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POLICIA DE LA PROVINCIA DE FORMOSA

DISIEP

TRABAJO PRÁCTICO N° 1

CURSO REGULAR DE CAPACITACION , ACTUALIZACION Y


PERFECCIONAMIENTO POLICIAL – AÑO 2020.-

MATERIA: FORMOSA MODELO Y PROYECTO


PROFESOR: Crio. Inspector ALDO MILCIADES ISASI

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CONSIGNA: Luego de una atenta lectura de la Introducción al Modelo


Formoseño, seleccione los conceptos que considere más importantes y realice una
minuciosa interpretación del Modelo Formoseño. Explique brevemente en qué se
basó para la creación de la misma.

Modelo Formoseño
Fundamentos políticos y acción de gobierno

I-Introducción.

Una doctrina, una identidad, una organización, una mística. Y un


conductor en armonía con el pueblo. He allí comunión del hombre y la mujer
formoseños en la búsqueda de su destino. Ser y estar… Para levantar, aquí y
ahora, el altar sagrado de una Patria alumbrada bajo el cielo azul de la Cruz del
Norte.

En ella el Creador extendió su manto protector y nos hizo latir como el


corazón de un nuevo mundo que debe sembrar de amor y justicia esta era de
codicia y egoísmo. Ese es el desafío de la hora, en el que Formosa tiene en la
brújula de su gente el Norte que necesita la Argentina para dejar de ser, en
vísperas de cumplir sus 200 años de vida, un país menor que sólo recibe
órdenes.

Es un camino de ida y vuelta. Hay que afirmarse en las esencias


nacionales para hacer el país, y hay que hacer el país para afirmar las esencias
nacionales. Punto clave que nos permita conocer la razón por la cual no existe
posibilidad de formular una política nacional destinada a enfrentar la pretensión
colonialista con eficacia, con perspectivas serias de éxito, si no se la encara de
manera integral, es decir, si no se la plantea simultáneamente y con similar
rigor en los dos planos donde se libra esta lucha: el material y el espiritual.

Por eso, en esta cuestión vital del Ser o no ser, el aporte de quienes
venimos a darles un abrazo fresco y vegetal a nuestros hermanos, debe dirigirse
en busca de una matriz, un molde, un instrumento de vida que nos sirva de
guía para encontrar el camino de realización colectiva tan anhelado. Es lo que
llamamos El Modelo Formoseño.

El presente trabajo intenta describir, de modo didáctico, el Modelo


Formoseño. Para esta tarea se habrá de abordar, en primer término y a grandes
rasgos, los fundamentos ideológicos y políticos sobre los que se asienta. A su
vez, se destacarán los aspectos centrales de la acción de gobierno llevada
adelante por el doctor Gildo Insfrán desde el año 1995, la que se encuentra
profundamente inspirada, tal como se podrá constar más adelante, en aquellos
fundamentos.

El Modelo expresa de modo sintético los anhelos más profundos de la


comunidad formoseña. Se nutre del ideario fontaniano que animó a la gesta
fundacional, cuando el siglo XIX llegaba a su fin. Retoma la vocación de
grandeza que guiara a aquellos formoseños que contribuyeron decididamente
con la provincialización del entonces Territorio Nacional, en el año 1955.
Rescata los esfuerzos llevados adelante por los primeros gobiernos
constitucionales, los que a partir de 1958 sentaron las bases institucionales de
la joven provincia, sin que ello impida una reflexión crítica acerca de las
mayorías excluidas en tales instancias de la vida política local.

Así también, desde el punto de vista de sus raíces ideológicas, encuentra


sólido respaldo en la Filosofía y en la Doctrina del Justicialismo. Es lícito
preguntar, a inicios de este nuevo milenio, sobre el valor de la filosofía y la
doctrina peronista. En este sentido, afirmamos que, a más de sesenta años de
su elaboración, el pensamiento de Perón está vivo y plenamente vigente. Aún
hoy constituye un instrumento de enorme importancia para análisis de la
realidad política, no sólo nacional sino internacional.

Entonces, uno de los objetivos de esta exposición será destacar la plena


vigencia del ideario peronista.

A lo largo de los años ha quedado demostrada la asombrosa capacidad del


general Perón de anticipar los escenarios futuros, en especial aquellos que
interesan a toda la humanidad. Famosa es su sentencia: “El año 2000 nos
encontrará unidos o dominados”.

Conceptos que hoy parecen comunes, ya han sido abordados por el


General hace más de sesenta años. La globalización, los bloques económicos
formaban parte de su concepción doctrinaria y filosófica desde, al menos,
mediados de la década del ’40 del siglo pasado.

No se trata de hacer un análisis arqueológico de su obra y admirarla como


un monumento del pasado, de citar sus textos y nada más. Entendemos que
tanto la filosofía peronista como su doctrina deben ser estudiadas como un
conjunto de guías que nos permitan entender y explicar la realidad que nos
circunda, contando así con elementos para la acción política, para el ejercicio
del poder.

