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U N A LE C T U R A E P I ST E M O LÓ G I C A DE L

T R A BA JO SO CI A L

Al ic ia GO NZ ÁL EZ - S AIBENE

P u b l i c ado en :

o R e v i s t a T E M AS Y DE B AT E S , Añ o 1 , N º 1 , J u l i o / Di c i e m b r e de 1 9 9 6 , R o s ar i o :
U n i v e r s i dad N ac i o n al de R o s ar i o , I S S N 1 6 6 6 -0 7 1 4 , p p . 1 1 1 a 1 2 8
Introducción

Comenzar planteando el estado de esa tensión, constatable en el ámbito del


Trabajo Social académico, entre una tendencia a la epistemologización y un énfasis
puesto en las metodologías de intervención, significa discutir complejas cuestiones
raramente pasibles de consenso ya que atañen, también, a nuestra propia identidad ya la
necesidad de su redefinición.

Esa tensión debe reencauzarse en una articulación operativa y fecunda entre


Epistemología y Metodología que no quede en el nivel de lo académico sino que resulte
vital al ejercicio profesional de los trabajadores sociales.

Hoy, cuando la crisis de los paradigmas socio-políticos y teóricos y la


heterogeneidad de respuestas que ofrece lo que - con cierta ambigüedad - llamamos
posmodernidad, obligan a reconstruir epistemológicamente el mandato específico de la
profesión, que es el mandato de la intervención, debemos realizar un esfuerzo mayor
que nos permita ubicar la verdadera dimensión e implicancias de un campo que aúnno ha
sido resuelto en el Trabajo Social: el de la relación entre la producción de conocimientos
científicos y la recuperación de los saberes emergentes de la intervención.

Es decir, debemos imprimir a la profesión una lógica que le permita entenderse y


recuperarse a sí misma; sólo desde esta perspectiva es posible hacer el movimiento que
le está faltando, y que es la posibilidad, no sólo de operar en lo concreto, sino de producir
una recuperación de esa intervención que habilite encuadrarla bajo otros órdenes, otros
ejes, esta vez conceptuales (1).

Esto no implica desconocer la persistencia de posturas eminentemente


practicistas o empiristas que siguen prevaleciendo, a veces veladas por un discurso
renovador, en la profesión; epistemológicamente, significa producir conocimientos de
cara a la ejecución; esto se refiere a un momento en que la producción profesional se
traduce en acto, no en el sentido activista de la pura ejecución, no en términos de "hacer"
tal cosa, sino de poder definir, en el conjunto, una alternativa que le de sentido a todo lo
que profesionalmente se ha venido haciendo (2), superando así el peso en la descripción
y el bajo nivel de abstracción que nos caracterizan - sin dejar de reconocer los serios
intentos que colegas brasileños, chilenos y argentinos vienen realizando en esta línea.

Este es el gran desafío, hoy, de la profesión que, compartiendo con otras


disciplinas el campo de lo social, dice diferenciarse de ellas porque tiene su propio
objeto y está también legitimada socialmente. Pero ¿cuál es ese objeto? y ¿qué hace
que esté legitimada en el campo de lo social como verdadera profesión?. Tomando la
idea de José Paulo Netto (3), el Trabajo Social encuentra su legitimidad, como profesión
sostenida en la división social del trabajo, en la atención de la demanda, y la respuesta a
esa demanda es la que instaura el espacio de la intervención.

Ella es la que nos brinda la posibilidad de construcción de un saber profesional,


ese conjunto de conocimientos que se producen en el interior de una práctica, de un
oficio, ese saber local y específico que, surgido de las emergencias de las prácticas
sociales, se constituye en la cotidianeidad produciendo efectos de transformación. Y,
como tal, otorga cuerpo y sustento a la -cualquier - profesión. De ahí que resulte
imprescindible reconocer que la producción teórica corresponde a otra instancia, la de la
investigación.

Es, en principio, necesario reconocer que la producción de saberes recuperada de


la intervención se diferencia de la producción de conocimientos teóricos. Suponer que el
ordenamiento de datos y su interpretación reflexiva, características de la sistematización
de una práctica, produce teoría, es olvidar que la relación entre ambas no es inmediata,
que la investigación y la intervención tienen lógicas diferentes, reglas constitutivas
distintas, y que una no debe subordinarse a la otra a riesgo de perder, en ese acto, su
propia especificidad, así como sus objetivos diferenciados(4).

Aquí también se impone otra discusión, hoy candente en los espacios académicos
del Trabajo Social, respecto de la identidad profesional y de la especificidad de la
profesión:

 ¿es ésta una profesión sostenida en la división social del trabajo, legitimada entonces
por la demanda social y que establece, en su intervención, sus propias estrategias de
acción?,
 ¿o es una disciplina social que posee, por lo tanto, teoría propia y metodología
específica?.

Citando a la colega brasileña Lidia Monteiro (5) "ya no es tiempo de certezas,


aquéllas que orientaron a la profesión en otros momentos históricos, cuando amparados
en presupuestos teórico-metodológicos y doctrinarios, los profesionales se sentían
seguros respecto de la naturaleza de sus actividades y procedimientos de intervención.
Estas certezas dejaron lugar a las dudas que hacen sospechar de todo lo que fue
anteriormente construido".

Estas son, entonces, las discusiones insoslayables para el Trabajo Social


académico, sin dejar de considerar que, cualquiera sea la posición que adoptemos,
resulta imprescindible complejizar nuestras interpretaciones para poder, así, dar cuenta
de la realidad contradictoria, desalojando de nuestros discursos aquellas lógicas binarias
- intervención o investigación, comunidad o institución, profesión o disciplina, teoría o
práctica - enfrentando esas tensiones, sosteniéndolas en sus diferencias pero
promoviendo el encuentro conceptual de su comunicación.

La crisis que atraviesa a la profesión, aquélla que cuestiona aún su propia


identidad, se agudiza ante la nueva realidad que vivencia el propio contexto social (6), ya
que es en él, y en su necesario análisis, en que la intervención profesional del Trabajo
Social adquiere sentido; y es en el desarrollo de los procesos sociales diversos que se
hace necesario crear nuevas formas de interpretación de los mismos.

Es este momento de inflexión el que debe caracterizarse, citando a Bordieu (7)


"por no ahorrar esfuerzos en la tarea de construir el objeto, lo que no es posible si no se
abandonan esos objetos preconstruidos, hechos sociales demarcados, percibidos y
calificados por la sociología espontánea, o "problemas sociales" cuya aspiración a existir
como problemas sociológicos es tanto más grande cuanto más realidad social tienen
para la comunidad de sociólogos". Pido permiso aquí al autor para realizar una
extrapolación disciplinar y, con las mismas o similares palabras, referirme al Trabajo
Social.

