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ANALISTAS

Davos 2019: Alerta

Viernes, 25 de enero de 2019

Jorge Hernán Peláez

Incertidumbre, temor y mezcla de emociones. Davos, Suiza, el


marco del Foro Económico Mundial trajo para 2019 una mayor
turbulencia para empresarios y naciones. Los 40 CEO de las
empresas de telefonía celular en el mundo, por ejemplo,
expidieron un preocupante comunicado. Los empresarios de este
delicado sector hablaron por primera vez de ética, fake news y la
natural preocupación por lo que está pasando con los
contenidos.

En otras industrias, las cosas no son muy diferentes. Cada dueño


o directivo de compañía hoy se está preguntando para dónde va
su industria y cómo los van a afectar las nuevas tendencias de
los consumidores, cada vez más llenos de aplicaciones y hábitos
digitales. Quien no esté hoy cuestionando su modelo de negocio,
en cinco años puede quedar por fuera del mercado.

Las naciones tienen la misma preocupación. Colombia, que ha


sido protagonista en Davos por su posición frente a Venezuela, y
el anuncio importante de la ciudad de Medellín, tiene un fuerte
reto estructural. Nuestra nación tiene oportunidades en turismo,
economía naranja, servicios, tecnología, pero estamos dejando
marchitar el importante sector industrial, la producción y las
grandes fábricas hoy se ven expuestas al fenómeno implacable
de China. Los temores por la política económica de China, su
posible acuerdo comercial con Estados Unidos y la velocidad de
devaluación del Yuan, generan incertidumbre por todas las
latitudes.

Los discursos en Davos suenan en algunos casos temerosos y en


otros demasiado prudentes y cautelosos. Las proyecciones que
entregó el Fondo Monetario Internacional no son halagadoras. La
incertidumbre del Brexit, que comenzará a tener luz verde, o no, el
próximo martes en el Parlamento de Londres, generan un nivel de
incertidumbre global bastante complicado. Si no hay acuerdo que
valga, las negociaciones posteriores con la Unión Europea y
Estados Unidos van a ser largas, dolorosas y demoradas.

Hay otras naciones como Rusia que sacarán provecho de la


incertidumbre global y firmarán muchos más acuerdos
comerciales, especialmente con su gran activo que es el gas.
América Latina siente que habrá una pronta decisión al interior de
Venezuela, pero una reactivación de dicha economía puede tomar
lustros o décadas. Brasil y Argentina están en momentos de dura
tensión política también, con dramas sociales propios, que
impiden que los antiguos protagonistas de Mercosur revivan
como los líderes naturales de la región.

En ese marco, el gran reto para el Gobierno Duque es aprovechar


la coyuntura e intentar seguir posicionando a Colombia como
líder regional, con perspectiva económica de crecimiento y
oportunidades para los ojos financieros del mundo. No es fácil
reactivar el consumo en algunas industrias, no es fácil tener
contento a todo el mundo. Hay críticas razonables por parte de
empresarios calificados y las multinacionales, en términos
generales, están exponiendo un año 2019 como de transición y de
evitar tomar decisiones drásticas, lo que termina decantando en
menor inversión en Capex para algunos sectores.

Se podría decir que de las conclusiones de Davos viene un


escenario de calma tensa que precede a la tormenta. Tormenta
que puede salir mal si los grandes líderes de las potencias no
llegan a acuerdos básicos en este cambio tecnológico que esta
arrasando sectores completos en cuestión de meses.
No todos están listos para la digitalización de su entorno. Cada
cambio trae sacrificios. El planeta entero desde Davos se ve en
modo de alerta.

Más pendientes que soluciones, en Davos

Para los interesados en la economía, hay dos dudas que solo se


resolverían en marzo: la guerra comercial y la suerte del Brexit.

Davos 2019

A nivel diplomático, fue clave la cita de Davos entre los


presidentes de Ecuador, Brasil, Colombia y Costa Rica, para
hablar sobre Venezuela.

POR: PORTAFOLIO ENERO 24 DE 2019 - 09:50 P.M.

Con la conclusión ayer de su tercer día de sesiones, la presente


edición del Foro Económico Mundial entra en la recta final.

El programa previsto para hoy termina al mediodía, lo cual les da


suficiente tiempo a los 3.000 delegados presentes en esta
población de los Alpes suizos para hacer el peregrinaje a Zúrich y
tomar el vuelo de regreso a sus respectivos países, con
excepción de aquellos que viven en el vecindario o quienes
llegaron en avión privado, que no son pocos.

