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Las aventuras de la China Iron GABRIELA CABEZON CAMARA LITERATURA RANDOM HOUSE (Chea Car Gata Taser del Cin Ga (lmao Cal Aid Poe ie er anon He 218 T9284 (cae Rando Hee) Nr Aen Tha, eon aser Para Karina Chowanczak y Lola Cabezin Garda Para Natalia Brizwela Primera sine e017 Spins ei enor de 8 at cabenn Ch 206 ‘nde ina BOS ‘sheegrchieercbycom ©7217, Peng Rann Hot Groped $A. ‘emeptercmat Pepi Random House Grp Eta poy resin de pyri "Lapp ecm creat deed head dai cman, ‘met alien force nasi Geni pr compa ah co ere ‘ees lho por eoper eesdlcpriial morpcs nn oi gee ‘Paved et cha orsign metas pemaAl ft ei ple so are fermen ur PREGE cine pba res pan ers ten Artin nee retin Qud eh eep gu preven 1.72 ein 20 emi deinen Ard Mag - Dan Lio, atyne 95 Bens Ae ec 8 | aie ill lita i ieee EL DESIERTO Fue el brillo Fue el brillo, El cachorro saltaba luminoso entre las patas polvorientas y ajadas de los pocos que quedaban por all la miseria alienta la grieta la tall; va arafiando “Jenta, a la intemperie, la piel de sus nacidos; la hace ‘euro seco, la cuartea, les impone una morfologia a sus ‘eriaturas. Al cachorro todavia no, irradiaba alegria de ‘estar vivo, una luz no alcanzada por la triste opacidad de una pobreza que cra, estoy convencida, més falta de ‘que de ninguna otra cosa, Hambre no tenfamos, pero todo era gris y polvoro- 40, tan turbio era todo que cuando vi al cachorro supe Jo que queria para mi: algo radiante, No era la primera ‘yer que veia uno, incluso habia parido a mis criaturas, {yn es que no destellaa nunca la Hanura. Refulga con ‘agua, revivia aunque se ahogara, toda ella perdia la chatura, corcoveaba de granos, tolderias, indios dados ‘ywelta, cautivas desatadas y caballos que nadaban con sus uclios en el lomo, mientras cerca los dorados les brin~ ‘eaban veloces como rayos y cafan para lo hondo, para el tro del cauce desbordado. Y en cada fragmento de ‘io que se comia las orillas se espejaba algo de cielo era arrastrado a un vértigo barroso que caia lentamente Y girando sus cientos de leguas rumbo al mar, Primero luchaban hombres, perros, aballos y ter= neros huyéndole a lo que asfixia, a lo que chupa, a lo fuerte del agua que nos mata. Unas horas después ya no habia guerra, eta larga y era ancha la manada, cimarrén como el rio mismo ese ganado ya perdido, arrastrado mis que arriado, dando vueltas carnero los carneros y todo lo demés; las patas para arriba, para adelante, para abajo, para atris, como trompos con eje horizontal; avanzaban veloces y apretados, entraban vivos y salian kilogramos de carne putrefacta. Era un cauce de vacas en veloz caida horizontal: asi caen los rfos en mi tierra, con una velocidad que a la vez es un, ahondarse, y asi vuclvo al polvo que todo lo opacaba del principio y al falgor del cachorro que vi como si nunca hubiera visto otro y como si no hubiera visto rnunca las vacas nadadoras, ni sus cueros relumbrantes, ni toda la lanura echando luz como una piedra mojada al sol del mediodia, Lo vi al perro y desde entonces no hice mis que buscar ese brillo para mf. Para empezar, me quedé con el cachorro. Le puse Estreya y asi se sigue llamando y 630 que yo misma cambié de nombre. Me llamo Chi- zna, Josephine Star Tron y Tararira ahora, De entonces conservo sélo, y traducido, el Fierro, que ni siquiera era mio, y el Star, que elegi cuando elegi a Estreya. Llamar, zno me llamaba: naci huérfana, ces eso posible?, como si me hubieran dado a luz los pastitos de flores violetas que suavizaban la ferocidad de esa pampa, pensaba yo cuando escuchaba el “como si te hubieran parido los yuyos” que decia la que me crié, una negra enviudada 2 ‘por el filo del cuchillo de la bestia de Fierro, ‘que quizis no veia de borracho y lo mas noms, porque podia, © quizas, y me gusta ‘to aun de ese que era él, lo mat6 para enviu- ‘4 la Negra que me maltraté media infancia como :Wubiera sido su negra. sw negra la negra de una Negra media infancia 1 que fte muy pronto, fui entregada al gaucho, ‘en sagrado matrimonio. Yo creo que el Negro (perslié en un truco con cafa en la tapera que Ila- pulperia, y el cantor me queria ya, y de tan nifia ‘ue vio, quiso contar con el permiso divino, un io para tirarse encima mio con la bendicién de Me pes6 Fierro, antes de cumplir 14 ya le habia dos hijos. Cuando se lo levaron, y se llevaron was todos los hombres de ese pobre caserio que no ni iglesia, me quedé tan sola como habré estado fecién parida, sola de una soledad animal porque ‘entre las fieras pueden salvar ciertas distancias en la Pampa: una bebé rubia no cafa asi nomas en manos de ‘Wn negra, ‘Cuando se levaron a la bestia de Fierro como a to- dos los otros, e levaron también al gringo de “Inca la perma”, como canté después el gracioso, y se quedé en ‘pueblo aquella colorada, Elizabeth, sabria su nombre Iwego y para siempre, en el intento de recuperar a su marido. No le pasaba lo que a mi. Jamis pensé en ir las Fierro y mucho menos arriando a sus dos hijos. Me senti libre, senté como cedia lo que me ataba y le dlejé las criaturas al matrimonio de peones viejos que Jubia quedado en la estancia. Les menti, les dije que iba a rescatarlo, El padre volveria o no, no me impor- 1B taba entonces: tenia catorce alos mis 0 menos y ni lengua madre y es lo que tomo hoy tenido la delicadeza de dejarlos con viejos buenos q ‘mundo parece amenazado por lo negro y lo los llamaban por sus nombres, mucho mis de lo 4 ‘el ruido furioso de lo que no es mis que ‘yo nunca habia tenido. de tantas que sacuden este rio, La falta de ideas me tenfa atada, la ignorancia, Né sabja que podia andar suelta, no lo supe hasta que estuve y se me respetd casi como a una viuda, co si hubicra muerto en una gesta heroica Fierro, hasta capataz me dio su pésame es0s dias, los diltimos de vida como china, los que pasé fingiendo un dolor qi era tanta felicidad que corria leguas desde el casei hasta llegar a una orilla del rio marrén, me desnudaba sgritaba de alegrfa chapoteando en el barro con Estreya, Deberia haberlo sospechado, pero fue mucho despt que supe que la lista de gauchos que se llevé la leva habia hecho el capataz y se a habia mandado al estan: ciero, que se la habia mandado al juez. El cobarde Fierro mi marido, charlatin como pocos, de eso nur canté nada. Yo, de haber sabido, les hubiera hecho Megar agradecimiento. No hubo tiempo. Por el color només, porque habia visto poco blanco y albergaba la esperanza de que fuera mi pariente, me le subi a la carreta a Eliza beth, Le pasaria algo parecido a ella también porque me dejé acercarme, a mi, que tenfa menos modales que una ‘mula, menos modales que el cachorro que me acompa- jiaba. Me miré con desconfianza y me aleanz6 una taza con un liquido caliente y me dijo “tea”, como asumien= do que no conoceria la palabra y teniendo raz6n. “Tea”, me dijo, y eso que en espafiol suena a ocasién de recibir, “ati”, “para ti”, en inglés es una ceremonia cotidiana y eso me dio con la primera palabra en esa lengua que tal : 1“ La carreta Es dificil saber qué se recuerda, silo que fue vivido © el relato que se hizo y se rehizo y se pulié como una gemaaalo largo de los aos, quiero decir lo que resplan~ dece pero esti muerto como muerta esté una piedra, Si no fuera por los suefios, por esas pesadillas donde soy otra vez una nifia sucia y sin zapatos, duefia slo de dos trapos y un perrito como un cielo, si no fuera por el golpe que siento acé en el pecho, por eso que me angosta la garganta las pocas veces que voy a la ciudad Y veo a una criatura flaca, despeinada y casi ausente, si no fuera por, en fin, los suefios y los estremecimientos de este cuerpo, no sabria si es verdad lo que les cuento, Quin sabe qué intemperie hizo reflejo en Elizabeth, Tal vez la soledad. Tenia dos misiones por delante: res- catar al Gringo y hacerse cargo de la estancia que debia administra, Le iba a venir bien que la tradujeran, contar con lenguaraz en la carreta. Algo de eso hubo aunque creo gue hubo més. Yo recuerdo su mirada de exe di vila luz en esos ojos, me abrié la puerta al mundo. tenia las riendas en la mano, se iba sin saber bien ea donde en ese carro que tenia adentro cama y sibanas y tazas y tetera y cubiertos y enaguas y tantas cosas que a - 16 — = ‘yo no conoela, Me paré y la miré desde abajo con la ‘eonflanza con que Estreya me miraba cada tanto cuan- lo camindbamos juntos a lo largo de los campos del ‘campo; cémo saber de esa planicie toda igual cuindo ‘War el plural y el singular, se dirimié un poco después: 4@ empez6 a contar cuando el alambre y los patrones. Tintonices no, a estancia del patrén era todo un universo ‘in patron, caminabamos por el campo y a veces nos ‘niribamos mi perrito y yo y en él habia esa confianza Sescicules, encontraba Estreya en mi una certeza, ‘un hogar, algo que le confirmaba que lo suyo no seria Is intemperie, Asi la miré yo a Liz, como un cachorro, ‘Gon la certeza loca de que si me devolvia afirmativa la Imada ya no habria nada que temer. Hubo un si en esa ‘nujer de pelo rojo, esa mujer tan transparente que se le ‘vein pasar la sangre por las venas cuando algo la alegraba| {© la enojaba. Después veria su sangre congelada por el Iiniedo, burbujeando de deseo o haciéndole hervir la cara de odio. Nos subimos con Estreya, nos hizo un lugar en el pescante. Estaba amaneciendo, la claridad se fltraba por las nubes, garuaba, y cuando empezaron a moverse los, bueyes tuvimos un instante que fue palido y dorado y destellaron las minimas gotas de agua que se agitaban con la brisa y fueron verdes como nunca los yuyos de quel campo y se larg6 a llover fuerte y todo fulguré, incluso el gris oscuro de las nubes; era el comienzo de otra vida, un augurio esplendoroso era. Bafiadas asi, n es entrafla luminosa, partimos. Ella dijo “England”. Y por ese tiempo para mi esa luz se llamé light y fue Inglaterra Los cimientos en el polve Fuimos lamidas por esa luz dorada nuestras primeras horas ae a very good sign, dijo y entendi, no sé cémo le entendia casi todo casi siempre, y le contesté hha de ser de buen augurio, Colorada, y ae repitié Ja frase de la otra hasta decirla bien, étamos un coro en enguas distintas, iguales y diferentes como lo que de~ ciamos, lo mismo y sin embargo incomprensible hasta ‘el momento de decirlo juntas; un didlogo de loros era el ‘nuestro, repetiamos lo que decia la otra hasta que de las Palabras no quedaba més que el ruido, good sign, buen augurio, good augurio, buen sign, giien saingurio, giien saingurio, giien saingurio, terminibamos riéndonos, y entonces lo que deciamos se parecia a un canto que quién sabe hasta dénde legarfa: la pampa es también un mundo hecho para que viaje el sonido en todas direc ciones; no hay mucho mas que silencio. El viento, el chillido de algin chimango y los insectos cuando andan muy cerca de la cara 0, casi todas las noches menos las ‘mis crudas del invierno, los grillos. Partimos los tres. No senti que dejara nada atris, apenas el polvo que levantaba la carreta que era, esa mafiana, muy poco; avanzibamos despacio sobre una : — i: ‘astrillada, uno de esos caminos que habfan hecho ‘Jos indios cuando iban y venian libremente, hasta dejar ‘Wy terra tan firme que seguia apisonada todos esos afios después, no sabia cudntos, si que eran mis que los que vividos. ‘Min poco tiempo el sol dejé de ser dorado, dejé de Jamemos y se nos clavé en la piel. Todavia las cosas ‘Huelan sombra casi todo el tiempo pero ya empezaba a ‘quiemar el sol del mediodia, era septiembre y cl suelo se ‘sompia con el verde tiemno de los tallos nuevos. Ella se so Un sombrero y me puso uno a mi y five entonces ‘que conocf la vida al aire libre sin ampollas. ¥ empez6 4 volar el polvo: el viento nos traia el que levantaba la ‘earreta y todo el de la tierra alrededor, nos iba cubriendo a cara, los vestidos, los animales, la carreta entera. Man- tenerla cerrada, preservar su interior aislado del polvo, Jo comprendi enseguida, era lo que mis le importaba a ini amiga y fue uno de mis mayores desafios durante la travesia entera, Dias perdimos plumereando cada cosa, ‘era necesario disputarle cada objeto al polvo: Liz vivia ‘eon el temor de ser tragada por esa tierra salvaje. Tenia miedo de que nos devorara a todos, de que terminara~ ‘mos siendo parte de ella como Jonas fue parte de la ba~ lena. Supe que la ballena era parecida a un pez. Algo asi como un dorado pero gris, cabezén y del tamafio de una caravana de carreras y también capaz de Mevar cosas en su interior, ransportaba un profeta esa ballena de Dios y surcaba el mar asi como nosotras surcbamos la tierra Ella cantaba un canto grave de agua y viento, bailaba, daba saltos y echaba vapor por un agujero que tenia en la cabeza. Me empecé a sentir ballena moviéndome tan suelta en el pescante entre tierra y cielo: nadaba. aa EE primer precio de tanta felicidad fue el polvo. Yo, ue habia vivido entera adentro del polvo, que habia sido poco mis que una de las tantas formas que tomaba elpolvo alli, que habia sido contenida por esa atmésfera —+s también cielo la tierra de la pampa—, comencé a sentirlo, a notarlo, a odiarlo cuando me hacia rechinar los dientes, cuando se me pegaba al sudor, cuando me Pesaba en el sombrero, Una guerra le declaramos aun sabiendo que esa guerra la perdemos siempre: tenemos los cimientos en el polvo. Pero la nuestra era una guerra de dia a dia, no de La China no es un nombre ‘Apenas nos cruzamos con un rfo con orilla, par6 la {gringa bueyes y caballos y carreta y nos sonrié a los dos. ‘sereya le daba vueltas alrededor ondeandosé de la cola ‘tla cabeza, el amor y la alegria le brotan en bailecitos a _ Imi petro. Nos sonrié Elizabeth, se metié adentro de la ‘earreta, yo todavia esperaba su permiso para entrar, no me lo dio, salié inmediatamente con un cepillo y un Jabén, y sonriendo y con gestos carifiosos, me sacé a mi nis trapos, se sacé los de ella, lo agarré a Estreya y a los os nos metié en el rio, que no era tan marrén como l Ginico que yo habia visto hasta ese dia. Se baié ella ‘misma, esa piel tan pélida y pecosa que tiene, el pubis naranja, los pezones rosas, parecia una garza, un fantas- ma hecho de came. Me pas6 el jab6n por la cabeza, me ardieron los ojos, me rei, nos reimos mucho, yo bafié del mismo modo a Estreya y ya limpios nos quedamos chapoteando. Liz salid antes, me envolvié con una tela blanca, me peind, me puso una enagiiita y un vestido y al final apareci6 con un espejo y ahi me vi. Yo nunca me habia visto mis que en el agua medio quieta de la laguna, un reflejo atravesado de peces y de juncos y cangrejos, Me vi y parecia ella, una sefiora, litle lady, dijo Liz, y yo empecé a portarme como una, y aunque nunca monté de costadito y muy pronto estaria usando las bombachas que el Gringo habia dejado en la carreta, ‘se dia me hice lady para siempre, aun galopando en elo como un indio y degollando una vaca a facén puro, La cuestién de los nombres fue resuelta también esa tarde de bautismos. “Yo Elizabeth”, dijo ella muchas veces y en algiin momento lo aprendi, Elizabeth, Liz, Eli, Elizabeta, Elisa, “Liz”, me cor Liz, y asi queda mos. “:Y nombre vos?", me pregunté en ese espatiol tan pobrecito que tenfa entonces. “La China”, contesté; “that’s not a name”, me dijo Liz. “China”, me emperré ¥ tenia raz6n, asi me lamaba a puro grito aquella Negra quien luego mi bestia enviudaria y asi me lamaba ‘cuando solia, cant6 luego, irse “en brazos del amor a dormir como la gente”. Y también cuando queria la comida o las bombachas © que le cebara un mate o lo que fuera. Yo era la China. Liz me dijo que ahi donde yo vivia toda hembra era una china pero ademis tenia un nombre. Yo no, No entendi en ese momento su emocién, por qué se le mojaron los ojitos celestes casi blancos, me dijo eso podemos arreglarlo, en qué lengua me lo habré dicho, cémo fue que la entendi, y empezé caminar alrededor con Estreya saltindole a los pies, dio otra vuelta y volvi6 a mirarme a la cara: “;Vos que- rrias lamarte Josefina?”. Me gust6: la China Josefina desafina, la China Josefina no cocina, la China Josefina es china fina, la China Josefina arremolina. La China Josefina estaba bien, China Josephine Iron, me nombr6, decidiendo que, a falta de otro, bien estarfa que usara el nombre de la bestia mi marido; yo dije que queria llevar mis bien el nombre de Estreya, China Josephine Star —— a a ‘entonces; me dio un beso en la mejilla, la abracé, el complejo desafio de hacer el fuego y el sin quemar ni ensuciar mi vestidito y lo logré. noche dorm adentro en la carreta, Era un rancho ‘que mi tapera, tenia whisky, ropero, jamones, biblioteca, bacon, unas limparas de alcohol, me ‘ensefiando Liz el nombre de cada cosa. ¥ lo mejor, mejor a juicio de muchacha solitaria, dos escopetas y ‘nes cajones repletos de cartuchos. Me abracé a Estreya, que se habfa recostado con ‘Liz, me sumergi en el olora flores de los dos, tan recién Ibaftados todos, me envolvi en esas sibanas que olian a Javanda, eso lo sabria mucho después, entonces pensé ‘que el perfume era algo tan propio del género como Ja textura que me albergé esa noche y todas ls de lo ‘que serfa, a grandes rasgos y haciendo una divisién un poco extrema, el resto de mi vida. Sentf el aliento de Liz, picante y suave abi entre las sibanas perfumadas y quise quedarme ahi, hundirme en ese aliento. No supe cémo. Me dorm en paz, feliz, contenida por perfumes, algodones, perro, pelirroja y escopeta. Todo era otra piel sobre mi piel Mi Estreya, leno de destellos, casi azul de tan ne= gto, dejaba de ser nuevo y aprendia casi tanto como yo. Creciamos juntos: cuando partimos, él me legaba a las rodillas y yo le Hegaba a Liz a los hombros. Cuando egamos, y no sabjamos que estibamos llegando, é me alcanzaba la cintura ya mi no me faltaba mucho para ser tan alta como ella. Lo recuerdo cachorro, en posicion de gentleman, sentado derechito con las orejas bajas, 4os ojos concentrados, el hocico hiimedo, todavia hoy ¢s candoroso cuando se sienta confiado en el resultado de sus buenos modales. Yo vivia con un candor seme~ ante aunque empezaba a conocer un miedo nuevo: si antes habia vivido temiendo que la vida fitera eso, la Negra, Fierro, el rancho, entonces temia se acabara ese Viaje, esa carreta, el olor de la lavanda, la forma de las primeras letras, la vajilla de porcelana, los zapatos con cordones y tacones y todas las palabras en dos lenguas. ‘Tenia miedo de que apareciera la ira en la cara de Liz © algo mas fantasmal agazapado atris de un médano, empezaban a aparecer los médanos, o entre la raices de tun ombé o entre los bichos que rompian el silencio en |h oscuridad; los bichos de la pampa son noctimbulos, — 3 de sus tiineles y cuevas cuando la oscuridad Miedo de que algo me devolviera a la tapera y a ida de china tenia, ‘Mabia pasado de lo crudo a lo cocido: el cuero de mis ‘nuevos era tan cueto como el cuero de la silla {que tenia Fierro pero no era el mismo cuero, Jos zapatos que Liz me regalé era bordeaux, era era fino y se ajustaba a mis pies como otra piel. blo fueron los shoes y su leather: fueron las sibanas cotton, mi enagiita de silk que era de China, la sa China con chinas de verdad, los pullovers, la : todo era otra piel sobre mi piel. Todo era suave jera cilido y me acariciaba y sentia una felicidad a cada cada maiana cuando me ponfa la enagiita y arri- el vestido y cl pullover, me sentia por fin completa (en el mundo como si hasta entonces hubiera vivido uda, mis que eso, desollada. Recién entonces senti ‘lgolpe. Los golpes del dolor de la vida a la intemperie, de estar arropada en esos génetos. Lo senti como ‘un amor loco por mis vestidos, por mi perro, por mi “niga, un amor que vivia con tanta felicidad como mie- do, miedo de que se rompieran, de perderlos, un amor que me expandia y me hacfa reir hasta que me cortaba laliento y también me contraia el corazén y se volvia luna solicitud extrema hacia el cachorro y la mujer y Jos vestidos, un amor con vigilia de escopeta. Era tan feliz como infeliz y eso era mas que lo que nunca habia sentido, Wool usé mucha porque partimos a principios de la primavera y todavia hacia frio y no creo haber contado todavia que ibamos Tierra Adentro, al desiert. de abajo de una esfera y pareciamos estar arriba, ‘no, Liz estaba segura de que arriba estaba Inglate= ‘embargo no habia mis que constatar que los pies ‘en el piso igual que en cualquier parte, como en de los pigmeos, los gorilas y los diamantes, esas durisimas y transparentes que se les arrancan a las de las rocas. Ella insistia en que arriba estaba In- ‘est otra tierra de miquinas que se movian solas de lefia como si el movimiento fuera un asado, silos trozos de madera ardientes fueran caballos. 