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M a . E u g e n i a de l a O Martínez
Introducción
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102 E S T U D I O S SOCIOLÓGICOS X I X : 55, 2001
Desde fines del siglo xix existió interés por entender el espacio del trabajo en
la sociedad. Gran parte de la literatura se b a s ó en el análisis de los principios
de la administración de la empresa y en las formas de organización; se realizó
un gran n ú m e r o de estudios e m p í r i c o s acerca de la profesionalización de la
d i r e c c i ó n en la empresa, los tiempos y movimientos en el trabajo y la moti-
v a c i ó n laboral. E n la d é c a d a de los años cincuenta surgió un grupo de ideó-
logos que resultaron pioneros en el análisis del lado humano de la empresa,
pues mostraron su importancia como una o r g a n i z a c i ó n con poder y control
sobre la sociedad.
Estos enfoques propiciaron el surgimiento de investigaciones orienta-
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das con una visión empresarial y tecnocrática de los espacios del trabajo,
r a z ó n por la que fueron denominadas teorías deterministas. É s t a s incluyen
al taylorismo (Taylor, 1911; y F a y o l , 1916), la escuela de las relaciones hu-
manas y las teorías de sistemas y de organizaciones ( M a y o , 1945; S i m ó n ,
1958; Whyte, 1961; McGregor, 1960;Druker, 1951; Selznick, 1957; Crozier,
1963; B l a u , 1971, y Herzerberg, 1966).
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C o n la formulación de la administración científica del trabajo de Taylor
se l o g r ó terminar con el control del oficio de los trabajadores mediante la
a p l i c a c i ó n de principios t é c n i c o s , construyendo un modelo basado en la ra-
c i o n a l i z a c i ó n de la fábrica. Este m é t o d o fue m á s organizacional que técnico,
por l o que l a dirección científica implicó una r e v o l u c i ó n organizacional y
m e n t a l , de tal forma que las diferencias entre l o s trabajadores y los
empleadores pudieron terminarse, demostrando que la aplicación de los prin-
cipios científicos al trabajo p o d r í a n hacerlo m á s eficiente e incrementar las
ganancias (Grint, 1991).
E l taylorismo fue una ideología con su propia visión de la industria y la
sociedad, que destacaba el individualismo y el conocimiento científico. Pero
1
La orientación de estos análisis se explica por la importancia de los ingenieros y geren-
tes de las fábricas como pioneros de los estudios del trabajo hasta fines de los años cuarenta,
por lo que se podría afirmar que durante este periodo no existió formalmente una teorización
sociológica que procurara la comprensión del fenómeno del trabajo a la luz de la dinámica de
los procesos sociales.
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Entre los elementos clásicos del modelo de Taylor se encuentran la separación del con-
cepto respecto de la ejecución del trabajo, la medición de las tareas mediante su estudio cien-
tífico, la instauración del sistema de "retribución al esfuerzo" con salarios e incentivos, y la
puesta en marcha de una estructura organizativa y jerárquica basada en gerentes y superviso-
res, lo que significó la profesionalización del puesto.
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t a m b i é n una estrategia gerencial con claras limitaciones, como asumir que
todos los actores (trabajadores, gerentes, empresarios y propietarios) p o d í a n
comportarse racionalmente, y que el conflicto industrial podría evitarse al
incrementar las ganancias y al reconocer el esfuerzo mediante el esquema de
incentivos.
L a influencia del paradigma de l a dirección científica se p r o l o n g ó en el
fordismo, con el que c o n t i n u ó el proceso de descalificación del obrero c o m o
rasgo central del trabajo. Ford hizo extensivo el uso de las técnicas de la
d i r e c c i ó n científica en su fábrica de Highland Park, en Detroit, y a d a p t ó al
proceso de p r o d u c c i ó n el sistema de prueba y error, la e s t a n d a r i z a c i ó n de
tareas, el estudio de tiempos, las técnicas de p l a n e a c i ó n sistemática, y ade-
m á s llevó a la práctica la primera línea de montaje. T a m b i é n estableció estra-
tegias, como elfive dollar day, que al ser instrumentadas se presentaron como
formas de "humanitarismo" y "justicia social" (Coriat, 1982; Womack, 1991;
Guillén, 1994).