Definir el objeto de una profesión no es, en una imprescindible diferenciación,


analizar la construcción de los objetos de intervención y, mucho menos, propender a la
delimitación de objetos de investigación (8); se trata, si, de generar niveles más elevados
de abstracción que nos permitan delimitar teóricamente ese ámbito de la realidad sobre
la que una profesión incide a partir de un determinado punto de vista o perspectiva
teórica.

Al definir el objeto de una profesión se define, al mismo tiempo y de un sólo golpe,


qué se habrá de analizar y cómo se abordará ese objeto. En función de él se resolverá la
estrategia de trabajo y, en consecuencia, los resultados que se esperan obtener, sus
técnicas y, fundamentalmente, sus contenidos.

El interrogante que viene sirviendo como hilo conductor de este pensamiento es


¿qué entiende el Trabajo Social por Trabajo Social?. No es igual ni tiene la misma
implicancia decir que el objeto de la intervención profesional es el individuo con
problemas o la comunidad no integrada - a la manera tradicional - que decir que es el
hombre oprimido o explotado o las contradicciones del sistema social - al modo
reconceptualizador - o que sostener que ese objeto son los problemas sociales o las
relaciones sociales - líneas de análisis distintas sostenidas en la actualidad.

Es tarea inmediata entender críticamente qué significan aquellos "objetos",


comprender cómo llegaron a existir y resolver si son nociones ideológicas o verdaderas
construcciones conceptuales. Es decir, esta respuesta no puede prescindir del
interrogatorio a esos "objetos" de la profesión que la historia del Trabajo Social propone.

En principio, y siguiendo la producción teórica de Gastón Bachelard (9) y de Pierre


Bordieu (10) entiendo que no puede definirse un objeto sin tener en cuenta dos
consideraciones fundamentales:

1. ese objeto está histórica y socialmente determinado desde una perspectiva teórico-
ideológica, es decir, que las condiciones históricas y sociales en las que se
desenvuelve una práctica profesional, en relación a la particular naturaleza de su
interés y objetivos, producen el objeto, desalojando la "ilusión" de una perspectiva
transhistórica;

2. ese objeto no se construye sino en función de una problemática teórica que antecede
a cualquier experiencia, y que se basa, antes de precisarse, sobre una duda
específica por el objeto mismo. Es el punto de vista teórico el que crea el objeto, éste
es una construcción conceptual, no surgido de relaciones entre hechos reales sino
entre conceptos, entre problemas teóricos.

Por lo tanto, no se puede "inventar" de antemano un objeto, no hay un "a priori" en


su construcción.

El objeto se construye contra las "ilusiones del saber inmediato" y en un proceso de


ruptura con lo real y con las configuraciones que éste propone a la percepción, dejando de
lado el objeto real preconstruido por la percepción para dar lugar al objeto como sistema
de relaciones conceptuales, construido en función de aquella problemática teórica; o, lo
que es lo mismo, rompiendo las relaciones aparentes para hacer surgir un nuevo sistema
de relaciones entre los distintos elementos.

Y es en este sentido que definir el objeto de la profesión en términos de individuos,


o comunidades, o sistema social, o problemas sociales, es permanecer en el espacio de
la problemática real o de las manifestaciones o representaciones ideológicas, de la
apariencia; si consideramos, en cambio, que cualquiera de esos "objetos" así definidos
se inscriben en la compleja trama de las relaciones sociales, y que éstas son leídas de
distinta manera de acuerdo al punto de vista teórico y a la posición epistemológica que -
consciente o inconscientemente - se asumen, podemos entonces considerar que,
históricamente, el objeto del Trabajo Social han sido las relaciones sociales,
entendiendo que éstas son más que relaciones entre intersubjetividades, que ellas se
establecen también entre posiciones sociales y condiciones de vida; pero, y al mismo
tiempo, son más que la reproducción de la totalidad del proceso social, de determinado
modo de vida. Si la primera parte de este enunciado da cuenta de una perspectiva
idealista, sosteniendo una concepción de sujeto basada en los principios de libertad e
igualdad individual - concepción propia del Trabajo Social tradicional, la segunda
privilegia una concepción sin sujeto, reduciendo éste a la estructura - posición propia del
Trabajo Social reconceptualizado.

La perspectiva desde la cual esta tesis de trabajo aborda el objeto de la profesión


es la de complejidad, entendiendo como tal el enmarañamiento de acciones, de
interacciones, de retroacciones (11) tendiente a dejar de lado la simplificación, la
disyunción, la separación o la reducción de posiciones, típica del paradigma racionalista
clásico.

Es desde esta posición, múltiple y abarcativa, que entendemos las relaciones


sociales como relaciones complejas, sostenidas en la dialéctica de la
producción/reproducción de lo social y atravesadas por una noción de sujeto construida
desde el entrelazamiento de múltiples componentes.

Es, entonces, sólo desde esta manera de mirar el objeto de la profesión que
podremos dar cuenta de la cuestión del método, entendiendo que, para el Trabajo Social,
éste se configura como una estrategia capaz de responder a los objetivos
transformadores de la intervención en medio de la complejidad social.

Sólo así podremos abordar aquel objetivo académico-profesional que nos impone
sostener y/o recuperar una consistencia epistemológica en la formación y en el
ejercicio profesional que, al mismo tiempo que permita comprender una determinada
forma organizativa de lo social y una cierta manera de concebir al sujeto, a efectos de
potenciar sus implicancias en la intervención en la realidad, pueda dar cuenta de aquellas
preguntas originarias del Trabajo Social, referidas al qué, al para qué y al cómo de la
profesión.

Esta es la tarea propia de un proceso de epistemologización, que recupere los


grados de consistencia - o incoherencia - epistemológica de lo producido por el Trabajo
Social en su devenir, en una actitud de constante vigilancia, y un cuestionamiento
permanente de los principios mismos de las propias construcciones, caracterizando un
modo de progresar en la producción profesional.

En tal sentido, en los capítulos siguientes abordaré los diferentes momentos


históricos que caracterizan al Trabajo Social, desde sus elementos constantes: su objeto -
explícito o no - , sus objetivos, sus perspectivas teóricas, sus posicionamientos
epistemológicos y sus construcciones metodológicas.

Intentaré demostrar cómo, dialécticamente, cada momento se constituyó enla tesis


contra la cual se configuró una antítesis que permitió una tercera instancia superadora, a
modo de síntesis (12).

Mostraré los momentos de negación, de ruptura y de recuperación de elementos


persistentes en las nuevas producciones y, fundamentalmente, sostendré la tesis expuesta
en los párrafos anteriores: que, históricamente, el objeto del Trabajo Social se ha
configurado en las relaciones sociales, interviniendo en su articulación.
La perspectiva tradicional

La primera propuesta sistemática de la profesión, en la tarea de Mary Richmond,


significó el primer esfuerzo de distanciamiento de la inmediatez de la acción voluntarista,
en la búsqueda de los presupuestos de la misma, aunque de manera poco crítica. Sus
propuestas se orientaron a desarrollar un proceso de diagnóstico social en función de los
datos obtenidos por el trabajador social (13), incorporando más tarde la fase de
tratamiento (14) para completar el proceso, inaugurando así un modo específico de
intervención.