4 como los nuestros, los cuatro bueyes buenos Airaban mansamente de la carreta que me envolvia ‘me habfan envuelto la enagua de silky el imper- ‘engrasado con una cera que no era mis que grasa ‘vaca al fin yal cabo, pero antes de cualquier fin habia filtrada muchas veces en coladores de sindalo y olia uuna flor embriagadora, como una flor de Kiudano deci ‘opio que era como una caiia mucho més fuerte que Jcaia, me explicd, y en el que se perdian tantos en el del Africa ardiente, donde los hombres llevan por 10 unos metros de tela enrollados en la cabeza y Inujeres viven tapadas de la coronilla a los pies. Me ‘ivolvia el raincoat también con su olor asiatico y nos wolvia la carreta, tan engrasada como el raincoat y ‘e0n el mismo olor. No s6lo a mi, a Estreya, que viajaba sontadito en la falda de Liz al principio, mientras yo Bbveba las ricndas, y a la misma Liz también: parecia~ {Ws segregarnos unos hilos con vocacién de céscara, de ‘paraz6n, que se entretejfan como una especie de casa een ver de hacerse de tela o de paja o de adobe 0 de jero de cangrejo, se iba haciendo de lazos que se tejian Bajo el imperio de Inglaterra ‘Un amanecer bajo la Iuvia fui albergada yo por mi primer raincoat: “For us the British there's appropriate etiquette for every situation”, empez6 a explicarme Liz [a etiqueta, los climas y sus montafas, sus desiertos, sts selvas; los detalles de las vestimentas del Imperio me armaron el mundo que, cémo podia ser, no era plano, Hasta entonces no habia pensado en eso, mi mapamun- di eran apenas la llanura y algunas ideas difsas: Tie a Adentro, Buenos Aires, un abismo leno de agua y Europa, con su punta espaiiola y sus islas brtnicas, ese is alli desde donde Hlegaban armas y sefiores. Se me hizo la pelota yl relato de Liz, a medias en castellano, medias en inglés, me la empezé a poblar de vacas sa ‘gradas, saris suaves, curry picante de la India, Aftica y sus negros pintados de colores, sus elefintes de colmillos Jargos como arbustos, sus huevos enormes de avestruz, ‘se primo mayor de los fiandiies, los pantanos de arroz en toda China, sus pagodas de techos enrulados, los sombreritos de paja como platos de punta al cielo, Algo de todo eso entendi aquellos dias de travesia, mucho Io entendi después, durante todo este tiempo que pasamos juntas; me costaba concilar la idea de que estibamos en ‘como una droga, como seguramente oleria —— a dee Abt Y Con gests; Del relato de Lie y de mis cu Por eada na de a cots que tenfamos emergia un Joeat El nuestro, ets carreta que avinsaba sin deste, ni Subidas, esa lanura vacia que empezaba a ser tan chata fos de ladrillos Fojes, ay, tan distintos de los ‘nuestros rordeados de barro y sin mas alrededor que juncos gallaretas y fatzas y flamencos, los favoritos de Liz, a anal colorsfiensenspampsporlaae ee ¥ esté verde como casi sélo el tr Sélo el trigo puede, ademés de los campos de Inglaterra, crefamos, oe Los demés colores, sélo en el s6lo en el cielo cuando amanece Ceairdece ¥ en los famencos todo el dia. Llovia ome 22¥ la luz se refleiaba en lo vivo, cas todo, y lo moc se eens atin que otro hueso de vaca a esa alrara y ‘Tranquil aunque con prpleidades: ater redonda Some una bola y nosotros abajo. Tal vez por eso ani, ———_ 5 = ‘a, alli en el Norte donde estaba la piedra que todo lo atraia, arriba de Inglaterra, porque algo habia arriba de Inglaterra, arriba de todo, me explicé Liz, en lo que seria el sombrero del planeta si fuera el planeta una cabeza, luna cabeza sin cuello, guna cabeza cortada?, no, no, wna cabeza tedonda sin cuerpo, just a head, zentendia yo? Entendia poco; cabezas solas no habia visto ninguna. No, claro, era sélo un ejemplo. Un ejemplo era, me explicé, algo que se mostraba para aclarar una idea. Cabezas solas no existen, insist’, zejemplo de qué podria ser algo que no existe? De cosas que no existen, tenés razén, dijo, ¥ volvié al planeta y esta vez el ejemplo fe una mandarina y ahi pude empezar a pensarlo mejor: tiene claramente un arriba, la parte del tallo, la que pende del drbol, y tuna parte de abajo. zY de qué drbol colgaba la tierra? De ninguno, la mandarina tampoco servia demasiado. Como fuera, empecé a pensar que en la parte superior del planeta, y no s6lo en Inglaterra, las cosas crecian mis ficilmente para arriba. Tenia colinas y montafis y estaba Tena de érboles altos como muchos hombres tno arriba de otro. ;Cémo cuintos? Hasta diez © quince los mis altos, :No se parecfan a los ombites? Un poco, si, pero alli son mis largos que anchos, como estirados, el ombi cen cambio es aplastado, como si hubiera mis gravedad en la parte de abajo del planeta y todo se viera forzado al achaparramiento oa la vida subterrinea. Gravedad era ‘80 que hace que las cosas se caigan para abajo. :Y emo ‘no nos aplastaba a nosotras, Estreya, la carreta, los bueyes, Jas mutas, ls vacas, los caballos? Esa noche, Liz hizo un guiso con un tat que cacé y fiené y ella cocin6 en el mismo caparazén del pobre bicho. Le puso cosas que empecé a conocer; una mezch » ~ de cebollas, ajo y jengibre con clavos de olor, canela, cardamomo, chiles, granos de pimienta, comino y semi las de mostaza. Se hizo el guiso ahi dentro y con Estreya omocimos el picante porque no s6lo eran la mente y la piel: la lengua también nos crecia bajo el imperi¢ Inglaterra. raat al “Mezclados los dragones con mi pampa Ja tierra me crecia hasta hacerse globo, otro se consolidé en la carreta. Eramos una trinidad Liz y Estreya, el centro de un rectingulo con un de avanzada en los bueyes, otro en el techo, otro el buche de atris y el suelo como linea de sostén 0 de cia. "S6lo aqui una carreta puede tener la perspectiva de pijaro”, observé Liz y yo me enteré de lo que era penpectiva y noté que si, que los pocos animales que alzan del piso en la lanura —algunas liebres, algunos ‘elves, algunos tats, los flamencos de las lagunas, las gar- as, algiin puma si logribamos ver uno— estin siempre al acecho y son veloces pero se espantan con casi nada, Jn fauna, en fin, de la chatura, parecia pegarse al piso, no se alza como lo hacen las jiafss, unos animales de mirada simpatica y cuello de metros que coméan de las copas de Jos irboles, ni se extendian como los elefantes, gigantes y ‘gon unas rompas que usaban como mano. Desde la altura «1 mundo se vefa distinto como distinto se veia desde el suclo y desde atris de una rueda de carreta en movimiento y desde lo alto de las mis altas ramas de un ombii. Probé todas las perspectivas en esos dias de descubrimiento: ca- at = ‘miné en cuatro patas mirando lo que miraba Estreya, u el pasto, la alimafias que se arrastraban por la superficie dela tierra, las ubres de las vaca, las manos de Liz, su cara, los Platos con comida y toda cosa que se moviera. Apoyé mi ‘cabeza en las cabezas de los bueyes y me puse las manos al rada sobre sus patastraseras, fuerte y brufida de Be ¥ colorado y ros mientrat el vsjo sega con oda progreso de las pampas, el que trafa él y dejaba atris 2 mods no civilizados de as exancisanerores eso no cra una industria, con excep dela dom de poros baguales, lo que importa una transformacion del ani ‘canguro, si, es0 también lo habia aprendido yo con ‘en la carreta, habia canguros en el mundo y eran ‘gomo liebres enormes pero con una bolsa en la panza 1a llevar a sus crias de paseo y andaban parados y eran ypaces de pegar saltos de metros. salvaje en animal educado y dil, decia y se babeal seguia con la aparicién de los toros Durham, los ballos ingleses de carrera y los frisones, las ovejas carneros Rambouillet, ah, la mejora de las razas las razas curopeas y de ahi derecho a la transfor que estaba haciendo: un pueblo que pasa de amasijo. larvas a masa trabajadora, imaginesé, milady, que seri sin dolor, pero, ay, hemos debido sacrificar m tra conmiseracién, todos hemos de sacrificarnos la consolidacién de la Nacién Argentina, iba dicies con la voz cada vez mas empastada pero sin achi seguia creciendo el cristiano, experimentaba un pr volednico Hemindez y la mirada se le puso inqui les estamos metiendo a estas larvas la miisica de la vilizacién en la came, serin masa de obreros con corazones latiendo armoniosos al ritmo de la fabri acd los clatines tocan el ritmo de la produccién ps que se les discipline el alma esa andrquica que tienes decia y se le perdian los ojos, se le iba uno para un ¥ otro para el otro y Iuego se buscaban hasta la bizq ta, como no pudiendo enfocarse en nada, hasta que uso candente, casi se le juntaron las pupilas, dijo q todo lo demis era agreste, primitivo y brutal, y al fin desmoroné, cayé sobre la mesa su cabeza de patriarca rural arrojindonos la guasca de su caida: el vémito le: salt6 caudaloso, se partié el plato en su frente, se le~ naron de sangre los restos del bife a la Wellington, se volcaron las copas y el vino se expandié por el mantel, cayeron las botellas de agua y chorrearon hasta el piso gota a gota, viscosas como las palabras del estanciero, y salté al suelo una cabeza de chancho, que iba a ser el tercer plato, en una trayectoria propia de un ave o de ————— 2 Volcarme yo Fue en ese momento que Liz se paré, llamé al yordomo, le ordené llevar a su sefior e higienii lamé a una de las chinas, le indicé calentar el agua un bafio, fue hasta donde estaba yo, me sacé la de la mano, me la tomé en la suya y me levé hacia estancia, un dormitorio enorme con enorme baiiera, ‘cama como una carreta lujosa y sin ruedas, hasta tecl tenia, columnas de madera labrada, dosel se llama eso, colgaba al techo una seda finisima, transliicida y dor J suspendida en pliegues llenos de aire, nubes casi trans, rrentes parecian esos pliegues, no tengo que decir que nunca habia entrado en habitacién semejante, no habi visto mds que las taperas, sus suelos de. tierra, los cuer sobre los que viviamos y la carreta, entonces, la cz ‘con dosel, la seda, el amarillo suave ¢ inquieto de los quingués, un sill6n, y ahi me senté yo en un extremo, apichonada por tanta novedad y por el blanco y el rojo de Liz que no dejaban de crecer, al contrario, tenian cada vez més fuerza, casi no habia nada ya fuera de su dominio y cuando se senté al lado mio y me miré a los ‘js con los ojos esos de azul desganado que tenia, ued nada de nada sobre lo que no given arece ——— » —__ q ‘menos cuando me aprision6 contra el sillén y me beso boca largamente, horas estuvo besindome, nunca nadie ime habia besado tanto, y supe de la aspereza himedi Y caliente de su lengua, de las volutas de su baba entre nis dientes, de sus dientes sobre mis labios y supe més, supe tanto esa noche en que supe también el vino y bs ‘eamas con dosel y las bafieras y las copas de cristal y hs eyaculaciones de los estancieros, supe de esas manos tan frigiles y suaves siendo fuertes contra mi camisa, abrién- ola con firmeza, tomando mis tetas, acariciéndolas dea poco, haciéndose desear hasta apretarlas, hasta frotarhs yy hacerme doler para después chuparlas curindome del dolor que me habia causado, como un ternero me chu- po las tetas Liz y me las mordié como una perra y hs volvi6 a lamer como ha de lamer un corderito, como el Braulio lamerfa, y me volvié a besar la boca y ahi pude yo recuperar la facultad del movimiento y hacer lo que queria hacer desde hacia horas: liberarle el blanco del escote, meter mis manos entre la seda y la piel y sacar sus tetas, que quedaron servidas como se habia servido cl banquete en sus bandejas, como en la mesa hice !o {que ella, la amé en espejo, le lami los pezones, tan ross como la seda rosa del vestido que levaba puesto hasa esos momentos porque tomé coraje y se lo empecé a si car pero ella me agarré las manos con tna fuerza que 10 le habia sospechado y se pard y me levant6 y me levoa Ja cama y me termin6 de sacar el pantal6n mientras me decia my Josephine y good boy y me metia la lengua como para darme confianza, como para confortarme ‘como para asegurarse su poderfo, me desnudé comple- tamente, se quité el calz6n y me cubrié con su vestido, re acarici6 el cuerpo entero con esa seda y se sent z — 5 — — apoyé el hueco de su concha en la punta de la empez6 a moverse adelante y atris, a resbalar sobre resbaladizas, sobre mis viscosas canes intimas, sobre concha que latia, echaba burbujas como agua hirvi do, y la vela a Liz desde abajo cuando se hamacaba atris ylaseda del vestido no me cubria los ojos, las meciéndose, el cuello arqueado hacia los talones, el rojo cayéndole casi hasta la cintura por la curvatura Ic empez6 en el cuello y le bajé por la espalda y se t hasta la concha y ahi acabé, se afloj6 en un charco mi, se volcé arriba mio, me abraz6, me dejé be darla vuelta, apoyarle la espalda sobre la cama, abritle piemas y meter las manos en sus entrafias, rosas y col radas como toda ella, saber de esa carne mojada y bl: y musculosa, lamerla, sentarme yo misma arriba de , Piernas trenzadas Cuando abri los ojos, muy poco después, apenas nos ubiamos dormido, estabamos enredadas con Liz, sus pelos colorados y los mios pajizos, su aliento caliente 'y un poco agrio y el mfo que habria de estar parecido, fus tetas pecosas y grandes y las mfas iguales pero chi- ‘as, las piemas trenzadas, nuestras ingles que no debian hhaberse separado en toda la noche a juzgar por la masa pegajosa que se estird entre las dos, elistica, apenas me movi, cuando el cuerpo se me empezaba a frotar contra ¢l de ella sin que mediara mi voluntad, como si tuviera sus propios planes, cuando la claridad que entraba por las hendijas de los postigos estaba hecha de rayos que atravesaban la penumbra y doraban todas esas cositas que flotan en el aire de las habitaciones que dejan entrar |a luz de a poco, como filtrada, entonces golpearon la puerta para anunciar el desayuno. Se desayunaba tem- prano en la estancia, era, Jo supe después, una costumbre militar lo de levantarse a la madrugada, mis alli de las actividades o inactividades que impusiera la jomnada. Un beso profundo, suficiente para que se me anegaran hasta los pies, fre el saludo de Liz y hui a mi habitacién para vestirme y salir por la puerta que me habia sido asignada. sentir ese nuevo punto de apoyo para ese vaivén nuevé mirarle la cara blanca, los ojos transparentes sobre el, rojo derramado en la almohada y, por fin, volcarme yo, ee ee ie ee El coronel nos esperaba en la galeria con dos chi una le servia el mate, la otra pastelitos, esa maravilla Ja pampa, una especie de flor con muchos pét estrella con muchos rayos y corazén de dulce de ba ya me ensefiaria luego esa misma china a coci Hemindez se veia gris claro y nosotras de una pali extrema. El estanciero estaba avergonzado 0 eso ia: no nos hablaba, sélo proferia insultos a las chinas mierda que querian quemarle la lengua con ese hirviendo y con esos pastelitos que rellenaban con bi las indias idiotas, idiotas asesinas, 0 las dos cosas, también pueden ser. No nos miraba tampoco hasta Liz le tocé una mano, Coronel, how are you fe this morning? We all ate too much yesterday, we sick during the night, y el viejo se animé, la miré, tomé la mano, se la bes6 y se larg6 a hablar sin la de un momento antes y sin la solemnidad de la ni anterior, se ve que era uno de esos solemnes de alco! lestanciero, porque el alcohol tiene a sus ceremonios asi como tiene a sus tiernos y a sus pendencieros y pt den ser todos la misma persona segiin van pasando horas, bien lo sabia yo por mi marido y sus borrach que habrfan de volverse legendarias cuando sus cant empezaran a escucharse en bocas que no eran la suya en pagos que él no habia pisado nunca, como sabria el mismo fortin de Hernindez. M’hija, si, comimos much y es too much también la alegria de tenerla acd, comamos estos huevos, este queso, este pan y tomemos cl té de hierbas sanadoras de esta tierra buena y salgamos Juego a caminar en el aire de esta pampa que cura. Aun= que también enferme, mire lo retrasadas que salieron las indias boludas estas que ni un mate saben cebar. 