Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Profesor
Charles Fontalvo
Teólogo
Capítulo 2
De área rectangular, más ancho por el norte que por el sur, se hallaba situado
sobre el monte Moría, una colina enclavada en el lado inferior u oriental de
Jerusalén. El Templo se hallaba rodeado de murallas con almenas pero
desconocemos con precisión donde estaban situadas sus cinco puertas.
Entrando por la puerta sur, se llegaba al patio de los gentiles, destinado a no
judíos. A algo más de un metro de este patio se hallaba el santuario, al cual se
accedía a través de nueve puertas y no podían entrar los no judíos. Sin embargo
tenían la posibilidad de ofrecer, por medio de los sacerdotes judíos, sus ofrendas
a Dios.
De oriente a poniente, se encontraba el patio de las mujeres, al que podían
pasar las mujeres judías, pero sin traspasarlo hacia el patio de Israel, donde
podía penetrar todo varón israelita con la edad adecuada y tras purificarse
debidamente.
Separado por una balaustrada baja, se encontraba el patio de los sacerdotes. Al
frente el altar de los holocaustos donde, diariamente, realizaban sus sacrificios
los sacerdotes.
Este contaba con el extenso atrio, altar de sacrificios, se hallaba el altar del
incienso, una mesa para el pan de las proposiciones, el candelabro de oro con
siete brazos y En el lugar santísimo se encontraba el Arca del Testimonio que
contenía la Ley, mana y la vara de Aarón, que estaba separado del anterior
mediante una cortina o velo ricamente bordada.
Lo fundamental del culto del Templo eran los sacrificios de animales que se
hacían dos veces al día, a la mañana y al atardecer, además de los sacrificios
individuales que pudieran ofrecerse. Los sacrificios los ofrecían los sacerdotes
divididos en 24 grupos que volvían a sus casas y a sus oficios una vez
terminado su turno. El culto del templo requería una multitud de servicios que
estaban perfectamente organizados y distribuidos entre el personal del Templo,
en los que entraban los sacerdotes, pero también los levitas, incluso algunas
delegaciones de laicos cuya labor era rezar mientras los sacerdotes
sacrificaban. Tanto las actividades diarias como la organización están descritas
detalladamente en el tratado qodasim de la Mishná.
Había un encargado de despertar a los demás antes de la salida del sol, y otro
de sortear y distribuir las múltiples tareas que suponía el culto: limpiar el altar,
matar el cordero, recoger la sangre, partirlo en doce trozos... Una vez hechos los
preparativos, los levitas abrían las puertas, y se encendían cinco brazos del
candelabro; los sacerdotes y levitas se reunían a rezar el Shemá y las
bendiciones, después se encendían los dos brazos restantes, se ofrecía el
incienso (se hacía por suertes) y se bendecía al pueblo; después se ofrecía el
cordero, doce sacerdotes, por suertes, llevaban los trozos al sacerdote que le
había tocado oficiar, quien los arrojaba al fuego. Sólo cuando había finalizado el
sacrificio oficial se realizaban los sacrificios personales. En ciertos días de fiesta
el sacrificio era seguido por la lectura de la Ley. Y los sábados se ofrecía un
tercer cordero por todo el pueblo.
Todo Israelita varón mayor de doce años tenía la obligación de acudir al templo
al menos una vez al año, preferentemente por la fiesta de Pascua (Ex 23, 17; Dt
16, 16), aunque también se recomendaba acudir en Pentecostés y en Sukkot
(las Tiendas). Los judíos que habitaban en la Diáspora raramente acudían, y los
que se encontraban en Palestina, normalmente acudían en Pascua. Entonces se
hacía el sacrificio de un cordero por familia que había de consumirse esa misma
noche, fuera del templo pero dentro de Jerusalén.
Para evitar que los animales se dañaran por el camino y quedaran ritualmente
impuros solían comprarse allí mismo. Por eso, en el atrio exterior del templo, y
en la explanada sur, donde estaban las principales escalinatas de acceso por
donde entraba el pueblo, solían ponerse los puestos y las mesas de los
vendedores, y también las de los cambistas, pues las transacciones que se
hacían en el Templo requerían una moneda especial que había que cambiar en
el lugar.