Estos productos fueron el resultado de un largo y trabajoso proceso inductivo


sostenido, implícita pero evidentemente, en las posiciones del empirismo más puro, en
clara adhesión a los postulados del positivismo de principios del siglo XX.

Con ella comienza y queda caracterizado ese período llamado después clásico o
tradicional, configurado por una visión ingenua, acrítica y maniquea de las relaciones
sociales, sostenido en la comprensión de la solución de los problemas sociales globales
partiendo de cada uno de ellos aisladamente, por no comprender ni cuestionar la
ideología dominante y por concebir a la sociedad sin clases, dividiendo el mundo en
"buenos-malos", "adaptados-no adaptados", "integrados-no integrados" (15).

Este momento histórico puede, a su vez, subdividirse en dos que configuran otras
tantas lecturas del contexto y concepciones de lo social:

1*. un primer momento representado por un punto de vista teórico-ideológico sostenido en


el liberalismo, con el énfasis puesto en el individualismo, en la competitividad, en la
"ayuda" arbitraria y paternalista ante los problemas que aparecen como "defectos" de las
personas y no como efectos de la estructura, como falta de "ajuste" o poco "desarrollo de
la personalidad" frente a la sociedad establecida, la que permite la realización de cada
uno de sus integrantes. El Trabajo Social de Caso Individual encarna el ideal liberal "a
cada uno según su mérito", con una implícita aceptación de la ética -protestante - de la
economía liberal de mercado, en la que la competencia de los individuos y la propia
habilidad permiten la superación y el éxito social.

El positivismo, al brindar una perspectiva estática y naturalista de la sociedad y


una visión atomizada de la misma, que aísla al individuo y a la "situación problema" y
concibe lo social como la suma de aquéllos, se constituye en otra de las vertientes de las
que se nutre la profesión, la que, desde esta doble visión teórica, asume los problemas
como falta de armonía y de ajuste en las relaciones interindividuales, y concibe al individuo
y a la sociedad idealmente. Este modo de pensar, propio de la época, determina un
Trabajo Social cuyo objeto está constituido, en esta primera etapa, por el individuo con
problemas, y cuyo objetivo es el de responder a las necesidades de las personas,
tornándolas útiles y aprovechables socialmente - en otra clara influencia, esta vez del
pragmatismo - adaptándolas a la sociedad ya sea desarrollando su personalidad - Caso
Social Individual - o mejorando su funcionamiento social mediante la restauración de sus
relaciones sociales por medio de la interacción con otros - Servicio Social de Grupo (16) -
pero en ambos promoviendo su desarrollo psico-social y operando cambios en la
conducta y en el equilibrio personal - evidenciando aquí otra clara influencia teórica de
escuelas psicológicas tales como el conductismo y la psicología social.

La adscripción del Servicio Social de Grupo a la concepción de Estado de


Bienestar no rompe con la perspectiva planteada, sólo cambia el ámbito de desarrollo
institucional.

Sus bases epistemológicas se sustentan en el paradigma positivista,


caracterizando una práctica profesional sostenida en sus principios fundamentales:

 el único discurso significativo es el establecido en un lenguaje fenoménico y fisicalista,


que habla de las cosas materiales y adscribe a propiedades observables;
 todo discurso acerca del mundo debe ser empíricamente verificable;
 predomina el establecimiento de una lógica inductiva para verificar las
generalizaciones.

Los productos evidenciados por los clásicos se sostienen en un procedimiento


inductivo basado en los datos inmediatos, en una subordinación a los hechos, sin
sobrepasar sus conclusiones el nivel de la observación; las relaciones entre los
fenómenos son lineales, y su constatación se mantiene en el nivel de lo aparente, de la
representación ideológica, del sentido común.

Dentro de un esquema de estudio, diagnóstico y tratamiento, la práctica


profesional se dedica a buscar aisladamente recursos del medio y del propio individuo, no
superando el terreno de lo particular, el nivel de la descripción y la falta de explicación,
evidenciándose una visión factual y casuística de la realidad (17).

2*. Luego de la 2da. Guerra Mundial, con el advenimiento de la problemática de la


modernización y del desarrollo, la profundización del capitalismo monopólico y la
agudización de las desigualdades sociales, se produce en el Trabajo Social un nuevo
reconocimiento del conflicto, en la concepción de que los problemas sociales - sean
producto de la falta de integración, sean resultado del proceso de modernización - pueden
ser "tratados" a nivel de cada comunidad, en tanto núcleos básicos o células de la
sociedad. Está implícito aquí el supuesto de que la sociedad es un conjunto o agregado
de comunidades y que la solución de los problemas sociales puede ser abordada a nivel
de cada comunidad por separado, aisladamente, para lograr en cada una de ellas el
equilibrio. Este pensamiento se sostiene en la corriente sociológica predominante en la
época, el estructural-funcionalismo, según el cual cada comunidad es considerada un
sistema autónomo e integrado que provee a cada uno de sus miembros los recursos
necesarios - económicos, culturales, etc. - para su vida en sociedad; cada uno de estos
subsistemas se integran, a su vez, en un sistema mayor, que es la misma sociedad.
Según esta concepción, la comunidad, tanto geográfica como funcional, constituida por
personas con intereses comunes, prevalece como unidad de análisis y, por lo tanto, de
intervención profesional.
Esta es, en el fondo, la concepción liberal de la sociedad y de la economía, que ya
desarrolláramos en el ítem anterior, sostenida en la iniciativa privada y en la que el
Estado, a través de políticas sociales, cumple el papel de promover el desarrollo y dar
asistencia a las comunidades o sectores menos favorecidos, a fin de que éstos, en base
a su propio trabajo y a un mínimo de ayuda estatal, puedan promover su autodesarrollo. El
Estado, mediante las políticas sociales, logra el control social y regula las contradicciones
propias del sistema de acumulación capitalista, y el trabajador social se inserta,
capacitándose para el ejercicio profesional, dentro y al servicio de las instituciones
estatales ejecutoras de aquellas políticas, con el objetivo fundamental de desarrollar
psico-socialmente a los miembros de las comunidades para posibilitar el mejoramiento
de las condiciones económicas, sociales y culturales de la comunidad. De esta manera
queda identificado lo que se conoce en Trabajo Social como el Método de Desarrollo de
la Comunidad (18).