98 4 1 sol todavia estaba suave cuando salimos aris de & ‘de las chinas que llevaban la pava y los pasteles como si san parte de su cuerpo 0 més bien al revés, elas eran. del cuerpo del mate y la comida, un apéndice de ‘cosas que necesitaba el coronel. Las sombras todavia fan largas y todos los verdes del campo, y el campo nismo, parecian brotes tiemnos aunque ya casi nada bro- fara, me sentfa tan viva como un animal, como mi Es- {reya que corrié hacia mi con la alegria de cada maiiana {que era, para mi perrito, alguna especie de proeza 0 de triunfo, ninguna certeza, Me sentia, también, un poco desgarrada, como si haber separado mi cuerpo del de Liz ‘me hubiera abierto una herida: no podia alejarme de ella ‘mis que algunos pasos y sin embargo, 0 tal vez por eso mismo, verla tan ella, tan entera sin mi aunque tampoco se alejara, me hacia doler, me lenaba de miedos. Con mis suftimientos de amante acabé un muro de {gauchos que parecian lustrados como botines britinicos, bruitidos como las copas de cristal de Bohemia del coro- nl, gauchos destellantes dirfa de tan limpitos y peinados y clegantes:afeitados, con el pelo hacia atris, juraria que perfiumados, vestidos con bombachas marrones, camisa blanca y alpargatas negras. Asi como me habia sorpren- dido saber que los indios pudieran ser heroicos alli en 1h carreta, me dejaron sin habla, fue una revelacién casi, «que Tos gauchos pudieran ser tan pulcros yatldados, se me escapaba que yo misma habfa pasado de china a lady y de lady a young gentleman, Esa danza que ejecutaban. seggin los gritos del capataz tenfa dos partes, jUno! jDos! Uno! ;Dos!, como una especie de misica miserable, una iiisica de obedecer. Los gauchos, boca abajo, cada uno sobre una tela blanca, levantaban y bajaban sus cuer- ” pos rigidos, se volvian tablas y se sostenian con la fuerza de sus brazos. Gym, dijo Liz, this is great, a modem lord. Flexiones era Jo que hacian, con sincronizacién que yo sélo podia comparar con la algunas bandadas de pijaros, las del caserio, set los pijaros como si fueran uno hecho de muchas tes separadas, me gust6 desde nifia mirarlos y me gustando y los pijaros se siguen tejiendo como st hhubiera cambiado nada en el mundo. Aunque esos gatuchos no estaba tan segura de que me gus Cuando terminaron, se pararon a la vez, enrollaron telas hasta volverlas una tira pequefia, se las colgaron) ‘una alforja del cinturén, se formaron uno detris del conservando la distancia del largo del brazo y com zaron a trotar en circulo, Era una especie de baile gracia la gym. Por fin los gauchos se pararon, abrie un poco las piemnas, as conservaron rectas ¢ inelin el torso hasta que pudieron agarrarse los pies con ‘manos. Lo hicieron muchas veces, hasta que el ca ‘ordené Descansen. {Buenos dias, hermanos gauchos!, grit6 el coron Buenos dias, hermano patrén, Dios lo bendiga con larga vidal, contest6 el coro virl de los muchachos ‘mados en cinco filas de veinte, de los mis bajos a mis altos. {Hora de declamacién, mis gauchos! Seiio si, sefior!, y con los brazos pegados a los costados cuerpo, las piemas juntas y rectas y el ment6n apuntar al cielo, tronaron: Al que es amigo jamés Lo dejen en la estacada, Pero no le pidan nada Sw Ni lo aguarden todo de él ‘Siempre el amigo més fil Es una conduta honrada. Los hermanos sean unidos Porque esa esta ley primera “Tengan unibn verdadera En cualquier tiempo que sea Porque si entre ellos pelean Los devoran los de ajuera Hermanos gauchos les digo Que ustedes som mis amigos A mi no me pidan nada ‘Somos patrén y peonada Las caras de una moneda Como el revdlver y el iro. Como la indiada y los pingos, ‘Como la Patria y la estancia, [qual que lor y ragancia: Todos tiramos del yugo 1 hacemos el pals junos; nos forjamos un destino Liz se par6 y aplaudi6 casi bailando, hizo flamear Jos volados del vestido blanco y primoroso que se habia puesto esa mafiana; le habia encantado la demostracién gauchesca. Cuando se cans6 y volvié a sentarse, se pard Hernandez, se sacé el sombrero, dijo Seftor te agrade- ccemos estos dones que nos has regalado, te pedimos por tuna buena jomada de trabajo y arrancé: Tata nuestro, — 101 que estis en el cielo, santificamos tu nombre, hac reino en la estancia, que se haga tu volunté en esta yu cielo, danos hoy el pan de eada dia y perdond tras deudas asi como nosotros perdonamos a nu tentendieran bien que eran, els, los peones y el mel coronel y sus soldados, una sola cosa. ¥ que iba a haber otro pais mis que el que labraran para los eles y los estancieros, que, como él mismo, habia hacer de todo en una nacién naciente, eran mis 0 Ja misma gente Miri, mird, sub{ aci conmigo, darling querida —el fe se cebaba con un poco de cai cerca del me- ia para abrir el apetito—, y empez6 a trepar cl ingrullo Hernandez, lo seguimos todos aunque le iblaba s6lo a Liz. Una ver arriba, abrié los brazos con to soberano, abarcé todo el horizonte dando una lta como de dama en minué, con pasitos graciosos, deudores y libranos del mal, amén, ;A trabajar, hermanos!, ordend y partieron en separados los gauchos. Hemndez nos cont6 que lo. habian recitado los gauchos eran unos versitos que escrito él en una época aciaga que habia pasado ex do en un hotel en la Avenida de Mayo de Buenos la conoceria a la ciudad del puerto y veria entor avenida con sus luces y sus bares y su teatro y sus espafiolas, Bueno, la primera parte de esos versitos, contaban la historia de un gaucho forajido, las escrito ahi, cuando habia entendido lo que habia entender: el gaucho era larva y malo porque no educacién en las estancias en las que estaba encer y porque los de la ciudad se abusaban de los camy eran mis parisitos que los mismos gauchos. Lo que habfamos escuchado era de la segunda pi cuando ya habia recuperado su rango y se habia is nado en Tierra Adentro con sus propios soldados, qt aprendian a ser labriegos y vigias, arrieros y tiradoy antlleros y veterinarios, caballeria y domadores. Us tarea dura la suya, la de hacerlos hombres de su si tuna labor educativa que pocos entendian. Muchos cian que no habia que ahorrar sangre de gaucho pero si que la ahorraba: consideraba a cada gaucho tan ps de su hacienda como era cada vaca y no dejaba que le muriera ninguno sin razén. Hasta habia escrito continuacién de sus versos, ese librito constructivo explicaba, un manual para educar a la peonada, p: people, no ways, no other farmers, no culture. yere’s nothing here, mi querida. 2Y qué te creés vos we podrian consteuir estos solos? ¢Qué construyeron? ‘aperas sin mas arte que los esqueletos y cueros que les meten adentro! Son de tierra, milady, iguales a la ierra, se hacen de lo mismo que comen y no salen fnunca del barro del principio y del final. Tengo que {ar yo, tenemos que estar nosotros, que los necesita mos, claro, a ellos, pero que podemos cambiarlos por ‘otros. A mi no me cambia nadie, vendi un mill6n de libros, libré 36 batallas, cultivé tanto y tan lejos que ho te alcazarian los ojitos esos lindos que tenés para ver todo, Dame otro mate, china de mierda, qué, estas, dormida vos, cargalo bien, se lo tom6, empez6 a bajar y un par de gauchos empezaron a subir, creo yo que para amortiguar con sus propios cuerpos la caida en el ‘aso de que se les cayera el coronel. 102 2 No $e les cay6. Liz se veta fascinada, lo algo que parecfa amor y que a mi me hacia di rar. Salimos a pasear, el viejo del brazo de Liay ‘yo un poco mis atris. Me empezé a contar sus cias con furia, £1 también se habia baftado en esa estancia los gauchos se bafiaban todas antes de comer. Dormian en la cocina, fog6n, todos los solteros; no los dejaban rane! para evitar el vicio. Qué vicio, Rosa? Ya s me entendés, no, cudl, de dormir juntos dos de buscar chinas y después no servir pa'trabajar a este patron le gusta nada mis que le trabajen limpios y le aprendan a leer y le vayan a misa. hacer fiestas ningiin dia que no sea sibado y caiia hasta ahi noms y vos ves lo q’él chupa. puede tener mas de una novia. Tienen que cuando suena el clarin, limpiarse, vestise, salir a la ginasia y después a trabajar cuando, clarin. Hacen trabajos diferentes, algunos ni son de gaucho: forjar el hierro, tallar la madera, el grano, eso vaya y pase, pero cultivar flores tas, hacer el pan, arreglar zapatos, coser cat es trabajo de china, Jose, y, claro, también ser trigo y el sorgo y los zapallos y las verduras, los a comer verduras el patrén, y después pelearles que han cultivado a los bichos que se los comen pumas a las liebres y encima las heladas, las Iavias piedras. Es como estar en una guerra ser un agri ‘me explicaba Rosa, confirmado en su propésito un ganadero y ninguna otra cosa Apuré el paso, Liz y Hernandez charlaban frbol de hojas rojas, sentados sobre una tela clara ws habia frutas, agua, queso, pan y vino. Un picnic era fille explicaba su propésito: era mas que una estan ‘ora una ciudad moderna lo que estaba construyendo su obra lenta, el proceso que le hacia atravesar al ho desde que llegaba ala estancia fortn hasta que se parte. Primero le tocaban los trabajos mas duros, cava la fosa que empezaba a rodear la estancia unto porque el coronel la creyera especialmente ail porque necesitaba acostumbrar a los hombres nue- ‘il trabajo, cansarlos para que de noche se desma- antes de emborracharse y entonces no tener que los, hay que tener la cabeza muy fria para saber f, acostumbrarlos a levantarse y acostarse a la misma |, acostumbrarlos a los ciclos de la industria y a la ye. Ademis, era un ritual de iniciacién, casi una ye- fra la fosa, una marca: a partie de ahi, empezaba una nueva. Los hacia cavarse su propia fosa, su frontera, ‘wntes y después. Era el primer paso para sacarlos de ys. Lucgo comenzaban a asistir a los ya expertos en areas diversas. Y estaba la escuela, Los que estaban le hacia mis tiempo ya leian y escribian. Hernandez dejaba la Biblia porque la religién ensefiaba algunas ss buenas como la monogamia. Y la obediencia al hor. And you are the Lord, aren’t you? le pregunt6 y los dos se rieron y yo tuve la primera fisura de una ‘que me habia nacido hacia poco. No me importé, a vida iba a depararme mis noches como la anterior necesitaba ningtin dios, resolvi tan temblorosa pero ie como estaba Hubo que conguistarle una tierra a la patria, siguié plicando Hernindez los huesos que rodeaban su es- ‘ia, no nos la cedieron gratis los salvajes. Y ahora 10s le estamos conquistando una masa obrera, ya ve a gauchos. Y si, se los veia, Los casados tenian sus ‘con mis de una habitacién, no podia yacer junta whole family, decia Hernindez y hube de darle la 2A todos les gustaba? No, algunos entraron en. fuerza de estaca, otros de cepo, varios de unos latigazos y algunos se escaparon y nunca mis vol hhartos de la falta de sus cafias diarias y de no te Propio dinero. zNo les paga? No, invierto ese dit que rara vez llega, en la maestra, la escuela, la capil tas cass de ns familias nuevas. Y en mi hacienda y asa, también: son el comando general de la es punta de lanza de la nacién, el progreso penetrando desierto Unos Habsburgos retacones y negros Lo que nos mostraba Hemindez era el hombre del futuro: é1 mismo era uno de ellos, yo camino de hie~ 10, yo fuerza de vapor, yo economia de las pampas, yo simiente de civilizacion y progreso en esta tierra feraz y bruta, nunca antes arada, apenas galopada por salvajes que parecen no tener otra idea de la historia que la de ser fantasmas y ladrones, un humo triste sin més letras que las de ir y venir sembrando vandalismo; parecen flotar sobre la tierra, si no fuera porque roban y que- man lo que el trabajo del hombre blanco les pone por delante, uno diria que no existen, que son tan leyenda como El Dorado que buscaban nuestros ancestros. Los ‘gauchos, que suelen ser una mezcla de indio y espafol, no heredaron de sus abuelos europeos ni siquiera el sue fio del oro regalado. Ni de los indios ir y venir livianos ‘como si fueran liebres, Nada, Fueron buenos soldados de la Patria, eso si, son valientes los gauchos, pero ya no hay més guerra que la de conquistar la tierra metro a metro con las armas lentas de la industria agropecuaria, Y ahf no hay nada que les interese. No tienen nocién de construccién; viven en ranchos putrefactos, todos amontonados. No conocen tabé; si no se acuestan con y 1a made es porque les gustan mocitas, aunque ni de se puede estar seguro, yo tuve tres, no, no, miraba libro de contabilidad, cuatro casos de amancebados la madre: habia que ver cémo les salian los chit medio enanos, chuecos, con los bracitos flacos, prognatismo tenjan los hijos-hermanos de uno, Habsburgos retacones y negros y analfabetos y de dos desde los trece, eso me dicron, para eso les dic da, trabajo y escuela alos animalitos esos, se carcaj el coronel. Y hube de educarlos con métodos porque donde no hay escuela la letra con sangre e ya veces también donde hay. La vieron a Miss Dai Me traje a una de las gringuitas de Sarmiento para les diera las clases y apenas tres 0 cuatro aprendik algo, los dems, nia escribir mamé en un ato entero. la violaron de a cinco, le pegaron con el rebenque hi hacerle saltar uno de esos ojitos celestes como el ci manso, le hicieron caer tres dientes y le dejaron me ‘cabeza sin cuero cabelludo. La habfa visto pasar, si, sringa renga y tuerta y medio pelada y sin dientes. Né pregunté las causas de la renguera, para qué. A también los mandé a la otra escuela y tengo que rec nocerles la iniciativa de mejorar la raza: los guachite medio gringos me salieron mejores trabajadores; hay qi decirlo todo, todo hay que decirlo, decia Hernindez tmirindola a Liz con ojos tan libidinosos que parecia te= ner una pinga de perro alzado de cada lado de la nariz, La gringa es dura, estuvo en cama una semana y supo insistr en seguir siendo su maestra, pidi6 por sus vidas, imaginesé, milady, estaba admirado yo por su piedad. Apenas pudo pararse, salié una madrugada para donde estaban encerrados los gatuchos por cuya vida habia lo~ 108 4 ‘no en mis brazos, Habia que verla c6mo habia cambia~ do en unas horas, en menos de lo que dura una noche, e esos ojos celestes mansos le quedaron un tajo de un ldo y una fuente de odio del otro, de hielo eterno le ‘qued6 el color, nisiquiera celeste es ya, da miedo, fijesé ‘quando la vea. Los sacé de la mazmorra, ordend que Jos estaquearan a los cinco. Armé con ellos una estrella de carne y la puso a asase al sol, horas después, como, ‘atorce, era pleno verano, les hizo tirar unos baldes de agua y les dio de beber mientras atardecia, en el cielo Jas nubes rojas, hinchadas, parecfan garrapatas, miles de garrapatas arracimadas ahi contra el naranja y el violeta caliente que empezaba a adivinarse y deberiamos haber nos dado cuenta por eso mismo pero no, los gauchos le pedian perdén, miss, perdonenés, fue sin querer, es que Usté es tan linda y habiamos tomado mucha cafa, miss, nos queremos casar con usté los cinco, ser sus siervos, perdonenés. Miss Daisy ordené que les dieran de comer, tuna papilla y un poco de catia les hizo dar, los gauchos, se esperanzaron, gracias, miss, gracias, toda la vida se lo vamos a agradecer, miss, incluso se sonrefan alentindose, y li miss los miraba sin decir nada desde esa nada helada de su ojo vacto y de su ojo todavia lleno. Se senté en el centro de la estrella de varones, se hizo traer una rama gruesa y un cuchillo y ahi estuvo, afilindolo al palo mientras ellos la miraban cada vez menos capaces de articular palabra, cada vez-mis pilidos, cada ver mis so- llozantes y sollozaban alrededor sus madres y sus chinas, sus hijos y hasta sus caballos parecian lorar viendo Io que se les venia encima, la furia de Miss Dasiy desatada. ‘A mf mismo me empezé a flaquear la determinacién de permitir el castigo de la gringa; hay cosas que no se 109 —___ Je hacen a un hombre, sea cual sea su ‘on el terror que les da no me van a aprender nun- habia dado mi palabra de que respetaria la Jos negros estos. ZY dénde esti la otra escuela? igiera para sus agresores. Creia que elegiria ‘wiris de esos Arboles, sefialé un Mano sin siquiera jewinto se puede equivocar un hombre aun Herindez, grit6, aparecié uno de sus gauchos 1a canas! Los otros amagaron con defenderlos, ¥ peinados para atrs, le ordend que Hevara a ls interponerme con mi escopeta y se interpuso 4¢ 16 el gaucho y se ri6 él y yo saqué el cn entero de oficiales, los once con las armas en | dijo no, no, mocito, si no es con usté, es que su tuvimos que intervenir, fe lo mis cereano a na vale por dos, y nos mandé a pasear ala escuela que hubo nunca acé en La Hortensia y qué discolos diga, no quemé a un par de un tiro porque Ahi reinaban la rubia y sus mellizos bastardos, que le los gauchos. Se quedaron quietos hasta que la ‘aldo feroces y bastante blancos y justamente por cans6 y se volvié a su lecho de convaleciente, Porque no era suficiente nada que no fuera como nosotros bajamos las armas y ellos fueron a como juzgaban que asf hubieran sido ellos cuerpos, encastrados en su propia mierda y st ‘Wo ser por los cinco finados como estrella sangrien- sangre seca, hubo que arrancérselos ala tierra '¥ mierdosa, odiaban a los gauchos, querian volverse Piarlos antes de devolvérselos,limpios y blaneos Estados Unidos con su madre y ser cowboys en ‘como nunca habjan sido, como les hubiera ¢ mneapolis,let’s go back home mummy, decfan como ser para no terminar como terminaron por 1 IWubiera para ellos algtin back fuera de la estancia de lentones. Yo también lloré esa noche. \indez. Liz movia la cabeza afirmativamente mientras blaba, le apoyaba de vez en cuando la mano en sus brazos, le decia hero y you're a patriot, y le lenando el vaso porque si el coronel ten‘a pingas ‘ros tienen los ojos también tenia diez camellos los dems tenemos la boca, un destino casi era esa un charco de whisky donde se le ahogaban to pingas. Bien levado, decia Liz, era un hombre muy Hernindez. Que qué habia hecho con los degene yy sus madres, le pregunts. Les estoy haciendo letra en la parte dura de la escuela, la que les venia tando, la que viene con sangte la de Miss Daisy, se encarga de las dos escuelas pero me esti pare 110 m1 Guasca y rebenque No nos estaba vedada ninguna puerta, todo se mostraba con orgullo de fundador. Estirados y dose como un cuero al sol, la piel cuarteada, los of cerrados, la cara torcida del dolor: asi estaban los gau del Campo Malo, el sector que Hernindez les reservs a los descarriados. La muerte era, en principio, para desertores y los asesinos, ls faltas mayores que se po comieter en Las Hortensias. Todo lo demis, incluyer el robo, era considerado un delito menor, castigado la estaca, el cepo 0 con nudos de maniador mojado, Lo que no se podia hacer era partir. Ni matar: a los: asesinos los esperaba la muerte dentro del cuero de una’ vvaca recién muerta, pena que llamaban el matambre. Lo envolvian al vil, lo cosian y lo dejaban a la intemperie: lentamente los apretaba el cuero, que cuando se seca asfixia, hora tras hora bajo el sol, hasta matarlos. Después del castigo, cuando el castigo no era la muerte, cada gaucho era embutido en un nicho de ‘cuero y tierra con nudos de enlazar en las manos y las Patas, como