D e esta forma se p r o v o c ó la a p a r i c i ó n de un nuevo tipo de trabajador,
al que sólo se le admitía mostrar iniciativa para reducir tiempos o costos al
margen de l a organización. E n estas condiciones fue desapareciendo progre-
sivamente l a figura del trabajador profesional al surgir una etapa de grandes
colectivos de trabajadores. Este desarrollo en las empresas o c a s i o n ó proble-
mas como el aumento del cansancio y las enfermedades de los trabajadores en
detrimento de l a productividad. Este hecho s u s c i t ó varias investigaciones
en torno a l a m o t i v a c i ó n y l a insatisfacción en el trabajo, y fue en este con-
texto en el que surgiría la temprana escuela de las relaciones humanas y los
posteriores principios de la teoría de la o r g a n i z a c i ó n del trabajo industrial.
3
Si bien la dirección científica significó una revolución mental, sus técnicas no fueron
adoptadas rápidamente por todas las industrias tradicionales, por ejemplo, en los Estados Uni-
dos las industrias editorial, de publicidad y del vidrio, que contaban con gerentes tradiciona-
les, sindicatos y un alto porcentaje de trabajadores calificados, evitaron su introducción
(Nadworny, 1955; Nelson, 1974; Ozanne, 1979; y Goldman y Van Houten, 1980, citados por
Grint, 1991). Con excepción de los Estados Unidos, Lenin intentó adoptar tal sistema, aunque
el Estado soviético gobernado por Stalin suspendió este intento (Traub, 1978). En tanto la
experiencia japonesa es ambigua, según Dore (1973) las ideas de Taylor acerca del tiempo y
los movimientos fueron conocidas durante la Primera Guerra Mundial, aunque su esquema de
incentivos fue ignorado, lo que resultó contradictorio ante la extendida división del trabajo y la
tradicional desconfianza japonesa. Aunque otros autores afirman que el taylorismo realmente
no se impuso en Japón sino hasta el año 1927, y que se limitó sólo a algunas empresas y varias
compañías estadounidenses (Nakase, 1979). Al respecto Daito (1979, citado por Grint, 1991)
finaliza su texto explicando: "No nos encontramos en la capacidad para identificar ninguna
firma que haya adoptado el sistema de Taylor de forma completa, y el mayor problema es que
cualquier cosa relacionada con la "eficiencia" fue calificada como scientific managment.
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Véase Mayo, 1933 y 1945, que en los años veinte destacaba la importancia de que el
trabajador estuviera integrado en redes de comunicación e interacción grupal, con lo que se
esperaba aumentar la productividad. Otros trabajos relevantes fueron los de William Whyte:
1948, 1951, 1955, 1959, y 1961. También R. Blauner, 1964; y George Homans, 1960 y 1961.
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También véase los trabajos de la National Research Council of the National Academy
of Sciences, en la Harvard Gradúate School of Business Administration y en el Hawthorne
Employee Rekatibs Department, en asociación con estudiosos como Dickson y May. En estos
estudios fueron conocidos como "experimentos de iluminación". La mayoría de ellos llegó a
conclusiones interesantes en el ámbito de los problemas organizacionales más que en el de la
estima (Grint, 1991).
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Véanse los trabajos de Gouldner, Simón, Blau, Chandler, Selznick, Bendix, Crozier y
Wright Mills. También obras como las de Druke, 1946 y 1954; Burns, 1961; Simón, 1945; Blau,
1963 y 1971; Chandler, 1962 y 1977; Selznick, 1949 y 1957; Goldner, 1954; Crozier, 1963.
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Véase A. Chandler (1962), quien mostró cómo la gran empresa a cargo de directivos
asalariados sustituyó a la pequeña empresa familiar tradicional. Así, la empresa moderna
remplazó los mecanismos del mercado mediante la coordinación de las actividades y la asigna-
ción de sus recursos, convirtiéndose así en la institución más poderosa de la sociedad, y sus
directivos en el grupo más influyente en la toma de decisiones económicas, dando paso al
capitalismo gerencial.
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Las principales críticas fueron acerca de su teoría de la descalificación del trabajo,
porque carecía de definición formal y precisa del término "calificación", que podría ser desde un
equivalente del "oficio" hasta un componente técnico, con lo que se perdía la dimensión social
y contingente de tal fenómeno. Igualmente se criticó que el autor asumiera que el taylorismo
hubiese sido adoptado ampliamente y sin ninguna resistencia, de tal forma que la reorganización
del proceso de trabajo aparece como un resultado homogéneo y consciente de la dirección de
las empresas, más que como un efecto de las múltiples relaciones sociales. Finalmente se le
acusó también de ignorar la complejidad de los roles de los sujetos sociales, ya que cualquiera
que fuese su función, no dependía únicamente de los modelos de trabajo.