Para ello, se apela a las teorías surgidas del auge de las Ciencias Sociales que se
produce en esos años, como el desarrollismo, cuyos argumentos fundamentales se
sostienen en la posibilidad de desarrollo y crecimiento ilimitados y en las características,
ya enunciadas, del estructural-funcionalismo; y en las técnicas estadísticas,
demográficas, de dinámica de grupos, etc.

Sustentada epistemológicamente en el mismo paradigma positivista, la práctica


profesional se caracterizó por la formulación de una metodología de intervención basada
en la "planificación tecnocrática" (19), que consiste en el estudio de ciertas situaciones
problema y en la búsqueda de una solución en el nivel de los recursos, definiendo y
mostrando a la población sus propios problemas pero a través de la perspectiva
mediatizadora de la institución que, como aparato funcional, reproduce las normas que
reflejan los valores sociales del sistema y toma los problemas como desarreglos que
pueden repararse mediante mecanismos institucionales, cambiando el eje incluso de las
alternativas propuestas por sus usuarios y construyendo un saber profesional técnico, al
penetrar en la cotidianeidad de los grupos, que eleva a la condición de cuestión o saber
institucional, reduciendo las determinaciones estructurales a cuestiones locales y a
responsabilidades individuales (marginalidad versus participación como elección).

Ese saber técnico o "método" profesional para la solución de problemas responde


a un procedimiento lineal y etapista, caracterizado por:

 una identificación del problema (investigación)


 un análisis de la situación (diagnóstico)
 una proposición de objetivos y estrategias (planificación)
 un desarrollo de los procesos de cambio (ejecución y evaluación).

Se repite así ese ciclo de fases sucesivas característico de los procedimientos


etapistas, secuenciales y clasificatorios, descriptivos, fenoménicos y sostenidos en una
lógica inductiva propia del pensamiento positivista.

En síntesis, a lo largo de todo este período del Trabajo Social, el profesional se ha


configurado como un especialista en relaciones intersubjetivas, capacitado para
articular, recomponer y/o establecer aquellos vínculos entre su objeto real - el cliente, la
comunidad - y el medio social. Desde esta perspectiva, las relaciones sociales son
consideradas como interindividuales y/o intergrupales, la noción de sujeto subyacente
está sostenida en una visión idealista, de libertad y autonomía ilimitadas, y la sociedad,
también idealizada, porque permite el desarrollo y la realización de cada uno de sus
integrantes.

Todo ello configura lo que Vicente de Paula Faleiros ha dado en llamar la


ideología de las relaciones sociales armónica (20), que impregnó la práctica de los
trabajadores sociales durante décadas.
El Movimiento de Reconceptualización

El movimiento de Reconceptualización surge, en el Trabajo Social, a mediados de


la década del 60', cuando ciertas situaciones sociales concretas (la revolución cubana, los
cambios en la Iglesia y en las Universidades, la irrupción de la literatura marxista) y una
ruptura con la interpretación funcionalista del contexto y la teoría social producen en la
profesión - al igual que en el resto de las disciplinas sociales - una crítica y autocrítica a su
propio quehacer, a su función histórica y a la ideología de sustento. Surge con fuerza una
toma de conciencia referida a los articuladores teóricos y epistemológicos que sostenían
al Trabajo Social llamado, desde entonces, tradicional y a una práctica profesional
instrumental a la dominación.

En un primer momento, y siguiendo el pensamiento de Mercedes Escalada (21) "la


crítica de la Reconceptualización al Trabajo Social tradicional es contraideológica, porque
opone a la supuesta complicidad con la burguesía y el imperialismo, una actitud de
censura a dicha complicidad y una posición antiimperialista, sin conocer las
determinaciones objetivas que determinaron la práctica criticada".

Pasado el primer momento de ruptura ideológica, "los trabajadores sociales


reconceptualizados se preocuparon por hacer más científico el Trabajo Social, por
convertirlo en una disciplina social, sistematizando un método que permitiera una acción
superadora de lo anterior, eficaz, transformadora y científica, por elaborar la teoría propia
del Trabajo Social y asumir explícitamente un marco de referencia que le de sentido a la
acción profesional" (22).

En esta línea, el punto de vista teórico de los reconceptualizadores, sostenido en


autores tales como Marx (o en relecturas del mismo tales como las de Marta Harnecker),
Althusser, Kosik, Freire y Mao Tse Tung, se presenta desde la perspectiva de la
reproducción social, constituyéndose en la negación de las anteriores prácticas
profesionales sostenidas en los objetivos de ajuste individual para buscar la
transformación social en las luchas de liberación de los pueblos, tendientes a destruir
las cadenas de explotación y dominación burguesas y a construir un hombre y una
sociedad nuevas, a la luz de las postulaciones materialistas históricas y dialécticas.

Esta perspectiva permitió a la profesión identificar los intereses de clase a los


cuales presta su capacidad y plantear una transformación de su objeto y de sus
objetivos: de agentes de caridad y de cambio se pasa a promover y colaborar con la
lucha de clases, proponiéndose generar procesos de concientización, participación y
organización popular tendientes al cambio de la estructura social.
La noción de sujeto predominante es determinista, en tanto lo considera como
producto exclusivo de las condiciones sociales relativas a la clase a la que pertenece, en
el modo de producción capitalista.

Así, si la tradición indicaba una concepción idealista de sujeto por predominio de


una perspectiva de libertad e igualdad del individuo, la Reconceptualización privilegió una
concepción sin sujeto, al reducir éste a la estructura e interpretar lo social desde la lógica
del capital.

La función del Trabajo Social se entendió - en un análisis crítico - ligada a los


procesos de valorización del capital, a las formas de explotación, a las alternativas enque
se resuelve el conflicto entre las clases propio de la acumulación capitalista,
referenciándose tanto esas formas de dominación como la propia práctica de la profesión
a la reproducción de las relaciones sociales de producción.

El Movimiento de Reconceptualización construye, entonces, su objeto en torno a


las relaciones sociales de producción y de explotación. Es en este sentido que
surge la discusión sobre el Trabajo Social como actividad productiva o como servicio - de
colaboración en las funciones de legitimación y control en la reproducción de la fuerza de
trabajo (23).

Las opciones profesionales quedan planteadas en términos dicotómicos: o se opta


por el capital o se opta por el trabajo (24), planteo binario que oculta las categorías de
contradicción y de complejidad.

Este posicionamiento reconceptualizador llevó a la profesión a colocarse al


margen del Estado y de sus instituciones, optando por una práctica basista y provocando
el abandono paulatino de aquéllas - algunos simbólicamente, otros efectivamente - por
parte de los sectores enrolados en él y, posteriormente, también de la profesión al no
visualizar perspectivas de transformación en su interior, en una posición fatalista (25).
Esto permitió el avance de los sectores más conservadores en los espacios
institucionales y profesionales (26).