reses boleadas los tenfan para que no se pudieran tirar a dormir los damned idles, nos explicaban_ sus métodos los daisitos que no tenian mis de 15 pero — 112 = 4 tan feroces como su mummy: les cerraban los ojos las bocas con tientos de caballo, los tiraban ahi en tierra misma, les tajeaban los cuerpos a rebencazos, ‘unos bultos rojos de sangre y negros y azulados de Janta mosea que no se podian espantar y asi los tenian ‘porque they do not want to learn, los metian ahi en los hhichos de castigo después de su dia de cepo 0 de su dia de estaca y los dejaban su semana de penitencia para que ecapacitaran y los largaban y se iban, por ejemplo, like this stupid nigger, le pated el daisito mis alto Ia cabeza fun gaucho despellejado, en came tan viva que dolia tmirarlo, corriendo a lo de la mami, a que le diera la teta Ja puta bruta esa que era his mother and his wife in the same body. Y tuvimos otros, un par se nos escaparon, tuno bien vago que cantaba en vez de trabajar y que se aprendi6 las letras para escribir lo de él y que después anduvo diciendo que el patron le robaba sus estrofas y le dimos guasca y rebenque y le volvimos a dar y él meta porfiar en que eran suyas las canciones y ya lo teniamos, casi listo para la doma, ya sabe, milady, un caballo para las patas de adelante, otro para las de atris, y hacerlos correr uno para Tierra Adentro y el otro para Inglater pero se nos escapé el muy larva, se ve que es gusano només porque se salié de las sogas que lo ataban. No importa, ya lo vamos a cruzar 0 no, qué nos impor 4 nosotros ese indio de mierda y todos estos indios de mierda decian y los escupian y habia algo de amenaza y algo de jactancia en lo que nos mostraban y yo no posta querer mis que irme de ahi, que dejar de escuchar ls siiplicas que les salian en los alientos flacos a €S0s casi ‘muertos. Liz los felicit6, les dijo que si fuera su madre estarfa orgullosa de ellos, good boys, trabajadores y tan us = ingleses en sus modales. Quedaron encantados los sitos; dejaron de pegar y de putear un rato y nos taron hacia la puerta del Campo Malo. En el resto de la estancia, zthe good countrysi trabajo parecia darles felicidad a todos. Es un tej ‘mundo, empez6 Liz: lo que acé brilla es como una, que se luce sélo porque tiene una urdimbre de sangre, la del Campo Malo, y asi ha sido siempre y. de ser hasta que todos sepamos nuestra parte en el En esta trama, los gauchos y las chinas, que no gimnasia porque a esa hora les tocaba darles el desay a las criaturas, trabajaban con esmero desde las ocho la maftana hasta las ocho de la noche. Cantaban: esti la bandera idolatrada,/ la insifia que Belgrano leg6,/ cuando triste la Patria esclavizada/ con val sus vinculos rompié” y hacfan los trabajos por pi Quiero decir que nadie hacia un trabajo todo ent nadie terminaba lo que empezaba. Las lavanderas, «jemplo, estaban sentadas al borde de grandes pileto las primeras mojaban y enjabonaban las prendas. Se pasaban a las que segufan, que las restregaban con ¢ os. Estas, a su vez, a las enjuagadoras. Y, finalment egaban a las colgadoras morenas las camisas blane como soles de mediodia. Lo mismo con la forja: alimentaba el fixego, otro calentaba el metal hasta qh estaba a punto, otro le daba la forma deseada y lo metia ‘en agua y otro lo sacaba listo y mojado y lo ponia en ‘unos estantes. Vi hacer cientos de herraduras en un solo dia con esa formula: le queria inventar una velocidad nueva a la pampa el coronel, conocfa Inglaterra y Esta~ dos Unidos y queria para los argentinos algo del faror de la fuerza anglosajona. La forja era cosa de hombres 1 5 Jos hombres eantaban otras cosas mirando fijo a las inas cuando el capataz no estaba cerca: “La sapa estaba Wiendo/ Para el sapo un gran bonete,/ La sapa que no descuide/ Y el sapo que se lo mete”. Bsa noche otra vez el coronel dio gran cena y cayé jlido por el vino. No habia terminado de chocar ‘eon la mesa la cabeza del patriarca cuando Lie salto de silla y me Wevé hacia su cama casi a los empujones. 'No es que yo opusiera resistencia, s6lo quise inquirir, ‘entender qué le pasaba, habia sido tan distinta en toda a travesia, Oh, you like it, don’t you? me coné, me dio el altimo empujén, reboté contra la cama y me ‘empezé a sacar la ropa con una premura tal que mis bien parecia que estaba apagando un incendio, Se sac6 también la de ella y siguié con mi educacién: csa vez ‘empez6 suave, me acaricié todo el cuerpo por delante y por detris, con las manos, con la boca, con la ngua y Ja nariz y también us6 las tetas para meterlas adentro de todos mis agujeros. Me dejaba sin palabras, ella que me habia ensefado tantas en el cruce del desierto, adentro de la carreta, en el fogén, abajo de los ombées o con las cafias de Rosa. Golpearon las chinas y pasaron, yo me cescondi, lenaron la bafiera de agua hirviendo, Liz les pidi6 t, se lo trajeron y ya no volvieron y me volvié a agarrar y me metié en el agua y se metié ella también y centonces me hizo algo que nunca me habfan hecho: me puso de espaldas, me hundié las tetas en los oméplatos, me mordié fuerte la nuca, como una perra tramportan- do a su cachorro en un arroyo, no me solté, con una mano empez6 a acariciarme los pezones, con li otra la concha, me abrié el culo, se apoy6, agarr6 mi mano, me enseiié a tocarme, me chupé los dedos, me los apoyé — us — en el clitoris, usé mi mano como si fuera la suya ue tomé mi propio ritmo, me abri6 mis el culo y- Penetré con su puiio mientras me mordia mas fue ‘me apretaba mis las tetas. Yo dejé de tocarme, me de la bafiera con las dos manos, me dejé lenar de placer nuevo, mis punzante, un placer hecho de aguj ¥ picotazos, me hizo bramar como un animal entre brazos, acabé por el culo, le juré amor eterno y se cchupé hasta que me ahogé. That strange gaucho who believed he was a writer Oh, please, tell us about that strange gaucho who believed he was a writer! The one who runned from you, arrancé a hablar Liz durante el desayuno luego de los saludos de rigor, cada vez menos rigurosos para mi delicia y para mi espanto: me habia despertado casi aho- sgada antes de que entrara el primer rayo de sol con ella restregandose contra mi cara, ah, la concha de Liz en mi boca, el enchastre sincopado con la respiracién, me hizo tomar el aire y largarlo a su ritmo como si me estuviera domando, me estaba domando me diera cuenta 0 no, {qué mayor doma que lograr que el animal respire cuando ‘vos querés sin rebelarse, y ahora estaba a los besos con el coronel, tan grisiceo él por la mafiana y sin embargo de pie apenas amanecfa, un domador era también Heman- dez, un domador de resacas capaz incluso de destellos de alegria cada vez que ella lo miraba o le hablaba 0 se dirigia a él de cualquier modo. ;Te das cuents darling! Hay chispas de genialidad aca en el campo, siempre lo digo yo cuando me preguntan cémo es el pueblo de la lanura: un gaucho casi analfabeto, algo aprendié ac con Miss Daisy, dice que yo le robé sus cantos. Oh, yes, a - 7 really weird man, isn’t he? Si, si, aunque algo de tiene: yo no le robé, pero cuando lo escuché cantar hice dejar el arado para que me entretuviera ala peor mientras trabajaba. You're a really generous man, Si vos lo deci, gringuita, debo ser, la verdad es que i cuenta de que se ponfan mas contentos y un jefe, coronel como yo, un estanciero, tiene que saber mang} su tropa, datles alegria también, no todo puede ser ¥¥ palo, especialmente cuando ellos son mil y mi de verdad, mis oficiales y yo, digo, somos veintiunos ‘cuento a los gatuchos convencidos del progreso sere doscientos. Preferirfa no verme en la situacién de t que probarlos mucho, que en la pista se ven los pi y yo prefiero que estos no me corran, los tengo qué enraizar, 2vos me entendés? Los tengo que hacer de tierra, tengo que hacer que lasientan propia. ¥ un de ellos es: siempre es un poco propio lo que se trabaja, Not always. Dije un poco, rubia, no te asustés que no me agarté el comunismo, esa peste que nos quieren traer de Europa todos esos paisanos muertos de hambre que nos legan como langostas, como nuestros abuelos trajeron la viruela y nos allanaron, dejame que me ria, por favor, gringa, ¢s todo tan chato acé, nos allanaron un poco el camino. Imaginate, darling, que un dia se van a dar cuenta de que nos ganan a muerte con la cantidad que son y aunque saben, porque saben, tontos no son y algunos han vivido bastante, que aris de nosotros esté 1 Ejército Argentino, que también son ellos aunque ‘menos que nosotros —aci todos somos todo pero no del mismo modo, algunos somos completamente y otros en parte, yo no sé si estoy siendo claro—, hasta que llegue cl primer batallén nos pasan a todos a degiiello como les, 18 - {gusta hacer si se les da la oportunidad, los vieras cantar mientras el casi finado resfila, les gusta decir asi a ellos, ‘en su propia sangre. Asi que le di trabajo de artista al gaucho writer y yo a veces lo escuchaba y hay que ver Jos versitos que se armaba el bruto: era, dejame decir- {elo asi, un poeta del pueblo la bestia esa. Algunos de sus versos puse en mi primer libro; no andaba del todo equivocado, También le puse su nombre en el titulo, Martin Fierro se llama la bestia inspirada esa, capaz de ‘star inventando coplitas doce horas por dia es, vicioso ‘cémo el solo aunque capaz. No entendid nunca lo que yo hice, tomar algo de sus cantos y ponerlos en mi libro, evar su vor, la voz de Tos que no tienen voz, inglesa, 4 todo el pais, ala ciud’ que siempre nos esté robando, Buenos Aires vive de nosotros, de lo que nos cobra por sacar los granos y las vacas por su puerto. Y de no dejar que hagamos otro puerto grande en ninguna parte. Siguié Hemnindez con el puerto, los impuestos, el la- trocinio, ese nosotros de los estancieros y gauchos agli tinado porque compartian el mismo suelo y también la presiGn de los portefios y la guerra de los indios, “no hay nningGin nosotros sino hay otros”, dijo en un momento y yo tenia ganas de sacar mi cuaderito y tomar notas, no cra tonto el coronel, me sentia aprendiendo como me habia sentido aprendiendo en la carreta con Liz, como si me sacaran vendas de los ojos, legué a creer que tenia tantas vendas como una momia egipcia, es0s cadveres envueltos en telas y metidos en pirimides, unas tumbas sigantescas que se habian hecho miles de afios atrs ahi en haarena del norte de esa Africa de jirafas y elefantes, y también temblaba de ganas de pegarle con un palo en la cabeza y de salir corriendo de ahi para cualquier lado. = = 119 _ Reconocia los versos, eran de mi marido y si eran 41, a mi también me habia robado Hernandez. Y a hijos, Sentada como Joseph Scott, al lado del estanci fai una sefiora estafida esa maftana; supe que me hal robado el coronel algo que era mio y que seria de hijos, me senti propietaria por primera vez en la vi le habia visto la gracia a ser duefta ahi en la estancia, ‘me supe vejada, Decidi que no me irfa con las m: vacias del fortin: haria justicia. Y saberlo cerca, estar Ja misma huella de Fierro, me hacia temer enco1 ¥y que me devolviera al lugar de donde habia su lado, en la tapera, No tenia que temer eso, se hi fagado la bestia, era un desertor ahora, no podia vol a la estancia; podia tomarme o intentarlo, escuchar nombre me habia fortalecido en la decisién de seguir vestida de varén y no largar nunca mis la escopeta aun. que también quisiera, habia entendido bien, se vendian_ ¥y se compraban los libros, mi dinero, pero no podia ir de vucltaa la tapera, No a la misma tapera y menos con. 4. ¥ el viejo con los impuestos del puerto y el bien com ‘main y la pregunta por la patria, zcémo puede crecer una patria si se pena, si se les roba a los que la hacen crecer? seguia Hemindez y me hacia ir y venir de mis propios Pensamientos, quién la hace crecer, me preguntaba, qué son y para qué sirven los impuestos, y el viejo seguia, volvia a Fierro, contaba que le decian El Gallo hasta que le dejaron de decir, se empezé a carcajear Hernandez, le cambiaron el nombre apenas le conocieron los vicios a Fierro. ;Sabés cémo le empezaron a decir, Liz? Y perdo- name por decitlo, no quiero ser grosero, pero es la verdi y la verdé no acepta calificativos, la verdi no es linda, ni fea, ni federal, ni unitaria, ni buena, ni mala, ni gorda, 0 ni flaca, ni portefa ni del campo: es verd nomisy zn0 te parece? Bueno, la verdé de El Gallo es que er bien Gallina y asi le empezaron a decir aci. No por cobarde, {que tenia el ficbn listo para cualquier eventualiti, todo cltiempo batiéndose queria estar el gaucho cantor, sino por, c6mo decirtelo, bufarrén seria la palabra enesPafol, faggot es en inglés? Lo vieron a los arrumacos on otro negro como él. Les di estaca alos dos pero soy grande y conozco mundo: a esos putos no hay estacz que los enderece. Liz y el coronel se habian hecho duefios de mi alien to: primero hube de respirar cuando la calentura de ella, que la hacia lenarme y vaciarme la boca en st danza ondulante, me dej6. ¥ después, segin lo que Hemindez decia, me acercaba o me alejaba de la tapera y de una bobs llena de monedas. No podia saber si era certo, yo Jo habia tenido a Fierro encima mio lo suficiente como para saber que tan puto no era. Bien mirado, él me habia tenido a mi y yo misma habia estado horas antes abajo de una concha que me dejaba sin aliento si se le antojaba. Esa distancia, esos gustos nuevos que hubiamos conocido el padre de mis hijos y yo, me alejaban de la tapera. Debo haber suspirado fuerte porque Hemnindez ime mind y se rid, No te asustés, mocito, que #0 €5 con tagioso, ya vas a ver mundo vos también y no te vas a asustar de nada de lo que la gente puede Ilegar hacer en. la cama, perdoname gringa que lo diga asi, vos sos una mujer casada, tampoco te vas a asustar tan ficl, Zo sf? Liz se puso roja y el coronel, que ya le estaba metiendo pura cafta al mate que le alcanzaban las chinas, empez6 a disculparse aunque no lleg6 a ninguna parte porque Liz se fue corriendo. El se quedé en silencio un rato, — 1a — chupando la bombilla, con los ojos vacios. Mirala vos! sta, perdoname, gringuito, ya sé que es tu hermana, anda mostrando las ubres todo el dia y después se colorada y sale corriendo por cualquier huevada, mujeres son como los potros, querido: hay que rebengue hasta que se den cuenta de que quieren ‘mandadas, ;sabés? Ya lo vas a aprender. Podés emy aci si no empezaste todavia, tengo unas chinitas estin ricas como pastelitos recién homeados, nuevit yo no las pruebo a todas, algunas només, que soy hombre grande ya y tengo que elegir bien qué muerdo. Y siguié horas sin esperar de mi nada més asintiera de vez en cuando, confirmandole que no. hablando solo. Ponche y whisky Ofendida, o mas bien simulando ofensa, no To sabia bien yo, Liz se le escapé al estanciero todo el dia, lo ‘dej6 naufragar en su mar de caiia al viejo que le tar- {ajeaba disculpas, I beg your pardon, perdoname lady, luno se embrutece rodeado de brutos, qué querés que Je haga, cada vez que la veia pasar para aci y para alla con alguno de sus oficiales que se escapaban a su vez de lla, temerosos del castigo que les podria echar encima el coronel si se sentfa menoscabado. Asi que asi fue el dia: ella cortiendo de él y ellos esquivndole el bulto a ‘lla y yo mirando todo sin entender demasiado, clavada ahi al lado del viejo, que me agarraba del brazo cada vex que amagaba con irme. En algin momento Liz se apiad6. No sé si de mf o de é, elalivio fue para los dos; se acercé a nosotros y le dijo al viejo que le estaba pre- parando una sorpresa con los oficiales. ¢Qué, gringa?, casi grit él, an English dinner, you will love it. I will love everything if you are here, se mand6 el viejo y ‘quiso pararse y hacerle una reverencia pero se cayé de ‘cabeza al piso, de cabeza clavada en la tierra, como se tiran los patos en el agua cuando ven un pez adentro, ‘Oh, Coronel, cafa is a very cheap drink, let me help ) chupando la bombilla, con los ojos vacios. Mirala vos esta, perdoname, gringuito, ya sé que es tu hermana, anda mostrando las ubres todo el dia y después se colorada y sale corriendo por cualquier huevada. ‘mujeres son como los potros, querido: hay que rebenque hasta que se den cuenta de que quieren ‘mandadas, ;sabés? Ya lo vas a aprender. Podése1 aci si no empezaste todavia, tengo unas chinias qu estin ricas como pastelitos recién homeados, nu yo no las pruebo a todas, algunas nomis, que soy hombre grande ya y tengo que elegir bien qué muerdo. Y siguié horas sin esperar de mi nada mis qi asintiera de vez en cuando, confirmandole que no. hablando solo. Ponche y whisky COfendida, 0 mis bien simulando ofensa, no lo sabja bien yo, Liz se le escapé al estanciero todo el dia, lo ddej6 naufragar en su mar de cafia al viejo que le tar- tajeaba disculpas, I beg your pardon, perdoname lady, uno se embrutece rodeado de brutos, qué querés que Je haga, cada vez que la vefa pasar para acé y para alla con alguno de sus oficiales que se escapaban a su vez de lla, temerosos del castigo que les podria echar encima cl coronel si se sentia menoscabado. Asi que as fe el dia: ella corriendo de él y ellos esquivindole el bulto a «lla y yo mirando todo sin entender demasiado, clavada ahi al lado del viejo, que me agarraba del brazo cada ver que amagaba con irme. En algiin momento Liz se apiad6. No sé si de mi o de él, el alivio fie para los dos; se acercé a nosotros y le dijo al viejo que le estaba pre parando una sorpresa con los oficiales. 