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“El fujimorismo sectario”, por Javier Valle Riestra 25/04/2017

En primer lugar le agradezco a Hugo Neira, brillante científico social que ha


desmenuzado políticamente al sectarismo fujimorista que dirige el parlamento nacional;
en segundo lugar a mi gran amigo el anarquista Tino Santander, que hace treinta años
conspira para hacer la revolución de pan con libertad. Además, no tengo palabras para
agradecer a los miles de compañeros, estudiantes de derecho, abogados, profesores
universitarios, periodistas y dirigentes barriales que me han llamado y atiborrado mi
correo electrónico condenando la censura fujimorista a mi libro que critica la
Constitución de 1993.
Un grupo de jóvenes estudiantes de derecho me han pedido impulsar una movilización
contra la inquisición fujimorista. Por supuesto que marcharé con ellos. Tengo 86 años y
sigo siendo un joven revolucionario, y siempre estaré a disposición de la juventud
democrática, rebelde que ama la libertad. Estos jóvenes que con su espíritu valiente me
recuerdan a Víctor Raúl Haya de La Torre, quien el 23 de mayo de 1923 se opusiera a la
consagración del Perú “al Corazón de Jesús”, acto demagógico de la dictadura  de
Augusto B. Leguía para mantenerse en el poder.
En esa oportunidad marcharon obreros y estudiantes por la libertad de conciencia y contra
la tiranía oligárquica. Fue la revolución de los espíritus libres, y por ella fueron
asesinados vilmente el obrero Salomón Ponce y el estudiante Manuel Alarcón, sellando la
alianza entre los trabajadores manuales e intelectuales que batallarían por la democracia y
la justica social en el Perú.
Hoy, debemos marchar contra la censura y los sectarismos criollos que, como antaño,
amenazan la endeble democracia peruana. A mi edad no me interesa otra cosa que el
Perú. No me importan ni las sinecuras ni los reconocimientos académicos, solo me
interesan la democracia, el estado de derecho y el respeto al debido proceso de todos los
peruanos, sea cual fuere su apellido y condición.
Reitero, mi posición sobre los artículos 99 y 100 del documento de 1993 —como
acertadamente la llama el infatigable demócrata Alberto Borea Odría—, que vulneran los
propios principios de la Carta magna y las normas supranacionales a las que el Perú está
adscrito. El parlamento no puede ser un instrumento de persecución política  al margen
del estado de derecho. No podemos permitir en el Perú el sectarismo de una asamblea
ignara que promueva el autoritarismo en el Perú.
Los demócratas no podemos aceptar ni vetos ni censuras de la mediocridad fujimorista
que no tiene argumentos para el debate constitucional. Además, el Fondo Editorial del
Congreso de la República es de la nación como acertadamente lo sostiene Hugo Neira y
tiene el deber de ser plural y democrático no puede ser un instrumento para la hagiografía
del fujimorismo.
Finalmente, les pido a los peruanos que me acompañen en esta cruzada contra el
sectarismo fujimorista, contra los vetos y censuras inquisitoriales de un movimiento que
cada día demuestra su naturaleza autoritaria. No podremos vivir en libertad sino
acabamos con la intolerancia.
Constitución de México
  Martes 28 de Agosto del 2018

Este país ha mantenido el principio de la responsabilidad de los altos funcionarios


estatales a través de todas sus constituciones. La Constitución de 1814, en sus
capítulos XVII y XIX, establecía el juicio de residencia para los “individuos del
Congreso, del Supremo Gobierno y los del Supremo Tribunal de Justicia”. Incurrían
en responsabilidad por los delitos de “herejía, apostasía y delitos de Estado, infidencia
y concusión y dilapidación de los caudales públicos”. Era exigida de oficio al término
del mandato por un Tribunal de Residencia. Como vemos, las causales estaban
fundadas en delitos de tipo penal como la “dilapidación de los caudales públicos” y en
infracciones al Derecho Canónico como la “herejía” o la “apostasía”.
La Constitución de 1824 también establecía el principio de la responsabilidad por
delitos oficiales. El Presidente de la República solamente era acusable por traición a la
Independencia Nacional, o a la forma establecida de gobierno, por cohecho o soborno,
por impedir las elecciones de Presidente, senadores o diputados o por estorbar sus
funciones. En los artículos 47° y 48°, Tercera Ley, de las famosas Siete Leyes
Constitucionales del 9 de diciembre se consideraba la responsabilidad del Presidente
de la República por delitos del orden común y por delitos oficiales. Las Bases
Orgánicas de 12 de junio de 1843 enumeraban, asimismo, los delitos por los que podía
ser acusado el jefe del Estado. Sin embargo, le concedía fuero para no ser acusado
durante el tiempo de su mandato y hasta un año después de haber cesado en el cargo.
La Constitución de 1857 determinaba la responsabilidad por infracciones de la
Constitución y leyes federales. Durante el mandato solamente era denunciable por
traición a la patria, violación expresa de la Constitución, ataques a la libertad electoral
y delitos graves del orden común. La responsabilidad podía ser exigida hasta un año
después de haber abandonado el poder. Vale decir que la acción prescribía al año. La
Constitución fue promulgada el 1 de mayo de 1917. Es una Carta menos estricta que la
de 1857 para con el Presidente de la República. Según la última parte del artículo 108°
el Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado
por traición y delitos graves del orden común. La del 57 autorizaba la acusación por
violación expresa de la Constitución y ataques a la libertad electoral, no mencionados
por la de 1917.
La carta de Huancayo
  Martes 4 de Septiembre del 2018

Los nacionalistas peruanos emigrados de Chile buscaron la alianza del país que los
asilaba para deshacer la reunificación del Alto y Bajo Perú. La Restauración, que así
se llamó la etapa posterior a la Confederación, nos trajo de regreso al general Agustín
Gamarra y nos dio la carta de 1839 o Constitución de Huancayo, expresión legal de
ultramontanismo, centralismo y gerontocracia. El artículo 35° restringía los casos de
acusación que la Cámara de Diputados podía accionar ante el Senado en contra del
jefe de Estado, a los de atentado contra la independencia y unidad nacional. En aquel
artículo como en multitud más de ese documento se destilaba temor contra cualquier
afán confederacional. Allí debe encontrarse el porqué de la mención de los atentados
contra la unidad nacional. Al margen del caso mencionado, el Presidente era
prácticamente irresponsable durante su mandato. La responsabilidad, según el artículo
79°, había que exigirla concluida la administración. Si durante el mandato debía
responsabilizarse a alguien, allí estaban los ministros. Así lo aseveraba el artículo 95°:
los ministros son responsables de los actos del Presidente que autoricen con sus firmas
contra la Constitución y las leyes, pudiendo hacerse efectiva esa responsabilidad
durante su cargo. El artículo 118°, eje de posterior polémica entre la Suprema y los
abogados parlamentarios de Castilla, dictaba: “son atribuciones de la Corte Suprema la
de conocer las causas criminales que se formen al Presidente de la República, a los
miembros de las Cámaras, a los ministros de Estado y consejeros, según los artículos
35° y 42°. De la residencia del Presidente de la República y demás que ejerzan el
Supremo Poder Ejecutivo y la de sus ministros. Fue una Constitución longeva. Duró
hasta que se promulgó el Estatuto Provisorio del 26 de junio de 1855. En el
Reglamento de Tribunales y Juzgados de la República, promulgado el 9 de diciembre
de 1845, se dictaban normas procesales a través de las que podían hacerse efectivas las
atribuciones que la Suprema recibía del artículo 118° de la Constitución. En 1851 se
sanciona el Código de Enjuiciamientos Civiles. En su Sección Cuarta, Título VI, Libro
Segundo, en los artículos que van del 1098° al 1115° quedaban consagradas las
normas para sustanciar la Residencia de los funcionarios. El 1098° establecía: “debe
seguirse el juicio de Residencia cuando un funcionario sujeto a ella según las leyes, es
separado del destino, o lo renuncia, o cuando concluye el tiempo de su mando”.
El senado
  Martes 11 de Septiembre del 2018

La mayor parte de las Constituciones bicameralistas del mundo atribuyen la tarea de


juzgar para suspender o destituir al presidente de la Republica a la Cámara Alta o
Senado. El origen remoto de la atribución debe encontrarse en el Magnum Concilium,
Asamblea de Prelados y nobles, que oficiaba de Alto Tribunal y más tarde convertida
en Cámara de los Lores. Este principio fue recogido modernamente por las
constituciones clásicas.
Y así los norteamericanos del S. XVIII atribuyeron la función de acusar a los
Diputados y la de juzgar a los Senadores. Creyeron haber encontrado de ese modo una
solución salvadora de la justicia. No obstante, la universalidad del reconocimiento de
atribuciones judiciales en el Senado, se han realizado censuras cuidadísimas. La
primera: el principio judicial que exige como juzgador y como acusador a personas
distintas está vulnerado.
No faltará quien replique, ¿y la cámara de Diputados no es aquí la acusadora? Eso es
formalmente cierto. Solo “formalmente”, porque es bien sabido que las Cámaras de
Diputados y Senadores tienen el mismo mandato, la misma composición y la misma
naturaleza política. El origen popular de ambas ramas del Legislativo hace que venza
en su composición el mismo partido político. Esto asegura algo: si la Cámara de
Diputados acusa, la sentencia condenatoria del Senado está garantizada, no hay
ninguna incógnita, los correligionarios de la Cámara Baja al acusar han dado un
veredicto y una consigna.
Por eso es que Tocqueville expresaba: se debe tener bien presente, en primer lugar,
que en los Estados Unidos el tribunal que en estos juicios entiende está compuesto de
los mismos elementos y sometido a las mismas influencias que los cuerpos encargados
de acusar, lo cual da un impulso casi irresistible a las pasiones vengativas de los
partidos. Igual condena de este sistema hace Copete Lizarralde, determinando que “el
dar al Senado funciones judiciales, implica un tremendo error porque el Senado es y
debe ser una corporación eminentemente política”.
Y siendo una corporación política pierde una condición esencial en quien debe
administrar justicia, sea juez, jurado, tribunal o Senado: la imparcialidad, condición
que no existe en las Cámaras Altas que intentaran condenar, destruir, basándose no en
el criterio de conciencia sino en sus simpatías políticas. Wolf dice: “si se trata de un
enemigo político hará lo posible para ampliar el alcance del crimen, si se trata de un
amigo político cerrará los ojos para no ver el crimen”.
La emancipación y el juicio de
residencia
  Lunes 17 de Septiembre del 2018

Los hombres que forjaron la Independencia del Perú no sólo tuvieron una filiación
demoliberal que los condujo a fundar la República, sino que fueron nacionalistas
radicales, hispanófobos que se sentían poseídos de la misión de combatir todo lo que
trajese reminiscencias de España.
Si la República tuvo como causa al liberalismo, la independencia fue efecto del
antihispanismo. Basadre declara que “la Independencia se realizó dentro de un
enconado espíritu antiespañol” y añade: “fue visible en los liberales de todo el
continente la actitud antihistoricista de considerar como tarea esencial de las nuevas
Repúblicas la de acabar con el pasado colonial”. Es cierto. Y esa fobia hizo que los
doctrineros de la Revolución proscribiesen el Juicio de Residencia juntamente con
otras ideas e instituciones de filiación española. Mariluz confiesa: “además del factor
sentimental que influyó en su rechazo por formar parte de un sistema de gobierno que
había sido abandonado y contra el cual se luchaba, el ambiente indudablemente era
poco propicio para el normal funcionamiento de las residencias”. Luis Durand Flores
agrega: “Factores que determinaron, en forma inmediata, la eliminación del juicio de
residencia de la legislación peruana, fueron: el caudillaje imperante que no toleraba
controles legales y la aceptación general de que lo heredado de España era, en
principio, malo o defectuoso…”.
Es indudable que el espíritu descrito fue el que privó en los liberales de los días
aurorales de la República. Desgraciadamente se enervó la importancia de instituciones
justas y moralizadoras, como la del juicio de residencia, mientras el decorativismo y el
feudalismo colonial sobrevivían como infraestructura de la nueva organización que se
arquitecturaba. Podríamos parodiar a quien dijo que el Virreinato fue el Incario sin el
Inca, diciendo la República fue el Virreinato sin el Virrey.
En Perú: Problema y Posibilidad, Basadre nos decía: “Los organismos políticos fueron
modificados: ya no el Virrey sino el Presidente, ya no las Audiencias sino la Corte
Suprema, ya no las Intendencias sino los Prefectos, ya no los Cabildos sino las
Municipalidades (salvo en las Constituciones de 1834 y 1839). No eran exactamente
idénticos en sus atribuciones los funcionarios mencionados; pero eran análogos. Los
documentos precontitucionales y la Responsabilidad oficial, del 12 de febrero de 1821
hasta el 8 de octubre del mismo año, estuvo en vigor el Reglamento que San Martín
promulgó en Huaura. Este documento estaba referido principalmente a establecer la
demarcación del territorio ocupado por el Ejército Libertador.
Antejuicio parlamentario peruano
  Martes 25 de Septiembre del 2018

Casos de antejuicio parlamentario legítimo contra jefes del Estado no se han


producido jamás; es decir, que la cámara de Diputados haya acusado ante el Senado a
un presidente o expresidente y que se haya declarado haber lugar a la formación de
causa para su sometimiento a la Suprema. Los casos acontecidos, Pezet, Leguía, no se
ciñeron a esas reglas.
La revolución del comandante Luis Miguel Sánchez Cerro derrocó al presidente
Augusto B. Leguía y uno de los primeros actos de su Junta Militar fue expedir un
decreto ley sin número que en su artículo 1° expresaba: Créase en la Capital de la
República un Tribunal que se denominará “Tribunal de Sanción Nacional” encargado
de realizar las investigaciones necesarias para descubrir los delitos cometidos contra
los deberes de función en que hayan incurrido los funcionarios y empleados públicos
de acuerdo con el procedimiento que se establecerá en decreto especial.
Los decretos leyes 6878, 6902, 6910, 6964, 6992, 7041, 7043, 7122 y el 7119 (que
puso fin a su existencia) así como uno no publicado del 8 de noviembre de 1930,
estructuraron sus draconianas normas sustantivas y procesales. Los delitos perpetrados
durante el oncenio leguiísta eran imprescriptibles; las denuncias podían serlo por
acción popular; las salas sentenciadoras tenían personal escabino e inclusive militar; la
instancia era única y los fallos irrecurribles; e, ítem más, el Tribunal podía formular,
conforme al decreto ley 7041, “una relación de las personas sindicadas por la opinión
pública como presuntos defraudadores de los fondos fiscales”.
El expresidente Leguía fue internado en una lúgubre celda de la penitenciaria de Lima.
Comenzado el proceso fue defendido por el Dr. Alfonso Benavides Loredo, quien
deberá ser recordado siempre por su gran coraje cívico y su viril posición forense.
Invocó el fuero constitucional del exjefe de Estado; refutó que tuviera ocultos fondos
en la banca extranjera. Dijo: “por otra parte, a lo expuesto hay que agregar que la
demanda interpuesta contra el señor Leguía ante la Alta Corte de Justicia de Londres,
por los señores Hardman Kearsley y Cunningham, por la suma de libras 290,580,
acredita igualmente, que no tiene suma alguna en el exterior, puesto que si la tuviera
ello no iba a ser desconocido ni ignorado por tan poderosa casa habilitadora inglesa
que, en guarda de sus derechos, hubiese procedido a embargar esos imaginarios
fondos a valores, si existiesen”.
Constituyente de Estados Unidos
  Martes 2 de Octubre del 2018