Por otra parte, su desarrollo metodológico dice asentarse sobre categorías


epistemológicas del materialismo dialéctico - totalidad, múltiples determinaciones,
transformación - y en el uso de las leyes de la dialéctica. La búsqueda de una actuación
coherente con la concepción marxista llevó a la Reconceptualización a criticar la división
positivista entre trabajo manual e intelectual y la parcelación de la ciencia en
compartimientos estancos, postulando el derecho y la obligación profesional de dirigir la
intervención de la realidad desde la perspectiva del conocimiento como proceso de
transformación. La investigación adquiere, así, relevancia en el discurso profesional, al
posibilitar la comprensión de los procesos sociales, configurándose ese otro granobjetivo
reconceptualizador: la producción teórica del Trabajo Social.

Sin embargo, el manejo muy rudimentario de las bases teóricas mencionadas y la


utilización acrítica de los divulgadores del marxismo llevó a los reconceptualizadores - yno
sólo a ellos, en el mismo seno de la literatura marxista numerosas polémicas se han
abierto respecto de la interpretación del llamado método dialéctico - a desarrollar
modelos de intervención sesgados por la incoherencia entre los objetivos transformadores
y el discurso revolucionario, por un lado, y la recuperación de la lógica inductiva propia del
período anterior, con persistencia del proceso de planeamiento tecnocrático,
complementado eclécticamente con el método de conocimiento inspirado en Mao Tse
Tung (27), por el otro.

Pueden distinguirse en las diversas alternativas de intervención propuestas en la


época una estructura básica constituida por una secuencia que reproduce, en una
linealidad, los pasos sucesivos de la investigación - sostenida en el pasaje de las
formas sensibles a las formas racionales como modalidad dialéctica de conocimiento - el
diagnóstico, la planificación, la ejecución y la evaluación como momentos
establecidos, recuperando la perspectiva empirista al revalidar la práctica como punto de
partida del conocimiento, y confundiendo práctica profesional con práctica teórica y
práctica social (28), en la comprensión de que entre conocimiento y transformación, entre
práctica y teoría, la relación es directa e inmediata.

Los problemas endógenos del Movimiento de Reconceptualización -


fundamentalmente referidos a los elementos idealistas presentes en sus objetivos (29)- y
las paulatinas pero constantes rupturas del orden democrático en los países de América
Latina produjeron la clausura del mismo, negándole la posibilidad de crecimiento y
superación de sus propias contradicciones.
El momento actual

La historia profesional caracterizada en los dos momentos anteriores nos muestra


otras tantas concepciones opuestas en su referencia a lo social, al sujeto, a la
comprensión de las relaciones sociales; o se apela al voluntarismo del sujeto en la
construcción de la sociedad o se da cuenta del mecanicismo de la estructura en relacióna
la producción subjetiva. En la primera posición, en virtud de la influencia de la ideología
liberal, la historia aparece como un acto de voluntad de los hombres; para la segunda, las
condiciones histórico-sociales son determinantes absolutos de los sujetos "que no
pasarían de meras ilusiones en las relaciones inmediatas" (30). Ambas visiones olvidan
que "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo
circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se
encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado" (31).

A esa lógica binaria, dicotómica, excluyente, hay que contraponerle las categorías
de contradicción y de complejidad. Estas son las que caracterizan el pensamiento de
los 80' y, sobre todo, el de los 90' - tanto para la profesión como para el conjunto de las
disciplinas sociales. La perspectiva epistemológica actual es múltiple y abarcativa; ya no
hay - no debe haber - una adhesión acrítica y dogmática a los postulados de las
macroteorías omnicomprensivas; es allí donde la epistemología encuentra su espacio, no
ya como "moda" o como reproducción informativa de las distintas matrices, en unproceso
de categorías inmóviles, sino como posibilidad de mostrar criterios, en lo complejo de los
distintos enfoques, para leer la producción de rupturas y nuevas construcciones que
permitan, no sólo redefinir la profesión en su identidad, sino también recuperar modos de
interpretar los procesos sociales en los que se juega su intervención (32).

Esta etapa actual, que algunos llaman Postreconceptualización, plantea una


búsqueda profesional orientada en varios sentidos:

1. la recuperación de la teoría del Estado desde los aportes de autores que, como
Gramsci, realizan, revitalizando la discusión a partir de la ampliación del concepto de
Estado;
2. el análisis de las relaciones de poder - los micropoderes y su circularidad - y las
implicancias de la relación entre el poder y el saber, planteadas por Foucault;
3. la perspectiva del actor, devuelta a la discusión por Touraine, y el análisis de los
movimientos sociales como una nueva manera no sólo de hacer política sino también
de socialización, realizado por Castells, Dos Santos, Jelín y otros.
Todos estos aportes teóricos han ido configurando el espacio que permitió a la
profesión el retorno a las instituciones estatales y/o no gubernamentales, planteado desde
la intención de cambio en las relaciones y en el discurso institucional al romper,
oponiéndose, a la hegemonía de los análisis estructuralistas.

En concordancia con esta posición, la modificación de la correlación de fuerzas


entre los distintos actores sociales, la posibilidad de producir las alianzas que cada
coyuntura social permita, a efectos de incorporar los intereses de los sectores menos
favorecidos a la dinámica institucional/estatal, representa una perspectiva de la práctica
profesional sostenida en una comprensión dinámica de la realidad, en la cual es posible
modificar las relaciones de poder.

El binomio clásico de la profesión, problema - recurso, se modifica también en la


lógica problemas - fuerza - recursos; si las relaciones de fuerza son favorables a la
población, los recursos se logran (33).

En esta línea, el Trabajo Social, como una forma de política social, se inserta en la
dinámica superestructural, con un objeto históricamente construido desde una
perspectiva teórica, política e ideológica y un objetivo centrado en la constitución de
sujetos - autónomos por definición.

Ese objeto está constituido por las relaciones sociales complejas, distinta
manera de leer las relaciones de clase, no sólo de lucha sino también de negociación - y
no me refiero sólo a las del capital con el trabajo, como lo demuestra la historia reciente
del país -, las diversas formas de relacionarse los hombres entre si, los movimientos
sociales, los movimientos étnicos, las luchas nacionalistas, las distintas relaciones de
poder. Este pensamiento ya no queda en el nivel de las relaciones de producción sino que
también da cuenta de otras, múltiples, desordenadas maneras de expresarse, en su
complejidad, el conjunto de las relaciones sociales.

Todo ello, reitero, implica pensar en términos de contradicción, entendida como


movimiento constante, lucha, negación y superación dentro de una totalidad compleja; y
de complejidad, entendiendo como tal los múltiples atravesamientos, el entrecruce de
variables diversas, que oponen, en tanto categoría, al orden, la fragmentación, el
aislamiento, la división, el encasillamiento propio del pensamiento de la ciencia social
clásica el desorden, el conflicto como elementos necesarios y siempre presentes en los
procesos de producción y de creación (34).