2Qué, gringa?, casi grité él, an English dinner, you will love it I will love everything if you are here, se mandé el viejo y {quiso pararse y hacerle una reverencia pero se cay de cabeza al piso, de cabeza clavada en la tierra, como se tiran los patos en el agua cuando ven un pez adentro, Oh, Coronel, cafia is a very cheap drink, let me help 123 —— you, claro, claro, claro que te dejo, decfa él mientras par de gauchos o iban entrando a la casa. Agua y si Jes orden6 Liz a las chinas que cortieron para dormitorio antes que el coronel desmayado y a upa uno de sus hombres para entonces. i Liz se ensefioreé en la cocina: ahi estaba, con resplandor que tenia, esa blancura de fantasia y colorado de mazorca y tan tibia toda que era me muy dificil dejar de estar pegada a ella, alejarme ansia de hundirme en esa piel, de quedarme adent de la isla caliente de su voz. No pude. Que nos ib pronto, que preparara las cosas discretamente, me den, mientras taia uno de los barriles de whisky y fiascos de curry desde la carreta. Eso hicimos con y con Estreya, que nos seguia a todas partes con mie creo, habia tenido que dormir a la intemperie, con k otros perros y estaba bastante mordido, pobrecito, coronel tenia un lugar para cada uno y no habia mi de que un perro entrara a su casa; como estaba fuera de ‘cena me permiti dejarlo en la cocina cuando terming con mis mandados y hacerle mimos mientras me aullaba como si me hablara, como si me contara las desventuras 4que habia tenido. Lo calmé con caricias y pedazos de ‘came, le prometi que nunca mis iba a permitir que le pasara algo asi, que siempre iba a dormir conmigo y cfectivamente se durmié, panza arriba, entregado, con el cuello expuesto, me cedié el mando mi cachorro y Liz hos miré un rato con ternura hasta que me indicé que Ja ayudara. Tuve que pelar y cortar naranjas y limones, ran las frutas que habia en Las Hortensias, hasta que casi se me cayeron los brazos. Estaba preparando un pon- che: le habian traido las olas de la milicia, gigantescas, ee Se te podria haber hervido a un cristiano parado en cada ‘una. Cafa yfrutas, cuatro ollas para los gatchos, y tras dos de whisky y frutas y una temera al curry con 22 ‘nahorias y zapallo para los oficiales, eso habia prepando Liz. Fstaba segura de que iba a conseguir el permiso del ‘eoronel para que tomara también Ia peonada. Y lo consiguid. Se puso un vestido azul y se dsj6 ‘1 pelo suelto: era una aparicién, Y asi habra pensdo ‘el viejo cuando se acercé a su cuarto con café, agua y whisky. Le hizo tomar la jarra de agua recién sacads; le dio el café, le charl6 de vaguedades, le hizo jurar que ya nunca volveria a tomar cafia, y le jur6, seguramente encantado de que a ella le importara su salud; le dio al final un vasito de su buen whisky escocés y el mitico remont6 y se dio por disculpado a cambio de permitir que hubiera fiesta para todos. Ella sali6 radiance y mand poner la mesa con mantel, velas, cristal en la sala y la cocina, empezaron a sonar ls guitarras de los gauchos: no era la bestia de Fierro el tinico con cantitos. Seaci- calé la peonada como si fuera al palacio; nunca habian puesto la boca en el cristal de Bohemia, nunca habian to- ‘mado ponche, se bafiaron, se peinaron, se afeitaron, se hicieron trenzas, se lustraron los zapatos hasta que mas que botas de potro parecieron botincitos de Inglaterra. La milicada pelo uniformes y medallas, perfume y able encerado: parecia Navidad en la estancia, la vez que los patrones habfan venido, el 4nimo general era de fiesta feliz, esa felicidad que les da Ia abundancia a casi todos ¥y especialmente a los que la conocen poco. Sobre el fo- .g6n de los gauuchos estaban crucificadas diez vaguillonas tenteras, en el de los oficiales empezaba a oler el curry y Jos gauchos y las chinas se largaron a bailar noms largo — 1s —— la ponchada, que asi dieron en Hamar a la bebida de seguros de que un ponicho es bueno y de que algo ‘bueno bien podria ser como muchos ponchos. Les recié algo tan lindo que no se les despegaron a los hhasta la clara alborada Liz tenfa un plan muy sencillo, no me lo habia antes porque estaba convencida de que no sabia yo: nos ibamos air de ahi los tres como habjamos. Pero no nos ibamos air solos. Nos fbamos a llevar a ‘gauchos mas baquianos y a los que ya habian aprendi ‘como habia que trabajar: para la estancia que hari ibamos a necesitar herreros, floristas, gente capaz de tender como se hace un alambique, cémo una casa piedras, cémo lograr que una vaca produzca su m leche y cémo hacer crecer frutillas incluso sobre la are= zna. Rosa los habia medido y Liz haba examinado sus trabajos. Llegamos tres y nos fbamos a ir con veinte mis, la peonada antes y nosotros después. Habria justicia. Lo supe todo esa tarde, antes de empezar la fiesta, y me hizo tan feliz saberlo que no desentoné con el resto, que se iba perdiendo en una borrachera gigantesca. La peonada ~zapateaba, es0 es digno de verse, con sus botas los gau= cchitos levantaron polvareda y las chinas con sus polleras la distibuyeron como el ojo de un huracén: hasta los ctios bailaban, la cocina era un salon y los oficiales em= pezaron a emigrar de la sala del coronel, hartos segura~ ‘mente de los sermones industriales de su sacerdote de la civilizaci6n, y se entreveraron con el gauchaje, borradas ‘copa a copa las fronteras entre letrados y brutos, entre ‘uniformados y chinas, entre pionada y milicaje. Rosa andaba por afuera de la casa, calentindoles el pico a los que hacian guardia, una copita només para que veés qué —— is rica la ponchada y ai estaban los soldaditos: ayénclose de los mangrullos como frutos maduros de los itboles.. Al atardecer habia empezado la ponchads. A me- dianoche la casa misma saltaba metida en la nube de polvo que levantaban los baiarines. Un par &¢ horas antes de la salida del sol, la nube todavia esata ab: la armaban cogiendo las chinas, los gauchos y los oficiales. Recuerdo una con un gaucho adelante besindsla y me- tiéndole mano abajo de la pollera y un milico disde atris sobindole las tetas y ella con las manos ocupalss, una vverga tiesa en cada tna, los miraba un gaucho chueco haciéndose la paja, una china que restregaba sus tetas ‘contra la espalda del chueco, wn negro bajito le apoya~ ba la poronga a la china en los muslos mientss otra le chupaba los huevos mientras otro le chupaba concha mientras otra le lamia las tetas mientras todos seguian libando la ponchada y gemfan, se fueron derriendo los ‘unos en los otros, como velas que arden juntas hasta que se hizo dificil distinguir quién hacfa qué con quién, eran ‘una masa agitindose, enchastrada en su propio caldo de guascazos y charcos de china y muy proot© vomi- to abundantes, terminaron desmayados mis 0 menos para cuando salié el sol como flotando en una laguna con la compaiia de los pedazos de vaca y ls naranjas que se habjan comido antes. En el salén quediron s6lo Hernander y Liz, tirado él en el piso, acomodindose el vestido ella. Era asqueroso el fin de orgia, pero hubi- ‘mos de acostamos también en el piso y salpicamnos del vémito estanciero, Horas antes habian salido nuestros veinte con veinte caballos hermosos de Hemindez. y las pocas monedas que habian podido manotear de sus salarios atrasados. 1H - Perra puta so vo El cuadro empezé a romperse cuando fueron pertando uno por uno milicos y pionada y coronel: despegaban dea poco del magma de la resaca, iban. piendo la fuerza que los habia hecho uno horas antes sin refalar algunos para volver a caer y volver a I tarse. Se agarraban la cabeza, loriqueaban; Hern no pudo mas que abrir un ojo y volver al desmay ceniciento en que estaba sumergido. Liz trajo agua Jo mojé, le dijo, ay, mi coronel, qué gran fiesta que tuvimos, venga, vamos a su pieza, you need to sleep in bed, vamos, vamos, coronel, que yo lo he de cuidar. jPerra puta so vo, china de mierda! Los gritos Hle= gaban de a poco, segin iban recuperando la cabeza los primeros y empezaban a ver con quién, arriba de quién, abajo de quién, al costado de cuintos, se habian desva necido sus esposas. Gritaban mis ellos, las chinas menos, pero no faltaron los callate vos maricén que te vi bien anoche o hija de puta me robaste el marido, Cuanto matrimonio roto hubo ese dia en Las Hortensias, cuantas criaturas Horando de hambre porque nadie se encargé del desayuno, cuinto perro huyendo con la cola entre las patas: empezaron a sonar las trompadas y las rifias, 138 4 Jos hombres se cuestionaban la propiedad de las mujeres ‘eon el putio y el fied y las chinas lade sus gauchos con Jas manos noms y todos a los gritos pelados. Se armé ‘una nueva batalla: otro entrevero de cuerpos. Cayeron al suelo asqueroso algunos litros de sangre, cinco dedos ‘eortados y tres muertos de puntadas. No hubo mis por- {que uno de los oficiales pudo arrastrarse hasta el depésito de escopetas y tiré al aire. Después del estallido de la pélvora, un silencio triste se adueiié de la estancia. Na- die pudo hacer nada mis que vomitar, pedir perdén alos dems y Horar hasta el dia siguiente. Liz, Rosa y yo hici- mos lo mismo, aunque la vispera de nuestra partida nos tenfa felices: estébamos hartos ya de tanta simulaci6n, de hablar con tanta gente, queriamos volver a nuestro ‘mundo carreta, a a lanura limpia y enorme, a nuestras vvacas y a los bichitos que emergfan de la tierra por las noches. Yo sentia también una alegriarara, nueva, en el cuerpo: habia besado a un par de chinas y al gaucho al ue le habian gritado maricén. Me estaban gustando, era notable, los besos de las chinas y los gauchos putos. Lo tomé con calma, Estaba Liz y yo queria una vida entera junto a ella y no podia pensar entonces en el amor y 1a libertad juntos. Pero sentia alegria en el cuerpo, algo se me estaba rompiendo y era como meterse al rfo una de esas tardes de verano tan calientes en mi tierra que hhierve el aire: no es metifora, se retuerce al sol, deforma la visi6n de las cosas el aire ardiente. Liz cuid6 del viejo como si fuera su padre: se hizo acercar el sillén y ahi estuvo sentada alcanziindole la pa- langana cada vez que el pobre hombre lanzaba y dindole cucharaditas de té con whisky porque no hay mejor remedio que un poco del mismo veneno que nos enfer- 9 ‘cuerpo, [beg your pardon, Coronel, I'm guilty, I should have never done the party, que en su pais la gente sabia beber y se comportaba, que no conocia la Argentina, que por favor no muriera nadie mis, El viejo cedié un poco, y dispuso una semana de estaca para todos los que consideré culpables. Y perdieron su grado y sus sueldos adeudados y los que les tocaran los préximos dos aiios. Y volverian a la fosa. Que sobrevivan los que Dios quiera, gringa, te van a deber la vida a vos y a El, Como en la estaca cayeron también los daisitos, confi Liz en que cencontrarian la forma las chinas de acercarles agua y sombra a sus hombres. ‘m6, Llord mientras se ocupé de Hemninder y se de que él lo notara; pero no respondié a sus p Lo primero es que usted se recupere, Coronel; ‘como una letanfa y apenas mascullé algo de ser sefiora y deshonrar al marido y de extrafiarlo mucho, Esa misma noche dorm con mi Estreya, luego de: ccémo las chinas se arrastraban en la cocina tratando arreglar los destrozos y los oficiales enterraban los veres y dudaban, no sabian qué hacer con los asesi Se llevaron a los daisitos y a Miss Daisy, que se tan mal también que ni para castigos estaban. Dut ron la mona en las celdas nomis esa noche, te mucho el despertar del coronel pero no tanto ¢ los oficiales cuando se dieron cuenta de que falta caballos y hombres y mujeres: mandaron una partida buscarlos. Imagino que se habrin tirado a dormir ut kilémetros mas adelante y habrin dejado a los cabal de guardia noms, porque no encontraron ni rastros os forajidos. Llegé uno al dia siguiente, cuando el viejo arranca= ba con el té lleno de limén y algunas gotas de whisky; por indicacién de Liz habia prescindido del mate. EL alazdn transpirado fue el mensajero que hizo caer sobre el estanciero todas las novedades como si le hubiera arrojado una rama de ombii en la cabeza. Los desertores, Jos muertos, los caballos robados, los asesinos en sus ni= cchos de tierra y cuero esperando su condena. Se qued6 mudo. Hasta que aullé puteadas. Dispuso la formacién, de una corte marcial para sus oficiales, para los que es- taban de guardia la noche de la fiesta. Ordend ejecutar a los asesinos, Hizo volar la tetera y todo el servicio de té. Frené un poco cuando la vio a Liz lorando con todo el iat — ain = Adiés, Coronel La furia de Hernandez no afloj6 hasta la noche, do el whisky lo levé de vuelta a su industria pastoril, hhierro de los ferrocarrles que unirian la llanura con puerto y el puerto con el mundo, con Inglaterra, al cierto de las naciones donde la Nacién estaba llamada tocar la miisica de acabar con el hambre del globo, a ‘educacién de los gauchos que mira gringa las cagadas qu hhacen y ya tienen varios afios de escuela y, a pedido Liz, a especular sobre el probable destino de su marido, EL Ejército Argentino no retendria a ningiin inglés, ‘m6, seguramente lo habrian liberado, salvo que hubiera cometido alguna tropelia muy grave, how dare you, s€ paré Liz, no, no, no estoy diciendo que tu marido sea tn forajido, te estoy explicando las leyes argentinas nada més, Le habian contado de un inglés que habia sido con chabado por error, hacia un tiempo de eso y hacia un tiempo que lo habian liberado. Mostrame otra vez ese mapa, quiero ver dénde esté tu estancia. Miré el mapa tun rato: mirs, gringa, yo no sé quién le vendié esa tierra atu Lord, esti en poder de la indiada todavia. Si se fue para alli, lo tienen los indios. No te asustés, tampoco son tan malos, Don't you lie to me, Thave been reading your oe book. :No son tan malos?, you are mintiendo, Coronel, {can't believe it! Usted mismo conté lo que le hicieron ‘esa pobre mujer que tenian cautiva Aquella china malvada ‘que tanto la aborecta, empezé a decir un dia, porque falleié una henmana, que sin duda la cistiana le habia echado brujeria EL indio la sac al campo y lacempezd a amenazar ‘que le habia de confesar sila brujerda era cera; que la iba a castigar hasta que quedara muerta Lora la pobre afligida, pero elindio, en su rigor, le arebat6 con furor al hijo de entre sus brazos, 1 del primer rebencazo la hizo enyjir de dolor. Que aquel salvaje tan ervel «azotindola seguia; mas y més se enfurecia cuanto mas a castigaba, 1 lainfliz se atajaba, las golpes como podta Que le grits muy furioso: “"Confechando no quer 1a dio vuelta de un revés, por colmar su amargura, «su tema criatura se la degolléa los pies. dol mundo, para venirte a buscar fortuna en wna estancia que, querida, no sé quién le habri vendido a tu Lord, pero te puedo decir que no te vaa ser tan facil instalarte ahi. Salvo que negocies con los indios. And why did you lic? Te lo expliqué ya, Liz: la Nacién necesita esas tiertas para progresar. Y los gauchos, un enemigo para hacerse bien argentinos. Todos los necesitamos. Estoy haciendo atria yo, en la tierra, en la batalla y en el papel, gme entendés? Y vos también estis haciéndonos la Patria y te necesitamos también, No te voy a dejar ir desarmada, te voy a dar escopetas y pélvora. Y algunas chucherias que les gustan a los indios. La caiia que aci nadie més vvaa tomar, para empezar. Tabaco. Y espejitos, ya vas a ver, son muy coquetos los indios. Y ahora veni conmigo que te tengo una sorpresa Se fueron. No era noche para correr riesgos, asf que ime fui a dormir a la habitacién que me habfa sido asig- nada; logré meterlo a Estreya, que se quedé quieto y callado como si entendiera. Probablemente algo enten- da; que afiera la iba a pasar mal otra ver entre los pe- rros aguerridos de los gauchos. Lo abracé y me dorm Recién al amanecer la verfa a Liz, ya vestida de carreta me bes6 mucho, me mostré la sorpresa de Hernindez, el diamante era. Se lo habia puesto en su mano derecha. Al rojo y el blanco que ella era se les sumaron mis rayos. Hemindez recuperé el color y el humor con la tura de Liz: le daria risa, como a mi, el acento de leyendo sus versos, porque las carcajadas le duraron rato, hasta ligrimas le cayeron. Gringa, darling, :vos. creés todo lo que leés? Lo inventé todo eso, bueno, todo, cautivas tienen y no las tratan como a princs tampoco mucho peor que nosotros a las chinas, ay, doname, Liz, no puedo parar de reirme, cautivas tie te decia pero nunca supe que les degollaran a los hij ‘como corderos y algunas se ve que la pasan bien. Mi ‘madre me cont6 de una, una inglesa como vos, que se habia enamorado de su indio y no se queria volver a la civiligacién, mi mamé le offecié la casa y rescatarle a los hijos, no sé cémo iba a hacer para cumplir la promesa, zno tuvo que cumplirla: le dijo que no la inglesa, que era feliz.con su capitanejo ahi en Tierra Adentro. La volvi6 a cruzar cuando la india rubia iba a la pulperia a com- prar provisiones y vicios; habian degollado una oveja y se tiré del caballo para chuparle la sangre caliente. Are ‘you telling the truth now? Si, si, no estoy escribiendo un cuento, te estoy contando lo que me conté mi mama, sringa. Yo creo que se tiré para que mi mama la viera y ‘entendiera. What? Que habia abrazado otra vida, como ests haciendo vos acé, dejaste tu Inglaterra con sus mi- quinas y sus modales y toda su civilizacién, la mis alta ——— i< ‘TERCERA PARTE TIERRA ADENTRO Destellaba como espuma Los pastizales se bamboleaban con el viento cuat- do salimos y parecia la pampa un mar de dos colores: cuando se dejaban vencer los tallos, era blanca y des- tellaba como espuma; cuando volvian a su posicién inicial, era verde y falguraban los distintos tonos de los pastos, que parecian brotes tiernos aunque ya casi nada brotaba. Mas bien volvia todo a la tierra haciéndose ‘marron, iba del verde claro, el amarillo, el oro y el octe ala cafda, Otra vez respirabamos, como si hubiéramos salido de una cueva, como si el aire de la estancia hubiera sido turbio, pesado; igual dejaba ver todas las cosas que viven en él pero era otro, era como respirar agua, se sentian los borbotones apretando la garganta, No entraba bien ese aire: no salia. Habrian de ser el Campo Malo, los gemidos de los gauchos castigados 6 las ganas que los otros se aguantaban de tanta cosa ‘que tenian prohibida. Yes, freedom is the best air, my darling y asi era para todos; hasta los bueyes, mis des- cansados pobrecitos ellos, bajaron las pestatias curvadis| de amor que tienen cuando los uncimos a la carreta Estreya corria ondeandosé con la alegria de todos los cachorros aunque estaba bastante crecido, los terner0s Se ‘quebraban la cintura que no tenfan en una danza qi terminaba a los topetazos y volvian a correr y a frentarse y yo hubiera dicho que todos se refan con. silencio inquieto y juguet6n que tienen las bestias p ‘expresar alegria; la risa se nos salfa de los pulmones todos los animales de la carreta. Rosa, que iba adel ya con su ropa de gaucho, orgulloso de su nueva tura, un alazin espléndido, uno de los euatro cabs ‘que nos habia regalado el coronel, se volvia al galops nos decfa a las carcajadas Miren gringas ese pjaro ese ombii lleno de nidos, as vacas que nos siguen cot los patitos siguen a las patas, qué malo el coronel {que no te dejaba ni chupar tranquilo, rubia, ni gal cuando se te daba la gana, vamos Cielo, carajo, ba a su alazin, que rajaba la tierra como un haz negro: galopaban también los brillos del diamante de la m: de Liz, e308 que, en medio de su blanco y su rojo, dejaban casi ciega de ganas de tenerla encima. O abajo, O al costado. Habria que esperar; suponia yo que a Liz no le iba a gustar que la tocara adelante de nadie. Nos comimos un charqui al chutney con unos vasos del vino que nos habia