Los Constituyentes de Filadelfia recogieron el impeachment o Juicio Político de la


Constitución de Virginia (1776) y Massachusetts (1780). La fuente mediata estuvo en
el ya estudiado impeachment del Parlamento británico. La Cámara de Diputados acusa al
presidente ante la Cámara de Senadores.
En el día del juzgamiento el Senado debe ser presidido por el “Chief Justice”, y no por
el nicepresidente de los Estados Unidos, a quien, como es evidente, se podría tachar de
interesado en destituir al jefe del Estado para subrogarlo en el cargo. Los senadores, en
esa ocasión prestan juramento o afirmación y para poder declarar la culpabilidad se
requiere el voto de dos tercios de los presentes.
La sentencia, dice la Sección 3 del Articulo 1°, no podrá ir más allá de la destitución
del empleo y la privación del derecho a obtener y ejercer cargo de honor, de confianza
o de provecho en el gobierno de los Estados Unidos. Allí concluye la jurisdicción
política. El desaforado queda sujeto a la jurisdicción ordinaria para su acusación,
juzgamiento y aplicación de la pena correspondiente. A este respecto decía
Tocqueville: “impidiendo a los tribunales políticos pronunciar penas judiciales, los
americanos me parece que han prevenido las consecuencias mas horribles de la tiranía
legislativa, mas bien que de la tiranía propiamente dicha”. El mismo Tocqueville
indicaba: “No hay nada mas espantoso que la vaguedad de las leyes americanas al
definir los delitos políticos propiamente dichos”. Y realmente en el Artículo 2°,
sección 4, enumerador de los causales de acusación es confusísimo; sorprendiendo que
en cerca de ciento ochenta años de vigor solo hayan sido acusados un Presidente y
ocho o diez funcionarios civiles. Es un artículo que se presta a debate: “The President,
Vice President: and all civil officers of the United States, shall be removed from office on Impeachment for
and Conviction of Treason, Bribery, or other high Crimes and Misdemeanors”. Las
dos primeras
palabras que esta cláusula consigna como motivo para el Impeachment son
definitivamente claras: traición y hecho o corrupción. La primera encuentra su
definición en la misma Constitución. La segunda, en la ley penal. La confusión
empieza con la frase “other high Crimes and Misdemeanors”. Allí es donde principia a
discrepar la opinión de los comentaristas de la Constitución norteamericana. Algunos
manifiestan que aquella frase, “grandes crímenes o delitos”, significa que la acusación
debe reposar en hechos configurados como delitos comunes, vale decir como
“infracciones escritas en la ley penal positiva”.
Vías para la responsabilidad
  Martes 9 de Octubre del 2018

La cuarta cláusula del artículo 123°, donde se enumeran las atribuciones del Congreso,
decreta como función de éste: “Examinar las infracciones de la Constitución y
disponer lo conveniente para hacer efectiva la responsabilidad de los infractores”. Si
esta disposición la concordamos con la del precepto 26° de la Ley Fundamental,
veremos cómo es posible ejercer la acción popular. Este artículo específica, ya lo
sabemos, que “pueden interponerse reclamaciones ante el Congreso por infracciones
de la Constitución”. Pero más clara aún es la resolución numeral 11° de la vieja Ley
de Responsabilidad de Funcionarios Públicos del 28 de septiembre de 1868. Dice
textualmente: “art. 11° Cualquier Diputado por medio de una proposición, la
Comisión Permanente en el modo que lo ordena la atribución 2ª. del artículo 107° de
la Constitución, o cualquier particular por una petición escrita, podrán solicitar de la
Cámara de Diputados, que acuse a los funcionarios públicos mencionados en el
artículo 64° de la Constitución.
Cabe abrir un paréntesis y recordar que los funcionarios públicos mencionados por el
artículo 64° de la Constitución de 1860 eran los que podían ser parlamentariamente
acusados: Presidente de la República, ministros de Estado, miembros de ambas
Cámaras y vocales de la Corte Suprema. Es decir, los mismos que son citados por
nuestra Carta en vigor. La vía de acusación parlamentaria está claramente establecida
por el artículo 121°: “Art. 121° Corresponde a la Cámara de Diputados acusar ante el
Senado al Presidente de la República, a los miembros de ambas Cámaras, a los
ministros de Estado y a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, por
infracciones de la Constitución y por todo delito que cometan en el ejercicio de sus
funciones y que según la ley deba penarse”.
Veamos que la Carta de 1933, como la de 1920, se diferencia de las de 1856 y 1860 en
que no es necesario que el delito funcional revista gravedad o que esté castigado con
“pena corporal aflictiva”, o con “pena infamante”, como exigían las Cartas de 1828,
1834 y 1839. Aquí la única condición de punibilidad en los atentados contra la
“Constitución y todo delito cometido en el ejercicio de sus funciones” es que estén
sancionados por el Código Penal. De no ser así, al pasar a disposición de la Suprema
no habría pena por aplicarles. Es sabido: nulla pena sine lege.
El fiscal del juicio político
  Martes 16 de Octubre del 2018

Como el Juicio Político no es un procedimiento inquisitorial, en el que las personas de


acusador y juzgador estén reunidas en una sola, es importante averiguar quién debe
desempeñar esas tareas. Empecemos por el fiscal. ¿Quién debe acusar? ¿Quién es el
más competente para asumir la tarea de representar a la Nación y acusar al Presidente
de la República por haber infringido normas constitucionales o legales? Hay varios
sistemas principales intentando dar respuestas a estas interrogantes: a) El Ministerio
Público; b) La acción popular, entre otros. Analicemos estos regímenes. El Ministerio
Público: recomendar que el fiscal de la Nación sea quien acuse al Presidente de la
República es discutible. Esperar que una persona de oficio controle los actos
presidenciales es ilusorio. Es difícil que un magistrado judicial, por más honesto que
pudiera ser, asuma la tarea obligada de fiscalizar, a manera de gran censor, la política
nacional y acuse al Presidente de la República por haber violado la Constitución o la
Ley. Dentro de este sistema, los delitos oficiales quedarían impunes. El fiscal,
temeroso de poner en marcha una maquinaria tan complicada como la del Juicio
Político, siempre estaría a la caza de tácticas y triquiñuelas legales para no cumplir con
su deber. Y es que más temor que a la destitución del Presidente, le tendría a la
absolución de ese alto funcionario. Sobre todo en países como el nuestro, donde el
Presidente “reina y gobierna” siguiendo una pentacentenaria tradición absolutista que
lo convierte en el centro de la vida nacional. De esta opinión es Carlos María Sanz,
quien nos dice: “como en casi todas las Constituciones esos dignatarios obtienen su
nombramiento por iniciativa del Presidente de la Nación, resultaría que este último se
preocuparía ante todo, no de la competencia del fiscal, sino de su amistad partidista
para impedir el juicio político”. Acción popular: Este recurso acusatorio es el de
mayor prosapia democrática. Creemos que no cabe discutir que tiene sus títulos
expeditos para ser incorporado como sistema de una Ley de Responsabilidad de Altos
Funcionarios. Pero no suponemos que deba ser la única vía acusatoria. Esta
disposición, por la que se permitiría a cualquier ciudadano el derecho de denunciar al
Primer Magistrado de la Nación, lleva siempre aparejada una sanción: la del castigo
del denunciante cuando se comprueba que ha actuado con mala fe, con propósito
calumnioso, difamador.
La Constitución vitalicia
  Martes 23 de Octubre del 2018

Riva Agüero ha llamado a la Constitución de 1826, redactada por Bolívar,


“abominable engendro del despotismo autocrático, acabada muestra del bonapartismo
criollo”. Y es cierto. El Ejecutivo en ese documento era ejercido vitaliciamente por un
personaje con derecho a nombrar su sucesor. Era irresponsable. Las cuentas por actos
de la administración recaían en el vicepresidente quien, conforme al artículo 89°, era
responsable con el secretario del Despacho del departamento respectivo.
En el vicepresidente de la Constitución Vitalicia hay que ver un precursor
del premier actual. El artículo 88° detallaba “el Vicepresidente de la República es el
Jefe del Ministerio”. El numeral 94° introducía la solidaridad de secretarios y
vicepresidente por todas las órdenes que autorizaran contra la Constitución, las leyes y
los tratados públicos. Según el artículo 105° era atribución del Supremo Tribunal de
Justicia “conocer de las causas criminales del Vicepresidente de la República,
Secretarios de Estado y miembros de las Cámaras cuando decretare el cuerpo
legislativo haber lugar a formación de causa”.
La vía por la que el cuerpo legislativo debía declarar tal procedencia hacía teórica la
posibilidad de una responsabilización ante el Poder Judicial. Los censores debían
acusar ante el senado artículo 52° y si este consideraba con fundamento la denuncia
tendría lugar lo que se llamaba Juicio Nacional –artículo 53°–. Si los senadores
votaban en contra de la acusación se podía apelar ante los tribunos. Si había éxito en la
alzada se reunían las tres Cámaras, y en vista de los documentos presentados por los
censores se decidía por pluralidad absoluta de votos si había o no lugar para la
formación de causa contra el vicepresidente o los secretarios de Estado.
En caso afirmativo, como debe suponerse, los autos eran remitidos al Supremo
Tribunal. El Presidente en la Constitución Vitalicia: el único caso nacional de
Presidente de la República vitalicio e irresponsable fue el de la Carta de 1826. ¿De
dónde tomó Bolívar ese ejemplo? Lo tomó –como él mismo mencionó en su discurso
ante la Constituyente de Bolivia– de la isla de Haití. Con alguna audacia decía: “Yo he
tomado para Bolivia el Ejecutivo de la República más democrática del mundo”. Y
agregaba, ese mismo 25 de mayo de 1826: “Nombrado Petión Presidente vitalicio con
facultades para elegir su sucesor, ni la muerte de este grande hombre, ni la sucesión
del nuevo Presidente, han causado el menor peligro en el Estado: este ha marchado
bajo el digno Boyer en la calma de un reino legítimo”.
La Carta de 1856
  Martes 30 de Octubre del 2018

Los liberales que vencieron en la Revolución de 1855 no solamente tuvieron el


empeño generoso de intentar la moralización de la nación sino el de reestructurarla
legalmente. De ese afán surgió la democrática Constitución de 1856, que como buena
obra de la ilusión liberal decimonónica tuvo existencia efímera. Antecedente
inmediato de la Carta que promulgó la más liberal de nuestras Constituyentes es el
Estatuto Provisorio de 26 de junio de 1855, que en su artículo 5° reconocía la
responsabilidad del Presidente Provisorio, vale decir Castilla, y la de sus ministros por
los actos de su administración.
Esto, y el artículo 2 que mostraba las restricciones del Presidente, fueron las lacónicas
alusiones que aquel documento hacía de la responsabilidad oficial. En cambio, la
Constitución fue instrumento claro y explícito. Los artículos 11° y 12° hablaban de la
responsabilidad y la Residencia. El 11° responsabilizaba por acción popular a los
fiscales que no exigiesen la Residencia del empleado público que cesara en su cargo.
Y el artículo duodécimo afirmaba: los funcionarios públicos son responsables en todo
tiempo con arreglo a las leyes. La Cámara de Senadores tenía la atribución de declarar
si era procedente la acusación que contra el Presidente de la República hiciese la
Cámara de Diputados responsabilizado por “infracciones directas a la Constitución”.
El artículo 81° era complementario: concretaba casos de acusación; casos en que el
Presidente de la República, en ejercicio del cargo, debía ser responsabilizado.
Eran los mismos que los de la vacancia de hecho indicada por el artículo 83°: pactos
contra la independencia o la integridad nacional, atentados contra la forma de gobierno
e impedir la reunión del Congreso, suspender sus sesiones o disolverlo. El artículo 92°
se refería al refrendo ministerial. El 97° explicaba que los ministros eran responsables
solidariamente por las resoluciones dictadas en Consejo, si no salvasen su voto; e
individualmente por los actos peculiares a su departamento.
Finalmente, debemos manifestar, cómo en el Titulo XVII, donde se describía al Poder
Judicial, se rompía la línea de las anteriores Cartas que enumeraban las atribuciones y
exponían normalmente como facultad de la Corte Suprema la de conocer en las
Residencias y en las causas de responsabilidad. Realmente no era necesario. Era
bastante el Reglamento de Tribunales y Jueces de Paz, que en su artículo 18° hacía la
relación de facultades del supremo organismo jurisdiccional.
Una antigua Constitución colombiana
  Martes 6 de Noviembre del 2018

La antigua Constitución colombiana era la promulgada el 5 de agosto de 1886, con las


modificaciones autorizadas por el Acto Legislativo de 16 de febrero de 1945. La
fórmula constitucional colombiana sobre responsabilidad oficial del jefe de Estado es
amplísima. El artículo 130° expresa que “el Presidente de la República, o quien haga
sus veces, será responsable por sus actos u omisiones que violen la Constitución o las
leyes”.
El artículo 102°, al enumerar las atribuciones privativas de la Cámara de
Representantes, asegura en su quinta cláusula: “Acusar ante el Senado, cuando hubiera
justas causas, al Presidente de la República, a los Ministros del Despacho, al
Procurador General de la Nación y a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia”.
Apoyándose en cualquiera de esos artículos, el Presidente colombiano podría ser
acusado de la violación de cualquier precepto constitucional y todo el Código Penal.
Y, en última instancia, no seria imprescindible respaldar la denuncia en infracción
alguna de la ley escrita. Sería suficiente la “justa causa” de que habla el glosado
artículo 102. Sin embargo, en otros preceptos, dicha Carta advierte casos concretos de
responsabilidad. La última parte del artículo 121° decreta que “serán responsables el
Presidente y los Ministros cuando declaren turbado el orden público sin haber ocurrido
el caso de guerra exterior o de conmoción interior”.
El ministro en Colombia, siempre hablando en un plano teórico, no solamente cobra
importancia por la responsabilidad que asume al concurrir con su firma para darle
validez al acto presidencial, sino por la llamada delegación de funciones. El artículo 135°,
efectivamente, mencionaba a los ministros, entre muchas otras autoridades, como
posibles delegatarios de funciones propias del jefe de Estado. La delegación –resuelve
el artículo– exime al Presidente de responsabilidad, la cual corresponde
exclusivamente al delegatorio. Pero el Presidente reasume la responsabilidad si revoca
o reforma el acto o resolución del delegatorio. La ley 202 de 1936 regula la delegación
de funciones.
El aspecto procesal del impeachment colombiano es el muy generalizado de la acusación
de la Cámara de Representantes y juzgamiento por el Senado. Esta rama del Poder
Legislativo, a la hora de votar una sentencia condenatoria, necesita el de dos tercios de
los presentes. Si la acusación está.
Casos de antejuicio parlamentario contra jefes de Estado
  Martes 13 de Noviembre del 2018