Contar con un “corpus” con tales características nos diferencia


notablemente con otras fuerzas políticas. Nuestro Movimiento tiene alma: su
doctrina. El peronismo cuenta con un conjunto de prescripciones que permiten
darle forma a la acción política, pero también como instancia de evaluación de
esta. Se trata entonces de estudiar la doctrina con un fin práctico.

Los peronistas solemos expresar sin ambages lo que somos y lo que


sentimos. Procuramos el poder (y, felizmente, el pueblo argentino -y formoseño
en particular-, nos conceden tal responsabilidad en forma reiterada), no como
un fin en sí mismo, sino como una herramienta transformadora de la realidad,
bajo el auspicio de principios éticos: que lleve alegría, amor y dignidad al pueblo,
sobre todo, a aquellos que se encuentran más postergados y que son los más
necesitan del abrazo peronista.

Es fundamental retomar los textos de Perón: sus discursos, entrevistas o


libros. Y ello, como una medida de sana precaución. Sabido es que el
pensamiento del General ha sido en varias oportunidades distorsionado, desde
fuera del peronismo, pero también y lamentablemente, desde adentro. Los
infiltrados de la (mal) llamada izquierda” o la (igualmente equívoca) “derecha”
nos han hecho mucho daño. Se ha intentado también suprimir los postulados
básicos del ideario peronista por la fuerza, eliminando millares de compañeros,
de los más esclarecidos con que contaba el campo nacional y popular.

También es oportuno recordar que el pensamiento peronista, desde su


propio nacimiento, ha sido duramente atacado, con el propósito de suprimirlo,
tanto de la vida política nacional, de la conciencia de su pueblo. El más famoso
de ellos -tristemente famoso, por cierto- es el Decreto Nacional Nº 4161 de 1956,
emitido por la Revolución “Libertadora” (eufemismo que pretende ocultar su
maléfica naturaleza; mas le cabe el calificativo de “fusiladora”), prohibió hasta la
misma mención del nombre de nuestro conductor.

También el de la inmortal Evita, junto a su palabra, imagen u obra


-“abanderada de los humildes”, la compañera fiel del General, la que dio todo su
amor por los más pobres, por sus “descamisados”, por sus grasitas, la que
entregó incluso la vida por su querido pueblo argentino-. Tan grande fue el
cariño que despertó en su pueblo, como tan ciego el odio con que
infructuosamente pretendieron mancillar su nombre y bastardear su obra.

La Provincia de Formosa, baluarte peronista, es prueba viviente de que


aquel deleznable decreto no consiguió el objetivo que buscaba: extirpar al
peronismo de la memoria colectiva.

Pensando en las nuevas generaciones, en esa juventud que no encuentra


un destino y descree de casi todo (con sobradas razones); que mantiene rasgos
de espiritualidad pese a la despiadada sociedad de consumo que le hace creer
que en la vida todo es una mercancía, incluso el amor; y que pese a la escasez
de valores por seguir busca un mundo menos decadente.

Habría que decirles que Perón tenía las condiciones de una alta
espiritualidad, idealista, odioso con todo lo superfluo y vacío, que perseguía
fines altruistas y tenía por delante, como objetivo de vida, una condición casi
desaparecida y olvidada: el ejercicio de la virtud.

Para Perón, el paso del hombre por la tierra debía darse sobre el desarrollo
armónico entre el ser y el tener (ahora es nada más que tener); en el disfrute de
algunas cosas materiales e incluso en su posesión, pero no más que las
imprescindibles, las que se necesitan para asegurar un mínimo de bienestar.
Perón no veía ningún mérito en el hecho de acumular por acumular. Bienes
materiales, se entiende. Porque a la larga ese amontonamiento de cosas pierde
sentido espiritual. Como el viejo refrán: “todo lo que se guarda se pudre…”. Lo
que equivale a decir que se echa a perder, se deshace, se esfuma: justamente lo
que no terminan de entender los seducidos por la sociedad de consumo. Como
personas.

Esa idea sencilla de repartir la riqueza y los bienes para asegurarle a la


persona lo indispensable, Perón la llevó a la práctica. Y por eso su actitud y
búsqueda política quedará grabada en la historia argentina como la era del
Justicialismo. Nada lo indignaba como el egoísmo, pues el no compartir lleva a
la injusticia. Y la lucha por superarla, a la falta de armonía. Así, casi siempre se
termina en la violencia y el desorden, es decir, el no disfrute de esas mismas
cosas materiales que se desean para todos.