regalado también Hernindez. Era una peste ese viejo pero con nosotras habia sido generoso, yo tenia adentro una clase de retorcijones leves, un tironco entre el agradecimiento, por su cama con dosel, por la oportunidad que le dio a Liz de po- nnerse esos vestidos que le gustaba sacarse conmigo, y tun alivio que sentia casi como si me hubiera liberado de Ia gravedad, como si fuera yo, apenas cruzado el puente de la fosa, uno de esos panaderos pélidos que flores lenas de aristas y de un violeta vivo que parece i —4 robado al cielo del sol cayéndose o levantindose y dig? esto como lo dije entonces, enterada ya de que el sol no hacia nada mis que girar. Y consumirse asf mismo como cualquier fuego. Como si la Via Lactea empezara © terminara ahi en sus manos ‘Munidas de transparencia legariamos a la tol levabamos cafia, espejos —Ios reflejos son de lo di no— y la prenda mayor, el diamante de Liz, no sé si Via Lactea terminaba 0 empezaba ahi en sus manos, desenrollaba de su dedo mayor el cielo pampa, ese de estrellas revueltas de estallidos quictos como est quietas las piedras de un voleén aungue sea la suya tt naturaleza de hervores y borboteo. “Tontos no so ‘gringa: saben lo que vale esa piedra aunque no puedan evitar fascinarse con cualquier porqueria que brille 0. con cualquier licor que los pierda”, “I understand them, my Coronel, don’t you?”, “Un poco si, claro que si, somos todos hombres aunque unos vengamos prefia~ dos de futuro a regar con nuestra simiente de mafianas aha tierra virgen y los otros vivan sin tiempo, gringa, como los animales. Igual si, tenés razén, el whisky les va a gustar también a ellos”, deshojaba Liz —vestida nuevamente con sus trajes de carreta que podian ser grises, 0 verde seco o marrones, siempre pudorosos—, las flores de sus tiltimos dislogos con Hemindez. Me hablaba, Liz, como si no hubiera pasado conmigo las = i as noches que pas6, como si no hubiera fundido sus babs ‘con mis babas, como si no hubiera nada entre nosotras, ‘en fin, El cielo celeste se cubria ripido de nubes pess- das, oscuras y expresivas: hablaban del Oeste, del sol ‘que volvia a envolvernos como una caricia aunque 10s pegara el viento que lo movia, de la Ilavia pronta, del ‘olor a agua del viento, de la tierra respirando abierta para recibirla, hablaban de mis ganas de que se cayera cl cielo entero para tener que parar, para meternos en Ja carreta con Liz, para sacarle la ropa mojada pegada al ‘cuerpo luego de verla correr con el pararrayos, luego de correr yo misma para guardar ls gallinas que cloquearon alborotadas ese dia como siempre que habia tormenta pero mis nerviosas, habra sido el rayo que Te reboté en cl anillo a Liz y las alumbré y las hizo poner los huevos radiantes que nos darian los gallos con las plumas negras ‘que enamorarian a Kaukalitran. Igual de sedosa y relumbrante y negra y azulada fue la noche para mf: para nosotras dos. 3 = La tierra croaba ‘Cuando pasé la Ilva, la tierra croaba, los pijaros ‘metian en los charcos, agitaban las alas, hacian piar aire y el arco iris tenfa una pata mis corta que la desde la slid de la estancia el mundo habia empezado subir. Lo habia notado apenas, obnubilada como de necesidad de tocar a Liz, de que me tocara, como de st mano salieran el pan y el agua, el aire incluso qu habria de mantenerme viva, con ella todo se me vuelto la asfixia de unas ganas que me lastimaban, era tensién del hilo que nos unia mientras me agrietaba yo de la separacién que creia adivinar apenas encontriramos 4 Oscar. Pero nunca habja visto un arco iris rengo ni a la tierra curvarse hacia arriba dejando, abajo, atris, los pastizales que se extendian con la gracia suave de unos. volados, olas de flores violetas y amarillas y sus pequeiias sombras; porque todo empezaba a tener sombras, a or- larse de contrastes suaves, y, ariba y adelante, las garzas y los bigués y los lamencos que eran anuncio de lagu todo, la vida misma, era un abrazo tibio esa mafiana. Lo que sube baja, incluso el planeta; lo terminé de aprender y lo aprendieron los pobres bueyes que no tuvieron ningtin alivio, més que tirar resistin, trataban ‘de mirar para ates, de identificar la fuente del empujo ‘yo ereo que sentian la carreta como parte de sf mismo ‘ya, pero entonces estarian sintiendo que una parte des se les venfa encima; quisieron escaparse, trotaron ha {que al costado de la rastrillada comenzaron a verse Jjuncos agitando sus penachos. Paramos y Ios soltamos Rosa empez6 un asado un poco porque tenia hambre ‘tro poco porque los mosquitos y los barigif nos estabs* comiendo a nosotros y no se nos ocurtia otra cosa gi! humo para ahuyentarlos. No habia nada més hasta ge hhubo los tres cuises que caz6 Rosa y entonces los grits de los bichitos, el horror en las manitos que se esti ban tratando de herir al hombre gigantesco, los cuetP> arqueados por el dolor, fuimos el Campo Malo de I pobrecitos. Un rato después, el olor de su carne dora por el fuego y el apaciguamiento de nuestros estémago cs decir, de nuestros cuerpos y almas. 145 — 4 Un vuelo erritico Como la paz a nuestra saciedad, le brotaron los gos ala tierra mojada y se siguié ondulando la Y supe asi que lo ondulado parece mecerse aunque quieto y que tiene mis colores que lo llano: era el lr de un perro desperezindose la tierra enteray la pel bre de sus aleuras desparejas se parecfa al agua cuando viento le agita los reflejos, Si antes la vida del camino habia sido celestial, ahora variaba del violeta intenso pilido, al amarillo y al naranja al blanco, al verde claro yal oscuro para dejar ver, de a ratos, los marrones, que eran pocos. Era como sila pata que le faltaba al arco iris hubiera estado derramindose en el suelo y asi siguid, cada vez con mis fuerza, con mis precisién, como si los colores se definieran a medida que avanzdbamos y la tierra misma volara ya no hecha polvo sino flores en el aire; las mariposas, con sus aletcos impulsivos, se mue- ‘ven como si tomaran impulso, se les fuera gastando hasta casi detenerse y entonces, cuando podrian ser apenas un objeto del viento, empiezan otra ver. Es un vuelo erriti= co comparado con el de los pijaros, que, como brotados de ls cuchillas, empezaron a abundar. La mayor parte de los pijaros planea. No aletean constantemente: compar- —— ie ten la intermitencia de las mariposas, detienen 1 alas, las dejan abiertas, pero a diferencia de ellas, matienen una trayectoria armoniosa, como si no les sigtificara ningtin esfterzo; los picaflores estin en el medio. entre los pijaros y las mariposas, por los colores, si, pe® ™- bién por su modo de volar, eléctrico, incesante. Tal vez estin mas cerca de los insectos. El aire era una ms Viva de animales, el zumbido de las abejas y las mos: ¥ los barigii y los mosquitos era su respiracion y yo especé a respirar con ellos, me dejé estar en ese ruido grave UE a Ja noche aumentaba por otro més irregular, el di roar de tanto bicho barroso. Estibamos en zona de lafunas: cl agua duplica la felicidad como duplica todo 0 que espeja. ¥ lo lena de vidas. Asi que seguimos viaje entre el barro y el ait: bo- rracha yo del olor de las flores y del vino del coronel: Liz habfa decidido que llevabamos demasiado pe: NOs cconcentramos en alivianar la carreta y fue el nuesto un 4nimo festivo, los hilos de la red que nos unia patieron ‘hamacas, nos balancedbamos cantando en las doslenguas y en esa que inventibamos entre los tres y que Estreya ensanchaba con unos ladridos que parecian intettar la Ww Desnudos la mayor parte y hermosos Asi nos vieron, como una caravana regida por ‘carreta con sus tres personas, una mujer, un hombre un alma doble, que cantaban en lengua extraiia, y perrito negro de mirada amarilla que intervenia tam. bién en la cancién con sus ladridos y no desentonaba casi nada. Cientos de vacas que marchaban como bai lando, al trote alegre las mas jévenes, dindose topeta= 20s, aparentemente desordenadas aunque con la carreta como centro. Cinco caballos hermosos que se sentian libres de galopar hacia donde quisieran y volvian luego 4 acercarse a las vacas y salian otra vez corriendo. Seis bueyes mansos y gallinas cacareando en una jaula en la Parte de atris de la carreta, abajo de un aparato que no conocian y temieron que fuera un ama aunque, claro, tanto jolgorio no les resultaba muy militar; conocian ya la disciplina seca de los milicos, esa crueldad magra: la humillacién que supone cualquier verticalidad. Nos siguieron un par de dias y lo supimos enseguida, Lo supo Estreya, que les ladraba a los frboles moviendo |a cola, incapaz como es mi perro de suponer que puede ‘esperarse de los seres humanos algo distinto que refugio Y comida y juego, lo supo Rosa, que es baquiano y sabe esas cosas y lo supimos nosotras mirindolos a ellos: no permitimos que el miedo nos ereciera en el cuerpo. Seguimos tomando vino y cantando, cantindoles ahora «los ojos que creiamos adivinar en cada érbol: éramos apenas tres, tenfamos que ir adonde fbamos, no hubié- ramos podido atacar, ni siquiera defendernos con éxito: teniamos que cantar. El desierto —siempre habia creido yo que era el pais de los indios, de esos que entonces nos miraban sin ser vistos— era parecido a un paraiso. O a lo que yo podia considerar como tal: las lagunas que yacian cen las partes bajas y las que subian estaban, qué curio- so, més arriba que algunas tierras secas, los arboles se multiplicaban y eran todo lo que podia verse en mu chas zonas, los pajaros cantaban a los gritos —no sé yo por qué gritan los pajaros ni estoy segura de que can- ten, el nico animal que puedo jurar que canta ¢s mi Estreya, pero entonces qué hacen los péjaros cuando gritan, laman a los otros, muestran sus encantos para hacer mis pajaros, la vida tiene un complejo mecanis- ‘mo para seguir siendo, derrocha, la cruel, su belleza, es su forma de hacemos y matamos, asi se hace a si misma constantemente—. Volaban los pijaros y era tuna danza y era también su modo de buscar comida: asi se tiraban las garzas en el agua para tragar los peces ‘que las mantenfan vivas y haciendo mis garzas. Habri sido el vino o la expansién de esa segunda liberacién {que estaba viviendo, la salida de la estancia, o las dos cosas: me habia puesto reflexiva. No nos habiamos encontrado con nuestros gauchos; no nos alarméba- ‘mos, habfan salido a caballo, nos llevarian leguas de ventaja hasta que se detuvieran el tiempo suficiente ee ‘como para que los aleanziramos. Sentiamos ansiei de encontrarnos con los indios. Los escuchamos primero y los olimos. Cantab: también, y comifan asado: ese aroma nos guié hasta planicie entre sierras alas, a la vera de una laguna leste, un campo de flores y ahi estaban, algunos a dos y vestidos con ropas de soldados pero mal vesti como si se hubieran puesto el pantalén en el torso el sombrero en las vejigas, no les quedaba la ropa, ‘mayor parte estaban desnudos y hermosos: eran al ¥ tenjan espaldas anchas y mandibulas fuertes, los como rayas, como si el sol los alumbrara siempre con su potencia de medioda, la piel muy oscura, destellante, se la untaban de grasa, y pintada con dibujos blancos como fantasmas —de polvo de huesos hacian la pintura— con tocados de flores o de plumas y algunos de las dos cosas y no parecian elegir los adornos segtin el sexo como haciamos nosotros; estaban reunidos en grupos chicos alrededor de los fogones, comfan con mano y cuchillo, sonreian con dientes tan blancos como la pintura que recubria parte de sus cuerpos hermosos y eran muchos; los toldos se extendian lejos, resplandecientes también por la misma grasa que usaban sobre la piel y que servia para varias cosas, como casi todo entre los indios. Ha~ bbjamos llegado un dia de fiesta: la plenitud del verano celebraban y con el verano la belleza de las flores y los animales y la generosidad de la tierra que prodigaba sus frutos sin pedir mas trabajo que extender las manos hacia los drboles 0 bolear a uno de los muchos bichos que andaban dando vueltas por el suelo o flechar a los peces y los pijaros. Asi los vimos nosotros a ellos mien tras nos acercibamos sin saber demasiado bien donde — 150 —— ———— detenemos, no encontribamos un toldo mis importante ‘que otro, nos detendrfamos en la primera linea y des pués caminariamos; estibamos decidiéndolo cuando se ‘empezaron a parar y a miramos y se adelant6 un grupo. No fizeron los soldados, sino algunos desnudos los que tomaron la punta. ‘Hubo un tiempo seguramente breve pero largo he- cho de una quietud curiosa, una quietud de mirsse: nosotros a ellos y ellos a nosotros, las vacas a sus viC35, mi perro a los suyos, los caballos a todos. Hasta que los desnudos de la punta de desnudos empezaron a cant y « caminar: hicimos lo mismo, cantando también, cos los brazos abiertos caminamos, hicimos todo lo que ells y terminamos fundidos con esos indios que parecian he- chos de puro resplandor y olor a grasa y a chafiarflorido ya lavanda, porque eso le ponian a la grasa que usaban, y entonces cuando abracé a Kaukalitran me hundi to- davia mas en el bosque que habia resultado ser Tierra dentro. En el verano me hundi. En las moras que ¢ol- gaban de los arboles rojas y lenas de si. En los hovgos que crecian a la sombra de los arboles. En cada érbol me hundi. Y supe de la volubilidad de mi corazén, de Ja cantidad de apetitos que podia tener mi cuerpo: quise ser la mora y la boca que mordia la mora. No tuve que esperar mucho para lograrlo. Al abrazo le siguieron los besos, senti la lengua de Kaukalitrin metiéndose Hlena de su saliva salvaje en mi boca, tenia gusto a peperina, a pata de fianddi, a puma, a ombé, a hhumo de margarita dulce, a caiia y a algo amargo que no pude identificar. “Bienvenida a nuestra fiesta, mi querida muchacho inglés”, me dijo cuando respiranos. [Nos hablaron en un castellano pristino, como Hertin- 151 ——_ — dex hablaban y es que habjan aprendido la lengua de s abuelos que la habfan aprendido en la estancia de Rosas, el Restaurador, que tenia costumbres de realeza y habia tomado como rehenes de un pacto de paz alos hijos yores de los jefes. O de los que él crefa los jefes, porque Ja naci6n selk’nam cambiaba de jefes constantemente sin ‘mayores conflictos, quiero decir con conflictos meno= res que dirimfan a criterio del consejo de ancianas —o_ a pura lanza sino alcanzaban los consejos—. Se habia Ievado a los primogénitos de los diplomiticos. Nuestros. indios ya no eran selk’nam, se habian mezclado con los tehuelches y con bastante winca, pero habian clegido recordar a los abuelos mis australes que tenian. Nos dije= ron que ellos eran el desierto y que nos abrazaban. Que nos venian viendo desde hacia tres dias, que bebiéramos. ¥y comiéramos y danziramos en su fiesta de verano. Nos lo dijo a mi Kaukalitrin, a Liz, Catriel, ya Rosa, Milla~ ay. Nos lo dijeron mirindonos a los ojos, sin soltarnos. Jas manos y asi nos Hevaron a la laguna, Kutral-Cé, Agua de Fuego la lamaban y en breve entenderfamos por qué. Nos sentamos los seis sobre un tronco, comieron ellos el sombrero dorado de un hongo de tallo flaco y 1nos ofrecieron a nosotros. Comimos también esos frutos amargos. Nadie habl6 por un rato, hasta que Kaukalitrin, hizo un gesto que parecia abarcar la laguna entera, los, otros dos empezaron a reirse y los lamencos se elevaron como una sola mancha rosa hacia el cielo celeste, dejan- do al descubierto el agua que no sabia de qué color ser con tanto movimiento. A mi la indecisién de la laguna me hizo gracia, primero timidamente y enseguida a las carcajadas: no sabe Kutral-Cé de qué color ser, esti viva, Ja laguna es un animal, miré Estreya la hermana laguna — Qs ——s indecisa, Hamaba « mi perrito, miré Kaukalitrin c6mo tiene metido el sol mi Estreya, miri Liz qué hermosa puma es Kaukalitrin, miri cémo coro sobre mis dos patas de fiandti, mira cémo no me alcanza nadie, Rosa, ni vos con los rayos de tus potros, miré puma cémo te corro, Kauka, veni, me quiero bafar. Me saqué la ropa yy me dejé llevar por Kauka que conocia el barro de st laguna, la Kutral-Cé de la fiesta de todos los afios, pero no senti barro; supe que estaba pisando la lengua de ese animal que hasta entonces no habia sabido animal, tiene fondo y borde de lengua la laguna y el agua es st cue po y su cuerpo esti Ileno de piedras y plantas y peces y pedazos de arboles y nosotras cuando nos metimos con Kauka en su cuerpo nos tornamos peces, me puse pla- teada y larga y fina como un surubi y como un surubi me crecié la barba y me la peiné contra el cuerpo de Kauka, que se habfa hecho chato y ancho y plomizo como el de un pacity le lami su vientre dorado de pact ‘mientras ella flotaba en el agua que ya « habia decidido; era violeta entonces y tenfa escamas amarronadas con el ‘marrén de su lengua, le lam la panza dorada a mi pac, que se afil6 y eché manchas de tigre y, tararira ya, me mordié como si fuera yo un anzuelo, me mordi6 y se quedé ahi, como colgada de mi, mi pescada, sobre el tronco la veia de lejos a Liz, el rojo de su pelo como un incendio, estaba desnuda también ella la estaban pintan~ do con pintura marrén, la miré volverse potra alazana, ya la habia visto asi pero nunca desnuda en manos de otro ni desnuda yo en medio del cuerpo de una lagu- na y en manos de una tararira, me dio risa esta nueva perspectiva, Kauka se rié también, se deshizo el abrazo sexual como si se hubiera disuelto en el agua, nadamos 153 hacia la orilla, yo también queria ser quien era, qui ‘en la piel el dibujo que me desnudara, era una ta tigra yo, o era Kauka, me daba lo mismo, resolv, y tiré en el pasto y me dejé pintar por una machi que habia visto el alma tararira y la vi a Liz otra vez potra le lamf el lomo y Liz me hablaba en inglés y me tigress, mi tigresa, my mermaid, my girl, my good boy, mi gaucha blanca, my tigress otra vez y nos dej caer en el barro y con nosotras Kauka, y con Kauka, Catriel y enseguida Rosa y Millaray y nos revol hasta ser tan sapos como los sapos que nos saltaban ale rededor y sapos copulamos ahi en ese barro que parecfa 1 principio del mundo y como habra sido en el princi= pio nos amamos todos sin pudores y no terminamos de amamos porque volvian los flamencos y ese rosa infinito ‘como si se hubiera complacido Wenumpau, el cielo del desierto, en mostramos su sangre luminosa; nos distra= {jo, nos dio hambre y salimos corriendo hacia el kutral, el fuego, todos marrones, y tuvimos que morderos la urgencia, recién pudimos soltar los tarascones luego de tuna ceremonia, el asador dividi6 el fiandi que estaba al fitego en tantos pedazos como personas éramos. No ‘guardé nada para sf ni para su ayudante y Liz y