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la República Romana colapsaron, las guardias pretorianas se convirtieron en los ejes del poder y los
emperadores en sus títeres.
Ni siquiera tiene que estudiar la historia de Roma. Puede estudiar esta lección en todas las historias,
incluyendo la de aquí. Si la posesión de las armas y las acciones violentas que con ellas se pueden
realizar se convierten otra vez en la fuente legitima del poder, como lo fue por tanto tiempo en el
país, la primera víctima va a ser la legitimidad democrática, que es la que solo él tiene como
presidente, y que depende de las instituciones que él mismo está destruyendo. En esta lógica, el día
llegará en el que un militar, o un grupo de militares, se van a preguntar que si el poder depende de
las armas, y ellos las tienen, ¿para qué necesitan a alguien más?
Dicho sencillamente, el Presidente descubriría que su poder presidencial, que él creía que salía de sus
twitts, realmente salía de las instituciones democráticas del país, que lo reconocían como presidente,
pero que con sus acciones, orientadas a derrumbar esas instituciones para ser el jefe absoluto, está
revirtiendo el país a la lógica de Mao, que decía que el poder sale de los cañones de los fusiles. Y
entendería, como lo tuvieron que entender Nerón, Calígula, y tantos otros emperadores que ese
poder lo tienen sus soldados, no ellos.
Había en El Salvador un dicho cuando los militares mandaban, que decía que los militares que no
comandaban un cuartel eran como alacranes sin chuzo. Así, un militar podría ser muy popular en el
ejército, y en el país, pero si no tenía mando directo de un cuartel, no tenía ningún poder. Por
supuesto, en esa lógica, sólo tienen poder los que tienen mandos directos de tropa, que el
emperador romano, y el Presidente, no tienen. El presidente está cometiendo un error histórico al
restablecer esta lógica, un error que deslegitima su propio poder y se lo da al que tiene más fusiles.
Las pérdidas para las Fuerzas Armadas
Las Fuerzas Armadas también tienen mucho que perder del desmantelamiento de las instituciones
democráticas que el Presidente está llevando a cabo. La guerra de los ochentas fue terriblemente
traumática para la institución, como siempre lo es una guerra en la que el ejército tiene que reprimir,
disparar, herir y matar a sus propios compatriotas. Nada es más desmoralizante que esto. Las
secuelas de la guerra han sido muy difíciles de manejar. Pero, conducidas por oficiales muy
profesionales, muy respetuosos de la ley, y enmarcadas por gobiernos que habían aprendido que lo
primero que tiene que ser un ejército es apolítico y obediente a las instituciones democráticas, las
fuerzas armadas salvadoreñas se ganaron el respeto y el afecto de propios y extraños como una
institución que auténticamente defendía a la república.
El camino por el que el Presidente está llevando ahora a las Fuerzas Armadas es muy doloroso —
convertirse en los defensores de tiranías civiles o militares, que los alejarían del pueblo y les llenarían
las manos de sangre de hermanos.
El Presidente todavía tiene tiempo para cambiar el rumbo y defender su presidencia y el país de
todos los peligros a los que su ansiedad por el poder total los está exponiendo. Y la gente todavía
tiene tiempo para darse cuenta de que esto que está pasando tiene que importarles. Es demasiado lo
que se está jugando.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 21 de abril de 2020.