: Global Ecology, Poverty and
Worktime Reduction» (Boston, MA: Boston College, Mayo de 2001, sin pu-
blicar); recorte del 90%, de Gary Gardner y Payal Sampat, Mind Over Matter:
Recasting the Role of Materials in Our Lives, Worldwatch Paper 144 (Was-
hington, DC: Worldwatch Institute, Diciembre de 1998), p. 25.
7. Tendencias en el comercio de materias primas, de Banco Mundial,
«Change in Commodity Production and Trade,» Global Commodities Markets
Online, en www.worldbank.org/prospects/gmconline/index.htm, Abril de 2000,
p. 10; precios de las materias primas, del Fondo Monetario Internacional,
International Financial Statistics Yearbook (Washington, DC: anual) y de Mi-
chael Renner, «Commodity Prices Weak,» en Worldwatch Institute, Vital Signs
2001 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2001), p. 122; Michael Renner,
The Anatomy of Resource Wars, Worldwatch Paper 162 (Washington, DC:
Worldwatch Institute, Octubre de 2002).
8. Robert Brenner, «The Economics of Global Turbulence: A Special Report
on the World Economy, 1950–1998,» New Left Review, No. 229 (1998), pp.
258–61; excedente del comercio China-EE UU, de Joseph Kahn, «China Seen
Ready to Conciliate U.S. on Trade and Jobs,» New York Times, 2 de Septiem-
bre de 2003; competición de salarios China-México, de Juan Forero, «As Chi-
na Gallops, Mexico Sees Factory Jobs Slip Away,» New York Times, 3 de Sep-
tiembre de 2003.
9. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE),
Towards Sustainable Consumption: An Economic Conceptual Framework (Pa-
rís: Environment Directorate, Junio de 2002), p. 41.
10. Tabla 5–1 adaptada de Norman Myers y Jennifer Kent, Perverse
Subsidies. How Tax Dollars Can Undercut the Environment and the Economy
(Washington, DC: Island Press, 2001), pp. 187–88.
11. Herman E. Daly, «Five Policy Recommendations for a Sustainable
Economy,» en Juliet B. Schor y Betsy Taylor, eds., Sustainable Planet: Solutions

391

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for the 21st Century (Boston: Beacon Press, 2002); OCDE, Policies to Promote
Sustainable Consumption: An Overview (París: Environment Directorate, Ju-
lio de 2002), p. 17; Lorenz Jarass, «More Jobs, Less Tax Evasion, Better
Environment—Towards a Rational European Tax Policy,» Contribución al Dis-
curso ante el Parlamento Europeo, Bruselas, 17 de Octubre de 1996.
12. OCDE, op. cit. nota 9, p. 17; tendencias en la recaudación de impuestos
y Tabla 5–2, de Ulf Johansson y Claudius Schmidt-Faber, «Environmental Taxes
in the European Union 1980–2001,» Eurostat Statistics in Focus, 9/2003, pp.
1, 3, 6.
13. OCDE, Making Work Pay: Taxation, Benefits, Employment and
Unemployment, The OECD Jobs Strategy Series (París: 1997); idem,
«Environmentally Related Taxes Database,» en www.oecd.org/document/29/
0,2340,en_2649_37465_1894685_1_1_1_1_1,00.html, visitada el 29 de Agosto
de 2003; Johansson y Schmidt-Faber, op. cit. nota 12, pp. 3-4.
14. Reducción de emisiones de dióxido de carbono en el 2002 y genera-
ción de empleos, de Umweltbundesamt (Agencia de Medio Ambiente de Ale-
mania Federal), «Höhere Mineralölsteuer Entlastet die Umwelt und den
Arbeitsmarkt,» nota de prensa (Berlín: 3 de Enero de 2002); crecimiento de
los ingresos, de BUND, «Wie Hoch Sind die Ökosteuern?» en www.oeko-
steuer.de/pages/fakt_oekosteuer.phtml, visitada el 13 de Agosto de 2003; pro-
yección de empleo para el 2010, del Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung
(DIW), «Wirkungen der Ökologischen Steuerreform in Deutschland,» DIW-
Wochenbericht, No. 14/2001.
15. Esfuerzos de armonización europea, de Green Budget Germany, Green
Budget News—European Newsletter on Environmental Fiscal Reform, 2–4/
2003, en www.eco-tax.info/2newsmit/newseng/GBN2.html y de la Oficina
Europea del Medio Ambiente (Bruselas), Environmental Fiscal Reform Campaign
Newsletter, Abril de 2003 y Septiembre de 2003.
16. Medidas adoptadas en Alemania, de Stefan Bach y Michael Kohlhaas,
«Nur zaghafter Einstieg in die ökologische Steuerreform,» DIW-Wochenbericht,
No. 36/1999; Reinhard Loske y Kristin Heyne, «Ökologische Steuerreform: Die
Stufen 2–5,» nota de prensa (Berlín: grupo parlamentario del Partido Verde
Alemán, 29 de Junio de 1999); Umwelt- und Prognose-Institut, «Stellungnahme
des UPI-Instituts vom 23. Januar, incl. Nachträge vom 8.2. und 25.2.99,» en
www.upi-institut.de/oes199.htm; crecimiento al 60%, de Michael Kohlhaas,
Energy Taxation and Competitiveness—Special Provisions for Business in
Germany’s Environmental Tax Reform, DIW Discussion Papers, No. 349 (Berlín:
DIW, Mayo de 2003); advertencia reciente, de «Trittin Droht Industrie mit
Höherer Ökosteuer,» Der Spiegel, 13 de Agosto de 2003.
17. BUND, «Eckpunkte zur Weiterentwicklung der ökologischen
Steuerreform,» en www.oeko-steuer.de/downloads/bund-oekosteuer.eckpunkte.pdf,
12 de Mayo de 2003; Reinhard Loske y Frank Steffe, «Ökonomische Anreize
in der Umweltpolitik,» Blätter für Deutsche und International Politik, No. 9
(2001), pp. 1082–83; Umwelt- und Prognose-Institut, «Kampagne der CDU/
CSU gegen die Ökosteuer,» visitada el 23 de Febrero de 2003, en www.upi-
institut.de/cdu-kamp.htm.
18. Lisa Mastny, Purchasing Power: Harnessing Institutional Procurement
for People and the Planet, Worldwatch Paper 166 (Washington, DC: Worldwatch

392

situacion2004bo.p65 392 29/06/2007, 14:30


Institute, Julio de 2003); Anne Berlin Blackman, Jack Luskin y Robert
Guillemin, Programs for Promoting Sustainable Consumption in the United
States (Lowell, MA: Toxics Use Reduction Institute, University of Massachusetts,
Diciembre de 1999).
19. Michael Scholand, «Appliance Efficiency Takes Off,» en Worldwatch
Institute, Vital Signs 2002 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2002),
p. 132.
20. Ibid.
21. Lisa Mastny, «Ecolabeling Gains Ground,» en Worldwatch Institute, op.
cit. nota 19, p. 124; Ángel Azul de «25 Jahre Blauer Engel: Von Höhenflügen
und Turbulenzen,» Umweltbundesamt (German Federal Environment Agency),
2 de Abril de 2003, en www.umweltdaten.de/uba-info-presse/hintergrund/blauer-
engel-historie.pdf y de www.blauer-engel.de.
22. Mastny, op. cit. nota 21, pp. 124–25; OCDE, op. cit. nota 9,
pp. 31-32.
23. Stephan Moll, Stefan Bringezu y Helmut Schütz, Resource Use in
European Countries (Copenhague: European Topic Centre on Waste and Ma-
terial Flows, en colaboración con el Directorate General Environment of the
European Union, Marzo de 2003), p. 36; Emily Matthews et al., Weight of
Nations: Material Outflows from Industrial Economies (Washington, DC: World
Resources Institute, 2000), pp. 84–85, 112–13.
24. Moll, Bringezu y Schütz, op. cit. nota 23; Peter Bartelmus,
«Dematerialization and Capital Maintenance: Two Sides of the Sustainability
Coin,» Ecological Economics, No. 46 (2003), p. 74; Gráfico 5–1 de Matthews
et al., op. cit. nota 23, pp. 84–85, 112–13.
25. Paul Hawken, Amory Lovins y L. Hunter Lovins, Natural Capitalism
(Boston: Little, Brown and Company, 1999); Ernst von Weizsäcker, Amory B.
Lovins y L. Hunter Lovins, Factor Four: Doubling Wealth, Halving Resource
Use (Londres: Earthscan, 1997); Gardner y Sampat, op. cit. nota 6, p. 26.
26. Moll, Bringezu y Schütz, op. cit. nota 23, pp. 9, 30, 53; Matthews et
al., op. cit. nota 23, p. XI.
27. Christer Sanne, «Willing Consumers—or Locked in? Policies for a
Sustainable Consumption,» Ecological Economics, No. 42 (2002), p. 275; Schor,
op. cit. nota 6; Gardner y Sampat, op. cit. nota 6; eficiencia del combustible
para automóviles y tendencias en los conductores, de Michael Renner, «Vehicle
Production Declines Slightly,» en Worldwatch Institute, op. cit. nota 19, pp.
74–75 y de Michael Renner, «Vehicle Production Inches Up,» en Worldwatch
Institute, Vital Signs 2003 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2003), pp.
56–57; consumo de materiales, de Ward’s Communications, Ward’s Motor
Vehicle Facts & Figures 2002 (Southfield, MI: 2002).
28. Blackman, Luskin y Guillemin, op. cit. nota 18; Clean Production
Action, en www.cleanproduction.org.
29. Marquita Hill, Thomas Saviello y Stephen Groves, «The Greening of a
Pulp and Paper Mill: International Paper’s Androscoggin Mill, Jay, Maine,»
Journal of Industrial Ecology, vol. 6, no. 1 (2002), pp. 107–20.
30. William McDonough y Michael Braungart, «The Extravagant Gesture:
Nature, Design, and the Transformation of Human Industry,» en Schor y Taylor,
op. cit. nota 11, pp. 16–18; Hill, Saviello y Groves, op. cit. nota 29. Cuadro

393

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5–1, del trabajo realizado por McDonough Braungart Design Chemistry y de
William McDonough y Michael Braungart, Cradle to Cradle: Remaking the
Way We Make Things (Nueva York: North Point Press, 2002).
31. John Ehrenfeld y Marian Chertow, «Industrial Symbiosis: The Legacy
of Kalundborg,» en Robert Ayres y Leslie Ayres, eds., Handbook of Industrial
Ecology (Cheltenham, Reino Unido: Edward Elgar, 2002).
32. Ibid.; John Ehrenfeld, Director Emérito del MIT Technology, Business,
and Environment Program, e-mail al autor, 3 de Septiembre de 2003; Fiji, de
Gardner y Sampat, op. cit. nota 6, pp. 37–38.
33. Clean Production Action, «What Are the Key Elements of an Exten-
ded Producer Responsibility Plan?» en www.cleanproduction.org, visitada el 11
de Septiembre de 2003.
34. Blackman, Luskin y Guillemin, op. cit. nota 18; Pat Franklin, Exten-
ded Producer Responsibility: A Primer (Arlington, VA: Container Recycling
Institute, Noviembre de 1997).
35. BASF y Rohner, de McDonough y Braungart, op. cit. nota 30, pp. 19-20.
36. Alemania, de «Extended Producer Responsibility,» Environmental Ma-
nager, Agosto de 1998; «Extended Product Responsibility: Designing for the
Future,» Business for Social Responsibility Education Fund, Enero de 2000,
en www.where-its-at.com/epr.html. Tabla 5–3 de los siguientes: «Extended
Product Responsibility: Designing for the Future,» op. cit. en esta nota; Carola
Hanisch, «Is Extended Producer Responsibility Effective?» Environmental Science
and Technology, Abril de 2000, pp. 170A–75A; «Extended Producer
Responsibility,» op. cit. en esta nota; Clean Production Action, «Extended
Producer Responsibility,» en www.cleanproduction.org/epr/EPR.htm; Sam Cole,
«Zero Waste on the Move Around the World,» Eco-Cycle: Boulder County’s
Recycling Professionals, en www.ecocycle.org/ZeroWaste/
ZeroWasteonTheMove.cfm, visitada el 28 de Agosto de 2003; Michele
Raymond, Extended Producer Responsibility Laws: A Global Policy Analysis
(College Park, MD: Raymond Communications, Inc., sin fecha); Raymond
Communications, Inc., «Recycling & Solid Waste in Latin America: Trends and
Policies,» en www.raymond.com/promo_raymond-library/lacsum.html, visitada
el 9 de Septiembre de 2003; Total Environment Center (Sydney, Australia),
«Toxic Product Fact Sheet», 2 de Julio de 2003, en www.tec.nccnsw.org.au/
member/tec/projects/Waste/tpf.html; Beverley Thorpe e Iza Kruszewska,
«Strategies to Promote Clean Production–Extended Producer Responsibility,»
Enero de 1999, visitada el 2 de Abril de 2003, en www.grrn.org/resources/
BevEPR.html; U.S. Environmental Protection Agency, «Product Stewardship,»
en www.epa.gov/epaoswer/non-hw/reduce/epr/products/index.html, visitada el
9 de Septiembre de 2003; Mitsutune Yamaguchi, «Extended Producer
Responsibility in Japan,» ECP Newsletter, Febrero de 2002, en www.jemai.or.jp/
english/e-ecp/ecp_no19/19a.pdf.
37. «Extended Product Responsibility: Designing for the Future,» op. cit.
nota 36; Eric Lombardi, «Take It Back!» Eco-Cycle: Boulder County’s Recycling
Professionals, en www.ecocycle.org/ZeroWaste/TakeItBack.cfm, visitada el 28 de
Agosto de 2003.
38. INFORM, Inc., The WEEE and RoHS Directives: Highlights and
Analysis (Nueva York: Julio de 2003), e idem, European Union (EU) Electrical

394

situacion2004bo.p65 394 29/06/2007, 14:30


and Electronic Products Directives (Nueva York: Julio de 2003); Michele
Raymond, «U.S. Feels the Effects of European Recycling Debate,» Waste Age,
1 de Marzo de 2001; Hanisch, op. cit. nota 36. La Directiva abarca electrodo-
mésticos pequeños y grandes, equipos informáticos y de telecomunicaciones (or-
denadores y equipos auxiliares, teléfonos móviles), artículos de consumo (tele-
visiones, radios, estéreos), iluminación, herramientas eléctricas y electrónicas,
juguetes, equipos de ocio y de deportes, aparatos médicos, sistemas de vigilan-
cia y dispensadores automáticos.
39. INFORM, Inc., EU Electrical and Electronic Products Directives, op.
cit. nota 38; idem, The WEEE and RoHS Directives, op. cit. nota 38; Silicon
Valley Toxics Coalition y Clean Computer Campaign, «European Laws on
Electronic Waste and Toxics Enacted,» nota de prensa (San Jose, CA: 19 de
Febrero de 2003).
40. INFORM, Inc., The WEEE and RoHS Directives, op. cit. nota 38;
Lombardi, op. cit. nota 37; IBM, de «Extended Product Responsibility:
Designing for the Future,» op. cit. nota 36.
41. Hanisch, op. cit. nota 36; interés a nivel de estados y local e iniciativa
de recogida de pilas, de «Extended Producer Responsibility,» op. cit. nota 36.
42. Presión sobre los fabricantes de ordenadores, de Clean Production Action,
op. cit. nota 33.
43. «Extended Product Responsibility,» op. cit. nota 36; Bette K. Fishbein,
«Carpet Take-Back: EPR American Style,» Environmental Quality Management,
otoño de 2000, pp. 25–36; Kodak, de Cole, op. cit. nota 36; Nike, de «Exten-
ded Product Responsibility,» op. cit. nota 36.
44. Hanisch, op. cit. nota 36; dificultades en Alemania, de Michael Kröger,
«Die Selbstüberlistung des Jürgen Trittin,» Spiegel Online, 1 de Octubre de
2003, en www.spiegel.de/wirtschaft/0,1518,267986,00.html.
45. Xerox Corporation, Environment, Health, and Safety Progress Report
2002 (Webster, NY: 2002), p. 12; Nortel, de Blackman, Luskin y Guillemin,
op. cit. nota 18.
46. Tonelaje, reciclaje anual y Tabla 5–4, de Bureau of International
Recycling, «About Recycling,» en www.bir.org/aboutrecycling/index.asp, visita-
da el 7 de Agosto de 2003.
47. Estadísticas mundiales y de EE UU, de Remanufacturing Institute,
«Frequently Asked Questions,» en www.remanufacturing.org/frfaqust.htm, vi-
sitada el 28 de Octubre de 1999; Walter Stahel, From Manufacturing Industry
to Service Economy, from Selling Products to Selling the Performance of
Products, Resumen Ejecutivo (Ginebra: Product-Life Institute, Abril de 2000).
48. Xerox, op. cit. nota 45, pp. 12, 14; Blackman, Luskinn y Guillemin,
op. cit. nota 18; Clean Production Action, «Companies Who Have Financially
Benefited from EPR Programs,» en www.cleanproduction.org/epr/
ExistingPrograms.htm, visitada el 11 de Septiembre de 2003.
49. Hawken, Lovins y Lovins, op. cit. nota 25; Allen L. White, Mark
Stoughton y Linda Feng, Servicizing: The Quiet Transition to Extended Product
Responsibility, informe preparado para la U.S. Environmental Protection Agency,
Office of Solid Waste (Boston: Tellus Institute, Mayo de 1999).
50. Alquiler de Xerox, de Clean Production Action, op. cit. nota 48; otros
ejemplos, de Hawken, Lovins y Lovins, op. cit. nota 25.

