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La ley y el amor
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mandamientos reclaman homenaje y amor a Dios, y que
los siguientes seis demandan respeto y amor al prójimo. El
amor está tan íntimamente hilvanado en la Palabra de
Dios, que del amor depende no sólo la ley, sino también
los profetas (Mateo 22:40).
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La ley y el nuevo pacto
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Informa, pero no motiva ni consuela. Dirige, pero es imper-
sonal. En cambio, en el nuevo pacto, el Espíritu Santo di-
rige al creyente a la ley con paciencia y amor, consolán-
dolo y motivándolo a lo largo del camino. En forma gradual
muestra al pecador su pecado, sin sobrecogerlo y abru-
marlo con cargas imposibles de llevar.
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Entre las bienaventuranzas del sabio Salomón, se encuen-
tra una vinculada con la ley de Dios: “Mas el que guarda la
ley es bienaventurado” (Proverbios 29:18). La respuesta
natural del cristiano que ama a Jesús es la observancia de
los mandamientos. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis
mandamientos” (Juan 14:15).
La perpetuidad de la ley
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7:12; 1 Timoteo 1:8). En otro de sus monólogos alecciona-
dores el apóstol pregunta: “¿Luego, por la fe invalidamos
la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”
(Romanos 3:31). Para San Pablo, guardar los mandamien-
tos de Dios era de sumo valor (1 Corintios 7:19).