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ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE BUCARAMANGA

ÁREA DE FILOSOFÍA
GRADO UNDÉCIMO 2020

TALLER 3
FILOSOFAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA I
Jorge Alberto Deháquiz Mejía

1. PROPÓSITO
Con el Taller N° 3 se pretende hacer una narración del tiempo presente,
dado que si la filosofía no reflexiona sobre la cotidianidad y sus desafíos
(“situaciones límite”, en palabras de Karl Jaspers) no es “sabiduría”.

2. TÓPICO GENERADOR

“¿Qué diferencia introduce el hoy con el ayer?”


MICHEL FOUCAULT
¿Qué es la ilustración?

3. “UN MOMENTO, DÉJAME PENSAR”


Michel Foucault, filósofo francés, en su texto ¿Qué es la ilustración?, no
sólo rememora el famoso texto de Inmanuel Kant Respuesta a la Pregunta,
¿Qué es la Ilustación?, sino que hace una reflexión sobre el filosofar en el
momento presente. La actual situación de pandemia, a causa del SARS-
CoV-2 que produce la enfermedad Covid-19, nos ha tomado por sorpresa y
nos ha dejado perplejos. La pandemia, todo lo que ha suscitado, es una
verdadera “situación límite”.

El confinamiento a que se nos ha sometido, en prácticamente todos los


países del mundo, y sus secuelas (económicas, políticas, sociales,
culturales, psicológicas, ambientales) generan multitud de interrogantes
(científicos, religiosos, estéticos, tecnológicos, políticos… y filosóficos). El
siguiente texto, tomado de BBC-mundo, la cadena de servicios
comunicativos del Reino Unido, permite hacer una reflexión ética,
axiológica y política.

Que degustes el texto.

“CORONAVIRUS. LAS DECISIONES IMPOSIBLES QUE LA PANDEMIA


NOS ESTÁ OBLIGANDO A TOMAR
DELIA VENTURA
BBC Mundo – 19 de abril 2020
http://bbc.com/mundo/noticias/noticias-52232913

Poco en esta crisis es sencillo, ni siquiera las preguntas. Y para


muchas (de estas preguntas) que surgen de esta crisis se hace
imposible encontrar una respuesta correcta.

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El primer instinto de la mayoría es que la vida es lo más importante y, por
ende, no hay siquiera razón para considerar otra cosa que no sea tratar de
salvar la de todos a toda costa.

Para hacerlo, decidimos poner en riesgo al personal sanitario, sin darle


mucho lugar a la duda, aunque sí al agradecimiento.

Y, bajo el postulado de que "la economía se recupera, los muertos, no", en


varios lugares se suspendió la primera, con altos niveles de aprobación.

No obstante, al hablar de economía no todos están pensando en las


pérdidas en la bolsa, las bajas en los precios del petróleo o del poder
adquisitivo de los consumidores.

La economía también está ligada a la vida y la muerte de personas.

Las medidas de aislamiento impuestas en gran parte de los países del


mundo auguran una recesión, y las recesiones matan, no a decenas de
una vez, de una sola enfermedad, ni como parte de un evento dramático
que va siendo reportado a diario, sino que van acortándole la vida a
individuos, muchos de los cuales forman parte del mismo grupo
vulnerable al coronavirus.

Y en lugares como Latinoamérica, no es un riesgo a futuro: el aislamiento


no va a matar a gente por la escasez de recursos que está por venir, sino
por la de ya mismo.

Al final, podemos fácilmente terminar sacrificando a unos por otros, o a los


mismos, con distintas justificaciones.

Estamos en medio de una situación en la que no hay respuestas correctas,


lo único a lo que se puede aspirar es a encontrar la mejor de las opciones,
pues la pandemia se ajusta con precisión a la definición real de un dilema.

Dilemas

No estamos hablando de esos "dilemas" que enfrentan las chicas en las


comedias románticas, en los que tienen que decidir entre un guapo,
inteligente, rico y convencional o un guapo, inteligente, no tan rico y menos
convencional.

¡Ojalá los dilemas fueran como los de las comedias románticas!