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51. Hawken, Lovins y Lovins, op. cit. nota 25.
52. Ibid.; Amory B. Lovins, L. Hunter Lovins y Paul Hawken, «A Road
Map for Natural Capitalism,» Harvard Business Review, Mayo/Junio de 1999;
Caspar Henderson, «Carpeting Takes on a ‘Green’ Pattern,» Financial Times,
8 de Febrero de 2000; Laurent Belsie, «Seeing Green from Being Green,»
Christian Science Monitor, 7 de Febrero de 2000; consumo reducido, de In-
terface, «Global Metrics,» en www.interfacesustainability.com/metrics_mn.html,
visitada el 5 de Septiembre de 2003.
53. Hawken, Lovins y Lovins, op. cit. nota 25.
54. Rogelio Olivia y James Quinn, «Interface’s Evergreen Services
Agreement,» Harvard Business School, Case Study N9-603-112 (Cambirdge,
MA: 12 de Febrero de 2003); Fishbein, op. cit. nota 43, pp. 25–36; renuncia
al programa de alquiler Siempre Verde, de Ehrenfeld, op. cit. nota 32.
55. Herman E. Daly, Steady-State Economics (San Francisco: W.H. Freeman
and Co., 1977), p. 20.
56. Gary Gardner, «Why Share?» World Watch, Julio/Agosto de 1999, pp.
10–20.
57. El término «infraestructuras del consumo» es de OCDE, op. cit. nota
9, p. 30.
58. Sanne, op. cit. nota 27, pp. 275, 279; tendencias de endeudamiento
de los hogares de la OCDE, de OCDE, op. cit. nota 9, p. 14; tendencias del
ahorro, de Banco Mundial, World Development Indicators 2002 (Washington,
DC: 2002); datos de Alemania, de Roman Pletter, «Dank Bankberater in die
Schuldenfalle,» Spiegel Online, 25 de Agosto de 2003, en www.spiegel.de/
wirtschaft/0,1518,262857,00.html.
59. Aumento del endeudamiento de los consumidores estadounidenses, de
«Flying on One Engine,» A Survey of the World Economy, The Economist,
20 de Septiembre de 2003, p. 4; total de créditos impagados por los consumi-
dores y Gráfico 5–2, de Federal Reserve Board, «Consumer Credit Historical
Data,» en www.federalreserve.gov/releases/g19/hist/cc_hist_sa.txt, visitada el 17
de Septiembre de 2003; deudas de las tarjetas de crédito, del Departamento
de Comercio de EE UU, Statistical Abstract of the United States 2002 (Was-
hington, DC: 2002) y de Robert D. Manning, «Perpetual Debt, Predatory
Plastic,» Southern Exposure, verano de 2003, p. 51; tendencias del Reino Unido,
de Office for National Statistics, Annual Abstract of Statistics, Table 22.16:
Consumer Credit, en www.statistics.gov.uk/STATBASE/Expodata/Spreadsheets/
D4925.xls; Alemania, de Gundi Knies y C. Katharina Spieß, «Fast ein Viertel
der Privathaushalte in Deutchland mit Konsumentenkreditverpflichtungen,»
DIW-Wochenbericht, No. 17/2003; Holanda, de Noam Neusner, «Credit
Addiction Goes Global,» U.S. News and World Report, 25 de Marzo de 2002,
pp. 35–36.
60. Joshua Kurlantzick, «Charging Ahead,» Washington Monthly, Mayo de
2003, pp. 27–29; pagos con tarjeta de crédito en Corea del Sur, de Neusner,
op. cit. nota 59, pp. 35–36.
61. Gilbert Le Gras, «Canada Earmarks C$1 Billion in Climate Change
Funds,» Reuters, 13 de Agosto de 2003.
62. «Feebate,» Energy Dictionary, en www.energyvortex.com/
energydictionary/feebate.html, visitada el 16 de Septiembre de 2003; «‘Feebates’–

396

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Price Instrument Promoting Efficiency,» European Partners for the Environment,
en www.epe.be/workbooks/sourcebook/2.11.html, visitada el 16 de Septiembre
de 2003.
63. Tendencias en la productividad de EE UU, teniendo en cuenta los sec-
tores de fabricación y servicios, de Eric Rauch, «Productivity and the Workweek,»
Massachusetts Institute of Technology, en www.swiss.ai.mit.edu/~rauch/misc/
worktime/, visitada el 9 de Agosto de 2003; Schor, op. cit. nota 6.
64. Sanne, op. cit. nota 27, p. 285.
65. Gráfico 5–3 de Anders Hayden, «International Work-Time Trends: The
Emerging Gap in Hours,» Just Labour (Canadá), primavera de 2003, p. 24;
Schor, op. cit. nota 6.
66. Sanne, op. cit. nota 27, p. 280; Juliet B. Schor, «Sustainable
Consumption and Worktime Reduction,» presentado en la Universidad de Linz
con ocasión de la Lectura Anual Kurt W. Rothschild, 7 de Noviembre de 2002;
Tabla 5–5 basada en Hayden, op. cit. nota 65, pp. 27–28.
67. Preferencias europeas, de Hayden, op. cit. nota 65, p. 25; encuestas en
EE UU y reducción de la jornada, de Schor, op. cit. nota 6 y de Juliet B. Schor,
The Overspent American (Nueva York: Harper Perennial, 1998).
68. Tendencias de los salarios de EE UU, de Economic Policy Institute,
«Growth of Average Hourly Wages, Benefits, and Compensation, 1948–2000
(2001 Dollars),» en www.epinet.org/datazone/02/nipa_comp_2_2.pdf y de idem,
«Wages for all Workers by Wage Percentile, 1973–2001 (2001 Dollars),» en
www.epinet.org/datazone/02/deciles_2_6r.pdf.
69. Crecimiento de los salarios inferior al de la productividad, de Brenner,
op. cit. nota 8, p. 235; necesidad de aumentos de los sueldos, de Schor, op.
cit. nota 6 y de Kenneth Lux, «The Failure of the Profit Motive,» Ecological
Economics, no. 44 (2003), p. 7.
70. Lux, op. cit. nota 68; Sanne, op. cit. nota 27, p. 282; Schor, op. cit.
nota 67, pp. 169–71.
71. William Greider, «Deflation: It Threatens the U.S.—and the World,»
The Nation, 30 de Junio de 2003, p. 12; industria del automovil, de
PricewaterhouseCoopers, «Light Vehicle Assembly by Region, Country,
Category,» 2001 Q4 Vehicle Outlook Reports, en www.autofacts.com, visitada
el 16 de Diciembre de 2001; previsión de duplicación de la capacidad produc-
tiva China, de Keith Bradsher, «A Heated Chinese Economy Piles up Debt,»
New York Times, 4 de Septiembre de 2003.
72. Crecimiento de la demanda doméstica en EE UU, de «Flying on One
Engine,» op. cit. nota 59, p. 3; Global Policy Forum, «Balance on US Current
Account 1960–2002,» en www.globalpolicy.org/socecon/crisis/2003/
curracctable.htm, visitada el 23 de Mayo de 2003; Larry Elliott, «American
Deficit Dependency: Kill or Cure, the Fallout’s Global,» The Independent,
20 de Julio de 2003; IPE y Roach, de Joshua Kurlantzick, «Charging Ahead,»
Washington Monthly, Mayo de 2003, p. 31. Cuadro 5–2 de los siguientes:
para un análisis más detallado del uso de ropa, véase Juliet Schor, «Cleaning
the Closet: Toward a New Ethic of Fashion,» en Schor y Taylor, op. cit. nota
10; porcentaje del gasto en ropa, de Stanley Lebergott, Pursuing Happiness
(Princeton, NJ: Princeton University Press, 1993), p. 91, porcentaje en 2001,
de Consumer Expenditure Survey, Bureau of Labor Statistics, en www.bls.gov/

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cex/2001/share/age.pdf; sobre la fracción mínima de la producción represen-
tada por el trabajo, véase Nick Robins y Liz Humphrey, Sustaining the Rag
Trade: A Review of the Social and Environmental Trends in the UK Clothing
Retail Sector and the Implications for Developing Country Producers (Lon-
dres: International Institute for Environment and Development, 2000), p. 19;
para más información sobre tiendas explotadoras, véase Ellen Rosen, Making
Sweatshops: The Globalization of the U.S. Apparel Industry (Berkeley:
University of California Press, 2002); estimación de Bangladesh como el cuarto
país exportador del mundo, de Juliet Schor basado en www.otexa.ita.doc.gov/
msr/cat1.html; salarios y condiciones de trabajo en las fábricas de Bangladesh,
de National Labor Committee, Ending the Race to the Bottom, Report on
Bangladesh (Nueva York: 2001), p. iii; datos sobre salarios pagados en China
y trabajo infantil, de National Labor Committee Report, Made in China:
Behind the Label (Nueva York: 1998); para un ejemplo actual en el que Disney
se trasladó a otros lugares cuando las trabajadoras hicieron modestas peticio-
nes, véase www.nlcnet.org; precios de la ropa en la última década, detallados
en el Consumer Price Index, datos disponibles en www.bls.gov; índice de
aumento de la ropa desechada, de U.S. Census Bureau, Current Industry
Reports 1997, Summary (Washington, DC); 48 prendas nuevas cada año,
basado en idem, Current Industry Reports, Apparel, 2001, Tablas 1 y 5;
donaciones de ropa, de Christina Bergali, Departamento de Relaciones con
los Medios de Comunicación de Goodwill International, conversación con
Juliet Schor, Febrero de 2002; juguetes de China y salarios y condiciones de
trabajo en sus fábricas de juguetes, de National Labor Committee, Toys of
Misery (Nueva York: 2002), con cifras del 60% y de 69 juguetes calculado
por Schor; otros datos sobre precios están calculados por el Consumer Price
Index, en www.bls.gov; Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, de
Joseph E. Stiglitz, Globalization and Its Discontents (Nueva York: W.W.
Norton & Company, 2002).
73. Cambio repentino frente a cambio gradual, de Schor, op. cit. nota 67,
pp. 169–71.
74. Hawken, Lovins y Lovins, op. cit. nota 25, p. 10.

Teléfonos móviles

1. International Telecommunication Union (ITU), World Telecommunication


Development Report (Ginebra: 2002), p. 13; idem, «Cellular Subscribers,» 24
de Abril de 2003 en Free Statistics Home Page, en www.itu.int/ITU-D/ict/
statistics, visitada el 23 de Junio de 2003.
2. «The Fight for Digital Dominance,» The Economist, 23 de Noviembre
de 2002; ITU, World Telecommunication Development Report, op. cit. nota
1, p. 10; Michael Bociurkiw, «Revolution by Phone: Text Messaging Thrives
in the Philippines,» Forbes, 10 de Septiembre de 2001; Nick Wachira, «Wireless
in Kenya Takes a Village,» Wired News, 2 de Enero de 2003; ITU, «Cellular
Subscribers,» op. cit. nota 1.
3. Organización Mundial de la Salud, «Electromagnetic Fields and Public
Health: Mobile Telephones and Their Base Stations,» hoja informativa (Gine-

398

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bra: Junio de 2000); George Carlo y Martin Schram, Cell Phones: Invisible
Hazards in the Wireless Age (Nueva York: Carroll and Graf Publishers, 2001),
pp. 250–55; Independent Expert Group on Mobile Phones, Mobile Phones and
Health (Oxon, Reino Unido: National Radiological Protection Board, 2000);
Gautam Malkani, «Mobile Phone Safety Probed by 15 Studies,» Financial Ti-
mes, 26 de Enero de 2002.
4. Bette K. Fishbein, Waste in the Wireless World: The Challenge of Cell
Phones (Nueva York: INFORM, 2002), pp. 15–17; Charles W. Schmidt, «E-
Junk Explosion,» Environmental Health Perspectives, Abril de 2002; tamaño
del mercado, de ITU, «Cellular Subscribers,» op. cit. nota 1; otras cifras, de
Fishbein, op. cit. en esta nota, p. 1.
5. Véase, por ejemplo, Collective Good International, en
www.collectivegood.com y el programa Wireless Foundation’s Call to Protect,
en www.wirelessfoundation.org, visitada el 19 de Septiembre de 2003;
ReCellular, en www.recellular.net, visitada el 19 de Septiembre de 2003.
6. Bette Fishbein, INFORM, Nueva York, conversación con el autor, 15
de Octubre de 2003.
7. Fishbein, op. cit. nota 4, pp. 58–59; Ken Belson, «Mining Cellphones,
Japan Finds El Dorado,» New York Times, 28 de Febrero de 2002.
8. Fishbein, op. cit. nota 4, pp. 57–58; Ángel Azul, en www.blauer-engel.de/
englisch/navigation/body_blauer_engel.htm, visitada el 6 de Agosto de 2003; TCO
Development, en www.tcodevelopment.com, visitada el 6 de Agosto de 2003.
9. «European Electroscrap Laws Enter into Force,» Environmental News
Service, 17 de Febrero de 2003; U.K. Environment Agency, «NetRegs: Waste
Electrical and Electronic Equipment (WEEE) Directive,» en environment-
agency.gov.uk, visitada el 20 de Septiembre de 2003; Comisión Europea,
«Commission Tackles Growing Problem of Electrical and Electronic Waste,» nota
de prensa (Bruselas: 13 de Junio de 2000); U.K. Environment Agency, «NetRegs:
The Restriction of Hazardous Substances in Electronical and Electronic
Equipment (RoHS) Directive,» en environment-agency.gov.uk, visitada el 20
de Septiembre de 2003; Jeff Chappell, «Recycling Europa,» Electronic News,
18 de Marzo de 2002, pp. 1–2.
10. Nokia, «Environmental Report of Nokia Corporation 2002,» en
www.nokia.com, visitada el 23 de Septiembre de 2003.
11. Ted Smith y Chad Raphael, «High Tech Goes Green,» YES! A Journal
of Positive Futures, primavera de 2003, pp. 28–30; Alice P. Jacobson, «Deleting
E-Waste,» Waste Age, 1 de Junio de 2003, p. 6; Lynn Schenkman, «Nueva York
Law Will Require Cell Phone Dealers to Recycle Their Products,» Waste Age,
9 de Julio de 2003; Beverly Burmeier, «Happy Endings for Cast-Off PCs,»
Christian Science Monitor, 21 de Abril de 2003, p. 20; lista de iniciativas del
estado, en Silicon Valley Toxics Coalition, en www.svtc.org, visitada el 20 de
Septiembre de 2003.
12. Fishbein, op. cit. nota 6; Timo Poropoudas, «Mobile Giants Sign Up
in Recycling Initiative,» en Mobile CommerceNet, 14 de Diciembre de 2002,
en www.mobile.commerce.net, visitada el 15 de Octubre de 2003; Jim Puckett
y Ted Smith, eds., Exporting Harm: The High-Tech Trashing of Asia (Seattle,
WA y San Jose, CA: Basel Action Network y Silicon Valley Toxics Coalition,
con Toxics Link India, Greenpeace China y SCOPE, Febrero de 2002).

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Capítulo 6. Comprando para las personas y para el planeta

1. Connecticut Energy Co-op, «Connecticut College Is 1st College to Buy


Green Power from the Co-op,» nota de prensa (Hartford, CT: 11 de Mayo de
2001); Connecticut College, «Connecticut College Sets National ‘Green Energy’
Record; Purchases Wind Energy Certificates for 22 Percent of Electricity Use,»
nota de prensa (New London, CT: 27 de Enero de 2003).
2. Michael Scholand, «Compact Fluorescents Set Record,» en Worldwatch
Institute, Vital Signs 2002 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2002), pp.
46–47; Janet Sawin, «Charting a New Energy Future,» en Worldwatch Institute,
State of the World 2003 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2003), pp.
85–109; Minou Yussefi y Helga Willer, eds., The World of Organic Agriculture
2003—Statistics and Future Prospects (Tholey-Theley, Alemania: International
Federation of Organic Agriculture Movements, 2003), p. 24; Departamento de
Energía de los EE UU, Oficina de Tecnologías del Transporte, «Hybrid Electric
Vehicles in the United States,» Fact of the Week #230, 19 de Agosto de 2002,
en www.ott.doe.gov/facts/archives/fotw230.shtml.
3. Las estimaciones son conservadoras, por Natural Marketing Institute,
«Understanding the LOHAS Market Report: LOHAS Market Size,» en
www.naturalbusiness.com/market.html, visitada el 12 de Diciembre de 2002; datos
de producto interior bruto (PIB), de David Malin Roodman, «Economic Growth
Falters,» en Worldwatch Institute, Vital Signs 2002, op. cit. nota 2, pp. 58–59.
4. Christoph Erdmenger et al., The World Buys Green (Freiburgo, Alema-
nia: International Council for Local Environmental Initiatives (ICLEI), 2001),
p. 13; Dunquerque, de ICLEI, Green Purchasing Good Practice Guide
(Freiburgo, Alemania: 2000), p. 21; Gerard Gleason, Director Asociado de
Conservatree, San Francisco, conversación con Clayton Adams, Worldwatch
Institute, 7 de Abril de 2003.
5. Sawin, op. cit. nota 2.
6. Alan Durning, How Much Is Enough? (Nueva York: W.W. Norton &
Company, 1992).
7. Hasta tres cuartas partes de este gasto corresponde a la compra de bie-
nes y servicios de consumo, mientras que el resto va a parar a bienes de capi-
tal e inversiones. Gráfico 6–1 basado en los precios y paridad de poder adqui-
sitivo de 1991, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), Greener Public Purchasing: Issues and Practical Solutions
(París: 2000), p. 36; Comisión de las Comunidades Europeas, Commission
Interpretative Communication on the Community Law Applicable to Public
Procurement and the Possibilities for Integrating Environmental Considerations
Into Public Procurement (Bruselas: 4 de Julio de 2001), p. 5; la estimación del
18% se basa en un PIB continental agregado de 11,7 billones de US$, por
Chantal Line Carpentier, North American Commission for Environmental
Cooperation, presentación en la North American Green Purchasing Conference,
Filadelfia, PA, 22–24 de Abril de 2002; Gobierno de EE UU, de Scot Case,
Director de Estrategias de Compras del Centro por un Nuevo Sueño America-
no, e-mail a la autora, 11 de Abril de 2003.
8. K. Green, B. Morton y S. New, Consumption, Environment, and the
Social Sciences, citado en Adam C. Faruk et al., «Analyzing, Mapping, and

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Managing Environmental Impacts Along Supply Chains,» Journal of Industrial
Ecology, primavera de 2001, p. 15.
9. La cifra de 250.000 millones de US$ incluye la cantidad gastada por
los estudiantes en libros y material escolar. Kevin Lyons, Universidad de
Rutgers (profesor), «Driving Sustainable Markets ‘Teach-In,’» curso on-line
patrocinado por el National Wildlife Federation’s Campus Ecology Program
y la National Association of Educational Buyers, 2002; 3% del Departamen-
to de Comercio de EE UU, Oficina de Análisis Económicos, «Current Dollar
and ‘Real’ Dollar Gross Domestic Product,» en www.bea.doc.gov/bea/dn/
gdplev.xls, visitada el 7 de Mayo de 2003; 18 economías, del Banco Mun-
dial, World Development Indicators 2001 (Washington, DC: 11 de Abril de
2001); Gary Gardner, Invoking the Spirit: Religion and Spirituality in the
Quest for a Sustainable World, Worldwatch Paper 164 (Washington, DC:
Worldwatch Institute, Diciembre de 2002); Naciones Unidas, Inter-Agency
Procurement Services Office (IAPSO), Annual Statistical Report 2000 (Nue-
va York: Julio de 2001).
10. Case, op. cit. nota 7.
11. En algunas licitaciones, las ofertas competitivas no son posibles, por-
que sólo hay un proveedor técnicamente cualificado para hacer el trabajo, como
es el caso con muchos contratos aerospaciales y de defensa. Cuadro 6–1 de los
siguientes: Kevin Lyons, Buying for the Future: Contract Management and the
Environmental Challenge (Londres: Pluto Press, 2000); U.S. Environmental
Protection Agency (EPA), The City of Santa Monica’s Environmental Purcha-
sing: A Case Study (Washington, DC: Marzo de 1998), p. 7; White House
Task Force on Recycling, Greening the Government: A Report to the President
on Federal Leadership and Progress (Washington, DC: 22 de Abril de 2000),
p. 25; Suiza de OCDE, op. cit. nota 7, p. 67; Anne-Françoise Gailly, «Green
Procurement and the Belgian Presidency,» Eco-Procura (ICLEI), Septiembre de
2001, p. 9.
12. TerraChoice Environmental Services, Inc., Products and Services: The
Climate Change Connection (Ottawa: Marzo de 2002); U.S. Office of the
Federal Environmental Executive, «Web Based Paper Calculator,» en
www.ofee.gov/recycled/calculat.htm; Environmental Defense, «Catalog
Companies Are Selling Nature Short This Holiday Season,» nota de prensa
(Nueva York: 13 de Noviembre de 2002).
13. Janitorial Products Pollution Prevention Project, «What Injuries Happen
to Your Janitors?» en www.westp2net.org/Janitorial/jp4.htm, visitada el 20 de
Febrero de 2003.
14. Bombillas compactas fluorescentes, de TerraChoice Environmental
Services, Inc., op. cit. nota 12, p. 20; limpiadores, de Alicia Culver et al.,
Cleaning for Health: Products and Practices for a Safer Indoor Environment
(Nueva York: INFORM, Inc., 2002).
15. Tabla 6–1 de los siguientes: Bank of America, Environmental
Commitment 2001 Activity Highlights, en www.bankofamerica.com/
environment/index.cfm, visitada el 29 Abril de 2003; Boeing, «EPA Names
Boeing Partner of the Year,» nota de prensa (St. Louis, MO: 14 de Abril de
1999); 16,000 viviendas, de «Sustainability and Green Procurement,» Pollution
Prevention Northwest, Pacific Northwest Pollution Prevention Resource Center,

