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1Instituciones Judías en el Nuevo Testamento

Darwin Enrique Plaza Cárdenas.

Profesor
Charles Fontalvo
Teólogo

Corporación Universitaria Reformada.


Facultad de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades.
Programa de Teología I.
Nuevo Testamento I
Septiembre 2017
Contenidos

Capítulo 1 Introducción e información general...................................................................1


Capítulo 2 Instituciones Judías en el Nuevo Testamento...................................................2
 El Templo............................................................................................................2
 El Culto
 Objetivos del Culto
 La Sinagoga
 La Ley y el Sábado
Capítulo 3 Conclusiones......................................................................................................5
List of References................................................................................................................6
Introducción e información general

Los sociólogos han definido la Institución como un Sistema complejo de normas y


relaciones sociales. Una estructura relativamente permanentes de modelos, roles
y relaciones sociales sancionados y unificados con el fin de satisfacer ciertas
necesidades sociales. Teniendo esta definición es menester analizar y describir
las principales instituciones judías en los Tiempos de Jesús. Por consiguiente, el
presente trabajo tiene como objetivo realizar una breve descripción de las
principales instituciones judía como; El templo, la Sinagoga, el Culto judío, el
sábado y la ley y analizar la reacción de Jesús frente a las instituciones
mencionadas.

Capítulo 2

Instituciones Judias en el Nuevo Testamento


El Templo

En todas las religiones y culturas el Templo ha sido una institución de mayor


importancia ya que representaba la presencia de divinidades y se establecían
categorizaciones de sacralidad de los espacios, tal como lo afirma Mircea Eliade

“Hay, pues, un espacio sagrado y, por consiguiente, «fuerte», significativo, y hay


otros espacios no consagrados y, por consiguiente, sin estructura ni consistencia;
en una palabra: amorfos. Más aún: para el hombre religioso esta ausencia de
homogeneidad espacial se traduce en la experiencia de una oposición entre el
espacio sagrado, el único que es real, que existe realmente, y todo el resto, la
extensión informe que le rodea”. (Mircea Eliade Lo sagrado y lo profano, 2011.
El templo constituía el único lugar donde Dios podía ser adorado de una manera
correcta y verdadera. Por supuesto, las casas y las sinagogas eran lugares de
oración, pero la adoración estricta, conforme a la Ley, tenía como sede el
Templo. La construcción del Templo que conoció Jesús y sus discípulos había
sido iniciado por Herodes el Grande el año 20 a. de C., en un intento de
congraciarse con los judíos. La obra de construcción duró décadas. Jesús no
llegó a verlo terminado porque, de hecho, los trabajos - que daban empleo a
multitud de personas - sólo concluyeron el año 64 d. de C., poco más de un
lustro antes de ser destruido por los romanos.

De área rectangular, más ancho por el norte que por el sur, se hallaba situado
sobre el monte Moría, una colina enclavada en el lado inferior u oriental de
Jerusalén. El Templo se hallaba rodeado de murallas con almenas pero
desconocemos con precisión donde estaban situadas sus cinco puertas.
Entrando por la puerta sur, se llegaba al patio de los gentiles, destinado a no
judíos. A algo más de un metro de este patio se hallaba el santuario, al cual se
accedía a través de nueve puertas y no podían entrar los no judíos. Sin embargo
tenían la posibilidad de ofrecer, por medio de los sacerdotes judíos, sus ofrendas
a Dios.
De oriente a poniente, se encontraba el patio de las mujeres, al que podían
pasar las mujeres judías, pero sin traspasarlo hacia el patio de Israel, donde
podía penetrar todo varón israelita con la edad adecuada y tras purificarse
debidamente.
Separado por una balaustrada baja, se encontraba el patio de los sacerdotes. Al
frente el altar de los holocaustos donde, diariamente, realizaban sus sacrificios
los sacerdotes.

Este contaba con el extenso atrio, altar de sacrificios, se hallaba el altar del
incienso, una mesa para el pan de las proposiciones, el candelabro de oro con
siete brazos y En el lugar santísimo se encontraba el Arca del Testimonio que
contenía la Ley, mana y la vara de Aarón, que estaba separado del anterior
mediante una cortina o velo ricamente bordada.

En el interior no había muebles ni, por supuesto, imágenes por cuanto el


Decálogo las prohibía.
Como institución, el Templo se mantenía mediante un sistema de contribuciones
muy bien elaborado, desde los diezmos hasta la tributación especial y las
ofrendas relacionadas con el rescate de los primogénitos varones, etc.