Significa pensar en la complejidad de base de toda realidad viviente, de toda


organización viva y, en tanto tal, propicia y sostiene todo pensamiento constructivista,
desalojando la perspectiva determinista, simplista o reduccionista.

Lo social, entonces, se configura como el conjunto de relaciones complejas pero


articuladas entre sí que se manifiestan en cada fenómeno, constituyendo un proceso de
permanente estructuración en el que cada hecho o conjunto de hechos adquiere
significación (35). Esta noción de lo social está sostenida en la dialéctica de la
producción/reproducción de la vida social por sus actores constituyentes (36). La
reproducción lleva en si la simiente del cambio, comenzando por la reproducción de las
circunstancias materiales de existencia. Pero también "es fundamental completar la idea
de la producción de la vida social ... que es siempre y en todas partes una realización de
destreza de sus miembros ... con la de reproducción social de las estructuras... Cada acto
que contribuye a la reproducción de las estructuras es también un acto de producción, una
empresa novedosa y, como tal, puede iniciar el cambio al alterar esa estructura al mismo
tiempo que la reproduce" (37).

Esta manera de entender lo social implica una concepción de sujeto sostenida en


una autonomía relativa, en tanto individuo dependiente del mundo exterior - energética,
informática y organizativamente (38).

El concepto de sujeto, construido desde un pensamiento complejo, capaz de unir


conceptos antagónicos (39), es una cualidad fundamental del ser vivo que comprende un
entrelazamiento de múltiples componentes. ¿Y cuáles son esos componentes?: una
singularidad morfológica y psicológica, un desarrollo de lo afectivo y lo intelectual
estrechamente ligados, en tanto subjetividad, al lenguaje y a la cultura, la relación – de
amor – con otros sujetos y, finalmente, la posibilidad de elección, de decisión entre varias
alternativas posibles – la idea de “libertad” que Morin desaloja del pensamiento metafísico
para inscribirla en la organización humana -. Este último componente supone, a su vez,
dos condiciones: la capacidad intelectual necesaria para considerar una situación y
establecer las elecciones – condición interna – sumada a las condiciones externas enque
estas elecciones sean posibles.

Aquí resulta oportuno retomar el pensamiento de Foucault, para quién es imposible


analizar el sujeto sin comprender el entramado de redes de poder que sobre él se ejercen
y lo atraviesan (40).

Así desarrollado el concepto, es el conocimiento/la conciencia el/la que permite el


reconocimiento de la subjetividad. Y éste resulta un concepto clave para la intervención
profesional en el logro de sus objetivos, ya que la actualidad plantea el Trabajo Social
como un espacio de educación social informal, sin haber logrado un análisis más
profundo de este enunciado.

Otras dos construcciones categoriales cobran relevancia en el pensamiento


contemporáneo de la profesión, la de necesidades sociales y la de vida cotidiana. La
primera al dar cuenta de la posibilidad del proceso de humanización en oposición a la
alienación de las necesidades propia de la modernidad, y la segunda al analizar el
conjunto de las relaciones y significaciones que construyen sujetos particulares en una
realidad concreta.

Todas estas construcciones que hemos desarrollado se constituyen, también, en


mediaciones, en tanto posibilitan articular el campo particular de la intervención
profesional con la teoría social de sustento. Y, como mediaciones, suponen una necesidad
metodológica en tanto proceso de reconstrucción múltiple, de "recuperación de la razón
en la multiplicidad de sus voces" (41).

¿Qué entendemos por mediación?. Es la relación de lo inmediato - la práctica -


con lo mediato - la teoría -, entendiendo que entre ambas no existe una relación directa y
lineal (42). Citando a Alberto Parisi (43) "las categorías son producto de la reflexión
teórica cuya génesis deberá buscarse en la compleja interacción entre la actividad teórica
y su objeto - lo real, el mundo. Y, en tanto tal, se construyen... no son a priori ... tampoco
son objetivas e independientes de la actividad de los sujetos ... sino dialécticamente
construidas".

Es desde esta comprensión que volvemos a la cuestión de la intervención la que,


como tal, está conformada por su propia lógica, por sus reglas constitutivas, que le dan
especificidad y que posibilitan la emergencia de los saberes profesionales (44).

Pensar la intervención profesional caracterizándola como el acercamiento a los


fenómenos que constituyen un problema para los sujetos, desde la perspectiva
de la modificación de la situación, es pensar en una estrategia metodológica; esto
significa, en principio, que, como tal, forma parte de un conjunto teórico, de un enfoque
epistemológico, lo que le marca el espacio de lo posible. Por otro lado, esto no nos
impide concebir su desarrollo como un proceso de permanente construcción.

Y, en tanto intervención, supone siempre una estrategia (45), asociada ésta a la


idea de procedimiento para ganar poder, colocando el conflicto de intereses en el centro
de la discusión y proponiendo objetivos de avance que, necesariamente, deben
considerarse como un cambio en la correlación de fuerzas entre varios actores sociales.
En tal sentido, una estrategia es un escenario que puede modificarse de acuerdo a los
acontecimientos, las informaciones, las coyunturas.

Pensar, decía, la intervención en términos estratégicos supone entender que su


objeto se constituye en un campo de confrontación, de tensiones, de lucha, en el que
nuestros análisis, construcciones o discursos deben identificar adecuadamente a los
actores sociales relevantes en cada situación, siempre en relación coherente con la teoría
social que nos sustenta.

Y, en tanto proceso o conjunto de movimientos tendientes a poner un - el - objetivo


general al alcance, la táctica, que se define sólo en relación a la estrategia, es el uso de
los recursos para la obtención de logros o resultados, esta vez parciales (46).

Es en este contexto teórico, y a la luz de las coyunturas políticas y sociales, que el


conjunto de procedimientos e instrumental técnico-profesional disponible - llamémoslo
diagnóstico o identificación de un problema, análisis de los actores sociales
intervinientes, planificación de actividades, recursos y presupuestos, ejecución y
monitoreo y evaluación de resultados o identifiquémoslo como definición de un problema
objeto de intervención, selección de alternativas de acción, ejecución y evaluación (47) -
adquiere así un particular y distintivo significado.

Es comprender la complejidad y la turbulencia (48) de lo social y ser capaz de


construir perspectivas múltiples de intervención lo que nos diferenciará de nuestros
antecesores.