401

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otoño de 1999, en www.pprc.org/pprc/pubs/newslets/news1199.html; Canon,
Canon Environmental Report 2002, en www.canon.com/environment/eco2002e/
p22.html, visitada el 8 de Abril de 2003; Federal Express, «FedEx and the
Environment,» en www.fedex.com/us/about/news/ontherecord/environment.html,
visitada el 29 de Abril de 2003; Hewlett-Packard, «Supply Chain Social and
Environmental Responsibility,» en www.hp.com/hpinfo/globalcitizenship/
environment/supplychain/index.html, visitada el 29 de Abril de 2003; IKEA
International S.A., IKEA: Environmental and Social Issues 2001 (Delft, Holanda:
Noviembre de 2001), p. 13; John Zurcher, IKEA U.S., conversación con Clayton
Adams, Worldwatch Institute, 8 de Abril de 2003; McDonald’s, de EPA, Private
Sector Pioneers: How Companies Are Incorporating Environmentally Preferable
Purchasing (Washington, DC: Junio de 1999), pp. 20–22 y de «McDonald’s
Approves Earthshell Container for Big Mac,» Environment News Service, 2 de
Abril de 2001; William Hall, «Migros Commits to Buying Green Palm Oil,»
Financial Times, 24 de Enero de 2002; Hoteles Riu de International Hotels
Environment Initiative, «Case Studies,» en www.ihei.org/HOTELIER/
hotelier.nsf/content/c1b2.html, visitada el 9 de Mayo de 2003; Staples, Inc.,
«How Staples Recycles,» en www.staples.com/products/centers/recycle/hsr.asp,
visitada el 16 de Abril de 2003; Staples, Inc., «Staples Environmental Paper
Procurement Policy» (Framingham, MA: Noviembre de 2002); Staples, Inc.,
«Staples Joins Green Power Market Development Group,» nota de prensa
(Framingham, MA: 13 de Marzo de 2003); Starbucks, «Coffee, Tea, & Paper
Sourcing,» en www.starbucks.com/aboutus/sourcing.asp, visitada el 29 de Abril
de 2003; Toyota, «Procurement/Production/Logistics,» en www.toyota.co.jp/
IRweb/corp_info/eco/pro.html, visitada el 14 de Abril de 2003. Stephan
Schmidheiny con el Business Council for Sustainable Development, Changing
Course (Cambridge, MA: The MIT Press, 1992), pp. 9–10; L’Oreal, de Amanda
Griscom, «In Good Company,» Grist Magazine, 31 de Julio de 2002; Anheuser-
Busch e IBM, de EPA, op. cit. en esta nota, p. 22.
16. Craig R. Carter y Marianne M. Jennings, Purchasing’s Contribution to
the Socially Responsible Management of the Supply Chain (Tempe, AZ: CAPS
Research, 2000), p. 11.
17. Steven A. Melnyk et al., ISO 14000: Assessing Its Impact on Corporate
Effectiveness and Efficiency (Tempe, AZ: CAPS Research, 1999), p. 20; Heidi
McCloskey, Nike Apparel, conversación con Brian Halweil, Worldwatch Institute,
18 de Febrero de 2003; 3% de Nike, Inc., «Team Players,» en www.Nike.com/
nikebiz/nikebiz, visitada el 28 de Febrero de 2003.
18. Nike, Inc., op. cit. nota 17; Recycled Paper Coalition, «About Us,» en
www.papercoalition.org/aboutus.html, visitada el 11 de Marzo de 2003.
19. Jeffrey Hollender, «Changing the Nature of Commerce,» en Juliet B.
Schor y Betsy Taylor, eds. Sustainable Planet: Solutions for the Twenty-first
Century (Boston: Beacon Press, 2002), p. 76.
20. Véase, por ejemplo, Naciones Unidas, Agenda 21 (Nueva York: Abril
de 1993), p. 33; Consejo de la OCDE, «Recommendation of the Council on
Improving the Environmental Performance of Government» (París: 1996);
ICLEI, «Lyon Declaration: Enhancing the Framework, Enforcing the Action
for Greening Government Operations,» texto adoptado en la Conferencia de
Lyon de EcoProcura, Lyon, Francia, 17–18 de Octubre de 2000; Naciones

402

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Unidas, Report of the World Summit on Sustainable Development (Nueva York:
2002), p. 21; OCDE, op. cit. nota 7, pp. 19, 20.
21. Tabla 6–2 de los siguientes: OCDE, op. cit. nota 7, pp. 50–60; ICLEI,
op. cit. nota 4; Erdmenger et al., op. cit. nota 4; Christoph Erdmenger,
«Sustainable Purchasing—A Concept Emerging from the Local Level,»
International Aid & Trade Review, Conference & Exhibition 2002 Special
Edition, 19–20 Junio de 2002, pp. 124–25; OECD Trade Directorate, Trade
Issues in the Greening of Public Purchasing (París: 16 de Marzo de 1999), pp.
4–5, 28; Canadá, de Natural Resources Canada, Government of Canada Action
Plan 2000 on Climate Change, en www.climatechange.gc.ca/english/whats_new/
pdf/gofcdaplan_eng2.pdf y de Department of Justice, Alternative Fuels Act 1995,
en laws.justice.gc.ca/en/A-10.7/text.html; Alemania, de www.beschaffung-info.de;
Centro por un Nuevo Sueño Americano, «Environmental Purchasing Factoids,»
en www.newdream.org/procure/factoids.html, visitada el 3 de Marzo de 2003;
Hiroyuki Sato, Green Purchasing in Japan: Progress, Current Status, and Future
Prospects (Tokyo: Green Purchasing Network, 2003); Scot Case, «Moving
Beyond ‘Buy Recycled,’» ECOS, primavera de 2001, p. 1; U.S. General
Accounting Office (GAO), Federal Procurement: Better Guidance and
Monitoring Needed to Assess Purchases of Environmentally Friendly Products
(Washington, DC: Junio de 2001), p. 4; Christoph Erdmenger, Director of the
European Eco-Procurement Programme and Eco-efficient Economy, ICLEI,
«Overview and Recent Developments of Sustainable Procurement,» presenta-
ción en la International Aid and Trade 2002 Conference on Trade and
Development: Building Capacity for Sustainable Markets, Nueva York, 19–20
de Junio de 2002.
22. Erdmenger, «Overview and Recent Developments of Sustainable
Procurement,» op. cit. nota 21; «The Hannover Call of European Municipal
Leaders at the Turn of the 21st Century,» en www.iclei.org/ecoprocura/info/
Hann_call.pdf, visitada el 24 de Marzo de 2004; Bente Møller Jensen y Anders
Schmidt, Green Purchasing Status Report: Municipality of Kolding (Freiburgo,
Alemania: ICLEI, Febrero de 2002).
23. Dean Kubani, Ciudad de Santa Monica, CA, conversación con Clayton
Adams, Worldwatch Institute, 11 de Abril de 2003; Mike Liles, Minnesota
Office of Environmental Assistance, e-mail a Clayton Adams, Worldwatch
Institute, 9 de Abril de 2003; EPA, State and Local Government Pioneers
(Washington, DC: Noviembre de 2000).
24. Taiwan, de Public Construction Commission Executive Yuan, «Article
96,» Government Procurement Law, en www.pcc.gov.tw/c2/c2b/c2b_3/
2_b_3_10.htm, visitada el 9 de Mayo de 2003; Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) y Consumers International, Tracking Progress:
Implementing Sustainable Consumption Policies (Nairobi: Mayo de 2002), p.
26, 54–55; PNUMA, «DRAFT Mapping of Major Procurement Initiatives
World-wide,» documento preparado para el Interagency Group on Sustainable
Procurement (París: 2003); Tailandia, de Burton Hamner, Hamner and
Associates LLC, e-mail a la autora, 3 de Febrero de 2003.
25. ICLEI, de Erdmenger et al., op. cit. nota 4, p. 13; White House Task
Force on Recycling, op. cit. nota 11, p. 25; Jim Motavalli y Josh Harkinson,
«Buying Green,» E Magazine, Septiembre/Octubre de 2002, p. 29.

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26. El reto, sin embargo, está en asegurar que los consumidores activen los
mecanismos de ahorro de energía una vez que han adquirido estos equipos.
Luke Brander y Xander Olsthoorn, Three Scenarios for Green Public
Procurement (Amsterdam: Vrije Universiteit Institute for Environmental Studies,
Diciembre de 2002), p. 16; más de 1 millón, de Erdmenger et al., op. cit. nota
4, p. 59; 7%, de Scot Case, Director de Estrategias de Compras, Centro por
un Nuevo Sueño Americano, Takoma Park, MD, conversación con la autora,
2 de Diciembre de 2002; William J. Clinton, Executive Order 12845: Requiring
Agencies to Purchase Energy Efficient Computer Equipment (Washington, DC:
21 de Abril de 1993); Maria Vargas, Climate Protection Partnerships Division,
EPA, conversación con Clayton Adams, Worldwatch Institute, 25 de Abril de
2003; Japón, de Erdmenger et al., op. cit. nota 4, p. 47.
27. Sobre incentivos a los vehículos, véase el Clean Cities International
Program, en www.ccities.doe.gov; «Los Angeles Cathedral to Use Solar Power,»
Reuters, 19 de Agosto de 2002.
28. Comisión Europea, «Directive 2000/53/EC of the European Parliament
and of the Council of 18 September 2000 on End-of-Life Vehicles,» Official
Journal of the European Communities, 21 de Octubre de 2000; Chrysler Group,
«The Chrysler Group Demonstrates Its ‘CARE’ for the Environment by Turning
Garbage Into Car Parts,» nota de prensa (Auburn Hills, MI: 20 de Marzo de
2002).
29. Datos de EE UU basados en una encuesta a 2,267 hogares en Noviembre
de 2001, por LOHAS Consumer Research, «Nearly One-Third of Americans
Identified as Values-Based, Highly-Principled Consumers, New Research Shows,»
nota de prensa (Broomfield, CO: 19 de Junio de 2002); Deborah Doane, Taking
Flight: The Rapid Growth of Ethical Consumerism, informe para el Co-operative
Bank (Londres: New Economics Foundation, Octubre de 2001), p. 2. Doane
señala que por compra ética se entiende una decisión personal de compra que
contribuye a la defensa de los derechos humanos, el bienestar animal, o el
medioambiente y que da al consumidor la elección entre un producto y una
alternativa ética.
30. Véase Robin Broad, ed., Global Backlash: Citizen Initiatives for a Just
World Economy (Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2002); EPA, op. cit.
nota 15, p. 7; Environics International, Ltd., The Millennium Poll on Corporate
Social Responsibility: Executive Briefing (Toronto, ON, Canadá: Septiembre
de 1999).
31. ICLEI, op. cit. nota 4, pp. 23–24.
32. Cuadro 6–2 de los siguientes: Home Depot, «The Journey to Sustainable
Forestry,» hoja informativa (Atlanta, GA: Enero de 2003); ventas, establecimien-
tos, productos y número de certificaciones, de Dan Morse, «Home Depot Is
Expected to Deliver Report on Timber,» Wall Street Journal, 2 de Enero de
2003; cifra del 20%, de «Home Depot Decision Cheered,» Environmental News
Network, 30 de Agosto de 1999; competidores, de Jim Carlton, «Against the
Grain: How Home Depot and Activists Joined to Cut Logging Abuse,» Wall
Street Journal, 26 de Septiembre de 2000; Jim Carlton, «Home Builders Centex
and Kaufman Agree Not to Buy Endangered Wood,» Wall Street Journal, 31
de Marzo de 2000; pugna por el Certificado, de Barrie McKenna, «U.S. Home
Builders To Ban Old-Growth Wood,» Globe and Mail, 31 de Marzo de 2000;

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Michael Marx, ForestEthics, presentación en la North American Green Pur-
chasing Conference, Filadelfia, PA, 22–24 de Abril de 2002; crítica de Rainforest
Action Network, «Rainforest Action Network Statement on Home Depot’s Wood
Purchasing Policy,» nota de prensa (San Francisco: 2 de Enero de 2003); subi-
da de precios, de June Preston, «Home Depot Says It Aims to Save Ancient
Forests,» Environmental News Network, 30 de Agosto de 1999.
33. Alliance for Environmental Innovation, en www.environmentaldefense.org/
alliance, visitada el 12 de Mayo de 2003; Fondo Mundial para la Naturaleza,
«WWF Climate Change Programme: Business Partners,» en www.panda.org/
about_wwf/what_we_do/climate_change/what_we_do/business_industry/
climate_savers.cfm, visitada el 7 de Marzo de 2003; World Resources Institute,
Green Power Market Development Group, en www.thegreenpowergroup.org.
34. Julia Schreiner Alves, Compañia Estatal de Saneamiento Básico y
Tecnologia, São Paulo, Brasil, e-mail a la autora, 7 de Abril de 2003.
35. National Pollution Prevention Roundtable, Environmentally Preferable
Purchasing Discussion Group, «Environmentally Preferable Purchasing,» pre-
sentación en PowerPoint, en www.newdream.org/procure/resources.html#ppt.
36. Problemas del mundo en desarrollo, de Asian Development Bank, To
Serve and To Preserve: Improving Public Administration In a Competitive World
(Manila: 2000), p. 334; Erdmenger, «Sustainable Purchasing,» op. cit. nota 21,
p. 124.
37. Comisión de las Comunidades Europeas, op. cit. nota 7.
38. En abril de 2003, se había avanzado algo en los esfuerzos para conse-
guir incorporar especificaciones sobre abonos «biológicos» a la ley agrícola del
Ministerio de Agricultura de EE UU. Tom Ferguson, Perdue AgriRecycle, LLC,
conversación con la autora, 22 de Abril de 2002, y conversación con Clayton
Adams, Worldwatch Institute, 2 de Abril de 2003.
39. Luz Aída Martínez Meléndez, Programa de Administracion Sustenable,
Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, México, e-mail a Clayton
Adams, Worldwatch Institute, 7 de Abril de 2003.
40. Oficina del Alcalde, «City Selects ComEd to Provide Clean Power, Leads
Nation in Building ‘Green’ Electricity Market,» nota de prensa (Chicago, IL:
6 de Julio de 2001); Missouri, de EPA, op. cit. nota 23, p. 13; coste de la
propiedad, de Case, op. cit. nota 26.
41. Brander y Olsthoorn, op. cit. nota 26, pp. 11–12; Peter Bühle et al.,
Stuttgart Green Purchasing Status Report (Freiburgo, Alemania: ICLEI, Enero
de 2002), pp. 45–46.
42. Desde entonces Santa Monica ha encontrado sustitutos en las 17 cate-
gorías, en Kubani, op. cit. nota 23; EPA, op. cit. nota 11, pp. 1, 8; 1.5 tone-
ladas, de EPA, op. cit. nota 23, p. 24; Hiroyuki Sato, Green Purchasing
Network, Tokyo, e-mail a Clayton Adams, Worldwatch Institute, 21 de Abril
de 2003.
43. ICLEI, op. cit. nota 4, p. 42.
44. Ministerio de Medio Ambiente del Reino Unido, Transport and the
Regions, «Action To Halt Illegal Timber Imports—Meacher,» nota de prensa
(Londres: 28 de Julio de 2000); Greenpeace U.K., «Greenpeace Catches Blair
Trashing Ancient Forests to Furnish the Cabinet Office,» nota de prensa (Lon-
dres: 10 de Abril de 2002); House of Commons Environmental Audit Comittee,

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«Buying Time for Forests: Timber Trade and Public Procurement,» Sixth Report
of Session 2001–02 (Londres: 24 de Julio de 2002), p. 4.
45. «Executive Order 13101—Greening the Government Through Waste
Prevention, Recycling, and Federal Acquisition,» Federal Register, 16 de Sep-
tiembre de 1998; EPA, Qualitative Measurement of Environmentally Preferable
Purchasing (EPP) Among Federal Employees in 2000 (Washington, DC: Fe-
brero de 2001); GAO, op. cit. nota 21.
46. Julian Keniry, Director del Campus Ecology Program, National Wildlife
Federation, Washington, DC, conversación con la autora, 28 de Marzo de 2002.
47. EPA, op. cit. nota 45; Vorarlburg, de ICLEI, op. cit. nota 4, p. 39; Marcia
Deegler, Operational Services Division, Commonwealth of Massachusetts, e-mail
a Clayton Adams, Worldwatch Institute, 10 de Abril de 2003.
48. GAO, op. cit. nota 21; problemas de descentralización, de Tapio Pento,
«Implementation of Public Green Procurement Programmes,» en Trevor Russel,
ed., Greener Purchasing: Opportunities and Innovations (Sheffield: Greenleaf
Publishing, 1998), pp. 23–30 y de OCDE, op. cit. nota 7, pp. 46, 82; Berny
Letreille, Environment Canada, conversación con Clayton Adams, Worldwatch
Institute, 14 de Abril de 2003; Tom Snyder, Argonne National Laboratory,
Departamento de Energía de los EE UU, conversación con Clayton Adams,
Worldwatch Institute, 9 de Abril de 2003.
49. Møller Jensen y Schmidt, op. cit. nota 22, p. 12; Holly Elwood, EPP
Program, EPA, Washington, DC, conversación con Clayton Adams, Worldwatch
Institute, 9 de Abril de 2003; Matthew DeLuca, Green Mountain Energy
Company, Burlington, VT, conversación con Clayton Adams, Worldwatch
Institute, 4 de Abril de 2003.
50. Paul Brown, Steven Morris y John Aglionby, «Rainforests Hit By Paper
Trail to U.K.,» (Londres) Guardian, 26 de Junio de 2001; EPA, op. cit. nota
45, p. 8.
51. Jacqueline Ottman, Green Marketing: Opportunity for Innovation (Nue-
va York: NTC-McGraw-Hill, 1998); Recycled Paper Coalition, «RPC Listening
Study on Environmental Printing and Office Papers,» en www.papercoalition.org/
survey.html, visitada el 11 de Marzo de 2003; carencia de criterios, de OECD
Trade Directorate, op. cit. nota 21, p. 18; productos innovadores, de
Environment Canada, Towards Greener Government Procurement (Hull, QC,
Canadá: revisado en Mayo de 2000).
52. Rita Schenck, «Life Cycle Assessment: the Environmental Performance
Yardstick,» trabajo preparado para la conferencia Design, Life Cycle Assessment
Realities and Solutions for Sustainable Buildings, Universidad de Antiochia,
Seattle, WA, 19 de Enero de 2002; Cuadro 6–3 de Guido Sonnemann, Division
of Technology, Industry, and Economics, PNUMA, e-mail a la autora, 29 de
Julio de 2003; Volvo, de EPA, op. cit. nota 15, p. 9; Departamento de Co-
mercio de EE UU, National Institute of Standards and Technology, Office of
Applied Economics, «BEES 3.0,» en www.bfrl.nist.gov/oae/software/bees.html.
53. Center for a New American Dream et al., «A Common Vision for
Transforming the Paper Industry: Striving for Environmental and Social
Sustainability,» ratificado en la Environmental Paper Summit, Sonoma County,
CA, 20 de Noviembre de 2002, en www.conservatree.com/paper/choose/
commonvision.shtml, visitada el 11 de Marzo de 2003; Office of the Federal