En tiempo de Jesús el Templo de Jerusalén constituía un auténtico emporio


comercial y el culto a Yahvé se centraba en él. Era necesario acudir a éste tres
veces al año, durante las llamadas fiestas de peregrinación, para realizar
diversos sacrificios y entregar ofrendas.
Los sacerdotes y levitas, administraban el culto en el Templo desempeñaban
los llamados oficios sagrados, como custodiar y limpiar el Templo, preparar los
animales y la leña para los sacrificios, y cantar salmos durante las celebraciones
públicas.
Cada mañana y cada tarde, se ofrecía un holocausto en favor del pueblo
consistente en un cordero macho de un año, sin mancha ni defecto,
acompañado por una ofrenda de comida y otra de bebida, quema de incienso,
música y oraciones.
Los sacerdotes y levitas se mantenían con los tributos obligatorios para todos los
judíos. Existía también la costumbre de reunirse cada sábado en las sinagogas.
El culto en el Templo era administrado por los sacerdotes, y las reuniones en las
sinagogas promovidas por laicos. En las sinagogas no se llevaban a cabo
sacrificios como en el Templo, tan solo se leían y comentaban los textos
sagrados.
El Culto

Lo fundamental del culto del Templo eran los sacrificios de animales que se
hacían dos veces al día, a la mañana y al atardecer, además de los sacrificios
individuales que pudieran ofrecerse. Los sacrificios los ofrecían los sacerdotes
divididos en 24 grupos que volvían a sus casas y a sus oficios una vez
terminado su turno. El culto del templo requería una multitud de servicios que
estaban perfectamente organizados y distribuidos entre el personal del Templo,
en los que entraban los sacerdotes, pero también los levitas, incluso algunas
delegaciones de laicos cuya labor era rezar mientras los sacerdotes
sacrificaban. Tanto las actividades diarias como la organización están descritas
detalladamente en el tratado qodasim de la Mishná.

Había un encargado de despertar a los demás antes de la salida del sol, y otro
de sortear y distribuir las múltiples tareas que suponía el culto: limpiar el altar,
matar el cordero, recoger la sangre, partirlo en doce trozos... Una vez hechos los
preparativos, los levitas abrían las puertas, y se encendían cinco brazos del
candelabro; los sacerdotes y levitas se reunían a rezar el Shemá y las
bendiciones, después se encendían los dos brazos restantes, se ofrecía el
incienso (se hacía por suertes) y se bendecía al pueblo; después se ofrecía el
cordero, doce sacerdotes, por suertes, llevaban los trozos al sacerdote que le
había tocado oficiar, quien los arrojaba al fuego. Sólo cuando había finalizado el
sacrificio oficial se realizaban los sacrificios personales. En ciertos días de fiesta
el sacrificio era seguido por la lectura de la Ley. Y los sábados se ofrecía un
tercer cordero por todo el pueblo.

Todo Israelita varón mayor de doce años tenía la obligación de acudir al templo
al menos una vez al año, preferentemente por la fiesta de Pascua (Ex 23, 17; Dt
16, 16), aunque también se recomendaba acudir en Pentecostés y en Sukkot
(las Tiendas). Los judíos que habitaban en la Diáspora raramente acudían, y los
que se encontraban en Palestina, normalmente acudían en Pascua. Entonces se
hacía el sacrificio de un cordero por familia que había de consumirse esa misma
noche, fuera del templo pero dentro de Jerusalén.

La participación en el culto, así como el acceso al santuario estaban regulados


por las leyes de pureza ritual. Tanto los sacerdotes como los fieles, incluso los
animales, debían cumplir unos requisitos de pureza y de ritos de purificación que
los hiciera aptos para entrar en el recinto y acercarse, en grados diferentes, allí
donde habitaba la gloria de Yahveh, el Santo de los Santos, el lugar sagrado
-separado-por excelencia, el centro del universo.

Para evitar que los animales se dañaran por el camino y quedaran ritualmente
impuros solían comprarse allí mismo. Por eso, en el atrio exterior del templo, y
en la explanada sur, donde estaban las principales escalinatas de acceso por
donde entraba el pueblo, solían ponerse los puestos y las mesas de los
vendedores, y también las de los cambistas, pues las transacciones que se
hacían en el Templo requerían una moneda especial que había que cambiar en
el lugar.