Rosa y Yo nos aguantamos el mordiscén para ver c6mo era la comida entre los indios y vimos que no se abalanzaban, que se avisaban los unos a los otros que les habia caido la care asada y entonces los que habian recibido las porciones mis grandes, la pechuga musculosa del fan dG, agarraban un cuchillo y cortaban la mejor parte y se la cedian al asador y a su ayudante y recién después Je soltaban la rienda al hambre loco que tenian y todos nos abandonamos a las mordidas como pumas muertos es — de hambre, Nos tiramos en el pasto alrededor del kPa, se empezaba a hacer de noche y con la noche, seabes baja el rocio y nos sentiamos tierra llovida y alguies 905 trajo unas mantas hechas de plumas, fe rosa lamiay ME dorm{ muy flamenca mirando el cielo tan estallalo de estrellas de la mano de Kauka y de la mano de Lit, ¥€ se chupaba toda la leche de la Via Lactea en el ail. ‘Me desperté sola, un par de horas después, sinsber ‘con qué me vestirfa: mis ropas de gaucho gringo &" ridiculas pero eran las tinicas que tenia asi que vilvi a Kutral-Cé, me baié para sacarme el barro que yt BE picaba y me la puse, con mi manta flamenca de poscho. En un kutral mas 0 menos cercano al grande, el fuego de 1a comida —habia muchos, dibujaban como un ci#0 €” el suelo con los fogones—, estaban Liz y Rosa, vetidos Ios dos a la manera de los indios, con téinicas blanas de garza, doradas de escamas de pejerrey y coloradas & C2™ pincho, tan bellos todos, tan exquisitos como cussauier animal, como todos los animales, como aquellosd¢ los {que habian extraido sus atuendos. No habia centro, ya lo dije, ni una ruka mis gande que las otras, pero poco a poco, y seguramente por a extrafieza que causaria nuestra presencia, se fue oni zando la noche en toro a nuestro kutral. Ros fue @ la carreta y trajo los regalos: gozaron, los indios, 4¢ los cespejos y eso que podria haber parecido un rago de idiotez se me hizo completamente comprensible "it~ ban la belleza en su reflejo, eran hermosos, incluso los vviejos y las viejas con sus strcos de arrugas hechas de sol y nieve y sus pelos blancos, incluso las mujeres ecién paridas con sus tetas Ilenas, incluso los hombres westidos de milicos, incluso las milicas, que entre estos indios, — Jos mios, mi nacién, los trabajos se dividen por el criterio de la aptitud, el deseo y la necesidad, si hay, Entregamos, también, el barrl de cafia y lo que que= daba del vino y los gallos negros que nos habian creci durante la Gltima tormenta. Kauka los amé y yo la ima= giné plumifera, vestida de guerrera azabache, la habia visto tensar su arco cerca de un fuego para templarle la ‘cuerda, fuerte y negra y salpicada de brillos como la no= che mis luminosa. Cuando se armé el kutral, se acerea= ron también los otros extranjeros. Las cautivas inglesas, {que andaban todas sueltas y se pusieron a intercambiar novedades con Liz: la vida de la reina, God save Her, los avances de los ferrocarriles, un seguramente legendario resftio del rey, el poder de las miquinas nuevas, la es- clavitud en las minas de carbén, la felicidad de los pastos ‘esmeralados de su patria, la fuerza del mar que la lamia y la rebenqueaba alternativamente. Y, de la vida nueva, Ie contaron la libertad, que ya habia conocido un poco, gue conoceria el resto y que no querria volver nunca a los cuellos rigidos nia las piernas cerradas, ni siquiera a los verdes prados de Inglaterra. Los cientificos alemanes, que andaban juntando huesos, como quien le arma el ‘cuerpo a la luz mala, y se ensanchaban poniéndoles sus nombres propios a los restos de dinosaurios para solaz de los indios, que empezaban a llorar de risa apenas cada tuno mostraba los esqueletazos llamados Roth o los ras- tros de liquenes —esas hojitas delicadas metidas adentro de piedras tan transparentes como el anillo de Liz— Ila~ ‘madas Von Humboldt. Los exiliados de la Repiiblica Argentina, que no se terminaban de acercar, ocupados como estaban en sus conspiraciones —os indios los to- Jeran aunque no los quieren, no los queremos, porque sabemos que con ellos nunca lograremos mis qv alian~ as fagaces, prefiadas de traici6n, siempre mutant Pero aun asi inevitables—. ¥ los gauchos, que eran ientos: Jos nuestros, los que habiamos ayudado a esapar de Herninde2, ya vestidos como locales. Y tanto otros. Entre ellos, uno que se movia delicadamente, biiendo bailar sus trenzas largas y una tiica de plumas 8” rosas ‘como las mias y con un lazo en la cintura, ya dije que ‘entre los indios ni la ropa ni la forma de vivir 8a de~ teminada por el sexo. Parecia una china difeada de flamenco, se le notaba algo macho en una somra de barba y nada mis. Se me acercé y supe que e cierto Jo que decia Hemnindez: era Fierro, y mis que e ferro parccia hecho de plumas. Quise alejarme pero atis de él venian mis hijitos. No puedo decirles, no puedo éecirlo, Ia felicidad que sintié mi cuerpo, la plenitud dem alma cuando hundi mi nariz en sus cabecitas y me quedé ahi, sumida en el olor de mis cachorros. Estaban hermosos y me abrazaban tanto que lo tuye que escuchar Fierro, AA los indios les gustaban las historias de amor Y Fierro cantaba todo lo que le pasaba y lo que no también, era su modo de ganarse el sustento. Saben apreciat el arte tanto como Hernindez los indios pero no andar firman- do libros con los versos de los gauchos; bien les habria contado ya de nosotros y Rail y quién sabe q¥€ otros vversos Fierro. Lo dejé acercarse, lo dejé sentarse cliente mio con la guitarra y lo escuchamos todos. Ay, Chinita de mi vida iAy, Chinita de mi vida! Tanto le pedt yo a Dios Que me rina com vos Para pidirteperdén Y para hacete mi amiga, ‘China de mi corazin, Vos te cortastes las trenzas, Yo me la hice tejer: La vida nos da sompresas Y siempre nos juerza a ver Que el mal hecho a los amaos No puede quedar sin pago. Yo te digo Josefina, Qué lindo nombre tenés, Que sé bien que te hice mal Tanto mal suf también Que me vasa perdonar Noms mi oigds confesar Era hermoso y era juerte Pero era mas mi fan Y habia perdio el conazén. El me dejé a mi por vos, Como estanciero a bastardo ‘Como a la bosta el ganado Como el andi al trgo muerto ‘Camo el chimango a una flor Como el chancho a un tenedor. Yo ju y te gané a las cartas Lo Tlené al negro de caiia Y pendié hasta su clamor ra un pardo mal parido Y¥ no jui yo mucho mejor ero al final soy tu amigo. qual que me lo robaste, Yo te robé de su lao Vos pensaste que eran celos Pero siempre tuve miedo De que cuente el entrevero Del tiempo que jue mi amao. Dispués quise ser cabal Com casa, cia y mujer, Y lo habia casi lograo Cuando me arrié el coronel. 159 _ Malo el eércto jue, Casi muero desangra, Era todo trajinar Pa'levantarle la estancia: ‘Meta arado y meta pala Nunca un rato de vagancia Ni hablar de ahuecar el ala Porque ti hada estaguiar, Rebencazos, poco pan No nos pagaba los sueldos ‘Se las quedaba el Sefior Y¥ le daba algo de came A esos mierdas de chimangos Que le hacian de polica. Andaba flaco, mi China Como galgo de carera En época de Cuaresma Deda que haciamo Argentina EL malino coronel, ‘Le haclamo ta estancia a él Tan triste andaba, querida Que al fin me dio por cantar La guitara jue mi amiga Y ali me hizo conchabar Pa'cantarle a la pionada Cansada de trabajar. -Empecé a pasarta bien, ‘Me rspetaban los mil Gauchos que tenia pesos Pero Hemuindez es ladrin Me empe26 a afanar los versos Hizo lbro’e mi cancién. La firms con nombre de é, ¥ le metié sus maldades: {iMiré que yo via cantar “Hacete amigo del juez”! EL juez no es amigo'e naides Y obedece al coronel ‘Me le jui al urmo al milico Apenas supe det libro Que el indino me robs ‘Me hizo estaguiar por tres dias, No me dio agua ni comida Y ni siquiera ahi par. Me venia a preguntar ‘Si yo me encreia deveras Que esos versos eran mios, Y¥ yo porfiaba que si Y que eran malos los cambios Que le met el infix. ‘Me hizo dar tanto rebengue Que el lomo se me estall: ‘Me empezé a salir la sangre Como agua de un manantial Fading iba matarme; Casi me decoyunaron, Todo todo bordado de luz se vino Cruz una noche cord lo que me ataba al filo de su facén Y libres juimos tos dos (Cuando asomé la alborada, Me esondié en una tapera Dormiamos con los pingos Para que nadie nos vera De noche sala de caza, ¥ de dia oxinaba, alt que mi amamantara ‘Me dio vizcacha en cuchara, Me hizo escabeche de rata, Guiso de cuis y chimango, Sopitas de hueso e'vaca, Tortas de huevo e’Randé Y ensaladitas de ombi, Como Jesisen la tunba, ‘Me puse juerte en dos dis, ¥ al tercero me besb: Supe su amarga saliva, ¥ supe més, me mont Ya munca quise otra vida. —— 102 elo entero en mi culo, ‘me sagué las espuelas, tno quise aguardar més quise dare una sorba: Yo me lo empecé a atracar ‘Comoe la liber, IN te voy a explicar yo a delicia de tenerlo wero adentro de mi ‘8u poromga un paraiso ‘Que me lo hizo ver a Dios Y qgradecele el favor Por haberme hecho nacer Para sentir el placer De ser amado endeveras ¥ de endeveras lavado: Ay, Jesis, qué maravilla {Bs zonzo el cristiano macho! ‘Cuando legamos acé Nos fabrcamos un toldo, Como lo hacen tantas otros, Con unos cueres de potro, Con su sala y su cocina Fuimos flices con Cruz. Pero no nos quiso Dios dar tanta flicidds aparec6 la viruela no nos dejé una amisté, oe tno habla a qué darle espuela, yal buen Cruz: me lo lev, De rdillas a su lado Yo lo encomendé a Jess. Falté a mis oos la uz, Tave un terble desmayo; Cai como herido del rayo ‘Cuando lo vi muerto a Cr. Asi que ya ves, mi China, que me fue dao pagar el mal que hice por indinas razones que ya te di A los cachoros busqué Y acd mismo los tenés Me perdonés, Josefina? Los indios se habian ido acercando tanto que nos presionaban: nos obligaron a abrazarnos y a quedamos tun rato en el abrazo. Cuando dije que si, que lo perdo- naba, empezaron a los gritos, con esos cantos tan suyos, arman coros ululantes con distintas melodias. De los gri- tos, me levé unos dias entender esa miisica, pasaron al baile. Bailamos y fue desde uno de mis saltos de flamen- ca, de tararira flamenea para ser precisa, que la vi a Liz besando a un gringo que no podia ser otro que Oscar. No tuve tiempo de lamentarme: Kauka me llevaba otra vex a la laguna, otra vez me sumergi en el agua y aprendi «1 madar abajo con una cafita en la boca para tomar aire. A subir a una canoa y a remar y a meterla luego entre a is los juncos para que el viento nos meciera como a niflas. A ver el amanecer desde adentro, porque eso es verlo desde una canoa en Kutral-Cé, Dormi con ella, en su rruka, en una hamaca de cuero que se movia al ritmo de ‘mi cuerpo y del de ella, todo me mecia ahi en sus brazos. Los indios son seres de Mewlen, del viento, volé en mi primera noche de ruka, me empecé a aindiar resfalando contra el cuerpo de Kauka sobre las phumas casi rojas de tan roxas, dejindola entrarme con sus manos de arquera, ¢s fuerte y es hermosa y la quiero conmigo y me hizo de su tribu en un tiempo muy corto, casi el mismo que me habia levado ser familia con Liz y Estreya y Rosa; alls ‘entre los indios se me agrand6 la familia con mis propios hijos, Juan y Martin, con Kauka y sus hijas, Nahucla y Kauka, que también son hijas mias hoy, y con los me- nos pensados, Fierro y Oscar. Las familias nuestras son grandes, se arman no s6lo de sangre. Y estas la mia, Aprendimos a ser también de Mewlen, a armar las rukas de modo tal que abriguen y reffesquen sin pesar yy puedan ser desarmadas y vueltas a armar cada vez que se quiera sin demasiado trabajo, a pedirles perdén a los ccorderos y jurarles que nada de ellos seria sacrificado en vvano y tomamnos su sangre apenas degollados abrazin- dolos y hablindoles despacio en las orejitas, pobrecitos, para que mueran amados, a cantar en coros que pare cen gritos para los no iniciados pero que toma meses aprender, a nadar en la laguna a confeccionar vestidos de plumas y a tirar con arco y flecha, Me desperté en la ruka de Kauka y ella me offecié tun choclo y un té de peperina de desayuno, con la boca ¥ los ojos lenos de risa me los dio y me bes6 y lega- ron sus hijas y desayunamos las cuatro. Después, para el 165 segundo choclo, llegé uno de los padres de las nifias y_ terminé de desayunar con nosotras antes de llevirselas ara enseftarles a remar y a pescar desde la canoa, uf arte a lanza que los mfos dominan como si hubieran nacido para eso: con la maestrfa de un pato atraviesan alos peces desde los cinco o seis afios. Se five Kauka, la vi itse vestida de milico y montando en pelo, toda ella un relumbrar de bronce sobre su yegua blanca, era su Jomada de guardia: entre nosotros, los Hichiti, este es el nombre que nos dimos, los trabajos se rotan. Empecé a caminar por las rukas buscando la de Fie~ ro y la encontré, estaba tapizado de plumas su interior, iis hifitos, y todos los otros hijos de él, dormian sobre hamacas que parecian alas, pollitos eran los nenes en la ruka de Fierro, que dormfa él mismo sobre una es pecie de nube, un colchén de plumas blancas, vestido con una tiinica del mismo color. Me lo quedé mirando ‘quieta como una liebre encandilada, no habia imaginado ‘nunca que veria una imagen tan angelical de la bestia. Desayuné otra vez con toda su familia, que también es mia hoy, con todos los hijos de quien habia sido mi ‘marido y ahora era la madre amorosa de un montén de cachorros y me pedia perdén y me contaba su vida y su dolor por la muerte de Cruz y su amor por el guerrero as hermoso, siempre va a estar trenzada nuestra vida, Josefina, las nuevas artes que habia aprendido, la gina sia del coronel que seguia haciendo todas las mafianas Porque eso si que era bueno, Jose, como aprender las letras, los vestidos de plumas de todos colores que estaba empezando a pergefar para el proximo verano, vestidos arco iris, China, :te imaginés? Y las ganas que tenia de hhacerse cargo de todos los nifios de los liichift, no veia —__________ dlificultad, se sentaban en sus piernas, se colgaban de sus trenzas, le decfan ay, mam, chocolate dame ya, jugaban con su guitarra, hacfan entrar a los perros, mi Estreya no podia mis, sonteia tanto que la boca le legaba a las ‘orejas y hay que decir que los chicos le tiraban de la cola y lo montaban como si él hubiera sido caballo. Le dije me tengo quir. Vos vas a ver a la inglesa, pero a ino me jodés, estis durmiendo con Kauka. Llevate a los dos cachorros, ellos te van a ayudar. Entonces fui a mi carreta, ala que habia sido mia, con mis hijos y el perrito, me daba miedo ir sola; encontré a Liz y a Oscar tomando el té de Ia mano, felices los dos de haberse reencontrado, She is Josephine, me present6 ella y l se paré y me abraz6 y me agradecié for taking care of my beloved wife, me sefialé un asiento y me dio una taza de té. Los nenes se pegaban a mis piernas y Estreya no paraba de mover la cola de lo feliz que se sentia de estar con nosotros, lichifi él mismo desde ese dia. Rosa, que tonto no era, aparecié también y se sumé a la ceremo- nia del té. Y Oscar nos conté parte de su historia: habia conocido, él también, a Herindez. No le habia tocado su estancia sino una vecina, pero el Coronel habia ido de visita, al viejo le encanta hablar en inglés y no tiene tanta oportunidad alla en la pampa, asi que lo escuch6 y le convidé whisky para hacerlo sentir en casa. Lo es- cuch6 de verdé, le propuso trabajar con él de capataz cn su estancia, le cont6 de la industria del campo y del progreso de las pampas, le habl6 de los ferrocarriles que sus compatriotas, “ustedes”, harian llegar hasta los con fines de la Argentina, del concierto de las naciones, de 1a finalizacién del hambre del mundo que empezar ahi, ahi mismo donde estaban sentados los dos, le volvi6 a es =" decie pateando el suelo para perplejidad de Oscar, que desde que habia llegado al pais veia puro gaucho con el costllar casi al descubierto y la panza hinchada, Le dijo también que a su Lord le habian vendido humo: la tierra {que tenfa marcada en el mapa todavia era de los indios, no le iba a ser fcil establecer una estancia ahi, ademis, no le iba a servir para mis que criar cabras, se carcaje6 el milico, que era un hombre libre le dijo también, que hiciera lo que quisiera, que la Nacién Argentina no iba 4 aprisionar a un siibdito de la reina, que al alba se vol= veriaa su estancia y podia irse con él o podia ise adonde uisiera, Se abrazaron como hermanos y quedaron en salir juntos al dia siguiente. Cuando Oscar se acercé a la carroza del coronel lo vio apenas, roncando, y grit hasta que lo despert6, lo miré el viejo y no se acord6 de Ini de su charla ni probablemente de nada de la noche anterior y se lig6 un dia estaquiado por molestarlo. Supo que tenia que escaparse y se prepar6, Se tom6 una se~ ‘mana para reponerse de la resaca y la estaca, para hacer acopio de un par de escopetas y algo de charqui y planes la husida: corté el alambre del campo de los caballos y se hizo el que los persegufa con los gauchos. Como pudo se mont6 a pelo de uno, enlaz6 a otros dos y asi se fue, ladrén de tres caballos del Ejército Nacional Argentino. No fite el tinico que aproveché la boleada, claro, aun= {que se supuso el {nico gringo desertor y se fue para los indios. Y acé estaba seguro de que Liz, él también le de- cia Liz, sabria llegar; She is not only beautiful but bright and brave, dijo y la volvié a besar. Ella me tomé de las ‘manos y se emocion6; porque habia encontrado a mis, chiquitos, dijo, que ella sabia que los habia extraiiado tanto, dijo también, Mentia, apenas le habia hablado de ae 168 = clos, creo que buseaba una excusa aceptable los ojos ‘de Oscar para tocarme y emocionarse en paz mientras ime miraba, Te devuelvo el anillo que fue de tu abuela, volvié a mentir, y me agarré la mano y de la mano el ddedo mayor que tanto habia gozado lo acarici6 mien tras lo hizo entrar en el anilloy yo sensi como me e- traba el brill de la Via Lictea directo desde el espacioal corazén y me dio tn beso en los labios y casi fe como cuando me habia casado, flt la bendicion del cura no- mis pero algo asi hizo Oscar que me bes también y me dijo que su familia era mi fumiliay que la mia era a uy y empez6 a jugar con mis chicos en inglés, se conociat yay lo entendian bien, “Qué lindo que terminé todo", dijo Rosa, y escuché un suspiro polifonico: ahi me d cuenta de que habia varios indios escondidos mirando Ia escena como si supieran, ;Sabrian? Cémo les gusta las historias de amor a los indios, cémo las disfrutani sa misma noche Liz empez6 a leerles una traducci6t de Romeo y Julieta. No la dejaron irse a dormir hast aque terming, Hay que ver a 30s guerzeros, heroicos ¥ valientes como casi ningun otro pueblo