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Environmental Executive, «Governments Agree on National Criteria for ‘Green’
Cleaning Products,» nota de prensa, en www.ofee.gov/gp/greencleancriteria.htm,
visitada el 4 de Marzo de 2003.
54. Véase, por ejemplo, el Forest Stewardship Council, «Forests Certified
by FSC-Accredited Certification Bodies,» en www.fscoax.org/html/5-3-3.html,
visitada el 6 de Enero de 2003 y Green-e, en www.green-e.org.
55. Michele Ferrari, «Ferrara, on Its Way Toward Green Procurement,» Eco-
Procura (ICLEI), Septiembre de 2001, p. 19; Pennsylvania, de EPA, op. cit.
nota 23, p. 17 y de Arthur Weissman, Sello Verde, Washington, DC, conver-
sación con Clayton Adams, Worldwatch Institute, 1 de Abril de 2003; aspec-
tos comerciales, de la Organización Mundial de Comercio, «Government
Procurement: The Plurilateral Agreement,» en www.WTO.org/english/tratop_e/
gproc_e/gp_gpa_e.htm, visitada el 22 de Abril de 2003 y de OECD Trade
Directorate, op. cit. nota 21.
56. Motavalli y Harkinson, op. cit. nota 25, p. 29; Arthur Weissman, Sello
Verde, Washington, DC, conversación con la autora, 8 de Abril de 2003.
57. Case, op. cit. nota 7.
58. Otros 11 productos fueron propuestos por las recomendaciones de EPA
en 2001 pero todavía no han sido aprobados, incluyendo cemento y productos
de hormigón, moquetas y revestimientos de moquetas de nylon, materiales para
tejados, muebles de oficina, neumáticos y cuadros de bicicleta; EPA,
Comprehensive Procurement Guidelines, en www.epa.gov/cpg; ICLEI, op. cit.
nota 4, p. 36.
59. ICLEI, «BIG-Net: Buy-It-Green Network,» en www.iclei.org/europe/
ecoprocura/network/index.htm, visitada el 4 de Abril de 2003; ICLEI, «RELIEF-
European Research Project on Green Purchasing,» en www.iclei.org/europe/
ecoprocura/relief/index.htm, visitada el 4 de Abril de 2003; ICLEI, «Eco-
Procurement: The Path to a Greener Marketplace» (Freiburgo, Alemania: 2002).
60. EPA, Environmentally Preferable Purchasing (EPP), en www.epa.gov/
opptintr/epp/index.htm; la Casa Blanca, «Executive Order #12873: Federal
Acquisition, Recycling and Waste Prevention,» nota de prensa (Washington, DC:
20 de Octubre de 1993); EPA, EPP Database, en www.epa.gov/oppt/epp/
database.htm, visitada el 19 de Febrero de 2003.
61. Centro por un Nuevo Sueño Americano, en www.newdream.org; EPA,
«Conference Helps Further Green Purchasing,» EPP Update, Agosto de 2002,
pp. 2, 3.
62. Sato, op. cit. nota 21.
63. University Leaders for a Sustainable Future, «Programs (Talloires
Declaration),» en www.ulsf.org/programs_talloires.html, visitada el 4 de Marzo
de 2003; International Hotels Environment Initiative, en www.ihei.org; Hotel
Benchmark, en www.benchmarkhotel.com.
64. Erdmenger et al., op. cit. nota 4, p. 33; Green Purchasing Network,
en eco.goo.ne.jp/gpn/index.html, visitada el 9 de Abril de 2003; King County
Environmental Purchasing, en www.metrokc.gov/procure/green/index.htm.
65. Erdmenger, «Sustainable Purchasing,» op. cit. nota 21, pp. 122–24.
66. Robert Goodland, Ecolabeling: Opportunities for Progress Toward
Sustainability (Washington, DC: Consumer’s Choice Council, Abril de 2002),
pp. 7–8; Miriam Jordan, «From the Amazon to Your Armrest,» Wall Street

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Journal, 1 de Mayo de 2001; DaimlerChrysler, Environmental Report 2001
(Auburn Hills, MI: 30 de Julio de 2001).
67. IAPSO, op. cit. nota 9, p. 5; UNICEF, Supply Division Annual Report
2001 (Nueva York: 2002), p. 5; Goodland, op. cit. nota 66, pp. 9–10.
68. Banco Mundial, «Putting Social and ‘Green’ Responsibility on the
Corporate Agenda. World Bank Chief Says Corporate Responsibility Is Key to
Sustainable Development—and Good Business,» nota de prensa (Washington, DC:
21 de Junio de 2001); Dominique Brief, Environmentally and Socially Responsible
Procurement Initiative, Banco Mundial, conversación con Clayton Adams,
Worldwatch Institute, 8 de Abril de 2003; Bernard Ross, «World Bank Structural
Adjustment and Investment Loans: Approaches to Environmental Conditionality
in Procurement» (Washington, DC: Mayo de 2000); PNUMA, «Environmentally
& Socially Responsible Procurement,» en www.sustainableprocurement.net, visi-
tada el 17 de Marzo de 2003.
69. ICLEI, op. cit. nota 4, p. 31; SWAP (Surplus With a Purpose), en
www.bussvc.wisc.edu/swap.

Papel

1. Multiplicación por seis y 40%, de Janet N. Abramovitz y Ashley T.


Mattoon, Paper Cuts: Recovering the Paper Landscape, Worldwatch Paper 149
(Washington, DC: Worldwatch Institute, Diciembre de 1999), pp. 33, 7; Ja-
pón, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Ali-
mentación (FAO), FAOSTAT Statistical Database, en apps.fao.org; sobre la
mitad, de International Institute for Environment and Development, Towards
a Sustainable Paper Cycle (Londres: 1996), p. 20.
2. Paper Trading International, Inc., «The History of Paper,» en
www.papertrading.com/prod01.htm; impresiones en cáñamo, de ReThink Paper,
«Hemp,» en www.rethinkpaper.org/content/hemp.cfm.
3. Abramovitz y Mattoon, op. cit. nota 1, p. 21.
4. Estimación del 30%, de FAO, op. cit. nota 1; datos sobre países en de-
sarrollo, 54%, 30% y 16%, de Abramovitz y Mattoon, op. cit. nota 1, pp. 21–
22; la cuarta parte, de ForestEthics, «Nov. 12, 2002—Office Supply Superstore
Staples Inc. Agrees to Historic Endangered Forest and Recycling Policy,» nota
de prensa (San Francisco: 12 de Noviembre de 2002).
5. Consumo de energía, de Abramovitz y Mattoon, op. cit. nota 1, pp. 26–
27.
6. California Integrated Waste Management Board, «Why Use Recycled
Materials?» en www.ciwmb.ca.gov/RMDZ/WhyUse.htm.
7. Recycled Paper Coalition, «About Us,» en www.papercoalition.org/
aboutus.html.
8. Alemania, de World Resources Institute et al., 1998-99 World Resources
(Nueva York: Oxford University Press, 1998), p. 164; «EU Parliament Passes
Tough New Recycling Law,» Recycling Today, 2 de Julio de 2003.

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Capítulo 7. Vinculando globalización, consumo y gobernanza

1. Visita de líderes indígenas al Worldwatch Institute; Kevin Koenig, Amazon


Watch, conversación con Zoë Chafe, Worldwatch Institute, 17 de Julio de 2003;
número de hectáreas, de Earthrights International, «BURLINGTON: What Part
of NO Don’t You Understand?» nota de prensa (Washington, DC: 14 de Mayo
de 2003).
2. Amazon Watch, «Indigenous Leaders from Ecuador and Peru Present
‘Eviction Notice’ to Burlington Resources of Houston, Call on Oil Company
to Leave Amazonian Territories,» nota de prensa (Houston, TX: 14 de Mayo
de 2003).
3. U.S. Environmental Protection Agency, Light Duty Automotive
Technology and Fuel Economy Trends: 1975 Through 2003 (Washington, DC:
Septiembre de 2001), p. 32.
4. Benjamin R. Barber, JIHAD vs. McWorld: How Globalism and Tribalism
are Reshaping the World (Nueva York: Times Books, 1995), p. 4.
5. Los datos sobre anuncios de tabaco y licor y kioskos de Coca-Cola en el
mundo en desarrollo están sacados de experiencias de la autora. Tabla 7–1 de los
siguientes: Hennes & Mauritz, de «The World of H&M» y «Short Facts,» en
www.hm.com, visitada el 23 de Septiembre de 2003, volumen de ventas conver-
tido al US$ desde la corona sueca, el 23 de Septiembre de 2003; Levi Strauss,
de «About LS&Co./Worldwide» y «2002 Annual Report/Financial Highlights,»
en www.levistrauss.com, p. 19, visitada el 4 de Septiembre de 2003; Grupo Tata,
de «Business Sectors» e «International Connections,» en www.tata.com, visitada
el 23 de Septiembre de 2003, volumen de ventas convertido al US$ desde la rupia
el 23 de Septiembre de 2003; Grupo Altria, de «Fact Book,» en www.altria.com/
investors y de «Our Companies’ Global Presence,» en www.altria.com/about_altria/
, visitada el 24 de Septiembre de 2003; Siemens, de «At a Glance,» en
w4.siemens.de/annualreport_2002/ y de «About Us,» en www.siemens.com, vi-
sitada el 24 de Septiembre de 2003, con ventas netas convertidas al US$ desde
el euro el 24 de Septiembre de 2003; Yum! Brands, de «Yum! Brands Annual
Report 2002,» en www.yum.com y de «Business Performance,» en
www.yrigfp.com, visitada el 27 de Agosto de 2003; McDonald’s, de «May 2003
Investor Fact Sheet,» en www.mcdonalds.com/corporate/investor/ y de «The
McDonald’s History,» en www.mcdonalds.com/corporate/info/history, visitada el
24 de Septiembre de 2003; Domino’s, de «Pizza Particulars,» en
www.dominos.com, visitada el 27 de Agosto de 2003; Coca-Cola, de «Coca-Cola
Annual Report 2002,» en www2.coca-cola.com/ourcompany y de «Coca-Cola
Africa,» en africa.coca-cola.com, visitada el 2 de Septiembre de 2003.
6. Gráfico 7–1, de David Malin Roodman, «Trade Slows,» en Worldwatch
Institute, Vital Signs 2002 (Nueva York: W.W. Norton & Company, 2002), p.
61, revisado con datos del Fondo Monetario Internacional, World Economic
Outlook (Washington, DC: 2003); desglose sectorial del Banco Mundial, World
Development Indicators 2003 (Washington, DC: 2003), desvalorizado a US$ de
2002 usando el deflactor implícito del PNB del Departamento de Comercio de
EE UU; inversión extranjera directa, de UNCTAD, Foreign Direct Investment,
base de datos electrónica, en stats.unctad.org/fdi, visitada el 30 de Septiembre
de 2003; tendencias de las fusiones entre empresas, de idem, World Investment

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Report 1998: Trends and Determinants (Nueva York: Naciones Unidas, 1998),
pp. xviii–xix; «Freer Trade Cuts the Cost of Living,» en www.WTO.org.
7. Gráfico 7–2 de Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAO), FAOSTAT Statistical Database, en apps.fao.org; ex-
portación de productos forestales, de ibid., desvalorizado a US$ de 2002 usan-
do el deflactor implícito del PNB del Departamento de Comercio de EE UU;
extensión de bosques, de idem, State of the World’s Forests 2003 (Roma: 2003),
p. 1; exportación de pescado, de idem, Fisheries Commodities Production and
Trade 1976–2000, base de datos electrónica, en www.fao.org/fi/statist/fisoft/
FISHPLUS.asp; datos de pesquerías sostenibles, de idem, World Agriculture:
Towards 2015/2030 (Roma: 2003), p. 197.
8. Mathis Wackernagel et al., Ecological Footprint of Nations: November
2002 Update (Oakland, CA: Redefining Progress, 2002), p. 6; Gráfico 7–3 de
ibid., pp. 9–11.
9. Kenny Bruno, «Philly Waste Go Home,» Multinational Monitor, Febre-
ro de 1998; residuos electrónicos, de Basel Action Network y Silicon Valley
Toxics Coalition, Exporting Harm: The High Tech Trashing of Asia (Seattle,
WA y San Jose, CA: 2002), p. 15. Cuadro 7–1 de los siguientes: Wendell Berry,
«Back to the Land,» Amicus Journal, invierno de 1999, p. 37; Basel Action
Network y Silicon Valley Toxics Coalition, op. cit. en esta nota; Banana
Production, película de Scott Braman, Katie Milligan y el Centro por un Nue-
vo Sueño Americano, 2002, disponible en www.newdream.org/consumer/
bananas.html; ejemplos y datos sobre el café, de Oxfam International, Mugged:
Poverty in Your Coffee Cup (Oxford: 2002).
10. Clase consumidora mundial, de Matthew Bentley, Sustainable Consumption:
Ethics, National Indices and International Relations (tesis doctoral, American
Graduate School of International Relations and Diplomacy, París, 2003).
11. China, incluyendo la cita del Consejo Chino para la Cooperación In-
ternacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, de Matthew Bentley, «Forging
New Paths to Sustainable Development,» Informe para la Reunión de Exper-
tos de Asia y el Pacífico para la Promoción de Patrones de Producción y Con-
sumo Sostenibles, Yogyakarta, Indonesia, 21–23 de Mayo de 2003, p. 4; salto
cualitativo, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
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12. Jeffrey Barber, Production, Consumption and the World Summit for
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13. «Chapter 4: Changing Consumption Patterns,» en Naciones Unidas,
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Shabecoff, A New Name for Peace (Hanover, NH: University Press of New
England, 1996), p. 153.
14. Barber, op. cit. nota 12.
15. Directrices de Naciones Unidas para la Protección del Consumidor dis-
ponibles en www.uneptie.org/pc/sustain/guidelines/un-guidelines.htm;

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Sustainable Consumption Policies (Nairobi y Londres: Mayo de 2002), pp. 11,
19–20.
16. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Working
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Consumption: An Overview, Policy Case Studies Series (París: Julio de 2002).
17. PNUMA, «Promoviendo Modelos de Consumo y de Producción
Sostenibles» documento de trabajo presentado por el Director Ejecutivo en la
Vigesimosegunda Sesión del Foro Ministerial Mundial sobre Medio Ambiente
del Consejo de Gobierno, Nairobi, 5–7 de Febrero de 2003, p. 4; idem, «New
‘Life-Cycle Initiative’ Launched to Help Combat Environmental Impact of Rising
Consumption Patterns,» nota de prensa (Nairobi: 29 de Abril de 2002); idem,
«UNEP-DTIE and Sustainable Procurement,» en www.uneptie.org/pc/sustain/
procurement/green-proc.htm; idem, «Shopping for a Better World,» nota de
prensa (Nairobi: 2 de Junio de 2003). Cuadro 7–2 de los siguientes: población
joven, de Naciones Unidas, World Population Prospects: The 2002 Revision
(Nueva York: 2002); fuerza de trabajo, de Organización Internacional del Tra-
bajo, «Facts on Youth Employment,» hoja informativa (Ginebra: 21 de Agosto
de 2002); resultados de la encuesta, del PNUMA, Is the Future Yours? (París:
2001), pp. 8, 10–11, 44–47; ejemplos de activistas jóvenes, de conversaciones
de Isabella Marras con jóvenes, y ejemplo de EE UU de www.sustainus.org/
giftguide.pdf. Para más información sobre el Proyecto del PNUMA, véase
www.uneptie.org/pc/sustain/youth/youthxchange.htm.
18. Naciones Unidas, Acuerdo sobre la Aplicación de las Medidas de la
Covención sobre los Mares de las Naciones Unidas del 10 de diciembre de 1982,
Relativo a la Conservación y la Gestión de las Pesquerías Amenazadas y Pes-
querías muy Migradoras (Nueva York: 1995), pp. 5–7; Secretariado de la Con-
vención sobre Biodiversidad, Protocolo de Bioseguridad de Cartagena de la
Convención de Diversidad Biológica: Texto y anejos (Montreal: 2000), pp. 6–
17; Naciones Unidas, Convención de Estocolmo sobre Contaminantes Orgá-
nicos Persistentes (Estocolmo: 2001), pp. 3–8; Convención de Estocolmo so-
bre Contaminantes Orgánicos Persistentes, «Aplicación» en www.pops.int/
documents/implementation; Naciones Unidas, Protocolo de Kioto a la Covención
sobre Cambio Climático (Kioto, Japón: 1997), pp. 3–6, 19; Convención Mar-
co de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Caring for Climate (Bonn,
Germany: 2003), p. 25.
19. Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Mar, «Sta-
tus of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement
Relating to the Implementation of Part XI of the Convention and of the
Agreement for the implementation of the provisions of the Convention Relating
to the Conservation and Management of Straddling Fish Stocks and Highly
Migratory Fish Stocks,» en www.un.org/Depts/los/reference_files/status2003.pdf,
modificada el 19 de Agosto de 2003; PNUMA/Convención sobre Biodiversidad,
«Cartagena Protocol on Biosafety Takes Effect,» nota de prensa (Nairobi: 9 de
Septiembre de 2003); Stockholm Convention on Persistent Organic Pollutants,
«List of Signatories and Parties to the Stockholm Convention,» en www.pops.int/
documents/signature/signstatus.htm, visitada el 14 de Octubre de 2003; Con-
vención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, «Status of

