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Costumbrismo en Colombia

¿En qué piensa la gente cuando se le habla de literatura colombiana? Actualmente


es algo irremediable, dirigir la mirada al llamado “realismo mágico”. Si fuera alguien
con poco conocimiento sobre la literatura en Colombia esto sería irreprochable, puesto
que se ha vendido la culturalidad nacional mediante este “género”, a causa, en gran
medida, de la influencia de Gabriel García Márquez en la crítica y recepción
internacional. Sin embargo, alguien entendido en el tema no puede permitirse tal sesgo a
la hora de analizar la historia literaria en el país, teniendo en cuenta de la riqueza que se
ha tenido con base en escritores y sus corrientes, tales como el romanticismo, realismo, o
el costumbrismo.

El costumbrismo en Hispanoamérica, cronológicamente hablando y de acuerdo con


Padilla (1965), aparece en 1816 con la novela El periquillo Sarmiento del mexicano José
Joaquín Fernández de Lizardi. Posteriormente en el 28, aparecería en la península. Mientras
que en Hispanoamérica el género floreció más en unos países que en otros. Este género se
presenta como meramente descriptivo, en el que se buscaba acercarse mucho más a una
mirada objetiva de la cotidianidad local, regional o nacional. En palabras de Robledo
(2012) “[…] otros que practicaban todavía el costumbrismo, una escritura realista que
seguía dando cuenta de los paisajes y personajes locales”. Se solía, y aún ahora, creer que
podía ser un género pedagógico ya que presentaba modelos de comportamiento y de
convivencia. En el fondo, intentaban, la mayoría de las obras, censurar, no explícitamente,
comportamientos indeseados o mostrar matices no tan agradables para así evitarlos, pues
bien menciona Padilla (1965)
En Chile, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia, el costumbrismo proliferó bastante, dada
la facilidad de su divulgación por medio del periódico, con la conocida denominación de
cuadros de costumbres, por recaer en un acontecimiento prosaico de la vida hogareña, en la
pequeña ciudad o en el campo, y en el cual se exalta lo peculiar e inconfundible del
ambiente, con la expresa intención de mostrar la fase grotesca de los protagonistas, las
pequeñas incidencias del vivir cotidiano y los motivos más sugestivos del color local, dentro
de una fórmula especial que daba la impresión de que el lector veía lo que estaba leyendo.
Por lo demás, el género denotaba una censura social, con el propósito declarado de corregir
usanzas arcaicas y perjudiciales. (p.182)
Ahora bien, con este género puramente descriptivo no se pretendía llegar a una
consciencia social, a criticar la realidad, a generar juicios subjetivos a lo largo de la obra…
no. Ese no era el fin que le dieron los autores al género. Se tiende a pensar que como fiel
reflejo de la vida de época, entonces las obras son fidedignas en todos los aspectos que
representa… y sí, hasta cierto punto:
Es corriente la opinión de que con el estudio de la literatura costumbrista se obtiene una
auténtica visión de aquella Colombia de las primeras décadas del siglo XIX, porque
representa una valiosa documentación histórica, por la mezcla de incidentes políticos,
sociales y religiosos, con otros de inspiración folclórica y anecdótica, sin que por ello sea un
obstáculo para resaltar la sinceridad y honestidad, que se observa en la búsqueda constante
de los hechos esenciales que conformaron ese período. N o obstante, están muy lejos de
poseer, la generalidad de sus trabajos, una complicada problemática literaria. En ellos no
suelen encontrarse pensamientos o reflexiones sobre el acontecer humano, ni se distinguen
tampoco por la factura del estilo y menos aun por la riqueza imaginativa o fantasía. Quizá
sus intérpretes únicamente pretendieron ser una especie de fotógrafos de las costumbres,
pero retratando tan solo una pequeña parte de la realidad, aquella que es percibida por la
vista mediante la simple contemplación de los objetos, prescindiendo totalmente de una
exploración más profunda y analítica. E s probable que si se examinan, con cierta
perspicacia, las producciones de los escritores costumbristas se hallen pocas diferencias
entre sí, ya que disfrutan de idénticas ambiciones, preocupaciones y prevenciones y hasta de
igual cultura. (Padilla, 1965. p.182)
Es entonces como se cae en lo típico y en la trivialidad de la narrativa repetida descriptiva
de la vida de los habitantes de algún lugar sin pretender más nada que presentar la
cotidianidad tal cual es. No obstante y con el paso del tiempo, hubo varios autores que
pretendieron hacer alog más que sólo describir; incluían alguna que otra crítica o reflexión
en su narración o incluso el tono narrativo era un poco más sardónico que objetivo. 
En Colombia hubo varios autores costumbristas, así como una selección de obras de ese
corte que son ricas descripciones de las realidades regionales de la época, de acuerdo con
sus autores y con críticos de estas.  Tal y como señala Arenas (2004)
En 1866, para homenajear al recientemente fallecido Eugenio Díaz Castro, José María
Vergara y Vergara publicó en dos volúmenes, una colección de algunos de los textos
aparecidos en El Mosaico, (difundido en cinco épocas entre diciembre de 1858 y diciembre
de 1872), cuyos autores eran hombres reconocidos, y los divulgó bajo el título: Museo de
cuadros de costumbres i variedades. Posteriormente en 1878, José Joaquín Borda reunió
también en dos tomos varios de los escritos que se habían hecho públicos tanto en El
Mosaico como en la edición de 1866, y los compiló junto con narraciones aparecidas en
épocas anteriores de otros autores distinguidos del siglo, titulándolos: Cuadros de
costumbres y descripciones locales de Colombia. (pp.61-62)
 