Para gloria de la Argentina, Perón apareció en un momento calamitoso de


la historia de la humanidad. En un tiempo en que las tres cuartas partes de los
hombres y las mujeres de todo el mundo no podían decidir su destino por sí
mismos ya que a los pueblos les daban a “elegir” entre la medicina capitalista
imperial y la comunista. El rompió con esas falsas opciones y optó por crear un
modelo de Nación que fuera dueña de sus actos.
Pensaba que si nuestro país, como proyecto que un pueblo se da para
existir en la historia política del mundo, no es capaz de tomar sus propias
decisiones y de construir por sí solo su futuro y su destino, no es digno para
vivir en él. Y llevó adelante esa idea. No sólo para hacer valer el derecho a la
independencia y la soberanía que nos asiste como pueblo, sino además por el
chantaje al que se veían sometidos los países para cuadrarse ante dos modelos,
dos formas de ver la vida patéticamente materialistas y deshumanizadoras, que
llevan a que el hombre deje de serlo para pasar a convertirse en un número o un
robot, es decir: la nada.

El General quería demostrar, simplemente, que se puede ser feliz si cada


uno tiene lo que necesita y sabe compartir las cosas materiales, porque el que
pocos tengan mucho y el que el muchos tengan poco es lo que determina la
relación de insatisfacción que produce el conflicto y el rencor. Y fue un paso más
adelante de lo conocido hasta ese momento, cuando demostró que el mal
capitalista tiene su espejo en otro tipo de materialismo como el que propone el
marxismo a través de la lucha de clases, porque si bien esa idea parte de un
deseo de redención del hombre, explotado y tratado con indignidad, cometía el
mismo error de ver a la especie humana como anónima pieza de una
maquinaria que le hace perder su individualidad y su espíritu, para dejarlo
anulado en aras del funcionamiento de otra estructura mecanizada como el
comunismo.

Definiendo al hombre en su integridad: cuerpo y alma, materia y espíritu;


en armonía, proporción y justa medida de sus ambiciones, Perón propuso
entonces trasladar a lo colectivo lo que se desea en lo íntimo, es decir, pasar del
yo al todos. Pero a través de un desafío con uno mismo que debe llegar por
conciencia y ética, porque -como afirma en un pasaje de su obra cumbre: La
Comunidad Organizada- el progreso social “no debe mendigar ni asesinar, sino
realizarse por la conciencia plena de la inexorabilidad”.
En estas fuentes el Modelo Formoseño ha encontrado su inspiración, y a
ellas le rinde tributo. No se trata, por cierto, de satisfacer meras expectativas de
sectores políticos o hasta intereses de unos pocos. Se trata de concebir y
ejecutar (tal como se viene haciendo desde 1995) un Modelo y un Proyecto -éste
en tanto instrumento para la concreción de aquél- que se corresponda
claramente con la vocación del pueblo formoseño, el que a lo largo de los últimos
sesenta años ha demostrado una lealtad inquebrantable en todas las
oportunidades que las urnas exigieron legitimar el ideario de Perón y Eva Perón.

El Modelo Formoseño tiene, entonces, y de modo indubitable, una


legitimidad democrática de origen y una legitimidad en su desarrollo, pues en
sus postulados y en su dimensión práctica defiende un solo interés: el del
pueblo.

Se trata de un programa filosófico y político, a la vez teórico y práctico, que


le da un sentido y orientación precisos al Proyecto provincial en la búsqueda del
crecimiento y el desarrollo de Formosa, en todos los ámbitos de la vida en
comunidad, tanto en lo material como en el espiritual.

De esta manera, el presente documento propone, en su Primera


Parte, la definición y la caracterización del Modelo, la descripción de sus
fundamentos políticos, filosóficos y doctrinarios, brindando, en su Segunda
Parte, un encuadre de carácter social, histórico-cultural, económico, ético-
político y constitucional.

Teniendo presente el conocido apotegma peronista que indica “Que mejor


que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”, el Modelo Formoseño
adquiere toda su plenitud en los programas y las acciones de gobierno, que
encuentran una de sus expresiones más evidente a la formidable red de obras y
realizaciones a lo largo y a lo ancho de todo el territorio provincial, por lo que la
Tercera Parte incorpora una reseña acerca de las mismas y de las políticas que
le dan sustento. Todo ello sin olvidar que el hombre y la mujer formoseños
ocupan el lugar de privilegio en el Modelo, como único fin y hacia dónde se
dirige toda su acción.

Finalmente, hacemos votos para que se cumpla con el objetivo práctico de


esta exposición: brindar un material simple y sencillo, de fácil comprensión y
apropiación, que sirva como herramienta militante para los miles de formoseños
que con fe y esperanza han abrazado decididamente el Modelo Formoseño.

Ellos encontraron en él la causa eficiente de su realización personal, en


armonía con la realización de la comunidad provincial a la que pertenecen.

Sirvan así estas páginas como aporte para el engrandecimiento de esta


bendita tierra y sus habitantes, bajo de la protección Altísimo y el maternal
cobijo de la Virgen del Carmen, patrona de los formoseños.

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