No se han producido jamás; es decir que la Cámara de Diputados haya acusado ante el
Senado a un presidente o expresidente y que se haya declarado haber lugar a la
formación de causa para su sometimiento a la Suprema. Los casos acontecidos, Pezet,
Leguía, no se ciñeron a esas reglas. La revolución del comandante Luis Miguel
Sánchez Cerro derrocó al Presidente Augusto B. Leguía.
Uno de los primeros actos de su Junta Militar fue expedir un decreto ley sin número
que en su artículo 1 expresaba: “créase en la Capital de la República un Tribunal que
se denominará ‘Tribunal de Sanción Nacional’ encargado de realizar las
investigaciones necesarias para descubrir los delitos cometidos contra los deberes de
función en que hayan incurrido los funcionarios y empleados públicos de acuerdo con
el procedimiento que se establecerá en decreto especial”.
Los decretos leyes 6878, 6902, 6910, 6964, 6992, 7041, 7043, 7122 y el 7119 (que
puso fin a su existencia), así como uno no publicado del 8 de noviembre de 1930,
estructuraron sus draconianas normas sustantivas y procesales. Los delitos perpetrados
durante el oncenio leguiísta eran imprescriptibles; las denuncias podían serlo por
acción popular; las salas sentenciadoras tenían personal escabino e inclusive militar; la
instancia era única y los fallos irrecurribles; e, ítem más, el Tribunal podía formular,
conforme al decreto ley 7041, “una relación de las personas sindicadas por la opinión
pública como presuntos defraudadores de los fondos fiscales”.
El expresidente Leguía fue internado en una lúgubre celda de la penitenciaría de Lima.
Comenzado el proceso fue defendido por el Dr. Alfonso Benavides Loredo, quien
deberá ser recordado siempre por su gran coraje cívico y su viril posición forense.
Invocó el fuero constitucional del exjefe de Estado; refutó que tuviera ocultos fondos
en la banca extranjera. Dijo: “por otra parte, a lo expuesto hay que agregar que la
demanda interpuesta contra el señor Leguía ante la Alta Corte de Justicia de Londres,
por los señores Hardman Kearsley y Cunningham, por la suma de libras 290,580,
acredita igualmente que no tiene suma alguna en el exterior –puesto que si la tuviera
ello no iba a ser desconocido– ni ignorado por tan poderosa casa habilitadora inglesa
que, en guarda de sus derechos, hubiese procedido a embargar esos imaginarios
fondos o valores, si existiesen”.
Importancia del refrendo
  Martes 20 de Noviembre del 2018

La existencia de un jefe del Estado irresponsable se convertiría en un verdadero


peligro de despotismo y prepotencia si no hubiera alguien que diese por él cuenta de
sus actos, de sus “entuertos”. Para impedir el abuso, realizar la Democracia y evitar
que los crímenes oficiales queden impunes, la responsabilidad se ubicó en el ministro
originalmente hasta que, en los últimos tiempos, responsabilidad y poder le fueron
completamente trasladados.
Y así se ha llegado a proclamar que el Parlamentarismo o Gobierno de Gabinete no
viene a constituir otra figura que la de la responsabilidad ministerial llevada a sus
últimos límites. El refrendo y la responsabilidad que engendra constituyen, según
Alberto Demichieli, la principal característica del parlamentarismo en formación. En
un régimen representativo puro basta con la sola firma del titular. Tal lo que ocurre en
Estados Unidos.
“Por el contrario cuando el parlamentarismo completa su evolución, se hace
innecesaria la intervención del Rey o del Presidente, ya que alcanza con la voluntad
del ministro”. La responsabilidad en la que incurren los ministros dentro de cualquier
régimen, pueden ser civil, penal o administrativa. El parlamentarismo reconoce,
además de éstas, otro tipo de responsabilidad: la política, en cuya virtud los miembros
del gobierno son forzados por el Parlamento a responder “no tanto de la legitimidad de
su comportamiento, como de la oportunidad –en el significado más amplio de la
palabra– de sus acciones de Gobierno”.
Como los ministros no gobiernan por derecho propio ni por investidura o mandato
superior, son llamados por el Parlamento, que es su poderdante, para que rindan
cuenta de sus actos. Esa cuenta pendiente ante la Cámara no solamente está localizada
en los decretos, resoluciones o reglamentos que haya promulgado el Ejecutivo, sino
que posee una expresión más alta, una amplísima configuración jurídica. Sus mensajes
al Parlamento, sus discursos ante el país, todo acto que se haya realizado en su
Departamento –incluso los actos no autorizados por él–, en fin, toda su actuación
pública desprende una responsabilidad política. El ministro censurado no está
recibiendo una sanción, debe limitarse a admitir. Si el hecho por el que es interpelado
apareja un delito común, queda a disposición de la Jurisdicción ordinaria. Pero la
responsabilidad política en sí no implica una pena y tampoco es una medida
disciplinaria. Este tipo de responsabilidad es extrajurídica.
¿Cuáles han sido nuestras más frecuentes acusaciones constitucionales?
  Martes 27 de Noviembre del 2018

Manuel Vicente Villarán aseguraba en “La Posición Constitucional de los Ministros en


el Perú” que las más frecuentes acusaciones, fundadas o infundadas, han versado sobre
violación de las garantías individuales, principalmente prisiones, deportaciones y
clausura de imprentas, en ilegalidades en el manejo de las rentas públicas, gobernando
sin presupuesto o infringiéndolo, usurpando atribuciones en materia de empréstitos,
impuestos y contratos fiscales; en ordenar y encubrir delitos contra el sufragio y la
verdad electoral; en conceder ilegalmente ascensos militares, desobedecer fallos de los
tribunales; no respetar las inmunidades, y otros de índole semejante. No es raro que
los ministros hayan admitido con franqueza haberse visto obligados a transgredir la
ley.
Generalmente han aducido en defensa de su actitud razones de bien público, la presión
de circunstancias invencibles, la suprema necesidad de conservar el orden y la paz. El
mismo maestro Villarán, comentando esas denuncias contra el Poder Ejecutivo, decía
que habían sido juzgadas con tolerancia; que los ministros habían recibido verdaderos
votos de indemnidad; y que todo esto venía a ser expresión de un estado político
defectuoso e inseguro “en que la sanción justa, aplicada por órganos y métodos
legales, es espectáculo rara vez presenciado”. La solución era: una nueva Ley de
Responsabilidad de Altos Funcionarios del Estado.
Sabemos bien que un régimen escrito, por más avanzado que sea, no tiene ninguna
trascendencia mientras los hábitos y las tradiciones nacionales no se enmienden. No
podemos creer que las palabras tengan eficacia milagrosa y proscriban las infracciones
contra la Constitución y las leyes. Pero no podemos dudar de la conveniencia y el
provecho que mínimamente puede significar la promulgación de una ley técnica,
moderna, de Responsabilidad de Altos Funcionarios. Indudablemente aquella ley no
solamente debería contemplar los delitos particulares del Presidente y del ministro con
quien dicta una disposición.
No. También debe comprenderse los delitos especiales en que normalmente caen otros
altos funcionarios: vocales y fiscales de la Corte Suprema; procurador general de la
República; senadores y diputados; alcaldes y prefectos. En una antigua tesis no nos
ocupamos de todos esos altos funcionarios. Están fuera de la jurisdicción del tema que
nos hemos propuesto. Es casi axiomático que cuando el jefe del Estado comete una
infracción en el ejercicio de sus funciones, se encuentra a otra persona más como
culpable: el ministro. También es cierto que cuando el ministro comete un delito
funcional, rara vez puede ser considerado esto como un hecho espontáneo.
El Presidente de la República francesa
  Martes 4 de Diciembre del 2018

Los derechos y las características del Presidente francés están expuestos por las Leyes
Constitucionales de 1875 y nos ofrecen la originalidad de que, por primera vez en la
historia, se unen para hibridizarse el régimen parlamentario dentro de una República.
Las Leyes Parlamentarias de 1875 –como apuntaba Zuanich– “sin que lo consignaran
expresamente crearon una República Parlamentaria calcada de la experiencia
monárquica”. La razón de esta creación política estuvo en que la Asamblea
Constituyente de 1875 era monárquica en su mayoría y únicamente por respeto a la
opinión pública nacional –que era republicana– es que renunciaron al Segundo
Imperio, pero buscando una transacción entre sus convicciones particulares y la
opinión nacional. Así forjaron una institución parecida a la del Rey de Inglaterra con
un Presidente como Jefe del Estado, que no gobierna y se limita a representar al
Estado en las “solemnidades nacionales”.
Perier renunció a la Presidencia de la República en 1895. En 1905 escribía al director
de Le Temps, comentando la institución presidencial de su país: “entre todos los poderes
que parecen ser atribuidos, no hay más que uno que el Presidente puede ejercer libre y
personalmente, esto es: la presidencia de las solemnidades nacionales” (…). Con gran
humorismo el mismo expresidente Perier declaraba, del Jefe de Estado francés: “puede
válidamente poner su firma al lado de otra, si se la piden; pero, salvo su dimisión, todo
lo que él sólo puede firmar no constituye más que un autógrafo de colección”.
El Presidente de Francia, a semejanza del Rey inglés, no puede actuar sólo porque es
irresponsable. No puede actuar sino llevado de la mano por un ministro. Por eso, el
ilustre Poincaré dibujaba al Presidente de la Nación calificándolo de “manchot
constitutionnel”. Igual precepto consagra en el artículo 3 de la Ley de 25 de febrero de
1875 sobre Organización de los Poderes Públicos. Para Burguess, la Presidencia
francesa es una creación de la ciencia política moderna. Trata de unir el origen
electivo con la posición y relaciones de un Rey constitucional. No hay contradicción
teórica ni práctica entre el origen electivo y el ejercicio de un poder como el ejercido
por un Rey constitucional; “pero sí parece haber incongruencia entre aquel origen y la
imparcialidad y neutralidad políticas exigidas de tal Rey… ha de seguirse con gran
interés la marcha de esta nueva institución.
Naturaleza del juicio político
  Martes 11 de Diciembre del 2018

¿Cuál es la esencia de este procedimiento? ¿Es un proceso administrativo que


concluye en la destitución del funcionario por haber lesionado determinadas normas?
¿Es un proceso penal? ¿No es acaso la destitución una pena? ¿O es quizás un proceso
mixto? Observemos. Bielsa expresa que se desenvuelve “en una zona algo
indeterminada; aun en el mismo derecho penal y en el derecho civil, esa
responsabilidad es casi nominal”. Álvaro Copete Lizarralde señala que afirmar que el
juicio político contra el Presidente es político “es inexacto por muchas razones. En
primer término, es sabido que la característica del régimen presidencial es la ausencia
de responsabilidad política del Ejecutivo”.
Pedro Leissa, para caracterizar la naturaleza mixta, dice que si fuese puramente penal
haría innecesario el proceso ordinario que le sigue, y que si fuese únicamente político
o constitucional no podría acarrear la responsabilidad para ejercer otro cargo. Aunque
durante el proceso se siguen leyes adoptadas para el funcionamiento de los tribunales
ordinarios, no se sigue de allí que pueda considerársele tampoco como un
procedimiento judicial. “Cada Cámara, en su caso, determina por reglamentos
especiales, o en el que cotidianamente la rige, esas normas de procedimiento, en
ejercicio de las atribuciones especiales y exclusivas que la Constitución les confiere”.
No obstante que en este proceso se encuentran latentes elementos del derecho penal,
por el hecho de dictarse una pena, no podemos concluir que la naturaleza del proceso
sea criminal, ya que esa pena no va más allá de la sanción moral, de la inhabilitación;
así como tampoco se puede atestiguar que sea un proceso administrativo por el hecho
de decretarse una destitución, la que viene a ser una sanción disciplinaria; y realmente
para considerar una destitución como disciplinaria es necesario que ella haya sido
exigida internamente en la Administración y que además se trate de empleados o
funcionarios no soberanos.
Cuando la destitución se refiere a un ministro, al Presidente o al vicepresidente, se está
realizando un proceso político. Lo contrario nos llevaría al absurdo de considerar, por
ejemplo, que cuando un diputado es desaforado por la mayoría, se ha tomado una
medida administrativa; o algo así como mencionar que el voto de censura a un
ministro y la subsiguiente renuncia es también una medida disciplinaria de ese tipo.
Nosotros finalizamos aseverando que es un proceso de naturaleza política que importa
una reducción, una capitis diminutio, para el ejercicio de puestos políticos donde se ejerza
soberanía.
La Constitución de 1920
  Martes 18 de Diciembre del 2018

Es una Carta que tiene el peculiar interés de hablar en el idioma constitucional del
siglo veinte. Históricamente se parece a la Constitución Vitalicia, a la Carta de 1834, a
la Carta de 1867 y al Estatuto de 1879 en que duró tanto tiempo como el gobierno que
la promulgó. La Carta de Huancayo es su extremo opuesto por su falta de liberalismo.
El artículo 14° repetía lo mismo que las Cartas de 1856, 1860 y 1867: todo el que
ejerce funciones públicas es directa e inmediatamente responsable por los actos que
practique en el ejercicio de sus funciones. El Senado declaraba si había o no lugar a
formación de causa a consecuencia de las acusaciones que le hiciera la Cámara de
Diputados.
El artículo 95° afirmaba ese derecho acusatorio diciendo: “Corresponde a la Cámara
de Diputados acusar ante el Senado al Presidente de la República, a los miembros de
ambas Cámaras, a los ministros de Estado y a los vocales de la Corte Suprema por
infracciones de la Constitución y por todo delito cometido en el ejercicio de sus
funciones que, según la ley, deba penarse”. El artículo 96° repetía la taxativa de otras
constitucionales para acusar al Presidente en ejercicio.
Únicamente era procedente la acusación, en ese caso, si el jefe del Estado traicionaba,
si atentaba contra la forma de Gobierno, o si disolvía el Congreso, impedía su reunión
o suspendía sus funciones. El artículo 127° se ocupaba del refrendo. El 132°
conservaba la responsabilidad individual y solidaria de los ministros. Ese era el
régimen de la Carta de 1920. Se diferenciaba de la Carta de 1860 en que no imponía la
limitación de delitos sancionables por el Código con pena corporal aflictiva para hacer
factible una acusación contra los altos funcionarios del Estado.
En cambio, se retrogradaba en que la Constitución de la “Patria Nueva” no presentaba
disposiciones de rotundidad similares a la atribución vigésima cuarta de la Carta de
1860 en que no imponía la limitación de delitos sancionables por el Código con pena
corporal aflictiva para hacer factible una acusación contra los altos funcionarios del
Estado. Esta disposición facultaba al Congreso para examinar si los actos
administrativos del jefe de Estado del período constitucional extinguido habían estado
ajustados a la Constitución. Esta lamentable y perniciosa omisión se habría de
reproducir a la Carta de 1933, con la secuela lógica de hechos abusivos que provoca la
falta de sanción.
El pacto de Tacna
  Martes 25 de Diciembre del 2018