Más allá de lo que haga cada cual, es muy probable que la


mayoría parta sin ver resueltos los interrogantes que acabaron
siendo el plato fuerte de la sesión del 2019. Para los interesados
en la marcha de la economía, hay dos dudas que probablemente
solo se puedan resolver en marzo próximo.

La primera es el desenlace de la guerra comercial entre China y


Estados Unidos, cuyas primeras escaramuzas le quitaron medio
punto porcentual a las perspectivas de crecimiento global este
año.
Poco antes de que concluyera el 2018, Donald Trump decidió
poner en el congelador un alza en los aranceles, con el fin de
llegar a un acuerdo con Pekín en el término de 90 días. El plazo
concluye en cinco semanas y todavía no hay indicios de humo
blanco. Si se reactivan las hostilidades, el ánimo positivo que se
ve en algunos mercados se iría al suelo.

El segundo interrogante es qué va a pasar con el Brexit, pues el


proceso de divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea
debería estar listo antes de que comience abril, con el fin de evitar
un rompimiento abrupto.

Aunque hay posibilidad de pedir una extensión al plazo, el


mensaje proveniente de Davos es que darle largas al asunto no
vale la pena, si el desenlace va a ser el mismo. Y si bien la
esperanza es que el sentido común se imponga y las fuerzas
políticas en Londres puedan demostrar que son capaces de
anteponer los intereses de los ciudadanos a los suyos, el peor
escenario es inquietante.

Mark Carney, quien lidera el Banco de Inglaterra, recordó que


según sus estimativos los precios de las viviendas podrían caer
una tercera parte, con efectos permanentes sobre la tasa de
cambio y la propia competitividad de la sexta economía más
grande del mundo.

Más complejo todavía es encontrar cómo sortear desafíos más


fundamentales. Cambio climático y calentamiento global son
riesgos que aparecen cada vez más en la lista de preocupaciones
de los poderosos reunidos en Suiza. Lamentablemente, nadie da
una alternativa viable, sobre todos después de que el
cumplimiento de los acuerdos de París quedó debilitado por
cuenta de Washington.

Igualmente, se sabe que manejar los desafíos que acompañan a la


cuarta revolución industrial será muy difícil, pues los paradigmas
de siempre dejarán de ser efectivos.
El principal dolor de cabeza es evitar que aumente el desempleo,
por cuenta de la automatización, el uso de la inteligencia artificial
y la robotización.

Lamentablemente, tampoco hay recetas fáciles, pues eso de


reentrenar a millones de personas para que adquieran otras
habilidades, es mucho más fácil de decir que de hacer.

Por último, también quedó en el ambiente la incógnita de lo que


puede pasar con Venezuela. Desde el punto de vista de la
diplomacia, la cita que sostuvieron en Davos los presidentes de
Brasil, Ecuador, Costa Rica y Colombia fue clave, pero nadie sabe
qué pasará con el régimen de Nicolás Maduro.

Y en cuanto a Iván Duque, el balance de su visita es positivo, no


solo por el tema venezolano, sino por los contactos hechos.

Podría decirse que su presentación en la sociedad que congrega


la cita alpina fue corta, pero productiva, por los contactos hechos
y el mensaje de que el país recibe de buen agrado a los
inversionistas. Ahora el reto es cumplir con las expectativas
generadas.

Ricardo Ávila Pinto

Enviado especial /Davos


‘El pesimismo global sería exagerado’
Ángel Gurría, secretario general de la Ocde, habló sobre la
llegada de Colombia a la organización y sobre el clima
prevaleciente en la cita en Suiza.

Ángel Gurría, secretario general de la Ocde.

SIMON DAWSON/BLOOMBERG

POR: PORTAFOLIO ENERO 24 DE 2019 - 09:55 P.M.

El mexicano Ángel Gurría, secretario general de la Ocde, es una


de las figuras presentes en la Cumbre de Davos. Interrogado
sobre la llegada de Colombia a la organización con sede en París
y sobre el clima prevaleciente en la cita en Suiza, le respondió
seis preguntas a Portafolio.

La ley que aprueba la adhesión de Colombia a la Ocde ya fue


firmada por el Presidente Duque. ¿Qué sigue?