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"Esos no son dilemas; el uso común de 'dilema' le quita seriedad e
importancia", nos dijo la doctora en filosofía María Lucía Rivera, profesora
del Departamento de Bioética de la Universidad El Bosque de Bogotá,
Colombia.

La consultamos porque la pandemia nos ha enfrentado a todos a


problemas que suelen quitarle el sueño a quienes se dedican a escudriñar
la ética normativa, como ella, pues es parte de la Red de Filósofas de
América Latina y de la Red de Bioética de la UNESCO.

¿Será que podemos acudir a los filósofos en busca de respuestas?

No precisamente. La filosofía no nos da respuestas.

"La filosofía se distingue de otro tipo de ciencias en tanto que no busca


respuestas prácticas o concretas sino que busca ampliar el campo de
reflexión", explicó.

Y es por eso que hay quienes la califican de inútil.

"En algún sentido, en su inutilidad radica su valor. Justamente porque


no está orientada a dar soluciones, puede darse el tiempo de pensar con
mucha cautela y de manera muy crítica las soluciones que se proponen
rápidamente".

La filosofía nos ayuda a pensar, y eso es algo que necesitamos mucho en


un momento de profundos dilemas... de los de verdad.

"Un dilema es algo...

 inevitable -es decir, en el momento en el que se presenta, es


imposible sacarle el cuerpo-.

 trágico -no hay dilema sobre cosas buenas-; el dilema siempre se


presenta sobre opciones que uno no desearía o que no puede justificar.

 moralmente irresoluble -y eso es fundamental, pues a veces


confundimos la posibilidad práctica de resolverlo, de tomar una decisión,
con el hecho de que se resuelva éticamente- el punto de un dilema es que
no se resuelve éticamente, por eso es trágico, difícil y complicado".

Estar conscientes de que estamos lidiando con dilemas nos puede ayudar
a entender por qué ninguna solución en esta situación nos deja tranquilos,
pero también que cualquier propuesta merece consideración pues no
tenemos a mano verdades absolutas.

"Una manera que a mí me parece bella para describir un dilema es 'estar


sometido a una decisión imposible'", dice Rivera.

Y al participar en esa toma de decisiones, así sea desde un sillón en tu


casa, no sólo hay que pensar en cuál es la mejor opción sino también en
qué nos estamos convirtiendo al escogerlas.

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Porque se vienen más dilemas, pues el coronavirus no es un hecho, es un
acontecimiento.

Acontecimiento

Así como el dilema, el acontecimiento es algo específico para los filósofos


y entenderlo nos prepara para lo que viene y nos recuerda que la
responsabilidad social y la solidaridad no van dejar de ser necesarias
cuando finalmente podamos estar a menos de dos metros de distancia de
otro ser humano.

Un acontecimiento se distingue de un hecho porque no admite una sola


visión.

Un acontecimiento no es algo que pasa y ya: es inasible, se transforma y nos transforma

"Un acontecimiento es algo que tiene una potencia siempre abierta, que no
se reduce, que no se deja atrapar bajo una descripción, bajo una sola
mirada.

"Fíjate que lo que pasa con el virus -no el virus como identidad, esa
capsulita rellena de ARN, sino el fenómeno-: ningún estudio
epidemiológico o estadístico te da la dimensión de lo que está
pasando.

"Cada día que va pasando, mientras más cuerpos infecta y más fronteras
transgrede, lo entendemos de manera distinta y la forma en la que todos
nos aproximamos al fenómeno se expande; nos asustamos por otras
razones, tenemos expectativas nuevas...".

"Entonces, es un acontecimiento en el sentido de que es algo que excede


nuestras capacidades interpretativas y él mismo va cambiando lo que es y
el mundo en el que habita".

Por eso, su potencia transformadora política, social y culturalmente es algo


que nos dará para pensar durante muchos años, pues para algunas de las
consecuencias de la pandemia tampoco hay vacunas.

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Las preguntas seguirán flotando en el aire y permanecerán en las
superficies, a pesar del jabón y los desinfectantes...