La Sinagoga
La Ley y el Sábado
Pocas instituciones de Israel son tan antiguas y peculiares como la Ley. Se ha
observado que la reglamentación del Pentateuco refleja las condiciones de vida
de una Palestina interior semisedentarizada, ajena todavía a la navegación,
minería y prácticamente a cualquier tipo de industria. Esto corresponde a un
periodo relativamente arcaico (H Cazelles, Historia Política de Israel desde los
Orígenes, 1984, P 86-87) en el que los israelitas vivían en estrecha relación con
otros pueblos. Cabría prever que su ley reflejara los usos de eso pueblos y que
tanto en su forma como en su contenido, respondiera a las de una sociedad
agrícola y ganadera no muy distinta, en sus parámetros socioeconómicos a la de
los pueblos mediterráneo de la época.
Ya en la época de Jesús la Ley seguía siendo un símbolo de identidad nacional.
Había sido otorgada por Dios como consecuencia de un Pacto, aceptada y
establecida entre el mismo Dios y su pueblo y ratificaba su elección. Por
consiguiente la Ley era también un símbolo de su elección así como de su
peculiaridad y separación de Israel de los demás pueblos. Allí estaban
contenidas por diferentes códigos procedentes de diferentes épocas y
situaciones habían pasado a denominarse de forma unitaria la ley. Entre las
leyes más significativas estaban el descanso sabático, las leyes de la pureza y
divorcio.
Las leyes de pureza prestaban también mucha atención a las comidas y a la
sexualidad, y ello se entiende bien desde la antropología cultural. Las
sociedades muy preocupadas por su identidad y su supervivencia vigilan mucho
las entradas y las salidas, las fronteras de su grupo, del cuerpo social, con quien
se come y con quien se casan; y semejante cuidado lo tienen también respecto
al cuerpo físico y personal que constituye un microcosmos del cuerpo social.
El shabbat era un signo de identidad judío (Ex 20, 8-11; Dt 5, 12-15). Había sido
dado por Yahveh y durante el séptimo día no trabajaba ningún Israelita, varón o
mujer, ni lo hacían los siervos o siervas, ni tan siquiera los ganados. Era una ley
que les diferenciaba de los pueblos del entorno y del tiempo. Ese día estaba
dedicado a dar gracias a Dios y al descanso. Los problemas empezaban al
interpretar la Ley, cuando surgía la casuística sobre lo que era trabajo. En época
de los Macabeos, después de haber sufrido una gran derrota por no pelear en
shabbat, los seguidores de aquellos decidieron luchar incluso en el día de
descanso. En tiempos de Jesús existían diferentes escuelas y grupos con
interpretaciones diversas. Por ejemplo, Qumrán tenía una interpretación
sumamente estricta sobre la aplicación del mandato de no trabajar. Este grupo
consideraba que estaba prohibido todo trabajo en cualquier circunstancia,
incluso si un animal o una persona caían a un pozo.
De igual forma en Mc 2, 23-28 Jesús discute con los fariseos sobre la acción de
sus discípulos en sábado: arrancar espigas y comérselas. Esta controversia
refleja el interés comunitario y los problemas que ésta debió afrontar con los
dirigentes de la Sinagoga, pero la actitud y el dicho que la resume tiene muchas
probabilidades de remontarse a Jesús de Nazaret: "El sábado ha sido hecho
para el hombre, no el hombre para el sábado" (Mc 2, 27), y en ella queda clara la
actitud de Jesús y su criterio (www.instituciones.htm)
Conclusiones.
distingue como pueblo elegido ya que es un elemento sacralizador del espacio Sagrado.
pueblo de Dios aunque surgió todo tipo de interpretación a las normas. El sábado a igual
jesus frente al sistema cultico dominante mercader y explotador, todo con el fin de
presentar ante la sociedad judía el verdadero proyecto esperanzador del Reino de Dios
Schurer Emil.( 1985) Historia del Pueblo Judio en los Tiempos de Jesus, Madrid,
Cristiandad.