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Véase la obra de Walker y Guest (1952), que percibe en un grupo de trabajadores senti-
mientos de insatisfacción e inestabilidad respecto al control del trabajo y a la realización de
actividades extremadamente parciales. Estos autores propusieron el uso de la tecnología como
un principio liberador del trabajo, acompañada de actividades de rotación y promoción del
trabajo en equipo. Otra perspectiva fue la de Robery (1977), quien argumentó la existencia de
un mayor contingente de relaciones entre la tecnología y las organizaciones, y llegó a definir
como inestables a aquellas organizaciones que no presentan un desarrollo tecnológico
computarizado y una estructura descentralizada. Asimismo K. Vedder (1983) afirmó que el
uso de la tecnología estaba dirigido al ahorro de trabajo y a generar mejores niveles de vida
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para los obreros, lo que redundaría en el incremento de empleos y salarios. En tanto, Schotsman
(1981) planteó que las nuevas tecnologías podrían conducir a la creación de puestos de trabajo
a mediano y largo plazos, con lo que el mercado se expandiría y lograría precios bajos e inver-
sión del capital en nuevas actividades creativas y de producción.
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Durante las décadas de los años setenta y ochenta se llevaron a cabo varias investiga-
ciones basadas en la noción de conflicto desde cierta perspectiva histórica; otras se interesaron
en el concepto de acción industrial valiéndose de un minucioso seguimiento de los movimien-
tos de huelga, ausentismo y cabotaje (Edwards, 1981, y Eldridge, 1968; Shorter y Tilly, 1974).
" Dicha tipología distingue dos sistemas de control: /) El jerárquico, que representa el
ejercicio del poder capitalista de manera abierta, arbitraria y personalizada, y que se formó en
las bases organizacionales de las firmas del siglo xix y continúa presente en pequeñas empre-
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A los escenarios anteriores les siguió una crisis generalizada durante la déca-
da de los a ñ o s setenta y parte de los ochenta. Para unos se trató de la crisis
del Estado S o c i a l , para otros fue el agotamiento de los procesos productivos
dominantes, y para otros tantos, una crisis de a c u m u l a c i ó n que se hizo m á s
evidente durante los años ochenta (De la Garza, 1988). E n estas circunstan-
cias se formularon nuevos marcos teóricos, entre los que destacan: la vertiente
posfordista mediante el regulacionismo francés (Algietta, 1979; Coriat, 1979;
L i p i e t z , 1985, y Boyer, 1988), el neoschumpeterianismo ( D o s i , 1988, y
Freeman, 1982), y la especialización flexible (Piore y Sable, 1984).
E n estos enfoques estaban presentes la b ú s q u e d a de explicaciones a la
crisis de los a ñ o s ochenta y sus efectos en los patrones de productividad, y en
adelante uno de los supuestos m á s fuertes sería el agotamiento del fordismo
ante la crisis e c o n ó m i c a generalizada. Por una parte, el fordismo se había
caracterizado por ser un r é g i m e n de a c u m u l a c i ó n de naturaleza intensiva y la
i n c o r p o r a c i ó n de principios de organización del trabajo taylonsta a la línea
de montaje. Por otra parte, se había propiciado el modelo de regulación mo-
nopolista que configuró instituciones mediadoras entre el capital y el traba-
j o , como el Estado, los sindicatos y el sistema de seguridad social, entre las
m á s importantes.
E n este contexto, la hipótesis de que la crisis había afectado al r é g i m e n
de a c u m u l a c i ó n basado en el taylorismo-fordismo influyó en varias investi-
gaciones del momento. Primero se asoció al f e n ó m e n o de las nuevas tecno-
logías y al impacto de éstas en la estructura e c o n ó m i c a , hasta plantear el
surgimiento de un nuevo r é g i m e n s o c i o t e c n o l ó g i c o capaz de sustituir al
fordista, dando origen a un nuevo paradigma t e c n o l ó g i c o (Pérez, 1986).