¿Cómo distinguir entre lo bueno y lo malo en una terrible realidad que


no es culpa de nadie? ¿Qué podemos esperar de la sociedad y qué
puede la sociedad esperar de nosotros? ¿Cuáles sacrificios deben hacer
los otros por nosotros y viceversa?

¿Habrá algo que ofrezca respuestas preparadas de antemano para casos


de emergencia como este?

Deontología y utilitarismo

Conscientes o no de ello, las decisiones de algunos líderes, y las nuestras,


se alinean con alguno de los sistemas de ideas principales que sustentan
conceptos competitivos de lo correcto y lo incorrecto.

Entre las muchas dicotomías filosóficas, hay dos que a primera vista nos
podrían guiar: la deontología o el utilitarismo o consecuencialismo.

A grandes rasgos, La primera, del idealista alemán Immanuel Kant, nos


dice que existen reglas objetivas e incondicionales -como no matar- que
debemos seguir sin importar los resultados en situaciones particulares,
mientras que los utilitarios postulan que se debe asegurar el máximo
bienestar para el máximo número de personas, lo que significa, en un
ejemplo extremo, que los pocos deben ser sacrificados por el bien de
muchos.

Pero, por supuesto, como ya habíamos dicho, nada es tan sencillo.

"Como muchas de las teorías de ética normativa comparten un interés de


formular principios universales sólidos, algo de lo cual uno se pueda
colgar ante la incertidumbre, no importa cuán adverso sea el mundo".

Sin embargo, pronto tropiezas con obstáculos.


¿No matar es lo mismo que dejar morir, algo que podría decirse de la
decisión de no darle cuidados intensivos a quienes lo necesiten?

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Y si abandonas las altas aspiraciones de los deontólogos y te aferras a los
utilitarios, ¿cómo calculas quiénes son los sacrificados por el bien de la
mayoría?

Muchos, en busca de encontrarle sentido a la situación, leemos,


escuchamos, comentamos hasta más no poder

"Creo que parte de lo que está pasando con la pandemia es que estamos
haciendo cualquier cosa -leer compulsivamente, hacer yoga, masticar
hojas de guanábana- que nos dé una idea de que esto tiene orden y
sentido".

Pero las fuentes de sentido son múltiples y, como nos dice Rivera, lo que
le da sentido al mundo son cosas que siempre deben mantenerse sujetas
a revisión.

"Tanto la deontología como el utilitarismo ofrecen cosas maravillosas pero


tienen limitaciones".

¡Qué vida!

Pensar que la vida o el bienestar de la mayoría está por encima de todo es


muy loable, pero a qué nos referimos al hablar de vida y bienestar: a la
mera sobrevivencia o a nuestra forma de vida.

Aunque la suspensión de esta última parezca temporal, muchos temen por


su supervivencia después de la cuarentena. No se refieren a la posibilidad
de ir de compras etc., sino a esas libertades que valoramos al punto que,
para defenderlas, enviamos a jóvenes a arriesgar sus vidas, en guerras o
en lugares amenazados por extremistas.

"El gran drama es que esto nos está poniendo a pensar no sólo en qué
vale la pena conservar de lo que había -la vida, la economía, los sistemas
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políticos, la organización social-, sino que nos plantea una pregunta que
es mucho más difícil: qué vale la pena construir".

"Esa requiere imaginación: las decisiones que estamos tomando van a


tener impacto profundo".

¿Cuánto vales? ¿Eres lo que vale la pena salvar?

Esa es una de las razones por las que, aunque sintamos que nuestra
opinión no cuenta, reflexionar sobre lo que está pasando es tan importante.

¿Cuál es tu valor social?

Los dilemas como los que se enfrentan tras las puertas de los hospitales,
por ejemplo, también se pasean por nuestras calles, y resolverlos, ahora y
cuando termine la cuarentena, será obra de todos, así sea por omisión.

Piensa en los protocolos éticos, una herramienta para alivianarle la


carga a los profesionales de salud.

