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EL MUNDO DESDE LOS OJOS DE UNA SERPIENTE

06/03/2016 DAVID LÓPEZ BOSCH 5 COMENTARIS


Imagina que eres una serpiente. Te arrastras arras de suelo, con un cuerpo largo y
delgado detrás. No tienes orejas y aunque tus ojos son grandes y están bien
desarrollados, no puedes parpadear. Constantemente sacas la lengua, cosa que
te informa de todo lo que ha pasado a tu alrededor, especialmente el olor del
suculento ratón que llevas días buscando. Los ofidios han sufrido tantas
modificaciones corporales que sus sentidos han tenido que adaptarse a su estilo
de vida. Con más de 3.000 especies actuales de serpientes es difícil generalizar,
pero en esta entrada explicaremos algunas de las adaptaciones sensoriales más
curiosas de los ofidios actuales, intentando arrojar algo de luz al mundo de estos
animales tan fascinantes e injustamente tratados.

OLFATO: PROBANDO EL AIRE


Uno de los sentidos más desarrollados de los ofidios es el olfato. Es sabido que
las serpientes utilizan la lengua para oler el aire y detectar sustancias químicas.
Antes se creía que las serpientes sólo utilizaban la lengua para oler y que el
epitelio nasal solo servía para activar este mecanismo. Ahora sabemos que las
serpientes huelen utilizando tanto la nariz como la lengua, aunque ésta les es más
útil en determinadas situaciones.
Imagen de microscopio de un corte transversal del cráneo de una serpiente, en la
que se ve el epitelio olfativo, tanto de la cavidad nasal como del órgano
vomeronasal.

Las serpientes prueban el aire mediante la lengua y el órgano vomeronasal u


órgano de Jacobson. Este órgano no es exclusivo de las serpientes, ya que se
encuentra también en otros lagartos, algunas salamandras y en muchos
mamíferos. El órgano vomeronasal sirve para detectar sustancias químicas no
volátiles (que necesitan contacto directo con el epitelio para ser detectadas) como
por ejemplo feromonas o el rastro de una presa.

Esquema de la posición del órgano vomeronasal. Éste se forma durante el


desarrollo embrionario a partir de la cavidad nasal y tiene una apertura al paladar.

La inconfundible lengua bífida de las serpientes está muy especializada en


transportar partículas al órgano vomeronasal. Ésta presenta un seguido de papilas
o depresiones (dependiendo de la especie) microscópicas que ayudan a la
captación y retención de partículas olorosas. Después lleva esta información hasta
el paladar, donde entra en contacto con el órgano vomeronasal.

Los varanos (parientes de las serpientes) también presentan una lengua bífida que
les permite oler el aire. Foto de un varano acuático (Varanus salvator) en la India.
Las serpientes sacan la lengua al aire o contra alguna superficie para recoger
“muestras químicas” del ambiente. Además, se cree que el hecho de que la lengua
sea bífida les sirve para detectar mejor la dirección de donde viene el estímulo, ya
que la información que obtienen de cada punta de la lengua va a una de las dos
cavidades del órgano vomeronasal y viaja hasta el cerebro por vías separadas.

Foto de una culebra de collar (Natrix natrix) sacando la lengua para probar el aire.

Las serpientes utilizan esta información química para rastrear presas, buscar
pareja y detectar el estado reproductor de otro individuo. Además, en un artículo
reciente se ha estudiado como las serpientes (gracias a su sentido del olfato) eran
capaces de reconocer a sus hermanos y familiares, escogiéndoles ante un
desconocido para compartir sus refugios de hibernación.

OÍDO: ESCUCHAR SIN OÍDOS


El oído es uno de los sentidos menos desarrollados de los ofidios. La falta de oído
externo hizo que durante mucho tiempo se pensase que las serpientes eran
sordas. Aun así, recientemente se ha comprobado que las serpientes sí que tienen
diferentes métodos para detectar diferentes tipos de vibraciones.
Retrat
o de una pitón de la India (Python molurus) en el que se ve claramente la ausencia
de oído externo.

Como ya comentamos en una entrada anterior, las serpientes no presentan ni oído


externo ni tímpanos. Aun así, sí que presentan todos los elementos del oído
interno característicos de los tetrápodos. Lo que cambia es el método de
transmisión de los estímulos vibracionales, que en los ofidios se lleva a cabo
mediante un hueso llamado columella.
Esquema del aparato auditivo de una serpiente cualquiera. Imagen de Dan
Dourson.

La columella es un pequeño hueso largo y delgado que está atado mediante


ligamientos y tejidos cartilaginosos a la parte posterior de la mandíbula superior y
se articula con la mandíbula inferior. Las serpientes tienen una a cada lado del
cráneo y realizan una función equivalente a los estribos (huesos del oído medio de
los mamíferos). Las columellas están completamente envueltas de tejidos de
manera que las vibraciones, tanto aéreas como terrestres o acuáticas, son
transmitidas a estos huesos, los cuáles se encuentran en contacto con el líquido
del oído interno.

Aun así, la sensibilidad de las serpientes a las ondas aéreas es bastante limitada.
Por ejemplo, mientras que los seres humanos podemos oír vibraciones aéreas de
entre 20 y 20.000 Hz, las serpientes sólo detectan vibraciones entre los 50 y 1.000
Hz. Aún y teniendo un rango auditivo tan limitado, en algunas especies de
serpientes se ha visto que el aparato auditivo puede recibir estímulos vibratorios
de cualquier parte del cuerpo, ya que éstos se transmiten a través de los tejidos
hasta las columellas.