En cuanto al habla podemos también encontrar ciertas distinciones que usaban los
autores para describir de una forma natural las vivencias de las regiones colombianas.
Intentaban plasmar en sus textos, sobre todo en los diálogos, los manierismos, la jerga, los
modismos y las particularidades pertenecientes a cada variación dialectal. Los autores
intentaban acercarse tanto como pudiesen, sin caer en el vulgarismo, según ellos, a la
naturalidad del habla de los habitantes de las regiones que estuvieran retratando, pues tal y
como menciona Flórez (1946)
de que nuestros costumbristas recogen ampliamente fenómenos del habla popular y de que
más de una vez tratan de dar a los hechos de pronunciación una representación aproximada,
aunque no siempre certera y tan extensa como pudieran, debido quizás, entre otras cosas, a
la profunda influencia que sobre ellos ejerce la tradición ortográfica, y a un posible temor de
incurrir en excesivo vulgarismo (p.359)

Normalmente, se tiende a hacer una distinción marcada entre las obras y su


pertenencia o inscripción a un género preciso: Manuela es costumbrista, Azul es
modernista, María es romanticista… Pareciera, a veces, que en pequeños cajoncitos se
intentara etiquetar todo para, luego, introducir en cada uno lo que allí pertenezca. Sin
embargo, sería preciso reconsiderar esa visión y poner en la mesa la posibilidad de otras
opciones.
Es así como pretendo utilizar María, una obra considerada romántica, como una muestra
del costumbrismo en Colombia, pues tal y como menciona Orrego (2009) “el costumbrismo
cambió el idealismo por un escepticismo mordaz y reformista, y llevó las descripciones
líricas, ensoñadas y panorámicas de la realidad hasta un examen, las más de las veces, con
alta pretensión de objetividad, tajante y particular.” Y María podría ser un excelente
ejemplar para así demostrarlo. 
 
Gracias a Jorge Isaacs uno de los pilares de la literatura colombiana es María¸ obra
reconocida por pertenecer al género del romanticismo. Sin embargo, con igual importancia,
se encuentra el costumbrismo, con Manuela, que durante mucho tiempo fue considerada
novela nacional. Este género ha sido importante en la historia cultural de Colombia al
representar la sociedad de la misma y su funcionamiento, pero, en el caso de la obra de
Eugenio Díaz, su intención radica más en retratar las costumbres de una manera tan fiel que
tiende a imitar los llamados “cuadros de costumbres”, dándole menor importancia a la
trama. Si tenemos esto como ejemplo, surge la duda, ¿realmente se puede hablar de un
costumbrismo típico en Colombia? 