"Hemos notado -comenta Rivera- que es muy común que se acuda a una
noción muy problemática que es la de 'valor social', que asume que hay
personas con más valor social que otras y que tienen prioridades en
términos de tratamiento".

¿Y no es así? Ante, por ejemplo, la escasez de ventiladores, ¿no es


imperativo tener un criterio claro basado en algo como eso?
"La cosa es que hay una serie de presupuestos complicados que hay que
revisar. Toma el escenario aquel de que tienes un anciano de 85 años y a
un joven de 20, y escoges al de 20 porque el anciano ya vivió".

Una decisión seguida por un silencio que evidencia el vacío que dejó en el
alma.

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¿Qué pasa si la persona mayor es un escritor, un médico, un primer ministro o
un científico con mucho potencial?

Ahora piénsala a futuro, bajo la óptica del mundo que queremos construir,
y probablemente harás al menos una pausa antes de asumir como regla
que es mejor sacrificar a quienes tienen el tesoro de la experiencia.

Uno más complejo

¿Qué pasa si se trata de un profesor de medicina brillante de 65 años de


edad que puede educar a mucha gente y una persona joven?

Cualquier respuesta es mala, por más necesaria que sea.

Y, para ponernos entre la espada y la pared, como se pone gente como


ella al participar en esas discusiones bioéticas que ahora se han vuelto tan
relevantes y urgentes, Rivera nos invita a cualificar también a esa persona
joven.

"Piensa, por ejemplo, en una persona de la comunidad indígena que no


contribuye al capital financiero, a la productividad de un país. Entonces
tienes frente a ti a una mujer indígena y a un profesor universitario.
Hay que tener mucho cuidado al hacer ese cálculo de valor social, porque
con mucha frecuencia lo que se mide es quien aporta más a la sociedad
bajo un criterio muy reduccionista de la humanidad a su capacidad
productiva".

¿… y si la persona joven es una indígena?

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"Cuando uno se pone a analizar lo que significa el criterio de valor social
como toma de decisiones, se da cuenta de que se nos tienen que
disparar las alarmas"

¿Vamos a dejar morir a las personas con discapacidad, a las comunidades


originarias o a aquellos con un estilo de vida alternativo? De ser así, ¿qué
sociedad estaríamos construyendo y qué seríamos nosotros en esa
sociedad? ¿Cuánto valor social tendríamos?

Los interrogantes llueven pero, bajándonos al piso, preguntamos si,


realmente, hay alguna manera de evitar que las decisiones se tomen así.

"Para eso es que sirve la teoría. Porque lo que pasa cuando lo cuestionas
es que, por ejemplo, Rita Laura Segato, que es una antropóloga
maravillosa (profesora de antropología y bioética de la Cátedra UNESCO
de la Universidad de Brasilia), escribió muy fuertemente en medio de esas
discusiones diciendo: '¡Ojo con esto! No se nos puede pasar por alto que
son personas que por el sesgo implícito se piensa que valen menos'".

"Si la apuesta política y la apuesta moral a futuro es construir una sociedad


de cuidado, de justicia, humanizada, el criterio no puede ser
simplemente la productividad y el capital".

Recuerda que partimos del supuesto de que estas decisiones son


imposibles de tomar.

"Lo único que uno hace -y esto es muy importante- es recomendar: todos
los protocolos son recomendaciones y los comités de bioética no dan
órdenes.

"Pero parte de lo que uno está recomendando tiene que ir un poco allá. Y
vale la pena dar la pelea para que la gente que está desprotegida cuente.
Lo mínimo a lo que debemos aspirar es que esas decisiones no sean
fáciles, que no sea tan evidente que se salva siempre al profesor de
universidad y no a la indígena".

4. ¿QUÉ APRENDI HOY?


El texto de la periodista Dalia Ventura es complejo y rico en preguntas,
argumentos y conocimiento. Para comprenderlo, entenderlo e interiorizarlo
hay que ir por pasos.

PASO N° 1

Identificar 10 ideas clave del texto. Enviar la semana del 4 al 8 de mayo.


Nombre y Curso y las 10 ideas.

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