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Ratification,» en unfccc.int/resource/conv/ratlist.pdf, modificada el 17 de Fe-
brero de 2003.
20. Rory Van Loo, «Coming to the Grocery Shelf: Fair-trade Food,» Christian
Science Monitor, 29 de Septiembre de 2003; Forest Stewardship Council (FSC),
«Forests Certified by FSC-Accredited Certification Bodies,» revisada el 6 de
Octubre de 2003; datos históricos, de World Resources Institute, base de da-
tos Earthtrends, compilación de datos del Forest Stewardship Council (FSC),
1998–2002; porcentaje de bosques certificados basado en FSC, op. cit. en esta
nota y en FAO, Global Forest Resources Assessment 2000: Main Report,
Forestry Paper No. 140 (Roma: 2001), p. 390.
21. Caroline Woffenden, Marine Stewardship Council (MSC), e-mail a Zoë
Chafe, 10 de Octubre de 2003; Fish 4 Thought (MSC newsletter), Abril de
2003; productos certificados de MSC, «Sustainable Seafood at Anuga
Exhibition,» nota de prensa (Londres: 9 de Octubre de 2003).
22. Pacto Global de las Naciones Unidas, de «The Nine Principles,» en
www.unglobalcompact.org y de «Global Compact Participants by Country,» en
www.unglobalcompact.org/content/Companies/list_pc_040903.pdf, revisada el
2 de Septiembre de 2003; «Standard Chartered Adopts the Equator Principles,»
nota de prensa (Londres: 8 de Octubre de 2003); número de países, de Lynn
Swarz, Secretariado de los Principios del Ecuador, e-mail a Zoë Chafe, 14 de
Octubre de 2003.
23. Cuadro 7–3 y toda la información de Naciones Unidas, Plan of
Implementation of the World Summitt on Sustainable Development (Nueva
York: 2003), pp. 7–14.
24. Ibid., pp. 18–19; Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo
Sostenible, «Marrakech Meeting Takes Forward Johannesburg Summit
Commitments to Sustainable Production and Consumption,» nota de prensa
(Nueva York: 12 de Junio de 2003).
25. División de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible,
«Consolidated List of Partnerships for Sustainable Development as of 3 June 2003,»
en www.un.org/esa/sustdev/partnerships/partnerships.htm, visitada el 14 de Oc-
tubre de 2003; «Bicycle Refurbishing Initiative» de www.velomondial.net y de
Pascal J. W. van den Noort, Velo Mondial, e-mails a Zoë Chafe, Worldwatch
Institute, 5 de Septiembre y 6 de Octubre de 2003; Collaborative Labeling and
Appliance Standards Program, de www.clasponline.org. Tabla 7–2 de los siguientes
(todos los e-mails fueron enviados a Zoë Chafe, Worldwatch Institute, en las fechas
indicadas): División de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, op. cit.
en esta nota; Unión Civil Árabe para la Gestión de Residuos, en www.keps74.com
(texto en árabe); sensibilización y formación para el consumo y la producción
sostenible, actualización de Bas de Leeuw, PNUMA, e-mail del 2 de Septiembre
de 2003; Iniciativa de Cemento Sostenible, en www.holcim.com y en
www.wbcsdcement.org; Introducción de Criterios Sociales en la Producción, en
www.bmz.de/en; Venta de productos responsables, actualización de Vincent
Commenne, Reseau de Consommateurs Responsables Asbl, e-mails del 14 de
Agosto de 2003 y 6 de Octubre de 2003; Diálogo de la Juventud sobre el Con-
sumo, de www.yomag.net y www.youthxchange.net y de Elke Salzmann, Orga-
nizaciones de Consumidores de Alemania, e-mail del 16 de Octubre de 2003;
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26. Colapso de Cancún, de International Centre for Trade and Sustainable
Development (ICTSD), «Where There’s No Will, There’s No Way,» Bridges
Daily Update, Quinta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de
Comercio (OMC), 15 de Septiembre de 2003 y de National Wildlife Federation,
«U.S. Administration’s Weak Showing at WHO Reflects Neglect of Sustainable
Development,» nota de prensa (Washington, DC: 14 de Septiembre de 2003).
27. Sobre los antecedentes del debate, véase Duncan Brack, ed., Trade and
Environment: Conflict or Compatability? (Londres: Earthscan, 1998), pp. 78–
79; sobre las preocupaciones de los medioambientalistas, véase Lori Wallach y
Michelle Sforza, Whose Trade Organization? (Washington, DC: Public Citizen,
1999).
28. Medidas de la OMC, de Jeffery S. Thomas y Michael A. Meyer, The
New Rules of Global Trade: A Guide to the World Trade Organization
(Scarborough, ON, Canadá: Carswell Thomson Professional Publishing, 1997),
pp. 88–91, 185–96 y de Wallach y Sforza, op. cit. nota 27, pp. 53–79; evolu-
ción de los argumentos jurídicos, de Howard Mann y Stephen Porter, The State
of Trade and Environmental Law 2003: Implications for Doha and Beyond
(Winnipeg, MN, Canadá: International Institute for Sustainable Development,
2003), pp. v–vi. Tabla 7–3 de los siguientes: carne hormonada, de ICTSD,
«Dispute Settlement Update,» Bridges Weekly Trade News Digest, 26 de Fe-
brero de 2002 y de Comisión Europea, «EU Complies with WHO Ruling on
Hormone Beef and Calls on USA and Canada to Lift Trade Sanctions,» nota
de prensa (Bruselas: 15 de Octubre de 2003); atún-delfines, de OMC, «Mexico
etc Versus U.S.: ‘Tuna-Dolphin,’» en www.WHO.org/english/tratop_e/envir_e/
edis04_e.htm; langostinos-tortugas, de idem, «India etc Versus U.S.: ‘Shrimp-
Turtle,’»en www.WHO.org/english/tratop_e/envir_e/edis08_e.htm; pez espada,
de Mark Mulligan, «Chile at Loggerheads with EU over Swordfishing,» Financial
Times, 21 de Julio de 2000 y de ICTSD, «Dispute Settlement Update,» Bridges
Weekly Trade News Digest, 30 de Enero de 2001; asbesto, de Laurie Kazan-
Allen, «A Breath of Fresh Air,» Multinational Monitor, Septiembre de 2000,
pp. 17–19 y de OMC, «European Communities—Measures Affecting Asbes-
tos and Asbestos-Containing Products: Report of the Appellate Body,» Gine-
bra, 12 de Marzo de 2001; organismos modificados genéticamente, de ICTSD,
«WHO Committees Scrutinize GMO Regulations and EU Wine Labeling,»
Bridges Weekly Trade News Digest, 2 de Julio de 2002, de «EU ‘Regrets’ U.S.
Action on GM Crops,» BBC News, 8 de Agosto de 2003 y de ICTSD,
«Coalition Seeks WHO Dismissal of GMO Dispute,» Bridges Weekly Trade
News Digest, 25 de Septiembre de 2003.
29. Sobre el telón de fondo histórico del caso de la carne hormonada, véa-
se U.S. Office of Technology Assessment, Trade and Environment: Conflicts
and Opportunities (Washington, DC: U.S. Government Printing Office, Mayo
de 1992).
30. Paul Jacobs, «U.S., Europe Lock Horns in Beef Hormone Debate,» Los
Angeles Times, 9 de Abril de 1999; OMC, «EC Measures Concerning Meat
and Meat Products (Hormones),» Report of the Appellate Body, Ginebra, 16
de Enero de 1998; principio de precaución de la Declaración de Rio sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo, disponible en www.un.org/documents/ga/
conf151/aconf15126-1annex1.htm; «U.S. Imposes Sanctions in Beef Fight,» New

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York Times, 19 de Julio de 1999; sanciones, de la Comisión Europea, op. cit.
nota 28.
31. Representante de Comercio de EE UU (USTR), «U.S. and Cooperating
Countries File WHO Case Against EU Moratorium on Biotech Foods and
Crops,» nota de prensa (Washington, DC: 13 de Mayo de 2003); Lizette Alvarez,
«Europe Acts to Require Labeling of Genetically Altered Food,» New York Ti-
mes, 3 de Julio de 2003.
32. Perspectiva del Gobierno de EE UU, de USTR, op. cit. nota 31; pun-
tos de vista europeo y del consumidor, de Neil King, Jr., «U.S., EU Battle Rages
Over Modified Crops,» Wall Street Journal Online, 15 de Julio de 2003 y de
«EU Moves to Ease Transatlantic Row over Biotech Foods,» Agence France-
Presse, 2 de Julio de 2003; datos de votaciones de EE UU, de Gary Langer,
«Behind the Label: Many Skeptical of Bio-Engineered Food,» ABC News, 19
de Junio de 2003; datos de votaciones europeas, de George Gaskell, Nick Allum
y Sally Stares, «Europeans and Biotechnology in 2002: Eurobarometer 58.0,»
informe para el EC Directorate General for Research (Londres: Methodology
Institute, London School of Economics, Marzo de 2003).
33. Fred Pearce, «GMO Import Ban Caught in Crossfire,» New Scientist,
10 de Septiembre de 2003; Lissa Harris, «Better Biosafe than Sorry,» Grist
Magazine, 11 de Septiembre de 2003; ICTSD, «Coalition Seeks WTO
Dismissal,» op. cit. nota 28; 181 organizaciones y 48 países, de www.bite-
back.org/index.htm, visitada el 17 de Octubre de 2003.
34. Declaración del Presidente de la Mesa Redonda sobre Comercio y Medio
Ambiente, Cozumel, México, 9 de Septiembre de 2003; preferencias comercia-
les por «bienes de consumo verde», de Scott Vaughan, Trade Preferences and
Environmental Goods, Trade, Equity, and Development Series, No. 5 (Washing-
ton, DC: Carnegie Endowment for International Peace, Febrero de 2003).
35. Reunión Ministerial de la OMC en Doha, 2001, Declaración Ministe-
rial, adoptada el 14 de Noviembre de 2001.
36. Ibid.; Brian Halweil, «Why No One Wins in the Global Food Fight,»
Washington Post, 21 de Septiembre de 2003; American Lands Alliance et al.,
Collective Comments re: Doha Ministerial Declaration (Washington, DC: 25
de Octubre de 2002), pp. 4–5, 13.
37. «Cancun Trade Summit to Sideline Green Issues,» Environmental News
Service, 5 de Septiembre de 2003; Elizabeth Becker, «Poorer Countries Pull Out
of Talks Over World Trade,» New York Times, 15 de Septiembre de 2003;
Oxfam International, «Time for the WHO to Get Back on Track,» nota de
prensa (Oxford, U.K.: 17 de Octubre de 2003); Walden Bello, «There is Life
After Cancun,» Bangkok Post, 21 de Septiembre de 2003.

Camisetas de algodón

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Publisher, 1995); Nancy Clark, «A Brief History of the T-shirt,» Wearables
Business, 1 de Mayo de 1998.
2. Fibra más vendida, de Cotton Board, «Cotton’s Rise Through the Years,»
en www.cottonboard.org; producción, de Organización de las Naciones Uni-

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Junio de 2003, en www.fao.org/es/ESC/en/20953/22215/index.html y de idem,
FAOSTAT Statistics Database, en apps.fao.org, visitada el 10 de Junio de 2003;
pesticidas, de Pesticide Action Network North America (PANNA), «Problems
with Conventional Cotton Production,» en Organic Cotton Briefing Kit, 1998,
en www.panna.org/resources/cotton.html y de Rob Bryant, Agranova, e-mail a
Brian Halweil, Wordwatch Institute, 17 de Julio de 2001; Organización Mun-
dial de la Salud de Pesticide Action Network United Kingdom (PAN-UK),
Organic Cotton Production in Sub-Saharan Africa: The Need for Scaling-Up
(Londres: Agosto de 2002).
3. Margaret Reeves et al., Fields of Poison 2002: California Farmworkers
and Pesticides (San Francisco: Californians for Pesticide Reform, 2002), p. 5;
Ayanjit Sen, «Pesticide Kills ‘500’ Indian Farmers,» BBC News, 31 de Julio de
2002; encuesta de Benin citada en PAN-UK, Pesticide Action Network UK
Review 2002 (Londres: 2003), p. 12; Debora MacKenzie, «Fresh Evidence on
Bhopal Disaster,» New Scientist, 7 de Diciembre de 2002.
4. Daños a la vida silvestre, de PANNA, op. cit. nota 2; Philipp Thalmann
y Valentin Küng, Transgenic Cotton: Are There Benefits for Conservation?
Preparado para WWF Internacional (Gland, Suiza: Marzo de 2000).
5. Aldicarb de Nancy M. Trautmann et al., «Pesticides and Groundwater:
A Guide for the Pesticide User,» hoja informativa (Ithaca, NY: Cornell
Cooperative Extension, 8 de Mayo de 1998); efectos sobre el sistema
inmunológico, de PAN-UK, «Aldicarb,» en www.pan-uk.org/pestnews/actives/
aldicarb.htm; E. Michael Thurman et al., «Occurrence of Cotton Pesticides in
Surface Water of the Mississippi Embayment,» hoja informativa (Reston, VA:
U.S. Geological Survey, Mayo de 1998); Mar de Aral, del Programa de las Na-
ciones Unidas para el Medio Ambiente, Afghanistan: Post-Conflict
Environmental Assessment (Nairobi: 2003), p. 62.
6. Consumo de 11 millones de fardos en EE UU, de Cotton Board, «How
U.S. Cotton Finds Its Way into the U.S. Consumer Market,» en
www.cottonboard.org.
7. Productos químicos y tratamientos, de John C. Ryan y Alan Thein
Durning, Stuff: The Secret Lives of Everyday Things (Seattle, WA: Northwest
Environment Watch, 1997), pp. 23–24 y de Mindy Pennybacker, «The Hidden
Life of T-Shirts,» Sierra Magazine, Enero de 1999.
8. Ryan y Durning, op. cit. nota 7, p. 21.
9. Producción y exportaciones, de FAO, «Cotton Commodity Notes,» op.
cit. nota 2 y de idem, FAOSTAT Statistics Database, op. cit. nota 2; «The Fabric
of Lubbock’s Life,» New York Times, 19 de Octubre de 2003; Amadou Toumani
Touré y Blaise Compaoré, «Your Farm Subsidies Are Strangling Us,» New York
Times, 11 de Julio de 2003.
10. China, de Global Sources.com, «World’s Hub of T-shirt Production,»
29 de Julio de 2003, en www.globalsources.com/am/article_id/9000000043332/
page/showarticle?action=GetArticle; consumidores en EE UU, de Robin Merlo,
Director de Marketing de Comunicaciones de Cotton Incorporated, e-mail a
Brian Halweil, Worldwatch Institute, 16 de Octubre de 2003; Ellen Israel Rosen,
Making Sweatshops: The Globalization of the U.S. Apparel Industry (Berkeley:
University of California Press, 2002).

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11. División de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible,
«Application of Biodynamic Methods in the Egyptian Cotton Sector,» Success
Stories—2000: Integrated Planning and Management of Land Resources,
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27.htm; Fair Trade Federation, en www.fairtradefederation.org; para una lista
de compañías, véase la página web de International Organic Cotton Directory,
en www.organiccottondirectory.net.

Capítulo 8. Reconsiderando la vida buena

1. Escuelas, de Woodrow Wilson School of Public and International Affairs,


«Former Mayor of Bogotá to Speak on Improvement Models for Third World
Cities,» nota de prensa (Princeton, NJ: 26 de Noviembre de 2001) y de Enrique
Peñalosa, e-mail a Gary Gardner, 8 de Octubre de 2003; parques, de ibid.; ase-
sinatos, de Curtis Runyan, «Bogotá Designs Transportation for People, Not Cars,»
WRI Features (Washington, DC: World Resources Institute, Febrero de 2003).
2. Autovía, de Susan Ives, «The Politics of Happiness,» YES! A Journal of
Positive Futures, verano de 2003, pp. 36–37; porcentaje de pasajeros con co-
che, de Peñalosa, op. cit. nota 1; metro de Washington, de Autoridad de Trá-
fico Metropolitano de Washington, «Metrorail Peak Ridership Continues to
Grow in March,» nota de prensa (Washington, DC: 25 de Abril de 2002);
bibliotecas y escuelas, de Woodrow Wilson School, op. cit. nota 1.
3. Peñalosa citado en Ives, op. cit. nota 2, p. 37.
4. Merriam Webster’s Collegiate Dictionary, Onceava Edición (Springfield,
MA: Merriam-Webster, 2003), p. 1416. (Estamos muy agradecidos a Mark
Anielski por haber llamado nuestra atención sobre esta etimología.)
5. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE),
The Well-being of Nations: The Role of Human and Social Capital (París: 2001);
Millennium Ecosystem Assessment, Ecosystems and Human Well-being: A
Framework for Assessment (Washington, DC: Island Press, 2003); Canadá, de
Mike Nickerson, «Green Party Policy Is Passed in the House of Commons,»
Vancouver Greens Newswire, en vangreens.bc.ca/news/2003/06/79.php, visitada
el 20 de Octubre de 2003.
6. Definición adaptada de Millennium Ecosystem Assessment, op. cit. nota
5, p. 74.
7. David G. Myers y Ed Diener, The Science of Happiness (Bethesda, MD:
World Future Society, 1997); Gráfico 8–1 de David G. Myers, The American
Paradox: Spiritual Hunger in an Age of Plenty (New Haven, CT: Yale University
Press, 2000), con actualizaciones de David G. Myers, Hope College, e-mail a
Erik Assadourian, 20 de Octubre de 2003.
8. Ronald Inglehart y Hans-Dieter Klingemann, «Genes, Culture,
Democracy, and Happiness,» en E. Diener y E. M. Suh, eds., Culture and
Subjective Well-Being (Cambridge, MA: The MIT Press, 2000), p. 171.
9. Michael Bond, «The Pursuit of Happiness,» New Scientist, 4 de Octu-
bre de 2003, pp. 40–47; Ed Diener, «Frequently Asked Questions,» en
www.psych.uiuc.edu/~ediener/faq.html, visitada el 23 de Octubre de 2003; Ed
Diener, Universidad de Illinois, conversación con los autores, 8 de Julio de 2003.

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10. Caroline E. Mayer, «Trade Group to Abide by No-Calls List,» Washing-
ton Post, 29 de Septiembre de 2003.
11. Mercado ecológico, de «The Global Market for Organic Food & Drink,»
Organic Monitor, Julio de 2003; número de consumidores, de Datamonitor,
«Organic, Natural, Ethical, & Vegetarian Consumers,» folleto informativo (Nue-
va York: Febrero de 2002).
12. Natural Marketing Institute, «Nearly One-third of Americans Identified as
Values-based, Highly Principled Consumers, New Research Shows,» nota de pren-
sa (Harleysville, PA: 14 de Mayo de 2002); Amy Cortese, «They Care About the
World (and They Shop, Too),» New York Times, 20 de Julio de 2003; proporción
del gasto, del Banco Mundial, World Development Indicators Database, en
media.worldbank.org/secure/data/qquery.php, visitada el 10 de Octubre de 2003.
13. Club Seikatsu, «Outline of the Seikatsu Club Consumers’ Cooperative
Union,» en www.seikatsuclub.coop/english/top.html, visitada el 21 de Octu-
bre de 2003; Consumer Coop International, «Action Plan 2002–2003,» en
www.coop.org/cci/activities/action_plan.htm, visitada el 21 de Octubre de
2003.
14. Plan de Acción Global en www.globalactionplan.com/index.html, visi-
tada el 11 de Octubre de 2003; Global Action Plan UK, Annual Report and
Accounts 2001–2002 (Londres: Diciembre de 2002); Global Action Plan, «The
Sustainable Lifestyle Campaign,» en www.globalactionplan.org/Files/SLC.htm,
visitada el 20 de Octubre de 2003; Minister of the Environment and Sustainable
Development, «Week of Sustainable Consumption,» nota de prensa (París: 25
de Marzo de 2003); la famille durable en www.familledurable.com, visitada el
10 de Octubre de 2003.
15. Centro por un Nuevo Sueño Americano, «Turn the Tide: Nine Actions
for the Planet,» en www.newdream.org/TurntheTide/default.asp, visitada el 10
de Octubre de 2003.
16. Cecile Andrews citado en Michael Maniates, «In Search of Consumptive
Resistance,» en Thomas Princen, Michael Maniates y Ken Conca, eds.,
Confronting Consumption (Cambridge, MA: The MIT Press, 2002), p. 200.
17. Datamonitor, «Simplicity,» folleto informativo (Nueva York: Mayo de
2003).
18. Encuestas, de Michael Maniates, «In Search of Consumptive Resistance,»
en Princen, Maniates y Conca, op. cit. nota 16, pp. 200–01, de Juliet Schor,
The Overspent American: Why We Want What We Don’t Need (Nueva York:
HarperPerennial, 1998), pp. 113–15 y de The Harwood Group, Yearning for
Balance: Views of Americans on Consumption, Materialism, and the
Environment (Takoma Park, MD: Merck Family Fund, 1995); medios y
Affluenza, de Maniates, op. cit. en esta nota, p. 201.
19. Michael Maniates, «Individualization: Plant a Tree, Buy a Bike, Save
the World?» en Princen, Maniates y Conca, op. cit. nota 16, p. 45.
20. Información sobre el 07-06-05 en www.07-06-05.com/765/381.htm,
visitada el 11 de Octubre de 2003.
21. John de Graaf, Take Back Your Time Day, conversación con Erik
Assadourian, 24 de Octubre de 2003; Take Back Your Time Day, «Take Back
Your Time Day Campaign Launch,» nota de prensa (Seattle, WA: 25 de Mar-
zo de 2003).

