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Cuando hablamos de lo iconográfico en la sociedad contemporánea, también nos
referimos directamente a la cultura pop y sus subculturas (creadas por defecto), ya
que son estas las que definen las conductas y pensamientos más generales de un ser
humano promedio; y cuando llevamos esta idea a una ejemplificación tangible de lo
actual, lo que se nos presenta en frente no es precisamente una imagen poco cercana
al materialismo y la opulencia.
Somos una sociedad infectada en excesos.
Es evidencial que el principal motivo de la decadencia humana siempre ha sido la
obtención de un capital; no precisamente referido al dinero, sino a la tenencia de
elementos que puedan ejercer algún poder sobre un otro, partiendo por elementos
tan sencillos como la división de los suelos que habitamos, atribuciones corpóreas, lo
que ingerimos y lo que nos genera, incluso el saber y el exceso de este puede ser un
detonante de la sensación de superioridad que tanto caracteriza al ser humano
moderno, pero no es en los tiempos actuales que este deseo por tener más que el otro
se ha convertido en una moda, sino que desde el comienzo de la historia junto a las
primeras segregaciones por grupos humanos este motivo ya se convierte en un
detonante que conflictúa nuestras relaciones inter e intrapersonales. Pero abordando
todo esto más desde la actualidad ¿por qué seguimos cayendo en los mismos errores
de abordar placeres mundanos por complacencias vacías?
La cultura pop como se mencionó antes es básicamente una definición muy a gran
escala de cómo es la sociedad en la que nos encontramos, tal vez en tiempos antiguos
no tenía un nombre, pero si hablamos de lo que el arte ha representado a lo largo de
la historia es en efecto materializar un término general de la sociedad que habita en
el sector donde es gestado; hoy en día y gracias a las definiciones creadas por los
movimientos artísticos de los años 50's podemos adjudicar ese fin al pop. Los
precursores del pop-art se referían a esta cultura como la cultura del consumo, en
aquellos años cuando la globalización comenzaba recién a fortalecerse, pero
actualmente esta cultura consumista a raíz de la masificación del comercio mundial y
de información que nos permitió la internet ¿no es acaso algo que nos unifica a todos
en el planeta? Reconocemos marcas de empresas de comida, vestuario, editoriales,
artículos tecnológicos o cualquier otro generador de placeres tangibles en todo el
mundo, y no es que lo tengamos que negar o ver como algo perjudicial para la
sociedad, estamos de hecho en el comienzo de una era en la que estos elementos se
verán tan excedidos en su propaganda que en cierto punto dejará de importar que
existen, pero actualmente este proceso en que su masificación se vuelve hostigante,
es una era caracterizada por un inconsciente exceso de consumo y de mecanización,
tanto así que incluso los principios de la filosofía y del arte han pasado a un segundo
o tercer plano en la importancia de la existencia humana. Ya no es importante
cuestionar nuestras acciones ni la finalidad de nuestra existencia, sino lo que importa
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es saber cómo generar el capital suficiente para llevar una vida acorde a la del
humano promedio. Mecanizar acciones como ser humano.
En la industria artística, a mediados del siglo XX ya se podían notar dos claras
distinciones en el avance de las formas representativas; una más bien impulsada por
la necesidad monetaria y otra que intentaba mantener la filosofía que lo compone por
sobre su componente material, fue en esos años cuando empezó a generarse el arte
de la performance y otras formas representativas que no incluyen un precio ni una
permanencia en el tiempo más allá que el hecho de vivir la experiencia de
encontrarse con estas obras. La performance se ha visto cuestionada incluso hasta
hoy sobre si es o no en efecto una obra de arte, pero lo sea o no, lo que podemos
confirmar de ella es que apela a mantener la real esencia de una obra artística
enfocada no sólo en la satisfacción que esta pueda generar en el espectador, sino
mucho más en el generador de pensamientos y cuestionamientos que el proceso
creativo implica. No se puede disfrutar de la performance si no se vive la experiencia
de verlo en vivo, directamente con el artista que crea la obra; es un acto político el
hacer arte que no posea un valor monetario, o que sea difícil dárselo por el sencillo
hecho de que no se puede deducir su trascendencia en el tiempo.