El modo de establecer la acusación en 1834 estaba previsto por el Capítulo II, que se
extiende desde el artículo 4° hasta el 23°. Los Diputados por pluralidad absoluta de
votos, representaban la demanda ante el Senado. Esta Cámara, por resolución de los
dos tercios de los Senadores presentes, declaraba, cuando había lugar, suspenso de su
empleo al acusado, pasaba el expediente a la Suprema y hacia anunciar el “resultado
en los papeles públicos”.
En la Suprema bastaban tres vocales en vista y cuatro en revista, excepto en el caso de
discordia en el que siempre habría uno más de los que conocieron en vista (articulo
22). La ley concluía afirmando que en los casos en que según la Constitución debiera
abrirse el juicio de Residencia, se observarían las leyes de la materia. El Pacto de
Tacna: Confederación Perú-Boliviana. Los proyectos anfictiónicos de Vidaurre y
Bolivia renacieron en la Confederación Perú-Boliviana.
En efecto, el 1 de mayo de 1837 los Plenipotenciarios de las Repúblicas Nor-Peruana,
Sud-Peruana y Bolivia suscribieron en Tacna, un Pacto por el que esos tres Estados se
federaban en uno. En el Artículo XXIII de ese documento se denotaba como
atribución especial del Senado la de “Juzgar al Protector de la Confederación sólo por
los delitos de traición y retención indebida del Poder”. El Artículo XXVIII
proclamaba: “El Protector durará en el ejercicio de sus funciones diez años y podrá ser
reelecto si no ha sido condenado por el Senado a la destitución de su empleo”.
Desenvolviéndonos en un plano teórico supongamos que el Protector hubiera
incurrido en los delitos de traición o retención indebida de poder, ¿cómo se le habría
destituido? El artículo XXIII, que comentamos, habla simplemente del derecho
judicial del Senado sin prescribir quién debe acusar y en qué forma. En todo caso, de
existir normas procesales, el Protector hubiera encontrado un providencial precepto
amparador del cesarismo: el artículo XXX, inciso 22.
Allí se sostiene como facultad del Jefe de Estado: “Disolver el Congreso general en la
época de sus sesiones, cuando manifiesta e indudablemente se apodere de las Cámaras
un espíritu de desorden que amenace la paz interior de la Confederación”. La
responsabilidad presidencial en el Estado Nor-Peruano. El Reglamento Orgánico de
los Tribunales y Juzgados del Estado Nor-Peruano, promulgado el 10 de diciembre de
1836, atribuía, en su artículo 16°, a la Corte Suprema la misión de conocer
alternativamente por salas en primera instancia. Así era la acusación antaño.
Revocatoria de la extradición
  Martes 1 de Enero del 2019

La extradición, después de concedida, podrá ser revocada: a) En el caso de error; o b)


De no ser el extraditado conducido por el representante del Estado solicitante dentro
del plazo de treinta días. Al extraditado le será dada su libertad, no pudiendo ser de
nuevo preso por el mismo motivo. Inciso a) Error.
Aunque el caso de error es remoto, evidentemente se refiere al error in personan;
confusión respecto a la identidad real de la persona reclamada, lo cual resulta hoy
difícil porque las fichas de ángulo rojo difundidas por la Interpol llevan fotografías de
frente y perfil del extraditurus, huellas dactilares, su retrato hablado, etc., atendiendo, por
otro lado, a que en esta ley el indiciado es parte, puede designar abogado y concurrir a
una audiencia, resulta remota la confusión personal.
Puede oponerse a la extradición y plantear las acciones de garantía que estime
procedentes y hasta excepciones de naturaleza de acción o de atipicidad (nullum crimine
nulla poena sine lege). Pese a que este artículo parece referirse a las extradiciones pasivas,
no podemos evitar referirnos al antológico e increíble caso de los ciudadanos peruanos
Enrique Larks Sterrfeld y Clara Du Bois Berendson a quienes por Resolución
Suprema N° 021-92- JUS, del 27 de enero de 1992, se intentó extraditar de Costa Rica
por estar procesados por delitos de defraudación, estafa y apropiación ilícita en
agravio del Estado y otros, promovido por el 45 Juzgado de Instrucción de la Corte
Superior de Justicia de Lima. La Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia, en sesión
del 4 de abril de 1991, había declarado procedente la extradición.
Sin embargo, el 25 de junio de 1990, la Segunda Sala Penal de dicha Corte (Exp. 627-
89) había declarado no haber nulidad en la Resolución que confirmando un auto
apelado, fechado el 29 de abril del mismo año, declaró fundada la excepción de
naturaleza de acción deducida por el abogado defensor, doctor Arsenio Oré Guardia,
de los encausados Larks y Du Bois en la instrucción que se les seguía por aquel delito
contra el patrimonio –apropiación ilícita, estafa y defraudación– en agravio de la
Compañía Peruana de Seguro de Crédito de la Exportación Sociedad Anónima, el
Estado y las empresas representadas por el “Consorcio Gerencial” Sociedad Anónima
–Liquidador Extrajudicial– y por el delito contra la fe pública en agravio del Estado.
El caso John Demjanjuk
  Martes 29 de Enero del 2019

El caso de Demjanjunk contra Petrovski es interesante no tanto por su contribución a


la definición de crimen de lesa humanidad como por el reconocimiento de una
jurisdicción universal respecto a tales crímenes. Fundándose en el derecho a ejercer
una jurisdicción universal en cuanto a las violaciones del derecho de gentes y a los
crímenes de lesa humanidad, los Estados Unidos, según el fallo dictado por el Tribunal
de Apelaciones itinerante de ese país, podían aplicar la extradición a Israel o a
cualquier otro país, de un presunto guardián de un campo de concentración nazi.
El Tribunal de los Estados Unidos, como seguidamente veremos, estatuyó que los
actos cometidos por los nazis y los colaboradores nazis son crímenes universalmente
reconocidos y condenados por la comunidad de países y que son crímenes contra el
derecho de gentes y contra la humanidad y que, por consiguiente, el país que incoa
diligencias judiciales actúa en nombre de todos los países. El Tribunal estadounidense
reconocía, así, el principio de universalidad de los crímenes de lesa humanidad. Se
acusaba al extraditurus de participar en las esferas oficiales de los campos de
concentración y exterminio nazis Sobibor y Maidanek y su responsabilidad en el
asesinato de miles de judíos franceses durante la II Guerra Mundial.
En 1993, John Demjanjuk fue procesado en Israel por crímenes de guerra, pero fue
liberado por “falta de evidencias” y, desde entonces, volvió libre a los Estados Unidos,
país del que fue extraditado por Israel. Se hallaba en el territorio americano hacía
varios lustros e incluso había adquirido la nacionalidad de los Estados Unidos, de la
que fue privado a raíz de su extradición. El “asunto Demjanjuk” fue juzgado en Ohio
en el año 1985.
El Tribunal permitió la extradición a Israel de este presunto oficial de un campo de
concentración alemán invocando la jurisdicción universal, anotando que: “El derecho
internacional normalmente no prohíbe la aplicación de las leyes nacionales a los
extranjeros en el caso de los actos cometidos fuera de su territorio”. El Tribunal
proseguía: “Israel ha formulado cargos, reivindicando la jurisdicción basada en un
estatuto que penaliza los ‘crímenes de guerra’ y los ‘crímenes contra la humanidad’
entre otros actos. La comunidad internacional ha establecido que estos delitos
constituyen crímenes sobre los que existe la jurisdicción universal”.  El Tribunal
también hizo mención del proceso de Estados Unidos contra Otto, del 10 de julio de
1947.
Fichas de Interpol
  Martes 5 de Febrero del 2019
En 1980, según García Barroso, la Secretaría General disponía ya de 3’338,846 fichas
nomitativas de personas; 179,265 fichas dactiloscópicas y 7,140 fichas fotográficas de
delincuentes internacionales altamente especializados. Existían tres clases de notas
individuales o fichas: rojas, azules y verdes. La nota roja contiene información muy
precisa sobre la naturaleza de los autos de detención expedidos por los jueces y
transcriben un mandato de arresto por haber prometido el país requirente solicitar la
extradición en su oportunidad.
Son fichas trilingües. Con huellas dactilares, fotografía del reclamado y datos
antropométricos. Contienen un resumen de los cargos y designación de la autoridad
judicial que ha difundido el auto de procesamiento y mandato de arresto. En virtud de
esa ficha, recogida por las Oficinas Centrales Nacionales de Interpol en hojas, en
libros ad hoc o en computadoras obrantes en fronteras, aduanas y comisarías, se
procede al arresto preventivo del reclamado, sea turista, residente o esté de paso por el
lugar. Cualquier consideración contraria haría ilusoria la orden de búsqueda y captura
fulminada por un juez competente de un país miembro de la OIPC-Interpol.
La nota azul mediante la difusión de un informe intenta conseguir datos relativos a la
persona, tales como identidad, condenas judiciales en distintos países, búsqueda de su
paradero, etc. Es solamente pesquisidora. La nota verde para individuos reincidentes
peligrosos. Simplemente quiere decir: “cuidado; es un delincuente internacional
profesional”. Los expertos reconocen varias etapas. I) La autoridad judicial del
fórum delicti commissi se dirige a la Oficina Central Nacional (OCN) de su Estado
pidiéndole la difusión internacional de su orden de detención o la búsqueda del
individuo que le interesa, como previa al auto de detención, o ambas cosas
simultáneamente. La petición del juez debe contener las siguientes precisiones
imprescindibles: fecha del mandato de arresto, nombre patronímico del juez de
Instrucción que la dispone, tribunal al cual pertenece, fiscal, inculpación, un breve
resumen de los hechos perseguidos y lugar y fecha de perpetración; nombre, apellidos,
fechas y lugar de nacimiento, filiación completa y nacionalidad del inculpado; que el
arresto provisional es requerido con propósito de extradición y será ulteriormente
perfeccionado por la vía diplomática.
Firma del mensaje. II) La Oficina Central Nacional examina prima facie la petición para
ver si está concorde con el artículo 3° del Estatuto –que como ya sabemos prohíbe la
intervención en casos políticos, raciales, militares o religiosos– y la transcribe a un
impreso que contiene todos los informes necesarios.
Mi biografía
  Martes 12 de Febrero del 2019

He cumplido ochenta y ocho años y a lo largo de ese proceso he sido apristamente dos
veces concejal, una constituyente, otra diputado, dos veces senador y una congresista.
Se me consideraba por unos un radical y por otros un burgués. Ambas críticas son
inconsistentes. Lo que soy, reitero, es aprista, lo que es una doctrina que está más allá
de las izquierdas y más allá de las derechas.
Viví desde los cinco años de edad en casa de mi abuelo materno, Max González
Olaechea, el médico más famoso de su época. Un día harto de la belicosidad existente
entre mis padres decidí telefonear al mayordomo de la casa de mis abuelos. Vivian a la
vuelta de mi casa, situada en la calle Mantequería de Boza. Mis abuelos me acogieron
con simpatía y entendieron que lo querido por mí era quedarme a vivir allí en el
inmueble de la calle divorciada. No volví a pisar la casa paterna.
Y motu proprio me dedique a estudiar utilizando la biblioteca erudita de mi abuelo.
Estudié burguesamente en el colegio de San José de Cluny, La Inmaculada (de
jesuitas), y desde segundo de primaria en el colegio de La Recoleta. Allí tuve como
maestro a Alfonso Benavides Correa, quien me inculcó ideas nacionalistas y
revolucionarias. Acabado los estudios colegiales ingresé a la pontificia Universidad
Católica del Perú. Allí no obstante que fui un alumno disciplinado, estudié en el
instituto Riva Agüero en que el profesor principal era José Agustín de la Puente y
Candamo.
Fundé en ese medio reaccionario el conversatorio “Víctor Raúl Haya de la Torre”.
Eran los años cincuenta y en cuanto supe que Ramiro Prialé había salido de la cárcel
me sumé a Ramiro con mi idioma de izquierda radical y tuve el privilegio en enero de
1956 de irrumpir en el Callao en un mitin de la Coalición Nacional. Clamé allí por
legalidad para el aprismo; el discurso fue viable porque Pedro Roselló  me dijo desde
el pódium: “Señor Valle Riestra, si tiene algo que decir suba a la tribuna”.
No vacilé y subí y en medio de ultraderechistas como Mahoma Diez Canseco, Manuel
Mujica, hice un resumen en el que sostenía que no solamente pedíamos la derogatoria
de las leyes de seguridad interior, sino legalidad para los partidos proscritos. Acabado
mi speach la multitud me siguió, dejando solitarios a los organizadores de la
concentración. Allí comenzó mi vida pública aprista.
Víctor Raúl y el azar en la historia
  Martes 19 de Febrero del 2019