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Sin embargo, fueron varios los matices entre los distintos enfoques. E n
Francia surgieron algunas de las principales líneas de e x p l i c a c i ó n basadas
en las corrientes neofordistas y posfordistas (Boyer, Coriat, Piore y Sable); en
A l e m a n i a los estudios se enfocaron en nuevos conceptos de producción (Kern
y Schumann, 1984) y en el toyotismo (Dohse, 1984), y en los Estados U n i -
dos en la segunda división industrial (Piore y Sable, 1984), y posteriormente
en la especialización flexible, haciendo énfasis en las capacidades de las
p e q u e ñ a s y medianas empresas en un contexto de alia demanda.
C o n el enfoque de la especialización flexible se a n u n c i ó el surgimiento
de un nuevo principio de organización productiva que s u p o n d r í a la supera-
ción de la forma de p r o d u c c i ó n en serie y los mercados en masa. Bajo esta
hipótesis l a flexibilidad se convierte en una estrategia de i n n o v a c i ó n conti-
nua y de a d a p t a c i ó n a la nueva d i n á m i c a de mercados cada vez m á s volátil,
en c o n t r a p o s i c i ó n a la rigidez que representa la p r o d u c c i ó n estandarizada
del fordismo.
Los sistemas de manufactura flexible, los trabajadores calificados, y cierta
política pública que favoreciera la innovación, eran elementos que deberían
flexibilizar la p r o d u c c i ó n (Piore y Sabel, 1984). Esta postura propone la
c r e a c i ó n de un sistema sociotécnico moderno en el que existan p e q u e ñ a s
unidades productivas con nueva tecnología y fuerza de trabajo capacitada, lo
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que p e r m i t i r á enfrentar un mercado cada vez m á s diferenciado. Esta teoría
asume que las p e q u e ñ a s empresas tienen capacidad para ser competitivas y
que e l trabajo humano se encuentra en condiciones de constituir un aporte
central para la eficiencia del sistema. E n consecuencia, es importante que la
c o o p e r a c i ó n entre empresa y obreros se base en la b ú s q u e d a de una mayor
flexibilidad en la p r o d u c c i ó n .
Este enfoque fue objeto de diversas críticas, y a que si bien algunos estu-
diosos aceptaron el proceso de transición de un sistema rígido a uno nuevo,
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A la especialización de la producción se le consideró como la principal fuente de ago-
tamiento y desequilibrio del fordismo, ya que es difícil mantener una proporcionalidad cons-
tante entre los elementos de la línea de montaje y las inversiones masivas a gran escala. Estos
factores tienen claros efectos en la competitividad industrial, de tal forma que los sistemas
fordistas y tayloristas parecen cada vez más rígidos frente a una demanda variada tanto en
volumen como en composición, con lo que la búsqueda de rendimientos mediante el sistema
de máquinas especializadas encuentra evidentes límites de saturación de mercados. En estas con-
diciones la introducción de herramientas computarizadas y equipos automatizados ha logrado
reducir costos e inducir cambios cuantitativos y cualitativos en la producción. Los artículos
fabricados de esa manera no corresponden a los anteriores criterios de estandarización, sino a
especificaciones marcadas por el cliente, elemento clave para el logro de su comercialización.
Estos nuevos factores conforman el nuevo modelo a seguir para muchos capitales.
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En este sentido, la flexibilidad puede asumir en el corto plazo dos vertientes: por un
lado, la denominada automatización flexible, que representa una posible tendencia a un nuevo
principio para el progreso técnico acumulativo tendiente a bajar los costos de producción e
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Esta perspectiva también recurre a la escuela de las relaciones humanas y a técnicas
sociales de trabajo por medio del grupo de trabajo, como un principio importante en la organi-
zación de la producción, de ahí que casi dos terceras partes de la fuerza de trabajo en muchos
de los modelos lean estén organizadas en equipo para facilitar la comunicación y la coopera-
ción (Guillén, 1994).
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Jaikumar propone que se analicen las formas en que se está utilizando el equipo, lo que
permitirá desarrollar óptimamente la manufactura flexible. Lo más importante es que los ge-
rentes y directivos tomen en cuenta los sistemas de manufactura flexible para crear objetivos
de operación y capitalización, ya que generalmente se considera a los cambios en la manufac-
tura como una simple automatización del taller. Esta perspectiva propone que se tome en
cuenta al factor humano como proceso inteligente mediante grupos de trabajo, formas de di-
rección y trabajadores intelectuales.