Este desarrollo representa, sin duda, un posicionamiento que dista de ser


compartido por el conjunto de los académicos y los profesionales del Trabajo Social.
¿Qué es lo que explica, hoy, la coexistencia de posturas más conservadoras, más
tradicionales, junto a las nuevas tendencias?. El avance de los espacios de información,
profundización y discusión, no sólo académicos, de los paradigmas teóricos y
epistemológicos no deja lugar, en la actualidad, a la mirada ingenua y acrítica de los
períodos anteriores. La diversidad de tendencias y posiciones que se dirimen en el
interior del Trabajo Social y que tienen su eje en la búsqueda de la especificidad y de la
redefinición de la identidad profesional en relación a las nuevas demandas que el
contexto social le genera (49) y la misma crisis que, por ello, la profesión atraviesa, debe
permitir la emergencia de lo que Teresa Matus llama "propuesta sustantiva" del Trabajo
Social, que lo caracterizó en los momentos anteriores.

Esto será posible sólo si no nos encerramos en ideas preconcebidas, si nos


abrimos a cuestionar nuestras propias bases conceptuales, académicas y profesionales.

Sólo así el Trabajo Social podrá redefinir lo que le está faltando en el momento
actual, que es el campo específico de la intervención.
Bibliografía y Notas

(1) Estas líneas de pensamiento fueron producto de un debate entre los docentes
trabajadores sociales de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Nacional de
Rosario, en Mayo de 1992 y que, junto al producto de una discusión de similares
características del claustro estudiantil de dicho ámbito, se presentaron como documento
de trabajo, con el nombre de "La formación profesional de los trabajadores sociales", en
un encuentro de discusión metodológica organizado por la Federación Argentina de
Unidades Académicas de Trabajo Social (F.A.U.A.T.S.) y desarrollado en la Escuela de
Servicio Social de Santa Fe, en el mismo año.

(2) Idem a la nota anterior.

(3) José Paulo NETTO, "Teoría, método e historia en la formación profesional",


Cuadernos ABESS n* 1, artículo "El proceso de formación profesional del Asistente
Social", Cortez Editora, Brasil, 1986, p. 35.

(4) Alicia GONZALEZ SAIBENE, "Los saberes, la ciencia y el método. La investigación y


la intervención en Trabajo Social", mimeo, Rosario, 1995. En este trabajo diferencio el
conocimiento científico de otros saberes, entre los cuales el saber profesional queda así
caracterizado. En ese mismo documento, identifico el objetivo de la intervención, que es el
de modificación de situaciones concretas, respondiendo a la pregunta de ¿para qué?,
con el de la investigación social, cuyo objetivo es el de explicar la realidad, siendo su
pregunta constitutiva ¿porqué?. A pesar de sostener, en él, esa diferenciación sustancial
entre intervención e investigación, planteo la necesidad no de su exclusión sino de su
sostenimiento, aún tensional, en la articulación.

(5) Lidia MONTEIRO , "Metodologia no Servico Social: referencias para o debate",


documento presentado en Montevideo, Uruguay, en Junio de 1992, en el 1er. Encuentro
Regional del Cono Sur organizado por la Asociación Latinoamericana de Escuelas de
Trabajo Social (A.L.A.E.T.S.).

(6) Esta línea de análisis fue parte de la síntesis realizada en el 1er. Encuentro Regional
del Cono Sur, realizado en Montevideo, Uruguay, en Junio de 1992, del cual participé y fui
responsable de la redacción final del documento. El mismo fue publicado, posteriormente,
en la revista Acción Crítica n* 31, Agosto de 1992, Ed. Alaets-Celats, Lima Perú.

(7) Pierre BORDIEU y otros, "El oficio de sociólogo", Siglo XXI Ed., Buenos Aires, 1975,
p. 53.

(8) Alicia GONZALEZ SAIBENE, op. cit. En la misma caracterizo el/los objeto/s de
intervención del Trabajo Social como esos aspectos de la realidad, de una necesidad
social, de un problema, que son susceptibles de ser modificados por la intervención
profesional y que, por lo tanto, son objetos reales, empíricos; y lo/s distingo del objeto de
investigación, que es un objeto teórico, un sistema de relaciones conceptuales
expresamente construido. Esta diferenciación implica un cambio de problemática, un
proceso de ruptura que conduce a un recorrido cualitativamente distinto, produciendo las
condiciones para pasar de una serie de procesamientos de información sobre
acontecimientos empíricos a otro terreno, el de la elaboración cognoscitiva.

(9) Gastón BACHELARD, "Epistemología", Textos escogidos por Dominique Lecourt,


Ed. Anagrama, Barcelona, 1971, p. 154 y sig.

(10) Pierre BORDIEU y otros, op. cit., p. 99 y sgs.

(11) Edgar MORIN, "Epistemología de la complejidad", en "Nuevos paradigmas, Cultura y


subjetividad", Ed. Paidos, Buenos Aires, 1994, p. 421 y sgs.

(12) En tal sentido, el programa de la materia Trabajo Social II, de la Licenciatura en


Trabajo Social de la Universidad Nacional de Rosario, de la cual soy Profesora Titular
Ordinaria, está construido en esta lógica, lo que permite a los estudiantes un mejor
entendimiento de los procesos intrínsecos de la profesión en relación al contexto histórico
y social.

(13) Mary RICHMOND, "Social Diagnosis", original de 1917, extractado en "Historia del
Trabajo Social", de Ezequiel Ander-Egg, Ed. Humanitas, Buenos Aires, 1985, p. 170 y
sgs.

(14) Mary RICHMOND, "Caso Social Individual", del original de 1922 "¿Qué es el Trabajo
Social de Casos?", Ed. Humanitas, Buenos Aires, 1982.

(15) Vicente de Paula FALEIROS, "Trabajo Social e Instituciones", Ed. Humanitas,


Buenos Aires, 1986, p. 62.

(16) Natalio KISNERMAN, "Servicio Social de Grupo", Ed. Humanitas, 6ta. edición,
Buenos Aires, 1986.

(17) Rose Mary SOUZA SERRA, "La práctica institucionalizada del Servicio Social.
Determinaciones y posibilidades", 4ta. edición, Cortez Ed., Brasil, 1978, p. 21 del texto
traducido al castellano por docentes de la cátedra Trabajo Social II de la Escuela de
Trabajo Social de la Universidad Nacional de Rosario y reproducido en mimeo.

(18) Ezequiel ANDER-EGG, "Metodología y práctica del Desarrollo de la Comunidad", Ed.


Humanitas, 10a. edición, Buenos Aires, 1982.

(19) Vicente de Paula FALEIROS, op. cit., p. 63.

(20) Vicente de Paula FALEIROS, op. cit., p. 101.

(21) Mercedes ESCALADA, "Crítica a los métodos de la Reconceptualización delTrabajo


Social", Ed. Guaymuras, Honduras, 1986, p. 9.
(22) Mercedes ESCALADA, op. cit., p. 9 y 10.