Estamos con mucha expectativa de lo que viene. Lo que va a


suceder en la práctica es que se va a mover el lugar de Colombia
en la mesa, que está al lado de los observadores, junto a la Unión
Europea, y ahora se va a sentar entre Corea y Chile, siguiendo el
orden alfabético. Colombia ya es de la familia, aunque al
formalizarse vienen una serie de procedimientos y oportunidades
que se abren.

¿En qué consisten esas oportunidades?

La Ocde es como una vaca muy generosa, siempre lista y


contenta de que la ordeñen, pero hay que saberla ordeñar. Estoy
seguro de que Colombia sabrá hacerlo.

Hay inquietud en el país con respecto al cumplimiento de algunos


compromisos acordados y que siguen pendientes…
Existe un proceso. Algunas condiciones se pueden cumplir antes
y otras se darán con el tiempo. Tenemos un periodo de examen
posterior al ingreso formal, en el cual se revisan cómo van las
cosas a los dos y cinco años. En ese momento se hacen
observaciones y se reciben respuestas, pero quiero dejar muy en
claro que este no es un mecanismo de sanciones, sino una
manera de incentivar que se cumplan los compromisos. Una vez
que arranca esto, lo importante es integrarse cada vez más y
aprovechar la capacidad instalada.

¿Cómo siente el clima de este año en Davos?

Oscilamos de un lado al otro. Así como el año pasado se sentía


un optimismo que parecía exagerado, ahora ocurre algo similar
con el pesimismo. Dentro de las explicaciones está que China
crece a una menor tasa, pero eso es algo que ya sabíamos desde
noviembre, según nuestras proyecciones.

La velocidad del mundo se redujo en medio punto porcentual,


porque el comercio internacional no anda tan rápido ahora.
Reconozco que hay más incertidumbre que golpea el ánimo de
invertir y esa es la principal enemiga del crecimiento. Si uno es
un exportador y no sabe si va a poder vender sus productos o
qué arancel le va a tocar, pues se queda quieto.

¿A qué se refiere?

No sabemos si lo de Estados Unidos y China va a atenuarse o se


va a hacer peor. Lo de un eventual impuesto a los carros de
Europa también está sobre el tapete. Incluso, en el caso del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte que se renegoció
con éxito, persisten algunos aranceles al acero y el aluminio. Eso
quiere decir que el ambiente sigue revuelto. Igual, hay que
administrar la coyuntura.

¿Cuál es su perspectiva sobre América Latina?


Diría que lo más trascendental, que son los cambios en México y
Brasil, es algo muy reciente. Hay que darles un compás de espera
a las nuevas administraciones. México acaba de colocar 2.000
millones de dólares en bonos, en una emisión a diez años que fue
sobre suscrita cuatro veces. Es una buena señal, pero todavía es
muy temprano para lanzar juicios.

¿Qué es la cuarta revolución industrial y por qué va a cambiar a la


educación?

Las tecnologías 4.0 están de moda. Con la automatización digital


están cambiando todos los sectores de la sociedad, y la
educación no es la excepción. Hay repensar el sistema educativo.
Vea cómo.

Cuarta Revolución Industrial: una reforma para el sistema


educativo Los sistemas robotizados cada día hacen más labores
que antes solían hacer las personas. Foto: Getty Images

Semana Educación

Esta semana, el presidente Iván Duque anunció en el Foro


Económico Mundial de Davos, Suiza, la apertura del primer
Centro para la Cuarta Revolución Industrial en Medellín. ¿Por qué
es eso relevante para el país? ¿Qué le importan las tecnologías
4.0 a la educación?

El mundo del trabajo está cambiando y va a cambiar aún más en


los próximos 10 años. Los robots cada vez hacen más trabajos
que antes solían hacer las personas. Y la educación será la
principal herramienta de estas últimas para no quedar en desuso
al mismo ritmo que se desactualizan los smartphones.

Es temporada de despidos

En el banco Sberbank, el más grande de Rusia y Europa Oriental,


hay una sensación de incertidumbre desde que el CEO de la
empresa, Herman Gref, anunció el plan de despedir para 2021 a
45.000 empleados, cerca del 15% de su capital humano (para
hacerse una idea, es casi como despedir a todos los empleados
de los tres bancos más grandes de Colombia). ¿La razón?
Llegaron los robots.

Son más baratos, predecibles y, en opinión del banco, pueden


hacer el mismo trabajo que actualmente desarrollan muchos
empleados. Ya el gigante ruso lo ha puesto en práctica con Anna,
una robot que desde marzo opera el contact center para clientes
empresariales.

