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Entre las grandes compañías y organizaciones de nuestro país es difícil encontrar

casos en los que éstas no se hayan dotado de un Código Ético, ello ha hecho que la
práctica de elaborar un Código Ético se encuentre cada vez más extendida entre las
empresas y organizaciones con independencia de su tamaño y ámbito de actuación.
A través del Código Ético se externalizan y dan a conocer los principios y valores de
la organización, estableciendo posicionamientos claros sobre las pautas de conducta
que han de seguir los miembros de la organización, lo cual genera confianza tanto
externamente, en la percepción que el cliente o potencial cliente tiene de la
organización, como internamente, al difundir los fundamentos morales y éticos que
han de guiar las acciones de todos los miembros de la organización, incluida la alta
dirección.
La evidente repercusión en los niveles de reputación de la organización que aporta la
difusión y observancia del Código Ético revierte en la potenciación y mejora de la
imagen de la organización. El Código Ético supone la expresión de la voluntad de la
organización más allá de la voluntad de cada uno de sus miembros, de forma que al
indicar las pautas de conducta que han de ser respetadas, se clarifica el contexto en
el que se han de desarrollar la toma de decisiones y la actuación en el día a día de la
organización, reforzando comportamientos de lealtad entre sus miembros y
colaboradores y creando una cultura ética que trasciende la actuación de cada sujeto,
que ha de actuar siguiendo unos patrones fijados de forma imparcial.
De esta forma se orienta y ayuda al empresario o directivo de la organización a
actuar conforme a criterios de imparcialidad en la gestión de los recursos técnicos y
humanos para la consecución de los objetivos de la organización. La formación y
motivación ética facilita y contribuye en la interacción entre directivos, empleados y
colaboradores para el desarrollo de sus respectivos roles, creando dinámicas de
lealtad y colaboración que tienen gran influencia en la motivación personal y
colectiva, haciendo partícipes a todos los miembros de la organización de los
mismos valores, Ello tiene incidencia en la prevención de conflictos y resolución
interna de los mismos, evitando que éstos trasciendan las puertas de la organización.
Otro de los efectos de la implantación de un Código Ético, y en íntima relación con
los anteriormente expuestos, es el de la mejora de la calidad en la gestión de los
objetivos y fines de la organización. La determinación por actuar conforme a valores
y principios morales y éticos de carácter universal atrae a personas con un alto nivel
de cualificación y genera confianza en los inversores resto de stakeholders, lo cual
contribuye a la protección de los intereses económicos de la organización.
El fundamento último de la regulación que hace el Código Penal Español acerca de
la responsabilidad penal de las personas jurídicas reside en la exención o atenuación
de dicha responsabilidad respecto de las personas jurídicas que tengan una verdadera
cultura de cumplimiento y hayan adoptado, por ende, las medidas adecuadas para la
evitación del delito. Teniendo en cuenta lo anterior, el primer paso para acreditar
que la organización posee dicha cultura de cumplimiento es la formulación de un
Código Ético donde se promulgan y hacen constar los valores éticos y morales, entre
los que sin duda, estará el riguroso respeto al ordenamiento jurídico, y especialmente
en el ámbito penal.
Es obvio que por sí solo el establecimiento de un Código Ético no supone el
cumplimiento de los requisitos previstos en el artículo 31.Bis CP, pero sin duda, es
un primer paso –como decimos–, y en el caso de organizaciones de reducidas
dimensiones puede jugar un papel importante, según se desprende de las
interpretaciones jurisprudenciales realizadas hasta el momento.
Partiendo de las anteriores premisas conviene poner de manifiesto que la
promulgación de un Código Ético en el seno de una organización implica una gran
responsabilidad, puesto que si no se le dota de efectividad, estableciendo controles y
realizando una aplicación rigurosa del mismo, y se le da la suficiente publicidad y
difusión (lo cual incluye labores formativas), se corre el riesgo de que se convierta
en papel mojado, en cuyo caso ninguno de los beneficios o ventajas expresados
anteriormente tendrá virtualidad alguna.
Entendida como un sistema de vida, la democracia moderna se caracteriza por dar
cauce a los valores éticos que favorecen la convivencia de las personas, grupos y
organismos de la sociedad para asegurar la cooperación pública sobre la base del
entendimiento y la colaboración. La democracia tiene una concepción de la vida que
reivindica a las personas para que su sentido de realización sea pleno con base en
valores éticos que combinan ideales, reglas, actos y comportamientos (MAP, 1997:
35-36) que favorecen la cohesión de la sociedad civil. Esto implica que el ser
humano es el centro del quehacer institucional y que se ha convertido en el referente
más importante para llevar a cabo la reproducción de la vida colectiva, tomando en
cuenta los valores de la sociedad moderna, entendida ésta como la sociedad civil. Si
la democracia reivindica a las personas en lo social, lo político y lo económico,
significa que la vida colectiva se rige por elementos positivos que apuntan por la
creación de las condiciones que favorecen mejores elementos de vida.