“Víctor Raúl” fueron dos palabras a cuyo conjuro las masas salieron a combatir y a
morir por la justicia social. Fue grito de rebeldía frente al militarismo y los oligarcas.
Haya, un hidalgo provinciano de solar conocido, se identificó con los explotados y
acuñó toda una teoría interpretativa de la realidad indoamericana. Es curioso ver cómo
un hombre nacido en el siglo XIX sigue hegemónico en el siglo XXI. Socialmente era
como Pardo o como Piérola, pero políticamente Pardo aparece como representante
civilista de las minorías; y don Nicolás resulta demasiado clerical y ubicuo. Haya y el
aprismo siempre aparecerán como sinónimo de la revolución y de la izquierda. La
reforma agraria radical la hizo el octubrismo con el consiguiente despojo de los amos.
Pero, si uno hace un sondeo entre los pudientes, más odiado es el Apra que el
militarismo y más temido Haya que Velasco. Haya debió llegar en 1931 al poder. El
fraude y el fanatismo cerril lo impidieron y retrasaron todo proceso agrarista,
antiimperial, industrializador y desoligarquizador. No tuvimos así nuestra revolución
mexicana como obra de las masas. Y apareció en Indoamérica el castrismo, que en sus
inicios parecía un movimiento aprista por su presencia juvenil y su idioma que era el
nuestro. Nos robó el escenario. Mientras allí liquidaban a Batista, aquí se comía con
Prado. Dos personajes con nefastas significaciones para la democracia continental.
Debió intentarse la postulación de Víctor Raúl en 1945 (o la de José Gálvez o la de
Rafael Belaunde, personajes liberales), pero tuvimos el error de escoger a José Luis
Bustamante y Rivero, personalidad antipódica a la de Haya. Jesuítica. No sabía que su
poder era prestado. Un comodato concedido por el Apra. Y empezó la fisura que
culminó en el ausentismo parlamentario de 1947, en el intento revolucionario de la
izquierda aprista y en el golpe fascista de Odría. De allí vino el asilo y los pactos con
Prado, que pese a su alteza de miras descapitalizaron popular e ideológicamente el
Apra. Y si bien llegó el PAP al poder en 1985 no subió lo mismo que se había fundado
en 1931. La parafernalia estaba allí juntamente con los himnos, las marchas, las
jaculatorias, las tradiciones, el culto a los héroes, el culto a los muertos. Pero faltaba el
espíritu fundacional, el talento genial de Haya, el heroísmo obrero de Barreto o de
Arévalo y Negreiros.
Jurisprudencia de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos
  Martes 26 de Febrero del 2019

En el affaire del expresidente Alan, se expidió un veredicto por la Comisión


Interamericana de Derechos Humanos en contra de los efectos retroactivos de leyes
procesales ex post facto. Allí se dijo: con fundamento en el análisis y las conclusiones
del presente informe, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recomienda
al Estado del Perú: 1) adoptar las medidas necesarias para dejar sin efecto la Ley
26641 y las disposiciones finales primera y segunda de la Ley 27163. 2) adoptar las
medidas necesarias para revocar las decisiones judiciales en virtud de las cuales el
señor García fue declarado reo contumaz y se ordenó la prescripción de la acción
penal en el proceso que se le sigue. 3) adoptar las medidas necesarias para que el señor
García reciba una adecuada y oportuna reparación por las violaciones aquí
establecidas. Y en los ítems 46 y 47 se había dicho como fundamentación clave: “46.
A su vez, el principio de retroactividad de la ley penal permisiva o favorable en matera
criminal, y contrario sensu, la garantía de la no retroactividad de la ley restrictiva o
desfavorable, abarca por igual tanto los preceptos sustantivos como los adjetivos o de
procedimiento que afecten cuestiones de derecho sustantivo. Esa extensión de la
denominada garantía contra leyes ex post facto a materia procesal penal, que
actualmente se predica en el sistema procesal penal moderno, ha sido el producto de la
evolución del derecho penal y procesal penal”. “47. Así, esta corriente doctrinal y
jurisprudencial ha tenido desarrollo paralelo en los sistemas penales de los países
latinoamericanos, europeos y anglosajones. Doctrinantes como Jiménez de Asúa
sostienen que: si las nuevas formas de enjuiciamiento contienen disposiciones que
influirán en la penalidad o en defensa del imputado, no podrá dárseles efecto
retroactivo, porque no es posible someter al acusado a condiciones más graves que las
previstas por la ley vigente en el momento en el que el delito se penetró. Otro ejemplo
acerca de esa evolución la ilustra una de las decisiones de la Corte Suprema de
Colombia, Sala de Casación penal, tratando el tema de la aplicación de la ley procesal
más favorable. Dicha Corte dijo que la consagración por el constituyente del
equitativo principio de que “la ley permisiva o favorable aun cuando sea posterior se
aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable” a la que alude el artículo 26.
El ocaso de los Parlamentos
  Martes 5 de Marzo del 2019

Los Parlamentos sufren una gran depredación. Pero singularmente el nuestro padece
de un gran desprestigio. He pertenecido a Asambleas en las que han estado Haya de la
Torre, Sánchez, Heysen, Cox, León de Vivero, Prialé, por el Apra; Polar, Ramírez del
Villar, Aramburú, por el Partido Popular Cristiano; Ulloa, por Acción Popular; Del
Prado, por el Partido Comunista Peruano; o senadores vitalicios como Fernando
Belaunde Terry y José Luis Bustamante y Rivero. Ese tipo de gente ya no está en las
ágoras parlamentarias porque el país está en decadencia intelectual. Lo que mejor
produjimos en historia, literatura, derecho, política fue la generación del Centenario y
la del Conversatorio Universitario (1921): Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea,
Jorge Guillermo Leguía, Manuel Abastos, Haya. Lo posterior solo son riachuelos
desprendidos de nevados de las cumbres. Por eso no tenemos grandes lideres ni
grandes historiadores, ni grandes novelistas (Vargas Llosa no ha logrado superar el
impacto social de El mundo es ancho y ajeno). Esa crisis se refleja en el Parlamento de
hoy. Y han nacido los popys, que solo sirven para la denuncia y la persecución
calumniosa e irresponsable. No son para debates. No tienen ideas. No tienen cultura.
Para ellos un artículo titulado “técnica democrática del golpe de Estado” es golpista.
Olvidan que viene de un libro de Curzio Malaparte escrito en 1920. Están como los
soplones que encarcelaban en los días de Benavides a quienes tenían en sus bibliotecas
el libro de Ortega y Gasset La rebelión de las masas. Y aunque la morralla de hoy no
vuelva al Parlamento, el unicameralismo por su estructura genética y su origen
electoral seguirá pariendo figuras y figurones pigmeos. Los mismos del totalitarismo
fujimorista. Los mismos del totalitarismo toledano. Inquisidores que solo sirven para
denuncias escandalosas e inciertas. Enumeremos los factores políticos y jurídicos que
menguan al Parlamento y que exigen la restauración de un bicameralismo funcional.
Es decir, unas cuatro quintas partes elegidas por el pueblo en distrito electoral
departamental y en distrito electoral nacional, una quinta parte elegida indirecta e
irrevocablemente por los colegios de abogados, las universidades y facultades de
Derecho, por el capital nacional y extranjero, Fuerzas Armadas. Factores políticos son:
a) espíritu intervencionista del Estado de bienestar (sanidad, trabajo, educación) en
virtud de medidas administrativas del Poder Ejecutivo; b) sumisión de la mayoría
parlamentaria al Ejecutivo. El papel de freno y contrapeso queda solamente en manos
de las minorías.
La libertad y la interpretación de la
Constitución
  Martes 12 de Marzo del 2019

Es cierto que la Constitución debe ser interpretada en función de su contexto, de su


espacio-tiempo; que sus términos deben ser interpretados en su significación común y
no técnica. Pero también Linares-Quintana (gran constitucionalista argentino) dice en
“La interpretación constitucional” (introducción a su magistral libro La Constitución
interpretada, Buenos Aires, Editorial Depalma, 1960, p. II) que su regla primera de
interpretación es la siguiente: “Regla primera: En la interpretación constitucional debe
siempre prevalecer el contenido teleológico o finalista de la Constitución, que si es
instrumento de gobierno también es y principalmente restricción de poderes en amparo
de la libertad individual. La finalidad suprema y última de la norma constitucional es
la protección de la garantía de la libertad y la dignidad del hombre. Por consiguiente,
la interpretación de la Ley Suprema debe orientarse siempre hacia aquella meta básica.
Y en caso de aparente conflicto entre la libertad y el interés del gobierno aquella debe
prevalecer siempre sobre este último porque no se concibe que la acción estatal
manifestada a través de los cauces constitucionales pueda resultar incompatible con la
libertad que es el fin último del Estado”. La Corte Suprema norteamericana ha
consagrado el fundamental principio de hermenéutica constitucional de que, en
particular, las disposiciones para la protección de la vida, la libertad y la propiedad
deben ser amplia y libremente interpretadas a favor del ciudadano. La Corte Suprema
argentina también ha sentado norma tan esencial de interpretación de la Constitución.
Ya en el caso Eduardo Sojo, sentenciado en 1887, afirmó que “por grande que sea el
interés general cuando un derecho de libertad se ha puesto en conflicto con ramas del
poder público, más grande y más respetable es el que se rodee ese derecho individual
de la formalidad establecida para su defensa”. Finaliza Linares diciendo que si hubiera
duda en la interpretación del texto constitucional relativo debía resolverse por la
apelación a favor de la libertad. Este criterio de interpretación constitucional pro
libertatis irradia toda nuestra legislación y sirve de fundamento para descubrir la
inconstitucionalidad y la falta de respeto de la ley acotada por los derechos humanos.
Nuestra Constitución de 1993 señala en su disposición final y transitoria: “cuarta.-
Las normas relativas a los derechos y a las libertades que la Constitución reconoce se
interpretan de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y con
los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por el
Perú”.
La jurisdicción supranacional y la pena
de muerte
  Martes 19 de Marzo del 2019

Es imposible retirarse de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de


Derechos Humanos. Algunos han sostenido intonsamente que podríamos apartarnos
de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Ayer, bajo Fujimori, sostuvieron, buscando méritos, esa teoría. Hoy, dentro del
régimen democrático post Alan García, la repiten sin escarmiento. No es verdad que
podemos apartarnos de esa competencia por medio de una resolución legislativa. Así
se hizo en los días de la dictadura para evadir una sentencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos en el caso Castillo Petruzzi sobre debido proceso (1999). El
Parlamento adocenado de entonces aprobó la Resolución Legislativa 27152,
retirándonos con efecto inmediato de esa jurisdicción (8 de julio de 1999). Durante el
régimen democrático de Valentín Paniagua se expidió otra resolución parlamentaria
antitética, la 27401 (2001), que derogaba aquel contrafuero, con un texto sumamente
radical: “derógase la Resolución Legislativa 27152 y encárgase al Poder Ejecutivo
realizar todas las acciones necesarias para dejar sin efecto los resultados que haya
generado dicha resolución legislativa, restableciéndose a plenitud para el Estado
peruano la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos”. Posteriormente, mediante Ley 27775 (2002) se ha regulado el
procedimiento de ejecución de sentencias expedidas por tribunales supranacionales. Se
declara que es de interés nacional su cumplimiento. Incluso, en el caso Ivcher se
autorizó a la Procuraduría para aceptar y tramitar un procedimiento arbitral y luego se
dictó un laudo indemnizatorio al respecto, firmado por Santistevan de Noriega y dos
árbitros más. Antes de esas fechas el Gobierno Revolucionario de la Fuerzas Armadas
en julio de 1978 había ratificado el Pacto de San José, pero sin reconocer
explícitamente la competencia contenciosa de la Corte IDH. Por decisión
constituyente de la Asamblea de 1979 en la cláusula XVI del texto de aquel año se
ratificó en todos sus extremos dicho pacto, incluyendo el sometimiento a la Comisión
y a la Corte. Fernando Belaunde depositó en Washington el instrumento ratificatorio
(1981). El Perú nombró sucesivamente como jueces ad hoc a Máximo Cisneros
Sánchez, Manuel Aguirre Roca, Orihuela Iberico, Vidal Ramírez, Monroy Gálvez,
García Sayán, y obedeció todos los fallos hasta la subversión fujimorista. Fue así un
acto constituyente que no puede dejar sin efecto el poder constituido simplistamente.
Incurrirían los parlamentarios en una infracción constitucional y en una
responsabilidad personal.
Al paredón con la pena de muerte
  Martes 26 de Marzo del 2019

En un informe de Naciones Unidas (1962) se dieron a conocer los resultados de una


encuesta respecto al abolicionismo. Las razones invocadas fueron: 1) la ejemplaridad
de la pena capital no está demostrada; 2) muchos de los delitos capitales son
cometidos por desequilibrados; 3) existen chocantes desigualdades en la aplicación de
la ley, ya sea por el diferente grado de severidad de los tribunales competentes, ya sea
por razones de orden económico y sociológico, de manera que se corre el riesgo de
que la pena de muerte constituya una amenaza mucho mayor para los inculpados
proletarios que carecen de medios económicos y que por lo tanto están en peores
condiciones para buscar defensa y expuestos al crimen judicial; 4) la pena capital va
en detrimento de funcionamiento normal de la justicia penal, ya sea por las
desigualdades ya señaladas, ya porque los tribunales competentes vacilan en
pronunciar una sentencia de  muertes; 5) hágase lo que se haga, existe una innegable
posibilidad de que se cometan errores y crímenes judiciales, y en algunos países se ha
decidido abolir la pena de muerte porque se ha dudado de la culpabilidad de personas
ejecutadas (especialmente en los Estados de Rhode Island, Wisconsin y Maine, de
Estados Unidos); 6) la emoción que suscita la pena de muerte, tanto cuando se le
pronuncia como cuando se le ejecuta, parece tan malsana que hay quienes no vacilan
en hablar del carácter criminógeno o incitador de la pena capital; 7) si de lo que se
trata con la pena de muerte es de proteger a la sociedad de manera eficaz, se alega que
para ello basta la condena perpetua; 8) los esfuerzos combinados de abolicionistas,
actuando individualmente, o de las ligas pro abolición de la pena de muerte, también
han influido en la supresión de la pena capital; 9) la evolución de la opinión publica en
algunos países ha inducido a estos a considerar la pena de muerte inútil y odiosa, y se
advierte a este respecto que la desigualdad en la aplicación de la pena de muerte puede
robustecer estas ideas, ya que la pena capital aparece entonces como una especie de
lotería siniestra; 10) en algunos países abolicionistas se sostiene que es absurdo
considerar a un delincuente definitivamente irrecuperable; 11) también las
legislaciones que suprimen la pena capital han invocado con frecuencia el corto
número de las ejecuciones, especialmente en Portugal y en América Latina.
Irrevocabilidad del indulto
  Martes 2 de Abril del 2019

El indulto extingue la pena de los condenados. Esta figura no es inusitada en el Perú.


Según informe de la Defensoría del Pueblo se han otorgado quince mil diecinueve
indultos entre 1977 y el 2006. Y el mismo informe registra doscientos cincuenta y seis
indultos humanitarios entre los años 2001 a 2006.
Ningún indulto ha sido revocado, tampoco ha sido materia de investigación
administrativa, judicial o parlamentaria. Por eso sostenemos que pretender
revocatorias es antológico y sin antecedentes históricos en el Perú. Sería un caso
de stoppel. El término estoppel, de origen anglosajón, es un instituto de raíces en el
Derecho Romano, ajustado a las viejas reglas nemo auditur turpitudinem suma allegans y de
nemo potest Mutare consilium in alterius insturan.