En cuanto al grado de pureza requerido a las personas se podía alcanzar


mediante ritos de purificación, en el caso de haber quedado impuro por algo
como haber tocado un cadáver, una polución, menstruación, dar a luz... En ese
caso, abluciones y tiempo de exposición al sol solían ser los requisitos. Pero,
cada persona, por nacimiento (varón, mujer, no sacerdote, gentil...), estado físico
(cojos, ciegos, leprosos...), o por oficio (pastores, curtidores...) poseía un grado
de pureza que le hacía acreedor a un puesto u otro respecto al santo de los
santos, y por lo tanto, respecto a la presencia de Yahveh: gentiles, lisiados,
mujeres, varones laicos, sacerdotes y levitas, y sumo sacerdote eran los grados
de cercanía al Santo por excelencia.
Objetivos del Culto Sacrificial

Había dos tipos de sacrificios, el de expiación para perdón de los pecados; y el


de comunión. En el primero la víctima era quemada totalmente, mientras en el
segundo, parte de ella era quemada y parte comida por los oferentes,
simbolizando, en esa asociación en la comida, la comunión con Yahveh.

El culto sacrificial tenía una lógica implícita y compartida culturalmente. El objeto


ofrecido, el animal puro y sin tacha, representaba al oferente que también debía
estarlo. La impureza era todo aquello que significaba mezcla, quiebra de la
totalidad o la perfección, cercanía con la muerte. Y la razón era que se pensaba
a Dios como lo perfecto, la vida, la totalidad por antonomasia. El sacerdote
tomaba la ofrenda y la llevaba a un lugar intermedio (el altar) entre el espacio del
oferente y el de Dios. Allí era sacrificada, es decir, era separada para Dios y
entraba en su espacio. El sacerdote, así pues, actuaba como un puente entre
Dios y el oferente. Por medio de él y de su actividad en esa zona marginal (el
altar), la ofrenda pasaba al mundo de Dios y los beneficios de Dios (perdón,
comunión...) pasaban al oferente. El sacrificio significaba una interacción entre
Dios y el pueblo de Dios.

¿Cuál era la actitud de los contemporáneos de Jesús ante el culto y el templo?


A pesar que el Templo era unos de los pilares de la religión judía, había
diferentes posiciones respecto a él. Los fariseos respetaban el Templo y su
culto, y deseaban traspasar su grado de pureza a la vida diaria. Los esenios de
Qumrán respetaban el Templo pero no reconocían el sacerdocio que lo dirigía;
consideraban que su comunidad hacía de verdadero Templo. Juan Bautista y
sus discípulos eran más bien ajenos y contrarios a la institución del Templo. La
mayoría de los judíos tenía en estima el Templo, incluso el sacerdocio, a pesar
de que los últimos sumos sacerdotes no pertenecían a la tradicional línea
legítima sadoquita y habían sido nombrados por Herodes, según sus
conveniencias.

¿Cuál era actitud de Jesús frente al Templo?


En el evangelio de Mc 11:15-20 y otros paralelos, donde se narra la acción, sin
duda simbólica, en la que Jesús echa por tierra las mesas de los cambistas y los
puestos de palomas.
Mucho se ha discutido sobre el significado de este episodio. Desde una
intervención armada hasta la interpretación más clásica de la purificación del
culto sacrificial por otro más espiritual, o bien la purificación del comercio y los
supuestos abusos económicos de los sacerdotes.
Frente a esta discusión el autor Carmen Bernabé afirma con relación a la actitud
de Jesús frente al Templo lo siguiente En Mc 11, 15-20; Mt 21, 2-13; Lc 19, 45-
48 encontramos la acción de Jesús interpretada por la comunidad postpascual
mediante citas de Is 56, 7 y Jer 7, 11, en la línea de una crítica al uso de la
religión y su utilización para la injusticia y la exclusión. Sin embargo, en Jn 2, 14-
16 encontramos el episodio de forma algo diferente, pues, además de
presentarlo al comienzo de su ministerio y de las citas veterotestamentarias,
esta vez Zc 14, 21 y Sal 69, 10, se nos transmiten unas palabras proféticas de
Jesús que dan razón de su acción ("Destruid este santuario y en tres días lo
reconstruiré", 2, 19). Aunque dichas palabras y los versículos posteriores dejan
ver la interpretación post-pascual de la comunidad y la actividad redaccional del
evangelista, tienen muchas probabilidades de remontarse hasta el Jesús
histórico. El criterio de múltiple atestación, entre otros, da pie a tal afirmación,
pues de hecho las palabras sobre la destrucción (y quizá la reconstrucción,
aunque esto es más inseguro) del Templo se encuentran en todos los
evangelistas, aunque en diferentes lugares, e incluso varias veces en cada uno
de ellos. Aparecen con ocasión del discurso escatológico (Mc 13, 1-3; Mt 24, 1-
2; Lc 21, 5-6); constituye una de las acusaciones más importantes en el juicio de
Jesús (Mc 14, 58; Mt 26, 61), y una de las burlas que le hacen cuando está en la
cruz (Mc 15, 29; Mt 27, 40). En Lucas no se encuentra en el juicio y la cruz, pero
lo hace en Hch 6, 14 durante el asesinato de Esteban, y también allí aparece
como alusión a una acusación hecha a Jesús
(http://www.DNI.org/I/instituciones.htm)
El alcance del accionar de Jesús iba dirigido al Sistema Cultual, para los
sacrificios y sus declaraciones antes mencionadas sobre la destrucción del
Templo parece confirmarlo, por lo que se puede afirmar que Jesús está
anunciando el final de ese sistema Cultual de exclusión.