Con un sistema de Inteligencia Artificial (IA), escucha y responde


preguntas como la ubicación del ATM más cercano y, en el futuro,
entregará información del balance de cuenta y estado de pagos.
Gracias a ella, el contact center, que maneja unas 20.000 llamadas
al día, redujo el tiempo de operación a la mitad. Por esto, el
Sberbank despidió cerca de 5.600 empleados en el segundo
semestre de 2018.

En 2017 contrataron un equipo de robots-abogados que era capaz


de escribir demandas automáticas, y sustituyeron el puesto de
3.000 humanos. En diciembre, Promobot, otro software de IA,
empezó a hacer labores de consultoría de clientes. Según ha
dicho Gref en distintas entrevistas, 98% de las decisiones de
extender un préstamo y 30% de entregar uno nuevo a una
empresa lo hace un software inteligente.

Está convencido de que ese es el futuro, el mundo del trabajo de


la cuarta revolución industrial, donde el internet de las cosas y la
automatización de las tareas humanas le darán un giro
copernicano a las relaciones laborales, sociales y económicas.
Verdad no le falta; hoy, las máquinas escriben, identifican
imágenes, analizan, toman decisiones y (sobre todo) aprenden de
ellas.

Eso promete cambiar definitivamente el tipo de trabajos que


desempeñan actualmente las personas. Los trabajadores del
futuro tendrán que destacarse en un set muy distinto de
competencias. Un desafío grande, pero prometedor. La revolución
industrial significa, también, la revolución de la educación.

¿A quiénes van a reemplazar?

La automatización de las labores humanas no es nueva, pero está


llegando a otro nivel. Para este año, habrá cerca de 2,6 millones
de robots industriales en todo el mundo. Muchas funciones
mecánicas en fábricas de ensamblaje las desempeñan desde
hace décadas.

Hasta 800 millones de personas (o 30% de la fuerza laboral


mundial) tendrían que buscar un nuevo trabajo de aquí a 2030 por
culpa de la automatización.

Pero ya se están moviendo a todo tipo de sectores. En las


instituciones de educación superior identifican estudiantes en
riesgo de deserción por medio del big data. En el mundo del arte,
el software Watson Beat, de IBM, crea canciones autónomamente.
Ya incluso son robots (teacher bots) los que le enseñan a otros
robots a reconocer imágenes o analizar patrones.

Según el estudio “Jobs lost, jobs gained: Workforce transitions in


a time of automation”, publicado en 2017 por la firma McKinsey &
Co, hasta 800 millones de personas (o 30% de la fuerza laboral
mundial) tendrían que buscar un nuevo trabajo de aquí a 2030 por
culpa de la automatización, según las tecnologías probadas hasta
el momento.

Ese es el escenario más catastrófico. “Aunque la mitad de las


actividades laborales tiene el potencial de ser automatizada por
tecnologías probadas actualmente, la proporción de trabajos
desplazados será probablemente más baja por factores técnicos,
económicos y sociales que afectan su adopción”, asegura el
informe.
El cálculo es altamente incierto, y no hay manera de asegurar qué
sucederá en doce años. Diferentes metodologías varían en sus
estimados –el estudio de McKinsey sugiere, en un escenario más
amable, que cambiaría solo el 15% de la fuerza laboral–.

Depende también de la región. En Estados Unidos, los


pronósticos oscilan entre un 7% y un 47% de empleos
automatizables; en Japón, entre 6% y 55%; en Bolivia, entre 2% y
41%. En cuanto a Colombia, entre un 20% y 30%, según Deloitte.

“Las actividades más susceptibles son las que implican trabajo


físico y las que se dan en ambientes predecibles, como operar
maquinaria o preparar comida rápida. La automatización tendrá
un menor impacto en los empleos con interacciones sociales”

Depende así mismo del área laboral. El sector financiero, por


ejemplo, tiene una probabilidad bastante alta de robotizarse. Lo
que ocurrió en Sberbank no es un accidente: Bank of America
pasó de tener 288.000 personas en 2010 a 204.000 en 2018; en
Sudáfrica, el Nedbank anunció el pasado marzo el despido de
3.000 trabajadores; en Suecia, el Banco Nordea eliminó 6.000
puestos; en Japón, el grupo financiero Mitsubishi UFJ planea
sustituir 9.500, casi lo mismo que el Citigroup, que podría recortar
10.000 (la mitad de su equipo de tecnología y operaciones), según
el Financial Times. Todos por la misma razón: automatización de
funciones.