tiene, lorando hhoras por la muerte de los amantes. Ese mismo dia hubo otra ceremonia de hongos, co- noct a otras mujeres. Ya varios hombres lich enfun- dados en tripitas de cordero: nada de ellos se tiraba Y ademis, si asi no fuera, tendriamos tantos hijos que 1° sé qué comerian, Me ls arreglé para volver ala ruka d& XKauka aun transformada en puma: en cuatro patas fis sgruiiendo, y ahi estaba y rugi en esa hamaca hasta que se le volaron todas ls plumas, habian subido ripido y ls vi bajar como flotando, may despacio, cuando el cuerPO ‘ya no me soportaba un solo éxtasis mis. La fiesta del ‘verano dura cuatro meses, habiamos legado al dilkimo ¥ todos esos dias conoct la vida Iichifi en su mayor es plendor; ya me habia hecho del aire en el desierto como si hubiera sido una preparacién para hacerme liichif, yo erefa que me estaba haciendo inglesa pero no: no es del aire Inglaterra, no es de la luz; es de las entrafias de la tierra de donde sale el hierro y apura al movimiento del planeta. En mi pueblo liichifi me hice también del ‘agua porque Nosotros somos primero del viento; del #0. ‘nos fuimos haciendo ese verano de fiesta y de amenaza de winca. Sabiamos de los planes argentinos por lo que nos habia contado el coronel y nuestros hermanos lo sabfan por los diarios que se conseguian cada vez que iban a los pueblos a cambiar sus plumas y sus cueros por tabaco 0 por catia o por espajitos 0 por lo que fitera que se les diera la gana tener. Kaukka, por ejemplo, tiene en su ruka un secretaire y una silla: ahi escribe sus poemas y las cartas de las negociaciones liichifias. En ese ir y venir de cartas y mensajeros, en lo que recordibamos de lo ue nos habia contado el coronel y en las noticias de los diarios creimos que el avance argentino iba a sera hierro y fiego: se anegarian de sangre los guadales. — io) ae Lo que falta son armas El otofio nos encontré marchando. Nosotros somos un pueblo de carretas muy pequefias que pueden ser tiradas por un solo caballo sin perder velocidad, a gente que se mueve como el viento, los leves somos: no que- smos aplastar lo que pisamos, Dita a hacer cada noche, cuando haciamos cielo del suelo con nuestros kutrales. Se posta enfrentar al winca, valor no nos faltaba. Ni wincas que sabfan pelear como wincas. Lo que falta son armas, objetaban ‘Oscar y Liz y todos los extranjeros para pesar de los gue~ rretos y de los disidentes argentinos y para alegria de las viejas y viejos, que saben lo que Ia vida vale porque la vida se empieza a valorar mas ahi cuando esti al borde. La decisidn se fue tomando: hacemnos del agua fue, irnos al oro vegetal de las islas, a ¥ pa'd, que esti al Norte y al Este, donde el verano es muy largo y kuarahy, el sol, brilla pero lega al suelo inquieto y roto de sombras, orlado de hojas, hecho planta casi; los pira saltan como rayos en los lomos suaves del Parand y los cientos de yysyry entran y salen de su cauce escandaloso, los péjaros zo se van nunca, los ype nadan con sus patitos en hile +a, los guasuti tienen patas gordas y son mansos porque ee nadie los caza casi nunca y los kapi'y trabajan incansables on sus manitos y remamos y organizamos carreras y ‘campeonatos todo el afio para solaz y fortalecimiento de los cuerpos jvenes y viejos, de mujeres y varones y almas dobles. Las de Y pa’d son tierras ricas aunque dificilmente cultivables y los argentinos son vagos: crei~ ‘mos que nos iban a dejar mas o menos en paz hasta que encontraran qué sembrar ficil en el tuju cubierto de ‘montes. Nos hicimos un pueblo marinero los lichifi y aprendimos a convivir con los guaranies de los bordes: el sapukii de Rosa lo convirti6 en embajador y los hongos. y la fiesta —vy'aty le dicen y le estamos empezando a decir también nosotros, Nande nos llaman— les encan= tan también a ellos ‘Ahora, el sonido del agua, la resaca de la marea son nuestra miisica y nos cuidan: estin vivos nuestros rios y los arroyos son animales, saben que van a vivir con noso- ‘ros, que matamos sélo lo que comemos y que nuestros buenos toros criollos y nuestras buenas vacas son nuestra industria, una industria que apenas necesita de ellos que vvayan y vengan como quieran en las iss y que coman Y¥ que caguen, que son Ifichifi también ellos. Nuestro trabajo es poco y feliz, aunque no exento de esfrerzos: construimos wampos donde subimos a nuestras vacas apenas empieza a crecer el agua; cuando hay inundacién flotan quictitas, amarradas 2 las ramas de los yvyra, hay 4que verlas ahi arriba cuando el agua baja de golpe y se quedan atrapadas algunas, marrones como frutas miran- do entre las hojas de los sauces con sus ojos mansos de siempre pero sorprendidos, seguramente deslumbradas por esa visién aérea del mundo, una visién a la que no terminan de acostumbrarse y las lleva a quejarse suave, —____m = e coins NOI pio se recs al suelo, Bajatlas de las copa sn lastimarlas es un trabajo cen el que nos hemos vuelto expertos, lo hacemos con ‘una liviandad y una suavidad tales que parecen banderas arriadas las reses, flamean en el aire en su descenso y lo lenan de mugidos perplejos. Cultivamos andai y merd, sandias y yvy'a y otras plantas que no usamos para acompafiar nuestros platos de guasuti las pocas veces que los cazamos, ni de res ni de piri, sino para pensar. O para tener fuerza. © para reimos. Las cultivamos en wampos que llenamos de tie- rma y atamos también a los troncos. En las islas la luz es doble Sucede que el campo se va embarrando hasta desba= rrancarse en un juncal que croa y pia, canta el aire en las orillas yes surcado por los guyrd, es un lujo que se da la ppampa orillar, se bafian las vacas cuando se les animan a los refalones y emerge la tierra otra ver desde abajo del rio y ha de ser la misma tierra pero emerge llena de frboles, las raices ahi al borde, tapo desnudas. Monta- ‘mos las rukas a cierta distancia de la orilla, los rios de la pampa son de crecidas feroces y silenciosas, se amanece ‘uno tapado de agua noms si no les conoce los ruidos y las mafas de subir o bajar més o menos entusiasmadas alos ysyry. (Cuando llegamos a la otra orilla, ahi donde la pampa se ahoga, cruzaron algunos nadando, esos que habjan clegido a los mas australes por ancestros, los que re- cordarfan enseguida la técnica de las canoas. Nadaron desnudos y desde el lado del continente jugamos un ‘campeonato de bolear hachas para voltear los arboles que tuvimos que tirar con pena, con agradecimiento por sus vidas, las vidas que tomamos para hacer balsas: nos fuimos haciendo del agua asf, haciéndonos también de 1h madera, Oscar estuvo entre los que nadaron: sabian SS de las canoas, pero no sabian nada de las balsas los de los selk’nam, Entendieron la idea enseguida, ah, wampos, ijeron ¢ hicieron balsas pretty much better than ours, darling, le explicaba a Liz. Fueron las primeras, las que tusamos para cruzar los bueyes, algunos bueyes, buenos bueyes, los que tiraron de los wampos siguientes, y hay aque tirar cuando las patas se te hunden en el barro, her- ‘mosos bueyes, mansun queridos, los que cruzaron todo Jo que teniamos en las carretas. Aprendieron haciendo y Jo que siguié fixeron las wampo-rukas: vivimos en casas «que se sostienen en el agua, las amarramos con poderosas sogas hechas de cuero, no hay marea que nos inunde, subimos Nosotros con el agua cada vez que sube el rio yy bajamos cuando baja y a veces baja tanto que termina ‘mos casi hundidos en el barro, came de mosquitos so- mos o més bien serfamos si no hubiese ido Liz al pueblo ‘a comprar tues, fue con sus vestidos ingleses, no explieé nada, se limit6 a mostrar un pedazo de la tela y a pedir tanta que se quedaron, los argentinos, preguntindose ‘qué podria estar haciendo la gringa; cuando la moles- taron demasiado dijo en el peor castellano del que fe capaz algo asi como wedding dresses, novia, vestidou, y se quedaron mis conformes, imaginando el desembar- co de una legién de gringas para casarse con ellos, para mejorar la raza. Entonces a veces amanecemos hundidos en el tuja y otras sobre las copas de los ywyra y donde hhabia islas no hay mis que Parana, ese animal que gusta de vivir en partes, como tiene partes nuestro cuerpo y hay entre ellas un espacio, pero el rio a veces gusta de jjuntarse, de salirse de si como si hubiera algo itera de s, ‘como sino fizeran las isas parte de sus entrafias, son par te, y entonces cuando lo recuerda amanecemos sobre os 5, Arboles, con los biguas agarrados de los palos de las y los troncos arrancados por la corriente armando diques y otras veces eso que suele ser el ddl Parand nos amanece hecho un jardin, nos sobre esa oscuridad que reverbera de luna y nos tamos rodeados de aguapé, unos repollos verdes de flores muy violetas que se recortan con fuerza verde que tal vez sélo el trigo y s6lo alli en los de Inglaterra, pero mis rico: un verde hermoso, ‘mil matices, tantos que no alcanza una palabra para tenerlos y empezamos a inventar otras para nomt ‘Usamos las palabras guaranies, aky para el color ti de los brotes, hovy para el casi azul de todo el ‘cuando se acerca la noche, hovydi para la intensidad «asi todo en verano, y estamos buscando los nom! ara el color seco de los juncos que sin embargo siempre mojados, para el dorso plateado de las hojas los sauces, para los camalotes y los aguapé que cubren. Jomo del Parani y sus ysyry, para los pastos oscuros, crecen abajo de los érboles, para el ita poty que deja la humedad en todas partes, para las plantas como platos verdes con pequetios flotadores en ls tallos y en las raf= es, platos fuertes que pueden albergar viboras o pumas porque también ellos viajan por el rio y los arroyos sin ‘querer viajar, los baja el Parand cuando baja con fuerza de ese norte que es de los guaranies y un poco también nuestro desde que nos llaman Nande ademis de liichift Y que vamos a explorar pronto en cuanto terminen las tratativas con ellos, las negociaciones son largas vy'aty que terminan en nuevos parentescos, en un Nosotros engordado, Vamos a subir en wampos, algunos, y por los ysyry: no se le puede ir en contra al Parand, es un rfo —_—_—_—— poderoso, enorme, no ve lo puede subir ni bajar euan~ do no quiere, Hay que seguirle la corriente, hay que ir para donde va, © tomar otro camino, remontar nuestros ‘arroyos; son caminos menos poderosos los ysyry y no Jos surean las miquinas de guerra. No se puede hacer la fioraird hasta que se esté listo. Y nos filtan armas. — m ——___— La contemplacién de los arboles Nadie trabaja a diario en las Y pa’: nos tu trabajamos un mes de tres. Ese mes, cuidamos ‘nuestras vacas no se hundan en el tj y si se h ayudamos todos; hacemos guardia para que no nos prendan las mareas, exige un poco de tiempo mot las vacas sobre los wampos, ponerles pasto y agua arriba, calmarlas hasta que aceptan la quietud n ara conservar el equilibrio, subirse ahi con ellas y aca= riciarls para que vuelvan a respirar como si estuvieran en un prado Tleno de pastizales tiemos. Nuestras plantas también estin montadas en wampos: son unas balsas enormes, con paredes de contencién y lenas de tierra, no tanta como para que no floten, lo suficiente para que las raices puedan expandirse. A los que no estamos de tumo se nos va el dia en la contemplacién de los Y¥¥Ta, no nos cansamos de tiramos en el suelo a ver los Juegos de la luz y la sombra en el vaivén de sus ramas, los bordes orlados de un resplandor que en Inglaterra —Liz ya no es inglesa pero no olvida—s6lo se ve en las iglesias en las auras de los santos: nuestras hojas, las de nuestros yvyra, nuestro monte entero, son de santidad vegetal ae Si nos despertamos temprano, amanecemos dentro ‘de una nube, la que baja del cielo y se levanta de los rios 'y arroyos ala madrugada, la tatatina del Parand: una nube que no nos deja ver nada mas que sus entrafias luminosas y opacas ala vez, una nube imposible, gcémo puede algo luminoso ser opaco? En una nube asi vive Londres bue~ tna parte del afio, s6lo que la de alles rosa por el humo de los motores de sus mAquinas y la nuestra es blanca ‘como tun hueso de Dios Nuestro Sefior. La tatatina im- pone una forma de quietud: apenas si calentamos agua para hacer nuestros mates y nuestros tés, si doramos los choclos para los chicos, nuestros mitd, que suelen saber quignes son sus padres pero viven con todos, todos los ccuiidamos y ellos van y vienen de ruka en ruka aunque ‘tengan sus cosas en alguna en especial. Nosotros mismos -vivimos también ast: yo, en la casa que ya es nuestra con Kauka, pero puedo dormir y amanecer en cualquier otra, donde me sorprenda el cansancio, donde me rinda el suefio por la noche; sino es al lado de mi guerrera puede ser al lado de Liz que me recibe con sus curries y sus cuentos muchas tardes y muchas noches me retiene en su cama, en el de Rosa que les enseiia a los mit a domar caballos a puro don o en el de Fierro, con mis hijos y los suyos y esto de escribir que se nos ha dado: duermo con mis amores yo, vamos con Estreya después de escuchar los cantos, después de los juegos, después de fumar o beber las hierbas que cultivamos porque de «30 si que trabajamos todo el afio, de probar su sabor y sus efectos a medida que las vamos mezclando, que les injertamos otras, que creamos nuevas plantas. ‘Asi es como tenemos un floripondio con gusto a nati y mora, los frutales crecen como yuyos en Y pa’d, : 7% tun té que primero ciega y enseguida te mete en lo profundo del alma, un té que te lleva al centro del divino y desde ahi te deja ver c6mo el mundo €s un solo animal, nosotros y las hojas de los los surubfes y los chajés y las jrafas y los mam! el mburucuya y el yaguareté y los dragons y el y el camuatiy las montafias y los elefantes y el € incluso los ferrocarriles ingleses y los campos gi tescos que los argentinos arrasan., Asi también ten¢ tuna hierba que se firma que tiene gusto a sf misma, a flor dulce y 4spera, y también a pan ahumado y a ya mermelada de limén y de nara, la naranja de las islas, una hierba que cura los dolores y le da nuestros ojos calidez, hace del mundo un lugar ¥y de los otros compafieros para compartir las carcajadas, la yerba vy’aty. Tenemos los hongos que hemos ido enriqueciendo con sabores que matizan su amargura: membrillo, tararira, flor de camalote, aguapé, lechuga silvestre y fresca, agua pura del Parand, mer, curry. Los hongos son plantas serias, son plantas para comer ‘en ceremonias, nunca a solas porque los hongos son las plantas que el suelo nos regala y de su vientre vienen y en ese tyeguy de la tierra estan la vida y la muerte revueltas y juntas haciéndose la una a la otra: con los hongos pueden aparecer los dioses, puede pasar que se estire el cuerpo y uno no se vea la punta de sus pies y mucho menos pueda tocarlos, puede pasar que se rompa la separacién que existe entre cada hombre y todos los demas, puede pasar que el diablo meta la cola ¥y caiga uno en el infierno. De los hongos se sale otro, el mismo cambiado, los hongos agregan perspectivas divinas a los hombres y esas perspectivas mis allé de la 180 ———— ae vida y la muerte pueden aterrorizar. © liberar. Es nece~ saria una machi cerca para tomar los hongos. Tenemos rukas y wampos especiales para comerlos, tenemos ma~ ‘chis siempre listas para dirigir los viajes de los vistantes ‘menos expertos, Tenemos, también, una planta que no {queremos mucho pero que cuidamos porque la nece- sitamos: masticamos sus hojas en los tiempos malos, cuando las mareas o las guerras nos obligan a trabajar todo el dia y toda la noche. Son los tiempos de los jefes yy las jefas, siempre tenemos algunos, también se rotan y mayormente no hacen nada, pero en tiempos de crisis randan y hay que aguantarlos hasta que pase. Kauka es tuna de ellos, tiene una divisién junto con Air, un inglés aque se la pasa pescando nada y cantando limericks el resto del tiempo. En mi nacién las mujeres tenemos el mismo poder que los hombres. No nos importa el voto porque todos votamos y porque podemos tener tanto jefes como jefas 0 almas dobles mandando. La misma Fierro, que acé en las islas tomé el nombre de Kura- su —nombre de kufia en guarani y homenaje al que 1a hizo hembra, significa, si, Cruz—, Kurusu Fierro hha sido jefa en tiempos de guerra con los guaranies, al principio, cuando no querian aceptarnos de vecinos y todavia no habjan venido a ninguna de nuestras vy'aty ni habjan probado nuestros hongos, marangaté les di- cen ellos. Yo misma, que puedo ser mujer y puedo ser vardn, he debido dirigir las maniobras de mis de ‘una marea bestial y de algunas escaramuzas con los argentinos que temian que no los dejéramos bajar sus igranos y sus cueros por nuestro Parand. Kauka, que es tuna de nuestros guerreros mis valientes y sabios, ha liderado batallas cruentas, de esas que Ienan los ysyry —— 14) — —_— de cuerpos que el agua se encarga de expulsar al apenas puede porque quiere que sean perlas fueron sus ojos. " Por lo dems, nuestro tiempo ¢s nuestro ‘mes de cada estacién que nos toca trabajar. En los dos, jugamos campeonatos de trepar a los tbi lancear dorados cuando vuelan sobre el el rio, de mufiecos o dioses con juncos trenzados, de cantar historias de amor y de guerra y de remo. Rosa y Liz somos los més ripidos: se nos metié came lo de andar juntos por los caminos, por el 1nd y sus ysyry remamos tejidos los tres y asi ganamos todos los campeonatos de carreras de cargado de Y pa’d. Casi todas las mafianas ent mos, cuando no nos toca trabajar y cuando no I demasiado pero a veces igual bajo lluvias torres competimos también en carreras de wampo Y¥ mojado. Somos imbatibles y por eso somos los que evan los animales y las plantas cuando migramos: los tes en la retaguardia, cada uno en su kayak, las rukas en un wampo minimo a la noche, Rosa calmando a las vacas y los buenos mansun que ya no cargan nada y gozan de la misma vida leve que todos, Iiichifies tam- bién ellos. Oscar y Kauka van al frente, comandan la flota de kayaks tapados de ramas que son la vanguardia dde nuestra migracién, los que van a ver que no nos es- pperen sorpresas desagradables. Navegamos lentamente, esperamos que las corrientes nos favorezcan, nos de- tenemos en la islas cuando encontramos frutales 0 los dorados y los otros pira saltan con mas entusiasmo en. el lomo de los arroyos 0 cuando vemos a las abejas sus pendidas en el aire. Nos reunimos con nuestros otros 182 amores, do con ellos esas noches calmas; nos atamos a los troncos mis ftertes cuando las cormentas ¥ entre troncosresistimos las correntadas los tres juntos con Estreya acariciando a los animales.

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