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Entre las primeras perspectivas en esta línea de estudio están las del
Total Quality Management (TMQ) y el círculo de control de calidad (occ),
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que surgieron durante el periodo de la posguerra en J a p ó n . Se trató de un
modelo que influyó en la escuela de las relaciones humanas de los Estados
Unidos, y quien e n c a b e z ó el movimiento durante los a ñ o s cincuenta y seten-
ta fue E . D e m i n g , quien en la d é c a d a siguiente sería uno de los asesores m á s
famosos debido a su éxito en el sistema de control de calidad de la Ford.
E n l a actualidad algunas c o m p a ñ í a s utilizan el T M Q como herramienta
para identificar las causas de la baja productividad, realizar cambios en la
calidad del producto, y controlar el ausentismo, la rotación, la parálisis buro-
crática y otros problemas organizacionales. L a solución a este sistema es
ecléctica, ya que combina los procesos de la dirección científica, las técnicas
propias de la escuela de las relaciones humanas, y los arreglos en la estructu-
ra organizacional. A los empleados y directivos se les entrena en el control
e s t a d í s t i c o de la p r o d u c c i ó n y en el análisis detallado de las técnicas de tra-
bajo con el fin de ayudarlos en el aprendizaje de los principios b á s i c o s de
eficiencia y calidad en el d i s e ñ o de la p r o d u c c i ó n , manufactura, distribución
y ventas. L o s esquemas de participación, entrevistas de actitud, equipos de
trabajo y técnicas de liderazgo son instrumentos para lograr que empleados y
directivos estén m á s motivados, innoven, cooperen y se responsabilicen por
su trabajo.
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A pesar del aparente éxito del modelo j a p o n é s , análisis bastante críti-
cos, c o m o el de Dohse et al. ( 1 9 8 4 ) , detectaron cierta orientación hacia una
mayor racionalización productiva. E n su estudio estos autores plantearon de
manera crítica tres niveles que sintetizan el actual debate acerca de los nue-
vos modelos de o r g a n i z a c i ó n del trabajo respecto al paradigma j a p o n é s : el
cultural, el de las relaciones humanas y el del control de la p r o d u c c i ó n .
E n el primero se analizan los rasgos históricos y culturales de J a p ó n
c o m o una mezcla de p r o d u c c i ó n industrial a gran escala, valores del feuda-
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Matsushita fue la empresa pionera en utilizar los occ, en los años sesenta, lo que aña-
dió fuerza al componente de la dirección en la producción, al impulsar la participación del
trabajador en las metas productivas.
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En el modelo japonés, según ha sido entendido por analistas anglosajones, la gerencia se
basa en un sistema de relaciones personales, valores e interacciones sociales que responden a
un sistema de creencias y expectativas que producen formas de comportamiento tanto individual
como grupal, por lo que es la compañía quien provee de una existencia social a la persona, lo-
grando así tener autoridad sobre ciertos aspectos de su vida privada (McMillan, 1985:169). Sin
embargo, la concepción cultural se enfrenta al problema de adaptar este modelo independien-
temente del contexto sociocultural, ya que los propios argumentos anglosajones se refieren a
rasgos históricos que han contribuido a su éxito en Japón.
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Con frecuencia se identifica la actitud de los trabajadores japoneses con la tradición
cultural del confucianismo, y se plantea que éste es el principal factor de competitividad de la
industria japonesa. Tal interpretación es refutada por Watanabe (1987:51), quien afirma que
los factores que realmente alientan a los trabajadores japoneses a dedicarse en tal forma a sus
compañías son la seguridad en el empleo (vitalicio) y el sistema de promociones y pagos, es
decir, factores de orden económico. También Humphrey (1995) distingue entre el término
toyotismo, para denotar los principios organizativos, y japonización o niponismo, para referir-
se a un contexto más amplío, tal y como se hace con el fordismo como sistema de producción
y sistema social en los Estados Unidos.
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Como lo ha mostrado el debate en torno a la introducción de nueva tecnología, el avan-
ce de ésta y los efectos en términos de grados de habilidad y de balance de poder han dependi-
do de un amplio rango de factores. De manera general, en cualquier periodo de la historia del
capitalismo ha sido observada una gran variedad de sistemas de control laboral, de tal forma
que dicho, control no cae en patrones puros surgidos de una estructura de acumulación deter-
minada (Nolan y Edwards, 1984).
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Recibido en j u n i o de 2000
Revisado en marzo de 2000
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