De acuerdo con el informe de McKinsey, “las actividades más


susceptibles son las que implican trabajo físico y las que se dan
en ambientes predecibles, como operar maquinaria o preparar
comida rápida [...] La automatización tendrá un menor impacto en
los empleos con interacciones sociales, donde las máquinas no
pueden desempeñarse como los humanos por el momento”.

Si le da curiosidad, puede consultar la susceptibilidad de


automatización de su ocupación en este link.
Los nuevos trabajos

Este tipo de pronósticos fatalistas no son atípicos. Hace 240


años, Ned Ludd, un obrero de Leicestershire, Inglaterra, rompió
dos tricotosas en un ataque de furia por las dificultades laborales
que empezaban a sentir los trabajadores ante el surgimiento de
estas máquinas para tejer.

Hoy hay poca claridad sobre la autenticidad histórica de este


personaje, pero a principios del siglo XIX se convirtió en el
símbolo del movimiento ludita, que adoptó su nombre y participó
en manifestaciones, disturbios y quemas de fábricas y molinos en
todo el país.

Según el Informe sobre el desarrollo mundial 2019 (WDR, por sus


siglas en inglés), del Banco Mundial, sobre “la naturaleza
cambiante del trabajo”: “No ha habido un momento de la historia
en que la humanidad no esté preocupada por dónde lo llevará su
talento para innovar. En el siglo XIX, Karl Marx le preocupaba que
‘las máquinas actúen como una competencia superior al
trabajador’. John Maynard Keynes advirtió en 1930 sobre el
desempleo que surgiría de la tecnología. Sin embargo, la
innovación ha mejorado una y otra vez los estándares de vida”.

La inversión en tecnología podría crear entre 20 y 50 millones de


trabajos en el mundo.

Si se tiene en cuenta la evidencia histórica, la tecnología siempre


ha generado más puestos laborales de los que ha destruido.
Desde 1980, la introducción del computador portátil creó 18,5
millones de trabajos, solo en Estados Unidos. Y en Europa, la
economía de apps ha creado 1,6 millones.

Un estudio de Deloitte encontró que en Reino Unido la IA ha


destruido 800 mil empleos desde 2001, pero propiciado 3,5
millones nuevos. Además, estos pagan en promedio 13.000
dólares al año más. Con cada nueva tecnología en la historia ha
ocurrido el mismo resultado.
El estudio de McKinsey estima que para 2030 la inversión en
tecnología podría crear entre 20 y 50 millones de trabajos en el
mundo. Si a eso se le suman los 280 que se pueden generar en
los próximos diez años por el aumento del consumo,
principalmente en economías emergentes, el impacto de la
automatización no parece tan grave.

“Es difícil tener conclusiones sobre cómo serán las tareas del
futuro”, señala Paolo Falco, economista de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde). “Es más fácil
saber cuáles de las labores que realizamos hoy se podrán
reemplazar. La tecnología creará cientos de trabajos nuevos de
los que no tenemos ni idea ahora”.

Es fundamental desarrollar una fuerza laboral con más


competencias de alta complejidad intelectual (como análisis de
datos y pensamiento crítico) y competencias socioemocionales
(como la sociabilidad, la resiliencia y la empatía).

Sin embargo, incluso en los panoramas más tecnooptimistas, la


rapidez del cambio produce inquietudes. Una transición abrupta,
señala el estudio de McKinsey, resultaría en un crecimiento
súbito del desempleo y en mayores iniquidades.

Frente a esta posibilidad, es fundamental desarrollar una fuerza


laboral con más competencias de alta complejidad intelectual
(como análisis de datos y pensamiento crítico) y competencias
socioemocionales (como la sociabilidad, la resiliencia y la
empatía).

Estas son, a la vez, las más difíciles de automatizar y las más


transversales, útiles sin importar el campo laboral al que se
dedique; es decir, donde los empleados pueden encontrar un
valor agregado. Y, por otro lado, una fuerza laboral que pueda
adaptarse a los cambios más fácilmente, actualizarse al mismo
ritmo que los avances tecnológicos.
En contexto: Jaime Saavedra: "Cómo sobrevivir en el mercado
laboral del futuro"

Menos humanos-robots, más humanos-humanos

En 2016, The New York Times reportó el caso de Sherry Johnson,


una georgiana de 56 años que había perdido su trabajo por la
automatización. No una sino dos veces. La primera vez, en un
periódico local en el pueblo de Marietta, donde se encargaba de
manejar las impresoras. Luego en una fábrica de máquinas
médicas. Antes de retirarse, Johnson terminó trabajando en un
refugio de animales, el empleo que más feliz la hizo. Allá no podía
sustituirla un robot, que no tiene cómo “darles atención y cariño”.