Es sabido que el arte siempre ha estado ligado directamente con la filosofía, una obra
artística no sólo es generadora de placeres, sino también de sensaciones que
conllevan a un pensamiento, pero en los años que hemos mencionado (mediados del
siglo XX) sucedió que la producción artística -junto a la sociedad global- al verse tan
ligada con la industria comercial comenzó a vivir un proceso de mecanización en su
creación, tanto así que incluso las máquinas creadas por el ser humano comenzaron a
imitar hasta en mejor calidad y con mayor instantaneidad lo que los artistas pueden
materializar, esto nos hace encontrarnos con un nuevo escenario en que el
cuestionamiento sobre lo que es y lo que no es arte está influenciado constantemente
por la idea de que la tecnología puede igualar su calidad material; impresiones 3d,
fotografía, programación vocaloid, inteligencia artifical, hologramas, etcétera ¿puede
esto considerarse arte, sin filosofía humana de por medio? Entonces retomando la
idea de los primeros performers sobre crear arte "real" a través de la expresión
corporal, podemos encontrarnos con la idea de que lo único que nos queda como
artistas para enfrentar la innovación es desarrollar formas de interpretación que no
estén ligadas al materialismo que las máquinas pueden imitar -o en su defecto que lo
estén en su totalidad- ya que la maquinaria puede imponerse completamente sobre la
materialización, pero no sobre la búsqueda del conocimiento y la creación de ideas.
Muchos performers de los tiempos actuales dedican sus vidas completas a la
representación de una misma obra o un mismo concepto, ya sea por un deseo
narcisista de encontrar el arte en sí mismos o por la necesidad de materializar obras
de una manera que no pueda ser imitada, o incluso por la finalidad de poder unificar
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la creación artística humana con la artificial. Arte creado por máquinas pero dirigido
por seres humanos.
El termino "metamórfico" en la historia del arte, corresponde a un estilo pictórico
muy ligado al movimiento del surrealismo, el término es acuñado a la obra del pintor
mexicano Octavio Ocampo, que sobrepone sutilmente imágenes una sobre otra para
dar paso a la creación de una nueva. Pero qué pasaría si llevamos este término ya no a
un único elemento que perdure en el tiempo, sino a uno que sea capaz de evolucionar
a través de él ¿no sería esta una forma de literalmente dar vida a una obra debido a
que realmente atraviesa un proceso real de metamorfosis? El crear una obra que se
modifique en el tiempo, como lo hace la escultura "Puppy" de Jeff Koons que cambia
su estructura gracias al cambio estacional, es una forma en teoría de dar vida a una
obra, pero el crear una obra que transmute y que evolucione en la totalidad de su ser
es otra forma y más imponente de dar vida. ¿Qué pasa cuando el artista se convierte a
sí mismo en su obra? Como se mencionó, hay performers que dedican su vida
completa a una obra, tenga esto el objetivo intrínseco que sea, es una forma de
representación que cuestiona constantemente su relación con la industria comercial,
nos hace pensar sobre si podemos dar valor monetario a una persona, y al mismo
tiempo desvalorizar lo material que la compone debido a su constante evolución.
Existen muchos proyectos que establecen esta forma de trabajo previamente,
escribiendo la historia de un personaje con objetivos determinados que se cuenta con
el paso del tiempo simulando capítulos que pueden también ser los días, meses y
años de su vida, y dan un cierre en la vida creada que se relaciona a una mecánica
objetiva. El proceso se resume en escribir y llevar a cabo mediante una ficción la vida
propia, convirtiendo así al artista en su propia obra de arte; a veces de manera
inconsciente otras de manera consciente, pero en ambos casos cuestiona el valor
intrínseco puesto en el contexto de que la obra es una persona, y a un humano no se
le puede dar un precio.
