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EL HOMBRE COMO SER LIBRE

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CUADRADO, Antropología filosófica, Tema 6: “La dinámica


volitiva”.

LA NOCIÓN DE VOLUNTAD – Es otra de las grandes potencias humanas –junto a la


racionalidad-. La voluntad está ligada a la novedad existencial: pones un acto que antes
no existía y ahora existe: -he ayudado a esta persona a superar una crisis. De hecho la
libertad es la innovación en la historia, que es historia de libertades y actos libres (el
progreso profundo no está en la persistencia del ser y en la determinación de los
acontecimientos, sino en las elecciones libres de los ciudadanos). Ya Aristóteles en su
Ética decía que el hombre es sujeto agente que da inicio a una acción y por sí mismo.
Porque es capaz de actuar dominando de tal manera aquella acción y concibiendo de tal
manera el objetivo propuesto, que es libre. Teorías han negado la libertad:
determinismo, necesitarismo, materialismo (hoy en día, Y. N. Harari, niega a partir de la
neuro-ciencia el libre albedrío, y lo resuelve como un haz de emociones y sensaciones).
Sin embargo, también la neuro-ciencia insiste en la indeterminación de las infinitas
redes neuronales y la infinitud de recorridos o salidas de la red. Hay una
indeterminación que deja margen a la auto-determinación (uno se posiciona –y
domina- su propia acción) de la decisión o elección, sin negar los miles de
condicionamientos y presupuestos (sociales, psicológicos y culturales) de nuestra
actuación (como se detecta en los fenómenos del adocenamiento, la adicción, o la falta
de resistencia, o la fuerza de las mayorías). En las sociedades hay tensión libertad
individual- colectividad. La voluntad es una potencia misteriosa –casi irracional- (¿Por
qué decidí eso cuando dos opciones estaban casi parejas?). Aristóteles consigue
definirla aunando lo apetitivo y lo racional. Es desear aquello que conozco de alguna
manera. Por ejemplo: uno decide escoger tal carrera entre muchas… De entre los
muchos deseos (apetitivo) escoge uno después de discernir racionalmente (motivos,
habilidades, circunstancias, preferencias, historial, etc.). Así la voluntad es una síntesis
de lo apetitivo y lo racional. Es una potencia donde convergen todas las capacidades
humanas. La última palabra de los movimientos humanos reposa en la voluntad. Y así
como la razón es auto-conciencia, también la voluntad es circular o refleja porque tiene
dominio sobre sí misma –puedo querer-querer o no querer-querer. Tiene un dominio no
sólo sobre los actos humanos sino también sobre sí misma (circularidad de la voluntad)

LO VOLUNTARIO Y LO INVOLUNTARIO – Ahora bien, de la voluntad se sigue la


propiedad de la responsabilidad del sujeto, que es base para la moralidad o ética de
nuestras acciones. Pero la existencia, el crecimiento y las circunstancias modulan tal
responsabilidad, así como la penalidad (punición). También hay movimientos del
hombre que no caen bajo el dominio racional (mecanismos orgánicos, instintos,
tendencias sensibles, afectos: es el mundo de lo no voluntario). Hay, sin embargo
factores eximentes: Aristóteles, de nuevo en su Ética, se refiere a 3 en concreto: la
ignorancia (yo no sabía ni había calibrado las consecuencias), la pasión (en ocasiones
las pasiones dominantes desdibujan la acción: irritación, enojo, nervios…) y las
circunstancias (estados de desajuste psicológico, debido a patologías o estados de
alienación por causas distintas: stress, ansiedad, alcohol y drogas…). Y sobre todo la
circunstancia externa de la violencia coercitiva. Se puede consultar el capítulo III de la
Ética a Nicómaco. La voluntad culmina el dinamismo humano pero se inserta en él, de
tal manera que siendo activa, también es pasiva (paciente) de defectos y dificultades
para su elección. Esto hace que hay factores (ignorancia, pasión o violencia) que
confluyen en el estado de lo involuntario. La voluntad no fue capaz o no lo fue del todo,
de tomar aquella decisión con plena conciencia y consentimiento. La voluntad es una
región delicada que pide maduración, instrucción y decisión.

ESTRUCTURA MORAL DE LA VOLUNTAD (EL BIEN Y EL MAL) – La ética es


uno de los pilares de las sociedades (con sus normas y tabúes), y se fundamenta en la
estructura dual de la libertad: puede favorecer o dañar. La libertad con ayuda de la razón
valora. Los apetitos, desde los más instintivos hasta los más espirituales, discriminan
entre el bien y el mal: placentero-no placentero o bueno (justo) y malo (injusto). La
libertad tiene entonces una estructura moral: es libertad para el bien (justicia) o libertad
para el mal (injusticia). Esto comporta un trabajo de la voluntad de dominio o gobierno
sobre las circunstancias exteriores, los estados interiores y las propias pasiones. Sartre
era contundente cuando decía que somos responsables de nuestras pasiones: nosotros
elegimos que pasiones deben predominar y cuáles deben ser acalladas. He ahí toda la
tarea moral del individuo, reforzada por los códigos éticos de las culturas. La virtud
como hábito moral adquirido, ayudan a la voluntad en sus decisiones y dominio sobre lo
que puede desestabilizarla o confundirla.

Aquí se abre la posibilidad del mal, de la culpa. Pero, ¿es posible? Freud situaba una
culpa primigenia (parricidio) en los orígenes de la civilización (Totem y tabú). La
culpabilidad radica en la posibilidad de realizar una acción mala –aunque ya desde
Aristóteles se decía que jamás podemos querer el mal por sí mismo-. Los medievales
apuntaban que en lo singular y complejo de la existencia, no siempre aparece claro lo
que debemos hacer. Y distinguían entre “bienes aparentes” (que en parte lo son) y
“bienes verdaderos” (más nucleares). Y que uno puede elegir un bien particular pero
perder lo esencial o nuclear. Allá se abriría la brecha antropológica de la culpa. De ahí
que haya un profundo principio de la ética, que es que cada individuo tiene la obligación
ética de buscar el bien en toda circunstancia. Porque si uno prescinde cae en el mal con
facilidad y perjuicio para muchos… Hay culpas individuales y culpas colectivas (se
refieren a un pueblo contra un pueblo)… La culpa entra dentro del mundo de los mitos
y está presente en las culturas y sociedades (sistemas psicológicos y religiosos de
expiación, o sistemas penitenciarios). La culpabilidad es fuente de malestar en la cultura
y los pueblos.

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