“Los líderes empresariales están buscando gente con capacidad


de liderazgo y comunicación oral y escrita; con inteligencia
emocional, que no peleen por cualquier cosa, pero que sepan
defender su punto de vista amable y correctamente".

Razón no le faltaba. La capacidad de relacionarnos socialmente


(incluso con los animales) es una parte indispensable de las
competencias humanas. Es tan importante que es fácil
subestimar su relevancia en el mundo laboral; pero varios
estudios han demostrado la relación entre el manejo
comportamental y la obtención y retención de empleos a largo
plazo.

No en vano, el 79% de las habilidades más demandadas por las


empresas es de tipo socioemocional, de acuerdo con el
documento de trabajo “Employer Voices, Employer Demands”,
realizado en 2016 por analistas del Banco Mundial, el cual revisó
24 estudios sobre el tema.
Incluso en Colombia, donde el impacto de la cuarta revolución
industrial ha sido menos fuerte que en otros países, los
empleadores están urgidos de esas competencias. Según un
estudio realizado por Manpowergroup en 2017, “los líderes
empresariales están buscando gente con capacidad de liderazgo
y comunicación oral y escrita; con inteligencia emocional, que no
peleen por cualquier cosa, pero que sepan defender su punto de
vista amable y correctamente; y, especialmente, con flexibilidad
cognitiva, que tengan la curiosidad y la facilidad de aprender,
desaprender y reaprender”, dijo Juan David Tous, gerente de
comunicaciones de esta multinacional en Colombia.

¿Qué explica la creciente importancia de las competencias


socioemocionales en el mercado laboral? Según el documento
del Banco Mundial, “que las computadoras todavía son muy
malas para simular la interacción humana. Leer la mente de otros
y reaccionar es un proceso inconsciente, desarrollado por miles
de años de evolución. En el ambiente laboral, es fundamental que
las personas sean capaces de trabajar en equipo, resaltar las
ventajas individuales y de adaptarse a los cambios. Esa
interacción rutinaria es el núcleo de la ventaja humana sobre las
máquinas”.

Las competencias socioemocionales tienen otra ventaja más: son


transversales. Son casi igual de útiles en cualquier campo laboral.
Sherry Johnson no necesitó reaprender un nuevo set de
competencias para incorporarse a un nuevo trabajo.

Las habilidades socioemocionales son entre 2,5 y 4 veces más


importantes que las cognitivas para propiciar la movilización
social.

Diferentes competencias blandas pesan más en distintas labores.


Según el estudio “Social and Emotional Skills”, de la Ocde, las
competencias que mejor predicen el buen desempeño laboral y el
salario son: la persistencia, el autocontrol, la confiabilidad y la
orientación al logro.
La extroversión es buena para predecir el desempeño en trabajos
gerenciales y en ventas. La regulación emocional es
especialmente importante en trabajos con fechas de entrega y
alto nivel de estrés, y la apertura a la experiencia para trabajos
científicos.

Un dato interesante es que las habilidades socioemocionales son


“entre 2,5 y cuatro veces más importantes que las cognitivas para
personas de bajos ingresos”; esto señala su relevancia como
vehículo de movilidad social.

La generación de los datos

Ciertas competencias técnicas de alto nivel también serán muy


importantes en el mundo laboral. Dos de ellas se están
posicionando como las más solicitadas: programación y análisis
de datos.

Salvo las relacionadas con Marketing y Análisis de Negocios,


Ingeniería Eléctrica y Diseño Automotriz, las 25 competencias
duras más requeridas por empleadores en el mundo implican
algún grado de conocimiento de estas, según un estudio de
LinkedIn publicado el pasado enero.

Para hacerse una idea de hacia dónde está yendo el mundo, las
cinco más demandadas son Computación en la Nube, Minería de
Datos, Administración de las Tecnologías de la Información y
Desarrollo Web.

