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Medellín
2018
Un breve recorrido por la historia del café
Tomar un café es quizá una las acciones más comunes en el mundo entero, el
grano de esta productiva planta acompaña la vida de millones de personas. Sin
temor hacer uso de la tan denostada afición (lo que comúnmente lleva a la falta de
objetividad), el café hace parte del menú diario de millones de seres humanos.
El origen del café fue Etiopía, país situado en oriente de África, en la región de
Kaffa, de donde provine el nombre con el cuan conocemos hoy el café. Su
recorrido por el mundo supone un verdadero peregrinaje, jornadas extenuantes en
las que antiguos hombres de desierto llevaban en su bolsa pequeñas cantidades
de grano dulce que posteriormente cocían para recuperar la fuerza perdida. De
este modo los comerciantes africanos lo introducirán en la península de Arabia,
lugar en el que se creará el cultivo de café en serie (Echeverri, 2005, p, 1), para
continuar el viaje que hasta el día de hoy ha hecho de esta semilla un apéndice de
la vida social, el café pasará desde Arabia a Medina y la Meca, en manos de
peregrinos que poco a poco lo irán posicionado en territorio europeo, donde el
interés por dicho producto aumentará de paulatinamente. Según Darío Echeverri
(2005).
Debido al interés por el café, los holandeses fueron los primeros en hacer
grandes plantaciones en Java, para competir con el monopolio- turco-árabe.
Luego llevaron a la Guayana. Más tarde Luis XIV envió unos granos para
cultivo en Martinica, y fue por donde finalmente ingreso al continente
Americano. Con la revolución en Haití, muchos refugiados fueron a Brasil y
llevaron consigo el café, para convertir a este país en primer productor
mundial. En Colombia se plantaron las primeras semillas en 1732, a cargo
de misioneros Jesuitas españoles (p.2)
Desde su llagada America el grano de la abundancia tuvo un lugar importante en
la historia de esta tierra, en sus suelos fértiles, climas aptos para la biodiversidad,
trópicos frugales donde también fusé posible producir canela, coco, aguacate,
caña, maíz, algodón, en otras palabras “el continente de los siete colores”, que
poco a poco ira tornando su riqueza en un tejido de tristes lamentaciones.
Las condiciones bajo las cuales se desarrolla el café en Colombia son amigables
para su producción en serie. Desde su implantación por los Jesuitas, los cultivos
se fueron expandiendo plautinamente por distintas regiones de pías, Antioquia,
Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, Valle del Cauca. Si tenemos en cuenta lo
planteado por Jorge Cárdenas, la expansión y cultivos permanentes del café
fueron de vital importancia para sostener en gran medida la economía generada
en el proceso administrativo de la colonia, asimismo el cultivo de cafetero se
estableció como el pilar de la economía colombiana durante el siglo xx (Cárdenas
1993, p, 3).
Es en la década de los años 50 que surge la idea del Frente Nacional, y con ello,
la ocasión de poner en marcha algunas propuestas hechas en décadas pasadas
por Alfonzo López Pumarejo, como la denominada “Ley 200” (Víctor Rincón,
1973, p, 166), cuya función consistía básicamente en hacer de la tierra un punto
de partida para el desarrollo social, del país y la clase campesina.
Con dicho propósito de fondo, el sector agrícola se activa a través de una seria de
corporaciones como INCORA, AGROCAMPO, FEDERACIÓN CAFETERA, para
incentivar la agricultura no sólo como un modo de producción que abastece las
necesidades de la demanda Nacional, el reto es entrar al mercado mundial con
productos como el café y al hacerlo devolverle al campo la importancia económica
que históricamente se había relegado.
Para Jorge Cárdenas (1993), el desarrollo del café en Colombia, constituye uno de
esos factores de impacto en el sector económico que de manera paulatina irán
cambiando la vida social y económica del país, un claro ejemplo está en el hecho
de que,
el café -haya- sido l principal fuente de divisas para el país. Por ejemplo, a
comienzos de la década de los 70, el café representaba el 55% del valor
total de las exportaciones. Aún hoy, a pesar de la diversificación de la
canasta exportadora del país, el café es el principal generador neto de
divisas, pues otros rubros como los energéticos, el carbón y el petróleo que
tiene exportaciones importantes, utilizan buen parte de las divisas
generadas en pago de deuda o remisión de utilidades al exterior (p, 4).
Bajo dicha estimación el apoyo al sector agro-cafetero contó con el apoyo del
Estado, y gran parte de la actividad rural y campesina puedo activarse, de este
modo el retorno a la tierra, si bien con condiciones desventajosas, supuso para
distintas regiones, en especial para Antioquia y el Quindío, una reagrupación de
buena parte de su población rural, ya que, el mono cultivo cafetero en su actividad
de manera lenta pero paulatina ira unificando la labor campesina para la obtención
de mejores y más eficientes cosechas, que irán despertando el interés por
recuperar los territorios deshabitados, al punto que por iniciativa de los propios
caficultores se creen corporaciones con la clara intención de fomentar políticas
económicas que favorezcan la industria del café como negocio netamente
particular, es decir, asumir la siembra, recolección y proceso de este producto
como un negocio de medianas y grandes familias, algo que con el tiempo se
cumplirá si bien la intermediación del Estado y las grandes corporaciones creadas
para regular la actividad cafetera no se lo han permitido en su totalidad, cabe
destacar que el café “está en manos privadas, distribuidas en 303 mil fincas en un
área de 4, 46 millones de hectáreas, de las cuales 1,2 millones están sembradas
de café (…), lo cual quiere decir que es un función eminente familiar, desarrollada
en pequeñas parcelas, y cafetales con un promedio de 3,6 hectáreas, Esto
característica hace que los recursos generados por el café lleguen directamente a
un amplio sector de la población rural (…) (Cárdenas, 1993, p,4).