Pese a que María, de Jorge Isaacs sea un exponente del romanticismo, me atrevo a
decir que de la misma forma lo es del costumbrismo: la novela fue escrita en un momento
histórico donde ambas corrientes coexistían, por ende, el libro de Isaacs comparte aspectos
de los dos géneros y puede considerarse como un puente entre ambos, abriendo paso a otro
tipo de literatura, tal como el realismo y la novela histórica. Esto es debido a las
características que comparten entre sí para dar lugar a María.
Jorge Isaacs fue un autor que tomó las tendencias literarias europeas de su tiempo
para llevarlas a sus obras en Colombia. Sin embargo, en el caso del romanticismo, no hay
forma de comparar María con, por ejemplo, Goethe o Byron. La novela de Isaacs consigue
ser única en su especie manteniendo las características esenciales del género. Aun así, el
autor mantiene un estilo propio y sorprendente; ahora bien, analizando los “requisitos” del
romanticismo literario en María, es evidente que pertenece al mismo: en primer lugar, la
novela mantiene un tema religioso notable, generalmente representado en la devoción que
tienen las mujeres de la hacienda de El Paraíso, en especial María o los personajes rurales
que aparecen; “…esa sonrisa hoyuelada era la de la niña de mis amores infantiles,
sorprendida en el rostro de una virgen de Rafael.” (Isaacs, 2016, p.14). Esta característica
es constante, sin embargo, solo es un factor “menor” y para un lector que no lea la obra con
intención de analizarla a fondo, no le daría mayor importancia, así mismo ocurre con el
llamado “sentimiento patriótico”, donde, o se menciona tal cual, con el nombre, o pasa
desapercibido a menos que se busque.
Pues bien, el amor es un leitmotiv constante en toda la novela, y pese a tener un
carácter trágico (es ya conocida la muerte de María al final de la obra), el romance que
María y Efraín tienen es sumamente discreto y lleno de pureza. La intensidad de sus amores
se limita a miradas y pequeños gestos, sin mencionar los monólogos internos (muy
apasionados, una característica que de igual forma es usual en el romanticismo) que tiene el
protagonista.  
La voz de María llegó entonces a mis oídos dulce y pura: era su voz de niña, pero más
grave y lista ya para prestarse a todas las modulaciones de la ternura y de la pasión. ¡Ay!
¡Cuántas veces, en mis sueños, un eco de ese mismo acento ha llegado después a mi alma, y
mis ojos han buscado en vano aquel huerto donde tan bella la vi en aquella mañana de
agosto! (Isaacs, 2016, p.14)
Como he dicho antes, pese a pertenecer al romanticismo, la obra de Isaacs toma su
propio camino, mediante cumple con las características, no podría decirse que es cien por
ciento romántica. Ahora bien, María está llena de detalles que la alejan del aspecto
“fantástico” que caracteriza al romanticismo, sino que a través de una historia de amor
representa la vida rural de su tiempo con gran exactitud, así como la sociedad colombiana
del siglo XIX. Es por lo cual que María sería el “puente” entre ambos géneros, el paso de
una corriente derivada a la oposición del neoclasicismo que llega al antecesor del realismo.
Y es que María, siendo una obra tan apegada a la realidad, tan verosímil incluso no sería
desacertado clasificarla como realista, y del mismo modo, a causa de lo bien que muestra la
vida en una Colombia de alrededor de 1850, no hay problema con decir que, de alguna
forma, es una novela histórica.
Con respecto al costumbrismo, notar su influencia en la novela no es difícil; en
primer lugar, una de sus características más importantes es la minuciosidad con la que se
describen objetos, entornos y aspectos. En el caso de Isaacs es evidente como se toma el
tiempo de narrar paisajes como si de una foto se tratase, así mismo con, por ejemplo, las
ropas de las damas, “Lucía y Tránsito, llevaban enaguas de zaraza morada y camisas muy
blancas con golas de encaje, ribeteadas de trencilla negra, bajo las cuales escondían parte de
sus rosarios…” (Isaacs, 2016, p.27) o llegando a describir como se ponía una mesa para
servir la comida:
Campeaba el maíz por todas partes: en la sopa de mote servida en platos de loza
vidriada y en doradas arepas esparcidas sobre el mantel. El único cubierto del menaje
estaba cruzado sobre mi plato blanco y orillado de azul. (Isaacs, 2016, p28)
María, en segundo lugar, es presentada como si de una anécdota se tratase. Presuponemos
que Efraín está ya muerto, entonces lo que figura en las páginas es producto de un posible
amigo que bien conocía la historia y la transmitió a los hermanos menores del protagonista,