De hecho, un informe de Burning Glassdoor Technologies y


Oracle Academy sugiere que la mitad de los trabajos en el primer
cuartil de ingresos (más de 57.000 dólares al año) requiere
conocimiento de programación.

E
En contexto: ¿Qué es el Big Data?

Y, sin embargo, solo 18% de estos posiciones exigían un título en


Ciencias Computacionales, lo que hace pensar que, conforme
avanza el mundo digital, el lenguaje de la programación se vuelve
una competencia transversal, más allá de la Ingeniería de
Sistemas.

No es un accidente que Harvard tenga curso de Programación


para Abogados, en el que los futuros juristas aprenden a hacer
“lobby con análisis de datos, automatizar litigios en masa e
investigar de manera online”, y que el Imperial College de
Londres ofrezca uno en “Lenguaje de Programación para
Médicos”. O que países como Reino Unido, Argentina y Singapur
incluyan la programación en sus bases curriculares para primaria
y bachillerato.

Sin embargo, para Paolo Falco, estas de nada sirven sin


creatividad. “Hay tareas muy especializadas que hoy son
relevantes. Pero pasa lo mismo que en la programación, que se
pensaba era de alto nivel técnico e imposible de automatizar, y
descubrimos que también la pueden hacer las máquinas.El nivel
técnico no es suficiente; tiene que ser acompañado del lado
creativo”.

“Necesitamos pasar de modelos masivos de educación a formas


más personalizadas, que es lo que están pidiendo los jóvenes. Se
requiere una educación más flexible, al ritmo de cada quién".

Como señala el economista italiano, sin creatividad incluso el


conocimiento altamente técnico puede caer en desuso. Según un
estudio de Deming y Kadeem Noray de 2018, el alto retorno
económico de las carreras aplicadas en STEM (por las siglas en
inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas)
disminuye, en promedio, un 50% en la primera década de vida
laboral, pues sus conocimientos quedan obsoletos. Muchos
profesionales, incluso, terminan abandonando esa área de
trabajo.

De ahí la importancia de hacer las famosa conversión de estas


carreras en STEAM (agregándole un nuevo componente
fundamental: el Arte).

Repensar el sistema

“Un tema importante de resaltar”, señala Falco, “es que hablamos


de competencias blandas porque son las que necesitamos hoy”.
Consideramos que serán importantes en el futuro, por lo que
muestran los avances tecnológicos de punta hasta el momento.
Pero quién sabe cuáles serán las que requeriremos mañana.

Aún con todos los estudios sobre el tema, es importante recordar


que el futuro de la cuarta revolución industrial es incierto. En este
sentido, lo primero, dice el economista italiano, es implementar
un sistema de adaptabilidad y flexibilidad de la educación, incluso
antes de pensar qué competencias enseñar.

“Debemos cambiar lo que venimos haciendo”, dice Maritza


Rondón, rectora de la Universidad Cooperativa de Colombia.
“Necesitamos pasar de modelos masivos de educación a formas
más personalizadas, que es lo que están pidiendo los jóvenes. Se
requiere una educación más flexible, al ritmo de cada quién; que
reconozca los saberes de los alumnos. Si lo aprendió en la
universidad de la vida, ¡qué importa!”

En ese sentido, todavía le falta mucho al sistema educativo. En


las instituciones de educación superior en Colombia, aún no hay
mecanismos para reconocer el conocimiento informal de los
estudiantes, algo importante para recibir a quienes están
interesados en estudiar y provienen de rutas no tradicionales.

El mundo todavía no tiene las condiciones necesarias para


universalizar el aprendizaje. “Un estudio de la Ocde próximo a
salir muestra que los países están poco preparados para el
aprendizaje durante la vida. Hay estudios sobre el tema, pero
pocos programas comprobables”, dice Falco.

Ese es un último componente fundamental. Mañana, cuando un


robot venga a sustituir el trabajo de abogados, contadores o
ejecutivos de cuenta en el banco más grande de Rusia –o, para
ese efecto, en cualquier otro lugar del mundo–, la idea no es que
los reemplace un recién egresado más preparado, sino que los
mismos empleados puedan volver al sistema para aprender y
reinventarse.

Está en las manos del sistema educativo evitar la catástrofe que


significaría lo contrario. Una responsabilidad bastante delicada.

Este artículo hace parte de la edición 39 de la revista Semana


Educación. Si quiere informarse sobre lo que pasa en educación
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(1) 607 3010 en Bogotá o en la línea gratuita 018000-911100.

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