417

situacion2004bo.p65 417 29/06/2007, 14:30


22. De Graff, op. cit. nota 21.
23. Robert D. Putnam, Bowling Alone: The Collapse and Revival of
American Community (Nueva York: Simon & Schuster, 2000), p. 332.
24. Putnam, op. cit. nota 23, pp. 327–28; David G. Myers, «Close
Relationships and Quality of Life,» en D. Kahneman, E. Diener y N. Schwarz,
eds., Well-Being: The Foundations of Hedonic Psychology (Nueva York: Russell
Sage Foundation, 1999), p. 377.
25. B. Egolf et al., «The Roseto Effect: A 50-Year Comparison of Mortality
Rates,» American Journal of Public Health, Agosto de 1992, pp. 1089–92;
Putnam. op. cit. nota 23, p. 329.
26 Putnam, op. cit. nota 23, p. 327.
27. Banco Mundial, de Christian Grootaert y Thierry van Bastelaer,
Understanding and Measuring Social Capital: A Synthesis of Findings and
Recommendations from the Social Capital Initiative, Social Capital Initiative
Working Paper 24 (Washington, DC: World Bank, Abril de 2001), p. iii; be-
neficios, de OCDE, op. cit. nota 5, pp. 52–61; confianza, de Paul J. Zak y
Stephen Knack, «Trust and Growth,» borrador del 10 de Septiembre de 1998,
en papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=136961; Madagascar, de Marcel
Fafchamps y Bart Minten, Social Capital and the Firm: Evidence from
Agricultural Trade, Social Capital Initiative Working Paper 17 (Washington, DC:
World Bank, Septiembre de 1999), p. 23 y de Grootaert y van Bastelaer, op.
cit. en esta nota, p. 11.
28. Cita de Ken Grimes, «To Trust Is Human,» New Scientist, 10 de Mayo
de 2003, p. 37; confianza y crecimiento, de Stephen Knack, Social Capital, Growth
and Poverty: A Survey of Cross-Country Evidence, Social Capital Initiative
Working Paper No. 7 (Washington, DC: World Bank, Mayo de 1999), p. 17.
29. Thierry van Bastelaer, Does Social Capital Facilitate the Poor’s Access to
Credit? A Review of the Microeconomic Literature, Social Capital Initiative Working
Paper No. 8 (Washington, DC: World Bank, Febrero de 2000), pp. 8–15.
30. «Grameen at a Glance,» en www.grameen-info.org/bank/GBGlance.html,
visitada el 13 de Octubre de 2003; Microcrédito de la Cumbre, de Sam Daley-
Harris, «State of the Microcredit Summit Campaign Report 2003,» de Mya
Florence, Campaña de la Cumbre sobre Microcrédito, e-mail a Gary Gardner,
27 de Octubre de 2003.
31. Nuevos grupos de interés de EE UU, de Rob Sandelin, «Clearly
Something Is Happening Here,» Communities: Journal of Cooperative Living,
primavera de 2000.
32. Nancy Hurrelbrinck, «Energy Conservation in Cohousing Communities,»
Home Energy, Julio/Agosto de 1997, pp. 37–41; propiedad privada, de Graham
Meltzer, «Cohousing and Sustainability: Findings and Observations,» en
www.bee.qut.edu.au/people/meltzer/articles/Cohousing%20Journal/
cohojourn.htm.
33. Porcentaje de participación media, de Graham Meltzer, «Cohousing:
Verifying the Importance of Community in the Application of
Environmentalism,» trabajo sin publicar, circa 1998; tiempo de cocina, de Zev
Paiss, conversación con Gary Gardner, Marzo de 1999.
34. Cuencas de agua, de Anirudh Krishna y Norman Uphoff, Mapping and
Measuring Social Capital, Social Capital Initiative Working Paper No. 13 (Was-

418

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hington, DC: World Bank, Junio de 1999), p. 1; recogida de basuras, de Sheoli
Pargal, Mainul Huq y Daniel Gilligan, Social Capital in Solid Waste
Management: Evidence from Dhaka, Bangladesh, Social Capital Initiative
Working Paper No. 16 (Washington, DC: World Bank, Septiembre de 1999),
p. 1. Cuadro 8–1 de los siguientes: «Gaviotas,» Social Design Notes, 9 de Agosto
de 2003; molinos de viento, de «Utopia Rises Out of the Colombian Plains,»
All Things Considered, National Public Radio, 29 de Agosto de 1994; autosu-
ficiencia, de «Gaviotas,» op. cit. en esta nota; hospital, de «Colombia’s Model
City,» In Context, otoño de 1995; agricultura ecológica y reforestación, de
«Gaviotas,» op. cit. en esta nota.
35. OCDE, Towards Sustainable Consumption: An Economic Conceptual
Framework (París: Environment Directorate, Junio de 2002), p. 29.
36. «Santa Monica Sustainable City Plan,» actualización del 2003 (Santa
Monica, CA: 11 de Febrero de 2003).
37. Cuadro 8–2 de Robert Prescott-Allen, The Wellbeing of Nations: A
Country-by-Country Index of Quality of Life and the Environment (Washing-
ton: Island Press, 2001).
38. Anders Hayden, «Europe’s Work-Time Alternatives,» en John de Graaf, ed.,
Take Back Your Time (San Francisco, CA: Berrett Koehler, 2003), pp. 202–10.
39. Jukka Savolainen et al., «Parenthood and Psychological Well-being in
Finland: Does Public Policy Make a Difference?» Journal of Comparative Family
Studies, invierno de 2001, pp. 61–74.
40. Roger Levett et al., A Better Choice of Choice (Londres: Fabian Society,
Agosto de 2003).
41. Banco Mundial, «Participatory Budgeting in Brazil,» proyecto contrata-
do por el Grupo del Banco Mundial para la Reducción de la Pobreza, en
poverty.worldbank.org/files/14657_Partic-Budg-Brazil-web.pdf.
42. Tiempo invertido en el transporte al trabajo, de Putnam, op. cit. nota
23, p. 212–13; Rob Stein, «Suburbia USA: Fat of the Land? Report Links
Sprawl, Weight Gain,» Washington Post, 29 de Agosto de 2003.
43. John Pucher y Lewis Dijkstra, «Making Walking and Cycling Safer:
Lessons from Europe,» Transportation Quarterly, verano de 2000, pp. 25–50.
44. «Walking in the City,» EcoNews Newsletter, Octubre de 2002.
45. Ciudad de Austin en la página web de Matrix Program, en
www.ci.austin.tx.us/smartgrowth/incentives.htm, visitada el 12 de Octubre de
2003; cita de Dauncey de «Smart Planning, Smart Growth,» EcoNews
Newsletter, Diciembre de 2000.
46. Kate Zernike, «Fight Against Fat Shifts to the Workplace,» New York
Times, 12 de Octubre de 2003.
47. Suecia, de Ingrid Jacobsson, «Advertising Ban and Children: Children
Have the Right to Safe Zones,» Current Sweden, Junio de 2002; Ministerio
de Agricultura de EE UU, «Import Restrictions and Requirements,» Tobacco
Circular, 1998, en www.fas.usda.gov/tobacco/circular/1998/impreqmts/us.pdf,
visitada el 23 de Octubre de 2003; «EU Health Ministers Ban Tobacco Ads,»
U.N. Wire, 3 de Diciembre de 2002.
48. «Smoke Free Movies» en www.smokefreemovies.ucsf.edu/, visitada el 13
de Octubre de 2003; Adbusters, «Reclaim the TV Airwaves,» en adbusters.org/
campaigns/mediacarta/toolbox/resources/tvjam, visitada el 15 de Octubre de

419

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2003; Tailandia, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), División de tecnología, Industria y Economía, Report from UNEP
International Expert Meeting: Advertising and Sustainable Consumption (Pa-
rís: Enero de 1999); Cuadro 8–3 de Solange Montillaud-Joyel, PNUMA,
Nairobi.
49. Australia y Canadá, de New Jersey Media Literacy Project, «Plugging
in to Media Education,» Center for Media Studies, en
www.mediastudies.rutgers.edu/cmsyme.html, visitada el 21 de Octubre de 2003;
Instituto Akatu, «Akatu Institute for Conscious Consumption,» en
www.akatu.net/english.asp, visitada el 21 de Octubre de 2003.
50. Benjamin Hunnicutt, «When We Had the Time,» en de Graaf, op. cit.
nota 38, pp. 118–21; Jerome Segal, «A Policy Agenda for Taking Back Time,»
en de Graaf, op. cit. nota 38, p. 214.
51. Lao-Tzu, Te Tao Ching (Nueva York: Ballantine Books, 1989), p. 85.
52. Gould citado en David Orr, «For the Love of Life,» Conservation Biology,
Diciembre de 1992, p. 486.
53. Prescott-Allen, op. cit. nota 37; OCDE, «DAC Tables from 2000
Development Co-operation Report,» en www1.oecd.org/dac/images/
ODA99per.jpg.
54. Ruub Lubbers citado en Hayden, op. cit. nota 38, p. 202.

Apendice 1. El metabolismo de la economía española y sus mutaciones

1. Véase, por ejemplo, J. Martínez Alier y K. Schlüpmann (1991): La ecología


y la economía, México, FCE. También: Carpintero, O., (1999): Entre la eco-
nomía y la naturaleza, Madrid, Los Libros de la Catarata.
2. Aunque aquí habría que hacer quizá más matizaciones, ya que hay au-
tores que han analizado los posibles prerrequisitos ideológicos, sociales o insti-
tucionales (K. Marx, M. Weber, R.H. Tawney,...).
3. Naredo, J.M, (1987): La economía en evolución, Madrid, Siglo XXI (3ª
edición, 2003).
4. Aparte del trabajo ya clásico de J. Martínez Alier y K. Schlüpmann (1991),
op.cit., una buena muestra de las propuestas de los pioneros en favor de esa
necesaria reconstrucción de la economía política se puede encontrar en la se-
lección editada por J. Martínez Alier, (ed.), (1995): Los principios de la econo-
mía ecológica. Textos de P Geddes, S.A. Podolinsky y F. Soddy, Madrid, Funda-
ción Argentaria-Visor Distribuciones. Para la etapa más reciente puede
consultarse con provecho el texto de M. Fischer-Kowalski y W. Hüttler (1999):
«Society’s Metabolism. The Intellectual History of Material Flow Analysis, Part
II, 1970-1998», Journal of Industrial Ecology, 2, (4), pp. 107-136. En España
también se desarrollaron importantes precedentes desde el punto de vista del
metabolismo económico urbano. Véase, por ejemplo: Naredo, J.M y J. Frías,
(1988): Flujos físicos de energía, agua, materiales e información en la Comuni-
dad de Madrid, Madrid, Consejería de Economía.
5. Ayres, R.U., (1989): «Metabolismo industrial y cambio mundial», Revis-
ta Internacional de Ciencias Sociales, 121, p. 391-402. Ayres, R.U., U. Simonis,
(eds), (1994): Industrial Metabolism: reestructuring for sustainable development,
United Nations University Press.

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6. Véase: Adriaanse, A, et al., (1997): Resource Flows. The Material Basis of
Industrial Economies, Wuppertal Insitute, World Resources Institute; y también:
Mathews, E, et al., (2000): The weight of nations, Washington, World Resources
Institute. Ayres, R.U.. L.W. Ayres, (eds.), (2002): Handbook of Industrial Ecology,
Cheltenham, Edward Elgar, supone un excelente compendio de aportaciones a
la ecología industrial en las dos últimas décadas. En O. Carpintero, (2004): El
metabolismo económico de España: Flujos de energía, materiales y huella ecológica
(1955-2000), Lanzarote, Fundación César Manrique (en prensa), se puede en-
contrar también un análisis detallado de las posibilidades y limitaciones de la
ecología industrial y el metabolismo económico.
7. Naredo, J.M, Valero, A, (dirs.), (1999): Desarrollo económico y deterioro
ecológico, Madrid, Fundación Argentaria-Visor Distribuidores.
8. Estimable en términos energéticos, vinculados al Sistema Internacional
de Unidades físicas sobre el que reposa la ciencia cuantitativa, con la metodo-
logía formalmente expuesta en el libro de referencia.
9. En Naredo, J.M. y A. Valero (dirs.) (1999), op.cit., estimamos que, sal-
dando las toneladas exportadas e importadas por los países ricos o desarrolla-
dos, éstos estaban cubriendo con cargo al resto del mundo a finales de los
noventa un déficit anual de unos mil quinientos millones de toneladas. Véase
también: Carpintero, O., (2003): «El papel del comercio internacional y el mito
de la desmaterialización económica», en: Riechmann, J. y J, Nieto, (eds.):
Sustentabilidad y globalización, Valencia, Germania.
10. Entre la creciente bibliografía, el artículo de Cutler Cleveland y Mathias
Ruth, (1999): «Indicators of Dematerialization and the Materials Intensity of
Use», Journal of Industrial Ecology, Vol 2, nº 3, pp . 15-50., es una documen-
tada síntesis de la polémica, abarcando la mayoría de los planos sobre los que
se ha desarrollado la discusión. En Carpintero (2004), op.cit., se discuten tam-
bién críticamente los principales estudios que avalan las tesis desmaterializadoras.
11. De Bruyn, S.M., J.B. Opschoor, (1997): «Developments in the
throughput-income relationship: theoretical and empirical observations»,
Ecological Economics, 20, p. 258.
12. Para evitar equívocos, insistimos en que, contablemente, consideramos como
inputs (recursos) lo que se entiende por estos en contabilidad nacional, es decir,
las extracciones domésticas más las importaciones. Lo que hay que diferenciar del
consumo aparente, que detrae de los inputs los flujos de exportaciones.
13. El estudio pionero a este respecto, donde se detallan estos conceptos,
es el de Adriaanse, A, et al., (1997), op.cit.
14. Aunque en otros estudios se ha incluido esta partida, hemos decidido
no considerarla en el cálculo de los RTM, tal y como recomienda la guía
metodológica elaborada por EUROSTAT, (2001): Economy-wide material flow
accounts and derived indicators, Luxemburgo, p. 49, en la que se intenta con-
seguir una homogeniezación en las normas para cuantificar los diferentes flu-
jos. Sin embargo esta opción no es demasiado problemática pues, en el caso
de que se optara por incluir la erosión derivada de las labores agrícolas, los RTM
por habitante se incrementarían, según nuestros cálculos, como mínimo en 8-
10 toneladas más.
15. Más tarde realizaremos alguna matización a esta afirmación de carácter
general, dado que en el caso de los flujos directos, las proporciones entre

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abióticos y bióticos no eran las mismas a mediados del siglo pasado que a fi-
nales.
16. Sin pretensión de exhaustividad, en el caso, por ejemplo, del carbón
siempre han destacado los yacimientos de Asturias y, en menor medida los de
León, Burgos y Palencia. Para el hierro, las extracciones se han localizado prin-
cipalmente en Vizcaya y Santander aunque la abundancia de este mineral ha
conllevado el surgimiento de diversas explotaciones tanto por el sur (Málaga,
Almería, Jaén, Huelva, Sevilla, …) como por el mismo norte (Galicia, o
Asturias). El cobre encontró su sitio en los yacimientos de Huelva y Sevilla y
el cinc, en asociación muchas veces con el plomo, en Santander y también en
Murcia, Málaga y Almería, etc.
17. Sin embargo, tiene razón Rafael Castejón cuando afirma que: «La rea-
lidad demostró que la riqueza minera española era importante, pero sin las
exageraciones de los que habían querido ver a España como la gran nación
minera de Europa». Castejón, R, (1986): «El siglo crucial de la minería espa-
ñola, (1850-1950)», Papeles de Economía Española, 29, p. 31.
18. Véase: Naredo, J.M, (1996): La burbuja inmobiliario-financiera en la
coyuntura económica reciente (1985-1995), Madrid, Siglo XXI, así como tam-
bién J.M. Naredo y O. Carpintero, (2002): El Balance Nacional de la Econo-
mía Española: (1984-2000), Madrid, FUNCAS.
19. Transformaciones que tendrán una continuación más acentuada si cabe
en los años finales de la década de los noventa. Tanto la información estadística
necesaria para hacer este seguimiento a largo plazo, como el análisis de las prin-
cipales consecuencias que acarrea el trasiego de revalorizaciones patrimoniales,
puede encontrarse en Naredo y Carpintero (2002): El Balance Nacional..., op.cit.
20. Ministerio de Fomento, (2000): Composición y valor del patrimonio in-
mobiliario en España (1990-1997), Madrid, p. 17.
21. Datos relativos a Alemania. Cuando se diferencia por tipo de vivien-
das, las cifras disponibles en términos de kg/m3 arrojan resultados que van desde
los 360 kg/m3 hasta los 497 kg/m3 dependiendo del tipo de vivienda o edifi-
cio, unifamiliar o de plantas. Vid. Bringezu, S; Schütz, H, (1998): Material
Flow Accounts Part II, Wuppertal, Wuppertal Institut, pp. 37-38.
22. Mathews, E, et al., (2000): The weight of nations, Washington, World
Resources Institute.
23. Para algunos años y para determinadas mercancías, el desequilibrio físi-
co se tornaba en saldo comercial favorable por obra y gracia de una buena
relación de intercambio. Por ejemplo, en el caso de los productos agroali-
mentarios en el año 2000: el valor monetario de los productos exportados,
aunque menores en tonelaje, ha arrojado un excedente allí donde la contabili-
dad física registraba un déficit de más de 7 millones de toneladas.
24. Hablar conjuntamente de fusiones y adquisiciones puede llevar a enga-
ño. Dado que, según la UNCTAD, apenas el 3% de estas operaciones a nivel
mundial se pueden calificar de fusiones, convendría no fomentar artificialmen-
te la imagen de colaboración o cooperación que subyace a la expresión «fusión»
y hablar simplemente de adquisiciones, o alternativamente, cambiar el orden de
los términos.
25. La expansión ha sido tal que nuestro país ha pasado de representar el
0,25% del valor de las fusiones y adquisiciones (compras) mundiales en 1995,

