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Ciudad Bolivia, Pedraza

Materia: Ciencias Naturales

Alumno: José Eduardo Artajona

Sección: 1ero "G"

La energía en la línea de producción alimentaria


La energía en el medio ambiente

La energía y el medio ambiente son indispensables para el desarrollo sostenible. La demanda de


recursos ambientales, especialmente agua, alimentos y combustibles, ha crecido enormemente
a medida que aumentaba drásticamente la población y la tasa de consumo.

La energía constituye un insumo vital para el desarrollo del país. Sin embargo, su producción,
transporte y consumo trae como consecuencia impactos en el medio natural y social, cuyos
efectos pueden ser de carácter local o global.

Históricamente se ha sostenido que el crecimiento económico va directamente acompañado de


un aumento en el consumo energético, lo que ocurre por diversas razones.

La energía en la producción natural de carbohidratos

La mayoría de los alimentos contienen carbohidratos, que son la fuente de energía más
disponible e importante del cuerpo humano. Nuestro organismo los descompone en glucosa,
que es el combustible que nos da la energía necesaria para realizar nuestras actividades diarias.
La glucosa es la principal fuente de energía de las células, tejidos y órganos. El cuerpo puede
utilizarla inmediatamente o depositarla en el hígado y en los músculos para cuando sea
necesario. Aunque los carbohidratos se han ganado una mala reputación en los últimos años y
frecuentemente han sido culpados de ser los causantes de la epidemia de obesidad, son
esenciales en la dieta saludable tanto de niños como de adultos.

Energía y agricultura

La evaluación de la productividad de un sistema agrícola debe tomar en cuenta no sólo las


salidas energéticas en términos de productos, pérdidas por factores climáticos u otros
derivados del estrés a que es sometida la planta y que le obliga a canalizar energía para
resistirlo, sino que también a los insumos o entradas energéticas complementarias a la del flujo
de radiación solar, es decir, los subsidios energéticos que recibe un determinado cultivo ya sea
para mejorar su productividad biológica y económica, así como los requeridos para mantener
su estructura biológica y su funcionamiento.

El funcionamiento de los agroecosistemas actuales se basa en dos flujos energéticos: el natural


que corresponde a la energía solar y un flujo «auxiliar», controlado directamente por el
agricultor que recurre al uso de combustibles fundamentalmente fósiles, ya sea directamente o
en forma indirecta, a través de los insumos industriales que emplea en el proceso productivo. El
primer flujo es el propio o natural de funcionamiento del ecosistema, es una energía
abundante, gratuita y limpia; el segundo flujo corresponde a energía «almacenada», sus
existencias son finitas, es relativamente cara y, por lo general, no es limpia en el sentido que su
uso da origen a fenómenos de contaminación.

La producción del agroecosistema consiste a su vez en energía incorporada en la producción


económica o comercial, vegetal y animal destinada al mercado y valorada en términos
monetarios, más una parte que se pierde en el ambiente en forma de compuestos gaseosos
(por ejemplo, los originados en la volatilización y los procesos de denitrificación), otra parte que
se incorpora a las aguas fluviales, subterráneas y lacustres a través de compuestos solubles en
agua (por ejemplo, nitratos), o transportados como materia en suspensión en el sistema
hidrológico (metales pesados, compuestos orgánicos) o, por último, incorporados en
organismos o materia orgánica que abandona el agroecosistema.

La capacidad de los cultivos para utilizar energía solar se puede medir valorizando en términos
de energía incorporada, la biomasa acumulada en los campos, multiplicando su peso seco por
su contenido energético que para los vegetales es de alrededor 20KJ/g de materia seca y
relacionándola como porcentaje del insumo de energía solar por el cultivo correspondiente en
el periodo de su época de crecimiento. El valor obtenido corresponde a la eficiencia
fotosintética del cultivo, es decir a su capacidad de conversión de energía solar en biomasa
vegetal que aún para los casos más eficientes raramente supera 1%.

El flujo de energía auxiliar se introduce en el agroecosistema a través de los trabajos mecánicos,


la fertilización, el uso de plaguicidas, etcétera. Se ha demostrado que este flujo auxiliar influye
sobre la eficiencia con la cual los cultivos utilizan la luz solar interceptada. Los trabajos
mecánicos, el riego y la adición de fertilizantes mejoran el estado del suelo por una mayor
disponibilidad de elementos nutritivos asimilables y, por lo tanto, mejora la capacidad de
asimilación, organización y acumulación de biomasa vegetal. Por eso, se suele señalar que los
sistemas agrícolas llegan a ser más eficientes que los naturales no intervenidos en la utilización
de la radiación solar interceptada.
Uno de los aspectos más importantes del proceso de artificialización del ecosistema natural es
que la actividad productiva agrícola recurre cada vez más al flujo de energía auxiliar, y se hace,
por consiguiente, cada vez más intensiva en el uso de la energía.