No es oído el que alega su propia torpeza y nadie puede cambiar su propio


consentimiento en perjuicio de otros. Se conoce en Hispanoamérica como la doctrina
de los actos propios definida como el término de procedimiento empleado para
designar la objeción perentoria opuesta a una parte en un proceso que ha asumido una
posición contraria a la sostenida anteriormente, expresa o tácitamente, en la misma
instancia.
Según este principio se entiende que si el Estado parte en un proceso, está ligado por
sus actos o actitudes pretéritas, si ellos están en contradicción con sus pretensiones
actuales o nuevas en la litis, el efecto será entonces la inadmisibilidad de la pretensión
del Estado en cuanto contradice su actitud anterior, sean por su reconocimiento,
manifestación, su conducta o su silencio. El indulto es irrevocable porque es cosa
juzgada constitucionalmente. No cabe revisión en otra sede. Res iudicata pro veritate
habetur. Si existe alguna irregularidad, la responsabilidad recae sobre el ministro de
Justicia, por el refrendo, y hasta sobre el jefe de Estado que puede ser sometido
a impeachment o antejuicio conforme a la Constitución, tal como se reconoce en un voto
singular en la sentencia que tuteló el derecho de gracia a favor de Alfredo Jalilie
Awapara.
El afectado por una revocatoria puede acudir por la vía de las acciones de hábeas
corpus o amparo a la tutela de su derecho por el Poder Judicial o el Tribunal
Constitucional; y, de no prosperar, agotada que sea la jurisdicción interna conforme al
articulo 205 de la Constitución, recurrir a la jurisdicción del Pacto de San José en que
la CIDH puede determinar la condena del Estado peruano y disponer la restauración
del derecho.
Extradición y derechos humanos
  Martes 9 de Abril del 2019

Escribo este artículo premunido de un titulo de jerarquía moral irrecusable: estuve


asilado políticamente en España desde enero de 1970. Ese asilo quedó perfeccionado
por resolución de Consejo de Ministros, presidido por el generalísimo Francisco
Franco Bahamonde, el 23 de julio de 1971, fecha en que las máximas autoridades
españolas, honrando las mejores tradiciones jurídicas del derecho castellano,
resolvieron concederme tal estatus, pese a mi posición republicana aprista y
ultrademocrática. Retorné victoriosamente al Perú, en octubre de 1976. El año 1978
era elegido diputado constituyente por el Partido Aprista; en 1980, diputado; en 1985-
1990, senador; y nuevamente miembro de la Cámara Alta en 1990-1992 hasta el
nefasto golpe de Estado del 5 de abril. En 1987 fui embajador del Perú en la comisión
de Derechos Humanos de Naciones Unidas con sede en Ginebra, lo cual dio lugar a un
trabajo mío, titulado Diplomacia democrática y derechos humanos, con prólogo del
senegalés Alioune Sene, vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos de
Naciones Unidas. Resulto así un práctico y no un teórico; alguien que pretende
formular un alegato en pro de los derechos humanos y combatir la siniestra maniobra
de algunos Estados al margen del derecho que recurren a la extradición para acosar a
sus adversarios allende las fronteras imputándoles falsamente delitos comunes o
hechos en los que han intervenido. Si la extradición está entre las angustias de los
juristas no es para evitar la entrega de quien ha delinquido al Estado de la comisión del
delito o fórum delicti commissi. No se trata de promulgar una Carta Magna para el
delincuente. El ideal es el juzgamiento de prófugo en el territorio donde delinquió o la
aplicación del precepto grociano aut dedere aut punire, “entregar o juzgar”, lo cual
pertenece a la lex ferenda, al futuro, porque hasta hoy no se ha acuñado el ideal de
Beccaria de dulcificar los castigos, confinar el poder arbitrario, adecuar las leyes a los
derechos humanos y superar fronteras. No es así puntual la afirmación de Pinheiro-
Ferreira de considerar a la extradición “institución anticuada y en vías de
desaparición”. Existe la tendencia europea a liberalizarla y simplificarla al punto de
ser solamente una entrega brevi manu. Pero el mecanismo de entreayuda penal
internacional mantendrá su validez mientras no exista un estándar democrático en la
comunidad internacional. Singularmente en el área andina, con jueces que prefieren la
librea a la toga y la quincena a la Historia.
Siempre aprista
  Martes 16 de Abril del 2019

Me acuso de haber escrito en los últimos años infinitos artículos que tienen el defecto
sustantivo de ser una repetición conceptual sobre la misma temática. Por eso, desde
ahora voy a tener cuidado de no reincidir en esos errores. Yo tengo mucho por relatar.
Ingresé a la actividad política en 1954 al salir Prialé de la cárcel. Y como no tenía
antecedentes me fue fácil ayudarlo utilizando como base su domicilio en la Calle
Luzuriaga. Como yo tenía 24 años me fue fácil agitar por el partido. Y así por ejemplo
debuté el 23 de enero de 1956, en que me personé en un mitin celebrado en el Callao,
para escuchar a Rosselló. Interrumpí sistemáticamente la oposición del orador y pedí
legalidad para el PAP. Roselló, protagonista del mitin, se dirigió a mí diciéndome: “no
solo es totalitario quien proscribe sino quien como usted va a los mítines a
interrumpirlos; si tiene usted algo que decir, suba a esta tribuna y alegue lo que
considere pertinente”. Contra todo lo pensado, eso hice. Y forcé a Roselló a cederme
el uso de la palabra. Al hablar resultó que las multitudes eran apristas y no adictas al
convocante del mitin. Dije: “compañeros y conciudadanos, vengo a esta reunión, no
para sabotearla sino para clamar por la legalidad del aprismo”. Los miles de asistentes
se marcharon conmigo coreando “aprismo libertad”. Roselló se quedó solo. Ese mitin
tuvo el mérito de sacar de las catacumbas a los compañeros. El Apra estaba
ilegalizada, pero desde entonces realizó concentraciones fuera de Lima. Por ejemplo:
una en Trujillo, encabezada por Villanueva. Prado fue elegido presidente de la
República, pero no se legalizó al Apra entonces. Al contrario, se nos encarceló a
Prialé, Townsend, Jorge Raygada, Luis Rodríguez Vildosola y a mí. Pero la fuerza de
la opinión pública obligó al gobierno a liberarnos. El Apra pasó a la legalidad y Prado
se vio forzado a respetarnos. El aprismo comenzó su restructuración, recobró su local
histórico, etc. Allí data la fecha que no ha terminado hasta hoy de la legalidad para el
PAP. Tuvimos representantes en los municipios, diputados y senadores. Esperábamos
la ocasión de ir a elecciones que consagraran nuestro irrecusable volumen. Me puedo
jactar así, de haber sido una pieza inicial. No logramos entonces la presidencia, pero sí
conseguimos mayorías en diputados y senadores. La presidencia llegó tarde. Ahora
nos preparamos para el próximo round 2021; y de allí saldrá nuestro jefe de Estado y
nuestro control del Congreso.
García no ha muerto, vive
  Martes 30 de Abril del 2019

Desde 1969 hasta 1976 traté diariamente a Alan García en Madrid. Yo estaba
desterrado, perseguido por la “justicia” velasquista y Alan se desempeñaba como
estudiante de Derecho. Cada uno vivía dedicado a sus menesteres, pero nos
dedicábamos también a la política peruana. Lanzábamos semanalmente tirajes de
panfletos antivelasquistas. Alan no vislumbraba el destino que tendría de llegar a
gobernar el Perú dos veces. Simplemente su posición antimilitarista lo llevaba a tener
conmigo un taller del cual salían manifiestos y volantes en defensa de la democracia
peruana.
Alan y yo teníamos situaciones jurídicas distintas. Él era un estudiante de Derecho;
tendría veinte años y yo era un abogado proscrito y con un intento de extradición por
parte de la dictadura militar velasquista, rechazado por el gobierno del generalísimo
Francisco Franco.
Alan dictaba juntamente conmigo semanalmente conferencias ante auditorios
peruanos de exiliados. Alan se marchó a París en 1975 y yo volví al Perú en 1976. Nos
volvimos a reencontrar en el Perú y trabajamos juntos políticamente. El apogeo de esa
vinculación fue su candidatura victoriosa a la presidencia de la república en la que yo
fui un animador conspicuo. Pero volviendo a Madrid debo dejar fe que la fisonomía
presidenciable de Alan se vislumbraba ya, en la capital española. Él no se jactaba de
esa postura, pero los hechos lo arrastraron a la posición presidencialista.
Hay que escribir sobre Madrid porque de allí salieron una serie de líderes que actuaron
en el Perú defendiendo a Alan García Pérez y su postulación. Alan vivía en Madrid en
la calle Superunda y yo en la calle de Monte Esquinza. Esas direcciones eran la base a
la que concurrían a realizar una labor de agit prop los compatriotas autoexiliados. Alan
había nacido en 1949 y su campaña en Madrid data de 1970 a 1976. De su pluma
salieron infinitos volantes y manifiestos antivelasquistas.
Por eso cuando el consulado oficialista pretendía tomar medidas contra él, tomo el
camino de autoexiliarse e ir a vivir en Paris, donde continuó su campaña de agitación
y propaganda. Al volver al Perú, caída la dictadura, trabajamos juntos para restaurar
las libertades plenas. Pero lo que se demostró en su vida madrileña fue su posición
belicosa y beligerante contra la dictadura militar imperante en el Perú. Alan no fue así
alguien que apareció mágicamente en la política peruana, sino que venía de luchas
contra el militarismo.
El imperialismo sureño
  Martes 7 de Mayo del 2019

El expansionismo imperial chileno lo había ya diseñado el ministro Diego Portales en


1836, al dirigirse al almirante Blanco Encalada, antes de su expedición contra la
Confederación Perú-Boliviana. Decía el ministro, semanas antes de su cruel asesinato
en Quillota por el capitán Florín: “(…) la confederación debe desaparecer para
siempre jamás del escenario de América (…) las fuerzas navales deben operar antes
que las militares, dando golpes decisivos. Debemos dominar para siempre en el
Pacífico: Esta debe ser su máxima ahora, y ojalá fuera la de Chile para siempre (…)”.
Esta primera expedición capituló en Paucarpata. Y Blanco Encalada, a quien Santa
Cruz tuvo la estupidez de dejarlo libre, fue procesado en su país. Chile decidió una
segunda expedición “restauradora”. Y zarpó una flota desde Coquimbo el 19 de julio
de 1838 con 26 transportes y 5,400 hombres. Fuimos derrotados en Yungay. Y una
marcha de ese nombre es el himno chileno. Por tercera vez ingresarían las aves de
rapiña sureñas en 1879. Así que con la historia clínica de ese país no podemos confiar
en que tenga una voluntad indoamericanista porque tiene un designio imperial y
prusiano. Bolivia, al segregarse del Perú, tenía como límite meridional el paralelo 27,
de acuerdo con los hitos de la Audiencia de Charcas. Las primeras Constituciones
chilenas reconocieron que las fronteras de su país se extendían hasta el territorio de
Atacama. Chile decidió desde 1840 apoderarse de ese desierto y suscribió con Bolivia,
en 1866, un Tratado que señalaba como límite el paralelo 24 de latitud meridional e
impuso un condominio en la explotación del guano y del salitre. En 1874 otorgaron
ambos países otro Tratado, volviendo a señalar el paralelo 24 como su frontera. Pero,
como el 14 de febrero de 1878, el gobierno alto-peruano del general Hilarión Daza
promulgó una ley creando un impuesto de 10 centavos sobre el quintal de salitre
exportado, tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta y se apoderaron del
territorio situado al sur del paralelo 23 y al norte del 24. El Perú se vio arrastrado a la
guerra porque había firmado, en febrero de 1873, un Tratado secreto de alianza
defensiva –conocido por la cancillería chilena– con Bolivia. A consecuencia de dicho
instrumento bilateral perdimos Tarapacá en 1883 (Tratado de Ancón) y aceptamos
inexplicablemente un plebiscito sobre el destino de Tacna y Arica.
Leguía secuestrado por una chusma
(1909)
  Martes 14 de Mayo del 2019

Algunos timoratos vanidosos creen que pueden ser coaccionados para renunciar a su
cargo parlamentario, pero, cuando se es un hombre enterizo y no un cobarde, nadie le
saca a uno la renuncia contra su voluntad. Gobernaba el Perú, en 1909, don Augusto
B. Leguía. El 29 de mayo de aquel año, el hermano de Don Nicolás de Piérola, Carlos,
y sus dos hijos (Isaías y Amadeo) realizaron el golpe de Estado más audaz desde el día
en que en 1541 los almagristas asaltaron Palacio y asesinaron a Pizarro. Un
grupúsculo avanzó por la calle Pescadería y se adueñó del Ministerio de Gobierno y la
Prefectura. Entraron a la alcoba presidencial y se apoderaron de Don Augusto. Le
pidieron su renuncia, en medio de cadáveres de conjurados y leales regados en las
puertas de Palacio. Leguía se negó a firmar. Los complotados decidieron pasearlo por
las calles, y por el Jirón de la Unión. El séquito llevaba al Presidente a la cabeza,
vociferando consignas a favor de Don Nicolás. Alguien comentó: “Leguía se ha
pasado y allí viene con un grupo dando vivas a Piérola”. Luego de un desfile de una
hora lo condujeron hasta la plaza de la Inquisición, hoy del Congreso, y volvieron a
exigirle la dimisión arreciando sus amenazas. Un negro manumiso, sirviente de los
Piérola, decía con un garrote en la mano: “¿Niño Isaías, le doy ya?”. Leguía reiteró
corajudamente su decisión de no firmar. Incluso, pretextó que la fecha estaba
equivocada. Apareció, entonces, un piquete encabezado por el alférez Enrique V.
Gómez, que disparó sobre el grupo revoltoso. Leguía y su ministro Villarán se
desplomaron ilesos en el suelo. Hubo más de cien muertos. Pero, allí tenemos la
lección para los fatuos que se creen predestinados y temen ser renunciados. Si tuvieran
compañones como Don Augusto, nada deberían temer. Pero… los hombres de honor renuncian
cuando discrepan. ¿Ejemplos? Bartolomé Herrera, brillante teólogo y obispo, autor de la
teoría de la soberanía de la inteligencia, renunció en 1860 al Senado porque se
suprimió el fuero eclesiástico y volvió a pontificar magistralmente en su diócesis. En
1932, a raíz de la expulsión de los constituyentes apristas, Víctor Andrés Belaunde, el
gran autor de “La Realidad Nacional”, dejó su escaño y se fue a su cátedra en Coral
Gables, Miami. Volvió cuando se lo pidió el arzobispo de Lima. Valentín Quezada,
senador por motivos menos principistas, en 1954, renunció a su escaño y partió de
embajador a Roma.
 