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a protagonizar el 3,20% cuatro años después, en 1999. Véase: UNCTAD,
(2000): World Investment Report. Geneva.
26. UNCTAD, (2000): World Investment Report, Geneva.
27. En 1997, 1998 y 1999 las fusiones y adquisiciones en el exterior (com-
pras) por parte de las sociedades niponas ascendieron respectivamente a 2.747,
1.284, y 9.792 millones de dólares; mientras que en el caso de nuestro país las
cifras fueron: 8.038, 15.031 y 23.072 millones de dólares. Véase: UNCTAD,
(2000): World Investment…, op.cit.
28. El «pico» mostrado en 1968 se debe fundamentalmente al incremento
en los flujos ocultos excavados consecuencia de la imputación estadística a ese
año de la terminación de 5.349 kilómetros de carreteras del estado, provincia-
les y comarcales.
29. En un efecto conseguido con datos relativos al consumo (producción +
importaciones - exportaciones) de energía por J. Ramos-Martín (1999): «Breve
comentario sobre la desmaterialización en el estado español», Ecología Política,
18, pp. 61-64.
30. Excluidas, por razones metodológicas, la hidroelectricidad y la energía
nuclear.
31. El comportamiento contradictorio, más que a la evolución del input
energético (extracción + importaciones), se refiere al consumo final aparente
(extracción + importaciones - exportaciones) por unidad de PIB, aunque esta
diferencia resta muy poco al argumento de fondo. Véase el artículo de J. Ra-
mos-Martín, (1999), op.cit. De hecho, la aparente mejora en la eficiencia para
los años 1976-1979 esconde un incremento sustancial del input energético
interno en forma de hidroelectricidad. En todo caso, esta singularidad españo-
la, que también afectó a otros países de la OCDE como Grecia o Suiza, ha
sido destacada en diversos trabajos. Desde otra perspectiva y recurriendo a una
descomposición de factores que tratan de explicar esta tendencia, resulta de
interés el artículo de Vicent Alcántara y Jordi Roca, (1996): «Tendencias en el
uso de la energía en España», Economía Industrial, pp. 161-166.
32. «La intensidad energética primaria de la economía española estaba ya
por encima de la media comunitaria en 1999 (227 kep por 1000 euros de ren-
ta frente a 199 para la Unión Europea)» por lo que el desbocado crecimiento
del consumo primario de energía registrado en los últimos años aconseja más
a hablar de «divergencia» que de «convergencia» o atraso todavía por recuperar
por la economía española. Véase, D. Jiménez Beltrán, (2002): «La Cumbre de
Johanesburgo de agosto de 2002: ¿qué se puede esperar?», en Flavin, C. y otros,
La situación del mundo en 2002, Barcelona, Icaria, pp. 415. Lo mismo cabría
decir de los kilómetros de autovía ...o del número de viviendas per cápita.
33. Bringezu, S; H, Schütz, (2001): Total Material Requirement of the European
Unión, EEA. Este trabajo presenta algunas diferencias metodológicas respecto a
nuestros cálculos. Pocos meses más tarde, los mismos autores publicaron, con
alguna leve modificación, una actualización, llevando hacia atrás la serie e incor-
porando el balance de materiales completos, es decir, también los flujos por el
lado del output, Vid. Bringezu, S; H, Schütz, (2001b): «Material use indicators
for the European Union, 1980-1997», Eurostat Working Papers, 2/2001/B/2.
34. Por otra parte, las cifras aportadas por Bringezu y Schütz han sido co-
rregidas severamente por el IFF vienés en un trabajo para Eurostat (2002):

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Material Use in the European Union, 1980-2000: Indicators and analysis Eurostat,
Working Papers and Studies, Luxembourg.
35. Carpintero, O, (2002): «La economía española: ‘dragón europeo’ en flujos
de energía, materiales y huella ecológica, 1955-1995», Ecología Política, 23, pp.
85-125.
36. A. Estevan, (2002): «De Erandio a Doñana: tres décadas de política
medioambiental en España», en: Naredo, J.M., F. Parra, (eds.): Situación dife-
rencial de los recursos naturales españoles, Lanzarote, Fundación César Manrique,
p. 226. El único matiz nuestro, sintáctico más que semántico, sería añadir el
prefijo «anti» a ecológica.
37. En España la huella deterioro ecológico se ha duplicado pasando de las
2 has/hab en 1955 a las casi 5 has/hab en 2000. Aunque en términos per
capita se ha producido más que una duplicación del impacto, en términos
absolutos la superficie triplica con creces las dimensiones geográficas de nues-
tro territorio incluida la superficie marítima. Véase Carpintero (2004), op.cit.

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Índice analítico

Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio 288 Anheuser-Busch 133, 235


Acuerdo Marco sobre Cambio Climático 277 Animex 157
Acuerdo sobre Tecnologías de la Información 51 Annan, Kofi 122, 374
acuicultura 185 antibióticos 33, 130, 140, 141, 146, 151, 152,
Adbusters (Revientaanuncios) 316 154, 155, 157, 163, 177, 178, 382
África (ver determinados países) aparatos eléctricos 39, 71, 74, 75, 82, 83, 84,
Agenda 21 275, 402, 410 85, 86, 89, 93, 95, 97, 196, 197, 205, 223,
agotamiento de los acuíferos 109, 111, 136 227, 259, 271, 281
agricultura 18, 38, 43, 57, 96, 106, 107, 109, aranceles 51, 173, 286, 288
114, 115, 116, 130, 131, 146, 149, 150, Argentina 78, 160, 216, 287, 289
151, 152, 157, 158, 159, 160, 161, 162, Argumedo, Alejandro 167, 384
163, 164, 165, 167, 168, 169, 172, 173, artículos de lujo 47
179, 180, 185, 192, 193, 197, 198, 204, Asbesto 289
269, 290, 309, 354, 365, 365, 372, 373, Asia (ver determinados países)
374, 379, 380, 381, 382, 384, 385, 387, Asociación Europea de Agencias de comunicación
389, 405, 408, 410, 415, 418, 419 317
agua 8, 13, 15, 16, 18, 19, 24, 25, 26, 30, 31, Asociación Médica Americana 140
33, 36, 42, 44, 46, 47, 50, 58, 63, 65, 66, Asociación Mundial de Profesionales de Investigaci
69, 70, 85, 97, 101, 103, 105, 106, 107, 317
108, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115, Asociación para la Conservación de la naturaleza
116, 117, 118, 119, 120, 121, 122, 123, y 166
124, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, ataques terroristas 267
132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 139, Australia 31, 40, 41, 42, 48, 60, 66, 67, 88, 89,
140, 141, 149, 152, 156, 158, 159, 162, 91, 92, 108, 112, 126, 138, 160, 271, 279,
164, 174, 175, 176, 180, 184, 185, 186, 294, 307, 316, 352, 368, 371, 376, 386,
196, 204, 212, 231, 232, 235, 263, 272, 394, 420
278, 293, 301, 309, 315, 316, 319, 327, Austria 98, 99, 175, 207, 230, 239, 240, 251
328, 333, 336, 342, 355, 358, 371, 372, automóviles 23, 25, 35, 36, 50, 54, 55, 75, 76,
374, 377, 381, 385, 386, 389, 418, 420 80, 90, 93, 194, 199, 200, 206, 243, 354,
agua embotellada 174, 175, 176, 385, 386 393
agua mineral 174 Azul, Ángel 227, 393, 399
Aitken, Donald 87
Alders, Robyn 179 Banco de América 236
Alemania 11, 18, 42, 45, 73, 78, 82, 84, 85, 86, Banco Grameen 306
88, 92, 95, 108, 109, 112, 130, 149, 160, Banco Mundial 31, 38, 94, 158, 185, 223, 232,
161, 175, 194, 195, 196, 198, 199, 205, 259, 260, 277, 280, 305, 306, 308, 353,
207, 208, 215, 216, 219, 227, 229, 230, 354, 355, 357, 358, 361, 367, 370, 371,
239, 240, 249, 264, 271, 282, 283, 314, 373, 374, 381, 382, 391, 396, 398, 401,
348, 365, 367, 369, 380, 383, 392, 394, 408, 409, 417, 418, 419
395, 396, 400, 403, 405, 407, 408, 412 Bangladesh 66, 108, 112, 113, 114, 115, 118,
Alianza de Mujeres de Ladakh 66 179, 222, 306, 308, 360, 398, 419
Alianza por la Innovación Ambiental 245 BASF 205, 394
Alianza por las Selvas Húmedas 20 bebidas con burbujas 186, 188, 389
Alianza por un Uso Prudente de los Antibióticos Bélgica 175, 207, 218, 233, 311
141 Bentley, Matthew 38, 351, 354, 366, 410
alimentación 13, 20, 24, 32, 43, 46, 67, 90, Berkoff, Jeremy 111, 372
114, 115, 120, 133, 134, 144, 146, 150, Berry, Wendell 272, 410
152, 153, 163, 168, 170, 171, 173, 178, bicicletas 35, 79, 93, 96, 281, 314, 363, 369
179, 185, 241, 269, 304, 308, 315, 352, bienestar 14, 15, 16, 19, 24, 26, 37, 62, 63, 64,
354, 372, 379, 385, 387, 408, 410, 415 78, 98, 99, 138, 149, 157, 158, 221, 222,
aluminio 48, 55, 91, 135, 187, 200, 211, 368 224, 225, 260, 272, 282, 291, 294, 296,
American Rivers 137, 378 297, 298, 299, 300, 302, 308, 309, 310,
Anderson, Ray 212 311, 312, 315, 318, 319, 320, 370, 404
Andrews, Cecile 301, 417 biodiversidad 30, 180, 296, 371, 383

425

situacion2004bo.p65 425 29/06/2007, 14:30


biomasa 70, 73, 85, 328, 361 Citigroup 245
bioseguridad 277, 287, 290, 411 Clairborne, Liz 222
biotecnología 31, 32 Climatex Lifecycle 203
Boeing 236, 401 Clinton, Bill 242
Boise Cascade 252 cloruro de polivinilo 101
bolsas de plástico 65, 66, 67, 359 Coalición contra Tóxicos de Silicon Valley 27
bombillas compactas fluorescentes 229, 234, 401 Coalición por el Papel Reciclado 238, 264
Borlaug, Norman 169 cobre 48, 56, 69, 103, 107, 200, 211, 230, 293
bosques 26, 32, 48, 49, 58, 62, 69, 135, 145, Coca-Cola, compañía 186
180, 181, 182, 236, 237, 244, 246, 263, Colombia 30, 31, 80, 110, 295, 309
264, 279, 296, 309, 358, 410, 412 Columbia Steel Casting 132, 377
Brasil 11, 32, 42, 44, 45, 73, 74, 86, 87, 94, combustibles fósiles 25, 47, 71, 94, 99, 101, 140,
108, 110, 112, 116, 180, 181, 207, 216, 152, 175, 192,194, 277, 290, 293, 356, 358,
242, 245, 259, 271, 313, 316, 367, 373, 360, 381 (ver también emisones de carbono)
387, 405 comercio justo 15, 26, 143, 144, 171, 182, 272,
Bristol-Myers Squibb 245 273, 278, 279, 294, 300, 388
Brubaker, David 9, 156, 382 comida lenta 166
Burger King 158 Comisión Europea 81, 227, 248, 283, 286, 369,
Burlington Resources 265, 409 387, 399, 404, 413, 414
Bush, George W. 23 compras respetuosas con el medio ambiente 216
comunidad («Co-housing») 307
cadena pública de televisión 302 (ver compras Conferencia de Río 275, 279
respetuosas con el medio ambiente) conflicto de la carne hormonada 287
cafeína 186, 187 conflictos comerciales 288
cambio climático 15, 25, 30, 31, 57, 74, 76, 95, Consejo Chino para la Cooperación Internacional
126, 277, 282, 351, 362, 411 (ver también sobre Medio Ambiente y Desarrollo 274, 410
emisiones de cabono) Consejo de Manejo Forestal 246, 279
Camisetas de algodón 292, 414 Consejo de Vigilancia Marina 279
Campaña del Microcrédito de la Cumbre 418 Consejo Empresarial para un Desarrollo Sosteni-
Canadá 23, 32, 40, 41, 48, 67, 79, 82, 91, 110, ble 235
122, 126, 130, 160, 161, 170, 175, 216, 230, Consejo Internacional de Iniciativas Ambientales
239, 240, 251, 268, 271, 287, 289, 297, 307, L 239
316, 364, 368, 375, 385, 389, 397, 403, 404, Consejo Mundial de Empresarios por el Desarro-
406, 413, 416, 420 llo Sostenible 282
Canon 103, 236, 258, 402 Consejo para la Defensa de los Recursos Natura-
carbón 31, 48, 57, 69, 70, 72, 74, 75, 92, 103, les 176
127, 196, 201, 319, 360 conservación 8, 32, 49, 61, 62, 105, 120, 125,
Carlsson-Kanyama, Annika 145, 379 126, 132, 136, 137, 145, 146, 150, 169,
Carrier Corp. 211 180, 181, 185, 192, 258, 301, 380
Carter, Craig 235 Consumers International 282, 283, 386, 403,
Case, Scot 9, 232, 255, 400, 403, 404 411
Center for Energy and Climate Solutions 245, consumismo 23, 61, 62, 63, 191, 213, 220, 221,
362 302
Centro de Estudios Avanzados sobre Compras consumo de petróleo 71, 360, 361, 362
235 contaminación 13, 25, 30, 31, 55, 66, 75, 78,
Centro de Tecnología de Vecindarios 55 80, 81, 97, 98, 120, 130, 133, 134, 135,
Centro por un Nuevo Sueño Americano 27, 185, 148, 149, 158, 159, 163, 166, 174, 175,
255, 264, 301, 400, 403, 404, 407, 410, 200, 201, 212, 263, 264, 265, 284, 293,
417 324, 326
Convención sobre Contaminantes Orgánicos Per-
Chemical Market Associates 65, 359 sistentes 277
Chile 32, 52, 80, 116, 216, 289, 353, 364, 373, Convención sobre el Comercio Internacional de
413 Especoes Amenazadas 149
China 15, 23, 25, 32, 33, 35, 36, 40, 41, 42, 44, Convenio de Basilea 102, 228
54, 55, 73, 74, 75, 78, 82, 85, 94, 102, 103, cooperativa Miraflor 273
105, 108, 110, 111, 112, 115, 116, 117, 139, cooperativa Oromiya 273
148, 160, 183, 191, 204, 207, 216, 221, 222, Coordinadora Internacional de Cooperativas de
223, 227, 262, 263, 268, 271, 272, 274, 294, Consumidores 301
351, 353, 354, 361, 362, 366, 370, 372, 373, Corea del Sur 91, 94, 103, 207, 216, 271, 369,
388, 391, 397, 398, 399, 410, 415 396
Chiquita 273 Costa de Marfil 180, 181, 182, 387
chocolate 133, 144, 180, 181, 182, 300, 377, crecimiento de la población 18, 38, 39, 49, 74,
387 75, 106, 174, 328, 330

426

situacion2004bo.p65 426 29/06/2007, 14:30


créditos 215, 216, 218, 306, 358, 396 242, 243, 244, 245, 246, 251, 252, 253,
Cross, Gary 23, 351 255, 256, 257, 259, 262, 263, 264, 266,
Cumbre Mundial de Johannesburgo 280 267, 268, 269, 270, 271, 275, 278, 281,
285, 286, 287, 288, 289, 290, 293, 294,
DaimlerChrysler 243, 259, 408 298, 300, 301, 302, 303, 304, 305, 307,
Daley, Richard 203 314, 315, 342, 348, 354, 355, 359, 360,
Daly, Herman 213 361, 362, 363, 364, 365, 366, 367, 369,
Daughton, Christian 130 371, 372, 373, 374, 275, 376, 377, 378,
Dauncey, Guy 314 380, 381, 384, 386, 388, 389, 390, 391,
Declaración de Bruselas por una Política Energé- 395, 396, 397, 400, 401, 404, 405, 406,
tica Sostenible en las ciudades 96 409, 410, 411, 414, 415, 418, 419
Declaración de Talloires 258 Egipto 45, 108, 111, 112, 116, 183, 262, 294,
deforestación 32, 70, 181, 265, 311, 387 388
Dell 208 embalses 107, 115
Departamento de Aguas de Massachussets 126 Emiratos Árabes Unidos 98, 270
desacelerar 301 emisiones de carbono 31, 39, 145, 167, 194,
desgravaciones fiscales 55, 80 354, 358 (ver también cambio climático)
desnutrición 44, 47, 118, 120 empresa CIGNA 131
Diálogo de la juventud sobre consumo, estilos de encefalopatía espongiforme bovina 154
vida y sostenibilidad 283 Encuesta del Milenio sobre Responsabilidad Em-
Dinamarca 30, 43, 93, 95, 122, 125, 126, 175, presa 244
194, 201, 207, 218, 230, 239, 240, 252, Encuesta Mundial de Valores 298, 306
258, 283, 307, 311, 369, 375, 376 energía 8, 13, 24, 26, 30, 31, 32, 33, 39, 44,
dióxido de carbono 25, 32, 57, 70, 83, 175, 49, 52, 63, 66, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75,
186, 195, 198, 201, 257, 277, 282, 294, 76, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91,
301, 311, 361, 389, 392 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 105,
diseño de la cuna a la cuna 202 120, 125, 127, 128, 134, 135, 136, 140,
Disney 189, 222, 398 151, 152, 167, 192, 193, 195, 199, 200,
Dole 273 202, 203, 204, 212, 217, 225, 229, 231,
Domino’s Pizza 269 234, 236, 237, 240, 241, 242, 243, 253,
Dow Chemical 212 254, 263, 264, 268, 280, 284, 293, 303,
Dunster, Bill 97 309, 315, 319, 354, 360, 361, 362, 365,
Durning, Alan 26, 351, 369, 391, 400 366, 367, 368, 369, 370, 404, 406, 408
energía eólica 30, 237
ecoaldeas 96 energía renovable 203, 336, 366
Ecological Landscaper 131 energía solar 88, 202, 204, 229
economía 11, 18, 24, 26, 31, 33, 36, 47, 55, 58, enfermedad de las vacas locas 152, 300
62, 64, 70, 71, 72, 75, 84, 87, 91, 101, 107, enfermedades crónicas 152
108, 109, 110, 137, 146, 168, 173, 182, enfermedades infecciosas 44, 154, 175
186, 190, 192, 194, 200, 203, 204, 211, Environmental Defense 234, 401
213, 216, 220, 221, 222, 224, 225, 230, Erdmenger, Cristoph 239, 400, 403
235, 254, 266, 267, 270, 282, 274, 303, España 4, 11, 14, 30, 108, 112, 116, 122, 160,
316, 318, 321, 331, 335, 339, 345, 420 (ver 229, 230, 327, 332, 336, 339, 340, 341,
también agricultura, empleos, reciclado, sub- 342, 346, 347, 348, 349, 370, 375, 420,
venciones) 421, 422, 423, 424
ecosistemas 18, 25, 26, 31, 32, 56, 57, 58, 70, estilos de vida saludables y sostenibles 243, 300
98, 105, 106, 107, 108, 114, 134, 136, 138, Estrada, Joseph 226
146, 165, 185, 190, 191, 231, 297, 371 Etiopía 73, 111, 112, 273, 361
Ecuador 280, 409, 412 etiquetado ecológico 197, 217, 240, 253, 255,
Estados Unidos (EE UU) 5, 11, 18, 23, 30, 31, 276, 290
32, 35, 36, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 47, Evaluación de los Ecosistemas del Milenio 297
48, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, Evian 174
61, 65, 69, 71, 72, 73, 75, 76, 77, 78, 79, exportaciones 18, 51, 89, 102, 221, 228, 267,
80, 81, 82, 83, 85, 86, 87, 88, 90, 91, 92, 269, 270, 286, 339, 340, 388, 415, 421,
93, 95, 98, 99, 101, 102, 105, 108, 109, 423
110, 111, 112, 116, 120, 123, 126, 127, extinción 32, 106
128, 129, 130, 132, 133, 136, 137, 139,
140, 144, 149, 151, 152, 154, 156, 157, Fabian Society 312, 419
158, 160, 161, 163, 164, 165, 167, 172, fabricación 323, 326, 368, 397
174, 175, 176, 183, 187, 188, 191, 198, Federación de Pequeños Pescadores de Sri Lanka
199, 204, 207, 208, 210, 215, 217, 218, 185
219, 220, 221, 222, 223, 224, 225, 227, Federación de Pueblos Shuar 265
228, 229, 230, 231, 232, 234, 239, 241, Federación Nacional para la Vida Silvestre 251