Sabemos como artistas que el arte no debe ser medido por un valor monetario, a
menos que el objetivo de este sea precisamente tener un alto precio porque así lo
exige su contenido conceptual, pero el mundo en el que habitamos exige un valor a
todo lo que nos compone al menos en lo material, y si esto que nos compone dejase
de ser algo material y pasa a formar parte de una serie de códigos virtuales en "la
nube" ¿sigue teniendo el mismo valor algo que sólo existe en la realidad virtual? Es
entonces un desafío para el arte del nuevo siglo -si pretende seguir siendo un acto
político- no sólo dejar de ser calculable en términos monetarios, sino también dejar
de ser existente en el mundo material. La creación de avatares virtuales o alter egos
en las redes sociales es un acto reiterativo del ser humano actual; constantemente
posteamos fotos de los momentos más idóneos según lo que el autor decida, incluso
si estos momentos pretenden alejarse de "lo ideal" sigue teniendo una finalidad
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creada, mostramos los lugares que vistamos, lo que comemos, el arte que creamos,
las ideas que tenemos, todo con el fin específico de mostrar al mundo lo que
queremos que se conozca de nosotros, esto es en teoría la creación de un avatar, por
real que pueda ser lo que se entregue a las redes. Pero qué sucede cuando esto se
hace no sólo con el fin de mostrarse al mundo, sino para entregar un mensaje y un
contenido a través del personaje que se crea. ¿Es un arte la creación de un avatar?
Entonces si las formas de arte más convencionales de por sí son obsoletas para la
innovación ¿lo que sigue en las formas de materialización de una obra en el mundo
real es llevar esto al propio cuerpo humano y a la historia futura del mismo, porque
las vivencias del individuo creado son en efecto el concepto general de la obra? Sería
como vivir una obra de teatro donde sabes lo que va a pasar y aunque no quieras que
pase debe ser así, porque así es necesario que sea para poder contar la historia
correspondiente y por ende entregar el contenido que se pretende.
La realidad virtual como la única realidad.
El metamorfismo vivo se propone como una forma de crear arte mediante la vida del
artista que lo lleva a cabo, sin dar cabida a las sensaciones que el mismo pueda
experimentar, sino a las sensaciones que la obra escrita exige sean sentidas. Esto con
el objetivo de que el artista viva conscientemente la experiencia de ser la obra de arte
pero sin la finalidad de poder pertenecer a un tercero ni pertenecerse así mismo, sino
a la obra creada; sin la finalidad de poseer un valor monetario, ya que para esto se le
debe dar un valor al actor que lo personifique; y sin la finalidad de la no existencia en
el mundo material.
Cumplir objetivos no porque se deseen sino porque el proceso creativo así lo exige,
realizar obras dirigidas por un elemento mucho mayor (la fidelidad del artista frente
a la obra), exteriorizar emociones frente al espectador no porque sean reales sino
porque la obra así lo requiere.
Vivir una vida virtual en el mundo real.
Vivir bajo la dirección de una obra de arte.
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Como humano post-internet:
Cuando hablamos de “lo kitsch” en el mundo contemporáneo -entendido como una
subcultura global- nos referimos también a ciertas imágenes iconográficas insertas
en su lenguaje histórico como lo son los maneki-neko, amuletos desvalorizados por
su excesiva y globalizada comercialización, también ciertas estructuras repetitivas de
la música pop que por su constante uso pierden el sentido inicial, comportamientos y
conductas sociales que apelan a un ideal ficticio y no a una forma de vida real sin
pretensiones innecesarias; entre otras formas representativas en niveles hoy en día
globales. Estas iconografías, que pueden parecer descripciones de la parte más
desagradable del comportamiento y el pensar de la sociedad, en realidad reflejan lo
que como humanidad hemos construido materialmente y al unísono destruido
espiritualmente. Entre otros de los ejemplos de iconografías kitsch también aparecen
elementos de mundo orgánico que han sido profanadas por el mismo ser humano y
que ha transformado en descripciones ajenas a su naturaleza, ejemplo de esto son los
cerdos. La imagen de estos animales en la cultura kitsch es constantemente utilizada
ya que socialmente se relaciona de manera casi inmediata con comportamientos
ajenos a los establecidos como “correctos”; se les considera símbolo de la
inmundicia, falta de moral, e incluso visualmente adquieren una connotación
contraria al ideal estético colectivo, cuando en realidad no son más que una especie
animal más en este mundo. "kitschpig" es una metáfora que representa una
iconografía social, en este caso un personaje que vive las consecuencias de nacer en
el mundo actual -tanto con sus virtudes como su desvirtudes- tan lleno de placeres
mundanos que entran en su cerebro sin filtro alguno. Demuestra un personaje
compuesto por múltiples referencias de la industria pop y las lleva a un exacerbado
plano de sobreproducción. Es una síntesis de la personalidad generalizada de las
generaciones nacidas post-internet y se refiere a ellas como entes sometidos al
exceso de información que nos permite la globalización y la internet.