La agricultura moderna, basada en la artificialización de sistemas naturales, exige insumos


energéticos no sólo en términos de maquinaria, fertilizantes y pesticidas, sino también en
términos indirectos por los requerimientos energéticos que es necesario cubrir para el riego,
para contrarrestar o evitar los problemas de erosión, alcalinización, salinización y anegamiento,
etc. Las técnicas existentes más en uso para preservar los cultivos de los problemas señalados
son altamente intensivas en el uso de la energía. Los estudios de Pimentel muestran cómo este
sistema tecnológico para la producción de alimentos, que responde al patrón de consumo
típico de los países industrializados, requiere insumos energéticos todavía mayores en las fases
sucesivas de comercialización y consumo.

Del análisis anterior, se desprende que la renovabilidad del recurso suelo está cada vez más
condicionada por cuatro tendencias. Una es la asignación de tierra a usos alternativos
irreversibles, que implican la pérdida neta del recurso tierra para fines de producción
alimentaria. Otra tendencia deriva los estilos de vida y patrones de consumo que orientan la
conversión y el uso del suelo a sistemas de producción alimentarios ineficientes, desde el punto
de vista energético, y altamente demandantes con respecto al sistema natural, lo que a
menudo se traduce en efectos negativos sobre este último. La tercera tendencia se relaciona
con una práctica agrícola intensiva para maximizar la productividad económica y la extracción o
cosecha de la productividad biológica, práctica que a veces asume un carácter predatorio. Las
dos últimas tendencias se refuerzan mutuamente en una dinámica cada vez más exigente con
respecto al sistema natural, mismo que se ve sometido a presiones crecientes. La consecuencia
de estas tendencias es la mayor artificialización de los sistemas naturales y la intensificación
energética de los agroecosistemas. Finalmente, la cosecha intensiva de la productividad
biológica y los deterioros que sufre el suelo obligan a nuevas intervenciones antrópicas, en
forma de prácticas y subsidios energéticos adicionales, ya sea para restituir al suelo su fertilidad
o para compensar y corregir las alteraciones estructurales y funcionales que sufre por la mala
gestión o las presiones a que se ve sometido. Con lo cual, la espiral de artificialización del
sistema natural se acelera.

Nutrientes energéticos de los alimentos que consumimos

Los alimentos aportan al cuerpo la energía para su funcionamiento.

Están hechos de sustancias químicas; igual que el organismo. Despiertos o dormidos, el


organismo sigue utilizando estos químicos para mantener el organismo saludable y activo, estos
químicos utilizados deben ser repuestos y son los alimentos quienes los reponen.
Estos químicos son llamados NUTRIENTES. Existen dos grandes grupos de nutrientes: los
energéticos: carbohidratos, proteínas y grasas, y los no energéticos: vitaminas, minerales y
agua.

Los carbohidratos

– Son el nutriente más abundante.

– Son la principal fuente de energía para el organismo.

– Ayudan a la eficiente utilización de las proteínas.

– Proveen la fibra para una buena digestión.

– Proveen además: proteínas vegetales, vitaminas A, B, y C, calcio, fósforo y hierro.

– Del 50 al 65% del total de calorías de la dieta

– Fuentes: frutas, vegetales, granos, raíces, hojas, tallos, flores;

Las proteínas.

– Están formadas por aminoácidos,

– El organismo utiliza los aminoácidos para construir sus propios tejidos.

– Las proteínas de alto valor biológico proveen todos los aminoácidos esenciales. Los alimentos
de origen animal como el pollo y el huevo contienen estas proteínas.

– Algunas combinaciones de vegetales forman proteínas de alto valor biológico, por ejemplo:
frijoles – maíz.

– Construyen tejidos y reparan daños.

– Hacen que los sistemas corporales trabajen con eficiencia.

– Pueden ser fuente de energía cuando no se consumen suficientes carbohidratos.

– Proveen además otros nutrientes que las acompañan: vitaminas A, D, E, K y minerales.