427

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Federación Rusa 42, 99, 108, 112 IBM 132, 207, 208, 235, 245, 395, 402
Federal Express 236, 245, 402 Icon Group 139
Ferguson, Tom 9, 248, 405 IKEA 236
fertilizantes 57, 129, 131, 146, 158, 164, 165, impuestos 16, 71, 79, 80, 93, 95, 173, 188,
173, 184, 201, 204, 238, 248, 294 194, 195, 196, 213, 214, 225, 243, 276,
Fertilizer Institute 248 368, 390, 392
Filipinas 67, 115, 126, 156, 159, 204, 226, impuestos ecológicos 194, 195, 196, 276
259, 382, 383 India 15, 23, 32, 39, 40, 41, 42, 44, 45, 48, 54,
Finlandia 11, 99, 175, 207, 218, 260, 271, 311, 67, 71, 73, 74, 75, 78, 82, 85, 86, 102, 105,
312 108, 109, 112, 115, 116, 118, 136, 137,
Fondo Monetario Internacional 222, 223, 358, 139, 148, 162, 165, 168, 171, 174, 175,
391, 398, 409 176, 183, 185, 186, 204, 268, 271, 282,
Fondo Mundial para la naturaleza (WWF) 245 288, 292, 293, 294, 308, 353, 355, 361,
Fondo para el Medio Ambiente Mundial 259 366, 374, 386, 389, 399, 413
Ford Motor Company 238 Indicador de Auténtico Progreso 310
ForestEthics 244, 246, 405, 408 Índice de Bienestar 98, 311, 319
Foro de la Sencillez 303 Índice de Desarrollo Humano 97, 310
fotovoltáicas 31, 88, 96, 367 Índice de Pobreza 59
Francia 32, 42, 85, 88, 108, 112, 122, 148, Índice del Planeta Viviente 58
160, 161, 175, 207, 219, 230, 271, 289, INFORM 227, 394, 395, 399, 401
311, 375, 385, 402 Iniciativa de Cemento Sostenible 282, 412
fumar 54, 58, 304, 305, 357 Iniciativa de Compras Verdes de Norteamérica
Fundación Max Havelaar 143, 144 253, 258
Fundación para la Investigación de la Ciencia Iniciativa de Mercado de Riego para el Pequeño
168 Propietario 118
Fundación para una Nueva Economía 168 Iniciativa Hotelera Internacional de Medio Am-
biente 258
ganadería 151, 152, 154, 336 Inocencio, Bobby 9, 156, 382
Gaviotas 309, 419 Instituto de Política Económica 224
General Motors 36, 54, 55 Instituto de Productos Biodegradables 66
gestión de residuos 282, 412 Instituto de Reciclado de Envases 175
Ghirardelli Chocolae, Co. 133 Instituto Internacional para el Desarrollo y el
Gillette, King Camp 189, 391 Medio Ambiente 150
globalización 11, 14, 15, 17, 18, 24, 50, 51, Instituto para el Bienestar Animal 157
219, 265, 266, 267, 270, 278, 409 Instituto para los Recursos Mundiales 245
Gould, Stephen Jay 319 Instituto Vida del Producto 210
Graaf, John 303 intercambio ecológico 238
Green Mountain Energy 252, 406 Interface 212, 213, 396
Greenpeace 80, 102, 250, 364, 383, 399, 405 International Development Enterprises 118, 374
Groth, Edward 9, 164, 383 International Paper 200
Grupo Altria 268 Internet 225, 226, 258, 259, 283, 315, 316,
Grupo Tata 268, 409 355
Gusto Homes 133 inversión extranjera directa 267, 409
Irlanda 67, 180, 360
hábitos de consumo 26, 27, 50, 55, 100, 106, Israel 110, 115, 116, 120, 271, 373, 374
120, 151, 214, 254, 278 Italia 11, 42, 85, 98, 160, 161, 168, 169, 170,
hambre 30, 32, 43, 47, 49, 97, 118, 146, 157, 194, 207, 230, 244, 255, 283, 305
185
Hawken, Paul 199, 225, 358, 393, 396 Jabón bactericida 139
Hennes & Mauritz 268, 409 Jaffe, JoAnn 170, 385
Hewlett Packard 208 Jani, Maya 171
Holanda 33, 96, 144, 149, 175, 194, 207, 218, Japón 5, 11, 18, 23, 30, 36, 39, 42, 43, 48, 73,
227, 230, 270, 271, 282, 301, 307, 311, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 82, 85, 91, 92, 93,
314, 320, 346, 347, 396, 402 99, 103, 108, 115, 122, 126, 161, 183, 198,
Hollander, Jeffrey 238 199, 200, 204, 207, 216, 219, 227, 229,
Home Depot 244, 246, 247 230, 236, 239, 240, 250, 256, 258, 262,
Honeywell 203 270, 271, 282, 300, 304, 342, 346, 347,
Hoteles Riu 237, 402 348, 363, 367, 375, 388, 404, 408, 411
huella ecológica 18, 58, 202, 269, 270, 271, Jennings, Marianne 235
310 Johnson & Jhonson 245
humedales 57, 58, 105, 106, 107, 109, 134, Jordania 110, 116, 122, 375
145, 358 jornada laboral 17, 62, 217, 218, 220, 302,
303, 311, 312

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justicia social 233, 260, 294 280, 281, 282, 289, 290, 316, 317, 322,
351, 352, 354, 355, 361, 362, 370, 371,
Kenia 66, 88, 122, 126, 129, 162 372, 373, 374, 375, 376, 377, 379, 386,
Keniry, Julian 251, 406 387, 388, 401, 402, 403, 408, 410, 411,
Kent, Jennifer 193, 391 412, 414, 415, 416, 420
Kentucky Fried Chicken 158 Nan, Deng 204
Knack, Stephen 306, 418 Natural MarketingInstitute 230
Kodak 208, 395 Navdanya 168, 170, 171, 384
Kraft 150, 268, 381 necesidades básicas 16, 26, 38, 42, 43, 44, 45,
46, 47, 61, 63, 64, 85, 97, 108, 112, 114,
L’Oreal 235 120, 137, 275, 296, 297, 298, 309, 319,
Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico 320
84 Nicaragua 273, 283
Laidlaw, Stuart 173, 385, 386 Nigeria 45, 94, 112, 180, 369
Langford, Ian 154, 381 Nike 208, 222, 238, 245, 395, 402
langostinos 183, 184, 185, 286, 388 Niman Ranch 151
Larson, Elaine 141 niños 30, 31, 32, 47, 140, 141, 150, 164, 165,
Lauren, Ralph 223 173, 182, 187, 188, 223, 226, 292, 304,
Lebow, Victor 24, 190 308, 309, 310, 312, 315
Legislación sobre Extensión de Responsabilidad al Nokia 228, 399
207 Nordic Swan 255
Lepper, Andrzej 157 normas de edificación 93, 310
Levi Strauss 238, 268, 409 Nortel 209, 395
Levy, Stuart 141 Noruega 3, 5, 10, 13, 21, 56, 81, 99, 175, 194,
Liderazgo en Diseño Ambiental y Energía 88 207, 227, 303, 311
Lituania 158
Lovins, Amory 55, 72, 225, 358, 393 obesidad 55, 59, 146, 155, 187, 188, 359, 390
Lovins, Hunter 55, 199, 225, 358, 393, 396 Objetivos de Desarrollo del Milenio 113
Lowe’s 246 Ones, Wild 131
Lubbers, Ruud 320 Oppenhuizen, Rita 144, 379
ordenadores 26, 45, 50, 51, 52, 76, 83, 84, 101,
malaria 32, 140, 352 102, 103, 132, 203, 206, 208, 223, 226,
mandato de Doha 290, 291 227, 230, 232, 237, 241, 242, 249, 257,
Maniates, Michael 302, 417 260, 266, 267, 268, 271, 272, 296, 370,
Martínez Meléndez, Luz Aída 248 377, 395
Marx, Michael 9, 244, 246, 405 Organic Monitor 160, 383, 417
Matriz de Criterios de Crecimiento Inteligente organismos modificados genéticamente 287, 289,
314 413
McCann-Erickson 53, 317 Organización Mundial de la Salud (OMS) 33,
McCloskey, Heidi 238, 402 140, 154, 226, 292, 352, 353, 357, 359,
McDonald’s 33, 157, 158, 268, 353, 381, 382, 373, 381, 398, 415
402, 409 Organización Mundial del Comercio (OMC) 32,
McMundo 266, 268, 274, 291 33, 285, 286, 287, 288, 289, 290, 291, 356,
metales 32, 46, 47, 48, 56, 57, 102, 192, 198, 413, 414
203, 231, 234, 272, 293, 356 Organización para la Cooperación Económica y el
México 36, 74, 105, 108, 112, 115, 116, 191, De 48, 100, 193, 297
198, 216, 242, 248, 271, 283, 285, 288, Oxfam 144, 410, 414
294, 342, 373, 387, 391, 405, 414, 420
Microsoft 102 países en desarrollo 20, 23, 31, 33, 38, 39, 40,
Migros 237, 402 41, 43, 44, 45, 61, 71, 78, 80, 82, 85, 86,
Millipore Corp. 132 91, 94, 95, 98, 99, 103, 114, 131, 134, 144,
minería 17, 32, 51, 69, 198, 199, 225, 346, 152, 156, 158, 162, 166, 183, 191, 192,
349, 357, 422 198, 221, 227, 232, 259, 260, 263, 271,
monitor con pantalla de tubo de rayos catódicos 274, 278, 281, 284, 285, 291, 294, 308,
101 366, 370, 408 (ver también determinados paí-
Mujeres 15 ses)
Murtaugh, Philip 54 países industriales (ver determinados países)
Myers, Norman 9, 193, 387, 391 Panamá 272, 283
Myers, Ransom 146, 352, 380 Panel Internacional del Ciclo de Vida 254
papel 44, 48, 52, 57, 61, 65, 66, 84, 135, 211,
Naciones Unidas 7, 8, 19, 38, 39, 43, 59, 97, 230, 232, 234, 235, 236, 237, 238, 240,
112, 113, 122, 152, 176, 179, 185, 232, 242, 245, 249, 250, 252, 253, 255, 262,
254, 260, 269, 275, 276, 277, 278, 279, 263, 264, 271, 290, 323, 333, 408, 421

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Parrott, Nick 9 236, 237, 238, 241, 242, 243, 249, 250,
PennAg Industries 156 251, 252, 264, 290
Peñalosa, Enrique 9, 80, 295, 416 Red Compra-Verde 257
PepsiCo 176, 187, 268 Red de Acción de Basilea 102
Perdue AgriRecycle 405 Red de Acción para la Selvas Húmedas 244
Perdue Chicken 177 Redefining Progress 58, 271, 358, 410
Perrier 174, 385 reducción de jornada 220
Perú 108, 112, 207, 283, 384 regadíos 111, 115, 116, 293
pesquerías 25, 30, 32, 57, 58, 106, 109, 146, Reino Unido 11, 31, 42, 67, 77, 85, 125, 126,
148, 184, 269, 277, 279, 289, 410, 411 127, 130, 144, 149, 150, 154, 155, 160,
pesticidas 57, 115, 129, 130, 131, 133, 145, 161, 167, 194, 216, 219, 230, 241, 243,
146, 149, 150, 158, 159, 163, 164, 165, 250, 271, 312, 313, 347, 348, 360, 362,
173, 176, 182, 186, 203, 234, 238, 264, 363, 375, 376, 377, 379, 380, 383, 384,
272, 273, 292, 293, 294, 415 387, 394, 396, 399, 405
Petrini, Carlo 166, 384 relaciones sociales 60, 296, 297, 304
Pimentel, David 9, 91, 368 Renault, Daniel 119
Plan de Acción Global 301, 417 residuos 32, 48, 56, 57, 62, 66, 101, 102, 103,
pobreza 19, 20, 24, 38, 59, 61, 97, 110, 111, 130, 140, 146, 152, 156, 163, 164, 165,
118, 158, 278, 303, 306, 325, 354, 419 175, 184, 194, 198, 199, 200, 201, 202,
Polaroid 245 203, 204, 205, 206, 207, 208, 211, 212,
políticas 13, 15, 30, 39, 55, 61, 62, 71, 77, 79, 227, 228, 232, 235, 240, 253, 258, 260,
80, 86, 92, 93, 94, 95, 100, 109, 135, 137, 262, 263, 264, 270, 271, 275, 282, 310,
173, 192, 195, 196, 197, 199, 207, 208, 322, 323, 324, 325, 326, 336, 337, 347,
214, 216, 217, 220, 223, 239, 240, 241, 371, 410, 412
242, 247, 250, 251, 254, 258, 259, 275, residuos electrónicos 102, 103, 208, 211, 228,
276, 277, 281, 284, 285, 290, 297, 308, 410
310, 315, 316, 326, 360, 364 residuos tóxicos 32, 33
pollo 118, 152, 155, 156, 157, 178, 179, 248 responsabilidad social 235, 260, 284
pollos 26, 152, 154, 157, 158, 177, 178, 179, ríos 58, 103, 105, 106, 108, 109, 110, 111,
386 114, 116, 125, 126, 129, 130, 131, 134,
Polonia 73, 77, 157, 188, 207, 363, 390 137, 145, 293, 308
Prescott-Allen, Robert 9, 98, 310, 370, 419 riqueza 14, 38, 46, 47, 50, 60, 63, 98, 108,
Principios del Ecuador 280, 412 110, 127, 148, 180, 182, 224, 225, 263,
Procter & Gamble 139, 255 296, 297, 298, 299, 302, 309, 331, 422
Productos Biodegradables 66 Roach, Stephen 224
Programa Campus Ecology 251 Rocky MountainInstitute 88, 199, 360
Programa de Colaboración de Etiquetado y Nor- Rohner 205, 394
mativa 281 Rothstein, Edward 190, 391
Programa de compras ecológicas 257, 247, 249 Rusia 110, 111, 271, 351, 371
Programa de Salvadores del Clima 245
programa gubernamental Energía Estrella 242 Safety-Kleen 212
programa informático Constr uyendo para la Salud 30
Sostenibilidad 253 Savant, Zeftron 203
Protocolo de Kioto 31, 277, 411 Schor, Juliet 8, 220, 224, 391, 397, 398, 417
Proyecto de Acción para los Manglares 185 Schreiner, Julia Alves 245, 405
Proyecto de Prevención de Contaminantes en los Seafood Choices Alliance 146, 380
Productos para Sanitarios 234 Sears 129
Proyecto para Recuperación de la Tortuga Mari- seguridad social 194, 195
na 185 Sello Verde 255, 407
proyecto Trueque 260 servicios sociales 80
Proyecto YouthXchange 279 Seventh Generation 238
publicidad 7, 18, 45, 49, 53, 54, 58, 60, 150, Shaw Industries 203
175, 187, 215, 217, 256, 277, 299, 315, Shell 278
316, 317, 319, 357 Shimano 281
puestos de trabajo 36, 185, 195, 210, 217 Shiva, Vandana 168, 185, 384, 389
Pure Foods 156 SIDA 32, 141
Putnam, Robert 60, 313, 359 Siemens 267, 268, 409
Singapur 81, 122, 126, 134, 375, 376
Ralph y Kimberlie Cole 179 Sistema de Gestión y de Intercambio de Existen-
ReCellular 227, 399 cias 134
reciclado 4, 48, 49, 56, 94, 102, 103, 132, 134, Smil, Vaclav 155, 381
135, 175, 187, 199, 202, 205, 208, 210, Smith, Adam 49
211, 227, 228, 230, 232, 233, 234, 235, Smith, Gary 154, 382

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Smithfield 151, 157 315, 318, 324, 354, 357, 362, 363, 379,
Sociedad de Toxicología y Química Ambiental 400, 419 (ver también automóviles)
254 tratamiento de agua potable y depuración de
solidaridad 143, 144, 308 aguas 128
sostenibilidad 8, 11, 15, 20, 26, 84, 106, 158, trazabilidad 166, 287, 289
176, 192, 196, 202, 213, 221, 223, 224, triclosán 139, 140
238, 253, 279, 283, 290, 310, 317, 321, turismo 30, 267, 283, 317, 339, 340
323 turismo sostenible 283, 412
Stahel, Walter 210, 395 Tyson Foods 177
Stanley, Morgan 224
Staples 237, 402, 408 UNICEF 260, 352, 355, 373, 408
Starbucks 237, 245, 402 Unigro 133
Suárez, Carlos 97, 370 Union Carbide 293
subvenciones 16, 19, 20, 33, 55, 71, 79, 93, 94, Unión Civil Árabe para la Gestión de Residuos
136, 146, 149, 173, 192, 193, 194, 197, 282
225, 276, 284, 290, 291, 294, 308, 311, Unión de Científicos Preocupados 145
358, 363, 369, 385 Unión de Consumidores 164
Sudáfrica 19, 36, 66, 78, 98, 108, 112, 114, Unión de Cooperativas de Consumidores del Club
116, 122, 136, 179, 182, 259, 271, 274, Sei 300
359, 360, 371, 375 Unión Europea 16, 78, 81, 87, 136, 174, 194,
Suecia 60, 93, 98, 99, 175, 188, 194, 207, 218, 195, 198, 200, 206, 231, 243, 248, 257,
227, 256, 278, 282, 303, 311, 312, 315, 286, 287, 288, 289, 315, 362
369, 370, 390, 419 Unión Internacional de Telecomunicaciones 227
United Fruit Workers 144
tabaco 30, 33, 54, 58, 148, 266, 268, 315, 409 United Milk 132
Tailandia 86, 87, 115, 168, 183, 204, 216, 242,
316, 367, 403, 420 vehículos híbridos 95
Taiwan 11, 375, 403 Velo Mondial 281, 412
tamaño de las familias 39, 354 violaciones de los derechos humanos 184
Tanzania 43, 126, 376 Volkswagen 36
TCO Development 227, 399 Volvo 253, 406
tecnología 10, 15, 55, 84, 88, 89, 101, 102, von Weizsäcker, Ernst Ulrich 199
116, 134, 146, 168, 189, 202, 204, 240, Vorley 150
241, 242, 254, 281, 282, 319, 320, 383, Vorley, William 381
420
tecnología informática 84, 240, 241 Wallender, Wes 119
teléfonos 14, 38, 45, 46, 84, 206, 208, 221, Wal-mart 222
226, 227, 228, 267, 268, 271, 355, 395, Wal-Mart 223
398 Watts, James 360
teléfonos móviles 38, 46, 84, 206, 208, 221, Weaver Street Market 67, 360
226, 227, 228, 267, 268, 395, 398 Weissman, Arthur 9, 255, 407
televisión 30, 45, 46, 52, 54, 60, 69, 85, 187, Wendy’s 158
188, 258, 259, 278, 302, 315, 316 West Wind 179
Ten Thousand Villages 144 Wickes 246
Texas Instruments 238 Worm, Boris 352, 357, 380
Thames Water Utilities 125 WWF Internacional 58, 59, 415
Töppfer, Klaus 254
Toyota 50, 80, 84, 88, 237, 258, 352, 356, 364, Xerox 103, 209, 211, 258, 395
366, 367, 402
Tracy, Ellen 223 Yihad 274, 291
transporte 35, 47, 50, 51, 52, 63, 76, 78, 79, Yum! Brands 268
80, 81, 82, 84, 89, 90, 91, 93, 94, 97, 100,
125, 145, 167, 175, 178, 192, 193, 194, Zimbabwe 168
214, 223, 224, 230, 231, 236, 249, 254, zonas francas industriales 51
267, 268, 293, 295, 296, 308, 310, 314,

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