Las serpientes acuáticas como la anaconda (Eunectes murinus) pueden detectar


con todo el cuerpo los sonidos de animales moviéndose bajo el agua.

Aún con las limitaciones que tienen para detectar ondas aéreas, lo que se les da
mejor es detectar vibraciones provenientes del suelo o del agua. La mayoría de
serpientes pueden detectar con gran precisión la vibración causada por los pasos
de una presa apoyando la mandíbula inferior (que está en contacto con las
columellas) al sustrato.
La víbora cornuda arábica
(Cerastes gasperettii) es una serpiente que vive en desiertos arenosos, donde el
terreno permite una gran transmisión de vibraciones terrestres. Imagen de Zuhair
Amr.

VISTA: LUZ Y COLOR


Los ojos de las serpientes no difieren mucho de los del resto de vertebrados
terrestres. Pero sí que tienen algunas características especiales, debido
seguramente a sus orígenes subterráneos o subacuáticos. La mayoría de
científicos creen que las serpientes por decirlo de algún modo, tuvieron que
“reinventar sus ojos”.

Los ofidios más 


primitivos, como esta serpiente ciega europea (Typhlops vermicularis), tienen ojos
pequeños y poco desarrollados. Imagen de Kiril Kapustin.
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La estructura del ojo es prácticamente igual que en el resto de tetrápodos. Una
diferencia es el método de enfoque que, mientras que en el resto de tetrápodos el
ojo enfoca cambiando la curvatura del cristalino, las serpientes enfocan moviendo
el cristalino adelante y atrás. Además, mientras que casi todos los vertebrados
terrestres tienen párpados que protegen el ojo, las serpientes tienen una escama
ocular transparente que se renueva cada vez que mudan de piel.

Víbora ratonera (Pantherophis


obsoletus) a punto de mudar de piel, momento en que la escama ocular se ve
opaca. Foto de Bob Warrick.
Dependiendo del estilo de vida de la serpiente su visión presenta adaptaciones
diferentes, aunque en la mayoría de especies la retina presenta tanto bastones
(sensibles en condiciones de poca luz) como conos (permiten ver los detalles y el
color). Las serpientes subterráneas más primitivas presentan ojos bastante
simples, con sólo bastones que les permiten diferenciar la luz de la oscuridad. En
cambio la mayoría de serpientes diurnas presentan pupilas redondas con conos y
bastones.

Muchas serpientes
arborícolas como esta serpiente látigo verde (Ahaetulla nasuta) presentan pupilas
horizontales que les permiten aumentar su campo de visión, haciendo que puedan
calcular mejor las distancias entre rama y rama. Foto de Shyamal.
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Aparte de la luz visible, algunas serpientes pueden ver otras longitudes de onda.
Los crótalos y algunos pitonomorfos (pitones y boas) pueden detectar la radiación
infrarroja, pudiendo ver la signatura térmica de su alrededor. Esto les resulta
extremamente útil para detectar las presas en condiciones de poca luz, ya que
pueden percibir su calor corporal.

Fotos de una pitón y un crótalo donde


se señalan tanto las narinas (flechas negras) como las cavidades
termorreceptoras (flechas rojas). Imagen de Serpent nirvana.
Esto lo consiguen mediante las cavidades termorreceptoras, unas cavidades que
han aparecido independientemente en los crótalos y en los pitonomorfos. Mientras
que los crótalos sólo presentan un par de fosetas loreales a ambos lados del
hocico, los pitonomorfos presentan varias fosetas labiales en el labio superior o en
el inferior. Aunque tienen menos, las de los crótalos son más sensibles que las de
las pitones.
Esquema de la estructura de la cavidad
termorreceptora de un crótalo. Ésta presenta una membrana sensible a los
cambios de temperatura, detrás de la cual hay una cámara con aire y nervios
sensibles al calor. Este aire se dilata con los incrementos de temperatura y activa
el nervio trigémino. Imagen de Serpent nirvana.
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Estas fosetas son extremadamente sensibles y pueden detectar cambios de
temperatura de hasta 0,001°C. El nervio trigémino llega al cerebro vía el tectum
óptico, haciendo que la imagen detectada por los ojos se superponga con la
imagen infrarroja de las fosetas. Ésto hace que estas serpientes detecten tanto la
luz visible (como nosotros) como la radiación infrarroja, de una forma que a
nosotros nos resulta imposible de imaginar.
Vídeo de BBCWorldwide en el que se nos explica como una cascabel de los
bosques (Crotalus horridus) utiliza su detección de la radiación infrarroja para
cazar una rata en la oscuridad.
Como habéis visto, las serpientes perciben el mundo de forma muy diferente a la
nuestra. Las serpientes no dejan indiferente a nadie y, de la misma forma que
distintas personas ven a las serpientes de formas diferentes, las diferentes
especies de ofidios presentan adaptaciones diferentes y diversas para percibir el
mundo que les rodea. Esperemos que con esta entrada hayáis podido entender un
poco mejor el increíble mundo en el que viven las serpientes.

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