(23) Alejandriño MAGUIÑA, "Trabajo Social, ¿servicio o actividad productiva?", en revista


Acción Crítica n* 3, Ed. Alaets-Celats, Perú, 1977, p. 21 y 22. Para este autor, desde la
perspectivas de la reproducción, el Trabajo Social es una de las condiciones del
mantenimiento de la acumulación capitalista, contribuyendo en la extracción de la
plusvalía.

(24) Marilda IAMAMOTO y Raul de CARVALHO, "Relaciones sociales y Trabajo Social",


3era. edición, Celats, Perú, 1984, p. 80.

(25) Rose Mary SOUZA SERRA, op. cit., p. 21.

(26) José Paulo NETTO, "La crítica conservadora a la Reconceptualización", en revista


Acción Crítica n* 9, Ed. Alaets-Celats, Perú, Julio de 1981, p. 35 y sgs. En este texto,
Netto analiza las distintas "aporías" que caracterizaron la crítica conservadora, dando
cuenta de sus elementos fundamentales y confrontándolas con su propia perspectiva de
análisis, en un trabajo que permite ampliar la comprensión de ese proceso, paulatino pero
eficaz, que consolidó el avance conservador al producirse el reflujo del movimiento
reconceptualizador.

(27) Mao TSE TUNG, "Acerca de la práctica", en "Cinco tesis filosóficas", Ed.
Independencia, Buenos Aires, 1984, p. 1 y sgs. Este texto y su repercusión sobre la
práctica académica de los reconceptualizadores es extensamente analizado por
Mercedes Escalada en la op. cit., p. 95 y sgs.

(28) Alicia GONZALEZ SAIBENE, op. cit. Vuelvo a este texto, en el que desarrollo esa
relación entre teoría y práctica desde distintas perspectivas teóricas - positivista, marxista
- y desde autores como Foucault y Althusser; la diversa significación de esas prácticas; la
correlación existente entre conocimiento y transformación; y la imprescindible apelación
paradigmática que estas distintas posiciones contienen.

(29) Mercedes ESCALADA, op. cit., p. 3 y sgs.; también pueden recuperarse análisis
similares en Leila LIMA y Roberto RODRIGUEZ, "Metodologismo, estallido de una
época", en revista Acción Crítica n* 14, Ed. Alaets-Celats, Perú, 1983, p. 35.

(30) Vicente de Paula FALEIROS, "Confrontaciones teóricas de la Reconceptualización",


en revista Acción Crítica n* 21, Ed. Alaets-Celats, Perú, Junio de 1987, p. 65 y 66.

(31) Carlos MARX, "El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte", Ed. Progreso, Moscú,
1969, p. 9.

(32) Estas posiciones han sido ampliamente desarrolladas por Teresa Matus en sus
documentos "Cuando la Epistemología no basta", presentado en el Seminario Regional
del Cono Sur, organizado por la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo
Social (A.L.A.E.T.S.) y la Asociación Uruguaya de Escuelas de Trabajo Social, en
Montevideo, Uruguay, Junio de 1992; y en "El dilema de la producción de conocimientos
en Trabajo Social", presentado en el 1er. Encuentro Regional de Escuelas de Trabajo
Social del Cono Sur, organizado por la Asociación Latinoamericana de Escuelas de
Trabajo Social (A.L.A.E.T.S.) y la Asociación Chilena de Escuelas de Trabajo Social,
Santiago de Chile, Mayo de 1993.

(33) Vicente de Paula FALEIROS, "Trabajo Social e Instituciones", Ed. Humanitas,


Buenos Aires, 1986, p. 75.

(34) Edgar MORIN, op. cit., p. 425 y sgs.

(35) Karel KOSIK, "Dialéctica de lo concreto", Colección Enlace, Ed. Grijalbo, 10a.
edición, México, 1967, p. 55 y 62.

(36) Anthony GIDDENS, "Las nuevas reglas del método sociológico", Amorrortu Ed.,
Buenos Aires, 1993, p. 127 y sgs.

(37) Anthony GIDDENS, op. cit., p. 104, 119 y sgs.

(38) Edgar MORIN, "La noción de sujeto", en "Nuevos paradigmas, Cultura y


Subjetividad", Ed. Paidos, Buenos Aires, 1994, p. 67 y sgs.

(39) Edgar MORIN, op. cit., p. 81 y sgs. Para dar cuenta de esta noción, Morin apela a una
reconstrucción conceptual en cadena, la que, partiendo de la organización biológica, de la
dimensión cognitiva, del principio de identidad, etc., llega a construir el concepto. Como
principio metodológico, esta cadena se constituye en una estructura organizadora, p. 84.

(40) Michel FOUCAULT, "¿Porqué hay que estudiar el poder?". La cuestión del sujeto", en
"Sociología crítica, varios autores", Ed. La Piqueta, España. Citado en Mario R. ROVERE,
"Planificación estratégica de recursos humanos en salud", Organización Panamericana
de la Salud, E.U.A., 1993, p. 25.

(41) Citado de la ponencia de Teresa Matus presentada en las Jornadas de Integración


Latinoamericana sobre Investigación en Trabajo Social, organizadas por la Escuela de
Trabajo Social de la Universidad Nacional de Rosario, en Noviembre de 1993.

(42) Alicia GONZALEZ SAIBENE, op. cit.

(43) Alberto PARISI, "Paradigmas teóricos e intervención profesional. En torno al campo


categorial de la dialéctica histórico-social", en revista Conciencia Social n* 1, Escuela de
Trabajo Social de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1993.

(44) Alicia GONZALEZ SAIBENE, op. cit.

(45) Idem cita anterior

(46) Mario R. ROVERE, "Planificación estratégica de recursos humanos en salud",


Organización Panamericana de la Salud, E.U.A., 1993, p. 18. También encontramos un
desarrollo similar en Vicente de Paula FALEIROS, op. cit., p. 94 y 96.

(47) El proceso caracterizado en primer lugar se encuentra desarrollado en ROBIROSA,


CARDARELLI Y LAPALMA, "Turbulencia y planificación social. Lineamientos
metodológicos de gestión de proyectos sociales desde el Estado", UNICEF y Siglo XXI
Ed., Buenos Aires, 1990, p. 28. La segunda caracterización corresponde al desarrollo
metodológico desplegado por TOBON, ROTTIER Y MANRIQUE, "La práctica profesional
de los trabajadores sociales. Guía de análisis", Ed. Humanitas - Celats, Buenos Aires,
1986, p. 41.

(48) El concepto de turbulencia es ampliamente explicitado en ROBIROSA, CARDERELLI


Y LAPALMA, op. cit., p. 11 y 12.

(49) Retomo la cita nro. 6 referida al documento síntesis del 1er. Encuentro del Cono Sur,
realizado en Montevideo, Uruguay, en Junio de 1992 y publicado en revista Acción Crítica
n* 31, Ed. Alaets-Celats, Perú, Agosto de 1992, p. 5 y sgs.

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