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7 de mayo de 2020
Se puede curar a un niño de sus padres. No puede curárselos respecto de que los niños
tengan padres, es decir, de que se constituyan a través del Otro. La presencia de los padres
en el análisis de niños, por esto mismo, es motor y obstáculo en la dirección de la cura. Esto
es homologable con el amor de transferencia. Sólo que con los padres de los niños hay una
transferencia lateral, a la que se da del niño con el análisis. A quienes no se cura es a los
padres, quienes no entran de lleno en análisis, sino precisamente en forma lateral.
Dos ejes del trabajo con el discurso parental. Uno de ellos es la filiación, donde circula en el
discurso paterno y materno, cuál fue su posición como hijos. El otro punto es que los padres
son, por su propia ubicación en la filiación, sujetos del inconsciente y sujetos deseantes, lo
cual no queda por fuera del análisis.
Niños en análisis
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consultaron, y que por eso verá a una persona con la que va a jugar, dibujar y hablar.
Comenta también cómo afectó la virtualidad al trabajo con niños y dice que en los niños
latentes es más viable el trabajo. Comenta que juega con el ahorcado, el tutti frutti, la batalla
naval. También que en los más chiquitos la lectura de cuentos.
Hace una cita de Freud donde cuestiona que un pictograma tenga solamente una referencia
a la imagen, y no al mundo de la palabra y el sentido. Desde ese lugar vale lo mismo para el
juego, como una operación de lenguaje, que es la más significativa en la infancia para los
propósitos del análisis. La apuesta al juego tiene como contrapartida que en el psicoanálisis
con niños se supone un sujeto. Comenta una viñeta donde asume un lapsus, señalado
cómo tal (“¿cómo? Me parece que te confundiste”).
El juego en Freud
Se refiere al bullying. Dice que con ese nombre queda indiferenciado un fenómeno que es
muy común en la infancia, y especialmente en el período de latencia, que es el de la
formación de apodos y trueques de palabras. Comenta un caso de un niño que le decían
Fito, y sufría porque sus compañeros le decían “huevo fito”. La salida de la situación fue
cuando él les respondió “huevo duro”. Habla de la apuesta a más: “no estoy gorda, estoy re
gorda”. Es parte de la instalación de lo simbólico. El bullying es un fenómeno distinto.
Se refiere a los dos textos donde Freud trabaja el juego, a saber: “El creador literario y el
fantaseo” y “Más allá del principio de placer”.
En el creador literario y el fantaseo Freud dice que el juego infantil es reemplazado por la
fantasía. Tanto en un caso como en el otro están los insumos de la creación artística. El
principal juego de los niños es a ser grande. De esa manera el niño inserta las cosas de su
mundo en un orden que le agrada, en uno que él puede asimilar y dominar. La estructura
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primaria de la fantasía está en el juego porque desarrolla una escena con lugares
determinados. En el juego, como en la fantasía, es decir, en el “como sí”, se amplía el
campo de lo posible.
En Más allá del principio de placer refiere al juego como un modo de trabajo psíquico para
ligar las pulsiones. Es decir, señala el aspecto económico y dinámico del juego. No hay niño
sin juego, lo cual lo convierte en un estructurador de la infancia. Y para que haya juego
debe haber una proyección en el niño, una espera que posibilita (his majesty the baby,
narcisismo). En ese punto, el análisis ofrece un espacio donde el juego es esperado y
puede ingresar.
El juego del fort-da, en tanto trabajo psíquico, tenía por finalidad el trámite de la ausencia
materna. Con el descubrimiento de su imagen en el espejo (narcisismo) el niño juega a su
propia ausencia. Le hurta al espejo la imagen de su cuerpo. Este juego, siguiendo a Freud,
confirmaba el anterior. En el segundo juego, se invierte lo primero, haciéndose falta en el
Otro. Tanto en uno como en otro caso es la ausencia lo que organiza el juego. La falta es
condición de posibilidad para la emergencia subjetiva y el establecimiento de una diferencia.
Da el ejemplo de las madres hiperpresentes (se refiere al gráfico de la madre diciendo
“¿qué más querés?” a su hijo, y él que le responde “un no”). Si no hay ausencia, entonces
no puede inscribirse una diferencia.
Da un ejemplo de un niño que la madre le compró una impresora en cuarentena porque “le
gusta pintar”. Y un día tuvo que decirle que no podía imprimir todo lo que quería. Ante esa
falta, el niño atravesó una angustia que derivó en que cuente en análisis que aprendió a
hacer sus propias mandalas. En ese punto, una de las operaciones del juego es hacer
activo lo pasivo, a efectos de controlar elementos del mundo exterior sobre los cuales no se
tiene influjo. Dicho de otro modo, el juego es una forma de hacer con la falta.
Los niños, a diferencia de un adulto, pueden cambiar muy poco de su entorno. No pueden
cambiar “las circunstancias de su vida”. El análisis no permitiría lo que no puede, cambiar su
entorno, pero le permitiría responder a lo que le tocó en suerte de otra manera. Y asimismo
le permitiría morigerar el impacto de su entorno, o cambiar algunos de sus elementos. En un
caso, el instrumento es el juego con el niño. En el otro, las entrevistas con los padres. Dicho
de otra forma, se puede curar a un niño de sus padres, pero no se puede curar a los
padres. No es esa la función del análisis con niños, porque los padres entran lateralmente al
análisis, no como protagonistas o analizantes.