Cómo debe ser el futuro parlamento
  Martes 21 de Mayo del 2019

Por sus competencias privativas: 1) de bicameralismo perfecto o gemelas, que es el


tipo que debemos proscribir por estéril, cansino, logomáquico y duplicante: 2)
bicameralismo imperfecto, alguna cámara hegemónica. Y por el procedimiento en que
pueden ser revisoras, colegisladoras, desiguales, eventuales. También pueden ser una
Asamblea única que se divide en dos (Islandia y Noruega). Un segunda Asamblea sin
poder (Canadá y Gran Bretaña); una segunda Asamblea igual (Bélgica, Italia); una
segunda Asamblea igual (Australia, Suiza, USA). Nosotros no queremos crear o
refundar un Senado que tenga igual origen que Diputados o iguales poderes. Debemos
arquitecturar un bicameralismo distinto al histórico. Para ser diputado veinticinco
años, para senador cuarenta. Permitir como diputado a un iletrado. Exigir para el
Senado ser alfabeto. Elección de la Cámara Baja por circunscripciones
departamentales o provinciales. Para el Senado distritos regionales. Renovación por
tercios de la primera Cámara y posibilidad de disolverla constitucionalmente.
Indisolubilidad de la Segunda Cámara. Diputados podrán interpelar y censurar; el
Senado no. La iniciativa legislativa pertenecerá a la Cámara Baja; el Senado revisará.
La Cámara Alta, al revés de Diputados, intervendrá en ascensos militares y en
promociones a Embajador. Pero hay algo más que es clave: el Senado debe ser elegido
directamente en una mitad por las regiones e indirectamente en otra mitad por
representantes del capitalismo (sociedades agrarias, mineras, Confiep, etc.), de los
sindicatos (CGTP, CTP, SUTEP, etc.), los desocupados, de las Facultades de Derecho,
de los Colegios de Abogados, de los colegios profesionales, las Fuerzas Armandas.
Esa es la elite. La aristarquia del Perú. Esa seria una Cámara académica. No puede
tener esa calidad una Cámara de origen completamente político. No tienen los electos
ciencia infusa. Con esa estructura lograremos una síntesis. El pensamiento de los
liberales Gálvez, de soberanía popular, en la Cámara de Diputados. El pensamiento
reaccionario de Herrera, de soberanía de la inteligencia, en el Senado. En Irlanda, por
ejemplo, los cuarenta y tres escaños senatoriales son repartidos así: 11 para agricultura
y pesca; 11 para los trabajadores salariados; 9 Industria y comercio; 7 Administración;
5 Cultura nacional, literatura, bellas artes, profesiones jurídicas y médicas. Nosotros
debemos agregar al sindicalismo a representantes del capital nacional y extranjero, de
las Fuerzas Armadas. Así que no es una idea lucubrada estrambóticamente. En gran
drama es que esta tarea no se la podemos atribuir al próximo Congreso por sus
limitaciones constitucionales. Por eso creo que debe convocarse a una nueva
Asamblea Constituyente.
Comprobación del delito político
  Martes 28 de Mayo del 2019

La extradición no será acordada si la infracción por la que es demandada es


considerada como una infracción política o como un hecho conexo a tal infracción. La
misma regla se aplicará si existen razones serias para entender que la demanda de
extradición motivada por una infracción de derecho común ha sido presentada con el
fin de perseguir o de castigar a un individuo por consideraciones de raza, religión,
nacionalidad o de opiniones políticas o que la situación de este individuo se exponga a
agravarse por una u otra de estas razones. Hemos llegado al quid del asunto. ¿Cómo se
define o comprueba un delito político? Es indefinible; efectivamente, se trata de
hechos proteicos, polimórficos que sólo casuísticamente pueden ser calificados. Son
delincuentes legalistas. Gentes, ha dicho un jurista, a quienes el ardor de la pasión
política los ha llevado a infringir el Código. Carrara, el genial Maestro pisano, decía:
“los casos de los conspiradores de nuestros días, Rafael Riego, que murió ajusticiado,
y Francisco Serrano, elevado a la cumbre de los honores, prueban, si se les compara
con los dos Brutos, que más de veinte siglos de civilización y progreso no han sido
suficientes para proclamar la verdad absoluta que separa la virtud y la culpa en este
mar fluctuante de la justicia política”. Stuart Mill expresaba: “delito político es todo
delito cometido durante el curso de una guerra civil, insurrección o conmoción
política”. Por su parte, von Bar señala como delitos políticos: “los actos punibles que
nacen manifiestamente de una tendencia a derribar ilegalmente el Estado o sus
instituciones o que pueden ser contemplados como una defensa que traspasa los
límites formales de la legalidad contra los actos del gobierno formalmente ilegales o
contrarios a los principios de la justicia y la equidad. Como enumera Horacio Piombo
en su magistral e insustituible trabajo sobre la extradición, infinitas veces citado en
estas obras, tenemos las siguientes definiciones doctrinarias: 1) ataque directo al
Estado o su organización o al poder del Estado o a su forma de ejercicio (Jiménez de
Asúa, en Tratado de Derecho Penal. Vol. III, pp. 65 y ss), y 2) el acto que tiene el fin
inmediato de turbar o mutar de modo violento el orden político o social del Estado o
dañar las instituciones o personas que las dirigen.
Extradición negociada
internacionalmente
  Martes 4 de Junio del 2019

Para ser juzgado en territorio de Estado en que no acontecieron los hechos y por
tribunal de tercer Estado conforme a reglas de ese Estado extranjero: el antológico
caso Lockerbie, en que Libia (1999) entregó en virtud de negociaciones
internacionales, y no de extradición, a sus nacionales Al-Amin Khalifa Fhimah y
Abdelbaset Ali AL-Megrahi, a La Haya, Holanda, para su juzgamiento por una Corte
escocesa y conforme a la legislación de esa jurisdicción. El origen fue que en 21 de
diciembre de 1988 un Boeing 747, de la compañía estadounidense Pan Am, estalló por
un atentado terrorista sobre el pueblo escocés de Lockerbie y causó 270 muertos. Los
259 ocupantes del avión más 11 habitantes de la localidad. Se hizo justicia. Pero,
desde el punto de vista ortodoxamente legal el juzgamiento debió ser en Escocia por
ser el fórum delicti commissi.  El celebrarlo en La Haya significó un fuero prorrogado.
No era el lugar del crimen. El avión de Pan Am no era holandés. Las víctimas no eran
de ese Estado, ni en el mismo se hallaron pruebas de la comisión del canallesco acto.
Los acusados eran de nacionalidad libia. Y tampoco existía una normatividad legal o
de tratados internacionales que lo permitiese. Y no podemos olvidar un caso de
extradición por delito ultramoderno: el caso de delincuencia por fraude electrónico o
delito informático protagonizado por Nick Leeson, de 28 años de edad, quien con un
ordenador personal –PC, personal computer– y sin ningún tipo de control hizo perder,
desde Singapur, al Barings Bank fundado en el año 1672, alrededor de 1,700 millones
de libras esterlinas precipitándolo a la quiebra, por especular en provecho propio en el
mercado de valores de Tokio; fue extraditado de la RFA hacia Inglaterra en 1995. Fue
condenado en Singapur por fraude y estafa. No es, así, la extradición una institución
arcaica o desfasada. Por ahora no irá al museo con la rueca de hilar. Pero cuando
seamos una democracia globalizada con jueces libertarios la suprimiremos.
Modernamente existen intentos de reforma de la legislación extradicional dentro de la
Unión Europea, que aspiran a eliminarla en su sentido clásico y a sustituirla por un
procedimiento rápido y veloz de entrega de la persona reclamada. Los cimientos de
este proceso serian el mutuo reconocimiento, incondicional, sin previo examen,
automático, de las resoluciones judiciales dictadas en procedimientos penales, lo que
se justificaría en la confianza recíproca, sin reservas y aplicable casuísticamente en los
ordenamientos jurídicos penales.
Un Tratado más Ley de Extradición
  Martes 11 de Junio del 2019

Las condiciones, los efectos y el procedimiento de extradición se rigen: 1) por los


tratados internacionales; y 2) por la Ley, en lo no previsto en los tratados. Afirmar que
la extradición se rige “por los tratados internacionales” es consagrar el principio de la
legalidad, la nulla extraditio sine lege, versión del nullum crimine, nulla poena sine lege. No es
viable extraditar sin un Tratado preexistente que vincule al Estado requirente con el
Estado requerido. No cabe la analogía y solamente aquellos delitos expresamente
previstos en el hermético repertorio taxativo –y no enunciativo– de un Convenio
pueden, en principio, resultar extraditables. El Instituto de Derecho Internacional, en
su sesión de Oxford de 1880, señaló que la reciprocidad de esta materia podía estar
recomendada por la política, pero no la exigía la justicia. La resolución III del X
Congreso Internacional de Derecho Penal reunido en Roma repitió: “La condición de
la reciprocidad no está gobernada por exigencia de justicia”. Donnedieu Varbres ha
expresado, sin embargo, una tesis relativista sobre el principio de la legalidad al
sostener que la extradición era obligatoria en los casos que el delito estuviese
mencionado en un Tratado y facultativa en los demás. Jiménez de Asúa afirma que el
código es la Charta Magna de los criminales; es decir, que determina el límite de la
conducta que puede ser punible. Y tanto lo es el código como una ley. El tratado es,
para los delincuentes que escapan al extranjero y que son entregados a solicitud del
país en que el acto se cometió, la ley aplicable. El artículo en que se establecen los
delitos objeto de extradición es la Charta Magna del extraído, y el código del país en
que ha de juzgársele sólo rige bajo la condición previa del Convenio. El principio es
estrictamente aplicado por los Tribunales. Suiza, vinculada a Italia por el Convenio de
Ginebra de 1929 sobre represión de la falsa moneda, negó la entrega de los reos
Baraha y Berbardi, acusados de falsificar soberanos ingleses, pesos mexicanos y
napoleones franceses. El 16 de julio de 1952 el Tribunal Supremo helvético denegó la
extradición por considerar que “moneda” es la de curso legal, la acuñada por el
Estado, y no la que está fuera de circulación con un valor numismático. Sin embargo,
el pacto extradicional entre Suiza y Gran Bretaña señala la procedencia de la entrega.
La responsabilidad virreinal
  Martes 18 de Junio del 2019

Hablaré de historia y no de política. Hablaré de la Residencia a los virreyes. Su poder


era inmenso. Se le ha clasificado como el “alter rex” americano, como una verdadera
imagen del Monarca y hasta como una encarnación suprema del Estado español. Sin
embargo, el cargo vicerreal tenía una contingencia que lo limitaba: el Juicio de
Residencia. Se han detallado dos contrastes  en el gobierno del Virrey: el ingreso bajo
palio y la salida con la Residencia; y el del cuadro optimista y rosado de las Memorias
de los Virreyes con los Cuadernos o Expedientes de Residencia. La distancia entre las
Colonias y la Metrópoli, la inmensidad de los territorios por gobernar, la irregularidad
y restricción de los medios de comunicación, hacían que todo el derecho público
indiano reposase sobre una base de desconfianza. En esas circunstancias, los abusos
del poder y los posibles desafueros se erigían como enemigos de los intereses de la
Corona en América. Para evitarlos y para controlar los excesos es que el Estado
español estableció en Indias el régimen de las Residencias y las Visitas. Había, no
obstante, una nota que distinguía a estas dos instituciones fiscalizadoras: mientras la
Residencia no era considerada lesiva al prestigio o al honor de ninguna autoridad,
porque se decretaba siempre de un modo automático, “sin indicar sospecha o recelo
alguno hacia el funcionario que la sufre”, la Visita surgía motivada, frecuentemente,
por quejas y denuncias graves “como síntoma de insatisfacción por parte de quien las
ordena”. Las Visitas, que podían ser generales o especiales, exigían un gran tino por
parte de quien las tomaba porque, como sostenía Solórzano, había que temer la
“mucha mano y poder” de los que debían ser visitados “y estar y durar, como todavía
están y duran en sus oficios, y que así podrían tomar venganza de los que contra ellos
se quexasen o depusiesen”. Hay que recordar aquí que las Visitas afectaban al Virrey
de manera muy relativa, en cuanto era Presidente de la Audiencia, pero ni aún como
tal, el Virrey podía ser destituido o desterrado por el visitador. De donde debe
entenderse que del edificio fiscalizador forjado por España para defender el Estado,
únicamente el Juicio de Residencia era el que podía aplicarse al Virrey para examinar
su conducta. En el Perú actual debemos ejercitar ese mecanismo.
Jurisdicción punitiva
  Martes 25 de Junio del 2019

En la Asamblea Constituyente introduje entre muchas instituciones: la ratificación de


la Convención Americana de Derechos Humanos y lógicamente de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Igualmente aprobamos, por iniciativa mía, el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas. Aunque
parezca mentira, entre los constituyentes del 78 había ignorancia supina respecto a
esas jurisdicciones. Sólo conocían el Código Civil. Fue por mi iniciativa que se
ratificaron esos pactos y el debido proceso. Ahora, el Pacto de San José es una cosa
tan elemental en el mundo moderno hispanoamericano, que si no me hubieran seguido
a mí, más tarde habrían tenido que aprobarlo. Pero, el hecho concreto es que se hizo
por iniciativa mía, en un momento en que las fuerzas existentes en la Constituyente
eran reacias o ignoraban el tema. Eran especialistas en el Código Civil de 1936. Debatí
con Cornejo, en la Comisión Principal. No en el pleno de la Asamblea, porque cuando
yo llegué pronuncié un discurso, al inaugurarse la Constituyente radicalmente
antidictatorial. Entonces, Cornejo se sintió touché, tocado, y me replicó con ira e
ironía. Honestamente, para mí fue, no obstante que era yo un viejo, un sacudón que me
atacase. Así que permanecí en silencio, unos días, hasta que volví a actuar yendo a la
Comisión Permanente de la Constituyente. Allí si debatí con él. Dije que hablábamos
pero que era diferente nuestra argumentación. Claro, éramos diferentes porque a él no
lo había perseguido judicialmente, nadie. Ni habían intentado su extradición. Muy
bien. A mí me persiguieron judicialmente y fui absuelto. Gané. La extradición la gané,
también, por decisión del propio Caudillo de España, ¿no? Pero, que me lo recordaran
malignamente en público, me sacudió un poco. Cornejo Chávez fue un hombre
inteligente. No era exactamente un demócrata, ni un libertario. Era un hombre que
conocía el Derecho y argumentaba con lógica legal. Pero no se encontraba allí al
demócrata, al hombre que podía invocar principios en defensa de los derechos
humanos o de la dignidad de la persona. Era extraño a su idioma de civilista. No era
constitucionalista. No era internacionalista. Su biblia era el código civil de 1936.
Después de debates en la Comisión Principal presidida por Luis Alberto y
argumentando lo que poquísimos habíamos estudiado sobre la jurisdicción
supranacional, logramos injertarla en la ley de leyes. Fue así la Constitución de 1979
su Magna Lex. Pero sus héroes somos pocos.
El Presidente solo debe presidir
  Martes 2 de Julio del 2019