Las grasas.
– Están compuestas por ácidos grasos que contienen carbono, oxígeno e hidrógeno.

– Algunos de estos ácidos grasos pueden ser fabricados por nuestro organismo.

– Los ácidos grasos que no pueden ser fabricados en nuestro organismo son llamados
esenciales y deben ser consumidos a través de los alimentos.

– Ácidos grasos saturados: contienen todo el hidrógeno que pueden guardar. Las grasas
saturadas son sólidas a temperatura ambiente, están contenidas es los alimentos de origen
animal y en algunas grasas vegetales como el coco.

– Ácidos grasos poliinsaturados: contienen menos hidrógeno, son líquidos a temperatura


ambiente, se encuentran en grasas de origen vegetal y en pescado.

– Proveen los ácidos grasos esenciales, necesarios para una piel saludable, para el sistema
nervioso, hormonal y otros procesos químicos.

– Transportan las vitaminas liposolubles: A, D, E, K.

– Proveen energía.

– Favorecen el sabor de las comidas.

– Las grasas deben aportar entre un 20 a 30% del total de calorías de la dieta.

La nutrición consiste en obtener los nutrientes que hay en los alimentos, mediante un conjunto
de procesos físicos y químicos, y hacerlos llegar a todas las células, para que éstas puedan
funcionar.

Funciones de los nutrientes en las células

Energética: aportan energía para el funcionamiento celular. Necesitamos nutrientes


energéticos para poder hacer todas nuestras actividades. Ejemplo: para caminar o correr hay
que mover las piernas y esto se consigue cuando se contraen las células de algunos músculos,
pero para que esto ocurra las células musculares necesitan energía que la obtienen de algunos
nutrientes.

Plástica o reparadora: proporcionan los elementos materiales necesarios para formar la


estructura del organismo en el crecimiento y la renovación del organismo. En época de
crecimiento el tamaño de nuestro cuerpo aumenta unos centímetros al año y esto solo es
posible si se aporta la materia necesaria para que las células puedan dividirse y aumentar el
número de ellas. También durante toda la vida se están reponiendo células que mueren por
ejemplo células de la piel, glóbulos rojos o células destruidas en una herida, para lo cual es
imprescindible aportar materia al organismo.

Reguladora: controlan ciertas reacciones químicas que se producen en las células. Para que
todo funcione bien en nuestro organismo necesitamos de unos nutrientes que hacen que esto
sea posible.

Energía para cocinar

Desde hace tal vez medio millón de años, los seres humanos hemos utilizado el fuego para
mejorar el sabor de los alimentos.

La cocina ha sido tradicionalmente el más importante uso doméstico de la energía, junto con la
calefacción. Ambos usos estaban unidos en las cocinas económicas, que había en muchas
viviendas hasta hace pocas décadas.

Hoy supone un porcentaje pequeño del gasto energético de los hogares, aproximadamente un
10%, y en descenso. La energía que utilizan es principalmente butano, gas natural y
electricidad.

Las cocinas eléctricas no son una buena opción por el poco rendimiento de la conversión de
energía térmica en electricidad y luego en energía térmica otra vez. Si no hay más remedio que
usarlas, hay que recordar aprovechar el calor remanente de las placas.

Las cocinas solares son una manera curiosa de mostrar la fuerza del sol. Se pueden fabricar con
cartón y papel de aluminio y funcionan sin gastar una gota de energía comercial. Consisten en
una superficie parabólica cubierta de material reflectante. La cazuela se coloca en el foco y
funciona.

Conciencia alimentaria

La “conciencia alimentaria” se define como el conocimiento reflexivo acerca de los alimentos


que consumimos cotidianamente, es decir, es el acto de alimentarse con información certera,
llevando una dieta saludable y equilibrada como objetivo final, explica Marcelo Cádiz,
académico de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello.
Según comenta el nutricionista, generalmente las personas que se instruyen más en el tema de
alimentación saludable, son aquellas que saben realmente lo que comen. “El común de las
personas, no sabe cuánto come realmente, simplemente sacian su necesidad alimentaria”.

La conciencia alimentaria, complementa el nutricionista, simplemente se debe considerar como


una conducta que puede ser aprendida y transmitida al interior de la familia, la escuela y el
entorno social donde habitamos. “Podemos decir que es uno de los principales elementos que
ayudan a prevenir cualquier conducta alimentaria anormal, por lo tanto, el rol educativo en los
distintos niveles es importantísimo”

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