La Sinagoga

A diferencia del Templo judío que es un espacio sagrado para la adoración y


otros elementos rituales, la sinagoga se refiere a la congregación religiosa,
asamblea. Su significado apela no tanto al espacio físico, sino al aspecto
comunitario de la reunión. En este sitio se reunían para debatir temas de interés
comunitario de naturaleza religioso
La sinagoga estaba organizada de la siguiente manera; el archisinagogo o
presidente de la sinagoga, era el encargado del culto público y realizar las
invitaciones al orador. Por otro lado, encontramos dentro de la división de la
sinagoga al “limosnero” cuya función principal era la colecta para los pobres,
y por ultimo “el ministro de la sinagoga” su tarea consistía en preparar los textos
sagrados para el servicio y reponerlos en su lugar una vez finalizado éste; se
encargaba también de anunciar el comienzo y el final del sábado a toque de
trompeta.

La Ley y el Sábado
Pocas instituciones de Israel son tan antiguas y peculiares como la Ley. Se ha
observado que la reglamentación del Pentateuco refleja las condiciones de vida
de una Palestina interior semisedentarizada, ajena todavía a la navegación,
minería y prácticamente a cualquier tipo de industria. Esto corresponde a un
periodo relativamente arcaico (H Cazelles, Historia Política de Israel desde los
Orígenes, 1984, P 86-87) en el que los israelitas vivían en estrecha relación con
otros pueblos. Cabría prever que su ley reflejara los usos de eso pueblos y que
tanto en su forma como en su contenido, respondiera a las de una sociedad
agrícola y ganadera no muy distinta, en sus parámetros socioeconómicos a la de
los pueblos mediterráneo de la época.
Ya en la época de Jesús la Ley seguía siendo un símbolo de identidad nacional.
Había sido otorgada por Dios como consecuencia de un Pacto, aceptada y
establecida entre el mismo Dios y su pueblo y ratificaba su elección. Por
consiguiente la Ley era también un símbolo de su elección así como de su
peculiaridad y separación de Israel de los demás pueblos. Allí estaban
contenidas por diferentes códigos procedentes de diferentes épocas y
situaciones habían pasado a denominarse de forma unitaria la ley. Entre las
leyes más significativas estaban el descanso sabático, las leyes de la pureza y
divorcio.
Las leyes de pureza prestaban también mucha atención a las comidas y a la
sexualidad, y ello se entiende bien desde la antropología cultural. Las
sociedades muy preocupadas por su identidad y su supervivencia vigilan mucho
las entradas y las salidas, las fronteras de su grupo, del cuerpo social, con quien
se come y con quien se casan; y semejante cuidado lo tienen también respecto
al cuerpo físico y personal que constituye un microcosmos del cuerpo social.

Reacción de Jesús frente a la Ley


Jesús cuestiona estas leyes y las relativiza (Mc 7, 15ss; Mt 15, 11), denunciando
la búsqueda formal de seguridad (Lc 11, 39; Mt 23, 25). Pero, sobre todo, era en
las comidas donde se hacía palpable esta actitud. Al contrario de los Fariseos o
el grupo de Qumrán que no comían sino con los de su grupo y siguiendo unas
estrictas reglas de pureza, Jesús y sus discípulos comían con aquellos que eran
considerados impuros e incluso pecadores. Las comidas de Jesús fueron algo
muy específico e importante en su ministerio, constituyeron uno de los gestos
simbólicos más fundamentales. En las comidas de Jesús se hacía presente y
efectiva la oferta de salvación. Sus dichos, como "no necesitan de médico los
sanos sino los enfermos" (Mc 2, 13-17) está hablando de su actitud. Dios está
cerca de aquellos que, por diferentes causas, y según las normas de pureza al
uso, eran los que más necesitados y lejos estaban. El Dios que anunciaba iba en
busca de los que habían sido excluidos del sistema socio-religioso que
ordenaban esas mismas leyes de pureza. La actitud hacia la ley del shabbat
confirma esta posición.