En la visión normativa de la democracia, el ser humano es portador de libertades


subjetivas privadas y libertades subjetivas públicas que lo protegen para que se
realice en las diversas facetas de los ámbitos civiles y políticos que se estructuran en
el arquetipo de la sociedad civil, la cual se organiza en término políticos en el Estado
de Derecho. Las primeras reconocen su ámbito de la privacidad e intimidad para que
organice su vida en razón de valores y preferencias que dan sentido al mundo de la
subjetividad. Las segundas conciernen al espacio público e implican que su conducta
se explica de acuerdo con otros, lo cual supone que se desenvuelven en un marco de
derechos y obligaciones que se formalizan en la comunidad civil y política
organizada en el Estado. Estos aspectos son testimonio de cómo la democracia
proclama valores que la definen como un sistema en favor de la vida de las personas
y para ello se diseñan normas y procedimientos que favorecen la convivencia de la
pluralidad en términos de la universalidad de las normas. La democracia desde el
momento en que define reglas de reconocimiento para todos, se caracteriza como un
modo de vida que articula valores normativos que tienen fuerte contenido ético.

Los valores de la democracia como la libertad, la igualdad, la equidad y el bienestar,


tienen compromiso ético desde el momento que son universales en la sociedad civil
moderna. Una de las ventajas de ésta consiste en que a partir de reglas generales que
son para todos, es factible reconocer el universo de cada persona e integrarlo a un
sistema de instituciones para que sean objeto de protección y reconocimiento. El
significado del Estado de Derecho como organización suprema de la sociedad, se
orienta a diseñar normas, universales (Sabater, 2007: 166) abstractas e impersonales
que incluyen a todos en el mundo de la formalidad escrita que es sancionada por el
Poder Legislativo. De este modo, las constituciones (Valadés, 2002: 107-108), las
leyes, los reglamentos, los códigos, los estatutos, responde no sólo a imperativo
políticos de orden y regulación, sino a imperativos éticos en los cuales la dignidad e
integridad de las personas es fundamental para que sean reconocidos como personas
civiles y como sujetos jurídicos. Le corresponde al Estado el diseño de normas que
invocan un importante contenido ético que se relaciona con el lugar que ocupa la
persona en la sociedad civil. Esta se integra por personas civiles y por ciudadanos
que responden al valor de que hay un marco de autorizaciones para que se dediquen
con lo mejor de su esfuerzo a lo que más les interesa, sobre la base de la ciudadanía
(Sabater, 2007: 161) que también los caracteriza en el orden político de la
democracia. Y al mismo tiempo son parte de una colectividad que se origina en las
relaciones de sociabilidad que se enlazan con las interacciones que llevan a cabo.
AUTORES: ANA GABRIELA PAYARES MESTRA
JUAN ANDRÉS BELTRÁN SUÁREZ

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