Haya de la Torre sostenía que debía despresidencializarse la presidencia en el Perú. Lo


curioso era que lo sostuviera un líder continental de su magnitud. Haya no necesitaba
de textos constitucionales para ser hipotéticamente el jefe de Estado en toda su
dimensión. Víctor Raúl fue víctima de las dictaduras desde 1933 hasta 1945 en que las
pasó en las catacumbas. Tiene que venir hoy una asamblea constituyente
plenipotenciaria para rearquitecturar el Estado peruano. Tendremos que volver a los
dos Cámaras, Senadores y Diputados, y en lo que respecta al Poder Ejecutivo, privarlo
de la magnitud presidencialista. El jefe de Estado debe ser el líder de la Nación por ser
un caudillo. Pero no porque lo diga la ley de leyes. Hemos visto en estos días los
ademanes verbales de quien ejerce la presidencia. Tiene poderes porque le son
atribuidos por la Constitución, pero no por sus condiciones personales. En el siglo XX
en política, dentro y fuera del poder solo ha habido dos líderes: Víctor Raúl Haya de la
Torre, sin cargo alguno, y Fernando Belaunde Terry presidente dos veces. Ambos han
muerto, pero Haya sigue siendo un mito, una leyenda. Pese a no haber ejercitado la
presidencia de la que fue privado dos veces por fraude, en 1962 y en 1963. En pocas
semanas comprobadas antaño la hipertrofia presidencial por ejemplo un PPK tenía
pintorescas frases pro delictivas como “estoy dispuesto a aceptar un poquito de
contrabando”. Es decir que el jefe de Estado incitaba a perpetrar delitos. Inconcebible.
Pero es así. Y eso me lleva a pensar que el Perú debe ir inmediatamente a una
asamblea constituyente, principalmente para reformar el Poder Ejecutivo. El
Presidente debe ser un instrumento del Parlamento. El eslogan será:
despresidencialicemos la presidencia de la República y parlamentalicemos el sistema.
Los fundadores de la independencia en 1822 establecieron un consejo de gobierno
como jefatura del Estado; la capitaneó inicialmente La Mar; desgraciadamente terció
Riva Agüero y se introdujo subrepticiamente la omnímoda presidencia de la
República. El general Gamarra, muerto cruentamente en Ingavi, fue la expresión más
preclara de la presidencialitis; y su mejor expresión fue la presidencia de Ramón
Castilla en 1845 y de Nicolás de Piérola en 1880 y 1895. Las presidencias a lo largo
del siglo XX fueron autocráticas. Allí tenemos la lista: Romaña, Candamo, Calderón,
Billinghurst, Benavides, Leguía, Sánchez Cerro, Prado, etc. ¿Solución?
Despresidencializar la presidencia de la República.
Extradición: un neologismo
  Martes 9 de Julio del 2019

Recuerdo que la palabra extradición, afrancesado neologismo, aparece por primera vez
en la lengua diplomática en 1804 usado en un despacho del ministro ruso, príncipe
Czartorisky, al embajador en Berlin, Alopeus. Antes se empleó los términos deditio,
remissio e intercum. Hoy se define o podemos definirla como lo hace Jiménez de Asúa
en una delimitación de alcances muy rica, pero nos atrevemos a actualizar con las
frases subrayadas: “entrega que un Estado hace a otro (o a un organismo jurisdiccional
internacional o supranacional de Naciones Unidas) de un individuo, acusado o
condenado por un delito común, que se encuentra en su territorio, para que en este país
se le enjuicie penalmente o se ejecute la pena, realizada conforme a normas
preexistentes de validez interna o internacional. De allí fluyen las siguientes
notas: a) es una entrega de carácter internacional; b) entre Estados. Aunque
modernamente tenemos la Corte Penal Internacional, a la que se puede conducir para
su juzgamiento a responsables de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de
guerra, conforme a los artículos 6°, 7° y 8° del Estatuto de Roma de la CPI aprobado
el 17 de julio de 1998 por la conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las
Naciones Unidas sobre el establecimiento de una corte penal internacional; c) el
individuo debe estar acusado o condenado; aunque más exactamente sería decir
procesado con orden de detención o condenado en su presencia; d) puede ser
solicitada para enjuiciarlo o para ejecutar la pena, que puede ser también una medida
de seguridad; e) la legitimación debe ser en virtud de normas preexistentes de validez
interna o externa; esto comporta el nullumcrimene nulla poena sine lege y de allí se
desprende que el delito puede haber  sido tipificado por los ordenamientos nacionales
o por ius cogens internacional, tales como el genocidio. Recuérdese a este respecto
que el segundo ítem del artículo 15° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos dice: “Nada de lo dispuesto en este artículo se opondrá al juicio ni a la
condena de una persona por actos y omisiones que, en el momento de cometerse
fueron delictivos según los principios generales del derecho reconocidos por la
comunidad internacional”. De manera más radical, la Convención para la Protección
de los Derechos humanos y Libertades Fundamentales (Roma, 1950) aplicable en
Europa, instrumento mellizo de nuestro Pacto de San José reiteradamente invocado y
mencionado en sus fallos por la Corte Interamericana.
Los jueces del juicio político
  Martes 16 de Julio del 2019

Como el juicio político no es un procedimiento inquisitorial, en el que las personas de


acusador y juzgador estén reunidas en una sola, es importante averiguar quién debe
desempeñar esas tareas. Empecemos por el fiscal. ¿Quién debe acusar? ¿Quién es el
más competente para asumir la tarea de representar a la Nación y acusar al Presidente
de la República por haber infringido normas constitucionales o legales? Hay sistemas
principales intentando dar respuestas a estas interrogantes: por ejemplo. a) El
Ministerio Público y b) La Acción Popular. Analicemos cada uno de estos regímenes.
Comencemos: El Ministerio Público. Recomendar que el fiscal de la Nación sea quien
acuse al Presidente de la República es discutible.
Esperar que una persona de oficio controle los actos presidenciales es ilusorio. Es
difícil que un magistrado judicial, por más honesto que pudiera ser, asuma la tarea
obligada de fiscalizar, a manera de gran censor, la política nacional  y acuse al
Presidente de la República por haber violado la Constitución o la ley. Dentro de este
sistema, los delitos oficiales quedarían impunes.
El fiscal, temeroso de poner en marcha una maquinaria tan complicada como la del
juicio político, siempre estaría a la caza de tácticas y triquiñuelas legales para no
cumplir con su deber. Y es que más temor que a la destitución del Presidente, le
tendría a la absolución de ese alto funcionario. Sobre todo en países como el nuestro,
donde el Presidente “reina y gobierna” siguiendo una pentacentenaria tradición
absolutista que lo convierte en el centro de vida nacional.
De esta opinión es Carlos María Sanz, quien nos dice: como en casi todas las
Constituciones esos dignatarios obtienen su nombramiento por iniciativa del
Presidente de la Nación, resultaría que este último se preocuparía ante todo, no de la
competencia del fiscal, sino de su amistad partidista para impedir el juicio político.
Y Acción Popular. Este recurso acusatorio es el de mayor prosapia democrática.
Creemos que no cabe discutir que tiene sus títulos expeditos para ser incorporado
como sistema de una Ley de Responsabilidad de Altos Funcionarios. Pero no
suponemos que deba ser la única vía acusatoria. Esta disposición, por la que se
permitiera a cualquier ciudadano el derecho de denunciar al Primer Magistrado de la
Nación, lleva siempre aparejada una sanción: la del castigo del denunciante cuando se
comprueba que ha actuado con mala fe, con propósito calumnioso, difamador.
El Apra Rebelde
  Martes 23 de Julio del 2019

Soy aprista y estoy reinscrito en el partido, desde hace más de sesenta años. Partiendo
de ese antecedente me ocuparé de un gravísimo error político que perpetré, cuando
colaboré con el aprismo disidente capitaneado por Luis de Puente Uceda. Me retracté
de ese error y volví al PAP sin ninguna sanción ni discriminación.
Era entonces un radical, un termocéfalo y eso me llevó a ver con simpatía la influencia
de Fidel Castro en las filas del Apra, lo que dio lugar a la formación del Apra Rebelde,
capitaneada desde la cárcel, donde estaba injustamente preso De la Puente, quien años
más tarde moriría asesinado por tropas militaristas enfrentadas a su utópica guerrilla.
Cuando se produjo la Revolución Cubana, su influencia llegó al Partido Aprista; yo fui
de los influenciados. Pero Haya de la Torre, con gran visión no claudicó ante esa
fuerza que aparecía como romántica. Pese a su advertencia moral, yo empecé a asistir
a las reuniones de lo que se autollamó Apra Rebelde, en su local  situado en el Jr.
Áncash.
Todos los apristas que asistían a esas reuniones fueron expulsados del PAP. Yo no. Y
es que su fidelismo los había llevado, usurpando el nombre del Apra, a convocar a una
asamblea. Torpe e ingenuamente presidí su primera Asamblea. Pese a que se cantaba
la Marsellesa aprista al comenzar y cerrar las sesiones, los discursos de los miembros
eran más de un tono leninista o estalinista.
El movimiento se hipotecó paulatina pero vertiginosamente en doctrinas no apristas,
pese a que invocaban libros hayistas, como “El Antimperialismo y el Apra”. La
situación se me volvió intolerable y remití una carta declarando que me apartaba
definitivamente de esa organización. Lleno de nostalgia y pesadumbre por mis yerros,
me reacerqué a las filas del Apra. No tuve que hacer muchos alegatos para ser
readmitido.
El propio Haya me convocó a su despacho y me invitó a viajar a Huancayo. Allí fue
donde me dijo que me amnistiaba por mis yerros pero que esperará la decisión de la
Secretaría Nacional de Disciplina sobre mi estatus. Es decir que pese a mis vaivenes se
me consideraba un aprista. La prueba fehaciente se hallaba en que pese a mi conducta
y a mi sometimiento disciplinario, Víctor Raúl me llevó de viaje con él.
Disciplinariamente el caso fue resuelto y volví con todos los honores al partido del que
soy miembro hace lustros.
La única Constitución: 1979
  Martes 30 de Julio del 2019

El Tribunal Constitucional, en la sentencia del 10 de diciembre de 2003, recaída en el


caso Borea y cinco mil ciudadanos (Expediente 0014-2003- AL/TC), legitimó la Carta
de Haya de la Torre con la siguiente argumentación que resumimos:
A) Que quienes impulsaron la creación de la Constitución DE 1993 carecían de
legitimidad y que su propósito era camuflar el nefasto golpe del 5 de abril de 1992.
B) Que dicho acto fue un delito contra los poderes del Estado y el orden constitucional.
C) Que dicha Constitución de 1993 generó corrupción generada por el uso arbitrario
del poder.
D) Que la elección del CCD fue obtenida por coacción y con visos de fraude.
E) Que la ratificación en referendo del texto aprobado por el CCD resulta dudosa y,
por lo tanto, cuestionable el origen de la Constitución de 1993.
F) Que la elección del CCD y el referendo carecían de garantías y libertades
mínimas. G) Que el Ministerio Público debería promover denuncia penal contra todos
los sujetos que por acción u omisión hubieran contribuido dolosamente a delitos
contra la voluntad popular.
H) Que la única Constitución no promulgada por el militarismo ni por golpes de
Estado es la de 1979.
I) Que fue expedida por la propia Asamblea Constituyente y publicada por el
presidente Belaunde.
J) Que no se cuestiona la legitimidad de la Carta de 1979 y que todas las demás tienen
un déficit de legitimidad de origen. Y que por ejemplo la Carta de 1860 fue
sancionada por un Congreso ordinario que se arrogó facultades constituyentes.
K) Que debería aplicárseles a los golpistas el artículo 307 de la Constitución política
de 1979, que es precisamente el artículo que declara invulnerable dicha ley de leyes. Y
que si sobrevive, sobrevive con todo el texto constitucional. Dicho numeral está
inspirado en el artículo 136 de la Constitución mexicana de Querétaro.
Por ello, no existe más Constitución en el Perú que la de 1979, que es la que vale
aunque no sea obedecida, y su artículo 307 permite esa vigencia en tanto y cuanto no
se derogue a través de los medios que ella misma dispone. Dura lex sed lex. Dura ley es la
ley.
Test Penal
  Martes 6 de Agosto del 2019

Las definiciones aprioristas son demasiado gaseosas; es imprescindible apelar a algún


tipo de comprobación para diagnosticar si nos enfrentamos a delitos políticos o
comunes. Ortolán, en la auscultación de esta fenomenología, propone una triple
pregunta: ¿Cuál es la persona directamente vulnerada por el delito? El Estado; ¿en qué
especie de Derecho se encuentra vulnerado el Estado? En el Derecho correspondiente
a su organización social o política. ¿Qué genero de interés tiene en su reparación? Un
Derecho o interés concernientes a su organización social o política. Asimismo, decía
que, sí se daba esa triple respuesta, el caso era político. Pero me parece que este test no
es suficiente. Se refiere a los casos políticos puros y no a casos que, vulnerando bienes
privados, pueden ser políticos por su intencionalidad o sus consecuencias.
En general, los tratadistas se escinden en tres sectores: a) los subjetivistas que buscan
escrutar el ánimo del delincuente (Ferri, Jiménez de Asúa, Ruiz Funes, Eusebio
Gómez, Quintano Ripollés, Bramont Arias); b) los objetivistas (Donnedieu de Varbres,
Litz, Cuello Calón) que se inclinan por la tesis de inquirir el bien jurídico lesionado;
tesis por la que se pronuncia, por ejemplo, la ley de extradición española de 1958, ya
que expresa en su artículo 6°, inciso 6, no interesar las alegaciones formuladas por el
delincuente sobre los motivos de su acción; y c) los partidarios del sincretismo o sistema mixto,
exigentes de la concurrencia de los elementos objetivos y subjetivos para tipificar el
delito político; para los subjetivistas es así necesario examinar el hecho delictuoso
sondeando: a) los motivos o móviles: las causas eficientes; b) la causa final: el objeto
de la acción strictu sensu. Para los objetivistas es fundamental que el hecho infrinja los
derechos pertenecientes al Estado como potencia pública; es decir, su independencia,
soberanía, instituciones. Pero debemos agregar un matiz sustantivo para pulsar si un
affaire es o no político: el medio empleado.
Si ese medio es vandálico, de peligro común, contra el derecho de gentes, no puede
recibir la dignidad de delito político. Hitler era un político y orador extraordinario que
ganó el poder en las urnas y algunos de sus objetivos eran también políticos:
pangermanismo, denuncia del Tratado de Versalles, unión con Austria, etc. Pero los
métodos fueron crueles: guerra relámpago, racismo, exterminio de los judíos. No era
así político sino un terrorismo de Estado, razón por la cual los jerarcas nazis fueron
colgados en Nuremberg.

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