La ley del Sabado


Una de esas leyes que ordenaban, en este caso el tiempo, era la ley del
shabbat. En ella se decía lo que se podía hacer o no hacer durante el shabbat.

El shabbat era un signo de identidad judío (Ex 20, 8-11; Dt 5, 12-15). Había sido
dado por Yahveh y durante el séptimo día no trabajaba ningún Israelita, varón o
mujer, ni lo hacían los siervos o siervas, ni tan siquiera los ganados. Era una ley
que les diferenciaba de los pueblos del entorno y del tiempo. Ese día estaba
dedicado a dar gracias a Dios y al descanso. Los problemas empezaban al
interpretar la Ley, cuando surgía la casuística sobre lo que era trabajo. En época
de los Macabeos, después de haber sufrido una gran derrota por no pelear en
shabbat, los seguidores de aquellos decidieron luchar incluso en el día de
descanso. En tiempos de Jesús existían diferentes escuelas y grupos con
interpretaciones diversas. Por ejemplo, Qumrán tenía una interpretación
sumamente estricta sobre la aplicación del mandato de no trabajar. Este grupo
consideraba que estaba prohibido todo trabajo en cualquier circunstancia,
incluso si un animal o una persona caían a un pozo.

La actitud de Jesús respecto a las leyes de pureza y, en concreto respecto al


shabbat, queda reflejada en las controversias que mantiene con diferentes
grupos de su tiempo. Es cierto que algunas de éstas reflejan situaciones y
controversias de las comunidades postpascuales, pero, aun así, a través de Ella
se puede descubrir la actitud y posición de Jesús.

Jesús realizaba curaciones en sábado, y en algunos momentos se dice


explícitamente que era sábado (Mc 3, 1-6; Lc 13, 10-17; 14, 1-6). Frente a la
posición de algunos fariseos Jesús mantiene que la curación de alguien que ha
estado sufriendo tantos años, su liberación, es el verdadero culto a Dios,
finalidad para la que estaba reservado el sábado.

De igual forma en Mc 2, 23-28 Jesús discute con los fariseos sobre la acción de
sus discípulos en sábado: arrancar espigas y comérselas. Esta controversia
refleja el interés comunitario y los problemas que ésta debió afrontar con los
dirigentes de la Sinagoga, pero la actitud y el dicho que la resume tiene muchas
probabilidades de remontarse a Jesús de Nazaret: "El sábado ha sido hecho
para el hombre, no el hombre para el sábado" (Mc 2, 27), y en ella queda clara la
actitud de Jesús y su criterio (www.instituciones.htm)

Tanto en las perícopas previas sobre curaciones, como en esta última, se


plantea el problema del criterio por el que se puede discernir la verdadera
voluntad de Dios sobre el sábado. Para Jesús se trata, más que de una norma
abstracta, de buscar el bien de la persona necesitada y sufriente. En la línea de
los profetas, eso es el auténtico culto a Dios. Su actitud y su frase (Mc 2, 27)
constituyen una crítica permanente de toda institución y de toda mediación que
se convierte-en fin en sí misma olvidando aquello para lo que fue creada; en
este caso favorecer la relación con Dios, el encuentro y la vivencia de su
cercanía liberadora y salvadora.
Capítulo 4

Conclusiones.

Las Instituciones judías en la época de jesus constituye el elemento de identidad nacional

para el Pueblo Judío. El templo simboliza la presencia de Dios en su medio y lo que

distingue como pueblo elegido ya que es un elemento sacralizador del espacio Sagrado.

La sinagoga es la asamblea, constituye el escenario de discusión en donde se deliberan

debates de interés religioso. La ley constituye el simbolo de elección y pacto con el

pueblo de Dios aunque surgió todo tipo de interpretación a las normas. El sábado a igual

que el templo, se enmarca a la sacralización del tiempo.

Si bien es cierto que en muchos pasajes en los evangelios se observa a un jesus

respetuoso de las instituciones, en otros escenarios se atisba la noción reaccionaria de

jesus frente al sistema cultico dominante mercader y explotador, todo con el fin de

presentar ante la sociedad judía el verdadero proyecto esperanzador del Reino de Dios

hacia los excluidos.


Lista de referencias

Eliade Mircea, (2016). Lo Sagrado y lo Profano. Barcelona: editorial Paidos.

De Vaux Roland. (2012). Instituciones del Antiguo Testamento. España: Biblioteca


Herder.

Palestina en los Tiempos de Jesus


http://www.academia.edu/5417490/PALESTINA_EN_TIEMPOS_DE_JES
%C3%9AS

Schurer Emil.( 1985) Historia del Pueblo Judio en los Tiempos de Jesus, Madrid,
Cristiandad.

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