que en el transcurso de los hechos son niños pequeños. Esta presentación es puesta como
una dedicatoria, sugiriendo que, en realidad, algo así podría realmente haber pasado (buena
parte de la obra está inspirada en la juventud de su autor, menos, al menos que se sepa, la
existencia de alguna María): “He aquí, caros amigos míos, la historia de la adolescencia de
aquel que tanto amasteis y ya no existe. Mucho tiempo os he hecho esperar estas páginas.”
(Isaacs, 2016, p.7); es pues, la sugerencia de anécdota y su posible verosimilitud una de las
características del tipismo costumbrista, así como “lo pintoresco”, que se reflejan
principalmente en las actividades agrícolas y el vocabulario que tienen este tipo de
caracteres: “Tal vez sería agora que estuve empeñao sobre hacer el cambalache con su
padre…” (Isaacs, 2016, p.229), también se usa el voseo, típico en el vocabulario
colombiano de antaño generalmente cuando intervienen personajes principales.
Un tema destacable conforme al análisis presente de María, es la crítica social a una
Colombia que había comenzado a dejar de lado la esclavitud y el tema racial; en esta
historia, la fecha es sencilla de precisar gracias a ciertos detalles y años que da el autor,
especialmente en el capítulo VII, donde se relata la llegada de María y sus orígenes. De este
modo la novela podría estar transcurriendo entre los años 40 del siglo XIX y los 50 de la
misma época. Esto es importante ya que la esclavitud en Colombia fue abolida en 1851, por
lo que podríamos estar hablando de un momento donde está llegando a su fin la esclavitud
o cuando apenas se abolía. De todos modos, la familia de Efraín tiene una relación
obviamente de amo-esclavo, sin embargo, no dejan de lado la humanidad de los mismos,
existe un trato de respeto, inclusive de bondad y paternalismo. Pese al estado de esclavitud,
la familia protagonista representa a un pequeño sector de amos donde no existe el abuso de
poder o maltrato (otro caso en la literatura donde esto ocurre es en Lo que el viento se
llevó, de Margaret Michell)
Descontada la fábula central, los rasgos y el estilo de la novela no son en exceso
románticos. Busco un tema cualquiera: la esclavitud. Dos tentaciones lamentables y
opuestas acechan al romántico en ese tema. Una, magnificar los sufrimientos de los
esclavos, el infierno servil; otra, exaltar su devoción o su sencillez y fingir envidiarlos.
(Borges, 2007, p.347)
Por otro lado, algo interesante que recalcar es que existe un obstáculo para la consumación
del amor entre María y Efraín, más allá de la enfermedad que la adolescente padece.
También esta que ella posee sangre judía, siendo una brecha en el camino ya que Colombia
siempre ha vivido una situación de xenofobia importante hasta finales del siglo XX.
¿Podemos hablar de un costumbrismo típico en Colombia, mediante la novela de
María? la respuesta es sí. En su época, esta obra tuvo un impacto comparable con la novela
de Cien años de soledad, siendo inclusive defendida por Jorge Luis Borges; ver una obra de
tanta trayectoria, y habiéndola estudiado, con un solo género sería cometer un lamentable
sesgo. Gracias a esta obra, (y Manuela, al compartir ambas la misma época) es posible
conocer una riqueza cultural y la historia de una nación que pareciera cae en el olvido. Al
María pertenecer al costumbrismo por sus particulares características anteriormente
expuestas permite realizar estudios sobre la historia no central de Colombia, la evolución de
sectores sociales no pertenecientes a la capital, y sobre todo, que no figuran en los textos
históricos.
 

Bibliografía:
Arenas, F. M. R. (2004). El realismo de medio siglo en la literatura decimonónica
colombiana: José María 
Borges, J.L., Obras completas. Tomo IV (de 4). Emecé editores S. A. Buenos Aires.
Argentina. 2007
Flórez, L. (1945). El habla popular en la literatura colombiana. Thesaurus: Boletín del
Instituto Caro y Cuervo, 1(2), 318-361.
Isaacs, J. (2016). María. Colombia: Norma.
Montes Giraldo, J. J. (1967). Sobre el voseo en Colombia. Thesaurus: boletín del Instituto
Caro y Cuervo, 22(1), 21-44.
Orrego Arismendi, J. C. (2009). Antropología, literatura y costumbrismo en Graciliano
Arcila Vélez.
Padilla, E. P. (1965). El cuento en Colombia. Boletín Cultural y Bibliográfico, 8(02), 181-
186.
Robledo, B. H. (2012). Todos los danzantes...: panorama histórico de la literatura infantil
y juvenil colombiana. Editorial Universidad del Rosario.
Samper y Soledad Acosta de Samper. Estudios de literatura colombiana, (14), 55-77.
 

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